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EL SIGNIFICADO CRISTALIZADO DE LOS PASOS DE LA ECONOMÍA DE

DIOS Y SU RESULTADO: EL CUERPO DE CRISTO.

La palabra economía es una trasliteración del griego οἰκονομίαν (oikonomian)


que aparece en el Nuevo Testamento Griego en Lc. 16:2, 3, 4; 1 Co. 9:17; Ef. 1:10;
3:2, 9; Col. 1:25 y 1 Ti. 1:4. Dicho sustantivo griego generalmente es traducido
por la mayoría de versiones de la Biblia como: dispensación, plan o
administración. Este sustantivo es una palabra compuesta de oikos, ‘casa’ y de
nomos, ‘ley’, por lo que dicha expresión denota la administración doméstica que
un padre de familia ejerce dentro de su hogar. Esta palabra griega es muy
antigua, y se tiene constancia que fue empleada por primera vez por Aristóteles
en el año 323 a.C. Cuando esta palabra es adjudicada a Dios, la misma se
traduce como “economía” (véase Ef. 1:10; 3:9; 1 Ti. 1:4); sin embargo, cuando es
adjudicada a una persona, la misma se traduce como “mayordomía” (véase Lc.
16:2, 3, 4; 1 Co. 9:17; Ef. 3:2; Col. 1:25), es decir, como la responsabilidad y el
deber que una persona tiene con el desarrollo de la administración doméstica
llevada a cabo por el padre de familia, y el cual es nuestro amo. La palabra
economía es una expresión teológica que tiene por objetivo denotar el plan, la
administración, la dispensación o el propósito de Dios. Esta expresión ha sido
empleada por los padres apostólicos al tratar de presentar una concepción
apropiada de la Trinidad, y ha seguido siendo empleada por muchos teólogos
modernos conocedores del griego bíblico, como por ejemplo: Marvín Vincent,
Henry Alford, A. T. Robertson, F. F. Bruce, entre muchos otros.

I. Los pasos en la economía de Dios.

La visión que nos rige y nos regula, la cual se halla en la Biblia, es la economía
de Dios. El primer paso en la economía de Dios es que Dios llegó a ser carne;
después de éste, tenemos los pasos del vivir humano de Cristo, Su muerte en la
cruz y Su resurrección; y por último, tenemos la Nueva Jerusalén. Esto es una
declaración completa de la economía de Dios.

II. El significado cristalizado de que Dios fuera hecho carne.

El primer paso en la economía de Dios fue la encarnación. El significado


cristalizado de la encarnación no solamente es que la divinidad se introdujo en
la humanidad, sino también que Dios mismo se introdujo en el hombre a fin de
mezclarse con el hombre a fin de llegar a ser un Dios-hombre. Dios mismo se
introdujo en el hombre para mezclarse con él como una sola entidad; éste es un
asunto colosal en el universo. En el cristianismo este asunto comúnmente es
llamado “el nacimiento de Cristo”. Sin embargo, los lectores de la Biblia deben
saber que Dios mismo es el Verbo y que este Verbo se hizo carne (Jn. 1:1, 14). “El
Verbo se hizo carne” es una frase mucho más profunda que la frase superficial el
nacimiento de Cristo.

Las personas religiosas celebra la “Navidad” y se cantan “villancicos” acerca del


“nacimiento de Cristo”. El común de los cristianos sólo conoce el
acontecimiento que se menciona en Lucas 2, donde, en la noche del nacimiento
de Cristo, un ángel del Señor apareció a los pastores que pasaban la noche en los
campos y les anunció buenas nuevas de gran gozo, que sería para todo el pueblo,
porque en la ciudad de David les había nacido un Salvador (Lc. 2:8-14).
Cualquier persona que lea la Biblia puede ver esto y entenderlo sin necesidad de
ninguna explicación. Cristo ciertamente nació para ser un Salvador, pero éste no
es aún el significado cristalizado de Su nacimiento. El significado cristalizado
del nacimiento de Cristo es que Dios se hizo carne en Cristo, es decir, que Dios
mismo entró en el hombre y se mezcló con el hombre.

III. El significado cristalizado de que Cristo pasara por un vivir


humano.

Después de encarnarse, Cristo llevó un vivir humano por treinta y tres años y
medio. El hecho de que Dios llegara a ser carne significa que Él mismo se
introdujo en el hombre. El hecho de que Dios pasara por el vivir humano en la
vida humana significa que Él llevó la vida de un Dios-hombre en la carne, a fin
de expresar los atributos divinos en las virtudes humanas. Algunos tal vez
tengan el entendimiento de que el Señor Jesús expresó a Dios cuando estuvo en
la tierra, pero no saben cómo lo hizo. En realidad, el Señor Jesús expresó a Dios
en la tierra al hacerse hombre y llevar una vida humana en la cual expresó en Su
vivir todo lo que Dios es en Sus atributos divinos para que sean Sus virtudes
humanas. Éste es el significado cristalizado de que Cristo pasara por un vivir
humano.

IV. El significado cristalizado de la crucifixión de Cristo.

Después de experimentar el vivir humano, Cristo fue a la cruz y allí fue


crucificado. En general, la mayoría de los cristianos dice que debido a que Jesús
nos amó, Él llevó nuestros pecados y murió por nosotros para redimirnos.
Aunque esto es correcto, es muy superficial. El significado cristalizado de la
crucifixión de Cristo es que la muerte que él experimentó fue una muerte todo-
inclusiva. En el aspecto negativo, Su muerte puso fin a la vieja creación (Ro.
6:6), incluyendo a todas las personas y cosas relacionadas con la vieja creación,
como son: Satanás (He. 2:14), el pecado (Ro. 8:3b; Jn. 1:29; He. 9:26b, 28a), el
mundo (Jn. 12:31; Gá. 6:14b), la carne del hombre (5:24; Ro. 8:3b), la ley de los
mandamientos expresados en ordenanzas (Ef. 2:15a) y todo lo demás que no es
Dios. Así, la muerte de Cristo quitó y eliminó completamente la contaminación y
corrupción que había en el universo, la cual se introdujo por medio de la
rebelión de Satanás y la caída del hombre.

En el aspecto positivo, la muerte de Cristo liberó la vida divina que estaba en Él


(Jn. 12:24; 19:34), la cual es el factor básico de la nueva creación de Dios. La
muerte de Cristo no sólo puso fin a la vieja creación, sino que también liberó la
vida divina. Su muerte fue semejante a la muerte de un grano de trigo, como se
menciona en Juan 12:24. Aparentemente, Cristo como un grano de trigo cayó en
la tierra y murió; no obstante, en aquella muerte Él fue vivificado. Las riquezas
de la vida contenidas en la semilla únicamente son liberadas por medio de la
muerte. De igual manera, cuando Cristo como un grano de trigo cayó en la tierra
y murió, el elemento vital que estaba en Él se hizo muy activo para liberar la
vida divina —la cual es Dios mismo— que estaba escondida en Él y para
impartirla en los muchos granos. Éste es el significado cristalizado de la muerte
de Cristo.

V. El significado cristalizado de la resurrección de Cristo.


La resurrección de Cristo, que marca el comienzo de la nueva creación, tiene un
significado cristalizado triple. En esta resurrección, el Hijo primogénito de Dios
fue producido, los muchos hijos de Dios fueron producidos simultáneamente
con Él y Cristo mismo fue hecho Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Hechos 13:33
dice: “Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy”. La palabra hoy se refiere al
día de la resurrección de Cristo (Sal. 2:7). En la resurrección, Cristo fue
engendrado por Dios como Hijo primogénito (Ro. 1:4). Luego, 1 Pedro 1:3 dice:
“Dios [...] nos ha regenerado [...] mediante la resurrección de Jesucristo de
entre los muertos”. Por lo tanto, mediante la resurrección de Cristo, Dios
también regeneró a todo Su pueblo escogido para que llegaran a ser Sus muchos
hijos. De este modo, el Hijo primogénito de Dios y los muchos hijos de Dios
constituyen un nuevo hombre corporativo y universal, cuya Cabeza es el Hijo
primogénito y cuyo Cuerpo lo componen los muchos hijos.

Además, en esta resurrección que fue semejante a un gran parto, el Cristo


encarnado pasó por la resurrección y llegó a ser el Espíritu vivificante. Este
Espíritu vivificante, el Espíritu del Primogénito, quien también es llamado el
Espíritu de Jesucristo, entra en los muchos hijos para ser su abundante
suministración (Fil. 1:19). Éste es Dios que entra en los creyentes para
regenerarlos, santificarlos, renovarlos, transformarlos, conformarlos a la
imagen del Hijo primogénito de Dios, y finalmente glorificarlos. Todos estos
asuntos los lleva a cabo Cristo como el Hijo primogénito, quien llegó a ser
económicamente el Espíritu vivificante y entró en nosotros.

En el proceso por el cual Dios pasó, “llegó a ser” dos cosas. Primeramente, llegó
a ser carne (Jn. 1:14) a fin de estar entre los hombres para estar con ellos. Sin
embargo, Él aún no podía entrar en ellos. Él tenía que llegar a ser algo más, es
decir, llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En Juan 14:3 el Señor dijo:
“Si me voy [...] vendré otra vez”. Su ida consistía en pasar por la muerte y la
resurrección; Su venida consistía en venir a Sus discípulos y entrar en ellos. En
la resurrección Él fue engendrado como el Hijo primogénito de Dios, y en ese
nacimiento los muchos hijos de Dios también fueron engendrados; además, Él
mismo llegó a ser el Espíritu vivificante a fin de entrar y morar en los muchos
hijos como su suministro de vida. Éste es el significado cristalizado de la
resurrección de Cristo.

Solamente deseo aclarar que al hablar de ‘procesos’ y de ‘llegar a ser’ no me


estoy refiriendo a la esencia del Dios Triuno, recordemos que el Dios Triuno
tiene dos aspecto, uno económico y otro esencial. En esencia Él es inmutable
(Stg. 1:17); mientras que económicamente Él ha sufrido un proceso, que no
altera Su esencia, a fin de poder manifestarse y cumplir Su propósito en Sus
criaturas. Tampoco estoy tratando de restarle la eternidad y la deidad a cada
una de las hipóstasis o personas que conforman la Trinidad; lo cual equivaldría
a enseñar una cesación temporal o modalista de la Trinidad, lo cual
bíblicamente no es correcto; pues la Biblia es categórica en mostrarnos que
cuando uno de la Trinidad viene los otros dos también vienen con Él. Pues ellos,
son tres diferentes económicamente; pero no están separados, pues en esencia
son uno. No perdamos de vista nunca esto.
VI. Los cuatro pasos de la economía de Dios dan por resultado el
Cuerpo de Cristo.

Mediante estos cuatro pasos de la economía de Dios, los muchos hijos de Dios
fueron producidos. En el aspecto corporativo, los muchos hijos de Dios son la
iglesia; y en el aspecto orgánico, ellos son el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de
Cristo es la iglesia, la casa de Dios, el reino de Dios y la novia, el complemento
de Cristo. En cada uno de estos aspectos, la iglesia depende del Cuerpo de Cristo
como su factor orgánico. Sin el Cuerpo de Cristo, la iglesia carecería de vida y no
sería más que una organización humana. Sin el Cuerpo de Cristo y, por ende, sin
la vida de Cristo, no podría existir la casa de Dios, la cual está conformada por
los hijos nacidos de Dios el Padre, ni tampoco podría existir el reino de Dios,
que es la esfera de la vida de Dios. Sin la vida de Cristo, tampoco podría existir
la novia de Cristo quien, como Su complemento, debe ser igual a Él para ser Su
pareja idónea. Eva procedió de Adán y era su pareja idónea, por lo cual podía
ser el complemento de Adán. Asimismo, la iglesia también debe tener la vida de
Cristo para que ella pueda ser el complemento de Cristo. La iglesia como la casa
de Dios, el reino de Dios y la novia de Cristo, depende del Cuerpo de Cristo
como su factor orgánico.

VII. El significado cristalizado del Cuerpo de Cristo.

Ahora, quisiéramos ver el significado cristalizado del Cuerpo de Cristo. En toda


la Biblia, únicamente el apóstol Pablo habló acerca del Cuerpo de Cristo. En
Mateo 16 y 18 el Señor Jesús claramente se refirió a la iglesia, pero sólo habló de
Su Cuerpo de una manera escondida e implícita sin usar explícitamente la
expresión el Cuerpo de Cristo. Los escritores de las demás Epístolas, incluyendo
a los apóstoles Pedro y Juan, nunca usaron esta expresión; ésta sólo fue usada
por Pablo.

Cada una de las catorce epístolas de Pablo nos hablan de la iglesia, pero sólo
cuatro de ellas tratan sobre el Cuerpo de Cristo: Romanos, 1 Corintios, Efesios y
Colosenses. Entre ellas, Efesios trata los asuntos más cruciales, básicos y
fundamentales. Efesios 1 dice que Cristo en Su ascensión derramó el Espíritu
Santo y que de ese modo produjo la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de
Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). Ésta es una definición muy sencilla de
la iglesia. Luego en el capítulo 4 Pablo, con base en la revelación presentada en
los primeros tres capítulos, exhorta a los santos, diciendo: “Yo pues, prisionero
en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis
llamados” (Ef 4:1). Lo primero que Pablo menciona en su exhortación es el
asunto de guardar la unidad del Espíritu (Ef. 4:3). Luego los versículos del 4 al 6
continúan mencionando los siete asuntos que componen la unidad del Espíritu.
“Un Cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación”; estos tres asuntos componen un grupo. “Un
Señor, una fe, un bautismo”; éstos tres asuntos componen otro grupo. “Un Dios
y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”; éstos
componen el tercer grupo. Efesios 4:4-6 constituye el hablar cristalizado del
apóstol Pablo con respecto al Cuerpo de Cristo. Estos tres versículos nos
muestran que el Dios Triuno y nosotros, los redimidos, nos mezclamos hasta
formar una entidad orgánica, y esta entidad es el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de
Cristo está constituido del Dios Triuno y Sus redimidos, a fin de que el Dios
Triuno pueda forjarse en la constitución intrínseca de Sus redimidos hasta ser
una sola entidad.

VIII. Un Cuerpo, un Espíritu y una esperanza.

El versículo 4a dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu”. El Cuerpo de Cristo toma al


pueblo escogido y redimido de Dios como su estructura, y al Espíritu como su
esencia constitutiva. Así como nuestro cuerpo tiene una estructura y también
tiene sangre y carne, también el Cuerpo de Cristo tiene su estructura y su
esencia constitutiva. La estructura del Cuerpo de Cristo es el pueblo escogido de
Dios y redimido de Cristo, con quienes el Espíritu consumado del Dios Triuno se
mezcla para constituir el Cuerpo de Cristo. Los creyentes fueron escogidos por
Dios y redimidos por Cristo; esto es algo que los cristianos en general conocen y
que la Asamblea de los Hermanos recalcó. Sin embargo, quizás ni siquiera los
Hermanos vieron lo relacionado con el Espíritu como la esencia constitutiva
para mezclarse con los creyentes.

El versículo 4b dice: “Como fuisteis también llamados en una misma esperanza


de vuestra vocación”. Aquí, la esperanza se refiere a la transformación de los
redimidos. Desde el día en que fuimos llamados, hemos tenido la esperanza de
que seremos transformados. El Antiguo Testamento dice que somos como larva
y como gusanos (Job 25:6). Pablo también dijo que él era el primero entre los
pecadores (1 Ti. 1:15b). El Señor nos salvó; ahora, ¿cuál es nuestra esperanza?
¡Nuestra esperanza es que seremos transformados! ¿Quién nos transformará?
El Espíritu (2 Co. 3:17-18). El Espíritu viene primeramente para regenerarnos;
luego nos santifica, nos renueva, nos transforma, nos conforma a la imagen del
Primogénito de Dios y, por último, nos glorifica para que nuestro cuerpo sea
saturado de gloria y así resplandezca con la gloria divina. Ésta es nuestra
esperanza. El proceso que va de la regeneración a la glorificación es el proceso
de transformación; esta transformación es nuestra esperanza.

IX. Un Señor, una fe y un bautismo.

En el Cuerpo de Cristo, además del pueblo escogido y redimido, tenemos el


Espíritu que transforma. Este Espíritu que transforma es la consumación del
Dios Triuno, y también la totalidad del Dios Triuno; pues no sólo incluye al
Espíritu, sino también los elementos del Hijo y del Padre. Por lo tanto, Efesios
4:5, que está relacionado con el Hijo, dice: “Un Señor, una fe, un bautismo”.
Este versículo no dice “un Hijo”, sino “un Señor”. En el Evangelio de Juan
vemos que el Hijo es Aquel en quien creemos (Jn. 3:16); el Hijo nos es dado
principalmente para que tengamos vida (1 Jn. 5:12). Sin embargo, aquí en
Efesios, al Hijo se le llama Señor, al igual que en el libro de Hechos (Hch. 2:36);
el Señor tiene que ver con el ejercicio de Su autoridad, con la autoridad como
Cabeza. Así que, como el Hijo, Él es nuestra vida; como el Señor, Él es la Cabeza
que ejerce Su autoridad en el Cuerpo. La relación que el Cuerpo tiene con Él es
una de fe y bautismo. Por medio de la fe creemos en el Señor (Jn. 3:36), y por
medio del bautismo somos bautizados en Él (Gá. 3:27; Ro. 6:3) y llegamos a
nuestro fin en Adán (Ro. 6:4). Tanto la fe como el bautismo implican la acción
de entrar y salir. Nosotros salimos de Adán y hemos entrado en Cristo. Por lo
tanto, por medio de una fe y un bautismo fuimos bautizados para salir de Adán,
es decir, fuimos sepultados y separados de Adán. Al mismo tiempo, en un solo
Espíritu entramos en Cristo para unirnos a Él.

Como resultado, Cristo ha llegado a ser el elemento que nos transforma. El


Espíritu que nos transforma opera gradualmente desde nuestro interior con
Cristo mismo como el elemento, a fin de que nosotros, los redimidos, seamos
uno con Cristo y nos mezclemos con Él como una sola entidad. Por esta razón,
Pablo dice en 1 Corintios 6:17: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con
Él”. Este Señor es Aquel que llegó a ser el Espíritu consumado y vivificante por
medio de la resurrección (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Este Espíritu, quien es la
consumación del Dios Triuno y quien también es el Cristo pneumático, está en
nosotros (1 Co. 6:19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16), para
transformarnos con Cristo mismo como el elemento.

X. Un Dios y Padre de todos.

Efesios 4:6 dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y
en todos”. En el Cuerpo de Cristo, no solamente tenemos al Espíritu que nos
transforma y a Cristo como el elemento que nos transforma, sino también a un
Dios y Padre. Como Dios, Él nos creó; y como el Padre, Él nos regeneró. Tanto
en la creación como en la regeneración Dios es nuestra fuente. En la vieja
creación nosotros provenimos de Dios y fuimos creados por Él. En la nueva
creación fuimos regenerados por el Padre. Por lo tanto, las palabras Dios y
Padre aluden a la fuente. Este Dios y Padre como la fuente incluye tres aspectos:
el Padre, el Hijo y el Espíritu. Él es sobre todos, lo cual se refiere al Padre, la
fuente; Él es por todos, lo cual se refiere al Hijo, Cristo; y Él está en todos, lo
cual se refiere al Espíritu. El Padre está sobre todos; el Hijo, Cristo, es por todos;
y el Espíritu mora en todos. Éstos no son tres, sino uno solo. Cuando la fuente
viene, el elemento también viene; éste es el Hijo quien es por todos. Además, el
Espíritu vivificante viene a morar en todos. Así pues, vemos que el Dios Triuno y
Su pueblo escogido y redimido llegan a ser una sola unidad, una sola entidad, la
cual es el Cuerpo de Cristo. Éste es el significado cristalizado del Cuerpo de
Cristo.

En Cristo.
J. L. Flores.
Disfrutando la Palabra.

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