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Cartaphilus 6 (2009), 248-249

Revista de Investigación y Crítica Estética. ISSN: 1887-5238


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RESEÑA
Virgilio Piñera. Cuentos fríos. El que vino a salvarme.
Edición de Vicente Cervera y Mercedes Serna.
Madrid, Cátedra, Letras hispánicas, 2008.
Esta primera edición de Cuentos Fríos. El que
vino a salvarme, a cargo de Vicente Cervera y
Mercedes Serna supone una importante aportación
al estudio y la lectura del narrador, poeta,
dramaturgo y ensayista Virgilio Piñera. No ignoramos
que otras editoriales habían publicado
cuentos de Piñera, pero sale por fin ahora la primera
edición filológica y crítica. Cervera y Serna,
para la elaboración de la presente edición, han
realizado un exhaustivo y meritorio cotejo de las
ediciones existentes de Cuentos fríos y El que vino
a salvarme. Como puede comprobarse en las
notas, han comparado desde las primeras publicaciones
de cuentos aislados como “El conflicto”,
de 1942, hasta las primeras recopilaciones como
“Cuentos fríos”, de 1956 o “Cuentos”, de 1964.
Han tenido en cuenta incluso, en dicho cotejo,
ediciones menos universitarias y más divulgativas
como la de Alfaguara, de 1999. Como se demuestra,
han corregido erratas y errores, enmendado
el texto, destacado las omisiones y
sustituciones pertinentes y han estudiado las
variantes léxicas existentes. Insistimos en esta
tarea que han realizado Cervera y Serna porque
los cuentos de Piñera han sufrido importantes
modificaciones en el plano léxico y morfológico.
En cuanto a las notas, el lector comprobará
que se exhiben además las que se refieren a los
cubanismos, americanismos, barbarismos e incluso
las informativas de datos históricos, muy
necesarias para una mejor comprensión del texto.
Asimismo, hay que destacar la profunda y
exhaustiva introducción que ambos estudiosos
han realizado de la vida y obra de Virgilio Piñera.
Dicha introducción recorre los avatares de Virgilio
Piñera, sus circunstancias políticas, su vinculación
con las revistas más prestigiosas del momento
y un análisis lúcido y sagaz de los cuentos.
Éste se hace imprescindible dada la naturaleza
onírica de muchos de sus relatos. Las relaciones
de Piñera con Kafka, el existencialismo y
MICHAEL MAUDSLEY
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otros aspectos como su estilo irónico y trágico,
se ponen de manifiesto en este apartado.
A todo ello hay que agregar que Cervera y
Serna, por lo que respecta a la bibliografía, han
recogido artículos que realizan el inventario de
la bibliografía piñeriana en distintos momentos
de su trayectoria.
Por tanto, la edición de Cervera y Serna de
Cuentos fríos. El que vino a salvarme, de Virgilio
Piñera, se propone como la primera para el público
español -estudiosos e investigadores muy
especialmente-, desde parámetros filológicos,
por el cotejo de las distintas versiones de los
cuentos, la bibliografía escogida, selecta y actualizada
y el estudio exhaustivo y pormenorizado
tanto de los cuentos del autor como de su vida.
En resumidas cuentas, la labor de los cuentos,
el trabajo crítico, las aclaraciones añadidas y
el buen criterio para confeccionar este estudio
explican la importancia de esta publicación. Felicitamos
por tanto la validez del esfuerzo de Cervera
y Serna, convertido ya en herramienta de
uso múltiple para el conocimiento de este autor
de la literatura hispanoamericana.
MICHAEL MAUDSLEY
Universidad de Barcelona

     Durante años, la obra del escritor cubano Virgilio Piñera (1912-1979) fue divulgada y
conocida de forma incompleta. Mientras que en su país se lo estimaba principalmente como
dramaturgo, autor de piezas de estética absurda como La boda, Dos viejos pánicos o Falsa
alarma, escrita dos años antes de que Ionesco estrenara en 1950 La cantante calva, en la
Argentina o en España venía prestándosele más atención a su faceta de cuentista, sobre
todo a partir de la inclusión de su relato "En el insomnio" en la antología de Cuentos breves
y extraordinarios hecha por Borges y Bioy Casares a mediados de los cincuenta.

La reciente reedición en España de su novela La carne de René --a la que se suma el


rescate de los poemas de La isla en peso-- viene a completar la imagen de Piñera y a
revelar la cohesión que rige su obra, en la que al margen de los géneros transitados
siempre suelen darse la mano lo satírico, lo extraño, lo absurdo o lo cruel, y en la que en
general habitan personajes marginales o incomprendidos que enfrentan o toleran de
manera singular cualquier clase de sociabilidad.
Originalmente publicada en 1952 por la editorial Losada de Buenos Aires, primera
novela de Piñera (siguieron Pequeñas maniobras en 1963 y Presiones y diamantes en
1966), La carne de René narra las desventuras de un hijo que al cumplir los 20 años es
obligado por su padre a sacrificarse al servicio del dolor. El padre, Ramón, un ferviente
militante por la "Causa" de la carne que en su oficina tiene un óleo del martirio de san
Sebastián, envía a René a una escuela que dirige un tal Mármolo, en la que el dolor se erige
en ley. Del abuelo, alias la Criba Humana, sabemos que tenía unas doscientas heridas y
"una llaga que, empezando en la tetilla derecha, recorría la espalda y venía a finalizar en la
misma tetilla". Mal alumno que desacata la tradición, René ("renacido") se niega a la
"regeneración" que le pide el padre . Es un "hijo muy sensible". Es un rebelde que prefiere
el placer carnal al sufrimiento.

La novela admite ser leída como un bildungsroman surrealista, disparatado, cuyas


escenas ambientadas en lo de Mármolo remiten tanto a la escuela de Ferdydurke (Witold
Gombrowicz) como al insólito Instituto Benjamenta del Jakob von Gunten de Robert Walser,
pero también a ciertos cuentos del propio Piñera, como "La condecoración", en el que un
padre somete a su hijo a una suerte de rito iniciático otorgándole la Orden del Gran Fracaso.

***

La carne de René establece más de un punto de contacto con la obra restante de


Piñera, en especial con los relatos de El que vino a salvarme, su libro de 1970 que prologara
José Bianco. Si una palabra recorre como idea fija la ficción de Piñera, en especial sus
cuentos siempre raros y por lo general breves, esa palabra es carne. En "Unión
industructible", por citar un caso de El que vino..., dos amantes se devuelven las caras
("ella se ha quitado mi cara y la tira en la cama"); en "Unos cuantos niños", el narrador
confiesa que le gusta comer carne de niño; en "Cómo viví y cómo morí", un hombre es
devorado por las cucarachas, en lo que puede también interpretarse como una alusión
cruenta a Gregorio Samsa.

Los ejemplos son innumerables, a tal punto que algunos estudiosos como Daniel
Balderston o Fernando Valerio-Holguín han querido ver en su obra una narrativa
masoquista. Están los cuerpos mutilados, transformados y maltrechos ("Cosas de cojos",
"Oficio de tinieblas"), los casos de antropofagia ("La carne") o de despedazamiento corporal
("Las partes", "La caida"); e incluso en una de sus más tempranas piezas de teatro, Jesús
(1948), un personaje comenta en el diálogo inicial: "¿Ha visto que la carne brilla por su
ausencia?".

La carne de René lleva la obsesión de Piñera por esta cuestión a un verdadero


paroxismo. Aquí la carne es exhibida en su más ancha polisemia: como sinónimo de
alimento (carne de res) o de sexualidad (carne humana), como metáfora de sufrimiento o
de violencia. La palabra aparece a las claras en el título del libro pero asimismo en casi
todos los subtítulos de los trece capítulos, ya sea implícita ("Tierna y jugosa", "El cuerpo
humano") como explícitamente: "Hágase la carne", "La carne perfumada", "La carne de
gallina", "La batalla por la carne", etc. La estrategia recuerda la definición de barroco
acuñada por Borges: "Estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades
y que linda con su propia caricatura".
***

Nacido en el pequeño pueblo de Cárdenas, criado en Guanabacoa y Camagüey,


Piñera recién se instaló en La Habana --ciudad que comparó más de una vez con "un
sepulcro"-- al cumplir los 28 años. Poco antes, en 1936, Juan Ramón Jiménez había incluido
un poema suyo en la Antología de la poesía cubana.

Fundador de la revista Ciclón junto con Julio Rodríguez Feo, Piñera también fue
colaborador inconstante de la revista Orígenes que digiría su amigo/enemigo José Lezama
Lima, de quién estuvo distanciado más de una década, hasta que la lectura de Paradiso le
llevó a decir: "No puedo seguir peleando con un hombre que ha escrito una novela tan
maravillosa".

Entender por qué Piñera llamó Cuentos fríos a su primer conjunto de relatos resulta
clave para aproximarse a su literatura. "Son fríos (...) porque se limitan a exponer los
puros hechos", explicó en su momento. Su prosa lacónica y distante nada tenía que ver con
el barroquismo por entonces en boga. De hecho, cuando el protagonista de La carne de
René es descripto como "un anormal o, si cabe peor calificativo, un excéntrico", resulta
difícil no pensar en el propio Piñera, condenado a la marginalidad por su condición social y
su homosexualismo (llegó a ser encarcelado por la cruzada que el castrismo llevó contra las
Tres Pe: prostitutas, proxenetas y pederastas) pero aún más por su estética, tan lejana del
realismo socialista como del modelo "barroco cubano" de Lezama Lima o Carpentier.
Aunque también es cierto lo afirmado por José Bianco: que Piñera en el fondo "no es menos
barroco" que Carpentier o Lezama, sólo que su barroquismo no proviene del estilo sino de
"la acción misma" de sus ficciones.

Si se da por válida la línea divisoria que trazara Italo Calvino entre los escritores de
llama y los de cristal (estos últimos, "exactos, lógico-geométrico-metafísicos"), Lezama
pertenecería al primer lote y Piñera al segundo. Y en más de un sentido: Lezama era obeso,
glotón y vivía rodeado de libros, como lo retrata Cabrera Infante en Vidas para leerlas;
Piñera era vegetariano, a pesar de lo carnívoro de su literatura, y proclamaba que los libros
"están todos en mi cabeza".

***

Entre 1946 y 1958, aunque con interrupciones, Piñera vivió en Buenos Aires. Su
paso registra en realidad tres etapas: del '46 al '47; del '50 al '54; del '55 hasta la llegada
al poder de Fidel Castro en el '58. Fiel a su espíritu libre, frecuentó a escritores de capillas
diferentes, incluso antagónicas: Borges, Bianco, Girondo, Macedonio, Sábato, Mallea y
Gombrowicz, entre ellos. Borges fue el primero en publicar en la Argentina un cuento suyo,
en la revista Anales de Buenos Aires de mayo de 1947, pero la amistad con Gombrowicz
parece haber sido la más sólida y marcante. Fue Piñera quien presidió el comité que efectuó
la traducción colectiva de la novela Ferdydurke. "Tú me has descubierto en la Argentina",
dijo el polaco, que nombró al cubano "jefe del ferdydurkismo sudamericano". Más tarde, en
1952, cuando Piñera publicó los Cuentos fríos, Gombrowicz suscribió un prefacio
entusiasta: "Piñera quiere hacer palpable la locura cósmica del hombre que se devora a sí
mismo mientras rinde tributo a una lógica insensata". Y agregó: "Debemos cuidarnos no
desfigurar esta obra pegándole el rótulo 'de procedencia kafkiana' ".

Se ha hablado con abundancia de cuánto marcaron a Piñera escritores tan dispares


como Sade, Kafka o Jean Genet, pero menos de la influencia que su obra parece haber
ejercido sobre el Salvador Elizondo de Farabeuf, sobre la restante narrativa cubana (desde
Heberto Padilla hasta Reinaldo Arenas) o incluso sobre el Severo Sarduy de El Cristo de la
rue Jacob.

Mucho se debe su regreso actual a la tarea de escritores más jóvenes como Abilio
Estévez o Antón Arrufat, compilador de los poemas que conforman La isla en peso y autor
de un prólogo en el que sostiene que Piñera fue "un altísimo poeta" y una de las
mentalidades más originales de su tiempo, pero que "se refugió en la sombra, dejándole el
campo libre a Lezama, su gran antagonista, y quizá murió dudando de su valor".

***

Piñera dijo, a propósito de su literatura, que "soy tan realista que no puedo expresar
la realidad sino distorsionándola, es decir haciéndola más real y vívida". También se
manifestó "absurdo y existencialista, pero a la cubana", cuando la edición de su Teatro
completo en 1960.

Pero acaso la mejor definición haya corrido por cuenta de su amigo Rodríguez Feo:
"Lo impresionante de su obra es que el lector está constantemente experimentando el
mismo sentimiento de terror y de incertidumbre que aflige al héroe. Lograr este objetivo es
una de las tareas más arduas que puede proponerse el escritor de ficción."

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