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Caía la lluvia, Zarandeaba el viento las ramas de los árboles.

La niña,
cansada de su encierro habló a la lluvia desde la ventana de su
habitación:

- Lluvia, mala amiga, ¿por qué caes? Me tienes presa en casa. ¡Cesa
ya de una vez! ¡Quiero ir a jugar!.

La voz cantarina de la lluvia replicó:

- Las plantas, amiguita, tienen sed. Si agua no les doy, ni flores ni


frutos darán después.

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