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30 historias
El Abrojo,
1988 - 2018
30 años 30 historias
El Abrojo, 1988 - 2018
© El Abrojo, 2018
© Irrupciones Grupo Editor, 2018
Montevideo – Uruguay
ISBN 978-9974-722-26-2
A mí me basta saber
que los que estamos
podemos ser
simplemente
contadores de breves
pero sobre todo,
buenas historias
Mónica Zefferino
El Abrojo
Octubre 2018
Gabriel Sosa
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Paola Artigas
Leonel García
Tejiendo Redes
Sebastián Cabrera
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Yahir López
Daniel Erosa
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Fabiana
Azul Cordo
Era
Dura. Sola.
Cuenta que no los mandaba a pedir, mientras ceba un
1 Su apellido se omite para preservar su intimidad.
Es
El verdadero problema es la droga.
Si no se entrara droga a las cárceles, se terminan los líos
adentro.
Perdió, fue privada de su libertad, dos veces. De la última
Será
—¿Qué te gusta hacer?
—¿Qué me hubiera gustado ser?
—Eso también podés contarme, pero te pregunté qué te
gusta HA-CER.
—Qué me gusta... No sé. Me gusta ser abuela porque
ahora puedo darle una enseñanza que no pude con mis hijos.
Me hubiera gustado ser maestra jardinera, estudiar, ir a la Fa-
cultad y ser alguien... cosa que me quedó en el camino. Me
hubiese gustado ser una trapecista de circo en verdad.
Leonel García
Doble senda
La dinámica tenía dos caminos. Desde El Abrojo infor-
maban, mostraban otra realidad, cuestionaban. Combinaban
el trabajo en comunidad con el educativo. “Queramos generar
un lugar, un punto de encuentro, un espacio terapéutico fuera
de la clínica”, dice Lorena. Además, Mahoma iba a la mon-
taña. Lorena es una de las pocas personas que ha traspasado
el portón de la casa de Fabián, en Plácido Ellauri. Y así en
otros lados. El trabajo con las drogas siempre era desde la
perspectiva de la reducción de daños y eso no siempre era del
todo entendido. En instituciones como los liceos de la zona no
gustaba esa óptica y debieron retirarse.
“Nosotros queríamos generar el encuentro sin que ellos
Dolores
Ni la risa de Fabián ni la emoción de Matías ocultan
cierta postura a la defensiva de ambos. Aflora fácil. En un
encuentro internacional de organizaciones uruguayas, argen-
tinas y brasileñas que trabajaban con una óptica parecida a
El Abrojo, allá por 2003 y en el Edificio Libertad, Fabián se
cruzó fuerte verbalmente con una mujer que los trató de “dro-
gadictos enfermos”. “Yo en ese momento trabajaba 12 horas
por día. Fue como si me metieran no el dedo, la mano entera
en el traste. Le dije que lo único enfermo que había en casa era
mi heladera, porque luego de fumarme un porro la asaltaba-”
En realidad, le dijo un montón de cosas más.
La estigmatización es por hábitos y por geografía. “Hoy
por hoy, si decís que sos de Casavalle, poco menos que sos
parte de una narcobanda”, dice Matías, que vive en San Mar-
tín y Aparicio Saravia, pleno Los Palomares. “A mí me gusta
trabajar. Y de las 540 casas que hay ahí, 536 son de gente
trabajadora. Por dos o tres familias, o por 10 o 15 gurises, el
barrio está estigmatizado.”
Matías está al tanto de las noticias: 540 son las casas
detectadas en la Unidad Misiones —verdadero nombre de Los
Palomares—, según el censo realizado este mismo año, para
la demolición de viviendas irregulares y la llegada de los ser-
Gustavo Leal
Gabriel Sosa
Hugo Pelallo
Anabella Aparicio
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Leonel García
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Kevin Rivero
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Adriana Álvez
Azul Cordo
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Natalia Bonanata
Horacio Varoli
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Proyecto Remolino
Anabella Aparicio
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Verónica Balta
Mariangel Solomita
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Julio Calzada
Federico Castillo
Antes y después
El salto de El Abrojo a la cancha grande y a una inciden-
cia más fuerte y decisiva en las políticas gubernamentales se
dio cuando Jorge Batlle asumió la presidencia de la República,
en el año 2000. Más allá de Batlle, con una impronta que con-
frontó desde el vamos el discurso prohibicionista imperante,
ahí surge una figura clave, fundamental, que fue la del prose-
cretario de Presidencia, Leonardo Costa, un joven abogado
con ideas liberales que también fue designado por Batlle como
presidente de la Junta Nacional de Drogas. “Fue el primero
que abrió la cancha. Es un liberal y tenía una visión del tema
que se oponía a la visión que tenía (el expresidente Julio Ma-
ría) Sanguinetti. Empezamos a trabajar con él de una manera
muy abierta”, recuerda Calzada.
Leonardo Haberkorn
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Hugo Minetti
Hacerlo
Desde 1994 Hugo Minetti es maestro técnico de elec-
El trayecto
Hugo señala que algunos de los proyectos que desarro-
lló con los alumnos alcanzaron cierta notoriedad, aunque no
haya sido el objetivo. “Al de la impresora 3D lo arrancamos
con Ceibal. Fue en 2013. Ganamos la impresora y formamos
un club de ideas, innovación y desarrollo en el Instituto Tec-
nológico Superior de Paysandú”, al que se empezaron a su-
mar desde diferentes lados. “Empecé a llevar a los gurises del
liceo, que iban a imprimir allí”. “Se fue formando una suerte
de club con el que nos juntábamos unas horas en la tarde, im-
primíamos, trabajábamos sobre diseños, luego se daban cursos
en los liceos. Eso llevó a que Ceibal nos empezara a llevar a
las jornadas de tecnología que había a fin de año. También a
la Expoaprende y otras instancias”. Con la impresora 3D sus
alumnos de Electrónica de UTU desarrollaron instancias junto
a sus pares de la rama agraria, como por ejemplo el diseño de
un pulsor de ordeñe, mientras que alumnos de 4º año del liceo
Andrea
Leonardo Haberkorn
Noches de insomnio
La vida de Andrea y Milton dio un giro de 180 grados.
La clientela se la hicieron fácil, hablando directamente con
“los latas”, sacándole compradores a otras bocas, ofreciendo
cantidad y calidad, aunque sin rebajar el precio. Al principio
Andrea se lo planteó como un recurso provisorio para salir
de apuros. “Es por un tiempo”. “Es solo hasta que levante”,
se decía a sí misma y le decía a Milton. Pero todo creció muy
rápido y se le fue de las manos.
“Cuando me quise acordar ya vendía una cantidad im-
portante, cuatro o cinco pilas por noche. Cada pila tiene diez
gramos de pasta base.”
Cada noche Andrea hacía 20.000 pesos, más de lo que
Milton podía sacar en un todo un mes trabajando, si es que
conseguía empleo. ¡Cada noche! ¡20.000 pesos 365 veces al
año!
La montaña rusa que ha sido la vida de Andrea pegó en
este tramo una acelerada vertiginosa.
“Al principio fue una gran solución, porque ya no tuvi-
mos que preocuparnos de si al otro día tendríamos comida”,
recuerda Milton. “Pero empezamos a tener otras preocupacio-
nes peores.”
Milton nunca dejó de decirle a Andrea que aquello no
iba a terminar bien. Pero el dinero que entraba cada noche,
y el recuerdo tan cercano de la miseria, siempre inclinaban la
discusión para el lado de ella.
“Me envicié mucho”, relata Andrea. “No con la droga,
que nunca me dio tentación, ni la consumí. Me envicié con la
plata. Quería siempre más.”
Se habían mudado a la Aguada. Como no podían deposi-
Ilusión recuperada
El allanamiento fue terrible y se grabó para siempre en la
memoria de la pareja y de Deborah, la mayor de las niñas, con
capacidad para entender lo que había ocurrido.
Tener “empleados” había sido la perdición de Andrea:
uno de ellos había caído y lo había contado todo.
Los dos estuvieron un par de días detenidos, también una
prima de Milton que era una de las personas que vendía para
Andrea.
Milton quedó libre, pero ella fue procesada y enviada a
la cárcel. Al principio no se dio mucha cuenta de lo que estaba
ocurriendo. Creyó que todo pasaría pronto, que en poco tiem-
po sería libre otra vez.
Pero le dieron más de dos años. Nunca antes había esta-
do separada de sus hijos. El golpe fue mucho más duro que lo
que había podido imaginar.
Luego de una semana dejaron que Brian, que era un
bebé, estuviera con ella en la cárcel. Milton, además de sus
tres hijas, debió asumir el cuidado de dos hijos de su prima,
que también fue encarcelada. Quedó solo, sin trabajo y con
cinco niños a su cargo.
La casa señada, la perdieron. El dinero de la seña, tam-
bién. Los sueños se derrumbaron. La pareja fue puesta a prue-
ba: cada uno vivió su propia odisea.
Regreso
Recuperó la libertad en 2016.
Voz y Vos
Tantos interiores
Aunque la dicotomía planteada como Montevideo-inte-
rior suele representar dos mitades de un país —y se acerca
en cuanto a cantidad de habitantes—, en los hechos el área
unidimensionalizada como “interior” significa el 99,2% del
territorio nacional. Son muchos lugares a la vez, muchos inte-
riores, cada uno con sus correspondientes procesos históricos
y culturales, los que en ocasiones quedan por fuera de lo que
se concibe como “nacional” o “uruguayo”. El carnaval de un
departamento del norte del país, por ejemplo, suele ser exclui-
do de la imagen que surge al hablar de carnaval uruguayo,
pero también lo es.
En cada uno de esos muchos interiores hay sistemas de
medios propios, en ocasiones con semejanzas entre ellos, pero
tan singulares como trascendentes en sus respectivos territo-
rios; incluso cuando son invisibles fuera de estos. Son, tam-
bién, medios uruguayos. Entre las características que parece
compartir la mayoría de estos sistemas, una es la de la for-
mación promedio de quienes cumplen tareas periodísticas, y
otra es la del escaso interés de muchos de estos trabajadores
por participar en instancias que apunten a mejorar la calidad
de sus contenidos, especialmente en cuanto a lo que estos ge-
neran.
Carlos explica que en las pequeñas comunidades el tra-
bajo en medios se relaciona a veces más al modelo de negocio
que a las intenciones del contenido. “Es complejo. Hay que
partir por la base de la formación. La mayoría de las veces
en las ciudades del interior del país la posibilidad de tener un
espacio en una radio está directamente ligada a las posibilida-
Intrínseco
Más allá de los efectos del curso en la tarea diaria de es-
tos periodistas, hubo sismos en Carlos y Giovanna como per-
sonas. En el caso de Carlos, sin dejar de estar relacionado al
trabajo periodístico, le pasó en visitas que ha hecho a Haití y a
la República Democrática del Congo, donde hay desplegadas
tropas del Ejército Nacional cumpliendo con misiones de paz
de la ONU. Si bien, como el resto de los periodistas visitantes,
abordó las complejidades políticas y la dimensión bélica de los
diferentes conflictos, se encontró enfocado con mayor énfasis
en cómo sufrían los niños ese escenario: las dificultades para
acceder a la educación, la alimentación, y el reclutamiento for-
zado a alguna milicia.
En el caso de Giovanna, le aportó herramientas para su
vida en familia. “Es que termina siendo no sólo para los abor-
dajes periodísticos. Es como que ayuda a replantearse el trato
con un hijo, el pensar en sus propios derechos. En mi caso, me
ayudó muchísimo a compartir cosas con mi hijo, a acercarle
herramientas que él va a poder utilizar-”
Ángela Benavides
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Anabella Aparicio
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Leonardo Haberkorn
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Kapakuala Unga
Daniel Erosa
Laura Gandolfo
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Leonel García
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Carlos Rivero
Daniel Erosa
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Matías Rodríguez
Azul Cordo
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Rosa Acevedo
Federico Castillo
Gabriel Sosa
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Prólogo | 9
1988 - 1997
Todo cambia, nada cambia
Las mujeres de Verdisol | 15
Perlita negra
Paola Artigas | 25
Las letras con amor entran
Tejiendo redes | 35
Le pasé por arriba a mi niñez
Yahir López | 45
La trapecista
Fabiana | 61
1998 - 2007
El barrilete y el vagón
Fabián y Matías | 73
Acomodar el cuerpo:
Mañanas complejas y el MIDES
Gustavo Leal | 83
Bailar sin descarrilar
Hugo Pelallo| 97
Abrasando y abrazando
Carlos del Horno y Francisco Russo | 105
Todo ser humano necesita sentirse querido
Kevin Rivero | 115
Jugar rejuvenece
Adrana Álvez | 127
Desde el fondo
Natalia Bonanata | 137
Embarrarse los pies a cielo abierto
Proyecto Remolino | 145
La guardiana de los cuentos
Verónica Balta | 155