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Los Poderes del Juez en los Procedimientos de Jurisdicción


Voluntaria

Alvaro Badell Madrid


Profesor de Derecho
Procesal Civil en Pre y Post Grado de la Universidad Católica Andrés Bello

SUMARIO DE LA SENTENCIA:

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1.- Antecedentes. 2.- Acción de amparo constitucional contra actuaciones judiciales. 3.- Del amparo
contra sentencia.- 4.- De la sentencia apelada. 5.- Competencia de la Sala Constitucional para conocer
de la apelación interpuesta. 6.- Del criterio sostenido por el a-quo conforme al cual, en materia de
actuaciones de jurisdicción voluntaria, se puede negar el acceso del tribunal a los inmuebles. 7.- De los
tipos de procesos contemplados en el Código de Procedimiento Civil (ordinario y especial). 8.-
Invocación del artículo 896 del Código de Procedimiento Civil.- 9.- Principio de coercibilidad de las
sentencias ex artículo 21 del Código de Procedimiento Civil y 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
10.- El allanamiento por orden judicial según el artículo 47 de la Constitución. 11.- Decisión. 12.- Voto
salvado. 13.- Opinión concurrente.

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Fundamentos legales de la sentencia:

- Constitución Nacional: art. 47, 60, 115.

- Código de Procedimiento Civil: Art. 21, 898, 896, 900,

- Ley Orgánica del Poder Judicial: Art. 11.

1.- Antecedentes.

En fecha 31 de enero de 2000, fue recibido en esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
proveniente de la Sala de Casación Civil, el expediente contentivo de la acción de amparo constitucional
ejercida por los abogados Rosemary Castro y Jorge Hernán Benshimol, actuando con el carácter de
apoderados judiciales de la sociedad mercantil Regalos Coccinelle C.A., inscrita en el Registro Mercantil
de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, el día 04 de marzo de 1981, bajo el
Nº 127, Tomo 13-A-Pro., contra la sentencia dictada el 26 de marzo de 1998 por el Juzgado Segundo de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas. El expediente fue remitido a este Tribunal Supremo de Justicia por virtud de la
apelación interpuesta en fecha 22 de mayo de 1998, contra la sentencia del 14 de mayo de 1998,
mediante la cual el Juzgado Superior Quinto en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial de del Área Metropolitana de Caracas declaró sin lugar la acción.

En esa misma fecha se dio cuenta en Sala y se designó ponente a quien con tal carácter suscribe.
Efectuada la lectura individual del expediente, para decidir se hacen las consideraciones siguientes:

Pese a la poca claridad del escrito presentado por los abogados Rosemary Castro y Jorge Hernán
Benshimol, del extenso legajo probatorio cursante en autos pueden desprenderse los siguientes hechos:

Por contrato autenticado el 27 de junio de 1989, la sociedad mercantil Inversora El Rastro C.A. arrendó a
la sociedad mercantil Regalos Coccinelle S.R.L. (actualmente Regalos Coccinelle C.A.) el inmueble de
su propiedad N° 53-B-07, ubicado en el Centro Comercial Ciudad Tamanaco, Municipio Chacao del
Estado Miranda. Dicho contrato de arrendamiento fue cedido por la sociedad mercantil Inversora El
Rastro C.A. al ciudadano Napoleón Antonio Lander Rodríguez, mediante contrato autenticado el 14 de
octubre de 1997.

En fecha 05 de noviembre de 1997, los apoderados judiciales del ciudadano Napoleón Antonio Lander
Rodríguez solicitaron al Juzgado Décimo Tercero de Parroquia del Área Metropolitana de Caracas
practicar una inspección ocular al citado inmueble. Dicha inspección ocular se comenzó a practicar el día
10 de noviembre de 1997, pero debió interrumpirse por oposición de personas que actuaron en nombre
de la sociedad mercantil Regalos Coccinelle C.A. El 02 de diciembre de 1997 se solicitó una nueva
inspección ocular, la cual se intentó practicar ese mismo día, pero que no fue posible debido a que se
negó el acceso al inmueble.

2.- Acción de amparo constitucional contra actuaciones judiciales.


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El 03 de diciembre de 1997, los apoderados judiciales de la sociedad mercantil Regalos Coccinelle C.A.
ocurrieron ante el Juzgado Primero de Municipio de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, e incoaron acción de amparo constitucional contra las actuaciones realizadas por el Juzgado
Décimo Tercero de Parroquia, solicitando asimismo protección cautelar. Mediante decisión del 03 de
diciembre de 1997, el Juzgado Primero de Municipio acordó medidas cautelares innominadas y, por
sentencia del 29 de enero de 1998, declaró con lugar la acción de amparo constitucional y ordenó remitir
el expediente a su alzada para la consulta de ley.

Por sentencia fechada el 26 de marzo de 1998, el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, al decidir la
consulta, revocó el fallo del Juzgado Primero de Municipio y declaró sin lugar la acción de amparo
constitucional.

3.- Del amparo contra sentencia.

Contra esa decisión, los apoderados judiciales de Regalos Coccinelle C.A. ejercieron acción de amparo
constitucional, la cual fue declarada sin lugar por el Juzgado Superior Quinto en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial de del Área Metropolitana de Caracas en fecha 14 de mayo de
1998. La apelación interpuesta el 22 de mayo de 1998 frente a este último fallo, es el objeto de estos
autos.

En su confuso libelo, los apoderados actores expusieron que:

“La sentencia objeto de la presente acción autónoma de amparo constitucional incurre en actuación
fuera de su competencia a declarar que ‘tratándose de materia constitucional, en la cual el Juez puede
obrar de oficio’ no sólo revoca la sentencia recurrida, sino que declara ‘mandamiento de amparo
sobrevenido a favor de los accionados Inversiones El Rastro C.A. y Napoleón Lander’, mandamiento y/o
amparo este que nadie había solicitado”.

Hicieron también otros alegatos que, en términos generales, impugnaban la sentencia del Juzgado
Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, por presuntamente incurrir “en actuación fuera de su competencia en
violación de los artículos 117, 118 y 119 de la Constitución violando los derechos constitucionales de
nuestra representada al debido proceso, a la tutela judicial efectiva, a la defensa”, y solicitaron se
revoque la sentencia denunciada “y se deje firme la decisión del Juzgado Primero de Municipio de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, mediante la cual se declaró con lugar el
amparo solicitado por nuestra representada contra las actuaciones de jurisdicción graciosa (inspección
judicial extra litem)”.

4.- De la sentencia apelada

Por sentencia de fecha 14 de mayo de 1998, el Juzgado Superior Quinto en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial de del Área Metropolitana de Caracas declaró sin lugar la acción
de amparo constitucional ejercida por los representantes judiciales de la sociedad mercantil Regalos
Coccinelle C.A., al considerar que:

“Nuestro ordenamiento procesal establece los medios de revisión para toda actuación judicial. Es por
ello que el amparo en materia de actuaciones judiciales, sólo es admisible, como textualmente lo
expresa el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
cuando un Tribunal de la República actuando fuera de su competente, dicte una resolución o sentencia u
ordene un acto que lesione un derecho constitucional esto es en los casos de usurpación de
atribuciones.

(…)

En el caso de autos, es indudable la competencia que tiene, en razón de la materia, el Juzgado Segundo
de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, para conocer, en apelación del Recurso de Amparo Constitucional, propuesto
por Regalos Coccinelle C.A. contra las actuaciones de jurisdicción voluntaria realizadas por el Juzgado
Decimotercero de Parroquia de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, en virtud
de haber conocido del Recurso Constitucional en cuestión, en primera instancia el Juzgado Primero de
Municipio del Área Metropolitana de Caracas; procedimiento este en el cual se produjo la decisión que
ha sido objeto del Presente Recurso de Amparo. Así expresamente se declara.”

En su decisión, el a quo reconoció que “la expresión ‘el Juez actuando fuera de su competencia’ a que
se refiere el citado artículo 4 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, no sólo está restringido a la
incompetencia por la materia, por el valor o por el territorio; también se hace extensivo a los conceptos
de abuso de poder o extralimitación de funciones. El Juez, aún actuando dentro de su competencia,
puede vulnerar las facultades de que está investido, para fines totalmente distintos a los que se le
confirió. […] También desviando indebidamente ese poder, dictando una resolución o sentencia que
efectivamente lesiona un derecho constitucional.”

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Con respecto a la imputación esgrimida por la parte accionante, según la cual el fallo impugnado declaró
arbitrariamente un amparo sobrevenido que la desfavorecía, se señaló:

“No comparte el sentenciador de esta instancia el criterio esbozado por la presunta agraviada al
considerar que la expresión de la sentencia recurrida en Amparo -…‘En el caso de autos, tratándose de
materia constitucional, en la cual puede el Juez obrar de oficio no sólo revoca la Sentencia recurrida, por
ser contraria a derecho sino que declara mandamiento de amparo sobrevenido en favor de los
accionados…’-, pueda constituir en modo alguno, un Amparo Sobrevenido. Tal expresión, justamente por
estar actuando el Juzgado presuntamente agraviante con rango constitucional, no pasa de ser una
expresión de apoyo de la parte motiva de dicho fallo. Así expresamente se declara.

(…)

Es de hacer notar que en la parte dispositiva del referido fallo, en modo alguno se hace pronunciamiento
que conlleve Amparo Sobrevenido. Así también expresamente se declara.”

5.- Competencia de la Sala Constitucional

Tratándose de una apelación contra una sentencia dictada en un proceso de amparo, por un Tribunal
Superior, esta Sala es competente para conocer de esta apelación, tal como lo asentó en fallo de 20 de
enero de 2000 (Emery Mata Millán), excepto las sentencias de los Tribunales Superiores en lo
Contencioso Administrativo, y así se declara.

6.- Del criterio sostenido por el a-quo conforme al cual, en materia de actuaciones de jurisdicción
voluntaria, se puede negar el acceso del tribunal a los inmuebles.

El amparo originalmente, y en base al artículo 4 de la


Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, se incoó ante un Juzgado de
Municipio que es el Superior del Juzgado cuya decisión se recurrió.

Del fallo de dicho Juzgado de Municipio, conoció en segunda instancia el Juzgado Segundo de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, quien revocó el fallo del juez de Municipio. Al surgir tal sentencia se agotó la doble instancia y
era imposible que se continuare litigando sobre lo decidido, a menos que dicho fallo correspondiente a la
segunda instancia hubiere cometido infracciones a derechos y garantías constitucionales diferentes y
ajenas a las que se discutían.

El fallo de la segunda instancia puso fin a un proceso y mal podría surgir una tercera instancia por la vía
del amparo, bajo el ropaje de que la decisión de la segunda instancia se extralimitaba en la competencia
del juez, cuando dicha decisión lo que hacía era juzgar la sentencia recurrida (la dictada por el juez de
Municipio).

En consecuencia, el amparo propuesto contra el fallo del aludido Juez Segundo de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, era
inadmisible, y así se declara.

El Juzgado Superior Quinto en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la misma Circunscripción Judicial
señalada, declaró sin lugar el amparo, por motivos diversos a los señalados en este fallo, cual era que el
juez de la primera instancia no obró fuera de su competencia, pero además de que tal juzgamiento fue
acertado, él no era necesario, ya que el amparo -como se dijo- era inadmisible al versar sobre los
argumentos que utilizó el juez de la segunda instancia para declarar sin lugar el amparo interpuesto ante
el juez de Municipio.

No quiere esta Sala pasar por alto el motivo del primer amparo, el cual se refleja en los alegatos
esgrimidos como base del inadmisible segundo amparo, cual fue el que en materia de actuaciones de
jurisdicción voluntaria, se puede negar el acceso del tribunal a los inmuebles.

7.- De los tipos de procesos contemplados en el Código de Procedimiento Civil (ordinario y especial).

El Código de Procedimiento Civil divide al proceso en ordinario y especial.

El Libro Cuarto del Código a su vez divide los procedimientos especiales en dos clases: 1) Los
Especiales Contenciosos (Libro Cuarto. Parte Primera) 2) De la Jurisdicción voluntaria (Libro Cuarto.
Parte Segunda). Luego, los procedimientos de jurisdicción voluntaria son, como parte del proceso, de
igual entidad que los contenciosos. Ambos tipos de procedimientos forman parte del proceso en general
y por ende del Derecho Procesal. Ambos producen sentencias, y dichos fallos producen efectos,
variando estos básicamente en lo atinente a la cosa juzgada (artículo 898 del
Código de Procedimiento Civil).

En consecuencia, no existe diferencia alguna en el desenvolmiento de estos procesos, en cuanto a la


ejecución de los actos procesales y las órdenes judiciales que en ellos tengan lugar.

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Por lo tanto, no existe norma alguna que permita que en un proceso contencioso el tribunal acceda a un
inmueble y que lo niegue para el proceso no contencioso. El que en este último, la noción de partes no
sea idéntica a la del proceso contencioso, no puede influir en que los actos que ordene el tribunal dejen
de cumplirse, ya que de ser así, la finalidad de formar y desarrollar situaciones jurídicas que persigue la
jurisdicción voluntaria, se haría nugatoria.

8.- Invocación del artículo 896 del Código de Procedimiento Civil.

Tratándose de procesos donde se oye a los interesados y donde el artículo 896 del
Código de Procedimiento Civil previene, sin diferenciar, la apelación de las determinaciones del juez en
materia de jurisdicción voluntaria, los interesados, a quienes se cita o entran en conocimiento del
proceso (artículo 900 eiusdem), pueden apelar.

9.- Principio de coercibilidad de las sentencias ex artículo 21 del Código de Procedimiento Civil y 11 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial.

Al no existir diferencias de fondo en cuanto a lo procesal, entre la actividad del juez en el proceso
contencioso y la del proceso no contencioso, las disposiciones fundamentales del
Código de Procedimiento Civil se aplican a ambos tipos de procesos, y en consecuencia el artículo 21
tiene plena vigencia. El mismo reza:

“Los Jueces cumplirán y harán cumplir las sentencias, autos y decretos dictados en ejercicio de sus
atribuciones legales, haciendo uso de la fuerza pública, si fuere necesario. Para el mejor cumplimiento
de sus funciones, las demás autoridades de la República prestarán a los Jueces toda la colaboración
que éstos requieran”.

Esta norma tiene un equivalente en el artículo 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el cual dice:

“Los tribunales para la ejecución de sus sentencias y de todos los actos que decreten o acuerden,
pueden requerir de las demás autoridades el concurso de la fuerza pública que de ellas dependa, y, en
general, valerse de todos los medios legales coercitivos de que dispongan. Se exceptúa en caso de
conflicto de poderes, el cual deberá ser sometido a la decisión de la Corte Suprema de Justicia.

La autoridad requerida por un tribunal que obre en ejercicio de sus atribuciones, debe prestar su
concurso sin que le corresponda calificar el fundamento con que se le pida, ni la legalidad o la justicia de
la sentencia o decreto que se trate de ejecutar”.

Si el juez, con independencia del proceso de que se trate, puede hacer uso de todos los medios
coercitivos para ejecutar sus actos, puede ingresar a los inmuebles para hacerlos cumplir, haciendo uso
de la fuerza pública si fuese necesario; y para ello no necesita de orden previa de allanamiento, ya que
esta, tanto en el derogado Código de Enjuiciamiento Criminal en materia de visitas domiciliarias, como
en el vigente Código Orgánico Procesal Penal (artículo 225) se requiere cuando persona diferente al
juez va a ingresar en un lugar privado o que goce del fuero, a que se refiere el artículo 47 de la vigente
Constitución.

Cuando el juez es el que actúa, lo único que se requiere es la orden judicial previa, y su notificación al
momento de la práctica del acto, en el recinto privado o en el hogar doméstico de la persona, a quien allí
se encuentre.

10.- El allanamiento por orden judicial según el artículo 47 de la Constitución.

El artículo 47 del vigente texto constitucional, cuya matriz es el 63 de la abrogada Constitución de 1961,
permite el allanamiento por orden judicial “para cumplir de acuerdo con la ley las decisiones que dicten
los tribunales, respetando siempre la dignidad del ser humano”.

En consecuencia, el juez para cumplir sus decisiones y decretos, sin importar si ellos se dictan en
procesos contenciosos o no contenciosos, pero siempre que respondan a actos o actuaciones
prevenidas en la ley, como lo es la práctica de una inspección ocular extra litem, puede dictar una orden
judicial en el sentido de allanar un inmueble, procediendo a notificar de la misma a quien en el se
encuentre, para que exponga lo que creyere conveniente, en protección de sus derechos y garantías
constitucionales. El juez se abstendrá de practicar la prueba, si la dignidad de las personas u otros
derechos o garantías constitucionales se vieren menoscabados o disminuidos.

Solo así, una serie de procedimientos de anticipación de pruebas de naturaleza no contenciosa, pueden
llevarse a cabo, tales como los previstos en los artículos 146, 175, 181, 556, 722, 724 u 745 del
Código de Comercio, o en la Ley sobre Derecho de Autor.

Pero esta Sala debe advertir, que aunque no existe diferencia en cuanto a los autos, decretos o
providencias judiciales que dicten los jueces, en razón de que surjan en un proceso contencioso o en
uno no contencioso, la existencia de disposiciones fundamentales de la Constitución, como las de los
artículos 60 o 115, impide a los jueces en los procesos no contenciosos allanar inmuebles protegidos por
el artículo 47 de la Constitución vigente, si ellos se encontraren desocupados sin la presencia de

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personas a quien notificar, ya que la irrupción del tribunal a dichos lugares, sin posibilidad de dar
conocimiento de ella a quienes los habitan, podría desmejorarles no solo el derecho de propiedad, sino
la protección al honor, la intimidad, la reputación o la vida privada de quienes moran o habiten en alguna
forma en los inmuebles. La situación es diferente dentro de un proceso contencioso donde las partes
deben ser citadas, donde la prueba a practicarse en inmuebles de terceros versa sobre hechos
pertinentes, por lo que las partes tienen interés en la práctica de las mismas y en estar presente en esas
oportunidades, minimizándose así los riesgos para los propietarios o poseedores de los inmuebles que
estén desocupados.

11.- Decisión

Por los razonamientos antes expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Constitucional, en
nombre de la República y por autoridad de la ley, declara Sin lugar la apelación ejercida por los
abogados Rosemary Castro y Jorge Hernán Benshimol, actuando con el carácter de apoderados
judiciales de la sociedad mercantil Regalos Coccinelle C.A., contra la sentencia del 14 de mayo de 1998,
emanada del Juzgado Superior Quinto en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial
de del Área Metropolitana de Caracas. En consecuencia, se declara Inadmisible la acción de amparo
constitucional ejercida por los prenombrados abogados, actuando con el carácter de apoderados
judiciales de la sociedad mercantil Regalos Coccinelle C.A., contra la sentencia dictada el 26 de marzo
de 1998 por el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas.

Publíquese y regístrese. Remítase copia de la presente decisión al Juzgado Superior antes mencionado.

Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, en Caracas, a los 26 días del mes de JUNIO de dos mil. Años: 190° de la Independencia
y 141° de la Federación. Los Magistrados IVAN RINCÓN URDANETA (Presidente de la Sala); JESÚS
EDUARDO CABRERA ROMERO (VICEPRESIDENTE-PONENTE); HECTOR PEÑA TORRELLES;
JOSE MANUEL DELGADO OCANDO;MOISÉS A. TROCONIS V. El Secretario: JOSE LEONARDO
REQUENA CABELLO.

Exp. N°: 00-0263

12.- Voto Salvado

Quien suscribe, Magistrado Héctor Peña Torrelles, salva su voto por disentir de sus colegas en el fallo
que antecede, que decidió la apelación de una sentencia dictada en materia de amparo constitucional.

Las razones por las cuales me aparto de la sentencia aprobada por la mayoría son las mismas que he
sostenido reiteradamente, desde las decisiones dictadas el 20 de enero de 2000 (Casos: Domingo
Ramírez Monja; y Emery Mata Millán), por considerar que no existe en la Constitución de 1999 ninguna
disposición que atribuya a esta Sala Constitucional competencia para conocer de las apelaciones o
consultas de las sentencias dictadas en materia de amparo por los Tribunales de la República. En esa
oportunidad también disentí del argumento de la mayoría según el cual el numeral 10 del artículo 336 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela atribuía a esta Sala competencia para conocer
como segunda instancia en acciones de amparo. Por el contrario, desde un primer momento sostuve
que en el referido numeral 10 se consagró un mecanismo extraordinario de revisión, cuya finalidad es
que esta Sala establezca criterios para lograr uniformidad en la interpretación de la Constitución. A tal
efecto, indiqué:
“(…) quien suscribe considera que la facultad prevista en el numeral 10 del artículo 336 no es asimilable
a la consulta o apelación prevista en el artículo 35 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales por cuanto esta Sala no es un
tribunal de alzada ni superior materialmente de ningún tribunal de la República. La aludida competencia
de revisión, debe interpretarse como una potestad extraordinaria de revisión de sentencias dictadas por
el resto de los tribunales cuando éstos conozcan como jueces constitucionales de amparo o cuando
ejerzan el control difuso de la constitucionalidad de las normas, para verificar cuestiones de derecho
relativas a la interpretación de las normas y principios constitucionales, a los fines de lograr una
uniformidad de criterios”.

En mi criterio, una correcta interpretación en materia de competencias para conocer del amparo debió
dejar incólumes las normas atributivas de competencia previstas en la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, de acuerdo con la evolución
jurisprudencial que hasta entonces habían mantenido de forma reiterada tanto la Corte Suprema de
Justicia como el resto de los tribunales de la República. La Sala Constitucional solamente debió asumir
la competencia prevista en el artículo 3 eiusdem, y en el caso del artículo 8 del mismo texto legal,
cuando los actos lesivos fuesen de ejecución directa de la Constitución o tuviesen rango de ley.

En el caso concreto de las apelaciones o consultas, la norma contenida en el artículo 35 de la


Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, que prevé las apelaciones o
consultas de las sentencias dictadas en materia de amparo, es precisa al indicar que el conocimiento de
las mismas corresponden al Tribunal Superior respectivo atendiendo a la materia del caso concreto.
Ahora bien, cuando dicho artículo alude a los "Tribunales Superiores", no se refiere necesariamente al
Tribunal de Alzada, sino a un tribunal jerárquicamente superior dentro de la organización de los
tribunales de la República con competencia en la materia afín a la relación jurídica dentro de la cual

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ocurrió la presunta violación de derechos constitucionales, tal como lo entendieron tanto la doctrina
como la jurisprudencia patria, atendiendo al hecho de que la especialización de los tribunales contribuye
a las soluciones más idóneas y eficaces en cada caso. De allí que, estima el disidente, el criterio de la
afinidad de los derechos o garantías constitucionales se debió mantener igualmente entre las distintas
Salas del Tribunal Supremo, adecuándose a las competencias de las nuevas Salas, atendiendo al
ámbito de las relaciones jurídicas donde surgieron las presuntas violaciones constitucionales,
correspondiendo el conocimiento a aquella Sala cuyo ámbito material de competencia sea análogo a la
relación jurídica involucrada (administrativa, civil, penal, laboral, agraria, electoral, mercantil, etc.).

La modificación de las competencias realizada por la mayoría sentenciadora, constituye -a juicio de


quien disiente- una alteración del régimen procesal previsto en la Ley Orgánica de Amparo, materia esta
(legislación procesal) que es de la estricta reserva legal, por estar atribuida al Poder Legislativo
Nacional, de conformidad con el numeral 32 del artículo 156 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela.

Por las razones anteriores, estima el disidente que, esta Sala Constitucional no debió conocer en
apelación la decisión de amparo que cursa en autos, sino declinar el conocimiento de la causa en la Sala
correspondiente de este Tribunal Supremo de Justicia.

Queda así expresado el criterio del Magistrado disidente.

En Caracas, fecha ut-supra.

El Presidente, Iván Rincón Urdaneta; El Vice-Presidente, Jesús Eduardo Cabrera; Magistrados, Héctor
Peña Torrelles (Disidente); José M. Delgado Ocando; Moisés A. Troconis V; El Secretario, José
Leonardo Requena Cabello.

HPT/mcm

Exp. N°: 00-0263

13.- Opinión concurrente.

Quien suscribe, Magistrado Moisés A. Troconis Villarreal, a propósito de algunos párrafos vertidos en la
motivación de la sentencia que antecede, estima necesario rendir la siguiente opinión concurrente:

I. En primer lugar, la Sala sostiene que “… la acción de amparo declarada con lugar, no constituye cosa
juzgada sobre el derecho a la situación jurídica, la cual podría ser revertida y hasta declarada inexistente
en un proceso incoado a ese fin”; que “ … la naturaleza del amparo constitucional es provisoria, ya que
lo decidido, en cierta forma puede revertirse, si judicialmente en juicio aparte no se le reconociere al
accionante la titularidad de la situación, o se la declarara inexistente”; que “ … puede sostenerse que en
cuanto a la situación jurídica, la sentencia de amparo resulta provisoria, aunque en cuanto a la violación
declarada de los derechos constitucionales no lo es”; y que “ … el amparo no produce cosa juzgada
material, limitándose a impedir o restablecer, momentáneamente, el estado fáctico aducido por el actor, o
uno semejante”.

A juicio de quien suscribe, la situación jurídica a que se alude, en el ámbito del amparo de los derechos y
garantías constitucionales, presupone la existencia de un sujeto, cuya posición jurídica se define por la
titularidad de un derecho fundamental, y de un hecho lesivo, cuya materialización o permanencia se
pretende impedir a través de la tutela de amparo. Por tanto, el restablecimiento de la situación jurídica
infringida, en el ámbito en referencia, significa, en definitiva, el restablecimiento del titular en el goce y
ejercicio de su derecho.

A la luz de estas premisas, no cabe configurar un “derecho a la situación jurídica”, ni separar ésta de
aquél. Tampoco hay razón para atribuir alcance provisorio, o para negar autoridad de cosa juzgada, a la
sentencia que ampare al titular de un derecho fundamental en su goce y ejercicio. Y es que la pretensión
de amparo constitucional, una vez juzgada en su fundamento, no puede ser juzgada de nuevo, ni en el
proceso en que se dictó, ni en un proceso posterior.

II. En segundo lugar, la Sala sostiene que la decisión de amparo “no persigue el máximo grado de
convencimiento en el juez, sino aquél que dentro de lo breve (por lo urgente y por su naturaleza) del
proceso le permite formar una decisión justa conforme a lo que surge del proceso”; que “el
legislador consideró que la plena prueba no era lo que se buscaba y de allí que no previó términos
probatorios para probar, admitir, contradecir o enervar … “; y que lo que se exige, en el proceso de
amparo, es que exista prueba suficiente.

A juicio de quien suscribe, no existe diferencia lógica entre prueba plena y prueba suficiente. Por otra
parte, no hay razón para que, en la causa de amparo, no se persiga la plena prueba y el máximo grado
de convencimiento en el juez. En efecto, la circunstancia de que la actividad probatoria deba
concentrarse en la audiencia, como lo impone la oralidad del procedimiento, no es óbice para la
búsqueda de la plena prueba. Y la brevedad del procedimiento no debe constituir límite para que el juez
forme su convicción sobre la causa.

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III. En tercer lugar, la Sala advierte que “al actor corresponde probar los requisitos de la acción, en
particular los que exige el artículo 6 …”.

A juicio de quien suscribe, y con independencia del manejo impropio que la ley hace del concepto de
acción, debe interpretarse que el artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales no se refiere a requisitos de existencia sino de admisibilidad de la acción (rectius: de la
pretensión), y que lo que incumbe al actor es la prueba de la admisibilidad de su pretensión.

IV. La Sala establece que, “En esta fase de la acción de amparo, donde hay una solicitud, y la admisión
de la misma, sin que la ley especial que rige la materia prevea términos probatorios, lapsos de pruebas,
etc., es de precisar que la única prueba que puede promover el actor es la instrumental lo que es acorde
con la naturaleza de esta acción”; que, cuando la conducta que origine el amparo sea una vía de hecho,
“el actor podrá promover cualquier medio de prueba legal y pertinente, y el juez lo recibirá, aún antes de
admitir la acción, si así lo considerase necesario”; y que, si en la audiencia oral, el juez se convence de
lo expuesto por el actor, “puede sentenciar de inmediato, sin necesidad de evacuar las probanzas
promovidas por el accionante en su solicitud de amparo, o en la audiencia oral, por el demandado y por
los terceros adherentes”.

A juicio de quien suscribe, no hay necesidad, en el proceso de amparo constitucional, de las diversas
posturas probatorias de la Sala, puesto que la oralidad del procedimiento impone que el momento de la
prueba se despliegue, esencialmente, en la audiencia. La audiencia ha de ser, ante todo, audiencia de
prueba. Y, naturalmente, en ella no debe bastar la exposición del actor para dictar sentencia, vista la
existencia del derecho al contradictorio y, en particular, del derecho a la prueba, a disposición de la
contraparte.

Queda así expuesta la opinión concurrente.

Fecha ut supra.

COMENTARIO
ALVARO BADELL MADRID

Sumario:

1.- Introducción

2.- Jurisdicción ordinaria contenciosa VS Jurisdicción voluntaria

3.- La sentencia como acto procesal

3.1.- Concepto

3.2.- Principios rectores

4.- El principio de coercibilidad de la sentencia

5.- De los límites a la inspección judicial extra-litem

1.- Introducción

La sentencia del 26 de junio de 2000 emanada de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, con ponencia del magistrado Dr. Jesús Eduardo Cabrera aborda el interesante tema del alcance
y naturaleza de las decisiones emanadas en los procedimientos de jurisdicción graciosa o voluntaria.
Vemos como en la argumentación del primer amparo incoado, los quejosos se sustentan en la tesis de
que “en materia de actuaciones de jurisdicción voluntaria, se puede negar el acceso del tribunal a los
inmuebles”, mientras que la Sala Constitucional apartándose de dicha premisa, dejó en claro y con
carácter vinculante para las otras Salas que los poderes del juez están referidos al acto procesal –
sentencia- y no a la naturaleza del procedimiento donde ésta ha sido dictada .

En efecto, la Sala Constitucional concluye acogiendo la tésis según la cual, independientemente de la


naturaleza jurídica del procedimiento que se esté llevando a cabo, el acto procesal decisorio es la
sentencia la cual causa estado y por vía de consecuencia, en los términos que lo prevé el artículo 21 del
Código de Procedimiento Civil, podrá ser ejecutada aún en contra de la voluntad del destinatario de la
sentencia.

2.- Jurisdicción ordinaria contenciosa VS Jurisdicción voluntaria

La sentencia bajo análisis hace una revisión de los procedimientos regulados por el Código de
Procedimiento Civil, y en ese sentido, se alude a la división amplia y más clásica que distingue entre el
procedimiento ordinario y los procedimientos especiales. A su vez, al hacer referencia el Código de
Procedimiento Civil a los procedimientos especiales, podemos observar que en el Libro Cuarto, a su vez
se dividen los procedimientos especiales en dos clases: 1) Los Especiales Contenciosos (Libro Cuarto.
Parte Primera) 2) De la Jurisdicción voluntaria (Libro Cuarto. Parte Segunda).

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Se parte de la premisa que los procedimientos de jurisdicción voluntaria son de igual entidad que los
procedimientos contenciosos desde que ambos tipos de procedimientos forman parte del proceso en
general y por ende de la ciencia del Derecho Procesal. La similitud que observa la Sala Constitucional se
base en que en ambos procedimientos se dictan sentencias de las cuales emanan efectos jurídicos.

Sin embargo, la diferencia más notable que podemos observar entre los procedimientos de jurisdicción
voluntaria está referida a los efectos que emanan de la sentencia que se dicta en ambos procesos, ya
que por una parte, es lo cierto que en el juicio ordinario, la sentencia dictada conforme a derecho, es ley
entre las partes en los límites de la controversia decidida y es vinculante en todo proceso futuro, a tenor
de lo previsto en el artículo 274 eiusdem.

Por su parte, la sentencia en los procedimientos de jurisdicción voluntaria adolece de esta connotación,
lo cual es lógico toda vez que se trata de procedimientos substanciados con la única intervención (en
principio) del solicitante. De allí que como lo refiere el artículo 898 del Código de Procedimiento Civil, las
determinaciones del juez en materia de jurisdicción voluntaria no causan cosa juzgada (ni siquiera
formal), derivando de tales fallos un presunción de derecho a favor del tramitante.

Esta presunción es iuris tantum, pudiendo, por tanto, ser desvirtuada por cualquier medio de prueba en
contrario. Caso contrario insistimos ocurre en materia de la certeza que emana de la sentencia en el
procedimiento ordinario y en los especiales contenciosos, en los que la sentencia está llamada a
producir cosa juzgada, la cual una vez consolidada como cosa juzgada material, sólo podría ser
enervada mediante la tacha de falsedad, vinculando a las partes con la misma fuerza de la ley en todo
proceso futuro.

No obstante lo expresado, estima la Sala Constitucional que «no existe diferencia alguna en el
desenvolvimiento de estos procesos (ordinario, especiales y jurisdicción voluntaria), en cuanto a la
ejecución de los actos procesales y las órdenes judiciales que en ellos tengan lugar», lo cual es en
nuestro parecer un criterio adecuado ya que lo que se deja en claro es la naturaleza del acto que por
intermediación del juez se produce en ambos procedimientos (sentencia) el cual está amparado por las
mismas premisas de legalidad y ejecutoriedad que rige para todas la decisiones judiciales en
general.

3.- La sentencia como acto procesal

3.1.- Concepto

En un primer acercamiento y sólo desde un punto de vista etimológico, puede afirmarse que la noción de
sentencia deriva de la voz latina "sententia" o “sentiendo”, que quiere decir pensamiento, parecer,
dictamen u opinión. Lo anterior conlleva a una primera aproximación al concepto de sentencia, en cuanto
que por esta ha de entenderse el parecer u opinión del Magistrado.

Nuestro Código de Procedimiento Civil no define la sentencia ni diferencia entre las distintas categorías
de decisiones judiciales que desde el punto de vista pragmático, doctrinario y jurisprudencial se han
elaborado. Es así como a partir de la exégesis de los artículos 242 y 243 del Código de Procedimiento
Civil podríamos afirmar que la sentencia es el acto procesal del juez mediante el cual resuelve la
controversia o se pronuncia sobre una petición de derecho dentro del proceso.

Independientemente de los avances Constitucionales establecidos por el nuevo texto de 1999 en


relación con la adopción de una justicia deslastrada de formalismos exagerados, (artículos 26 y 257 de
la Constitución), no es menos verdad que habida cuenta de la importancia que la sentencia viene a jugar
dentro del proceso (ordinario, especial contencioso o de jurisdicción graciosa), debe atenerse al principio
de la legalidad de las formas procesales en los términos que lo prevé el artículo 7 del CPC "Los actos
procesales se realizarán en la forma prevista en este Código y en las leyes especiales..."

De allí que suscribimos en todas sus partes la posición adoptada por la Sala en la decisión que se
comenta, ya que de lo que se trata es de dejar en claro, sin duda alguna, el vigor de la sentencia como
acto procesal fundamental del juez.

Con la sentencia debe el juez, en palabras de Calamandrei, poner el mayor celo posible a fin de
pronunciar bien, con seriedad, sabiduría, la palabra justicia. Ha de esforzare al máximo por lograr la
justicia aun estando consciente de que muy pocas veces la consigue a plenitud. Si puede justificar ante
la opinión de los demás y acreditar frente al Tribunal de su conciencia haber hecho lo posible, ningún
ciudadano querría pedirle más.

Es preciso acotar que al definir lo que ha de entenderse como sentencia, la extinta Corte Suprema de
Justicia estableció en innumerables fallos, que por esta se entiende «Toda decisión o juicio emitido por el
magistrado al decidir cualquier asunto ante él controvertido. Es definitiva cuando decide directamente ex-
profeso el fondo del litigio; y es interlocutoria, cuando sólo decide alguna cuestión incidental. (Sentencia
del 10 de marzo de 1988. Dra. Carmen Blanco de Lon contra Washington Acosta Rivadeneira, con
ponencia del Magistrado Aníbal Rueda).»

3.2.- Principios rectores

.- Formas procesales

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.- Exhaustividad

.- Congruencia

.- Motivación

.- Coercibilidad

No haremos referencia a cada uno de estos principios en particular, pero es preciso dejar en claro que la
sentencia como acto procesal se rige –entre otros- por estos postulados, los cuales, presente como
característica fundamental que interactúan los unos con los otros de manera directa al punto que se
afirma en doctrina que en la medida que la sentencia ha sido dictada con acatamiento del principio de
exhautividad a que el ordinal 5° del artículo 243 en concordancia con el 12 eiusdem obligan al juez,
dicho acto será congruente y respetará los precisos límites que dentro del principio dispositivo rige
nuestro proceso civil.

Igualmente, la sentencia será susceptible de hacerse cumplir coercitivamente –es decir. Aún en contra
de la voluntad del destinatario de la misma- en la medida que está libre de vicios –ver artículo 244
CPCP- y se ha formado en acatamiento de los principios rectores que la rigen.

De no ser así, y bajo la premisa de haberse transgredido los principios antes aludidos que informan la
sentencia, lejos de causar ejecución, no producirá efectos jurídicos pudiendo ser, en algunos supuestos,
nula o inexistente, según el vicio de que se trate.

4.- El principio de coercibilidad de la sentencia

Es importante acotar, antes de hacer referencia al principio de coercibilidad de la sentencia como acto
procesal, que nuestro más Alto Tribunal en oportunidad de emitir pronunciamiento sobre su naturaleza
jurídica ha aceptado que el artículo 243 del Código de Procedimiento Civil (antes 162 del Código
derogado de 1916) es una disposición concebida como de innegable orden público, no pudiendo ser
relajada por el Juez.

A dicha conclusión se arriba como consecuencia del hecho de que el mismo legislador previó que la
transgresión de los requisitos contenidos en este artículo da origen a la nulidad de la sentencia en los
términos que lo consagra el artículo 244 en concordancia con el ordinal 1 del artículo 313 del CPC.

El artículo 244 del CPC reza, que será nula la sentencia por faltar las determinaciones previstas en el
artículo anterior -243- y al sustanciarse el recurso de casación por quebrantamiento de forma, el Juez,
conforme al artículo 320 del CPC, deberá anular el fallo y repondrá la causa al estado que considere
necesario para establecer el orden jurídico infringido.

En sentencia del 18 de mayo de 1988, con ponencia del Dr. Aníbal Rueda (Jordache Enterprises Inc VS
Edmundo Jorge Gugliotta) la Sala de Casación estableció que las exigencias del artículo 243
"constituyen la más diáfana intención del legislador, en el sentido de que el fallo debe determinar con
precisión los elementos objetivos y subjetivos involucrados en la controversia judicial, a los fines de
garantizar, sin que pueda manifestarse duda alguna, los efectos de la cosa juzgada. Por tal razón, su
cumplimiento estricto es un asunto que interesa al concepto de orden público."

En relación con la ejecución de la sentencia, el principio de coercibilidad se traduce en una verdadera


garantía destinada a no hacer nugatoria la ejecución de lo acordado por el juez en su labor de
sentenciador. El principio general en materia de ejecución, es que con dicha actividad se tiende asegurar
los efectos reparadores de la sentencia.

Como lo afirmó la sentencia que se comenta, el artículo 21 del Código de Procedimiento Civil siguiendo
la corriente procesal italiana dispone que «Los Jueces cumplirán y harán cumplir las sentencias, autos y
decretos dictados en ejercicio de sus atribuciones legales, haciendo uso de la fuerza pública, si fuere
necesario. Para el mejor cumplimiento de sus funciones, las demás autoridades de la República
prestarán a los Jueces toda la colaboración que éstos requieran”.

Dicha norma consigue su equivalente en el artículo 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, según el
cual: “Los tribunales para la ejecución de sus sentencias y de todos los actos que decreten o acuerden,
pueden requerir de las demás autoridades el concurso de la fuerza pública que de ellas dependa, y, en
general, valerse de todos los medios legales coercitivos de que dispongan. Se exceptúa en caso de
conflicto de poderes, el cual deberá ser sometido a la decisión de la Corte Suprema de Justicia.

La autoridad requerida por un tribunal que obre en ejercicio de sus atribuciones, debe prestar su
concurso sin que le corresponda calificar el fundamento con que se le pida, ni la legalidad o la justicia de
la sentencia o decreto que se trate de ejecutar”.

Independientemente del proceso de que se trate, el juez está dotado de los mecanismos legales antes
resaltados para hacer efectivo el cumplimiento de lo que por él ha sido ordenado mediante los autos,
acuerdos, proveimientos y sentencias en general, ya que la anterior es una enumeración más de orden

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doctrinaria que legal, pues en definitiva se tratan todas de decisiones judiciales que están llamadas a
causar ejecutoria.

Es por eso que a los fines de la recabación de hechos –que podrán ser en el futuro parte de los hechos
controvertididos o no- se defiende la tésis de que el Juez puede hacer uso de todos los medios
coercitivos para ejecutar sus actos, pudiendo ingresar a los inmuebles para hacerlos cumplir, haciendo
uso de la fuerza pública si fuese necesario; y sin que para ello requiera orden previa de allanamiento.

La orden de allanamiento en el vigente Código Orgánico Procesal Penal (artículo 225) se requiere sólo
en caso que alguna autoridad diferente al juez va a ingresar en un lugar privado o que goce del fuero, a
que se refiere el artículo 47 Constituciona. Cuando es el juez el que actúa directamente, lo único que se
requiere es la orden judicial previa, y su notificación al destinatario del acto.

5.- De los límites a la inspección judicial extra-litem

El artículo 47 de la Constitución vigente, permite el allanamiento por orden judicial «...para cumplir de
acuerdo con la ley las decisiones que dicten los tribunales, respetando siempre la dignidad del ser
humano”.

Resulta interesante y sano el énfasis que hace la sentencia bajo estudio, particularmente al destacar
que:

“el juez para cumplir sus decisiones y decretos, sin importar si ellos se dictan en procesos contenciosos
o no contenciosos, pero siempre que respondan a actos o actuaciones prevenidas en la ley, como lo es
la práctica de una inspección ocular extra litem, puede dictar una orden judicial en el sentido de allanar
un inmueble, procediendo a notificar de la misma a quien en el se encuentre, para que exponga lo que
creyere conveniente, en protección de sus derechos y garantías constitucionales. El juez se abstendrá
de practicar la prueba, si la dignidad de las personas u otros derechos o garantías constitucionales se
vieren menoscabados o disminuidos.

De esa manera, ciertamente podrán llevarse a cabo con mayor efectividad los procedimientos
destinados a obtener la anticipación de medios probatorios en los casos no contenciosos, ya que a tenor
de lo previsto en el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil en concordancia con el artículo 506
eiusdem, el actor requiera hacer plena prueba de sus alegatos para que su pretensión derecho
planteada sea declarada con lugar, en caso contrario, -de existir dudas- el juez deberá favorecer al
demandado y en igualdad de circunstancias, al poseedor.

Como conclusión de lo expuesto, en ningún caso podrá impedirse el acceso al juez al recinto a ser
inspeccionado en los procedimientos de jurisdicción voluntaria, debiendo el juez velar por que concurran
los siguientes elementos:

a) Debe tratarse de actuaciones que deben estar previstas en la ley.

b) Debe el juez notificar de la práctica de la inspección judicial extra litem a quien se encuentre en el
local o recinto don se haya pedido la constitución del tribunal, para que exponga lo que creyere
conveniente, en protección de sus derechos y garantías constitucionales.

El juez se abstendrá de practicar la prueba, si la dignidad de las personas u otros derechos o garantías
constitucionales se vieren menoscabados o disminuidos.

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