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Como madres/padres o docentes nos gusta que se sigan unos patrones, una educación y un
respeto de forma continuada. Queremos niños perfectos que se porten bien día y noche pero eso
es muy complicado. Siempre puede aparecer una conducta que no nos gusta o no creemos que
sea apropiada.
En niños de 2 años aún se están desarrollando el control emocional y comportamental, por ello
rompen cosas, muerden y hacen cantidad de prácticas que nos gustaría evitar. Y, en la
adolescencia, el desarrollo cerebral continúa. Esto explica la carencia de control racional que han
aprendido. Por ello adolescentes y bebés se pueden comportar de forma similar aunque difieran
mucho en edad.
Así, que sea un adolescente o un niño más pequeño, no se puede controlar siempre el
comportamiento de tus hijos.
“De qué sirve que un niño sepa colocar Neptuno en el Universo, si no sabe dónde poner su tristeza
o su rabia”. José María Toro
La mejor forma de aprendizaje es a través del juego. Los niños más pequeños adoran jugar
continuamente y hacer “el payaso”, y bueno, a los adultos también nos gusta reírnos.
Cuando nos reímos (con gana) liberamos endorfinas y dopamina. Entonces disminuye el nivel de
estrés y aumenta la alegría.
Ayudar a canalizar los sentimientos a través de la risa cambia el estado de ánimo y elimina la
tensión que hay acumulada ante el conflicto aparente.
¡Eres muy rápido para mí! ¡¿Cómo lo haces?! Haz que tu hijo se sienta poderoso, que se ría,
cuanto más se ría menos espacio queda para mantener un comportamiento inadecuado.
Otro ejemplo es, si la cosa empieza a ponerse fea, cogerlo por los brazos y decir: ¿Te has quedado
sin brazos? O, dónde queda el típico ¿vendo un saco de patatas?, o hacerte pasar por un personaje
gracioso y cambiar el tono de voz, ¡eso les gusta mucho!
Esto sirve con niños más pequeños, pero para calmar tensiones con un preadolescente o
adolescente una guerra de almohadas es lo más fructífero.
Juega, simplemente lleva su atención hacia algo que calme su ira, hasta que su emoción haya
cambiado.
2. Conexión
El poder del abrazo es abrumador. Inmediatamente se genera un estado y vibración de calma que
era el que deseabas segundos atrás.
3. Mochila emocional
En los momentos en los que jugando no se consigue un cambio emocional, es cuando podemos
apreciar que algo más profundo ocurre.
Todos guardamos con cautela una mochila en la que está a salvo todo lo que nos duele, y nos
sentimos más seguros cuando queda ahí guardado sin aparecer. Pero esas emociones afloran en
modo de conductas inapropiadas que hacen daño a los demás, y a uno mismo. Entonces aparece
ansiedad que hace que adulto y niño estén desconectados el uno del otro. Los niños deciden no
cooperar, y en breve su ira subirá y acabará atacando.
Es idóneo aquí crear un estado de seguridad ya que es donde más vulnerable se siente. Acércate y
mirándole a los ojos con total tranquilidad y demostrando que te importa cómo se siente le dices
algo así como: “¿Cómo te encuentras, estás bien? Yo me siento un poco extraño porque me
gustaría acercarme a ti y hablar pero no sé cómo. Me entristece pensar que podamos alejarnos.
Estoy aquí para lo que me necesites”. Eso ablandará su corazón, y caerá rendido llorando.
Si has sido compasivo, has probado con la risa y con el juego durante un tiempo prudencial que le
ha permitido entender que realmente estás ahí para lo que necesite, se sentirá seguro como para
expresar su dolor oculto. Una vez ha quedado liberada la emoción oculta, esa sensación de tensión
incómoda desaparece. Relax, afecto y cooperación son lo que viene después.
Cuanto antes permita salir las emociones, las irá reconociendo cada vez más y aprenderá a
regularlas. Todos los niños al final, grandes y pequeños, sentirán al final del juego que has creado
una atmósfera de seguridad en la que está bien “soltar” lo que le ronda por la cabeza (y el
corazón).
No te tomes el rechazo de forma personal. Sigue insistiendo, y sobre todo “transmitiendo”, así es
como más hablarán. Si aparecen insultos o palabras inadecuadas, dales un lugar y reconócelas
dentro de su sufrimiento. Permite la expresión, que vendrá acompañada de lágrimas. “Vaya,
parece que estás muy enfadado por hablarme así, ¿Qué pasa, cariño?”
Por supuesto, nada de esto te impide establecer límites. Es nuestra responsabilidad guiar a los
niños. Pero todos los humanos se resisten a ser controlados. Los niños de todas las edades tienen
más probabilidades de seguir nuestra guía cuando entendemos su perspectiva. (También es más
fácil para los humanos redirigir un impulso que detenerlo por completo).
Es de vital importancia que guardes la calma y entiendas que está pasando por un berrinche. Con
tu conducta transmites que conoces tus propias emociones y enseñas a los niños que ellos podrán
hacerlo también.
Llevar a la práctica estas técnicas puede ser costoso, se necesita mucha paciencia y escucha. Con
un poco de experiencia tendrás la técnica controlada y todos los niños abrirán su corazón para
compartir eso que les anda rondado y no les permite disfrutar el momento presente.
Estas 5 ideas (risa, conexión, mochila emocional, establecimiento de límites y regulación de tus
emociones) ayudarán a prevenir una mala conducta en niños de cualquier edad.