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¿Cuáles son las obligaciones éticas y legales de los medios informativos? ¿Qué referentes o
documentos valdría la pena retomar para avanzar en el debate y el análisis sobre los compromisos
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Con mucha insistencia en los últimos tiempos se viene hablando en México de la necesidad de un
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periodismo ético y responsable. Aunque su pertinencia no puede estar a discusión, lo cierto es que el
poder político y económico suele utilizar o remarcar tal exigencia frente a informaciones o
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comentarios menos condescendientes y acríticos, como antaño. Pero los periodistas tampoco han
abordado frontalmente y a profundidad el asunto. Es menester entonces recordar conceptos
primigenios que aportan luz a la reflexión. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de
responsabilidades del periodismo? ¿Cuáles son las obligaciones éticas y legales de los medios
informativos? ¿Qué referentes o documentos valdría la pena retomar para avanzar en el debate y el
análisis sobre los compromisos de la prensa mexicana de nuestros días?
El término responsabilidad, adoptado en el siglo XIX por la Real Academia de la Lengua Española,
etimológicamente proviene de respondeo, que significa responder, o responsio igual a respuesta.
Más allá del tamiz culposo o inculpatorio de antaño, la palabra nos remite a la necesidad de
responder por nuestros actos realizados en conciencia.1
Aunque no la nombraban como tal, Rousseau y Kant referían la prevalencia de una voz interna que
nos dice qué se debe hacer y cuyo aval es el raciocinio. Pero es Emanuel Kant quien aterriza tal idea
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en el concepto de Responsabilidad individual, bajo el cual concibe la capacidad humana de elegir y
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actuar en un sentido o en otro, partiendo del hecho de que el hombre es un agente moral con
obligaciones.
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Max Weber, por su parte, describió el sentido de responsabilidad como uno de los requisitos
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importantes del político y lo definió como la estrella que orienta la acción hacia una causa
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impulsada por la pasión. Ética de la responsabilidad en la política denominó Weber a la vital
obligación de considerar las consecuencias previsibles de la acción personal.2
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El teórico Hans Jonas profundiza en el tema y señala tres condiciones necesarias para la imputación
de responsabilidad: a) conciencia de que el actuar genera un impacto entre los hombres, b) facultad
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del individuo para tener control de la acción, y c) capacidad para prever, en la medida de lo posible,
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juzga los resultados de las acciones del hombre a partir de normas coercitivas. La responsabilidad
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moral no juzga las consecuencias de los actos sino el acto mismo o su calidad moral. Para este
pensador, el punto decisivo es la cualidad, aun más que la causalidad, es decir: el ámbito de lo ético
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y la moral.3
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Ciertamente, la responsabilidad ética y moral tiene un espectro más amplio porque se anticipa a la
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ley al implicar mayor exigencia personal sin la necesidad de circunscribirse sólo a sancionar los
daños a otros como ocurre con la responsabilidad legal.
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Desde una parcela más filosófica, Norbert Elías postula que se precisa de una doble vertiente para
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Alcanzar un punto de equilibrio entre el ser individual y el ser social significa, justamente,
incursionar en la entraña del mundo ético: un territorio germinado desde la interioridad personal
hacia la dinámica humana del mundo exterior… pero sin dejar de volver a los senderos de la
interioridad. Así, la ética cobra sentido y redondea su vislumbre al interiorizar valores que luego se
comparten y entran en contacto con los otros para encauzar la búsqueda de armonía y equilibrio.
Sólo así puede asumirse la plena conciencia para responder de nuestros actos frente al mundo.
El ser responsable, por tanto, presupone asumir la paternidad de las acciones propias y sus
consecuencias, y tener la capacidad de ofrecer las razones o argumentos que orientaron dicho
actuar.5
Pero no puede entenderse el germen de la responsabilidad sin el ejercicio de la libertad. Por ello han
Primeros pasos
Las semillas legales de las responsabilidades informativas en el mundo se ubican hace más de dos
siglos. Primero en 1766 cuando la ley sueca plasmó por vez primera la necesidad de la libertad de
prensa, y luego hicieron lo propio la Constitución del estado norteamericano de Virginia en 1776 y
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la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa en 1789. Tales documentos
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asumían una perspectiva liberal de la información, pues concebían a la libertad de expresión como
un derecho del ciudadano frente al Estado.
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El tema habría de ser debatido y analizado con mayor proyección internacional a partir de 1948,
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cuando la ONU lanzó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que avanza en la idea de
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preservar y ampliar garantías fundamentales. Su artículo 19 señala:
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Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; ese derecho incluye
el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones
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y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de
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expresión.7
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numerosas legislaciones para afianzar así la responsabilidad del Estado en materia de lo que
después se llamaría derecho a la información.8
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Nueva York con el fin de contribuir a elevar la calidad periodística y establecer parámetros de
comportamiento orientados a dignificar tanto el quehacer informativo como sus relaciones con la
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responsabilidad moral, argüía Pulizter, sólo de esa suerte podría evitar su plena subordinación a los
intereses comerciales.9 Tales preocupaciones estuvieron latentes a lo largo de todo el siglo XX,
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dieron cauce a la creación de otras escuelas y abrieron la brecha de la inquietud y la reflexión sobre
asuntos éticos y profesionales en materia informativa.
Pero el hecho que empezó a desplegar una profunda e interesante discusión germinó en 1942
cuando al entonces rector de la Universidad de Chicago, Robert Hutchins, le fue solicitado un
estudio sobre el estado y las perspectivas de la libertad de prensa. Meses después se constituyó un
equipo de 13 miembros, la mayoría académicos y algunos representantes de la sociedad civil,
encabezados por el propio Hutchins, y en marzo de 1947 presentaron los resultados de sus trabajos.
El informe se tituló Una prensa libre y responsable (A free and responsible press) y de inmediato
suscitó la controversia y un gran interés por las dimensiones éticas y morales del quehacer
periodístico. Aunque en un principio fue denunciado por varios directivos mediáticos como un
documento que promovía la regulación gubernamental de la prensa10, lo cierto es que la Comisión
El informe contenía quejas sobre el trabajo de los medios y proponía métodos para alcanzar una
mayor responsabilidad periodística.
Entre las prácticas contrarias a los principios liberales, se destacaba que la prensa: aprovecha su
amplio poder para sus propios fines, particularmente los de sus dueños; se ha subordinado a los
intereses comerciales de las grandes empresas; se ha resistido al cambio social; con frecuencia da
mayor relieve a lo superficial y sensacionalista en detrimento de lo realmente significativo a nivel
social; ha puesto en peligro la moral pública; invade la intimidad de las personas; y es controlada
por una clase económica pudiente que dificulta el acceso de nuevas visiones u opciones
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periodísticas.11
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La Comisión Hutchins propuso una nueva agenda para los medios informativos al definir sus cinco
deberes principales:
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1. Suministrar un relato veraz, completo e inteligente de los acontecimientos del día en un
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contexto que aporte significado.
2. Servir como foro para el intercambio de comentarios y críticas.
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3. Presentar un cuadro representativo de los grupos diversos de la sociedad.
4. Presentar y clarificar las metas y los valores de la sociedad.
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5. Facilitar el acceso pleno a la información del día. 12
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Obligaciones y compromisos
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Aparte de este marco general, el documento también resaltó algunas obligaciones especificas de la
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prensa: a) servir al sistema político generando información y promoviendo el debate sobre los
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asuntos públicos; b) instruir al público y así favorecer la toma de decisiones que involucran a la
comunidad; c) salvaguardar los derechos de los individuos y vigilar cualquier abuso del poder; d)
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constituyeron la principal fuente que estimuló el debate y la reflexión sobre la responsabilidad ética
del periodismo durante la segunda mitad del siglo XX.
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En ese documento, bautizado como Informe McBride, se anotan cuatro compromisos éticos de los
medios de comunicación:
Luego enumera cinco recomendaciones dirigidas a los periodistas de todo el mundo y que no pueden
soslayarse en nuestro país:
1. Elevar sus normas de conducta y de calidad para que la actividad sea reconocida como
auténtica profesión;
2. Reforzar y ampliar su formación profesional para tener ese reconocimiento social;
3. Fomentar, entre los órganos informativos y organizaciones periodísticas, un nivel de
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conciencia profesional que se vincule al sentido de responsabilidad;
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4. Crear mecanismos que contribuyan a materializar la responsabilidad mediática, tales como los
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consejos de prensa y de comunicación social;
5. Adoptar códigos de ética profesional a nivel estatal, regional o nacional, sin injerencias
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gubernamentales. 15
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El Informe McBride tuvo, pues, la virtud de enfatizar, promover y realzar la importancia de los
códigos deontológicos y de los dispositivos de autorregulación informativa como vías para acendrar
el ejercicio de la responsabilidad comunicacional. om
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Como una forma de refrendar esta actitud, en 1983 ofreció al mundo su código internacional de
ética periodística.
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profesional, y definan normas deontológicas especificas para cumplir con su responsabilidad social,
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los informes Hutchins y McBride perfilaron y asentaron los deberes éticos y profesionales del
periodismo en una democracia hacia el siglo XXI.
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Notas
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3) Ibid. pp. 158-159. Véase también Herrán, María Teresa y Restrepo, Javier Darío, Ética para
periodistas, Tercer Mundo Editores, Bogotá, Colombia, 1992, pág. 256.
5) Véase Savater, Fernando, Política para Amador, Edit. Ariel, México DF, 1993. pp. 200-202.
6) Frankena, William, Ética, Edit. UTEHA, México DF, 1965, Pág. 93.
10) El coronel Robert McCormick del Chicago Tribune, por ejemplo, declaró que que no perdería el
tiempo en leer “las emanaciones de una pandilla de orates”. Hutchins y sus colaboradores fueron
criticados, entre otras cosas, por no haber invitado e involucrado más íntimamente a periodistas en
sus discusiones. Véase Schmuht, Robert, Las responsabilidades del periodismo, Editorial Mitre,
Barcelona, España, 1985, pp. 55-63.
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11) Tales señalamiento ya habían sido expresados antes de 1947 en varios sectores por carecer los
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medios de “responsabilidad social”. Theodore Peterson fue uno de los que refirió defectos
periodísticos como los citados. Véase Ibidem. También Villanueva, Ernesto, Autorregulación de la
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prensa: una aproximación ético-jurídica a la experiencia comparada, Universidad Iberoamericana y
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Miguel Ángel Porrúa Grupo. Pp. 13-22.
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12) Ver Ibidem; Lambeth, Edmund, B, Periodismo comprometido. Un código de ética para la
profesión, Editorial Limusa, México DF, 1992. Pp. 18-21; y Riva Palacio, Raymundo, Más allá de los
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límites. Ensayos para un nuevo periodismo, Fundación Manuel Buendía y Universidad
Iberoamericana, México DF, 1999, Pág.126.
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13) Tomado de Correa Espinosa, Yeri, Las ideas éticas de la prensa escrita en las coyunturas
de
históricas del periodismo en América y Europa (Tesina), Escuela Nacional de Estudios Profesionales
Acatlán, México, DF, 2001. Pp. 106-108.
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14) Tomado de Blázquez, Niceto, La nueva ética de los medios de comunicación, edit. Biblioteca de
autores cristianos, Madrid, España, enero 2002, pp. 176-178.
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