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Esto sucede debido a que la falta de horas de sueño aumenta la actividad cerebral
de la amígdala (izquierda), una zona asociada con la estimulación para comer, y
disminuye la de la corteza frontal y la corteza insular (derecha), ambas vinculadas
con la elección apropiada de los alimentos.
Por lo tanto podemos concluir que la ausencia de horas de sueño, “causa cambios
en el cerebro que estimulan el deseo por comer alimentos ricos en calorías, sin un
aumento real de la demanda metabólica o del hambre por parte del organismo”.
(Nature Communications).