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ASESINATO EN LA CATEDRAL – T. S.

Eliot
Publicado por Ascanio | Visto 10788 veces

«Un hombre no puede servir a dos señores». (Cita atribuida a santo Tomás Becket).

Recordando la historia.
Un día de 1170 la cólera del rey Enrique II de Inglaterra invadió los salones, exaltó las pasiones y forjó la historia.

«¡¿No hay nadie entre mis servidores que vengue la afrenta que me inflige este miserable sacerdote?!»

Aquel terrible día los muros del castillo se estremecieron, las frías losas se horrorizaron y las palabras retumbaron. Los tapices no amortiguaron
las voces, las paredes no ahogaron los gritos y el musgo no suavizó la infamia. Aquel infausto día cuatro leales caballeros normandos, Reginald
Fitzurse, William Tracy, Richard Brito y Hugh de Morville recogieron el guante de la furia real y partieron hacia el condado de Kent en busca del
arzobispo de Canterbury y ex-canciller del rey Enrique II, Tomás Becket, con el único propósito de asesina.

La muerte de santo Tomás Becket ha representado, desde hace siglos, la lucha entre el poder temporal y el poder espiritual. El arzobispo de
Canterbury, canonizado apenas tres años después de su muerte, encarna la resistencia de la no violencia y la aceptación del martirio frente a la
tentación de la riqueza y la seducción del poder material. La crueldad y el ensañamiento de su asesinato envolvieron su recuerdo en un halo de
leyenda, su trascendencia fue alimentada por testimonios como el de su secretario y biógrafo Edward Grim (cuya lectura recomiendo a aquellos
que tengan curiosidad y conozcan un poco el idioma inglés) y su sacrificio se plasmó enpinturas, adornó vidrieras, esculpió relieves,
erigió iglesias e incluso inspiró literatura por todo el orbe cristiano.

En torno al autor.
El poeta, dramaturgo, ensayista y filósofo inglés Thomas Stearns Eliot –Missouri 1888, Londres 1965-, más conocido como T. S. Eliot, se
autodenominaba como «clásico en la literatura, monárquico en política y anglocatólico en la religión». No es de extrañar, ante esta declaración
de intenciones y principios, que adquiriera la nacionalidad británica en 1927 a la vez que adoptaba la religión anglocatólica -también llamada alto
anglicanismo-, muy cercana al catolicismo romano y que explica la inclinación que el autor sentía hacia la Virgen María, los santos, los místicos y
los mártires.

En 1935 recibió el encargo de escribir una obra dramática para el Festival de Canterbury. De su prolífica pluma surgió Asesinato en la catedral,
un breve -pero denso y nada superficial- drama lírico que recrea las últimas horas de la vida de Tomás Becket después de regresar a Inglaterra
tras un exilio en Francia de siete años, motivado por las divergencias entre el ex-canciller y el monarca, en las que jugarían un papel esencial
las Constituciones de Clarendon.

Acerca de la obra.
Eliot dramatiza un episodio medieval y lo transforma en una obra alegórica, estructurada en dos actos separados por un intermedio, el sermón
de Becket la mañana de Navidad de 1170, en el que anuncia al pueblo de Dios que su propia muerte, en el martirio, está próxima. A
semejanza del drama griego, la voz del pueblo emerge desde la figura del coro, representado aquí por un grupo de mujeres que se erigen en
testigos del asesinato de Becket y que, en contraste con los momentos postreros del drama en que entonan un Te Deum esperanzado, al
comienzo del primer acto permanecen anestesiadas por la desidia, la opresión, la miseria y la enfermedad, «viviendo y semiviviendo». Además
del coro, Eliot dibuja otros protagonistas: un Becket atormentado por las tentaciones -una alegoría de las sufridas por Cristo- entre las que
destaca, fundamentalmente, la tentación del orgullo henchido ante el propio martirio y el ansia de inmortalidad; cuatro tentadores; tres
sacerdotes; los cuatro caballeros y, ocultos entre bambalinas, sin cuerpo pero presentes en espíritu durante todo el drama, los representantes de
los poderes en contienda, Enrique II y el Papa. Todos y cada uno de ellos muestran un rol claramente definido en el drama; así, los tres
sacerdotes simbolizan la obediencia del clero, los tentadores son reflejo de los íntimos pensamientos de Becket, los caballeros personifican los
instrumentos del poder temporal del rey, y el coro, compuesto por mujeres pobres y simples, encarna el conformismo, el temor al cambio, la
cobardía, la supervivencia y la sumisión.

La edición.
Afirmaba Carlos Pujol en su interesante artículo «Traducir a poetas» (revistaMercurio, nº 106, diciembre 2008) que «toda traducción de poetas
es imposible», ya que la poesía es un tipo de literatura en el que las mismas palabras, su música, su ritmo, no es canjeable por supuestos
equivalentes. Tomemos como muestra este fragmento de la obra reseñada aquí:

Now is my way clear, now is the meaning plain


Temptation shall not come in this kind again
The last temptation is the greatest treason
To do the right deed for the wrong reason

Y su traducción al castellano:

Ahora está claro mi camino, ahora es su sentido manifiesto


La tentación no volverá de esta forma
La tentación postrera es la traición más grande
Hacer lo que conviene por un motivo falso

Es evidente que gran parte del atractivo de la obra radica en su musicalidad. Pero, ¿y aquellos que no dominan la lengua inglesa? ¿Deben
perderse este bello drama cargado de simbolismo? La labor que Fernando Gutiérrez y José Mª Valverde realizan para Ediciones Encuentro es más
que digna y, a pesar de que su traducción no es rima sino prosa, posiblemente resulta más fiel al original que un mero relleno de ripios sin
sentido. Lástima que la editorial no haya tenido la idea de realizar una edición bilingüe; la reseñadora que suscribe hubiese disfrutado mucho
más de lo que lo ha hecho (que no ha sido poco).

Asesinato en la catedral, pasados setenta y cinco años de su edición y casi un milenio después de los acontecimientos que relata, no ha perdido
ni un ápice de actualidad. Santo Tomás Becket quedaría sorprendido de lo poco que ha cambiado el mundo.

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