José Natanson Natalia Aruguete Martín Rodríguez Michael J.

 Glennon
Rémi Carayol Christine Chaumeau Federico Kukso Serge Halimi

el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.

0000222191
Paraguay 1535 (1061)
julio 2018 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual
Año XX, Nº 229

522005
Precio del ejemplar: $100
En Uruguay: 100 pesos

9 771514
www.eldiplo.org

La recesión económica, la caída del salario real y los recortes

del gasto público impactan en los indicadores sociales.

El ajuste al desnudo

Dossier

Eitan Abramovich/AFP

La tiranía de las finanzas

Renaud Lambert Por presión de los mercados, los gobiernos de Italia y Turquía debieron revertir decisiones ya
y Sylvain Leder anunciadas. Como demuestra la experiencia de otros países, los inversionistas no votan pero deciden.
Tomás Lukin La autonomía del Banco Central es el mecanismo más habitual para garantizar esta sumisión.
2|
Cómo romper la
trampa de la pobreza
por José Natanson
S
implificando apenas, la sociología de
la desigualdad distingue dos maneras
de analizar la movilidad social en las
sociedades modernas. La primera, la
“movilidad estructural”, refiere al ta-
maño de las distintas clases o sectores sociales,
que cambian a lo largo del tiempo, se complejizan
y a veces se polarizan.
La segunda forma de enfocar el tema no alude
al tamaño relativo de cada estrato sino a la movi-
lidad entre generaciones, es decir a las mayores o
menores posibilidades que tiene una persona que
nació en una cierta posición social de pasar a otra.
Sucede que, como el color de ojos y los departa-
mentos, la ubicación en la estructura social se
transfiere de padres a hijos, a través de la herencia
patrimonial pero también de la educación, el ca-
pital relacional e incluso el lugar de nacimiento.
Esta transmisión intergeneracional de las opor-
tunidades distingue a ciertos países y algunos pe-
ríodos históricos en los cuales la fluidez social, las
chances de migrar de una clase a otra, es más alta,
frente a sociedades más rígidas, donde la posición
de origen determina fatalmente la de destino.
Desde la consolidación nacional en 1880 hasta
los años 30, empujada por el boom agroexportador
y una incipiente industrialización, Argentina re-
gistró una expansión de las clases medias y trabaja-
doras urbanas y, sobre todo, una intensa movilidad
ascendente, de la que la inmigración europea fue
causa y consecuencia. Superada la crisis mundial,
la economía logró recrear las bases del progreso
social, aunque en esta etapa se centró en la mejora
de las condiciones de vida de los sectores posterga-
dos más que en los ascensos de clase. Con altibajos,
esta evolución positiva, analizada en los estudios
pioneros de Gino Germani (1), se verificó durante
toda la etapa de industrialización sustitutiva, con
momentos especialmente virtuosos durante el pri-
mer peronismo, el frondizismo y los últimos años
de la década del 60. El declive comenzó cuando la
crisis del petróleo de comienzos de los 70 se con-
jugó con el agotamiento del modelo estadocéntri-
co y la voluntad política de disciplinar a los sindi-
catos expresada en el Rodrigazo, el primer ajuste
de shock de nuestra historia (nótese que, contra lo
que suele recordar la memoria siempre parcial de
la izquierda peronista, el giro ortodoxo no comen-
zó con Martínez de Hoz sino durante el gobierno
de Isabel, del mismo modo que la represión ilegal
no se inició con Videla sino con la Triple A). El resto
de la historia es conocido: el proto-neoliberalismo
de la dictadura se perfeccionó durante el menemis-
mo, conformando un “ciclo largo” de ajuste estruc-
tural cuyas consecuencias sociales, descriptas por
Susana Torrado (2), se hicieron visibles en la crisis
del 2001, a lo que le siguió un proceso de recupera-
ción sorprendente, pero heterogéneo y agotado en
2010, liderado por el kirchnerismo.
¿Qué ocurre con la movilidad social hoy? La en-
cuesta nacional sobre la estructura social, una am-
biciosa investigación coordinada por 50 unidades
académicas de ciencias sociales de distintos puntos
del país, sugiere algunas conclusiones (3).
La primera es que la sociedad argentina es una
sociedad bastante rígida. Esto es así en todos los
sectores pero especialmente en los extremos: las
clases altas y medias-altas (empresarios, profe-
sionales, directivos) y las clases bajas (obreros
no calificados y trabajadores rurales) son las que
tienen más probabilidades de pasar toda su vi-
da en una misma posición social, definiendo una
cristalización de la cima (hoy verificable en casi
todos los países) y, lo que resulta más negativo,
de la base de la pirámide (hay algo más de movi-
lidad en los tramos medios, entre empleados del
sector servicios, obreros calificados y pequeños
comerciantes, que pueden pasar de alguna de es-
tas categorías a la otra y, en ocasiones, convertir-
se en profesionales o empresarios).
Pero lo más grave es que esta rigidez es más
marcada entre los jóvenes, lo que significa que
las nuevas generaciones tienen menos posibili-
dades de saltar de clase que las más viejas. Aun-
que puede que parte de esta dificultad se expli-
que porque los jóvenes todavía no alcanzaron su
“madurez ocupacional”, la razón principal es la
falta de oportunidades. En otras palabras, hoy un
joven tiene menos chances de romper la deter-
minación de su origen que sus padres, sobre todo
si nació en el seno de una familia pobre.
No hace falta una profunda inmersión antro-
pológica en el tercer cordón del Conurbano pa-
ra inferir que aquí puede encontrarse parte de
la explicación de algunos de los dramas sociales
que enfrenta nuestro país. Construida a través de
la comprobación cotidiana de familiares, amigos
y vecinos, la sensación, que no es una conclusión
científica sino una intuición profunda, de que el
futuro no podrá ser mejor que el presente está
en la base de problemas como la inseguridad, las
adicciones, las conductas nihilistas o desespera-
das e incluso decisiones de vida como el embarazo
temprano (la maternidad como el único proyecto
posible para las jóvenes de los sectores populares
a las que el mercado de trabajo no les ofrece más
oportunidades que el servicio doméstico).
¿Cómo romper esta “condena de clase”? El prin-
cipal condicionante para el ascenso social es la edu-
cación, por lo que la primera estrategia es construir
escuelas y universidades públicas de calidad y, en
un paso más, facilitar el acceso de los jóvenes de los
sectores más postergados mediante políticas de
acción afirmativa o discriminación positiva (el Es-
tado selecciona una serie de poblaciones que con-
sidera discriminadas, definidas en función del co-
lor de piel, el origen étnico, el lugar de residencia
o el nivel de ingresos, y las prioriza estableciendo
cupos). Este tipo de disposiciones nacieron en los
países en los que la discriminación es una herencia
histórica de los sistemas de castas o esclavistas, co-
mo India, que reserva espacios para los ciudadanos
pertenecientes a la casta de los “intocables”, Esta-
dos Unidos, que desde 1968 estableció cuotas para
facilitar el ingreso de los negros y los indígenas a las
universidades, y Brasil, donde el gobierno de Lula
produjo una revolución de la educación superior
con cupos para los estudiantes negros, indígenas y
provenientes de las secundarias públicas.
Pero la educación no es suficiente. La desigual-
dad no es un impulso de una sola vez sino una se-
rie de capas viscosas y discretas que se superponen
Edición 229| julio 2018
una sobre otra. La encuesta demuestra que los jóve-
nes de los sectores populares que logran terminar
el secundario e incluso obtener un título terciario
o universitario enfrentan otros obstáculos. Ocu-
rre que a medida que aumentan los años de esco-
laridad la competencia en el mercado de trabajo se
abre a jóvenes provenientes de estratos más altos,
que disponen de otras ventajas. La más habitual:
una familia capaz de sostenerlo mientras acepta
pasantías y trabajos que implican resignar ingre-
sos al comienzo de su carrera para adquirir la ex-
periencia y los contactos necesarios para progresar
después. Las becas, como las becas Prouni creadas
por el PT en Brasil y el plan Progresar argentino,
apuntan a compensar esta asimetría.
Tampoco es suficiente. El territorio integra y
contiene, pero también discrimina. El hecho de
que los jóvenes pobres vivan lejos de los centros de
excelencia educativa, con todo lo que implica en
términos de tiempos y gastos de transporte, cons-
tituye un muro macizo, dificilísimo de sortear. Las
universidades del Conurbano, una de las políticas
más progresistas lanzadas desde la recuperación
de la democracia, supusieron un gran avance en
este sentido, fortalecido últimamente por la deci-
sión de muchas de ellas de crear colegios secun-
darios universitarios estilo Nacional Buenos Aires.
Según la Coneau, el 75 por ciento de los ingresan-
tes a la Universidad Nacional de La Matanza son
primera generación universitaria (4).
Pero incluso si el Estado logra la hazaña de ga-
rantizar educación de calidad para los chicos más
pobres, la pone a su alcance y los apoya para que
terminen sus estudios, la realidad impone otras ba-
rreras, por ejemplo relacionales, en la forma de las
redes de conocidos imprescindibles para insertar-
se en los difíciles mundos profesionales. Y, aunque
menos visibles, también aparecen barreras simbó-
licas: sucede que a la hora de decidir el mercado de
trabajo reproduce las desigualdades sociales, dis-
crimina; no sólo considera el nivel educativo sino
que registra el color de piel, el lugar de residencia,
el modo de hablar, hasta la ropa.
Este nudo es aun más cerrado, y desatarlo no in-
volucra un problema de educación sino de econo-
mía, de sector público y privado, de Estado y mer-
cado. Desde fines de los 60, Estados Unidos aplica
programas de cupos para la contratación de negros
e indígenas en la administración federal (resulta
interesante comprobar que, en un país ultraliberal
con un rechazo casi genético al intervencionismo
estatal, la disposición rige también para los grandes
contratistas privados del Estado). Aunque pensadas
originalmente para grupos raciales o étnicos, este ti-
po de políticas, replicadas en otros países, se han ido
ampliando para beneficiar a jóvenes de bajos ingre-
sos, mujeres e incluso a personas provenientes de
ciertas regiones: tras la reunificación, Alemania se
dio una agresiva estrategia orientada a reequilibrar
las diferencias Este-Oeste a través de una serie de
medidas que buscaban beneficiar a los ciudadanos
nacidos en la parte comunista, por ejemplo median-
te desgravaciones impositivas a las empresas que
contrataran personal de Berlín Oriental.
Por supuesto, se trata de programas complejos
que a medida en que se desarrollan van enfrentan-
 |3

Staff
Di­rec­tor: José Natanson

El costo
Re­dac­ción
Pablo Stancanelli (editor)
Creusa Muñoz (editora)

social del
Luciana Garbarino
Laura Oszust
Carolina Sosa (pasante)

ajuste
Se­cre­ta­ria
Pa­tri­cia Or­fi­la
se­cre­ta­ria@el­di­plo.org

Co­rrec­ción
Alfredo Cortés

Diagramación
Cristina Melo por Natalia Aruguete*

E
Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les
Martín Alfie
do diversos obstáculos. En primer lugar, la Natalia Aruguete n ¿Por qué preferimos la desigual-
resistencia de los sectores más conservado- Fernando Bogado dad?, François Dubet asume que la
res, que suelen accionar judicialmente para
bloquearlos (en Estados Unidos y Brasil las
Editorial Julián Chappa
Bruno Fornillo
intensificación de las desigualdades
procede de una crisis de solidarida-
cortes federales fallaron sistemáticamente Federico Kukso des, de ese apego a los lazos sociales
en contra de las objeciones). Pero el prin- Federico Lorenz que nos llevaría a desear la igualdad de todos. “Si
Tomás Lukin
cipal problema no es político, pues una vez no se concede a los otros más que una igualdad
José Antonio Oviedo
lanzadas este tipo de medidas suelen al- de principio, nada impide tenerlos por responsa-
Diego Picotto
canzar un alto consenso social, sino de im- bles de las desigualdades socioeconómicas que
Martín Rodríguez
plementación: la definición del criterio racial, por Josefina Sartora
los afectan” (1).
ejemplo, puede generar injusticias ocasionales, Daniel Schteingart En esa línea idiosincrática, el gobierno de Mau-
como mostró la famosa nota de la revista brasilera Marta Vassallo ricio Macri enfoca su estrategia de ajuste en un re-
Veja acerca de dos gemelos que fueron considera- Natalia Zuazo corte del gasto público —en lugar de incrementar
dos de diferente manera a la hora de aplicar para los ingresos por ejemplo mediante impuestos pro-
el ingreso a la universidad (uno fue catalogado co- Ilustradores gresivos—, que es presentado como la vía inexora-
mo mestizo y el otro como blanco). Del mismo mo- Gustavo Cimadoro ble, la única posible para reducir el déficit fiscal.
do, las políticas de incentivos al sector privado para Su contracara: socializar la responsabilidad del
que priorice a los grupos desfavorecidos enfrenta Tra­duc­to­res “despilfarro” con costos irreversibles.
dilemas adicionales: si se trata de fomentar la con- Julia Bucci Las “imposiciones acordadas” con el FMI se
tratación de jóvenes pobres mediante exenciones Victoria Cozzo traducen en el objetivo de reducir el déficit pri-
impositivas, ¿hay que incentivar a las pymes de ba- Georgina Fraser mario del Estado a 1,3% del PIB durante 2019.
ja productividad, que obviamente requieren más Teresa Garufi Este recorte afectaría sensiblemente a las pro-
asistencia, o a las multinacionales hipertecnifica- Aldo Giacometti vincias, al disminuir la inversión en obra pública
das, donde las posibilidades de ascenso, de marcar Florencia Giménez Zapiola y las transferencias directas destinadas a gastos
realmente un quiebre en la vida de un chico nacido Víctor Goldstein para educación, salud, asistencia social, vivienda,
Patricia Minarrieta
en una villa son mucho mayores? agua potable y transporte.
Bárbara Poey Sowerby
Concluyamos. La encuesta nacional sobre la A lo largo de poco más de dos años de gobier-
Gustavo Recalde
estructura social confirma que el país de nuestros María Julia Zaparart
no, las consignas “transparencia”, “pobreza ce-
abuelos comenzó a morir con el Rodrigazo y que Carlos Alberto Zito
ro” y “reparación histórica” se vieron erosiona-
la sociedad argentina hoy no sólo es desigual sino das por la decisión de algunos funcionarios na-
también rígida. Como señalamos en otra oportuni- Diseño original cionales de alojar sus riquezas en paraísos fis-
dad (5), la búsqueda de justicia social supone en pri- Javier Vera Ocampo cales, mientras se promovían medidas antipo-
mer lugar un Estado activo que promueva la movi- pulares que redundaron en fuertes retrocesos
lidad estructural, es decir que reduzca las inequida- Publicidad sociales. Amparado en valores discursivos que
des mediante una enérgica redistribución del ingre- Maia Sona aún mantienen cierto aprecio popular, como la
so. Pero como vivimos en la Argentina del siglo XXI publicidad@eldiplo.org meritocracia y el emprendedurismo, Cambie-
y no en la Suecia socialdemócrata de la posguerra contacto@eldiplo.org mos consolida la inequidad social. Usa el argu-
creemos que, sin resignar este objetivo fundamen- mento de que la política de subsidios es insos-
tal, existen una serie de políticas orientadas a im- ww­w.el­di­plo.org tenible para desregular las tarifas en base a pre-
pulsar la movilidad social ascendente que podrían cios internacionales que los hogares argentinos
contribuir a romper la trampa de la pobreza. Con- no pueden absorber. Los ¿desaciertos? en su po-
Fotocromos e impresión: CARIVEZ S.A. Mom 2846/2852, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Le Monde diplomatique es una publicación de Capital Intelectual

sultado para este editorial, el ex funcionario del PT
Aloizio Mercadante, responsable de implementar
la segunda fase de la reforma educativa en Brasil, lo
resumió de esta manera. “La discriminación positi-
S.A., Paraguay 1535 (C1061ABC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina, para la República Argentina y la República Oriental del Uruguay.
lítica anti-inflacionaria, conjugados con parita-
Redacción, administración, publicidad, suscripciones,
cartas del lector: Tel/Fax: (5411) 4872 1440 / 4872 1330
rias que oscilan entre el 15% y el 20%, es decir
E-mail: secretaria@eldiplo.org por abajo del aumento de precios, reducirán aun
más el poder adquisitivo de los salarios.
En internet: www.eldiplo.org. Marca registrada®.
Registro de la propiedad intelectual Nº 348.966. Queda prohibida la

va no es una solución permanente. Se trata de crear
oportunidades para que los negros, los indígenas y
los pobres accedan a una vida mejor. Lo ideal es una
sociedad sin discriminaciones. Pero hasta que eso
reproducción de todos los artículos, en cualquier formato o soporte, salvo
acuerdo previo con Capital Intelectual S.A. © Le Monde diplomatique y
Ello se suma a la pérdida de derechos sociales
Capital Intelectual S.A.
Distribución en Cap. Fed. y Gran Bs. As.:
conquistados. La reforma previsional es un claro
Vaccaro Hermanos y representantes de Editoriales S.A. Entre Ríos 919, 1º retroceso en materia de género si se tiene en cuen-
ta que el 62% de las jubiladas y pensionadas son
piso. Tel. 4305 3854, C.A.B.A., Argentina.

llegue este tipo de políticas permite ir corrigiendo La circulación de mujeres. Y que, además, el 86% de ingresantes a la
las desigualdades y, en el camino, fortaleciendo la Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, del mes
última moratoria —también mujeres— accederá
diversidad, la convivencia y el sentido de justicia”. g de junio de 2018 fue a una pensión equivalente al 80% de la jubilación
mínima que cobraba hasta ahora.
de 25.700 ejemplares.

1. Estructura social de la Argentina: análisis La lucha contra las desigualdades, concluye

estadístico, Ediciones Solar, 1987. Capital Intelectual S.A. Dubet, supone un lazo de fraternidad previo. De
2. Susana Torrado, La herencia del ajuste. Cambios en la allí que la media sanción de la legalización del
sociedad y la familia, Capital Intelectual, 2004.
aborto no debería ser un punto de llegada, sino uno
3. Pablo Dalle, Jorge Raúl Jorrat y Manuel Riveiro, “Movilidad Le Monde diplomatique (París)
de partida que busque visibilizar social, política y
social intergeneracional”, en Juan Ignacio Piovani y Agustín
mediáticamente las desigualdades de género en
Salvia, La Argentina en el siglo XXI. Cómo somos, vivimos y
convivimos en una sociedad desigual, Siglo XXI, 2018.
Fundador: Hubert Beuve-Méry
Presidente del Directorio y
materia socioeconómica. g
4. http://www.coneau.gov.ar/archivos/libros_ Director de la Redacción: Serge Halimi
Jefe de Redacción: Philippe Descamps 1. François Dubet, ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque
evaluacion_externa/66_UNLaMatanza.pdf
1-3 rue Stephen-Pichon, 75013 París digamos lo contrario), Siglo XXI, Buenos Aires, 2016, p. 11.
5. Ver editorial de Le Monde diplomatique, edición
Tél.: (331) 53 94 96 21
Cono Sur, N° 199, enero de 2016. Fax: (331) 53 94 96 26
Mail: secretariat@monde-diplomatique.fr *Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur Internet: www.monde-diplomatique.fr © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 4| Edición 229 | julio 2018
Dossier
El ajuste al
desnudo

La corrida cambiaria de mayo y junio y la salida de ajuste elegida por el gobierno de

Cambiemos generan un cuadro de recesión económica, aumento de la inflación y
caída del salario real. Aunque las estadísticas todavía no lo reflejan, todo indica que la
regresión del cuadro social se acelerará en los próximos meses.
Cómo siguen los índices de empleo, desigualdad y pobreza

El declive
por José Antonio Oviedo*

L
Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 21-4-16 (Enrique Marcarian/Reuters)

uego de dos años y medio de gobier-
no de Cambiemos y unos siete años
de estancamiento económico, la si-
tuación social muestra claras señales
de deterioro. Este diagnóstico segu-
ramente se agravará cuando comien-
cen a sentirse los efectos del descalabro económico
y financiero de mayo y junio. Las consecuencias so-
ciales del ajuste gradual iban a un ritmo que la fuerte
devaluación, el ajuste del gasto público, el encareci-
miento del crédito y los aumentos de precios solo pue-
den acelerar. Las dos devaluaciones más recientes, la
de inicios de 2014 y la de fines de 2015, dan una pauta
de lo que puede esperarse: caída del PIB (en aquellas
ocasiones fue de alrededor del 2%), aumento signifi-
cativo de la inflación (orilló el 40%) y caída del salario
real (más del 5% en el caso de los trabajadores indus-
triales). En esta ocasión, además, podría registrarse
una suba significativa del desempleo.
El gobierno macrista mantuvo los principales li-
neamientos de la política laboral y social existente,
lo que permitió que, más allá de lo esperado por la
opinión pública y de la intención declarada de mo-
dificar o cancelar ciertos programas, algunas medi-
das económicas, como la devaluación o el aumen-
to de tarifas, hayan tenido un efecto atemperado,
amortiguadas por el tejido de políticas sociales y
laborales previas y, en menor medida, por algunas
nuevas iniciativas, como la ampliación de las Asig-
naciones Familiares a los monotributistas. El éxito
del oficialismo en los comicios de octubre de 2017
permitió que algunas ideas que se venían discutien-
do se transformaran en proyectos de ley que marca-
ron una impronta claramente distinta: las reformas
previsional y fiscal, aprobadas en diciembre de 2017,
y la reforma laboral, que finalmente no se trató.
Empleo
La cuestión del trabajo, en el contexto de una críti-
ca permanente a los costos laborales, no sufrió sin
embargo un cambio de los grandes pilares norma-
tivos, como la ley de contrato de trabajo, la de con-
venciones colectivas y las indemnizaciones, que
se mantuvieron sin modificaciones. En un primer
momento, la preocupación por los costos labora-
les apuntó a los costos no salariales, a través por
ejemplo de la nueva ley de riesgos de trabajo, que
limitó la posibilidad de iniciar juicios; hubo otros
intentos, en este caso frustrados, como el proyecto
de ley de primer empleo de 2016, que quiso incor-
porar regímenes de contratación con menores con-
tribuciones patronales, y el rejunte de propuestas
pretenciosamente nombrado como ley de “ordena-
miento laboral”, que circuló a fines de 2017. El ideal
del gobierno, reflejado en estas iniciativas, apunta a
fortalecer el trabajo registrado, pero se trata de un
empleo de baja intensidad, que limita los derechos
básicos previstos en la ley de contrato de trabajo
¿Cómo evolucionaron los principales indica-
dores laborales? El empleo registrado total, luego
de la caída que sufrió en 2016, se recuperó durante
2017. Pero incluso considerando la mejora del año
pasado se observa, en los casi dos años y medio so-

bre los que informan los datos (entre diciembre de
2015 y marzo de 2018), una dinámica muy pobre: la
categoría de asalariados de empresas privadas cre-
ció apenas 1,1%, alrededor de 70 mil puestos, con
una baja sensible del empleo industrial (cayó 5,2%)
y valores positivos en la construcción, los servicios
y el comercio. Frente al mediocre desempeño del
empleo privado registrado, se produjo un aumento
mucho más significativo del monotributo. Estos da-
tos están reflejados en el Gráfico 1.
El análisis de la cuestión laboral puede comple-
tarse con el empleo estatal. Si bien los números del
Gráfico 1, que incluyen parte del empleo del Estado
Nacional, 14 jurisdicciones y universidades, mues-
tran un crecimiento, en el caso del Poder Ejecuti-
vo Nacional se registra lo contrario: la estrategia
inicial fue el achicamiento de la planta a través de
despidos, sobre todo de trabajadores monotribu-
tistas y otras contratos a término (1).
Los datos del mercado de trabajo que recoge la
Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, in-
cluidos en el Cuadro 1, coinciden con este panorama.
El último índice de desempleo, correspondiente al
primer trimestre de 2018, no muestra mejoras mar-
cadas respecto al primer trimestre de 2017, lo que no
deja de resultar llamativo después de un 2017 que fue
el mejor año en mucho tiempo. Aunque se produjo
un crecimiento interanual de la tasa de empleo de 1,1
puntos, el desempleo se mantiene en niveles eleva-
dos (9,1%), y la tasa de empleo no registrado presen-
ta un leve aumento, llegando al 33,9%. En otras pala-
bras, parte del crecimiento del empleo observado el
año pasado se debe a empleo no registrado, sobre to-
do en la construcción. Es esperable que en el segun-
do trimestre de 2018, con el freno de la obra pública y
las iniciativas de construcción privadas, comiencen
a registrarse las señales de crisis.
La presión sobre el mercado de trabajo se tradu-
jo en acuerdos salariales a la baja, tanto en el sector
privado como en el público. Los datos del Cuadro
2 muestran que el poder de compra de los salarios
de los trabajadores del sector público cayó casi 10%
desde inicios del macrismo. En ese contexto, el go-
bierno fijó un techo del 15% en las negociaciones
paritarias, que impuso en el caso de los trabajadores
del sector público (SUTECBA y UPCN de la Ciudad
de Buenos Aires firmaron un 12% de aumento sala-
rial para 2018 –con algunas cláusulas que de apli-
carse podrían subir algunos puntos ese porcenta-
je–; la provincia de Buenos Aires y la Ciudad ofre-
cieron 15% a los docentes, UPCN nacional firmó un
15% para los estatales nacionales con ingresos bru-
tos hasta 40 mil pesos –y significativamente menos
para el resto–). Esas magnitudes contrastan con
una inflación pasada (de los últimos doce meses) de
26,3% según el INDEC, y una inflación esperada pa-
Gráfico 1
Variación porcentual del número de trabajadores
registrados según modalidad ocupacional principal
Diciembre 2015-Marzo 2018. Desestacionalizado.
Total 2,8%
Independientes
Monotributo Social
19,8%
Independientes
Monotributo
7,6%
Independientes
Autonómos
-3,5%
Asalariados de
7,3%
casas particulares
Asalariados
2,4%
públicos
Asalariados
1,1%
privados
0 Jubilación Mínima -7,8% -4,5%
Fuente: Elaboración propia sobre datos de MTEySS, SSPE-
yEL, Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial,
sobre la base de registros administrativos de los sistemas
de la seguridad social (AFIP).
ra 2018 del 27,1% según el Relevamiento de Expec-
tativas del Mercado del BCRA del 4 de junio.
La política social
Las políticas de protección social, que incluyen la se-
guridad social tradicional contributiva y las formas no
contributivas, fueron ampliadas de manera significa-
tiva durante la larga década kirchnerista a través de las
moratorias jubilatorias, el otorgamiento de pensiones
no contributivas y la implementación de la Asigna-
ción Universal por Hijo. Desde la llegada del macris-
mo al poder, la cantidad de perceptores de jubilacio-
nes y de asignaciones se elevó levemente: hoy existen
7,4 millones de beneficios previsionales mensuales, 4
millones de niños cubiertos por la AUH y 5,2 millo-
nes por asignaciones familiares, que se ampliaron al
incorporar a los monotributistas de bajos ingresos.
Pero esta extensión cuantitativa parte de una mi-
rada diferente. La nueva Prestación por Edad Avan-
zada reemplazó las moratorias jubilatorias. Si las
moratorias, aunque imperfectas y parciales, permi-
tían, mientras estaban abiertas, acceder a la jubila-
ción a los 65 años, la nueva prestación recién garan-
tiza el acceso a los 70 años, y con un monto equiva-
lente a 80% de la jubilación mínima. Es decir, im-
plica una merma de ingresos para aquellos que no
aportaron. Del mismo modo, la reparación históri-
ca elevó las remuneraciones de quienes más habían
aportado durante sus años de actividad –y frenó
cientos de miles de juicios existentes–.
De este modo, las políticas sociales comienzan a
alejarse de las pretensiones universalistas y redistri-
butivas para enfocarse en el mérito. La reforma jubi-
latoria es un reflejo de esta nueva orientación. No so-
lo estableció una nueva fórmula que, como muestra
el Cuadro 2, supone una disminución de los ingresos
reales de jubilados y perceptores de asignaciones, si-
no que perjudicó en mayor medida a los jubilados por
moratoria. La pérdida de poder de compra de quienes
perciben el haber mínimo (el 50% de los jubilados)
fue en el último año de 5%. El rechazo masivo a la ley,
que marcó el comienzo del fin del romance pos-elec-
ciones del macrismo, sugiere que, más allá de las com-
plejidades de fórmulas y porcentajes, la población en-
tendió el sentido regresivo de la reforma.
Otra economía
Las tendencias descriptas repercuten en la desigual-
dad y en la pobreza: implican una pérdida de ingre-
sos reales, menos oportunidades laborales y un au-
mento de la desigualdad de los haberes jubilatorios.
Los últimos datos del INDEC lo reflejan de manera
todavía imperfecta: así como la pobreza mejoró des-
de el primer valor de 2016, que correspondía al pico
del efecto inflacionario de la devaluación de diciem-
bre de 2015, es esperable que en las próximas medi-
ciones comience a deteriorarse (2).
El panorama se presenta sombrío. Las políticas
universalistas se desplazan de la agenda social a la
económica, por lo que pierden su carácter compen-
sador original y, bajo el imperio del mercado, operan
reforzando las desigualdades previas. Si en el pasa-
do se procuraba impulsar la inversión en gas me-
diante el establecimiento de un precio especial por
el gas “nuevo”, hoy ese precio rige a todo el gas que
se provee, lo que disuelve los incentivos para invertir
en exploración. Si antes se bajaban las contribucio-
nes patronales a las microempresas y a los emplea-
dos nuevos de las empresas pequeñas, hoy se aplica a
todos: la reforma fiscal aprobada en 2017 contempla
una disminucion gradual de las contribuciones pa-
tronales de todos los empleadores, es decir, baja los
costos laborales de la nómina actual de bancos, cade-
nas de supermercados o compañías de seguros. Bajo
este nuevo “universalismo de la economía”, los be-
neficios económicos de la desregulación y las reba-
jas fiscales se aplican a todos los actores económicos,
sin exigir nada a cambio. Se asume que el Estado no
tiene capacidad para gobernar la economía y generar
los incentivos correctos, por lo que cada vez más de-
cisiones quedan libradas al mercado.
Con un sector privado poco dinámico, que enfren-
ta serias dificultades para generar empleo de calidad,
|5
y un ajuste del gasto estatal y la obra pública, la econo-
mía ingresa en un ciclo crecientemente recesivo. En
este contexto, la conjunción de menos ingresos en los
hogares por la caída del poder de compra de salarios y
jubilaciones, junto a un bajo dinamismo del mercado
laboral, hace esperable un deterioro de las condicio-
nes de vida y un incremento de la pobreza y la indi-
gencia. Para atenuar el declive será clave la capacidad
de los actores políticos, sociales y sindicales para dis-
putar los aumentos salariales y los montos de las polí-
ticas sociales. El acuerdo de Camioneros, que negoció
una paritaria de 25%, abre
una ventana de expecta-
El acuerdo de tiva en un contexto cier-
tamente hostil, en el que
Camioneros, vuelven a instalarse en
la agenda pública y en el
que negoció una Congreso las propuestas
de reforma laboral. g
paritaria de 25%,
abre una ventana 1. Los datos del Boletín Fiscal
del Ministerio de Hacienda
de expectativa muestran un achicamiento del
Poder Ejecutivo Nacional entre
en un contexto el cuarto trimestre de 2015
y el cuarto de 2017 del 6,2%,
ciertamente hostil. de 381 mil empleados a 358
mil. Esos datos muestran que
hubo más de 5.500 despidos de
monotributistas contratados
directamente por el Estado y es inferible una cantidad mayor
a través de universidades. Lo más llamativo de esos datos es
que la reducción mayor se dio en personal de seguridad, 12 mil
puestos, por el traspaso de la Policía Federal a la C.A.B.A.
2. Los valores actuales de pobreza y desigualdad parecen estar
fuertemente afectados por cuestiones metodológicas, como la
incidencia y el tratamiento de las no respuestas de las variables
de ingreso o cambios en la muestra, que hacen que se presenten
variaciones muy marcadas. Por ejemplo, la reducción de la indigencia
en Santiago del Estero del 13,1% al 6,2% entre el primer y el segundo
semestre de 2017 o la caída de la pobreza en Córdoba del 40,5% al
30,7% entre el segundo semestre de 2016 y el primero de 2017.
*Politólogo.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
Cuadro 1
Tasas de empleo, desocupación y empleo no
registrado. Años 2016-2018
Tasa 2do T 2016 1er T 2017 1er T 2018
Empleo 41,7 41,3 42,4
Desocupación 9,3 9,2 9,1
Empleo no registrado 33,4 33,3 33,9
Nota: La Tasa de Empleo no Registrado estima el porcen-
taje de asalariados no registrados sobre el total de asala-
riados. Se incorpora el dato del 2do Trimestre de 2016, si
bien no es estrictamente comparable, por ser el primero
difundido luego de la declaración de “emergencia estadís-
tica” en el INDEC al asumir el gobierno de Macri.
Fuente: Informes de prensa de EPH –INDEC.
Cuadro 2
Variación real de salarios y prestaciones de la
seguridad social
Variación % Variación %
Salarios y prestaciones dic-15 mar-17
mar-18 mar-18
Sector privado registrado -7,2% -0,8%
Sector público -9,8% -1,3%
AUH -7,7% -4,4%
Fuente: Elaboración propia con base en Índice de Salarios
INDEC, IPC-GBA INDEC abr. 2016-mar. 2018 e IPC CABA
dic. 2015- abr. 2016, Sistema de Indicadores Sociales abril
2018, Consejo Nacional de Coordinación Políticas Sociales.
 6| Edición 229 | julio 2018
Dossier
El ajuste al
desnudo

Aunque formalmente limitado a tres años, el acuerdo con el FMI tiene implicancias
más profundas y de un alcance mayor: aumenta los niveles de deuda, consagra
la “independencia” del Banco Central y recorta una serie de políticas científico-
tecnológicas esenciales para mejorar la competitividad.
Las urgencias financieras ponen límites al desarrollo

El eterno corto plazo

por Martín Alfie* y Daniel Schteingart**

Protesta contra la suba de tarifas, Buenos Aires, 14-5-18 (Eitan Abramovich/AFP)

L
a vuelta al FMI incluye varios pun-
tos que significan una pérdida de
autonomía de la política económi-
ca. Se trata de un hecho recurrente
en los acuerdos entre el FMI y Ar-
gentina (1), que vuelve a estar pre-
sente dado que el actual programa incluye la revi-
sión periódica de variables económicas y la obli-
gación de reportar la mayoría de las decisiones del
ámbito económico. El caso más notorio es la polí-
tica cambiaria: las intervenciones del Banco Cen-
tral deberán reportarse diariamente al FMI, que
pretende reducirlas al mínimo y dejar que el tipo
de cambio flote.
Si bien podría decirse que la pérdida de auto-
nomía se limita al corto plazo, ya que el stand-by
tiene una duración de tres años, la magnitud del
crédito implica una elevada carga futura. Es fácil
entrar al FMI, pero difícil salir. Históricamente,
los acuerdos firmados por Argentina no se resol-
vieron en los plazos estipulados e incluyeron re-
negociaciones forzadas o nuevos stand-by, a me-
nudo con condicionalidades más fuertes.
Pero también hay implicancias explícitas a lar-
go plazo. En este sentido, el acuerdo incluye dos
puntos: una aceleración del ajuste del gasto pú-
blico para lograr el equilibrio fiscal primario en
2020, y la garantía de la “independencia” institu-
cional y financiera del Banco Central. Hasta el mo-
mento, el objetivo del gobierno era cerrar la bre-
cha fiscal vía crecimiento económico (“gradualis-
mo”) y mantener cierto margen de financiamiento
monetario del Tesoro. El programa implica enton-
ces un cambio de rumbo.
Por un lado, el ajuste del gasto se debe a que el
FMI entiende que el déficit externo que enfrenta
la economía argentina (que se refleja en un resul-
tado negativo de la cuenta corriente de 4,8% del
PIB en 2017) es consecuencia del déficit fiscal. Es-
ta perspectiva marca una diferencia con las visio-
nes más heterodoxas, que entienden que el pro-
blema externo se debe principalmente a cuestio-
nes estructurales, como la incapacidad de generar
los dólares suficientes vía exportaciones debido a
las deficiencias de la estructura productiva.
El vínculo entre la reducción del déficit fis-
cal y el externo no es unívoco ni lineal. En caso
de que se verifique, probablemente no lo haga
de manera virtuosa, sino que implique una caí-
da de la actividad económica por contracción del
gasto público, el cual es un motor importante del
crecimiento. Por eso, de no mediar cambios es-
tructurales –por ejemplo impulsando sectores
generadores de divisas–, el desequilibrio exter-

no volverá a aparecer si la economía retoma un
sendero de crecimiento, dado que el crecimiento
implica mayores importaciones. Por lo tanto, el
enfoque estrictamente fiscalista es insuficiente
–e ineficiente– para solucionar la vulnerabilidad
externa. Aun más: si este enfoque se impone, muy
probablemente termine agravando los problemas
estructurales que generan la escasez de dólares.
Además, uno de los principales riesgos de re-
ducir el déficit fiscal mediante el ajuste del gasto
público es entrar en la “trampa de la austeridad”;
es decir, que su disminución contraiga el nivel de
actividad y, consecuentemente, la recaudación
impositiva, compensando la caída de las eroga-
ciones (los Estados deciden cuánto gastan pero
no cuánto recaudan). La experiencia brasileña a
partir de 2014 o la griega pos acuerdo con el FMI
son ejemplos de esta trampa.
En la visión del FMI, las metas fiscales se limi-
tan a gasto primario, pero poco se dice sobre el
gasto financiero en intereses, que bajo este tipo
de acuerdos suele crecer dado el mayor endeuda-
miento. De hecho, el déficit fiscal no tiende a ba-
jar, sino a cambiar de composición: menos gasto
primario (gasto social, obra pública, salarios en
empleados estatales) y más recursos para el pago
de intereses. Complementariamente, la perspec-
tiva compartida por el FMI y el gobierno es que
para lograr el equilibrio fiscal hay que reducir el
gasto, no aumentar los ingresos. La revisión de la
estructura impositiva y la posibilidad de aumen-
tar ciertos tributos –o frenar la rebaja gradual de
otros– no han formado parte de la discusión. El
diagnóstico implícito es que el Estado es dema-
siado grande, tanto en su nivel de gasto como de
recaudación (2), por lo que debe disminuir su pe-
so en la economía.
La segunda implicancia de largo plazo incluida
en el acuerdo con el FMI es la “independencia” del
Banco Central, considerada necesaria para avan-
zar en la reducción de la inflación. Así, se plantean
una serie de reformas institucionales que dotarían
de mayor estabilidad al directorio y reducirían el
“riesgo de presión política”. Esto condiciona en
los hechos la capacidad de los próximos gobiernos
de cambiar el rumbo de la política monetaria para
coordinarla con el resto de las políticas económi-
cas, algo necesario y deseable en el marco de un
programa económico con objetivos desarrollistas.
La “independencia” del Banco Central se ba-
sa en la idea de que la inflación es consecuencia
de la poca credibilidad de la autoridad moneta-
ria. Así, se plantea que el único objetivo del Ban-
co Central debe ser el control de la inflación, de-
jando de lado otras metas como el pleno empleo o
el desarrollo productivo, lo que inhibe la posibi-
lidad de que, por ejemplo, instrumente medidas
para garantizar el financiamiento a tasas accesi-
bles a sectores estratégicos.
La productividad
Como es sabido, una de las claves del desarrollo
económico es el aumento de la productividad, que
obedece a diversos factores, como la inversión, la
infraestructura, las capacidades científico-tecno-
lógicas, la formación de la mano de obra o la trans-
formación de la estructura productiva desde sec-
tores de baja productividad relativa a otros de alta.
La aceleración del ajuste fiscal derivada del
acuerdo con el FMI implicará, entre otras co-
sas, fuertes recortes a la obra pública, incluso ba-
jo la modalidad de Participación Público Privada
(PPP), ya que obliga a registrar los pagos asociados
a los PPP dentro de las erogaciones primarias, y no
financieras como originalmente pretendía el go-
bierno, lo que limita el margen (las metas acorda-
das son sobre el resultado primario).
La disminución de la inversión en infraestruc-
tura constituye una mala noticia por varias razo-
nes. En el corto plazo, porque afecta de manera
directa a sectores como la construcción, que de-
mandan mano de obra (mayormente masculina)
de bajo nivel educativo y, por ende, con alta pro-
pensión a caer en el desempleo. En el largo plazo,
porque las obras de infraestructura son cruciales
para mejorar la productividad estructural de la
economía, por ejemplo vía la disminución de cos-
tos logísticos (en el caso de las obras de transpor-
te). Lógicamente, la obra pública también es cla-
ve para el bienestar de la población, al disminuir
tiempos de viaje al trabajo o permitir el acceso a
servicios básicos como cloacas o gas de red.
Por otro lado, la inversión es uno de los drivers
de la productividad, en tanto supone la adquisi-
ción y modernización de maquinarias y equipos y
la ampliación de la capacidad instalada. Esto úl-
timo en muchos casos va acompañado de la lógi-
ca de rendimientos crecientes a escala, esto es,
la baja de costos unitarios (y, por ende, la mejora
de la productividad) gracias al aumento del volu-
men de producción. La inversión tiende a sobre-
rreaccionar al ciclo económico: crece cuando la
economía se expande y viceversa. Por lo tanto, si
la economía se ajusta es poco probable que la in-
versión crezca, más allá de la retórica oficial del
“clima de negocios”.
Finalmente, el ajuste fiscal profundizará la
tendencia hacia el recorte de las capacidades
científico-tecnológicas que ya se venía obser-
vando desde el cambio de gobierno. Además de la
limitación de los ingresos a carrera en el CONI-
CET, resulta relevante detenerse en tres comple-
jos en donde el accionar estatal es crucial.
El primero es el nuclear. Hace poco se conoció
la noticia de la cancelación de las dos centrales nu-
cleares proyectadas (Atucha III y Atucha IV), que
demandaban una inversión de unos 15.000 millo-
nes de dólares. Ambas centrales estaban incluidas
en un convenio firmado con China antes del cam-
bio de gobierno: Atucha III, que utilizaría uranio
natural como combustible y agua pesada como re-
frigerante, iba a contar con financiamiento chino
y una alta participación de la industria local, con la
Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y
el INVAP como protagonistas. Atucha IV se basa-
ría en tecnología y combustibles chinos, ya que se
construiría bajo la modalidad de uranio enrique-
cido y agua liviana, en la que Argentina no cuenta
con suficientes capacidades.
De acuerdo a la ex titular de la CNEA Norma
Boero (3), la suspensión de Atucha III es grave
por varias razones: se paraliza buena parte de la
CNEA y se desaprovechan los costos invertidos de
formación de personal muy calificado, parte del
cual quedará afuera del sistema nuclear argenti-
no. Vale tener en cuenta que la nuclear es una de
las iniciativas más exitosas de desarrollo tecnoló-
gico de la historia argentina. El INVAP es una de
las firmas locales con mayores capacidades tec-
nológicas, que ha logrado diversificarse incursio-
nando en áreas como los satélites, los drones o los
radares, con capacidad de generación genuina de
divisas a partir de exportaciones de productos de
altísimo valor agregado. En suma, la paralización
de Atucha III es un golpe a un proceso de acumu-
lación de capacidades que se había reactivado sig-
nificativamente en la década pasada.
Los otros dos complejos afectados por el ajus-
te, el satelital y el de defensa, comparten varias
características con el nuclear. Impulsados his-
tóricamente por el Estado –al igual que en otros
países–, ambos clústers han podido generar ca-
pacidades tecnológicas, crear empleo de calidad,
ahorrar divisas y producir externalidades hacia
otros sectores productivos.
El complejo satelital logró en 2014 un hito tec-
nológico para un país en desarrollo: el lanzamien-
to del satélite geoestacionario de telecomunica-
ciones ARSAT-1 construido por INVAP, seguido
en 2015 de un segundo satélite. En ese mismo año,
el Congreso aprobó una ley de fomento al sector
que estipulaba la construcción de ocho satélites
adicionales, dos de los cuales se preveía que po-
drían ser exportados. Tras el recambio presiden-
cial, el sector perdió empuje, con la paralización
de la construcción del ARSAT-3 en el marco de
|7
una serie de recortes presupuestarios. Con la ace-
leración del ajuste fiscal, la posibilidad de relanzar
el complejo satelital se diluye.
El complejo de defensa, que agrupa a empre-
sas públicas como Fabricaciones Militares, los
astilleros Tandanor y Almirante Storni y la Fá-
brica de Aviones, profundiza el rumbo de ajuste
que viene recorriendo desde 2015. Esto también
implica desmontar un proceso de cierta recons-
trucción de capacidades tecnológicas e institu-
cionales, cuya continuidad podría permitir una
creciente densidad tec-
nológica en el tejido
Uno de los productivo.
Además de estos tres
principales riesgos complejos, es probable
que se pongan en cues-
de reducir el déficit tión programas vincula-
dos a ciencia y tecnolo-
fiscal mediante el gía cuyo recorte no im-
plica un fuerte rechazo
ajuste del gasto social y/o político, pero
que son muy importan-
público es entrar tes para el desarrollo a
en la “trampa de la largo plazo. Por ejem-
plo, recientemente se
austeridad”... conoció que se recorta-
rá la línea de Aportes No
Reembolsables (ANR)
del Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR),
que viene apoyando con cierto éxito los esfuer-
zos de innovación en empresas privadas (4). Los
ANR, básicamente subsidios a las empresas que
innovan, serían reemplazados por créditos, que se
lanzarían en agosto. En un país como Argentina,
donde la capacidad innovadora de las empresas es
baja, el reemplazo de subsidios por créditos pro-
bablemente implique un desincentivo.
Largo plazo
El camino al desarrollo parece cada vez más cues-
ta arriba. Resulta improbable que Argentina logre
un sendero de crecimiento sostenido con inclu-
sión social apostando meramente a la contracción
del gasto público y a la liberalización de las varia-
bles económicas. Por el contrario, el desarrollo in-
volucra, además de una macro estable y pujante,
una serie de políticas de transformación producti-
va que permitan una mayor productividad estruc-
tural. El aumento de tal productividad, por la vía
de mayor infraestructura, del desarrollo de secto-
res intensivos en tecnología o de un ciclo econó-
mico expansivo –tres factores que con el FMI no
se darán en los próximos meses– es fundamental
para que Argentina pueda tener salarios crecien-
tes sin caer en tensiones en su frente externo. Aquí
radica el principal desafío de la política pública. g
1. Pablo Nemiña, “El FMI y la política económica argentina”,
disponible en http://ri.conicet.gov.ar/bitstream/
handle/11336/29164/CONICET_Digital_Nro.3f1085b0-aae3-
4f67-8689-c0ec02fb0d06_A.pdf?sequence=2&isAllowed=y
2. Ministerio de Hacienda, “La Reforma Tributaria
Argentina”, 2018: https://www.argentina.gob.ar/
sites/default/files/ministerio_de_hacienda_-_la_
reforma_tributaria_argentina_de_2017_web2.pdf
3. Entrevista a Norma Boero, “Sin Atucha III se cae
la mitad de la CNEA”, TSS-UNSAM, 14-6-18.
4. Las firmas beneficiarias tuvieron una mejora estadísticamente
significativa en su performance innovadora respecto al grupo
de control (Octavio Lerena, Julián Martínez Correa y Mariano
Pereira, “El impacto del FONTAR en el desempeño innovador
de las empresas industriales argentinas”). Un trabajo del
Ministerio de Ciencia y Tecnología de 2016 (“Análisis de las
capacidades diferenciales de las empresas con financiación
del FONTAR”) encontró que “las firmas beneficiarias del
FONTAR fueron más innovativas (87%) en comparación con
el promedio de las empresas industriales del país” y que tales
firmas demandaron relativamente más mano de obra calificada,
a la vez que su desempeño en materia de productividad
y exportaciones fue mejor que el resto de las firmas.
*Licenciado en Economía (UBA) y profesor universitario (UBA).
**Doctor en Sociología (IDAES-UNSAM) y profesor universitario (UNQ).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 8|
Paro general de la CGT, Buenos Aires, 25-6-18 (Eitan Abramovich/AFP)
Decidido a achicar el gasto y contraer la economía, el
macrismo recurre a la elusión: sostiene que el ajuste es
resultado de lo que “nos pide el mundo” y busca desplazar
la responsabilidad a la víctima.
Estrategias del gobierno para comunicar el recorte
Los mitos del ajuste
por Martín Rodríguez*
E
l liderazgo de Mauricio Macri parece
atornillado a una idea completamente
ambigua: liderar sin que se note. Veamos
un ejemplo último: el cambio de gabinete
económico se anunció un sábado mundia-
lista a la tarde/noche, y la toma de juramento se hizo
un par de horas antes del partido de la selección con-
tra Croacia. Se podría decir cuál es la política de co-
municación: el gobierno invisible. Y esto no ocurre en
cualquier momento sino en el peor momento de estos
dos años largos de gestión, cuando los índices de apro-
bación y expectativa caen como consecuencia de una
devaluación, una corrida cambiaria y una inflación ga-
lopante que fue frenada con una decisión política de
envergadura… la vuelta del FMI.
La novedad del nuevo ministro de Producción,
Dante Sica, es que viene del peronismo y que su nom-
bramiento propone fortalecer a priori un perfil más in-
dustrialista, más cercano incluso a las PyMES, en un
contexto de deliberado ajuste. Diríamos que pasamos
del “crecimiento con inclusión” al “ajuste con creci-
miento”. ¿Será posible? El economista y divulgador
Martín Kalos nos dice al respecto de las primeras pre-
guntas que nos hacemos: ¿por qué el gobierno cree que
ajustando se puede crecer?, ¿cuáles son los problemas
de la economía actual tal como los diagnostica Macri?
Sostiene Kalos: “A la primera pregunta se puede res-
ponder con un glosario clásico: tienen la visión de que
el Estado es una traba para el crecimiento porque ab-
sorbe recursos que el sector privado podría utilizar de
forma más eficiente. Menor carga tributaria implica-
ría más recursos para la inversión de las empresas. La
Dossier
El ajuste al
desnudo
segunda pata es que el neoliberalismo culpa como raíz
última de los desequilibrios macroeconómicos a un
Estado ineficiente. El síntoma principal es la inflación,
que se deriva de la emisión monetaria, a la vez que la
emisión monetaria se deriva del déficit. Por lo tanto
hay que dejar de emitir, y para eso hay que bajar el défi-
cit, y financiarlo vía deuda y no vía emisión. Esto tiene
patas cortas, porque la emisión no es la única causa de
la inflación, como el dólar y las tarifas lo demuestran
en estos tiempos. Y por supuesto que la baja del déficit
genera una contracción económica.”
¿Y dónde está el piloto?
Veamos el uso del lenguaje oficial. En sus discursos,
Macri habla de que el mundo pide, “nos reclama” más
velocidad, que los argentinos “incumplen” su palabra
(básicamente: que no pagan las deudas que toman sus
gobiernos) y remonta la herencia recibida a “70 años”.
Textualmente: “También es importante y tenemos
que asumirlo como desafío que no puede ser que toda
la confianza y la relación con el mundo esté planteada
desde el Gobierno y su Presidente”.
¿Qué significa esta elusión? ¿Por qué el gobierno no
figura como sujeto? El autodefinido gradualismo eco-
nómico apuntó a evitar el shock y la crisis, pero ahora
el gobierno necesita hacer un shock de ajuste porque
la crisis terminó llegando, con el problema de que el
ajuste producirá la crisis que se buscaba esquivar. Hay
algo de huevo y gallina en la percepción de esta crisis,
porque tal vez estemos hablando de dos crisis distin-
tas: una, la económica, nacida de un problema estruc-
tural realmente heredado (la restricción externa), y
Edición 229 | julio 2018
otra, la social, que es la crisis que produce inevitable-
mente un “ajuste estructural”. La economía gradua-
lista resultó una manta corta que se movía de acuerdo
a estas dos situaciones simultáneas.
Desde una posición progresista es fácil hoy criti-
car al gobierno. Porque supone reponer todos los es-
lóganes y rutinas de resistencia cíclica al ajuste cícli-
co que llega: en la Argentina, cada cierto tiempo, se
ajusta. Están todas las pelotas servidas para que la vo-
racidad de la crítica se los coma crudos. Frente a esta
realidad, ¿cómo reaccionó el gobierno? Intentando
mantenerse al margen de la crítica. El imaginario de
país de Cambiemos termina donde empieza el ima-
ginario de la izquierda social. Es inevitable advertir
en este tiempo la imagen de un poder que se presenta
“tercerizado”, diluido. “El mundo nos pide”, “los ar-
gentinos incumplimos la palabra”. El desafío oficial
no es sencillo: ¿cómo se comunica un ajuste?
Otro ejemplo de este poder invisible surge con la
votación del aborto: ¿qué quiere exactamente Macri?
Abre la discusión pero no garantiza los votos, se procla-
ma “imparcial”. El politólogo Luis Tonelli, cercano al
macrismo, publicó mientras el proyecto se debatía en
Diputados un artículo titulado “Liderazgo político se
busca” (1). Cito a Tonelli en su análisis decepcionante
sobre el sistema de decisiones presidencial: “El Poder
Ejecutivo cuenta con recursos de poder que no tiene
ningún diputado o senador. Que ni siquiera tienen las
autoridades de bloque. Cuenta con recursos para in-
fluir sobre la opinión pública como ningún publicista.
Y le fue conferido este poder no precisamente para ser
‘neutral’ sino para que gobierne (que como se sabe, eti-
mológicamente, significa “llevar el timón”). Si el Presi-
dente, ante esta situación de empate, hubiera interveni-
do, seguramente otra habría sido la situación”.
Los mitos del ajuste
El economista y empresario Gustavo Lazzari publicó
en mayo un texto acerca de la presión impositiva del
sector privado (2). Dijo: “Sobre el sector privado pesan
96 impuestos. Si les sumamos el nuevo invento del im-
puesto a la renta financiera ya son 97 y si agregamos la
nueva tasa por circular en el microcentro porteño, 98.
Así, el 43% de los alimentos son impuestos, junto al 58%
de los autos, el 50% de las viviendas, el 55% de las naftas,
etcétera. ¡Hasta los créditos subsidiados pagan impues-
tos! Esos impuestos contribuyen en parte a financiar a
20 millones de personas que viven de las espaldas de
sólo 8 millones de contribuyentes privados. No es mo-
mento ni oportunidad para analizar las 20 millones de
razones que explican ese gasto. Lo único que importa
es que 20 es mayor que 8. Y, por lo tanto, insostenible.”
El razonamiento es ilustrativo de una forma de ver
las cosas, pero falaz. ¿Un jubilado que aportó durante
años cuando compra sus alimentos no paga impues-
tos? ¿Una madre jefa de hogar cuando compra la leche
no paga IVA? Pero la fórmula –8 millones sostienen a
20 millones– es contundente. Y sin embargo, al revés
de lo que dice el autor, sí es momento de pasar en lim-
pio esa cifra, porque en ese razonamiento anida el in-
tento de hacer “popular” el ajuste. Este es el punto que
sostiene el andamiaje conceptual con el que se preten-
de sostenerlo, o al menos espesar su caldo de cultivo:
la identificación de privilegiados versus castigados,
víctimas fiscales que sostienen la vagancia. Todo ajus-
te explora su consenso. La famosa cuenta de cuántos
empleados tiene la biblioteca del Congreso se repite a
condición de convertir la cifra global (este paquete de
“20 millones”) en un colectivo gigante de ñoquis.
En abril del año pasado, Clarín publicó un infor-
me bajo el título “Más de 21 millones de personas co-
bran del Estado”. Escrito por Ismael Bermúdez, que
es más creíble que el diario, el artículo comenzaba
así: “En forma directa, el Gobierno nacional, las pro-
vincias y los municipios pagan sueldos a 3,6 millones
de empleados. Por su parte, la ANSeS abona jubila-
ciones, pensiones y prestaciones sociales a otros 15
millones de personas. Y entre jubilados provinciales
–de cajas no transferidas a la órbita nacional, como
provincia de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba–, re-
tirados y pensionados de las Fuerzas Armadas, poli-
cías y fuerzas de seguridad y planes sociales y planes
de empleo reciben pagos otros 1,5 millones de perso-

nas. En total, son poco más de 21 millones de perso-
nas, casi la mitad de la población argentina”.
Cada ajuste tiene sus mitos. Repasemos tres mitos
que buscan generar el consenso necesario para el ajus-
te actual, pero que se caen por sí mismos.
El primero, que ya anticipamos: “20 millones
cobran del Estado y sólo 8 millones de privados
pagan impuestos”.
Argentina cuenta con una población económica-
mente activa de 13 millones de personas. El ministro
de Modernización, Andrés Ibarra, dijo el año pasado
que hay 3 millones y medio de empleados públicos,
de los cuales la mayoría son provinciales. Sólo hay
siete provincias en donde hay más empleo público
que privado: Corrientes, Chaco, Santiago del Estero,
Jujuy, La Rioja, Catamarca y Formosa. Los distritos
donde se impone holgadamente el empleo privado
son CABA, Córdoba y Santa Fe (3). Y un informe del
Ministerio de Trabajo indica que en todo el país hay
65% de empleo privado y 35% de empleo público. Er-
go: en la cuenta difundida de esos “20 millones” se
coloca una población completa con diversas formas
de cobro: desde perceptores de la Asignación Uni-
versal por Hijo (AUH) hasta jubilados, desde pen-
sionados por discapacidad hasta ex veteranos de
guerra, desde empleados judiciales hasta policías o
bomberos, desde médicos hasta maestros.
Segundo mito: “Se perdió la cultura del trabajo”.
En el mundo se discute el “fin del trabajo”, la robo-
tización, la inteligencia artificial. Por supuesto que se
modificó la cultura del trabajo fordista, aunque Argen-
tina todavía no ha completado el salto tecnológico. Pe-
ro los estudios confirman que no existe evidencia em-
pírica de que la AUH (y “los planes” en general) desin-
centivan la búsqueda laboral (4). La AUH otorga 1.493
pesos mensuales por hijo, por lo que queda claro que
millones de padres y madres que perciben ese derecho
además lo complementan con otros ingresos, en gene-
ral en el mercado informal.
Tercer y último mito:“Tienen hijos para cobrar
planes”.
Promedio de hijos de beneficiarios de AUH: dos (5).
El largo rodeo lleva a una conclusión. Deliberada-
mente o no, conscientemente o no, el gobierno sabe que
para ajustar es necesario transferir la culpa a la víctima.
El tercio de los sueños
En el mayo negro del gobierno, Carlos Pagni entre-
vistó a Luis Betnaza (director corporativo de Te-
chint y vicepresidente de la UIA) sobre tarifas y
energía, pero la conversación viró hacia la cuestión
social, hacia “el 30% de pobres”.
—¿Qué significa para una empresa como ustedes,
para los empresarios en general y para una institu-
ción como la UIA, estar instalados en un país que tie-
ne 30% de pobreza?
— Te voy a decir una cosa porque a veces nos con-
fundimos un poquito los tantos. Nosotros estamos en
muchos países. En muchos países tenemos inserción
industrial y en muchos países nos va muy bien. En otros
no tanto, hemos tenido experiencias muy traumáticas
como es el caso de Venezuela. Pero en el rango de po-
breza de América Latina Argentina no es el peor alum-
no, eh. Tenemos países con rangos de pobreza mucho
más elevados, especialmente los más importantes.
La respuesta de Betnaza, tan sensata como indo-
lente, refleja la idea de que un treinta por ciento de
pobres no es tan grave. El triunfo de Cambiemos, co-
mo sostiene Pablo Touzon, es la consecuencia de la
democracia de la desigualdad, no su causa. El Club de
los Melancólicos de la Argentina Igualitaria podría ser
el nombre de un programa de música los sábados a la
noche en 26TV para repasar viejos “éxitos” de Víctor
Heredia. Pero hay algo más indomable: los pobres en
Argentina también se organizan. Alejandro Galliano
describió fríamente esta suerte de “pacto” de la post
crisis (6): “A la Argentina le sobra gente. Unos vein-
te millones, más o menos. […] A la Argentina le sobra
esa gente que creció a la sombra de nuestras dos últi-
mas décadas ganadas, y de las varias décadas perdi-
das, en donde el abandono les entumeció todas esas
capacidades y voluntades que hacen que el mercado
|9
se interese por un individuo. Millones de individuos
racionales que cada día miden la utilidad marginal de
las opciones que les da la escasez: ser repositores en el
supermercado chino, cortar el pasto para la municipa-
lidad, pedir un plan o delinquir. Personas que cuentan
cada hora del día en monedas y cada día de la sema-
na en billetes que serán gastados inmediatamente. Sin
ahorro no hay acumulación, sin acumulación no hay
tiempo, sin tiempo no hay progreso, sin progreso no
hay Historia, sin Historia no hay Nación. A la Argenti-
na le sobra gente sin Historia.”
La pregunta más dura podría reformularse así:
¿quiénes somos “necesarios” en Argentina? Lo dice
Galliano: “la pesadilla posindustrial de una sociedad
en donde casi nadie es necesario y donde casi toda ac-
tividad es inútil. Es la pesadilla que sueña el país sojero,
competitivo y pujante cada vez que paga impuestos”.
Ese es el abismo conceptual en el que se elabora y
reelabora, con capas y capas de sentido, el ajuste: se-
pararnos entre útiles e inútiles. 20 millones de zom-
bies rodeando a 8 millones de argentinos brillantes.
Y sin embargo, a veces ese discurso, constante como
una gota de agua, deja paso a destellos de conciencia.
Como cuando, frente al paro nacional del 25 de junio,
Nicolás Dujovne difundió la insólita cifra de cuánto
le cuesta al país esa huelga (¿cómo lo calculan? ¿di-
vidiendo el PIB por 365?). Digamos que lo bueno de
saber “cuánto cuesta un paro” es que por fin acepta
el gobierno lo que nunca dice: que los trabajadores
también producen riqueza. g
1. http://7miradas.com/liderazgo-politico-se-busca/
2. http://www.eleconomista.com.ar/2018-05-
las-espaldas-del-sector-privado/
3. La Nación, Buenos Aires, 17-4-17.
4. Según un informe elaborado por la ANSES
y Unicef (La Nación, 11-7-17) .
5. Clarín, Buenos Aires, 25-7-17.
6. www.panamarevista.com
*Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
10 |
Mientras que las elites políticas peruanas se ven cada vez más
golpeadas por los casos de corrupción –que acabaron con el gobierno
de Pedro Kuczynski–, las comunidades amerindias defienden su
autonomía mediante la propuesta de un Estado plurinacional.
Luchas por la autonomía indígena en Perú
Los wampis decididos
a proteger su territorio
por Paul Codjia y Raphaël Colliaux*, enviados especiales
A
penas son las ocho de la ma-
ñana cuando nuestra chalupa
deja el puerto de Santa María
de Nieva, capital del departa-
mento de Condorcanqui, en
Perú. Se necesitan cinco horas para alcan-
zar La Poza, pequeña aldea mestiza en el
corazón de las tierras wampis (1), donde
viven unas diez mil personas –cazadores,
pescadores, horticultores, pero ahora tam-
bién docentes, enfermeros, etc.– agrupa-
dos en pequeños pueblos, o “comunida-
des”. Nos encontramos en el norte de la
Amazonia peruana, a caballo entre las re-
giones Amazonas al Oeste y Loreto al Este.
La embarcación remonta lentamen-
te el río Santiago, que corre al oeste de la
cadena verdeante de los Kampankis, úl-
timo relieve andino antes de la inmensa
llanura amazónica. En algunos lugares,
montículos de tierra desfiguran las pla-
yas. Un pasajero nos explica que son los
vestigios de la actividad ilegal de los bus-
cadores de oro. Cavan el lecho de los ríos
y “lavan” la tierra con mercurio para ex-
traer el metal precioso. El hombre, wam-
pis o awajún, no dirá nada más. El tema le
molesta. Más tarde nos enteramos de que
algunos habitantes de la zona son favo-
rables a la extracción contaminante del
oro, en contra de la opinión de la asam-
blea del Gobierno Territorial Autónomo
de la Nación Wampis (GTANW), cuya
creación reciente está motivada en el re-
chazo de las actividades extractivas. Una
posición que sorprende en un contexto
continental marcado por una competen-
cia por las materias primas, todas las ten-
dencias políticas confundidas.
Este gobierno autónomo es el fruto de
un largo proceso que debuta en los años
noventa, y en el que participaron nume-
rosos antropólogos, juristas y geógrafos
cercanos a los amerindios. Después de
haber cartografiado el territorio y sus
recursos, y probado una ocupación anti-
gua y continua de ese espacio, los wam-
pis se dotaron de órganos de gobierno y
Roberto Matta, Art en ciel, 1996
de un marco legal propios. Fortalecidos
con esas herramientas, varios centenares
de líderes anunciaron a fines de 2015 la
creación de la nación wampis, reivindi-
cando en particular una gestión autóno-
ma de los recursos naturales, particular-
mente codiciados por el sector privado.
Al día de hoy, su reclamo carece de res-
puesta, en la medida en que la legislación
peruana no reconoce entidades tales co-
mo “naciones” o “gobiernos” indígenas.
Para las administraciones no existen más
que “comunidades” amerindias, pero que
no involucran más que subconjuntos te-
rritoriales y demográficos restringidos.
Pueden medirse los problemas legales y
administrativos que implica para el Esta-
do la aparición de una nación de diez mil
personas que reivindican una autonomía
sobre cerca de 1.300.000 hectáreas de
bosque tropical (o sea, el 1% de la superfi-
cie del territorio peruano).
En el horizonte, un enorme hotel de
hormigón indica que llegamos a La Poza.
Edición 229 | julio 2018
Nativos en su mayoría de los Andes y de
la costa del Pacífico, sus habitantes vinie-
ron a buscar fortuna vendiendo todo tipo
de productos manufacturados. Para ellos,
la actividad ligada a la extracción de los re-
cursos naturales, auríferos o no, es un re-
galo del cielo. Las recientes tensiones con
los vecinos wampis, sin embargo, infunden
prudencia. Diplomático, el portavoz de los
habitantes, Fernando Ramírez, se empe-
ña en aclararnos: “Aquí, en La Poza, todo
el mundo está contra la búsqueda de oro
ilegal, porque eso contamina los ríos”. Sin
embargo, algunos carteles exhiben todavía
“Compra y venta de oro”, dejando pocas
dudas sobre la naturaleza de las activida-
des económicas que aquí se practican.
Territorio integral
Un mototaxi nos conduce a la comunidad
wampis de Puerto Galilea. Una simple ca-
lle, bautizada Calle de la Amistad, separa
las dos aldeas. Nombre al que le resulta di-
fícil ocultar las tensiones que existen entre
los wampis y aquellos a quienes llaman en
ocasiones, con un tono displicente, los “co-
lonos”. Gerónimo Petsain, uno de los ar-
quitectos del gobierno autónomo, nos reci-
be en su casa. De unos cuarenta años, Pet-
sain exhibe una determinación tranquila,
resultado de años de militancia en el seno
de la federación política wampis. Nos invi-
ta a la reunión del día siguiente, cuyo tema
nos sume inmediatamente en la actualidad
del momento: ¿qué van a hacer con los “co-
lonos” acusados de estar implicados en la
actividad minera ilegal?
El gobierno autónomo wampis emer-
gió a medida que las presiones ambienta-
les se hacían más fuertes, y el Estado más
pasivo. Durante el verano de 2015, una de-
legación de jefes wampis recorría sin des-
canso las comunidades que bordean los
ríos Santiago y Morona. Intentaba con-
vencer a sus miembros de que adhieran al
proyecto de gobierno territorial autónomo
y se incorporen al territorio integral de la
nación wampis. El concepto de “territo-
rio integral” nace de una reflexión llevada
a cabo a mediados de los años noventa por
organizaciones indígenas del noroeste de
la Amazonia peruana, apoyadas por abo-
gados y antropólogos como Pedro García
Hierro y Alexandre Surrallés. La cuestión
era pensar las herramientas que permiti-
rían superar el modelo comunal, fuente de
divisiones, con el objeto de lograr una uni-
dad territorial más amplia (2).
El principal argumento de los wampis
es de orden ecológico. Los metales pesa-
dos arrojados en los suelos y los ríos por
los buscadores de oro o durante las ruptu-
ras del oleoducto del norte peruano ame-
nazan la fauna, la flora y la salud del con-
junto de la población. En 2016 ocurrieron
once rupturas del oleoducto, que oca-
sionaron una contaminación alarmante
en esa región del bosque amazónico. Del
mismo modo, el comercio a gran escala de
la madera o la sobrepesca son denuncia-
dos como un peligro para la biodiversidad
y el bienestar de la población.
La integración de los espacios comuna-
les en el seno de una jurisdicción común
es entonces presentada como la única so-
lución para preservar el territorio ances-
tral frente a la industria extractiva y a la
contaminación que puede provocar. Co-
mo lo explica Andrés Noningo, dirigen-
te wampis de Puerto Galilea, la creación
del gobierno autónomo es “una estrategia
de defensa territorial, una respuesta a los
esfuerzos que apuntan a dividirnos en co-
munidades” (3). Porque el hecho de que
cada comunidad se vea llevada a negociar
en cada caso particular y en su solo nom-
bre con las empresas constituye una for-
midable herramienta de división contra la
cual los wampis pretenden luchar.

Por otra parte, se trata de recuperar
cierta fluidez territorial que rompa con la
rigidez de los catastros comunales y que
tenga más afinidad con el hábitat, tradicio-
nalmente móvil y disperso, en otros tiem-
pos privilegiado en esta parte de la Ama-
zonia. Una relación con el territorio que el
mismo Juan Nuningo, atuuke (equivalente
de ministro) encargado del desarrollo po-
lítico y administrativo interior, califica de
“integral”: “Queremos recuperar la gestión
del conjunto de nuestro territorio, es decir,
del bosque, de los ríos, del aire, del subsue-
lo. El territorio es un todo y nuestra cultu-
ra abreva en todos esos elementos”. Mien-
tras habla, nos ofrece una calabaza de ma-
sato, bebida de mandioca fermentada. En
el espesor de la noche que nos rodea, unos
vecinos curiosos escuchan la discusión.
Algunos entran, saludan al anfitrión y se
sientan. La entrevista al ministro wampis
se transforma en una conversación de una
gran intensidad. Lejos estamos de la visión
romántica y almibaradamente colonial del
indio “naturalmente” ecologista, que igno-
ra los instrumentos y los desafíos políticos
nacionales e internacionales (4).
Lejos de Washington y de Ginebra, los
dirigentes wampis que conocemos men-
cionan cada vez, como un mantra, las mis-
mas referencias: Convención 169 de la
Organización Internacional del Trabajo
relativa a los pueblos indígenas y tribales
(1989), Declaración de las Naciones Uni-
das sobre los derechos de los pueblos au-
tóctonos (2007). Esos tratados contribu-
yeron a legitimar en la escena internacio-
nal un derecho a la autodeterminación, a
la autonomía territorial, política y admi-
nistrativa en el seno de los Estados-nación
contemporáneos. Los wampis encuen-
tran aquí un poderoso sostén a su proce-
der, no sólo cuando se trata de elaborar un
modelo de gobierno propio, sino también
por la manera en que esos tratados con-
ceptualizan el sujeto de derecho. Los Es-
tados se ven llevados a tomar debida nota
de la preexistencia de las “naciones” o de
los “pueblos” autóctonos, y no a recono-
cerlos como subconjuntos sociales; razón
por la cual los wampis constantemente
hacen referencia a eso. Una manera de
recordarle sus obligaciones al Estado pe-
ruano, signatario de dichos tratados.
La autonomía a la que aspira el pueblo
wampis no está fundada en ambiciones
independentistas. Muy por el contrario,
nos explica Julio Hinojosa, secretario ge-
neral de la Gran Asamblea: “Nosotros so-
mos peruanos, tenemos documentos de
identidad peruanos. No queremos rom-
per nuestras relaciones con el Estado,
pero queremos administrar nuestro te-
rritorio nosotros mismos, según nuestra
visión y nuestra cultura, para preservar
nuestro medioambiente”. Y como para
disipar toda sospecha, agrega: “Quere-
mos contribuir al desarrollo de nuestro
país, pero a través de un uso razonado y
sustentable de los recursos”. El gobierno
autónomo, como lo hace notar el pamuk
(presidente) Wraiz Pérez, es un instru-
mento que permite recordar al Estado
que la nación wampis preexistía a la Re-
pública del Perú, y para obligarlo a apli-
car los textos que él mismo ratificó.
En Lima no lo entienden de ese mo-
do. Algunos altos funcionarios y dipu-
tados acusan al gobierno autónomo de
amenazar la soberanía del Estado, sobre
todo a causa de la estrecha relación que
los wampis mantienen con los shuar de
Ecuador –una relación de parentesco, a
la que se añaden intercambios comercia-
les–, sin hablar de diversas asociaciones
políticas y logísticas entre federaciones
indígenas. En este contexto, la autono-
mía wampis debilitaría su soberanía en
la región, ya marcada por una larga his-
toria de conflictos fronterizos –Perú y
Ecuador se disputaron la frontera du-
rante más de un siglo, hasta 1993–, y no
sería más que una primera etapa hacia la
reivindicación de independencia.
Para la diputada María Elena Foronda
Farro, del Frente Amplio, una coalición de
movimientos de izquierda que tuvo cier-
to éxito en el último escrutinio presiden-
cial, llegando en tercera posición con cerca
del 19% de los votos (5), esa acusación de
separatismo, sin fundamento, no apunta
más que a desacreditar la iniciativa. Como
El proceder
autonomista
de los wampis
¿representa otro
camino político?
presidenta de la comisión ordinaria “Pue-
blos andinos, amazónicos y afroperuanos,
medioambiente y ecología”, distinguió al
gobierno wampis otorgándole el título de
“defensor del medioambiente”.
¿Modelos antagónicos?
Es día de reunión en Puerto Galilea. Bajo el
calor del techo de calamina, los debates se
encadenan durante cerca de ocho horas. Se
discute largamente acerca de la naturaleza
de las sanciones a los buscadores de oro. La
sala está repleta, la atmósfera es eléctrica.
Encontramos aquí las diversas instancias
de gobierno descritas en los estatutos cons-
titutivos del gobierno autónomo. En el cen-
tro del pequeño estrado ocupan sus lugares
los representantes de la “Gran Asamblea”
(Un Iruntramu). Algunos electos llevan or-
gullosamente la corona de plumas de tu-
cán, que lucían los grandes guerreros de
antaño, símbolo de una voluntad sin fisu-
ras de asumir su mandato representativo.
Uno se siente impactado por el ape-
go creciente de los wampis a una orga-
nización de tipo estatal –un gobierno
y una asamblea–, organización que les
era ajena hasta la segunda mitad del si-
glo XX. Esa elección se explica por razo-
nes estratégicas. La primera: inscribirse
en la continuidad del modelo de la co-
munidad. En efecto, ésta sigue siendo la
estructura política de base a partir de la
cual se levanta este nuevo gobierno. Las
asambleas comunales eligen luego a los
miembros de la Gran Asamblea. La idea
no es tanto deshacer las herramientas le-
gales actuales como integrarlas en una
nueva dinámica política y territorial.
Luego, se trata de emplear las mismas
herramientas que el Estado peruano, asu-
miendo algunas de sus prerrogativas, de
manera de dialogar con él y de imponer-
se como una fuerza democrática. La Gran
Asamblea elige así al Pamuk, presidente
del gobierno autónomo, quien nombra a
los miembros de su “consejo de directo-
res”. Cada uno de estos últimos adminis-
tra un campo particular, de la educación
a la salud, pasando por el presupuesto, el
medioambiente, los transportes o el co-
mercio. En suma, una manera de inventar
una interfaz con el Estado central.
El proceder autonomista de los wam-
pis ¿representa otro camino político?
Algunos dirán que no es en absoluto in-
compatible con el neoliberalismo actual.
Después de todo, la Constitución de 1993
ponía a Perú en la senda de una economía
desregulada, al tiempo que reconocía por
primera vez la pluralidad étnica del país
y la obligación del Estado de protegerla
(art. 2.19). Aquí como en los otros países
latinoamericanos, el “multiculturalismo
neoliberal” procura valorizar las especi-
ficidades socioculturales de las minorías
indias para integrarlas mejor a la econo-
mía de mercado (6). Una lógica que tuvo
gran éxito en Perú.
Intendente del distrito Río Santiago
(que cubre la mitad occidental del terri-
torio integral), Mateo Impi lo ilustra a la
perfección. En el local donde se desarro-
lla la reunión, la intensidad de las discu-
siones no impide que los participantes
reclamen una pausa para el almuerzo. La
aprovechamos para interrogarlo sobre los
ejes de su política y sobre su visión del de-
sarrollo. En funciones desde 2014, Impi es
awajún, la otra gran etnia de la región. Du-
rante la primera sesión matinal fue acu-
sado de no adoptar una posición clara y
medidas concretas para impedir la mine-
ría artesanal del oro. En la oficina donde
nos recibe dice ser favorable a la iniciativa
del “pueblo wampis” y reconoce “simili-
tudes” con su política municipal. Pero un
punto de desacuerdo fundamental lo opo-
ne al gobierno autónomo, que atañe a su
gestión económica del territorio y a su co-
rolario: el régimen de propiedad privada.
En efecto, si los estatutos constitutivos
de la nación wampis intentan reafirmar el
carácter colectivo e inalienable de la pro-
piedad territorial (7), Impi defiende una
visión opuesta: “Si yo logro adquirir un te-
rreno en la comunidad, ¿quién me va a ga-
rantizar mi derecho de propiedad? Me lo
pueden quitar en cualquier momento. Sin
embargo, ¿quién se va a arriesgar a invertir
si no le garantizan que su terreno le perte-
nece realmente? En mi opinión, no porque
uno sea amerindio tiene que seguir vivien-
do en la pobreza”. Él deplora la perspecti-
va “muy cerrada” del GTANW, que recha-
za toda liberalización de la propiedad de la
tierra y anhela llevar a escala del territorio
wampis el mismo tipo de gestión colectiva
que la que se aplica en los territorios comu-
nales. En las comunidades, cada decisión
atinente a la llegada de un nuevo habitan-
te, la concesión de una parcela para la cons-
trucción de una casa o incluso la implanta-
ción de una empresa debe ser objeto de un
acuerdo colectivo por voto. El último caso,
por lo tanto, en adelante dependerá de la
decisión del GTANW y de su asamblea.
Impi transmite aquí una vulgata co-
rriente según la cual la propiedad colecti-
va, legal pero informal, frenaría el desarro-
llo económico, ya que los potenciales in-
versores tendrían miedo de que sus bienes
fueran confiscados arbitrariamente. Él tra-
baja en estrecha colaboración con una ins-
titución encargada de la “formalización de
la propiedad informal”, la Cofopri. Muy ac-
tiva en las comunidades de Amazonia, ésta
incita a los habitantes de las comunidades
a comprar la porción de tierra sobre la cual
está construida su casa. A despecho de las
buenas intenciones manifestadas, esta es-
trategia deja pocas dudas sobre el objetivo
de los poderes públicos: desmantelar poco
a poco el régimen de las comunidades fa-
voreciendo la parcelización progresiva de
sus territorios.
Fuera de que se opone a toda explota-
ción petrolífera, la manera en que el go-
bierno wampis prevé administrar colec-
tivamente el acceso a la propiedad choca
con la orientación neoliberal del gobierno
peruano. Precisamente, la política eco-
nómica estuvo en el corazón de las discu-
siones de la quinta cumbre de la nación
wampis, que se desarrolló en agosto de
2017 en la comunidad de San Juan de Mo-
rona, a dos horas en barco de la frontera
ecuatoriana. Los representantes electos
de la Gran Asamblea expusieron allí acti-
vidades alternativas y no contaminantes,
como el turismo ecológico, la piscicultura,
la avicultura o el cultivo del cacao.
| 11
Esta perspectiva se inscribe en un mo-
delo de desarrollo que está de acuerdo con
los valores del “vivir bien” (tarimat pujut,
en wampis). Esta noción, que los dirigen-
tes wampis y las organizaciones no guber-
namentales locales se apropiaron, se con-
virtió en el leitmotiv de numerosas luchas
indígenas en América Latina, sobre todo
desde su inscripción en las constituciones
de Ecuador (2008) y de Bolivia (2009).
Más allá de las orientaciones económi-
cas y políticas, los valores del “vivir bien”
integran también una exigencia demo-
crática. Según los estatutos del gobierno
autónomo, la autoridad suprema no es el
pamuk sino la Gran Asamblea, un colegio
de dirigentes. Durante las reuniones, los
responsables evitan cuidadosamente mo-
nopolizar la palabra, más utilizada por los
representantes comunales. Diseminados
en el público, estos son de lejos los más
vindicativos. Se dedican a hacer oír la voz
de su comunidad con toda la vehemencia
que corresponde a los discursos políticos
wampis. Cada uno a su vez, expone su opi-
nión e intenta convencer a la asistencia.
Algunos, con la cara pintada y armados
con una lanza, inician su alocución bos-
quejando los movimientos que precedían
antaño todo encuentro entre jefes tradi-
cionales. Una manera de recordar a aque-
llos que reinan en el estrado que su legiti-
midad emana de una base local, aquella de
las comunidades.
Afirmación de la anterioridad de la
nación wampis respecto de la llegada de
los colonos españoles, reivindicación de
un diálogo de igual a igual con el Estado
central y promoción de una política de
desarrollo según los valores del “vivir
bien”: el gobierno autónomo reúne todos
los elementos que llevaron a Bolivia y a
Ecuador a definirse constitucionalmen-
te como Estados “plurinacionales”. A
diferencia del multiculturalismo, el plu-
rinacionalismo procura superar la asig-
nación de los autóctonos a un estatuto
de minoría que conviene integrar en una
sociedad mayoritaria. Sin renunciar a
un principio de unidad nacional, se trata
de establecer una relación más horizon-
tal entre el Estado y las entidades que lo
componen, en la que cada una puede pre-
tender una gestión autónoma de su terri-
torio y de sus recursos. Lo cual implica
una reforma profunda del aparato legis-
lativo. ¿Lo consentirá Lima? g
1. Los wampis, o huambisa en español, pertenecen
al grupo lingüístico jíbaro que agrupa a los
achuar, los shuar, los shiwiar y los awajún.
2. El concepto de territorio integral apunta especialmente
a llamar la atención sobre la ecología de las relaciones
entre los seres humanos y no humanos que pueblan
el medioambiente. Véase Alexandre Surrallés y Pedro
García Hierro, Antropología de un derecho. Libre
determinación territorial de los pueblos indígenas
como derecho humano, IWGIA, Copenhague, 2009,
o Simone Garra y Raúl Riol Gala, “Por el curso de
las quebradas hacia el ‘territorio integral indígena’:
autonomía, frontera y alianza entre los awajún y
wampis”, Anthropologica, N° 32, Lima, 2014.
3. “Pueblo Wampis conforma primer gobierno autónomo
indígena del Perú”, Servindi, 30-11-15, www.servindi.org
4. Véase Maëlle Mariette, “En busca de la
Pachamama”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2018.
5. Véase Amanda Chaparro, “Entre la derecha
y la derecha”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, junio de 2016.
6. Véase Guillaume Boccara, “Le gouvernement
des ‘Autres’. Sur le multiculturalisme néolibéral en
Amérique latine”, Actuel Marx, Vol. 2, N° 50, París, 2011.
7. El artículo 41 menciona lo siguiente: “El
territorio de la nación Wampis es de propiedad
colectiva y nadie podrá vender[lo] a extranjeros
o a instituciones estatales o privadas”.
*Doctorandos en Antropología y Sociología en la Escuela
de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París.
Traducción: Víctor Goldstein
12 |
La izquierda estadounidense ha encontrado aliados inesperados en
su lucha contra Donald Trump: los servicios de inteligencia. En guerra
abierta contra el actual presidente, a quien acusan de colusión con
Rusia, no dudan en presentarse como los últimos baluartes de la
democracia. Un ejercicio que requiere olvidar su pasado...
Agencias de inteligencia
La nueva excepción
estadounidense
por Michael J. Glennon*
C
on la elección de Donald
Trump a la Casa Blanca, los
estadounidenses habrían po-
dido mostrarse menos dis-
puestos a alabar su sistema
político. Pero no fue así. El discurso so-
bre la excepcionalidad de Estados Uni-
dos simplemente cambió de forma: de
ahí en más algunos se complacen repi-
tiendo que los mecanismos de control
de poderes previstos por la Constitu-
ción (el sistema de “pesos y contrape-
sos” o “checks and balances”), redobla-
dos por la fuerza burocrática de la segu-
ridad nacional, ofrecen una capacidad
de resistencia única ante la amenaza del
autoritarismo. Para ellos, la Central In-
telligence Agency (CIA), el Federal Bu-
reau of Investigation (FBI) e incluso la
National Security Agency (NSA) consti-
tuyen barreras de contención contra las
pulsiones agresivas de Trump.
La burocracia no estaba inscrita en
el proyecto de los Padres Fundadores.
Cuando Thomas Jefferson fue elegido
presidente en 1801, el Poder Ejecutivo se
limitaba a 132 funcionarios y el gabinete
del Presidente no contaba más que con un
solo miembro –su secretario personal–.
Del mismo modo, antes que él, George
Washington y sus colegas no previeron el
surgimiento de formaciones políticas, el
partido republicano-demócrata no surgió
sino en 1791, es decir cuatro años después
de la redacción de la Constitución. En el
orden político que se fue imponiendo po-
co a poco, a los miembros del Congreso les
convenía el éxito de un candidato de su
propio bando. Por lo tanto, el único reme-
dio constitucional a las eventuales malas
acciones del Poder Ejecutivo –el proce-
dimiento de “inculpación”, o “impeach-
ment”, que le permite al Poder Legislativo
destituir a un miembro del gobierno– se
revela poco adaptado para castigar los crí-
menes y delitos menores cometidos por
los amigos y aliados del Presidente.
Para compensar esta carencia, a fines
del siglo XIX se encontró una solución:
los “procuradores especiales” o “inde-
pendientes”, que reemplazan al Departa-
mento de Justicia cuando las sospechas
de conflictos de interés enturbian una in-
vestigación sobre una de las ramas del po-
der. El primero de ellos, John B. Hender-
son, fue nombrado en 1875 para dirigir in-
vestigaciones sobre el escándalo “Whis-
key Ring”, un caso de desvío de fondos
públicos que implicaban a productores
de whisky, funcionarios del Tesoro y res-
ponsables políticos. El más reciente se
llama Robert Mueller y, desde mayo de
2017, investiga una hipotética colusión
entre el equipo de campaña de Trump y
Washington, 27-10-15 (Yuri Gripas/Reuters)
el gobierno ruso. También se podría men-
cionar a William Cook, a quien se le en-
cargó, en 1881, un caso de corrupción en
el servicio postal; a Francis Heney, quien,
en 1905, intentó esclarecer un escándalo
de sobornos en la atribución de concesio-
nes petroleras, e incluso a Archibald Cox.
Este último, nombrado en mayo de 1973
en el marco del “Watergate”, un caso de
espionaje político que implicaba a la Casa
Blanca, fue despedido en el mes de octu-
bre por el presidente Richard Nixon. En
efecto, los procuradores “independien-
tes” siguen siendo una solución poco sa-
tisfactoria: su designación depende de la
voluntad del Departamento de Justicia
y ninguna protección constitucional los
resguarda de su despido.
Un arma de doble filo
A fin de cuentas, la independencia admi-
nistrativa es un arma de doble filo. Nece-
saria en el caso de los procuradores espe-
ciales, también es muy apreciada por los
burócratas de la seguridad nacional, quie-
nes, desde hace algunos años, no dejan de
reclamar más autonomía. Anteriormen-
te, cuando una decisión presidencial no
les gustaba, expresaban su oposición de
manera pasiva, aumentando su lentitud
administrativa, por ejemplo. Actualmen-
te, manifiestan abiertamente su oposi-
Edición 229 | julio 2018
ción, multiplicando las reprimendas pú-
blicas y las filtraciones a la prensa.
Cuando James Comey dirigía el FBI
no dudó en revelar una conversación en
la que, según él, el presidente Trump le
habría pedido que abandonara las inves-
tigaciones que apuntaban a su asesor Mi-
chael Flynn, acusado de haber mentido
acerca de sus vínculos con Rusia. Philip
Mudd, que pasó por el FBI y la CIA, jus-
tificó el accionar de su ex jefe. El 3 de fe-
brero de 2018, en la cadena Cable News
Network (CNN), advertía: “La gente del
FBI está fortalecida y esto es lo que van
a decirle, señor Presidente: ‘Si cree que
puede hacernos abandonar el caso in-
tentando intimidar al director, debería
pensarlo dos veces. Usted está en su car-
go desde hace trece meses, nosotros en
el nuestro desde 1908 [año de la creación
del FBI]. Si quiere jugar ese jueguito, los
que vamos a ganar vamos a ser nosotros”.
Samantha Power, embajadora estadouni-
dense en las Naciones Unidas durante la
presidencia de Obama, estimó en Twit-
ter (el 17 de marzo de 2018) que no era
“una buena idea contrariar a John Bren-
nan”, justificando así las declaraciones
hostiles a Trump de este ex director de
la CIA, entre 2013 y 2017. En efecto, como
lo aclara Chuck Schumer, jefe de la mino-
ría demócrata en el Senado, “la gente que
trabaja en los servicios de inteligencia
tiene mil y una formas de vengarse” (1).
Tales declaraciones causan escozor.
Ciertamente, la Constitución prevé me-
canismos de contrapoder para impedir
que los representantes electos derrapen,
pero los funcionarios de la seguridad na-
cional no forman parte de ese sistema. Al
contrario: si los ciudadanos confían en las
agencias de inteligencia, es porque se su-
pone que éstas deben rendir cuentas a los
representantes políticos electos. Desde el
momento en que ese vínculo con el sufra-
gio popular se rompe, la legitimidad cons-
titucional de las agencias desaparece.
Numerosos estadounidenses detestan
a Trump. Pero, en política, contrariamen-
te al adagio popular, el enemigo de mi
enemigo no siempre es mi amigo. Hace
falta ignorar toda la historia reciente de
Estados Unidos para considerar a los ser-
vicios de inteligencia como protección
para las libertades civiles y políticas. Re-
cordar el informe de la Comisión Church
(por el nombre de un senador demócrata
del Estado de Idaho) permite refrescar la
memoria.
Ese informe, publicado en 1976 (2),
detalla una serie de conspiraciones disi-
muladas bajo nombres con resonancias
hollywoodenses. No se trata de fechorías
ocasionales, cometidas por cow-boys soli-
tarios, sino operaciones minuciosamente
reflexionadas, elaboradas por esos res-
ponsables de los servicios de inteligencia
que en la actualidad inspiran tanta con-
fianza a algunos. Según las palabras del
politólogo Loch Johnson, durante déca-
das esos servicios “desplegaron sus arti-
mañas contra las personas a las que de-
bían proteger” (3), mostrando cómo efica-
ces agentes que actúan en secreto pueden
ir inclinando progresivamente el equili-
brio entre libertad y seguridad.
Instaurado por el FBI en las décadas de
1960 y 1970, el programa COINTELPRO
apuntaba a detectar a los grupos e indivi-
duos “subversivos” –es decir, que se opo-
nían a la guerra de Vietnam, militantes
por los derechos civiles, etc.– para termi-
nar con sus actividades. Para esto, el FBI
solicitó y obtuvo la colaboración del servi-
cio de recaudación de impuestos. Infiltró
organizaciones religiosas y universidades
así como numerosos medios de comuni-
cación. Se dedicó a atizar la violencia en el
seno de grupos afroamericanos e incluso

a desacreditar a sus dirigentes, en particu-
lar enviando cientos de cartas anónimas,
una de ellas a Martin Luther King con la
intención de empujarlo al suicidio. Todas
esas iniciativas infringían la ley. Nada in-
dica que el programa haya sido aprobado
fuera del FBI y hasta el director adjunto
de la agencia ignoraba su existencia.
Con la operación CHAOS, un vasto
plan de espionaje llevado a cabo entre
1967 y 1973, la CIA también apuntó al
movimiento pacifista. Elaboró una lista
de cien organizaciones y 7.200 personas
que pretendía vigilar, aun cuando las
actividades que desarrollaban en Esta-
dos Unidos eran perfectamente legales.
Además, gracias a la operación HTLIN-
GUAL, abrió y leyó decenas de miles de
correos internacionales que tenían co-
mo destinatarios o remitentes a ciuda-
danos estadounidenses. Ese programa,
puesto en marcha en 1952, duró más de
veinte años. Ninguno de los subcomités
de control creados por el Congreso ha-
bía oído hablar al respecto. A comienzos
de la década de 1970, los directores de la
CIA y el FBI le mintieron al presidente
Nixon al afirmarle que ese programa ha-
bía sido interrumpido.
En el marco del proyecto SHA-
MROCK, lanzado tras el fin de la Segunda
Guerra Mundial, la NSA recolectó ilegal-
mente millones de telegramas interna-
cionales, recibidos o enviados por ciuda-
danos estadounidenses. En ese entonces,
según la Comisión Church, se trataba “del
mayor programa de interceptaciones de
comunicaciones”. Estas últimas no fue-
ron autorizadas por ninguna instancia
judicial y no hay certezas de que haya
contado con el aval de algún Presidente
ni que ninguno haya estado al tanto. De
hecho, Nixon no parecía tener sino un va-
go conocimiento de la propia NSA. El 16
de mayo de 1973, en una conversación en
el Salón Oval, su abogado, preocupado, le
hizo notar que al autorizar el plan HUS-
TON (llevado a cabo conjuntamente por
“La gente que
trabaja en los
servicios de
inteligencia tiene
mil y una formas
de vengarse.”
la CIA, el FBI y la NSA contra los militan-
tes de la izquierda radical), de forma ile-
gal había empujado a la NSA a poner en la
mira a ciudadanos estadounidenses. Y Ni-
xon le respondió: “¿Qué es la NSA? ¿Qué
clase de acción lleva a cabo?”.
Socavar la democracia
Ciertamente, abusos como estos se re-
montan a varias décadas. De ahí la idea
de que ya no podrían reproducirse, da-
do que el control judicial y la vigilancia
ejercidos por el Congreso se habrían
vuelto más rigurosos. Semejante opti-
mismo no está justificado.
Aunque existen excepciones –en ma-
yo de 2015, por ejemplo, un tribunal de
apelación federal juzgó ilegal uno de los
programas de escuchas telefónicas de la
NSA revelados por Edward Snowden–,
los tribunales suelen rechazar las de-
nuncias presentadas contra los progra-
mas de seguridad nacional, por motivos
de incompetencia y sin abordar nunca la
cuestión de fondo. Khalid El Masri sir-
ve de prueba. Este ciudadano alemán
fue confundido con un presunto miem-
bro de Al Qaeda y detenido por la CIA
en Macedonia en 2004. Transferido ha-
cia Afganistán a través de los “vuelos se-
cretos” de la agencia, fue encarcelado y
torturado durante varios meses. Una vez
liberado, intentó entablar acciones ju-
diciales en Estados Unidos, pero el tri-
bunal rechazó su denuncia. ¿El motivo
invocado? Una investigación correría el
riesgo de revelar secretos de Estado.
La nueva dureza del Congreso, ¿real-
mente se manifestó durante la investi-
gación sobre el programa de detención y
de interrogatorio de la CIA, la más vasta
realizada alguna vez sobre este tema? El
informe, que consta de 6.000 páginas, pu-
blicado en 2014 por la Comisión de Inte-
ligencia de la Cámara de Representantes
estableció que la CIA les había mentido
sistemáticamente al Congreso y a la Casa
Blanca sobre la gravedad y la eficacia de
las “técnicas de interrogatorio reforza-
das” infligidas a los detenidos (4). Pero el
documento no discute la legalidad de esas
técnicas ni recomienda ninguna reforma
destinada a prevenir las reincidencias.
Además, una discreta nota a pie de página
aclara que a la Comisión se le negó el ac-
ceso a 900 documentos que estimaba per-
tinentes para sus investigaciones. Pese a
que solicitó la consulta en tres cartas su-
cesivas al presidente Barack Obama, este
nunca respondió. La Comisión reaccionó
| 13
abandonando su pedido. Y este es el perro
guardián más amenazante del Congreso…
Así son las agencias de seguridad hoy
celebradas como las protecciones de la de-
mocracia estadounidense. ¿Cómo estar se-
guros de que un día, alegando una situación
de “urgencia” para la seguridad del Estado,
no retomarán sus viejos hábitos? Los servi-
cios de inteligencia no tienen vocación de
controlar las decisiones de dirigentes elec-
tos. Es más bien a la inversa. Por eso, cuando
Trump le reprocha al FBI no haber impe-
dido la matanza de Parkland, que provocó
la muerte de 17 personas en un secunda-
rio de Florida en febrero pasado, es válido
preguntarse por qué el propio presidente
no hizo nada. Después de todos, el FBI de-
pende del Departamento de Justicia y, por
ende, trabaja para él. Como lo reconoció el
propio Comey, “como miembros del Poder
Ejecutivo, todos estamos bajo la autoridad
directa del Presidente”. Cuando la alta fun-
ción pública interviene para suplantar la
mediación del elector, socava la democra-
cia que supuestamente debe proteger. g
1. “The Rachel Maddow Show”, MSNBC, 4-1-17.
2. “Intelligence Activities and the Rights of
Americans”, Comisión del Senado encargada
de examinar las operaciones del gobierno,
Libro II, 1976. www.intelligence.senate.gov
3. Loch Johnson, Spy Watching: Intelligence
accountability in the United States,
Oxford University Press, 2018.
4. “Study on CIA Detention and Interrogation
Program” (2014), Comisión del Senado sobre
Inteligencia, www.feinstein.senate.gov
*Profesor en la Fletcher School of Law and Diplomacy,
Tufts University, Medford, Massachusetts. Autor de
National Security and double government, Oxford
University Press, 2014.
Traducción: Bárbara Poey Sowerby
14 |
Sean o no miembros de la Unión Europea, todos los países del
sudeste del continente son víctimas de una crisis demográfica sin
precedentes: a un balance natural negativo se suma una emigración
masiva. La salida de los más emprendedores compromete el futuro
económico y político de la región.
Una generación sin futuro
El éxodo que
vacía los Balcanes
por Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin*
O
lga, Petar, Marko, Goran,
Svetlana... En unas pocas
horas, un improvisado “mu-
ro de los lamentos”, erigido
el 17 de octubre de 2017 en
pleno centro de Banja Luka, la principal
ciudad de la República Srpska, la entidad
serbia de una Bosnia-Herzegovina aún di-
vidida, fue cubierto con cientos de nom-
bres, formando un efímero monumento a
una comunidad en vías de desaparición.
La organización ReStart Srpska había
llamado a los ciudadanos a inscribir los
nombres de sus familiares “que se fue-
ron al exterior con la esperanza de una vi-
da mejor”, según explicó su líder, Stefan
Blagić. Este joven de 27 años no para de
contar a sus amigos exiliados. “Incluso los
más instruidos están dispuestos a aceptar
cualquier empleo. Es mejor trabajar por
1.000 euros mensuales en un supermerca-
do de Occidente que por 400 euros aquí.”
Entre los destinos más populares: Alema-
nia, Austria, pero también Eslovenia.
Este éxodo está afectando a toda Bos-
nia-Herzegovina. Paša Baraković, de 25
años, vive en Tuzla, en la Federación de
Bosnia-Herzegovina (croata-bosníaca), la
otra “entidad” del país. Esta gran ciudad
obrera en decadencia sigue siendo el bas-
tión de la izquierda antinacionalista. Aquí
convivieron bosníacos (musulmanes),
croatas y serbios, incluso durante los años
más oscuros del conflicto (1992-1995).
Baraković, niño de la posguerra, creció
en un país asolado por una transición in-
terminable que dio lugar al saqueo siste-
mático de los recursos públicos a través
de las privatizaciones. Con la monopoli-
zación del poder, a modo de sucedáneo de
democracia, por parte de las formaciones
nacionalistas de cada comunidad: el Par-
tido de Acción Democrática (SDA, musul-
mán), el Partido de los Social-Demócratas
Independientes (SNSD, serbio) y la Co-
munidad Democrática Croata (HDZ).
Baraković ya ha visitado varias veces
Francia, Besançon más específicamente,
para trabajar en negro en la industria de la
construcción. En su país, solía emplearse
en estaciones de servicio por 300 euros al
mes. “Para llegar al trabajo hay que com-
prar combustible. Con el almuerzo y los
cigarrillos, se gasta más de lo que se ga-
na”. Finalmente decidió matricularse en
una escuela privada de medicina, clave
para conseguir un contrato de trabajo en
Alemania, cuyas residencias de ancianos
contratan masivamente en los Balcanes.
Fábrica abandonada en Tuzla, 6-2-15 (Dado Ruvic/Reuters)
“Pagué 2.600 marcos convertibles [alre- les llegue el momento de jubilarse, espera
dedor de 1.300 euros] por mi formación, poder acogerlos en Alemania.
y tomé cursos de alemán que me costaron En Tuzla se están multiplicando las es-
465 marcos, más 265 marcos de inscrip- cuelas privadas de idiomas. En un aula de
ción para el examen de nivel B2”. Ahora una de ellas, la Deutsch als Fremdsprache
está esperando su visado y el permiso de (Alemán como Lengua Extranjera), una
trabajo prometido por una clínica de Düs- veintena de estudiantes están atareados
seldorf. Se le garantizó un salario mensual con ejercicios de gramática. “Hace tres
de 1.900 euros durante los primeros seis años, la red Glossa de Banja Luka, que ya
meses, luego de 2.500 euros, lo que le per- cuenta con unas doce escuelas en toda
mitirá traer a su esposa y a su pequeña hi- Bosnia-Herzegovina, propuso abrir una
ja, de pocos meses de edad. ¿Bosnia-Her- en Tuzla, y me dije a mí misma que de-
zegovina? Baraković regresará mientras bía involucrarme. Cada día tenemos más
sus padres sigan trabajando –su madre es estudiantes”, se alegra Alisa Kadić, la di-
docente y su padre policía–, pero cuando rectora, que también enseña alemán en la
Edición 229 | julio 2018
escuela secundaria. Gracias a un acuer-
do celebrado entre la Agencia Alema-
na de Cooperación Internacional para el
Desarrollo (GIZ) y el gobierno de la Fe-
deración de Bosnia-Herzegovina, algu-
nos empleadores occidentales financian
cursos intensivos de cuatro meses y me-
dio para sus futuros empleados. “Todo el
mundo sale ganando, empezando por las
empresas alemanas, que gastarían mucho
más formando a sus empleados en su país
–dice Kadić–. Inspectores del Instituto
Goethe y del Instituto Österreich de Sara-
jevo vienen todos los meses para efectuar
las evaluaciones.” A veces los candidatos
tienen que aceptar bajar sus pretensiones
en función de las necesidades del merca-
do: “Algunos kinesioterapeutas han ido a
trabajar como auxiliares médicos, porque
Alemania no necesitaba su especialidad”.
Desesperanza y tradición
Nadie lleva estadísticas de cuántos par-
ten, ni las autoridades cantonales ni las
estatales. En todos los países de la región
es difícil cuantificarlos, dado que no se
cuenta con una declaración oficial. Ad-
mir Hrustanović, que dirige la oficina de
empleo del cantón de Tuzla y que asien-
te con la cabeza, desolado, lleva sus pro-
pias cuentas acerca del desempleo, cuen-
tas que revelan implícitamente el alcan-
ce del movimiento. En 2017, unas 98.600
personas estaban empleadas en el can-
tón, mientras que 84.500 no tenían tra-
bajo; aun así el número de desempleados
disminuye: eran 91.000 en 2016. “Nues-
tra oficina ofrece trabajo en Austria y Es-
lovenia porque tenemos acuerdos con
esos países. Pero el año pasado, sólo 1.500
personas fueron contratadas a través de
nuestros servicios. Las otras desaparecie-
ron de las estadísticas, lo que significa que
partieron al extranjero sin informarnos.
Así es como hacen creer a la gente que la
situación económica mejora”. Este éxodo
no parece incomodar a los dirigentes po-
líticos del país. Al contrario: reduce las ci-
fras de desempleo y sirve de válvula de es-
cape para las tensiones sociales. Los que
se van son otros tantos ciudadanos que
hubieran podido expresar su ira en oca-
sión de elecciones en las que, desde el ex-
terior, es muy probable que no participen.
Los candidatos a irse son principal-
mente jóvenes, graduados o con califica-
ciones técnicas que podrían haber sido
útiles a su país. “Hay tres grupos”, explica
el demógrafo Aleksandar Čavić, que tam-
bién es vicepresidente del Partido Pro-
gresista (conservador): “Los que no tie-
nen trabajo; los que lo tienen, pero están
muy mal pagos, y los que tienen un buen
trabajo, correctamente remunerado, pe-
ro temen la inseguridad política y pien-
san que es imposible criar bien a sus hijos
en un país como Bosnia-Herzegovina”.
La analista política de la Fundación Frie-
drich Ebert en Banja Luka, Tanja Topić,
pone el acento en el deterioro del siste-
ma educativo del país, la generalización
de las universidades privadas que venden
sus títulos, e incluso la urgente necesidad
del “contacto” y las recomendaciones po-
líticas para obtener cualquier empleo. Se
constata lo mismo en ambas entidades
del país. “En el pasado –rezonga Jasmin
Imamović, alcalde de Tuzla, figura emble-
mática de la izquierda bosnia–, teníamos
un sistema de partido único, pero para
asignar un empleo, buscábamos diplomas
y habilidades. Hoy en día, tenemos tres
partidos étnicos que tienden a actuar co-
mo partidos únicos dentro de sus respec-
tivas comunidades, y hay que pasar por
ellos para conseguir un trabajo.”
“La gente se va porque ha perdido toda
esperanza. Ya no creen en el más mínimo
cambio posible”, asegura Jasna Jašarević

de la Fundación Ciudadana de Tuzla. En
febrero de 2014, la ciudad fue el epicentro
del “Movimiento de los plenums” (1), una
poderosa revuelta social contra la corrup-
ción política y la mala gestión de las privati-
zaciones. La movilización comenzó en las
fábricas que habían sido subastadas, cuyos
trabajadores hacía meses que no recibían
ninguna remuneración, antes de abarcar a
la sociedad en su conjunto. Pero si bien el
movimiento obtuvo rápidamente la renun-
cia de las autoridades cantonales, no tardó
mucho en dividirse en disputas internas.
“El año 2014 fue de transición –analiza
Jašarević–. El fracaso de los plenums mar-
có el fin de nuestras esperanzas. Luego, en
mayo, la región fue devastada por inunda-
ciones mortíferas, sin que las autoridades
reaccionaran. La gente sabe que tales de-
sastres volverán a ocurrir y que nuestras
instituciones no serán más eficaces. ¿Có-
mo imaginar un futuro en semejante país?”
“¡Queremos quedarnos aquí, no quere-
mos emigrar!”, coreaban los participan-
tes de los plenums, así como los manifes-
tantes que salieron a las calles de Serbia
en abril de 2017 para protestar contra la
elección impugnada de Aleksandar Vučić
como Presidente de la República. La mo-
vilización, que duró varias semanas, se
extendió rápidamente al conjunto de de-
safíos de la transición liberal que enfren-
ta Serbia. Se escucharon reivindicaciones
similares en las “revoluciones de colores”
de 2016, en Macedonia. Tras el fracaso de
las movilizaciones, en todos los países, los
jóvenes líderes de esos movimientos fue-
ron a menudo los primeros en marcharse.
La emigración también contribuye a ma-
tar las esperanzas de cambio.
En los Balcanes, la emigración es una
tradición antigua. En la época de la Yu-
goslavia socialista, ya muchos hombres
trabajaban en Alemania o Austria como
Gastarbeiter, literalmente “trabajadores
invitados”. Convertido en gastarbajter en
serbocroata, este término ha tomado el sig-
nificado de “emigrante” en toda la ex Yu-
goslavia. Luego, las guerras de los años 90
provocaron grandes éxodos. Incluso hoy
en día, familias enteras abandonan Bosnia-
Herzegovina, e incluso la vecina Croacia,
que sin embargo es miembro de la Unión
Europea desde 2013. En este último país,
sólo la capital, Zagreb, las ciudades coste-
ras y las zonas más turísticas pueden más o
menos salir a flote. Basta con alejarse unos
kilómetros del litoral para entrar en regio-
nes en proceso de rápida desertificación,
como el centro y el este del país.
En la escuela secundaria de Nova
Gradiška, una pequeña ciudad de Eslavo-
nia al costado de la autopista hacia Serbia,
las cuentas son fáciles: al comienzo del año
escolar 2017-2018, la escuela contaba con
343 alumnos, en comparación con los 465
de 2012, o sea una disminución del 27%.
“En la comuna tenemos un cine, un tea-
tro, un hospital, dos guarderías, pero no
hay trabajo”, suspira Ljiljana Ptačnik, di-
rectora del establecimiento. Algunas em-
presas se han instalado en el nuevo parque
industrial de la ciudad, pero los salarios si-
guen siendo bajos. “Cuando ingresamos a
la Unión Europea, pensábamos que la si-
tuación mejoraría, pero los jóvenes ya no
tienen la paciencia suficiente para espe-
rar un hipotético futuro mejor”. La escue-
la secundaria ve incluso cómo se van sus
profesores: a principios del último año es-
colar, la profesora de Artes Plásticas siguió
a su pareja a Austria –“y tenemos enormes
dificultades para reemplazarla”– señala la
directora. El municipio de Nova Gradiška
tenía 17.071 habitantes en el censo de 1991,
14.229 en el censo de 2011, y la emigra-
ción parece haber sido más marcada aun
en los últimos cinco años, amputando ca-
da vez más las fuerzas vivas de la ciudad
y llevándose a las generaciones más jóve-
nes que hubieran podido asegurar la reno-
vación de la población. “Con la entrada en
la Unión, mucha gente temía que los occi-
dentales llegaran para comprar todas las
tierras. Pero son los croatas los que se van
en masa”, se lamenta Ptačnik.
Voz de alarma
Sin embargo, los inversores conocen per-
fectamente la tradición industrial de Esla-
vonia y su mano de obra capacitada. Peque-
ñas empresas austríacas, húngaras e italia-
La hemorragia
de trabajadores
calificados adquiere
tales proporciones
que está poniendo
en peligro a las
empresas locales.
nas se están instalando en la región, donde
también crece el trabajo a domicilio, parti-
cularmente para las redes internacionales
de centros de llamadas, ávidas de trabaja-
dores que dominen idiomas extranjeros.
Lo mismo ocurre del otro lado de la fron-
tera, en la Posavina bosnia. Así, en Derven-
ta, República Srpska, hace varios años que
se registra una tasa récord de creación de
empresas: se trata de pequeñas unidades
de mano de obra que deslocalizan empre-
sas austríacas, húngaras o italianas, princi-
palmente en el sector textil y de la subcon-
tratación automotriz. La región es de fácil
acceso a través de la autopista que lleva a
Zagreb; el Derecho Laboral, un concepto
puramente teórico. Los salarios luchan por
superar el equivalente a 200 euros y la fle-
xibilidad absoluta sigue siendo la norma.
Todos los gobiernos de la región están dis-
puestos a construir puentes de oro para los
inversores extranjeros, aunque esto signi-
fique un verdadero dumping fiscal y social.
Estas deslocalizaciones no van acompaña-
das de ninguna transferencia de tecnolo-
gía y a menudo son de corta duración. En
cuanto a los trabajadores que rechazan las
nuevas formas de empleo precario, no tie-
nen otra solución que el exilio.
A menudo, las agencias locales actúan
como intermediarios. Con sede en Rijeka,
Croacia, la compañía RIAdria Works bus-
ca albañiles para Dinamarca. En la misma
ciudad industrial –una ciudad desange-
lada y poco turística– al norte de la costa
adriática, otra agencia, Riječki Uslužni
Servis, contrata a mujeres de limpieza en
Serbia para hoteles de la región. La migra-
ción se está duplicando, en particular en
las profesiones médicas, la construcción,
la hotelería y los servicios: bosnios, mace-
donios o serbios van a trabajar a Croacia o
Eslovenia, mientras que croatas y eslove-
nos parten para Alemania, “A los alema-
nes sólo les queda ir a trabajar a Suiza”,
ironiza con humor Blagić, en Banja Luka.
La hemorragia de trabajadores cali-
ficados adquiere tales proporciones que
está poniendo en peligro a las empresas
locales. Recientemente, la Cámara de Co-
mercio de la Federación de Bosnia-Her-
zegovina hizo sonar la voz de alarma, ya
que el país carece de cuadros capacitados.
Su presidente, Mirsad Jašarspahić, señala
la responsabilidad del sistema educativo,
que no formaría profesionales adaptados
a las necesidades del mercado. Al pare-
cer, Alemania no comparte esta conclu-
sión. En marzo de 2018, estudiantes de
la Escuela Secundaria Técnica de Cons-
trucción Naval de Rijeka, que realizaban
prácticas en Frankfurt, recibieron ofertas
de trabajo como electricistas, caldereros o
carpinteros del sector marítimo. Es cierto
que los astilleros navales del 3-Mayo, que
una vez fueron la gloria de Rijeka, siguen
esperando un comprador, ya que la priva-
tización total de ese sector industrial se
ha establecido como una condición para
la integración europea de Croacia.
Ningún Estado de la región se salva. A
veces, se asemejan a movimientos de pá-
nico. Durante el invierno de 2014-2015,
más de 100.000 personas, o sea casi el 7%
de la población del país, abandonaron Ko-
sovo en cuestión de semanas. La concerta-
ción de un acuerdo entre Belgrado y Pris-
tina acababa de permitir a los nacionales
kosovares entrar en Serbia con un simple
documento de identidad. De inmediato
llegaron autobuses a Voivodina, y decenas
de miles de personas cruzaron ilegalmen-
te las fronteras húngaras para continuar
su camino hacia Alemania –ya que Koso-
vo es el único país balcánico que todavía
está sujeto a la obligación de visado para el
espacio Schengen–. Sin permiso de traba-
jo ni de estudio, la mayoría de los kosova-
res demandaron asilo político en Europa
Occidental, pero fueron expulsados al ca-
bo de unos meses –sobre todo los más po-
bres, aquellos que habían vendido sus úl-
timas posesiones para financiar su viaje–.
No obstante, el 7 de septiembre de 2017,
miles de ellos regresaron a Serbia, hasta
tal punto que las autoridades de Kosovo
tuvieron que cerrar durante varias horas
la estación de autobuses de Pristina. Tres
días antes, se había formado un gobierno
de coalición entre los partidos surgidos
de la guerrilla del Ejército de Liberación
de Kosovo (ELK), lo que enterraba las es-
peranzas de cambio nacidas con el avan-
ce electoral del movimiento izquierdista
Vetëvendosje (Autodeterminación) (2) en
las elecciones legislativas del 11 de junio.
En la primavera de 2015, olas de parti-
das similares afectaron el norte de Monte-
negro. Los habitantes de esas regiones des-
favorecidas creían que podían encontrar
la salvación en la Baja Sajonia, un Land del
noroeste de Alemania, gravemente afec-
tado por el declive demográfico. Los fun-
cionarios electos alemanes habían pedido
a las autoridades federales el envío de tan-
tos solicitantes de asilo como fuera posi-
ble. “Necesitamos recién llegados para que
nuestra comunidad sobreviva”, explicaba
el alcalde de Goslar, cuyas palabras habían
llegado hasta Montenegro (3).
En el oeste de Bulgaria o el sudeste de
Serbia existen regiones enteras que tam-
bién están en proceso de desertificación,
resultado de una baja tasa de natalidad y
de una alta emigración. Según la Oficina
Nacional de Estadística, 160.000 perso-
nas abandonaron Serbia entre los cen-
sos de 2002 y 2011. En este país, que tiene
7.000.000 de habitantes actualmente, la
edad promedio ya ha pasado de 37,4 años
en 1991 a 42,7 en 2015.
Gesticulaciones
En su pequeña oficina de la Facultad de
Geografía de Zagreb, el demógrafo Stje-
pan Šterc se retuerce las manos al com-
pulsar sus cuadros estadísticos. “La dis-
minución de la población croata es el
prioritario y único problema que nuestros
dirigentes políticos deberían abordar,
porque condiciona todas las políticas pú-
blicas”, subraya, antes de recitar una larga
letanía de cifras. Según sus estimaciones,
en 2017 Croacia registró 18.000 muertes
más que el número de nacimientos, mien-
tras que la tasa de fecundidad se mantiene
en 1,4 hijos por mujer. Con una población
estimada de 4.100.000 habitantes (4), el
país habría perdido 627.000 habitantes
| 15
desde la independencia, en 1991, es decir
el 13% de la población de la época. A su
vez, la emigración afecta la tasa de nata-
lidad, ya que los primeros grupos de edad
que abandonan el país son los que tienen
más probabilidades de procrear.
El país también sigue sufriendo las con-
secuencias de la guerra, en especial el éxo-
do forzoso de unos 200.000 serbios en el
verano de 1995. “Si estas evoluciones per-
sisten, en una década podría desaparecer
una cuarta parte de la población croata”,
añade Šterc, cercano a los círculos conser-
vadores, quien hace campaña en favor de
políticas natalistas duras. “Es esencial que
se tomen medidas para proteger a las mu-
jeres trabajadoras que desean tener hijos.
Hay que prohibir los despidos por embara-
zo, organizar el trabajo flexible, distribuir
subsidios a las familias numerosas y redu-
cir los impuestos en las regiones que se va-
cían. Sin duda, Alemania seguirá aspirando
a las fuerzas vivas de Europa Oriental; por
lo tanto, hay que renovarlas.”
Sin embargo, como solución al proble-
ma demográfico y a la catástrofe social
que se avecina, los gobiernos de los Bal-
canes se contentan con dar garantías a las
corrientes conservadoras y hacer más di-
fícil el aborto. El 16 de marzo el presidente
serbio Vučić, no vaciló en implorar “a las
madres y a las mujeres que comprendan
las necesidades de Serbia” (5), al tiempo
que pedía a los médicos que mostraran la
ecografía del feto a aquellas que desearan
interrumpir su embarazo y les hicieran
escuchar los latidos de su corazón. Por su
parte, el ministro de Defensa, Aleksandar
Vulin, se comprometió “a poner al ejército
al servicio de la lucha contra la despobla-
ción de Serbia” (6), mientras que el Minis-
terio de Cultura lanzaba un concurso de
eslóganes para estimular la natalidad...
En la vecina Croacia, bajo la presión de
movimientos conservadores altamente or-
ganizados, una nueva ley de aborto podría
reemplazar pronto a la de 1978, haciendo
obligatorias las “sesiones de consejo” pa-
ra las mujeres que solicitan la interrupción
del embarazo, e instaurando un período de
espera antes de autorizar el procedimien-
to. Esta movilización natalista, amplia-
mente difundida en los medios de comuni-
cación, permite eludir cualquier reflexión
sobre las verdaderas causas del éxodo de
las poblaciones balcánicas: el fracaso de
las clases políticas, gangrenadas por la co-
rrupción, y las recetas neoliberales infligi-
das a las anémicas economías de todos los
países de la región.
Es muy poco probable que esas gesti-
culaciones logren detener el declive de-
mográfico, mientras que las deslocaliza-
ciones industriales no disminuyan el éxo-
do. “Viví en Alemania durante cinco años,
y sé que aquello no es el paraíso –dice
Kadić, en su escuela de idiomas de Tuzla–.
Pero es imposible detener el movimiento.
Todo el mundo quiere irse. Como quizás
yo sea la última en partir, cuando abando-
ne los Balcanes apagaré la luz.” g
1. Jean-Arnault Dérens, “La Bosnie enfin
unie… contre les privatisations”, Le Monde
diplomatique, París, marzo de 2014.
2. Jean-Arnault Dérens, “Una nueva izquierda
surge en Kosovo”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, diciembre de 2017.
3. “Grand exode du nord du Monténégro: la Basse-Saxe,
nouvelle terre promise”, Le Courrier des Balkans, 6-5-15.
4. Según datos del Instituto Croata
de Estadísticas, www.dzs.hr
5. “Serbie: politique natalistes vs. droits des
femmes?”, Le Courrier des Balkans, 30-3-18.
6. B92 [emisora de televisión], 21-3-18.
*Periodistas en el Courrier des Balkans. Autores de Là
où se mêlent les eaux. Des Balkans au Caucase, dans
l’Europe des confins, La Découverte, París, 2018.
Traducción: Teresa Garufi
16 |
Con su mezcla de nacionalismo y modernidad musulmana, las
series de televisión turcas son un éxito en Medio Oriente, e incluso
en Argentina, y un poderoso vector de influencia para Ankara.
La industria cinematográfica, en franco desarrollo, promueve la
ideología del poder. Sin embargo, también surgen nuevas estéticas.
Ascenso de la industria cinematográfica turca
Las pantallas
del Bósforo
por Timour Muhidine*
E
ntre los proyectos gigantes
concebidos para transformar
la producción cultural turca
y conferirle un lugar central
en su zona de influencia, una
idea se abrió paso: construir en los su-
burbios de Estambul una inmensa es-
tructura de rodaje, de producción y de
organización de acontecimientos liga-
dos al cine y a las muy populares series
(dizi). Anunciado mediante lujosos fo-
lletos ampliamente distribuidos en los
cines de Estambul, oficialmente lanza-
do en la primavera de 2017, este com-
plejo llamado Midwood (a mitad de ca-
mino entre Hollywood y Bollywood)
debería extenderse a lo largo de sesenta
hectáreas de un terreno situado al oes-
te del aeropuerto Atatürk, en el mismo
lugar donde se esboza la excavación del
segundo Bósforo (Kanalistanbul), otro
gran proyecto consumidor de cemen-
to. La época es favorable a los grandes
emprendimientos y al sector de la cons-
trucción y la obra pública…
Midwood está destinado a atraer a
las grandes compañías de todo el mun-
do. Un grupo de productores chinos
ya fue recibido por el equipo del fun-
dador, el inversor privado y empresa-
rio Ahmet San. Luego vinieron los in-
dios, con productores, realizadores y
guionistas como David Dhawan, Rumy
Jaffery, Shashi Ranjan y Rajat Rawail,
procedentes de Bombay, que se com-
prometieron a alquilar los estudios
desde la conclusión de los trabajos, en
diciembre de 2018. Pero Midwood tam-
bién espera colaboraciones con el cine
estadounidense, que la prensa turca
imagina ya temblando ante el especta-
cular ascenso de la industria cinema-
tográfica local. Es cierto que las condi-
ciones de trabajo son ventajosas desde
la caída de la libra turca, cuyo valor se
dividió por tres en diez años.
Nacionalismo cultural
La necesidad de estudios de filmación
más amplios y equipados con material
de posproducción nació ante todo por
el aumento de la demanda de series y de
películas para el gran público desde el
comienzo de los años 2000. Cada año
se filman en promedio 180 películas y
entre 70 y 80 series televisadas en Tur-
quía. A partir de 2002 fueron estas úl-
timas las que más se exportaron: cerca
Fotograma de la serie El Sultán (telefe.com)
de 150 se vendieron a más de cien paí-
ses en Medio Oriente, Europa Oriental
y Asia, por un monto de 300 millones de
dólares. No es raro cruzarse en Estam-
bul con grupos de turistas árabes o ira-
níes que vienen a visitar los lugares que
vieron en la pantalla.
Objeto de una comunicación muy in-
tensa por parte de las autoridades tur-
cas, el éxito de esas producciones y su
impacto en el mundo árabe, en los Bal-
canes, en el Magreb y hasta en Indone-
sia y en Argentina, surfea sobre la ola
de cierta modernidad musulmana al
tiempo que se apoya en las viejas rece-
tas del soap opera que, incluso a la moda
islámica, no parecen caducar. Pero sin
embargo, el viento parece estar cam-
biando: en la última feria del libro de
Alejandría, el representante del rector
de la Universidad Egipcia de al-Azhar
condenó la influencia perniciosa de las
series turcas (1) (en nombre de la “pro-
tección de los países árabes, de su iden-
tidad, de su lengua y de sus valores reli-
giosos”), mientras que un canal saudi-
ta simplemente suspendió su difusión.
Esta última disposición, sin embargo,
es quizá más política que moral, ya que
Edición 229 | julio 2018
Turquía aportó su apoyo a Qatar cuan-
do Arabia Saudita, Emiratos Árabes
Unidos, Bahrein y Egipto bloquearon
el país, en junio de 2017… En Argentina,
en cambio, esas mismas series son apre-
ciadas por su costado tradicionalmente
sentimental, frente a los folletines esta-
dounidenses considerados demasiado
crudos, con los diálogos a menudo ex-
plícitos y más atrevidos.
Lo que tienen de particular, sin du-
das, es su nacionalismo: contenido, to-
nalidad, trajes, todo concurre a ese re-
sultado. Los folletines históricos apun-
tan en ocasiones más alto, pero dentro
del mismo espíritu. Una producción
reciente, Ertugrul: Resurrection (por
el nombre del padre del fundador del
sultanato otomano), evoca las campa-
ñas militares contra el enemigo cris-
tiano –cruzados y bizantinos– y per-
mite reavivar una de las fuentes de la
Turquía contemporánea: la resistencia
al enemigo que intentaría apropiarse
del territorio nacional. De manera ge-
neral, lo que resulta ser la producción
cultural modelo del país desde la llega-
da al poder de Recep Tayyip Erdoğan,
en 2003, está notablemente en conso-
nancia con ciertas líneas de fuerza del
discurso que sostiene el Partido de la
Justicia y el Desarrollo (AKP): el sueño
de modernismo musulmán y la celebra-
ción de la grandeza desconocida de los
siglos otomanos. Así, las series cons-
tituyen lo que el académico Semuhi
Sinanoğlu (2) describió como una “tec-
nología política” susceptible de garan-
tizar la legitimidad del sistema político
establecido, en particular desarrollan-
do la famosa temática de los enemigos
exteriores que supuestamente complo-
tan desde hace siglos contra la integri-
dad otomana primero, luego turca.
Pero lo más impactante, como reper-
cusión a buena cantidad de alusiones en
los comentarios oficiales, es la voluntad
de trazar un paralelo, no entre la épo-
ca actual y el conjunto del período oto-
mano (cinco siglos), sino más precisa-
mente con el reino de Abdul Hamid II,
sultán del último período de un imperio
declinante (1876-1909). Este alimenta-
ba tres proyectos que suscitan un gran
interés en 2018: modernizar las infraes-
tructuras del país –los puertos y esta-
ciones de la época se convirtieron en
puentes, túneles y aeropuertos–, con-
trolar o amordazar a la opinión pública
(inclusive en su componente diaspóri-
ca: se trataba entonces de los muy nu-
merosos Jóvenes Turcos exiliados en
París, en Ginebra y en Egipto) y cons-
truir o reconstruir un gran proyecto
mesoriental presentándose como el
protector de los creyentes. Lo cual im-
plica hoy apoyarse en una nueva diplo-
macia dirigida al mundo árabe y África,
que pasa también por la cultura…
Menos conocidas fuera de Turquía,
unas excelentes series policiales apa-
sionan también al público, que saluda
una visión más negra y más compleja
de su sociedad: Behzat Ç., adaptación
de las novelas de Emrah Serbes, gran
éxito de librería en los años 2000, pone
en escena a un policía común y corrien-
te pero ingenioso de Ankara; la muy re-
ciente Şahsiyet (“Personalidad”), que
se difunde en la actualidad, tiene por
guionista al escritor Hakan Günday (3).
En consonancia con la modernidad del
registro, el tratamiento estético se basa
en una verdadera creatividad narrati-
va, un ritmo trepidante y a menudo ab-
surdo, imágenes trabajadas y una ban-
da sonora que se apoya en varias tradi-
ciones musicales. Aquí se pone en esce-
na una Turquía totalmente contempo-
 | 17

ránea, liberada de las coerciones de la
difusión en un canal nacional y eman-
cipada de la censura: este tipo de series
no son accesibles más que en un canal
digital independiente.
Angustia y terror político
Pero el éxito de las series no debe eclip-
sar la importancia de la producción de
películas para el gran público. En 2016
se contaban 2.483 salas en el país, y la
frecuentación no se reduce por la evo-
lución del streaming y otras prácticas
que se desarrollaron en Internet. Es-
tas producciones no están destinadas
a la exportación, salvo hacia Alemania,
donde por añadidura nacen cuantiosos
proyectos germano-turcos, reexpor-
tables a Turquía… Fuera de las pelícu-
las de acción con resonancia patrióti-
ca, bastante poco diferentes de las se-
ries B estadounidenses, dos categorías
dominan el mercado. Al público turco
también le gusta reír, y las comedias
(4), a menudo centradas en temas de
sociedad, son innumerables: el matri-
monio, como en Düğün Dernek (2013)
o Deli Aşk (2017), o la llegada a la ciu-
dad de provincianos ingenuos, como en
Kaçma Birader (2016). En otro registro,
A.R.O.G. (2008) despacha al actor Cem
Yilmaz –una mezcla de Louis de Funès
gesticulante y de Jacques Villeret– a la
Edad de Piedra, donde conversa muy
naturalmente en turco con los hombres
de las cavernas… La lengua idiomática,
los acentos regionales, la gestualidad
nerviosa del cómico procedente de las
riberas del Mar Negro no carecen de
encanto, pero pueden ser desconcer-
tantes. Por otra parte, es el principal
obstáculo para la venta en el extranje-
ro: todas esas ficciones están saturadas
de referencias locales, impregnadas de
la cultura nacional y repletas de guiños
a la vida política y social. En Yahşi Batı
(“El Oeste salvaje”, 2010), que preten-
de ser una remake paródica de Wild
Wild West de Barry Sonnenfeld (1999),
uno de los dos otomanos perdidos en
los Estados Unidos del siglo XIX se
lanza en una demostración de teatro de
sombras (Karagöz) delante de un pú-
Cada año se filman
en promedio 180
películas y entre
70 y 80 series
televisadas en
Turquía.
blico de Amish visiblemente perplejo.
Una escena que, como muchas otras,
se apoya en uno de los motores princi-
pales del humor alla turca: el hecho de
que los extranjeros son herméticos a
esta civilización.
Pero el fenómeno probablemente más
sabroso es la emergencia de películas de
horror musulmanas: un verdadero fenó-
meno, a la vez por la cantidad, por la in-
ventiva y por el sentido del pastiche. En
tiempos de angustia y de terror político,
donde florecen las teorías del complot,
¿qué mejor cosa que recurrir a las bru-
jas, a las matronas de barrio adeptas a la
magia negra y a los djinns (genios)? To-
das las creencias del islam popular son
aquí mezcladas, y dan por resultado un
conjunto de efectos bastante parecidos a
aquellos de las películas estadouniden-
ses: numerosos primeros planos, cámara
en mano que parece temblar de miedo,
banda sonora saturada de plegarias y de
gritos de condenados.
Desde 2014, una decena de esas pro-
ducciones terroríficas, que retoman
fórmulas coránicas o términos con
fuerte sonoridad árabe (Azazil, Alamet-
i Kıyamet, Siccin, Musallat, etc.…), in-
vadieron las pantallas. Una de las más
exitosas, que mezcla investigación poli-
cial y ambiente gore, es Baskin (“Irrup-
ción”, 2017), el descenso a los infier-
nos de un grupo de policías que fueron
atraídos a una casa aislada en pleno
campo. Así, en la Turquía contempo-
ránea, confrontada con sus angustias y
con su miedo al olvido de las tradicio-
nes, el oscurantismo siempre dispuesto
a resurgir viene a unirse al puritanismo
oficial para expresar las tensiones en
conflicto. Y sin embargo, en esta nueva
estética, se detecta sobre todo el signo
de una aculturación, la influencia de los
modelos occidentales del género.
Por último, en esta producción desti-
nada al mercado interior, desde ya que
se encuentran películas nacionalistas
(Kurtlar Vadisi, Dağ I y II), con fuerte
resonancia guerrera y revanchista. La
guerra en Siria, las operaciones contra
el Partido de los Trabajadores del Kur-
distán (PKK) en Turquía como en Irak
adulan un amor por la patria y un mili-
tarismo muy arraigados. Si el episodio
Filistin (“Palestina”, 2011) del ciclo El
valle de los lobos transcurría parcial-
mente en Israel, donde el pequeño gru-
po de agentes secretos turcos tenía un
gran éxito con el objeto de preservar el
honor de los palestinos, un episodio re-
ciente opta por volver a poner en esce-
na la tentativa golpista de julio de 2016.
Muestra la resistencia última de los
gendarmes turcos contra un hipotético
invasor solicitado por un gurú proce-
dente de Estados Unidos; en otras pala-
bras, una figura a lo Fethullah Gülen, el
gran enemigo de Erdogan. Ahora bien,
este último Kurtlar Vadisi (Vatan, “Pa-
tria”, 2017), o la biopic Reis (“El jefe”,
2016), que se apoya en el recorrido del
presidente, solo tuvieron una recepción
mitigada. Al parecer, es difícil construir
otra cosa en estos campos fuera de un
kitsch visual, e incluso si la tradición
del bodrio es fuerte en Turquía, el pú-
blico termina por cansarse… ¿Habrá
que ver en esto una señal? g
1. Véase Julian Clec’h, “Noor, la serie turca
que siembra cizaña en el mundo árabe”,
Le Monde diplomatique, edición Cono
Sur, Buenos Aires, octubre de 2008.
2. Semuhi Sinanoğlu, “Parti Ebed Müddet: Bir Siyaset
Teknolojisi Olarak Yeni Osmanlıcı TRT Dizileri”,
Birikim, Estambul, 30-3-17, www.birikimdergisi.com
3. Premio Médicis extranjero en 2015 por
su novela Encore (Galaade, París, 2015).
4. Gönül Dönmez-Colin, The Routledge Dictionnary
of Turkish Cinema, Routledge, Abingdon, 2014.
*Escritor e investigador, docente de literatura turca
contemporánea en el Instituto Nacional de Lenguas
y Civilizaciones Orientales (INALCO) de Francia.
Traducción: Víctor Goldstein

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18 | Edición 229 | julio 2018

Al cruzar el Mediterráneo arriesgando sus vidas, los migrantes renovación del Estado malí. Pero sólo
ilustra su derrota. Los automóviles cal-
africanos huyen de la miseria, pero también de la inseguridad que cinados todavía yacen en sus calles. Los
edificios destruidos por las bombas fran-
se extiende en el conjunto del Sahel, pese a la cooperación militar cesas siguen en ruinas.
Tras la reconquista del norte, llevada
regional. En Malí, donde debería haber elecciones a fines de julio, a cabo por Francia, junto a las fuerzas ar-
madas malíes y a una coalición de ejérci-
los yihadistas sacan provecho del derrumbe del Estado. tos africanos, los habitantes pensaban ha-
berse librado de los grupos yihadistas. Y

Tierra de nadie en el Sahel el fantasma de una desintegración del país

parecía descartado. En agosto de 2013,
Ibrahim Boubacar Keita (“IBK”), elegido
por amplia mayoría a la cabeza del país,

El colapso del
les había prometido el retorno de un Es-
tado fuerte. Cinco años más tarde, cuando
se dispone a poner en juego su mandato
este 29 de julio, nada indica que esa elec-
ción pueda repetirse en todo el territorio.

Estado malí
El país que dirige está hecho jirones.
Es verdad que las principales ciuda-
des del norte (Gao, Tombuctú, Kidal,
Tessalit) fueron recuperadas de los gru-
pos armados tuaregs y de los grupos yi-
hadistas que las controlaban desde 2012;
por Rémi Carayol*, enviado especial la Misión Multidimensional Integrada
de Estabilización de las Naciones Uni-
das en Malí (MINUSMA) controla el
terreno; se firmó un acuerdo de paz en
El G5 Sahel Bamako en junio de 2015 entre Malí y
la coordinación de los movimientos del
« tro
Zona de las r ffrontiè
“tres rfronteras”
» Azawad, que agrupa a los rebeldes tua-
Rebrote de inseguridad en Malí Nuakchott
MAURITANIA
MALÍ
MALI
(Liptako-Gourma)
(Lipta
(L
Liptako-Go ouurma))
regs y árabes del norte del país (1); al-
NIGER
NÍGER TCCHAD
HAD
Sévaré gunos gobernadores fueron nombrados
Cantidad de habitantes de las ciudades en las regiones y el ejército malí se res-
U NA FASO
BURKINA S
Fuerza e
r e mixta tablece poco a poco. Pero estos avances
25.000 80.000 contrae Boko
oko Haram
a
am
Principales centros de población Secr
Sec
créta
éta permanente
Secretaría rmanent resultan apenas teóricos, tal el caso, por
Quartier
Q a general
ar
Cuartel g n raa ejemplo, del acuerdo de paz, que aún no
Principales grupos étnicos ZZona de intervención se aplica. Los grupos armados islamis-
tas, que estuvieron un tiempo desorga-
Tuaregs Maures (árabes)
nizados, se han reconstituido. En marzo
Songhai Dogones Tessalit
alit
al it AL
LG
ARGELIA de 2017, Al Qaeda en el Magreb Islámico
(AQMI), Ansar Eddine, la katiba Macina
Fulani (al Este) y Aguelhok y la katiba Al-Mourabitoune anunciaron
Tuculor (al Oeste) su fusión dentro del Jama’at Nusrat ul-
Bambaras y otras etnias 56.475 Kidal Islam wal-Muslimeen (Grupo de Apoyo
del grupo mandingo (Malinkes, al Islam y a los Musulmanes, GSIM). Este
Soninkes, Khassonkes y Bozos)
Ber
movimiento armado dirigido por un tua-
Senufos y Bobos Tombuctú Níge r reg malí, Iyad Ag Ghaly, acosa cotidiana-
MAURITANIA Goundam Gao mente a civiles y militares.
Gossi Ménaka
Conflictos en curso Ansongo Aunque el ejército malí dispone de ba-
Nioro Nampala
onna
Konna
Douentza ses en Tombuctú y en Gao, todavía no re-
Kayes Diabali
Zona de mucha inseguridad Mopti Sévaré gresó a Kidar, y muchas zonas del norte
Malémana NÍGER
Niono 57.330 siguen fuera de su alcance. El Estado es
Sé

Concentración de los ataques né

ga l Macina Koro
yihadistas entre enero de Ségou Djenné aún un espejismo para muchos malíes.
2017 y junio de 2018 Kita Kati B ani 24.215 Según la Organización de las Naciones
SENEGAL San
Bamako Koulikoro BURKINA Unidas (ONU), menos de un funcionario
Número de refugiados malíes Koutiala FASO
al 31 de mayo de 2018 de cada tres destinado al norte ocupaba
Bougouni su puesto en diciembre de 2017. El nú-
Presencia de fuerzas 0 100 200 300 km
militares extranjeras
GUINEA
Sikasso mero de agentes desplegados disminu-
internacionales (MINUSMA)
BENÍN yó incluso el año último, lo que alimen-
TOGO
francesas (“Barkhane”) GHANA
ta la preocupación de António Guterres,
COSTA DE MARFIL secretario general de la ONU: “Hay que
evitar a cualquier precio la caída del cen-
Fuentes: Armed Conflict Location and Event Data (Acled) Project, 2018; Organización de las Naciones Unidas, junio de 2018; Estado-Mayor francés, junio de 2018; Alto tro de Malí, se necesita restablecer [allí],
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, junio de 2018; Atlas du Mali, Les Éditions du Jaguar, 2010; Jacques Leclerc, “L’aménagement linguistique dans le
monde”, Universidad Laval, Quebec, 2013; Instituto Nacional de Estadística de Malí. a cualquier precio, la seguridad y la nor-
malidad”, insistió, durante una visita en
Cécile Marin el terreno el 30 de mayo pasado.
La inseguridad sigue avanzando. El

C
uando cae la noche en Konna,
cerca de Mopti en el centro
de Malí, decenas de hombres
vestidos con chalecos ama-
rillos y pantalones cargo se
reúnen frente a la Casa de la Juventud.
Se reparten en grupos de ocho o nueve,
se arman con bastones y machetes, se
distribuyen walkie-talkies, y luego se
separan para patrullar en moto, hasta
el alba, las calles de arena de la ciudad.
Forman la “brigada” cerca de quinien-
tos voluntarios, casi todos jóvenes. El
grupo se propuso proteger la ciudad que
los gendarmes abandonaron hace nueve
meses y que el ejército, estacionado a 50
kilómetros, visita en muy contadas oca-
siones. Temen el ataque de asaltantes ar-
mados que pululan en la región.
La “brigada” nació de la frustración de
los habitantes, impotentes frente al recru-
decimiento de los robos y los asesinatos, e
irritados por la inacción de las fuerzas del
orden, mucho antes de que la gendarme-
ría hubiera desertado. “El 23 de marzo de
2016, un morabito fue muerto en pleno
centro de la ciudad. Al día siguiente, ase-
sinaron a un comerciante en su boutique
–explica Yaya Traoré, uno de los líderes de
la ‘brigada’, primer adjunto, además, del
intendente de la comuna–. Los gendarmes
no hicieron nada. Entonces decidimos to-
mar las cosas en nuestras manos.”
Traoré asegura que la iniciativa da sus
frutos: “Cuando atrapan a un ladrón, nues-
tros hombres lo llevan a nuestro cuartel
general de la Casa de la Juventud y al día
siguiente se lo envía a la justicia donde se
le dice que no vuelva más”. “Los ladro-
nes han comprendido el mensaje –piensa
Traoré–. Cada vez hay menos.” Los com-
batientes islamistas también. “Nos tienen
miedo, por eso no vienen”, asegura. Según
él, es gracias a la “brigada” que las tres es-
cuelas de Konna reciben todavía a los ni-
ños. Lo que no puede decirse de los pue-
blos vecinos, donde los establecimientos
fueron cerrados uno tras otro bajo la pre-
sión de los yihadistas.
Un país hecho jirones
Desde la batalla de Konna (10-17 de ene-
ro de 2013), que marcó el principio de la
intervención francesa en Malí (Opera-
ción Serval), esta ciudad de 15.000 habi-
tantes situada en el eje que conecta Ba-
mako con Gao debía ser el símbolo de la
epicentro de la violencia ya no se sitúa en
Kidal o en Tombuctú, sino en los círculos
más cerrados de las regiones de Mopti y
de Segú, más al sur. En 2017, la ONU cen-
só 63 ataques de los grupos calificados de
“terroristas” contra las fuerzas armadas
malí, francesa y onusiana, la mayoría en
la región de Mopti. Durante el primer tri-
mestre de 2018, la MINUSMA contabili-
zó 85 “incidentes violentos importantes”
que ocasionaron la muerte de al menos
180 civiles en el centro del país.
El centro de Malí es un inmenso te-
rritorio librado a sí mismo. “Mopti-Sé-
varé, vaya y pase, pero apenas se sale de
allí, se corre peligro”, constata amarga-
mente el ex alcalde de la comuna Oumar
Bathily. Un dique que atraviesa panta-
nos inundados durante la estación de
lluvias une estas dos ciudades distan-

tes de una decena de kilómetros, único
islote de estabilidad en la zona. Mop-
ti, magnífica ciudad ubicada en la con-
fluencia del río Níger y el Bani, perdió
el brillo de antaño. La “Venecia de Ma-
lí” recibía miles de turistas al año. Ya no
están. Bajo el sol ardiente del mes de
marzo, el puerto de donde partían cru-
ceros rumbo a Tombuctú, al norte, está
desierto. Algunas mujeres lavan la ropa
bajo la mirada de piragüeros apáticos,
condenados a la desocupación. Muy
cerca de allí, en el hotel Kanaga que
da sobre el río, los empleados esperan.
“Ochenta habitaciones, siete suites, ce-
ro clientes. La situación es catastrófica”,
se lamenta Amassome Dolo, el director.
“Los otros hoteles cerraron. Nosotros
nos mantenemos porque hay un grupo
detrás de nosotros”. Tras la reconquista
del norte en 2013, Dolo esperaba que la
actividad retomara. Pero las cosas no hi-
cieron más que empeorar. “Ya nadie va a
Tombuctú, ni al País Dogón o a Djenné.
Demasiado peligroso. Pero al menos, la
gente podría venir aquí. Mopti no corre
el riesgo de ser atacada”. Pero hace fal-
ta demostrarlo: los yihadistas están muy
cerca, se sabe; del otro lado del río seco
que se puede vadear.
Sévaré, que abriga un aeropuerto estra-
tégico, parece más seguro. Este pueblo se
ha vuelto uno de los lugares mejor prote-
gidos de Malí con la presencia reforzada
del ejército malí, un puesto de comando y
una fuerza de intervención rápida de 400
hombres de la MINUSMA, así como el
cuartel general del G5 Sahel (véase Ley-
marie, pág. 20). Los hoteles están colma-
dos de hombres en traje de fajina, de “con-
sultores” musculosos y de diplomáticos
de paso. La única agencia de viajes que
posee una oficina es Echo Flight, el servi-
cio de la Unión Europea que administra
los convoyes aéreos en las zonas de gue-
rra. La mayoría de los inmuebles han sido
alquilados a las fuerzas militares y trans-
formados en bunkers. “Los comerciantes
y los propietarios se frotan las manos. Se
vive de una economía de crisis. Pero todos
aquellos que están fuera de la ciudad es-
tán abandonados”, constata Bathily.
Multitud de microconflictos
La irrupción de la guerra en esta región
del centro del país sorprendió a muchos
malíes. Hace poco más de tres años, el 5
de enero de 2015, unos hombres en moto
que llevaban en alto la bandera negra de
la yihad atacaron el campamento militar
de Nampala y mataron a 11 soldados. Des-
pués se apoderaron durante algunas ho-
ras de la ciudad situada muy cerca de la
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frontera mauritana. La historia de Nam-
pala que cuenta su alcalde, Sekou Bah, un
farmacéutico elegido en 2016, simboliza
el abandono en el cual había quedado la
región durante años. “En 2012, cuando
los yihadistas tomaron el control del nor-
te, no vinieron aquí, pero tampoco estaba
el Estado –dice–. Los funcionarios ha-
bían desertado sus puestos. En 2013, du-
rante la reconquista francesa, el ejército
malí volvió. Pero cuando los robos de ga-
nado se multiplicaron, en vano pedimos
la ayuda de los militares. Algunos gana-
Los avances
resultan teóricos,
tal el caso, por
ejemplo, del
acuerdo de paz,
que aún no se
aplica.
deros decidieron armarse para defender-
se. Más tarde la situación se calmó. Pero
tras el ataque del 5 de enero, el ejército
y los funcionarios huyeron de nuevo”.
Desde entonces, el menor conflicto en el
pueblo se arregla a los tiros.
Después de la recuperación de Nam-
pala, otras ciudades fueron atacadas y
algunos funcionarios asesinados; varios
representantes fueron amenazados. Du-
rante los primeros meses, el Estado no
reaccionó, incapaz de dar un nombre a
los asaltantes. En Macina, región que se
inunda en época de lluvias, se los llama
simplemente “los hombres de las mo-
tos”. Algunos están del lado de Hama-
doun Koufa, el jefe de la katiba Macina,
y dicen querer imponer la sharia. “Son
apenas unos pocos cientos, muy disper-
sos –precisa un oficial del ejército ma-
lí–. Se esconden en los bosques, se ha-
cen pasar por pastores, se infiltran en los
pueblos. Su motivación no es religiosa.”
Otros afirman defender a los ganaderos
fulani de las requisas del ejército o de las
comunidades sedentarias. Pero las rei-
vindicaciones políticas esconden a veces
motivaciones menos confesables: ban-
dolerismo o arreglo de cuentas sobre un
trasfondo de rivalidades comunitarias.
Todo es confuso en este centro que
permaneció en la oscuridad durante mu-
cho tiempo, tanto para el colonizador
francés como para el administrador ma-
lí, tras la independencia, en 1960. “Esta
región no se rebeló jamás, por lo tanto
fue siempre ignorada, contrariamente
al norte que atrajo toda la atención –ex-
plica un diplomático europeo apostado
en Bamako–. Lo que sí se sabe es que no
se puede hablar de un solo conflicto en
el centro sino de una multitud de micro-
conflictos en los cuales llegó a injertarse
el terrorismo.” En el siglo XIX, la región
de Mopti era el “Eldorado” de Malí, en
palabras de Adam Thiam, periodista ma-
lí. “Era una región muy próspera gracias
a su agricultura. En los primeros años de
la independencia, se hablaba de ella co-
mo del pulmón económico del país. Re-
presentaba más del 30% de sus ingresos
por exportación. Luego, las oleadas de
sequías de los años 1970 golpearon du-
ramente la economía regional. En 1985,
la zona fue clasificada como de inseguri-
dad alimentaria. Y ya en 1986 un informe
mencionaba el riesgo de una rebelión si
los poderes no hacían nada.”
Las políticas de desarrollo de la agri-
cultura sedentaria, decididas en Bamako
por lo que Thiam llama “el poder man-
dingo”, despectivo respecto de los nóma-
des, y acompañadas de una colonización
de tierras, alteraron el equilibrio local, ya
frágil, entre ganaderos (en su mayoría fu-
lani o tuaregs), agricultores (bambaras o
dogones) y pescadores (bozos). Durante
décadas, éstos se sometían a códigos y a
dueños (del pastizal, de las aguas, de la
tierra) con el fin de coexistir, a veces con
dificultad, en una tierra fértil y disputa-
da. Los conflictos recurrentes, a veces
violentos, eran pronto solucionados por
los notables locales. Pero con el correr de
los años, el Estado desmanteló esta coha-
bitación en nombre de la modernización.
Las jerarquías fueron trastocadas. En
1995, antes incluso de que la inseguridad
se instalara en el norte, la región de Mop-
ti era ya la más pobre de Malí. Hace tres
años, exhibía las tasas más bajas en mate-
ria de electrificación doméstica (el 7,1%
contra el 22,9% del promedio nacional) o
de escolarización (el 41,9% en el primer
ciclo contra el 72,3%).
Cuando la guerra estalló en el norte,
se descuidó aun más esta región librada
a sí misma. Y cuando el Estado volvió en
2013, hizo como si nada hubiera pasado.
A un “no Estado” le sucedió un “mal Es-
tado”. El ejército, por ejemplo, no se com-
portó de forma muy delicada. Su regreso a
la región vino acompañado de exacciones
contra poblaciones locales, lo que “ahon-
da un poco más el déficit de confianza en-
tre las poblaciones, particularmente los
fulani, y las fuerzas de seguridad”, subra-
| 19
ya la organización no gubernamental In-
ternacional Crisis Group. Muchas asocia-
ciones denuncian graves ataques a los de-
rechos humanos.
Hoy se acusa al ejército y al gobierno de
aprovechar las rivalidades entre comuni-
dades para ganar la “guerra contra el te-
rrorismo”. Varias personalidades cerca-
nas al presidente IBK, o al estado mayor
son sospechadas de haber armado mili-
cias dozos (cazadores tradicionales) en el
centro para perseguir a los yihadistas. En
marzo último, cerca de 30 personas mu-
rieron en el País Dogon durante choques
entre fulani y dogones reunidos en un
grupo de autodefensa equipado con ar-
mas de guerra. Muchos piensan, incluso
dentro de la MINUSMA, que estas armas
provienen del stock del ejército.
Las pruebas del fracaso
Nombrado en diciembre de 2017, el pri-
mer ministro Soumeylou Boubèye Maî-
ga, eligió Mopti como primera visita ofi-
cial. Allí anunció un plan de desarrollo
y el retorno del Estado malí. Para tran-
quilizar a la población, una vasta ofen-
siva movilizó a cerca de 3.000 solda-
dos hacia las zonas más remotas de las
regiones de Mopti y de Ségou. El general
Ismaïla Cissé, ex embajador de Malí en
Guinea Ecuatorial, denuncia sin embar-
go errores de juicio: “Para los militares
todos los fulani son yihadistas. Es una
identificación peligrosa”. Asimismo,
prohibir la circulación de dos ruedas
con el pretexto de que los islamistas se
desplazan en motos –como ocurre des-
de el principio de año en estas regiones–
no puede, según él, sino agravar la situa-
ción. “En estas comarcas, ¡todo el mun-
do se desplaza en dos ruedas! Prohibir-
las significa prohibir el desplazamiento
de los pastores y de los comerciantes.
Muchas ferias no funcionarán más si no
se da marcha atrás con esta prohibición.
Si el Estado mata la economía, la gente
honesta va a volcarse a los yihadistas.”
Un estudio sobre 63 jóvenes que estu-
vieron alistados en sus filas revela que,
en la mayoría de los casos, el compromi-
so no es “la culminación de un proceso
de adoctrinamiento religioso”, sino que
está “guiado por la necesidad de prote-
ger a su familia, su comunidad y sus ac-
tividades generadoras de ingresos” (2).
El vacío dejado por la administración
favorece el progreso de los movimien-
tos extremistas. La asociación Delta Sur-
vie, con base en Sévaré, que trabaja para
la educación en las zonas más riesgosas
del centro de Malí, lo constata a diario:
“Se torna cada vez más difícil despla- d
20 | Edición 229 | julio 2018

d zarse –deplora su presidente Ibrahim
Sankaré–. Los yihadistas están en todos
los pueblos y son ellos los que adminis-
tran. Suben los impuestos, dictan justicia,
prohíben a las mujeres bañarse en aguas
naturales o salir sin velo. Prohíben las
manifestaciones de bautismo o de bodas.
Atacan a los griots [narradores orales]”. ¡Y
resulta...! “¡Entre obligar a sus mujeres a
llevar el velo integral o perder su rebaño,
los pastores no dudaron!”, resume. Pues
los yihadistas aportaron a los ganaderos
una forma de orden y de seguridad que el
Estado no les aseguraba. Sankaré cuenta
también cómo durante años le sugirió a
la administración tomar en cuenta la rea-
lidad de las comunidades nómades. Su
asociación organizó escuelas móviles que
siguen a los ganaderos de acuerdo con sus
desplazamientos. “Obtuve financiamien-
tos extranjeros, no del Estado malí. En
2012, teníamos unas cien. Hoy no quedan
más que cinco…”
Las escuelas llamadas “francesas”
son el blanco más importante. Según
la ONU, en marzo de 2017, setecien-
tas quince de ellas estaban cerradas
ni de Malí. Además, y quizás sobre todo,
porque lo que pasa en esta región habla
menos de una guerra por el poder que
de una “revuelta social” frente a una ad-
ministración considerada corrupta, que
da pruebas de las profundas fallas que
existen en el Estado malí.
“El presidente no tiene ya ninguna le-
gitimidad –asegura, sin vueltas, Cheik
Oumar Diarrah, efímero ministro de la
Reconciliación Nacional y del Desarrollo
de las regiones del norte en 2013–. El po-
der político no tomó en cuenta las dimen-
siones de la crisis de 2012.” Este ex diplo-
mático, que fue un consejero cercano de
Ibrahim Boubacar Keita, estima que ha-
bría hecho falta “inventar un nuevo con-
el g5 sahel
Los desafíos de la
trato social”. “Estamos en presencia de
poblaciones que rechazan la injusticia y la
ausencia de solidaridad. Es fácil llamarlos
‘yihadistas’; esto nos dispensa de reflexio-
nar sobre lo que son verdaderamente y el
mal que gangrena nuestro país.” Según
Diarrah, perdura la mezcla de burocracia
y de especulación que surgió durante la
democratización política a principios de
los años 1990 y que conoció su paroxismo
bajo la presidencia de Amadou Toumani
Touré (2002-2012).
En este contexto, organizar eleccio-
nes es sinónimo de pantomima política.
La oposición se inquieta tanto más cuanto
que el escrutinio local que debía realizar-
se en diciembre de 2017, después en abril
de 2018, fue pospuesto a las calendas grie-
gas. “¿Cómo se puede pretender organizar
una elección en un país cuya mitad del te-
rritorio está fuera de control? –se pregun-
ta el opositor marxista Oumar Mariko–.
El gobierno indicó que, en la región de Ki-
dal, serían los rebeldes quienes garanti-
zarían la seguridad del escrutinio. ¿No es
acaso la prueba de su fracaso?” g
1. Véase Daniel Bertrand, “Conjurer la fragmentation
au Mali”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2015.
2. “Enseignement sur le terrorisme”, Instituts
d’études et de sécurité, 18-9-17, https://issafrica.org
*Periodista.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola
a base de raids, asesinatos o secuestros,
y de diseminar explosivos a lo largo de
las rutas. Es una guerra sin frente, sin re-
fugio ni lugar seguro, una amenaza difu-
sa, un “hostigamiento que aparece como

“por razones de seguridad”. Cerca de
215.000 niños estaban privados de es-
colaridad. Cada día Daouda Doumbia,
director adjunto de la Academia de
Mopti, recibe a docentes en situación
de desempleo técnico, que huyeron de
las amenazas. Algunos fueron afecta-
dos a otra parte. La mayoría se pone a
salvo. Es el caso de Ibrahim, que vive en
lucha antiyihadista
un ruido de fondo”, reconoce el general
Jean-François Ferlet, para quien la si-
tuación sigue estando no obstante “ba-
jo control, aunque no sea satisfactoria”.
La operación Barkhane permitió re-
por Philippe Leymarie* ducir la capacidad destructiva de los
grupos yihadistas. Estos ahora esquivan
el combate y se esconden entre la pobla-
ción, en tanto que la zona que se necesita

Sévaré en casa de su familia desde que
la escuela que dirigía cerró. Un día de
noviembre, diez “asaltantes” llegaron
en motos, armados con Kalashnikovs.
“Formaron a los alumnos en el patio y
tiraron en el aire. Los niños estaban ate-
rrorizados, lloraban. Tomaron todas
nuestras cosas, tiraron contra las venta-
nas y dijeron: ‘Si volvemos y los encon-
tramos a ustedes aquí, las cosas se van
a poner feas’.” La escuela se encuentra
sólo a algunos metros de la ruta que to-
man cada día los convoyes de militares…
A medida que su influencia se extien-
de, los grupos yihadistas buscan socavar
la legitimidad del Estado emprendiéndola
con quienes lo representan y proponien-
do al mismo tiempo, por la fuerza o por la
seducción, una solución alternativa. Así,
cuando imponen el cierre de una escuela
pública, promueven las escuelas coráni-
cas. O arremeten contra los funcionarios
considerados corruptos. Uno de los prin-
cipales “golpes de efecto” de los hombres
de la katiba Macina fue el secuestro, en
noviembre último, del presidente del tri-
bunal de Niono, una ciudad situada a sólo
una hora de ruta de Ségou.
“Antes, un funcionario, un juez, por
ejemplo, se hacía nombrar en el cen-
tro con el fin de enriquecerse –explica
Thiam–. Es una zona en la que los con-
flictos locales son muy numerosos. Hu-
bo una inflación de juicios. Para ganarlos,
había que pagar.” Pero en las zonas con-
troladas por ellos, los yihadistas se empe-
ñan en impartir una justicia que muchos
consideran, si no equilibrada, por lo me-
nos honesta y, sobre todo, gratuita. “Cada
vez más personas se dirigen a ellos, y no
al Estado, para arreglar sus conflictos”,
constata Sékou Bah, el alcalde de Nam-
pala. Algunos hablan incluso de la justi-
cia de los yihadistas como de un “tribu-
nal de apelación”.
En Bamako, esta transformación
preocupa mucho más que la guerra que
continúa castigando duramente en el
norte. En primer lugar, porque “el cen-
tro es el cimiento de nuestro país”, ex-
plica Ali Nouhoun Diallo, ex presidente
de la Asamblea Nacional convertido en
portavoz oficioso de la comunidad fula-
“
El problema en el Sahel no pue-
de resolverse con flores”, estima
Macky Sall. El presidente senega-
lés desea que se refuerce la Misión
de las Naciones Unidas en Malí (MI-
NUSMA), “una de las más sangrientas
de la historia de los cascos azules” con
102 muertos en sus filas. Sall teme espe-
cialmente tener que afrontar a los “re-
tornados”, yihadistas expulsados de
Irak o de Siria. Por su parte, el Depar-
tamento de Operaciones de Manteni-
miento de la Paz de las Naciones Uni-
das reconoce no estar en condiciones de
“imponer” una pacificación, en razón
de mandatos que sólo le permiten pro-
teger a las poblaciones.
Ahora bien, este “desafío operacio-
nal” podría ser asumido por interven-
ciones africanas más ofensivas. El G5
Sahel incluye a los Estados más directa-
mente amenazados por las organizacio-
nes yihadistas de la región: Mauritania,
Malí, Burkina Faso, Níger y Chad. Los
objetivos de la fuerza conjunta que se es-
tá construyendo son claros: un objetivo
restringido (limitado, inicialmente, a la
zona de las “tres fronteras”, en los con-
fines de Níger, Malí y Chad); un objeti-
vo de guerra preciso (control de zona);
un efecto final determinado (la estabili-
zación); una dotación razonable (cinco
mil hombres, es decir, dos batallones por
país); reglas de combate comunes… todo
lo cual se coloca simbólicamente bajo la
autoridad del Consejo de Paz y de Segu-
ridad de la Unión Africana, con el apoyo
del Consejo de Seguridad de la ONU.
A partir de 2013, Níger y Malí estable-
cieron una cooperación para asegurar
sus fronteras comunes, que fue seguida
de operaciones militares conjuntas. El
mismo año, los jefes de Estado Mayor de
los cinco Estados sahelianos desarrolla-
ban su colaboración transfronteriza. La
fuerza mixta chado-sudanesa, creada en
2010 con el fin de proteger sus fronteras,
también inspiró dicha cooperación (1).
En lo inmediato, la fuerza conjunta del
G5 Sahel sigue dependiendo de Fran-
cia, a falta de una estandarización de los
materiales de los cinco ejércitos y debi-
do a la escasez de medios de transpor-
te, aprovisionamiento y servicios de in-
teligencia. Sin embargo, el G5 Sahel es
“exclusivamente el fruto de los derro-
teros africanos”, destaca el historiador
de asuntos militares Laurent Touchard
(2): aun habiendo facilitado la iniciativa,
Francia no fue su artífice.
Una guerra sin frente
Desde 2015, se observa que, además de
la cooperación militar francesa, el dis-
positivo militar del G5 Sahel necesita
un importante apoyo internacional. Su
presupuesto inicial –423 millones de
euros– pudo ser totalmente cubierto
por los compromisos registrados du-
rante las reuniones que se llevaron a
cabo en París y Bruselas, a fines de 2017
y principios de 2018, con importantes
contribuciones de la Unión Europea, de
Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes
Unidos, así como de Estados Unidos.
Cada Estado saheliano aporta cinco mi-
llones de euros. Será necesario conse-
guir 75 millones de euros por año para
mantener esta fuerza que debería vol-
verse operativa cuanto antes.
Por el momento, la contención de los
yihadistas en el Sahel está sobre todo ga-
rantizada por los militares franceses de
la operación Barkhane, la cual no está
previsto desarticular. Dicha operación,
que cuenta con 4.000 hombres, 200
vehículos logísticos, 200 blindados, 8
aviones de combate, 10 aviones de trans-
porte, 20 helicópteros y 5 drones, está
instalada en Yamena, en Chad, donde se
encuentra estacionado un “comando de
fuerzas conjuntas”, de fuerzas aéreas y
terrestres, y servicios logísticos. En Nia-
mey, Níger, una base aérea cuenta con
aviones de caza, aviones de transporte,
y servicios de inteligencia. El grueso de
su fuerza aeroterrestre está desplega-
do en Gao, Malí. Una menor cantidad
de efectivos se encuentra en Uagadu-
gú, Burkina Faso, en Atar, Mauritania,
y en bases de avanzada como Tessalit y
Kidal en el norte de Malí, Madama en
el norte de Níger o Faya-Largeau en el
norte de Chad. Estas fuerzas enfrentan
lo que el presidente Keita llama un “te-
rrorismo bandolero pseudo religioso”,
asegurar se extiende sobre cinco millo-
nes de km², es decir, una superficie más
grande que la de la Unión Europea. Esta
“dilución” impone la reorganización de
un dispositivo que no pasa desaperci-
bido y que es costoso: más de un millón
de euros por día. Por lo demás, los éxi-
tos tácticos no dan lugar a una victoria
estratégica. Por otra parte, dicha victo-
ria ¿está acaso al alcance de una fuerza
extranjera proporcionada por una ex
potencia colonial (3), jaqueada por el es-
tancamiento y la “bunkerización”?
Esta posición parece tanto más difí-
cil de sostener cuanto que los intentos
de solución política marcan el ritmo,
principalmente en Malí. El 11 de abril, el
Consejo de Seguridad de la ONU ame-
nazó con sancionar a los signatarios que
obstaculicen la implementación del
Acuerdo de Argel entre los grupos del
norte y el gobierno. Analistas africanos
y europeos recomendaron la aplicación
de “moratorias en los ataques selectivos
para los Estados sahelianos que decidan
abrir canales de diálogo con los grupos
armados, incluso yihadistas” (4) –ha-
ciendo alusión a los intentos de nego-
ciación llevados a cabo por ciertos go-
biernos, que algunas veces se vieron di-
ficultados por las operaciones militares
sobre el terreno–. Ese colectivo de in-
vestigadores afirmó asimismo que una
“reducción de la impronta militar fran-
cesa en ciertos espacios podría consti-
tuir una medida de confianza respecto
de Argelia y de una parte de las pobla-
ciones locales, para quienes dicha pre-
sencia suena a provocación”. g
1. Véase Delphine Lecoutre, “Una ‘potencia
circunstancial’”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, junio de 2016.
2. Laurent Touchard, “Sahel: quels défis pour la
Force conjointe du G5 Sahel ?”, Défense et sécurité
internationale, N° 134, París, marzo-abril, 2018.
3. L’empire des sables, Perrin, París, 2018.
4. “La France doit rompre avec la
rhétorique martiale qui prévaut au Sahel”,
Le Monde-Afrique, París, 21-2-18.
*Periodista. Una versión ampliada de este
análisis se encuentra en el sitio de Inter-
net www.monde-diplomatique.fr
Traducción: Victoria Cozzo
 Shanghai, 12-5-15 (Aly Song/Reuters)
Dossier

La tiranía de
las finanzas
Uno de los actores más importantes de todos los regí-
menes políticos no le rinde cuentas a nadie. En todas
partes, el inversionista impone su ley, respaldado por
los organismos multilaterales y los poderes fácticos.
Exige la independencia de los bancos centrales y altas
tasas de interés, que le permiten realizar jugosos nego-
cios especulativos como el ya célebre carry trade, en
desmedro de la producción y el desarrollo.

En Italia, en Turquía... el inversionista no vota por Renaud Lambert y Silvain

Leder 22 | Bancos centrales, una “independencia” polémica por Tomás Lukin 24
22 | Edición 229 | julio 2018

Dossier
La tiranía de
las finanzas

Estambul, 11-1-17 (Murad Sezer/Reuters)

La historia se repite: un gobierno toma decisiones opuestas a los intereses de

las finanzas, los mercados amenazan, el poder retrocede, los medios aplauden.
Las crisis, política en Italia y financiera en Turquía, demuestran que la razón
neoliberal se asemeja cada día más a una soga atada al cuello de los electores.
En Italia, en Turquía… como en todas partes

El inversionista no vota
por Renaud Lambert y Sylvain Leder*

L
os europeos acaban de redescubrirlo:
uno de los actores más influyentes de
sus democracias no se preocupa por
las urnas. ¿De quién se trata? Del “in-
versionista”.
En mayo de 2018, el presidente italia-
no Sergio Mattarella sumergió por un instante a su
país en una crisis al rechazar la nominación de Paolo
Savona al cargo de ministro de Economía. Este últi-
mo contaba con el apoyo de los dos partidos encar-
gados de formar un gobierno, La Liga (extrema de-
recha) y el Movimiento Cinco Estrellas (“antisiste-
ma”)… pero no tenía demasiada estima por la Unión
Europea. “La designación del ministro de Economía
sigue constituyendo un mensaje inmediato de con-
fianza o de alarma para los operadores económicos y
financieros”, justificó el Jefe de Estado el 27 de mayo.
Y el inversionista valora a la Unión, modelada para
multiplicar sus ganancias.
Como el nombre de Savona hacía planear sobre
Italia la amenaza de la cólera de los mercados, La Li-
ga y el Movimiento Cinco Estrellas tuvieron que re-
visar su propuesta. Y, si no lo lograban, precisó el co-
misario europeo de Presupuesto, Günther Oettinger,
los italianos volverían a las urnas adoctrinados: “Los
desarrollos para la economía de Italia podrían ser
muy drásticos y convertirse en una posible señal pa-
ra los electores de no inclinarse por los populistas de
izquierda y de derecha”. Pero no fue necesario. Me-
nos de una semana más tarde, la coalición propuso
un nuevo candidato para el puesto de ministro de
Economía, aparentemente más compatible con el
proyecto europeo. El euroescéptico Savona se vio re-
legado a un rol secundario a ojos de los inversionis-
tas, el de ministro de Asuntos Europeos…
Los italianos, ¿habían evitado lo peor o habían
exagerado la amenaza? En otras palabras: ¿es posi-
ble jugarles una pulseada a los mercados financieros
y ganarla? Es lo que intentó recientemente el presi-
dente turco Recep Tayyip Erdogan, durante una es-
caramuza que resultó muy rica en enseñanzas.
Rendir cuentas
Si imaginamos una escala gradual de la determina-
ción política, el ex presidente François Hollande po-
dría encarnar uno de los polos. Erdogan ocuparía
entonces el lado opuesto. Por un lado, la consisten-
cia del flan; por el otro, la firmeza del acero. El Jefe
de Estado turco exhibe una resolución poco común:
purga de los disidentes, arrestos a discreción, irrita-
bilidad geopolítica. En la panoplia de los movimien-
tos de tropa, el repliegue estratégico no constituye su
maniobra preferida. Y, sin embargo, acaba de verse
obligado a una retirada humillante sobre la cuestión
de las tasas de interés.
Del mismo modo en que el Norte hacia el que
apunta la aguja de una brújula estructura el espacio,
las tasas de interés practicadas por el banco central
de un país –llamadas tasas directoras– organizan el
entorno económico. De ellas dependen la mayoría
de las demás tasas de interés de la economía, par-
ticularmente las que los establecimientos privados
establecen para los hogares y las empresas. Cuan-
do el banco central baja su tasa directora, facilita el
acceso al crédito, lo que estimula las inversiones de
las empresas y el consumo en los hogares, es decir,
el conjunto de la actividad. Esta política también
puede conducir a una alza de la inflación si el cre-
cimiento del consumo y la inversión no se ve acom-
pañado por un aumento similar de la producción de
bienes y servicios sobre el territorio.
Para los inversionistas en divisas, la tasa directo-
ra de un banco central permite calcular principal-
mente los beneficios que pueden esperar de sus in-
versiones. No obstante, los especuladores prefieren

una operación que consiste en endeudarse en una
moneda para invertir los fondos prestados en otra
divisa con tasas de interés altas (el carry trade). Por
ejemplo: a comienzos de junio de 2018, la Reserva
Federal estadounidense establece una tasa directo-
ra de alrededor del 2%, lo que le permite a un inver-
sionista obtener 1 millón de dólares por un costo de
20.000 dólares anuales. El prestatario puede con-
vertir sus billetes verdes en liras turcas, y beneficiar-
se con una inversión financiera remunerada sobre la
base de la tasa directora turca: 15% (1).
Podríamos preguntarnos cuál es el interés de re-
compensar de este modo a los turistas del mercado de
cambio. En el marco de una economía financiarizada,
la operación resulta determinante, porque la afluen-
cia de dólares ofrece uno de los pocos medios para
equilibrar las cuentas del país. Las de Turquía sufren
un desequilibrio estructural ligado a las necesidades
energéticas del país: el petróleo y el gas que consume
–y que tiene que importar del exterior– inclina su ba-
lanza comercial. En otras palabras, Ankara depende
de las divisas acarreadas por los inversionistas.
Como la mayoría de los países emergentes (Sudá-
frica, Brasil, Indonesia, etc.), Turquía se encuentra en-
tonces confrontada a exigencias contradictorias. Las
de los inversionistas, que no están dispuestos a tran-
sigir sobre la amplitud de los beneficios esperados y a
los que hay que seducir a través de tasas de interés in-
fladas con anabólicos. Las de la economía productiva,
que necesita acceder a créditos lo suficientemente ba-
ratos para que no se disparen los costos de producción
o para facilitar el consumo de los hogares y el acceso a
la vivienda. En otras palabras, una tasa directora redu-
cida, que limite los beneficios de los especuladores…
En este enfrentamiento, los inversionistas suelen
contar con un aliado de peso: el propio banco central.
El diktat de su “independencia” se impuso a muchos
de los países aquí mencionados con el pretexto de qui-
tar la política monetaria –la dirección del valor de la
moneda y de las tasas de interés del país– de las ma-
nos de los dirigentes políticos que los procesos elec-
torales invitaban con frecuencia a querer satisfacer
las necesidades de sus electores, facilitando el acceso
al crédito (baja de las tasas de interés) o imprimiendo
billetes (aumento de la inflación). Una “deriva dema-
gógica” que los ideólogos neoliberales (monetaristas)
–políticamente victoriosos a partir de fines de los años
70– obstaculizaron sometiendo a los bancos centrales
independientes… a sus propias preferencias: tasas de
interés elevadas y, sobre todo, la lucha contra la infla-
ción que viene a erosionar el valor de los ahorros de
los ricos reduciendo el valor de la moneda.
Durante algún tiempo, el Presidente turco había
dejado entender que, a sus ojos, la economía turca
debía adaptarse a las exigencias de la economía pro-
ductiva, así como a las del islam, que condena la usu-
ra. En otras palabras: reducir la tasa directora. Ha-
ciéndose eco de su temor, Financial Times informa-
ba que “los inversionistas extranjeros esperaban que
Erdogan aprovechara su visita a Londres [en el mes
de mayo de 2018] para tranquilizarlos” (2). Error.
El 15 de mayo, el Presidente turco confirmó ante las
cámaras de Bloomberg TV que las tasas de interés
elevadas constituían según él “la fuente de los pro-
blemas, y no su solución” y que una victoria en las
elecciones anticipadas del 24 de junio le permitiría
retomar el control de la política monetaria del país.
Hasta ese momento, la naturaleza represiva del ré-
gimen de Erdogan no les había quitado el sueño a los
mercados financieros. Sus declaraciones en Bloom-
berg TV marcaron “un giro”, según un consultor fi-
nanciero entrevistado por Financial Times: “Duran-
te mucho tiempo, los inversionistas habían pensado
que este gobierno les era favorable” (24 de mayo).
Alarmado por la pretensión de un líder político de
apoderarse de la herramienta monetaria –una “deci-
sión arbitraria”–, el economista en jefe del diario de la
City Martin Wolf lo invitó a “demostrar […] que [po-
día] dirigir Turquía de manera conveniente” (25 de
mayo). “Conveniente”, es decir, en armonía con las
preferencias de los inversionistas. “Esto puede mo-
lestar a algunos, pero son los que dirigen el Estado
quienes rinden cuentas a los ciudadanos”, había de-
clarado Erdogan en Bloomerg TV para justificar una
limitación de la independencia de un banco central
blindado contra las necesidades de los electores.
El Presidente turco no había terminado su entre-
vista que la guerra estalló… Ese mismo día, los inver-
sionistas se retiraron del mercado de Estambul, lo
que provocó una caída de la lira turca de alrededor
del 20% en un mes. Las importaciones se volvieron
automáticamente más caras (porque se necesitan
más liras para obtener la misma cantidad de dóla-
res), y el costo de la vida se disparó. Por otra parte,
la partida de los inversionistas privó a Turquía de
los fondos extranjeros que necesita para responder
a sus compromisos con el resto del mundo, princi-
palmente sus deudas públicas y privadas (las de las
empresas son colosales). A pocas semanas del escru-
tinio electoral, las nubes se acumulaban peligrosa-
mente. El hombre fuerte de la derecha nacionalista
turca cedió: renunció a impedir un primer aumento
de la tasa directora del 13,5% al 16,5%, el 24 de mayo,
y al 17,75% el 7 de junio.
El poder de la marea
Italia, país miembro de la zona euro, se encuentra
menos sometida a las fluctuaciones del mercado
cambiario que Turquía. Pero ello no significa que es-
té protegida contra las exigencias de las finanzas. La
carótida que los inversionistas identificaron en sus
“socios” europeos para aplicar el filo de su cuchillo
lleva el nombre de spread.
A partir de los años 70, y bajo la influencia de los
monetaristas, los Estados dejaron de financiarse a
través de sus bancos centrales (un mecanismo acusa-
do de potenciar la inflación) y redujeron los impues-
tos, en particular sobre los ingresos altos. Entonces,
obtuvieron la liquidez que necesitaban de los inver-
sionistas emitiendo bonos del Tesoro u “obligacio-
nes”. En síntesis, títulos de la deuda de Estado. Estos
títulos se intercambian de dos maneras distintas. En
el mercado primario, el Estado “emite” sus obliga-
ciones, que conllevan un precio y una tasa de interés.
El precio corresponde al monto prestado y la tasa de
interés fija la remuneración. Por un precio de 100 eu-
ros, una tasa de interés del 3% ofrece una ganancia,
llamada “cupón”, de 3 euros por año.
Pero son escasos los inversionistas que desean
conservar los títulos hasta su madurez (entre dos y
cincuenta años según los títulos). El cambio antes
del vencimiento se efectúa en el mercado secunda-
rio. Cuando una obligación de Estado es muy solici-
tada, el título adquiere valor: de un precio de emisión
de 100 euros, pasa a un valor de 150 por ejemplo. En
el caso contrario, se devalúa. El cupón, por su parte,
no varía. En cambio, corresponde a un porcentaje va-
riable del nuevo precio: 3 euros representaban el 3%
de 100 euros; si el título cae a 60 euros, el mismo cu-
pón de 3 euros representa el 5% del precio. Se habla
entonces de una variación de la tasa de interés: si au-
menta, es porque el título se ve desdeñado.
Con el fin de medir el atractivo de diferentes obli-
gaciones, los inversionistas las comparan a todas con
títulos similares, considerados “fuertes” porque no
conllevan riesgo. En el ámbito de la deuda europea,
se comparan entonces las tasas de interés de diferen-
tes títulos con los emitidos por Alemania, país consi-
derado como el más solvente. Cuanto más aumen-
tan las tasas de interés de los títulos italianos, más di-
| 23
vergencia presentan con las obligaciones alemanas:
entre ambas deudas, la diferencia, que también se
mide en porcentaje, crece. En inglés, esa diferencia
se denomina spread… y el inversionista habla inglés.
En otros términos, cuanto más se eleva el spread, las
tasas de interés practicadas en el mercado prima-
rio, durante la emisión de nuevas deudas, tendrán
que ser más elevadas, para que los inversionistas
no abandonen las nuevas obligaciones y se inclinen
por las que circulan en el
mercado secundario.
Los especuladores Entre abril y mayo de
2018, el spread italiano
prefieren (la diferencia entre las
tasas de interés exigi-
endeudarse en das por los inversionis-
tas para comprar títulos
una moneda para emitidos a diez años por
invertir los fondos Berlín y Roma) se dupli-
có. Ahora bien, Italia tie-
prestados en otra ne un endeudamiento
importante, superior al
divisa con tasas de 130% del Producto In-
terno Bruto (PIB). Co-
interés altas. mo, al igual que los de-
más, el país no está en
condiciones de pagar al
contado semejantes su-
mas, debe proceder a la “renovación” de la deuda:
emitir regularmente nuevos títulos para pagarles
a los compradores anteriores. El crecimiento del
spread resulta entonces lo suficientemente costoso
como para convencer a las elites políticas de apaci-
guar a los mercados lo más rápido posible.
En un editorial del 24 de mayo, Financial Times se
regocijaba con la decisión del Presidente turco “de
abdicar”: “Recep Tayyip Erdogan […] acaba de re-
cibir una dolorosa lección que ya había enseñado el
Rey Canuto el Grande, soberano de Inglaterra en el
siglo XI. Cuentan que este último se sentaba ante la
marea creciente para mostrarles a los sicofantes que
lo rodeaban que no reinaba sobre el mar. Del mismo
modo, Erdogan acaba de aprender que la marea de
las finanzas globalizadas no se someterá a su poder”.
Al verse confrontado a semejante fuerza, “todo diri-
gente político prudente adapta su política”.
“Siempre y cuando no contemple poner término
al financiamiento del Estado en los mercados”, ten-
drían que haber agregado. Por el momento, este pro-
yecto aún no ha sido considerado ni por La Liga ni
por el Movimiento Cinco Estrellas, ni por la derecha
nacionalista turca. Lo que no significa que los mer-
cados hayan logrado imponer siempre sus puntos de
vista: el presidente estadounidense Richard Nixon,
por ejemplo, consiguió resistir en 1971 cuando de-
cidió suspender la convertibilidad del dólar en oro.
Algo que era posible ayer, lo sigue siendo hoy y otras
fuerzas políticas –progresistas, por ejemplo– po-
drían recuperar cierta ambición en este campo. Pe-
ro liberar a la democracia del poder de los inversio-
nistas implicará iniciar un conflicto de una inusitada
violencia, del que será necesario medir sus implican-
cias. Antes de prepararse… g
1. A la cual conviene siempre restarle el nivel
de inflación y el costo de cambio.
2. Laura Pitel, Benedict Mander, Jonathan Wheatley y
Roger Blitz, “Turkish lira leads broad sell-off in emerging
market currencies!”, Financial Times, Londres, 15-5-18.
*Respectivamente, jefe de redacción adjunto de Le Monde diplo-
matique, París, y profesor de Ciencias Económicas y Sociales (SES),
participó en la coordinación del Atlas de Economía Crítica de Le
Monde diplomatique, Capital intelectual, Buenos Aires, 2018.
Traducción: María Julia Zaparart
24 |
Dossier
La tiranía de
las finanzas
La operación de marketing obligada por la crisis de 2008 no modificó las
condicionalidades impuestas por el FMI. Entre estas, se destaca la independencia
de los bancos centrales, que consagra la primacía de la especulación.
¿Del soberano o de los mercados?
Una “independencia”
polémica
E
por Tomás Lukin*
ntre 1985 y 2014, el Fondo Moneta-
rio Internacional estableció 55.465
condicionalidades para habilitar los
programas de financiamiento otor-
gados a 131 países. Y a pesar de los
esfuerzos de marketing que acom-
pañaron y legitimaron el relanzamiento del orga-
nismo multilateral durante la crisis internacional,
un relevamiento realizado por investigadores de las
universidades de Oxford y Cambridge (1) evidencia
que las recomendaciones del FMI no cambiaron. La
crisis interna que atravesaba la institución ante la
falta de clientes quedó superada en 2009 cuando el
G20 relanzó al organismo multilateral como pres-
tamista de última instancia y le encomendó la esta-
bilidad financiera global. Un léxico repleto de inge-
niosos eufemismos sumado a un remozado discurso
sobre la supuesta renovación institucional le permi-
tieron dejar atrás el desprestigio acumulado. Desde
entonces, los créditos otorgados a países europeos,
latinoamericanos y africanos en problemas mantu-
vieron, sin embargo, sus tradicionales exigencias.
Comprometido a asegurar que los acreedores ex-
ternos de esas economías cobren en tiempo y forma,
el menú de seis pasos incluyó los clásicos: ajuste fis-
cal, liberalización cambiaria, desregulación finan-
ciera, privatización de empresas públicas, apertura
comercial y flexibilización laboral.
A lo largo de las últimas tres décadas, el sector fi-
nanciero y la política monetaria conformaron el 25%
de todas las demandas realizadas por el FMI a sus
clientes. Apenas superadas en cantidad por los ele-
mentos asociados al manejo de la deuda externa, las
13.948 condicionalidades apuntaron a introducir cam-
bios en las tasas de interés, la banca pública, la super-
visión financiera, el crédito y las operaciones con los
títulos públicos. Dentro del paquete de reformas im-
pulsadas por el organismo multilateral se destaca una
fórmula: “fortalecer la independencia del Banco Cen-
tral”. Incluida en el manual de buenas prácticas neo-
liberales, la autonomía de las autoridades monetarias
fue consagrada por ley en más de 32 países desde fina-
les de los años ochenta. Argentina, Chile, Colombia,
Venezuela y México fueron algunas de las economías
de la región que rediseñaron las Cartas Orgánicas de
sus bancos centrales para consagrar la independencia.
Adoptar ese diseño institucional convierte al
combate contra la inflación en la meta excluyente de
los bancos centrales. La transformación exige am-
putar instrumentos, desmontar regulaciones y de-
jar que las fuerzas del mercado determinen el tipo de
cambio. Con esa configuración se subordina a la es-
tabilidad de precios cualquier otro objetivo que pu-
diera tener la entidad como el crecimiento económi-
co, la creación de empleo, la estabilidad financiera, la
expansión del crédito o el financiamiento del gasto
Edición 229 | julio 2018
Washington, 14-10-17 (Yuri Gripas/Reuters)
público. De allí que la moda entre los banqueros cen-
trales independientes sea hoy los esquemas de me-
tas de inflación donde se pretende disciplinar a los
precios a través de las tasas de interés de referencia.
La popularidad lograda por la “independencia” y
las “metas de inflación” en la configuración de los ban-
cos centrales refleja así el creciente poder de los mer-
cados financieros sobre la economía. La primacía de
las políticas antiinflacionarias frente a otros posibles
objetivos para las políticas monetaria, cambiaria y fi-
nanciera no sólo busca garantizar los márgenes de ren-
tabilidad para la especulación financiera sino que, ade-
más, restringe la capacidad de influencia de los traba-
jadores en la puja distributiva. Por eso, las transforma-
ciones registradas durante la etapa de globalización
financiera no reflejaron una respuesta meramente
técnica a las tensiones inflacionarias sino un rebalan-
ceo de poder que favorece al sector financiero en detri-
mento de las actividades productivas y los asalariados.
Separatismo antiinflacionario
El separatismo antiinflacionario pregonado por los
organismos multilaterales con la colaboración de ca-
lificadoras de riesgos, fondos de inversión y medios
de comunicación especializados está directamente
vinculado con las reformas estructurales implemen-
tadas que se tradujeron en la paulatina retirada del
Estado de la economía. Con la memoria fresca de los

caóticos episodios inflacionarios de los años ochenta
y noventa, la estabilización de precios se volvió con-
dición necesaria y suficiente para el desarrollo. La
promesa detrás de los esquemas de independencia de
los bancos centrales comprometidos con un objetivo
antiinflacionario es poderosa y atractiva. Cuando la
autoridad monetaria está controlada por el gobierno
de turno, éste puede recurrir a la emisión monetaria
para financiar el déficit fiscal y expandir la economía.
La fábula neoliberal advierte que los posibles benefi-
cios asociados a esas medidas para los trabajadores
son una ilusión ya que su correlato será el recrudeci-
miento de los aumentos de precios. Evitar la trampa
exige entregar el control de la autoridad monetaria
a un economista profesional. Él –casi siempre es un
varón– garantizará a los mercados financieros que el
objetivo excluyente es “proteger el valor de la mone-
da” sin importar las necesidades del gobierno.
Abundan estudios econométricos donde presti-
giosos economistas demuestran cómo la inflación
promedio y la trayectoria del PIB están correlaciona-
das negativamente con el grado de independencia del
banco central. Traducción: cuanto más elevados son
el blindaje político y el compromiso antiinflaciona-
rio de las autoridades monetarias, mejor será el des-
empeño económico del país. Para lograrlo, además
de una ley que lo declare independiente y establezca
estrictas limitaciones para el financiamiento al Teso-
ro, los países deben garantizar la movilidad irrestric-
ta para los capitales financieros borrando todo tipo
de controles, regulaciones y restricciones. Sólo así los
países consiguen la membresía plena del sistema fi-
nanciero internacional que los convierte en destinos
autorizados para los grandes fondos de inversión.
Como la receta es infalible, el fracaso sistemático
de los países en desarrollo para conseguir los resulta-
dos prometidos no reside en los cimientos teóricos si-
no en la impericia de los usuarios que no supieron ga-
rantizar la “independencia” y “credibilidad”. Con ese
diagnóstico, cuando la economía argentina estaba en
caída libre después de la crisis de 2001, los economis-
tas Rudiger Dornbush y Ricardo Caballero del Insti-
tuto Tecnológico de Massachusetts llevaron el argu-
mento independentista al extremo al proponer que la
política económica del país estuviera a cargo de “un
equipo de experimentados banqueros extranjeros”.
Para sobrevivir, el país debía renunciar a cualquier
grado de soberanía económica y someterse a la sabi-
duría del sector financiero internacional.
Frente a los desvíos recurrentes, los organismos in-
ternacionales y sus voceros responden con un com-
promiso militante incansable. Una rápida búsqueda
online muestra a Bolivia, Brasil, Turquía, Jordania y
Marruecos como los más recientes destinatarios de
la permanente recomendación del FMI de “fortale-
cer la independencia” de sus bancos centrales. Pero
las sugerencias se convierten en exigencias cuando
las economías como Argentina solicitan financia-
miento. “Para reforzar nuestro compromiso con una
inflación baja y estable, fortaleceremos el Banco Cen-
tral”, prometió el gobierno de Mauricio Macri en el
Memorándum de Política Económica y Financiera
enviado al solicitar el préstamo stand-by del FMI por
hasta 50.000 millones de dólares durante tres años.
“Enviaremos al Congreso un proyecto de ley para do-
tarlo de una nueva Carta Orgánica que le dará mayor
autonomía en su operatoria, reforzará la estabilidad
de precios como su mandato principal y suspenderá
la financiación, directa o indirecta, al Tesoro”, ofren-
daron las autoridades argentinas que ya comenzaron
a recibir los desembolsos del organismo multilateral.
Poder y ¿sabiduría?
El reiterado compromiso de los países para “forta-
lecer la independencia del banco central” no es ino-
cuo. Los economistas argentinos Martín Abeles y
Mariano Borzel cuestionan desde los cimientos el
entramado teórico que sostiene a los esquemas de
independencia de los bancos centrales comprome-
tidos con la lucha contra la inflación. En un docu-
mento publicado por el Cefidar (2) los investigado-
res explican que “la convicción con que la mayoría
de la profesión adhiere a la recomendación de inde-
pendencia de la autoridad monetaria parece respon-
der más a intereses económicos y políticos que a la
racionalidad económica”. Los investigadores sostie-
nen que la independencia de la autoridad monetaria
“conforma, desde la perspectiva teórica de la ciencia
o la filosofía política, un esquema institucional elitis-
ta, que, al independizar a la autoridad monetaria de
los gobiernos electos, excluye al soberano de toda in-
fluencia sobre uno de los resortes fundamentales de
la administración macroeconómica”.
Pero la heterodoxia sudamericana no es la única
que reconoce las disputas de poder detrás de la ce-
lebrada independencia de los bancos centrales. El
ex vicepresidente de la Reserva Federal estadouni-
dense, Alan Blinder, señaló veinte años atrás que
“la independencia del Banco Central del resto del
gobierno es en lo que parece pensar la gente cuan-
do hablamos del tema pero existe otro tipo de in-
dependencia que, si bien es igualmente relevante,
rara vez se discute: la independencia de los merca-
dos financieros. Mi punto es que implementar las
políticas que los mercados esperan –o exigen– pue-
de conducir a políticas muy pobres. Los riesgos son
más grandes que nunca, creo yo, porque prevalece
entre los banqueros centrales un profundo respeto
por la visión de los mercados financieros. Los am-
plios, profundos y fluidos mercados son vistos co-
mo repositorios de un enorme poder y sabiduría. Su
poder está fuera de disputa pero, en mi visión, la sa-
biduría es algo sospechosa”.
La política económica y, en particular, el diseño
de los bancos centrales constituyen escenarios de
disputa para los conflictos de clase y las disputas in-
tra-clase sobre la distribución del ingreso. La con-
sagración de la “independencia del banco central”
ofrece un instrumento para limitar la influencia de
los sectores populares sobre la política monetaria,
cambiaria y financiera. Pero, en aquellos casos don-
de los intereses de la industria y las finanzas no están
estrechamente emparentados, la “independencia
del banco central” sirve para garantizar que la polí-
tica monetaria quedará fuera del alcance del capital
industrial en beneficio del capital financiero.
| 25
Los procesos de financiarización subordinada ex-
perimentados por las economías latinoamericanas
que se integran al mundo garantizando la liberaliza-
ción y desregulación de sus esferas monetaria, cam-
biaria y financiera quedan expuestos a los humores de
los grandes fondos de inversión. Como explica Eze-
quiel Greco Laplane del Centro de Estudos de Con-
juntura e Politica Econômica de la UniCamp en Bra-
sil “estas medidas pueden resultar en una integración
financiarizada que torne a la economía nacional un
espacio de valorización especulativa con efectos de-
letéreos en las variables macroeconómicas clave, par-
ticularmente un aumento de la volatilidad del tipo de
cambio y de la fragilidad financiera sistémica”. Los
episodios de tensión (corrida) cambiaria experimen-
tados en Argentina, Brasil y Turquía ofrecen las últi-
mas manifestaciones de la vulnerabilidad y fragilidad
a la que quedan expuestos los países. La demanda de
activos denominados en esas monedas depende de la
existencia de elevados márgenes de ganancia. “Man-
tener un flujo estable de financiamiento externo con-
lleva una sumisión creciente de la autonomía mone-
taria frente a las decisiones de los agentes financieros
internacionales”, advierte Greco Laplane (3).
Pero los bancos centrales no siempre fueron inde-
pendientes ni estuvieron dedicados a preservar el valor
de la moneda. Existen alternativas para, sin convertir-
se en un paria internacional, apostar al sostenimiento
de un alto nivel del crecimiento, conservar márgenes
para el financiamiento del sector público, velar por la
estabilidad financiera, impulsar el crédito productivo y
apalancar la creación de empleo. Esas metas ocuparon
lugares fundamentales entre los objetivos de los ban-
cos centrales a lo largo de la historia. Muchos de esos
instrumentos reaparecieron incluso de la mano de los
más conservadores banqueros centrales durante la úl-
tima crisis internacional. La pregunta, entonces, no es
si los bancos centrales pueden o deben jugar un rol ac-
tivo en la política de desarrollo, sino qué tipo de política
de desarrollo deben impulsar. Si pretenden evitar crisis
recurrentes las economías periféricas requieren dejar
atrás el recetario tradicional de la política económica y
abandonar el aislamiento. Una posibilidad, esbozada
por el economista estadounidense Gerald Epstein, es
establecer esquemas de “metas reales” que tengan co-
mo objetivo central a la pobreza, el desempleo y las ba-
jas tasas de crecimiento económico, sin descuidar otros
problemas como la inflación. No se trata de responsa-
bilizar a los bancos centrales por la generación de em-
pleo, la redistribución del ingreso y la industrialización,
pero sus herramientas exceden a la conservación de ni-
veles de inflación de un solo dígito a costa de exponerse
a una fragilidad financiera sistémica. g
1. Alexander E. Kentikelenis, Thomas H. Stubbs y Lawrence P. King,
“IMF conditionality and development policy space, 1985-2014”,
Review of International Political Economy, Vol. 23, N° 4, 2016.
2. Martín Abeles y Mariano Borzel, Metas de inflación: implicancias
para el desarrollo, Cefidar, Documento de Trabajo Nº 1, 2004.
3. Greco Laplane, Capitalismo financiero y financiarización subordinada:
el caso argentino, Coyuntura y Desarrollo, FIDE, Nº 382, 2018.
*Economista, docente y periodista (@tomaslukin).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
26 |
En medio de un crecimiento económico y una fiebre de inversiones
chinas, Camboya tropieza con una situación política delicada: una
oposición débil en un escenario de persecución y censura. En
vísperas de las elecciones legislativas, el primer ministro, Hun Sen, en
el poder por más de tres décadas, no esconde su ambición dinástica.
Hun Sen le impone su ritmo a la juventud camboyana
Phnom Penh, entre
el miedo y el cambio
por Christine Chaumeau*, enviada especial
Trabajadores de la indumentaria en un acto de Hun Sen en la provincia de Kandal, 30-5-18 (Pring Samrang/Reuters)
E
n Phnom Penh, el atardecer
trae un agradable aire fresco.
Paseantes y deportistas toman
por asalto la explanada del Wat
Botum, a dos pasos del Pala-
cio Real. Se encuentran entre amigos para
hacer marcha atlética, tomar una clase de
zumba o de gimnasia. A veces, varios cien-
tos de personas se juntan para practicar
complejas coreografías. En una de las es-
quinas de la plaza, desde hace algunas se-
manas, Bopha (1) vende tragos con un ami-
go y su hermano. Al final de la tarde, entre
las 17 y las 18 horas, improvisan un bar efí-
mero que desaparece hacia medianoche.
Es todo un éxito. El promedio de edad de
los clientes no supera los 25 años. “La com-
petencia es dura. Desde que nosotros esta-
mos acá, ya se abrieron otros dos lugares
del mismo estilo”, asegura esta joven mu-
jer que genera, de esta manera, un ingreso
extra para complementar su sueldo de se-
cretaria en una fábrica textil del otro lado
del Tonlé Sap (el “Gran Lago”).
La ciudad late, vibra, se agita. Sus ci-
catrices del pasado, cuando sus habitan-
tes habían sido deportados al campo por
los Jemeres Rojos (1975-1979), parecen
atenuadas. Phnom Penh se muestra co-
mo una capital dinámica. Todo el tiempo
se abren lugares nuevos para salir, ir a to-
mar algo, relajarse. Hay para todos los bol-
sillos. Los ricos optan por los bares situa-
dos en las terrazas de los hoteles, mientras
que la clientela más modesta prefiere los
bailes populares callejeros.
Para Bopha, esta agitación esconde un
malestar profundo de la juventud. Ella
tiene menos de 30 años, como casi el 60%
de sus compatriotas, y se sabe privilegia-
da. No conoció ni la guerra, ni a los Jeme-
res Rojos. Creció en Phnom Penh y vio có-
mo la ciudad cambiaba acorde a un creci-
miento económico anual de un promedio
del 7% en la última década. Sin embargo,
la situación del país le parece frágil. Se es-
tremece ante la perspectiva de las eleccio-
nes previstas para el 29 de julio. “No quie-
ro ni hablar de política; no sé si iré a votar y
tampoco sé por quién votaría”.
El principal partido de oposición, el
Partido de Rescate Nacional de Cambo-
ya (CNRP, por su sigla en inglés, o KPK
en camboyano), será el gran ausente de
las elecciones. Fue disuelto en noviem-
bre último por decisión de la Corte Su-
prema, debido a que los magistrados lo
consideraron culpable de haber fomen-
tado una “revolución para derrocar el
régimen”. Su presidente Kem Sokha,
detenido durante la noche del 3 de sep-
tiembre de 2017, espera el juicio en la
cárcel; 118 integrantes están proscriptos
de cualquier actividad política por cin-
co años; la mitad de los 55 parlamenta-
rios huyó al exterior. El ex presidente
Sam Rainsy vive exiliado desde 2015 por
miedo a ser procesado con acusaciones
inventadas. El CNRP era el único que
podía rivalizar con el Partido Popular de
Camboya (PPC o KPK en camboyano)
del primer ministro que domina la vida
Edición 229 | julio 2018
política desde 1979, desde el final del ré-
gimen Jemer Rojo (2).
Esta disolución barrió con el voto de
los casi tres millones de electores (de 6,6
millones) en las elecciones legislativas
de 2013, donde la oposición había obteni-
do 44,5% de los votos, y en las elecciones
municipales de junio de 2017 (43, 8%) (3).
Esos resultados inéditos fueron el pro-
ducto de la alianza del CNRP y del Partido
de los Derechos Humanos (PDH), dirigi-
dos respectivamente por Rainsy y Sokha,
y de la llegada de una nueva generación de
electores. “Teniendo en cuenta el avance
en las urnas del CNRP, el PPC quizá per-
diera en julio”, estima un comentarista
político. La amenaza fue descartada. Para
el gobierno, la disolución del partido es si-
nónimo de “estabilidad y de paz” (4).
Corrupción y persecución
El primer ministro Hun Sen, candidato a
su propia sucesión, lucha contra el tiempo
y el abismo que lo separa cada vez más de
sus conciudadanos. Los baby boomers, na-
cidos entre los años 1990 y 2000, crecieron
en un contexto de paz. Desde muy chicos,
quienes tienen menos de 30 años aprendie-
ron inglés en las muchas organizaciones no
gubernamentales (ONG) o en las escuelas
privadas que abrieron en el país. El uso de
Facebook les permite informarse por fuera
de los medios tradicionales que están ba-
jo control –las redes sociales, hasta ahora
muy libres, corren peligro–. El gobierno
anunció el 2 de mayo la centralización de
las conexiones internas y externas dentro
del Ministerio de Telecomunicaciones. Es-
ta generación anhela vivir entre las ideas
de libertad y democracia. “La sociedad
avanzó, pero no así el régimen”, advierte el
joven comentarista.
Sobreviviente de todas las guerras
camboyanas, Hun Sen ocupa su cargo
desde hace treinta y tres años, y sueña con
continuar “al menos diez años más” (5).
Amenaza con una vuelta a la guerra civil si
el pueblo ignora a su partido en las urnas.
Carteles y afiches por todas partes hacen
alusión al 7 de enero de 1979, fecha de la
“liberación” –la derrota de los Jemeres
Rojos frente al ejército vietnamita–. Ha-
noi había instalado entonces un gobier-
no dirigido por ex cuadros de los Jemeres
Rojos, como el propio Hun Sen, que había
dejado la organización de Pol Pot en 1977
para esquivar las purgas.
El primer ministro pretende que se lo
honre como el salvador de su pueblo, el que
devolvió la paz y la estabilidad venciendo,
en 1998, a los últimos guerrilleros Jemeres
Rojos (en vísperas de las elecciones orga-
nizadas por las Naciones Unidas del 23 al
28 de mayo de 1993, éstos habían anulado
los acuerdos de paz firmados en París el 23
de octubre de 1991). Dicho argumento, re-
petido ad nauseam, fundamenta supues-
tamente su legitimidad y la de su partido.
De hecho, explica Caroline Hughes, auto-
ra junto con Netra Eng de un estudio so-
bre la juventud camboyana y la política (6),
“el PPC y Hun Sen gozaban de legitimidad
frente a las generaciones nacidas antes de
los años 90. Tenían en común la historia de
las guerras. Pero no es así con los más jóve-
nes. Aunque, para ellos, la idea democráti-
ca sigue siendo abstracta, son conscientes
de que el gobierno debe estar al servicio de
los ciudadanos”.
Es justamente el reproche que le ha-
cen a Hun Sen y a su gobierno: la falta de
consideración de los problemas del pue-
blo. Ciertamente, la pobreza disminuyó
significativamente (el 13,5% de la pobla-
ción en 2014 frente a un 47,8% en 2007
(7)), pero las desigualdades aumentaron
de manera masiva, afectando a los habi-
tantes del campo y a los jóvenes (8), cuyo
futuro se muestra incierto –y esto provo-

ca un fuerte descontento–. Si bien hubo
un incremento importante de la tasa de
escolarización en el nivel primario, sola-
mente el 46,8% de quienes tienen menos
de treinta años terminaron sus estudios
secundarios. Los demás debieron aban-
donar sus estudios, principalmente por
motivos económicos (9). La falta de tie-
rras cultivables hace que los más jóvenes
tengan que irse de sus pueblos en busca
de un trabajo. Según el Ministerio de Pla-
nificación, el 22% de las familias rurales
tiene algún integrante que migra más de
3 meses por año, lo cual representa cer-
ca de 2,5 millones de jóvenes menores de
treinta años (10). Se van a las ciudades o
al exterior. Al menos un millón vive fue-
ra del país. Los destinos principales son
Tailandia, Malasia o Corea del Sur: “Esos
jóvenes se sienten explotados, excluidos
del desarrollo y del crecimiento –desta-
ca Caroline Hughes–. Los más formados
tienen dificultades para encontrar em-
pleo en un sector público gangrenado
por la corrupción y el nepotismo”.
El peso de la corrupción que “padece-
mos desde el nacimiento, cuando la par-
tera corta el cordón umbilical”, según la
expresión de Bopha, aparece sin cesar en
las conversaciones. Camboya se ubica
en el puesto 161 entre 180 países, según
el índice de percepción de la corrupción
establecido por la organización Transpa-
rency International. Varias ONG denun-
cian la deforestación, el acaparamiento
de tierras y… la impunidad que protege
al clan en torno a Hun Sen, en el que se
mezclan intereses económicos, milita-
res y familiares. Un informe publicado
en julio de 2016 por la ONG Global Wit-
ness (11) estima que los allegados del pri-
mer ministro, en particular sus hijas, so-
brinos y hermanos, poseerían una fortu-
na calculada entre 500 y 1.000 millones
de dólares. Equivalente, por lo menos, a
467.000 años de ingresos de un cambo-
yano medio (1.070 dólares).
En estos tiempos difíciles, la mayo-
ría de nuestros interlocutores nos piden
discreción a la hora de hablar de políti-
ca. Una mujer fue encarcelada tras haber
posteado en su perfil de Facebook una fo-
to en la que se la ve tirando un zapato con-
tra un cartel del PPC. Dos periodistas de
Radio Free Asia esperan desde noviem-
bre un juicio por “espionaje” –se los acu-
sa de haber proporcionado información al
exterior–. Más de 30 estaciones de radio,
que transmitían Radio Free Asia y Voice
of America, financiadas por Washington
y consideradas como corresponsales de
la oposición, fueron prohibidas. El Cam-
bodia Daily cerró, el Phnom Penh Post fue
comprado por un inversor malasio, cu-
ya agencia de relaciones públicas trabajó
en el pasado con el gobierno camboyano.
Esos dos periódicos angloparlantes brin-
daban una cobertura sin concesiones de
los acontecimientos sociales y políticos
del reino. La directora del Centro Cambo-
yano para los Derechos Humanos, Chak
Sopheap, fue convocada en mayo por el
tribunal de Phnom Penh para testimoniar
en el juicio de Kem Sokha. Por otro lado,
ni este arresto, ni la disolución del CNRP
en noviembre último, dieron lugar a nin-
guna manifestación relevante.
Desde noviembre,
los funcionarios
y los monjes
están siendo
particularmente
vigilados.
¿Qué queda de la ebullición de 2013,
cuando, entre julio y diciembre, el CN-
RP había pedido nuevas elecciones tras
haber constatado la existencia de frau-
de? ¿Dónde están las decenas de miles
de manifestantes y de huelguistas, prin-
cipalmente del sector textil, que tanto
preocuparon en su momento al poder
(12)? Un joven universitario, que durante
un tiempo fue asesor del CNRP, explica la
atonía de la opinión pública por la sensa-
ción de abandono que experimentan los
militantes: “¿Cómo organizarse sin líder?
Los dirigentes principales dejaron el país
por miedo a ser arrestados, o se mantie-
nen callados”. Una parte importante de
los manifestantes o de los militantes del
CNRP en las manifestaciones de 2013
eran obreros o campesinos que llegaban
del interior. Sin logística, no es fácil mo-
verse. Cuando tuvo lugar la decisión de
la Corte Suprema de proscribir el CNRP,
los controles policiales alrededor de la
capital y los comentarios de los emplea-
dores hicieron mermar el entusiasmo de
los más vigorosos. Un joven maestro de
Kompong Speu, por ejemplo, fue convo-
cado por el director provincial a una reu-
nión de “reeducación”: “Me recriminó las
publicaciones en mi página de Facebook
sobre temas relacionados con los pro-
blemas sociales. Me hizo un llamado de
atención y me aconsejó que no me pasara
al ‘otro lado’”. Desde noviembre, los fun-
cionarios y los monjes están siendo parti-
cularmente vigilados. En pocos meses, se
instaló un manto de plomo. Aquellos que
llaman al boicot electoral, en razón de la
proscripción del CNRP, podrían ser pro-
cesados, según advirtió el ministro del In-
terior. Unos 800 mil soldados y militares
serán movilizados “para garantizar la se-
guridad” de los comicios.
“Nuestra generación vive en un espa-
cio de gran libertad… que se termina en el
tabú político”, advierte, resignado, Sum
Sithen, productor y organizador de un
festival de cortometraje. Pragmáticos o
escaldados, los jóvenes camboyanos des-
pliegan, pues, su energía y sus talentos en
otra parte. En la creación de start-up di-
gitales o en las artes, que experimentan
un gran dinamismo desde hace una déca-
da. Es una forma de transmitir mensajes.
Los personajes que pinta Chov Teanly en
su serie Surviving resaltan de esta mane-
ra el malestar que sienten: todos tienen
la misma postura, están con el cuerpo ha-
cia adelante en puntas de pie, en desequi-
librio. Con la cabeza erguida, tienen que
prestar atención para no caer. “Es una se-
ñal de que estamos todos al límite de aho-
garnos. Estamos sobreviviendo. Todo es
inestable”, explicaba ya en 2015 el pintor.
Una inestabilidad que se sintió en el
momento del asesinato de Kem Ley, en
julio de 2016. Ese carismático analista
político fue asesinado en plena calle a
sus 45 años, al día siguiente de un artí-
culo sobre el informe de Global Witness,
que develaba la fortuna del clan Hun
Sen. Más de un millón de personas asis-
tieron a su funeral para rendir homenaje
a un hombre considerado como un hé-
roe de la democracia. “Llevaba consigo
la posibilidad de salir de una política de
confrontación. Y ofrecía nuevas opcio-
nes”, explica Yang Saing Koma, su amigo
y dirigente del Grassroots Development
Party (GDP), partido del cual Kem Ley
había sido uno de los fundadores.
Frente a las críticas, el gobierno em-
prendió reformas, entre las cuales figura
en un lugar destacado la creación de una
sección anticorrupción. Se nombró a un
nuevo ministro de Educación con miras
a poner fin a la corrupción en los exáme-
nes para obtener el título secundario. En
enero último, el sueldo de los funciona-
rios aumentó un 6,8% y luego un 10,7% en
abril, llegando a 210,60 euros mensuales;
el salario de los más de 700.000 trabaja-
dores del sector textil fue fijado a un mí-
nimo de 145 euros, frente a los 129 euros
que cobraban antes, y las obreras del sec-
tor consiguieron un seguro de materni-
dad. El primer ministro seduce con cons-
| 27
tancia a esos electores, tradicionalmente
partidarios de la oposición. Multiplica los
discursos y los encuentros distribuyendo
sobres con algunos billetes (13). En Fa-
cebook, donde le gusta ponerse en esce-
na, reúne a 10 millones de seguidores (y
son 16 millones de habitantes) (14). “Fa-
cebook me acercó a mi pueblo y me per-
mitió poder escuchar peticiones directas
–escribía el 6 de marzo de 2016–. De esta
manera, pude resolver problemas rápida
y eficientemente.” En realidad, según el
Phnom Penh Post, solamente una quinta
parte de los likes recolectados en sus pá-
ginas procederían de Camboya. Los de-
más provienen de cuentas registradas en
Filipinas, Myanmar y Brasil…
“Legitimidad divina”
Como signo de apertura hacia la juven-
tud, Hun Sen y el PPC multiplican los as-
censos de sus retoños. El hijo mayor del
primer ministro, el general Hun Manet,
fue así promovido a jefe del Estado Ma-
yor de las Fuerzas Armadas. El benjamín,
Hun Many, de 36 años, es diputado y di-
rige la Unión de Federaciones de Jóvenes
de Camboya (UFJC). “Sirve para entrete-
ner a la juventud con juegos y pasatiem-
pos. Una estrategia para eludir la cuestión
política y no responder a los verdaderos
problemas”, se irrita un cronista que pi-
de el anonimato. Todos los años, la UFJC
organiza el festival Angkor Songkran pa-
ra celebrar el año nuevo jemer (13 o 14 de
abril hasta el 15 o 16 de abril, según el año).
Miles de miembros participan de juegos y
danzas tradicionales para exaltar la cultu-
ra y el orgullo jemer.
Es de rigor el uso del krama, un echar-
pe cuadriculado típico del campo. “Nos
gustaría ver a las jóvenes generaciones
vestidas con la ropa tradicional durante
el Angkor”, explica Tith Chandara, uno
de los organizadores de este festival des-
de 2013. Ve en esas actividades una he-
rramienta de estabilidad: “No queremos
una Camboya débil y dividida. Como di-
ce el proverbio: ‘un palito solo puede ser
destruido, pero no así un conjunto de pali-
tos’”. Este joven procedente de una fami-
lia pobre de Battambang no tiene inten-
ción de desaprovechar las oportunidades.
Se codea a menudo con Hun Many: “Me
olvido prácticamente de que es el hijo de
Hun Sen. Es realmente muy cercano a
nosotros. Para mí, es como un hermano
mayor”. ¿Y la política? Ningún comenta-
rio sobre la disolución del CNRP. “Lo que
me importa es mi carrera –dice–. Mis pa-
dres siempre me incitaron a protegerme.
Me decían: ‘No quieras el cambio sin an-
tes trabajar en tu desarrollo personal’”. d
28 |
d Astrid Nilssen Noren, profesora uni-
versitaria especializada en el Sudeste
Asiático en la Universidad de Lund, seña-
la: “Esta forma de promover el orgullo je-
mer desvía la atención de los jóvenes. Es-
tán yendo hacia la creación de un sistema
en el que criticar el gobierno será asimila-
do a atacar la nación”. Una tendencia afín
a las maniobras utilizadas por el primer
ministro, tras la muerte del rey Sihanouk
en 2012, para conseguir una legitimidad
real (15). Cita numerosos ejemplos, como
los discursos y las películas que lo identifi-
can con el personaje Sdech Kan, un plebe-
yo convertido en rey, y también la fastuosa
ceremonia que organizó para celebrar la
paz, dos semanas después de la disolución
del CNRP. Se trata de darle “una legitimi-
dad divina a la deriva autoritaria del régi-
men y de introducir el concepto de suce-
sión dinástica”, prosigue la profesora.
Por lo demás, la adopción en febre-
ro último de una ley de lesa majestad,
siguiendo el modelo de la que existe en
Tailandia, completa el arsenal represi-
vo. Dos ex militantes del CNRP ya fueron
detenidos por haber criticado al rey Si-
hamoni por su apatía frente al autorita-
rismo del primer ministro. “Esta ley vin-
cula a la monarquía con el régimen auto-
crático y reduce su independencia”, con-
cluye Astrid Nilssen Noren, que ve allí el
deslizamiento del poder hacia una su-
cesión en favor de los hijos de Hun Sen.
Aunque tenga asegurado el triunfo en las
próximas elecciones, nada garantiza, sin
embargo, que el primer ministro pueda
concretar su ambición dinástica. g
1. En la mayoría de los casos, las personas
pidieron mantener el anonimato.
2. Véase Francis Crémieux, “La difficile
reconstruction au Cambodge”, Le Monde
diplomatique, París, julio de 1980.
3. En las elecciones legislativas del 28 de julio de
2013, el PPC había obtenido 3.235.969 votos, el CNRP
2.946.176; en las municipales del 4 de junio de 2017, el
PCC obtuvo 3.540.056 votos y el CNRP, 3.056.824.
4. “White paper on the political situation in
Cambodia. Strengthening the rule of law and liberal
democratic process”, 8-2-18, Consejo de Ministros,
publicado por Fresh News el 11 de marzo.
5. Kong Meta y Andrew Machemson, “Hun Sen
repeats vow to serve 10 more years, noting ‘it
could be more’”, Phnom Penh Post, 8-3-18.
6. Netra Eng y Caroline Hughes, “Coming of age
in peace, prosperity, and connectivity: Cambodia’s
young electorate and its impact on the ruling
party’s political strategies”, Critical Asian Studies,
Alexandria (Estados Unidos), 20-6-17.
7. “La pobreza y la prosperidad compartida
en 2016”, Banco Mundial, Ginebra, 2017.
8. “Youth wellbeing policy review of Cambodia”,
Informe de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos (OCDE), París, 2017.
9. “Labour market transitions of young women and
men in Cambodia 2014”, Informe de la Organización
Internacional del Trabajo, Basilea, junio de 2015.
10. “Migration in Cambodia: Report of the Cambodian
Rural Urban Migration Project (CRUMP)”,
Ministerio de Planificación, Phnom Penh, 2012.
11. “Hostile takeover The corporate
empire of Cambodia’s ruling family”,
Global Witness, Londres, 7-7-16.
12. Véase Philippe Revelli, “La cólera de los
camboyanos” , Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2014.
13. Como se puede ver en un video, en el que
paga 800 euros por un helado, 6-6-18.
14. Véase Daniel Nass y Shaun Turton, “Only
20 per cent of PM’s recent Facebook ‘likes’
from Cambodia”, Phnom Penh Post, 9-3-16.
15. Astrid Nilssen Noren, “A Regal Crackdown”,
presentación realizada en la Universidad
Cornell el 13 de abril de 2018. No publicado,
sino comunicado por la autora.
*Periodista.
Traducción: Victoria Cozzo
Restaurante chino en Sihanoukville, 27-11-17 (Matthew Tostevin/Reuters)
Sihanoukville en la era china
Socios y algo más
E
n los edificios y terrenos de
Sihanoukville pueden verse
carteles que, con unos pocos
ideogramas y números de te-
léfono, anuncian que se venden o se al-
quilan. En cuestión de meses, la ciudad
portuaria camboyana a orillas del golfo
de Siam se ha convertido en un paraíso
para los inversores chinos. En la Playa
de la Independencia, los dos edificios
en construcción de Blue Bay aplastan
con sus treinta y ocho pisos el paisaje
que los rodea. En la oficina de ventas,
hay folletos en chino y en inglés. “Ya
vendimos todos los departamentos de
la primera torre, y el 65% de la segunda.
Nuestra clientela es china, camboyana
y singapurense”, detalla la recepcionis-
ta frente a la maqueta del proyecto. En
la playa, se instalará una piscina y tam-
bién bungalows sobre pilotes. En el en-
trepiso, se prevé un casino y un centro
comercial. Los 1.450 departamentos
se entregarán en 2019 a un precio que
va de 2.500 a 3.500 dólares por m² (de
2.150 a 3.010 euros). Son servicios de
lujo sin precedentes en esta ciudad.
“Los chinos son ávidos de ese ti-
po de lugares –dice Paul H., un agen-
te inmobiliario–. Mis clientes buscan
terrenos, preferentemente con vista
al mar. Los propietarios camboyanos
están dispuestos a echar a sus inquili-
nos actuales para cobrar un mejor al-
quiler.” Desde la visita del presidente
chino en octubre de 2016, el número
de visitantes no ha dejado de aumen-
tar en todo el país, llegando a 1,7 mi-
llones a fines de 2017 (+46%). Actual-
mente, hay vuelos chárter que conec-
tan una vez por semana Sihanoukville
con siete destinos en China y Macao.
Además del atractivo de sus playas, la
ciudad atrae sobre todo por sus 24 ca-
sinos, dado que los juegos de apuestas
están prohibidos en China. El gobier-
no camboyano tiene previsto expedir
unas treinta licencias más.
La llegada de estos inversores ale-
gra o preocupa, según quién sea el in-
terlocutor. “Los propietarios están
contentos, venden o alquilan al pre-
cio que fijan ellos”, ironiza Kheng, un
chofer de tuk tuk [medio de transporte
típico del lugar]. Para la gran mayoría
de los camboyanos, en cambio, resulta
imposible enfrentar tal competencia.
Esto se refleja en la playa de Ochheu-
teal, un lugar popular para viajeros
con poco presupuesto. Ya no queda
ninguno de los pequeños restaurantes
donde la gente se instalaba bajo un te-
cho de chapa, o directamente sobre la
arena, para comer y tomar algo fren-
te al mar. En lugar de eso, allí se prevé
construir un hotel cinco estrellas y un
casino –producto de un joint-venture
entre el Royal Group, uno de los gru-
pos empresariales camboyanos más
poderosos, en manos de un allegado al
primer ministro, y un socio chino–.
En el centro de la ciudad, esta fie-
bre inversora irrita. “Los chinos tie-
nen sus propias redes. Los turistas lle-
gan y son trasladados directamente a
los hoteles casino donde se hospedan.
Nunca vienen a comprar nuestros ser-
vicios”, hace notar un operador turís-
tico local. “Nosotros no tenemos nin-
gún beneficio de ese crecimiento, sólo
vemos su repercusión en el aumento
de los precios”, deplora Pheap, un jo-
ven obrero de la construcción.
Más de 10.000 trabajadores chinos
–empleados de los casinos y obreros
de la construcción en su mayoría– es-
tarían viviendo allí. Es difícil determi-
nar la cantidad exacta. En febrero úl-
timo, en un informe del Ministerio del
Interior revelado por el Phnom Penh
Post (1), el mismo gobernador de Si-
hanoukville advertía al gobierno so-
bre ciertas consecuencias: incremen-
to de actividades delictivas mafiosas,
impacto negativo de la inflación de la
vivienda en el costo de vida, y falta de
beneficios económicos de actividades
que son controladas y construidas por
y para los chinos.
Apoyo chino
Con una ayuda bilateral de más de 732
millones de dólares en 2016, el gran ve-
cino del norte se convirtió en el prin-
cipal socio económico, por delante de
Japón, Corea del Sur y la Unión Euro-
pea. De 5 mil millones de dólares el año
pasado, los intercambios comerciales
Edición 229 | julio 2018
deberían alcanzar los 9 mil millones
de aquí a 2020, según los compromisos
asumidos por ambos gobiernos.
En el marco de la nueva Ruta de la
Seda, abundan las infraestructuras fi-
nanciadas por los chinos: se construye-
ron más de 2.700 kilómetros de vías te-
rrestres, según un cálculo del Ministe-
rio de Obras Públicas; está oficialmen-
te proyectada la construcción de una
autopista para unir Phnom Penh con
Sihanoukville, de un puerto de aguas
profundas en Kampot y de un enorme
aeropuerto en el sur de la capital. Por
no mencionar las siete represas en cur-
so de realización o en proyecto a lo lar-
go del Mekong. El gobierno solicitó el
apoyo del Ministerio de Seguridad In-
terna chino para luchar contra el “te-
rrorismo” y la cibercriminalidad.
En pocos años, Camboya se trans-
formó en el mejor apoyo de Pekín den-
tro de la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático (ASEAN, por su sigla
en inglés), hasta el punto de bloquear
en 2012 –y luego en 2016– los proyec-
tos de declaración de la organización
contra las ambiciones chinas en el Mar
de China Meridional y la militariza-
ción de atolones que se disputan en
particular Vietnam y Filipinas.
La influencia china se acentuó des-
de mediados de los años 1990, confor-
me a las reprimendas de Occidente
respecto del incumplimiento de los de-
rechos humanos. En marzo de 2018, el
ministro de Relaciones Exteriores chi-
no, Wang Yi, reafirmó el apoyo de su
país a Camboya “para salvaguardar su
soberanía nacional y sus intereses” (2)
y para “la organización de las eleccio-
nes” de julio. Estados Unidos amena-
zó con sanciones comerciales en caso
de que la oposición no pueda presen-
tarse a los comicios. A principios de
mayo, la Comisión Europea anunció
la posibilidad de realizar una audito-
ría de los acuerdos “Todo salvo las ar-
mas” (TSA), que ofrecen un acceso pri-
vilegiado (libre de aranceles) a ciertos
productos –un reto importante para la
industria textil–. Por el momento, no se
ha adoptado ninguna medida.
De todas formas, al Primer Ministro
no le importan las lecciones de un Oc-
cidente del cual recuerda sus incohe-
rencias, cuando, en los años 1980 los Je-
meres Rojos formaban aún parte de las
Naciones Unidas, con el beneplácito de
Occidente. Y en febrero último señala-
ba: “Los representantes chinos me res-
petan y me tratan como a un igual” (3).
En cuanto al apoyo de China al ré-
gimen Jemer Rojo (1975-1979) o a la
guerra contra Vietnam en diciembre
de 1978, son detalles de una historia en
los que no quiere volver a entrar. Hoy
en día, los dos socios celebran una “re-
lación beneficiosa para ambos”. Ade-
más, como lo sugirió Sok Eysan, el
portavoz del PPC, si China funciona
muy bien con un partido único, ¿por
qué no Camboya? (4) g
1. Mech Dara y Alessandro Marazzu Sassoon,
“Preah Sihanouk governor bemoans Chinese
influx”, Phnom Penh Post, 29-1-18.
2. “Wang Yi Meets with Prime Minister Hun
Sen of Cambodia”, página del Ministerio de
Relaciones Exteriores de China, 31-3-18.
3. Hannah Beech, “Embracing China,
Facebook and himself, Cambodia’s ruler
digs in”, The New York Times, 17-3-18.
4. Ben Sokhean y Ananth Baliga, “CPP
spokesman touts one-party rule, points to
China’s example”, Phnom Penh Post, 27-2-18.
C.C.
Traducción: Victoria Cozzo
| 29
30 |
En 1987, 15.800 barriles que contenían diversas sustancias tóxicas
–y que fueron transportados ilegalmente de Italia al Líbano– fueron
desechados al sur de Beirut. Aquel antecedente signó socialmente
el camino en la discusión sobre cómo debe ser el tratamiento de
residuos, debate que esconde ciertos intereses.
El fantasma de los barriles tóxicos en el Líbano
Toneladas de miedo
por Emmanuel Haddad*
U
n amanecer aún tormentoso
asoma sobre la alfombra de
inmundicias que cubre la pla-
ya de Zouk Mosbeh, al norte
de Beirut. Este enésimo de-
sastre ecológico y sanitario desata las sem-
piternas discusiones políticas. Para unos, la
basura que se extiende hasta perderse de
vista fue arrastrada por las corrientes de
agua provenientes de los pueblos de mon-
taña controlados por el partido cristiano
Kataeb. Para otros, rápidos para criticar a
las autoridades gubernamentales, el mar
no hizo más que regurgitar los residuos del
basural de Bourj Hammoud, en los subur-
bios del norte de la capital. Un basural a ori-
llas del mar cuya actual reestructuración
resuelve supuestamente la crisis de la ba-
sura que vive el país desde hace varios años.
Residuos tóxicos y políticos
“En realidad, los desechos provienen tanto
de los valles montañosos contaminados por
las municipalidades como del basural coste-
ro creado a las apuradas y cuyos residuos el
mar arrastra”, afirma Joslin Kehdy, funda-
dora de Recycle Lebanon, una iniciativa ciu-
dadana destinada a coordinar las acciones
en materia de protección del medioambien-
te. Ex bloguera culinaria en Londres, dejó
todo para participar del movimiento social
Tala’at Rihatkoum (“Ustedes apestan”),
lanzado en agosto de 2015 para denunciar la
desidia política en que se traducía la acumu-
lación de toneladas de basura que se pudría
entonces bajo el intenso calor estival. Ocho
meses después de importantes manifesta-
ciones, a menudo reprimidas por la fuer-
za (1), el gobierno terminó proponiendo un
plan de emergencia que preveía la creación
de tres nuevos basurales costeros en la re-
gión de Beirut, el aprovechamiento energé-
tico de los residuos mediante la incineración
y la descentralización de su gestión.
Desde diciembre de 2015, Kehdy lim-
pia esta playa de Zouk Mosbeh todos los
fines de semana con un grupo de volun-
tarios. Y, con las inclemencias del tiempo,
las inmundicias reaparecen. Un trabajo
de Sísifo al que se enfrenta todo militan-
te en favor del medioambiente, pero que
no desalienta la movilización. En todas
partes, los ciudadanos instrumentan so-
luciones concretas y duraderas. Creada
al mismo tiempo que Recycle Lebanon, la
joven empresa Recycle Beirut clasifica y
recicla cien toneladas de basura por mes
empleando refugiados sirios. Por su par-
te, Ziad Abichaker, director de Cedar En-
vironmental, implementó un sistema de
“basura cero” –desde lo orgánico hasta lo
plástico, toda la basura se recicla en la ciu-
dad de Beit Mery– e intenta difundirlo en
el resto del país. Para ellos, ya no se trata
de esperar que la clase política encuentre
una solución a este problema cuyas causas
se remontan a la guerra civil (1975-1990).
En esa época, se improvisaron dos ba-
surales precarios a lo largo del litoral de la
capital: el basural Normandy, cuyo nom-
bre proviene de un lujoso hotel ubicado
cerca de allí, y el de Bourj Hammoud, un
antiguo campo de refugiados armenios
que escaparon del genocidio de 1915 con-
vertido en un auténtico barrio. Todo se ti-
raba allí, desde carcasas de automóviles
hasta baterías usadas pasando por resi-
duos patológicos. Al finalizar el conflic-
to, el basural Normandy fue rellenado por
Solidere, la Sociedad Libanesa para el De-
sarrollo y la Reconstrucción del centro ur-
bano de Beirut, fundada en mayo de 1994
por iniciativa del entonces primer mi-
nistro, el empresario Rafik Hariri (2). En
la confusión de la posguerra, el de Bourj
Hammoud continuó abierto hasta fines
de los años 1990. Esta montaña de basu-
ra de alrededor de cuarenta y cinco me-
tros de altura –el equivalente a un edificio
Beirut, 22-9-16 (Patrick Baz/AFP)
de quince pisos– se cerró oficialmente en
1997. En ese momento, el entonces minis-
tro de Ambiente, Akram Chehayeb, lanzó
un plan de emergencia de siete años para
reemplazar ese basural precario por un
basural sanitario ubicado en Naameh, al
sur de Beirut. Mientras tanto, la montaña
de Bourj Hammoud seguía intacta.
Fue allí donde se arrojó en 1987 un nú-
mero indeterminado de barriles azules
cargados de sustancias tóxicas. Según un
informe de la organización Greenpeace,
ese año, “15.800 barriles de diferentes ta-
maños y veinte contenedores de residuos
tóxicos se exportaron ilegalmente de Italia
al Líbano. Hombres armados de la milicia
de derecha Fuerzas Libanesas disimula-
ron la operación, sobornados con parte de
la suma pagada por una empresa italiana
a comerciantes libaneses” (3). En ese en-
tonces, esos barriles se diseminaron por
todo el país, en fábricas o canteras. Y al-
gunos terminaron en los basurales. El in-
forme señala también que, ante la protes-
Edición 229 | julio 2018
ta provocada por el incidente, el gobierno
italiano ordenó la recuperación de todos
los desechos, pero que “entre 1988 y 1989,
sólo unos 5.500 barriles fueron cargados
en 4 barcos en el puerto de Beirut. Más de
10.000 barriles y el contenido de varios
contenedores permanecieron en el Líbano
o fueron arrojados a lo largo de sus costas”.
El informe redactado por tres científicos
–Pierre Malychef, Wilson Rizk y Milad Jar-
joui–, encargado en 1988 por el Ministerio
de Salud libanés, es categórico: cientos de
estos barriles contienen una elevada con-
centración de dioxina, una sustancia letal;
otros están llenos de un producto explosi-
vo, la nitrocelulosa, o incluso de metales pe-
sados altamente tóxicos como el mercurio,
el arsénico, el plomo o el cadmio. Ese año,
estaba prohibido bañarse en las playas del
Líbano. La Organización Marítima Inter-
nacional informó en 1990 que algunos ba-
rriles fueron vaciados en la naturaleza, pin-
tados y vendidos a bares y restaurantes para
almacenar alimentos o agua potable. Otros
fueron vendidos a fábricas que los vaciaron
en los valles o quemaron al aire libre, según
un informe de los servicios de inteligencia
del ejército. Los demás fueron depositados
esencialmente en la cantera de Chnanir, en
la región de Kesrouan, o arrojados en el ba-
sural de Bourj Hammoud y a lo largo de la
costa situada al norte de Beirut, según el in-
forme del presidente del Consejo de Desa-
rrollo y Reconstrucción (CDR).
La noche del 29 de agosto de 1994, los
habitantes de un pueblo de Kesrouan im-
pidieron a los funcionarios del Ministe-
rio de Ambiente arrojar diecinueve barri-
les en una cantera cercana al río Ibrahim.
El entonces ministro de Ambiente, Samir
Mokbel, se burlaba de “la histeria” de la
opinión pública y afirmaba, basándose en
un estudio, que esos barriles eran inofensi-
vos. Pero, al mismo tiempo, Greenpeace ob-
tenía la autorización para tomar muestras y
revelaba que contenían las mismas sustan-
cias tóxicas que las importadas de Italia, lo
que hacía suponer que formaban parte de
los 15.800 barriles importados en 1987. Se
abrió entonces una nueva investigación.
Los servicios secretos del ejército descu-
brieron que varios empleados del Ministe-
rio de Ambiente figuraban entre los promo-
tores del negocio de los barriles italianos.
Dos asesores cercanos a Mokbel renuncia-
ron a comienzos de febrero de 1995, y éste
fue apartado del gobierno durante una re-
forma ministerial en junio del mismo año.
Quedaba entonces por condenar a los
responsables de ese delito ambiental. Sor-
presa: en febrero de 1995, el fiscal Said Mir-
za, encargado de la investigación, acusó al
doctor Pierre Malychef de falso testimo-
nio por haber declarado en televisión que
los residuos tóxicos habían sido esparcidos
por todo el país. Los cargos que pesaban
contra los importadores de los barriles fue-
ron desestimados. La sinceridad del doctor
Malychef le valdría un total de dos semanas
tras las rejas, numerosas amenazas y, en dos
oportunidades, atentados contra su far-
macia. Por entonces director a cargo de los
desplazados, Walid Jumblatt –citado en el
informe de Greenpeace– denunció la acu-
sación a su modo: “Hay barriles en la tierra
y en el mar. El Líbano, al igual que todos los
países del Tercer Mundo, es un basural. Las
autoridades detuvieron al doctor Malychef
porque se atrevió a hablar de los hechos”.
Todo se transforma...
El fantasma de los barriles azules resur-
gió en marzo de 2016, tras la adopción por
parte del Consejo de Ministros de un nue-
vo plan de emergencia propuesto por Che-
hayeb, actualmente ministro de Agricultu-
ra. Este plan preveía particularmente con-
vertir la “montaña” de Bourj Hammoud en
materia prima de un relleno destinado a re-
 | 31

cibir dos de los tres basurales costeros pre-
vistos para Beirut, donde se depositarían
1,4 millones de toneladas de nuevos dese-
chos en cuatro años. En los hechos, la basu-
ra fue cargada con dificultades en decenas
de camiones volquetes y arrojada en pleno
mar Mediterráneo por la empresa Khoury
Constructing. El 13 de junio de 2017, tras va-
rias manifestaciones de pescadores locales
con el apoyo de asociaciones ecologistas el
ministro de Ambiente, Tarek Khatib, lo re-
conoció frente a las cámaras (4): “Esos de-
sechos debían ser arrojados al mar, pero su-
puestamente había allí una escollera. Hubo
una violación del pliego de condiciones”,
dijo, prometiendo hacer lo posible para que
los pescadores fueran indemnizados.
Para verificar la ausencia de sustancias
peligrosas en ese montón de basura acu-
mulada durante tres décadas, el Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas
(CNRS) libanés debe realizar pruebas re-
gulares. Al ser contactado, el organismo de
investigación, que depende del Consejo de
Ministros, no quiso revelar sus resultados.
También se negó a compartir con la asocia-
ción Saha Ouladna (“La salud de nuestros
hijos”) su estudio sobre la calidad del agua
en el litoral del Líbano para el año 2017. “Sin
embargo, la ley obliga al CNRS a difundir
públicamente esa información”, comenta
Samar Khalil, miembro de esta asociación y
directora de seguridad ambiental y química
de la Universidad Americana de Beirut. Por
su parte, Elias Azzi, investigador especiali-
zado en gestión de residuos del Real Insti-
tuto de Tecnología de Estocolmo, asegura:
“No hubo un análisis reciente y científica-
mente válido de los residuos de Bourj Ham-
moud que pudiera demostrar su ausencia
de toxicidad. Si existe contaminación quí-
mica, podemos estar seguros de que una
parte de las sustancias peligrosas ya se es-
parció por el mar a lo largo de los años, y el
relleno no hace más que agravar las cosas”.
Wilson Rizk es el último sobrevivien-
te del trío de científicos que había investi-
gado sobre los productos tóxicos impor-
tados de Italia. En su casa, guarda cuida-
dosamente su informe, donde figuran los
negativos de las fotografías tomadas por
el doctor Malychef que demuestran la pre-
sencia de los barriles tóxicos en el basural
de Bourj Hammoud. Treinta años después,
Algunos barriles
fueron vaciados
en la naturaleza,
pintados y vendidos
a bares para
almacenar alimentos
o agua potable.
fue citado por la justicia como especialis-
ta, tras una denuncia presentada en marzo
de 2016 por la Coalición contra el Plan Gu-
bernamental de Tratamiento de Residuos
con el fin de detener el proyecto de relle-
no de Bourj Hammoud. “Habría que tomar
muestras en diferentes lugares del basural
para evaluar la naturaleza de cada capa de
la montaña”, estima el septuagenario. Una
expresión de deseo: “El juez solicitó pri-
mero detener la obra, pero los políticos
ejercieron presión y el trabajo se reanudó”.
En el lugar, Toufic Kazmouz, jefe del
proyecto de reestructuración del basu-
ral de la empresa Khoury Constructing,
se impacienta: “Hay rumores de la exis-
tencia de residuos tóxicos. ¿Alguien pue-
de demostrarme que es cierto? Nadie. No
queremos esas historias que asustan a la
gente. Hay que ser objetivos. Desde luego,
existe un aspecto negativo en el hecho de
arrojar basura al mar como relleno. Pero,
por el momento, es la única solución. ¡Si
alguien tiene otra, que lo diga!”.
El 27 de octubre de 2017, una decisión
del Consejo de Ministros le dio la razón. Al
igual que el basural de Naameh, respues-
ta urgente que devino solución duradera,
los dos basureros costeros de Costa Brava
(creados en 2015) y Bourj Hammoud de-
ben ampliarse y su vida prolongarse hasta la
construcción anunciada de un incinerador.
Una política que corona a los “nuevos reyes
de los residuos”, como ya los llama la pren-
sa libanesa (5). Uno de ellos, Al Jihad Group
for Commerce and Contracting, que obtu-
vo un contrato de 59,5 millones de dólares
para la construcción y gestión de los basu-
rales de Costa Brava, cobrará 100 millones
para su ampliación. Esta empresa pertene-
ciente al empresario Jihad Al Arab, cercano
a la familia Hariri, obtuvo en dos oportuni-
dades un contrato de modernización de la
planta de compostaje Coral, que aún no co-
menzó. Sus responsables no quisieron res-
ponder nuestras preguntas.
Por su parte, Khoury Constructing
recibió 109 millones de dólares en cua-
tro años para la rehabilitación de la
montaña de Bourj Hammoud y su trans-
formación en relleno para recibir dos
nuevos basurales. En total, se asignaron
más de 600 millones de dólares de dine-
ro público a la recolección y gestión de
residuos domésticos desde 2016.
Esta suma podría incluso duplicarse
con la opción de la incineración, una téc-
nica que Dinamarca está abandonando,
pero que la consultora danesa Ramboll re-
comendó sin embargo para el Líbano. En
un estudio que le costó 850.000 dólares al
gobierno libanés, recomienda una inver-
sión de 500 millones de dólares para un in-
cinerador de 750.000 toneladas por año. La
frutilla de la torta: una vez rellenada la cos-
ta y reemplazados los basurales por el inci-
nerador, podría surgir finalmente un viejo
proyecto de desarrollo inmobiliario llama-
do Linord. Para Elias Azzi, es cualquier co-
sa menos una coincidencia: “Si el basural
de Naameh cerró en 2015 no fue por razo-
nes ambientales sino para reactivar el pro-
yecto Linord. Al parecer, toda la costa nor-
te de Beirut será finalmente rellenada, des-
de el puerto de Beirut hasta el relleno de
Dbayeh. Lo que permitirá a algunos sacar
provecho de los terrenos ganados al mar”.
En el Líbano, nada se pierde, nada se reci-
cla, todo se transforma... en dólares. g
1. “Liban: violences policières contre des manifestants”,
Human Rights Watch, Nueva York, 22-8-15.
2. A propósito de la visión neoliberal de Rafik Hariri
respecto de la reconstrucción de posguerra, véase
Hannes Baumann, Citizen Hariri: Lebanon’s Neoliberal
Reconstruction, C. Hurst and Co, Londres, 2016.
3. Fouad Hamdan, “Toxic attack against Lebanon”,
Greenpeace Mediterranean, Malta, agosto de
1996, disponible en www.fouadhamdan.org
4. LBC, 13-6-17.
5. “Les nouveaux rois des déchets”, Le
Commerce du Levant, Beirut, febrero de
2018, www.lecommercedulevant.com
*Periodista, Beirut.
Traducción: Gustavo Recalde

EL NUEVO
HOMBRE VERDE
SERGIO FEDEROVISKY
Un libro imprescindible para entender por qué
a pesar de una mayor concientización ambiental
el desastre ecológico sigue avanzando a
pasos agigantados.
32 |
Debates
del
futuro
B E
osque de La Plata, 1986: con mi
mamá y mi hermana, cruzamos la
calle, dejamos el zoológico con pa-
quetes de galletas con confites en
la mano y continuamos el paseo de la tarde
dentro del Museo de Ciencias Naturales. Du-
rante décadas, los lugares con animales y los
espacios de arte o conservación fueron el pa-
seo de fin de semana de las familias, los luga-
res donde nuestros padres nos contaban las
historias del mundo. Pero al igual que con los
zoológicos, el destino de los museos o cen-
tros de arte también está en discusión.
En Arte Duty Free. El arte en la era de la
guerra civil planetaria, la artista y ensayista
alemana Hito Steyerl (Caja Negra Editora),
dice que hay dos movimientos o respuestas
institucionales que hacen peligrar el acceso
de las nuevas generaciones a las obras de
arte: la privatización o la sobreprotección.
Con ambas contestaciones, lo que se anula
es el acceso público al arte. Y si el arte no es
visto, no es arte, piensa Steyerl. Y si no es
arte, no tiene sentido conservarlo. Pero lo
que está haciendo hoy la combinación posg-
lobalización en forma de “un desorden mul-
tipolar repleto de oligarcas, señores de la
guerra, corporaciones demasiado grandes
como para caer, dictadores y montones de
nuevas personas sin Estado”, es mantener-
nos en una guerra permanente que de tan
movediza nos deja en un lugar inmóvil. Til-
dados por el reflejo de las internets, los dis-
positivos y los trols, nos estamos quedando
sin respuesta, reflexiona Steyerl.
Pero como artista, encuentra en el cine
mega industrial con algo de corazón una
respuesta. Y está en Hijos del Hombre de
Alfonso Cuarón. De allí saca su idea de un
Arca de las Artes, un lugar que, al resguardo
de toda guerra planetaria, reúna lo que ten-
ga sentido rescatar, empezando por las an-
tigüedades de Palmira y Nínive. “Además
de la Bienal Internacional, el almacena-
miento del arte duty free (libre de impues-
tos) probablemente sea hoy la forma activa
más importante para el arte. Es como el re-
verso distópico de la Bienal”. Allí, dice la ar-
tista y recordamos nosotros, todo es dine-
ro, privatización y compradores ricos que
acercan las ONG al mundo de las cuentas
offshore. Y tal vez alejándose de esa mezcla
estén las respuestas del futuro. g
Natalia Zuazo
En épocas de extinción de especies y peligro ambiental,
los zoológicos están redefiniendo su función. De vidrieras
antropocéntricas a espacios donde conectar a los humanos con
la naturaleza, hoy se los revaloriza con proyectos científicos y
programas de vínculo con las comunidades.
De la exhibición a la conservación
¿Cuál es el rol de los
zoológicos en el siglo XXI?
por Federico Kukso*
n la mañana del sábado 8 de
febrero de 2014, el Zoológi-
co de Copenhague, en Di-
namarca, despertó bajo una
inundación. No de agua si-
no de emails: en más de 40.000 correos
electrónicos –que oscilaban entre las
amenazas de muerte y los más origina-
les insultos–, toda clase de personas le
imploraban a los empleados de uno de
los zoológicos más antiguos de Europa
que dieran marcha atrás con una polé-
mica decisión: practicarle eutanasia a
Marius, una jirafa macho de dos años
en perfecto estado de salud. La reper-
cusión tomó desprevenidos a los em-
pleados e investigadores de este par-
que: incluso la petición online “Salven
a Marius” recolectó 27.000 firmas. “No
pudimos encontrar un lugar para él”, re-
cuerda Sami Widell, gerente de comu-
nicación del zoológico. “Genéticamen-
te hablando, tenía poco valor. Sus genes
estaban bien representados en un pro-
grama de cría internacional, que tiene el
propósito de asegurar una población sa-
na y saludable de las 160 jirafas que hay
en estas instituciones en Europa”.
Marius no tuvo mucha suerte: fue
condenado a muerte por sus genes. Ha-
bía nacido en el zoológico de la capital
danesa hacía 18 meses y su genética era
muy similar a la de las otras jirafas que
estaban a cargo del lugar, lo cual incre-
mentaba la probabilidad de generar
daños en su descendencia si se hubiera
llegado a reproducir. Sin chances de ser
reinsertado en la naturaleza, su suerte
estaba echada y, en medio de una tor-
menta de críticas y protestas, termi-
nó siendo sacrificado a las 9:20 hs. de
la mañana del domingo 9 de febrero de
2014 con un disparo en presencia de los
visitantes.
La conmoción pública, sin embargo,
no se disipó ahí. Después de la autopsia,
Marius fue diseccionado durante tres
horas en el parque ante la atenta mi-
rada de niños y adultos y su carne pos-
teriormente arrojada a los leones. “Lo
que hicimos fue lo correcto”, dijo en-
tonces Bengt Holst, director científico
del zoológico, según el cual (siguiendo
las reglas de la Asociación Europea de
Zoos y Acuarios (EAZA) que impiden la
endogamia entre jirafas para preservar
a largo plazo su supervivencia), no te-
nían más remedio que acabar con su vi-
da. “Ayuda a aumentar el conocimiento
sobre los animales, pero también el co-
nocimiento sobre la vida y la muerte”,
afirmó Holst respecto de la decisión de
hacer pública la disección.
No era la primera vez que el zoo de
Copenhague decidía recurrir a la euta-
nasia con sus animales: ya había sacri-
ficado cachorros de leopardo, gacelas,
“En el siglo XIX,
los zoológicos
públicos suponían
una confirmación
del moderno poder
colonial”, escribió en
1977 John Berger.
hipopótamos, antílopes y chimpancés.
Según la zoóloga escocesa Lesley Dic-
kie, directora ejecutiva de la EAZA en-
tre 2008 y 2014, entre tres mil y cinco
mil animales son “sometidos a eutana-
sia gerencial” cada año en los 340 zoo-
lógicos europeos que pertenecen a esta
asociación. “Estamos éticamente obli-
gados a lograr un equilibrio informado
entre la vida de un individuo y mante-
ner la viabilidad a largo plazo de una
población administrada”, dice la polí-
tica respecto a la eutanasia de la EAZA.
El caso de Marius no sólo expuso di-
ferencias culturales (la eutanasia ani-
mal o zootanasia como la llama el ecó-
logo Mark Bekoff, muy controvertida
en muchas zonas, no se ve mal en Es-
candinavia), sino que además abrió un
interrogante a nivel mundial: ¿cuál es
el rol u objetivo de estas instituciones
centenarias en pleno siglo XXI? Los
zoológicos modernos se sienten in-
cómodos con su legado histórico a tal
punto que varias instituciones han de-
cidido cambiar su nombre, reinventar-
se y, al fin, mostrar y contar lo que ha-
cen puertas adentro.
Ver animales
Si bien la palabra inglesa “zoo” comen-
zó a circular en el siglo XIX, las colec-
ciones de animales exóticos existen
desde hace miles de años. Antiguos
Edición 229 | julio 2018
registros confirman la presencia de ji-
rafas cautivas en Deir el-Bahari en Te-
bas, Egipto, en el siglo XV a.C.: un jar-
dín del templo dedicado al dios Amón
y establecido por la faraona Hatshep-
sut, donde vivían diferentes especies de
animales como rinocerontes, leopardos
y monos capturados en lo que hoy es So-
malia. En Mesopotamia, en cambio, se
consideraba que domesticar animales
salvajes demostraba el poder de la línea
real: del siglo IX al VII a.C., los leones
eran mantenidos en recintos en el impe-
rio asirio. Senaquerib, rey de Asiria des-
de el 704 hasta el 682 a.C., creó un am-
biente y un jardín parecidos a pantanos
en su ciudad real de Nínive.
Hace 3.000 años, el emperador chi-
no Wen Wang hizo construir un gran
Parque de la Sabiduría, donde exhibía
rinocerontes, tigres, ciervos, antílopes,
aves, serpientes y pandas. En Atenas,
Aristóteles tuvo su colección –o ména-
gerie (en francés, casa de fieras)–, que
dio lugar al primer libro dedicado al
estudio de animales en el siglo IV a.C.
La mayoría de los emperadores roma-
nos contaron con su exhibición de es-
pecies maravillosas, recolectadas a me-
dida que el Imperio Romano se expan-
día: fue la primera vez que comenzaron
a ser exhibidos en escenarios públicos
como el Coliseo, conocido por sus gran-
des matanzas. En el Imperio Mexica,
Moctezuma mandó construir en Teno-
chtitlán el primer zoológico de Amé-
rica y uno de los primeros del mundo,
arrasado en 1519 por los españoles.
Mientras, en la India del siglo XVI el
emperador Mogul Akbar estableció un
gran parque que produjo una camada
de guepardos difíciles de criar.
Oficialmente, el zoológico más anti-
guo aún abierto es el Tiergarten Schön-
brunn en Viena, que alguna vez fue
un parque de leones reales. Le siguie-
ron establecimientos de lujo y curiosi-
dad como la Ménagerie du Jardin des
Plantes (1793) en París, el zoológico de
Londres (1828) y el zoológico de Berlín
(1844). Como recordaba el escritor Jo-
hn Berger, las realezas europeas tuvie-
ron Casas de Fieras privadas que, junto
con el oro, la arquitectura, las orques-
tas, los artistas, los muebles, los ena-
nos, los bufones, los uniformes, los ca-
ballos, el arte y la comida, funcionaban
como demostraciones del poder y la ri-
queza del emperador o del rey. “En el

siglo XIX, los zoológicos públicos su-
ponían una confirmación del moderno
poder colonial –escribió en Why Look
at Animals? en 1977–. La captura de los
animales era una representación sim-
bólica de la conquista de todas aquellas
tierras lejanas y exóticas. Los explora-
dores demostraban su patriotismo en-
viando a la patria un tigre o un elefan-
te. La donación de un animal exótico al
zoológico de la metrópoli se convirtió
en una muestra simbólica de la subor-
dinación en las relaciones diplomáti-
cas”, a tal punto que llegaron a exhibir
y mantener cautivas a personas de re-
giones colonizadas como muestra de su
supremacía racial –los “zoológicos hu-
manos”– incluso tras la Segunda Gue-
rra Mundial, como ocurrió en la Expo-
sición General de Bruselas de 1958.
Heredero del “Jardín de las Fieras”
de Juan Manuel de Rosas e ideado por
Domingo Faustino Sarmiento años an-
tes, el Zoológico de Buenos Aires fue
inaugurado en 1888. De raíz victoriana
–los animales exhibidos como trofeos
de la victoria del ser humano sobre la
naturaleza– pero de aspiración parisi-
na, el predio fue proyectado por su pri-
mer director, el escritor y naturalista
Eduardo Holmberg, con un estilo re-
presentativo del país de origen de cada
especie: templo hindú con imágenes de
la diosa Shiva para los elefantes, caba-
ña suiza para los ciervos, pabellón ára-
be para los camellos, casa egipcia para
los monos, castillo gótico para los osos,
y así con los 52 edificios, que en 1997
fueron declarados Monumento Histó-
rico Nacional. Desde entonces vivió los
complejos e impredecibles vaivenes de
la coyuntura argentina: del esplendor
de principios del siglo XX a la desidia
y negligencia, con grandes problemas
para mantener y alimentar a los ani-
males. Se lo privatizó en los noventa y
pasó de mano en mano hasta que vol-
vió bajo la esfera del Estado. Hasta que
en 2016, por presiones de movimientos
antizoo locales e internacionales, cerró
para convertirse en otra cosa, un Eco-
parque, una institución aún indefini-
da y en stand-by: pese que se anunció
el plan de que no haya más animales, en
el predio siguen viviendo rinocerontes,
jirafas, tigres y elefantes.
Portales de la naturaleza
“El gran problema de los zoológicos
modernos es que nunca contaron lo
que hacían. La mayoría de la gente ig-
nora lo que pasa dentro de ellos”. Gran
parte de la vida del veterinario Eduardo
Francisco transcurrió dentro de estas
instituciones. Hasta el año 2000 fue el
jefe de veterinaria del zoológico porte-
ño. “Desde que abrieron sus puertas, los
zoológicos han adoptado diversas fun-
ciones –cuenta–. Primero fueron espa-
cios en los que se exhibían animales,
representantes de lo exótico, un mues-
trario de referentes de los rincones más
remotos del planeta. Eran meramente
recreativos, parques de atracciones, un
lugar de exposición de lo que muchos
vieron como ‘rarezas de la naturaleza’.
Primaba el espacio para las personas en
detrimento de los ambientes de los ani-
males. No había tampoco una valora-
ción de las especies ni un conocimiento
de su biología. Con el tiempo, los zoo-
lógicos fueron aprendiendo sobre los
animales y sobre sus necesidades y los
ambientes pasaron de ser cárceles con
barrotes a hábitats amplios donde pue-
den desarrollar su comportamiento.
Los zoológicos no nacieron pensando el
rol que hoy cumplen en el siglo XXI, re-
levante para la situación ambiental en
Niki de St. Phalle, Serpent chair (Gentileza Christie’s)
la que vivimos. Hoy son instituciones
científicas y educativas fundamentales
para la conservación”.
Antes los zoológicos sacaban a los
animales de sus ambientes naturales
y los visitantes pasaban de una jaula a
otra como quien deambulaba por una
galería de arte. No había grandes pro-
blemas en las poblaciones animales ni
un trepidante crecimiento demográfico
humano. Hoy el contexto es totalmen-
te distinto: según la ONU, se extinguen
150 especies por día. Además, los ani-
males viven en lugares fragmentados,
el ya señalado arrollador crecimiento
demográfico y un avance de la agricul-
tura sobre los bosques. El efecto del ser
humano sobre el planeta –cambio cli-
mático, desertificación, contaminación
de los océanos– hace que haya que in-
tervenir no sólo ayudando a la repro-
ducción y cría de los animales dentro
de los zoológicos sino en los ambien-
tes naturales para su conservación. “La
gente en las ciudades está muy alejada
de la naturaleza, está encerrada en una
burbuja de cemento –dice Francisco–.
Los zoológicos deben transformarse en
ventanas, en portales que hagan ver a
la gente qué está pasando más allá: por
ejemplo, cuando una persona tira una
bolsa de plástico a la calle no sabe que
se va por la alcantarilla, llega al Río de
la Plata, pasa al mar y se la termina co-
miendo una tortuga que luego se muere
en Sudáfrica. El trabajo de los zoológi-
cos es abrirle los ojos a la gente”.
En el año 2000, Eduardo Francisco
fue convocado para planificar un nue-
vo parque desde cero: Temaikén, en Es-
cobar, zona norte del conurbano, que
significa “tierra de vida” en tehuelche.
Inspirado en las ideas holísticas del
zoólogo británico Michael H. Robinson
–para quien no había que mostrar seg-
mentadamente la naturaleza, por ejem-
plo, las plantas en un jardín botánico y
los peces en un acuario, sino todo en un
mismo lugar para que el público entien-
da que la vida y la naturaleza están inte-
rrelacionadas–, se constituyó como un
bioparque: “Su objetivo es mostrar la
riqueza de la biodiversidad del planeta
tanto en el aire, como en el agua y la tie-
rra –explica Francisco, director cien-
tífico de Temaikén–. Con el tiempo, se
buscó transmitir mensajes sobre el trá-
fico de animales, que la gente tenga no-
ción de lo que está pasando en el plane-
ta y del impacto de la actividad humana.
Que lo que está sucediendo en un lugar
con la pérdida de ambientes y la deser-
tificación está ocurriendo en otras par-
tes. Por eso sirve tener animales repre-
sentantes de continentes como África,
Oceanía y Asia”.
Los parques como Temaikén cuen-
tan historias, buscan dejar un mensa-
je. Y lo hacen a partir de lo que se co-
noce como “plan de colección”: se eli-
ge qué especies se adaptan a ese relato.
El asunto es que la información por sí
sola no produce cambios. Por eso, estas
instituciones buscan ofrecer experien-
cias multisensoriales: los momentos de
emoción al estar frente a un animal son
clave para compartir esos mensajes. “A
pesar de la extraordinaria calidad de
ciertos programas televisivos de histo-
ria, vida silvestre y ciencia –decía Ro-
binson, quien murió en 2008–, las imá-
genes bidimensionales no sustituyen la
fascinación ante las plantas y animales
reales.” O el oler y mirar a los ojos a uno
| 33
de los últimos representantes de una
especie en el planeta.
Bancos de vida futura
Los zoológicos –o bioparques– son co-
mo icebergs. Lo que se ve de ellos es só-
lo la punta de lo que son, de lo que ha-
cen. Su principal función se lleva a ca-
bo en las sombras, en su interior. “La
importancia de un zoológico se mide
hoy no tanto por la cantidad de espe-
cies y ejemplares que albergue sino por
la cantidad de proyectos de conserva-
ción que desarrolle”, asegura el biólogo
Adrián Sestelo. A metros de la Avenida
del Libertador y lejos de las miradas cu-
riosas, este investigador piensa en el fu-
turo, en las generaciones venideras. En
el Laboratorio de Biotecnología Repro-
ductiva para la Conservación de Fau-
na Silvestre que dirige dentro del Eco-
parque porteño día a día incrementa
un back-up de la naturaleza: en una de
las iniciativas de crioconservación más
importantes de América Latina, Sestelo
mantiene un banco de recursos genéti-
cos en el que se almacenan en grandes
heladeras y tanques de nitrógeno líqui-
do a una temperatura de -196º más de
siete mil muestras de unos 500 indivi-
duos de 90 especies animales. “Esta ini-
ciativa nos ayuda a dejar biodiversidad
viva, almacenada en el tiempo. Y capaz
de ser reproducida: células, tejidos, es-
permatozoides, ovocitos, que nos per-
mitirán generar un individuo con tec-
nologías ya existentes como insemina-
ción artificial, fecundación in vitro, clo-
nación. Todo lo que guardamos hoy es
un legado para el futuro”.
Los bancos de este tipo –conocidos
en otras partes como “frozen zoo”– ha-
cen que extinción no signifique “pa-
ra siempre”: muestras de canguro gris,
cóndor andino, mono tití penacho ne-
gro, mono Carayá, oso hormiguero, ji-
rafa, oso polar, hiena rayada, chita, ga-
to montés, león, yaguareté, tigre, tigre
blanco, llama, vicuña y muchas más es-
pecies –cada una con un protocolo par-
ticular de congelamiento– están debi-
damente catalogadas y en una suerte
de pausa. Junto con el Proyecto Cón-
dor Andino y el Programa de Rescate
de Aves Rapaces y de Tortugas Marinas,
este banco congelado es una de las ini-
ciativas de conservación que eviden-
cian la función de los zoológicos en el
siglo XXI: combatir la extinción de es-
pecies a nivel global de manera colabo-
rativa, realizando diagnósticos y accio-
nes en conjunto con entidades públicas
y privadas. “Los humanos modificamos
tanto el planeta que necesitamos soste-
ner la biodiversidad en áreas protegidas
cada vez más reducidas –dice Sestelo–.
El ciervo chino es un ejemplo de cómo
un animal mantenido en un zoológico
salvó a toda una especie. Se extinguió
en China pero quedaban ejemplares en
zoológicos de Alemania e Inglaterra y
a partir de ahí se reprodujeron y vol-
vieron a China. Lo mismo ocurrió con
especies salvadas de la extinción como
el Turón de patas negras, el caballo de
Przewalski, el panda gigante”.
Así vistos, los zoológicos –con ese u
otro nombre–, más que arcas modernas,
quizás terminen siendo algún día no só-
lo nuestro único contacto con la natu-
raleza y el mundo animal sino también
nuestra principal herramienta para re-
vertir la aniquilación de la diversidad
de lo viviente. g
*Periodista científico.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
34 |
El debate sobre los derechos de los animales se remonta al siglo IV a.C.
Desde aquella época hasta la actualidad se crearon leyes protectoras que
refuerzan las sanciones, se institucionalizó la problemática en ámbitos
académicos y en medios de comunicación e, incluso, se puso en el tapete
la posibilidad de otorgarles ciudadanía a los animales domésticos.
El derecho animal en debate
¿Alguien piensa en
los animales?
por Jérôme Lamy*
¿
Quién se queda con el perro en
caso de divorcio? ¿Cómo se eva-
lúan los daños causados por el
tránsito de una vaca errante?
¿Qué hacer si no se respetan las
especies protegidas? En Francia, estas
y muchas otras preguntas correspon-
den a textos que se encuentran disper-
sos en siete códigos legislativos (civil,
penal, rural, de medio ambiente, etc.) y
que constituyen de hecho el derecho de
los animales. Frente a esta dispersión,
comenzó a constituirse el “derecho ani-
mal”, que busca conformar un corpus
coherente de normas jurídicas (1). Sin
embargo, no se trata de un objetivo me-
ramente práctico: dicha sistematización
señala no sólo el deseo de reforzar la
protección animal, sino también la apa-
rición progresiva de una nueva concep-
ción de su naturaleza.
Una protección histórica
La cuestión de los deberes humanos pa-
ra con los animales comenzó a teorizar-
se en la Ilustración, aunque suele citarse
un fragmento aislado de la obra de Teo-
frasto, discípulo de Aristóteles como
prueba de su perennidad. En el siglo IV
antes de nuestra era, el filósofo afirma-
ba la existencia de una identidad de “al-
mas” entre los humanos y el resto de las
especies, donde se mezclan razón, agre-
sividad y deseo. Del mismo modo –so-
bre todo por parte de los opositores a las
corridas– se recuerda regularmente la
bula papal De Salute Gregis del 1 de no-
viembre de 1567. En ella, Pío V amenaza
con excomulgar a quienes participen de
“esos espectáculos en que se persiguen
toros y animales salvajes en la arena”
por considerarlos “contrarios a la pie-
dad y caridad humana”. De este modo, el
Papa estableció una primera limitación
a los maltratos públicos en nombre del
amor a Dios y sus criaturas. Por su parte,
los filósofos de la Ilustración se pregun-
taron por el estatus de los animales res-
pecto de los humanos.
Así, en el prefacio de su Discurso so-
bre el origen de la desigualdad entre los
hombres (1755), Jean-Jacques Rousseau
asegura que “en cuanto tienen cierta re-
lación con nuestra naturaleza por la sen-
sibilidad de la que están dotados, se de-
ducirá que también deben participar del
derecho natural, y que el hombre tiene
ciertos deberes para con ellos”. En es-
te caso, el “derecho natural” designa al
conjunto de derechos que derivan de la
Gustavo Cimadoro (cima-cima-doro.tumblr.com)
propia naturaleza de un ser, en oposi-
ción al “derecho positivo”, aplicado por
el Estado. Algunos años más tarde, en su
introducción a Los principios de la moral
y la legislación (1789), el filósofo inglés
Jeremy Bentham amplió esta reflexión
al postular la capacidad de sufrir como
criterio del “derecho a los derechos” y
reconocérsela a los animales (2).
Sin embargo, hubo que esperar a los
albores del siglo XIX para que aparecie-
ran las primeras leyes que condenaban
la crueldad para con los animales. En
1822, dos años antes de la fundación en
Inglaterra de la Society for Prevention
of Cruelty of Animals (Sociedad para
la Prevención de la Crueldad hacia los
Animales, SPCA), el Martin’s Act pro-
hibió los malos tratos que se infligían al
ganado británico. Inmediatamente des-
pués, surgieron leyes contra la tortura
animal en el mundo germánico. La So-
ciedad Protectora de Animales francesa
(SPA) recién se creó en 1846, poco antes
de que se dictara la Ley Grammont del
9 de julio de 1850. En su único artículo,
ésta establecía: “Quienes ejerzan malos
tratos hacia los animales domésticos de
manera pública y abusiva serán sancio-
nados con una multa de cinco a quince
Edición 229 | julio 2018
francos y podrán ser encarcelados de
uno a cinco días”. Sin embargo, estos da-
tos no deben llevarnos a confusión: es-
ta ley de inspiración burguesa, adopta-
da tras los levantamientos de 1848, tie-
ne como objetivo principal mantener el
orden de una población cuyas excitacio-
nes violentas generaban temor (3).
Por lo general, la sensibilidad que se
expresa en el siglo XIX, sobre todo en
los ámbitos más favorecidos (la reina
Victoria adhirió a la SPCA británica)
apenas excede estas prohibiciones al
maltrato. La corrida, por ejemplo, sigue
siendo un símbolo de los límites que no
pueden cruzarse, ya que el artículo del
Código Penal que prohíbe los actos de
crueldad prevé que sus disposiciones
no aplican “a las corridas de toros en ca-
so de que pueda invocarse una tradición
local ininterrumpida”. En el mismo sen-
tido, aunque la vivisección horroriza, el
derecho no la sanciona.
Un fenómeno social
En la segunda mitad del siglo XX, el cor-
pus legislativo se acrecentó para dar
surgimiento a un derecho propio de los
animales, en paralelo a un interés del
público cada vez mayor. La Declaración
Universal de los Derechos del Animal,
proclamada en la Casa de la UNESCO
en París, en 1978, se inspiró directamen-
te en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948 y estable-
ció una serie de principios: “Toda vida
animal tiene derecho al respeto”; “si es
necesaria la muerte de un animal, ésta
debe ser instantánea, indolora y no ge-
neradora de angustia”; “el animal que
esté bajo la dependencia de un hombre
tiene derecho a la atención y cuidados
atentos”... Sin embargo, al no ser jurídi-
camente vinculante, el alcance de este
texto es, sobre todo, simbólico.
No es el caso del Tratado de Lisboa
sobre el funcionamiento de la Unión
Europea, que se firmó en 2007 y entró
en vigor en 2009. “Al formular y aplicar
las políticas comunitarias en materia
de agricultura, pesca, transporte, mer-
cado interior, investigación y desarro-
llo tecnológico y espacio, la Unión y los
Estados miembros tendrán plenamen-
te en cuenta las exigencias en materia
de bienestar de los animales como seres
sensibles”, afirma el artículo 13. Los Es-
tados miembros debieron comenzar a
adaptar su legislación.
En Francia, a pesar de varias modifi-
caciones, sobre todo en los Códigos Pe-
nal y Rural, hubo que esperar a la ley del
16 de febrero de 2015 para que el Código
Civil dejara de considerar a los anima-
les como un “bien mueble” y los recono-
ciera como un “ser dotado de sensibili-
dad”. Sin embargo –signo de las ambiva-
lencias francesas– los animales salvajes
no están incluidos y, tal como lo prevé
el artículo 426-6 del Código de Medio
Ambiente, es posible establecer listas
de “animales dañinos” que pueden ser
eliminados. Otros países se muestran
netamente más protectores. En Alema-
nia, donde en 1993 se creó un “Partido
de los Animales”, la protección animal
está inscripta en la Ley Fundamental
como objetivo del Estado desde 2002.
Al igual que Austria, Dinamarca, Israel,
Italia e incluso el Reino Unido, Alema-
nia prohíbe la alimentación forzada de
los animales. Asimismo, prohíbe la pre-
sencia de animales salvajes en los circos.
Una disposición de este tipo también
está vigente en Bélgica, Austria, Grecia,
Dinamarca, entre otros. Algunos países
europeos como Austria, Dinamarca o el
Reino Unido prohíben la producción y
venta de pieles mientras que otros (No-

ruega, Holanda, Suecia y Estados Uni-
dos) disponen de una policía encarga-
da de hacer respetar los derechos de los
animales. Sin embargo, es en Suiza, fue-
ra de la Unión Europea, donde la evo-
lución resulta más sorprendente. Las
nuevas reglas helvéticas de policía vete-
rinaria buscan mejorar el bienestar ani-
mal: se prohíbe hervir a los bogavantes
vivos, hay modalidades de eutanasia, es
obligatorio retirar de las competencias
deportivas a los animales demasiado es-
tresados por la situación, etc.
Estos avances conciernen única-
mente al mundo occidental y muestran
hasta qué punto la consideración del
sufrimiento animal se ha convertido en
un fenómeno social en los países ricos.
La progresiva institucionalización del
derecho animal lo confirma. El primer
curso dedicado a los derechos y los ani-
males se dictó en 1977, en la Seton Hall
University, Estados Unidos, a pedido
de un estudiante (4). Esa materia se di-
fundió luego en numerosas facultades
estadounidenses. En Francia, siguien-
do el ejemplo de la Universidad Autó-
noma de Barcelona, la Universidad de
Estrasburgo propone especializaciones
en “derecho animal” y “ética animal” en
su master “Ética y sociedad” desde el
año 2015. Al año siguiente, la Univer-
sidad de Limoges abrió una formación
en “derecho animal” para personas con
“dos años de estudios” o “motivadas”.
Para satisfacer a estos nuevos estudian-
tes y a pedido de la Fundación 30 Mi-
llones de Amigos, la editorial Lexis Ne-
xis publicó el primer “Código del Ani-
mal” el pasado mes de marzo. Se trata
de un volumen de más de mil páginas
C L A U
ALBARENQUE
18 a 21hs
lunes a viernes
que reúne todos los textos legislativos y
la jurisprudencia sobre el tema.
Al mismo tiempo en que avanzaba
esta estructuración universitaria, sur-
gieron numerosas revistas académicas
especializadas. En Estados Unidos, el
Journal of Animal Law, perteneciente a
la Universidad del Estado de Michigan,
el Stanford Journal of Animal Law, así co-
mo también la Animal Law Review (edi-
tada desde 1994) señalan el dinamismo
de esta disciplina en el campus. En Fran-
Naruto, el macaco
crestado que se
sacó una selfie con
la cámara de David
Slater en 2011,
¿podía reclamar
derechos de autor?
cia, la Revue semestrielle du droit anima-
lier se esfuerza, desde 2009, por unir “las
fuerzas de juristas de todas las especia-
lidades académicas, pero también de fi-
lósofos y científicos” para abordar los
avances y desafíos teóricos.
En las columnas de estas revistas, un
nombre vuelve una y otra vez: Peter Sin-
ger. Este filósofo australiano abrió el ca-
mino a una nueva articulación del de-
recho y la ética en su libro Animal Libe-
ration (1975) (5), cuando, en la línea de
D I O J
amdelplata.com
Jeremy Bentham, afirmó que el criterio
pertinente de consideración moral era
la capacidad de sufrir. Así, considera que
los seres humanos tienen cierto número
de obligaciones para con los animales.
Sin embargo, en su opinión, el empleo del
vocabulario de los derechos no es más
que “un atajo político práctico” (6): su
propia defensa de los animales no se basa
en la reivindicación de sus derechos. Por
su parte, el jurista estadounidense Gary
L. Francione reclama que los animales
sean considerados como personas y, por
eso mismo, dotados de personalidad ju-
rídica (7). No obstante, está claro que la
Corte de California no está convencida.
Esta se vio obligada a pronunciarse so-
bre un caso inédito cuando una asocia-
ción en defensa de los animales recurrió
a ella: Naruto, el macaco crestado que se
sacó una selfie con la cámara de David
Slater en 2011, ¿podía reclamar derechos
de autor? Tras varios años de procedi-
mientos, la Corte respondió por la nega-
tiva en abril de este año.
De modo más general, hoy se pone
en cuestión la capacidad jurídica de ar-
ticular correctamente la copresencia de
todas las especies animales en la Tierra
(incluidos los humanos). Si se entiende
que formamos una “comunidad mixta”
(8) con los animales, ¿cómo pueden or-
ganizarse las relaciones entre humanos
y no humanos de manera tal que no sea
“en único beneficio de los primeros”?
Según la filósofa Corine Pelluchon, se-
ría necesaria una teoría política que die-
ra sentido a los derechos de los animales
en una perspectiva de construir una so-
ciedad más justa para todos. Esto mismo
es lo que los filósofos canadienses Will
A V
ROMERO
21 a 24hs
martes a viernes
| 35
Kymlicka y Sue Donaldson proponen lle-
var a cabo. Con el convencimiento de que
el derecho animal llegó a un punto muer-
to, que no evita el sufrimiento en la gana-
dería industrial y no refleja la realidad de
las relaciones entre hombres y animales,
sugieren extender el modelo de la ciuda-
danía a los animales domésticos (9).
En 2014, Sandra, un orangután hem-
bra de 29 años, fue reconocida como
“persona no humana” por un tribunal ar-
gentino y se hizo lugar al habeas corpus
presentado: después de haber vivido to-
da su vida en cautiverio, se le reconoció
el derecho a la libertad y pudo abandonar
el zoológico de Buenos Aires. g
1. Jean-Pierre Marguénaud, Florence
Burgat, Jacques Leroy, Le droit animalier,
Presses Universitaires de France, 2016.
2. Jeremy Bentham, An introduction to the principles
of morals and legislation, T. Payne and Son, 1789.
3. Jean-Yves Bory, La douleur des bêtes. La
polémique sur la vivisection au XIXe siècle en
France, Presses Universitaires de Rennes, 2013.
4. Joyce Tischler, “The History of Animal Law, Part I (1972-
1987)”, Journal of Animal Law and Policy, Vol. 1, 2008.
5. Peter Singer, La libération animale, Grasset, París, 1993.
6. Peter Singer, Questions d’éthique pratique,
Bayard, París, 1997 (edición original de 1979).
7. Gary L. Francione, “Introduction aux droits des
animaux”, L’Age d’homme, Lausana, 2015. Véase también
“Pour l’abolition de l’animal-esclave”,
Le Monde diplomatique, París, agosto de 2006.
8. Véase Corine Pelluchon, Manifeste animaliste.
Politiser la cause animale, Alma, París, 2016.
9. Will Kymlicka, Sue Donaldson, Zoopolis. Une
théorie des droits des animaux, Alma, París, 2016.
*Investigador del Centro Nacional para la Investigación
Científica de Francia (CNRS).
Traducción: Georgina Fraser
I E R
36 |
Aunque no se lo suele asociar a la renovación artística que
acompañó a la Revolución Rusa de 1917, Chagall fundó una escuela
donde la vanguardia se cruzaba con el pueblo. Sin embargo, pronto
quedó descolocado por el rechazo hacia el arte figurativo.
Vítebsk, 1918
Chagall revolucionario
por Lionel Richard*
E
n Moscú, una mañana de oto-
ño de 1918, un hombre se pre-
senta ante el Comisariado del
Pueblo para la Instrucción
Pública. Tiene alrededor de
treinta años y lleva bajo el brazo un volu-
minoso paquete. Explica que acaba de lle-
gar de Vítebsk, una ciudad de Bielorrusia
ubicada a quinientos kilómetros –más de
diez horas de tren– de la nueva capital. Su
nombre es Marc Chagall. Es pintor. Desea
hablar con el Comisario en persona, Ana-
toli Lunacharsky. Lo conoció en París an-
tes de 1914. Su intención es mostrarle una
selección de sus trabajos recientes.
Chagall pertenece a una familia de ju-
díos analfabetos y pobres. Es el mayor de
nueve hermanos y nació en 1887 en un su-
burbio de Vítebsk. Después de haber to-
mado clases de dibujo, en 1909 obtuvo
una beca para la Escuela de Bellas Artes
de San Petersburgo. Uno de sus profeso-
res era el decorador de los Ballets Rusos,
Léon Bakst. En enero de 1910, este último
viajó a París a fin de dirigir un drama lírico
en la Ópera y Chagall lo siguió. Alojado en
el hogar de artistas de La Ruche, cerca de
Montparnasse, frecuentó toda la vanguar-
dia de la época, de Modigliani a Picasso.
En junio de 1914, se encuentra en Berlín
para una exposición de sus cuadros en la
galería de la revista Der Sturm, y decide se-
guir hasta Vítebsk. Allí espera casarse con
la hija de unos ricos joyeros, Bella Rosen-
feld, de la que se enamoró cuando ella no
era sino una adolescente. Y de pronto esta-
lla la guerra. Después de su casamiento, el
25 de julio de 1915, se vuelve imposible vol-
ver a Francia. Es requisado en una oficina
del ejército en Petrogrado, como fue nom-
brada San Petersburgo entre 1914 y 1924.
Es pues en esa ciudad donde habita
con su mujer, cuando los revolucionarios
toman el control de Petrogrado. Allí pinta
muchos autorretratos, escenas que mues-
tran a los judíos en sus actividades coti-
dianas. Resultados insatisfactorios, juzga
él. En marzo de 1918, la pareja regresa a
Vítebsk. Chagall aspira a sumergirse en el
trabajo, día y noche (1).
“Espontaneidad” creadora
Sin embargo, ¿es razonable pensar que un
pintor pueda vivir allí sólo de sus cuadros?
Semejante obstinación amenaza con des-
embocar en un fracaso. A menos que in-
tente aprovechar las reformas que están en
marcha en la enseñanza de las Bellas Artes,
que se involucre, que impulse en Vítebsk
las transformaciones que ya están en prác-
tica en Moscú y Petrogrado.
Lunacharsky es la persona indicada
con la que hay que negociar. Chagall es
favorable a las medidas adoptadas por el
gobierno de Lenin. En su interior no deja
de resonar el eco secular de los pogromos,
las invectivas antisemitas. ¿Cómo no iba a
aplaudir una Revolución gracias a la cual
los judíos recibieron por fin el derecho de
ser ciudadanos rusos en toda regla?
El interlocutor por el que pregunta en
Moscú tiene la reputación de ser un “hom-
bre afable y poco sectario” (2). Frente a las
obras que le muestra, Lunacharsky se mues-
tra entusiasta. Pronto es promulgado el De-
creto 3.051: “El camarada pintor Marc Cha-
Marc Chagall, La Révolution, 1937
gall es nombrado Comisario del Pueblo pa-
ra las Bellas Artes de la región de Vítebsk. A
través de esta decisión, todas las fuerzas re-
volucionarias son llamadas a garantizar al
camarada Chagall su pleno apoyo”.
Así, Chagall resulta propulsado al frente
de los festejos por el primer aniversario de la
Revolución. Preside la construcción de 7 ar-
cos de triunfo en Vítebsk. Da la orden de pe-
gar en las calles, en las paredes, 450 inmen-
sos afiches revolucionarios. Elaborados a
partir de modelos que él esbozó, 350 cintas
de tela pintada flotan al viento. Los pasean-
tes se ven atacados por caballos rojos, vacas
verdes, pájaros azules sobre nubes blancas,
jinetes que enarbolan banderas rojas.
Continuando el impulso, en diciembre
de 1918, Chagall firma una proclama (3) lla-
mando a todos los artistas plásticos a cola-
borar con él. Anuncia que, en un palacete de
Vítebsk, que anteriormente pertenecía a un
banquero, acaba de fundarse la primera Es-
cuela Superior de Enseñanza Artística. Esta
última obedece a los mismos principios que
los talleres libres abiertos en Moscú y Petro-
grado. Ya no hay más obligación de diplo-
mas para entrar, pero hay un programa: inci-
tar a una “espontaneidad” creadora en con-
cordancia con la verdadera vida del pueblo.
Son numerosos los estudiantes, cerca
de 500, que rápidamente se inscriben. En-
tre los docentes, varios experimentadores
de vanguardia. En el verano de 1919 apare-
ce otro “vanguardista” cuya candidatura
fue retenida, Eliezer o Lazar Lissitzky, ar-
quitecto graduado de Darmstadt, en Ale-
mania. Víctima del numerus clausus que
limitaba la cantidad de judíos en las uni-
Edición 229 | julio 2018
versidades rusas, fue obligado a inscribir-
se, a su pesar, en una universidad alemana.
Eligió hacerse llamar El y obtuvo su diplo-
ma de arquitecto en 1915.
Lissitzky admira la fantasía que im-
pregna las obras de Chagall. Pero también
se ve seducido por los escritos de un pintor
opuesto a él, no figurativo, con el que enta-
bló una correspondencia: Kazimir Male-
vich. Un líder, en torno del cual gravita un
grupo de acólitos. Malevich afirma la “Su-
premacía”, partiendo de cero, de un nuevo
tipo de pensamiento que se traduce por la
destrucción de toda figuración en benefi-
cio de masas pictóricas, de “formas puras”
y libres. ¡Viva el Suprematismo!
En octubre de 1919, Lissitzky recibe la
misión de presentarse en Moscú ante Lu-
nacharsky. La escuela de Vítebsk necesita
materiales. Con la aprobación de Chagall, se
contacta con Malevich. Logra convencerlo
de aceptar, a su vez, una oferta de contra-
tación en Vítebsk. Chagall lleva firmemen-
te las riendas de la escuela que fundó. Pero,
muy rápidamente, surgen querellas entre
Malevich y él. Su desacuerdo se centra en el
contenido de la enseñanza. Para Malevich,
los estrépitos de cañón de la Revolución de
Octubre deben ser la ocasión de derribar los
aprendizajes y de “limpiar” los cerebros de
todos los “accesorios académicos” (4).
Apegado a las tradiciones, Chagall
termina por abdicar (5). El 17 de noviem-
bre de 1919, envía una carta al “camara-
da” Ossip Brik, responsable del Segundo
Taller libre de Moscú, para pedirle que
le confíe “una clase de pintura”. Le indi-
ca que está disponible para servir la cau-
sa de la Revolución en la medida de sus
“fuerzas” y sus “capacidades”.
Oferta vana. En Moscú, no encuentra
más que un trabajo temporal como de-
corador en el Teatro Nacional judío, el
Gosekt. Ya no está integrado a la reno-
vación que trastoca las artes. Se siente
desfasado con el movimiento reinante
de “producción artística”.
Poco después, rebajado a enseñar dibu-
jo en un orfelinato, no ve otra salida que
abandonar Rusia mientras todavía esté a
tiempo. Con su mujer Bella y su hija Ida,
nacida en 1916, llega a Berlín durante el
verano de 1922 con miras a organizar allí
una nueva exposición. El 1o de septiembre
de 1923, la familia toma el tren para París.
Hasta su muerte, Chagall no dejará de re-
petir: “No emigré por razones políticas, sino
por razones artísticas”. g
1. Carta del 12 de marzo de 1918 a Nadeshda Dobychina,
que trabajaba muy activamente en la administración
de Bellas Artes en Petrogrado, citada en Alexandre
Kamenski, “Marc Chagall: ‘Mit dem Herzen war ich
immer hier...’”, Kunst und Literatur (Berlín-Este),
Cuaderno 2, marzo-abril de 1988, traducción del
ruso al alemán, realizada por Helmut Rabe, de un
artículo publicado en el Nowy mir, N° 8, 1987.
2. André Pierre, Le Populaire, 18-9-1921.
3. El decreto de Lunacharsky que designa a Chagall
y este anuncio público de Chagall se conservan en
los Archivos Municipales de Vítebsk. En Andrej
Wosnessenski, “Ein Museum für Chagall!”, Kunst
und Literatur, Cuaderno 5, septiembre-octubre de
1989, traducción alemana, por Petra Popowa, de un
artículo publicado en el periódico Ogoniok, 22-1-1987.
4. En Izobrazitelnoïe, N° 1, 1919, citado por Evgueni
Kovtoune, L’avant-garde russe dans les années 1920-1930,
Bournemouth (Inglaterra), ediciones Parkstone, 1996.
5. Véase Alexandra Schatskich, “Malewitsch in
Witebsk”, Kunst und Literatur, Cuaderno 5, septiembre-
octubre de 1989, pp. 701-707, traducción al alemán,
por Helmut Rabe, de una contribución publicada
en la revista rusa Iskusstwo, 1988. Schatskich da
como fuentes los Archivos Nacionales Centrales
para el Arte y la Literatura de Moscú (ZGALI).
*Escritor e historiador, profesor universitario honorario.
Este texto retoma en parte su contribución en el coloquio
internacional “Espoirs, utopies et héritages de la Révolution
russe” [Esperanzas, utopías y legados de la Revolución
Rusa] que se realizó en Bruselas en noviembre de 2017.
Traducción: Bárbara Poey Sowerby
 | 37

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Ensayo Crónica Internacional

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Milagro La nueva Rusia

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Marea; Buenos Aires, diciembre de 2017. RBA; Barcelona, junio de 2017.
256 páginas, 325 pesos. 304 páginas, 489 pesos.

“Para entender a Milagro Sala hay que
entender la chispa anarquista que tenía
Evita… Muchos cargos que se le hacen se
deben a su desprecio por la burocracia
y el papeleo, ella vive en la urgencia…”
Alicia Dujovne Ortiz presentaba Milagro
en la 44 Feria Internacional del Libro
en Buenos Aires. Residente en Francia
desde hace 40 años, viajó a Jujuy en
La nueva Rusia presentada como un gran
reality show es el fresco que traza Pome-
rantsev con conocimiento del tema, por
ser un periodista inglés de origen ruso
que ha trabajado en una TV que depende
del Kremlin y dibuja una realidad ficticia
que mantiene a la nación desinformada.
Su cuadro de situación se basa en histo-
rias de diversos personajes frutos de esa

La persistencia
2017 para saber quién era “la indiecita
de un metro y medio”, la “Evita negra”,
esa “bruja moderna”, asesina y ladrona
para unos, liberadora para otros, la líder
nueva sociedad que ha emergido en los
años 90, con la caída de la Unión Sovié-
tica y la llegada de grandes capitales del
gas y el petróleo. En sus investigaciones

de una crisis
de la organización social Tupac Amaru, para la televisión –“queremos progra-
hoy perseguida y desmembrada como mas positivos”, dicen sus directores– el
el líder de la revuelta anticolonial al que productor entrevistó “modelos” que en
homenajea su nombre. Habla con tupa- verdad son prostitutas cazafortunas, un
queros, sindicalistas, coyas, izquierdis- mafioso le demuestra que son ellos quie-
tas, universitarios, guaraníes, escucha el nes dominan el orden de las ciudades,
Pocas dudas caben de que hay un antes odio de la clase media provincial contra empresarias perseguidas judicialmente
y después del 2001 en la historia argen-
Camino al colapso la mujer que hizo de una multitud de para incautarles sus negocios. Todo regi-
Cómo llegamos los argentinos al 2001
tina. La cuestión está en que ese quiebre, marginales un colectivo laborioso que do por la ambición de enormes cantida-
que parecía ser decisivo y definitivo, sin se educaba, atendía su salud, trabajaba des de dinero de origen dudoso –aunque
Julián Zícari embargo no deja de enfrentarnos con y se divertía; visita a Milagro en el penal bajo la sombra del Kremlin– y destino en
Peña Lillo – Continente; Buenos Aires, sorprendentes persistencias en nuestra de Alto Comedero, el Guantánamo propio los mercados de Londres. Un panorama
marzo de 2018. 480 páginas, 498 pesos. hora actual. Quizás por ello es estimu- instaurado por el gobernador Gerardo desolador, donde han desaparecido los
lante la reconstrucción exhaustiva que Morales. Su crónica no pierde nunca la valores de democracia e igualdad.
propone Camino al colapso al realizar agilidad y la gracia con que sobrevuela la Si bien figura en el título, Putin casi
una genealogía ultra detallada de la his- penuria y la extrema injusticia; tampoco nunca es nombrado, mantenido bajo la
toria de larga, media y corta duración se preocupa por ocultar las contradiccio- figura de “el presidente”, fruto de las cam-
que llevó al 2001 en Argentina. Lo que sucedió en esa crisis es tremendamente difícil nes de la situación a que asiste y de sus pañas de los medios, que lo convirtieron
de interpretar –hay quien lo vive como tragedia y quien lo vive con júbilo–, pero propios sentimientos: “Ya la quiero, pero de una figura gris de la KGB en héroe de
Julián Zícari asume la tarea de ofrecer un marco general a partir del cual es posible a mi casa no me la llevaría: demasiada guerra, atleta, cazador, todopoderoso como
entenderla. De entrada, rechaza las explicaciones economicistas (sea el corralito, la intensidad, un aura visible y hasta palpa- el zar. Es el Kremlin bajo su poder el que
ble que la rodea, delante de Milagro me regula la realidad rusa, impidiendo que
falta de financiamiento, el déficit del Estado, las ocho explicaciones que cuenta de
siento como un pajarito”. surja algún movimiento independiente.
índole económica) o las diez explicaciones políticas (sea la debilidad del gobierno, la
conspiración duhaldista, el peso de la movilización social, entre otras) para brindar
Marta Vassallo Josefina Sartora
un paisaje donde cada una de las justas variables actúan juntas en un relato histórico.
Camino al colapso está muy bien escrito, es un trabajo casi novelado que va tejien-
do la dinámica de las distintas esferas sociales y los diferentes actores. Desde la
consolidación menemista, agolpa los tiempos largos que se hacen cada vez más
cortos hasta reconstruir mes a mes los albores de la crisis. Analiza, entonces, los
quiebres internos de la alianza gobernante –un De la Rúa cada vez más solo–, los
Ensayos Escritor, crítico musical y editor, Mark
Fisher, quien se suicidó a los 48 años
realineamientos dentro del peronismo –donde empiezan a tallar fuerte las voces de en enero de 2017, es autor de Realis-
los devaluadores encabezados por Duhalde–, el triunfo del voto bronca que socava la mo capitalista (Caja Negra, 2016), libro
poca legitimidad del gobierno, la bola de nieve del endeudamiento que ya ni sostiene en el que con el brillante neologismo
el FMI, el poder cada vez más intenso de los sectores populares con el movimiento del título denunciaba la creencia de que
piquetero como punta de lanza. La virtud del escrito no está en subrayar una causa no existe alternativa alguna al sistema
capitalista, sino sólo un futuro privado
de la crisis que sería la clave mágica, sino en considerarlas todas.
de consumo y entretenimiento.
Este trabajo con el tiempo de matriz braudeliana que le valió el doctorado en
En esta nueva obra, adaptada local-
Ciencias Sociales lo pudo llevar adelante Zícari porque es historiador (pero el
mente, compuesta de artículos publica-
carácter omniabarcativo de la empresa seguramente le ha sido posible porque
dos a lo largo de diez años en revistas o
además es economista, filósofo y psicólogo). La reflexión última es interesante,
en su propio blog y que funcionan como
porque muestra hasta qué punto la defensa del gran eje que fue la convertibilidad
Los fantasmas de mi vida un diario, mezcla de biografía y aná-
no fue sólo patrimonio del neoliberalismo, sino también de un neoliberalismo que Escritos sobre depresión, hauntología y lisis cultural (de música y cine), de los
había arraigado tan hondo en la cultura general que ya nadie quería salir de él: hay futuros perdidos espectros del pasado personal y popular,
también aquí una responsabilidad de la sociedad civil. La pregunta de Zícari es, en busca, como señala Pablo Shanton en el
verdad, la del subtítulo, “¿cómo llegamos los argentinos al 2001?”, y el interrogante Mark Fisher prólogo, exorcizar la depresión provo-
guarda un viso de actualidad a la luz de esa incomodidad que nos embarga al con- Caja Negra; Buenos Aires, cada por la certeza de que nunca nos
templar el vaivén político que nos traslada entre el desencanto y la ilusión. En este febrero de 2018. irá mejor. Para ello reflexiona sobre un
sentido, la obra sobrepasa la posibilidad de analizar la crisis para ser una ocasión 288 páginas, 320 pesos. pasado ya clausurado en que la cultura
para pensar ciertas claves íntimas del conjunto de la historia argentina. popular era capaz de crear formas inno-
vadoras y proponía soñar con una vida
Bruno Fornillo colectiva radicalmente alternativa.

Historia
Vida de Perro
Horacio Verbitsky, Diego Sztulwark
Siglo XXI; Buenos Aires, mayo de 2018.
432 páginas, 459 pesos.
En un despacho austero, lleno de libros y
de material de archivo, dos hombres que
podrían ser padre e hijo conversan. El obje-
tivo común: hacer un balance del proceso
histórico argentino de 1955 al presente. En
un contrapunto tanto generacional como
político, grabador de por medio, el más viejo
rememora, elige cada palabra, ata cabos,
datos, hechos. La experiencia personal de
Verbitsky, el “Perro”, se vuelve experiencia
histórica: la figura de su padre periodista y
escritor, su relación con Rodolfo Walsh, su
militancia en el Peronismo de Base, las FAP
y Montoneros, sus numerosas investigacio-
nes –algunas bestseller y otras monumenta-
les e ignoradas, como los cuatro tomos sobre
la Iglesia vernácula–, su trabajo en el CELS,
su relación con el kirchnerismo. No hay arre-
pentimiento ni nostalgia: es un pasado que
carga el presente, que lo dramatiza, lo inten-
sifica. De larga experiencia en la investiga-
ción militante, el más joven interroga, con-
ceptualiza, abre los problemas, los articula
en la vasta producción periodística del Perro.
Atento, Sztulwark va delineando lo que
llama el “método Verbitsky”, un modo de
trabajo que volvió a su creador un referente
central de la investigación política nacional.
Parecen compartir, eso sí, cierto carácter for-
jado en la historicidad de las luchas político-
sociales y la urgencia por preguntarse cómo
se enfrenta hoy a la derecha. En suma, un
libro ágil, que con rigor intelectual repasa
cronológicamente una historia de desobe-
diencias y derrotas; aquello que es impres-
cindible volver a pensar hoy con seriedad.
Diego Picotto
Sociedad
Summa technologiae
Stanislaw Lem
Godot; Buenos Aires, diciembre de 2017.
496 páginas, 500 pesos.
Resulta inverosímil que esta colección de
ensayos filosóficos haya sido publicada en
1964, ya que posee una vigencia asom-
brosa. El autor se hace pregun-
tas tales como: “¿Existe, fuera
del tecnológico, otro rumbo
posible para el desarrollo de
la civilización? ¿Acaso en algún
momento los seres humanos
deberán decirse: ‘Basta, ya no segui-
remos automatizando tales y cuales
trabajos, aunque sea posible; frena-
Historia del arte
Paisaje con figuras
Marta Penhos
Ampersand; Buenos Aires, marzo de 2018.
394 páginas, 490 pesos.
A pesar del paso de los siglos, algunos viajes
náuticos mantienen su vigencia en la Histo-
ria. Por ejemplo, los viajes del HMS Beagle,
que entre 1826 y 1836 (con un breve inte-
rregno) realizó al servicio de Su Majestad
Británica un viaje de relevamiento hidro-
gráfico que tendría además profundas con-
secuencias para el pensamiento científico,
ya que uno de sus tripulantes fue Charles
Darwin, el autor de El origen de las especies.
En su periplo, la nave británica recorrió
extensamente el litoral patagónico y, en
especial, las costas zigzagueantes y peli-
grosas de Tierra del Fuego. Paisaje con figu-
ras es una investigación apasionante que
reconstruye el derrotero de ese viaje y se
concentra en la Isla Grande para ver de qué
maneras las percepciones de sus tripulantes,
Darwin, el capitán, Robert Fitz Roy (uno de
los mejores hidrógrafos y meteorólogos de
su época) y el acuarelista Conrad Martens
“inventaron” un territorio a partir no sólo de
sus descripciones sino de las formas que eli-
gieron para representarlo. Pocos viajes como
el de HMS Beagle sintetizan ese movimiento
consistente en explorar, medir y clasificar
para dominar. La fantasía de la aventura y
el asombro ante lo desconocido, y ante los
desconocidos, los habitantes originarios del
territorio austral, produjeron un movimiento
de comprensión, deseo de narración y a la
vez, implícita o explícitamente, al “mostrar”
desarrollaron un dispositivo de dominación.
Cuidadoso trabajo en una edición de gran
calidad y con numerosas imágenes que per-
miten seguir la argumentación de la autora.
Federico Lorenz
remos la tecnología para salvar el trabajo
humano, para que no se sienta superfluo’?
Sería una libertad extravagante, un extraño
modo de utilizarla, después de haber lucha-
do durante siglos por conquistarla”.
En relación al progreso tecnológico,
afirma que la tecnoevolución trae más
mal que bien: el hombre resulta prisione-
ro de aquello que él mismo ha creado, un
ser que a medida que aumenta sus cono-
cimientos disminuye su poder de deci-
sión sobre su suerte. No somos nosotros
quienes introducimos los proble-
mas de la ética en la cibernética,
es ella que al crecer, con sus
consecuencias, abarca todo
lo que llamamos moral, es
decir, un sistema de cri-
terios que valoran las
acciones de un modo
arbitrario, desde un
punto de vista pura-
mente objetual.
Crítica
La lógica de Copi
Daniel Link
Eterna Cadencia; Buenos Aires, junio de 2017.
208 páginas, 355 pesos.
Copi es uno de esos autores a los que es
inevitable volver desde el presente. Pero no
por una mera cuestión de modas. Muy por el
contrario, porque mantiene un gesto de una
actualidad tal, de una contemporaneidad tan
marcada, que poco se puede decir de nues-
tro presente sin volver a él. Por eso, Daniel
Link recupera a Copi como un nombre clave
de una lógica, antes que un estilo. Una lógica
neobarroca que Copi compartió con Lacan,
pero que también lo distanció de él, partien-
do del mismo lugar pero derivando hacia
otros lados. Lado que, con justicia y desde
Deleuze, Link considera como la perspecti-
va de un mundo múltiple. Por eso, todo en
Copi prolifera, se desborda, invade. Y eso es
lo que lleva a pensar la obra de Copi como
una especie de Big Bang que deja arrojados
objetos, cosas, aquí y allá, sin orden aparente,
todo el tiempo ramificándose y extendién-
dose hacia otras cosas, formando nuevas
formas, valga la redundancia (barroca). No
se puede dejar de leer en La lógica de Copi
la propia organización de los conceptos críti-
cos de Link, hasta el punto de que el mismo
gesto de hacer una lectura atenta, filológica,
pero que aspira a cierto modo de la crítica
filosófica (proponiendo nuevas instancias
ontológicas y gnoseológicas: qué se conoce y
cómo se conoce), permite abrir obras como
Cachafaz o Las escaleras de Sacré Coeur a
otros modos de lectura que hablan no sólo
de la actualidad de la obra de Copi. Algo
dicen, también, de la actualidad de la crítica
literaria argentina, preocupada por hablar de
“mundos” y “lógicas”, y no tanto de textos.
Fernando Bogado
El calado y la clarividencia del pensa-
miento de Lem le permiten escribir sobre
temas altamente complejos con un len-
guaje filosófico que a la vez conjuga gran
belleza y potencia simbólica: “Con las
veinte letras que son los aminoácidos la
Naturaleza construyó una lengua ‘en esta-
do puro’, que expresa –con escasos cam-
bios de lugar de las sílabas-nucleótidos–
las polillas, los virus, las bacterias, los
tiranosaurios, las termitas, los colibríes,
los bosques y los pueblos, siempre que
disponga de tiempo suficiente”.
El autor polaco acaba afirmando que
el ser humano cambia su entorno, pene-
trando con herramientas tecnológicas el
micro y el macrocosmos hasta la más leja-
na frontera. Es inevitable que esa tecno-
logía invada su cuerpo, llevando adelante
un plan de creación del “modelo siguiente
del Homo sapiens”.
Julián Chappa
| 39
Fichero
Mujeres y poder
Mary Beard
Crítica; Buenos Aires,
junio de 2018.
112 páginas, 250 pesos.
Este libro reúne dos conferencias – “La voz
pública de las mujeres” y “Mujeres en el
ejercicio del poder”– de la académica inglesa
Mary Beard, en las que la destacada espe-
cialista en Antigüedad clásica rastrea los orí-
genes de la misoginia y del techo de cristal
en la tradición occidental. Beard sitúa en el
comienzo de la Odisea de Homero la primera
orden pública a una mujer para que se calle
y analiza los prejuicios culturales acerca de
la relación de las mujeres con el poder.
Nueva ilustración radical
Marina Garcés
Anagrama; Barcelona,
octubre de 2017.
80 páginas, 325 pesos.
Filósofa, profesora de la Universidad de
Zaragoza, Marina Garcés propone en este
breve ensayo la constitución de una nueva
ilustración radical que reanude lazos con
el espíritu crítico para combatir los temo-
res y la opresión encarnados en la furibun-
da reacción antiilustrada –autoritarismos,
terrorismos, catastrofismos, fanatismos–
cuyas manifestaciones extremistas y
oportunistas dominan con sus relatos apo-
calípticos la política contemporánea.
Formas de la política
Elvio Monasterolo, Roberto
Pittaluga (editores)
EdUNLPam; Santa Rosa, abril de
2017. 210 páginas, 280 pesos.
Compilación de artículos sobre distintas
experiencias de activismo en el pasado
reciente argentino (1969-2010) realizados
en el marco de un proyecto de investiga-
ción del Instituto de Estudios Socio Históri-
cos de la Facultad de Ciencias Humanas de
la Universidad de La Pampa. Los trabajos
analizan las distintas formas de la política
en las prácticas profesionales, en la militan-
cia y en la construcción de la memoria.
Antología temática de la
poesía argentina
Luciana Del Gizzo, Facundo
Ruiz (selección y notas)
EUFyL; Bs. As., noviembre de
2017. 432 páginas, 400 pesos.
La editorial de la Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA continúa en la senda
virtuosa que abrió con su reciente anto-
logía del nuevo cuento argentino con este
volumen dedicado a la poesía y estructu-
rado por temas. Es un itinerario apasio-
nante, heterodoxo y hasta herético para
recorrer algunos textos de poetas que no
pueden faltar junto a los de una legión
que rara vez asoman en una antología.
 40 |
El capricho
del príncipe
por Serge Halimi*
D
espués de haber sido cómodamente
electo para la Presidencia de la Re-
pública Francesa con la colaboración
de la casi totalidad de los medios de
comunicación franceses, Emmanuel
Macron exige que su mayoría parlamentaria le ela-
bore una ley contra la difusión de “informaciones
falsas” en período electoral. Quizás ya esté prepa-
rando su próxima campaña.
El texto que debería ser votado próximamen-
te revela a la vez la ceguera de los dirigentes frente a
las oposiciones que enfrentan y, al mismo tiempo, su
disposición a imaginar sin cesar nuevos dispositivos
coercitivos para remediarlas. Hay que ser en efecto
corto de vista para seguir creyendo que la victoria de
los candidatos, de los partidos o de las causas “antisis-
tema” (Donald Trump, el Brexit, el referéndum cata-
lán, el Movimiento 5 Estrellas en Italia) estaría dada,
incluso de forma marginal, por la diseminación de no-
ticias falsas por parte de regímenes autoritarios. Des-
de hace más de un año, la prensa estadounidense se
empeña en demostrar, sin pruebas convincentes, que
el presidente de Estados Unidos le debe su elección a
las fake news fabricadas por Vladimir Putin; Macron
parece habitado por el mismo tipo de obsesión.
A punto tal de esperar conjurarla mediante un dis-
positivo tan inútil como peligroso. Inútil: consultado
al respecto, el Consejo de Estado recordó el 3 de ma-
yo pasado que “el derecho francés ya cuenta con varios
dispositivos que apuntan a luchar contra la difusión
de informaciones falsas”. En particular la ley del 29 de
julio de 1881 sobre la libertad de prensa, que permite
reprimir la difusión de noticias falsas, declaraciones
difamatorias, injuriosas o provocativas. Peligroso: la
propuesta parlamentaria le exigiría a un juez que actúe
dentro de un lapso de cuarenta y ocho horas para que
LA MEJOR
ELECCIÓN
SUSCRIBIRSE
Edición 229 | julio 2018
Editorial
Sumario
Staff 3
Dossier
El ajuste al desnudo
Editorial: Cómo romper la trampa
de la pobreza 2
por José Natanson
El costo social del ajuste 3
por Natalia Aruguete
El declive
por José Antonio Oviedo
4
El eterno corto plazo 6
por Martín Alfie y Daniel Schteingart
Los mitos del ajuste 8
“detenga la difusión artificial y masiva de hechos que por Martín Rodríguez
constituyan informaciones falsas”. Sin embargo, infor-
ma también el Consejo de Estado, estos hechos “no son
fáciles de calificar jurídicamente, más aun cuando el Perú: luchas por la autonomía indígena 10
juez en cuestión debe pronunciarse en plazos tan bre- por Paul Codjia y Raphaël Colliaux
ves”. Por último, el dispositivo imaginado por Macron
refuerza el “deber de cooperación” con las autoridades Agencias de inteligencia en EE.UU. 12
públicas de los proveedores de Internet y de hosting, por Michael J. Glennon
porque extiende a toda “información falsa” una obli-
gación que al comienzo apuntaba a prevenir… “la apo- El éxodo que vacía los Balcanes 14
logía de los delitos contra la humanidad, la incitación por Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin
al odio así como también la pornografía infantil”.
Turquía: las pantallas del Bósforo 16
Los amos de la democracia por Timour Muhidine
Por su parte, la intoxicación publicitaria, la asfixia fi-
nanciera de los canales públicos de televisión y el he- El colapso del Estado malí 18
cho de que los medios de comunicación sean propie- por Rémi Carayol
dad de millonarios amigos del Presidente de la Repú-
blica no son objeto de una propuesta de ley. Y además, Los desafíos del G5 Sahel 19
¿por qué reservar una artillería judicial sólo para pe- por Philippe Leymarie
ríodos electorales? Para no ir más allá de las últimas
décadas, casi cada guerra −las del Golfo, Kosovo, Irak,
Libia– sirvió a la proliferación de mentiras y las mani-
pulaciones de la información. No causadas por Mos-
Dossier
cú, Facebook o las redes sociales, sino porque los amos La tiranía de las finanzas
de la democracia y del periodismo eran sus autores:
los más importantes diarios occidentales, con The El inversionista no vota 22
New York Times a la cabeza, la Casa Blanca, las gran- por Renaud Lambert y Sylvain Leder
des capitales europeas. Sin olvidar al gobierno ucra-
niano el mes pasado, que anunció la falsa muerte de Una “independencia” polémica 24
un periodista ruso. Si un juez un día tuviese que atra- por Tomás Lukin
par a los criminales que propagaron todas estas falsas
noticias, al menos conocería su dirección… g
Camboya, entre el miedo y el cambio 26
*Director de Le Monde diplomatique.
por Christine Chaumeau
Traducción: Aldo Giacometti
Toneladas de basura en el Líbano 30
por Emmanuel Haddad
Debates del futuro:
El rol de los zoológicos en el siglo XXI 32
por Federico Kukso
El derecho animal en debate 34
Suscripción por internet por Jérôme Lamy
(edición online o en papel)
Chagall revolucionario 36
TARIFAS por Lionel Richard
Edición papel
(Argentina) $ 1000
Edición online Libros del mes 38
$ 900
Editorial: El capricho del príncipe 40
MEDIOS DE PAGO
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(011) 4872-1351 La educación en debate
de lunes a viernes de 14 a 20 hs.
Universidad Pedagógica Nacional

La educación
en debate #62
Escuela y migrantes:
¿igualdad en la diversidad?
por María Laura Diez*
L
as escuelas han ocupado un
lugar clave en la producción
de identificaciones con la
nación. A lo largo de su his-
toria fueron actores funda-
mentales de la construcción de imáge-
nes sobre los procesos migratorios, los
pueblos indígenas y la distinción entre
nativos y extranjeros. Su función inte-
gradora y nacionalizadora supuso, co-
mo uno de sus objetivos, la incorpora-
ción de los inmigrantes de ultramar (los
que “bajaron de los barcos”) al país. De-
bían establecer una cuña entre hijos y
padres, constituirse en el espacio que
acogiera a las generaciones jóvenes y
borrara ciertas marcas de origen.
No es extraño escuchar frases que su-
gieren que las escuelas “despojan a los ni-
ños de referencias sociales”, que no logran
quebrar la matriz normalizadora con que
fueron concebidas. Si bien discutimos es-
tas generalizaciones, es posible reconocer
la persistencia de ciertos procesos.
La migración latinoamericana, en su
carácter de histórica y contemporánea,
constituye una temática de ineludible re-
ferencia. Nos convoca a pensar el trata-
miento de la diversidad y la desigualdad
en educación y visibilizar las contradic-
ciones entre aquellos viejos mandatos y
los que hoy se nos imponen bajo nuevos
consensos. Nos obliga a revisar los sen-
tidos de la inclusión social y educativa y
analizar el lugar de los niños, niñas y jó-
venes como sujetos de derecho. Nos invita
a trabajar en una perspectiva de la hospi-
talidad que reconozca las experiencias in-
terculturales en los procesos formativos.
En un contexto en el que la xenofo-
bia y el racismo atraviesan los procesos
de Estado, nos preguntamos por las con-
diciones de escolaridad de niños y niñas
cuya nacionalidad de origen (o la de sus
padres) acarrea marcas que los fijan a la
extranjeridad, y que en ocasiones se ar-
ticulan con el componente indígena de
la población y con la pobreza. Estas mar-
cas suponen el desafío de una distancia
que se presenta como problemática pa-
ra las escuelas frente a su histórica cons-
trucción como institución con funciones
nacionalizadoras, y pone en evidencia
conquistas y límites de las perspectivas
atentas al reconocimiento de la diversi-
dad y los derechos humanos. Estas son
reflexiones que se imponen en distintos
escenarios, como el de la región metro-
politana, frente a la presencia de pobla-
ción migrante limítrofe, visibilizada por
su asociación con un fenotipo andino. Un
conjunto de estudios ha puesto la aten-
ción sobre la migración boliviana en Bue-
nos Aires, permitiendo hacer visibles ex-
periencias cotidianas que enfrentan los
estudiantes y discutir prejuicios instala-
dos en el debate público.
Cuantificar, cualificar, clasificar
En Argentina, donde las narrativas do-
minantes expresan la oposición entre
civilización y barbarie, nacionalizar al
inmigrante europeo supuso el extraña-
miento del indígena y del inmigrante
latinoamericano. Lo indígena se evoca
como una fuerza salvaje y destructiva
que debió ser erradicada para dar luz
a la Nación. Durante décadas, los tex-
tos escolares marcaron el componente
blanco y europeo de la población, y exal-
taron su “homogeneidad cultural”. La
antropóloga María Inés Pacecca anali-
za cómo fueron forjándose a lo largo del
siglo pasado mitos románticos sobre la
migración europea, formas idealizadas
a través de las cuales la Nación se narra a
sí misma. La función que tienen se vin-
cula con solapar la migración latinoa-
mericana, con neutralizar su llegada.
La visión de la migración latinoameri-
cana como una invasión incivilizada que
hace uso de bienes y servicios que no le
corresponden fue instalándose en los dis-
cursos sociales como parte del proyecto
ideológico del Estado. Al hacerlo se apela
a ciertas imágenes como la del “sacrificio”
de los migrantes europeos, que permiten
diferenciar y ponderar las migraciones
deseables. Imágenes que además fueron
apropiadas y reproducidas por los des-
cendientes argentinos de aquellos migra-
dos desde Europa, sobre las que los mis-
mos lograron legitimarse.
Las escuelas fueron escenarios donde
se naturalizaron esas ideas, en contenidos
curriculares que tendieron a abordar la
migración regional como “problemática”.
Encontramos huellas de esas representa-
ciones en los intentos de limitar el acceso
a derechos básicos a los migrantes limí-
trofes, como el recientemente fallido pro-
yecto de ley del diputado oficialista Luis
Petri, de arancelar el acceso a la salud y a
la educación para un conjunto de residen-
tes extranjeros.
Pero tomemos nota de algo: la migra-
ción proveniente de otros países de la re-
gión empieza a ser más visible hacia me-
diados del siglo XX, cuando los inmigran-
tes de ultramar arribados hasta las prime-
ras décadas del mismo siglo (que llegaron
a representar el 25% de la población) de-
jan de ser significativos en el porcentaje
de la población. Sin embargo, desde el si-
glo XIX hasta la actualidad la migración
latinoamericana ha sido sostenida y en
ningún momento alcanzó cifras que fun-
damenten la imagen de invasión; por el
contrario, se ha mantenido estable entre
el 2 y el 3% de la población total.
El último censo de 2010 dice que el
4,5% de la población total del país es ex-
tranjera, de la cual el 30% corresponde
a la migración paraguaya y casi el 20%
a la boliviana. La migración desde Boli-
via, que ha estado en el centro de las con-
troversias en este último tiempo, no es la
primera extranjería, pero sí la más visible
en al Área Metropolitana, donde ha ten-
dido a concentrarse en las últimas déca-
das. Ello ha generado sistemas de visibi-
Suplemento
julio
2018
lidad en barrios donde hay nucleamien-
tos de población migrante, en algunos
casos vinculados al acceso a la vivienda,
en otros a nichos o enclaves productivos
(producción/comercialización frutihor-
tícola y textil, entre otras).
En barrios del sur de la Ciudad de Bue-
nos Aires y en algunas localidades de la
provincia de Buenos Aires, las escuelas
registran estas presencias, que es tan con-
creta como relativa. A partir de una inves-
tigación etnográfica, junto a la antropólo-
ga Gabriela Novaro, recorrimos durante
algunos años el sur de la ciudad, registran-
do presencias, voces y representaciones
que circulan en algunas escuelas sobre la
nacionalidad de los niños y las niñas.
“Hay muchos, los extranjeros son ma-
yoría. (Repregunto, porque los registros de
esa sección no coinciden). Hay chicos que
sabemos que no son argentinos, pero tienen
DNI que dicen que nacieron en el país”.
“Acá son todos bolivianos o paraguayos
(pregunto si los chicos o sus padres). La
mayoría son hijos” (docentes de primer
ciclo de primaria, zona sur, CABA).
A diferencia de países como los euro-
peos, en los que predomina el criterio de
sangre, quien nace en suelo argentino, en
términos jurídicos y políticos, es consi-
derado nacional, nativo. Sin embargo,
en innumerables escenarios estatales,
los hijos e hijas de inmigrantes son “ex-
tranjerizados”. Se trata de un proceso de
distanciamiento social y simbólico con
independencia del lugar de nacimiento,
bien documentado por el antropólogo
Alejandro Grimson, que construye imá-
genes de extranjeridad sobre los exclui-
dos. Como señala la investigadora Ana
Penchaszadeh, el problema es que ex-
tranjero refiere a ser extra (estar de más)
o extraño. Se extranjeriza a las personas
por su ascendencia nacional o étnica, por
las prácticas asociadas a sus colectivos
de pertenencia, por su tono de voz y sus
apellidos, y también por las condiciones
de desigualdad material en las que viven.
“Acá el 80% son bolivianos, te das cuen-
ta por los apellidos, además son calladitos”
(docente de 6º grado, zona sur, CABA).
Se trata de una forma de alteridad radi-
cal, que en ocasiones introduce la sospe-
cha (“Para mí que esos chicos no son ar-
gentinos”) y obstaculiza el acceso a algu-
nos derechos.
Se trate de niños inmigrantes o hijos
de inmigrantes, sus mismas presencias
en las aulas definen tramas de diversi-
dad en las que se articulan referentes ét-
nicos y nacionales que desafían el traba-
jo docente y ponen en evidencia debates
no saldados en educación. Entre la ne d
 II | La educación en debate #62 Escuela y migrantes: ¿igualdad en la diversidad?
d gación de la diversidad o el señala-
miento de su carácter problemático, las
migraciones contemporáneas aparecen
como un tipo de otredad que recuerda el
carácter monolítico con que se constru-
yó la imagen de ser educable y el arduo
camino para su redefinición.
Incluir excluyendo
Los cambios producidos en los mar-
cos legislativos en el nuevo milenio han
tendido a dar respuesta a esas repre-
sentaciones estigmatizantes sobre la
inmigración regional. La normativa mi-
gratoria vigente implicó giros pondera-
bles desde el punto de vista de acceso a
derechos; hubo cambios también en la
normativa educativa.
Estos marcos legales logran discutir
(dentro de ciertos límites) las miradas ho-
mogeneizantes. La perspectiva de dere-
chos humanos de la Ley de Migraciones
25.871 del 2003 pone de relieve el derecho
a la salud, a la educación y a la reunifica-
ción familiar de la población inmigrante y
establece el derecho irrestricto a la educa-
ción, cualquiera sea su condición de regu-
laridad documentaria. También la pers-
pectiva intercultural de la Ley de Educa-
ción Nacional reafirma el reconocimien-
to de repertorios lingüísticos y culturales
que transitan las escuelas del país, a través
de la creación de una modalidad especí-
fica. Esta norma hace explícita la promo-
ción de la integración latinoamericana y
establece que deben disponerse las me-
didas necesarias para garantizar a las per-
sonas migrantes o extranjeras el acceso a
los distintos niveles educativos y las con-
diciones para la permanencia y el egreso.
Podemos rastrear la materialidad de
las normativas y políticas, a través de ex-
periencias locales (con diferencias noto-
rias entre las distintas regiones del país),
profesorados y trayectos de formación
docente, escuelas de modalidad intercul-
tural y producción de materiales curricu-
lares, que hacen visible la instalación de
la temática como preocupación de la es-
cuela pública. Uno de ellos fue el proyecto
interinstitucional llamado Repensar la in-
migración en Argentina La Valija (1).
Estos avances dan cuenta de conquis-
tas pero también marcan continuidades
históricas que condicionan el sentido de
la interculturalidad desde las políticas
y su relación con los procesos de inclu-
sión educativa. Las políticas educativas
interculturales en Argentina han sido
formuladas atendiendo principalmente
a comunidades indígenas y rurales. Con
algunas excepciones, no han tendido aún
a involucrar al resto de la población esco-
lar, tampoco a otros grupos que podrían
definirse como minorías culturales, co-
mo la población inmigrante latinoame-
ricana y población indígena extranjera.
La investigación etnográfica permi-
te registrar situaciones cotidianas que
escapan al dato estadístico y conden-
san buena parte de las contradicciones
que atraviesan las prácticas diarias. En-
tre ellas la biografía escolar de Juan, un
joven que migró desde Bolivia mientras
cursaba la escuela primaria, y para quien
fue la escuela del barrio el primer es-
pacio que lo incluyó inmediatamente a
su llegada, pero dos grados más bajos al
que teóricamente le correspondía. O los
dilemas de Graciela porque dos de sus
alumnas permanecen calladas durante
las clases y no sabe qué hacer con ellas.
Llegaron ese mismo año y supone que al-
gunas de las clases deben parecerles un
“manicomio”. O las apuestas débiles so-
bre las trayectorias escolares futuras de
sus alumnos (“La mayoría de estos chi-
cos no va a seguir estudiando”), que cir-
Alighiero Boetti, Tutto, 1989 (fragmento, gentileza Christie´s)
culan entre un grupo de docentes del se-
gundo ciclo de la escuela primaria.
Algunos de estos casos permiten ad-
vertir que, pese a muchos de los avances
mencionados, no se han revertido algu-
nas situaciones de desigualdad referidas
a quienes, aun estando en las escuelas,
son incluidos en términos subordinados.
Con ello se quiere señalar los múltiples
factores asociados que combinan aspec-
tos de la inclusión y la exclusión educati-
va, como los relevados con la investiga-
dora Gabriela Novaro. Estos refieren a la
presencia de la población migrante en la
escuela, pero nucleada de manera noto-
ria en algunas escuelas o circuitos esco-
lares; a la disminución de las expectati-
vas sobre sus desempeños; al descono-
cimiento de las trayectorias educativas
anteriores; al silenciamiento de sus pala-
bras, saberes, pertenencias.
Los mandatos asimilacionistas no
han terminado de ponerse en cuestión.
Abordar esos desafíos pendientes en el
actual contexto parece constituirse en
esfuerzo doble: revisar las continuida-
des de mandatos históricos, y enfrentar
los nuevos discursos y prácticas estata-
les que vuelven a recurrir a la sospecha
sobre el migrante y reorientan el senti-
do de las normativas en vigencia (2). Se
trata de procesos que implican a las es-
cuelas, pero las exceden.
Voces propias
“Si yo nací en Argentina y mi mamá en Bo-
livia, ¿yo qué soy?”
“Yo cuando entré en tercero… no sé
qué me pasó. No entendía nada.”
“No se sabe cómo olvidar.”
(Niñas de 6to grado, escuela primaria
de zona sur de CABA; nacidas en Buenos
Aires, La Paz y Cochabamba, respectiva-
mente).
“Yo tuve una parte de mi identidad ne-
gada durante muchos años” ( joven refe-
rente de un centro de apoyo escolar de
Flores, CABA).
La escuela es un espacio cotidiano de
referencia para las generaciones jóvenes,
donde se hace evidente que todas las per-
sonas atraviesan experiencias intercul-
turales de vida. Allí, nativos y extranje-
ros realizan un intenso trabajo biográfico.
Con esfuerzo, dan continuidad a los su-
cesos vividos, lo que Pierre Bourdieu lla-
maba la “ilusión biográfica”: la intención
de dotar de sentido y coherencia a expe-
riencias que, en principio, aparecen como
discontinuas. La producción de esos enla-
ces ayuda a interpretar las situaciones que
viven, a contestar los prejuicios que se les
asignan, a enfrentar lo que no se conoce.
Para las generaciones jóvenes atra-
vesadas por la migración, la experien-
cia se vuelve particularmente desafian-
te cuando sus nacionalidades de origen
(o la de sus padres) no son reconocidas
como identificaciones legítimas. Porque
mientras sostienen prácticas escolares
que asimilan y suponen la posibilidad
de alcanzar la inclusión en términos más
igualitarios (como discontinuar el uso de
una lengua indígena durante la escolari-
dad), también son interpelados por sus
familias o comunidades de referencias,
en las que se juegan añoranzas por lo que
quedó atrás y la necesidad de marcar un
sentido congruente con lo que se concibe
como persona educada.
“Cuando hablo (quechua) aquí me re-
tan, no quieren que hable. Mi papá me di-
ce: ‘¡No, acá no se habla quechua!’”
“Yo no quiero aprender (quechua), no
me gusta. Si lo aprendo, no me voy a acor-
dar tanto las cosas de la escuela. Con la es-
cuela no se puede. Cuando empezás a ha-
blar, después no te lo sacás más. Y querés
hablar nomás ese idioma. (¿Por qué? ¿no
se puede hablar dos idiomas?) No!”
(Niñas de 7º grado, escuela primaria de
zona sur de CABA, una migró desde Oru-
ro, otra es hija de migrantes de Santa Cruz
de la Sierra) .
“Mi abuela quería que aprenda cosas de
allá (de Bolivia), decía: ‘Todos saben. ¡Tú
eres la única que no sabe!’ Y me decía que
tenía que aprender porque era de la familia,
de ‘tus ancestros’. Siempre me hablaba y me
hablaba quechua, un día, otro día, otro día,
hasta que terminé entendiéndola!” (se ríe).
(Joven de 5º año de secundaria, mi-
grante de Potosí).
Los niños, niñas y jóvenes construyen
identificaciones que les permiten defen-
derse de los prejuicios, no estar atados a
una identidad desvalorizada en el contex-
to escolar o quedar atrapados en la parcia-
lidad de algunos atributos asociados a una
nacionalidad, colectividad o grupo étni-
co. Pero no por ello resignan un repertorio
cultural e identitario amplio que les per-
mita transitar por distintos escenarios y,
en ocasiones, también reafirmarse como
parte de un colectivo.
Pensar la escuela como espacio clave
para plantear la interculturalidad implica
reconocer que también proveen recursos
contradictorios. Aparecen como la con-
dición para ampliar las oportunidades, al
mismo tiempo suponen someterse al arbi-
trio de un sistema que no escapa a las des-
igualdades de clase, etnia, género, genera-
ción, entre otras.
Las migraciones en las escuelas son un
tema curricular pero también experien-
cias vividas que lo confrontan; forman
parte de narraciones hegemónicas de la
Nación, y de biografías y memoria colecti-
va de los sujetos que transitan; se revelan
como mitos románticos y encarnan el dra-
ma de la desigualdad y la discriminación
de la que muchos colectivos son objeto.
Se trata de un tema que debe ser ana-
lizado desde múltiples dimensiones,
sin omitir los dramas cotidianos de las
distintas generaciones migrantes. Los
dilemas de la membresía y la ajenidad
no se agotan en la sanción de marcos
normativos que regulen el tipo de ciu-
dadanía a la que se accede ni las condi-
ciones institucionales de inclusión so-
cial del extranjero. La vida cotidiana de
las escuelas se convierte en un escena-
rio central para analizar los procesos de
Estado y advertir las contradicciones
entre la persistencia del asimilacionis-
mo en educación y las perspectivas de
la interculturalidad. g
1. Se trata de una iniciativa dentro de un proyecto
sobre niñez, migraciones y derechos humanos co-
coordinado por el Centro de Derechos Humanos de la
Universidad de Lanús y UNICEF Argentina. Consiste
en una valija de materiales didácticos para repensar
las inmigraciones en Argentina en y desde la escuela.
2. Por ejemplo, el Decreto de Necesidad y Urgencia
70/2017, por medio del cual se modifica la Ley
de Migraciones 25.871 y la Ley de Nacionalidad
y Ciudadanía 346. Así se imponen condiciones
regresivas en materia de protección de los derechos
humanos. Tras estar un año en vigencia, fue declarado
inconstitucional el 22/3/2018 por la Sala V de la
Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal.
*Doctora en Antropología, investigadora del
CONICET, docente de la Universidad Pedagógica
Nacional y de la Universidad de Buenos Aires.

¿Cuántos son los estudiantes extranjeros?
El mito de la
cantidad
por Diego Herrera*
E “
s muy probable que los datos
oficiales sobre la cantidad de
extranjeros en el sistema edu-
cativo argentino contradigan
la percepción de muchas personas y al-
gunos mensajes de los medios masivos
de comunicación. Según los últimos
datos de la Dirección de Infraestruc-
tura y Equipamiento Educativo (Mi-
nisterio de Educación de la Nación)
–relevados en 2016–, apenas el 1,53%
de los estudiantes del nivel inicial, pri-
mario, secundario y superior no uni-
versitario de todo el país son extran-
jeros. Esto representa 161.547 estu-
diantes sobre una matrícula total de
10.516.006. Así, Argentina parece estar
muy lejos de las cifras de migración de
fines del siglo XIX y principios del si-
glo XX. Paraguay es el país que aporta
mayor cantidad de estudiantes: casi el
34% de los migrantes. Lo sigue Bolivia,
con el 30% y en tercer lugar, en un nú-
mero considerablemente menor, apa-
recen los estudiantes peruanos.
Resulta significativa la poca parti-
cipación de las comunidades extran-
jeras en la educación de nivel inicial:
apenas el 0,59% del total. En el nivel
primario, el grupo de inmigrantes re-
presenta el 1,79% de la matrícula; en
el secundario, el 1,72%; y en el supe-
rior no universitario, el 1,46%. El dato
sobre el nivel inicial puede entender-
se a la luz de la escasez de jardines de
infantes en todo el país. Es muy pro-
bable que, ante la oferta escasa de sa-
las para ejercer un derecho, sean los
ciudadanos argentinos los que tengan
más información y herramientas para
obtener las codiciadas vacantes.
La Provincia de Buenos Aires
(PBA) concentra el mayor número de
estudiantes extranjeros, pero siempre
es necesario considerar que esa pro-
vincia reúne casi al 54% de la matrícu-
la total del país. Los 82.737 estudian-
tes extranjeros de la PBA representan
apenas el 1,46% del total bonaerense
–por debajo, incluso, del promedio
nacional–. La comunidad con más
presencia en la provincia es la para-
guaya –casi la mitad del total–, segui-
da por la boliviana y por la peruana.
Otro dato interesante que se des-
prende del análisis estadístico, y que
parecería contradecir el sentido co-
mún, es el bajo porcentaje de estu-
diantes extranjeros en las provin-
cias limítrofes. Algunos ejemplos.
Misiones, la provincia de la triple
frontera, solo tiene un 0,43% de estu-
diantes extranjeros. Jujuy, un 0,39%;
Mendoza, un 1,54%. Chubut está al-
go por encima del promedio del país
con 1,60%. Lo curioso en los casos de
Mendoza y Chubut es que los grupos
migrantes más numerosos provienen
de Bolivia y no de Chile, el país que li-
mita con ambos distritos.
La Ciudad Autónoma de Buenos Ai-
res (CABA) concentra el mayor por-
centaje de estudiantes extranjeros: un
6,67%. Si bien la proporción es más de
cuatro veces mayor que la del promedio
del país, no parece elevada ni demasia-
do distinta a la que puede encontrarse
en otras grandes ciudades del mundo.
A diferencia de lo que sucede en PBA,
en CABA los estudiantes bolivianos son
más numerosos que los paraguayos.
La percepción de que hay un nú-
mero muy grande de extranjeros en el
país podría explicarse por varios facto-
res. Uno es la federalización de lo que
sucede solo en la CABA. El otro puede
estar vinculado a que los hijos de mi-
grantes nacidos en Argentina son, mu-
chas veces, visualizados como extran-
jeros. Por último, estas comunidades
se concentran en un número acotado
de los barrios de las grandes ciudades.
Incluso, no habría que descartar que
muchos migrantes internos sean per-
cibidos como extranjeros. El peso de
la afirmación que sostiene que los ar-
gentinos “descienden de los barcos”
tiende a borrar que gran parte de la po-
blación desciende de los pueblos origi-
narios de América. Las fronteras de las
comunidades autóctonas no coinciden
con las fronteras de los modernos Es-
tados-nación y, aunque muchas veces
se pase por alto, también hay argenti-
nos hablantes de quechua, guaraní, ai-
mara y otras lenguas americanas.
La Ley de Educación Nacional N°
26.206 contempló la modalidad de
Educación Interculturalidad Bilingüe
(EIB) al interior del sistema educati-
vo. De esta manera, se buscó promo-
ver las culturas y lenguas originarias
en las escuelas. La implementación de
esta modalidad ha sido muy dispar en
las 24 jurisdicciones, pero en algunos
casos se han formado docentes especí-
ficos para atender el bilingüismo de las
comunidades escolares.
Desde el año 2016, la EIB se encuen-
tra bajo la órbita de la Secretaría de Ges-
tión Educativa del Ministerio de Educa-
ción de la Nación. De acuerdo con el or-
ganismo, algunos de los objetivos para
los próximos años serían “afianzar las
trayectorias escolares de estudiantes in-
dígenas” y “garantizar la participación
indígena en la gestión de las políticas de
EIB”. Los recursos para lograr estos ob-
jetivos llegan a través del Banco Mun-
dial, en el marco del Proyecto de Mejo-
ramiento de la Educación Rural (PRO-
MER II). Se sigue pensando que los estu-
diantes indígenas solo existen como ta-
les cuando viven en las zonas rurales del
país, en sus “lugares de origen”. De esta
manera, no se termina de observar que
las migraciones (desde las provincias y
desde países vecinos) llevan a muchos de
esos estudiantes a las grandes ciudades.
El bilingüismo y la interculturalidad to-
davía son tesoros ocultos –y ocultados–
en las escuelas de las grandes urbes. g
*Licenciado en Ciencias de la Comunicación e
integrante del equipo editorial de UNIPE.
Mónica Deschner y Adrián Rivadeneira,
directora y secretario de la Escuela Primaria Nº 28
Dos lenguas,
ninguna imposición
El 90% de los pibes que nombra-
mos como ‘chinos’ en realidad
son argentinos. Son hijos de mi-
grantes. O sea, son argentinos de
primera generación”, resalta Adrián
Rivadeneira, secretario de la Escuela
Primaria Bilingüe de Jornada Com-
pleta N° 28 de Parque Patricios. Aun-
que esta escuela aún no tiene defi-
nido su nombre, en la puerta hay un
cartel de madera que dice “argenti-
no-china”. La institución, creada en
2015, lleva adelante un proyecto pilo-
to basado en un formato pedagógico
de inmersión dual. Según explica es-
te docente, “en cada grado, la mitad
de chicos son sinoparlantes, o sea, su
lengua materna es chino; y la otra mi-
tad son hispanoparlantes”. El objeti-
vo de este equilibrio entre hispano y
sinoparlantes es que ninguna de las
dos lenguas se imponga por sobre la
otra. “Las clases de cada materia –de-
sarrolla Rivadeneira– las llevan ade-
lante dos docentes: una habla español
y la otra, chino. La idea no es que una
traduzca a la otra. Por ejemplo, si el
tema de la clase tiene que ver con las
aves, la maestra que habla español ex-
plica la adaptación del pico y las patas
para su tipo de alimentación y la que
habla chino expone sobre el color de
su plumaje de acuerdo con el follaje
de la región.” Si la teoría del proyec-
to piloto funcionara de manera ópti-
ma, cada alumno se alfabetizaría en
su lengua materna al tiempo que iría
incorporando una segunda lengua.
En marzo de este año, la escue-
la abrió su segundo ciclo educativo:
empezó a funcionar su cuarto grado.
Hay dos secciones por grado con un
promedio de 26 alumnos por salón.
En total, unos 230 alumnos. Mónica
Deschner es la directora desde junio
de 2017 y, aunque no lleva demasia-
do tiempo en la institución, intenta
hacer un balance del proyecto de in-
mersión dual: “Veo que a los hispanos
les cuesta muchísimo el chino. No así
a la inversa, los chicos chinos apren-
den muchísimo más rápido el espa-
ñol”. La explicación que los docentes
le encuentran a este hecho suena bas-
tante lógica: mientras los sinoparlan-
tes están inmersos todos los días de
sus vidas en una sociedad regida por
el español, los hispanoparlantes so-
lo tienen contacto con el chino en el
momento en que están en la escuela.
“El entorno alfabético ayuda a los si-
noparlantes, porque escuchan hablar
en español todo el tiempo y en la calle
los carteles están en español”, razona
Rivadeneira.
Con el andar de la institución, se
diseñaron estrategias para reducir la
desigualdad en el aprendizaje de la
segunda lengua. Por eso, algunas ho-
ras a la semana los niños sinoparlan-
tes de las secciones A y B tienen cla-
ses con una maestra que da las clases
en español y los hipanoparlantes, con
La educación en debate | III
otra que da clases en chino. Los días
para estos intercambios están estric-
tamente fijados en una cartelera de la
Dirección. De esta manera, se busca
reforzar el aprendizaje de la segunda
lengua. “Cuando están todos los hispa-
nos con maestras chinas se sueltan un
poco más para empezar a preguntar en
chino y no solo a responder”, se entu-
siasma Rivadeneira.
Tampoco es sencillo conseguir per-
sonas idóneas que puedan dar clases
en chino. “Una particularidad de la
escuela es que cuando se conformó
no había docentes sinoparlantes pa-
ra cubrir la jornada completa –cuenta
Deschner–. Las hispanohablantes son
maestras comunes como nosotros. So-
lo una de las docentes que enseña chi-
no, y que está en el equipo de coordina-
ción, es maestra con título docente. El
resto ingresó por el Artículo 66 del Es-
tatuto Docente.” O sea, están en el car-
go porque demuestran idoneidad y no
por tener un título habilitante.
Muchas de las familias chinas que
llevan a sus hijos a la Escuela N° 28 tie-
nen comercios en Once. En general,
se trata de bazares y jugueterías que
venden artículos importados. El 80%
de los alumnos sinoparlantes viven
en Once y Congreso. Contra cualquier
prejuicio, Rivadeneira aclara que ni un
solo chico viene del barrio chino. La
otra mitad de la matrícula proviene de
barrios cercanos a la escuela: Parque
Patricios, Pompeya y Barracas.
La escuela, cuenta Deschner, tie-
ne la asistencia técnica de un equipo
de idioma chino que depende de la
Gerencia Operativa de Lenguas en la
Educación (GOLE). “Es un equipo for-
mado por cuatro personas –dice–. Vie-
nen una vez a la semana, los miércoles.
Dos de las profesionales asesoran a los
docentes. Después está la coordinado-
ra del equipo y otra persona que hace
un asesoramiento general. No es fácil
el trabajo en pareja pedagógica.” Ade-
más, las docentes sinoparlantes logra-
ron armar un cuaderno de contenidos
escolares para primer y segundo gra-
do. De acuerdo con Rivadeneira, no
existía un manual de chino que se ajus-
tara a las necesidades de los estudian-
tes hispanoparlantes.
“Acá el niño sinoparlante no es el
‘chino’ de la escuela, no es un migran-
te aislado. Es la mitad del colectivo que
está en esta institución. El 50% de los
pibes y de los docentes son chinos. Pa-
ra el chico es mucho más fácil”, argu-
menta el secretario. Los docentes que
llevan adelante el proyecto tuvieron
sus primeras conquistas. Niños con
ojos más y menos rasgados compar-
ten una gran mesa para seis en el au-
la y juegan juntos en los recreos. En la
agenda de actos escolares, además, se
contemplan el Festival de Medio Oto-
ño y el del Bote Dragón. g
D.H.
 IV | La educación en debate #62 Escuela y migrantes: ¿igualdad en la diversidad?

Lilly Dávila Martínez, madre Denise Cultrera, docente pezaron a prestarles más atención.
Luego hicimos el mismo proyecto pe-

La
ro con los hablantes de quechua. O

“Las marcas de la sea, un diccionario español-quechua.

profesora
¿Cuesta percibir que en nuestras
discriminación” escuelas hay hablantes de lenguas
originarias?

que creó un Claro. Mi intención fue poner en evi-

C
uando Lilly Dávila Martínez de-
cidió trasladarse a Buenos Aires,
estaba dejando atrás una histo-
ria de violencia familiar. Viajó
desde Lima con su hijo de cuatro años,
Dickson. “Mi hermano ya vivía en Argen-
parte de los niños”. Los directivos y do- dencia las interferencias lingüísticas
centes de la escuela, cuenta, no supieron que suelen tener estos alumnos y que la
darle soluciones: “Lo único que la direc-
tora me supo aconsejar fue que lo cam-
biara de escuela”.
diccionario escuela muchas veces invisibiliza. Con
los diccionarios, los chicos y sus familias
sintieron que se valoraba su lengua y su
Dickson empezó segundo grado en cultura. Estas lenguas empezaron a cir-

“
tina y me dijo que podía mudarme con una escuela en la que no lo maltrataron, Para mí el abc de la educación tie- cular de otro modo en la escuela. Inclu-
él”, relata. Desde su llegada al país, realizó pero aún hoy recuerda la mala experien- ne que ver con el vínculo. Si yo so, había chicos que no eran ni paragua-
principalmente labores de limpieza: “Co- cia vivida: “Todo el tiempo lo tiene pre- tengo un chico que no me escu- yos ni bolivianos y se interesaban por
mencé trabajando tres veces por semana, sente”, dice su madre. Dávila Martínez cha, que no me registra, me frus- aprender algunas palabras.
ayudando en una casa en San Isidro. A las explica por qué piensa que la situación tro yo, se frustra él y no se puede pro-
noches trabajaba también en una rotise- de su hijo en la nueva escuela fue diferen- ducir nada”, opina Denise Cultrera. ¿Cómo construiste esa sensibilidad
ría, lavando todo lo que se utilizaba en el te: “Eran menos chicos, unos 15 por aula. Desde 2014, esta docente forma parte hacia esas otras lenguas que hablan
día”. Corría el 2007 y el dueño del comer- Yo entendía a las maestras que no podían del Equipo de Fortalecimiento de la algunos estudiantes?
cio le pagaba 60 pesos por cada jornada. contener a 30 chicos en un aula por tan- Escuela Secundaria N°2 “Domingo F. Tiene que ver con mi recorrido de vi-
Pasaron muchos meses hasta que con- tas horas”. Cuando Dávila Martínez tuvo Sarmiento” de la Ciudad de Buenos Ai- da. Mi mamá es paraguaya; mis tíos
siguió un empleo en blanco en una casa una hija en 2014, fue un nuevo problema res. “La institución –explica– está en el son paraguayos; me crié entre Ciudad
de familia. Actualmente realiza tareas de conseguir vacante en los jardines mater- límite entre Recoleta y Retiro. Yo siem- Oculta y Villa Soldati, barrios donde
maestranza en una empresa. nales: “Anoté a Mía desde que estaba en pre digo que es de Retiro porque vie- hay muchos paraguayos. Entonces,
“Cuando llegué aquí, por suerte con- la panza pero nunca me salió el lugar. Re- nen todos pibes de la Villa 31.” veía que ellos siempre tenían proble-
seguí vacante para mi hijo en un jardín cién cuando tenía casi 2 años lo conseguí. mas con la concordancia y veía que acá
de infantes que quedaba cerca de la casa No se podía hacer nada porque todo era ¿Qué tarea realiza el Equipo de For- los chicos tenían el mismo problema.
de mi hermano. Antes no había inscrip- online: si no te sale, no te sale”. talecimiento? Los profesores siempre los corregían
ción online: ibas y te anotabas”, recuerda Dávila Martínez hace un balance de El objetivo fundamental es revertir las y decían: “Este chico no sabe escribir,
Dávila Martínez. Cuando Dickson em- su experiencia con el sistema educati- tasas de repitencia y de abandono que este chico no sabe leer”. En el profeso-
pezó la primaria y se mudaron a Caba- vo argentino: “Me parece bien que te suele haber en las escuelas secunda- rado estudié el tema de la interferen-
llito consiguió vacante en una escuela de den la vacante con la misma prioridad rias. Tenemos un contrato de planta cia lingüística y empecé a asociar todo.
jornada completa de la zona. Los proble- que a las personas nacidas en el país. transitoria y una lucha constante con- Un día se me ocurrió hacer algo con los
mas fueron otros: “En ese colegio mi hijo Lo único que criticaría a la educación tra este gobierno, que quiere borrar el chicos que hablaban guaraní, un poco
solo hizo primer grado, porque lo discri- pública es que debería existir un poco proyecto. Yo soy la referente de un pri- porque es la lengua de mi familia.
minaron mucho por ser extranjero. To- más de control con el tema del bullying. mer año y realizo distintas tareas: tra-
dos los días me llegaba con las cosas ro- Los chicos que pasan por esa experien- bajo en pareja pedagógica con los pro- ¿Con qué palabras empezaron el
tas, le tiraban las zapatillas al inodoro, al cia quedan marcados”. g fesores, ayudo a los chicos cuando no diccionario?
barro, le pegaban. A él también lo tiraban entienden algún tema, elaboro proyec- Les propuse empezar con las que tu-
al barro. Era una violencia constante por D.H. tos. También estoy al tanto de lo que les vieran más relación con la escuela: his-
pasa a los estudiantes y, si hace falta, toria, matemática, lengua, geografía. Le
hablo con los padres. di una lista de palabras a cada uno de
los chicos que quisieron participar. Se
En primera persona Entre tus proyectos, existe un dic- las llevaron a la casa y empezaron a tra-
“Llegué en 2015 a Buenos Aires. El viaje era muy largo pero fue tranquilo. Vine en bus desde San- cionario español-guaraní. ducirlas junto a sus familias. Después
ta Cruz de la Sierra, Bolivia. Mi mamá ya vivía acá hacía cinco años y me fue a buscar. Yo me había En la escuela estudian muchos chicos hicimos lo mismo con algunos poemas.
quedado en Bolivia con mi tía. Cuando llegué a Argentina, al principio, no podía dormir. No me y chicas de Paraguay y Bolivia. Empe- Las madres estaban muy emociona-
hallaba. Los primeros dos o tres días en la escuela fueron lo peor. No me podía acostumbrar. Me cé a observar que esos chicos se frus- das porque los chicos hacían algo en
sentaba con una chica y me desaparecían todos los materiales. No quería venir más a la escuela: traban porque siempre les corregían su lengua. Algunas cosas que no sabían
no tenía amigos, no tenía nada. Después de 4 o 5 días, una compañera me invitó a que me sentara todo y los mandaban a rehacer los tra- las buscábamos en Internet o en dic-
con ella y nos empezamos a llevar bien. Ella también venía de Bolivia, pero hacía más años que bajos. También les costaba participar cionarios, así que también hicimos un
estaba en este país. Ahí empecé a estar bien en el colegio y a hacer más amigos. Al año siguiente en clase por miedo a las burlas de sus trabajo de investigación con los chicos.
me pasé del turno tarde al turno mañana, pero enseguida empecé a hablarme con otras chicas. compañeros. Un día se me ocurrió ha- Bastante casero, pero muy divertido.
Ahora tengo amigos de todos lados: argentinos y paraguayos. A veces hay peleas y veo que los cer un diccionario guaraní-español Trabajábamos a veces a contraturno,
chicos se discriminan feo. Yo prefiero estar callada y no meterme en problemas. La verdad es que, con pibes hablantes de esa lengua. No vía whatsapp y Facebook. También en
por lo que veo, los chicos no les hacen mucho caso a los profesores. No sé si es culpa de los profe- usamos más material que un diccio- algunas horas libres de los chicos en las
sores que pasen estas cosas. Hay cosas que sí extraño de Bolivia, pero no quisiera volver. Prefiero nario, internet, sus propios saberes y que yo me hacía un huequito. g
quedarme estudiando acá y no depender más de nadie” (Jenifer Gutiérrez Peña, estudiante de 5° el de sus familias. Hubo un cambio en
año de la Escuela de Enseñanza Media N°3 del Bajo Flores, CABA) esos pibes. Incluso en la escuela em- D.H.

Staff
UNIPE: Universidad
Pedagógica Nacional

Rector
Adrián Cannellotto

Vicerrector
Carlos G.A. Rodríguez

Editorial Universitaria

Directora editorial
María Teresa D’Meza

Editor de La educación en debate

Diego Rosemberg

Redactor
Diego Herrera