CUATRO DOCTRINAS BÁSICAS A LA LUZ DE LA MANERA EN QUE
TRATAMOS A OTRAS PERSONAS.
1- La Deidad de Cristo (Santiago 2:1–4)
Jesús no hizo acepción de personas (Mateo 22:16).
Jesús fue despreciado y rechazado
Isaías 53:1–3 el error es mirar la apariencia física Nosotros frecuentemente cometemos el mismo error. Cuando hay visitas en la iglesia, empezamos a juzgarlas por su apariencia, antes que por su calidad. El vestido, el color de la piel, la moda y otras cosas superficiales parecen tener más valor que el fruto del Espíritu que pueda estar presente en su vida.
2- La Gracia de Dios (Santiago 2:5–7)
El énfasis aquí está en elección de Dios, y esto implica la gracia de Dios Dios no toma en cuenta distinciones de nacionalidad (Hechos 10:34 Desde el punto de vista humano, Dios escoge al pobre en lugar del rico. “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:26–27). Santiago da una exhortación dura en los versículos 6 y 7. “Cuando vosotros despreciáis al hombre pobre, hacéis lo mismo que hacen los ricos no salvos”.
3- La Palabra de Dios (Santiago 2:8–11)
Basado en nuestras vidas, haciendo las cosas primero nosotros, y después enseñar o ayudar El creyente ha luchado en defensa de la inspiración y autoridad de la Palabra de Dios. Pero nunca debemos olvidar que nuestra vida y ministerio son la mejor defensa.
4- El Juicio de Dios (Santiago 2:12–13)
El Señor Jesús (Juan 5:24) y el apóstol Pablo (Romanos 8:1) nos aseguran que los creyentes no serán juzgados por sus pecados; pero sus obras serán juzgadas y premiadas (Romanos 14:10–13; 2 Corintios 5:9–10)
- Nuestras palabras serán juzgadas
Santiago 2:3. Nuestras palabras ociosas serán juzgadas (Mateo 12:36) - Nuestras obras serán juzgadas. Lee Colosenses 3:22–25 (Jeremías 31:34; Hebreos 10:17); - Nuestras actitudes serán juzgadas (2:13). Jonás tenía una teología maravillosa, pero odiaba a la gente, y se enojó contra Dios (Jonás, capítulo 4).