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Star Trek: Kant y los extraterrestres


“Si estamos solos en el universo, seguro sería una terrible perdida de espacio”

Carl Sagan

Immanuel Kant estaba muy interesado en la vida en otros planetas,


especialmente en sus trabajos anteriores a la Crítica de la razón
pura. En su Historia natural y teoría general del cielo, de 1755, cuando
apenas frisaba los 31 años, presentó la idea de que el universo está
lleno de vida. Incluso especuló que las razas alienígenas eran más
evolucionadas en la medida en que se alejaban del sol. Infería que los
humanos, al habitar en el tercer planeta, éramos de desarrollo
intermedio, superiores a los seres de Mercurio y Venus, pero inferiores
a los de Júpiter y Saturno, por ejemplo.

Al nal de la Antropología en sentido pragmático (1798), desarrolló


una idea de cosmopolitismo tan amplia que incluye no solo a todas las
razas humanas, sino que llega a considerar de un modo conjetural la
existencia de las razas extraterrestres. Kant sugiere que no podemos
de nir a los humanos como una raza a menos que podamos
compararnos y contrastarnos con seres racionales de otros planetas.
Hace especulaciones sobre tales criaturas, entre las que destaca que
algunos de ellos puedan comunicarse telepáticamente sin ocultar sus
pensamientos. Eso los haría incapaces de mentir, pero también les deja
menos oportunidad de desarrollar la moral. Los humanos, ante la
posibilidad de mentir, desarrollamos la aversión moral a la mentira.
Según Peter Szendy (Kant in the land of extraterrestrials, 2013, p. 149),
esto tiene tres consecuencias. Primero, la humanidad se encuentra
proyectada hacia el espacio extraterrestre donde encontrará su
caracterización de nitiva. Segundo, solo puede de nirse por medio de
la referencia comparativa con la vida racional extraterrestre. Tercero,
este movimiento es horizontal más que vertical. No es la
caracterización jerárquica, y por tanto vertical, del ser humano como
ocupando un lugar intermedio entre las bestias y Dios, sino
encontrado su lugar horizontal como especie, entre el género viviente
racional. De esta forma, podemos con rmar que el cosmopolitismo de
Kant es tan generoso que puede proyectarse hasta las estrellas.

La paz interplanetaria

Kant escribió una inspiradora obra que lleva por título La paz perpetua
(1795). La proposición principal de su libro es crear una federación de
naciones para resolver los con ictos por medio de la negociación y no
de la guerra. En dicha obra, prescribe que la paz mundial ocurrirá
cuando se cumplan dos condiciones. Desde el punto de vista externo,
los estados deben organizarse voluntariamente en una liga con el
propósito de mantener la paz entre ellos, además de respetar los
derechos humanos de sus ciudadanos y de los extranjeros. Segundo,
desde el punto de vista interno, estos mismos estados deben
organizarse de acuerdo a los principios republicanos.

Esos ideales se convirtieron en iniciativas políticas muchos años


después. Primero, con la creación de La Liga de las Naciones, la cual no
pudo evitar la Segunda Guerra Mundial, y luego con La Organización
de las Naciones Unidas, la cual ha podido evitar, con di cultades, la
Tercera Guerra Mundial, pero no guerras periféricas como las de
Corea, Vietnam, y otros enfrentamientos. Lo más parecido a la visión
de Kant es la Unión Europea.

La losofía alemana después de Kant abandonó el camino del


idealismo moral y se extravió en la senda del realismo moral y las
pasiones políticas. Hegel culmina su sistema con un mundo de
naciones que guerrean entre sí, en el odio nacionalista. Marx coloca la
lucha de clases como el motor de la historia, es decir, el odio social.
Para rematar, Nietzsche exalta al superhombre, cuyo instinto guerrero
se pone al servicio del progreso despiadado, es decir, el odio contra la
humanidad común y corriente.

El espíritu moral de Kant se ha visto mejor servido en otras


manifestaciones culturales, como la Oda a la alegría de la Novena
Sinfonía de Beethoven, quien musicaliza el poema de Schiller, donde se
exalta la fraternidad humana, o el discurso nal del Gran Dictador de
Chaplin, donde se a rman los valores humanistas contra las tiranías, o
la serie de ciencia cción de Star Trek (Viaje a las estrellas, 1966),
donde el ideal kantiano de la paz perpetua se ve proyectado a nivel
galáctico como una federación de planetas.

¿Un kantiano libretista de televisión?

Gracias a Gene Roddenberry (1920-1991), creador de la serie Star Trek,


fue posible la síntesis del humanismo de la Ilustración, la ciencia
cción y los programas de TV. El universo Star Trek profesa el credo en
el poder de la razón, en el progreso gradual de la humanidad y en la
eventual eliminación de la pobreza, el racismo, el con icto cultural y la
superstición. Roddenberry, lósofo autodidacta, logró llevar a las
grandes audiencias los problemas losó cos y morales de la tradición
de pensamiento occidental, así como los nuevos problemas que vienen
aparejados con la tecnología y la exploración espacial.

Aunque Roddenberry no hace referencia explícita a grandes


pensadores, no es difícil ver en Star Trek la inspiración del célebre
ensayo de 1784 de Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración? La esencia
de la Ilustración, según Kant, podría resumirse en una frase simple:
Sapere aude (¡ten el valor de utiliza tu propia razón!). Toda persona
tiene el deber de aprender y realmente entender quién es, en qué clase
de mundo vive y cómo puede vivir mejor en este mundo.

En esa obra, Kant a rma que la humanidad ha llegado a un estadio de


desarrollo histórico donde puede con ar en el uso libre de la razón,
junto con la facultad de superación personal dada a los humanos por su
creador. Kant enfatizó además la necesidad de que los humanos actúen
de acuerdo con el sentido del deber inherente a su conciencia. Por lo
tanto, no sorprende que uno de los personajes más populares de Star
Trek sea el Sr. Spock, el racional vulcano de la serie original.

Roddenberry expandió la visión de Kant al incluir a todos los seres en


una gran comunidad universal, sin importar raza, creencia o género.

Donde ningún hombre ha llegado jamás

Esa gran visión de Roddenberry queda materializada en su visión de la


Federación Unida de Planetas. De esta cticia organización política, a
nivel galáctico, se deriva la Flota Estelar, como brazo cientí co y
militar. A la ota se adscribe la nave estelar Enterprise, la cual es el
vehículo para la exploración espacial.

La misión de la nave estelar Enterprise no es imperialista. Sus


tripulantes no son conquistadores, ni son la vanguardia para la
posterior colonización de la Federación Unida de Planetas. La «Primera
Directiva» de la Flota Estelar establece que no puede haber ninguna
interferencia con el desarrollo interno de las civilizaciones alienígenas.
Dicha ley muestra semejanzas con el imperativo categórico kantiano.
Prohíbe taxativamente la injerencia en los contactos de la nave con
otros seres. De todas formas, esa directiva se transgrede, episodio tras
episodio. Cuando eso sucede, el objetivo no es la conquista. Si bien es
cierto que los miembros de la Enterprise se toman la licencia de
entrometerse en otras culturas extraterrestres, y colocan en suspenso
la «Primera Directiva», es para devolver a los pueblos el derecho a la
autodeterminación.

Con convicción je ersoniana, los miembros de la Flota Estelar


enfrentan todos los tipos de tiranía. Los más obvios antagonistas son
las dos superpotencias militaristas y expansionistas: el Imperio
Klingon y el Imperio Romulano, ambos hostiles a la Federación. Como
su nombre indica, la Federación es una alianza descentralizada y
voluntaria de estados libres, tal como prescribe el modelo kantiano. La
Federación Unida de Planetas, a diferencia de las Naciones Unidas,
exige una constitución civil republicana como criterio de entrada.

A pesar de haber nacido en los años 60, el componente ideológico de la


serie no re eja servilmente a la Guerra Fría. La batalla no es entre
capitalismo y comunismo. La gran oposición, según la saga, es entre
democracia y dictadura. Klingon y Romulanos representan regímenes
autoritarios. Por lo tanto, Star Trek toma en serio el desafío que
representa la defensa de las libertades.

El viaje del alma hacia las estrellas

Así como el lme 2001: Odisea del espacio de Kubrick puede leerse a
partir de la hipótesis gnóstica, Star Trek puede interpretarse a partir de
la hipótesis ilustrada. A diferencia de 2001, Star Trek no vislumbra que
el hombre rechace la naturaleza material para poder evolucionar ni
necesita coquetear con la idea del superhombre. En referencia a
Bernard Shaw, Chesterton desarrolla una muy aguda crítica al
superhombre. Dice que nada que se haya basado en este ha tenido
éxito. Aquello que tiene éxito se basa en el hombre normal (Herejes, p.
57). También Chesterton, respecto a los dualismos extremos de
materia y espíritu, a rma que son negadores de la vida (Santo Tomas,
p.76).

Star Trek muestra muchas sospechas contra los superhombres, como


Khan, el soldado genéticamente mejorado, pero motivado por la ira y
la venganza. Tampoco ve con buenos ojos los especímenes que han
evolucionado más allá de la materia, como el inestable Q, un ser
omnipotente proveniente de otra dimensión, llamada Continuum Q,
pero que posee muy pocas cosas que enseñarnos desde el punto de
vista moral.

Los navegantes del Enterprise son personas comunes en situaciones


extraordinarias, quienes tampoco muestran rechazo por el universo
material, el cual guarda muchas maravillas por descubrir. Ellos nos
enseñan, junto con Kant, que el hombre puede capitanear una nave
estelar para explorar el espacio, con la condición que antes se haga
capitán de su propia alma.

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