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arquínez, G. (1979). Hacia una teoría antifetichista y social de los valores. En: G.

Marquínez,
ed. El hombre latinoamericano y sus valores. Bogotá: editorial Nueva América, pp 35-66.
La editorial Nueva América de Bogotá publicó en el año 1979 el libro titulado El hombre
latinoamericano y sus valores del autor Germán Marquínez Argote. Este intelectual fue la
figura que introdujo en Colombia el pensamiento filosófico de la liberación a mediados de
los años setenta. Además, fue uno de los autores que apoyaron activamente el proyecto de
una "filosofía latinoamericana" durante el siglo XX. En su libro se encuentra el capítulo
Hacia una teoría antifetichista y social de los valores, en el cual se explican los tópicos
Valores y cultura y Fenomenología de nuestros valores, en los cuales el autor muestra una
serie de reflexiones que tienden a mostrar al hombre latinoamericano caminos de no
alienación y humanización, frente a la tasación del individuo en términos de consumo y
dinero.
En el capítulo Valores y Cultura, el autor explica las diferencias entre el mundo de la
naturaleza y el mundo de la cultura. El primer concepto está ligado a lo que se entrega a su
propio crecimiento, y lo cultural a toda actividad que tiende a un valor, lo cual supone que la
cultura es todo lo que hace el hombre. Marquínez también manifiesta que no hay cultura sin
hombre ni hombre sin que produzca cultura, puesto que, en el proceso cultural el hombre
innova, crea y transmite lo innovado y su experiencia creativa. Esta característica permite
diferenciar al hombre del animal, debido a que el ser humano se ha liberado del poder
estimúlico y se ha abierto a la realidad para poder explicarla. El autor da a entender que el
ser humano es un sujeto de cultura y eso lo diferencia de los demás animales, pues estos son
únicamente seres instintivos.
Según el filósofo Marquínez, las realidades culturales directa o indirectamente tienen una
base material u objetiva, y tales objetivaciones culturales son las que definen la esencia del
genio de una determinada cultura. Desde el espíritu objetivado, la cultura es el mundo propio
del hombre, porque él lo crea y lo recrea, y el hombre no podría vivir a la intemperie de la
naturaleza, por eso se ancla y vive al abrigo de una isla cultural, lo cual no implica renunciar
a la totalidad. La cultura ampara al ser humano, da un alma cultural, social e histórica, lo que
permite que un grupo se identifique con unos valores, tradiciones y con un proyecto
colectivo. Marquínez sigue explicando que los objetos culturales están dotados de sentido
que expresan una intencionalidad humana. Lo cultural es formalmente un sistema de
símbolos, es decir, el hombre es un animal que ya no vive en un universo puramente físico
sino en un universo simbólico. Esto explica que el hombre ha dejado de ser alguien que trata
con las cosas mismas, en cierto sentido, para conversar consigo mismo.
Signos y símbolos es otra de las temáticas que aborda el autor, y en esta parte explica
algunas diferencias entre estos dos conceptos. Para él todo símbolo es señal de algo, pero no
todo signo es símbolo. Por otro lado, explica que el signo es toda realidad que conocida lleva
al conocimiento de otra. Un ejemplo de lo anterior es que los signos aprendidos por los
animales domesticados no dejan de ser signos, en gran medida, rígidos y automáticos, esto
es, no son de carácter cultural. De acuerdo con lo anterior, el autor dice que el paso del mero
signo el símbolo se realiza a través de la inteligencia humana. Del mismo modo, explica las
diferencias entre señales y símbolos, refiriéndose a que la señal es una parte del mundo físico
del ser y el símbolo es una parte del mundo humano del sentido. Sumado a esto, el autor dice
que sin la capacidad simbólica el hombre seguiría siendo prisionero de la caverna del ámbito
estimúlico en la que vive el animal.
La temática Cultura y palabra hace referencia a que la función simbólica permite al
animal humano apalabrar las cosas. Esto permite entender que la realidad y el sentido quedan
traducidos a esta especie de símbolo que es la palabra, pues es esta el sistema simbólico más
privilegiado del mundo. El autor también dice que la palabra o el lenguaje no siempre
suponen un solo sentido. Un mismo texto puede tener pluralidad de sentidos.
Marquínez finaliza con la temática Las tres esferas del sentido, tales esferas son: tener,
poder y valer. En primer lugar, habla de la relación del tener, la cual constituye la esfera de
la economía. En esta esfera el deseo de tener vuelve a los hombres apropiantes o expropiados
de los medios de vida. En segundo lugar, habla de la relación del poder, la cual constituye la
esfera de la política cuya objetivación máxima es el estado. La pasión o voluntad de poder
lleva a la dominación del hombre por el nombre, es decir, el poder deja ser el poder voluntad
de servicio. En cuanto a la tercera, el autor explica la relación del valer, la cual crea la esfera
axiológica o de los valores, y hace referencia a la manera específica y característica que tiene
un grupo de apreciar la significación de la naturaleza, del hombre, del sexo, del tiempo, del
trabajo, de la técnica, del dinero, del arte, de la fiesta, de la muerte, en relación con la vida
colectiva.

Por último, Marquínez menciona algunos aspectos importantes que permiten entender
mejor la cultura. Uno de esos aspectos se refiere a que el ancestro y talante vital de un grupo
es en sí algo invisible, no siempre consciente. Seguidamente, dice que la esencia de una
cultura es tener en cuenta su carácter sistemático. Esto explica que una cultura es un sistema
de relaciones de tener, poder y valer que envuelve a los individuos. Una cultura no es algo
estático o fijo, sino cambiante como la vida misma individual o colectiva, es por ello por lo
que Marquínez expresa que los valores no son absolutos e invariables, que el político no es
único y eterno, que las relaciones sociales cambian. En este sentido, propone que el ser
humano debe llegar a un gran discernimiento de esas fuerzas que pretenden paralizar la vida.
Fenomenología de nuestros valores es otro tópico abordado por Marquínez, y en este
explica la temática Macondo, nuestro símbolo, la cual tiene como objetivo mostrar los rasgos
más característicos de la cultura latinoamericana. Esto es un análisis fenomenológico que
realiza el autor, centrándose en la novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.
Según el académico, Macondo es símbolo significante de Colombia y latinoamericana
entera, y esta sobresignificación se debe a que los paisajes de Macondo expresan la
naturaleza, la explotación colonial, la vida política y la vida social de América, es decir,
Gabriel García Márquez muestra en su novela la parábola del mundo latinoamericano de
principio a fin. En otras palabras, el Macondo que García Márquez recrea no es Amerindia,
sino la América Latina que aún es dependiente y vive bajo el colonialismo. Además,
Macondo, según el autor, es el signo y símbolo de lo genesíaco y lo apocalíptico, que deja de
ser inocente.
En la temática Naturaleza y cultura se explica de manera breve lo natural y cultural, para
dar a entender cómo lo cultural está determinado, en buena medida, por lo geográfico. Con
esto se refiere a que la ubicación geográfica de Macondo, el cual nace en la selva tropical, es
el caos primigenio que hay que someter, domesticar y humanizar para hacer posible la vida
humana y la cultura. La naturaleza americana es extremosa, pero esto no determina que se
desarrollen pueblos importantes en la historia universal. Lo que el autor pretende mostrar con
esto es que esas teorías que intentan explicar el subdesarrollo y marginalidad de Macondo no
son las adecuadas, sino otros factores que no permitieron un desarrollo normal de América.
Posteriormente, el autor plantea la temática Cultura y palabra, y se entiende que las cosas
son del hombre porque son apalabradas por él, sin embargo, los nombres de América no han
sido puestos por el hombre americano, pues no se tiene palabra propia. Un ejemplo claro que
da el autor es que García Márquez intentó un diagnóstico de la transculturación violenta de
América, con la peste del insomnio en su obra Cien años de soledad. Dicha transculturación
hizo que se perdiera la primera memoria histórica, la conciencia, la identidad y el propio ser.
Con lo anterior se pretende lograr la consolidación de la identidad mestiza desde la palabra
del pasado. Ante esto el autor sugiere que es necesario prevenir las nuevas formas de
colonización, y para lograrlo América debe querer más lo autóctono, recuperar la memoria
histórica para que no se deshaga en un sinsentido abismal.
En la temática Ciencia y técnica ¿al servicio de quién?, el autor manifiesta de manera
analógica que, así como Melquíades lleva a Macondo los nuevos inventos tecnológicos, la
América Latina se ha dejado invadir por lo tecnológico sin que todavía se haya podido
asimilar plenamente. Así mismo, el autor muestra algunos pasajes de Cien años de soledad
que dan cuenta del colonialismo desalmado que imparten los europeos y los gringos en
Macondo, es decir, en América. El autor manifiesta que lo esencial no es renunciar a la
ciencia y la técnica, pero sí es necesario renunciar a un sistema de explotación para el que
solo cuentan los indicadores económicos de las grandes empresas monopolísticas.
En el subtópico El poder ¿Para qué? el autor afirma que es el estado el símbolo del poder
institucionalizado, un estado que en la novela se muestra conflictivo, partidista y
parcializado, tal como es. En vez de mejorar los problemas, los origina. La obra de García
Márquez es la recreación de esa lucha entre liberales y conservadores y de la lucha laboral.

El académico finaliza explicando la temática Valores y disvalores en Macondo, la cual


tiene que ver con las prácticas sociales, costumbres y creencias que dan sentido a la vida. El
autor explica como en Macondo, que en cierto grado es Latinoamérica, se reflejan algunos
valores como la hospitalidad y la religiosidad, y algunos disvalores como el machismo y la
violencia. Para bien o para mal, los valores y disvalores definen a la cultura latinoamericana,
pues Macondo es el reflejo de Latinoamérica. En este sentido, el autor invita a que se ahonde
en el tema para poder discernir entre lo positivo y negativo de los aspectos que definen a la
América latina.
Para concluir, puedo decir que haber leído este capítulo del autor Germán Marquínez es
la mejor forma de empezar a comprender la realidad social y cultural que se ha dado desde
la llegada del conquistador a nuestro continente latinoamericano. Con la lectura de este texto
he podido comprender que es imposible retroceder la historia de la transculturación por parte
del colonizador, pero tenemos la posibilidad de recuperar nuestra primera memoria histórica,
la conciencia de identidad y el propio ser para que valoremos más lo nuestro sin desmeritar
la otredad. Nuestra América aún vive bajo el influjo de nuevas formas de dependencia y
colonialismo, es por lo que el autor nos muestra caminos que nos permiten desalienarnos de
esos sistemas de explotación que no les interesa nada más que el poder económico.

Con la lectura de este texto he podido comprender y reflexionar sobre las condiciones y
situaciones sociales y culturales que afrontamos como seres latinoamericanos. Marquínez
nos muestra muchos factores que han frenado el mejoramiento de la realidad de América
latina, y entre esos factores cobra importancia la transculturación violenta que hemos vivido
desde hace más de quinientos años. Marquínez denuncia que estamos frente a nuevas formas
de imperialismo y colonización y para desarraigarnos de estos fenómenos es necesario que
empecemos a valorar lo nuestro para no ser devorados por sistemas de explotación que solo
les interesan los indicadores económicos de las grandes empresas monopolísticas.
El análisis fenomenológico que hace el autor de la obra Cien años de soledad, nos
presentan la fundación y el desarrollo de Macondo como una metáfora de la fatalidad
histórica del continente como tierra conquistada, colonizada y violentada. Esto nos permite
entender que nosotros debemos reflexionar y no permitir el desarrollo de un nuevo Macondo
como el que Gabriel García Márquez recrea en su obra.

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