Prólogo............................................................ 7
Introducción....................................... 14
1
Mi primera pieza
de caza mayor
fue un oso negro....................... 18
2
África
1953......................................................................... 25
3
África
1955......................................................................... 100
3
Índice
4
India
1956........................................................................ 183
5
Alaska
1957......................................................................... 232
6
México
1957......................................................................... 273
7
Alaska
1958......................................................................... 281
4
Índice
8
India
1959......................................................................... 312
9
África
1959......................................................................... 339
10
México
1959......................................................................... 369
11
Alaska
1960......................................................................... 375
5
Prólogo
“La caza es el origen de la civilización”; tales fueron las palabras con que inició una disertación sobre la caza el
notable filósofo y ensayista José Ortega y Gasset. En otra ocasión agregó: “Toda ciencia es de origen deporti-
vo”. Interesante tema al que, a manera de introducción, quiero referirme, aunque sólo sea en forma muy breve.
Si nos remontamos a épocas del hombre prehomínido, de hace cerca de 2 millones de años, cuando la
caza era totalmente utilitaria y no deportiva como debe serlo hoy en día, encontraremos que la tecnología, la
ciencia; la evolución, el progreso y, en fin, toda la avanzada civilización de que disfruta el hombre moderno,
descansa sobre cimientos cinegéticos o, mejor dicho, venatorios rudimentarios tan antiguos que casi los hemos
olvidado.
Antes de abordar los relatos de mis aventuras venatorias, me permitiré hablar un poco sobre esta primige-
nia actividad que convirtió al hombre en el amo del mundo.
La apremiante necesidad de sobrevivir en un medio por demás hostil y peligroso, hizo que el hombre pri-
mitivo hiciera uso de su ingenio e inteligencia para dar su primer salto, del árbol a la tierra, convirtiéndose de
frugívoro en omnívoro, robusteciendo, de esta manera, su condición física tan elemental para su diaria y nueva
actividad que sería la caza mayor.
Como frugívoro, se alimentaba de frutos, vegetales silvestres y raíces; debido a esta dieta circunstancial su
constitución física era raquítica, muy débil. En consecuencia, no estaba capacitado para ser buen cazador. En
tiempos de sequía, cuando escaseaban los frutos y los vegetales, comía gusanos, culebras, lagartijas y otros
animales.
El salto de frugívoro a omnívoro que dio el hombre primigenio fue de enorme trascendencia, ‘Pasar del
régimen alimenticio vegetal a la carne, significó un cambio importantísimo en su vida y en la historia del género
humano.
Para sobrevivir tenía que cazar animales, chicos y grandes, todos los días durante todo el año, pues como
hace 2 mil siglos no había refrigeradores, la carne, producto de la caza, pronto se descomponía. Tuvo que
hacer uso de su ingenio creando su primer arma, que fue la piedra arrojadiza, al mismo tiempo que se organi-
zaba en grupos para poder abatir, con menos riesgos, los animales grandes que llamamos de caza mayor. De
cierto, fue así como el hombre primitivo dio el primer paso hacia el progreso y a la vida comunal, originado por
la necesidad de la fuerza y el número, agrupándose para cazar bestias grandes. Ese cambio de alimentación
proporcionó a su organismo las proteínas que contiene la carne, las cuales, unidas al ejercicio que requiere la
caza, fortalecieron su débil complexión física, de corta estatura, frente estrecha y huidiza, pronunciadas arca-
das superciliares (tan semejantes a las del gorila) para dar lugar, centenares de miles de años más tarde, al
evolucionado hombre de Cromagnon, tan semejante ya físicamente a nuestro hombre del siglo XX, y dejando
atrás para siempre al primate.
A diferencia del hombre, la vida de los animales silvestres poco o nada ha cambiado si la comparamos con
la de sus ancestros que vivieron en el periodo pérmico (hace 280 millones de años), si bien se desarrolla en un
campo más limitado. En cambio, el hombre da un salto a la planicie y se convierte en cazador. Ese fue el primer
7
PRÓLOGO
paso que lo llevó al dominio de todos los seres irracionales de nuestro mundo. El segundo paso acaba de darlo
sobre la superficie de la luna y, seguramente, mañana conquistará el espacio cósmico dando así principio a la
fantástica era espacial.
La evolución del hombre comienza cuando se ayuda con armas tan rudimentarias como la piedra arrojadiza
y el garrote, para luego seguir, en escala ascendente, valido de su inteligencia e ingenio, producto de su proce-
so de pensamiento. De manera que de la selva a la estepa, de vegetariano a omnívoro, el hombre prehistórico
aprende a caminar erecto, a cazar, a comer la carne que dará proteínas y fortalecerá su musculatura; a formar
grupos con otros hombres semejantes para poder cazar animales grandes, usando utensilios-armas, como
cuernos de ciervo afilados y tallados, huesos astillados y puntiagudos, etc. La carne de la pieza cobrada se
la repartían como buenos hermanos. Así nació la comunidad en la vida del hombre primigenio originada en la
caza. Los pleitos; el crimen, el asesinato, la destrucción, el engaño, el robo, la esclavitud del hombre, vendrán
más tarde con la civilización.
Por descubrimientos que de la prehistoria nos revelan la Paleontología y la Antropología, podemos consi-
derar, de manera irrefutable, que la primera aportación del hombre en el progreso de la humanidad fue la caza.
Estos seres hominizados, hombres ya propiamente dicho, fósiles que vivieron hace más de 500 mil años, como
el hombre de Pekín y el de Java, sin mencionar las criaturas prehistóricas —Australopithecus—, descubiertas
en fechas recientes por los antropólogos Leakey y que, según ellos afirman, existieron en Kenya, África, hace
más de 2 millones de años, fijan en la historia de la humanidad el brote, el paso del instinto al pensamiento
reflexivo de que fueron dotados, que equivale a decir el nacimiento de la conciencia reflexiva, mente, pensa-
miento, intelectualización, inteligencia evolutiva, espiritualización progresiva en la civilización humana. Fue,
permítaseme la palabra, el soplo divino que distinguió, que separó definitivamente la especie humana de la
Durante cientos de miles de años el alimento principal del hombre lo constituyó la caza.
El mamut fue una de las piezas más perseguidas por los cazadores del Paleolitico
Superior; 10 a 20,000 años a.C.
8
PRÓLOGO
9
PRÓLOGO
Un cazador alconero
armado con arcabuz.
Grabado alemán de 1582.
rias y toscas. La lanza de bambú con punta endurecida al fuego, que por cierto todavía en tiempos no lejanos
se usaba en el Oriente y en África fue mejorada con una punta de pedernal o de hueso; la honda la utilizaba
ya el hombre de Cromagnon hace 30 mil años, lo mismo que el arpón y otras armas como la rama nudosa
—knob—, muy en uso todavía entre los nativos de África; el arco y la flecha —que por ser un arma silenciosa
todavía se ha empleado en la guerra de Vietnam—, el bumerang, que actualmente usan los aborígenes de
Australia; las boleadoras, que desde tiempos remotos simultáneamente han utilizado los gauchos argentinos,
los esquimales del Ártico y los aborígenes de África; la ballesta y, en fin, otras diversas armas y trampas. Luego
surgió la pólvora y con ella, las armas de fuego. En el siglo XV se inventó el arcabuz; después se perfeccionó
en el siglo XVI, y con él pronto quedaron desplazadas las primitivas armas rudimentarias que pasaron, salvo
algunas excepciones, a formar parte de lo antiguo en la historia de las armas portátiles producidas hasta en-
tonces por el ingenio del hombre.
No fue sino hasta el periodo neolítico, hace unos 10 mil años, que el hombre se entregó al trabajo produc-
tivo: cultivar la tierra y domesticar reses, dando origen a la actividad agropecuaria y no solamente a atenerse
a los dones ofrecidos por la naturaleza en forma de caza y los frutos silvestres. Así fue como se echaron las
bases del progreso y la civilización, después de llevar el hombre una vida tan primitiva como todavía, entre
otras tribus, la llevan los bindibúes de Australia, los bosquimanos de África, los fueguinos y otras tribus de
Sudamérica y muchas más que aún existen en otros diversos países. Después del periodo neolítico nuestra
civilización, particularmente en los últimos cuatro milenios y principalmente en este siglo XX, ha dado pasos
gigantescos saltando de los rudimentarios utensilios agrícolas y la cachiporra a la mecanización del campo, a
la fisión del átomo y a la era espacial.
Tal parece que la caza, ya sea por necesidad o por placer, es una función atávica que el hombre, desde su
origen, ha llevado siempre a flor de piel. Tal instinto se ha convertido en un acto consciente tan activo, desarro-
10
PRÓLOGO
llado y dramático que, en la búsqueda de mayor emoción en la caza, ha extendido su campo de acción hasta
el género humano como presa ideal, puesto que es más peligroso a la par que más inteligente y audaz. Ahora
el hombre caza al hombre, y para ello su ingenio no tiene límites. De la piedra arrojadiza dio el inmenso salto
a la bomba atómica y otras terroríficas armas que tal vez lo lleven a su propia destrucción. De tal suerte que
el destino del hombre está en las manos del hombre. En varias ocasiones se ha atacado la afición cine-
gética argumentando que el cazador es un sádico carnicero que nada más mata por el placer de matar, y de
esta suerte está acabando con la fauna silvestre. Hasta cierto punto tienen razón quienes así piensan, pero:
todos los cazadores abusan de la caza -estoy refiriéndome al verdadero cazador por afición-. Por lo tanto, es
muy aventurado el criterio arriba citado, porque si se leen estadísticas se encontrará que hay países como
los Estados Unidos de América en que en un solo estado se extienden hasta 100 mil permisos para cazar a
los venados y no solamente para abatir machos, sino también hembras; medidas éstas que toman las au-
toridades correspondientes a fin de poder conservar el equilibrio de la población silvestre en relación con la
extensión territorial calculada en que habita este animal, evitando así la extinción o sobrepoblación. Aún así,
miles de estos cérvidos mueren cada invierno por falta de su alimento natural.
En mi concepto, la pavorosa explosión demográfica mundial es la que va invadiendo el hábitat natural
de la fauna, que ya no encuentra lugar seguro donde refugiarse. El hombre invade planicies y desmonta
bosques para cultivar las tierras feraces, empujando, de esta manera, a los animales silvestres a lugares
carentes de pastos.
En casi todos los países del orbe se han decretado vedas temporales de caza, limitaciones en el deporte,
reservas, parques nacionales, santuarios de la fauna, restricciones, etc., con el fin de que no se agoten o se
extingan algunas especies. En cambio, en otras áreas se permite la caza en abundancia, pero, no obstante,
es tal la bendita proliferación de algunas especies que son millones y millones las piezas que se cobran año
con año, sin llegar a agotarse. Y ¿qué pasaría si se prohibiese totalmente la caza en el mundo? Una idea nos
la puede dar el caso de la plaga del conejo en Australia, un caso histórico. Allí hay canguros desde siempre,
pero no había conejos; estos simpáticos animalitos fueron introducidos por unos melancólicos inmigrantes,
dando lugar a una de las peripecias más dramáticas en la historia de la ecología.
En 1859, dos docenas de conejos fueron soltados en una hacienda por dichos inmigrantes; encontraron
condiciones ideales para la vida y en tres años se multiplicaron al grado de no caber en los terrenos de la
gran hacienda. Durante 20 años su proliferación fue tal que avanzó a un promedio de 112 kilómetros por año.
A fines del siglo, es decir, en años, toda la parte meridional del continente estaba saturada, era una verdadera
plaga que se calculó en la cifra fantástica de ¡cientos de millones de animales! Los pastos de Australia, natu-
ralmente, se agotaban. Acabar con los conejos no fue tarea fácil; por medio de un veneno común se afectaría
al ganado y los animales salvajes. Pero, finalmente, se encontró la forma: contagiándolos de la enfermedad
llamada mixomatosis y casi los exterminaron para el año de 1956.
En el caso de Australia la mano del hombre y su descuido ocasionaron la calamidad. En cambio, veamos
cómo la sabia naturaleza establece un equilibrio de población de animales silvestres, como el lemming del
Ártico, que no puede ni sabe nada del uso de las píldoras anticonceptivas. Los pequeños lemmings o ratas
del Ártico, forman colonias en las regiones altas de la tundra cubierta de musgos, líquenes y hierbas. Este
animalito es tan prolífico que pare hasta 8 veces en el año, de 5 a 6 crías en cada camada, i40 a 48 crías
da cada rata al año! Hay ciclos en que abunda tanto que apenas le queda espacio vital para vivir, entonces
ocurre un extraño drama: verdaderos ejércitos poseídos de una especie de neurosis en la que pierden toda
la sagacidad de que están dotados, emigran comenzando a descender por las laderas, sin que nadie ni nada
pueda detenerlos en su camino hacia el mar, a donde sin titubear se arrojan millones de ellos muriendo aho-
gados en un suicidio colectivo. Este fenómeno se presenta en ciclos aproximados de 10 años; si no fuera así,
pasaría en las zonas subárticas con los lemmings lo mismo, o algo peor, de lo que ocurrió en Australia con
los conejos, y tal vez hasta invadieran zonas limítrofes del sur, muy pobladas.
La rata del Ártico es un caso típico, en el que se ponen de acuerdo la ecología y la madre naturaleza, po-
niendo cada una lo suyo a fin de que no se extinga una especie y tampoco se propague en grado alarmante.
Otro ejemplo de control de la reproducción lo presenta la asquerosa mosca doméstica una entre 83 mil
especies, y está en todas partes. Esta odiosa calamidad de insecto es increíblemente prolífico. Reproduce
11
PRÓLOGO
una nueva generación cada 10 días, de manera que, teóricamente, una sola hembra que ponga 120 huevos,
el número usual en una puesta, habrá dejado una progenie de más de 17 millones de moscas en 40 días;
o bien, una sola hembra que ponga 120 huevos, digamos el 15 de abril, teóricamente podría engendrar la
vida de la fabulosa cifra de 5.598,720 000.000 de moscas adultas para el 10 de septiembre, o antes, en el
mismo año. Pero, afortunadamente, la mosca que llega a adulta sólo vive aproximadamente 30 días. Otra
vez, la ecología y la naturaleza han limitado, en diversas formas, su extrema reproducción. Una de ellas es
el sinnúmero de enemigos naturales: sapos, ranas, culebras, lagartijas, pájaros, ratones, etc., y otra, la falta
de condiciones apropiadas para el desarrollo de los huevos y para que puedan medrar las moscas recién
nacidas, así como la muy baja o muy alta temperatura. De no ocurrir esto —según datos científicos—, una
docena de parejas de moscas, en un solo verano podría producir progenie suficiente para cubrir a toda Eu-
ropa con una gruesa capa.
He hecho mención de algunos datos estadísticos con el objeto de motivar al honesto cazador deportivo
moderno —no al carnicero—, a seguir adelante con su afición, y para que los opositores tengan presente que
si se prohibiera totalmente la caza en el mundo, el problema de la sobrepoblación de la fauna silvestre sería
fatal, más grave aún que el drama que se vislumbra con la explosión demográfica en el mundo.
Fragmento de hueso
de reno grabado con
una cabeza de animal.
Paleolítico Superior.
cia abajo hurgando la tierra en busca de alimento; no hay inspiración, ni arte, ni romance, ni poesía ni música,
cuando el estómago está vacío. Satisfecha esta tan primordial necesidad de llenar el estómago, el hombre
prehistórico se dio cuenta de que su mente, ya más evolucionada y reflexiva, estaba dotada de sensibilidad
artística ¡Y nació el arte!
La pintura y la escultura son arte y son historia; son otra aportación de la caza en el progreso y cultura
universal. 30 mil años antes de aprender a cultivar la tierra o domesticar un perro o un caballo, se proyectó el
hombre-artista y ¡qué artista! Las pinturas rupestres, las esculturas y grabados que nos legaron el hombre de
Neanderthal y el hombre de Cromagnon, son obras de arte que seguramente estaban vinculadas con la vida.
12
PRÓLOGO
Pintura prehistórica
de un bisonte.
Cuevas de Altamira;
España.
La pintura, la poesía, la escultura, la música, son creaciones del alma, del corazón, don divino que el hombre
sueña despierto, siente y luego plasma, inmortalizando su obra para recreo de la sensibilidad artística y poé-
tica de la humanidad. Este sentimiento es una realidad. ¿Quién no se conmueve hasta sentir un nudo en la
garganta cuando contempla con los ojos del alma “La Pietá”, de Miguel Ángel? La pintura, como la escultura
y la música clásica, honran al artista no menos que aquellos que la sentimos, admiramos y gozamos.
De manera que fue el cazador, el hombre prehistórico, quien fijó los cimientos de la colosal pirámide del
sublime arte pictórico y escultórico, sin advertir que con sus obras no solo legaba una herencia cultural al
género humano sino, a la vez, dejaba motivos tangibles, ricos, bellos y útiles de los que más tarde los pa-
leontólogos, los antropólogos y otros hombres de ciencia, se servirían para interpretar y enriquecer la historia
y costumbres de nuestros antepasados.
En Europa hay más de 70 cuevas y lugares donde se han encontrado pinturas rupestres, esculturas y
grabados en marfil, roca o hueso que son una maravilla. Si en una galería de arte se exhibieran figurillas
escultóricas como la Venus de Lespugue –Francia—, o la Venus de Willendorf (museo de Viena), para sólo
citar algunas, por su estilo y concepción cualquiera las consideraría como obras de arte moderno y no como
esculturas de hace 30 mil años. No menor es la admiración que causan las maravillosas pinturas rupestres,
como las descubiertas en las cuevas de Altamira, en Santander –España—.Preciosos legados del cazador-
artista prehistórico.
Hay dos clases de caza: la caza utilitaria y la caza deportiva. La primera incluye aquellos cazadores,
como los furtivos de África o de cualquiera otra parte del mundo: individuos que hacen negocio cazando
para vender las pieles, cornamentas y carne; y otros, como los bindidibúes, aborígenes de Australia o los
masarwas, tribu de África, que prácticamente viven de la caza, a semejanza del hombre paleolítico de hace
más de 20 mil años, cazador por necesidad, cuya dieta obligada era la carne y algunos tubérculos, raíces y
frutos silvestres entonces, la caza era totalmente utilitaria, no había aficionados.
El segundo tipo de caza es el deportivo. Deporte que por cierto requiere dedicación, estudio, técnica,
ética, profunda afición y gran esfuerzo; pero este esfuerzo es voluntario nos brinda placeres únicos, en tanto
que la fatiga en el trabajo es un esfuerzo obligado, un deber de familia. La culpable: Eva. ¡Maldición del Gé-
nesis!
La felicidad, el goce en dicho deporte son más perdurables porque empieza desde que nace la idea, el
proyecto, los planes; luego el carteo, la selección del país y el lugar, la espera, prácticas de tiro, ejercicios
físicos, estudio, etcétera. Un placer que se disfruta toda la vida y que dura meses cada año. En cambio, otros
deportes o juegos, como el de los naipes, son muy fugaces, aburren o cansan. Pero dejemos esto para más
adelante.
13
Introducción
La cosa empezó así.
Tenía doce años cuando por primera vez llegaron a mis manos los famosos libros de aventuras escritos por el nove-
lista italiano Emilio Salgari, que tanto apasionaban a la juventud de mi tiempo. Fascinado por su interesante contenido
lleno de incontables peligros, pasaba largas horas entregado a su lectura tratando de reconstruir en mi imaginación todas
y cada una de las espeluznantes escenas allí descritas, para retenerlas en mi memoria con mayor fidelidad.
Posteriormente, las exploraciones de Livingston a través del Continente Negro, sus fatigosas caminatas por la región del
Kalahari, su descubrimiento del Valle de Tonga y el Lago de Ngami y sus penosos esfuerzos por encontrar los orígenes del
Nilo a través de ocho largos años de continuo explorar, hicieron que, al conjugarse las experiencias del explorador inglés
con las fantasías del escritor italiano, dejaran una honda impresión en el ánimo de aquel muchacho, como era yo, que con
su escopeta “hacía sus pininos” de cazador matando patos golondrinos en la laguna de la Hacienda de Tepetongo ubicada
en el Estado de México.
Yo mismo me las arreglaba para manufacturar mis fulminantes con hojalata y cabezas de fósforos disueltos, ingre-
dientes de una pasta blanda que colocaba en el fondo del fulminante a guisa de sombrerito. Así equipado, todavía oscura
la mañana, me acomodaba en mi escondrijo a la orilla de la laguna para esperar a los patos con mi libro de Salgari en las
manos y el ansia de cazador en ciernes bien clavada en mi corazón. A esa edad, el frío, por intenso que sea, no se siente;
pero cuando se ha pasado de los cuarenta, se aguanta.
Después siguió, con el transcurso del tiempo, el tiro a la huilota, la liebre, la codorniz, etc., y no fue sino hasta los
veintiún años cuando logré en Michoacán mi primer venado cola blanca, como si esta grata impresión hubiera estado
esperando, para complacerme, la llegada a la mayoría de edad.
Era un hermoso ejemplar de 9 puntas, que abatí con un “tiro regalado”, como suele decirse en el argot de cazadores.
Suerte de principiante en caza mayor. En realidad, fue una casualidad. Me encontraba encaramado en la horqueta de un
árbol que se me había señalado como mi “postura” para esperar la arreada. Comía un sabroso mango, cuando por el filo
del monte vi al venado bajar con su peculiar trotecito en dirección mía. Al cruzar, a no más de 30 metros, sin soltar de la
boca mi mango, disparé, y el animal desapareció de un gran salto. Más tarde lo encontramos muerto. ¡Qué suerte la de
este desgraciado novato!, decían mis compañeros al ver tan hermoso ejemplar. La verdad es que al verlo en el monte, fue
tan grande mi emoción que ni siquiera me fijé en si era hembra o macho. Más que mis compañeros fui yo el sorprendido
al contar las 9 puntas de mi venadote.
Desde entonces, se arraigó en mí un deseo más fuerte por la cacería, haciendo que mis actividades cinegéticas se
extendieran a gran parte de la República, siempre en condiciones económicas bastante difíciles, lo cual no se convirtió
en obstáculo para que, acompañado de algunos aficionados, la emprendiera a pie por esos campos de Dios, con malas
armas y un pobre bastimiento compuesto generalmente por harina, frijol, café, azúcar y una botella que hacía las veces
de cantimplora. Para dormir, una cobija era suficiente. Y como almohada, cualquier cosa, hasta una piedra, pues ¿qué
muchacho no duerme hasta de cabeza después de todo un día de fatiga? Pero toda esa pobreza material en el deporte,
era superada con creces por el alegre corazón del verdadero cazador.
La caza menor, lo que llamamos caza menor en México, tiene grandes atractivos. Desde luego se disfruta de la charla
14
INTRODUCCIÓN
siempre amena, de la camaradería, de las anécdotas, chistes y mentiras relatadas al calor de la fogata; se conoce mejor
a los amigos y se aprende a estimarlos, porque en este tipo de cacerías no hay envidias, ni egoísmos ni esa pretenciosa
suficiencia de que suelen investirse quienes, inflados de vanidad, llegan a considerarse grandes figuras de la cacería in-
ternacional. Para mí es tan cazador el que va tras de las ánceras, codornices, liebres o venados en México, como el que
ha tenido la suerte de disponer de dinero, tiempo y salud para irse a un safari al África Oriental.
Durante tres años consecutivos intenté cazar, inútilmente, un borrego del desierto o cimarrón en las sierras de So-
nora. Fue hasta mi cuarta cacería cuando lo logré, y no en Sonora, sino en las sierras de Baja California. Tal vez había
tenido mala suerte, pero al fin triunfó mi tenacidad. Infructuosas habían sido en los años anteriores mis fatigas escalando
como alpinista las escarpadas sierras de Sonora, tales como Sierra del Viejo, El Pinacate, El Chino, Tepopa, La Tordilla,
15
INTRODUCCIÓN
La Pápaga, La Española, Santa María y otras más, en que sólo había visto hembras, crías o algún macho joven de 4 ó 5
años, que jamás colmaron mis ambiciones.
Considero que la caza del borrego en Baja California o Sonora, la caza del bura, la del oso en Coahuila, Chihuahua
o Durango y la del venado cola blanca en ciertos lugares, pueden considerarse como verdadera cacería típica y dura,
donde el cazador tiene la oportunidad de poner en juego sus conocimientos, su habilidad de buen tirador, su tenacidad y
su resistencia física.
Con ligeras variaciones, el cazador local, el auténtico cazador, siente las mismas emociones, las mismas ansias, la misma
desesperación que cualquier cazador internacional, incluyendo riesgos, contratiempos y peligrosos accidentes.
Hace algunos años, antes de que se manufacturaran los pantalones impermeables, solíamos ir a cazar patos —a las
seis de la mañana y en pleno invierno— a la laguna de Santa Lucía, cercana a Guadalajara, mi hijo Fernando, Fausto Iba-
rra y yo. Llevados por nuestra afición nos metíamos a los tulares hasta que el agua nos llegaba a la cintura, y no salíamos
de ella antes de las diez y media de la mañana, ateridos de frío, sin poder dar paso, pero satisfechos con nuestra sarta de
patos.
En México, la caza del borrego cimarrón, del bura, del oso prieto y del venado tiene mucho sabor, debido a la impro-
visación e incomodidades sin cuenta. Además, también se requiere experiencia y conocimientos, digamos para “cortar” la
huella de un bura en los desiertos de Sonora, conocer la edad de la huella, si es hembra o macho adulto y según la hora,
si dará tiempo para alcanzarlo siguiendo el rastro. Este tipo de caza es tan interesante como el saber huellear un elefante
o un gran kudu en África. También allá los “caza¬dores blancos” necesitan de la ayuda de los huelleros nativos de las
localidades.
En las escarpadas serranías del Desierto de Altar, en busca del borrego cimarrón, siempre se corre el riesgo de dar
un mal paso y morir en sus profundos desfiladeros, o romperse por lo menos unos cuantos huesos. Además, como no hay
agua se lleva aunque sea en tambos de lámina. Se acampa en cualquier sitio, se suprime el baño, pero, en cambio, el
frío, el calor y todas las inclemencias del tiempo se soportan con heroísmo espartano, incluyendo las pesadas caminatas.
Los buenos cazadores comienzan jóvenes. Mi hijo Fernando entre
dos amigos, Vicente Zuno y Ricardo Arce, en los inicios de su afición
cinegética. Sonora, México, 1953.
16
INTRODUCCIÓN
Sin embargo, al cabo de quince o veinte días, se regresa a casa con las manos vacías y solamente con la satisfacción
de haber contemplado la imponente majestad de esas elevadas cordilleras, de haber visto alguna hembra con pequeñas
crías de escasos dos años y de haber hecho lo imposible por lograr ese trofeo de caza, número uno en México, que
afortunadamente en el momento actual se encuentra protegido por el gobierno, lo cual ha hecho que su número aumente
considerablemente.
Las cacerías que he llevado a cabo en diversas partes del mundo me autorizan a opinar que, en cada continente y
en cada región, los sistemas que se emplean son variados, ya se trate de África, Asia o América. Sin embargo, he podido
comprobar que la caza en México es de las más genuinas, duras y viriles; es decir, tiene más ambiente, más sabor a
cacería, sin excluir el peligro que se corre en la caza mayor de África, la India, el Ártico o los Himalayas. Por esto no debe
menospreciarse al cazador mexicano que no ha tenido el privilegio de convertirse en internacional, no por falta de ganas,
sino de recursos para intentarlo.
Mi idea de ir a cazar al África Oriental empezó a germinar en mi cerebro después de haber tenido la oportunidad de
matar mi primer oso negro en Coahuila, durante una gira de inolvidables emociones.
Benito Albarrán
17
1
Mi primera pieza
de caza mayor
fue un oso negro
En 1945, Manuel F. Ochoa, José Espinosa y yo, reci- terrenos.
bimos una invitación de nuestro amigo Daniel Farías, de El tiempo transcurrió en hacer preparativos, cambiar
Piedras Negras Coahuila, para ir a cazar osos en los enor- impresiones, obtener informes, etc., hasta que llegó la hora
mes montes de aquella región. Aceptamos de inmediato; de comer. Un delicioso “cabrito en su sangre” que estos va-
señalamos el mes de noviembre como fecha de salida, queros saben cocinar con exquisitez, constituyó el platillo
iniciando desde luego los preparativos correspondientes. principal de aquel suculento banquete que todavía recuer-
Pasamos dos largos días por carretera y cuando llegamos do agradablemente.
a Piedras Negras, ya Daniel tenía todo listo para la gira Allí pasamos la noche; en la madrugada continuamos
cinegética de unos 15 días. la marcha rumbo a nuestro primer campamento, bastante
Una vez revisado el equipo, compuesto de unos cuan- lejano, pues había que recorrer ocho horas a caballo. Al
tos trastos de cocina, una gran lona en función de tien- transcurrir cuatro, habíamos dejado atrás los últimos ves-
da de campaña, algunas cobijas y otras zarandajas que tigios de ganado cabrío internándonos en el gran Cañón
acomodamos en un jeep y una camioneta, emprendimos del Orégano, por una estrecha vereda incrustada en una
la marcha hacia el Rancho San Miguel, propiedad del lati- de sus laderas. Ahí la vegetación era exuberante, verde y
fundista estadounidense Mayer, por una larga serie de bre- profusa, con abundancia de encinos cargados de bellotas
chas mal trazadas que, poco a poco, se iban adentrando que tanto gustan al oso. A una señal de don Víctor, que iba
en espesura del monte. a la vanguardia, todos hicimos alto. Se trataba de advertir-
Todos nos sentíamos felices y entusiasmados en aque- nos que de ahí en adelante, en cualquier momento, podía
lla espléndida mañana, principio de una alegre jornada que presentarse el codiciado plantígrado, objeto de nuestra ca-
terminó en la noche. Después de atravesar por la hacienda cería. En seguida desenfundamos nuestros rifles y cami-
de El Caballo, de don Andrés Barba González, nos detuvi- namos con el ojo alerta. Yo llevaba un 7 mm, belga, que
mos en una pequeña aldea cercana para pasar la noche. mi querido amigo el general Ignacio Richkarday me había
Al día siguiente, muy temprano, continuamos la mar- regalado hacía tiempo. Revisé la recámara y crucé el arma
cha. Pocas horas después estábamos en San Miguel, don- sobre la cabeza de la montura. Quince minutos después,
de ya nos esperaba don Víctor, un mayordomo del señor una nueva señal de don Víctor nos detuvo. Siguiendo con
Mayer y amigo de Daniel, que ya nos tenía listos varios la vista los ademanes que hacía, pronto descubrimos que
caballos, algunas bestias de carga para transportar nues- en el fondo del cañón, parados en un clarito, estaban unos
tro equipo y tres o cuatro vaqueros que, en su doble fun- hermosos venados, machos adultos —nunca, en mis si-
ción de mozos y guías, nos serían de gran utilidad, pues guientes andanzas, he vuelto a ver un cuadro semejan-
conocían como la palma de su mano aquellos escabrosos te—. Inmediatamente nos invadió una ansia de tirar. En el
18
MI PRIMERA PIEZA DE CAZA MAYOR
19
MI PRIMERA PIEZA DE CAZA MAYOR
En aquella cacería se
vieron numerosos osos en
el Cañón del Orégano.
Aprobado el plan por Daniel, a la mañana siguiente le metros de nosotros vimos que descendía, planeando, una
hablé a José, uno de los vaqueros que me pareció el más gran parvada de guajolotes silvestres. Corriendo nos diri-
listo, haciéndole esta tentadora oferta: gimos al lugar y por largo rato los buscamos inútilmente,
—Hoy irás con Daniel y conmigo en busca de osos y te pues estos animales de carne tan exquisita son muy di-
daré cien pesos por cada uno que nos muestres, lo mate o fíciles de encontrar; en cuanto sienten al cazador, corren
no lo mate. ¿Quieres? con asombrosa velocidad entre la chaparra vegetación del
—Hecho, don Benito —respondió José—, de seguro monte, escurriendo el bulto en forma parecida a como lo
que me haré rico, porque le voy a enseñar muchos osos. hacen en tierra las codornices, que en un instante desapa-
—Entonces prepara las cantimploras y un buen itacate recen en la espesura.
para Daniel, tú y yo. La salida será a la una de la tarde. De regreso al campamento pregunté a José, nuestro
Dormiremos en el monte. guía, si todo estaba listo para partir.
—Muy bien don Benito. ¿Sabe?, lo llevaré al Cañón del -Ya está todo listo pa’irnos a l’hora que usté mande.
Loco, donde le aseguro habrá “panino” de osos. Ya verá. Los caballos ya están ensillados —contestó José.
El Cañón del Loco adquirió ese nombre, según cuen- ¡Crédulo de mí! Más tarde me había de arrepentir de
tan, debido a que un cazador se perdió y por ahí lo encon- no haber revisado todo personalmente para estar seguro
traron tres días después todavía vivo, pero sin armas, sin de su dicho.
sombrero, sediento, muerto de hambre, desgarrado y loco A la una de la tarde nos pusimos en marcha tan con-
de remate. tentos y felices que. tarareamos una vieja canción en el
Horas antes de la salida fuimos a hacer un recorrido camino: “Yo quiero un médico ... que sea botánico ... y que
por las cercanías del campamento. Pronto, a unos 200 me dé ánimo ... para-a-a-a-a caminar ... “
20
MI PRIMERA PIEZA DE CAZA MAYOR
Al cabo de dos horas, siempre metidos en el fondo de tras el oso seguía corriendo como un demonio fugitivo,
los cañones, paramos; dejamos atados los caballos en el siempre en nuestra dirección. Hubo momentos en que se
lugar conveniente y seguimos a pie con nuestras armas al me perdía de vista entre la maleza, pero sólo por un ins-
brazo, algunas cobijas, el itacate y suficiente agua. tante pues cada vez lo veía más y más cerca. La boca
—Tenemos que encumbrar este monte pa’dormir allá se me secaba y el corazón parecía quererse escapar de
arriba —dijo José señalando la cima—. Al otro lado está él mi pecho. Disparé por tercera vez a pie firme y también
Cañón del Loco que le dije, don Benito erré. Entonces me asaltó una duda: ¿Con cuántos cartu-
-Está bien. Vamos. chos había cargado mi rifle? ¿Habían sido cuatro o cinco?
Empezamos a subir por el monte, que no era muy pe- En el primer caso sólo me quedaría uno en la recámara.
sado, y al cabo de una hora casi llegábamos a la cima. Entre tanto, el oso seguía corriendo, cada vez lo veía más
En un lugar que nos pareció el mejor para pasar la noche grandote, pero no podía perder tiempo en recargar mi rifle.
e improvisar nuestro campamento, dejamos todo, excepto Así que no tuve más remedio que seguirlo con la mira de
nuestras armas, adelantándonos Daniel y yo para echarle mi 7 mm jugándome el todo por el todo. Cuando ya estaba
un ojo al mentado Cañón del Loco. Al llegar al filo de la a escasos 130 metros hice mi cuarto disparo, y escuché al
sierra nos detuvimos para otear cuidadosamente el lado mismo tiempo un grito de Daniel:
opuesto y muy especialmente el fondo, sin ponernos preci- —¡Ya te lo fregaste!
pitadamente al descubierto. De pronto, Daniel, sin poderse Entonces vi cómo se encogió el oso, mordiéndose un
contener, gritó: costado con el hocico, pero sin dejar de correr. Perdí de
—¡EI oso! —y sin decir agua va, sin más ni más, soltó vista al animal y sólo oí un bufido que me pareció el agudo
su primer disparo. silbato de una locomotora. Inmediatamente Daniel corrió
Para entonces yo también había descubierto al animal, cuesta abajo, mientras que yo lo protegía con mi rifle, sin
allá, en el fondo del cañón, como a unos 500 metros, don- saber si a éste le quedaban cartuchos en la recámara.
de claramente se destacaba su negra figura. Nuestros dis- —¡Ten cuidado, Daniel!
paros fueron casi simultáneos, pero sólo Dios sabe adónde —¡Vente, ya te lo echaste! —contestó.
fueron a pegar nuestras balas, porque el oso, que segura- El oso era un magnífico ejemplar de hermoso pelaje,
mente había estado ocupadísimo en comer bellotas cuan- todo prieto y adulto. Me sentía feliz. Era el primer animal
do lo sorprendimos, al oír las detonaciones se atarantó, no peligroso que cazaba en circunstancias tan emocionantes.
supo de dónde le tirábamos, y en vez de huir por el lado Después de abrir en canal a mi trofeo de caza y cal-
contrario para escapar, encumbrando el monte se vino de- marnos un poco de la excitación pasada, sentimos hambre
rechito hacia donde estábamos. y sed.
Imposible suponer que aquella actitud significara una —A ver, José, ¿qué trajiste de bastimento? Anda, hol-
carga de la bestia, porque el oso tiene una vista relativa- gazán, prepara algo para este cazador de osos —le decía
mente escasa y en nuestra posición, semiocultos, no era en plan de broma—. Pero, ¿qué es esto?, ¿dos salchichas
probable que nos hubiera visto. No obstante, sólo pensé en y tres tortillas de harina para los tres cuando sabías que
que se nos echaba encima, tal como lo había leído en un pasaremos aquí la noche?
sinnúmero de anécdotas que referían mortales ataques de —Pos, no pensé don Benito; pero de todos modos,
estos plantígrados, recordados con asombrosa exactitud usté ya me debe 100 pesos.
en aquellos emocionantes minutos que me parecieron se- —¡Otra vez! Ahí están tus 100 pesos, pero no habrá
gundos. Y como también aún estaba fresco en mi memoria salchicha para ti por descuidado. Si tienes hambre, cómete
el relato que nos había contado don Víctor, acerca de un el oso.
oso que en su propio rancho y sin provocación alguna, ha- Sufrir el hambre y el intenso frío de la noche que pasa-
bía atacado y matado a uno de sus vaqueros que cuidaba mos sin más abrigo que una cobija, no importó. Mi mente
el ganado en el campo, resulta fácil comprender mi estado estaba en el oso que había cobrado. Fui el único del grupo
de ánimo y la honda preocupación que me embargaba. que tuvo esa suerte con los peludos.
Para colmo de mi angustia, a los primeros disparos, La emoción, la ansiedad y la desesperación vividas en
nuestro guía José, quien rara vez abría la boca, llegó co- aquel día; la experiencia obtenida en muchos aspectos y
rriendo hasta mi lado para decirme gritando: el hecho de sentirme más cazador, habían de decidir, poco
—¡Ya me debe 100 pesos don Benito! más tarde, mi primera gran cacería al Continente Negro,
—¡Cállate, desgraciado! paraíso y sueño de todo cazador que de veras gusta y
Solté mi segundo disparo sin resultado efectivo, mien- siente esta afición en la sangre de sus venas.
21
Aquí me place recordar las bellas frases del libro el Conde bichos disecados y un diario que a veces parece escrito
de Yebes, un aficionado puro en el arte venatorio y cine- por un niño y a veces por un loco». Y, sin embargo, ¡qué no
gético: representan para mí! Recuerdos que ningún dinero puede
“Y aquí termina cuanto sé, recuerdo y puedo narrar so- compensar; horas que pasaban con desoladora rapidez;
bre caza mayor, deporte en el que dudo haya podido nadie unas cuantas amistades entrañables que soportaron la
superar mi afición y en el que he encontrado, dentro de lo prueba del tiempo; amaneceres y puestas de sol, y el viejo
que cabe, compensación a la noche de un día de contra- canto de la sierra. Y algún día, cuando baje de ella por últi-
riedad, de preocupación o de amargura, que tan a menudo ma vez, una honda melancolía.
nos brinda la vida, al pensar en un «mañana» en que, ocu- ______________________________________________
pando un collado, pueda escuchar el latido ¹ de la rehala ² 1. Latido: El ladrido seco y breve cuando el perro va tras la res.
o la caracola ³ del podenquero.4 Deporte gracias al cual, y 2.Rehala: Jauría o agrupación de perros de caza mayor.
gracias a Dios, encontrándome ya en el segundo viraje de 3.Caracola: Caracol de mar que al soplarlo produce un peculiar
la vida, conservo la salud y las facultades físicas que para sonido con el que se llama a los perros.
practicarlo como yo lo entiendo exige del cazador. 4. Podenquero: Encargado y jefe de la rehala. Seguramente
“Diario y trofeos que harán sonreír escépticamente al viene de podenco, perro genuinamente español, vigoroso, ágil, que
profano, que para ellos no tendrá más comentario, enco- reúne maravillosas condiciones para la persecución de caza mayor
giéndose de hombros; que un «¡Bah!, total, unos cuantos dado su instinto, fiereza y velocidad.
22
MI PRIMERA PIEZA DE CAZA MAYOR
“Mi mayor satisfacción, lector amigo, sería que sin abu- 7. Majada: Choza donde por la noche se recoge el ganado.
rrimiento hubieras llegado a esta última página, si eres un 8. Barruntando: Venteando, presintiendo un lobo cerca.
montero4 de corazón, posiblemente no habrás estado de
acuerdo en algunos casos; seguramente sí en otros mu- dres, municiones, equipo, cámaras, binoculares y todos los
chos, y quizá, quizá, ciertos puntos de vista los mirarás en arreos indispensables en este tipo de safaris. En práctica
lo sucesivo desde un prisma diferente. y en teoría me ilustré estudiando una amplia selección de
“Si eres un profano y alcanzaste el final como pasa- más de 80 libros, entre los que se distinguen los escritos
tiempo y por curiosidad, sería posible que este mal perge- por muy famosos cazadores, tales como: Bell, Selous, Per-
ñado libro despertara en ti el deseo de empezar, de probar cival, Akeley, mayor Gerald Burrard, Dumbar Brander, Pi-
qué es esto de la caza mayor y’ de la sierra. Ojalá te sea got, R. Lydekkey, Conde de Yebes, Diálogos de la Montería
para ello mi obra de alguna utilidad. Si así fuera, te haré e Historia de la Montería en España (que son un vademé-
una última advertencia: para llegar a disfrutar este deporte; cum para el cazador), por el Conde de Almazán; el de R.
para llegar a paladear los mil matices que son motivo de G. Burton, el de Douglas Carruthers, Pitman, H. Z. Darrah;
interés y de diversión; para conllevar con estoicismo y sin el del Maharajá de Cooch Behar, el de Basset Digby, y los
protesta las penalidades, la adversidad y a veces el tedio, de Jim Corbett. Todos estos libros son de lo mejor que he
tendrás que ir provisto desde el primer día de un bagaje leído o, mejor dicho, estudiado. Tratan épocas pasadas,
indispensable, de algo sin lo cual será inútil cuanta buena cuando no había tan buenas armas como las modernas
voluntad pongas por tu parte. Ese algo es una santa pala- y menos aún las comodidades en el campamento y los
bra que se llama afición. transportes que nos ofrecen, a muy alto costo, los outfít-
“He querido poner punto final a mi trabajo en uno de los ters actuales. No menciono los libros modernos porque los
paisajes y ambiente que lo inspiraron y en los que aprendí encuentro con un 75 por ciento de ficción y sólo un 25 por
cuanto acabo de relatar. En lo alto, al aire libre y con la ciento de verdad; muy exagerados, escritos para la taqui-
sierra delante. lla. Algunos de sus autores señalan peligros inminentes, y
“La tarde muere. Allá abajo, en lo hondo y muy lejos, se asustan hasta de su propia sombra, mientras que otros
se sienten las esquilas 6 de la majada,7 que se dispone al se revisten de un valor tan temerario que parece majade-
reposo. Late un mastín, barruntando 8 a lobo, y su bronco ría. Hay otros que escriben libros sensacionales sin haber
ladrido repercute, rebotando en las cumbres, hasta apa- cazado en su vida ni siquiera una liebre, como es el caso
garse a lo largo de la sierra.” que pude comprobar en mi segunda cacería en la India. Se
¡¡Caza mayor, y nada menos que en África! Jamás ha- trata de Anderson, quien escribió un libro taquillero titulado
bía considerado esa posibilidad que me parecía tan difícil Nueve devoradores de hombres. El autor vivía entonces
y remota; pues una cosa era ir a cazar osos en Coahuila y en Bangalore, y todos los tigres que ha matado, según su
otra muy distinta ir a cazar leones, elefantes, rinocerontes, libro, sólo han sido producto de su fecunda imaginación.
búfalos, leopardos, antílopes, gacelas, etc., entre un mar Muy bien documentado, pero saturado de una extraordina-
de víboras venenosas, hormigas carnívoras, insectos y mil ria fantasía. Se deduce que este novelista se inspiró en los
calamidades de la selva y los desiertos, donde no sería libros de Jim Corbett, pero se sobrepasó cazando tigres de
improbable un encuentro con caníbales que pretendieran Bengala desde su escritorio. Su obra es de las que ponen
convertirme en salchicha. Además, en un clima de calor los pelos de punta a los profanos, ya que todos los nueve
intenso, de enfermedades tan peligrosas como la fiebre tigres devoradores de hombres que dice haber matado,
amarilla, mal del sueño y malaria, tan comunes en esas agonizan en sus brazos salpicándolo de sangre, confun-
misteriosas regiones en que abunda la superstición, bru- diéndose los bigotes del tigre con los del cazador.
jería, fetichismo e ignorancia. Así era como entonces me En mi concepto, de lo moderno sólo se destaca el li-
imaginaba África. Pero, i qué sorpresa me estaba reser- bro The Great Arc of the Wild Sheep, escrito por James L.
vada al recorrer con mi rifle al hombro diversos países de Clark, que es un verdadero texto para el cazador de bo-
ese continente, cuyos campos y montes son un vergel, un rregos. y también los relatos de E. T. Gates, en su libro A
encanto y un paraíso para el cazador! Trophy Hunter in Asia.
Empezaron mis preparativos: selección de armas que Es justo mencionar los libros escritos por mexicanos.
ordené a la casa Holland and Holland de Lon- Lamentablemente muy pocos, pero los he leído con sumo
______________________________________________ interés; además, sus autores, son cazadores internaciona-
5. Montero: Aficionado o profesional a la caza mayor. les y amigos míos. Ellos son: Pablo Bush Romero, Diego
6. Esquilas: Cencerros. G. Sada, Dr. Teódulo Manuel Agundis y Andrés G. Sada.
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MI PRIMERA PIEZA DE CAZA MAYOR
El presente libro, que es una narración, un relato de rematar, porque así lo exige el pundonor del cazador, quien
mis andanzas venatorias, no trata sobre encuentros terri- hará lo imposible por evitar el sufrimiento del pobre animal
bles, si acaso refiere unos cuantos sustos, así como tam- acabando sus últimos momentos o días en las mandíbulas
bién encierra más de unos cuantos momentos de peligro, de hienas y chacales. Recordará las largas horas de las
cosa natural, puesto que se trata de caza mayor, y ésta noches que pasó en la jungla indostana, en espera de su ti-
supone enfrentarse con animales peligrosos. Más bien, mi gre de Bengala, con su temor, muy suyo, a flor de labio, sin
intención al escribirlo es que el aficionado que por primera más testigo que Dios. Sólo la bendita aurora, el cielo y la
vez traspase nuestras fronteras en pos de ese anhelo de selva en el amanecer, podrán testimoniar la amplia sonrisa
caza mayor, encuentre en esta lectura algo útil, producto de satisfacción que se dibujó en sus labios cuando con-
de mis observaciones y experiencias. templaba, tendida a sus pies, la pieza por largos años so-
En cuanto al cazador internacional que tal vez lea es- ñada; la respiración profunda al recibir en la frente el tibio
tas páginas para hacer comparaciones —que siempre es beso de la mañana, que vuelve la calma y la tranquilidad
bueno— o por mera curiosidad, le servirá para volver a a su corazón. Recordará fracasos, sustos y carreras; sed
vivir los recuerdos, lances, lugares, terrenos huelleados, y hambre; frío a temperaturas bajo cero y el calor intenso
costumbres que observó, y los incidentes, chuscos o gra- del desierto; fatigas, desaliento; éxitos que saben a gloria
ves, que le ocurrieron mientras se entregaba con todo en- y pesadumbre por el animal que se fue herido. No obstan-
tusiasmo a este viril deporte. Recordará la alegría, satis- te los penosos recuerdos que (si los tuvo) paulatinamente
facción y exaltación desbordantes experimentadas en los irán surgiendo a medida que avance en la lectura de estas
momentos en que cae, víctima de certero disparo, aquella páginas, estoy seguro de que pronto los olvidará, para, en
pieza que costó tanto esfuerzo, largas caminatas y copio- su lugar, volver a pensar en la organización de su próximo
so sudor. También, en su interior, recordará el desaliento, safari, tal como sucede a los toreros que no acaban de sa-
mortificación, sabor amargo y pesadumbre que se apode- nar de una cornada, cuando ya están pensando en la fecha
ran de nosotros cuando erramos limpiamente el tiro o se de reaparecer en los ruedos. Al fin y al cabo, ¿qué son los
nos va “panceado” algún animal, al cual hay que seguir y recuerdos sino la recompensa de la caza?
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2
Africa
1953
Safari es una voz swahílí derivada de la palabra árabe Nairobi vieron ese enorme cargamento, los guías no sol-
safara, que significa viajar. Pero a partir de la década de taron la carcajada porque la tradicional cortesía de la fa-
los sesenta se han popularizado tanto los safaris venato- milia inglesa se los impidió; pero si esto hubiese ocurrido
rios africanos, que hoy en día se le da a la palabra el senti- en México, todavía a la fecha estarían desternillándose de
do amplio de cacería. De manera que para estar a la moda risa. Sin embargo, uno de los cazadores profesionales no
haré uso de este término en mis narraciones. se aguantó y comentó:
Pasaré por alto múltiples preparativos para sólo hacer —Caray, traes parque como para acabar con la re-
mención de armas y municiones: llevé 4 rifles de diversos belión de los Mau-Mau que tanta guerra nos están dando.
calibres, un .465/500, un .375, un .30-06, y un .22 Hor- En cambio, elogiaron mis magníficos rifles nuevecitos,
net. En municiones me excedí, pues aunque el lector no lo que hacía más de un año había ordenado a la firma Ho-
crea, llevé la friolera de 5,520 cartuchos de diversos tipos, lland and Holland de Londres y, en verdad, ¡qué preciosi-
calibres y peso. Típico de principiante. Cuando al llegar a dad de armas, qué balance, qué precisión y qué esbeltez!
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ÁFRICA - 1953
El .30-06 parecía más bien un rifle .22 por lo delgado y Tal vez haya en el mundo museos de una variedad
fino del cañón. Todavía, después de 25 años de uso, con- más extensa, como el del Duc d’Orleáns, de París, el cual
servo con cariño estas armas. desluce mucho por su falta de acondicionamiento, su an-
Una fría mañana del 12 de diciembre de 1953, iniciá- tigüedad y el trabajo imperfecto de taxidermia, puesto que
bamos mi compañero José L. Espinosa y yo, el primer es- entonces no estaba tan adelantada como actualmente. Sin
calón de un viaje aéreo de 20 mil km para llegar a nuestra embargo, es admirable el gran número de piezas que, en
base, Nairobi, ciudad que entonces era el punto de bien- su largo historial, logró abatir ese empedernido cazador,
venida de los cazadores que visitaban África Oriental. Hoy a quien seguramente nadie ha igualado en el mundo. Lo
es la capital de Kenya. Aproveché la obligada escala en que más admiré fue el magnífico borrego de Marco Polo,
Nueva York para visitar el Museo de Historia Natural. Todo disecado de cuerpo entero, atacado por un leopardo de las
un día pasé estudiando los animales que más me intere- nieves. Hace años ningún otro museo del mundo exhibía
saban, principalmente las bestias peligrosas y el lugar vital este raro animal.
en que colocaría la mira de mi rifle. También llamaron po- Para volar a Nairobi abordé en Roma uno de esos jets
derosamente mi atención los magníficos bronces del gran Comets ingleses, de 34 pasajeros. Tengo entendido que
escultor y cazador Akeley. fueron los primeros aviones comerciales impulsados a
Carl Akeley ideó el proyecto del Museo de Historia chorro. Eran una novedad por su velocidad y la eliminación
Natural de Nueva York. Acompañado de pintores-artistas de hélices, pero trágicos. Volamos a 35 mil pies de altura, a
como Leigh y Jansson, quienes plasmaron en fotografías una velocidad de 720 kph. Sin embargo, no me sentía tran-
y pinturas los panoramas y grupos de animales, abso- quilo. De los 25 Comets que se habían puesto en servicio,
lutamente en su ambiente natural, dio cima a su sueño, 4 habían ya explotado desintegrándose en el aire, sin des-
después de cinco viajes al Continente Negro y 17 años de cubrir la causa. Pocos días después de mi vuelo, explotó
arduo trabajo. Finalmente, como para dar más brillo a su el quinto avión cerca de la isla de Malta y se suspendieron
obra, murió agotado por el esfuerzo; sus restos yacen en los vuelos, sufriendo Inglaterra un gran desprestigio en el
sencilla sepultura en las faldas del Monte Nikeno, en Kivu, transporte aéreo. Más tarde, los investigadores encontra-
ex Congo Belga, lugar que, según su propia expresión, era ron que la causa de la desintegración se debía a “fatiga
el manchón más bello y primitivo de África. Actualmente, metálica”. Hicimos nueve horas de Roma a Entebbe, casi
ese lugar es el más grande santuario (área protegida) del la mitad del tiempo que normalmente se hacía en aviones
gorila. de hélice. Ahora, en 1972, cuando he volado ya en los fa-
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ÁFRICA - 1953
mosos Jumbos 747, construidos hasta para 500 pasajeros, Ya cayendo la tarde y por la noche, me dediqué a co-
con todo confort, me pregunto sobre las maravillas que en nocer un poco la ciudad, que para entonces ya contaba
un futuro próximo veremos en el transporte. con una población de 150 mil habitantes (hoy tiene 500
Llegué a Entebbe, tierra africana oriental, paraíso de mil), modernas calles pavimentadas, gran movimiento co-
cazadores, buenos o malos, nobles y plebeyos; unos prin- mercial, diversiones, cines, clubes nocturnos, muy buenos
cipiantes y otros experimentados; unos firmes y entrones, restaurantes, etc. Daba la impresión de una ciudad en jau-
otros correlones; pero al fin y al cabo con poca o mucha afi- ja, una región próspera que me hizo recordar las frases de
ción; unos por presunción, otros porque son cazadores de Lord Delamere, fundador de Nairobi por el año 1898, quien
corazón. Todos los que no han pisado esas tierras suspi- al informar al gobierno de Londres respecto de la bondad
rarán todavía durante algún tiempo en probar sus armas y de las tierras africanas entre otras cosas decía: “En cuanto
habilidad en ese socorrido manchón de la Tierra, en donde a cultivos en estas fértiles tierras, el principal problema no
se encuentra la más abundante y variada fauna del mundo. es saber qué es lo que se puede cultivar con éxito; sino
Al abordar nuestro avión que había de llevarme de Ente- qué es lo que no se puede cultivar.” En verdad, son tierras
bbe a Nairobi, me encontré con un extraño grupo de com- tan pródigas que todo lo dan en abundancia y son, preci-
pañeros de viaje. Había negros de origen egipcio, otros samente, de las que el “europeo”, como llaman al hombre
de nasales anchas como los de la Costa de Oro, hindúes, blanco de cualquier raza, había ido despojando al negro
holandeses, ingleses de rubio bigote, y otros. Me sorpren- nativo, al aborigen y verdadero dueño de ellas, dando lugar
dió ver a todos, a excepción de los negros, armados de a la rebelión de los Mau-Mau, constituidos casi totalmen-
pistolas y metralletas. Hasta las mujeres llevaban sus re- te por la tribu kikuyu, cuya población se calcula en cuatro
vólveres al cinto. Desde luego, deduje que el motivo era la millones, encabezada por su jefe Jomo-Kenyatta que a la
rebelión de los Mau-Mau, que al grito de ¡Uhuru! (Libertad) postre fue el primer Presidente de la República de Kenya.
y iFuera blancos!, buscaban su independencia y empren- Se notaba temor, inquietud y agitación en todo Nairobi:
dieron una terrible y sangrienta guerra de guerrillas dirigida en los cines, en los comercios, en las calles, se veía a todo
contra el europeo que les había despojado de sus mejores hombre blanco, mujeres y niños, portando armas de fuego.
tierras, las cuales ahora reclamaban por medio del terroris- Era usual ver en los restaurantes a la clientela sentada a
mo y la matanza, sin respetar mujeres ni niños. la mesa con su arma automática junto al plato. Y si esto
Ya en Nairobi, por la tarde nos presentaron en el Hotel pasaba en Nairobi, había que ver el terrible drama que se
Norfolk a Bill Jenvey, un australiano flaco, seco y fuerte agitaba en el campo. Casi todos los días se leía en la pren-
que sería nuestro cazador blanco; a Walter Jones, un mu- sa información sobre hechos sangrientos, como el de que
chacho americano de Alabama, asistente de Jenvey y a una partida de Mau-Mau había asaltado talo cual rancho
un fotógrafo, súbdito inglés, que habíamos contratado para propiedad de algún blanco, acabando a machetazos con
filmar todo el safari. Este fotógrafo murió ahogado años toda la familia y prendiéndole fuego a la casa. Así fue como
después en el río Congo mientras filmaba. Cambiamos im- conocí Nairobi.
presiones con aquel grupo e hicimos planes indicándoles No es posible en unas cuantas páginas contar la histo-
los ejemplares de la fauna que más nos interesaban. En- ria de la rebelión Mau-Mau, así que sólo me referiré, bre-
terados, se retiraron para hacer preparativos y partir al día vemente, a la causa, al origen. Los primeros hombres blan-
siguiente. cos que se establecieron en territorio de los kikuyu fue un
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“El 30 de diciembre
inicié mi primer safari
partiendo de Nairobi.
por carretera ... “
si quisiera indicar algún lugar preciso; su rostro, manifiesta- Selengai: Primer campamento
mente descompuesto, denotaba miedo, pánico. No aguan-
té la curiosidad, y puesto que no entendía el dialecto, me La gacela de Grant
acerqué a Bill y le pregunté: (Gazella granti)
—¿Qué es lo que trata de explicarte?
—Nada, sencillamente dice que estamos rodeados de Era una mañana de sol radiante, clara, hermosa, con
Mau-Mau. una temperatura ideal de 20 grados. Me sentía optimista.
—¿ Y lo dices con tanta calma? ¡Tal vez corremos pe- La noche había quedado atrás y los Mau-Mau también. Fí-
ligro! Oye, ¿no sería mejor levantar el campo e irnos con sicamente, como en mis mejores tiempos, resistiría cual-
nuestra música a otra parte? quier caminata por dura que fuese. Mi corazón cantaba.
—Es tarde y no creo que corramos peligro, porque No tardamos una hora en descubrir los primeros animales:
nunca se ha dado el caso de que los kikuyu ataquen a los kongonis, jirafas, avestruces, wildebeast y otros. Mis ojos
safaris. bailaban de gusto contemplando ese panorama; el índice
—Pero siempre hay una primera vez. Podríamos ser de mi mano derecha me hacía cosquillas esperando el mo-
esos primeros para apoderarse de nuestras armas. mento de descubrir una pieza que ameritara cobrarse.
—Bueno, en tal caso estaremos preparados tomando —Oye, a mí ya me anda; qué, ¿no empezamos ya?
las precauciones necesarias. —pregunté a Bill.
No me convenció Bill, pero ya no discutí más recordando —No podemos. Estamos en una Reserva Nacional,
la flema y estoicismo de los ingleses que causó la admira- contestó.
ción del mundo en el bombardeo que sufrió Londres en la Antes del mediodía llegamos al lugar de nuestro primer
Segunda Guerra Mundial. campamento: Selengai. En un santiamén nuestros negri-
No pude dormir en toda la noche pensando en los Mau- tos pararon las tiendas dobles de campaña y acomodaron
Mau y en los leones. ¿Empezaría mi safari matando un ne- catres, colchones ligeros, mosquiteros, mesas, sillas, un
grito? ¡Eso no! Al día siguiente, antes de clarear el día, ya tripié con el lavamanos, y al fondo, una división de lona
estábamos levantados. Tomamos un té y nos marchamos. que separaba una especie de baño, con una tina de lona.
Todo esto hacían unos, mientras que otros cortaban
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leña, preparaban la cocina, traían agua, etc. Sólo faltaba bautizamos con el nombre de “calandria”; en él siempre
un Rolls Royce para sentirme como una maharajá hindú. iríamos Bill, su asistente Walter, mi compañero Espinosa,
Ese campamento con 17 negros a nuestro servicio era mu- dos negros portadores dé armas, a la vez que experimen-
cho lujo para mí, acostumbrado a las sufridas pero muy tados huelleros, y yo.
sabrosas venadeadas de México, en donde muchas veces En todo safari, por sistema, se empieza por cazar pie-
una cobija, azúcar, café, frijoles y harina formaban mi equi- zas chicas, como antílopes, para que el guía o cazador
po y vituallas. ¡Qué distinto en África!, donde hasta un per- profesional pueda apreciar las reacciones, experiencia y
fumado jabón francés le ponen a uno y ropa limpia todos puntería del cazador aficionado. El sistema es bueno, por-
los días. En favor dé estos outfitters diré, también, que ese que el solo hecho dé ir por primera vez a cazar én tierra
confort de comer y dormir bien son la base para aguantar africana emociona de tal manera, que no se es el mismo
dos meses en safari. tomo tirador qué en su propia tierra. Es conveniente irse
Antes de hacer las imprescindibles prácticas de tiro, familiarizando Con el ambiente, adquiriendo confianza, ca-
me dijo Bill: zando pieza no peligrosas, antes dé enredarse a tiros con
—Veré a qué tipo de cazadores perteneces tú, porque un león o un búfalo. No es igual cazar venados en México
aquí los tenemos catalogados en dos clases: el tirador de que cazar en África, donde lo mismo puede saltar un pe-
stand, que midiendo previamente el aire, la luz, la veloci- queño dik dik (antílope no más grande que una liebre), que
dad de la bala, su trayectoria y distancia, rompe un huevo a aparecer un elefante o un rinoceronte.
200 metros; y la otra clase es el práctico cazador de campo Vimos una buena parvada de francolines (gallináceas
que tiene la suficiente serenidad y buen pulso para aguan- parecidas a la perdiz). José y yo tomamos rápidamente
tar y parar la carga de un león a diez metros. las escopetas disponiéndonos a tirar desde la “calandria”,
—Eso está por verse —contesté—, pues yo también pero nos detuvimos al oír un grito de Bill:
quiero convencerme dé en qué se funda la fama de uste- —iNo, no tiren! –decía—. ¡Está prohibido desde el ca-
des, los famosos cazadores blancos. rro, no importa que sea contra francolines!
No quedé mal en las prácticas de tiro. luego aborda- A ese extremo se observaban en la década de los cin-
mos él carro de caza, un Bedfor, muy amplio y nuevo, que cuenta las reglas de caza en África Oriental.
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José se bajó del carro, anduvo un poco y volvió con sí?), no se dio cuenta que en el grupo faltaba uno. Enton-
cuatro de estas aves, que por la noche saboreamos con ces, agachándome lo más posible, empecé a caminar con
placer. todo cuidado de no pisar una vara seca, que al quebrar-
No habíamos caminado 10 kilómetros, cuando con los se denunciaría con el ruido mi presencia echándolo todo
binoculares descubrimos una gacela de Grant, solitaria, en a perder. Así llegué al arbolito, y la gacela, habiendo ya
campo abierto, llano, con sólo un raquítico arbolito aprove- perdido de vista a mis compañeros, se puso a pacer tran-
chable para cubrirse y acercarse a razonable distancia de quilamente, dándome tiempo de normalizar mi agitada res-
tiro. Me tocaba el turno. Estudiamos el terreno y me dijo piración para hacer un tiro con toda calma. Normalmente
Bill: el tiro era fácil. La distancia era aproximadamente de 180
—Necesitamos carne para nuestros hombres pues de metros. Mi respiración se normalizó, pero el corazón me
otra manera no están contentos; así que toma tu .30-06 y daba más brincos que un canguro. Sentí la misma emo-
no vayas a fallar. ción que cuando cacé mi primer venado. No había ningún
—Mira, esta gacela seguramente nos va a descubrir, peligroso animal a la vista, estábamos solos la gacela y
porque no hay modo de arrimarnos sin que nos vea; pero yo, en campo abierto, y en cuanto a las víboras, ni siquiera
para que tú logres ponerte a tiro vamos a proceder de la me acordaba de la terrible mamba ¡No!, la causa de mi
siguiente manera: dejamos aquí la “calandria”, seguimos excitada emoción era realizar mi primer disparo en tierra
a pie en línea recta en formación india, sin agacharnos, africana, el temor de errar el tiro haciendo el ridículo frente
hasta llegar a unos 350 metros del animal, que para en- al fantasmón de los famosos cazadores blancos.
tonces ya nos habrá descubierto. Si no ha huido cuando Me dispuse a tirar rodilla en tierra. Contuve mi respi-
lleguemos a ese punto, tú te tiendes en el pasto y Kasi- ración y oprimí suavemente el gatillo. El grano apuntaba a
mwita —su portador de armas— y yo torceremos a la iz- la paleta, pero desgraciadamente la bala hizo impacto en
quierda en ángulo recto, alejándonos de la gacela. Ésta, la mano izquierda. Sorprendido, sin explicarme el por qué,
seguramente nos seguirá con la vista, dando oportunidad inmediatamente disparé mi segundo tiro, que erré limpia-
de que te aproximes, cubriéndote con ese arbolito que ves mente. El animal, tan sorprendido como yo, corría hacia
allá y que formará una línea recta entre tú y la gacela. Tal la izquierda cuando disparé por tercera vez. La gacela,
vez llegues hasta el arbolito sin que te vea, y si lo logras, como todo animal curioso, se detuvo mientras preparaba
desde ahí puedes tirar. mi cuarto tiro haciéndome cruces de qué era lo que me
Tomé mi .30-06, corté cartucho, puse el seguro, revi- pasaba. Desesperado, confundido, apretaba los dientes y
sé las miras y emprendimos el acecho. Pronto nos vio el maldije a la pobre gacela.
animal, pero no se movió, y seguimos caminando. Cuando Yo, que había hecho tantas y tan diversas prácticas
estábamos a unos 350 metros dio muestras de inquietud de tiro estaba errando en forma que daba compasión. Me
moviendo las orejitas sin quitarnos la vista. Al llegar al pun- sentí de tal manera aturdido que la sangre se me iba a la
to convenido me tendí en el pasto, siguiendo adelante Bill cabeza, como cuando le “matan” a uno un “full mayor” con
y Kasimwita, cortándose por el lado izquierdo. No me moví una “flor imperial” jugando al póker. Revisé la mira de mi
hasta que se alejaron un poco. Estiré el cuello y obser- rifle, la encontré correcta y dejé ir mi cuarto disparo. Oí el
vé que la gacela, con curiosidad, los seguía con la vista. impacto de la bala (cosa peculiar en África), pero el anima-
Como afortunadamente los animales no saben contar (¿o lito no cayó, se quedó parado. Repuse la carga del maga-
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zine, disparé el quinto, y esta vez, afortunadamente, cayó te, como mucha gente cree, sino para observar las reglas
fulminada la infeliz gacela. de cacería evitando abusos y, desde luego, también para
Al revisar al animal, vi que tenía un balazo en la mano asistir al cazador en todos los servicios durante el safari.
izquierda, otro en la panza y un tercero en el corazón. Me No se permitía disparar desde el carro de caza. Debía uno
sentía tan desilusionado de mi pobre actuación que al lle- alejarse de éste por lo menos 200 metros. No estaba per-
gar mis compañeros le dije a José: —Anda, dame una pa- mitido matar animales que estuviesen a menos de 500 me-
tada en el trasero, que es lo menos que merezco. tros de un aguaje. No se permitía cazar de noche, es decir,
—No es para tanto —intervino Bill— no te preocupes, lamparear. Tampoco puede cazarse en Parques Naciona-
eso le pasa a la mayor parte de los que vienen al África les, Áreas de Reserva, etc. De manera que, no obstante la
por primera vez. Ya verás cómo mejorarás en tus próximos abundancia de ciertas especies de animales, son muchos
tiros. Lo importante es no dejar ir una pieza herida. los miles de kilómetros que hay que recorrer y tener muy
—Si no hay patada, entonces denme un trago, aunque buena suerte para encontrarse con un buen kudu, un sa-
sea de cicuta. i Maldita sea! ble, un elefante con colmillos de más de 35 kilos por lado,
Palabras de consuelo me calmaron un poco, pero no un león con melena, aunque no sea negra, y muchas otras
me convencieron. En mi interior pensaba: “Si tan mal lo he especies que ya escasean. Hace 25 años, un cazador ob-
hecho con un pobre e inofensivo animalito, ¿qué pasará tenía licencia para cazar 4 leones en Kenya o Tanzania
al enfrentarme con un elefante o un búfalo que aguantan (Tangañica); hoy sólo se le permite uno, y pocos son los
tanto plomo?” que logran encontrarlo. En mi primer safari africano recorrí
Esa noche, aunque cacé la gacela, no dormí bien. La 6 770 kilómetros en jeep; en el segundo, un año después,
forma de acechar el animal fue mi primera lección en Áfri- mi recorrido fue de 9600. A la fecha tengo en mi haber nue-
ca. En México no procedemos así cuando cazamos vena- ve safaris en África y todavía faltan en mi salón de trofeos
dos y hablando con franqueza, raras veces nos ocupamos algunas especies de ese continente. Esto dará una idea
de un huelleo, a menos que se trate de un bura o un bo- al lector de que no es tan fácil, como algunas personas
rrego cimarrón en las sierras de Sonora. Al venado lo cam- creen, lograr una buena colección de trofeos de caza, no
peamos, lo cazamos en arreadas y muchos lo lamparean. comprados, sino cazados por el dueño aficionado. En ver-
Esto último es absolutamente criticable por antideportivo. dad, creo yo que toda una vida es insuficiente para abatir
En cambio, en África se le toma verdadero interés y sabor todo lo mejor de la fauna mundial.
a lo que llaman caza menor, pues es tan grande la va- Pero volvamos a los antílopes. En el huelleo y el ace-
riedad de antílopes y gacelas que resulta muy interesante cho a estos animales he encontrado el verdadero sabor, la
el huelleo, un verdadero arte en el cual aun los profesio- verdadera esencia de la caza. Es donde el hombre pone a
nales, con bastante frecuencia se ven en apuros y tienen prueba su habilidad como cazador, como tirador, su afición,
que recurrir a los nativos, huelleros especializados, unos su experiencia y saber, su resistencia física, su tenacidad
verdaderos sabuesos con negra piel humana. Aun cuando y su cerebro contra la astucia, el instinto y los agudos sen-
se tenga amplia experiencia, es fácil confundir una huella. tidos de estos animales que siempre están alertas, porque
Por ejemplo: la del gran kudu, la del sable real y la del su vida siempre está en peligro. No cesan de perseguirlos
roan son muy parecidas en su forma y tamaño. Además, sus implacables enemigos: la bestia y el hombre.
es indispensable conocer sus hábitos para saber en qué Al día siguiente hice algunas prácticas de tiro con mi
terrenos y a qué hora es probable encontrarlos. Conocer la .30-06 que tan mal parado me había dejado con la famosa
edad de una huella y, de acuerdo a su profundidad y tama- gacela y luego abordamos la “calandria”.
ño, definir si es hembra o macho, estimando, asimismo, su Son un encanto esos campos africanos, muy especial-
peso, dará la conclusión de si se trata de un real trofeo de mente por las mañanas, cuando se respira profundamente
caza, que valga la pena sudar para encontrarlo. En cam- el aire fresco y puro, que llenan los pulmones y el espíritu
bio, en la caza mayor no se puede confundir la huella de de esperanzas cinegéticas para el día que empieza. No
un elefante con la de un rinoceronte, o la de un león con pasa media hora sin que se descubra alguna especie de
la de un leopardo; pero tiene a su favor el gran atractivo la abundante fauna: francolines, huilotas, codornices, ga-
del peligro para el cazador que va en busca de las fuertes llinas de Guinea, un dik-dik que nos salta como liebre a
emociones. El cazador que va a cualquier parte de África, 10 metros de distancia, una partida de “thomis” moviendo
estará obligado a contratar un guía profesional registrado alegre e incesante su cola, y así sucesivamente.
como tal y con licencia del Departamento de Caza. Esta Salió a escena un grupo de jirafas del tipo común. ¡Qué
medida se ha tomado no para proteger la vida del visitan- bello espectáculo! ¡Qué señorío y qué arte de estos ele-
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Mi primera pieza
cobrada en África:
una gacela de Grant.
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gantes animales, que en mi diario merecieron el título de que en el cine presentan las cebras como una presa tan
Ladíes del reino africano! fácil que me tranquilicé un poco. Empezó la caminata y
—Oye Bill, ¿por qué no les tiramos? media hora después nos encontramos a 250 metros de las
—Está prohibido —contestó—. Se necesita un permiso cebras, pero ya nos habían descubierto. Todas veían para
del District Commisíoner de Garissa. Cuando pasemos por donde estábamos, cosa natural en un animal silvestre. Me
ese pueblo trataremos de obtenerlo. adelanté un poco y con los binoculares seleccioné la que
—Pero, ¿no tenemos ya licencia general? me pareció la mejor del grupo. Dicha selección estriba en
—En efecto, la tenemos, pero un D. C. —Comisario que el animal tenga la piel más bonita, fondo muy blanco
de Distrito, que en tiempos del coloniaje inglés tenían fa- con rayas muy negras, Las jovenes tienen las rayas cafés
cultades y mando semejantes a las de un gobernador de y las que están viejas tienen rayones, cicatrices dejadas
Estado—, es soberano, y a éste de Garissa le simpatizan por las zarpas de un león al perseguir a su víctima que no
mucho las jirafas y las protege; no permite que se cacen, logró abatir en su veloz carrera por salvar la vida. La cebra
aunque el cazador, como en tu caso, tenga una licencia es un animal muy matrero, difícil de arrimarse a menos de
general. 200 metros. Siempre anda en grupo, lo cual, dificulta más
Seguimos adelante. El campo estaba verde, fresco, la situación, porque si el tiro no fue bien colocado huye
apetitoso, y yo movía incesantemente la vista a todas confundiéndose con sus compañeras, haciendo punto me-
lados tratando de descubrir algún animal que ameritara nos que imposible un segundo disparo. Habrá que seguir
cazar. No tardamos mucho en descubrir una manada de al animal herido hasta que se separe de la manada para
cebras que con los binoculares, por la distancia, más bien poder rematarlo. Hay casos en que tendrá que caminarse
parecían caballos tordillos, es decir, se veían blancos. todo un día, dependiendo de la gravedad de la herida. Se-
En el carro de caza estaba dispuesto una especie de guramente, el lector sabrá lo que significa la tediosa tarea
armero, de tal modo que rápidamente podía tomar cual- de seguir a un animal “panceado”. Afortunadamente no me
quiera de mis rifles.”i .30-06!” —gritó Bill—, posesionán- ví en ese caso. Medio nervioso me arrimé, seleccioné la
dose de su carácter de cazador blanco. Bebi, un portador pieza, apunté a los hombros y disparé. Oí el impacto de la
de armas, revisó y puso inmediatamente un rifle en mis bala y el animal corrió, pero sentí gran alegría al verlo caer
manos ya cargado; pero siempre, por sistema, antes de después de correr unos 40 metros; seguí apuntando con la
empezar a caminar reviso personalmente el arma que he mira de mi rifle por si se levantaba, para poder hacer un se-
de usar. Así lo hice. gundo disparo con más o menos efectividad. Esta práctica
—Aquí dejamos el carro, indicó Bill, y que Bebi nos la he seguido siempre porque resulta muy razonable, con-
siga a distancia con tu rifle .465, “por si las moscas”, pues traria al sistema de algunos cazadores que después del
nunca sabe uno lo que pueda ocurrir una vez que se em- primer disparo, si el animal cae, aunque sea de rodillas, co-
pieza a caminar ni el animal que inesperadamente pueda rren hacia él, cuando muchas veces sucede que si el lugar
surgir de cualquier parte. del impacto no fue vital, el animal se recupera, se levanta
Me sentía inseguro, dudoso, recordaba lo mal que lo y corre. Entonces, el cazador, agitado por su precipitación,
había hecho el primer día de caza; pero recordaba también altera su pulso y la respiración, y en esas condiciones, lo
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más seguro es que hará disparos con pocas probabilida- Al otro día, a las cinco de la mañana, me despertó una
des de hacer blanco. En mi concepto, después del primer voz que decía:
tiro, es mejor seguir con la mira fija sobre el animal hasta —Yambo Bwana, Chai.
estar más o menos cierto de que el disparo resultó bien Brinqué de la cama sorprendido; enredándome en el
colocado y la pieza no se levantará, y si lo hace, surgirá el pabellón contra los moscos cuando trataba de alcanzar mi
preciso momento de hacer el segundo tiro, con buen pulso rifle. El hombre que había hablado dio un grito y después
y respiración normal. se oyó el ruido de algo que caía al suelo. Ya con el rifle en
Esta vez mi actuación me infundió confianza para me- la mano y cortando cartucho, salí de la tienda con evidente
jorar mis tiros en los siguientes días. Aquella noche, nues- temor, decidido a echar bala, pues, seguramente, pensa-
tro cocinero Matteka nos preparó una gran cena con sopa ba: “son los Mau-Mau que nos asaltan”.
de gacela de Grant y un exquisito guisado de francolín. A esa hora todavía estaba oscura la mañana, y poco
Más tarde, tuvimos un concierto de histéricas carcajadas faltó para que cometiera un asesinato al toparme con un
de hienas, acompañadas por los aullidos de chacales. Es- negro, a quien a tiempo reconocí como mi ayuda de cáma-
tas serenatas, que por cierto me gustan, habían de repe- ra (en los safaris africanos todo cazador tiene un sirviente
tirse durante casi todo nuestro safari, noche tras noche, a que se ocupa del aseo en general, ropa limpia, baño, etc.).
tal grado que hubiera extrañado si alguna vez nos faltaban Solté dos o tres palabrotas en español (son más sonoras
a la cita. La lógica presencia de estos animales se debe que en otro idioma), y el pobre, sin entenderlas, se quedó
al olor de la carne muerta. Los atrae y esperan a que se inmóvil y mudo.
levante el campamento para aprovechar los desperdicios. Sucede que es costumbre en los campamentos que un
A ellos y a los buitres se les llama, con razón, los barrende- negro, el valet o el boy como allá los llaman, despierte a su
ros de los campos y las selvas; son cobardes, pero cuan- jefe todas las mañanas con una taza de té, costumbre muy
do una hiena está muy hambrienta, se atreve a invadir un inglesa. Obedeciendo estas órdenes el sirviente me llevó
campamento. el té y pronunció, para despertarme, la consabida frase de
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Al aproximarnos encontré que el segundo tiro había ría. Lo mismo le estaba errando a los animales pequeños
atravesado el pescuezo, pero un poco bajo, y el tercero como a los grandes, no obstante que este día había estado
dio en la paleta. El animal me pareció enorme. Sus muy sereno al disparar.
buenos cuernos que acababan en agudas puntas de marfil El 4 de enero, siguiendo la costumbre, salimos tempra-
midieron 23 pulgadas. Después de tomar algunas fotos, no y como a las 8 de la mañana descubrimos una manada
nuestros desolladores que no cabían de gusto pensando de wildebeast, antílope que abunda, de cierto parecido a
en la comilona que darían ese día, se entregaron conten- un torete con cuartos traseros muy caídos. Este animal no
tos, hasta cantando como unos chiquillos, a la tarea de me dio mayor trabajo abatirlo con dos tiros a 200 metros.
quitar al copina a mi tercera víctima. Luego nos servimos de este bicho como carnada para leo-
De regreso al campamento vimos otra vez avestruces, nes, y valiéndonos de un cable lo arrastramos por un lar-
jirafas, gerenuk, wildebeast, etc. ¡Un paraíso! Es un placer go tramo, haciendo un círculo en medio del cual había un
ver todos los días tanto animal en un ambiente de libertad, árbol grande donde lo colgamos a conveniente altura para
de sol y abundante comida, sin tener que trabajar ni pagar evitar que las hienas, que siempre aparecen como por en-
impuestos y obedecer órdenes. Son más libres que un be- canto, se lo acabaran antes de llegar los leones.
duino. En mi diario anoté este bonito día de caza, aunque En ese día fue todo lo que cacé. De regreso al campa-
distaba mucho de sentirme satisfecho con mi mala punte- mento vi los primeros rinocerontes, pero resolví no seguir-
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gado, de Toluca, y otros más. Según las pláticas de Bill, to- mal marrullero, cobarde, de finísimo olfato, que huele la
dos los cazadores tuvieron puntos buenos y malos. Lógico carroña a gran distancia y parece tener la inteligencia de
y natural, fallas que todos tenemos en cualquier deporte, seguir al cazador o al león que algo le dejarán que comer
no sólo los que somos aficionados sino también los profe- —como las gaviotas y los tiburones que suelen seguir a las
sionales. No creo que exista un solo veterano cazador que embarcaciones en el mar—.Al minuto de haberse mata-
no haya errado el tiro alguna vez en su vida, o dejado, muy do un animal, aparecen como por encanto. Hay veces que
a su pesar, un animal herido en la selva, o que no haya son tan atrevidas —no valientes—, que una manada suele
cometido errores en alguna forma. atacar a un león, si éste es ya muy viejo, está enfermo o se
Como no soy una excepción, por ética deportiva, pre- encuentra mal herido, incapaz de defenderse. Sus mandí-
fiero narrar hechos exitosos. (Aunque conservo en mi ar- bulas son tan poderosas, que son capaces de romper un
chivo documentaciones tan preciosas como la cacería re- brazo de una tarascada.
latada hora por hora, día por día y error por error que el El pasto era alto; sólo se veía la cabeza, el cuello y
famoso cazador y articulista Jack O’Connor cometió en su parté del lomo. Tres tiros a pie firme fueron suficientes para
shikar de 1955 en la India. El relato en cuestión está escrito liquidar las dos piezas. Ordené a los desolladores que qui-
por Mukerji, guía de O’Connor, consta de 20 páginas y es taran la copina de una, obedeciéndome de muy mala gana.
divertido leerlo si se compara con el artículo escrito en el ¡Y a fe que tenían razón de no querer tocar esas cochi-
Outdoor Life, de noviembre de 1955.) El mencionar lo an- nas bestias!, porque al acercarme hasta se me enchinó el
terior no lleva un espíritu de crítica, sino el consuelo para pellejo al observar esos ojos vacíos, saltones, ígneos, sin
cuando los principiantes cometan un error. expresión, más propios de un demonio o de un condenado
Pero volvamos a mi carnada para leones. Aquella no- sacado del fondo del infierno. Haciendo mil gestos, rechi-
che dormí feliz, arrullado por la ineludible serenata de las nando los dientes y maldiciendo su oficio y a su bwana que
hienas. Al día siguiente, temprano, fuimos a ver la carnada, los obligaba a ese sucio trabajo, los dos peladores termina-
pero no hubo suerte con los leones; ahí estaban las hienas ron su tarea. Un refresco fue su recompensa.
y, aunque es un animal que me repugna, pensé que no Transcurría el séptimo día del safari. Decididamente mi
estaría mal llevarme una piel para mi colección. Resolví puntería iba mejorando; un tiro de frente a 200 metros dio
tirarle a un par que estaban a buena distancia, eran del buena cuenta de una gacela de Thomson, simpático ani-
tipo moteado, mucho más grande que las rayadas que se malito que nunca deja de mover su cola como un rehilete,
ven tanto en África como en la India. La hiena es un ani- y que por ello se distingue con facilidad. Cariñosamente se
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le llama “thomi”; es una de las especies más abundantes. gacela corría y se atravesaba a unos 200 metros cuando
Se le encuentra en grandes manadas en las llanuras de la disparé el primer tiro que fue bajo, pero el segundo dio en
mayor parte de África Oriental. Su carne es deliciosa. el codillo, cayendo el animal como una liebre. Por suerte la
Anoche, con gran alegría, oí rugidos de leones muy acción fue filmada por Jack nuestro fotógrafo y salió muy
cerca de nuestro campamento. Clareando el día salimos aceptable. En efecto ya estaba tirando en mejor forma.
en busca de las huellas que encontramos a escasos 100
metros. Habían ido a beber agua en un charco cercano;
seguimos el rastro, pero no los encontramos. Continuamos
campeando todo el día, bebiendo el placer de la inquie- * Debe saber el lector que en esa época, en África no se per-
tud y sensaciones que continuamente nos brinda África, mitía tirarle a un animal que estuviera corriendo, a menos que
estuviese herido. El motivo o razón es evitar “pancear” un ani-
ya sea en campo abierto o en la selva, porque nunca sabe
mal al que, después, ajustándose al reglamento de caza deberá
uno en qué momento le saltará al paso cualquier animal seguirse hasta conseguir rematarlo, lo cual bien puede, llevar-
peligroso o inofensivo. Esa mañana, a falta de leones, otro se todo el día. Sí se abandona el animal herido, será un punto
“thomi” fue la víctima. Me regocijé un buen rato, porque le malo y reprochable en la cartilla del cazador blanco. Yo estoy
tiré al estilo México, es decir, dándole gusto al dedo como de acuerdo en ello, porque hay más sabor, habilidad y arte en
cuando se venadea de loma a loma con la pieza a toda ca- el acecho que pone al cazador a 100 metros de la pieza, que un
buen tiro a 400 metros.
rrera, *sólo que en vez de loma me tocó terreno plano. La
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carecen totalmente del sentido del ritmo que el negro lleva en sus manos.
en la sangre, y la sangre es el corazón. La filmación resultó aceptable; de vez en cuando vuel-
Terminó esa parte del espectáculo y siguieron los hom- vo a disfrutar en la pantalla este grato recuerdo.
bres, con una sucesión de ejercicios acrobáticos, desa-
rrollando tal agilidad que me dejaron pasmado. Cada uno Campamento en Bura
trataba de superar al anterior en su número, haciendo pro-
digios en el aire. La exhibición, que duró dos horas, me Nuestro segundo campamento estaba en uno de los
dejó más que satisfecho; pedí a Bill que ajustara el pago. lugares más bellos, que por cierto lleva el curioso nombre
Este llamó al jefe de la aldea y después del regateo con- de Bura, igual que el nombre de nuestros magníficos cérvi-
vinieron en 90 chelines, equivalentes, en aquella época, a dos de Sonora; denominados buras o buros.
unos 140 pesos mexicanos. Paramos en las márgenes del río Tana, de corriente
Mientras nos preparábamos a seguir nuestro viaje, vol- permanente. Nace en el Monte Kenya y desemboca en Ki-
teé a ver todo el grupo de danzantes, hombres y mujeres, pini, en el Océano Índico, a unos 200 kilómetros al norte
que estaban en circulo. de Mombasa. En la parte que acampamos; el río tiene una
—¿Qué es lo que hacen ahora? —pregunté a Bill. anchura de unos 200 metros y sus márgenes se adornan
—Con el dinero que les diste compraron de inmediato con abundantes platanares que tanto gustan a los elefan-
dos vacas, una para las mujeres y la otra para los hom- tes. Todos los días por la tarde, después del trajín, disfru-
bres. Ya las mataron y las están destazando para hacer el tábamos con placer ese espectáculo, ya que no del agua
reparto. debido a la abundancia de cocodrilos.
—¿No sería mejor que se compraran alguna ropa que A la mañana siguiente salimos en busca de tembos,
cubriera su desnudez? como se llama en swahili a los elefantes. No tardamos en
—No seas. .. tarugo. Para esta gente la carne es una descubrir las primeras huellas. Qué enormes me parecie-
golosina insuperable y en ella gastan cuanto centavo cae ron y ¡qué grandes también las defecaciones! Sentí gran
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El autor en busca
de elefantes.
emoción e inquietud al recordar lo peligroso que es este batalla de Heráclea contra Roma. Alejandro el Grande los
inteligente paquidermo. Más tarde, corroboré el respeto empleó en sus batallas de conquista en Asia, llevándolos
que le tienen los cazadores blancos quienes, con sobrada de la India hasta Alejandría; Aníbal los trasladó de Cartago
razón, lo consideran el rey de la selva, aunque su cabezota a España por mar, y de ésta se dirigió a atacar Roma. En
no tenga la bella melena que adorna la majestad del león. Cartago, uno de los castigos era echar los penados a los
Debo advertir al lector que hasta ahora, según sé, el ele- elefantes, matadores de hombres, bestias amaestradas
fante africano no ha sido domesticado; en cambio, a su dó- para ese objeto. De manera que los tres conquistadores
cil pariente, el elefante asiático, lo hemos visto actuar con usaron en las batallas elefantes asiáticos. De la India fue-
suma maestría en los circos, así como desempeñar arduas ron llevados a Alejandría, de ésta a Cartago y de ahí a
tareas de trabajo en los campos de Asia. Nunca se ha visto España. Alejandría y Cartago están en África; de ahí que
trabajar, ya sea en circos o en el campo, a un elefante afri- algunos escritores suponen que los elefantes menciona-
cano (no es tan tonto). Este enorme animal, de prodigiosa dos eran africanos, pero no hay lugar a discusión.
memoria, cuando es adulto pesa de cinco a seis toneladas, El elefante debe cazarse a una distancia no mayor
puede caminar hasta 100 kilómetros en un día, y es tan de 20 metros y apuntarle al cerebro solamente, cuando el
resistente al plomo que sólo hiriéndole en el cerebro pue- animal esté parado, quieto; de lo contrario, será mejor y
de caer de un solo balazo, siempre y cuando la bala sea más seguro tirar al corazón. Si el disparo es al cerebro,
de alto poder, pues si el disparo se hace con la bestia de debe tenerse conocimiento de su anatomía para calcular
frente, la bala tiene que penetrar no menos de 12 pulgadas el ángulo de tiro. Después de esto se requiere buen pulso
en la osamenta para llegar al cerebro. Una bala de punta y serenidad. Asimismo, el cazador deberá tener en cuenta
suave no serviría, pues no tiene la suficiente penetración. la dirección del aire para el caso de una retirada precipita-
Además, el tiro al cerebro deberá ser muy preciso, porque da, pues si yerra el tiro y el elefante se le echa encima, la
aunque la cabeza es enorme, el área para hacer blanco única posibilidad de salvarse es correr “cortando el aire”.
es muy reducida; ya sea de frente o lateralmente apenas Recuérdese que los elefantes tienen mala vista, pero su
mide unas seis pulgadas de diámetro, el resto es hueso fino olfato les es de gran utilidad. O bien, si está usando un
muy resistente y masivo, necesario para soportar el peso rifle de dos cañones, hacer un segundo disparo con mu-
de sus grandes colmillos. La parte superior del cráneo sólo cha suerte, porque ya para entonces el elefante estará en
contiene aire. movimiento y habrá muy pocas probabilidades de un tiro
Los elefantes que utilizaron en las guerras Alejandro, certero al cerebro. Será mejor que su segundo tiro lo dirija
Pirro y Aníbal procedían de la India. Pirro los usó en la al corazón. Por otra parte si corre en línea recta, el gigan-
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tesco paquidermo lo alcanzará en un santiamén porque es verlos pasar y filmé un poco el espectáculo. La mañana
más rápido, y si se trepa a un árbol, lo bajará con facilidad. siguiente se nos fue sin ver huellas ni tembos. Las cami-
He hecho estas consideraciones para casos en que se natas eran duras y el calor muy intenso. Sudaba a mares,
enfrenta a un elefante solitario. La cosa se complica más pero el día se alegró un poco cuando descubrimos un par
cuando hay que cazarlo en grupo, como me ocurrió en mi de gerenuk. Para cubrir mi licencia me faltaba uno, que
segundo safari africano. Pero esto lo relataré más adelan- abatí sin dificultad. Un corto acecho, un tiro afortunado al
te. cuello y punto. Pero así como este bonito animal me fue
El 12 de enero vi los primeros gigantes; a mi mente fácil, al otro día me había de tocar un antílope tan difícil,
acudieron los peligros inmersos en la caza de esta gran que me hizo sudar la gota gorda.
bestia que recuerda épocas prehistóricas. Como a las diez
de la mañana nos encontramos con una manada de unos Órix
40 animales, entre hembras, machos y totos (como llaman (Oríx gaclla callotis)
a los críos). El aire nos era favorable. Se me iban los ojos
viendo pasar tantas moles de carne, hueso y marfil. Pensé A las 5.30 a.m. ya estaba despierto; con las manos cru-
si se trataba de una de esas migraciones que de alguna zadas en la nuca pensaba lo que la suerte me depararía
parte de la costa llegan de vacaciones para calmar su sed ese día, cuando me despertó el sirviente con el té de rigor.
en el anchuroso río Tana. Me desperté, y después de un jugo de toronja y un abun-
En tan gran manada de elefantes no vimos un solo dante plato de avena nos subimos a la “calandria”.
macho con grandes colmillos. Tuve que conformarme con —¿Qué tienes planeado para cazar hoy? —pregunté a Bill.
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—Elefante —fue la respuesta. el acecho. Nos pareció la cosa tan sencilla que ni siquiera
Hasta las 10.30 de la mañana los buscamos sin éxi- nos llevamos a mi portador de armas. Nos fuimos solos.
to. Pero África Oriental es tan pródiga en la cacería que Bill iba adelante y yo le seguía en fila india.
cuando va uno por primera vez, dispuesto a tirarle a cuanto Agachándonos y cubriéndonos con los huizaches
bicho se le pare enfrente, para regresar a casa con una y matorrales pudimos aproximarnos hasta 300 metros.
buena colección de especies, muy pocos días volverá el Nuestro propósito era colocarnos a 100 para asegurar la
cazador al campamento con las manos vacías, desquitán- pieza.
dose así del alto costo de los safaris. El lector puede pensar que 300 metros no es mucha
A las 11, descubrí con los binoculares un par de ani- distancia para tirar a un antílope del tamaño de un órix,
males parados bajo la sombra de unos arbustos: eran un que bien pesa 160 kilos. Es frecuente tirarle a la cabra y al
órix y un antílope de Hunter, dos importantes especies de borrego silvestre a mayores distancias, pero precisamente
la fauna africana. Tomó Bill sus prismáticos, y después de el sabor de la caza, y muy particularmente en África, está
echarles un vistazo me dijo que los dos animales eran ma- en el acecho: aproximarse lo más posible al animal y aba-
chos y con buenos cuernos. Debe saber el lector que los tirlo limpiamente de un tiro bien colocado. De esta manera
órix, tanto el macho como la hembra, tienen cuernos, y a la se pone a prueba la habilidad del cazador, sin exponerse a
distancia sólo se distingue el sexo por la mayor corpulencia herir la pieza y perseguirla durante horas para, tal vez, aca-
del macho y los cuernos que siempre son más gruesos, bar por abandonarla perdiéndose un buen trofeo y deján-
Estudiamos desde luego el acecho, que al principio me pa- donos un sabor a cobre en la boca y pena en el corazón.
reció fácil. El terreno era plano, salpicado de matorrales y Es mucho más satisfactorio -recuerdo inolvidable-, doblar
huizaches. El sol estaba ya alto y el calor era sofocante. un animal con un buen tiro a 100 metros después de un di-
Revisé mi .30-06, con los binoculares al cuello, me fajé al fícil acecho, que obtener el mismo éxito con un tiro incierto
cinto una cartuchera de diez tiros y ¡listo! Con Bill iniciamos a 400 metros.
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Esto último es como recibir un beso a control remoto. fante. No había algo donde apoyar el rifle para asegurar
Pues bien, cuando estábamos a 300 metros los dos antílo- más el tiro. Temía que otra vez se me fuera la pieza.
pes nos vieron o sintieron, porque primero corrió el antílo- Jadeando, con la lengua hasta el pecho y esperando un
pe de Hunter y luego el órix. milagro, me dispuse a tirar rodilla en tierra. El animal esta-
Para entonces ya empezaba yo a sudar. Sin dirigirnos ba atravesado. Traté de fijar el grano del rifle en la paletilla,
una palabra, continuamos caminando en la dirección toma- pero mi estado de agitación era tal, que la mira bailaba
da por los dos animales, que ya estaban fuera de la vista. arriba y abajo del cuerpo del órix, menos donde me propo-
Una hora más tarde sudaba a chorros, estaba arrepentidí- nía. Contuve un instante la respiración y oprimí el gatillo.
simo de no haber llevado agua. Tuve que conformarme con En lugar de oír el esperado impacto de la bala, oí a lo lejos
un limón, que en los safaris acostumbro llevar en la bolsa. el silbido de ésta como cuando se ha rozado una roca.
A falta de limón es bueno una piedrecita en la boca para Comprendí que había errado limpiamente. El órix corrió y
hacer funcionar más activamente las glándulas salivales. desapareció en la maleza.
En ese momento volvimos a ver al órix. Tomamos más Sin embargo, por mera costumbre en cacería, fuimos
cuidado en el acecho; cubriéndonos con los matorrales y a inspeccionar aquel lugar en que había estado el antílo-
sinuosidades del terreno primero, y después caminando en pe cuando le disparé. No encontramos rastro de sangre.
cuclillas con el rifle cruzado en las piernas, nos acercamos Seguimos la huella y ¡cuál no sería mi alegría y sorpresa
poco a poco. al descubrir, después de caminar unos 100 metros, al órix
¿Alguna vez, lector, has probado caminar en cuclillas, bien muerto! ¡Qué satisfacción sentí en ese momento!
digamos, siquiera unos 100 metros? Pues hazlo por curio- —Oye, pues ¿adónde le apuntaste? —preguntó Bill.
sidad a pleno sol y con temperatura de 40 grados centígra- —Al pescuezo, menso, ¿qué no ves el tiro? —contes-
dos y verás que tiene su gracia, y si además pasaste ya de té.
los 40 años, tiene más gracia todavía. La verdad es que, dadas las condiciones en que dis-
Ya no pretendía los 100 metros, me conformaba con paré, fue una casualidad. La bala atravesó el pescuezo y
150. Ya estaba casi a tiro cuando el antílope, ya avisado, siguió, por eso la había oído silbar. Se realizó el milagro.
emprendió la carrera. ¡Qué desaliento! “Pero si esos ani- Dejamos el antílope para regresar por él en el carro
males son más desconfiados que un banquero”, dije a Bill. de caza. Al llegar a éste lo primero que hizo el fotógrafo
Creí que dejaríamos la cosa por la paz, pero mi guía es un fue tomar una instantánea que cada vez que la miro, me
australiano muy terco, y también por mi parte, ya picado, recuerda a ese endemoniado órix que tanto trabajo me dio.
seguimos adelante tras la huella. El calor era insoportable En la foto se pueden observar dos cosas; la camisola em-
a mediodía y sabíamos que el bicho pronto buscaría una papada de sudor, pegada a mi cuerpo y la cara sonriente
sombra para echarse. Pero el animal tenía el diablo, por- y feliz del cazador. El cansancio había quedado con el órix
que hubimos de caminar otra hora, sudando, con la boca muerto.
más seca que una lija y sin agua. Volvimos a verlo. Otra No obstante la fama de que goza el río Tana por la
vez tuvimos que caminar no menos de 200 metros, en cu- abundancia de elefantes que llegan a beber en sus aguas,
clillas y a ratos de rodillas, para variar. Ya no podía ni con nosotros seguíamos sin suerte. Vimos muchas huellas,
mi alma. Todo me estorbaba, rifle, binoculares, cartuchos, enormes y abundantes defecaciones por todos lados, pero
todo pesaba el doble, y ¡qué calor! El sudor me escurría a ni un rastro fresco que invitara a seguirse. Con excepción
chorros por todos lados: de la frente a las cejas, y de és- de aquella manada que observamos el primer día cerca
tas a las pestañas haciéndome ver borroso el panorama. del campamento, no vimos más. Un elefante con grandes
Los anteojos solares se opacaban con el vapor producido y pesados colmillos no es fácil de encontrar, pero eso no
por el sudor. De muy buena gana hubiera abandonado el fue motivo para impacientarme.
acecho, pero pudo más mi afición y mi amor propio ante Nota en mi Diario: El 15 de enero nos levantamos
ese animal y ante aquel australiano, flaco y seco como ‘un como de costumbre muy temprano, en busca de elefan-
charal, que no tenía nada que sudar. tes. Me doy cuenta que me he familiarizado mucho con el
No había remedio; otra chupadita al limón y ¡a caminar, ambiente de África. Mi vista ha aprendido a descubrir con
como los peregrinos que van a pagar una manda a San rapidez la silueta de los animales a distancia. En cuanto a
Juan de los Lagos, haciendo largas caminatas, martirizan- huellas, ya me es fácil descubrir algunas desde la calan-
do su cuerpo lleno de cilicios! dria, cuando ésta corre despacio a campo traviesa. Pronto
Por fin logré arrimarme a unos 150 metros. Estaba tan estoy adquiriendo buena experiencia.
agitado que no creí pudiera hacer blanco ni sobre un ele- Ese día aprendí a no confiar la seguridad de mi propia
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binoculares podíamos calcular el peso aproximado. En eso nen nerviosos, corren del peligro y yerran los tiros. Desde
nos concentrábamos, cuando inesperadamente el elefante luego que también suelen ser valientes, pero no temera-
dio unos cuantos pasos violentos al frente, como si iniciara rios, porque eso es una estupidez.
una carga; Bill por su lado y yo por el mío echamos a correr Bill, que estaba catalogado como uno de los mejores
como alma que lleva el diablo. Después de unos 50 metros cazadores profesionales, ni siquiera se acordó de decirme
me paré y volví la cabeza. El elefante no había dado un ¡córrele!, en aquel momento que creímos peligroso.
paso más. Pronto descubrí a Bill, de no sé dónde venía a Tristones, regresamos donde estaba la “calandria” y nos
reunirse conmigo, pero a los dos negros parecía que se fuimos en dirección a un rumbo donde alguien le dijo a Bill
los había tragado la tierra. ¡Así es el respeto que infunde que tal vez encontraríamos el antílope de Hunter, especie
el elefante cuando da un paso al frente con las orejas y la rara y escasa, próxima a la extinción.
trompa echadas hacia delante!
Ya completamente al descubierto vimos que los colmi- El raro antílope de Hunter
llos del paquidermo no pesarían más de unos 30 kilos por
lado, y yo los quería de más de 50. Nos alejamos. Según me informaron, este antílope sólo se encuentra
¡Lástima de rinoceronte y lástima del jabalí a los que no les en un área reducida de Kenya, que era precisamente por
tiré, pero así es la cacería! donde andábamos. Fue algo accidental y de mucha suerte
Buen provecho saqué de ese incidente. Me hizo pen- encontrar uno de estos ejemplares.
sar que en el futuro, en momentos de peligro, sólo debía Después de dejar al elefante anduvimos en el vehiculo
confiar en mis piernas y mi rifle. Es un error suponer que el hasta eso de las 4 p.m. Caminábamos sin rumbo, fuera
cazador blanco es un ángel guardián del cazador amateur. de rodada, a campo traviesa, cuando Bebi, que iba en el
No, querido lector, también ellos le tienen cariño al pellejo, capacete del carro como vigía, dio dos golpes, señal con-
son humanos, cometen errores, sienten el miedo, se po- venida para detenernos porque algún animal estaba a la
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En opinión de los cazadores blancos, el elefante y el búfalo son los dos primeros animales peligrosos de África.
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hace con un trotecito digno y decoroso, pero generalmente pero es tan pobre de vista como el elefante; por ello, el
se deja acercar sin inmutarse. Ese es su punto débil. En cazador puede, con viento favorable, acercarse sin mayor
cambio, cuando tcarga, es tan terrible, decidido y tan rá- dificultad a 20 metros, para asegurar la pieza con un tiro
pido, que se ha calculado que cubre 100 metros en cinco bien colocado.
segundos. El cazador lo sabe, y por eso debe precisar bien Cuando un rinoceronte ataca, un simple rozón de bala
su primer tiro al corazón. lo detiene invariablemente. Da media vuelta, corre un poco
El rinoceronte. Este paquidermo de tonelada y media, para uno u otro lado y muy frecuentemente vuelve a atacar,
con imponentes cuernos, de un corte y aspecto que no en- pero si esto ocurre, ya el cazador tuvo tiempo de estar listo
cajan en nuestro siglo, sería muy temible si no fuera un para su segundo disparo.
payaso farolón que provoca risa. Posee buen oído y olfato, El leopardo. En mi concepto, este peligroso gato no tie-
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ne lado flaco, a no ser su peso, cuyo promedio aproximado y tiene presencia de ánimo. Este fue el caso del famoso
es de 55 kilos; si pesara lo que un león, sería el invencible cazador para museos Carl Akeley, un día del año 1926, en
campeón de todos los félidos. Su olfato, como el de todos que fue atacado por un leopardo hembra de 36 kilos que
los gatos, es más bien pobre; tiene buen oído y vista pro- había herido en una pata. La anécdota dice así;
digiosa. Animal muy valiente y astuto, lucha terriblemente “La tarde moría. Había rastreado a la bestia hasta un
hasta morir; es audaz, y su fuerza, considerando kilo por pequeño islote en un río. No era más que una pequeña
kilo, no la igualan el león o el tigre de Bengala. Herido, sombra obscura cuando la descubrí a no más de 27 me-
siempre ataca, y lo hace tan inesperada y velozmente, que tros. Disparé. Se me echó encima y en un instante tenía yo
no da tiempo al cazador ni de encarar su rifle. Sin embar- en mis brazos a un demonio que me mordía y clavaba sus
go, el hombre tiene posibilidad de salvarse, si es fuerte garras. Tenía clavadas sus mandíbulas en la parte superior
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—Pues ... , rumbo a la costa del Océano índico, cerca y un niño de 7 años, en dos camellos y cuatro vacas car-
de la frontera con la Somalia Italiana. —Pues vamos, que gaban una tienda y todos sus pobres menesteres. Todos
no en balde hemos recorrido medio mundo. caminaban a pie. Los interrogó uno de nuestros negros
—No te arrepentirás —continuó—, aunque no conozco que entendía su dialecto; íbamos en buena dirección hacia
el lugar, sé que hace por lo menos seis años que ningún la costa del Océano índico, a nuestro destino; pero ellos
cazador se ha aventurado por aquellos rumbos. llevaban dos días de camino sin tomar un trago de agua.
Cuando todo estuvo listo, nos subimos al vehículo y Lo único que buscaban esos miserables era encontrar, no
emprendimos el viaje seguidos del camión de cinco tonela- importaba el lugar, un charco de agua donde establecerse
das que cargaba con el campamento y nuestros 17 negros. por algún tiempo. ¡Pobre gente! El esquelético chamaqui-
Todo ese día seguimos rumbo al este, por una extensa lla- to, de semblante triste como el de un huérfano pobre, me
nura de altos pastizales; zona completamente desértica, conmovió. Traté de alegrarlo dándole unos chocolates y
sin agua, sin animales ni aldeas o chozas. Nos oscureció, suficiente agua con la que todos calmaron su sed. El niño
y tuvimos que dormir a campo raso. ¡Noche negra y silen- no sonrió ni me dio las gracias, simplemente tomó lo que le
ciosa cubierta por un cielo bajo, tachonado de estrellas! ofrecí.
Esa noche no dormí muy tranquilo. Era la segunda que Se fue el día sin detenernos más que el tiempo nece-
pasábamos a campo abierto, sin tienda. Antes de cenar, la sario para almorzar. Ya entrada la tarde el panorama cam-
plática había versado sobre la audacia de las repugnan- bió: la vegetación era diferente, aunque el terreno seguía
tes y hambrientas hienas que, en ocasiones, se atreven plano y desértico.
a penetrar en los campamentos atacando a mordiscos al Empezamos a descubrir las primeras defecaciones y
cazador dormido. Tal vez sea cierto, pues acabo de leer huellas de elefantes. Se alegró mi corazón, aunque me
una noticia en la prensa del 19 de mayo de 1961, que en preocupaba la ausencia de agua. Sin embargo, bien sabía
la India las hienas habían atacado y devorado a 12 niños, yo que el elefante no se aleja del agua más de 15 a 20 km.
que a causa del intenso calor, dormían fuera de sus casas. Más adelante, el terreno se volvió boscoso, parecido a al-
En cuanto clareó el alba tomamos un té y continuamos guna de las huastecas de México; sólo que donde íbamos,
nuestro camino. No había brecha o algo parecido; más que toda la vegetación era de espinos, incluyendo las típicas
una cacería, aquello parecía una expedición. acacias y los desgarradores wait-a-bit (espinos que llamá-
Como a las 10 a.m. nos encontramos a unos somalíes bamos “uñas de gato” o “espérame tantito”).
de aspecto nómada, que seguramente se mudaban de lu- Finalmente, ya pardeando la tarde, llegamos a una
gar. El cuadro era impresionante: dos hombres, una mujer pequeña aldea, integrada por unas cuantas chozas y un
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charco de agua achocolatada, que era la única fuente de gunda tanda. De todos modos seguiríamos juntos en los
vida de sus pobladores. huelleos.
Después de cambiar algunas palabras con los nativos Después de una hora y media de dura y rápida camina-
del lugar, nuestro cazador blanco llegó a la conclusión de ta, bajo un sol calcinante y esa maldita “uña de gato” que a
que ese era el sitio para acampar y buscar los elefantes. cada paso pinchaba nuestras carnes y nos hacía detener
De todos los campamentos, éste fue para mí el de as- para desengancharnos, encontramos los primeros excre-
pecto más triste y desolado. mentos, muy grandes; exteriormente presentaban ya la
Armamos nuestras tiendas bajo una gran acacia; nues- oxidación característica debido a los efectos del sol, pero
tro magnífico cocinero Matteka tuvo que conformarse con al partirlas, por dentro estaban brillantes, amarillas, oloro-
instalar la cocina en un chaparral que apenas la protegía sas y un poco tibias. ¡Qué entusiasmo sentimos todos!
del sol. No hacía más de media hora que ese elefante había
Lo primero que hice fue decirle a Bill: hecho allí “su gracia” y, parecerá exageración, pero tratán-
—Oye, aunque tenemos un buen filtro, te advierto que dose de heces, el cazador experimenta tal placer y gusto
no tomaré agua de ese charco sucio. con el aspecto y el olor que denuncian la proximidad o le-
—No te preocupes —contestó—, todavía tenemos dos janía del animal, que de habérsele ocurrido a R. Kipling,
tambos llenos de agua muy limpia que traemos desde Ga- seguramente hubiera escrito un poema sobre el tema. En
rissa. efecto, el cazador no tiene empacho en partir y palpar los
—Bien, pues hay que cuidarla y reservarla para noso- excrementos de los animales para conocer su frescura y
tros. determinar cuánto tiempo atrás fueron efectuadas. Se diría
Enero 19. Tomamos el té a las 6 a.m. y acto seguido nos que se adelanta, saboreando en sus manos la pieza con la
subimos a la calandria en busca de elefantes. No tardamos que se enfrentará en horas o minutos. Ciertamente, el me-
en encontrar huellas en abundancia, pero ninguna impor- jor indicio de la proximidad de un animal no es la huella de
tante. la pezuña, sino el estiércol, que constituye un libro abierto
En Lein, que así se llama el lugar de nuestro campa- para el cazador experimentado.
mento, no hay más animales silvestres que los elefantes. Caminando en fila india seguíamos atentamente el ras-
Ninguna otra especie vimos en los nueve días que estuvi- tro. A la media hora, encontramos un elefante y luego otro,
mos ahí. pero ninguno de ellos era el ,que seguíamos. Me pareció
Pasó la mañana sin resultado alguno, y regresamos increíble la aparición y desaparición de esos fantasmas
al campamento. Por la tarde, llegó el somalí que encon- que, no obstante su gigantesco volumen y peso, hicieron
tramos en Garissa informándonos, muy emocionado, que en el chaparral menos ruido que un gato sobre una alfom-
había encontrado una enorme huella. Como era la 1 de la bra.
tarde, calculamos que era la hora de la siesta de los paqui- Comprendimos que ya debíamos estar muy cerca; em-
dermos y, seguramente, no se moverían sino hasta las 4 pezamos a probar continuamente la dirección del aire pro-
p.m. del lugar localizado por el huellero. curando tenerlo siempre “pico al viento”. No sé por qué en
De inmediato abordamos el carro y partimos. Al llegar África cambia a cada momento.
al lugar donde encontramos la huella, abandonamos el ca- De repente oímos el fuerte ruido de una rama que se-
rro y empezó el rastreo. El terreno estaba cubierto de una guramente había truncado un elefante: ¡nuestro tembo!
gruesa capa de arena, algo muy parecido a los campos Inmediatamente nos pusimos alerta, dejando a los
del sureste de Angola o de Bechuanaland (hoy República huelleros atrás. Espinosa y Bill se fueron por un lado, y
de Botswana). Entramos en un chaparral muy cerrado, lle- yo por el izquierdo, acompañado de Walter. No podíamos
no de espinos y con un sol que quemaba. La arena hacía localizar al tusker (colmilludo) rondábamos dando semi-
nuestro andar silencioso y muy pesado. círculos. Las manos me sudaban. De pronto, se apareció
El grupo se componía de mi compañero J. L. Espino- frente a mí surgiendo del breñal como por encanto, como
sa y yo, como cazadores amateurs; Bill, como profesional; un espejismo, o como se presenta a veces una lejana
Walter Jones, como auxiliar de Bill en entrenamiento para amistad largo tiempo esperada. Creo que a pesar de su
su carrera de cazador blanco; Jack, el fotógrafo y tres hue- miopía, nos vio porque se paró de golpe. En voz muy baja
lleros. Espinosa llevaba un rifle cuate calibre .470 y yo, mi me dijo Walter: —Freeze —(término del argot cinegético
.465/500 de dos cañones. Al empezar el rastreo, mi com- que significa: “quedarse absolutamente inmóvil”, confun-
pañero y yo echamos un volado, quien ganara, tiraría al diendo de este modo a un animal; de otra manera, con el
primer elefante. Espinosa lo ganó. A mí me tocaría la se- menor movimiento descubre al cazador y lo atacará, o bien
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campamento o al sitio en que el cazador espera, lo guía. diatamente abordamos el carro, media hora después lo
Una vez en el lugar, se estudia la importancia, dimensiones abandonamos para seguir a pie. No habíamos caminado
y edad de la huella. Si en apariencia es buena, se empren- una hora, cuando encontramos otro huellero con la noticia
de el rastreo hasta encontrar al paquidermo. Sólo enton- de otra buena huella. Mi plan estaba dando resultado.
ces, se sabrá si sus colmillos son aceptables. En mi safari Bill, que sabía varios dialectos, habló un buen rato con
de Angola encontré una huella que midió 61 centímetros los dos nativos y resolvió que siguiéramos la señalada por
de diámetro. el primero.
Aun siguiendo este sistema, son muchas las largas, Dirigiéndose a mí, preguntó: “¿Listo para una larga ca-
fatigosas e inútiles caminatas que tendrá que aguantar el minata?”
cazador, antes de encontrarse con su deseado trofeo de —Desde luego, hombre, caminaré todo el día si es ne-
caza. cesario —respondí.
Uno de los huelleros regresó al campamento a las 9 Caminamos otras dos horas bajo un sol inclemente,
a.m. con la noticia de haber encontrado un rastro. Inme- sofocante, sobre un terreno arenoso y pesado, pero casi
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plano. Acacias, arbustos, espinos, breña y otros variados más o menos al elefante, pero al probar la dirección del
árboles componían la flora del lugar. Ni el calor ni la ca- viento, nos dimos cuenta que era desfavorable. No debía-
minata me importaban, no sentía el cansancio. Siete días mos seguir en línea recta, tendríamos que dar medios cír-
había esperado ese momento. culos para cortar el viento y buscarlo hasta toparnos con él.
Caminábamos todo el grupo en fila india. Sólo nos de- La maleza era sumamente cerrada, no veíamos a más de
teníamos para examinar alguna huella que ocasionalmen- 15 metros. Si el tembo nos venteaba o nos oía, ¡adiós mi
te se cruzaba con la que seguíamos. El monte era cada elefante! Sólo podíamos guiarnos por el ruido de las ramas
vez más denso y nos obligaba a ir más despacio. Se detu- que quebraba, o por el ruido de sus intestinos, increíble-
vo Bill: unas heces muy frescas, que todos examinamos, mente sonoro en el proceso de la digestión.
denunciaban la proximidad del tembo. Estaba brillante y Por fin, después de un buen rato de caminar, procu-
calientita. rando no hacer ruido; logramos verlo un instante, sin poder
Yo observaba y aprendía. Bebi puso en mis manos mi apreciar el grueso y largo de sus colmillos.
rifle cuate cargado con balas sólidas de 480 granos; revisé El corazón me dio un brinco. La situación era por de-
el arma levantando la mira para un tiro corto y seguimos más peligrosa. La bestia seguramente nos había sentido;
caminando. Bill por delante, lo seguía yo y luego el resto el viento cambiaba de dirección con increíble frecuencia
del grupo. Se detuvo Bill para decirme en voz baja: —Es- dificultando más nuestro acecho. Dando vueltas por aquí
pérame aquí, voy a ver si de veras sus colmillos son gran- y por allá, logramos verlo y perderlo dos veces más. El
des. —No tardó en regresar informándome que no había momento era verdaderamente excitante; yo creo que tanto
visto uno, sino tres elefantes, pero que los colmillos del como el que siente el ladrón que roba un banco. Era pro-
mejor no pesarían más de 80 libras por lado, y que él de- bable que hubiera más de un elefante, y este pensamiento
seaba algo mejor para mí. nos hacía voltear para todos lados en aquel laberinto. Mi
Era la hora de la siesta de los elefantes, las 12, y no se lengua seca se me hacía nudo, las manos me sudaban y
moverían durante 4 horas. Por lo tanto, teníamos tiempo el corazón latía a 100 por minuto.
para ir a ver al elefante que había localizado el otro huelle- Bill y yo caminábamos apenas separados unos cinco
ro y estimar el peso de sus colmillos. metros, uno al lado del otro; él, a mi izquierda. De pronto oí
Cuando Bill me exponía el plan a seguir, lo noté fati- mi nombre.
gado; era evidente que no se sentía bien. Se tendió en el —¡Beni ... Beni ... ! —así me llamaba Bill.
suelo. Luego mandó a dos huelleros nativos a localizar al Di un salto a la izquierda, mirando para donde él te-
elefante y nos informaran si los colmillos pasaban de las nía la vista fija, como perro de muestra. De momento sólo
100 libras por lado. Debimos haber ido Bill y yo; los nativos advertí que se movían los huizaches; luego, una enorme
siempre exageran el peso, sólo se guían por el tamaño y cabezota y después, casi todo el cuerpo del gigantesco
olvidan la masividad del marfil y la edad del animal. animal que, a 20 metros, venía de frente derecho adonde
A los 45 minutos, regresó uno de los experimentados estábamos. No sé si sería una carga o simplemente un en-
hue lleros informando que había visto al elefante; era un cuentro accidental frente a frente, pero sí creo que en ese
monstruo que arrastraba los colmillos y que no podía con momento nos vio. Fue cosa de segundos: levantó a trom-
ellos, seguramente era un récord. Aquel nativo gesticula- pa, tendió hacia adelante sus enormes orejas como aspas
ba señalando la medida de los colmillos con 6 antebrazos, de molino holandés y apretó el paso. En ese instante dejé
esto es: seis tantos del codo a la punta de los dedos de un ir mi primer disparo a la cabeza. ¡Qué error! Al recibir el
hombre. impacto, que alcanzó el cerebro, el elefante dio una rápida
Ya se imaginará el lector mi entusiasmo al traducirme media vuelta a su izquierda y recibió mi segundo tiro, que
Bill aquel informe. dirigí al codillo. Luego oí un disparo de Bill cuando ya la
Inmediatamente nos pusimos en marcha, calculando bestia se perdía de vista en la espesura.
que en 20 minutos estaríamos en el lugar. Después de 15, Lo seguimos corriendo a más no poder. En la media
encontramos al otro huellero, quien dijo que el paquidermo hora que siguió, lo vi dos veces, y le disparé 4 tiros. Para
estaba cerca. Bill y yo nos adelantamos. entonces, Bill, Walter, Espinosa y yo íbamos tras del ele-
Es costumbre de los elefantes romper con su trompa fante disparándole. Aquello parecía una revolución contra
una gruesa rama de árbol, para una vez caída, comerse fantasmas o una feria de pueblo, como dijera más tarde mi
las ramitas tiernas; el ruido que produce la rama al que- compañero Espinosa.
brarse, en el silencio de la selva se oye tan fuerte como un Finalmente, el pobre bruto cayó abatido por 11 impac-
disparo de rifle. Eso fue lo que oímos y ayudó a localizar tos. Por si fuera poca mi mala suerte, los colmillos, aunque
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largos, simétricos y bonitos, sólo pesaron 66 y 64 libras ese momento advertí a Bill y a los demás que por ningún
cada uno . motivo aceptaría en el futuro ayuda para abatir mis anima-
Todo salió al revés. Había soñado con un tiro perfecto les, y que no reconocería como mío cualquier animal al
al cerebro en un encuentro como el que tuve con el ele- que otro individuo le disparara.
fante que le correspondía a Espinosa. Tenía confianza en Tenía yo razón. Me sentía mortificado y molesto por la
mi pulso, me sentía seguro y a la hora de la verdad ... , ayuda que no había solicitado para matar mi primer ele-
bueno, las circunstancias fueron adversas, pero reconozco fante. Esto nunca se repitió en mis siguientes safaris, con
que cometí el error de dirigir mi primer tiro al cerebro, en animales peligrosos o no. A partir de esa fecha, siempre,
lugar de hacerlo al corazón, como era lo indicado. Cosas en toda cacería, ha sido mi primera condición para con los
de principiante. guías, lIámenseles cazadores blancos o shikaris no dispa-
De cualquier manera, obtuve buena experiencia de rar sus armas sobre una pieza mía.
este mi primer encuentro con una bestia peligrosa: 1) por- Repito: —¡Jamás he vuelto a echar volados ni de a
que fue emocionante el encuentro; 2) porque a partir de pellizco!
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Cómo se ejecuta la “cacería silenciosa” sus perseguidores. Pero los agudos y finos sentidos tanto
del kudu como del bongo, superan a todos juntos; esas fa-
Se enferma el cazador blanco cultades son las que debe superar la inteligencia y astucia
del hombre, así como su experiencia y conocimiento del
La enfermedad de Bill resultó ser neumonía y malaria. buen cazar. Para el cazador experimentado la mala suerte
Esto alteró todo nuestro plan de caza. Estaría 10 días en es muy relativa, porque él sabe “dónde duermen las huilo-
un hospital de Nairobi. tas”.
Mientras tanto, nos fuimos no muy lejos de Nairobi, Aquí va un ejemplo que considero de útil enseñanza
fungiendo Walter como guía. Buscaríamos el gran kudu, para el cazador principiante:
ese magnífico antílope que tanta guerra había de darme. Supongamos que cuatro individuos emprenden lo que
Pasamos Arusha, el Lago Manyara y acampamos cerca de debe ser una cacería silenciosa. Los cuatro salen sin guías,
M’Bulu, a 480 km de Nairobi. en diferentes direcciones del monte. El primero regresa al
Vimos gran cantidad de animales pero sólo dos kudus campamento sin haber visto ni oído hada. El segundo dice
hembras. Al menos disfrutamos del bellísimo encanto del haber oído, una o dos veces, el correr de un animal al pisar
clima, la fauna y la vegetación, que es un edén, una gloria. la hojarasca, pero sin lograr ver nada. El tercero vio un
Empezamos desde Arusha, población rodeada de tupido gran macho con enorme cornamenta, pero iba corriendo y
follaje y plantíos de café; al fondo, el majestuoso Monte Ki- muy distante; hizo un disparo rápido y erró el tiro. Este se
limanjaro por lado, y por el otro, el exuberante Monte Meru. disculpa argumentando que cualquiera puede errar un tiro,
Esto permitía al viajero una contemplación singular duran- cuando todo lo que vio fueron los cuartos traseros de un
te las tardes africanas. No puede pedir más un espíritu que animal que, Como relámpago, se perdió metiéndose en la
guste de la naturaleza: abundante fauna a la vista, tempe- espesura. El cuarto es el último en regresar al campamen-
ratura agradable de 1 000 metros de altura sobre el nivel to, pero cargando en los hombros un buen ejemplar. En
del mar y dos olímpicos montes coronados por crepúscu- efecto, él sí logró un tiro regalado a 30 metros.
los tan radiantes como los de octubre en México. El primer individuo no vio ni oyó nada, porque denunció
Fueron días desperdiciados en busca del kudu, por te- su presencia a todos los animales, con tanta anticipación
rrenos muy rocosos, boscosos y de tupida maleza, como que huyeron antes de llegar a la distancia en que se puede
son generalmente los terrenos en que habita ese antílope oír el ruido de las pezuñas.
tan arisco, cuyos finísimos sentidos sólo son aventajados El segundo fue más precavido; logró acercarse más
por el bongo. Largas e infructuosas caminatas, en que sólo denunciando su presencia cuando estaba a una distancia
vimos otras especies a las cuales no tiramos por temor de en que pudo oír cuando el animal corrió.
ahuyentar a los kudus. El tercer individuo tuvo aún más éxito: dio la alarma,
Años más tarde, con la experiencia de otros safaris, re- cierto, pero sólo cuando ya estaba cerca del animal, al cual
cordaría la forma miserable en que perdimos aquellos días no había descubierto hasta que éste empezó a moverse.
tras de un animal tan escurridizo. Muchos errores cometi- El cuarto cazador, en cambio, nunca denunció su pre-
mos en esa ocasión, por seguir un método completamente sencia completamente. Descubrió al animal antes de que
equivocado. Prácticamente sólo aplicamos a medias una éste lo viera a él, logrando así un tiro fácil a 30 metros, ante
de las tres precauciones que deben observarse en lo que el animal parado.
lIamamos cacería silenciosa, la cual es el método a seguir Así es como se ejecuta la “cacería silenciosa” ver al
en el acecho o huelleo de un gran kudu y otros animales. animal antes de que éste descubra la presencia del caza-
Sólo cuidamos de la dirección del viento; pero nuestro ca- dor.
minar fue rápido, directo y ruidoso, en lugar de ser lento, en Los cérvidos y los caballos no saben distinguir los co-
zigzag y silencioso. lores. Todo lo ven gris, en matices que van del claro al os-
Todos los félidos tienen pobre olfato y agudos el oído curo.
y la vista; algunos osos, pobre la vista y finos el olfato y el En un pastizal un cazador experimentado puede acer-
oído; lo mismo ocurre con el elefante y el rinoceronte. Pero carse bastante a un animal, si éste está solo; el cazador
las gacelas, los cérvidos, los borregos y las cabras silves- caminará sin hacer ruido cuando el animal se agache a
tres, el búfalo y otros animales, tienen bien desarrollados comer, y deberá quedarse inmóvil cuando la pieza levante
estos tres sentidos, los cuales constituyen las armas con la cabeza para ver “si no hay moros en la costa”. Verá al
que los dotó la naturaleza para poder sobrevivir, burlando a cazador, pero como éste está inmóvil, acabará por no ha-
cer caso y volverá a pacer tranquilamente. En una ocasión,
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durante dos minutos, tuve como a 10 metros, frente a mí, terrestre originada por terremotos. Nace en Siria, en las
un chital hembra en la India; como dos tontos nos veíamos tierras bíblicas del Valle del Jordán, y después de un re-
fijamente, sin pestañear; cuando intencionalmente moví corrido de 6 400 kilómetros, cruzando una gran parte de
muy ligeramente la cabeza, el cérvido dio un resoplido y África, va a morir en Mozambique, a la altura del delta del
voló como alma que se lleva el diablo. río Zambeze, al norte de Beira. Tiene zonas tan amplias
Hay animales que pueden ver, oír o ventear al hom- que llegan a los 80 kilómetros de ancho. En su trayectoria
bre a varios kilómetros de distancia; algunos, tan curiosos cruza el Mar de Galilea, el Mar Muerto, el Mar Rojo, el Gol-
como el caribú, se acercan, en tanto que otros, tan ariscos fo de Aden, el Lago Rudolf, el Nyasa, el Lago Manyara, el
como el addax, el bongo, el springbuck, el berrendo, los inmenso y famoso cráter Ngorongoro, el Lago Tangañica,
borregos y otros, huyen a la menor sospecha de peligro. y en sus valles abriga enormes y extensas llanuras, desier-
Así pues, debido a múltiples errores cometidos en ese tos, selvas, bosques y profundos barrancos y desfiladeros,
mi primer intento, no logré cazar el kudu mayor. como la Garganta de Olduvai, en la cual se han descubier-
Regresamos a Arusha y ese mismo día, en la tarde, to interesantísimos fósiles del Homo habilís (homínido o
llegó Bill, bastante mejorado. prehombre), que vivió en esas tierras hace 1 750 000 años.
Ahora sigamos con el safari. Dos llantas nuevecitas se nos
Yiada: Campamento de la suerte tronaron en ese pedregoso y difícil camino. Pasamos el
pueblo de M’Bulu, y poco después llegamos a un hermoso
Reanudamos alegremente nuestro safari partiendo lugar que me pareció virgen como un edén; no había en
rumbo al sureste. Pasamos la noche cerca del famoso todo aquello una sola rodada de jeep o camión que de-
Lago Manyara y a la mañana siguiente continuamos ade- notara el paso de algún safari reciente. Acampamos bajo
lante. Por un pésimo camino empezamos a entrar al gran frondosos árboles, a las orillas de un arroyo. El lugar se
Rift Valley. Merece la pena hablar un poco de ese valle. Se llama Yiada.
trata de una inmensa grieta, una depresión en la corteza Cuando Espinosa mató su elefante, convenimos en
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que él tiraría a cualquier animal que deseara, pero a mí rifle cuate. Al recibir el impacto, el rino se revolvió para uno
me tocaría el primer león. Según Bill, ahora estábamos en y otro lado, como si no supiera qué hacer ni para dónde
terrenos de ese bicho. correr; mientras tanto, recibió dos tiros más. La bestia se
A los 15 minutos de haber salido vimos los primeros quedó como el toro de lidia después de recibir una estoca-
thomis, impalas y wildebeast. da mortal. Un tiro más y otro de gracia acabaron con él.
El terreno era abierto, limpio, con pasto corto y fresco; El espectáculo fue movido e interesante. Siempre hay pe-
un claro de unos 30 kilómetros de largo por unos 8 de an- ligro y emoción con estos grandes payasos de la fauna
cho, rodeado de bajos lomeríos adornadas por el verdor prehistórica.
de una tupida arboleda. No había mosquitos ni la temida De regreso al campamento vimos una manada de ga-
mosca tse-tsé. celas thomis. Necesitábamos carne para la cazuela. De-
Descubrimos un rinoceronte solitario en la planicie. Le cidí tumbar una. En terreno tan abierto pronto nos vio la
tocaba tirar a mi compañero. Después de probar la direc- manada, y no pudiendo arrimarme más, resolví tirar, rodilla
ción del viento, que era favorable, nos bajamos del carro en tierra, sobre la más cercana que estaba a unos 250
para aproximarnos a pie, en línea recta, sin agacharnos ni metros. Erré mi primer tiro y seguí disparando cuando el
evitar que nos viera, puesto que, como ya dije, es un ani- animalito se alejaba a todo correr; finalmente, cayó como a
mal miope, por lo tanto, sólo debíamos procurar no hacer 370 metros con mi séptimo disparo. Jack filmó la acción.
ruido. Bill se mostró molesto. Los cazadores blancos protes-
Espinosa y Bill se adelantaron hasta ponerse a 30 tan por esta forma de cazar y tienen razón. Según ellos, si
metros. El paquidermo de tonelada y media empezó a in- se yerra el primer tiro y el animal corre, no se debe seguir
quietarse moviendo las orejas, como un caballo pajarero disparando (me estoy refiriendo a animales no peligrosos),
cuando nota que algo asoma detrás de una cerca de pie- sino acecharlo, acercándose lo más posible para un tiro
dra. Seguramente había sentido la proximidad de los caza- fácil y seguro. Correcto; pero esta vez yo seguí dándole
dores. En ese momento soltó Espinosa el primer tiro de su gusto, no a Bill, sino al dedo.
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he visto muchas cicatrices de zarpas de león en los flancos dor del árbol dejamos un espacio libre que a distancia nos
de las cebras que escaparon de su perseguidor. permitiera descubrir al felino; después estudiamos la línea
Sobre otros animales grandes, como el búfalo, sólo se de tiro, por la cual pudiéramos acercarnos sin ser vistos. La
atreve cuando está muy hambriento y no encuentra otra dirección del viento no tenía mayor importancia debido a la
presa. Aunque muy valiente, el león bien sabe que al ata- pobreza de olfato de todo gato.
car él solo a un búfalo, va arriesgando su pellejo en un Así las cosas, llegamos esa mañana a un lugar en que
duelo en el que cualquiera de los dos contendientes puede paramos el motor de la “calandria”, Bill y yo nos subimos al
morir. Han habido hallazgos del esqueleto de un búfalo al capacete para observar con los binoculares. Descubrimos
lado del de un león. la carnada, pero no vimos leones. Sin embargo, seguimos
Es evidente que a todos, hombres o bestias, nos gusta buscando entre las cercanías del árbol, cubiertas de pasto
lo fácil, y al león, lejos de rebajarlo a la categoría de chacal, alto. Sin dejar de ver, me dijo Bill:
también le gusta lo fácil; cuando se cruza con una fres- —Por ahí está una hembra adulta y un cachorro de tres
ca huella de sangre la sigue despacio hasta encontrar al años.
animal. Cuando ve revolotear en círculo buitres en el aire, —¿Dónde? —pregunté ansioso, pues todavía no des-
sabe que ahí hay carne y trota ligero hacia el lugar. cubría nada.
Después de matar el día anterior la cebra, que es un —A la izquierda —contestó.
plato favorito del león, la abrimos en canal y la arrastramos Pronto descubrí a la reina y a su gallardo príncipe.
con el carro dando un gran círculo de varios kilómetros al- —Bueno —le dije—, acerquémonos más, son los pri-
rededor de un árbol que habíamos escogido y la colgamos meros que encontramos en 40 días y quiero verlos de cer-
a una altura conveniente, de tal modo que las hienas ape- ca.
nas alcanzaran las patas, y que al león, por ser más alto, le Estábamos como a 250 metros, y para ajustarnos al re-
fuera fácil llegarle a los medios y cuartos traseros. Alrede- glamento de caza, abandonamos el vehículo, tomé el rifle
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El poder y la velocidad
que posee el león
cuando se decide a
cargar, representan
un gran peligro
para el cazador.
.375, cerciorándome antes que lo tenía cargado con balas ahí andaban unos cazadores, que ni siquiera volteaba a
de 270 granos con punta suave, y nos encaminamos con los lados, como lo hacen el cauteloso tigre de Bengala o
el debido cuidado en un acecho. los leopardos, temerosos de la presencia de su enemigo
Cubriéndonos con algunos arbustos, llegamos a unos número uno: el hombre.
150 metros. Entonces pude admirar, ya sin la ayuda de los —Vamos ya —repetí a Bill.
binoculares, a la madre y al cachorro, que no me pareció En esos momentos pasaron por mi mente muchos dra-
tan chico. Jack filmaba con la cámara de 16 mm. máticos pasajes que había leído en numerosos libros de
Recreaba mi vista observando aquel cuadro familiar, caza. Sabía que el león es tan terrífico cuando ataca, tan
cuando lento, con paso señorial, como quien no tiene pri- veloz, que en cinco segundos cubre 100 metros, es de-
sa, surgió por el lado izquierdo la figura de un señor don cir, que el cazador apenas tendrá el tiempo suficiente para
León. ¡Un brinco de mi corazón me anunció que allí estaba hacer dos disparos; que un zarpazo basta para mandar a
mi simba que tanto anhelaba! ¡Qué majestuosidad, gallar- uno al otro mundo y un tiro a la cabeza es un blanco difícil,
día y señorío! Dijérase que a ese monarca sólo le faltaba el porque no tiene frente.
cetro, puesto que la corona ya la lleva en su dorada mele- Me acordé de cómo empieza uno de los libros:
na y la espada, en sus poderosas zarpas. ¡Qué impresión “J. P. Whorter, un minero, vino al África a caza mayor.
tan distinta es ver un león en plena libertad, a esos pobres Una mañana de septiembre se encontró de pronto cara a
payasos cautivos de circo! cara con un león. Whorter, un excelente tirador y tan frío
—Mira —me dijo Bill— no será una melena negra, pero como un pedazo de hielo, se llevó el rifle al hombro, apun-
ese caballero no está mal, ¿quieres tirarle? tó su mira perfectamente en el blanco... pero cometió un
—¡¿Qué?!, vaya una pregunta. Lo de cabellera negra «pequeño error»: segundos después estaba muerto, con
déjalo para Agustín Lara ... ¡Vamos ya! los colmillos del león clavados en el cráneo.
Tragué saliva y levanté los binoculares para ver a mi “El error de Whorter fue el de la ignorancia. Él apuntó
presunta víctima. Bonito espectáculo. El papá, la mamá y al centro del magnífico mechón que forma la cabeza del
el hijo, dueños de su gran hacienda, sin problemas pecu- león y exactamente ahí pegó la bala, dio precisamente en
niarios, se dirigían a la mesa que les habíamos servido, el centro del blanco. Pero Whorter ignoraba que un león
al parecer ya habían comido y regresaban por el postre, prácticamente no tiene frente; que el pelo en su cabeza no
porque todos iban calmadamente hacia la carnada. Prime- es más que pelo.”
ro llegó el rey, se levantó sobre sus patas traseras y de un Sabía yo que cuando se le tira a un león que está
zarpazo arrancó media docena de costillas. Se alejó dos acompañado de su consorte y cachorros, la leona casi
metros y se echó a comer, tan confiado y ajeno a que por siempre atacará, y en mi caso había papá, mamá y cacho-
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rro... además, probablemente, habría más leones por ahí. miras. El telescopio no es indicado en estos casos y menos
¿Adónde le apuntaría al león? Percival prefería el tiro a aún si el terreno es boscoso o en altos pastizales, porque
los hombros; pero siendo tan gran cazador, en una ocasión debido a la percusión del arma al ser disparada, se pier-
erró limpiamente un tiro a un león a menos de 30 metros. de de vista momentáneamente al animal y para volverlo a
Selous, otro gran cazador, prefería el tiro al corazón. Bien, encontrar rápidamente, hay que ver sobre el telescopio. i
pues ya veré en el momento, depende de la posición del Imagínese el lector una carga en tales momentos!
animal. El grano de mi rifle estaba ya rasante en el corazón de
Un grupo de huizaches nos permitirá arrimarnos hasta mi simba, apuntando un poco alto para mayor seguridad.
los 100 metros sin ser vistos, pero previamente debíamos (El león es uno de los pocos cuadrúpedos que tienen el co-
organizarnos. A unos 30 metros, antes de los huizaches, razón relativamente alto.) Contuve la respiración y oprimí
se quedó Jack con uno de los portadores de armas para el gatillo. La fiera dio un salto vertical, y yo di otro hacia mi
filmar la escena con telefoto Examinamos el terreno, ya derecha, para salir de aquel breñal que sirvió de escondite
no vimos a los leones. ¿Qué pasó, dónde están? Es in- y ver mejor el área. Corté inmediatamente cartucho, y con
creíble cómo un león puede ocultarse y perderse de vista la vista ávida veía saltar al león en su angustia de muerte.
en un pastal que apenas cubriría a un jabalí. Era preciso Busqué a la leona con su cachorro y con gran alivio los vi
tener localizados a los tres felinos antes de aproximarnos. alejarse en el pastizal.
Finalmente vimos al simba arrimarse a dar otro zarpazo a El león dejó de saltar, cosa que había hecho en el mis-
la carnada. Ya no vacilamos. Desde allí empezamos a es- mo lugar. Dejamos pasar uno o dos minutos y luego nos
currirnos a gatas, como lo hacen en el cine los comandos, fuimos acercando cautelosamente. Para mí, como princi-
sin enderezarnos para ver hasta que llegamos al grupo de piante, éste fue el momento más peligroso, porque el sim-
espinos. Para entonces, ya llevaba la boca bien seca y los ba se perdía en el pasto alto, por lo tanto, no podíamos
nervios en tensión. Bill iba delante, lo seguía yo y detrás, saber si estaba herido o muerto. Había leído que ya sean
mi portador de armas. leones o tigres, siempre rugen en forma imponente al sen-
Bill se enderezó cuidadosamente, sin hacer movimien- tirse heridos. Mi león fue muy macho, no se quejó.
tos rápidos, y volteando me dijo a señas que estaba el Hay en África un proverbio que reza: “El león muerto
león. Se escurrió para dejarme el campo libre, y entré en es el que mata al cazador.” Cierto, tiene su razón de ser.
acción. Le eché un vistazo al seguro y a las miras de mi Nunca debe un cazador arrimarse descuidada o impruden-
.375 pidiendo mentalmente a todos los santos no errar el temente a un animal peligroso que se supone ya muerto.
tiro. Empecé a tomar mi posición. Descubrí al macho en Debe uno acercarse con cautela, por los cuartos traseros
posición de atravesado. ¡Qué bueno! Apuntaría al corazón y con el rifle listo. Si hay duda debe, inclusive, arrojársele
o a los hombros. También vi al cachorro, a 8 metros del una piedra. Un rozón de bala en el nacimiento de la cabeza
león, pero por ningún lado veía a la leona. Decidí un tiro al o en una de las proyecciones de la espina puede produ-
corazón. cir un shock pasajero que deja al animal aparentemente
Mi rifle tiene una mira fija abierta en V para distancias muerto por unos momentos, pero acaba por reponerse fá-
de 50 a 200 metros y otra plegadiza para 350. Este tipo de cil y rápidamente ataca al cazador. El lector, si es cazador,
mira abierta es mi favorita para la caza de animales peli- habrá oído historias de venados muertos que han saltado
grosos a tiro corto; la visual es mejor que con otros tipos de fuera de la camioneta cuando eran llevados al campamento.
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víctima, evitando, de ese modo, la posibilidad de ser herido res. Intentaron su reproducción, pero esto ni en la India ni
por las pezuñas, cuyas bordes —en variados cérvidos— en Europa dio resultados. Es lamentable que este animal,
son tan afilados y agudos como un puñal. el más veloz de todos, sea también uno de los sentencia-
Tiene una desventaja: debido al gran esfuerzo de su dos a extinguirse totalmente.
carrera, se agota pronto. Si no alcanza a su presa en 250 Por causas desconocidas, este bicho no procrea en
metros, la abandona sin hacer un segundo intento. El rápi- cautividad. Se cree que tiene un fuerte instinto territorial
do agotamiento o la fatiga después de un violento esfuer- parecido al rinoceronte blanco, que requiere de una espe-
zo, es natural en todo ser viviente. Un corredor de los 1 000 cial naturaleza de terreno con un amplio espacio de unos
metros no desarrolla la misma velocidad que el, sprinter de 10 kilómetros cuadrados.
los 100 metros. Las palpitaciones del corazón de éste au- A diferencia de otros leopardos (sus primos), el chee-
mentan considerablemente más de prisa que las de aquél. tah no gusta de la carroña; necesita carne fresca y limpia;
Un conejo, con una pulsación de 200 por minuto (que es requiere ejercicio fuerte y es un cazador solitario, no mon-
normal), no puede correr tan lejos como una liebre, cuyo tonero como nuestros pandilleros o como con frecuencia
pulso normal es de 70 pulsaciones. Para mejor compren- proceden las leonas. Si la madre muere, las crías morirán
sión del trabajo del corazón y pulmones, cuando ambos ór- de hambre si no han llegado a la edad de dos años, a la
ganos son sometidos a presión, basta el siguiente ejemplo: que por regla general ya han sido enseñadas a cazar por
el murciélago, cuando está en plena actividad, volando, su sí solas.
respiración es de 8 veces por segundo, con pulso de 180 Después de estos breves datos sobre la naturaleza de
por minuto; en cambio, cuando está en absoluto reposo, este interesante felino, relataré el que me tocó en suerte
dormido, su temperatura baja considerablemente, su pul- cazar y que por cierto no alcanzamos con nuestra “calan-
so, que era de 180, baja ¡a 3 por minuto!, y su respiración dria” en un terreno llano.
que era de 8 veces por segundo baja ¡a 8 por minuto! Algo La mañana del 15 de febrero la pasé en el campamen-
semejante ocurre con todos los animales que hibernan, re- to descansando de mis ojos y mi catarro. Me divertí obser-
sultando de ello un mínimo gasto de energías. vando a unos monitos que no cesaban de jugar, saltando
El cheetah es nativo de África. Los acaudalados rajás de rama en rama por los árboles inmediatos a mi tienda,
de la India solían importarlos y amaestrarlos como cazado- y en ocasiones, aventurándose hasta casi poder tocarlos
La mañana la pasé
descansando
en el campamento.
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de reposo para normalizar su alta presión, y por lo tanto no circunstancias y a mi inexperiencia; pero creo que aún
debía estar lejos de nosotros. Estaría por ahí, en cualquier para el mejor cazador no es un tiro fácil en terreno arbola-
lugar, echado en algún matojo recuperándose. do sobre un animal tan veloz, adelantar, digamos un metro,
Nos bajamos del carro de cacería, corté cartucho y el grano del rifle. Lo logré y no en mala forma y eso me dejó
caminamos un poco. De pronto, como una liebre, saltó el satisfecho.
leopardo a no más de 80 metros. Sin pensarlo un instante,
hice un rápido disparo al descubrirlo. La bala pegó en el Cae mi primer rinoceronte
blanco. El bicho se detuvo un momento, pero no cayó. No
disparé más porque el tronco de un árbol lo cubría. Sólo (Diceros bicornis)
veía una parte de los cuartos traseros. Seguí apuntando,
esperando, sin moverme. Unos instantes después, el bicho Antes de comenzar este capítulo, es conveniente de-
herido dio un gran salto a mi derecha, a tiempo que una cir lo mucho que en Paleontología puede escribirse sobre
segunda bala salió de mi rifle. Erré limpiamente el tiro y se este fósil viviente que hace 60 millones de años pisa la faz
nos perdió la fiera. Seguimos el rastro de sangre. Después de la tierra. Su historia y metamorfosis entre los mamíferos
de un buen trecho, nos detuvimos para escudriñar el terre- del reino animal es tan interesante como la del caballo, si
no con los gemelos. Esta vez fue Bill quien lo descubrió; bien tan útil como éste lo ha sido al hombre. Sin embargo,
allí, a 30 metros, echado, cubriéndose con unos matojos, la ignorancia de muchos pueblos, particularmente orienta-
estaba el pobre cheetah quieto, sin moverse; tal vez no les, han adjudicado tantas virtudes mágicas y medicinales
podía o confiaba que sin moverse, pasaría desapercibido; a sus cuernos y a otras partes de su cuerpo voluminoso y
como suele pasarnos con la codorniz, que para levantarla, rechoncho, que lo han convertido en víctima de una per-
casi nos tropezamos con ella. Trabajo me costó descubrirlo secución tan inmisericorde y tenaz, que dos de las cinco
para darle el tiro de gracia, a fin de que no sufriera más. variedades de rinocerontes que existen, están a punto de
Mi primer tiro, naturalmente, fue trasero debido a las desaparecer.
En Europa se creía en la existencia del mitológico uni-
cornio, al cual poetas e historiadores daban la forma de
El rínoceronte es sumamente agresivo.
un pequeño caballo con un largo y delgado cuerno nacido
Una hembra con su cría atacando el jeep.
de la frente. Refiriéndose al imaginario animal, dice Cer-
vantes: “ ... hizo dar (la reina Isabel) cantidad de polvos
de unicornio, con otros nuevos antídotos, que los grandes
príncipes suelen tener prevenidos para semejantes necesi-
dades”. La verdad es que en esa época, el unicornio imagi-
nario era confundido con el rinoceronte, unicornio oriental
o bien con el narval marino (cetáceo, cuyo macho tiene en
la mandíbula superior un largo diente, como un florete de
más de dos metros de largo)
De una u otra forma se dio vuelo a las supuestas virtu-
des del cuerno del rinoceronte, alcanzando tal popularidad,
que todavía subsiste en gran parte de Asia.
La alegoría cristiana adoptó el unicornio: “criatura in-
vencible, como símbolo de castidad inquebrantable. No
podía ser cazado más que por una virgen”.
El cuerno, reducido a polvo, se usaba en Europa con-
tra espasmos, pestes, rabia y piquetes de víboras y escor-
piones.
En Asia, las virtudes mágicas del cuerno y partes del
cuerpo del rinoceronte son más variadas: un cuerno con-
vertido en taza determinaba la presencia de los venenos
en los líquidos. Los ricos hindúes conservaban sus copas
de cuerno; según ellos, los protegían no sólo contra vene-
nos sino de enfermedades.
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simple agitar los brazos lo hacen dar media vuelta y huir al emoción.
trote, en círculo, para volver a arrimarse, repitiendo sus pa- Es una lástima que este paquidermo, uno de los muy
yasadas que mueven a risa; si entonces decide atacar, lo pocos representativos de la fauna prehistórica, tienda a ex-
hace a galope tendido resoplando estruendosamente con tinguirse. En varios países de África se han dictado leyes
la cabeza baja en posición de embestir. En tales momen- que vedan la caza, pero ahí sigue haciendo de las suyas
tos, un tiro en cualquier parte del cuerpo lo parará; enton- el fatídico cazador furtivo, para quien no hay leyes ni regla-
ces dará media vuelta, girará en redondo o se alejará un mentos. El abuso de esos individuos no se ha podido evitar
poco para volver a la carga. debido a la deficiente vigilancia de tan vastas extensiones
De cualquier modo, dará tiempo al cazador para dispa- territoriales.
rar su segundo cañón. Cabe sugerir que para el elefante, Como ya he dicho, la causa de la intensa persecución
el búfalo o el rinoceronte, el rifle más adecuado es el cuate de este animal no es el aprovechamiento de su carne ni de
de dos cañones y gran poder. Deben usarse balas sóli- su piel, sino de sus cuernos, a los que —principalmente
das y cartuchos frescos. Va la vida de por medio. Debido a el pueblo hindú— atribuye poderes afrodisíacos, ignoran-
la fuerte patada de estas armas, se requieren (si se tiene do que la composición de esos cuernos no es otra cosa
buena práctica) dos segundos para hacer el siguiente dis- que una masa de fibras córneas, largas y paralelas, tan
paro. Es aconsejable también el colocarse entre los dedos compacta, tan comprimida, que tiene la consistencia de los
de la mano izquierda dos cartuchos de repuesto, con el cuernos de un toro. Y claro... ¡15 millones de niños nacen
objeto de recargar más rápidamente el rifle. Cualquiera de anualmente en la India!
estas tres grandes bestias puede correr casi 100 metros Será lamentable que se extinga esta interesante espe-
con una bala en el corazón. cie como se han desaparecido el mamut, el uro, el tigre sa-
De los siete rinocerontes que, como ya dije, hemos ca- ble, el lobo monstruo, el castor gigante y muchos otros que
zado mi hijo Fernando y yo en África, solamente uno, en en tiempos remotos poblaban el mundo, particularmente
Angola, cargó decididamente sobre nosotros, desde que Europa, Asia y el norte de América.
nos vio. En el capítulo del safari en aquel país relato el Entre los palentólogos se han sustentado diversas teo-
caso. rías sobre la extinción de una gran parte de la fauna prehis-
Ahora volvamos a la caza de mi primer rinoceronte: tórica; se explica su muerte debido a un repentino cambio
A las once de la mañana descubrimos una huella que, de clima que afectó la estación de apareamiento produ-
desde luego, seguimos, a sabiendas que en una hora más ciendo una mortal esterilidad (como ocurre actualmente en
tomaría su siesta; no iría lejos y, efectivamente, así fue. cierta escala de reproducción con algunas aves migratorias
Caminábamos despacio, yo seguía a mi portador de armas cuando se alteran las estaciones del año, como la escasez
que de pronto se detuvo diciendo: de lluvias), o simplemente, por efecto de un crudísimo in-
—Huko, faru. (—Ahí, rinoceronte.) vierno. Pero en los últimos años, los científicos naturalistas
—¿Kubua? (¿Grande?) —le pregunté en mi mal swahi- sugieren que no fue el frío intenso sino la intensa caza la
li. que extinguió a numerosas especies.
—Ndio, bwana, misuri (—Sí Jefe, muy bueno.) En contraposición a la causa del frío, Paul Martin dice:
Sólo entendí lo de bwana y misuri y ya no esperé mas. “Tanto en Norteamérica como en otros países la evidencia
El rino estaba parado de frente, bajo la sombra de un grupo de la extinción en gran escala corresponde a un evento,
de huizaches, y probablemente nos vio cuando llegamos a una causa y esa causa fue el arribo, la invasión de ca-
a 25 metros, pero no se movía. Puse rodilla en tierra para zadores prehistóricos.” y señala que: “la extinción de las
asegurar más un tiro al corazón y apuntando, esperé un grandes bestias no fue debido exclusivamente al frío que
momento a que saliera al descubierto, pero no lo hizo; te- produjo la última glaciación, que los más grandes cambios
meroso de que se me fuera, solté mi primer disparo. El de clima ocurrieron casi al mismo tiempo en todo el mun-
gran bruto, herido, se revolvió en círculo dándome tiempo do y la desaparición de las especies no fue general”. Así
a un segundo tiro al hombro, cayendo de rodillas en la mis- por ejemplo, la jirafa de grandes cuernos desapareció de
ma forma que se echa un toro. Probablemente ya estaba África hace más de 40 mil años; el rinoceronte gigante y
muerto, pero por las dudas, acercándome más, le di el tiro peludo (Dipotrodon) y el canguro gigante se extinguieron
de gracia. en Australia hace unos 14 mil años. En Europa y Asia el
El cuerno delantero midió 18 pulgadas de largo. rinoceronte peludo y el mamut se extinguieron hace 13 mil
Así, sin mayor peligro ni gran emoción, cayó mi primer años. (En la India quedan unos pocos rinocerontes unicor-
rinoceronte. En los subsiguientes busqué y encontré más nios, únicos en el mundo en estado silvestre.) Sin embar-
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go, la extinción del hipopótamo pigmeo en Madagascar, ros nocturnos, el rugir de leones, el aullar de chacales, los
ocurrió en el curso de los últimos mil años. alaridos de hienas y mil ruidos extraños contrapuestos al
No hace mucho que todavía los nativos africanos en- desierto, donde es tal el silencio, que se oye el pasar de
cerraban en grandes círculos de fuego numerosas mana- una sombra.
das de animales, matando con esta técnica mucho más de Salimos con el propósito de buscar búfalos, de los
lo que necesitaban para comer y vestir. Sin remontarnos que ya en días anteriores habíamos visto algunas huellas.
tanto en el tiempo, a fines del siglo pasado, estuvo a pun- Como de rutina, el campo abundaba de animales que no
to de extinguirse el bisonte americano. Se calcula que en nos interesaban. Corríamos por la planicie usando de vez
las praderas pastaban más de 50 millones de estas reses, en cuando los binoculares con la esperanza de descubrir
y hoy sólo se les ve en parques nacionales y cotos. La en los Iinderos de los montes alguna pieza de interés. Así
escandalosa carnicería ocasionada por los cazadores que pasaron 3 horas, cuando la voz de Jack se dejó ir: —¡Alto!
perseguían a estos animales para aprovechar más las pie- Allí, entre aquella manada de kongonis hay algo. El carro
les que la carne, estuvo a punto de hacerlos desaparecer se paró. Tomé los binoculares y a un kilómetro, entre el
por completo en la década de 1880. Para el año 1900, sólo grupo de kongonis, vi un animal que se distinguía por su
quedaban 20 bisontes. color oscuro en contraste con el alazán de sus compañe-
En la India, entre el comercio de pieles y los cazadores ros. Bill, quien también observaba, me dijo: -Es un roan
mercantilistas, están acabando con el tigre de Bengala; lo macho y parece muy bueno. —Pues vamos a cazarlo —re-
mismo pasa en África con el leopardo, desde que se pusie- pliqué.
ron de moda los abrigos de pieles de este bello bicho. El campo era completamente abierto, con un pasto
De manera que no es el cazador deportivo sino el muy tupido que me daba a la cintura; por lo tanto creí que
mercantilista, el comerciante que trafica con pieles finas y tendría que arrimarme arrastrando, pero Bill pensó de otro
decorativas, el culpable de las matanzas. Menos mal que modo, y al final dio resultado. Cuando se trata de acechar a
todavía abundan especies de piel poco atractiva pero de un animal que está en manada, la cosa no es fácil, porque
cornamenta de un alto valor deportivo y que son el trofeo unos animales pacen mientras que otros vigilan; además,
por el cual, los aficionados a la caza, emprendemos cos- habrá que estudiar la forma de separar la pieza elegida y
tosos safaris y largos viajes en busca de una rara especie disponerse a un tiro largo. En esta ocasión me socorrió la
en los lugares más remotos y escondidos en el mundo, suerte. Primero, porque no era terreno para el roan, éste
alejados de toda civilización. era un entrometido; su terruño estaba al oeste del Tabora,
es decir, a 1 000 kilómetros de donde nos encontrábamos.
El roan Y segundo, por ser un buen macho adulto, por lo visto muy
“corrido”, pues para confundirse se había mezclado con
(Hippotragus equinus langheldi) una manada de kongonis, especie de antílope que por su
gran abundancia, es poco perseguido por los cazadores.
El arroyo que se encontraba junto a nuestro campa- Resolvimos que acecharía este antílope en forma pa-
mento se estaba secando. Muy pronto toda la fauna del recida a la primera gacela que abatí, sólo que esta vez
lugar emigraría sabe Dios adónde. Las noches eran fres- no había arbustos para cubrirse y tenía que tirar a pie fir-
cas y alegradas deliciosamente por el canto de los pája- me. Así las cosas, abandonamos el carro y caminamos
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un buen trecho en línea recta. Al llegar a los 400 metros que pude, apoyé mi .30-06 y apunté muy por encima de la
toda la manada inquieta nos veía fijamente; sólo veíamos paleta del roan, que muy lentamente caminaba atravesa-
las cabezas y los lomos de los animales y entre ellos el do. Lo veía tan negro y tan grandes los cuernos, que por un
manchón oscuro del roan. Ahí se separaron Bill, Jack y mi momento dudé si sería roan o sable. Adelanté muy poquito
portador de armas caminando en ángulo, sin agacharse, la mira y disparé. El animal dio la estampida.
para atraer la atención de la manada. Me tendí en el suelo —¡Le erré! —fue mi primer pensamiento.
quedándome quieto hasta que ellos se alejaron unos 800 Corté cartucho inmediatamente, y me dispuse a dejarle
metros; pero antes, se me ocurrió pedirle a Jack que me ir otro plomazo en el momento en que desaparecía en el
dejara el tripié de la cámara de filmar pensando que tal vez alto pasto. Corrí al tiempo que mis compañeros hacían lo
sería útil para apoyar el rifle y disparar con más probabili- mismo, y los kongonis, alarmados, se ocultaban en el mon-
dades de éxito, ya que no sería posible arrimarse mucho. te.
Empecé a caminar con dificultad agachándome un ¡Oh, alegría! Mi víctima había caído bien muerta des-
poco; todo me estorbaba, el tripié, los gemelos, el rifle. De pués de correr 50 metros. ¡Qué animalazo! Sólo había visto
vez en cuando me enderezaba para observar mi pieza. cabezas de roan en los museos, pero no me los imaginaba
Toda la manada tenía la mirada fija en mis compañeros, tan grandes, con más de 250 kilos. Estaba sorprendido y
pero ya se iban alejando demasiado. Pronto la manada no feliz, pues además resultó un magnífico ejemplar con cuer-
les haría más caso y tal vez sería yo descubierto. Este pen- nos que midieron 29 pulgadas por lado, entrando en la me-
samiento y los 1 000 kilómetros que tendría que caminar dida récord de África Oriental.
para encontrar otro roan, me decidieron a tirar cuando me ¡Buena idea la del tripié!, y además Jack filmó bien la
encontraba a 300 metros. Paré el tripié en la mejor forma escena. Para redondear el día, aquella tarde abatí de dos
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tiros una cebra. menos que se pusiera a descubierto. Varias veces estuve
a punto de oprimir el gatillo en el preciso momento en que
Impalas se cruzaba una hembra o un crío. La manada caminaba
lentamente y comía. Dos veces me alejé dando medios
(Aepyceros melampus rendilis) círculos, buscando y esperando el momento, que bien
aproveché, disparando rodilla en tierra a no más de 120
Seguramente el lector habrá visto alguna película de metros. El impala cayó en sus propias huellas. Los cuer-
cacería africana, en la que figuran una manada de estos nos midieron 29.5 pulgadas entrando en la medida récord.
ágiles y graciosos antílopes. Cuando se les asusta, em- Todavía era temprano, tomamos un refresco, un cigarrillo
prenden la carrera dando unos prodigiosos saltos que al- y seguimos campeando. No pasó media hora cuando en-
canzan una altura de tres metros por seis o siete de largo. contramos otra manada de impalas, tan numerosa como la
Es un maravilloso espectáculo, tal vez el más bonito que anterior y hasta creí que era la misma, pero pronto me di
nos brinda la fauna; tuve la oportunidad de filmarlo y toda- cuenta de que en ésta había también un macho, uno solo,
vía gozo cada vez que se me antoja pasar en la pantalla tal vez tan bueno como el ya cobrado.
aquel grato recuerdo. Disfruto al recordar la forma en que No quiero cansar al lector describiendo el acecho.
cacé un par de estos ejemplares cuyos cuernos entraron Pude arrimarme a unos 100 metros y muy confiado en la
en la medida récord. corta distancia y la buena forma en que tumbé al otro, hice
Contaré lo que sucedió ese día debido a un error que un disparo precipitado, a pie firme —¡me sentía tan se-
cometí y que pudo traer malas consecuencias. Para apro- guro!—. Oí el impacto de la bala que ¡maldita sea!, fue a
vechar mejor el tiempo, Bill se fue con Espinosa en un jeep dar no a la paleta ni al corazón, sino a la panza. El pobre
y yo en otro, acompañado de Jack, quien haría el papel de animal corrió confundiéndose con la manada, sin darme
fotógrafo a la vez que de cazador blanco. Cada uno tomó tiempo a un segundo disparo. Ni siquiera lo pensamos, fui-
rumbo distinto. mos al jeep por una cantimplora y a seguir el rastro. En mi
En África se le llama caza menor a las gacelas, an- interior me sentía mortificado, ¡un tiro tan fácil y “pancear”
tílopes, cebras, etc., y caza mayor a los cinco animales ese macho! El impala herido no tardó en separarse de la
peligrosos: león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte. manada, actitud típica de todo animal que se siente herido.
Yo salí en pos de caza menor. Media hora habíamos seguido el rastro caminando aprisa
Toda la mañana se nos fue sin ver nada que amerita- cuando, inesperadamente, se presentó a nuestra izquier-
ra cazar, pero por la tarde cambió la cosa. En un paraje da, a unos 50 metros, un rinoceronte que nos pareció mal
de tupido follaje nos encontramos a un grupo de unos 50 intencionado.
impalas. Los observamos detenidamente con los binocu- —¡AI árbol, .. al árbol! —me gritó dos veces Jack, pues
lares: en aquella manada había hembras, críos y machos, sabía que sólo teníamos un rifle .30-06 con balas de 150
destacándose un hermoso ejemplar de grandes cuernos, granos, poco plomo para hacerle frente a ese bruto para-
simétricos, de puntas paralelas y muy abiertas. Bien, sólo caidista.
que necesitaría de tiempo y paciencia para cobrarlo; es- Al grito de Jack, el rino se nos echó encima, mientras
perar el momento en que se separara de la manada, o al trepábamos a los árboles con la agilidad de un mono; no
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sé cómo hizo Jack, que bien pesaba 90 kilos, pero se su- al antílope, pero sólo un instante, entre los matorrales,
bió. El paquidermo desconcertado, se detuvo a unos 10 sin darme tiempo a encarar mi rifle. Seguimos adelante.
metros; luego, aturdido por nuestros gritos, dio un fuerte Es increíble la resistencia de ciertos animales africanos.
resoplido y se alejó. Aquel pequeño incidente nos advirtió Conforme caminábamos, encontrábamos pedacitos de
del descuido en que incurrimos al no llevar un arma de alto costillas, sangre, trozos de grasa e intestinos; el impala se
poder. estaba vaciando, pero no se paraba, Finalmente, después
Analizamos la situación; según el reglamento de caza de horas de rastreo, lo volví a ver en un clarito, ya a punto
no debe abandonarse una pieza herida a menos que la de perderse en la tupida maleza. Un tiro rápido de mucha
noche sorprenda al cazador. Por una parte, era expuesto suerte dio en el blanco acabando con aquel infeliz; de ha-
internarnos más en el monte sin contar con otro rifle y por ber fallado ese tiro, probablemente hubiera muerto ataca-
otra. .. i caray!, el impala ese era un bonito ejemplar, amén do por las odiosas hienas, pues ya para entonces la tarde
de que a todo aficionado le debe mortificar el dejar una iba muriendo.
pieza herida. Solución: Jack regresaría al jeep por mi rifle Me sorprendió Jack cuando me dio un abrazo, a la vez
.465/500 y yo lo esperaría sobre el rastro del impala. que con cara sonriente, como la de un niño, me decía: —
Después de una hora de seguir el rastro, volví a ver Te felicito, me has salvado de la vergüenza de regresar al
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campamento dejando un animal herido. mésticos, o para cuidar el ganado o para ayudar a cultivar
Más alegría nos dio cuando medimos los cuernos, que la tierra. A mayor número de vacas y chivas, mayor número
dieron 28.5 pulgadas, Diríase que los dos impalas eran ge- de mujeres para cuidarlas.
melos. Una esposa joven vale 50 chivas, 6 vacas y 300 schi-
Dos errores cometí aquel día, de los cuales obtuve llings; pero si la mujer resulta una holgazana, el marido
buena experiencia. Primero: no precipitarse, no confiar de- tiene derecho a devolverla y recuperar lo que por ella pagó.
masiado en la buena puntería, siempre el primer tiro es el El hecho de pagar por una esposa tiene una justificación
que cuenta; si está uno agitado y las circunstancias lo per- práctica y razonable. Los padres de la novia pierden dos
miten, debe esperar a normalizar la respiración; si hay un brazos que trabajan y justo es que, a cambio, reciban una
árbol cerca, servirse de él apoyando el arma para precisar compensación en efectivo y en producto. También en el
el tiro; si no hay árbol, rodilla en tierra, o sentado o pecho mundo civilizado hay razas y religiones (como la judaica y
en tierra. Sólo en última instancia debe tirarse a pie firme. la islámica) en las que, ya sea por tradición o por ley, para
Recuerde el cazador que está en la selva y no en un stand que una mujer llegue al altar deberá aportar una dote o no
de tiro. Hay importantes especies que solamente las verá y hay boda.
tendrá a distancia de tiro, una vez en la vida; si falla el dis- Preguntará el lector por qué en África no contratan
paro, se tirará de los cabellos el resto de sus días culpando peones en lugar de comprar esposas. Es que en el campo,
a su mala suerte. El buen cazador debe acercarse lo más en gran parte de África, no los hay. Todos tienen su ganado
que pueda a la pieza y liquidarla limpiamente, de un solo que cuidar, tierras propias que cultivar o trabajan en las
tiro. Esta vez me precipité disparando a pie firme, confiado ciudades. El hambre está en Asia, no en África. El negro
en lo fácil que pegué al primer impala. africano andará medio desnudo por el calor, por costum-
Segundo error: internarnos en el monte siguiendo a un bre, o más bien porque no se le ha incorporado a la civi-
animal herido, sin llevar un arma de repuesto de grueso lización, pero tiene el estómago lleno. Considerada bajo
calibre. su aspecto real, resulta entonces que la poligamia en esa
Aquella noche, después de un buen baño y cenar unos parte del mundo no es tan inmoral como se la pretende
exquisitos filetes de impala, mandé llamar a nuestro coci- juzgar. En Tangañica (hoy Tanzania), en 1954 había siete
nero Matteka, para que nos contara algo de su vida. millones de cabezas de ganado vacuno y gran parte de él
Matteka era un individuo de 45 años, con una gran ex- era propiedad de negros nativos.
periencia de cocinero, en cuyo oficio había servido a una
gran diversidad de cazadores de todo el mundo, unos ple- ¡Tres días de gran emoción!
beyos, otros nobles, príncipes, rajás, condes y fabricantes
de salchichas o magnates petroleros. Cae mi primer búfalo y mi segundo rinoceronte
—Oye Matteka —interrogué—, ¿qué vas a hacer con Los dos días siguientes no fueron de mayor importan-
el dinero que estás ahorrando en este safari? cia; un doblete de cebras y otra gacela de Grant.
—Pues voy a comprar otra esposa. Con cierta tristeza nos alejamos de aquel lugar.
—Pues ¿cuántas tienes, hijo de Barba Azul? El arroyo que corría a un lado del campamento, en
—Nada más cuatro. donde tan sólo unos días antes disfrutáramos a placer ba-
—Y ¿no te bastan? ñándonos en sus cristalinas aguas, ya estaba seco. Era
—No, porque mi ganadito va aumentando. tiempo de irnos.
La razón que exponía me pareció un tanto extraña, Regresamos por la misma ruta pasando otra vez por
aunque algo sabía de los motivos que tiene el negro afri- la escarpadura del Rift Valley. Nos detuvimos en la cima
cano para tener varias mujeres; según la religión islámica para admirar y contemplar el panorama de lo que hoy es
el hombre puede tener hasta cuatro esposas vivas bajo un Parque Nacional bellísimo, que abarca el Lago Man-
el mismo techo, (Mahoma tuvo nueve.) Sin embargo, los yara y el enorme y famoso cráter volcánico, santuario de
motivos africanos son poco conocidos en el mundo ex- la fauna: el Ngorongoro. Desde la altura, dominábamos la
terior. Cierto que existe la poligamia entre los nativos de alta escarpadura seguida de una ancha franja de tupida
gran parte de África, pero no como lo entiende o supone jungla, y luego se extendía la playa en la que crecen ce-
el europeo, el americano o cualquier raza y país en donde rrados tulares bañados por las frescas aguas del Manya-
se considera un delito. No, en África, cuando un nativo ad- ra. Bello lugar para inspirar el pincel de un paisajista. A lo
quiere una quinta o sexta esposa, ha comprado un par de lejos, se extendía el lago circundado en el lado norte por
brazos que le hacen falta para atender los quehaceres do- una extraña y ancha franja de color rosa, producida por los
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millones de flamencos que han escogido ese paradisiaco tan bello, tan único y tan rico en su fauna que bien valía
lugar como propiedad feudal. Las aguas del lago son tan la pena haber sido cantado en los poemas de Kipling o
salinas que no permiten se desarrolle más vida que la de descrito por una pluma como a de Milton en su Paraíso
las algas y otros pequeños organismos con los cuales se perdido.
alimenta el flamenco. Cuando alguien los asusta, levantan Hoy, toda esa área es un Parque Nacional. ¡Qué bien
el vuelo oscureciendo el cielo con una nube color rosa en hizo el gobierno en tomar esa disposición!, y qué suerte la
lento movimiento. ¡Espectáculo maravilloso de un crepús- mía en cazar en ese lugar antes de prohibirse!; porque en
culo animado, lleno de vida! ese manchón divino, en esa faja de tierra selvática fue don-
La playa es angosta; por un lado la cubren extensos de pasé unos de los días más emocionantes de mi primer
carrizales que forman un muro impenetrable, y por el otro, safari de altura en el Continente Negro.
la jungla, una faja de uno o dos kilómetros de ancho, limi- A las 6 de la mañana nos fuimos en carro por a orilla
tada por la alta escarpadura en la que hay partes inaccesi- del lago, para contemplar los millones de flamencos y des-
bles. Es uno de los costados del Rift Valley, un pedazo del pués buscar alguna manada de búfalos. Bill sabía que por
paraíso no sólo para el cazador, sino también para el trota- ahí encontraríamos algunas de esas enormes y temibles
mundos que gusta de la contemplación de lugares hermo- bestias. De los cinco peligrosos de África, el búfalo era el
sos, embellecidos por su clima, flora y fauna. Ese lugar se que más me preocupaba enfrentar, debido a los numero-
llama Mto-wa-mbu. sos lances trágicos que había leído o me habían contado.
Instalamos nuestro campamento en medio de una Un animal sanguinario, bravo, una bestia que, como se
exuberante selva de altísimos y frondosos árboles en los dice en el argot de caza, “aguanta mucho plomo”, cuya an-
que viven, columpiándose y jugando todo el día, grupos cha y resistente cornamenta le sirve de coraza contra tiros
de monos. A unos 100 metros tenemos nuestro baño: una dirigidos al cerebro; de buen oIfato, vista y oído; cuando
cascada que forma un río de aguas cristalinas y frescas. ataca sólo la muerte lo detiene, y si queda herido, suele
Todos los días disfrutábamos de una deliciosa zambullida emboscarse en la maleza preparando una celada al caza-
al regresar de las largas caminatas mañaneras. El Ngoron- dor. Entonces se invierten los papeles; quien acecha es la
goro, el lago y la selva forman un pedazo del Rift Valley, bestia, con tal astucia, que en no pocas ocasiones ataca
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obtenerla ataca a todo animal vivo, a excepción de algunas caminando en fila india, cuando, a muy corta distancia,
especies silvestres. A semejanza del murciélago, se apa- apenas distinguí en la maleza un animal que cruzaba y
rea una sola vez, en la cual queda fecundada permanente- luego otro que seguía al primero: dos manchones amari-
mente. No aova, sino que cada 10 a 12 días deposita en el llentos.
suelo una larva. Ésta se introduce en la tierra y a las pocas —¡Simba! (león) —dijo a media voz mi portador de ar-
horas cría una recia especie de caparazón. Pasados más mas, quien iba detrás de mí, a la vez que me alargaba mi
de 30 días, la ninfa madura y una tse-tsé, perfectamente rifle cuate entre el brazo derecho las costillas.
formada, se abre camino a la superficie. Nadie habló ni avanzó un paso. Bill se quedó inmóvil
Hasta hoy en día no se ha encontrado forma efecti- como una estatua, Espinosa dio un salto a la izquierda,
va para acabar con este insecto tan terrible. Sin embargo, Walter y el huellero, quietos también, mi portador de armas
recientemente, se descubrió una vacuna preventiva y cu- y yo nos pegamos a un árbol; todos con los rifles listos y
rativa, que se llama Pertamidine isethionati, fabricada por la mirada penetrante en aquel lugar. Eran dos leones que
Mayo Boker Ltd., Inglaterra. Desconozco su efectividad. pasaban sin siquiera voltear a vernos, pero desde ese mo-
Según el Antiguo Testamento, parece ser que esta mento comprendí que cualquier mal rato podía presentar-
mosca fue una de las siete plagas que azotaron a Egipto se. Ya no solté mi rifle. No habían pasado cinco minutos,
por mandato de Dios, como castigo por no haber oído el cuando oímos un trompetazo de elefante, tan cerca, que
faraón Ramsés II la petición de Moisés de dejar libre a su otra vez nos pusimos en guardia. Ese sí nos había sentido
pueblo. y se alarmó. Oímos el ruido que hizo al destrozar alguna
Hasta aquí la tse-tsé, ahora volvamos a la caza. Insté a rama, pero nunca lo vimos. Momentos después oímos el
Bill para que abandonáramos aquel lugar ya insoportable. acelerado trotar de otro animal que se alejaba. No supimos
Un poco adelante descubrimos con los binoculares unos lo que era.
búfalos, a la orilla de la selva. Estaban lejos. Para acercar- Con los nervios en tensión, dirigíamos la vista por to-
nos, era necesario dar un rodeo a pie, sin que nos vieran. dos lados. Me sudaban las manos. Por poco doy un grito
Así lo hicimos, y hasta entonces iba a conocer lo que es cuando hubo un momento en que a mi izquierda, a no más
un verdadero thick-bush, esto es, la verdadera jungla, esas de 10 metros, un bulto negro que había permanecido quie-
espesuras tan cerradas de todo tipo de vegetación, que to entre el breñal partió a la carrera dándome un buen sus-
apenas se ve a 20 metros. No bien habíamos penetrado to. Era un búfalo macho que había pasado inadvertido para
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mis compañeros que iban delante. Si en vez de correr en aviso de un corneta a su escuadrón ordena un movimiento,
otra dirección, se nos echa encima, seguramente alguien toda la manada a un tiempo inició desenfrenada carrera
la hubiera pasado mal, pues no hubiéramos tenido tiempo por su derecha. ¡Qué bueno! Porque yo no sabía ni podía
de encarar el rifle. preguntar lo que haríamos, o qué pasaría si seguían arri-
Todo lo anterior ocurrió en un trecho de 1 000 metros. mándose.
Seguramente estábamos ya cerca del lugar en que vimos Toda la manada, que serían unas 30 hembras, se fue-
al grupo de búfalos, porque empezamos a torcer por la iz- ron, y a mí me volvió el alma al cuerpo porque . . . bueno,
quierda. Bill nos advirtió que procurásemos no hacer ruido una, dos o tres bestias como quiera, pero, ¿qué tal una es-
y, muy especialmente, que cuando tuviéramos a la vista un tampida sobre nosotros? ¡Ese Bill sabía su oficio! Como yo
animal, si él nos decía ¡Freeze!, con ello indicaba guardá- sabría más tarde, con la experiencia que da la práctica, es
semos absoluta inmovilidad. Y en efecto, la indicación fue más peligroso el búfalo solitario que en manada. En ésta,
acertada, porque minutos después oímos un tropel como muchos animales actúan como las chivas, a donde brinca
si fueran los cascos de un regimiento de caballería; Bill dijo la primera brincan todas.
¡Freeze!, y nos quedamos a la expectativa, con la boca Después de algunos rodeos, descubrimos los machos
un poco seca por las emociones pasadas y moviendo so- que buscábamos. Eran tres. Los examinamos. Dos eran
lamente los ojos. Frente a nosotros había un clarito que buenos. Estaban en terreno abierto, en la llanura que daba
terminaba en una vereda de animales. El tropel que oímos a la playa, pero dando un corto rodeo, metiéndonos otra
era una manada de búfalos. Nos replegamos a la dere- vez en la jungla, podríamos colocarnos a unos 80 metros,
cha, para escondernos un poco en el follaje y esperamos. o menos, y desde ahí tirar. Le tocaba disparar primero a
Primero vimos unos cuernos en el fondo del claro. Era un Espinosa, y si yo tenía oportunidad, tiraría después de que
búfalo hembra, luego otra y otra y muchas más. Se detu- cayera su búfalo.
vieron antes de cruzar aquel terreno abierto, igual que lo Pasaron los momentos de tensión que preceden al
hacen todos los animales silvestres y los experimentados primer disparo, como ocurre en un combate a los solda-
cazadores, para ver si “no hay moros en la costa”. Luego dos que lo inician formados en la línea de fuego. Espinosa
siguieron acercándose a nosotros, hasta llegar a unos 70 escogió el búfalo de la derecha. Hizo su primer disparo e
metros. En ese momento alguien se movió, y al igual que el inmediatamente el segundo; los dos dieron en el blanco,
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pero la bestia no caía. Mientras tanto, ya estaba yo rodilla desplomarse a esa gran bestia, como si la hubiese fulmina-
en tierra apuntado al mío, que, sorprendido, empezaba a do un rayo.
alejarse deteniéndose y volteando de vez en cuando para Ya puede imaginarse el lector el gusto que me dio,
ver qué pasaba a sus compañeros. Viéndome en posición después de haber pensado tanto en lo difícil que me sería
de tiro, me gritó Bill que no fuera a disparar, hasta que Es- abatir al poderoso animal. Mi gusto fue mayor cuando me
pinosa rematara su víctima. Un tercer tiro de mi compañero dijo Jack que había filmado la escena.
Espinosa dejó al búfalo tambaleante, como un toro de lidia Mientras los dos huelleros se ocupaban de quitar las
después de recibir una estocada mortal, y un cuarto tiro, el copinas, nos fuimos a la sombra de un árbol a esperar la
de gracia, lo hizo morder el polvo. “calandria”, que no tardaría. Así pasó una hora, que apro-
—¿Puedo tirar?.. ¿ Yaaa? -grité, sin poder contener mi vechamos para tomar un refrigerio. Para entonces, los bui-
impaciencia. tres habían dado buena cuenta de toda la carne. No que-
—Ya está lejos, pero ... —respondió Bill, sin terminar la daban más que los pelones esqueletos de los dos búfalos.
frase porque no le di tiempo. Más por costumbre que por curiosidad tomé los prismáti-
Mi búfalo estaba más o menos a 200 metros, viéndo- cos y, allá lejos, descubrí más búfalos. Como mi licencia
me de frente, un poquito cruzado a su izquierda, pero en me autorizaba dos, Bill y yo resolvimos echarles un vista-
todo aquel trajín, que duró menos tiempo del que he to- zo. Esta vez nos fuimos por la orilla de la selva y sin tropie-
mado para contarlo, ,lo había seguido con la mira de mi zo nos acercamos bastante. El grupo estaba al descubierto
rifle cuate, el cual apuntaba en ese momento a la base del y pudimos observarlos a placer. Desafortunadamente no
pescuezo. No esperé más y oprimí el llamador. No sé cuál había un solo ejemplar bueno.
fue más grande, si mi alegría o la sorpresa que recibí ver Ya nos disponíamos a regresar, cuando vimos que a
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200 metros salía de la jungla un rinoceronte macho, de no tiro de gracia. Otra tonelada y media de carne para los bui-
malos bigotes. tres, barrenderos de la selva.
—¿Vamos? —me dijo Bill. De regreso al campamento sufrimos otra vez las aco-
—Pa’pronto —contesté sin vacilar. metidas de la mosca tse-tsé, pero ya no les hice el mayor
Examiné mi rifle, quité el seguro y empezamos a arri- caso; sólo me regocijaba con el éxito que, como principian-
marnos. Recuerde el lector que esos paquidermos tienen te en caza mayor, había tenido aquel día inolvidable, pleno
mala vista, pero buen oído y buen olfato. El aire nos era de angustias y emociones. ¡Dos animales grandes y peli-
favorable. Sólo debíamos evitar hacer ruido. Después de grosos abatidos limpiamente con tres tiros en un día! Re-
mi éxito con el búfalo, me sentía confiado. Sin embargo, cordé también, haciendo comparaciones, el fracaso con mi
cuando ya estaba a 30 metros y consciente del peligro, la primera gacela y mi primer elefante. Son gajes del deporte.
adrenalina circuló abundantemente y la tensión se presen- Al día siguiente me levanté tarde saboreando todavía mi
tó. actuación anterior. Salí con Walter a cazar un wildebeast
Todos los animales, cuando están vivos y en movi- para carnada de leopardo. Una hora después estaba cum-
miento, nos parecen más grandes. Un león muerto pierde plida mi faena. Encontramos a uno de esos toretes mal en-
toda su fiereza y su noble rango. Más bien inspira lástima. carados y de hocico aplastado, tan feo, que no sé por qué
Cuando la bestia sintió mi presencia y empezó a inquie- me recuerdan a un amigo mío a quien mucho estimo. Lo
tarse girando las orejas y moviendo la cabeza para ambos encontramos solitario en un campo abierto, salpicado de
lados, tratando de localizar el motivo de su inquietud, me esos típicos hormigueros que abundan en África, los cua-
vio de frente, dio unos pasos y se oyó mi primer disparo les en su mayoría son de tierra roja, algunos de ellos tan
que la paró en seco; se revolvía en círculo en el instante grandes como una choza y los más chicos a la altura de un
que recibía mi segundo tiro, el cual dio en el hombro. Cayó metro, en forma de pilón. Fue un acecho fácil, cubriéndo-
resoplando como una locomotora. No hubo necesidad del me con los hormigueros. Un tiro con mi rifle .30-06 corto la
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vida del antílope. Muerte inútil porque el bicho nunca probó que ha dispuesto todo aquello para el recreo del hombre.
la carnada. Había algunos nubarrones que amenazaban lluvia en un
Una noche lluviosa nos hizo perder un día, pero al si- cielo de azul turquesa, pero más tarde aclaró el día.
guiente, la primera víctima fue un wart-hog, ese jabalí afri- Respirando hondo y lleno de entusiasmo, me subí al
cano de tan enormes colmillos para un cuerpo tan chico, carro de cacería para ir hasta las faldas de unos montes
casi pelón y con unas gigantescas verrugas en la cara, que muy tupidos.
lo convierten en un animal de pesadilla. A pesar de lo feo —Vamos a lo alto de esas cumbres en busca del kudu
no impone temor, como el gigantesco jabalí europeo, o menor —dijo Bill—, estoy casi seguro de encontrarlo. El
como el no menos grande de la India que tuve la suerte de lugar es propicio.
cobrar en mi segundo shikar en ese lejano país. Este animal y su hermano mayor son los antílopes, a
Fue un tiro fácil. Primero pasó una hembra, a la cual se- excepción del bongo, más difíciles de seguir y acecharse
guían tres simpáticos jabatillos, todos trotando con la cola en toda África.
parada como un periscopio. Después descubrí al papá, Después de encontrarse la huella deben tomarse infi-
quieto, observando a su familia en medio de un zacatal. nitas precauciones. Debe practicarse el acecho silencioso
Minutos después, le quitábamos la copina, y hoy adorna un que ya he explicado antes. Ese antílope ve y oye a dos
muro en mi salón de trofeos. kilómetros de distancia. Tiene magnifico olfato y habita
Al mediodía estábamos bajo la sombra de una acacia, en montes rocosos de abundante breña. Una de sus muy
cuando me dijo Bill: —¡Mira! A mi espalda aparecieron cua- usuales defensas consiste en meterse en el más tupido
tro cebras, a unos 200 metros. Empezaron a correr, pero monte guardando completa inmovilidad, de modo que el
no huyendo sino dando un ligero rodeo, seguramente para mimetismo del color de su piel con el breñal lo hacen muy
reunirse con otro grupo. No tenía a la mano más que mi pe- difícil de descubrir, aún a 50 metros de distancia. El ca-
sado rifle .456/500. Lo tomé, sin perder tiempo, y disparé zador suele toparse con un kudu a 100 metros cuando
a la que me pareció mejor. El tiro resultó un poco trasero, menos lo espera. Por eso se le llama el “fantasma de los
pero alto. Creo que se debió a que a tal distancia, una bala bosques”. Cazar un kudu tiene tanto mérito como cazar un
de 480 granos como las de mi rifle, es lenta, sólo desarrolla borrego en Sonora o en las Rocallosas de América.
una velocidad de 2 200 pies por segundo. Erré un segundo Abandonamos la “calandria” y empezamos a escalar el
tiro, pero el tercero dio en el nacimiento del pescuezo. Fue monte. Sólo íbamos Bill, dos huelleros y yo.
tan fulminante la muerte de ese animal, producida por una Después de media hora, descubrimos una huella fres-
bala de tan gran potencia, que cayó como una roca. Ni ca de kudu menor que nos pareció muy buena, pero no la
siquiera alcanzó a estirar las patas, que es lo usual. Jack seguimos. Aquí aplicó Bill sus conocimientos y experien-
filmó parte de la acción. cia. En lugar de ir tras la huella seguimos de frente, y 40
minutos después, llegamos a la cima que remataba en una
El Kudu menor meseta rodeada de otros montes que daban forma a tres
cañones muy próximos. Un buen rato anduvimos por ahí
(Strepsiceros imberbis austarlis) cargándonos por el lado izquierdo, suponiendo el lugar por
donde era probable se había embarrancado el antílope. La
Cae mi segundo búfalo consigna era caminar como sombras, sin hacer el menor
Era una mañana fresca que olía a tierra mojada y toda ruido, sin chistar palabra, escudriñando el terreno con tal
la vegetación estaba bañada y limpia por la lluvia del día atención como cuando se penetra en una cañada en la que
anterior. Una de esas mañanas en que todo es optimismo, el enemigo pudiera sorprendernos. Da gusto ver cómo se
no nos duele nada y nada nos preocupa, y contemplando ejecuta un buen acecho por cazadores experimentados,
el cielo y el campo, vino a mi mente un párrafo que leí en principalmente esos negros, con facultades e instinto de un
algún libro: perro podenco.
“Son los tesoros con que la naturaleza regala a los Nos aproximamos a una profunda barranca que debía-
sentidos del hombre en estas tierras, en estos campos que mos otear. Con grandes precauciones, casi arrastrándo-
más bien parecen un cielo abreviado. Gratísimo bienestar nos, con el sombrero quitado y pegados a las rocas, nos
con que la primavera ahuyenta la tristeza.” fuimos asomando al borde del barranco cubierto de breña
Una de esas mañanas sonrientes, color de rosa, en- y altos árboles. Luego, vino el uso de los binoculares. Todo
galanadas por el rocío y los alegres trinos que los pájaros movimiento debía ser lento, para no ser descubiertos. Tam-
elevan al cielo como una plegaria, dando gracias a Dios bién el buen uso de los prismáticos es importante. Para
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escudriñar un lugar deben fijarse sobre cualquier roca o Allí, después de mucho buscar, descubrí la figura heli-
cosa, luego, mover la vista rebuscando metro por metro coidal de unos cuernos que se confundían con el varejonal
toda el área focal que abarcan; luego se cambia la posición reseco. Luego vi la cabeza, y nada más. ¡Era el kudu me-
al área siguiente, como una cámara fotográfica, y así hasta nor y estaba a 100 metros!
cubrir todo el terreno. Los prismáticos deberán estar siem- Quieto, quietísimo, sin pestañear, veía hacia nosotros.
pre fijos. Tal vez nos había visto o su instinto le advertía de una po-
Estuvimos media hora sin descubrir nada. Entonces sible amenaza. Me impacientaba no poder descubrir su
mi portador de armas, que estaba a cinco metros de mí, cuerpo para colocar un buen tiro en parte vital. Resolví tirar
arrastrándose silenciosamente, se acercó y sin decir una al pescuezo, a lo poco que de él veía. Era un tiro aventura-
palabra me hizo un ademán con la mano señalando un do, pero no esperé más. Apoyé el rifle sobre mi sombrero
lugar en la barranca, como diciendo: Ahí ... ahí está. de fieltro, apunté cuidadosamente, contuve la respiración y
Lo primero que hice fue revisar mi rifle, arrastrándome oprimí el llamador. El animal apenas se movió, pero fue lo
seguí al huellero y Bill hizo lo mismo hasta llegar al borde. suficiente para que viera yo medio cuerpo. Un segundo tiro
Apenas asomando la cabeza volvió a señalarme un lugar rápido y afortunado hizo desplomar en sus propias huellas
con el dedo índice. Miré fijamente, después usé los bino- a aquel raro antílope.
culares. No descubrí nada. .. ni estaba cierto de qué era Mi primer disparo dio en el nacimiento de los cuernos
lo que el sirviente había visto. ¡Cómo no hablaba! “¿Será y no lo tumbó, pero seguramente quedó atarantado por el
kudu o algún otro animal? —me preguntaba yo ¿un bush- impacto y por eso no se movió. El segundo tiro dio en el
buck, por ejemplo? ¿Cómo es posible —pensaba— que a corazón. A la fecha no he vuelto a ver otro kudu menor, de
simple vista haya descubierto algo este prieto tal por cual, tamaño aceptable, en mis safaris africanos.
que yo no puedo ver ni con la ayuda de los binoculares?” Ese fue otro de mis días de suerte. Después de abatir
La razón es que estos nativos tienen doble capacidad vi- el antílope, me esperaba una experiencia muy emocionan-
sual que el hombre que vive en las grandes ciudades. Es- te. Seguimos caminando por la meseta, y después de un
tán acostumbrados y saben descubrir la silueta o los cuer- rato, nos detuvimos a comer un ligero refrigerio a la orilla de
nos de un animal en cualquier ángulo dentro del breñal. un claro de unos 80 metros de circunferencia. Otra vez vi
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Después de un largo y fatigoso huelleo pude cobrar este ejemplar de kudu menor.
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a mi huellero parar la oreja. Ese negrito nunca se distraía, esos momentos me olvidé del peligro, estaba concentrado
siempre estaba atento a su trabajo, que evidentemente le en mi víctima. Hice otros tres disparos rapidísimos, de los
gustaba. Percibí un ruido que, por mi inexperiencia, no po- cuales dos hicieron blanco y uno resultó alto. A ese cuarto
día imaginar lo que era. tiro la bestia, bramando, se dobló sobre sus rodillas, mien-
—M’bogo, mingui (Muchos búfalos) —dijo Bebí. Rápi- tras el resto de la manada se alejaba en la espesura del
damente nos replegamos al monte quedando frente a no- monte. Rematé al búfalo con un tiro tras de la oreja.
sotros el claro ya mencionado. ¿Qué había pasado con las miras de mi rifle? ¿Por qué
—Es una manada de búfalos —dijo Bill—, vienen de no encontré el grano en el momento culminante?
allá abajo, vamos a quedarnos completamente quietos y a Una distracción, un descuido y una lección. El .465/500
esperarlos. Si tienes oportunidad, tírale al mejor, pero has- es un rifle cuate hecho a la orden por la casa Holland and
ta que yo te diga. Lo importante es no moverse, sino hasta Holland de Londres. Tiene dos cañones cuyos mecanis-
que estén muy cerca. mos funcionan separadamente, como si fueran dos rifles
Ya para entonces, Bebi me había dado el rifle .465/500 en uno. Es un arma hecha especialmente para la caza pe-
a cambio del .30-06 que yo llevaba. ligrosa. Se “quiebra” automáticamente. Tiene extractores
El ruido que hacía el tropel de la manada era a cada automáticos que ayudan a recargar con más rapidez. Es
momento más y más notable. Tomé posición de rodilla en propio para usarse a cortas distancias, la máxima debe ser
tierra y me preparé. de 200 metros. Tiene un grano delantero como todos los
Aquí tuve un descuido con las miras de mi rifle, que rifles, y detrás de éste una mira plegadiza de marfil, más
más adelante explicaré, pues en otras circunstancias pudo grande que la primera para, en su caso, servirse de ella en
ser de consecuencias fatales. noches de luna. Un poco atrás de medio cañón tiene dos
Aquel ruido de pezuñas se hizo más fuerte. La espe- miras plegadizas en V, una para tiros de 50 a 100 metros y
ra fue para mí de alta tensión, tal vez como cuando se la otra para 200. Más atrás, casi a la altura de la recámara,
aguarda un ataque a la bayoneta. Pronto aparecieron los tiene otra mira, también plegadiza, para usarse como “mira
primeros cuernos seguidos de una gran cabeza negra, lue- de recibir”. Sólo puede utilizarse ésta cuando las dos miras
go otros y otros y muchos más; así hasta sumar, según mis delanteras en V están plegadas, de otra manera no se ve
cálculos, unos 40 de esos toros salvajes. Todos avanzaban el grano ni puede verse el blanco con precisión.
de frente, como en línea de fuego. (¿Se animaría algún Pues bien, sucedió que cuando oímos el tropel de los
torero a lidiar un bicho de éstos?) Lo ancho de aquel frente búfalos que iban cuesta arriba, Bebi puso en mis manos el
poderoso, imponente, negro, como una mala noche, con .465/500 dándole yo el .30-06. Revisé la carga del rifle, vi
80 lanzas en la cabeza y muchas toneladas de fuerza y que la mira para 100 metros estaba levantada y puse dos
energía terribles, convertida en músculos, detuvo por un tiros de repuesto entre los dedos de mi mano izquierda,
momento su carrera al entrar en el claro. Luego, continuó para recargar con más rapidez después de los dos prime-
su avance ya no al trote sino al paso. ros disparos. Todo parecía estar correcto, pero resultó que
Estaba yo tan emocionado que ni tragaba saliva. Si cuando encaré el rifle para apuntar al búfalo seleccionado
aquellas bestias desencadenaban una estampida, algu- ¡no encontré el grano! Felizmente, me controlé y disparé
no de nosotros acabaría ensartado y otros hechos papilla, encañonando, como si el rifle no tuviese miras. De cuatro
embarrados en el suelo. A pesar de esos negros pensa- disparos tres dieron en el blanco, errando uno. Todos los
mientos que me habían secado la boca, ya había escogido impactos fueron altos, naturalmente. ¿Qué había pasado
mi víctima: era un macho prieto que iba al frente, ancho, con las miras? Pues que no me di cuenta que la de recibir
grandote, con una cornamenta que destacaba sobre los estaba también levantada. Podía ver la mira en V, pero no
demás. veía el grano.
Sólo esperaba el aviso de Bill para disparar. Ya esta- Es oportuno recordar lo cuidadoso que era W. D. M.
ban a 60 metros, luego 50 ... , 40 ... “!Esto es un suicidio!” Bell con sus armas. Ese famoso gran cazador del siglo
pensé. pasado y principios de éste no sólo las limpiaba personal-
—¡ Dispara! —dijo en ese instante Bill. mente, sí no que en su rifle probaba cartucho por cartucho
Pegué la mejilla al rifle para apuntar a mi víctima. antes de salir al campo. Es aconsejable que todo cazador
“!Pero qué pasa! ¿Por qué no veo bien el grano de mi proceda en la misma forma, principalmente cuando se va
rifle?” Prácticamente disparé encañonando. Al primer dis- por caza peligrosa.
paro toda la manada, sorprendida por la detonación, volteó A Selous, ese otro admirable cazador de la misma épo-
a su derecha, como si se hubiese puesto de acuerdo. En ca, le pasó lo siguiente: En esos tiempos se usaban unos
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rifles fabricados por Isaac Hallis, de Birmingham, Inglate- de constantes safaris y shikaris, sin dejar en blanco uno
rra; de un solo cañón, liso, como de escopeta, que pesa- solo.
ban 14 libras y se cargaban por la boca con una posta que El primer safari internacional es el que más sabor deja,
pesaba 128 gramos (no confundir con granos), calculando porque se le tira a todo bicho que se le pare enfrente. Cau-
la pólvora negra que se usaba, por lo que cabía en el hue- sa emoción el hecho de encontrarse en tierras ajenas con
co de la mano. Siempre cargaba él con uno de esos rifles, fauna, flora y gente también extrañas.
y su portador de armas con otro de repuesto. En una oca- En éste mi primer safari adquirí una gran experiencia,
sión tomó el rifle de manos de su ayudante, y al disparar creo que dos meses de caza en África equivalen a 10 años
voló el arma partida en dos y él cayó al suelo con la cara de caza en México. Se aprenden principios básicos tan im-
destrozada. Sucedió que, sin saberlo, su ayudante había portantes e interesantes que pueden considerarse como
puesto doble carga en aquel rifle-escopeta. un arte: saber distinguir una huella y su edad entre tan gran
Febrero 27 de 1954. Aquí termina mi primer safari afri- variedad de animales; analizar igualmente los excremen-
cano. El cazador que de veras siente la afición, siempre se tos, los hábitos, según las épocas del año; el ángulo de
quedará con el deseo de volver. Yo me quedé picado, tan tiro dependiendo de la posición que guarda un animal para
picado, que al escribir estas líneas para la tercera edición colocar la bala en el lugar vital; distinguir la silueta entre el
de mi modesto libro van transcurriendo numerosos años breñal; el acecho adecuado procurando arrimarse lo más
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RESULTADO DE LA CACERIA
Animales cobrados
Total: 33 piezas.
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Africa
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Ni un safari, ni dos ni tres, sino toda una vida será gas caminatas, abundante correspondencia con los guías
necesaria para formar una colección de trofeos de caza, y contratistas para ajustar condiciones, cámara, material
no comprados sino cobrados por el rifle del cazador. No es fotográfico, ropa adecuada y otras tantas cosas que man-
un trabajo; es una felicidad sentir profundamente la afición tienen al cazador con un dulce sabor de esperanza en el
venatoria. Tan pronto termina un safari, ya se piensa en el corazón mientras llega la hora.
siguiente. Se trata de un placer latente que mantiene nues- Se requieren años de espera para cazar algunos ejem-
tra mente siempre ocupada. Ese sabroso lapso de meses plares raros. La obtención del permiso, el país, la estación,
que transcurren entre una y otra cacería abarca: sueños, la situación económica, la salud, etc., son problemas por
libros de grandes cazadores, planes, prácticas de tiro, in- resolver. Durante muchos años he tratado inútilmente de
formación, la espera de la época adecuada, cacerías loca- obtener un permiso para cazar en Rusia un tigre siberiano;
les y ejercicios para estar en forma preparándose para lar- o en Angola un sable real gigante. Y si obtuviera esos per-
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misos, todavía haría falta la buena suerte de poder llegar a un lado. Pues bien, con esas rudimentarias armas, cuya
ellos viéndolos en la mira de mi rifle. velocidad de bala no llegaba a los 2 mil pies por segundo,
Los tiempos cambian y se pierde un poco la dignidad mataban elefantes, búfalos, rinocerontes, leones y leopar-
de la caza, en comparación con otras épocas ya olvidadas. dos. Muchas veces, en la carga de alguna de estas bestias
En tiempos pasados, los preparativos llevaban años. feroces, el cazador salvaba el pellejo dando un ágil salto
Para un safari africano de 6 meses se necesitaban 100 a un lado, en el momento en que el animal, no viendo al
negros para los servicios y 60 burros, o una larga caravana hombre, arremetía sobre la nube de humo producida por el
de carretas tiradas por bueyes. ! Imagínese la tarea del ca- disparo. ¡Qué tiempos aquellos!
zador para alimentar a tantos hombres por un largo tiempo! Pero yo llegué medio siglo más tarde. Todavía hace
Pero, ¡qué paraíso era entonces el Continente Negro para unos 20 años, en Kenya, la licencia de un cazador autori-
un espíritu de aventura y grandes emociones! Abundantí- zaba cuatro leones, dos rinocerontes, 12 cebras, y así por
sima cacería, sin límites, en un ambiente primitivo y bárba- el estilo. Hoy, en algunos países africanos, sólo se autoriza
ro, donde el canibalismo y otras costumbres, tales como un león, pero hay que buscarlo con la linterna de Diógenes.
el fetichismo y el tabú eran comunes, los hechiceros, los En un futuro próximo, muchas de las especies más impor-
brujos, los ritos salvajes, el misterio y las tierras vírgenes. tantes sólo se podrán encontrar en cotos de caza comer-
Karamojo mató 19 elefantes en un día. Selous mató 200 cializados; pero esto ya no es cacería.
búfalos y 17 leones en 4 años; Rainey, trece leones en un La explosión demográfica, el gran número de cazado-
día. ¡Grandes cazadores! Algunos usaban rifles calibre 4, res y el furtivo, invaden los terrenos de la fauna, que en
más propiamente dicho pisponeras que se cargaban por la otros tiempos fueran un paraíso de los animales silvestres,
boca del cañón, usando pólvora negra y pesadas postas libres, alejados de toda civilización. Prácticamente ya no
de plomo endurecido con zinc y mercurio. El disparo con hay tierras ignotas. Esa ilusión ya no existe, salvo en las
esas armas formaba una nube delante del cazador, y éste regiones siberianas, chinas o de los Himalayas. La pobla-
no sabía el resultado de su tiro, a menos que saltara a ción mundial de 500 millones de hace tres siglos, es hoy
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superada por un solo país: la India -por no mencionar a tes de nuestro arribo, hiciera un largo recorrido de recono-
China-, país pobre, donde la fauna ya agoniza. La caza cimiento en lugares remotos, poco trillados por cazadores.
del tigre de Bengala está vedada permanentemente. Sólo Nuestro objetivo principal eran el gran kudu y el sable real.
quedan unos 600 en todo el país, mientras que hace unas Llegamos a Nairobi y al día siguiente alquilamos una
cuantas décadas un solo cazador, el Maharajá Surguya avioneta para volar los 1 000 kilómetros que nos separa-
—a quien en 1956 conocí en mi shikar en la India—, tenía ban de Tabora, pueblecito donde nos esperaba nuestro ya
en su haber más de 1 000 tigres de Bengala y otras tantas conocido cazador blanco, Bill Jenvey, con todo listo para
panteras. iniciar nuestro safari. En el vuelo tuvimos oportunidad de
Por lo tanto, amigo cazador, ¡apúrate!, si deseas que contemplar una enorme extensión territorial de caza. Cru-
en tu salón de trofeos luzcan algunas especies raras. zamos el gran Rift Valley y vimos el Lago de Tangañica que
En los primeros días de agosto de 1955 inicié mi se- tiene 710 km de largo. África es pródiga en ríos, lagos y de-
gundo viaje africano, acompañado por mi hijo Fernando, siertos. Cuenta con el río más largo del mundo: el Nilo, con
quien entonces tenía sólo 15 años, pero ya desde la edad 6700 km; el Lago Victoria, tercero del mundo en extensión;
de 7 me acompañaba a tirarle a las huilotas con su esco- los ríos Congo, Zambeze y Ubango. Bellas cataratas como
peta .410. Buen compañero. Para 1961, después de cuatro las Victoria. Desiertos como el del Sahara, que es el más
safaris internacionales, ya estaba cuajado como cazador grande del mundo (9 millones de km2), etc.
y también se había revelado como un buen escopetero. En Tabora debíamos obtener nuestras licencias de
Acababa de ganar un campeonato estatal con la hazaña caza para Tangañica, y Fer —así llamaré a Fernando—,
de romper nada menos en skeet 100 discos de 100 tiros. se sentía muy preocupado porque a los menores de edad
Esta vez había hecho arreglos para un safari especial. no se les permitía la caza mayor, es decir, que no podría
Bill tenía instrucciones mías para que durante un mes, an- cazar ninguno de “los cinco peligrosos de África”. Pero el
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dinero obra milagros; también por allá opera la mordida, distancia, que calculé de 200 metros. De las dos cebras
de modo que hubo arreglo. Al llegar a las oficinas del De- escogí la mejor. Apoyé el rifle sobre el hormiguero. Apunté
partamento de Caza, Bill se acercaría a la ventanilla, yo lo a la paletilla del animal que estaba medio atravesado en un
acompañaría y Fer permanecería sentado para que no se ángulo de 45 grados y oprimí el llamador. Sonó el disparo
notara su corta edad. Luciría una cazadora, paliacate rojo y se me nubló la vista, ¡no veía ... ! Había recibido un pa-
al cuello, sombrero gacho y el cigarro en la boca, aunque tadón del telescopio en el ojo. Medio atarantado, lo cerré y
no fumaba. El empleado oficial le echó una mirada y au- me limpié con el pañuelo. Luego vi con el ojo izquierdo que
torizó el permiso. Después me dijo Fer que toda la noche tenía sangre. Lo primero que pensé fue que sería el fin del
anterior había rezado para obtener el permiso. Tal vez San safari. Traté de probar qué tan seria era la cosa: cerré el
Eustaquio hizo el milagro y no las diez libras esterlinas que ojo izquierdo y con el derecho busqué la cebra. Primero vi
di para la “mordida”. borroso el panorama, pero pronto se aclaró un poco para
descubrir que la mula esa se alejaba evidentemente herida
Campamento en Iswangala ... i Eso sí que no! Encaré mi rifle y a través del telescopio
vi mejor. Erré un segundo tiro y al tercero cayó. ¡Qué bue-
El 2 de septiembre llegamos a nuestro primer campa- no! ... la caza seguiría ... gracias a Dios.
mento y al siguiente día salimos a cazar algo para la ca- Resulta que el telescopio de mi nuevo rifle era más lar-
zuela. Lo primero que se nos presentó fueron 4 gansos go que el Lyman-Alaskan del otro, al cual estaba acostum-
egipcios que aterrizaron en un manchón de pasto alto, muy brado; seguramente olvidé ese detalle en los momentos
verde. de emoción y acerqué demasiado el ojo al lente, con las
—¡Ahora ... Fer, aquí vas a ejecutar tu primera faena! consecuencias ya dichas.
Fer no se hizo llamar dos veces. Tomó la escopeta que Afortunadamente, la herida estaba exactamente bajo
su portador de armas, de nombre Pita Kasimwita, ya tenía la ceja, rompiendo el párpado. Esta experiencia se repitió
preparada. Pita y Bill se bajaron del carro para acompañar- sólo una vez más, debido a mi concentración sobre otro
lo. Se fueron caminando hacia donde habían bajado las objetivo. Pero en adelante encontré la manera de evitarlo
ánceras que el crecido pasto impedía ver. Fer iba delante así: cuando apuntaba a un animal, bajaba y levantaba la
tanteando el terreno. Pronto se elevaron los 4 gansos, pero cabeza para medir con el ala del sombrero, en un instante,
sólo para caer con un doblete de Fer y otro de Bill, quien la distancia entre el telescopio y el ojo. No tiene chiste esta
también llevaba escopeta. Así que los dos gansos fueron maniobra, pero es práctica.
las primeras víctimas de Fer en África, detalle que causó
buena impresión entre nuestro servicio de negros que, en Un sable real récord
el campo, se comportan con la sana alegría de un niño. (Hippotragus niger)
Sonriendo, hacían comentarios, en su idioma swahili, del
comportamiento de su bwana-kidogo (pequeño jefe). Desde siempre se ha discutido qué antílope africano
Nuestras licencias de caza costaron 19 mil pesos y ha- merece el título de ser el más hermoso, si el gran kudu, el
bía que desquitarlos; así es que tomamos un frugal almuer- sable real o el bongo, sin llegar a una conclusión, ya que
zo y trepamos al carro. Descubrimos unos oribis, peque- las tres especies son magníficos ejemplares de la fauna
ños antílopes de carne exquisita, y después de un correcto africana y cada una se adorna y embellece con muy par-
acecho, Fer se despachó uno. Erró el primer tiro, pero al ticulares características. El sable tiene señorío, majestad,
segundo lo dobló. Poco después yo cobré un topi, y ya de grandeza, porte; hasta el color de su pelo prieto azabache
regreso al campamento vimos unas cebras que al tirarles es más bonito. En cuanto a cuernos, no sabría a cuál dar
por poco me cuestan un ojo de la cara, echando a perder mi voto. Los tres son muy diferentes a la vez que grandes,
toda la cacería por un olvido o descuido mío: eran dos ce- caprichosos y bonitos. De los tres, el de cuernos más cor-
bras. Me bajé del vehículo e inicié el acecho llevando mi tos es el bongo, pero al mismo tiempo es el más codiciado
nuevo rifle .30-06 equipado con un telescopio alemán. El por ser el más escaso y el más difícil de encontrar.
terreno estaba salpicado de acacias que me servían para Estábamos ya en terrenos del sable real y el gran kudu,
cubrirme, y así fui acercándome a esas matreras mulas de dos trofeos muy codiciados y difíciles de encontrar por su
camisón rayado. Escogí una línea donde se levantaba uno calidad, descubriendo que lo que sí abundaba era la mos-
de esos típicos hormigueros —comejeneras muy altas—, ca tse-tsé. Para defendernos un poco de estos molestos
que abundan en África, y al llegar a ese sitio ya no podía insectos nos proporcionamos unas colas de órix sujetas a
acercarme más sin ser visto. Me dispuse a tirar desde esa un mango de madera, con las cuales nos las quitábamos
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del cuerpo. Todo el santo día hacíamos uso de esas co- Seguimos por la selva sin encontrar nada importante,
las tan útiles. De pronto descubrimos con los gemelos un hasta llegar a una planicie tediosa, sin árboles. Allí se nos
grupo de sables; eran seis hembras y un macho que se presentó una familia de wart-hog: el padre, la madre y tres
distinguía por sus largos cuernos y piel oscura, casi prieta. crías. Con la ayuda de los prismáticos vimos que el macho
Nos acercamos a prudente distancia para observar y cal- tenía muy buenos colmillos.
cular las dimensiones de los cuernos, que me parecieron —Ora Fer, échate ese macho que parece muy bueno.
aceptables, pero según Bill sólo medirían 41 pulgadas, si Al bajarse Fer con su .30-06 en la mano, la familia empren-
acaso 42. Según yo, que no quitaba la vista de tan gallar- dió la carrera.
do animal, los cuernos pasaban de medio círculo, media —¡Súbete! —le grité— vamos en el carro a tratar de
vuelta; y debían medir más, pero no obstante el uso de los cortar al macho, y cuando estemos a tiro, te bajas y dispa-
prismáticos, son tan agudas y finas las puntas que no acer- ras. No sé cómo aceptó esto Bill, pues no estaba permitido
taba a definir su tamaño. Tenía ganas de tirarle a ese lindo por el reglamento de caza. Pisó con firmeza el acelerador
macho, pero como mi licencia sólo autorizaba un ejemplar, y me quedé sorprendido de la velocidad del jabalí, que fi-
resolví ajustarme al criterio de Bill. nalmente cortamos. Según cálculos, sirviéndonos del ve-
—No es muy bueno —me dijo—, yo creo que encontra- locímetro, ese jabalí verruguiento, a pesar de sus cortas
remos algo mejor. patas, desarrolló una velocidad de unos 50 kph, pero eso
—De acuerdo —respondí—, vámonos. no salvó su vida. Fer iba listo, y cuando estuvimos cerca
—Nos alejamos en el carro, sin dejar de voltear a ver el frenó bruscamente Bill, saltó Fer y falló su primer tiro, pero
antílope que permanecía con la mirada de una novia triste el segundo dio en el blanco, aparentemente un tiro trasero
que se siente abandonada. a medio cuerpo. Como el animal iba huyendo, el tiro que
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parecía trasero alcanzó la aorta y el jabalí se desplomó. me. Sus compañeras se iban alejando al paso. Decidí tirar
Los colmillos midieron 10 pulgadas. Tomamos algunas fo- desde ahí: en el hormiguero y sobre mi sombrero apoyé el
tos y seguimos adelante. rifle, apunté al nacimiento del cuello del animal que estaba
No encontrando nada más importante a qué tirarle, re- de frente y oprimí el llamador. Oí claramente el impacto de
solvimos regresar al campamento. ¡Sorpresa! Volvimos a la bala, ese peculiar sonido tan grato al oído del cazador
encontrarnos con el sable real. Supongo que era el mismo. y el soberbio antílope cayó fulminado. Al llegar, lo primero
Lo acompañaban dos novias. Ya no me aguanté. que hizo Bill fue sacar su cinta de medir y empezó a contar
—Párate, voy a tirarle —ordené a Bill. ... 41 ... 42 ... 43 ... 44 ... 45 ... Con ansiedad y regocijo veía
Bill no protestó y paró el carro. Estábamos a unos 600 yo alargarse la cinta y los números, con la misma alegría
metros. Bajé con mi .30-06 y me puse en cuclillas, mientras que un prestamista cuenta un fajo de billetes calculando
Bill se alejaba en ángulo para distraer a mi presunta vícti- los intereses, La cuenta siguió. .. i46 pulgadas y cuarto!
ma, que ya nos había visto y caminaba despacio, acom- —¡Es un récord! —gritó entusiasmado Bill. Por primera
pañado por sus dos hembras y volteando con frecuencia a vez en ese safari recibí la felicitación de mi flemático caza-
ver el carro. dor blanco.
Me fui acercando ocultándome con los árboles y hormi- Tomamos las fotografías de rigor, filmamos un poco,
gueros que había en abundancia. Creo que fui descubierto y más tarde ordené a mi taxidermista disecar de cuerpo
al llegar a los 200 metros, porque el antílope ya no seguía entero ese magnífico ejemplar que hoy luce en mi salón de
con la vista en dirección del carro que, además, para enton- trofeos de caza.
ces había desaparecido, sino que estaba parado, mirándo- La muerte de este sable real fue limpia, no sufrió. El tiro
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partió la aorta y siguió a lo largo del cuerpo. del león. La colgamos de un árbol en la forma acostumbra-
Efectivamente, las medidas igualaron las del récord de da y regresamos al campamento. Por la noche, volvimos
África Oriental de esos años. En el museo Stomeham de a tener serenata y a la madrugada fuimos en su busca.
Tangañica -hoy Tanzania- está el ejemplar que era el ré- Esta vez tuvimos mejor suerte. A distancia conveniente
cord, sin la fecha ni el nombre del cazador que lo cobró. No abandonamos el carro y desde lo alto de un hormiguero,
fue sino hasta dos años después (1957), en que J. Lanpher que dominaba el campo, nos pusimos a observar con los
cobró un ejemplar cuyos cuernos midieron 47 pulgadas y prismáticos el árbol donde colgamos la cebra. Desde lue-
un cuarto, que es el récord actual de esa región de África. go nos dimos cuenta de que el simba había tenido una
De esta suerte, mi sable corresponde al segundo lugar. gran cena, porque sólo quedaba la mitad de la carnada.
Posteriormente Fer tumbó un sable en nuestro safari Cosa curiosa, no veíamos leones, hienas ni chacales. Me-
de Angola Portuguesa en 1960, con cuernos de 43 pulga- tro por metro escudriñamos el terreno sin descubrir nada.
das; yo cobré otro más en Botswana en el safari de 1965, Sin embargo, sabíamos que por ahí cerca debían estar los
con cuernos que midieron, respectivamente, 45 pulgadas leones cuidando su despensa. Es costumbre del león que
uno y 44 ¾ el otro. Ambos entran también en la medida después de hartarse, va a tomar agua y regresa a cuidar
récord. que las hienas o los buitres no acaben con los restos de su
Fue un error de Bill el subestimar las medidas de los presa. Generalmente, ya satisfecho, se aleja 15 a 20 me-
cuernos cuando vimos aquel sable. Si no hubiera sido por tros echándose a la sombra de un árbol o entre la maleza.
mi resolución no cobro tan buen ejemplar. Así caen mu- Si algún depredador intenta comer de su plato, se levanta
chos récords en el mundo. Los cazadores blancos no son y a zarpazo limpio aleja al intruso.
infalibles. Trepados en el carro resolvimos buscar a los leones.
Esta vez solamente íbamos Bill, Fer, mi portador de armas,
Leones: Campamento un hábil huellero de nombre Matengue y yo. Empezamos
en Rungwa a ver el terreno haciendo un gran círculo; cada matojo era
tan escrupulosamente inspeccionado, como se revisa en
Después de cobrar mi sable levantamos el campamen- la aduana a un sospechoso de contrabando. Descubrimos
to alejándonos más de la civilización. Todo el día viajamos el primero: estaba entre los matorrales, sentado; nos con-
sin encontrar una sola aldea, y por la noche llegamos a un cedió una mirada despectiva, indiferente y volteó a donde
lugar aceptable para acampar. Por la mañana hicimos un estaban los restos de la cebra. Lo primero que se examina
reconocimiento, pero sólo encontramos un waterbuck que en un león es si tiene una larga melena, lo cual es raro;
Fer mató de un tiro fácil, lo cual lo llenó de optimismo. Por sólo la tienen los leones en cautiverio, porque el león libre
la noche dormíamos tranquilamente cuando nos desper- y sano deja gran parte de su linda cabellera entre la breña
taron fuertes, sonoros e imponentes rugidos de leones. Ni cuando corre persiguiendo su presa. El que teníamos ante
el tigre de Bengala, ni el elefante, ni el leopardo ni ningún nosotros era ya un macho de cinco años, pero de melena
animal peligroso emite un sonido tan potente, pavoroso y escasa.
terrífico como el rugir de un león. Cuando un león ruge, la —Vamos a buscar al otro —indiqué a Bill. Seguimos en
selva calla, como si tal rugido fuese un “toque de queda”. círculo y no tardamos en encontrarlo. Estaba echado sobre
—Oye, pap —me dijo Fer— ¿no crees que están muy sus patas traseras y las delanteras hacia el frente, como
cerca? se echan los perros o como generalmente se esculpen los
—Tal vez —contesté— nunca se sabe; porque el león leones. Nos paramos a 50 metros de él para examinar la
es un poco ventrílocuo, lo mismo se oye como si estuviera melena.
a un kilómetro que a 100 metros. —No está mal —dijo Bill— es más o menos como el
Después de un rato se fueron los leones y nos dormi- que cazaste el año pasado. —Bien —fue mi respuesta.
mos profundamente. (En África está terminantemente pro- —¿Quién de los dos va a tirarle, tú o Fer?
hibido cazar de noche.) Resolví que tirara Fer.
Al siguiente día encontramos las huellas a 50 metros —Bueno, entonces nos retiraremos 200 metros para
del campamento. Tomamos un ligero desayuno y fuimos a ajustarnos al reglamento de caza —indicó Bill.
buscarlos, No los encontramos, pero seguramente volve- ¡Otra vez el reglamento! Este flaco insípido debería ha-
rían atraídos por la carne del antílope que Fer había ma- ber visto cómo mató mi amigo Macías en Tala, Jalisco, un
tado, Por lo tanto, nos dedicamos a buscar un animal que león enjaulado durante una función de circo.
sirviera de cebo. La víctima fue una cebra, plato favorito El motor del carro estaba parado; lo echó a andar Bill,
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de día metido, parado o echado entre la maleza. Por todo ramente medirían más de 55 pulgadas. Lo acompañaba
esto se ha dado en llamarle el “fantasma de los bosques”, una hembra. Inmediatamente me dejé caer, para asomar-
porque algunas veces descubre el cazador cuando menos me con más cuidado y buscar la forma de acercarme un
lo espera. Entonces, suele ocurrir que el cazador se pre- poco. Imposible. La hondonada era un pastizal limpio, con
cipita y falla el tiro, un tiro regalado; se tire de los pelos y sólo tres árboles junto a los que estaban los kudus; yo me
maldiga su mala suerte. Tanto le han ponderado al kudu, encontraba en la altura, al borde. Tendría que bajar y, de
tanto han exagerado su importancia y tantas historias ha hacerlo, sería visto. Resolví arrastrarme unos 30 metros,
oído, que se siente muy infeliz de regresar a su país sin hasta donde terminaba un grupo de arbolillos, para de ahí
uno de esos ejemplares. Entonces, en el momento culmi- tirar pecho a tierra. Fer y Kasimwita permanecían echados
nante, cuando inesperadamente descubre aquella escultu- sin chistar palabra. En tanto, yo me arrastraba como una
ra viviente, lo invade lo que en el argot venatorio llamamos víbora y pensando: “¡Ay... Dios. . . !, que no se me vaya. ..
“fiebre de venado”; se queda paralizado, acalambrado, o que no se me vaya. En eso oí una voz que me cayó como
se olvida de quitar el seguro al arma y finalmente falla el bomba: —¿Qué estás viendo Beni? —Era Bill, ¡mal haya la
tiro perdiendo la oportunidad. 20 años después seguirá estampa de este flaco infeliz! que sin ninguna precaución
contando el caso, maldiciendo a su nervio simpático, o a se acercaba hablando en voz alta, no obstante ver nuestra
cualquier otro nervio que según él tuvo la culpa. actitud de manifiesto acecho.
Decía que 4 días más insistimos en buscar el kudu. Ya puede imaginarse el lector cómo me sentiría, y ob-
Sólo habíamos visto un par de hembras y dos machos jó- viamente al instante la pareja de kudus emprendió la carre-
venes. Bill se tiraba de los pelos: “Pero Beni —decía— si ra. Tres horas después todavía seguíamos inútilmente las
no hace 15 días que los vi aquí ... no uno sino varios, pero huellas. Al día siguiente levantamos el campamento para
estos desgraciados negros los han ahuyentado quemando irnos al próximo.
los pastos. Cuando vine no estaban quemados.” Ya en camino, cuando menos lo esperábamos, vimos
Efectivamente, cada año, antes de iniciarse las lluvias, a la distancia, entre los árboles, pastos quemados y ceni-
queman los pastos de media África para limpiar y fertilizar zas, una silueta negra. ¡Era un sable real! Examinamos
con las cenizas la tierra en la que pronto se verán los re- los cuernos, que no eran tan buenos como los del que yo
nuevos necesarios para el ganado. cobré, pero tal vez no se nos presentara otra oportunidad.
Sin embargo, el último día que pasamos en ese cam- Por lo tanto, Fer resolvió tirarle, se bajó con Bill e iniciaron
pamento tuve una oportunidad de oro, que echó a perder el acecho logrando colocarse a 150 metros. Un buen tiro
nuestro cazador blanco. de Fer liquidó el hermoso antílope.
Temprano estábamos ya en el campo, pero a las 10
se rompió una muelle del carro. En una hora quedó cam- Campamento en IlIunde
biada. En ese lapso me alejé un poco, acompañado de mi
portador de armas, y a los 30 minutos me topé con un es- Cae un león bajo el rifle de Fernando
pectáculo que pocas veces se ve en Tanzania: en una lo-
mita ligera, salpicada de arbolillos delgados, descubrí una Nos dirigimos hacia el oeste, a una región remota, muy
manada de sables. Eran 8 hembras y un gran macho. ¡Qué poco frecuentada. Por la tarde, abandonamos la brecha
cosa más linda era aquello! Lástima que Fer se había que- que habíamos seguido todo el día y nos internamos por
dado con Bill y yo había cubierto ya mi licencia con el sable un terreno difícil. El caminar de los vehículos era lento y
cobrado días antes. Me contenté con filmar la escena. molesto, pero lo desconocido siempre es atractivo. Deja-
El carro estaba dando lata, pues a poco andar tuvimos mos atrás el camión y aceleramos porque ya se nos hacía
que volver a parar. Entusiasmado por los sables que había tarde. Ya oscuro, nos detuvimos en un paraje cuyos contor-
visto dos horas antes, llamé a Fer y a mi sirviente Kasimwi- nos no pude apreciar por la falta de luz.
ta. Tomamos los rifles, y mientras Bill arreglaba el carro Según Bill, éste era un lugar ideal para cazar buenos
nos alejamos por una brecha. No habíamos caminado 200 elefantes, leones y otras especies. Dormí tan bien esa no-
metros cuando, por costumbre, me asomé cautelosamente che que al amanecer, a pesar de la flojera que invade a
a una hondonada, con el deseo de ver si descubría algo, uno cuando está en la cama calientito, recibí con agrado la
pero, ¡qué sorpresa! ... a unos 300 metros, en el fondo canción de: Yambo, Bwana, Chai.
del valle, casi limpio de árboles, estaba parado un kudu Ya en el carro, pronto me di cuenta de que estábamos
macho, adulto, con unos cuernos de dos y media vueltas en terrenos muy solitarios; no había ni una aldea ni se veían
en espiral, cuyas puntas terminaban hacia fuera y segu- rodadas de otros vehículos. El campo era montoso, tupido
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de acacias (en África hay unas 32 variedades de acacias) y un monte ligero observamos dos búfalos. Recordé que los
felizmente no había mosca tse-tsé. A las 11 a.m., a la orilla búfalos solitarios son los más peligrosos y tan pronto los vi,
de un claro, descubrimos que cruzaban lentamente un par pensé que esa era la oportunidad para que Fer presencia-
de elefantes. Nos bajamos del carro con los rifles listos, ra la caza de un animal tan temible. Al enfrentarse a un ani-
arrimándonos para apreciar los largos colmillos de verde mal peligroso se deben tomar las precauciones debidas,
marfil —debe saber el lector que hay elefantes con colmi- teniendo presente las tres principales causas que motivan
llos de marfil verde, amarillo o blanco, según la edad del los accidentes fatales: la imprudencia, la ignorancia y el
paquidermo y la región que habita—. Después de nuestras descuido. El arranque de un búfalo es tan rápido como el
observaciones Bill calculó que no pasaban de 75 libras por de un toro de lidia y pesa el doble. Puede correr 100 me-
lado, lo cual era muy poco. Teníamos que encontrar uno tros con un tiro en el corazón. Es inteligente, poderoso y
que superara las 100 libras. A mí me parecían satisfacto- sanguinario. La distancia prudente para cazarlo debe ser
rios los que tenía a la vista a tiro fácil, pero en región tan de 60 a 80 metros, según la ocasión; a esas distancias se
virgen, tal vez la señora suerte nos brindara algo superior. asegura mejor el tiro a las partes vitales deseadas. Para
No vimos más elefantes, pero por la tarde, en la falda de mí, los lugares de preferencia son el corazón, si el bruto
Este hermoso sable real cayó con un tiro de Fernando a 150 metros.
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está de frente, o a los hombros si está atravesado. En el ¡Nunca he visto a un novio sonriente en esos precisos
primer caso debe apuntarse a la parte alta del pecho, no momentos y menos aún a los consuegros!
precisamente al corazón que está en la parte baja, sino a Ya cerca, cuando estaba a 100 metros, me aseguré de
la altura del nacimiento de las grandes arterias para mayor que la mira de mi rifle para tiro corto estuviera correcta, el
seguridad y efectividad de tiro. En el segundo caso, la bes- seguro quitado y dos balas sólidas en los cañones. Colo-
tia puede caer por shock o, por lo menos, se le romperán qué dos más entre los dedos de mi mano izquierda, como
los huesos de los hombros impidiéndole rapidez en el ata- si fuesen cigarrillos, y seguí avanzando hasta llegar a 50
que. En ambos casos deben usarse balas de punta sólida metros. Los dos bichos estaban atravesados y al parecer
y, de ser posible, con rifle cuate de gran poder. no me habían visto ni sentido. Escogí el de la derecha,
Los búfalos han causado más muertes que los leones, que me pareció el mejor; puse rodilla en tierra y apunté a
y casi todas han sido ocasionadas por animales heridos. la paleta, oprimí el llamador y oí el impacto de la bala. El
De ser posible, el cazador procurará estar siempre cerca enorme animal dio tres pasos y dobló las rodillas incor-
de un árbol para treparse a él en caso de fuerza mayor. porándose inmediatamente, dio unos cinco pasos más y
Creo que es más peligroso seguir a un búfalo herido que cayó mordiendo el polvo al recibir el segundo tiro de mi
a un león en las mismas condiciones. Éste siempre gruñe .465/500. Así de breves son muchas veces estos estela-
cuando siente al cazador cerca; en cambio, el búfalo se res, emocionantes y grandes momentos en la vida del ca-
embravece, se encoleriza y si no ataca de inmediato corre zador.
a emboscarse; luego acecha al cazador y carga sobre él Hay cacerías, como la del oso polar o el argali y mu-
como un rayo, cuando su enemigo está a muy corta dis- chísimas otras raras especies, que requieren largos meses
tancia. Otra ventaja del tiro a los hombros es que hace un y en ocasiones años de espera y preparación, mucha co-
blanco considerable. Ese lugar es mi preferido en casi todo rrespondencia, volar de 20 a 40 mil kilómetros, trasladarse
animal, pues si por la excitación natural del momento el tiro a climas ardientes de 50 grados C, o bien a otros, a 20
resulta alto, podrá interesar la espina; si resulta trasero, bajo cero, sudando frío, caminando con el moco colgando
puede dar en los pulmones y si es delantero puede quebrar y los ojos llorosos, para con suerte, después de un mes de
el pescuezo. friega, disparar dos tiros en tres segundos y volver a casa.
Fer se ocuparía de filmar la acción, Bill y yo nos ade- A la mañana siguiente, Fer se quedó en el campamento
lantaríamos. El aire era favorable y los árboles permitían debido a una fuerte urticaria que le brotó en un pie y le mo-
un acecho fácil. Sólo nos cuidaríamos de no pisar hojas o lestaba al caminar. Bill y yo seguimos buscando mi elefan-
varas secas que pudieran producir ruido. Como siempre te. Vimos un par de leones a regular distancia. No los mo-
me ocurre, cuando estoy ya frente a un animal peligroso, lestamos. Ahora era la oportunidad de que Fer se “sacara
sentía la boca seca y una sensación tal en todo el cuerpo la espina” que le quedó cuando falló a su primer simba. De
inexplicable con palabras ... tal vez sea algo así como la inmediato regresamos al campamento.
que siente un novio cuando está de rodillas ante el altar —Ahora, bwana kidogo, ven a matar tu simba para cu-
esperando del sacerdote esa frase que ha de cambiar toda rarte el pie con sebo de león.
su vida: “¿Acepta usted por esposa a Fulana de Tal?” ... —¿De veras, pap? ¿Dónde está? —contestó Fer.
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—Muy cerca de aquí. Ven, vamos. Son dos. Tal vez yo con las manos a guisa de aplausos, acompañados de un
pueda tirar al otro. Nomás ten calma y le apuntas bien. sonsonetito monótono, muy africano, que dice: Kabubi —
En un santiamén estuvo listo y regresamos al lugar. Kabubi — Kamwisho — Kabubi — Kabubi — Kabwana
Conociendo lo perezoso que es el virrey de la selva y con- — Mkubwa — Aliwa — Simba — Kabubi — Kabubi Ka-
siderando la hora, sabíamos que los volveríamos a ver. mwisho.
Efectivamente, ahí, en un pequeño promontorio que más En resumen, toda esa palabrería quería decir que el
parecía un hormiguero, coronado por dos arbustos y cu- gran jefe había matado un león. Actualmente ese acto re-
bierto de zacate corto, estaba esperando su destino uno sulta un tanto teatral; pero en tiempos no lejanos, cuando
de ellos. No estaba su compañero en los contornos que abundaban los simbas, era tradicional entre la tribu masai
revisamos. El felino estaba sentado sobre sus patas, de cada vez que un nativo abatía, con su larga lanza, al felino,
igual forma como se sienta un perro cuando ve comer a su azote del ganado.
amo con la esperanza de recibir un mendrugo; con las ma- Tres días más duramos en aquel campamento, y fue
nos tiesas y firmes, la cabeza erguida y la mirada tranqui- curioso que durante las tres noches el otro león fue a rugir
la, como corresponde a su real linaje. Parecía como si el muy cerca de nuestro campamento.
pequeño montículo fuera su trono, y los dos arbustos, sus ¿Sería que iba a velar a su hermano? ¿Amor fraternal?
guardianes. El viento favorable facilitaba el acecho. Nos Sea lo que fuere, tal actitud me hizo reflexionar en la na-
acercaríamos de frente y yo filmaría la acción. turaleza de los sentimientos de que pueden estar dotados
—Mira Fer, vas a tirarle desde unos 50 a 60 metros; los animales. ¡Sabemos tan poco!
para evitar hablar, cuando te toque el brazo y veas que me En vano buscamos mi elefante durante varios días.
detengo, tú avanzas cinco pasos más y desde ahí dispa- Sólo vimos hembras y machos jóvenes. La situación en
ras. El objeto de quedarme un poco atrás es para captar cuanto a alimentos andaba mal; la carne fresca y los indis-
la acción poniéndote a ti y al león dentro de la lente. En la pensables vegetales estaban casi agotados; la comida se
posición que guarda, debes apuntar con tu mira rasante, reducía a enlatados; ya no había frutos cítricos, ni concen-
exactamente unas dos pulgadas debajo de la barba, y des- trados, y para remate, sólo uno de los huelleros conocía
pués del primer tiro ni te detengas como con el otro león aquella región. Era tiempo de cambiar de campamento.
que se te fue. Corta cartucho y déjale ir el otro plomazo.
—Muy bien pap, verás que esta vez no se me escapa, Campamento en Chada
¡qué caray! —contestó Fer.
Tomó el rifle .375 que ya estaba cargado. Otra vez se Todo el día lo pasamos en el carro, por terreno plano y
persignó; pero en esta ocasión ya no fue por miedo sino ro- monótono. En la tarde cambió el panorama: verde follaje,
gando a Dios colocar un buen tiro. Nos fuimos adelantando gigantescos baobabs —árbol muy corpulento típico de Áfri-
hasta cumplirse mis instrucciones. Me detuve. Fer avanzó ca—, acacias, pastos verdes y hasta unas palmeras que
cinco pasos y se dispuso a tirar, mientras el león seguía tan marcaban los límites del Lago Chada, que en esa época
sereno como si supiera que lo estaba filmando. Oí la de- estaba casi seco. No debe confundirse este pequeño lago
tonación y vi a través del visor al noble animal dar un salto de poco fondo con el famoso gran Lago Chad, que está en
vertical desapareciendo tras el montículo. Dejé de filmar. África Central, limitando las fronteras de las Repúblicas de
La forma en que dio aquel salto era señal inequívoca de Nigeria, Camerún, Níger y Chad.
que estaba bien “tocado”. Esperamos unos momentos, con Antes de llegar al lugar en que habíamos de acampar,
los rifles listos y la mirada tensa, después, dando un corto vimos un grupo de elefantes que, aunque tenían los colmi-
círculo, nos fuimos acercando. Atrás del montículo estaba llos muy chicos, nos entusiasmaron.
el simba bien muerto. El muchacho no cabía de gozo “¡te lo
dije pap, le di en la mera chapa! ... “ Efectivamente, el tiro
fue tan bien colocado que después del brinco; más que co-
rrer, la bestia rodó por el montículo. Menudearon las fotos,
los abrazos y las felicitaciones.
Siempre que regresábamos al campamento la servi-
dumbre curiosa rodeaba el carro para ver la cosecha del
día. Esta vez, en cuanto vieron al león, alegres como unos
chiquillos, levantaron en hombros a Fer, le dieron un re-
fresco y lo pasearon por el campamento haciendo palmas
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El autor ante un
gigantesco baobab,
cerca del nuevo
campamento en Chada.
Estos paquidermos son siempre motivo de admiración. aquí tenemos para eso y más —dije a Bill.
La primera mañana, al salir de mi tienda, lo primero —Sí, pero se necesita paciencia. Ahí donde están es
que vi fue una faja negra y una polvareda allá, en el centro una reserva, y para cazarlos necesitamos esperar a que
del lago seco. crucen esa línea de palmeras que es allá, a tu izquierda y
—¿Qué es aquello, Bill? —pregunté. a tu derecha, o bien, hasta que se internen en aquel monte
—Búfalos. Búfalos —fue la respuesta. del fondo.
—¡Cómo! —exclamé, en tanto enfocaba mis prismá- —Pero hombre —repliqué— si estamos solos. El pue-
ticos. i Pero qué barbaridad ... ! ¡ Nunca había visto tan blo más próximo está a 150 km. Aquí no nos verán ni los
grande cantidad de estos bichos carboneros! ángeles.
Eran tres manadas, que sumaban no menos de tres mil —Es el reglamento de caza ...
animales. No me cansaba de observar y contemplar sus —¡ Flaco tal por cual! También en México tenemos
movimientos, así como no se cansa uno de contemplar las nuestra Ley de Caza y Pesca, pero ... ¡qué lindo es México!
olas de un mar tan bravío Pasaron dos días sin presentarse la oportunidad de
—Bueno, faltan tres búfalos para llenar mi licencia; cazar los búfalos. Todos los días nos alejábamos en busca
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de otros animales. Nuestros negritos necesitaban carne; árboles y... ¡Ahí vienen... ahí vienen!
la de un antílope duraba muy poco las caminatas eran lar- —i No se muevan! —gritó Bill.
gas; diez horas mínimo en jeep y a pie. De las 10 a.m. en Yo veía que se nos echaban encima, ya estaban muy
adelante el calor era intenso, el terreno muy polvoriento cerca, pude darme cuenta que en toda la manada no había
y los árboles y los pastos estaban quemados. No había ni un macho, sólo hembras. No era una estampida, pero
brechas ni más veredas que las de los animales. Siempre venían a trote ligero. Me acordé de lo peligroso que es mo-
regresábamos al campamento molidos, cansados y cubier- verse en tales momentos y aguantamos la parada lleván-
tos de polvo y ceniza. El baño y el agua fresca con jugo de donos el gran susto. Toda la manada pasó a 15 metros
limón o squash, un concentrado dulce de frutas muy usual de nosotros, probablemente sin advertir nuestra presencia.
en África, eran una bendición. Sin embargo, los días no Si se les ocurre desviarse un poco, no sé lo que hubiera
pasaron en blanco. Fer mató un buen roan, a 150 metros, sucedido. Este caso y el otro en las cercanías del Lago
con un tiro al codillo. El antílope corrió 50 metros y cayó. Manyara me convencieron de la efectiva protección que,
Otro día cobró un kongoni corriendo, 2 tiros a 140 metros en ciertas circunstancias, significa la absoluta quietud. Re-
lo doblaron. Por mi parte cobré un kongoni, un waterbuck y cuerde el lector al “Tancredo” de los ruedos taurinos, que
un wart-hog. a media plaza, parado sobre un cajón, esperaba al toro de
También tuvimos una emocionante experiencia que lidia y rarísima vez era embestido.
nos puso los pelos de punta y el corazón en el cuello: todas —¡Oye —dije a Bill— si haces esto para probar nuestro
las mañanas nos arrimábamos a la reserva para observar comportamiento, no vuelvas a repetir el chiste!
las grandes manadas de M’bogos, con la esperanza de —Bueno —contestó sonriendo.
que algunos cruzaran la línea límite para poder cazarlos. .. Por la mañana, andábamos un poco alejados cuando
pero no lo hacían. Tal parecía que conocieran los límites de vimos dos búfalos solitarios.
su feudalismo; pero una mañana se descolgó una partida, —¿Quién va a tirarles? —preguntó Bill, sin dejar de
que calculé de unos 200. Nos ocultamos detrás de unos verlos.
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—Fer —contesté—.Tírale con el .375. Confiado en la —¡Olvidé la grasa en los cañones ... olvidé la grasa!
categoría de Bill, no me ocupé de observar si los cuernos “Curamos al cafre y todos los muchachos del campa-
de los búfalos valían la pena. El acecho no era difícil. Las mento reían a más no poder. Yo también reía.
bestias estaban en terreno plano y arbolado. Con la emo- “Inesperadamente alguien gritó. Volví la cabeza y vi al
ción natural, Fer se fue acercando hasta 120 metros. Tiró búfalo que venía como una locomotora. Apenas tuve tiem-
al nacimiento del cuello, y él animal corrió unos cuantos po de hacer un disparo rápido con el rifle desde la cintura y
metros; cayó de rodillas levantándose inmediatamente; Bill evadir la embestida. Se siguió hacia Mao. Mao se puso de
y Fer corrieron tras de él, mientras yo filmaba la escena. rodillas como si rezara. El búfalo le corneó bajo aventándo-
Cuando Fer estaba a 40 metros, el búfalo, muy mal heri- lo por los aires. Mao dio contra el suelo. Hice un disparo al
do, volvió a caer recibiendo otros dos tiros. Al acercarme cerebro, pero antes el bruto enterraba un cuerno en el cue-
a tomar más fotos, me di cuenta de que el M’bogo era un llo del infeliz. Un examen rápido nos mostró que el primer
pobre animal viejo, con un cuerno mocho y el otro apenas topetazo había matado a Mao, no la cornada en el cuello.”
medía 32 pulgadas. Sentí tal disgusto, que no quise ni que Esta anécdota es un caso típico de estupidez, así como
quitaran la copina. No queríamos nada de aquel animal. pone de manifiesto el cuidado con que debe andarse en la
Tuve una seria discusión con Bill por el error que cometió selva africana. Siempre, aun en el campamento, debe te-
cuando le dijo a Fer que tirara al búfalo de la derecha, en nerse un arma al alcance de la mano y revisarla, si es que
lugar del de la izquierda que era un buen ejemplar. no se ocupó personalmente de limpiarla, que es lo mejor.
Después vino el desquite cuando Fer mató su segundo Volvamos al segundo búfalo que mató Fer, pero. .. me-
búfalo. Un magnífico animal, grande, prieto ,adulto, con un jor insertaré aquí las anotaciones de su propio Diario: Aca-
par de simétricos cuernos que midieron 45 pulgadas. Pero bando de salir del campamento se nos cruzaron 3 búfalos
antes, para darle sabor a la caza de estas formidables bes- y me tocaba tirar a mi segundo y último según mi licencia.
tias, insertaré una anécdota real. Los miramos con los gemelos y vi que uno de ellos podía
Era un safari en el que Roberto figuraba como el caza- tener cuernos de más de 40 pulgadas. Nos bajamos del
dor blanco, Smith como aficionado, y un cafre —pertene- carro, yo con el rifle .375 y BiII con un .465/500, un huellero
ciente a una tribu de mente obtusa de Sudáfrica—, como con otro rifle y mi papá con la cámara de filmar. Yo estaba
portador de armas. Roberto lo cuenta así: “Una tarde Smith muy calmado, aunque con mucha emoción. Los seguimos
le dijo a Mao —nombre del cafre—, que sacara el rifle pe- unos 20 minutos corriendo, luego en cuclillas, arrastrán-
sado y lo limpiara. A la mañana siguiente, cuando el sol donos, en todas formas para podernos poner a tiro, y a
empezaba a calentar fuerte, un búfalo fue a echarse a dor- unos 60 metros se paró mi M’bogo de lado, me senté en
mir la siesta a la sombra de un moyela —tipo de árbol—, mi sombrero; le apunté al mero codillo, jalé al gatillo y dio
que estaba a unos cien metros del campamento. Smith leía un bramido. .. Corrió, igual que yo, pero ya no en dirección
un libro, mientras yo escribía un artículo. Jim, mi cocine- contraria como me pasó con el primer león, ahora lo seguí,
ro, me tocó el hombro diciéndome: «Mao tomó el rifle». y como a unos 40 metros se paró, le volví a tirar y mien-
—Levanté la vista apenas a tiempo de ver que aquel idiota tras cortaba cartucho, se fue ladeando hasta que cayó. Al
descastado metía un cartucho en la cámara del poderoso acercarme, lo hice por la cola por si quería levantarse no
rifle .450 de Smith. Le grité que se detuviera, porque es me pasara nada. Los dos tiros los pegué a 2 pulgadas de
costumbre que ningún nativo debe tomar las armas de un separados, y los cuernos midieron 45 pulgadas.
blanco, sin previo permiso. Mao no me hizo caso y corrió Efectivamente así fue. El muchacho de 15 años, que
hacia el búfalo. Tomé mi rifle y me fui tras él. Se encontraba apenas podía con el rifle .375, se iba cuajando como el
a unos 35 metros cuando el búfalo se levantó. Mao apun- buen cazador que sería con el tiempo y la práctica.
tó con rapidez y disparó. El arma emitió un sonido raro y Al otro día fue mi turno. Después de andar toda la ma-
sonoro. Mao voló por el aire cayendo de cabeza, golpeán- ñana y parte de la tarde sin cazar nada, nos internamos
dose brutalmente contra el suelo. La boca de los cañones en un terreno árido y prieto, resultado de árboles y pastos
—rifle cuate— del .450 apuntaron por un momento al cielo quemados. Ya nos disponíamos a regresar al campamento
y girando después cayó por tierra. cuando vimos unos kongonis.
“El búfalo se fue trotando, sin la menor herida. Mao -”Anda, Fer, tírale a uno, necesitamos carne.”
trató de ponerse de pie gritando como una gallina asus- Un bonito acecho, luego un tiro a 140 metros y otro a
tada. Su piel oscura palideció tomando un tinte como de 180 cuando el animal corría, y asunto terminado.
barro sucio. La sangre corría por nariz y boca. Un ojo se Al tiempo que vi caer al kongoni, con el rabo del ojo, a
hinchaba a gran prisa. Con voz trémula y asustado gritaba: mi derecha, vi unos bultos negros que se movían a unos
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500 metros de nosotros. i Eran búfalos! No los descubri- tra tres bestias. Cuando estuvimos a 100 metros, escogí
mos antes porque estaban quietos y se confundían con los el mejor de los tres búfalos y, rodilla en tierra, hice el pri-
pastos quemados. Ya era tarde, y en África se observa el mer disparo a los hombros. Con el impacto, los tres bichos
reglamento de caza: no debe tirarse a un animal cuando corrieron. El herido se detuvo a los 40 metros, dio media
faltan ya 15 minutos para las 6 p.m. Esta disposición obe- vuelta, no sé si para cargar o simplemente para ver a su
dece a que quedaría poco tiempo de luz a un cazador para enemigo. Aproveché ese momento para soltar mi segun-
seguir a un animal que hiriese a esa hora. do tiro. La bala fue a alojarse en el pecho del animal, que
Eran las 5, y debíamos darnos prisa. Después de estu- cayó pataleando para no levantarse más. De esta manera
diar la dirección del viento, seguimos en fila india, en cuyo quedó cubierta nuestra licencia, que autorizaba 4 búfalos.
frente iba, completamente desnudo, Kasimwita, mi prieto De los 4, el mejor fue el segundo, cobrado por Fer, con
portador de armas, quien se confundía con el pasto y los cuernos de 45 pulgadas. (Cuando hago uso de mi rifle cua-
palos quemados. Tomé mi .465/500, y con toda cautela te .465/500 que tiene, como las escopetas, dos gatillos,
nos fuimos arrimando. Me preocupaba el hecho de que si siempre, por precaución, disparo primero el cañón izquier-
a esos brutos se les ocurría una carga, tendríamos pocas do, que corresponde al llamador trasero y después el de-
probabilidades de salvarnos en un campo tan abierto; en recho, correspondiente al llamador delantero. Procedo en
todo caso seríamos tres cazadores, incluyendo a Fer, con- esta forma porque pudiera ocurrir que, con la excitación del
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grosor del colmillo izquierdo. la cola, con la esperanza de alcanzar la espina, o bien el
—Lo siento mucho, no pesan más de 60 libras “Tendón de Aquiles”, de una de las patas estábamos ya a
—dijo Bill después del examen. 25 metros y cuando llegamos a los 20. . . iElephant! —gritó
—Es mi última oportunidad de cazar otro ele- Bill. El elefante se paró de golpe, como si entendiera su
fante en Tangañica, y voy a aprovecharla —contesté. nombre, y nos detuvimos. Comprendí al instante el ardid
Efectivamente, ya íbamos a abandonar ese territorio y yo de Bill y me preparé a disparar encarando mi rifle. El gigan-
sabía que no vería más elefantes. Además, el permiso para te, curioso, empezó lenta y tranquilamente a voltear por el
cobrar uno en Tangañica me había costado 2 550 pesos, lo lado izquierdo, seguramente para cerciorarse del por qué
matara o no, y no regalaría esa buena cantidad. de aquel grito. Lo seguí con la mira del rifle y cuando estu-
De las manos de Matengue tomé mi rifle .465/ 500, lo vo completamente atravesando, tracé una línea imaginaria
cargué con bala sólida de 480 gr, revisé las miras y avancé entre el ojo y el oído, en la sien, unos 15 centímetros arriba
de prisa. “Ya te diré en qué momento tiras” —me instruyó de la línea sería el blanco preciso, y ahí puse rasante la
Bill. Yo realmente no adivinaba cómo le haríamos, pues el línea contuve la respiración y oprimí el lIamador . . . El
elefante seguía caminando, presentando como único blan- animalazo dio un solo paso y cinco toneladas de peso ca-
co los cuartos traseros. Por lo menos debía tirar al paqui- yeron con estruendo hacia delante y luego a un lado. Fue
dermo atravesado; pero aquí entraron otra vez la experien- un tiro perfecto al cerebro y no hubo necesidad de dar el de
cia y conocimientos del cazador blanco. Nos acercamos gracia.
hasta llegar a 50 metros, luego de 40 a 30; ya se me hacía Después de tanto plomo disparado sobre mi primer
bueno y elefante del año anterior, me quedé sorprendido de mi bue-
Bill no me daba la señal convenida. Mientras tanto, yo na puntería. No es para menos, porque después de una
“me hacía cruces” pensando sobre el lugar donde colo- rápida caminata, la emoción y nervosidad naturales ante
caría el grano de mi rifle. Calculaba en el nacimiento de el rey de la selva, verlo caer de un solo tiro bien colocado,
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monótono y aburrido; bajos lamerías sinfín, con millones y un trofeo de categoría, y el día auguraba que mis deseos
millones de arbolillos delgados, raquíticos, aunque verdes, serían cumplidos. En efecto, después de recorrer 50 km
denominados miombos. Como a las 11 a.m. nos detuvi- llegamos a una planicie que nos gustó. Los primeros en
mos a la orilla de la brecha. Nos sentamos a comer unos darnos la bienvenida fueron unos roanos, tan bonitos, que
sandwiches y minutos después llegó el camión de 5 tone- me tentaron; un poco más adelante levantamos nuestra
ladas, con todo el campamento y los 17 negros de servicio. tienda. Más tarde seguimos, llevándonos a los dos huelle-
Daba las primeras mordidas a mi bocadillo cuando sentí ros, Matengue y Kasimwita. Después de un recorrido de
un piquete en el brazo. Creí que era una mosca tse-tsé, y media hora, colocamos el carro sobre un enorme hormi-
al recibir otro piquete ¡Abejas! ... —gritó Bill. Los dos nos guero para dominar mejor el terreno, y empezamos a usar
paramos de un brinco como movidos por un resorte. En los binoculares. Muy lejos a mi izquierda, distinguimos,
cosa de segundos recibí más de 20 picaduras, e inmedia- echados sobre un pequeño montículo, a toda una fami-
tamente corrí hacia el carro para proteger a Fer que ahí se lia de leones.” Ahí te espera ese caballero” —dijo Bill—, y
había quedado sentado. Los aguijones de esos insectos arrancamos.
parecían puñales que laceraban nuestro cuerpo, atrave- El campo era completamente abierto, con pasto alto;
sando la camisola, el pantalón y la cabellera. A manazos unos cuantos hormigueros grandes salpicaban la llanura.
nos defendíamos, como locos, de aquel enjambre que se No había otra forma de cubrirnos para el acecho más que
nos había echado encima. esos hormigueros, los cuales, por fortuna, eran gigantes-
—¡Vámonos! -grité a Bill. El carro arrancó y poco des- cos. Nos acercamos un poco para pasar mejor revista a la
pués, ya fuera de peligro, nos paramos otra vez. Todos te- familia. El montículo no tenía más de unos dos metros de
níamos grandes chichones en la cara y en el cuerpo. Uno elevación, la cima adornada de unos pocos arbustos que
de los negros ya tenía un ojo completamente cerrado. Na- daban sombra al león, a la leona y a tres cachos de unos
die reía.—Es la segunda vez que me pasa esto en 8 años tres años. Todos estaban echados, presentaban un cuadro
—decía Bill— y prefiero enfrentarme a una estampida de muy bello del reino animal, digno del pincel de un Dela-
búfalos que encontrarme con un enjambre de abejas. croix.
Menos mal que los piquetes se repartieron entre todos
los negritos y nosotros, pues si hubiéramos estado solos,
yo creo que nos matan.
“¡Cuatro y medio metros midió cada zancada! ... “
Campamento en Lungwa
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dale gusto al dedo sobre las mulas. Todavía nos quedan Aparentemente, la víbora ataca sin provocación, pero
cinco en nuestras licencias. esto lo hace cuando el individuo está casi con el pie sobre
Aquello fue una masacre, pero no tan fácil. Resulta ella. Ninguna lo hace cuando el individuo está a distan-
que en las planicies africanas, cuando calienta el sol — cia. De esta manera, el cazador, como el pescador, son los
de 11 a.m. a las 3 p.m.—, se forma en los campos una más frecuentemente atacados.
exagerada reverberación que hace difícil precisar los tiros. Las presas naturales predilectas de estos reptiles son
A los animales, aunque estén parados, se les ve danzar los animales de sangre caliente, como los conejos, las lie-
como fantasmas, como si padecieran el “mal de San Vito”, bres, las ardillas, las ratas, etc., pero también gustan de
o como animales gelatinosos, unas veces se ven alarga- los sapos, las ranas y hasta de comerse unas a otras. En
dos, temblorosos y ondulantes; otras, con las mismas ca- una ocasión presencié en África cómo una víbora se en-
racterísticas, pero muy altos, como si flotaran. Además, la gullía enterita a otra, un poco más chica. Pueden tragar-
misma reverberación dificulta calcular bien la distancia por se cuerpos más voluminosos que los propios gracias a la
falta de puntos de referencia. Fer mató 4 cebras de un tiro particularidad anatómica de sus mandíbulas inferiores, que
cada una. La primera cayó a 250 m y las otras 3 entre prácticamente son dos huesos unidos en sus extremidades
200 y 250. El muchacho se sentía feliz, y yo, como padre, por un ligamento muy elástico. Cada lado de la mandíbula
también disfrutaba de su alegría —cazar en compañía de puede trabajar, funcionar y dislocarse separadamente. No
los hijos es un doble placer—. Cerramos el día con una necesita más de una comida cada 10 ó 15 días, tiempo que
cebra que cobré de dos tiros. Aquello era un tendedero de dura la digestión del animal que se han tragado. Una boa
animales. Todos nos dedicamos a quitar as copinas, para puede engullir con facilidad un cuerpo de 17 kilos. Durante
regresar cuanto antes. la digestión se refugian y enroscadas permanecen en una
especie de letargo hasta que su organismo requiere nueva
Víboras dosis de alimento.
La variedad de especies en África es enorme. Tan sólo
Hablemos ahora un poco sobre las víboras, tema por en Kenya se han registrado 21 especies, y de éstas, sólo el
demás interesante y del que todo cazador debe tener al- piquete de dos pueden considerarse potencialmente mor-
gunos conocimientos, ya que estos reptiles causan más tales: las mambas y las cobras. La mamba negra y la verde
muertes que cualquier otro animal peligroso. son las más grandes y temibles de las cuatro especies que
Quien no se haya internado en las selvas africanas, se conocen. Ataca con excepcional rapidez —40 kph, más
asiáticas o americanas, sólo a través de artículos o nove- veloz que el hombre—, y el veneno es tan mortal que, a la
las espeluznantes, puede darse una idea de ese peligro fecha, no se sabe de alguien que haya sobrevivido más de
siempre existente y sorpresivo. El cazador, o el simple ca- una hora a la mordedura de una mamba negra. En el sur
minante, están expuestos en cualquier momento a trope- de África los nativos zulúes la llaman murítí-wa-Ie-su, que
zar con una cobra en la India o una bush master en Brasil, significa la “sombra de la muerte”. Para que el lector tenga
una cascabel, o alguna de las muchísimas especies vene- mejor idea de lo peligroso que es la famosa mamba negra,
nosas que existen. relataré una breve anécdota: Oom Paul Krüger, Vicepresi-
Las víboras carecen de oídos; los órganos que le sirven dente de la República del Transvaal, cuenta que un día iba
como tales son el largo vientre y la lengua. Con el primero, capitaneando una patrulla contra los ingleses cuando una
las vibraciones le anuncian la proximidad de un peligro, mamba negra saltó entre sus hombres. Mordió a tres. Des-
y con la segunda “oye”, o más bien detecta. Por eso casi pués se regresó y mordió a dos perros que la perseguían.
siempre tiene la lengua fuera del hocico, como una antena Los tres y los perros murieron. La mamba logró huir.
detectora, cuando están despiertas. Los dos sentidos son
agudísimos. La cobra de África
La víbora, como casi todo animal, huye del hombre.
Sólo ataca sin ser provocada en la época del celo, o cuan- Las únicas víboras de África que tienen la particula-
do acaba de cambiar de piel —algunas cambian de piel ridad de escupir su veneno son: la cobra de cuello negro
cada año más o menos, y otras mudan tres o cuatro veces (naja), y la ringhals de Sudáfrica. Estas dos especies pro-
al año piel y colmillos—. Cuando ya no caben en la piel, yectan su veneno en dos hilos, a través de un conducto lo-
porque su cuerpo crece, el proceso de ese cambio de ves- calizado cerca de la punta de sus colmillos, con alcance de
tido les resulta muy doloroso y se tornan irritables. Dicho 2 metros. El blanco son los ojos del individuo, y su puntería
proceso dura unos diez días. es tal que difícilmente fallan. El efecto del veneno es dolo-
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La cobra de la India
Las viperinas
Víboras de América
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La anaconda y la boa
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incisiones. Se llama Cutter Snake Kit. En safaris largos es vaja en una llama; haga una incisión recta, que conecte las
indispensable contar, además, con un equipo de antivene- dos marcas de los colmillos; la incisión debe extenderse un
no. cuarto de pulgada más allá de cada puntura y tener la pro-
Siga estas instrucciones en caso de una mordedura: fundidad de un cuarto de pulgada, pero no invada los mús-
culos, tendones o nervios. No haga incisiones cruzadas.
1) Evite esfuerzo y agitación; siéntese y cálmese; no co- 5) Exprima con los dedos suavemente el veneno de la in-
rra, camine despacio, no pierda la cabeza, el pánico puede cisión, durante unos 20 ó 30 minutos, o el tiempo que tar-
ocasionar un shock. de la víctima en llegar al doctor. No succione con la boca,
2) Mate la víbora, si es posible, y IIévela consigo para iden- aunque el veneno que con ella se absorbe no es peligroso,
tificarla más tarde. pues pronto es neutralizado por los jugos gástricos del es-
3) Entre la picadura y el corazón aplique un torniquete pla- tómago.
no, como un pañuelo, un cinturón o una tira de camisola; 6) No tome alcohol ni cauterice las heridas.
pero no tan apretado que paralice la circulación de la san- 7) El antiveneno puede administrarse en el campo, en caso
gre. Esto puede producir una gangrena. Si la mordedura es de emergencia, pero las instrucciones contenidas en cada
en una pierna o en un brazo, aplíquese. el torniquete dos o paquete deben observarse estrictamente y el requisito de
tres pulgadas arriba del piquete; manténgase sobre la hin- la prueba alérgica de la piel deberá haber sido negativa.
chazón pero, repito, no tan apretado; déjese de modo que 8) Lleve a la víctima al hospital o al doctor lo más rápido
se pueda meter un dedo debajo, sin forzarlo, así puede posible, pero con calma de su parte. Debe tenerse presen-
te la posibilidad de alergia al suero “sangre de caballo”. El
eminente especialista doctor Snyder precisa que además
del suero antiviperino, se debe remover quirúrgicamente
un disco elíptico del tejido de una pulgada alrededor de
cada punto.
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Después de una mordedura de serpiente, el corazón, de vernos. Empecé a levantar muy lentamente el rifle e iba
los pulmones, los riñones y los sistemas nervioso central y a apuntar cuando oí un g rito de Fer.
vegetativo, así como el metabolismo sanguíneo, son inun- —i Pap ... ahí está una víbora ... ! Instintivamente vol-
dados por toxinas de enorme actividad destructiva. Los teé a mi izquierda y a unos 8 metros vi una mamba verde
mejores sueros sólo pueden neutralizar los componentes en el pasto.
tóxicos que se hallan todavía sin fijar en la sangre. Así se —¡Córrele ... es una mamba! ¡grité a Fer. Los dos corri-
explica que al cabo de 4 a 6 horas resulte inútil toda me- mos a más no poder, sin hacer más caso del impala. Afor-
dida de auxilio en caso de mordedura de una serpiente de tunadamente la mamba también corrió, pero en dirección
cascabel. Por consiguiente, hay que inyectar el suero lo contraria, que si se le antoja atacarnos tal vez no estaría
más rápidamente posible. La inyección se aplicará de una escribiendo estas líneas. En tales casos, en que hay páni-
sola vez por vía intravenosa, con cuidado y lentamente, si co, un rifle de poco o de nada sirve contra una víbora tan
es necesario diluyendo el suero con solución salina fisioló- veloz, que mide sólo dos metros y no es más gruesa que
gica. un embutido de salami.
En África: el South African Institute for Medical Re- Volvimos al carro y más tarde, a falta de impala, Fer-
search, de Johannesburg, produce un suero que se llama nando abatió una gacela de Thomson.
Tropical Polyvalent Antivenom que parece muy eficaz con-
tra el piquete de diversas víboras. Dos rinocerontes en 4 días
Por brevedad no he hecho mención de las terribles
consecuencias que puede sufrir una víctima de piquete de Nuestro nuevo campamento se encontraba cerca de
víbora por un tratamiento equivocado, que puede aumen- las Planicies de Serengeti, de clima muy agradable y no
tar el peligro o, por lo menos, perjudicar los tejidos. había mosca tse-tsé. El primer día cayeron dos buenos im-
Sobrevivir al ataque de una víbora venenosa depende de palas: uno por el rifle de Fer y otro por el mío. El terreno
cómo proceda, tanto la víctima como sus compañeros. presentaba grandes claros y lomas boscosas, en las que
Y, amigo cazador, cuídate muy bien de inspeccionar el aseguraba Bill encontraríamos rinos. Y no se equivocó. Al
lugar que escojas en la sierra para satisfacer tus necesida- segundo día, después de caminar unas tres horas, vimos
des fisiológicas mayores. Sería terrible y complicado si una el primer paquidermo. Estaba parado entre el follaje ligero.
cascabel te pica en una nalga, porque... ¿dónde y cómo te Cargué mi .465/500 con balas de punta sólida, y Fer prepa-
aplicarían un torniquete tus compañeros? ró la cámara para filmar la acción. El terreno, el aire, la luz,
Un día, una mamba me dio el susto de mi vida. Ya ha- todo estaba tan especial, tan a propósito, como si fuera un
bía oído que en África mueren más individuos por pique- estudio de Hollywood. El hecho de haber cobrado ya dos
tes de víbora y ataques de cocodrilos que por ningún otro de estos bichos en mi safari anterior, otros tantos que ha-
animal. Acabábamos de llegar a nuestro campamento. Por bía visto cazar y, además, lo mucho que había leído sobre
la mañana no hubo programa de campear, porque Bill se sus hábitos y reacciones, me infundieron la confianza sufi-
ocupó en arreglar algunos desperfectos del camión que ciente para arrimarme lo más posible para que Fer filmara
estaba dando lata. Ya entrada la mañana resolví salir con una interesante acción. Le di instrucciones para que se co-
Fer y Matengue en el carro de caza. No nos alejaríamos locara un poco atrás de mí tomando el ángulo correcto al
mucho, sólo quería cazar un impala o algún otro antílope filmar la escena. Así las cosas, empezamos a caminar sin
para la cazuela. Una hora más tarde descubrimos 3 impa- agacharnos ni tratar de ocultarnos, puesto que sabíamos
las, entre los cuales había un macho que me pareció bue- de la miopía de esos brutos. Sólo cuidamos de no hacer
no. Fer y yo bajamos del carro para iniciar el acecho, que ruido. Cuando estuvimos a 50 metros, seguramente el rino
no me pareció difícil en un terreno bien arbolado. El huelle- oyó nuestros pasos, porque dando media vuelta se quedó
ro Matengue esperaría en el carro. Cuando ya estábamos mirándonos de frente tratando de descubrir el origen del
a distancia de tiro los animales nos sintieron y corrieron. ruido. Seguimos paso a paso, sin precipitación, como lo
Los seguimos y a los 15 minutos los volvimos a ver; otra hacen en las películas los vaqueros del Oeste al enfrentar-
vez el acecho y otra vez corrieron. Ya picado, queriéndome se en la calle en un duelo a pistola. Llegamos a 40 metros.
convencer de que para cazar no me hacía falta el cazador El rino se inquietó, movía las orejas, pestañeaba, reso-
blanco, seguimos una vez más tras los impalas que pronto plaba, levantó la cola como periscopio y empezó a caminar
tuvimos a la vista. —Esta vez no se me escapa —le dije a hacia nosotros. Nos detuvimos, pero él siguió caminando.
Fer, vente a unos cinco pasos atrás de mí—. Ya estaba a Oí que Fer empezaba a filmar. El rino también oyó el ruido
tiro tras de un árbol; el impala de frente, nos veía o trataba y apretó el paso ... ¡Qué estupenda sensación me invadía
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viendo a ese bruto de tonelada y media que venía a encon- muy aceptable.
trarse con su enemigo y con la muerte! Lo tenía ya enca- Otro día le tocó el turno a Fer y el caso fue interesante,
ñonado; pero como traía la cabeza baja me obligó a poner porque tuve la oportunidad de observar un rastreo muy difí-
rodilla en tierra para poder apuntar al corazón. Aguanté cil, largo e inteligente desempeñado por esos maravillosos
esos momentos supremos tan excitantes, tan únicos en la huelleros de la tribu wakamba. Además, Fer, que por su
vida de los que andamos en busca de las fuertes emocio- corta edad y mediana complexión física, no podía pulsar el
nes. Cuando estuvimos a 20 metros oprimí el llamador, y al pesado rifle de gran poder, tendría que tirar con el .375.
recibir el impacto, la bestia se revolvió dando un resoplido, A las 10 a.m. cortamos una huella fresca que seguimos
como el que hace una ballena cuando sale a la superficie a pie. La dirección del viento nos daba de frente y al llegar
del agua a respirar. La falla de un fulminante en esos mo- a una corta loma circular, muy boscosa, vimos que la hue-
mentos decisivos o cualquier torpeza del cazador pueden lla, seguía por el lado izquierdo; supusimos que iba a dar
ser de serias y aún de fatales consecuencias. Al recibir un un rodeo para luego seguir la dirección recta, por lo cual
segundo plomazo, que le dio en los hombros, la bestia sa- se nos ocurrió desviarnos por el lado derecho, cortando
lió disparada por la derecha ... , lo seguimos y a poco andar de este modo el aire, con probabilidades de encontrarnos
lo encontramos bien muerto. Ese robusto y poderoso rino- frente a frente con el paquidermo. Dimos la vuelta, pero el
ceronte había corrido 50 metros con el corazón destroza- bicho nos ganó y tal vez nos sintió, porque al reencontrar
do y completamente rota una paletilla. La filmación resultó la huella nos dimos cuenta de que la res ya no iba al paso
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lento sino al trote. Juzgando la hora —10.30 a.m.—, dedu- y cubierto de hoja.’ Uno de ellos se paró donde perdieron el
jimos el tener que disponernos a seguir un largo huelleo rastro, mientras que el otro se alejó un poco dando un me-
en terreno difícil. La deducción se basaba en que estos dio círculo para buscar la huella en tierra más blanda. No
animales, cuando van a beber agua, ya sea por la maña- la encontró. Volvió adonde estaba su compañero. Desan-
na o en la tarde, generalmente siguen una vereda que los duvieron unos 20 metros el camino que habíamos seguido.
lleva por la línea más corta hasta un río o un aguaje. Esas Entonces empezaron a clavar estacas sobre cada huella y
veredas son muy profundas y bien marcadas, trazadas así pudieron descifrar la velocidad a que caminaba el pa-
por ellos mismos con el ir y venir, y cuando van al agua, quidermo y la dirección que seguía. Después se subió uno
nada ni nadie los detiene o aparta de la vereda; en cambio, de ellos a un árbol alto para examinar la configuración del
cuando ya han calmado su sed y el intenso sol deja sentir terreno, como lo hiciera un estratega militar sobre el campo
los abrazadores rayos sobre sus lomos, buscan la sombra de su próxima batalla. Ya no buscaron más la huella. Si-
de la espesura siguiendo cualquier dirección para dormir guieron adelante sin clavar la vista en el suelo y, después
su siesta en lugar seguro, fresco y sin intrusos que los mo- de unos 500 metros, volvieron a encontrar la huella en te-
lesten. rreno más favorable.
Este rino que seguíamos seguramente dirigía sus Para seguir el rastro de un animal, en otro lugar que
pasos a un lugar protegido dentro de la selva, de difícil no sea África, hay muchos indicios que para el cazador
acceso, sobre todo si nos había sentido. Lo que hacía experimentado son como un libro abierto, tales como la
complicado el rastreo no eran tanto lo boscoso del terre- marca de la pezuña, una ramita quebrada y fresca, una
no como la abundancia de hojarasca seca que cubría la piedra desprendida de su lugar, la orina, los excrementos,
tierra, haciendo imposible el evitar hacer ruido al caminar, los pastos doblados o quebrados, etc.; pero en la fauna de
pero sabiendo que la bestia iría lejos, no nos preocupó. África son tantas las diversas especies y tan abundantes,
Los dos wakambas encabezaban la columna. El resto los que cuando se sigue una huella suelen, con frecuencia,
seguíamos caminando aprisa; pero llegó un momento en cruzarse otras muchas y cualquier animal puede despren-
que los dos nativos perdieron la huella en terreno muy duro der de su lugar una piedrecita o quebrar una ramita. En
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El targui, es un genuino nómada, ex bandolero, fantasma rescos y abrigadores atuendos que incluyen la parka —
e hijo del desierto; pertenece a la tribu tuareg, de la que pantalón— y muck-Iucks —botas—, todo confeccionado
tantos hechos temerarios y heroicos se han escrito y no- con finas pieles de foca, nutria, lobo, reno, oso, etc.; ini-
velado, por sus innumerables encuentros sangrientos con gualable indumentaria con la que pueden resistir cómoda-
la Legión Extranjera Francesa. Este perenne habitante del mente temperaturas de 40 grados centígrados bajo cero.
desierto lleva siempre protegido el cuerpo con el gandurah Pero al negro africano no le afecta tanto el calor como
—una especie de largo camisón sin mangas—. También lo el frío. De hecho están constituidos para resistir todas las
usan los árabes, beduinos del desierto, pero con mangas. inclemencias del duro continente. En el curso de mis nu-
Protegen la cabeza con el shesh o litham , un largo velo de merosos safaris, he convivido con ellos largos meses, los
tres metros que usan como un turbante para protegerse he observado y me ha sorprendido la increíble resistencia
del ardiente sol y de las tempestades de arena, y les cubre física que muestran en el campo. Por toda indumentaria
parte de la cara. Para protección de los pies usan nails — usan un pantaloncillo corto, y aguanta el frío bajo cero y
especie de huaraches. el calor de 50°C, en pleno campo abierto. Ningún hombre
En la India, el más pobre, aún el infeliz descastado, blanco ha podido adaptarse ni acostumbrarse a soportar
tiene ropas con qué cubrir su desnudez, con excepción del ese ardiente sol del mediodía, sin cubrirse la cabeza y el
sadhu —asceta, a quien comúnmente se le llama yogi—, cuerpo. El negro, sí. Al verlo caminar, bajo un sol vertical
quien sólo usa un taparrabo por indumentaria. que chamusca, con su espalda y cabeza desnudas, da la
En el Ártico el esquimal se protege del frío con pinto- impresión de que se va a achicharrar. Hasta parece que
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campamento de la filmación, que más me pareció un circo: él. No les simpatizaba, y lo consideraban cobarde, porque,
había más de 100 tiendas de campaña, un sinnúmero de estando en los campos africanos, nunca salía a cazar si-
grandes camiones, jeeps y camionetas. Fuimos a cenar a quiera un inofensivo dik-dik.
uno de los muchos y grandes comedores —carpas de lona Ahí estaba el “doble” de Víctor, a quien pagaban 50 dó-
de 30 metros— Allí estaba la plana mayor: camarógrafos, lares por cada tiro que un experto colocaba a un metro de
técnicos, maquillistas y más de diez cazadores blancos distancia de sus pies en uno de los pasajes del argumento.
que habían sido contratados para proteger de un posible Me divertí.
ataque de fieras a los actores, durante la filmación. Mature No esperamos al actor principal, nos dieron otro carro
ya no estaba. No sé si sería broma, pero uno de los caza- de cacería y por la mañana seguimos rumbo al norte. Des-
dores profesionales me dijo que todos los días lo llevaba y pués de unas horas llegamos a las márgenes del río Uaso
lo traía una avioneta a Nanyuki, donde pasaba las noches, Nyiro, que nace en el Monte Kenya, dando en su trayecto-
porque los alacranes le daban pánico y presentía el ataque ria vida a los famosos
nocturno de un rinoceronte a su tienda. Pantanos de Lorian. Fijamos nuestro campamento cer-
¿Será cierto? . . . ¿Pues no se le ve tan valeroso y tan ca del río. Desde nuestro campamento de Illunde había-
hombre en los filmes? mos recorrido más de 1 300 km para llegar a este paraje
El caso es que los cazadores blancos hacían mofa de que está a 300 km de Etiopía. El terreno es reseco, quebra-
do, pedregoso; la flora es pobre, casi solamente acacias y
espinos; lo único que alegraba el panorama era el río. La
La única riqueza de la tribu sambukí, es el ganado. región está habitada por la tribu sambukí, físicamente pa-
recida a la masaí. Vive exclusivamente del ganado vacuno
y cabrío. No cultivan la tierra. Tampoco la variedad de la
fauna era notable: gacel de Grant, cebra común y la jirafa
reticulada que era nuestro objetivo. Ésta es la más bonita
por su color café, más fuerte que el de la jirafa común; es
muy arisca, no se deja arrimar fácilmente y, como su altura
llega a pasar de los cinco metros, el acecho es difícil por-
que a distancia descubre al cazador.
La jirafa reticulada
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los desolladores terminaran de salar bien la piel de la jirafa. ¡fácil!, y no cayó sino a los 350 con mi cuarto disparo. Tiré
Un descuido, un trozo de carne que se deje adherido, pro- mal, seguramente estaba jalando el llamador, pero lo im-
duce un agujero; si se expone al sol, puede recalentarse portante es que cayó.
y echarse a perder, se le cae el pelo. Por la tarde, cobré Ese fue el último día en el campamento de Uaso Nyiro.
la segunda jirafa que autorizaba mi licencia. Ésta me dio
menos trabajo que la primera: un tiro al codillo a 60 metros Campamento en M’Bala-M’Bala
fue suficiente.
Tengo entendido que hoy en día, en ningún país de ¡8 elefantes con colmillos
África se permite cazar la jirafa reticulada. de 90 libras por lado!
Aquella misma tarde, Fer hizo un bonito tiro sobre una
gacela de Grant, de piel sedosísima y cuernos muy simé- El día 13 partimos rumbo al sureste, con intención de
tricos. El tiro fue preciso al codillo, a una distancia de 200 pasar por Garissa y de ahí seguir hacia el este para buscar
metros. ¡Qué sabor tan grato dejan esos tiros que produ- mi tembo, cerca de la frontera con la antigua Somalia Ita-
cen una muerte instantánea, limpia, sin que sufra el ani- liana, área desértica, donde el año anterior cacé mi primer
mal! Pero, en cambio, yo metí la pata errando limpiamente. elefante. Todo el día corrimos por brechas infames y ya
Ni siquiera un rozón de bala cuando disparé a otra gacela pardeando la tarde torcimos a la derecha, para buscar un
ese mismo día; no sé lo que me pasó, pues el animalito lugar donde acampar y pasar la noche. Ese sitio se llama
estaba a no más de 120 metros. Apunté calmadamente M’Bala-M’Bala. No había ni una manyatta o choza ni habi-
rodilla en tierra a la gacela parada y, sin embargo, le erré. tante alguno, simplemente se llamaba así, igual que si se
Me molesté tanto conmigo mismo, que ni intenté un segun- dijera “el cerro del 4 o barranca honda”. A corta distancia
do disparo. Como decía Bill, para conformar a uno cuando estaba el famoso río Tana, que tendríamos que cruzar para
yerra el tiro y se le va la pieza o cuando un acecho no dio entrar a una extensión grande de terreno muy fértil y selvá-
resultado: “No era su día”. tico, casi circundado por las aguas del río. El siguiente día
Pero ... ¡vamos! ... todo cazador tiene su “mal cuarto de de caza dejó tan hondas e imborrables impresiones que
hora”. En mis andanzas venatorias he visto a más de tres todavía hoy, después de tantos años, vuelvo a recordar-
cazadores blancos profesionales errar lastimosamente no las tan vivamente y tan frescas como si fuese ayer. Mucho
uno sino 8 y 10 tiros, a relativamente cortas distancias. Yo aprendí de caza en ese largo día en que abatí el mejor de
no creo que haya cazadores que nunca fallan o que nunca los 6 elefantes que he cobrado hasta ahora. Hubo muchos
cometieron un error. sustos y carreras; empleo de grandes conocimientos de
caza; inteligente acecho y huelleo; largas caminatas; impa-
La cebra de Grevy ciente espera; peligro a cada paso. En fin, todo concurrió
para considerar ese como uno de los días pletóricos de
Me costó trabajo el acecho a este animal porque es gran tensión que he vivido en mis numerosos safaris.
matrero y desconfiado como todas las cebras, pero más Durante una cena improvisada Bill me expuso el plan
trabajo me costó abatirlo. Empecé a tirarle a 200 metros, de caza: saldríamos antes del amanecer; luego cruzaría-
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mos el río en uno de esos primitivos cayucos, hechos de cas de estos paquidermos.
un solo tronco de árbol, que por cierto son muy largos y a) Cuando el calor es muy intenso y la bestia se en-
angostísimos. cuentra lejos del agua, introduce la trompa en la boca,
Puesto que ese día constituyó un interesante episodio saca agua de su estómago y se da n duchazo en el lomo
en la caza de elefantes, me referiré un poco a los hábitos, para refrescarse.
hechos y costumbres de estos enormes paquidermos, el b) Bebe gran cantidad de líquido dando sorbos de litros
mamífero terrestre más grande, la bestia a la que todo ex- y se come 200 kilos de pastos, ramas de árboles, raíces y
perimentado cazador considera como el verdadero rey de frutas, cada 24 horas. Es muy goloso, le encantan los elo-
la selva, ya sean asiáticos o africanos. - tes, las calabazas, los plátanos, etcétera. Por eso, cuando
Hasta los escritores, algunos tan famosos como Rud- cae sobre un plantío, acaba con él dejando al pobre dueño
yard Kipling, nutrido en su amor a la naturaleza y profundo en la calle.
conocedor del ambiente, en su famoso Libro de la Selva c) Es el único cuadrúpedo del Reino Animal que pro-
da esa categoría no al tigre de Bengala ni al león africano piamente tiene 4 rodillas, una en cada pata. Esa cualidad
o asiático, sino al elefante. anatómica le da aptitud para trepar sin dificultad por cual-
Generalmente se tiene muy ligera noción de lo que es quier escarpadura o pendiente, sin constituir un obstáculo
un elefante africano en estado libre, en su ambiente salva- su enorme peso.
je. En los circos, sólo se ve al asiático, que es domestica- d) Tiene un olfato tan fino que puede ventear al hombre
ble, más dócil y muy útil al hombre en sus arduas tareas a un kilómetro y, a semejanza del perro, puede captar su
del campo. Tanto Darío lll, como Alejandro el Grande, Pirro rastro.
ll, rey de Epiro, y Aníbal el Mago —este último que hace e) Defeca normalmente cada 45 minutos, lo cual es un
22 siglos consumó el milagro, la inconcebible hazaña de, útil indicio para el cazador que va siguiendo la huella, pues
en 15 días, cruzar los Alpes con todo su ejército, que in- por la temperatura del estiércol, su dureza, oxidación y as-
cluía 80 elefantes amaestrados para la guerra—, usaron pecto puede calcularse la distancia o tiempo que lo separa
en sus batallas elefantes asiáticos domesticados y entre- de la pieza.
nados para tal fin. A los elefantes africanos sólo se les ve f) Los Gow-birds son unos pájaros blancos que siguen
en la jungla, ni siquiera en los parques zoológicos, y que a los elefantes posándose en los lomos, para cazar a las
yo sepa, nunca se ha domesticado, si bien, ya se está in- gigantescas “moscas del elefante”, las sabandijas y otros
tentando en África con los pequeños. Este rey no soporta insectos que llevan pegados a la piel. Cuando una rama
la vida en cautiverio. Es un digno descendiente de sus pre roza el lomo de un tembo, los pájaros levantan el vuelo en
históricos antepasados: el mastodonte, el mamut y tras es- espiral y vuelven a pararse en el lomo del animal. En sel-
pecies de proboscidios que poblaron la tierra desde hace vas muy densas, donde el cazador no puede ver a más de
25 millones de años. 20 metros, esos pájaros denuncian la presencia del paqui-
He aquí algunas de las particularidades y característi- dermo cuando levantan el vuelo. Estos pajarillos son una
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Cebras de Grévy
en un abrevadero.
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bendición para los elefantes, diría yo que son el San Jorge aflojar un poco. Otros dos balazos en los costados y, por
bendito que los libra un poco de esa molesta comezón. Lo fin, dejó de caminar en línea recta; torció a un lado dándo-
mismo ocurre con los tíckbirds —pájaros garrapateros—, me oportunidad de cortar terreno, y cuando la tuve cerca y
que invariablemente llevan sobre el lomo los rinocerontes. atravesada, le disparé, haciéndola caer, en apariencia, tan
g) El insecto más pernicioso es “la mosca del elefante”: definitivamente que creí mi bala le había roto los hombros.
mide poco más de dos centímetros y está dotada de una Al acercarme empezó a luchar tan desesperada y resuel-
lanza formidable. Son el mayor tormento del elefante, ya tamente que casi logró sentarse con la cabeza levantada.
que su piel gruesa está llena de pequeños vasos sanguí- Esperé a que cayera de lado y cuando lo hizo, puse el ca-
neos y nervios. Para protegerse de esos terribles insectos, ñón de mi rifle entre las dos orejas, 6 pulgadas atrás de la
se bañan con lodo. Cuando éste se seca, se endurece y cabeza y disparé. Esta vez se quedó perfectamente quieta.
resquebraja sobre la piel, siendo muy difícil de ser pene- Arosty —su segundo portador de armas—, me advirtió que
trada por la mosca. Cuando no hay lodo, se dan baños de la elefanta todavía boqueaba. Tomé mi rifle y otra vez dis-
arena haciendo uso de su trompa, para alejar a los bichos paré atrás de su cráneo, muy cerca de donde se une con
que tanto les mortifican. las vértebras. Esta vez coloqué la boca del cañón a una
h) Su vista es deficiente; en pleno día, con sol, fácil- pulgada de la piel y el humo de la pólvora salía en espiral
mente confunden a 25 metros la silueta de un matojo con por el agujero producido.
la de un hombre, si éste no se mueve. Ve un poco mejor al “Dando por bien muerto al animal, fui a sentarme junto
amanecer o ya pardeando la tarde. a él recargando mi espalda en su cabeza, descansé así 15
i) Su apego a la vida, o su enorme resistencia a las minutos, durante los cuales permaneció tan quieta como
balas, es formidable. Para una mejor comprensión inserto una tumba. Como ya era muy tarde, regresamos al campa-
una anécdota real, un pasaje que relata en su libro uno mento y llegamos cuando ya el sol se ocultaba. La distan-
de los más grandes cazadores de todos los tiempos, F. C. cia no era más de 4 kilómetros.
Selous. Traduje este capítulo sintetizándolo un poco, para “Tan pronto amaneció, volvimos para quitar los colmi-
no cansar al lector, sobre el plomo que aguantan los ele- llos —tarea que dura dos horas—. No tardamos mucho en
fantes. llegar al lugar, pero ¡Oh! . . . , ¡qué gran sorpresa y horror
“El mejor elefante —una hembra— que tenía dos blan- se apoderaron de mí cuando, en vez de encontrar el volu-
cos y largos colmillos estaba de frente, muy cerca de mí; minoso cuerpo y los blancos colmillos, encontré solamente
así que avancé cautelosamente hacia un árbol que distaba las huellas de las patas impresas en la arena y un gran
30 metros de ella, encaré mi rifle, apunté al pecho librando charco de sangre! Aunque no podía creer lo que veían mis
un lado de la trompa que llevaba caída y disparé. Dando ojos, el hecho era evidente, ahí estaba. La elefanta, ¡des-
un berrido, dio media vuelta y corrió a reunirse con el resto pués de haber recibido nada menos que siete balas de 4
de la manada. De manos de Hellhound —su portador de onzas en el cuerpo y dos tras de la cabeza, se había le-
armas—, tomé mi otro rifle * disparando mi segundo tiro vantado y huido en la noche! Se dice que la verdad es más
a las costillas, y la seguí a la mayor velocidad que pude extraña que la mentira, y ciertamente, esta anécdota mía
hasta colocarme a 45 metros del grupo de elefantes. Para es muy extraña. Sin embargo, es absolutamente cierta en
entonces ya mis dos rifles estaban cargados. El animal todos sus detalles.
que había herido no daba muestras de estar muy afectado, “Sólo me resta decir que inmediatamente tomé seguí la
apenas podía distinguirlo entre los demás. Como estaba huella hasta que se ocultó el sol; y de haber llevado agua,
en dirección contraria, hice mi tercer disparo apuntando a la hubiera seguido 10 días más.”
los flancos, a 12 pulgadas arriba del nacimiento de la cola. Hasta aquí la increíble anécdota de ese famoso ca-
El paquidermo cayó a tierra, pero al instante se levantó y zador. Y ahora que el lector está más familiarizado con lo
caminó despacio, con la cabeza levantada y la cola tirante. que es y significa un elefante africano en el arte venatorio,
Por su actitud, creí que quería cargar. Tomé mi otro rifle, y volveremos al relato de mi cacería tras de ese bicho en
corriendo hasta llegar a 20 metros le grité para que voltea- M’Bala-M’Bala.
ra y poder disparar al costado, pero en lugar de proceder
así bajó la cola y la cabeza y apretó el andar. Corrí en án-
gulo y dejé ir mi cuarto tiro apuntando a las costillas, pero • En esa época usaban rifles de baqueta, que como las escopetas pis-
poneras, se cargaban por la boca del cañón con postas endurecidas
sólo sirvió para que acelerara más el paso. Después siguió con estaño y zinc de 4 onzas y pólvora negra, las cuales al disparar
una larga persecución, muy. fatigosa, por el terreno areno- formaban una nube de humo impidiendo al cazador ver de inmediato el
resultado del tiro.
so y el sol calcinante; pero la bestia sólo dio muestras de
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De acuerdo con lo planeado, oscura la mañana, nos prendidos por algún elefante. Encabezaba la fila india el
levantamos, y al ver Bill que Fer se alistaba revisando su huellero Kasimwita, quien se ocuparía de clavar la vista
rifle y cámara de filmar, me dijo: en busca de una huella fresca y grande; seguía Bill, luego
—Fer no puede ir. yo, con mi rifle listo, y Matengue, el otro huellero, cerraba
—Pero, ¿por qué? —le pregunté. la columna caminando unos 30 metros atrás de nosotros,
—Porque esta caza va a ser muy peligrosa y no quiero para cuidar nuestra retaguardia y avisarnos de la aproxi-
cargar con la responsabilidad de un posible y fatal acciden- mación de algún paquidermo con intenciones de atacar por
te. Es más, ni siquiera puedes llevar la cámara de filmar. O la espalda.
filmas o cazas; esta vez no podremos hacer las dos cosas. Aquella selva parecía el típico mundo de los elefantes.
Sólo iremos tú y yo, acompañados con dos de nuestros No podíamos ver a más de 10 metros. Con frecuencia nos
mejores huelleros. deteníamos para escuchar algún ruido. El caminar era muy
—Pero hombre, Bill, ¿tan seria crees la aventura? difícil debido a lo cerradísimo de la jungla, pero pronto nos
—Tan seria, que si te empeñas en que vaya Fer ten- dimos cuenta que lo mejor era seguir por las veredas que
drás que firmarme un papel en el que certifiques tu absolu- habían formado los propios elefantes en su continuo ir y
ta responsabilidad sobre el muchacho. venir. Esas veredas parecían más bien túneles dentro de
Con tales argumentos, después de reflexionar un poco, la vegetación selvática, tan bien cortados que cualquiera
pensé que se trataba de cazar un solo elefante y, por lo imaginaría que habían sido trazados por la mano del hom-
tanto, no tenía objeto correr mayores riesgos exponiendo bre, si no fuese por tanto vericueto y por lo apisonado del
a Fer. Con tristeza para él y pena en mí, resolvimos que se terreno en el cual se confundían centenares de huellas de
quedaría en su tienda de campaña. elefante.
Dejamos el campamento y nos metimos en la maleza Después de dos horas de un andar lento y cauteloso,
dirigiéndonos al río Tana. Kasimwita iba por delante alum- el rifle cuate me pesaba una barbaridad; a cada momento
brando el camino con una lámpara de mano. Caminamos veía las miras por si se atoraban en alguna ramita. Estos
un kilómetro, y entonces vimos el ancho y majestuoso río; rifles cuates, diseñados para caza peligrosa, carecen de
ya empezaba a clarear la mañana. Los cuatro que formá- bandolera, no por descuido del fabricante, sino por con-
bamos el grupo, nos las arreglamos para cruzar el río en un siderar un posible atorón en una rama o vara, en los mo-
solo viaje, abordando un angostísimo cayuco, de apenas mentos culminantes en que puede ir la vida de por medio,
medio metro de ancho. Cuando ya íbamos a mitad del río, o bien por la misma causa, echar a perder un laborioso
la aurora nos recibió iluminando un paisaje bellísimo. Todo huelleo o un acecho cuando se está próximo a la pieza. En
el cielo estaba tan rojo como si fuera el reflejo de un inmen- las tupidas selvas siempre va uno apartando con la mano
so incendio de toda la selva africana. Instantes después, las ramas, telarañas, espinos o pastos altos, en fin, abrién-
en el horizonte, semejante a una enorme bola de fuego, dose paso, unas veces agachándose y otras a gatas, cui-
empezaba a asomar con timidez la cara del sol. El cielo dando siempre del rifle, agudizando el oído y la vista en
rojo y las exuberantes riberas del río se reflejaban en las la espesura, donde se espera descubrir de un momento a
aguas del Tana haciendo más grandioso aquel maravilloso otro la pieza que se busca. Muy importante es ver dónde
escenario. Agua y cielo envueltos en rojo. Un zangoloteo se pisa, pues el tropezar con una mamba puede significar
del angosto y primitivo cayuco me sacó de aquella contem- la muerte en unos cuantos minutos.
plación. Para los que ya están acostumbrados, serán se- A las 9 de la mañana, se detuvo de pronto Kasimwita
guras y fáciles las travesías en esas frágiles canoas, pero señalando a su izquierda con la mano. ¡Era el primer ele-
para quien, como yo, lo hace por primera vez, no dejará fante! Allí estaba el tembo, metido en la espesura, a 30
de preocuparse sabiendo que si se voltea, lo menos que metros de nosotros, pero apenas si podíamos distinguir un
puede ocurrirle no será una simple mojadita, sino que su gran manchón oscuro, como una sombra entre el verde
honorable persona puede ser partida en dos por cualquier follaje. Estábamos en cuclillas tratando de descubrir la ca-
glotón cocodrilo de los muchos que abundan. Semisentado beza y calcular el peso de los colmillos, cuando el mismo
en cuclillas, con el rifle atravesado, trabajo me costó guar- Kasimwita, que ya se había hecho a un lado, me tocó el
dar el equilibrio. Francamente me sentía muy intranquilo hombro —en esos momentos de caza nunca se habla—,
con el balanceo y sólo me calmé al llegar felizmente al lado señalando en distinta dirección, ¡otro elefante! Segundos
opuesto. Al pisar tierra, revisamos nuestros rifles e inme- después, oímos el crujir de una rama que quebraba. De
diatamente nos internamos en la muy densa espesura. este segundo elefante ni siquiera su sombra pudimos ver,
Tomamos las precauciones posibles para no ser sor- sólo sabíamos que estaba muy cerca por el ruido que pro-
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busca un bongo en su echadero; se respira con la boca ciera una orden del destino se paró a 30 metros de mí, en
abierta para evitar el ruido que el aire produce al pasar por un clarito que lo hacía lucir de cuerpo entero, atravesado,
las fosas nasales, y además porque cuando se respira por quieto, como en pose para un retrato.
la nariz, se entorpece un poco el oído. El ruido que oirá el Ya estaba ansioso y me disponía a disparar apuntando
cazador no será precisamente el de los pasos de la bestia, al cerebro cuando, en bajísima voz me dijo Bill: —Espera,
sino el de los intestinos, producido por el proceso de la primero me asomaré para ver si al arroyo ha llegado otro
digestión, o bien por el de una rama de árbol que quiebra mejor. Se deslizó por mi derecha y a poco regresó. No, no
para comerse las puntas tiernas o también el ruido que había otro mejor; pero, mientras tanto, el que tenía yo en-
hace al caer el estiércol cuando está defecando. frente, a tiro regalado, fácil, se cansó de esperar y se alejó
A poco andar, el huellero que iba adelante regresó co- internándose en la selva.
rriendo, a tiempo que oíamos el ruido de la carrera de un Mostré mi disgusto a Bill. Ahora tendríamos que buscar
animal. Era un búfalo. Eso dedujimos por el golpe firme y un nuevo rastro o seguir el de ese elefante que del grupo
seco de las pezuñas, pues nada vimos. sería el único que pasaría de las 100 libras cada colmillo.
Más tarde, dimos con un arroyo seco. Tal vez un bra- Optamos por lo primero internándonos otra vez en la es-
zo del mismo río Tana. Tenía unos 30 metros de ancho, pesura, por el laberinto de los túneles vivientes, frondosos,
limitado en ambos lados por bancos de metro y medio de verdes.
alto. En medio del arroyo había un charco, y en el charco, Mientras caminábamos, iba cavilando y renegando
tres grandes elefantes; unos bebían agua mientras otros contra Bill: primero, allá en Tangañica, habíamos desperdi-
se bañaban sirviéndose de la trompa como una ducha. ciado los dos elefantes de verdes y largos colmillos de 70
Calculamos que dos de ellos tenían colmillos de más de libras, para después tener que conformarme con uno que
80 libras por lado y el tercero bien podía pasar de las 100. apenas llegó a las 66, y de remate, con un colmillo mo-
Estábamos en el borde del arroyo, a 100 metros de distan- cho. ¡Y ahora desperdiciamos la bella oportunidad con uno
cia, disponiéndonos a estudiar la forma de cómo acercar- que tal vez pasaría de las 100 libras! Me sentía realmente
me para liquidar al mejor, pero resultó que la dirección del molesto. Quizá ya no se presentara otra oportunidad y, de
viento era desfavorable; tendríamos que cruzar el arroyo ribete, el calor se dejaba sentir ya muy fuerte en aquel aire
para disparar desde el otro lado, pero precisamente por sofocante de los túneles. Era un calor húmedo y pesado,
ahí habían llegado, y era probable que me topara con otros parecido al que siente cuando se interna uno en las maris-
que vinieran en camino a reunirse con sus camaradas. De- mas de la costa de Nayarit, o en las junglas de la Huasteca
cidimos esperar a que cambiara de dirección el viento o a veracruzana en los meses de verano.
que los elefantes cruzaran el arroyo en dirección nuestra. “¿Por qué me pasará esto a mí? —pensaba—. ¿Por
Bien pensado, porque al poco rato llegaron por el mismo qué le hice caso a este flaco desgraciado que mejor hubie-
lado otros dos paquidermos y minutos después tres invita- ra hecho en quedarse con sus canguros allá en Australia?”
dos más: ¡8 en total!, ¡Y el más pobre con colmillos de más Un pissst. . . , de Matengue, que encabezaba la fila in-
de 80 libras por lado! ¡Qué hermosura! Aquello parecía dia me sacó de mis cavilaciones; pero no señalaba un ele-
un concurso. ¡Más de 1 300 libras de blanco marfil en 16 fante que fue lo primero que imaginé y busqué inmediata-
colmillos! Espectáculo inolvidable; jugaban, se bañaban, mente con ávida vista, no, lo que señalaba era un enorme
bebían y se revolcaban cubriendo de lodo sus enormes reptil pitón que cruzaba el túnel. Un ¡híjole!, muy feo, con
cuerpos cenizos. Pensé en los 7 tediosos días que había mezcla de imprecación y miedo, se me escapó de la boca.
batallado el año anterior en Lein, para cobrar un humilde Miedo por la sorpresa, pues bien sé que esos constrictores
tembo, con colmillos de 66 y 64 libras. no son venenosos y por regla general no atacan al hombre.
Seleccioné el mejor, un machote oscuro, gigantesco, El pitón era gruesísimo, no pude apreciar el largo porque
maduro, sin ser viejo, con un par de largos, simétricos y sólo vi parte, pero algunos de estos reptiles suelen medir
blancos colmillos. Pero el problema del viento seguía. hasta 10 metros.
—Mira .. , ya empiezan a moverse caminando hacia Seguimos caminando durante una hora; luego volvi-
este lado —dijo Bill. mos a ver tres elefantes más, pero ninguno con colmillos
Tres se desprendieron del grupo, y entre ellos el se- de más de 90 libras. Las huellas del que pretendíamos se-
leccionado. Nos metimos un poco a la selva dando un me- guir se habían confundido con otras mil y no lo volvimos a
dio círculo para arrimarnos y esperamos tras de un árbol ver.
caído, que hasta de mampuesto me serviría. Mi elefante, Eran las 12, lIevávamos 7 horas de andar, pasando
como un suicida, fue el primero en llegar, y como si obede- mil sustos, con un calor ya intenso, pegajoso, sofocante;
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la pata delantera midió 54 centímetros de extremo a extre- el hachazo llegaba al tendón, el pobre animal se quedaba
mo, y se veía claramente que una de ellas la arrastraba al inmóvil, sin ánimos para luchar. Una vez incapacitada la
caminar. Seguimos la huella saliendo del monte quemado bestia, el cazador la remataba a lanzazos. Por otra parte,
para volver a entrar a la verde selva. Después de una hora si el hachazo no era guiado con tino o con suficiente fuer-
sudaba a mares, un hilillo goteaba por mi nariz continua- za para lesionar el tendón e incapacitar al elefante, aquél
mente. Calor saturado. Sólo sentía un ligero alivio con un recibía tal sorpresa, que lleno de terror salía disparado, sin
traguito de agua caliente que de vez en vez tomaba de la detenerse a investigar lo ocurrido. Tal vez el elefante, por
cantimplora. su gran peso y tamaño, es el único cuadrúpedo que no
Al fin descubrimos un excremento fresquísimo; el ani- puede caminar en tres patas; por ello se explica lo referido.
mal no podía estar lejos. Sería cosa de algunos minutos Ordenamos el acecho con todo cuidado. El viento era
para alcanzarlo. Era la hora de la siesta y seguramente favorable, y al poco andar oímos el estallido de una rama.
estaba ya en su “Petit Trianon” selvático. Aquella pata que Debía ser cerca porque se oyó como balazo, pero no vi-
arrastraba hacía inconfundible la huella. Se me quitó la sed mos nada. Sólo la punta de un árbol se movía. Nos detuvi-
y el cansancio. Súbitamente todo mi cuerpo se sacudió; se mos. Bill ordenó a Matengue que subiera a lo más alto de
agudizaron la vista y el oído; los nervios, tensos; concen- un árbol, para localizar al elefante. El negro se subió con la
tración y rapidez de pensamiento, inquietud, ansia y temor; rapidez de una ardilla y, desde lo alto, con cara sonriente y
temor de perder la presa. Mi mano derecha apretó mi rifle mostrando sus blancos dientes, nos hizo una seña con las
cuate y una ligera corriente eléctrica me invadió. Conocía manos. ¡Había no uno sino 4 elefantes! Se bajó Matengue
que en selva tan cerrada tendría que tirar a cortísima dis- y subió Bill al árbol, luego seguí yo. Todos estuvimos de
tancia. Revisé las miras y la carga del rifle. En estos casos acuerdo en que entre los 4 paquidermos estaba el renco
el cazador debe ser cauto y aplicar todos sus conocimien- que habíamos huellado y, efectivamente, tenía un par de
tos y experiencia. Sabíamos que probablemente a la hora magníficos colmillos. Se me hizo “agua la boca”, sentí que
de la siesta —de las 12 a las 4 de la tarde—, encontraría- hormigueaban las manos, ¡al fin había llegado tan deseado
mos al tembo en lo más intrincado de la selva. Caminamos momento!
tan silenciosamente como unos gatos, deteniéndonos con Pero ahora se presentaba un problema:. los 4 elefan-
frecuencia para escuchar cualquier ruido del animal, como tes estaban en un claro de la selva que mediría unos 22
el pajuelazo que producen sus gigantescas orejas cuando metros de diámetro, limitado por un muy denso follaje,
se abanica, el sonido de las defecaciones al caer o el fuer- árboles chicos y grandes, breña y espinos. En medio del
te ruido de los intestinos en su constante labor de alquimia claro había un grande y frondoso árbol, bajo el cual esta-
para digerir los 200 kilos de hierbas que se come al día, o ban los 4 gigantes. El mío se encontraba en el centro, al
bien, el fuerte ruido, como una detonación cuando quiebra lado derecho del árbol, con la cabeza en nuestra dirección;
una rama de árbol. Primero oír y después ver. Estos son el segundo estaba a la izquierda dándonos la espalda; el
los principios básicos en selva muy tupida. De otra suerte, tercero a la derecha y el cuarto adelante del mío. Los dos
si cualquier ruido extraño o el viento impregnado del sudor últimos también veían hacia nosotros. El viento corría cru-
del cazador llega a estas fantásticas bestias, las pone aler- zado; de derecha a izquierda, de manera que el único lu-
ta, y entonces dos cosas pueden ocurrir: que la bestia huya gar por donde podríamos arrimarnos y poder ver era por
precipitadamente, o que el cazador reciba la tremenda sor- el lado izquierdo, haciendo un rodeo, porque por el lado
presa de un encuentro tan cercano, que verá las patas del derecho nos denunciaría el viento antes de llegar, y por el
tembo como columnas de un templo. frente nos estorbaba un elefante.
Pero ahí estaban nuestros buenos huelleros que siem- Optamos por lo primero. Debíamos ir con cuidado por-
pre van descalzos y mi cazador blanco con más experien- que había mucha hojarasca. Nos quitamos las botas para
cia que yo. Recordé cómo estos negritos cazaban elefan- hacer menos ruido, y dejamos a uno de los huelleros tre-
tes en el siglo pasado. Su técnica, por demás primitiva pado en el árbol para que siguiera observando. Empeza-
pero ingeniosa, era la siguiente: un experimentado, sere- mos a caminar, agachándonos y, a veces, arrastrándonos
no y frío cazador se armaba de un hacha de hoja grande al pasar algún trecho bajo y difícil. Cansado y sudando a
y bien afilada, fabricada para tal propósito. A la hora en chorros seguía yo, detrás de Bill, oyendo de vez en cuando
que el elefante disfrutaba de su siesta, el hombre llegaba los gruñidos intestinales de las bestias. Probamos cons-
sigilosamente por detrás, y con toda su fuerza dirigía un tantemente la dirección del viento. Con frecuencia secaba
tremendo hachazo a una de las patas traseras, a unos 30 en el pantalón el sudor de la mano derecha. Apreté el rifle
centímetros del suelo, lesionando el “tendón de Aquiles”. Si con el que tanto me he encariñado; lo sentí y acaricié con
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la mirada, como a una cosa viviente que muy pronto, con que ahí seguían los 4 elefantes. ¿Qué hacer? Resolvimos
su vibrante voz de trueno, diría la última palabra, que se- esperar a ver si mi tembo cambiaba de posición. Así trans-
ría la sentencia de muerte en aquella emocionante aven- currió una larguísima hora. Ya eran las 3 de la tarde y segu-
tura. Calculando qué ya deberíamos estar en la dirección ramente a las 4 terminarían su siesta y empezarían a vagar
correcta, nos aproximamos al claro y pronto vimos en la sin rumbo. Entonces sería más difícil acechar mi elefante
espesura un manchón, una sombra grande que no podía entre sus tres compañeros.
ser otra cosa que un elefante. Con la boca seca, la tensión Afortunadamente, en ese momento se durmió el ángel
natural y concentrados mis sentidos en lo que tenía en- guardián de mi tembo, y éste se movió al lado izquierdo.
frente, seguimos caminando a gatas, hasta ponernos a 15 Así nos lo comunicó Matengué desde lo alto del árbol, con
metros. Entonces pudimos darnos cuenta que el elefante una sonrisa en los labios. Inmediatamente nos pusimos en
que teníamos a la vista no era el seleccionado, era el que movimiento, otra vez por el camino ya conocido, más se-
habíamos visto a la izquierda. Probablemente nos había guros del lugar por donde debíamos arrimarnos. Infinitas
sentido, porque había cambiado de posición. Ahora tenía precauciones tomamos hasta llegar a 25 metros. Desde
la mirada fija en nuestra dirección. Entonces empezó a le- ahí pude ver a mi codiciada presa. Estaba de frente. Nos
vantar la trompa para detectarnos, y echando las orejas adelantamos 5 metros más para localizar la posición de los
hacia adelante dio un paso al frente. Al instante corrimos otros 3. 2 nos daban la espalda y el otro estaba también
lo más silenciosamente que pudimos, volviendo a nuestra frente a nosotros. El follaje no me permitía ver bien a mi
primera posición. El paquidermo no nos siguió. Al llegar, el víctima. Me adelanté y Bill se quedó atrás de mí. Estaba yo
negro que permaneció en lo alto del árbol, nos dijo a señas a 15 metros .. ‘ “Un poco más —pensé—, esta rama estor-
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Nuevo traslado
de campamento con todo
el personal del safari.
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necesario acompañarnos.
Nos escurrimos por el breñal para que no nos vieran
esos matreros animales hasta llegar al borde del río, por la
parte más cercana. Las cebras estaban a 200 metros, de
modo que si nuestro primer tiro no era de efecto inmediato,
tendríamos tiempo de hacer hasta tres disparos antes de
que se internaran en la breña. Fer escogió la de la izquier-
da, y yo la otra. Disparamos simultáneamente y nuestros
tiros dieron en el blanco; pero ninguna cayó, Volvimos a
disparar cuando huían, y Fer tumbó la suya, mientras que
la mía necesitó de un tercer tiro, cuando ya estaba a punto
de llegar al otro lado del río.
Esas fueron las dos últimas piezas que cobramos en
el safari; pero faltaba la despedida, que fue maravillosa.
En un llano se encontraban 5 órix ... Después de un buen baño de agua caliente, nos fuimos en
pijama a disfrutar de la imprescindible fogata y de la plática
bebiendo un buen jaibol. Bill que es abstemio, se tomó un
lugar, cada quién por su lado buscó algún rastro de san- refresco y Fer, otro. Después de un rato, oímos la voz de
gre que me devolviera mis 10 dólares. Otra vez Kasimwita, nuestro cocinero Matteka:
sonriente y gustoso gritaba en su idioma swahili: ¡¡Hapa ... —Chakula.a.a.a Tayari . . . —La cena está lista—nos
, hapa, amekwisha kufa!! —¡iAquí, .. , aquí está muerto!! gritó en swahili.
Corrí a su encuentro y vi al negrito inclinado sobre el órix. La cena fue exquisita, principalmente unos filetes de
El tiro dio en el cuello matando al animal instantáneamen- impala empanizados, adornados con col y papas fritas. Es-
te. Yo, sinceramente, había apuntado muy alto, a los hom- tábamos a media cena cuando llegó Masira, nuestro mese-
bros. Tal vez el viento cruzado desvió la bala y fue a alojar- ro, siempre limpio y ataviado como un turco, con un blanco
se en el lugar indicado. camisón sujetado a la cintura por un ancho cinturón de una
Después, medimos la distancia desde donde disparé; tela verde y un fez también verde. Le dijo unas palabras
era de 469 metros. Lo curioso fue que Bill no viera con los a Bill, de las cuales sólo entendí una: simba —león—. Bill
binoculares la caída del antílope. Por mi parte, creo quedar “pelaba los ojos” mientras escuchaba, y yo, intrigado, pre-
disculpado de tampoco haberlo visto debido a la percusión gunté:
del disparo, pues cuando se usa telescopio, momentánea- —¿Qué dice éste?
mente se pierde de vista el objetivo. De cualquier modo, —Pues, .. ¡que allá está un león en la cocina!
fue uno de esos tiros que llenan de satisfacción; me llevé, —¿Qué? —exclamé saltando de mi silla.
además, un buen trofeo y 10 dólares de ribete. Bill repitió la frase y también se levantó. Había visto
tan calmado a Masira, como si en lugar de un león hubie-
Un león en la cocina se recibido la visita de una de sus cinco mujeres. Rifle en
Serenata de leones mano, nos dirigimos a la cocina, si así se le puede llamar
a un montón de cajones, mesas improvisadas con varas
Estamos otra vez en nuestro ya conocido campamento y muchos trastos. Dicha cocina estaba instalada bajo un
de Selengai. La brevedad de tiempo en que cobré el ele- grande y frondoso árbol, a 20 metros de la tienda-comedor.
fante, para el cual tenía destinados 15 días, nos dejaba Naturalmente que no encontramos al simba, pero quise
un margen de seis días sin nada más que cazar que dos cerciorarme del cuento y busqué las huellas. Efectivamen-
cebras y un impala, para cumplir con nuestras licencias. te, allí estaban claras y bien marcadas.El león había teni-
El primer día, por la mañana, Fer liquidó sin dificultad un do la osadía de llegar hasta la cocina y en los bigotes de
bonito impala de simétricos cuernos. toda nuestra servidumbre, llevarse una pierna del impala
Por la tarde, encontramos dos cebras solas en el cen- que había matado Fer. Todos reían a mandíbula batien-
tro de un río seco; Fer y yo nos bajamos del vehículo e ini- te, mientras nosotros escudriñábamos las tinieblas con las
ciamos el acecho. Esta vez nos fuimos sin Bill ni huellero. lámparas de mano.
Nuestro cazador blanco ya nos tenía confianza y no creyó El chiste no paró ahí, porque más entrada la noche
regresó el león con toda su familia, a brindarnos una in-
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Las últimas dos piezas cobradas por Fernando en el safari fueron una cebra y un bonito impala.
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olvidable serenata que empezó con un coro en do mayor. camos y pudimos ver un macho a 40 metros, precioso, sus
Como a las 11 de la noche me despertó el primer rugido, ojos se veían como de fuego, entre verde-azul y oro incan-
que me pareció venir de una distancia muy cerca por lo descente, más bellos que los de Elizabeth Taylor cuando
fuerte y sonoro; luego oí otro y otro más y de inmediato, tenía 20 años.
con breves lapsos, siguió toda la familia real. Se pusieron de acuerdo y fueron perdiéndose en las
—Fer ... ¿los oyes? sombras de la noche. ¡ Noche oscura, noche inolvidable,
—Sí, pap, parece que los tenemos muy cerca. noche africana en toda su majestuosidad!
La serenata siguió en todo su apogeo. No podíamos Ya en la cama, con la cabeza en la almohada, pensaba
precisar si eran tres, cuatro o más simbas, pero los rugidos en que seguramente existe entre los animales un lenguaje,
se oían retumbar imponentes, sonoros, terribles, ensorde- aunque tal vez más limitado que el de los bosquimanos
cedores como truenos de tempestad; parecía que hasta se de África u otras tribus aborígenes como las de Australia.
cimbraba la tierra. Impresionante, pero para mí tan agrada- Si se les observa con atención, nos damos cuenta de que
ble como una canción de cuna. Ningún cuadrúpedo emite son más inteligentes de lo que suponemos, pero quizás su
un sonido más trepidante y terrífico. instinto sea más fuerte que su inteligencia, pues carecen
El resto del reino animal había callado; las aves ca- de la reflexión, don exclusivo del género humano.
noras, el chacal, la hiena, los ladridos de las cebras, los Los animales no sienten ni conocen el miedo.Huyen
gruñidos de los rinocerontes que pelean, el pájaro ametra- del hombre por instinto. El humor del hombre percibido por
lladora, el pájaro reloj. Todo, todo callaba, como si aquellos su sensible olfato es como una cosa extraña en su medio
rugidos significaran un “toque de queda”. Quisiera poder ambiente, y su instinto los pone alerta contra una posible
describir con palabras aquella sinfonía brutal: primero se amenaza desconocida. No puede ser miedo, porque sen-
elevaba y se elevaba . . . para después caer y caer, y final- cillamente no tienen conocimiento de la muerte. Huyen del
mente apagarse en una especie de lamento de un ser que peligro por instinto y siempre están alerta, Sienten el do-
se arrastra jadeante y exhausto. lor de una herida causada por arma, o por un mordisco o
Dos horas duró la serenata. Tuvimos tiempo de sobra cornada; pero no saben que van a morir. El toro de lidia,
para contar las emisiones entrecortadas de cada rugido. tal vez la bestia más brava, manifiesta en el redondel su
Primero son dos rugidos suaves y le siguen tres muy sono- agresividad contra el picador, el capote o el hombre, em-
ros, los más hermosos, para acabar con otros 20 que más bistiendo al primer torero que se le para enfrente, sin ha-
que rugidos son como fuertes gruñidos mezclados de una cer caso del estoque que ha de clavarse en su corazón; el
tos que va decreciendo hasta apagarse en una tos asmá- rinoceronte que lucha a muerte contra sus semejantes; el
tica y cascada. Veinticinco emisiones o sonidos, en total, borrego salvaje de las montañas que sintiéndose acosado,
componen un rugido del león adulto. acorralado por el cazador, se arroja desde el borde del alto
Hubo un momento en que se acercaron tanto a nuestra reliz para estrellarse en el fondo; el leming, o rata del Árti-
tienda, que salté de mi cama, tomé una lámpara de bate- co, que colectivamente emigra de la tundra para lanzarse
rías y salí a verlos. Cuando me di cuenta ya estaba Fer a al mar en busca de algo desconocido y acaba muriendo
mi lado con el rifle de gran poder en sus manos. Los bus- ahogado, Todos estos y muchos otros acontecimientos ex-
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traños al hombre me hacían pensar en que los animales para tres días, término en el cual ya estará capacitado para
no tienen conocimiento de la muerte y, por lo tanto, tam- buscar alimento por sí solo. Cuando se seca un río, estos
poco se suicidan y menos aún en masa. Tal vez así sea. reptiles emigran en masa cruzando valles y montes en lí-
Pero luego se dan unos casos como el de los elefantes nea recta, sin titubear ni detenerse ante ningún obstáculo,
viejos o enfermos que parece supieran que sus días están hasta llegar a otro río, charco o lago, meta que muchas
contados, alejándose de la manada se aíslan, no quieren veces estará a muchos kilómetros de distancia del punto
testigos en su dolor, cual corresponde a su noble estirpe de de partida. ¿Cómo saben dónde encontrar el agua? ¿Aca-
señores patriarcas y amos de la selva y mueren en la sole- so es su instinto omnisciente que los guía? Las grandes
dad, a la orilla de un río. Un tigre de Bengala herido puede migraciones del caribú en las regiones subárticas es otra
vivir 15 días sin comer, pero no sin beber agua, entonces maravilla: año con año hacen un recorrido de miles de kiló-
el cazador lo encontrará, con toda probabilidad, cerca de metros para llegar a su “casa de campo”, donde encontra-
algún aguaje. El tigre buscará el agua para calmar su fie- rán buenos pastos y benigno clima.
bre y refrescar sus heridas como procedería cualquier ser Los cuadrúpedos al fin y al cabo están en tierra firme,
humano. ¿Sabe que puede sobrevivir o morir? El león afri- pero ¿y las migraciones de las aves? La golondrina, el
cano, ese otro noble de la jungla, también muere solita- chorlito, el ganso, los patos y otras muchas aves migrato-
rio, y muchas veces, cuando ya está viejo, sin dientes ni rias. Algunas de éstas emprenden año tras año una larga
agilidad para la caza, acaba sus días en las fauces de las travesía de miles y miles de kilómetros cruzando océanos
insaciables hienas, que ya no le temen ni respetan porque y continentes sin descanso; volarán sin perderse, lo mis-
saben que está incapacitado para defenderse, Triste fin de mo de día que de noche, como la golondrina, que todos
animal tan magnífico y noble. Pero así es la ley de la super- los años vuela de polo a polo, más de 35 mil kilómetros
vivencia en la selva. de travesía. Cuando se trata de cruzar los mares, es cosa
¿Ha pensado alguna vez el lector en el prodigioso, el fácil orientarse por la luz o la dirección del sol, pero ya sea
maravilloso sentido de orientación de los animales? Hasta de día o de noche, cuando abajo todo es oscuridad en un
ahora sigue siendo un misterio, sólo existen teorías, pero mar tempestuoso y arriba cúmulos de borrascosas nubes
que ningún ornitólogo o zoólogo ha podido descifrar. El cubren el cielo, ¿cómo pueden orientarse? Es interesante,
cocodrilo nace en su nido de arena cerca del río, cuando ¿verdad?
rompe su cascarón, mide poco menos de 15 centímetros, Para terminar este capítulo diré que con vivir tan sólo
e inmediatamente se dirige al agua sin ayuda ni dirección unos meses en el corazón de la selva, habría material su-
de sus padres; siempre, invariablemente, dirige sus pasos ficiente para llenar las páginas de una obra) sobre el tema;
hacia el agua, nunca en sentido contrario, pues significa- pero no es ese el objeto de este libro. Sólo a grandes ras-
ría su muerte, a pesar de que al nacer queda pegado en gos he intentado, querido lector, sentar aquí un ligerísimo
su vientre un pedazo de cascarón con suficiente alimento bosquejo de los grandes misterios y maravillas que la pró-
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El autor en Amboseli.
Al fondo el majestuoso
Kílimanjaro.
diga naturaleza brinda a los sentidos de aquéllos que la ría en la India. ¡Ah!. . . pero esta vez se trataba de abatir al
buscan y saben amarla. félido más grande, más astuto; más hermoso y más temido
de la fauna mundial; el Tigre Real de Bengala.
Amboseli Para entonces ya me había documentado leyendo los
libros del famoso cazador Jim Corbett, empezando por el
Nuestro safari había terminado. Empacamos nuestros primero de ellos. Las fieras cebadas de Kumaon, que me
rifles y partimos hacia Amboseli, primoroso Parque Nacio- había dejado profunda impresión. Además, también había
nal que actualmente ha cobrado mucha fama turísticamen-
te. Allí pasamos tres días descansando y filmando un poco.
Así dimos término a mi segundo safari africano, pero ya
desde nuestro último campamento estaba dando forma a
mi primer shikar —cacería— en la India, hacia donde pen-
saba partir en diciembre del mismo año.
Un adiós desde nuestro campamento, donde todas las
tardes veíamos morir el sol que bañaba con multicolores
matices las blancas cumbres del Kilimanjaro.
Fernando 22
El autor 32
154
El autor con un cheeta cazado en África en 1954.
Hoy la caza de este felino está prohibida.
El autor con un buen addax que cazó
en el Chad, África, en 1959.
Acompañado
de Fernando
contemplo uno de los
primeros elefantes
que abatí en África.
Magnífico gran kudu; el mejor de los 4 que abatimos Fenando y yo en Angola en 1960.
De un certero tiro de Fernando
cayó este sable real en Angola.
Sus cuernos entraron
en la medida récord.
India
1956
leído libros de otros grandes cazadores de la vieja guardia, corazón de la India. Mientras yo me encontraba en África
de la buena época del Arte de la Montería, de la época cazando con mi hijo Fernando, ya uno de mis compañeros
dé la pólvora negra. Libros en los que aquellos cazadores había iniciado correspondencia y contratado los servicios
relatan, sin’ exageraciones los peligros y las experiencias del contratista y guía, coronel retirado, S. A. H. Granville,
de sus numerosas cacerías en las exuberantes junglas de súbdito inglés, casado con una mujer hindú. En la escala
la India; época en la que, según estadísticas había más que hicimos en París estaba nevando, y pesqué un catarro
dé 100 000 tigres y el doble, de panteras. Hoy, totalmente que no me dejó hasta días después de llegar a Bombay. En
vedada la caza, se calculan subsisten solamente poco más París abordamos un avión Constelation de la Air India, que
dé 1 000 tigres. haría escala en Beirut. Volábamos sobre Atenas cuando
Éramos tres los cazadores que desde la tierra azte- noté que uno de los motores del ala izquierda no funciona-
ca emprendíamos el largo viaje él día 1° de febrero de ba, lo habían “perfilado en bandera”. Seguimos adelante,
1956, para iniciar nuestro shikar en las apretadas selvas volando a baja altura hasta llegar felizmente a Beirut, pero
de Madyha Pradesh, el estado más grande, situado en el no podíamos continuar a Bombay; se nos comunicó que
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tendríamos que esperar otro avión, el cual llegaría en 30 que los árabes, aun cuando ya había sentido el yugo de
horas. Al día siguiente, a las 7 de la mañana, abordamos los persas, los griegos, los romanos, los cruzados —en los
el avión para seguir adelante; ya estábamos en la pista lis- siglos XII y XIII, después de los árabes—, a través de su
tos para despegar cuando me di cuenta de que taxeando, larga historia. Actualmente, como dice Magib Dahdah, son
el avión volvía al lugar de estacionamiento; el capitán ha- “simplemente libaneses, así como los norteamericanos
bía notado que “algo” andaba mal en uno de los motores. son simplemente norteamericanos”.
¡Otra vez a esperar! Ya me sentía nervioso y me daba mala Por la tarde me fui a caminar un poco por las calles de
espina el seguir volando en aviones Constelation; aunque la ciudad, atiborradas de una mezcla de camellos y Mer-
sin consecuencias que lamentar, ya habíamos tenido dos cedes Benz; en aquellos años casi todos los taxis eran de
contratiempos en el viaje y ahora se presentaba la posibili- esa marca; los gritos del muezzin que desde lo alto del
dad de un tercero. Pensaba en cambiar de línea, pero dos minarete de la mezquita llamaba a la oración, se confundía
horas después nos volvieron a llamar para subir a bordo; con el estridente sonar de los claxons. Hubiera deseado
partimos, y llegamos sin más novedad al día siguiente a permanecer más tiempo en Beirut, pero. . .
Bombay. El día 21 de febrero de 1956 aterrizamos en el aero-
En estos momentos que escribo mis narraciones, pien- puerto de Bombay, ya estábamos en la mística tierra de
so y lamento profundamente el drama, la violencia del Buda, de Gandhi, de Rudyard Kipling y de Rabindranath
hombre y las poderosas armas con las que está aniqui- Tagore, el luminoso cerebro, el Goethe de la India.
lando, destrozando a Beirut, ciudad muy bella y de gran
historial en épocas remotas. Nota de mi Diario.
Durante mi corta estancia en Beirut, me fui a sentar
en una banca de los jardines de la gran Universidad, para Dos horas de papeleo para entregarme mi equipaje.
contemplar su belleza arquitectónica. A este centro de es- Me hospedé en el hotel Taj Mahal. Mis primeras observa-
tudios concurrían estudiantes de 21 diferentes razas del ciones del pueblo son muy deprimentes: miseria extrema,
mundo. A mi mente acudieron gloriosos hechos militares mucho pordiosero inválido o tullido; todo sucio. Sigue el
que en tiempos pasados afrontó el país, así como su fe- papeleo burocrático para obtener los permisos para usar
cunda aportación cultural al mundo. Cuando los fenicios la mis armas; he firmado 20 formas diferentes. No he podido
fundaron hace 5 000 años, Beirut llevó el nombre de Berito. dormir bien, y el catarro que pesqué en Paris no me aban-
Estratégicamente situada al borde del mar Mediterráneo y dona. He hecho amistad con el doctor J. L. de Souza, des-
protegida su espalda por los bíblicos Montes Sagrados de cendiente de los portugueses que invadieron parte de este
los Cedros de Líbano, fue un punto importantísimo para país en 1498. Este doctor resultó ser un buen cazador, tan
los fenicios en su prodigiosa expansión en gran parte del bueno que es igual dé mentiroso que los cazadores de mi
mundo antiguo. Ese pequeño país del Líbano fue cuna de tierra; me dice que un Tigre de Bengala es capaz de cortar
la escritura alfabética, con lo cual aportó los primeros fun- de un zarpazo un cable de alambre de una pulgada de
damentos de la cultura mediterránea, que más tarde ser- grueso, por lo cual deduje que como ignorante y mentiroso
viría de cimiento a la civilización europea, pues según la “se voló la barda”. Mi primera compra fue una daga antigua
historia, Europa fue el nombre de la Princesa de Sidón, y dos figurillas de madera tallada que representan a Monk,
antigua capital de Fenicia (hoy Saida), ciudad marítima, de dios del Ayuno y la Meditación, un tipo desnudo y más es-
donde proviene el nombre del continente europeo. La pri- quelético de lo que fue el gran Gandhi, pero de expresión
mera Universidad del Líbano fue fundada en Beirut en el muy feliz.
siglo Il de nuestra era; ahí se abrió la primera Escuela de El día 28 abordamos un tren que nos llevaría, en 17
Derecho y de ella surgieron Ulpiniano, Gallo y Papiniano, horas, a Jubbolpore (hoy Jabalpur), población del estado
célebres jurisconsultos que partieron hacia Roma a impar- de Madhya Pradesh, donde nos esperaba Granville. En el
tir sus enseñanzas. Así, pues, fueron estos tres geniales trayecto observaba con curiosidad e interés los espesos
maestros de Beirut los iniciadores de la Escuela de Leyes montes, los trigales y los monos sagrados que en cada es-
europea. tación, invariablemente, se encontraban cascareando y re-
Lo mismo que en los habitantes de todos los países cibiendo de los pasajeros frutas y golosinas; monitos muy
del globo, por las venas de los libaneses corre una mezcla mansos, graciosos y simpáticos, hijos del dios Hanuman,
de sangre de muchas razas; pero antes de Mahoma, antes según la religión hindú.
de iniciarse el Imperio Árabe, la población del Líbano era Siguieron más firmas. Al llegar a Jubbolpore nos pre-
en su mayoría fenicia y aramea, o sea del mismo origen sentamos de inmediato ante el jefe de policía. El hecho
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Encantadores de
serpientes en la
superpoblada India.
de portar armas de fuego obligaba a llenar unas formas gama de lo que he leído y observado en mis viajes a ese
“A”, sin las cuales nos exponíamos a cinco años de cárcel. misterioso y lejano país, volcaré en unas cuantas páginas
Al día siguiente partimos en un jeep hacia nuestro primer algunos comentarios, procurando enredarme lo menos po-
campamento. sible, pues el concepto de la vida y de la muerte de los
Antes de entrar de lleno en materia de cacería, consi- hindúes es sumamente complejo.
dero conveniente ambientar al lector, aunque sea muy so- En esta mi primera cacería asiática, la población de la
meramente, en lo referente a religión, costumbres y puntos India sumaba 373 millones de habitantes; pero como cada
de vista de los hindúes respecto a la vida. De esta manera, año aumenta 15 millones, de seguir ese ritmo, para el año
tal vez encuentre un poco de más sabor en el contenido de 2000 la población será de ¡ 1 000 millones de almas!, pro-
este libro ya que, en mi opinión, la sabiduría y el encanto blema terrible para cualquier país del mundo y, sobre todo,
de viajar consiste no solamente en ver, sino en vivir, en para la miserable situación económica y educacional de la
sentir el ambiente del lugar. Así pues, haciendo una amal- India donde el 30% de la población es campesina.
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Esa inmensa sobrepoblación ha sido la causa de que dú y de su filosofía, toda vez que las religiones, al fin y al
los tigres y las panteras se hayan vuelto las fieras más as- cabo, han sido el principio y origen de las culturas y civili-
tutas, audaces y peligrosas. Los campos y selvas vírgenes zaciones del mundo. Quien viaje a la India con el exclusivo
que antaño fueran paraíso de cérvidos, fieras carniceras y propósito de divertirse, pronto saldrá corriendo, a menos
demás especies de la fauna local, han sido y siguen siendo que sea un cazador de veras aficionado, tenaz y obstinado
invadidos por el hombre y el arado que cultivan la tierra que va en busca del temido Tigre Real de Bengala. La In-
para producir alimentos y no morir de hambre. A causa de dia no debe considerarse como un país de recreo, turístico
esta necesidad, lógicamente, la fauna se va acabando, se y cultural como lo son, por ejemplo, Francia, Italia, Espa-
va extinguiendo. ña, etc., donde se mezclan el frívolo placer físico con los
Otra de las causas de esta triste situación ha sido el propósitos culturales; más lo primero que lo segundo. En
abuso de la caza y, principalmente, el mercantilismo de tan cambio, si se va a la India con propósitos espirituales y de
bellas pieles. Sucede lo mismo que en África con las pieles estudio, se encontrará abundante material para permane-
de leopardo. Los pocos tigres y panteras que sobreviven, cer ocupado durante años.
a falta de su presa natural, con increíble audacia se atre- En 1969 emprendí mi segunda cacería a la India. Via-
ven a merodear hasta las mismas puertas de las aldeas jaba de Bombay a Bangalore en un incómodo tren que en
atacando al ganado del campesino, y tal vez, en un futuro lugar de literas, tenía sólo unas anchas bancas de dura
próximo, encontrarán que el hombre es una presa más fácil madera y una delgada colchoneta hecha rollo.
que un venado. Siempre ha habido fieras devoradoras de
hombres; afortunadamente en la década de los setentas, En el mismo vagón viajaban dos distinguidos caballe-
Indira Gandhi, la entonces Premier del país, tuvo la feliz ros hindúes; uno de ellos trató de iniciar una conversación
idea de vedar totalmente y por tiempo indefinido la caza de conmigo en la siguiente forma:
tan hermosa fiera como es el tigre Real de Bengala, y será —Señor: si no es una indiscreción, ¿quiere decirme de
probable evitar la extinción de especie tan importante. qué país procede usted?
—De México, señor, a sus órdenes.
Religión, filosofía —Y. . . ¿Cuál es el objeto de su viaje?
y costumbres hindúes —Pues ... cazar un tigre de Bengala —contesté son-
riente, creyendo que mi propósito le parecería interesante
Expondré primero algunos conceptos de la religión hin- y sugestivo.
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ses, afganos, mongoles, etc. Sólo el Islam ha penetrado en más misterioso del mundo.
forma sensible, aunque en la práctica he observado que el El hinduismo se ha descrito como una forma de vivir
hinduista y el budista no quieren al musulmán, y viceversa. que contiene múltiples sendas que conducen o guían al
El hinduismo es muy difícil de definir como una religión acercamiento hacia Dios; cada quien, de acuerdo con su
con sus propios dogmas y credos. Yo me aventuraría a nivel cultural, interpreta esa forma e vivir.
opinar que más bien parece una religión sincretista. El hin- En mi tercera cacería en la India en 1962, tuve cono-
duismo está budaizado, y el budismo está brahmanizado. cimiento de la existencia de un templo de ratas sagradas,
De por sí es una religión muy compleja, y si se agrega que había 15 000 Y el pueblo practicaba un rito, que no preci-
en la India se hablan más de 800 lenguas y dialectos, y lo samente aprendieron de los sagrados Libros Védicos, sino
incomprensible de sus 3 000 subcastas, el lector o viajero que surgió de mentes ignorantes y supersticiosas; pero lo
podrá tener una idea del por qué considero a ese país el curioso es que las autoridades lo permiten. Cosas de la
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India. El hecho lo detallaré más adelante. Sin embargo, el cristianos que hay en el mundo, qué pocos cumplen, si-
país progresa, sin perder su carácter ni dejar de ser un país quiera a medias también, por lo menos con la mitad de los
de contrastes. Por una parte, tiene 80% de analfabetos; se Diez Mandamientos. Pero dejemos a un lado esta religión,
utiliza todavía el arado egipcio; hay miseria, hambre, en- pues no es objeto de este libro el juzgar a sus devotos.
fermedades; el estiércol es el principal combustible en la He aquí un condensado de la áurea regla de las más
vida rural; el opio de su extrema ignorancia es el lastre del importantes religiones y normas o sistemas filosóficos. De
complicadísimo sistema de castas que encadena sus bra- manera asombrosamente semejante tratan el mismo tema
zos. Sólo en la India he visto que los grupos de nómadas los libros sagrados de las siguientes religiones.
gitanos recorran el país a pie, descalzos y, algunas veces,
en pequeñas y rústicas carretas tiradas por bueyes. Cristianismo: —pongo en primer término esta religión,
Por otra parte, cuenta con 28 universidades, 800 co- tal vez por el hecho de considerarme yo mismo cristia-
legios de enseñanza superior y muchos institutos de en- no—. “Haced vosotros con los demás hombres todo lo que
señanza técnica. También tiene centros de laboratorios de deseáis que hagan ellos con vosotros; porque ésta es la
energía nuclear y una refinería de petróleo crudo. La in- suma de la ley y de los profetas.” San Mateo 7:12.
dustria se ha desarrollado a grandes pasos en sus 32 años
de independencia, pero estimo que su problema número Brahmanismo: “Todos tus deberes se encierran en
uno es y será, por largo tiempo, su inmensa natalidad. Dar esto: Nada hagas a otros que te dolería si te lo hicieran a
casa, vestido y sustento a una población que cada año au- ti.” Mahabharata 5,1517.
menta 15 millones es un gran problema para el gobierno
de cualquier país del orbe. Budismo: “No ofendas a los demás como no quisieras
Volvamos a la religión. Para el religioso hindú, Dios es verte ofendido.” Udanavarga 5.18.
todo lo existente: el cosmos, el mundo, la humanidad, todo.
La salvación consiste en desechar la ilusión del individua- Taoísmo: “Sean para ti como tuyas las ganancias de tu
lismo, del yo personal, del ego, llegando al convencimiento prójimo y como tuyas sus pérdidas.” T’ai-Shang Kan- Ying
de que la humanidad y todo lo existente en el mundo es P’ien.
parte del Divino Unico. “Cuando llegamos a esa realidad
—dice el ortodoxo brahmin— entonces nos acercamos a Confucianismo: “¿Hay alguna máxima que uno deba
Brahma, perdiendo nuestros egos e individualismo, así seguir toda la vida? Ciertamente, la máxima de la apacible
como los ríos pierden su nombre y su forma cuando al final benignidad: lo que no deseamos que nos hagan, no lo ha-
llegan al océano. Los infinitos dioses que emergen del Dios gamos a los demás.” Analectas 15,23.
Unico son como el calor que emerge de la llama. El calor
no es la llama y, sin embargo, proviene de ella; sin ella no Judaísmo: “Lo que no quieras para ti, no lo quieras
puede existir.” para tu prójimo. Esto es la Ley; lo demás sólo es comenta-
Ramkrishna, gran reformador —1886— de la religión, rio.” Talmud, Shbbat 31a.
proclamó que todas las religiones son verdaderas, cons-
tituyen simplemente diferentes caminos que llevan a un Islamismo: “Ninguno de vosotros será verdadero cre-
mismo punto. Estudiando diversas religiones a veces se yente, a menos que desee para su hermano lo mismo que
pregunta uno hasta qué grado tendrá razón este filósofo desea para sí mismo.” Sunnah.
y sabio hindú. De otra manera, cabría indicar que el obce-
cado o el fanático reflexionaran sobre el siguiente aforis- Zoroastrismo: “Sólo es bueno el hombre que no hace a
mo: “Las flores de mi jardín son sembradas por la mano otro lo que juzga que no es bueno para sí mismo.” Zaratus-
de Dios, mientras que las hierbas del jardín de mi vecino tra.
fueron plantadas por el demonio y, por lo tanto, debemos
destruirlas.” Zaratustra fue el reformador de la religión persa hace
Padre Nuestro. Así empieza la plegaria que Cristo en- 26 siglos; todavía, en el norte de la India, existe una secta
señó en el Sermón de la Montaña. ¿ Ha reflexionado algún de esa religión que la forman los parsis, nombre dado a los
católico en el profundo, sublime y tierno sentido de estas descendientes de los antiguos persas.
dos palabras? Que yo sepa, en ninguna otra religión se
considera al creyente como hijo de Dios, ni siquiera en el Vacas sagradas
judaísmo. Y sin embargo, de los mil y tantos millones de
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Estimo que el budismo debe ser en importancia la se- músicas celestiales llenaban los oídos, el niño salió del
gunda religión de la India, ya que el islamismo sólo pre- costado derecho de la madre sin mancha alguna, lleno de
domina en el norte del país. El budismo es hijo directo del ciencia y del recuerdo de existencias anteriores.
brahmanismo, del cual recibió una amplísima herencia en “La reina Maya, habiendo sido juzgada por los dioses
conceptos y ha desarrollado en el mundo oriental una gran demasiado sagrada para que ningún niño naciera de ella,
influencia religiosa por ser menos rígida. Actualmente pa- fue llevada a su paraíso al cabo de siete días.
san de 500 millones sus adeptos; es la religión predomi- “EI príncipe —Buda—, que recibió el nombre de Sidd-
nante en Burma, Tailandia. Tíbet, Cambodia, Laos, Ceilán harta Gautama, creció aventajando a todos los de su edad
(hoy Sri Lanka), Japón, Corea y también se practica en en deportes y ciencias. Hijo de aristócratas pertenecientes
China. a la segunda casta —la de los guerreros—, pasó su ju-
La vida religiosa de Buda fue de lo más sencilla, pero la ventud en el lujo y esplendor. Sus padres tenían tres pala-
mitología, la fantástica y fertilísima inventiva de los hindúes cios: uno para el invierno, otro para el verano y otro para
han forjado, después de muchos siglos de su muerte, una el temporal de 4 meses de lluvias. A pesar de tanto lujo y
milagrosa leyenda de su nacimiento que dice: felicidad doméstica, Gautama no se sentía satisfecho y un
día se le ocurrió salir para conocer el mundo fuera de los
Bodhisattva muros de sus palacios. Ese fue el primer peldaño del na-
cimiento del budismo. Para entonces tenía 29 años. Tres
Un arcángel —un bodhisattva —se conmovió por los veces abandonó brevemente sus palacios para mezclarse
sufrimientos de los humanos. Con objeto de salvar a todos con su pueblo donde encontró el espectáculo de un hom-
envió bajo la forma de un elefante —los elefantes también bre anciano, el de un hombre enfermo, el de un asceta y el
son sagrados—, su reflejo terrestre al seno de la reina de un muerto. Gautama regresó a sus palacios profunda-
Maya, esposa del soberano de los sakyas. Suddhodano, mente mortificado. Entonces, una noche, con ese espíritu
padre de Buda, perteneciente a la noble casta guerrera de de renunciación hindú, abandonó palacios, a su mujer y a
los kchatryas. su hijo, para correr el mundo como un mendigo. Se rapó la
“Maya, que practicaba un riguroso ascetismo y, aun- cabeza y cubrió su cuerpo con el azafranado ropaje de los
que casada, no era más que nominalmente la mujer de Su- monjes.
ddhodano, tuvo una extraña premonición; tan extraña, que
no pudo aclarar en la narración que hizo si había sido un “Gautama salió en busca de la verdad, buscó y buscó
sueño o una realidad. Se sintió elevada en una nube a los por largo tiempo tomando contacto con los monjes, probó
cielos, transportada a un palacio encantado y, finalmente, la mortificación de la carne y el ayuno hasta casi la inani-
vio que se le acercaba un elefante rosado. Con un colmillo, ción; con los eremitas que practicaban el ascetismo apren-
el divino paquidermo perforó el costado de Maya sin hacer- dió a no moverse, a contener la respiración; con un yogi de
le sentir ningún dolor, El arcángel acababa así de insertar la secta Sankhya conoció la vanidad de las maceraciones,
su reflejo terrestre —el futuro Buda—en el cuerpo de una comprendió que no es por el dolor del cuerpo ni por el con-
mujer que había sida ya ¡quinientas veces su madre! trol de los sentidos como se adquiere la virtud.
“EI nacimiento tuvo lugar después de diez meses de
gestación. Mientras del cielo caía una lluvia de flores y “Entre los sacerdotes brahmanes que enseñaban la
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Doctrina
El arte de la India está representado por esta Puede decirse que la esencia del budismo se sintetiza en
graciosa bailarina del templo de Sachí. “Las Cuatro Verdades” y la “Rueda de la Ley”. Esta última
es el símbolo del budismo, sus ocho rayos representan las
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ocho sendas que conducen al Nirvana, el equivalente a la la sed de existir, la sed de placeres que experimentan los
“Gloria Eterna” en el cristianismo. cinco sentidos exteriores y el sentido interior, e incluso la
sed de morir.
La Rueda de la Ley “¿Cuál es, oh monjes, ese camino del Medio que el
Tathagata ha descubierto, que abre los ojos del espíritu,
“La Rueda de la Ley” la reveló Buda en su Sermón de que conduce al reposo, a la ciencia, a la iluminación, al
Benarés ante un numeroso grupo de monjes que lo rodea- Nirvana?
ban: “Aprended en primer lugar qué está justamente entre el
“Oh monjes, aprended que toda existencia no es más ascetismo y la vida mundana. Sabed enseguida que es un
que dolor, como la muerte, como la unión con lo que no se camino de ocho ramas, que se llaman:
ama, como la separación de lo que se ama o la imposibili-
dad de satisfacer un deseo . . . En este dolor universal está
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La población de la India
se encuentra dividida en
más de 3 000 castas.
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la la complejidad de la institución. Hay castas de muchos al conocimiento de Dios, y para ello observa una vida dis-
tipos: la tribal, la racial, la sectaria, la ocupacional, etc.; al- ciplinaria sistemática y metódica, con la cual obtendrá un
gunas son de origen migratorio. Cuando miembros de una cuerpo sano que lo habilite para sus largas prácticas de
casta antigua emigran a otra parte del país, se convierten concentración y meditación místicas y filosóficas. El ver-
en una nueva casta. Es una condición de honor social para dadero yogi lleva una vida rítmica, sana, saludable, sin la
cada miembro casarse con uno de su misma casta; una cual no tendrá la serenidad, la tranquilidad y calma que son
mujer perteneciente a una casta inferior rehusaría casarse indispensables para la meditación.
con un individuo de otra casta foránea, aunque fuera de En otras palabras, sin el régimen alimenticio y los ejer-
clase superior. cicios físicos, no podrían alcanzar el éxtasis divino y supre-
Ya me referí antes a los dos orígenes que se atribuyen mo a que llegan cuando, olvidándose de sí mismos y del
a las castas; pero lógicamente se inclina uno a la que se mundo entero, se unen espiritualmente a Dios. Cuando un
refiere al color. Lo dice claramente la palabra sánscrita var- yogi se halla en el más alto grado de la meditación, cuando
na. se ha desprendido de toda sensación de percepción, es
Si echamos un vistazo a la historia de la India nos da- cuando está más allá de la familia, de su casta, de su país,
mos cuenta que ha sido objeto de una invasión tras otra. de su devoción religiosa, del bien y del mal, del tiempo y
Incluso en el principio de su historia fue poblada por di- del espacio; así es como se olvida de sí mismo porque está
versos grupos raciales, tribus aborígenes de piel oscura, con Dios.
como los dravidianos; los mongoles de piel amarilla y los No es posible en unas cuantas páginas explicar la lar-
arios de piel clara. Después siguieron los persas, los grie- ga preparación física y espiritual, ascética y de estudio que
gos, los escitas, etc. De todas esas razas, algunas se esta- necesita un hombre para llegar a considerarse un verda-
blecieron para siempre. dero yogi. Sin embargo, para que el lector tenga una ligera
Como se ve, esa mezcla de las castas en realidad se idea, se estima que tan sólo para aprender a llegar a un
ha convertido en costumbres. Pero estas costumbres he- alto grado de meditación cercano al éxtasis, se necesitan
reditarias van cambiando paralelamente con los adelantos por lo menos 10 años de consagración, de aplicación y es-
modernos. El trabajo, que antes se desempeñaba con sa- tudio. Un yogi no debe sentir frío, ni calor, ni sed, ni hambre
tisfacción y orgullo individual ahora se ha mercantilizado, y ni deseo alguno; ni siquiera el deseo de la perfección. El
el obrero o el demócrata, en lugar de la meditación mística, Mahatma Gandhi, ese gran hindú que en 1947 logró por
buscan un escape en los cines y otras diversiones. medios pacíficos la independencia de su país esgrimien-
Decía Rahdakrishnan, adelantándose a la época en do una sola arma, el precepto de la no violencia, era un
que el gobierno de Nehru estaba pugnando por disminuir yogi, un mártir que murió asesinado por un fanático extre-
el alto porcentaje de analfabetos: “El mejoramiento de la mista que lo culpó de haber permitido la independencia de
naturaleza humana es la meta de todo esfuerzo, aunque Paquistán. Sin embargo, a pesar de su ascetismo y vida
ello, ciertamente, requiere indispensable mínimo de con- ejemplar, los ortodoxos no lo han considerado como un
fort a que todo trabajador tiene derecho.” hombre sagrado por el hecho de haberse mezclado en el
nacionalismo hindú y, por consiguiente, en asuntos terre-
El yoga nales.
La meta del yogi hindú es la salvación de su alma, pero
He querido referirme a estas prácticas, aunque sea en un precepto diferente al del cristianismo, pues aquél
muy brevemente, porque en México y en otros países han considera salvar su alma cuando termine la cadena de
surgido clubes “donde se enseña el Yoga”. Las personas reencarnaciones mediante una vida, actos y pensamientos
que concurren a tales clubes lo hacen con el propósito de puros.
adelgazar y lograr el endurecimiento de los músculos. In- Sus alimentos son esencialmente los vegetales coci-
dudablemente conseguirán su objetivo si perseveran en dos, frutas, nueces, arroz, leche fresca, pan integral, man-
los ejercicios y si se ajustan al régimen alimenticio que tequilla clarificada que se toma de los búfalos domésticos,
debe seguirse, aunque desconozcan el verdadero origen, queso, frijoles, garbanzos, papas, etc. El régimen alimen-
principio, objeto y significado de la palabra. ticio, acompañado de una educación física y mental, con-
Aquel que practica el Yoga en la India es un yogi, un duce a la sensación o satisfacción de la alegría de la vida y
sadhu, cuyo significado es “aquel que ha renunciado”. Es no solamente a la conciencia de que nada más existimos.
una vida de disciplina atlética y ascética. El sadhu es un Practicar el yoga únicamente en la parte relativa a ejerci-
hombre, o mejor un santón consagrado en cuerpo y alma cios físicos, olvidando la parte ortodoxa, la parte místico-
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religiosa, o en otras palabras, la parte espiritual-mental, es en un viejo Land Rover, que nos había de llevar a nuestro
practicar el yoga a medias, aunque de todas maneras es primer campamento siguiendo por una brecha en mal es-
útil, puesto que se sigue un régimen que fortalece el cuerpo tado. El viaje fue molesto por el frío intenso que se dejaba
tornándolo resistente, y tal vez quien así practica el yoga sentir, particularmente en mi nariz, morada por el catarro
llegue a dominar —hasta cierto punto— con su mente la que seguía acompañado de fuerte dolor de cabeza. Pero
materia; pero estará muy lejos de considerarse un sadhu. no impedía el que con ávidos ojos observara el tipo de te-
En resumen, la finalidad de las prácticas físicas del rreno que recorríamos.
yoga es crear un cuerpo perfecto y conservarlo dentro de Esa parte del estado de Madyha Pradesh, tal vez sea
la disciplina reduciendo las manifestaciones de su existen- la zona más bonita de “Las Provincias Centrales” de la In-
cia en el mundo de la materia a un mínimo. Mientras que dia, por sus hermosos montes selváticos, donde abunda el
el verdadero objetivo del yoga, el que practica el sadhu o espigado árbol que lleva el nombre de sal.
el ortodoxo brahman, posee una finalidad completamente Mesetas, arroyos, montes y vastos pastizales; todo
espiritual. . verde. Clima ideal cuando el sol calienta en tiempo de in-
El cazador que siempre va en busca de los lugares vierno; y por si fuera poco, no había bichos que molestaran
más remotos y recónditos del mundo con el propósito de a uno, como ocurre en nuestras tropicales costas de Méxi-
cazar las más raras piezas para su colección, tiene la gran co o en África, donde son un martirio y motivo de constante
oportunidad de convivir con las tribus y razas más primi- preocupación las temibles moscas tse-tsé, los alacranes,
tivas y salvajes que existen, observando sus extrañas y las dañinas hormigas safari, la güina, el pinolillo, la conchu-
misteriosas costumbres que muchas veces lo dejan pas- da, el mosco, las moscas, el jején y tantos insectos más que
mado al comparar su orden de vida con los centros y paí- hacen del cazador el deportista más sufrido y aguantador.
ses ultramodernos, cultos, civilizados, donde existe todo el Serpenteaba el viejo vehículo entre los montes, mientras
confort deseable e imaginable; pero donde también exis- yo daba vuelo a mis pensamientos haciéndoseme agua la
ten, desgraciadamente, una gran indiferencia y crueldad boca. —¡Mira Benito —decía mi compañero Silvano—, un
humanas. pavo real silvestre! —¡Qué hermoso! —le contesté—. Di-
En la India mueren anualmente 40 000 individuos por cen que son un plato exquisito, ya tendremos oportunidad
piquete de víbora. Se hablan 845 idiomas y dialectos. de probarlos; ahora no me siento con ánimos de matar ave
Desde los Himalayas hasta el sur, hasta Mysore, la fauna tan bella sólo por probar su carne; en todo caso lo intentaré
comprende 82 especies y subespecies de cuadrúpedos de con una hembra. ¡Pobrecitas! ¡Qué inferiores y qué acom-
interés cinegético. Naturalmente que muchos de estos ani- plejadas se les ve al lado del majestuoso y presuntuoso
males son rarísimos y difíciles de encontrar. La población macho! Ni siquiera saben cantar, chillan como la corneta
aumenta de 12 a 15 millones de almas cada año. Casi nin- del antiquísimo automóvil de tío Cleto. Sólo me hablaba y
guna aldea o rancho tiene gallinas, puercos, flores o plan- sólo me contestaba, pues todos íbamos atentos al panora-
tas decorativas. ma.
El pavo real fue introducido en Europa en el año 331 a.
Primer Shikar de C. por Alejandro el Grande, quien quedó tan impresio-
nado por su belleza que lo consideró el mejor recuerdo de
Después de un frugal almuerzo abandonamos Jubbolpore su conquista de la India. El canto de este pavo es claro: pi-
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au. . . pi-au, y ronco cuando está alarmado: konk ... konk, da!
que de paso anuncia al cazador la cercana presencia de Aspiró aire como si se estuviera asfixiando y continuó:
algún carnívoro, como el tigre oel leopardo. —Las huellas de las zarpas son tan grandes como las
Supkhar es una posada o “casa de descanso”; cons- patas de un rinoceronte; seguramente el tigre será un ré-
trucciones que durante el dominio británico el gobierno cord mundial.
edificó en lugares estratégicos del país, con el objeto de Ya se imaginará el lector la alegría que invadió mi es-
que, como terminales o postas, sirvieran de cómodo aloja- píritu de cazador. Las palabras de la señora Holland, la
miento a los fatigados oficiales del ejército inglés, o comi- exuberante jungla que acababa de cruzar por el camino, la
sionados o empleados forestales, etc., a su paso por esos confortable posada que serviría de campamento y, al pa-
contornos; y ahora que el país es independiente, se utilizan recer, la abundante fauna del lugar, me hicieron pensar en
para diversos fines. Sherley Granville, nuestro contratista; un feliz, emocionante y prometedor shikar. Mi viaje hasta el
había solicitado esas y otras posadas para alojar a sus ca- otro lado del mundo valía la pena.
zadores de México. Era una casa con 4 recámaras, de las Nuestro campamento, construido en una meseta, do-
cuales nosotros ocuparíamos 2; otro cuartito que servía de minaba una gran extensión de cañadas y verdes montes
baño; un amplio comedor, cocina y terraza con una admi- por el lado este, formando en conjunto un panorama tan
rable vista que dominaba hermosos valles y montes. Todo bello, tan verde y azul y tan silencioso, que hasta el indivi-
era verde en derredor. Me sentía feliz a pesar de mis fieles duo más prosaico no resistiría el deseo de la meditación, la
catarro y dolor de cabeza. poesía y el canto.
Al parar nuestro jeep ya nos esperaba en la terraza la Una vez alojados y después de un breve descanso,
esposa de Sherley, una hindú de 45 años, que resultó ser platicamos un poco para acordar quién iría a cazar el tigre
una muy buena cocinera y tal vez mejor cazadora que su y quién a la pantera. Uno de mis compañeros, Montaño,
marido y más conocedora de los hábitos y astucia del tigre probaría suerte con el tigre, y Silvano, con la pantera; yo
Real de Bengala, También estaba allí George Holland, un me quedaría en el campamento renegando de mi mala
ex-capitán del ejército inglés, que actuaría como nuestro suerte. i El maldito catarro! El tipo de cacería que iba a
segundo guía, y su esposa, una inglesa de voz chillona; practicar en la India, tan diferente al de África, es simple-
entrometida en toda conversación como peluquero de ba- mente imposible para un individuo acatarrado; cualquier
rriada; pero al menos era útil para, sin pretextos, desollar estornudo o tos, o el más ligero ruido, echaría a perder
un animal. largas horas de impaciente espera en el machán. No tenía
La organización y los servicios estaban muy lejos de más remedio que esperar y aguantar.
parecerse a la de los contratistas de África. En ese aspec-
to; el cazador internacional que por primera vez se aven- El Tigre Real de Bengala
tura en la India, se decepcionará en los primeros días, y
después ... también; así le ocurrió al cazador y articulista Sus hábitos
norteamericano Jack O’Connor, a mí y, quizás a muchos
cazadores. Pero en los viajes subsecuentes se adapta uno Antes de cazarlo hablaremos un poco sobre este tigre,
y se aguanta, pues SU majestad el tigre rayado merece para familiarizar al lector con el ambiente y que no le ocu-
cualquier sacrificio. Para transportarnos sólo contábamos rra lo que a muchos cazadores que han juzgado poco de-
con el viejo Land Rover y con una camioneta más vieja to- portiva la forma de cazar al félido más grande del mundo.
davía. Las dos señoras harían de desolladoras Y también Actualmente se considera que el lugar de origen del
las veces de cocineras, recamareras y consejeras. Tenía- tigre es Siberia, y que seguramente el tigre Siberiano, lo
mos dos malos choferes hindúes y dos mozos cristianos mismo que el tigre Real de Bengala y otros de Indonesia,
que servían para todo quehacer. son descendientes del prehistórico Tigre-Sable, que vivió
El reducido grupo que nos dio la bienvenida parecía en el periodo pleistoceno, hace de 200 a 400 mil años, en
muy animado; en sus caras se reflejaba la alegría y el en- Europa, Sudamérica y otros lugares como la inmensa es-
tusiasmo, tal vez pensando en las rupias que se ganarían. tepa siberiana, Norteamérica, etcétera.
La señora de Holland, quien más que hablar chillaba con Su nombre científico es Smilodon; sus terribles col-
voz de ardilla, dijo: millos medían hasta 15 centímetros fuera del maxilar; su
—Bienvenidos ... ¡Ayer y anteayer... un tigre y una pan- cuerpo era más grande que el de cualquier félido de hoy;
tera —tragaba saliva para continuar— han matado 2 bodas sus zarpas medían 20 centímetros de ancho, comparadas
—búfalos domésticos de un año— que pusimos de carna- con las del tigre de Bengala cuyo promedio es de 13 centí-
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Después de comer y
beber agua, una buena
siesta bajo la sombra.
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escoger su víctima en otro muy distinto y lejano. Se levan- de campaña, disparaban escopetas al aire. Todo resultaba
taron bomas— altos y gruesos cercados circulares, como inútil, las víctimas se sucedían con regularidad trágica, dra-
corrales, construidos con recios espinos muy comunes en mática. A veces anunciaban con sonoros rugidos su visita,
las aldeas africanas para protegerse de las fieras—, alre- a semejanza del fúnebre redoble de los tambores cuando,
dedor de los campamentos y tampoco dieron resultado. en la época de la guillotina, la víctima era conducida hacia
Sin hacer el menor ruido, los leones los perforaban o sal- su verdugo. Cuando los rugidos se oían cercanos, por to-
taban sobre ellos; tal vez a eso se deba que esos leones, das partes se dejaban oír los gritos de pánico: —¡Khabar
ya disecados en el Museo de Chicago, están sin melena, dílr, bhalcon, shaitan ata!— ¡Cuidado, hermanos, que ahí
tan pelones que se ven ridículos. Debe tenerse presente viene el diablo!
que la selchva que rodeaba a Tsavo era sumamente cerra- Era tal la audacia de Ios dos felinos, que después de
da, un varejonal tupido, un chaparral imposible. En terreno matar a sus víctimas sólo se alejaban unos cuantos metros
de esa naturaleza ‘resultaba inútil el acecho siguiendo el dentro del breñal para devorarlas. Muchas veces, Patter-
rastro de día, y por más cuidado que pusiera el cazador, son podía oír desde su tienda el ruido que producían las
no evitaría hacer ruido al pisar cualquier vara al ir abrién- tarascadas y el tronar de huesos rotos. Entonces dispara-
dose paso, produciendo la alarma consiguiente. De esta ba su rifle o escopeta en la dirección supuesta, pero nunca
suerte, todas las ventajas estaban en favor de los leones, hizo blanco. Los disparos, lo mismo que el batir de los bo-
más aún tratándose de tan extraordinarios devoradores de tes de aceite vacíos, de nada servían; los leones seguían
hombres. imperturbables su cena macabra como si se sintieran in-
Estos leones adquirieron tal confianza en sus ataques, vulnerables. Dice Patterson: “Nunca en mi vida he experi-
que ya nada los detenía. Los peones se turnaban por la no- mentado mayor tensión nerviosa ni mayor desesperación
che para hacer un infernal ruido con botes, prender fogatas como cuando por las noches oía cada vez más cerca y
permanentes; dar constantes gritos; cerraban sus tiendas más fuertes los siniestros rugidos de esos monstruos, rugi-
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dos que invariablemente anunciaban la sentencia de muer- mento, el león no tenía mucho de donde escoger su vícti-
te para alguno de nosotros antes del amanecer.” ma. Patterson siguió día tras día su sistema de subirse a
Primero uno de los leones atacaba, mientras el otro un árbol rodeado por un buen claro, con sólo unos cuantos
permanecía en el breñal, pero a medida que cobraron más matojos alrededor, por donde tenía la esperanza que algu-
confianza los dos atacaban a la vez, llevándose cada uno na vez entrara su enemigo mortal. Una feliz noche, profusa-
su víctima. El terror se generalizó de tal modo que todos mente iluminada por una luna llena, la fiera asesina hizo su
los peones que habían sido traídos de la India para esos aparición. En esta ocasión Patterson había llevado como
trabajos acordaron abandonar el lugar. compañero un hindú llamado Mahina. Estuvo de guardia
—Fuimos contratados para trabajar —decían-, no para hasta las 2 a. m. y luego tocó su turno al hindú. Patterson
servir de carne a los leones. Y se paralizaron totalmen- había dormido apenas una hora cuando un presentimiento
te los trabajos del ferrocarril. Los pocos empleados que lo despertó; pero no había novedad. No muy satisfecho,
quedaron se ocuparon en construir “chozas a prueba de se disponía volver a dormir cuando le pareció que algo se
leones”. había movido entre los cercanos matojos. Pronto descu-
Después de unos días llegó a Tsavo una escolta de brió que no se equivocaba. ¡El devorador de hombres los
soldados hindúes, bajo las órdenes del superintendente de acechaba cautelosamente! Como experimentado cazador
policía, Mr. Farguhar, para ayudar a exterminar esos leo- de hombres, lentamente se acercaba cubriéndose y es-
nes, cuya fama había llegado hasta Londres. Todo intento curriendo el bulto como una sombra entre los matorrales.
fue inútil. La intuición diabólica de esas fieras para eludir Cuando estuvo a 10 metros, Patterson disparó su .303*
los puntos donde se apostaban los cazadores, era superior apuntando al pecho de la bestia, pero no cayó, dio un feroz
a la inteligencia y estratagemas de los hombres que pre- rugido desapareciendo de un salto. Patterson, seguro de
tendían acabar con ellas. que había dado en el blanco, esperó a que amaneciera;
Debo advertir que Patterson no era un cazador expe- luego, acompañado de Mahina, quien iba armado con un
rimentado, cometió muchos errores, no aplicó en muchos rifle “Martini”, y por un huellero nativo, siguieron el rastro
meses un plan adecuado que pusiera fin a esos asesinos de sangre que no tardaron en encontrar. Habían caminado
dándoles muerte; pero finalmente se le ocurrió una batida 400 metros y entonces se dejó oír un terrífico rugido a corta
un día en que uno de los leones estaba más o menos loca- distancia. Escudriñando entre la breña, descubrió Patter-
lizado. son a la fiera, la cual, furiosa y mostrando sus colmillos,
Se parapetó entre la densa maleza detrás de un alto miraba y gruñía en su dirección. Apuntó cuidadosamente
hormiguero que tenía al frente un claro; y esperó, mien- y disparó. Instantáneamente cargó el león en forma deci-
tras un buen número de hombres formados en semicírcu- dida, pero un segundo tiro lo hizo rodar, pero se levantó
lo lentamente se aproximaban haciendo un ruido infernal, inmediatamente y renovó la carga; un tercer tiro no hizo
golpeando botes y gritando. La fiera no tardó en salir, Pat- aparentemente efecto alguno. Entonces Patterson estiró la
terson la descubrió y serenamente esperó siguiendo a la mano buscando el rifle que traía Mahina, pero, horrorizado,
bestia con la mira de un rifle que le habían prestado, de se dio cuenta de que el hindú ya había huido y se había
más alto poder que su rifle ,303, y cuando el león estaba trepado a un árbol. Afortunadamente, una de las balas ha-
a cinco metros de distancia oprimió el gatillo y el arma ¡no bía roto una pata delantera de la fiera, dificultando así su
disparó! Inmediatamente lo descubrió la fiera, dio un salto carrera y dándole a Patterson la oportunidad de treparse
y desapareció. Seguramente no atacó debido a su inquie- al mismo árbol en que estaba Mahina. El león llegó tarde;
tud por el ruido que hacían los batidores. El hecho de no imposibilitado para trepar al árbol, huyó rengueando hacia
haber probado antes un rifle prestado demuestra que Pat- el breñal. Para entonces ya Patterson tenía en sus manos
terson había cometido un grave error de novato en cacería; el “Martini”, con el cual hizo un efectivo disparo que esta
pero para los supersticiosos trabajadores lo ocurrido había vez hizo caer a la fiera. En seguida se acercó, pero cuál
sido obra del demonio, protector de las fieras. no sería su sorpresa y gran susto al ver que de un salto,
Al fin murió el primer devorador de hombres. Patterson el maldito león se puso en pie intentando una vez más la
puso de carnada un burro en lugar estratégico, se acomo- carga; pero un tiro en el pecho y otro en la cabeza dieron
dó en un machán construido en lo alto de un árbol cercano definitivamente muerte al temible león, que cayó a escasos
y esperó. Por la noche la fiera cayó en la trampa, y un tiro
afortunado puso fin a su cadena de víctimas.
• El .303 es un rifle inglés en el que Se usaban balas de 215
Días más tarde, cayó el segundo. Como sólo quedaban
granos.
unos cuantos hombres en el ahora bien protegido campa-
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ese “caballero”, rey de la jungla, sí que no hay salvación: suerte, regresó con las manos vacías. El tigre no había
un solo zarpazo es suficiente para volarle la cabeza a un vuelto a visitar su víctima de la noche anterior; sólo las
hombre o romperle el espinazo. La circunferencia de su hienas rayadas acudieron al banquete de segunda mesa.
poderoso antebrazo, mide 50 centímetros de músculos La suerte de Silvano fue diferente. Poco antes de me-
de acero, cargados de dinamita. Cuando el cazador está dianoche fue George a recogerlo en el jeep; a poco rato
a la espera de este poderoso animal, solo; en la oscura regresaron los dos, cazador y guía, con la novedad de que
noche en plena selva, tendrá que poner a prueba su ver- tendwa —pantera, en hindú—, sí había ido por su cena. El
dadera afición a la caza, controlar su sistema nervioso y cazador disparó, y tal como lo había dicho Sherley, de un
la emoción, sabedor de que hay muchos devoradores de salto desapareció la fiera en la oscuridad. Silvano no podía
hombres; que puede convertirse en cazado en lugar de ca- ocultar su angustia, su ansiedad y sus dudas, que por el
zador, y que su adversario en el acecho, como un gran resultado de su tiro se reflejaban en su semblante.
cazador nocturno, es más silencioso que un fantasma. En- —i Le pegué ... le pegué! ... nos decía a todos.—¡Estoy
tonces, alrededor de las 8 ó 9 de la noche, que es la hora seguro de que le pegué! Pero los dos guías profesionales,
más propicia para el ataque, cuándo piensa que la fiera George y Sherley, se mostraban escépticos, particularmen-
puede estar muy cerca, contiene la respiración, quisiera te George. Según él; seguramente Silvano había errado el
detener los latidos de su corazón; y abriendo inútilmente tiro; pero de todos modos por la mañana irían a ver los re-
los ojos, con gran tensión en cada músculo y dominando sultados. A las 6 de la mañana ya estábamos todos listos:
el miedo, intenta penetrar la jungla para descubrir su tan Sherley y yo nos fuimos en la camioneta por una brecha,
deseado gran trofeo de caza; al menor ruido fluye la adre- con la esperanza de cazar por el camino algún chital —ve-
nalina, se acelera el ritmo cardiaco y se aumenta la presión nado moteado, o un sambar —magnífico cérvido que pesa
arterial; su mente está concentrada, pues tal vez pudiera 300 kilos—, o algún otro animal, mientras George y Silva-
ocurrir que al menor descuido aquel trofeo de caza se con- no fueron en el jeep a conocer los resultados de la noche
virtiera en su verdugo. anterior. A las 10 a.m. regresamos al campamento, y no
bien bajamos del guayín cuando nos salió al encuentro la
Un pantera ataca y señora de George, quien gritaba muy asustada:
hiere al guía George Holland —¡La pantera ... la pantera ... mordió a George, está
herido, venga doctor, venga!
A las 5 de la tarde se fue mi compañero Silvano a espe- Lo de doctor se refería a mi persona, inmerecido título
rar su pantera. Granville nos había advertido la importancia que mis compañeros me habían otorgado. Título, honoris
de la quietud absoluta que debíamos observar una vez en- causa, que me puso en un aprieto, pues se me conside-
caramados en el machán: Principalmente —nos decía— al raba como médico del campamento, y peor aún, al día si-
caer la tarde, no hagan movimientos rápidos ni vuelvan la guiente de nuestra llegada habría de poner a prueba mi
cabeza y no hagan el menor ruido, el tigre o la pantera capacidad profesional.
llegarán entre 6 y 9 de la noche. Tanto el tigre como la pan- Inmediatamente nos dirigimos a donde estaba George
tera no aguantarán la luz de la lámpara de baterías más de para atenderlo en lo posible y que nos contara cómo había
2 a 3 segundos; por lo tanto, deberán disparar con rapidez ocurrido lo de la pantera. Aquí cabe comentar que la pan-
y sólo tendrán oportunidad de hacerlo una sola vez, pues a tera de la India tiene 28 vértebras y el leopardo africano
menos que el impacto de la bala de precisamente en la es- tiene 22, por lo tanto es más larga la pantera. Como ya lo
pina de la bestia, de un salto desaparecerá en la espesura indiqué, George se fue con Silvano, a quien no creía que
de la selva, aunque lleve el corazón destrozado. Coloquen hubiese herido al felino, sino que había errado limpiamente
la mira de sus rifles apuntando a los hombros y, sobre todo, el tiro. Cuando llegaron al lugar, lo primero que debió hacer
pongan mucha atención a esto: no se muevan ni prendan era buscar cerca del becerro que había servido de carna-
la lámpara hasta que oigan que el sher —tigre en hindú— da, algún rastro, alguna muestra de que el tiro había dado
esté devorando su víctima, por ningún motivo se vayan a o no en el blanco; rastro de sangre no, porque se confun-
bajar del machán hasta que nosotros lleguemos en el jeep, diría con la del becerro, pero hay otras muestras como las
alrededor de las 12 de la noche; tocaremos el claxon y huellas de las zarpas al dar el salto, al sentirse herida la
ustedes nos gritarán si podemos acercarnos sin peligro. fiera, o bien, buscar pelos cortados por la bala. Pero no, lo
Se acordó que Sherley iría a las 10 p.m; por uno de único que preguntó fue por dónde había llegado la pantera
los compañeros y George por el otro a las 12 p.m.; yo me y si se había dado cuenta mi compañero de la dirección en
quedé en el campamento. El compañero Montaño no tuvo que había huido. El terreno del acontecimiento estaba en
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El leopardo o pantera,
como se le llama en Asia,
es sumamente peligroso.
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cercioré de que no había fractura en el hueso de la pierna y disimulado con ramitas verdes para ocultarme, dejando
—otra suerte de George—, e hice presión en los músculos solamente un orificio de regular tamaño, por donde pudiera
para que la misma sangre lavara las heridas, pero des- ver el cebo y disparar mi rifle en caso de llegar el visitante.
pués me dio mucho trabajo contener el persistente hilillo Me acomodé lo mejor que pude, me quité las botas y las
de sangre que fluía por uno de los orificios; luego lavé la colgué de una rama, colocando el rifle en forma convenien-
pierna con jabón simple y la expuse al sol durante unos te para usarlo sin el menor ruido al tomar posición de tiro.
minutos hasta que se coaguló la sangré y se formó una Por todo alimento llevaba una naranja. Tanto me habían
costra. Mientras tanto, le inyecté penicilina y suero antitetá- exagerado la astucia y el finísimo oído de esas fieras que
nico; apliqué gasa en las heridas, vendaje y ... ¡listo! Como me propuse no comer, ni beber, ni fumar, ni toser o es-
prescripción médica le recomendé —ya en broma— que tornudar; no hacer movimientos que pudieran producir el
podía dormir con la metiche de su mujer, pero nunca más más ligero ruido y ser descubierto. No beber para no verme
tenderse junto a las panteras del lugar. obligado a orinar, no dormir, respirar de vez en cuando por
No sé si el tratamiento que apliqué fue el correcto o no; la boca para agudizar el oído; ni siquiera saborear un cara-
pero el hecho es que 20 días después George, aunque co- melo por el ruido que produce entorpeciendo el oído. . . En
jeando todavía y usando un bastón, andaba ya en la selva resumen, debía comportarme como un fakir o un yogi.
con nosotros, y mi reputación como médico había quedado Se fue Sherley y me quedé solo. La tarde empezó a
bien cimentada. pardear, poco después llegó la noche y con ella todos los
misteriosos mensajes de la jungla, ruidos que no había
Mi primera noche solo en la selva oído antes en mi vida de cazador y que, francamente, no
sabía interpretar ni definir en aquella mi primera noche en
De esta manera nuestro shikar empezó en forma un la selva hindú.
tanto dramática y a punto estuvo de ser trágica. En montes No conocía el “llamado” nocturno del chital, del sam-
y selvas tan bonitas esperaba que la fauna fuera abun- bar, del barking deer, ni de ningún otro animal asiático.
dante y, por lo tanto, la cacería exitosa, pero no fue así, Pasaron las horas, la noche era fría; con esa inmovili-
pues siguieron días tediosos, sin apenas cazar algún ani- dad estaba tullido, entumido, y la pantera no llegaba. Pese
mal. Sherley se ocupó en atar por diferentes rumbos hasta a todo ello, no me sentía impaciente o fastidiado; con mil
8 becerros vivos con la esperanza de que algún tigre o pensamientos saboreaba la noche y los himnos del viento.
pantera mordiera el cebo. Una mañana llegó un peón al Ya no se oía el llamado o el ruido de algún animal, los gri-
campamento a informarnos que una pantera había matado llos y las cigarras hacía rato habían enmudecido; ahora un
uno de los cebos. silencio de cementerio dominaba el ambiente.
Esta vez, ya curado de mi catarro y tos, me tocaba a mí; Era medianoche cuando se dejó oír el ruido más ex-
a las 5:00 p.m. ya estaba en el machán. Di instrucciones a traño, más misterioso, más tenebroso, lúgubre y aterrador
Sherley de que no fuera por mí hasta la mañana siguiente, que haya escuchado en mi vida: era una mezcla de mugido
pues bien sabía yo que normalmente, tigre o pantera re- bestial con lamento de un ser humano o de alma en pena,
gresan al animal muerto entre 7 y 9 de la noche, pero esos un largo, fuerte, sonoro y continuo lamento. Dentro de mis
gatos no son “muy puntuales”, prueba de ello es la pantera conjeturas no podía definir la distancia, aunque sí la di-
a la que hirió mi compañero, llegó hasta las 11 :00 p.m. Mi rección, y no sé por qué me imaginé un monstruo terrible.
puesto estaba a la orilla de un espeso monte que daba a mi Aquel mugido tenía algo del otro mundo; era hueco, esca-
espalda; en frente se extendía un terreno plano y a no más lofriante, siniestro, sombrío; en fin, no encuentro calificati-
de 500 metros un ejido hindú. Desde luego me pareció im- vos suficientes y adecuados para dar una idea al lector de
probable que la pantera regresara; mi opinión se reforzó la rara modulación de tal sonido, que más parecía venir de
al ver que de los restos del becerrillo sólo quedaban unos ultratumba. Casi duró, me imagino, un minuto y luego se
cuantos huesos. Pero siempre hay una probabilidad; era acabó; instantes más tarde el aullar de una hiena: aaaaa ...
mi primera noche en un machán y debía probar esa expe- uuu ... aaaaa ... uuu . . . y después, el silencio.
riencia para otras noches siguientes. Todavía hoy, después de haber pasado tantas noches
Para este shikar había llevado dos rifles ingleses: un en la jungla africana como en las selvas de la India en ca-
.30-06 y un .375; este último lo usaría para tigres y pante- cerías subsiguientes, no he podido imaginar el origen o
ras, con balas de 270 granos con punta suave. Mi machán causa de ese ruido o lamento que me pareció infernal; sí,
era por demás incómodo, confeccionado con unas cuantas ésa es la palabra: infernal. ¿Y qué podía o debería yo ha-
ramas gruesas sujetas con sogas a una altura de 4 metros cer? ¿Bajar de mi árbol a investigar? ¡Ni pensarlo! Durante
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los días de nuestra libertadora Revolución, allá por 1921, Holland o Westley Richards, cuyo valor actual es prohibi-
tuve necesidad de dormir hasta en los cementerios y nun- tivo. Armas que sólo se obtienen hechas a la orden, pues
ca he creído en fantasmas ni apariciones; pero este caso no se fabrican en serie y hay que esperar más de un año
me ha dejado intrigado para siempre. A las 7 de la mañana para obtenerlas. Uno de esos nobles era el maharajá Sur-
llegó por mí Sherley y regresamos al campamento. guja, quien tuvo la gentileza o curiosidad de visitarnos en
Seguían pasando los días sin éxito, y los tres cazado- nuestro campamento acompañado de su hijo y un sobrino.
res nos sentíamos fastidiados, molestos, defraudados, de Este señor poseía la friolera de 200 rifles de lo mejor, y en
mal humor, como ocurre siempre en tales casos. Acostum- su vida de cazador, según me dijo, había matado más de
brados a la abundancia de la fauna en África, donde no 1 000 tigres y otros tantos leopardos. No me consta, tal vez
hay día en que regrese uno al campamento con las manos exageró o tal vez sea cierto, pues a los 70 años, edad que
vacías, las altas y espesas selvas de Madhya Pradesh me más o menos representaba cuando nos encontramos, to-
parecían un fraude y pensaba que los tigres y las panteras davía andaba cazando muy cerca de nuestro campamen-
eran unos asesinos, ladrones, marrulleros, que mataban to.
nuestros cebos pero nunca volvían al sitio, donde esperá-
bamos durante horas y horas inútilmente. Una tigresa ha- Mi primer tiro fue sobre un chital
bía matado ya 3 búfalos sin volver a la cena; seguramente
era un bicho muy astuto y experimentado. La abundancia de la fauna había pasada a la historia,
Una mañana nos recibió Sherley en el almuerzo con como van pasando las monarquías, los imperios y el colo-
una noticia que nos alegró el corazón: había traído noticias niaje. Según mis modestos cálculos me llevaría no menos
de que un tigre había matado a un búfalo y que a juzgar de 15 trofeos de caza de la India. ¡Qué optimista! Pero
por las huellas de las zarpas, que medían 5 pulgadas de esos cálculos se basaban en lecturas de las cuales había
ancho, el tigre debía ser enorme. Se decidió que Montaño extraído la siguiente lista de especies que habitaban terri-
fuera a probar suerte con el tigre y yo a esperar a una torios, desde las estribaciones de los Himalayas, pasan-
pantera. Pasó toda la noche, y ni el tigre ni la pantera se do por las planicies selváticas de Madhya Pradesh, hasta
arrimaron. Mysore.
Había leído sobre las afamadas selvas de Madhya
Pradesh, un paraíso para los nobles rajás, maharajás y Elefante
algunos altos funcionarios ingleses comisionados en esa tigre real de Bengala
ex-colonia del Imperio Británico, donde fastuosamente se tapir
daban gusto practicando su deporte favorito, que justa- pantera negra
mente en otros tiempos se llamó “el deporte de los reyes”. pantera moteada
Al entusiasmo que desplegaron esos afortunados nobles leopardo de la nieves
en este viril y peligroso deporte se debe la manufactura de gacela Goitered
las magníficas y hoy costosas armas como los rifles cua- gaur
tes, de dos cañones de alto poder de la casa Holland and gacela Goa `
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pero muy arbolado, chico, no mayor de un kilómetro. Se- tan escasos que sólo llegué a abatir otro durante mi tercer
guimos en el jeep por una mala brecha hasta el otro lado shikar, seis años después. Resultaba más fácil, en esos
y nos bajamos para caminar un corto trecho. Frente a no- años, cobrar una pantera que un sambar. El peso del ani-
sotros teníamos un campo abierto, no muy amplio, sin ma- mal se estimó en 300 kilos, que es el promedio y las medi-
tojos, pelón; después una depresión regular y al fondo, a Largo: del nacimiento del rabo a la nariz 210 cm.
menos de un kilómetro, el montecito que mencioné; nues- Altura a la cruz 135 cm.
tra izquierda se limitaba por otro monte, y a mi espalda, un Largo de los cuernos 82 cm.
barranco. El primer puesto me tocó a mí; lo consideré el Apertura de los cuernos 88 cm.
más malo por quedar cerca de la brecha donde dejamos
el jeep; a mi izquierda, a 100 metros, se acomodó Silvano, das fueron las siguientes:
y más allá, Montaño con dos nativos. Llevaba yo mi rifle Pelo parduzco, muy largo, grandes canales, lagrima-
.30-06 cargado con balas de 180 granos con punta suave; les muy notables. Los cuernos cuentan con dos candiles
me coloqué detrás de un árbol, y después de examinar mi o puntas en los extremos de cada uno y otro casi en el
visual de tiro, volví la cabeza para observar los puestos nacimiento.
del grupo; a la vista estaba Silvano; miré más lejos a la
izquierda, a las faldas del monte y ¡qué gran sorpresa! ¡Allí, La meada que ahuyentó a un tigre
parados, a no menos de 150 metros, en línea directa a
Montaño, estaban un sambar y su hembra, a tiro regalado! Cada vez que el tigre hacía una víctima, nos turnába-
—¿Qué pasará? —pensaba yo— ¿por qué no le tira? A mos para ir al machán. Aun cuando el cebo fuera un búfalo
paso tranquilo, sin alarmarse, se alejaron los dos venados vivo, fui yo algunas veces con la esperanza de que llegara.
perdiéndose en el monte —afortunadamente para mí—, En esos casos se ata un cencerro al pescuezo de la res,
por la falda del lado izquierdo del montecito que batirían para hacer ruido y atraer a la fiera.
los arreadores. Yo me “hacía cruces”, no me explicaba lo Un día llegó la noticia de que el tigre había matado uno
que había ocurrido al compañero Montaño ¿por qué no ha- de los 8 becerros que había en diferentes lugares. Me tocó
bía disparado contra el sambar? Seguramente los venados a mí la velada, y a las 5 p.m. ya estaba encaramado en mi
volverían, pues ya debía haber empezado la batida. Ojalá árbol. A eso de las 8 de la noche me dieron ganas de orinar
y me salgan a mí —pensaba cruzando los dedos de mi y lo hice desde arriba; más tarde, cuando el silencio era
mano derecha, pues con la izquierda sostenía el rifle en el más profundo, oí que un animal se aproximaba; el terreno
punto de balance—, rogando a todos los santos me conce- cubierto de hojarasca hacía el ruido más notable, eran pa-
dieran la “gracia” de tirar al sambar. sos firmes, secos, menuditos; supuse que sería un jabalí
Con ávida mirada recorría la falda del bosquecillo, y o un venado chital que se siguió de paso. Media hora más
entonces lo vi aparecer; de entre los árboles “sal” venía a tarde oí otra vez un ruido, la noche era sumamente oscu-
toda carrera en dirección mía el macho; la hembra no se ra, pero en esta ocasión los pasos eran suaves y lentos,
presentó. No me precipité, eché un vistazo a las miras y, imaginé, desde fuego, que sería un tigre o una pantera, y
seguro de mi rifle, esperé; no sé cómo me aguanté, pero una gran emoción invadió mi cuerpo. Respiré por la boca
esperé. Al terminar la falda del bosque seguía un planito y a fin de agudizar el oído, escuchaba el “dum, dum”, de mi
después la depresión o vado que antes mencioné; al salir corazón más frecuente que lo normal, mientras la fiera se
de allí el venado estaría a tiro, entonces dispararía yo. Y aproximaba. Ya casi estaba debajo de mi árbol, pero de
así ocurrió. Al entrar a la depresión se me perdió de vista, acuerdo con los consejos de Sherley no debía prender la
pero al salir siguió a toda carrera derechito en mi línea de lámpara, ni tratar de disparar, ni moverme hasta oír que
tiro, apunté al pecho del soberbio animal cuando lo tenía a la fiera devoraba a su víctima —las tarascadas que da el
130 metros y oprimí el gatillo. El animal no se detuvo, úni- tigre al comer son muy ruidosas—. Cuando la fiera llegó
camente se desvió un poco, tal vez quería ganar la barran- prácticamente al tronco del árbol, a cuatro metros de mí,
ca que estaba a mi espalda, pero mi segundo ti- ro lo hizo oí un ruido violento y dos o tres saltos, después siguió el
rodar. Los dos tiros dieron en el blanco; el primero entró un silencio. ¡La fiera se había ido! Pero ... ¿en qué metí la
poco a la derecha del corazón y, aunque era un tiro mortal, pata? ¿Por qué huyó. . . ?, —pensaba yo, con la natural
no lo detuvo. mortificación.
Todos nos reunimos a admirar la pieza, tomar las fo- Cuando a la mañana siguiente Sherley llegó por mí, le
tografías de rigor y algunas medidas. Me sentía conten- conté lo ocurrido y empezamos a estudiar las huellas que
tísimo. Bien sabía lo raro que son esos grandes ciervos, el animal había dejado abajo y en las proximidades del ár-
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bol. El primer animal que oí fue un chinkara —venado— y claro, olió la orina a pesar de su mal olfato; se dio cuenta
el segundo ¡un tigre!, según decía Sherley. que era de hombre dio un salto lateral, semejante a como
—Pero, ¿por qué no se acercó al cebo —le pregunté— lo hacen caballos pajareros, rancheros, cuando ven un
no me moví en lo absoluto, ni hice ruido alguno. hombre detrás de una cerca.
—Algo le hizo sospechar de la presencia del hombre —Bueno —dijo Sherley—; eso fue algo que no le ad-
—replicó Sherley—; mientras seguíamos estudiando las vertí, lo de la meada. ¡Qué barbaridad! ¡Hasta donde llega
huellas. la astucia, la desconfianza y el conocimiento que de los
—Pero si yo . . . —Ya no terminé la frase. hombres tienen esos animales! Con razón, cuando se pre-
—Mire —interrumpió—. Cuando llegó al pie del árbol para un machán, no debe dejarse ningún rastro humano,
olfateó algo y dio un violento salto a la derecha, más que ni ramas cortadas y sueltas en el lugar. ¡Y cuidado con tirar
salto fue una barrida, como lo hacen los perros de caza una colilla de cigarro, aunque esté apagado! En adelante,
cuando atacan a un jabalí o a un jaguar acosado y saltan ya no parecieron exageradas tantas precauciones.
esquivando las acometidas o un zarpazo, y se fue.
Entonces me acordé de la orina. Sí . . . eso fue. ¡Maldi- Una noche de machán con Granville
ta sea! i No volveré a tomar agua! Pero, ¿cómo es posible
perder así un tigre por una triste meada? El tigre, estaba Durante las noches que había pasado solo en la sel-
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va, había oído el llamado de algunos animales, sin poder 100 metros. Pasó la noche y aquel infeliz nunca llegó a la
definir a qué especies correspondían. Entonces pensé en carnada. Por la mañana, ya con sol, buscamos y encontra-
que me acompañara Sherley la próxima vez. La ocasión no mos las huellas. La fiera había rondado haciendo grandes
se hizo esperar. Había habido un búfalo muerto en el ma- círculos alrededor del machán, sentándose con frecuencia
chán que en la mañana armaron en un estratégico árbol, como se sientan los perros y con la cabeza siempre en
a 20 metros de los restos del katra que había matado un dirección a los restos de su víctima. Ese condenado hindú
tigre. Nos fuimos al machán y ya pardeando la tarde oímos que bajó en su burro tuvo la culpa de todo; pero al menos,
una voz, que, cantando, bajaba del monte. Aquello no me adquirí alguna experiencia.
gustó, perturbaría al tigre que en su cubil, en alguna parte
de la selva, no muy lejos, seguramente se desperezaba En Neem-Pani cazo mi primer
estirando sus poderosos músculos, en igual forma que lo tigre de Bengala
hacen los gatitos domésticos o los perros.
Momentos después, vimos a un hindú montado en un De mi diario transcribo la siguiente anotación:
burro, que bajaba del monte en dirección a la carnada, sin “Balance de los 16 días que llevo de caza en los blocks
advertir nuestra presencia. Muy ufano seguía cantando — de Supkhar y Mangli, en los que sólo he tumbado un sam-
todo campesino cuando anda en los montes, donde sabe bar y un chital. Cinco noches he pasado en los machanes
que puede haber tigres o panteras, siempre va cantando esperando al tigre, sin éxito. George ya se siente mejor de
o gritando, con el propósito de ahuyentar cualquier fiera su pierna, empieza a caminar ayudándose de un bastón.
que pudiera estar próxima—, cuando a muy corta distancia ¡Qué bueno! Pronto podrá ayudar a Sherley. Ya no tengo
descubrió el becerro medio devorado y se llevó el susto de catarro, aunque sigue intenso el frío por la noche. Todos
su vida; espoleó como nunca a su burrito y, despavorido, nos sentimos muy desanimados en estas tan hermosas
se alejó cuesta abajo agitando los brazos y dando gritos. junglas, con tan escasa fauna silvestre”.
Posiblemente que al descubrir el búfalo muerto, pensó que Con alguna frecuencia acompañaba a Sherley a es-
el tigre estaría por ahí, a un salto de él y que seguramente coger los lugares donde atar los búfalos para carnadas.
se había alejado cuando él se aproximaba. Sherley y yo no Había sentido cierto presentimiento y simpatía muy par-
pudimos contener una carcajada que aquel hindú nunca ticular por un lugar que después supe se llamaba Neem-
oyó. Pani, uno de tantos lugares y tantos nombres que acos-
Llegó la noche y con ella los extraños ruidos y telegra- tumbra la gente de campo dar a sitios que no tienen la
mas de la selva; primero, a las 8:30, el agudo balido de un menor importancia. A pie, nos adentramos en la selva unos
chital, muy parecido al grito de un niño de 5 años, pero más tres kilómetros cuesta arriba, deteniéndonos al lado de una
fuerte; después, el sambar, que no sé cómo describir con depresión con pretensiones de volverse arroyo en época
letras: un sonido gutural muy fuerte y breve, una especie de los monzones. El espeso monte formaba parte de una
de “hok. . . hok”. Sherley se arrimó a mi oído para decirme: cordillera que vista a distancia, brindaba ese hermoso co-
sambar. lor azul acero de nuestros bosques madereros de México
Después ya no oí más que el viento. Guardaba yo tal durante los meses de septiembre y octubre. El lugar me
quietud que a veces mi acompañante me tocaba con la pareció de lo más prometedor; terreno escabroso, monte
mano creyendo que estaba dormido. muy cerrado, mucho bambú y variados árboles, y sobre
Otra vez oí lo que era el “llamado” del sambar; pero, todo el sitio estaba muy metido en la jungla.
con baja voz de confesión, me dijo Sherley: —es el tigre. Un árbol estaba que ni mandado hacer para armar el
Ya había leído que el tigre imita el balar del sambar, con machán. A 16 metros de ese árbol, en un reducido clarito,
el objeto de que alguno le conteste y así localizarlo; pero atamos un búfalo que traían los peones y regresamos al
este tigre no tenía porqué buscar otra víctima teniendo allí campamento. Tres días después llegó temprano uno de
todavía la mitad de la que había sacrificado. Sin embargo, los nativos a informar a Sherley, manifestando alegría en
aquel llamado se repitió varias veces, pero nunca más cer- su semblante.
ca de nosotros. Más noche oí otro ruido; era igualito que Alcancé a entender unas cuantas palabras, por las
el hipo de un borracho o de un estómago sobrecargado; cuales me di cuenta de que el tigre había matado un búfalo
aquel jip . . . jip . . . se repitió también varias veces. en Neem-Pani.
—Es el mismo tigre, sospecha algo y está desconfiado Habíamos acordado que si en ese lugar ocurría un ata-
—me dijo Sherley—. que me tocaría pasar la noche en el machán; por lo tanto,
En varias direcciones oí el mismo hipo, que supuse a inmediatamente nos fuimos Sherley y yo en el carro a ins-
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sición, mientras el cazador localiza y fija el rayo de luz y cuarto oscuro hacía