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EL ESTADO VISTO POR KARL MARK* Maximilien Rubel “El Estado es la realidad de la idea moral —el espi- ritu moral come voluntad substancial manifiesta, cons- ciente de si misma, que se piensa y se sabe y que realiza lo que sabe en cuanto que lo sabe (...). En tanto cuanto el Estado posee la realidad de Ia volumtad substancial en la conciencia de sf particular elevada a su generalidad, es lo racional en y para sf". Fue bajo la envoltura de esta fraseologia metafisica (Filosofia def Bereche, 1821) como los epfgonos de Hegel se enfrentaron con el traba- jo de adivinar y de descifrar e] sentido de la filosoffa politica de su maestro, marcando sus diferencias con las etiquetas “de derecha” y “de izquierda”. Diez afios des- pués de la desaparicién del “filasofo de Estado”, la vi- sién intelectual adquirié un grado suficiente de perpec- tiva como para suscitar un nuevo movimiento critico, sin etiqueta concreta, pero plenamente consciente de tas ambigtiedades, incluso de las aporias del discurse hegeliano, orientado hacia un “sistema del desarrollo con- creto que alcanza el espfritu en su historia y que coloca en el punto final de toda la historia la exigencia de su futuro, (...) resucita de la quietud contemplativa del hegelianismo la praxis fichteana y rechaza la polémica contra el pensamiento normativo, contra el liberalismo, * La traducciém del francés es de Critica de [a Poiftiea, Edi- torial Eteétera de Barcelona, y se reproduce con su autorizacién, 23 contra el verdadero racionalismo, contra las Luces reali- gadas (...)". (A, Ruge, Hailische Jahrbiicher, junio 1840). La década de 1830-40 significé, para la renovacién de la reflexién politica, un periodo decisive tanto en Ale- mania como en Francia, donde la revolucién de Julio habia dado un formidable impulso a las ideas y doctrinas de las que nacera el movimiento intelectual y social bauti- zado con el nombre de socialismo. Bajo la influencia abiertamente reconocida del “pathos practico de los franceses’”, un escritor aleman se apercibid que en cierto modo Hegel “habia vivido con una conciencia demasiado clara la era de la revoluciGn como para no alcanzar, mds alla del Estado familiar (posesidn dindstica) y del Estado de la sociedad civil (Estado policial y burocrdtico), la exigencia del Estado bajo la forma de esencia piblica que se determina a si misma’’, pero que no “habfa vivido la lucha practica de la filosofia y, en su conciencia, la diferencia existente entre su filosofia y el Estado policial se debi esfumar precisamente porque, a diferencia de Kant, no tuvo que sufrir los asaltos contra los principios; al gozar de una plena libertad desde todes los puntos de vista, mientras ensefaba lo hacia en nombre del mismo Estado” (A. Ruge, Anales Alemanes, agosto 1842). El encuentra de Marx con la autoridad del Estado fue por decirlo asf, de naturaleza “material’’, antes de llegar a ser un tema de reflexién. Convertido en un perio- dista liberal después de haber abandonado toda espe- ranza de proseguir una carrera universitaria, defendia en la Gaceta Renana (1842-43) de forma filosdfica, pero en absoluto como hegeliano consumado, una concepcion abiertamente idealista del Estado: se trataba de preservar ja libertad de la prensa luchando contra Ia censura im- puesta por los funcionarios al servicio del Estado “cris- tiano” que era entonces Prusia. Contra un publicista reac- cionario que pretendia que los Estados europeos estaban fundamentados en el cristianismo, raiz del sistema educa- tivo, Marx citaba el articulo 30, de la Carta Constitucio- nal adoptada en Francia después de la reyolucion de Ju- lio: “Todos los franceses tienen igual derecho a ser admi- tidos en los empleos tanto civiles como militares’: en cuanto a la educacién de la juventud descansaba tanto so- 24 bre los antiguos clisicos y las ciencias como sobre el catecismo. “La verdadera educacién ‘piblica’ del Estado es en realidad la existentia racional y pitiblica del Estado; el propio Estado educa a sus miembros haciéndolos miembros del Estado, cambiando los fines del indivi- duo en fines universales, el instinto ciego en inclina- cién moral, la idependencia natural en libertad espiri- tual; de esta forma, el individuo se siente y goza en la vida del todo y el todo se siente y goza en el estado de espiritu del individuo” (12.7.1842 MEW I p. 95). El Estado es una asociacién de hombres libres que se educan mutuamente y en modo alguno una muchedum- bre de adultos que esperan ser educados por la autoridad establecida. No corresponde a la religidn sino a la filo- soffa el ocuparse de la naturaleza del Estado, El espin- tu del cristianismo es la negacién de la vida practica en la sociedad, con sus derechos y leyes, que nada tienen de caritativos. Solamente cl Estado teocrdtico es el ver- dadero estado religioso; en los Estados protestantes el reino de la religion seria la religign del dominio, el culto a la voluntad gubernamental. Los fildsofos conciben el espiritu general de las religiones como espiritu humano y no cristiano. Se debe definir el derecho de las constitu- ciones segin la naturaleza de la sociedad humana y no segiin la naturaleza de la sociedad cristiana, Sin embargo, existe un problema en extremo molesto para el sentido comin humano: Una de dos: o bien el Estado cristiano responde al concepto que define al Estado como siendo la realiza- cién de la libertad racional, y entonces sélo haria falta que el Estado fuera racional para que fuera cris- tiano; bastaria entonces deducir el Estado de la razon de las relaciones humanas, trabajo reslizado ya por la filosofia. O bien el Estado de la libertad racional no se deja deducir del cristianismo y entonces nos vemos obligados 4 reconocer que esta tendencia no se halla comprendida implicitamente en el cristianismo, ya que éste no admite un mal Estado. Ahora bien, un Es- tado que no es la realizacidn de la libertad racional es un mal Estado. (14.7. 1842 ibid., p. 103). 25

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