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SECCIÓN PRIMERA- EL FUNDAMENTO Y CONCEPTO DE LA JURISDICCIÓN.

TEMA 1- EL FUNDAMENTO DE LA JURISDICCIÓN.


1- EL PRESUPUESTO MATERIAL: EL CONFLICTO Y SUS MEDIOS DE SOLUCIÓN.
Función- la función primordial de los Juzgados y Tribunales consiste en resolver,
definitivamente y mediante la aplicación del Derecho, los conflictos que ante ellos se
plantean.
Presupuesto material de la Jurisdicción- los constituye el conflicto que atendiendo a su
naturaleza, puede ser:
Intersubjetivo- surgen como consecuencia de la vulneración de algún derecho subjetivo,
perteneciente al ámbito del derecho privado y poseen la naturaleza de disponible.
Social- se caracterizan por la transgresión (violación) de un algún bien o interés que la
sociedad ha estimado digno de protección, se rige por normas de Derecho público y tiene
naturaleza indisponible.
La jurisdicción sirve para solucionar los conflictos mediante la aplicación del Derecho
material que pueda corresponder a su naturaleza. (Civil, Penal, Administrativo, Mercantil y
Laboral)
En todo lo referente a los conflictos intersubjetivos o litigios, coexisten métodos
autocompositivos y equivalentes jurisdiccionales:
Autotutela- se caracteriza por la solución coactiva del conflicto por la parte más fuerte o
que ocupa en él una situación hegemónica.
Autocomposición- Al igual que en la autodefensa, son las propias partes las que ponen fin
al conflicto intersubjetivo, pero se diferencia de ella en que dicha solución no se impone
por la fuerza, sino a través del acuerdo de voluntades o del voluntario sacrificio o
resignación de una de ellas. Constituye un método lícito para la solución por las partes de
los conflictos intersubjetivos, en los que dada su naturaleza disponible y la vigencia del
principio dispositivo, a nadie se le obliga a acudir a los Tribunales para la defensa de su
derecho. La mediación y la conciliación se distinguen de las demás fórmulas por la
aparición en ellas de un tercero y entre ellas por la forma en la que dicho tercero es
llamado a contribuir a la solución del conflicto. En la mediación interviene de forma
espontánea y en la conciliación actúa de una manera provocada o institucionalizada. El
tercero no impone la solución del conflicto, sino que ejercita sus buenos oficios en punto a
obtener la autocomposición del litigio. Actúa inter partes.
Heterocomposición- El tercero en la heterocomposición puede ser individual o colegiada, a
la que las partes previamente han acudido, es el encargado, en virtud de un contrato o por
razón de su oficio, de poner fin al conflicto mediante una resolución definitiva. El tercero se
encuentra situado supra partes. Las fórmulas heterocompositivas vienen determinadas por
el arbitraje y el proceso, en los que el árbitro y el Juez imponen, en virtud de su autoridad
que diman, bien de un contrato de arbitraje previamente suscrito por las partes, bien de la
potestad jurisdiccional, la solución definitiva e irrevocable a las partes en litigio. el proceso
está indisolublemente unido a la existencia del Estado. Sin una mínima organización
estatal no puede existir, ni la Jurisdicción, ni el proceso, habiendo de acudir las partes a
soluciones autodefensitas, autocompositivas o arbitrales. (Los patriarcas)
La existencia de factores tales como la lentitud y carestía de la justicia civil, unidos a la
sobrecarga de trabajo de los Tribunales, aconseja al Estado a potenciar este “equivalente
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jurisdiccional”, como se ha denominado al arbitraje, pues los laudos arbitrales gozan de los
mismos efectos que las sentencias y suelen emitirse en un período más corto de tiempo.
2- LA JURISDICCIÓN COMO PODER Y SU LEGITIMACIÓN HISTÓRICA
Debido a los peligros que, para toda organización social, encierra la autodefensa, como
medio de solución de los conflictos, desde que surgió el Estado se apresuró en asumir el
monopolio de la Justicia, prohibiéndose expresamente a los ciudadanos tomarse la justicia
por su mano. Afirmado el principio de la “división de poderes” como uno de los dogmas
esenciales del sistema democrático, la Jurisdicción ha pasado a convertirse en un
auténtico Poder del Estado: el denominado “tercer Poder” o el más alto Poder de decisión
dentro del Estado. Así lo configura el Título VI de la Constitución. Si la soberanía nacional
reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado (art. 1.2 CE) y si la
justicia emana del pueblo (art. 117.1) hemos de preguntarnos nosotros por qué el pueblo
español ha otorgado a los Juzgados y Tribunales el monopolio de la justicia o, dicho en
otras palabras hemos de indagar cuál sea la legitimación constitucional de la potestad
jurisdiccional que la soberanía popular ha otorgado en exclusiva a la Jurisdicción. Tesis:
LA JUSTICIA POPULAR-
Cronológicamente en el Estado liberal los sistemas de designación popular fueron los
primeros que intentaron dotar de legitimidad al oficio judicial. El pensamiento liberal opuso
la participación popular, directa o a través de representantes, en el Poder Judicial. Esta
idea, unida a la de evitar la venalidad (corrupción) de los “Senados permanentes” o
Tribunales (Montesquieu) y al anhelo de los ciudadanos de ser juzgados por iguales, fue la
que impulsó la implantación de la participación del pueblo en la justicia durante los siglos
XVIII y XIX en toda Europa. Pronto se implantaron y coexisten en determinados países, los
dos sistemas conocidos de participación popular: el jurado y la justicia popular.
El jurado- constituye una fórmula más perfecta de participación popular en la justicia, pues
a través de él los ciudadanos asumen directamente la función jurisdiccional. Supuso una
auténtica revolución en la sustitución del sistema inquisitivo del Antiguo Régimen. La
instauración del jurado se encuentra prevista en el art. 125 de la CE, precepto que tras
más de quince años de espera, fue desarrollado por la Ley Orgánica 5/1995 de 22 de
mayo, del Tribunal del Jurado.
La justicia popular- representa una fórmula más imperfecta de participación popular,
puesto que la entrada del pueblo en la justicia se efectúa a través del instituto de la
“representación”. Su fundamento teórico descansa, pues, sobre el mismo principio que
informa al Poder Legislativo: los integrantes del Poder Judicial han de ser elegidos por el
único ente que en una democracia ostenta la soberanía, esto es, el pueblo.
En general, el enjuiciamiento que en Europa se efectúa de la justicia popular origina un
saldo manifiestamente negativo. Se le reprocha la falta de independencia del juez electo
frente al partido o máquina electora que lo situó en el poder.
DESIGNACIÓN MINISTERIAL
Puesto que a través de los sistemas de participación popular no se garantiza
necesariamente el acceso al oficio judicial de los más capaces, se podría conseguir
también una cierta legitimación democrática confiando al Ministro de Justicia la selección y
promoción de los jueces, toda vez que en un sistema democrático, el Ministro es
responsable de sus actos ante el Parlamento. Esto no es ninguna novedad ya que
Napoleón con el denominado modelo “napoleónico” el ingreso, la promoción o ascenso, el
régimen disciplinario de la Magistratura era confiado al “grand-juge M. le Ministre de la
Justice”
Como consecuencia de la presión que el Ejecutivo ejerció sobre la magistratura con la
implantación en Europa de los Estados totalitarios, a la salida de la segunda guerra
mundial surgió un movimiento asociativo de la Magistratura, una de cuyas aspiraciones
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fundamentales consistió en la instauración del autogobierno de la Magistratura, sistema
que, con la excepción de la RFA, ha acabado implantándose en la práctica totalidad de los
países europeos. En el nuestro, la proclamación de dicho sistema la efectúa el art. 122 de
la CE. La referida tesis, más que una teoría, en realidad pretende encubrir la justificación
de un privilegio del Poder Ejecutivo, la independencia del juez no sólo ha de ser predicable
frente a la sociedad y las partes, sino también respecto de los demás Poderes del Estado,
incluido el Ejecutivo.
LA LEGITIMACIÓN A TRAVÉS DEL PROCESO
Tesis- cuando surge un conflicto, el particular no puede generalizar su problema porque la
sociedad no se movilizaría por el mismo, viéndose obligado a acudir a donde ella confía,
es decir, al proceso; si dentro de él su pretensión no triunfa, queda el individuo aislado y no
puede seguir manteniendo sus expectativas jurídicas originarias; el proceso le ha quitado
la razón y su opinión no puede ser tenida en cuenta por la sociedad, de tal suerte que el
proceso cumple con una función de desmembración social y de absorción de las protestas
y, puesto que tal función es necesaria en toda sociedad, el proceso constituye la institución
mediante la cual la Jurisdicción misma se legitima. Concurren en el proceso determinados
elementos legitimadores, tales como la imparcialidad del juzgador, los principios de
contradicción y de audiencia y, en general, todas las garantías que integran el derecho al
“proceso debido”; pero la asunción de la tesis de LUHMANN conllevaría justificar todo tipo
de decisión material, por el solo hecho de haberse dictado mediante el proceso
preestablecido. El proceso no constituyes, pues, la causa o fin en sí mismo de la
Jurisdicción, sino el instrumento para la correcta aplicación del Derecho objetivo a los
conflictos concretos.
3- LA LEGITIMACIÓN DE LA JURISDICCIÓN EN NUESTRO SISTEMA DEMOCRÁTICO.
La soberanía reside en el pueblo español y la justicia emana del pueblo (arts. 1.2 y 117.1
CE), queda claro que, en nuestra Ley Fundamental, existen dos fuentes legitimadoras de
la Jurisdicción: la una, directa e inmediata, es la del Jurado, en tanto que institución de
participación popular en la que los ciudadanos ejercitan directamente y por sí mismos la
función jurisdiccional (art. 125); la otra, habida cuenta de que la Constitución otorga en
exclusiva a los Juzgados y Tribunales el ejercicio de la potestad jurisdiccional (art. 117,3)
ha de determinarse de una manera indirecta o mediata, esto es, preguntándose por la
causa de la entrega por la constitución a la Jurisdicción del monopolio de la justicia.
Descartada la idea de la representación como instrumento a través del cual el pueblo
podría haber confiado dicho monopolio a la Jurisdicción, se nos manifiesta evidente: lo que
una sociedad democrática reclama de los Juzgados y Tribunales es la solución de los
conflictos mediante la imparcial aplicación del Derecho Objetivo.
El propio artículo 117.1 afirma que la justicia emana del pueblo, establece a continuación
que se administra “por jueces y magistrados, independientes, inamovibles, responsables y
sometidos únicamente al imperio de la ley”
La causa que legitima, en nuestra Constitución, la atribución del monopolio de la potestad
jurisdiccional por parte del pueblo a sus Juzgados y Tribunales reside en su
independencia y sumisión a la ley.
LA INDEPENDENCIA-
Los jueces, han de ser independientes, porque si ese tercero, situado “supra partes”
adoleciera de falta de independencia, nos encontraríamos ante un procedimiento que, en
realidad, encubriría una fórmula autocompositiva, pero nunca ante un verdadero proceso.
Ha de ser total, no sólo frente a la sociedad y las partes, sino también con respecto al
Gobierno y a los órganos jurisdiccionales superiores. La independencia judicial constituye,
una nota esencial de la Jurisdicción, sin la cual no podrían los Juzgados y Tribunales
aplicar correctamente el Derecho a los casos concretos, ya que la ley, en tanto que
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manifestación de la voluntad general, precisa que la actividad judicial de individualización
normativa no pueda efectuarse tomando en consideración situaciones hegemónicas de las
partes o privilegio material alguno.
LA SUMISIÓN A LA LEY-
Lo que la Constitución y la sociedad reclaman del oficio judicial es que Juzgados y
Tribunales limiten su actuación a aplicar a los casos concretos la Ley emanada de las
Cortes Generales, a quienes les corresponde el ejercicio de la potestad legislativa. Por
esta razón el art. 117.1 establece la necesidad de que los órganos jurisdiccionales estén
“sometidos únicamente al imperio de la ley”, también las emanadas de las Asambleas
legislativas autonómicas, así como las disposiciones con rango de Ley y las normas
dimanante de la potestad reglamentaria de la Administración estatal o autonómica, e
incluso el denominado “Derecho judicial”
A lo que los tribunales están expresamente sometidos es “a la ley y al Derecho”, sumisión
al Derecho objetivo que ostenta, carácter excluyente, toda vez que no pueden los Jueces
efectuar otras funciones, estándoles en particular vedada la asunción de funciones
políticas o ejecutivas.
No impide que la jurisdicción pueda ejercitar funciones que, sin ser estrictamente
jurisdiccionales, la Ley les puede confiar “en garantía de algún derecho” (art. 117.4). La
LOPJ le otorga el Registro Civil, la LEC les confiere toda la denominada “jurisdicción
voluntaria” y la LECrim le encomienda los actos de investigación sumarial.
Los Jueces y Magistrados están sometidos a la Constitución (art. 5 LOPJ), que es la
primera ley a la que están sometidos y han de cumplir todos los poderes públicos; a las
Leyes emanadas de los Parlamentos, nacional o autonómicos, así como a las
disposiciones con fuerza de Ley (Decretos leyes y legislativos), y a los Reglamentos del
Poder Ejecutivo y del órgano de gobierno del Poder judicial, el CGPJ. El control de la
vigencia de dicho principio queda encomendado al Tribunal Constitucional en todo lo
referente a las disposiciones normativas con rango de ley que infrinjan la Ley Fundamental
y, a los Tribunales de lo Contencioso- Administrativo, el de los Reglamentos, actos o
disposiciones normativas con rango inferior a la ley, emanadas del Ejecutivo que pudieran
vulnerar las Leyes.
La constitucionalización de los principios de seguridad jurídica y de jerarquía normativa,
han de imponer al órgano jurisdiccional, con carácter previo a la aplicación de la norma, un
doble examen de legitimidad:
a) Jurídico formal, conforme al cual ha de obtener la certeza de que la norma ha sido
promulgada conforme al procedimiento y por el órgano competente o constitucionalmente
preestablecido.
b) Jurídico material, a través del cual debe constatar la legitimidad de la norma, es decir, si se
conforma o contradice otras de rango superior. Si observara la quiebra de alguno de estos
dos exámenes, habrá de determinar su naturaleza, bien para dejarla inaplicada o para
promover de oficio la “cuestión de inconstitucionalidad”
Lo que le está permitido al Juez es aplicar una norma anticonstitucional o manifiestamente
ilegal, o dejar de aplicar Leyes en aras de la supuesta existencia de un derecho de los
jueces a “la objeción de conciencia” (Hoy está expresamente desterrada por el art. 5 de la
LOPJ: lo que debe de efectuar el juez es promover la cuestión de inconstitucionalidad a fin
de que el TC declare la nulidad o validez de la norma) o por estimarlas inconstitucionales,
sin promover la oportuna cuestión de inconstitucionalidad ante el TC.
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TEMA 2- LA JURISDICCIÓN: CONCEPTO Y FUNCIONES.
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES.
Puede ser definida como el Poder Judicial, integrado por Jueces y Magistrados, a quienes, por su
independencia y sumisión a la Ley y al Derecho, ejercen en exclusiva la potestad jurisdiccional y
están expresamente legitimados para la resolución jurídica, motivada, definitiva e irrevocable de los
conflictos intersubjetivos y sociales.
A) LA JURISDICCIÓN COMO PODER.
La vigente CE, Título VI “del Poder Judicial”, prevé en su art. 122 la promulgación de una Ley
Orgánica del Poder Judicial a la que ha de confiarse la constitución, funcionamiento y autogobierno
de los Juzgados y Tribunales. El Poder Judicial asumió el monopolio de la justicia, y con la creación,
de las salas de lo Contencioso del TS los actos del Poder Ejecutivo pudieron ser ya revisados ante
los Tribunales.
La vigente Constitución no se limitó exclusivamente a restablecer la división de poderes, sino que
también potenció notablemente al Poder Judicial, subjetiva y objetivamente. Desde un punto de vista
subjetivo, la instauración de un régimen de autogobierno de la Magistratura y revisión del estatuto
jurídico de los Jueces y Magistrados contribuyeron a fortalecer la independencia judicial como
colectivo, configurando a la Jurisdicción como un poder independiente de los demás poderes del
Estado.
Desde una dimensión objetiva los principios de unidad y de exclusividad jurisdiccional son, los actos
administrativos exentos de control judicial, quedaron prácticamente relegados a la historia, y al poder
judicial, en materia de derechos fundamentales, la CE les confió su inmediata y rápida protección, a
la vez que sometió a todos los actos y disposiciones emanadas de los demás poderes del Estado a
un control de constitucionalidad por el TC.
En nuestro actual Estado de Derecho, cabe configurar a la jurisdicción como el más alto Poder de
decisión, al que se encuentran todos sometidos y ante cuyas sentencias, callan todos los poderes del
Estado.
B) LA POTESTAD JURISDICCIONAL
Del mismo modo que al Poder Legislativo le asiste la potestad legislativa y al Ejecutivo la
reglamentaria y ejecutiva, la CE, consecuente con la naturaleza de Poder de la Jurisdicción, les ha
otorgado a los juzgados y tribunales “el ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de
procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado”
Constituye la potestad jurisdiccional la capacidad de actuación de la personalidad del Estado en la
manifestación de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado que, por expreso encargo de la Constitución
queda residenciada exclusivamente en los Juzgados y Tribunales.
Los límites de su actuación vienen determinados por los de la soberanía misma, esto es, por el
territorio y las personas a ella sometidas.
El objeto de la potestad jurisdiccional se resume en la frase utilizada por el art. 117.3 de la CE y
reiterada por el art. 2.1 de la LOPJ “juzgar y hacer ejecutar lo juzgado”
Con anterioridad al juicio jurisdiccional por excelencia, que es la sentencia, existe una potestad
ordenatoria que tiene por objeto llamar a las partes y terceros al proceso, obtener la efectiva
sujeción de aquéllas a los fines del proceso, o simplemente impulsar el curso del procedimiento.
Ostenta también el Juez, con la intervención del Secretario la potestad de instrumentación o
documentación, cuya finalidad estriba en otorgar a determinados actos de conocimiento el carácter
de prueba, siempre y cuando se garantice la vigencia del principio de contradicción. De este modo,
las actas, en las que quedarán plasmadas las oportunas declaraciones de ciencia o representaciones
de la realidad externa, gozarán de una fehaciencia indiscutible.
Pero la potestad jurisdiccional es, ante todo, una potestad decisoria, en la que el juez o tribunal
resuelve, interina o definitivamente, el conflicto, satisfaciendo el derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva. Esta última resolución se denomina sentencia, decisión que constituye la más
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genuina expresión de la potestad jurisdiccional, pues tan sólo estas resoluciones suelen gozar de la
totalidad de los efectos de la cosa juzgada.
Para hacer efectivo el cumplimiento de la sentencia ostentan, finalmente los jueces, auxiliados por los
secretarios, la potestad de ejecución.
C) LOS JUZGADOS Y TRIBUNALES.
Los juzgados y tribunales, independientes y sometidos al imperio de la Ley, integran en su totalidad el
Poder Judicial y ostentan con exclusividad la titularidad de la potestad jurisdiccional.
Jurisdicción= poder judicial + tribunales especiales.
a) Juzgados- están integrados por un juez, asistido por un secretario y el personal auxiliar.
Tradicionalmente los jueces acceden al poder judicial mediante concurso-oposición entre licenciados
en derecho y pasan a convertirse en los titulares de los juzgados, a quienes les corresponde conocer
de los procesos en primera instancia. El juzgado es un órgano jurisdiccional unipersonal y de
instancia que conoce de la fase declarativa y ejecutiva del proceso: de las alegaciones o aportación
de los hechos al proceso, de su prueba, de la sentencia y del proceso de ejecución.
Dicha regla tan sólo conoce la excepción del orden jurisdiccional penal. Como exigencia del principio
acusatorio, existen, de un lado, los juzgados de instrucción (cuya función primordial consiste en
realizar la fase instructora) y juzgados de lo penal (a quienes les corresponde el conocimiento del
juicio oral de los delitos leves) y, de otro lado, las AP (que conocen del juicio oral en los restantes
delitos) en el orden contencioso-administrativo, instauró los juzgados de lo contencioso-administrativo
que conocen en primera instancia de asuntos de escasa relevancia o cuantía.
Los juzgados españoles están hoy regidos por el principio de la especialización.
b) Tribunales- son órganos jurisdiccionales colegiados. A los miembros de tales colegios se les
denomina Magistrados, quienes normalmente son reclutados, a través de concurso, desde la propia
judicatura.
Excepción hecha de los tribunales administrativos, de la fase del juicio oral penal y de los
aforamientos, (es decir, de la sumisión en el proceso penal de ciertas autoridades a determinados
órganos colegiados), en los que tales órganos colegiados asumen funciones declarativas o de
primera instancia, el cometido de los tribunales consiste en revisar el enjuiciamiento efectuado por los
jueces en su sentencia, dictada en la primera instancia: de lo que se desprende que los tribunales
constituyen órganos de segundo o tercer grado que conocen de la fase de impugnación de los
procesos, por lo que su justificación obedece a la propia existencia de los recursos o medios de
impugnación contra las sentencias. Atendiendo a la naturaleza de los recursos de los que conocen
tales órganos pluripersonales, los tribunales se clasifican en tribunales de apelación y de casación.
Los de apelación o de segunda instancia en sentido estricto efectúan una revisión, más o menos
amplia, tanto del material de hecho, como de la aplicación del Derecho, son las AP.
Los tribunales de casación tienen por misión esencial asegurar la aplicación uniforme de las leyes
promulgadas por el Parlamento, unificando su interpretación mediante la creación de la “doctrina
legal”. La finalidad esencial de la casación, en último término estriba en garantizar la igualdad en la
aplicación de la ley en todo el territorio nacional, asegurando su interpretación uniforme, de tal suerte
que las AP y juzgados no mantengan criterios dispares en la aplicación de la Ley.
El TS, situado en la cúspide del poder judicial, es el órgano de casación por excelencia, si bien
nuestra constitución, ha posibilitado que los TSJ asuman funciones casacionales dentro de su
demarcación judicial.
D) LA INDEPENDENCIA, UNIDAD Y EXCLUSIVIDAD JURISDICCIONAL.
Art. 117 de la CE. Los jueces y magistrados integrantes del Poder Judicial, son independientes y
sometidos a la Ley y al Derecho, tan sólo a ellos se les otorga la potestad jurisdiccional. Surge así el
principio de “unidad jurisdiccional”, cuya utilidad primordial consiste en declarar ilegítimas las
denominadas “jurisdicciones especiales”
Principio de “exclusividad jurisdiccional”, en cuya virtud el ejercicio de la potestad jurisdiccional
constituye un auténtico monopolio de los integrantes del Poder Judicial.
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La independencia judicial conforma una nota subjetiva esencial de todo órgano jurisdiccional, hasta el
punto de que la infracción de la independencia judicial supondrá la violación del derecho fundamental
al juez legal “imparcial” del art. 24.2 de la CE y abrirá las puertas al recurso constitucional de amparo.
E) LA FUNCIÓN GENÉRICA DE LA JURISDICCIÓN.
Resolución de los conflictos, intersubjetivos y sociales, mediante la aplicación del Derecho objetivo.
Se concreta en la protección de los derechos subjetivos, en el control de la legalidad y en la
complementación del ordenamiento.
Dicha función de aplicación del Derecho no es privativa del Poder Judicial, también en el arbitraje
pueden resolverse las controversias a través de la aplicación del Derecho, pero las diferencias entre
ambos métodos son notables.
La primera nota que ha de revestir la sentencia, es la de ser una resolución jurídica. En la sentencia,
junto a la declaración de hechos probados, deben siempre reflejarse los “fundamentos de Derecho”
procesales y materiales aplicables al caso.
De la necesaria individualización jurídica se deriva también la exigencia de que la sentencia sea
motivada. En el Estado de Derecho las partes y la sociedad, en general, tienen el derecho a obtener
del órgano jurisdiccional una resolución motivada y razonada, en virtud de la cual se estime o
desestime una pretensión determinada.
Las sentencias son resoluciones definitivas y generalmente irrevocables.
Los efectos materiales de la cosa juzgada producen los efectos preclusivos y excluyentes, que
impiden que el conflicto pueda volverse a plantear ante cualquier otro Juzgado o ser sometido a
arbitraje, siempre y cuando el objeto procesal sea idéntico.
2- FUNCIONES ESPECÍFICAS DE LA JURISDICCIÓN.
Consiste en la resolución definitiva de los conflictos mediante la aplicación del Derecho. Dicha
función se realiza y se concreta, bien en la protección de los derechos subjetivos, bien en el control
normativo de los actos y disposiciones emanadas de la Administración y demás poderes del Estado;
junto a ellas, y con ocasión del cumplimiento de todas estas funciones, también los Tribunales crean
Derecho o complementan el ordenamiento jurídico.
A) PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS SUBJETIVOS.
Art. 24.1 de la CE “todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y
tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos”
Derecho al “libre acceso a la Jurisdicción” que todo ciudadano asiste para obtener la protección
jurisdiccional de su derecho subjetivo o interés jurídico material vulnerado por la actuación de un
particular o de la Administración pública.
El derecho al libre acceso a la Jurisdicción constituye un auténtico derecho fundamental mediante
cuyo ejercicio surge la obligación del Juez de resolver acerca de la pretensión de tutela del derecho
subjetivo presuntamente vulnerado.
Corresponde a la Jurisdicción “proteger los derecho e interese legítimos, tanto individuales como
colectivos, tanto privados como públicos.
De la tutela de los derechos privados se ocupan fundamentalmente los Juzgados de Primera
Instancia y demás órganos jurisdiccionales civiles, aunque también asumen dicha función los
Juzgados de los Social para la protección de los derechos de los trabajadores y empresarios, y los
juzgados y tribunales de lo contencioso-administrativo en las denominadas “pretensiones de plena
jurisdicción”, en las que el acto administrativo ha podido vulnerar un derecho subjetivo privado.
(Expropiación forzosa)
En nuestro ordenamiento procesal puede afirmarse que, en materia de restricción de los derechos
fundamentales, la Jurisdicción ostenta, no sólo la última, sino también la primera palabra.
B) CONTROL JUDICIAL NORMATIVO.
Debido a que su propia legitimación descansa en la sumisión a la Ley, o necesidad de que las leyes
se cumplan, también le corresponde velar por la realización y efectividad del ordenamiento jurídico.
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Dicha función de control normativo, o de vigencia de la legalidad, se realiza en un doble nivel: con
respecto a los particulares, y frente a la Administración y demás poderes del Estado.
A la Jurisdicción penal le corresponde el más absoluto monopolio en la imposición de penas
privativas de libertad, con lo que la potestad sancionadora de la Administración ha de quedar
relegada a la limitación de otros derechos., la potestad de la Administración no es absoluta, pues el
acto administrativo, que irroga la sanción, puede ser revisado por los Tribunales administrativos,
previa la interposición del pertinente recurso.
Art. 106 de la CE “los Tribunales controlan la potestad reglamentaria y la legalidad de la actuación
administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifican”
A la jurisdicción también le corresponde velar por la realización y efectividad del ordenamiento
jurídico. Al TC le corresponde controlar y anular disposiciones normativas con rango de ley que
infrinjan la constitución.
C) COMPLEMENTACIÓN DEL ORDENAMIENTO
El principio de división de poderes exige que al poder judicial no le sea autorizado dictar normas.
La jurisprudencia complementará el ordenamiento jurídico con la doctrina que, de modo reiterado,
establezca el TS al interpretar y aplicar la ley, la costumbre y los principios generales del Derecho.
La doctrina legal no es una fuente directa, formal o inmediata de creación del Derecho, sino una
fuente subordinada a la ley.
La actividad de “calmar lagunas” que efectúa la jurisprudencia siempre ha de realizarse con ocasión
de la interpretación de la Constitución o de la ley, sin que pueda en ningún caso el juez o tribunal
sustituir la voluntad del legislador.
El carácter jurídico vinculante de la jurisprudencia del TS tan sólo es reclamable cuando se efectúa
“de modo reiterado”, es decir, una sola sentencia no produce doctrina legal, sino que se exige la
publicación de dos o más sentencias que mantengan el mismo criterio interpretativo. Esto no puede
ser reclamado en todo tiempo o lugar porque la jurisprudencia debe adaptarse a las nuevas
exigencias sociales. Para modificar su doctrina legal, en la nueva sentencia se exige el abandono
formal y motivado de la doctrina legal hasta el momento mantenida y de explicitar dicha sentencia los
nuevos criterios interpretativos, susceptibles de generar la nueva doctrina legal. Dicha función de
complementación normativa es reclamable, pero no en el proceso penal, porque en el Derecho penal
ha de regir en su más estricto sentido, el principio constitucional de legalidad.
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SECCIÓN SEGUNDA- PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES DE LA JURISDICCIÓN

TEMA 3- LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL-


1- EL PODER JUDICIAL- EVOLUCIÓN HISTÓRICA
La Jurisdicción ha cambiado a lo largo de todas las sociedades y tiempos.
- La del Antiguo Régimen.
- La del Estado Liberal.
- La de los Estados totalitarios.
- La de los Estados de Derecho contemporáneos.
Antiguo Régimen- los jueces eran funcionarios dependientes del poder real. Carecían de
independencia, formaban parte de diversas “jurisdicciones especiales” sin que los actos
del Poder Ejecutivo pudieran ser revisados por Tribunales independientes, sino, a lo
sumo, por el “Consejo Real”, es decir, por el propio Poder Ejecutivo, quien retenía la
Jurisdicción contencioso-administrativa.
El Estado Liberal- tras la Revolución Francesa de 1879 la Jurisdicción pasará a
convertirse en el tercer poder dentro del Estado. Para ello era necesario dotar a los
Jueces de “independencia”, la cual se obtuvo, en un principio mediante un sistema
rudimentario. Fue también necesaria la abolición de jurisdicciones especiales y la
instauración de los principios de unidad y exclusividad jurisdiccional. Se prohibió al Poder
Ejecutivo inmiscuirse en la constitución y organización de los tribunales.
Estados totalitarios- la aparición en Europa, en la segunda mitad del S.XX, de los
fenómenos totalitarios, supuso una derogación del modelo liberal de la Jurisdicción como
Poder autónomo dentro del Estado, con el régimen franquista la Jurisdicción dejó de ser
un Poder del Estado para convertirse en una mera función, de acuerdo con el principio
de “unidad de poder y coordinación de funciones”
Los Estados de Derecho Contemporáneos- Surgió un movimiento asociativo de la
Magistratura, que reclamó una mayor autonomía del Poder Judicial y una potenciación,
no sólo de la independencia judicial individual, sino también colectiva de la propia
Magistratura. En España se creó un cuerpo único de Jueces y Magistrados. Se instauró
el régimen de autogobierno de la Magistratura, que había de ser otorgado al “Consejo
General del Poder Judicial” y a quien expresamente la constitución le concede los
“nombramientos, ascensos, inspección y régimen disciplinario”
2- EL AUTOGOBIERNO DEL PODER JUDICIAL.
El Consejo General del poder Judicial es el órgano de gobierno del mismo.
a) El Consejo General del Poder Judicial- es el máximo órgano de autogobierno de
nuestra Magistratura, correspondiéndole realizar la totalidad de actos administrativos
referente al ingreso, formación, promoción o ascenso y régimen disciplinario de Jueces y
Magistrados, así como la inspección de Juzgados y Tribunales.
Atribuciones del Consejo-
- Nombramiento por mayoría de 3/5 de su Presidente y de los dos Magistrados del
Tribunal Constitucional.
- Ingreso, formación y ascenso de los Jueces y Magistrados(formación a través del
Centro de Estudios Judiciales)
- Gestionar mediante el CENDOJ (Centro de documentación judicial) las bases de
datos de jurisprudencia y realizar las publicaciones que estime convenientes.
- Inspección de los Juzgados y Tribunales, potestad disciplinaria sobre Jueces y
Magistrados.
- En su relación con las Cortes ha de informar acerca de los Anteproyectos y
Proposiciones de Ley de reforma del Poder Judicial o que versen sobre el personal
jurisdiccional y colaborador, derechos fundamentales y derecho penal y penitenciario.
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Han de elaborar para su remisión a las cortes, una memoria Anual, pudiendo
comparecer su Presidente para defender dicha Memoria.
- Ostenta la “potestad reglamentaria” (facultad de dictar normas en desarrollo de las
leyes) en materia de personal, organización y funcionamiento de Juzgados y
Tribunales.
Composición.- está integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que también
asume la presidencia de éste órganos y por 20 miembros nombrados por el Rey por un
periodo de 5 años.

1 Presidente

--------- 12 entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales.


20 -------- 4 a propuesta del Congreso de los Diputados. - Mayoría de 3/5
-------- 4 a propuesta del Senado. - Entre abogados y
otros juristas
de reconocida
competencia.
- Más de 15 años de
ejercicio
en su profesión.

- Las asociaciones profesionales de Jueces o las agrupaciones con una


representatividad al menos del 2% del censo de jueces en activo, han de elegir y
proponer al Parlamento una lista de 36 candidatos de entre los cuales, el Pleno del
Congreso elegirá a 6 y los otros 6 los elegirá el Senado entre los 30 restantes.
- La elección de los 8 vocales de procedencia no judicial (abogados y juristas de
reconocida competencia con más de 15 años en ejercicio de su profesión): cada cámara
elegirá por mayoría de 3/5, libremente a los 4 vocales que integren este turno.
- El Estatuto de los vocales de CGPJ exige dedicación absoluta con un estricto régimen
de incompatibilidades. Poseen inamovilidad, no están vinculados por mandato imperativo
alguno y se encuentran aforados al Tribunal Supremo.
- Los vocales de procedencia judicial o funcionarial han de pasar a la situación de
servicios especiales, sin que puedan ser promovidos durante su mandato, a Magistrado
del TS o a cualquier cargo judicial a libre designación.
Estructura y competencias-
- Integrado por el Presidente y 20 vocales, todos ellos elegidos por el Parlamento y
nombrados por el Rey.
- El Presidente y el Vicepresidente son nombrados por el Rey a propuesta del Pleno del
CGPJ por mayoría de 3/5 de los vocales que lo integran.
- El pleno se reúne previa convocatoria de su Presidente o Vicepresidente, en sesiones
ordinarias o extraordinarias. Ha de constituirse al menos con 14 miembros.
Competencias del Pleno-
- La propuesta del nombramiento por mayoría de 3/5 de sus miembros de:
- El Presidente y el Vicepresidente ( sólo es vicepresidente del CGPJ)
- Los miembros del TC cuya designación le corresponde.
- Los Presidentes de Sala y Magistrados del Tribunal Supremo, así como los
presidentes de los TSJ de las CCAA.
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- El Magistrado de la sala segunda de lo penal o tercera de lo contencioso-
administrativo del TS, competente para conocer de la autorización de las actividades
del Centro Nacional de Inteligencia.
- La propuesta de nombramiento de los demás cargos de designación discrecional.
- Evacuar la audiencia sobre nombramiento del Fiscal General del Estado.
- Resolver los recursos de alzada interpuestos contra los acuerdos de la Comisión
Permanente, de la - - Comisión Disciplinaria y de las Salas de gobierno de los TSJ y de
los órganos de gobierno de los Tribunales y Juzgados.
- Resolver los expedientes de rehabilitación instruidos por la Comisión Disciplinaria.
- Evacuar los informes previstos en la Ley y ejercer la potestad reglamentaria atribuida
por la Ley al CGPJ.
- Separación y jubilación de Jueces y Magistrados.
- Elegir y nombrar los vocales componentes de las comisiones y delegaciones.
- Aprobar la memoria anual que con motivo de la apertura del año judicial leerá su
presidente sobre el estado de la administración de justicia.
- Elaborar el Presupuesto de CGPJ, que se integraría en los Generales del Estado en
una sección independiente.
- Dirigir la ejecución del presupuesto del Consejo y controlar su cumplimiento.
Las comisiones- las comisiones que integran el CGPJ con la permanente, la
disciplinaria, la de calificación y las que reglamentariamente determine el propio consejo.
Las previstas en la LOPJ son de carácter anual y están formadas por cinco miembros,
todos ellos vocales del Consejo, elegidos por el Pleno y por mayoría de 3/5.
Comisión permanente- integrada por 5 vocales, dos procedentes de la carrera judicial,
dos abogados o juristas, más su presidente que es el mismo que el del consejo. Tiene
competencia para:
- Preparar las sesiones del pleno.
- Velar por la exacta ejecución de los acuerdos del pleno del consejo.
- Decidir aquellos nombramientos de jueces y Magistrados que por tener carácter
íntegramente reglado, no sean de la competencia del pleno, acordar la jubilación
forzosa por edad de los mismos, resolver sobre su situación administrativa y disponer
del cese de los Magistrados suplentes, de los jueces sustitutos o por alcanzar los 62
años. Resolver sobre la concesión de licencias a jueces y magistrados, autorizar el
escalafón de la carrera judicial y ejercer cuantas competencias le sean delegadas por
el pleno.
Comisión disciplinaria- 5 miembros, tres han de proceder de la carrera judicial y el
Presidente puede ser cualquier vocal del consejo. Tiene competencia para la instrucción
de expedientes e imposición de sanciones a Jueces y Magistrados.
Comisión de calificación- 5 miembros, tres procedentes de la carrera judicial y el
presidente puede ser cualquier vocal del consejo. Tiene competencia para los informes
de nombramientos por el Pleno de los Magistrados de libre designación, con la sola
excepción del Magistrado del TS que ha de formar parte del Centro Nacional de
Inteligencia.
Comisión de Igualdad- es nombrada por el Pleno y por el mismo sistema de mayorías, si
bien ha de intentar una composición equilibrada de hombres y mujeres.
Comisión reglamentaria- son la comisión de “Estudios e Informes” y la “Presupuestaria”.
5 miembros de duración anual.
3- LOS ÓRGANOS DE GOBIERNO INTERNO DE LOS JUZGADOS Y TRIBUNALES-
El CGPJ ostenta todas las potestades gubernativas, incluida la disciplinaria. Como la
potestad de CGPJ se extiende a todo el territorio nacional, un principio de división del
trabajo aconsejó al legislador a apoderar a las Salas de Gobierno y demás órganos
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gubernativos (Presidentes del TSJ y de AP, las Salas de Justicia, Decanos y Juntas de
Jueces) para ejercer facultades gubernativas no reservadas expresamente al CGPJ,
quien ostenta las más importantes.
Las Salas de Gobierno- existen en el TS, AN y en los TSJ. Sus miembros son
designados por sufragio entre los Magistrados por un periodo de 5 años. Las Salas de
Gobierno del TS y de la AN están compuestas por su Presidente, los Presidentes de Sala
y un nº igual de vocales elegidos por sus compañeros.
Las de los TSJ estarán integradas por su presidente, por los presidentes de sala en ellos
existentes, por los presidentes de las AP y un nº igual de vocales, de los cuales, al
menos uno, habrá de ostentar la categoría de Juez.
El secretario de gobierno del TS, de la AN y de los TSJ ejercerá las funciones de
secretario de la sala de gobierno.
Las salas de gobierno son órganos subordinados al CGPJ, a quienes el art.152 les
confía:
- Aprobar las normas de reparto de asuntos entre las distintas secciones de cada sala.
- Establecer anualmente los turnos precisos para la composición y funcionamiento de
las salas y secciones.
- Adoptar con respecto a la inamovilidad judicial las medidas necesarias en los casos
de disidencia entre Magistrados que puedan influir al buen orden.
- Completar provisionalmente la composición de las salas si fuera necesario.
- Proponer motivadamente al CGPJ a los Magistrados suplentes.
- Ejercer las facultades disciplinarias sobre Magistrados.
- Proponer al Presidente la realización de las visitas de inspección e información que
considere procedentes.
- Promover los expedientes de jubilación por causa de incapacidad de los Magistrados
e informarlos.
- Elaborar los informes que le solicite el CGPJ.
- Recibir el juramento o promesa de los Magistrados y darles posesión.
- Recibir informes del secretario de gobierno.
- Promover la exigencia de las responsabilidades disciplinarias que procedan de
secretarios judiciales y del personal auxiliar y colaborador.
Los presidentes de los Tribunales y de las Audiencias-
Los Presidentes de TS (que a su vez lo es del CGPJ), de los distintos TSJ, de la AN y de
las AP son nombrados por el pleno del CGPJ para un periodo de 5 años. Les
corresponde:
- Convocar, presidir y dirigir las deliberaciones de la Sala de Gobierno.
- Fijar el orden del día de las sesiones de la Sala de Gobierno, en las que deberán
incluirse los asuntos que propongan al menos 2 de sus componentes.
- Someter las propuestas que considere oportunas en materia de competencia de la
Sala de Gobierno.
- Autorizar con su firma los acuerdos de la Sala de Gobierno y velar por su
cumplimiento.
- Despachar los informes que pida el CGPJ.
- Adoptar las medidas necesarias cuando surjan situaciones que por su urgencia lo
requiera, dando cuenta en la primera reunión de la Sala.
- Dirigir la inspección de los Juzgados y Tribunales.
- Determinar el reparto de asuntos entre las Salas y Magistrados.
- Presidir diariamente la reunión de los Presidentes de Salas y Magistrados.
- Comunicar al Consejo General las vacantes.
- Oír las quejas.
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- Prevenir dilaciones indebidas en la tramitación de los sumarios.
Los Presidentes de las Salas de Justicia y los Jueces-
Dan cuenta a los Presidentes de los respectivos Tribunales y Audiencias de las
anomalías y ejercen las funciones disciplinarias que les reconozcan las leyes procesales
sobre el resto de profesionales que se relacionen con el Tribunal. El personal adscrito al
servicio de la sala o juzgado se estará a lo previsto en su respectivo régimen
disciplinario.
Los Decanos y las Juntas de Jueces y de Magistrados-
Los Jueces Decanos son elegidos por sus compañeros en aquellas poblaciones en
donde existan más de diez juzgados, y en donde haya menos de diez pero más de dos,
será Decano el Juez que mejor puesto ocupe en el escalafón.
Representan a los Jueces de su población y presiden la Junta de jueces. Les
corresponde:
- Resolver en única instancia los recursos gubernativos que quepa interponer contra
las decisiones de los Secretario Judiciales en materia de reparto.
- Poner en conocimiento de la Sala de Gobierno toda posible anomalía en el
funcionamiento de servicios comunes procesales de su territorio.
La junta podrá ser convocada por el Decano a instancia de una cuarta parte de los
Jueces de la población, también puede ser convocada por el presidente del TSJ, en cuyo
caso se denominan “reuniones de jueces”. Las ordinarias pueden ser “generales” porque
incumben a todos, “sectoriales” cuando abarcan a los jueces de una determinada
jurisdicción y “provinciales”

4- LA INSPECCIÓN DE LOS TRIBUNALES.


Puede realizarse de oficio por el propio CGPJ o a instancia del Ministerio de Justicia.
Al CGPJ le corresponde la superior inspección y vigilancia de todos los Juzgados y
Tribunales.
La inspección ha de encomendarse siempre a un Juez o Magistrados de categoría igual
o superior a la del titular del órgano inspeccionado. Se confía al servicio de inspección de
CGPJ.
La plaza de jefe del servicio de inspección del CGPJ se proveerá por un magistrado del
TS con una antigüedad en la categoría de dos años o por un magistrado con diez años
de servicio en la categoría.
El inspector redactará un informe y levantará acta de la inspección, la que se comunicará
al Juez o Presidente del órgano inspeccionado. También se comunicará al Presidente de
la Sala de Gobierno. Para decidir la apertura de un expediente disciplinario, lo pondrá en
conocimiento del CGPJ.
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TEMA 4- LA EXCLUSIVIDAD DE LA JURISDICCIÓN-
1- EL PRINCIPIO DE UNIDAD JURISDICCIONAL.
A) Concepto y fundamento.
Art. 117.5 de la CE “el principio de unidad jurisdiccional es la base de la organización y
funcionamiento de los Tribunales”
a) Mediante dicha declaración vino a restablecer la norma fundamental el principio de la
“unidad jurisdiccional”, al cual se opone la creación de las “jurisdicciones especiales”,
característica esencial de las sociedades estamentales o corporativas, que sustentaban el
Antiguo Régimen y el anterior Estado autocrático. La potestad jurisdiccional es encomendada
exclusivamente a los Jueces y Magistrados, integrantes del Poder Judicial.
Las jurisdicciones especiales se caracterizaban y diferenciaban de los tribunales ordinarios
por la concurrencia en ella de dos notas esenciales: desde un punto de vista formal no se
regían por las disposiciones de la LOPJ, ni formaban parte del Poder Judicial y, sobre todo,
desde el material, carecían de independencia frente a los demás poderes del Estado, y de
modo especial, frente al Ejecutivo.
b) El fundamento del principio de unidad, “la independencia y la sumisión a la Ley” de los
Juzgados y Tribunales.
B) Evolución histórica.
La evolución histórica del principio de unidad jurisdiccional sufrió los mismos avatares que
los de la propia revolución liberal.
a) Previsto ya en el art. 248 de la Constitución de Cádiz, no fue instaurado hasta la
publicación del DL de 6 de diciembre de 1868, comúnmente conocido por “Derecho de
unificación de fueros”, en virtud del cual se suprimieron las múltiples jurisdicciones del
Antiguo Régimen dejando tan sólo subsistentes, pero ceñidos a sus justos límites, la
eclesiástica, la militar y la del Senado.
Pero, con el devenir de la historia, el referido principio experimentó sus primeras grietas como
consecuencia de la expansión de jurisdicciones especiales más emprendedoras, tales como
la “militar”.
b) Cuando el principio de unidad sufrió sus mayores agresiones fue con el “nuevo” Estado,
surgido tras la sublevación militar del 18 de julio de 1936, en el que no sólo se potenció la
jurisdicción castrense más allá de los más insospechados límites, sino que también la política
legislativa de dicho Estado se caracterizó por su carácter prolijo (minucioso) en la creación de
nuevas jurisdicciones especiales.
De entre las más significativas de aquella época cabía señalar: las del “Tribunal de Orden
Público”, la jurisdicción eclesiástica y los Tribunales de contrabando.
Fruto de esta política legislativa, que contribuyó a preservar la independencia judicial de los
Tribunales ordinarios, al descongestionarlos del “trabajo sucio”, fue la coexistencia del
“Jurisdicción Ordinaria” con innumerables jurisdicciones especiales, con respecto a las cuales
no existía siquiera unanimidad doctrinal en cuanto a su simple enumeración.
c) Con el advenimiento de la Monarquía parlamentaria afortunadamente se produce una
política legislativa de signo inverso, tendente a la abolición de las jurisdicciones especiales.
C) Régimen jurídico vigente.
El principio de unidad jurisdiccional, establecido en el art. 117.5 de la CE ha sido reiterado
por el art. 3 de la LOPJ “la jurisdicción es única y se ejerce por los Juzgados y Tribunales
previstos en esta Ley, sin perjuicio de las potestades jurisdiccionales reconocidas por la
Constitución a otros órganos”.
La existencia de estos órganos jurisdiccionales cuya constitución y funcionamiento no se rige
por las disposiciones de la LOPJ, previstos en nuestra propia en nuestra Ley fundamental, a
saber: los “tribunales consuetudinarios y tradicionales”, el Tribunal de Cuentos y el Tribunal
Constitucional.
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La existencia de tales Tribunales, no permite configurarlos como “jurisdicciones especiales”,
en tales jurisdicciones habría de estar ausente no sólo la nota formal (su regulación en la
LOPJ), sino fundamentalmente la subjetiva de todo órgano jurisdiccional: “la independencia
judicial”
Tribunales especiales- son órganos judiciales que, si bien no están integrados en la
Jurisdicción Ordinaria o Poder Judicial, poseen la totalidad de las notas que adornan la
Jurisdicción, pues solucionan con independencia e imparcialidad y de una manera definitiva e
irrevocable los especiales conflictos, cuyo conocimiento les ha sido atribuido por la propia
Constitución.
D) La Jurisdicción Militar
Es la única jurisdicción especial que constitucionalmente legitima su subsistencia, “la ley
regulará el ejercicio de la jurisdicción militar en el ámbito estrictamente castrense y en los
supuestos de estado de sitio, de acuerdo con los principios de la Constitución”
a) Concepto y fundamento.
La jurisdicción militar, es un sistema democrático, tiene por finalidad asegurar la disciplina por
los propios militares. Nuestra Constitución permite en el citado art. 117.5 la subsistencia de la
jurisdicción militar, siempre y cuando en tiempos de paz, de un lado, se ciña al ámbito
estrictamente castrense y, de otro, sea respetuosa con los “principios de Constitución”
a´) El ámbito estrictamente castrense
- Por razón de la materia, la jurisdicción castrense ha de ceñirse a los delitos que atentan a la
disciplina castrense.
- Por razón del lugar, a los cometidos dentro de los cuarteles y en actos de servicio.
- Por razón de las personas tan sólo a los militares y nunca a los civiles.
b´) Su adecuación a los principios de la Constitución.
Cuando la Jurisdicción castrense se extralimite, podrá el interesado interponer recurso de
amparo por infracción del derecho al “Juez ordinario predeterminado por la Ley” y si
infringiera los “principios constitucionales” consustanciales a todo proceso, dicho amparo
puede fundarse en los derechos a la tutela judicial, de defensa o a un proceso con todas las
garantías del art. 24 CE.
b) Naturaleza y régimen vigente.
a´) La Jurisdicción militar como “Jurisdicción especial”
Carecían de toda independencia, a la vez que extralimitaban manifiestamente su
competencia como consecuencia de las reformas al Código de Justicia Militar sucedidas
principalmente durante el anterior Estado autocrático.
b´) La Jurisdicción militar como Jurisdicción “mixto”
Los Tribunales militares aparecen configurados como órganos jurisdiccionales mixtos,
situados a mitad de camino entre lo que es una jurisdicción militar y lo que debe ser, con toda
su plenitud, un Tribunal ordinario, perteneciente, formal y materialmente, al Poder Judicial.
a ´´) Mayor reducción del “ámbito estrictamente castrense”
La práctica totalidad de los delitos que podríamos denominar “comunes”, cometidos por
militares son, en la actualidad, juzgados por los Tribunales ordinarios, integrantes del Poder
Judicial.
b ´´) Potenciación de la “independencia judicial”
La jurisdicción militar ha de organizarse “de acuerdo con los principios de la Constitución”, el
legislador ordinario procedió a aproximarla a la Ordinaria, formal y subjetivamente.
2- EL MONOPOLIO DE LA JURISDICCIÓN
Art. 117 CE y art. 2.1 LOPJ “el ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de
procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los
Juzgados y Tribunales determinados por las Leyes, según las normas de competencia y
procedimiento que las mismas establezcan.
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Al principio de exclusividad o monopolio de la Jurisdicción, consagrado en el art. 117.3, no se
opone la posibilidad de que determinados conflictos intersubjetivos puedan solucionarse
extramuros de la Jurisdicción a través de los denominados “equivalentes jurisdiccionales”,
como así se ha calificado al arbitraje.
La causa o legitimación del arbitraje y de la intervención de los árbitros estriba, pues, en la
previa suscripción por las partes de un convenio arbitral o contrato preliminar de arbitraje, en
cuya virtud las partes libremente estipulan el someter a los árbitros los litigios que puedan
surgir en relación con determinadas relaciones jurídicas. Este convenio, que ha de plasmarse
por escrito bien como cláusula adicional a un determinado contrato o como contrato
independiente. Es el que legitima a la parte interesada a reclamar la intervención de los
árbitros, pudiendo oponer, si la otra parte acude a los Tribunales, la excepción de “pendiente
compromiso” que ha de hacer vale, a través de la “declinatoria”, como cuestión previa a la
contestación de la demanda.
Los árbitros sólo ostentan la potestad de juzgar, pero no la de hacer ejecutar los juzgado.
Como tienen la facultad de decidir de manera definitiva e irrevocable, es decir, con la fuerza
de cosa juzgada, los litigios que, ante ellos se les promuevan, han de ser independientes,
pudiendo ser recusados. Sus decisiones definitivas, llamadas “laudos arbitrales” equivalen a
una sentencia.
En principio, los laudos sólo pueden ser anulados por la AP mediante un recurso
extraordinario de nulidad. Una vez firme el laudo, puede la parte interesada instar su
ejecución ante el Juez de 1ª Instancia de la demarcación en donde se dictó el laudo y a
través del procedimiento de ejecución de Sentencias.
A) La Atribución de la potestad jurisdiccional a juzgados y tribunales.
Los Juzgados y Tribunales ostentan el monopolio de la potestad jurisdiccional, dicho
monopolio ha de estar presente tanto en la fase declarativa, como en la ejecución de
sentencias:
a) En fase declarativa.
Dicho principio significa que todos los litigios y conflictos sociales, que surjan, han de ser
solucionados por el Juez Legal predeterminado por la Ley y a través del proceso
preestablecido. Salvo la persona del Monarca que es inviolable, la prerrogativa de la
inviolabilidad de los Diputados y Senadores por las opiniones sustentadas en el ejercicio de
sus funciones y la del personal diplomático, todos los ciudadanos y poderes públicos quedan
sometidos a la potestad jurisdiccional. Sólo cabe exceptuar las cesiones de soberanía que,
como consecuencia de la suscripción de Tratados, puedan las Cortes efectuar, mediante L.O.
b) En la fase de ejecución.
Corresponde a la Jurisdicción con exclusividad la “potestad de hacer ejecutar los juzgado”,
es un monopolio de la Jurisdicción.
B) La autotutela administrativa y la potestad sancionadora.
No constituye derogación alguna del principio de exclusividad jurisdiccional el hecho de que
la Administración Pública, ostente las prerrogativas de la autotutela administrativa y la
potestad sancionadora.
a) La Autotutela administrativa.
A la Administración Pública le corresponde dictar actos y Reglamentos administrativos, a
través de un procedimiento regulado en la Ley 30/1992, de Régimen jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo común. LRJPAC
Mediante este procedimiento administrativo, en el que resulta preceptiva la invitación a
participar en él del administrado, a fin de que sea oído, pueda proponer pruebas y ejercitar,
contra el acto definitivo, los recursos administrativos, puede afirmarse que la Administración
Pública ejercita de algún modo funciones juzgadoras declarativas y ejecutivas. El acto
administrativo, no sólo ha de ser congruente, motivado y fundado en derecho, sino que es
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directamente ejecutivo, sin necesidad de acudir al proceso judicial de ejecución: la
Administración puede, a través de los distintos medios de ejecución realizar sus actos
administrativos, limitando o sacrificando los derechos subjetivos de los particulares.
Si el administrado estima que el acto administrativo no resulta acorde a Derecho, siempre
tiene a través del recurso contencioso-administrativo, el camino abierto a los Tribunales
administrativos para obtener su revisión jurisdiccional. Una vez interpuestos los recursos, la
resolución cause estado o se agote la vía administrativa, el administrado podrá interponer el
recurso contencioso- administrativo y obtener la nulidad del acto con el restablecimiento de
su derecho.
b) La potestad sancionadora.
La Administración ostenta, en las llamadas relaciones generales (conductor con tráfico) y
especiales (estatuto disciplinario de un funcionario) de sujeción la potestad sancionadora, con
dos limitaciones:
- Negativa- de conformidad con el monopolio jurisdiccional, de imposición de penas
privativas de derechos.
- Positiva- al igual que cualquier acto administrativo recurrir su sanción mediante la
interposición del recurso contencioso-administrativo.
Las sanciones administrativas son interinas, pudiendo ser revisadas por los tribunales.
En materia de “autotutela administrativa” puede afirmarse que el Poder Ejecutivo ostenta la
primera palabra, la última corresponde siempre mediante el ejercicio del derecho de acción,
pronunciarla al Poder Judicial.
3- FUNCIONES NO JURISDICCIONALES ATRIBUIDAS PR LA LEY A JUZGADOS Y
TRIBUNALES.
Art. 117.4 Los Juzgados y Tribunales no ejercerán más funciones que las señaladas en el
apartado anterior y las que expresamente les sean atribuidas por Ley en garantía de
cualquier derecho.
A los Jueces les está vedado el ejercicio de otras funciones, distintas a la jurisdiccional y, de
modo especial, la función legislativa y política.
Art. 127 CE prohíbe a los Jueces, en tanto permanezcan en activo, ejercer cargos públicos o
pertenecer a partidos políticos y sindicatos.
Funciones distintas a la jurisdiccional que ejercitan Jueces y Magistrados:
A) Registro Civil- Estarán a cargo de los Juzgados de 1ª instancia y por delegación de
éstos, de los de Paz. El Registro Civil tiene por función inscribir los hechos relativos al estado
civil de las personas. Se divide en cuatro secciones: 1ª nacimientos y general, 2ª
matrimonios, 3ª defunciones y 4ª Tutelas y representaciones legales.
Tales funciones integran el registro municipal. Con independencia de él se encuentran los
Registros consulares, en los que se efectúan las inscripciones de los españoles residentes en
el extranjero y, por encima de ambos, se sitúa el Registro Central, que es un órgano
dependiente de la Dirección General de Registros y del Notariado del Ministerio de Justicia.
Los actos de calificación registral no poseen naturaleza procesal, sino gubernativa o
administrativa, razón por la cual no son susceptibles de planteamiento de cuestión de
inconstitucionalidad. Pueden ser recurridos ante el Juez de 1º Instancia y en alzada a la
Dirección General, el cambio de nombre, apellidos o nacionalidad son competencia exclusiva
del Ministerio de Justicia.
B) La investigación penal.
Art. 299 LECrim “constituyen el sumario las actuaciones encaminadas a preparar el juicio y
practicadas para averiguar y hacer constar la perpetración de los delitos con todas la
circunstancias que puedan influir en su calificación, y la culpabilidad de los delincuentes,
asegurando sus personas y las responsabilidades pecuniarias de los mismos”
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Esta actividad inquisitiva, dirigida a la investigación del delito y a la del presunto autor, que
asumen los Jueces de Instrucción, en realidad, no es procesal, sino policial o administrativa y
de aquí, que, en determinados procedimientos, tales efectos de investigación sean asumidos,
bien por el Ministerio Fiscal, bien incluso por la policía (preinstrucción policial de los juicios
rápidos)
C) La jurisdicción voluntaria.
“Se considerarán actos de jurisdicción voluntaria todos aquellos en que sea necesaria o se
solicite la intervención del Juez sin estar empeñada ni promoverse cuestión alguna entre
partes conocidas y determinadas” “Aquellos en que no esté empeñada cuestión alguna”
Por “cuestión” cabe entender la existencia de conflicto de intereses entre las partes, lo que, si
aconteciera dentro del expediente de jurisdicción voluntaria mediante la oposición de alguna
de las partes, lo transformaría en “contenciosa”
Se trata de actos de mera comprobación, en donde el Juez, en tanto que autoridad imparcial,
es convocado a fin de dotar de fehaciencia y autenticidad a determinados actos de voluntad
de los particulares. Pero no sólo la LEC, sino otras Leyes especiales como el Código Civil, la
Ley de S.A o la Ley Hipotecaria.
D) Otras funciones.
Debido a la independencia e imparcialidad de los Jueces y Magistrados, el legislador
ordinario delega, en ellos, determinadas relevantes funciones que no son estrictamente
jurisdiccionales. Esa atribución de funciones parajurisdicionales a los miembros del Poder
Judicial la realiza el legislador atendiendo a dos criterios, objetivo u orgánico y subjetivo.
a) Criterio objetivo.
El Legislador ordinario desea reforzar la independencia de la Administración mediante la
inclusión en ella de miembros del Poder Judicial con el objeto de reforzar su autoridad o
confianza de la sociedad en determinados órganos administrativos que han de decidir sobre
importantes derechos constitucionales.
Con el objetivo de evitar, en la medida de lo posible, la expoliación del derecho a la
propiedad, los “Jurados de expropiación” se constituyen bajo la Presidencia de un
Magistrado. (1954)
b) Criterio subjetivo.
Debido a la relevancia de los derechos fundamentales que “son fundamento del orden
político y de la paz social” y a la circunstancia de que , en materia de limitación del libre
ejercicio de los derechos fundamentales, la Jurisdicción ha de ostentar, no sólo la última, sino
también la primera palabra, las Leyes, en muchas ocasiones, atribuyen directa o
indirectamente a los Jueces las resoluciones limitativas de tales preciados derechos
fundamentales.
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TEMA 5- LA INDEPENDENCIA DE JUECES Y MAGISTRADOS-
1- INDEPENDENCIA DE JUECES Y MAGISTRADOS.
Art. 117.1 La Justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y
Magistrados integrantes del poder judicial, independiente, inamovibles, responsables y
sometidos únicamente al imperio de la Ley.
Ha de ser responsable porque el Juez es independiente, si así no fuera se instalaría la
arbitrariedad en el Poder Judicial
Han de estar sometidos únicamente al imperio de la Ley porque en esta función reside, la
legitimación del Poder judicial. Los Jueces han de aplicar la Leyes promulgadas por el
Parlamento y no las directrices del Ejecutivo. La independencia y la sumisión del Juez a la Ley
integran las dos caras de una misma garantía, de la que depende la correcta aplicación del
Derecho objetivo.
La independencia de los Jueces y Magistrados ha sido desarrollada en nuestro ordenamiento
mediante la instauración de todo un conjunto de garantías previstas en la LOPJ de 1985 y que
preservan al Juez de hipotéticas presiones de las partes, de sus superiores y del Gobierno y de
los demás poderes del Estado.
La protección de todas estas garantías se efectúa mediante la tipificación de los delitos contra
la Administración de Justicias, puede engendrar su infracción responsabilidad disciplinaria del
funcionario que atentará a la independencia judicial y puede ser corregida por los particulares a
través de mecanismos de prevención o de su restablecimiento a través de los recursos.
Debido a la dimensión constitucional que tiene la independencia judicial, la Constitución
expresamente legitima al Ministerio Fiscal a velar y ejercitar las acciones pertinentes en
defensa de la misma.
A) INDEPENDENCIA FRENTE A LOS OTROS PODERES DEL ESTADO.
Cada uno de los tres altos poderes del Estado ha de limitarse al estricto cumplimiento de las
funciones que la Constitución le encomienda, sin que se justifique la invasión en las de los
demás.
De poco serviría la independencia de los Jueces y Magistrados, si el Poder Ejecutivo pudiera
disponer a su antojo sobre la constitución y organización de los Tribunales, dotando a los más
altos Tribunales de los “hombres de su confianza”
Tras la Constitución de 1978 y la supresión del sistema administrativista de designación de los
Jueces y promoción por el Ejecutivo por el de autogobierno de la Magistratura, esta posibilidad
está desterrada.
La independencia del Poder Judicial frente al Ejecutivo se garantiza a través de dos medidas
constitucionales: la reserva de L.O en la constitución, funcionamiento y gobierno de los
Juzgados y Tribunales y el control por el Poder Judicial de los actos y reglamentos del Poder
Ejecutivo.
a) La reserva de L.O-
Art. 122.1 LOPJ la constitución, funcionamiento y gobierno de los Tribunales es materia de
reserva de la LOPJ.
A la LOPJ de 1985 le corresponde pues determinar los órganos jurisdiccionales, su
composición y funcionamiento, sin que Las Corte puedan hacer uso de la delegación legislativa
sobre esta materia al Gobierno. La creación de nuevos órganos jurisdiccionales se ha
efectuado mediante la reforma de los correspondientes preceptos de la LOPJ.
Al Poder Ejecutivo, tan solo le resta en nuestro actual régimen de autogobierno, procurar los
medios materiales y personales de los órganos jurisdiccionales.
b) El control judicial de los Reglamentos ilegales.
Infringiría el principio de “jerarquía normativa”, debido a la obligación de control normativo que
ostenta la Jurisdicción sobre la legalidad de los Reglamentos y con independencia de su
impugnación jurisdiccional, de entrada ningún juzgado o tribunal podría aplicarlo. Obliga al
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órgano judicial administrativo, que conozca de un reglamentos ilegal, a plantear “cuestión de
ilegalidad” ante el Tribunal competente para la declaración de ilegalidad del reglamento.
B) INDEPENDENCIA FRENTE A LA SOCIEDAD
Se asegura mediante un conjunto de medidas.
a) Preventivas- están dirigidas a preservar la imparcialidad objetiva y autoridad o prestigio de
Jueces y Magistrados, se obtiene a través del estatuto jurídico de los Jueces y Magistrados y
que tiene por finalidad incrementar la confianza de los ciudadanos en la imparcialidad y pericia
técnico-jurídica de los Jueces y Magistrados. A fin de evitar la venalidad (corrupción) el Estado
se compromete a garantizar una independencia económica y una retribución adecuada a la
dignidad de la función jurisdiccional de los Jueces y Magistrados.
b) Represivas- la independencia judicial también conlleva la exigencia de que la sociedad
respete sin ejercitar presiones directas o indirectas sobre los Jueces y Magistrados. Todos
están obligados a respetar la independencia de los jueces y magistrados. El art. 14 faculta al
Juez que se considere inquietado o perturbado en su independencia a poner los hechos en
conocimiento del CGPJ.
C) INDEPENDENCIA RESPECTO DE LAS PARTES PROCESALES Y DEL OBJETO
LITIGIOSO.
A diferencia de las partes, que siempre han de ostentar una determinada relación jurídica
material con respecto a la pretensión, la legitimación de un Juez en un proceso determinado
estriba, todo al contrario, en una ausencia de vinculación o de relación del Juez con las partes
o con el objeto procesal.
a) La abstención- es una obligación del Juez o Magistrado, ha de ponerla inmediatamente en
conocimiento de la Sección o Sala de la que forme parte o del órgano judicial.
El órgano competente podrá estimar o no la abstención. Si la desestimara, ordenará al Juez o
Magistrado que continúe en el conocimiento del asunto, sin perjuicio de que la parte interesada
pueda instar su recusación. Si dicho órgano la estimara, el abstenido dictará auto por el que se
apartará del conocimiento del proceso y remitirá las actuaciones a su sustituto a fin de que
asuma sus funciones, dando conocimiento de todo ello a las partes. Cuando el que se
abstenga forme parte de un órgano colegiado, el auto lo dictará la Sala o Sección a que aquél
pertenezca.
b) La recusación- es un acto de postulación (petición), por el que alguna de las partes
interesadas le comunica a un determinado Juez o Magistrado, que se encuentra incurso en
alguna de las causas de recusación contempladas en el art. 219 LOPJ y, por tanto, le solicita
su abandono en el proceso. Sólo pueden recusar las partes formales (es decir, las que han
comparecido como tales en el proceso) y, en todo caso, el Ministerio Fiscal, siempre y cuando
deba intervenir en el proceso por estar comprometido el interés público.
La ley exige que el planteamiento de recusación sea propuesto tan pronto como se tenga
conocimiento de la existencia de la causa que la funde, esto tiene por objeto evitar
comportamientos dilatorios dentro del procedimiento. La LEC exige que se notifique la
composición completa de la Sala.
Planteada la recusación mediante escrito, con determinación de la causa e incorporación de un
principio de prueba, ante el juez, se abrirá el “incidente de recusación” que consta de las
siguientes fases procesales: traslado del escrito a las demás partes que aleguen sobre la
adhesión u oposición de la recusación y comunicación del mismo Magistrado encargado de
instruir el incidente, traslado del escrito de recusación al Juez recusado, admitido a trámite el
incidente por el instructor legalmente designado, si el recusado acepta como cierta la causa de
recusación alegada se resolverá el incidente sin más trámites, si no la acepta, el instructor
decidirá sobre la práctica de la prueba propuesta y, acto seguido, remitirá todas la actuaciones
al tribunal competente para decidir la recusación, dicho tribunal solicitará el informe del MF y
resolverá el incidente, sin que, contra su resolución, quepa recurso alguno.
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La competencia para decidir los incidentes de recusación de magistrados corresponde a la
Sección o Sala de la que formen parte.
D) INDEPENDENCIA DEL JUEZ FRENTE A SUS SUPERIORES Y DE LOS ÓRGANOS DE
GOBIERNO.
Prohibición contenida en el art. 12 LOPJ, de los órganos superiores de dirigir a los inferiores
instrucciones, órdenes o censuras sobre la aplicación o interpretación del Derecho que puedan
efectuar los inferiores.
Art. 417.4- califica como falta muy grave la del Juez o Magistrado que efectúe una intromisión,
mediante órdenes o presiones de cualquier clase en el ejercicio de la potestad jurisdiccional de
otro Juez o Magistrado.
Art. 418.2- reputa grave la falta consistente en interesarse mediante cualquier clase de
recomendación, en el ejercicio de la actividad jurisdiccional de otro Juez o Magistrado.
Art. 418.4- tipifica también como falta grave corregir la aplicación o interpretación del
ordenamiento jurídico hecha por los inferiores en el orden jurisdiccional, salvo cuando actúen
en el ejercicio de la jurisdicción.
a) La inamovibilidad- integra la principal garantía de la independencia judicial frente a los
superiores del Juez.
Los Jueces y Magistrados no podrán ser separados, suspendidos, trasladados ni jubilados sino
por alguna de las causas y con las garantías previstas en la LOPJ.
Con independencia de este tipo de inamovilidad judicial que es tan sólo predicable de los
Jueces y Magistrados de carrera, integrantes del Poder Judicial, existen en nuestro
ordenamiento jueces a plazo que, como su nombre indica, tan sólo son inamovibles durante la
duración de su mandato jurisdiccional.
2-LA RESPONSABILIDAD PERSONAL DE JUECES Y MAGISTRADOS.
La independencia judicial tiene como contrapartida la existencia de responsabilidad del Juez
por los daños que pueda cometer en el ejercicio de su función jurisdiccional.
A) RESPONSABILIDAD CIVIL.
Los jueces y magistrados responderán civilmente por los daños y perjuicios que causaren
cuando, en el desempeño de sus funciones, incurrieren en dolo o culpa, títulos de imputación a
los que hay que incorporar ahora el de ignorancia inexcusable.
Al proceso ordinario o juicio verbal, en los que habrá de ser demandado el Juez, cualquiera
que sea su rango, la demanda debiera ser interpuesta ante el órgano judicial superior del que
se le exige responsabilidad civil. La legitimación la ostentan los perjudicados o sus
causahabientes (cesionarios) y el Abogado del Estado para repetir contra el Juez.
B) RESPONSABILIDAD PENAL
La responsabilidad penal del Juez ha de dilucidarse cuando haya cometido un delito en el
ejercicio de su función jurisdiccional. El procedimiento puede producirse de oficio, mediante
providencia (con denuncias o testimonio de particulares) del Tribunal competente o a instancia
de parte, pero siempre mediante querella, pueden instar esta responsabilidad el Ministerio
Fiscal, el perjudicado e incluso, mediante la acción popular, cualquier ciudadano.
C) RESPONSABILIDAD DISCIPLINARIA
Previstos en los artículos 417 y 419 de LOPJ. Las faltas administrativas están dirigidas a
asegurar el cumplimiento de las obligaciones del Juez a fin de asegurar el imparcial y correcto
funcionamiento de la Justicia.
3- LA SUMISIÓN DEL JUEZ A LA LEY
Los Jueces y Magistrados han de estar “únicamente sometido al imperio de la Ley”. La
legitimación constitucional de la función jurisdiccional y radica la independencia y prestigio de
la Magistratura. Debe el Juez poner especial cuidado en que su interpretación contradiga la
jurisprudencia de los altos Tribunales, pues contribuiría a generar inseguridad jurídica y a
vulnerar el principio constitucional de igualdad en la aplicación de la Ley.
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TEMA 6- EL DERECHO AL JUEZ LEGAL.
1- CONCEPTO Y REGULACIÓN-
El derecho al Juez legal o natural se encuentra previsto en nuestra Constitución:
positivamente en el 24.2 “todos tienen derecho al juez ordinario predeterminado por la ley”, y
negativamente en el art. 117.6 “la prohibición de los Tribunales de excepción”
Juez legal- el predeterminado con arreglo a las normas de competencia preestablecidas y por
su infracción.
Derecho al Juez legal- derecho fundamental, que asiste a todos los sujetos de derecho a
plantear sus pretensiones o a ser juzgados por auténticos órganos jurisdiccionales, creados
mediante Ley Orgánica, pertenecientes al Poder judicial, respetuosos con los principios
constitucionales de igualdad, independencia y sumisión a la Ley, y constituidos con arreglo a
las normas comunes de competencia preestablecida.
2- NOTAS ESENCIALES.
A) RESERVA DE LEY ORGÁNICA.
Desde un punto de vista formal, la primera nota que ha de revestir el Juez predeterminado
por la ley es la de tratarse de un órgano jurisdiccional expresamente establecido mediante
Ley Orgánica, emanada por las Cortes Generales.
La creación de nuevos órganos jurisdiccionales y la determinación de sus atribuciones es una
competencia del Estado por lo que los Parlamentos autonómicos en modo alguno pueden
legislar sobre esta materia, ya que, de conformidad con la constitución y la doctrina del TC, el
Poder judicial es un Poder único del Estado. La única previsión normativa de las CCAA en
esta materia queda ceñida a participar en la “organización de las demarcaciones judiciales de
su territorio”
Art. 122.1- La LOPJ determinará la constitución, funcionamiento y gobierno de los Juzgados y
Tribunales.
La LOPJ pasa a convertirse, por imperativo del art. 122.1 de la CE, en una Ley perteneciente
al Bloque de la constitucionalidad. Se destierra así la posibilidad de que, en un futuro, la
determinación de los órganos jurisdiccionales que integran el Poder Judicial pueda efectuare
al margen del sistema de mayorías reforzadas que exige una Ley Orgánica.
La instauración y composición de los órganos jurisdiccionales y la determinación genérica de
su competencia objetiva ha de estar expresamente prevista en la LOPJ, sin perjuicio de que
la concreción minuciosa de dicha competencia objetiva o la de la demarcación judicial
puedan efectuarse a través de una Ley ordinaria, pero nunca mediante un Decreto- Ley.
Art. 29 LOPJ declara objeto de “reserva de Ley ordinaria la determinación de la planta de
Juzgados y Tribunales.
El Poder Ejecutivo o el CGPJ, como consecuencia de esa labor instrumental de aportación de
medios y de acceder a las nuevas exigencias de dotaciones, tan sólo quedan facultados para
modificar el número y composición de los órganos judiciales (creación de nuevas secciones
en una misma Audiencia o el incremento del número de Juzgados), pero sin que a través de
la potestad reglamentaria, puedan alterar el régimen de constitución y funcionamiento de los
órganos judiciales o alterar la determinación, naturaleza, competencia o planta de los
órdenes y órganos jurisdiccionales, ya que en este último caso, se infringiría el art. 24.2 de la
CE.
B) JUEZ LEGAL Y PODER JUDICIAL
El Juez legal predeterminado por la Constitución, ha de estar formal y materialmente
integrado en el Poder Judicial, ya que, como señala el art. 24.2, dicho Juez ha de ser
ordinario = ha de pertenecer a la Jurisdicción ordinaria o Poder Judicial.
Con la sola excepción de los Tribunales consuetudinarios y tradicionales, a los que se refiere
el art. 125, y la jurisdicción militar, la potestad jurisdiccional corresponde exclusivamente a los
Juzgados y Tribunales integrantes del Poder Judicial.
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Junto a los Tribunales de Excepción, también infringen el derecho al Juez las jurisdicciones
especiales, y en general, la atribución a órdenes de funcionarios de la potestad jurisdiccional
o a la propia Administración la posibilidad de imponer sanciones irrevocables.
Por Juez legal también hay que entender exclusivamente a los Juzgados y Tribunales
integrantes del Poder Judicial.
C) IGUALDAD
Si la igualdad es un valor superior del ordenamiento jurídico (art.1.1) y todos los ciudadanos
son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna (art.14), la
Constitución no puede permitir la hipotética creación de Tribunales instituidos por razón de
nacimiento, raza, seco, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o
social.
Más discutible puede parecer la subsistencia de determinados privilegios de ciertas
autoridades, tales como la inviolabilidad o ausencia de responsabilidad, civil o penal; la
inmunidad o imposibilidad de ser detenido; el aforamiento a determinados órganos
jurisdiccionales superiores, o las exenciones al deber de comparecer y declarar verbalmente
ante el Juez de instrucción.
Desde un punto de vista material tales discriminaciones no constituyen privilegios, sino
prerrogativas de los miembros de los Altos Órganos del Estado, destinadas exclusivamente a
permitir su regular e imparcial funcionamiento.
D) INDEPENDENCIA.
Al exigir nuestra Ley Fundamental que los titulares de la potestad jurisdiccional sean Jueces
y Magistrados independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio
de la ley, dicha nota esencial viene a erigirse (instituirse) en la causa legitimadora, a través
de la cual la Jurisdicción misma se justifica.
Cualquier parte procesal, que pueda tener dudas fundadas sobre la imparcialidad del Juez,
puede sugerir su abstención o provocar su recusación a través de las causas y del incidente
previsto en las Leyes procesales, ya que tales garantías integran el concepto del Juez legal, y
por tanto, su infracción posibilita la interposición del recurso de amparo por vulneración de los
derechos fundamentales al Juez legal o a un proceso con todas las garantías.
E) JUEZ ORDINARIO Y SUMISIÓN AL DERECHO.
Porque la sumisión del Juez a la ley y al Derecho, junto con la independencia judicial,
conforman la legitimación del oficio judicial, la puesta en relación de los apartados 3 y 1 del
art. 117 nos muestra que la Constitución exige que el Juez ordinario ejercite la potestad
jurisdiccional mediante la aplicación del Derecho a los casos concretos.
Deben los Jueces y Magistrados huir de impresiones subjetivas o de plasmar sus opiniones
personales en las sentencias. En particular, no pueden los jueces ejercer funciones “políticas”
a través de sus sentencias, lo que no significa que los Jueces deban ser “apolíticos”, sino
sencillamente que, a la hora de solucionar un conflicto, no pueden tener otro norte que la
aplicación del Derecho reclamable al caso concreto, con arreglo al sistema de fuentes
preestablecido.
Lo que nuestra Ley Fundamental prohíbe únicamente es la figura del “Juez político”: del
hipotético Juez que, a la hora de solucionar el conflicto, no duda en violentar el espíritu y la
letra de la Ley en aras de una ideología determinada.
Deben entenderse contrarios al principio del “Juez legal” los “juicios de equidad” que todavía
se encuentran previstos en alguna ley especial, como la de Propiedad Horizontal.
F) JUEZ LEGAL Y COMPETENCIA.
El Juez ordinario “predeterminado por la ley” no puede ser otro sino el Juez objetiva,
funcional y territorialmente competente, de tal suerte que las normas relativas a la
competencia judicial, vienen, en principio, a integrar el art. 24.2 de la CE y a adquirir una
cierta relevancia constitucional.
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Para que vulnere el derecho fundamental al Juez legal se hace preciso que dicha infracción
de la norma atributiva de la competencia implique, además, la violación de las garantías
constitucionales de los órganos jurisdiccionales de modo especial, la de la independencia
judicial.
Si a través de la manipulación en normas de la competencia funcional, tales como el “reparto
de los asuntos” o la constitución de los órganos colegiados, se consigue que un determinado
litigio pase al conocimiento de un determinado órgano judicial por la única razón de que de
antemano se sabe cuál vaya a ser la solución que éste va a adoptar en la composición del
conflicto, se habrá infringido el derecho al Juez legal.
Idéntica violación cabe apreciar si en la constitución de los órganos colegiados se manipula
su composición, ya que, como el TC tiene declarado, el Juez ordinario predeterminado por la
ley “exige también que la composición del órganos judicial venga determinada por la ley y
que, en cada caso concreto, se siga el procedimiento legalmente establecido para la
designación de los miembros que han de constituir el órgano correspondiente.
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SECCIÓN TERCERA- LA ORGANIZACIÓN DEL PODER JUDICIAL.

TEMA 7- LA ORGANIZACIÓN DEL PODER JUDICIAL


1- LA ORGANIZACIÓN DEL PODER JUDICIAL: CONCEPTO
Art. 117.1- que los Jueces y Magistrados integran el Poder Judicial, formando parte de los Juzgados
Tribunales, a quines el número tercero del mismo art. 117 les otorga en exclusiva el ejercicio de la
“potestad jurisdiccional”. Pero, el art. 122 crea, el CGPJ, al que la Constitución le confía el gobierno de
los Jueces y todo lo relativo a su estatuto jurídico.
Coexisten dos tipos de organizaciones del Poder Judicial: la jurisdiccional y la gubernativa.
A) ORGANIZACIÓN JURISDICCIONAL.
El Poder judicial actúa como Jurisdicción cuando, dictando actos “ad extra”, “juzga y hace ejecutar lo
juzgado”. Para ello, se constituye en forma de Juzgado, Tribunal o Salas de Justicia, tal y como
disponen la LOPJ y las Leyes de Enjuiciamiento. Sus resoluciones son actos procesales, los cuale
pueden ser impugnados con arreglo al sistema de recursos preestablecido para un determinado objeto
procesal.
El Poder Judicial- en cuya cúspide se sitúa el TS, el cual es definido por la Constitución como “Tribuna
superior” de todos los órdenes y órganos jurisdiccionales (art. 123 CE) y a quién las Leyes de
Enjuiciamiento le confieren la función emitir su “doctrina legal”, vinculante para todos los Juzgados
Tribunales. Por debajo del TS se encuentran los TSJ, las AN y AP, los Juzgados de 1ª instancia, de
instrucción, de lo mercantil, de violencia sobre la mujer, de lo penal, de lo social, de menores y de
vigilancia penitenciaria y los Juzgados de Paz, cuya competencia objetiva se determina en los arts. 53
98 53-98 LOPJ.
PIRÁMIDE-

TS- 5 Salas
TSJ- con sala Civil y Penal, social y cont-administrativo.
AP- con salas de lo civil y de lo penal.
AN- con competencia Penal y Cont- Administrativo.
Juzgados de 1ª Instancia (civil) y/o de Instrucción, de los mercantil, de lo penal, de lo social, de lo cont
admvo, de menores de vigilancia penitenciaria y juzgados de violencia sobre la mujer.
Juzgados de paz- (competencias civiles y penales)

Art- 12.1 LOPJ- en el ejercicio de la potestad, los jueces y magistrados son independientes respecto a
todos los órganos judiciales y de gobierno del Poder Judicial. Y art. 12.2- establece que lo
magistrados superiores no pueden, fuera del cauce de los recursos, censurar o corregir la aplicación e
interpretación de las normas efectuada por los Jueces inferiores.
B) ORGANIZACIÓN GUBERNATIVA.
Los jueces y magistrados son también funcionarios, dependiente, en último término, del CGPJ. Su
relación funcionarial que les vincula con los órganos de gobierno del Poder Judicial ocasiona e
surgimiento de “actos administrativos”, en los que dichos órganos de gobierno no ejercitan potestad
jurisdiccional alguna, sino la potestad administrativa de “autotutela”
Es el CGPJ quine ostenta todas las potestades gubernativas, incluida la disciplinaria. Así el CGP
tiene competencia para la designación, formación, promoción y régimen disciplinario de los jueces
magistrados, así como para dirigir la alta inspección de juzgados y tribunales.
En materia gubernativa sobre jueces y magistrados la competencia plena la ostenta el CGPJ, si bien
sobre determinadas materias pueden conocer, con subordinación a dicho órganos, las Salas de
gobierno del TS, de los TSJ y de la AN.
En la base de esta pirámide se encuentran los “Jueces Decanos”, con escasas funciones gubernativas
Los presidentes de sala están facultados para dictar correcciones disciplinarias sobre los profesionale
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que se relacionen con el tribunal. Los presidentes de las AP, de los TSJ y del TS ostentan facultade
de inspección sobre los juzgados y tribunales de su demarcación. Las funciones gubernativas sobre lo
jueces y magistrados son conferidas a las salas de gobierno de los TSJ, quienes ejercen determinada
facultades disciplinarias y de incapacitación.

CGPJ
Salas de gobierno del TS y de los TSJ y AN
Presidentes del TS, de los TSJ, de las AP y de la Sala Jueces Decanos.

2- TRIBUNALES NO INTEGRADOS EN EL PODER JUDICIAL


Los Juzgados y Tribunales que integran el Poder Judicial se encuentran determinados en el art. 26
LOPJ.
Se rigen en su aspecto gubernativo por la LOPJ y en el procesal, por las Leyes de Enjuiciamiento (civi
criminal, contencioso-administrativa, leyes de procedimiento laboral, de menores y penitenciaria)
Junto a dichos órganos, subsisten otros que, aun cuando dentro de sus respectivas esferas de
competencia también ostenten la potestad jurisdiccional, ello no obstante, no se rigen por la LOPJ, su
independencia es distinta a la de los jueces y magistrados y suelen dictar sus actos a través de leye
procesales diferentes a las de Enjuiciamiento.
No se encuentran expresamente contemplados en su Título VI de la CE, referente al Poder Judicial.
Estos órganos jurisdiccionales, que no integran el Poder Judicial, pero que forman parte de la
Jurisdicción, están integrados por las Jurisdicciones especiales, los Tribunales supranacionales.
JURISDICCIÓN= Poder Judicial + Tribunales Especiales + Jurisdicciones especiales +
Tribunales Supranacionales.
A) LAS JURISDICCIONES ESPECIALES
Aparecen en el art. 117.5 CE y se oponen al principio de “unidad jurisdiccional”.
El precepto constitucional tan sólo contempla y legitima como jurisdicción especial a la militar.
B) LOS TRIBUNALES ESPECIALES.
a) El Tribunal constitucional. Es el intérprete supremo de la Constitución, independiente de los demá
Poderes del Estado a cuyas decisiones están sometidos todos ellos, incluido el Poder Judicial.
b) El Tribunal de Cuentas. Desde el punto de vista subjetivo sus magistrados ostentan la misma
independencia e inamovilidad que los miembros del Poder Judicial.
Desde el punto de vista objetivo, también ejercitan la potestad jurisdiccional, en materia de conflictos
cuestiones de competencia, forman parte del orden jurisdiccional contencioso-administrativo y la mayo
parte de sus sentencias pueden ser recurridas en casación ante la sala de lo contencioso
administrativo del TS, circunstancia que abona por conferir a este órgano naturaleza mixta
jurisdiccional y administrativa.
c) los Tribunales consuetudinarios y tradicionales fueron anunciados por el art. 125 CE y se encuentran
previstos en el art. 19.3 y 4 de la LOPJ. La independencia de estos órganos jurisdiccionales proviene
fundamentalmente de su “auctoritas”, autoridad moral o prestigio de sus jueces, que ocasiona que su
sentencias sean acatadas voluntariamente, en la mayoría de las ocasiones, por los agricultore
condenados por estos Tribunales especiales.
C) LOS TRIBUNALES SUPRANACIONALES.
Los tribunales supranacionales alcanzan su legitimación constitucional en virtud de la suscripción po
Las Cortes de un tratado internacional (art. 93-96 CE), que conlleva la consiguiente cesión de
soberanía y sumisión, con respecto a las materias por ellos contempladas, de los españoles a la
Jurisdicción de tales Tribunales internacionales o europeos.
Merecen destacarse los Tribunales de Justicia y de 1ª Instancia de las Comunidades europeas con
competencia, mediante la solución de cuestiones prejudiciales, para la aplicación de los Tratados de la
Unión Europea o Derecho Comunitario y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, competente para
la aplicación, a través del recurso individual, del Convenio Europeo de Derechos Humanos o de Roma
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de 4 de noviembre de 1950 y cuya jurisprudencia vincula a todos los poderes públicos españoles, en
virtud de los dispuesto en el art. 10.2 CE, si bien, hasta tanto no se transforme en el enunciado
“Tribunal Constitucional Europeo” no se encuentra situado por encima de nuestro TC.
3- EL PODER JUDICIAL Y LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS.
Cabe distinguir de un lado, el Poder Legislativo (las cortes) y Ejecutivo (el gobierno) central y, de otro
las Asambleas Legislativas y Consejos ejecutivos de las CCAA, el Poder Judicial es único y pertenece
al Estado.
En nuestro Estado compuesto, a diferencia de los federales, no cabe hablar de la existencia de
“Poderes judiciales autonómicos” que vendrían a yuxtaponerse al poder judicial del estado centra
pues el art. 117.3 configura al poder judicial como informado por el principio de unidad jurisdicciona
Siendo pues el poder judicial único y situándose en su cúspide el TS como Tribunal superior de todo
los órdenes jurisdiccionales. Carecen de legitimidad constitucional cualquier propuesta de creación de
tribunales superiores de casación o de consejo regionales de gobierno del poder judicial.
A) LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Y LAS CLÁUSULAS SUBROGATORIAS
El concepto de Administración de Justicia aparece contemplado en el art. 149 de la CE “El Estado tiene
competencia exclusiva sobre las siguientes materias…
Sólo al Estado Central le asiste la competencia legislativa, que ha de ser ejercida, en virtud de lo
dispuesto en el art. 122.1 CE, mediante Ley Orgánica en todo lo relativo a la constitución
funcionamiento y gobierno de los órganos jurisdiccionales, así como en lo referente al estatuto de lo
jueces y magistrados, como reglamentaria y de ejecución, potestades estas últimas que, en la
actualidad, se distribuyen entre el CGPJ y el Ministerio de Justicia. Comprende tanto todo lo relativo a
la constitución y funcionamiento de los juzgados y tribunales, como su gobierno por el consejo, e
estatuto de los jueces y magistrados, cuya competencia reglamentaria y ejecutiva corresponde en su
totalidad al CGPJ y Ministerio Fiscal.
Administración de Justicia= Jurisdicción (potestad jurisdiccional + Autogobierno + Estatuto de
Jueces y Magistrados) + Ministerio Fiscal + Legislación sobre personal al servicio de la
Administración de Justicia + órganos colaboradores supraautonómicos.
La práctica totalidad de los 14 Estatutos de Autonomía (salvedad hecha del de Cantabria) procedieron
a contemplar las llamadas “cláusulas subrogatorias”, conforme a las cuales a las CCAA le
corresponde ejercer todas “las facultades que las leyes orgánicas del poder judicial reconozcan o
atribuyan al gobierno del estado”
Al TC se le trasladó, vía recurso de inconstitucionalidad la delicada tarea de delimitar las competencia
entre el CGPJ y Ministerio de justicia, de un lado, y las CCAA, de otro.
La clave de esta delimitación se efectuó a través de la creación por el TC del concepto “administración
de la Administración de Justicia”, cuando el art. 149.1 se refiere a la Administración de Justicia
contempla exclusivamente el núcleo duro del poder judicial, todo lo relativo a la potestad jurisdicciona
al autogobierno y al estatuto de los jueces y magistrados, materias todas ellas, cuya competencia
corresponde en exclusiva al Estado.
La Administración de la Administración de justicia no es competencia exclusiva del Estado, sino que
puede aparecer compartida entre el Ministerio de Justicia y las CCAA:
Todos los funcionarios judiciales, distintos a los Jueces, Magistrados y miembros del Ministerio Fisca
cuya competencia que pude ser transferida dentro de los límites a las CCAA. Pueden dicha
Comunidades extender su competencia sobre medios materiales, es decir, la infraestructura o soporte
físico.
B) LA “ADMINISTRACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA”
El Ministerio de Justicia y las CCAA ostentan competencia compartida sobre los medios materiales
personales, que constituyen el soporte de la administración de justicia.
a) Criterio negativo. Competencias que no tienen.
b) Criterio positivo. Competencias exclusivas que tienen.
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Las CCAA con competencias asumidas, si bien carecen de potestad legislativa, ostentan, sobre dicho
personal, las potestades reglamentaria, ejecutiva y disciplinaria.
Art. 437.5 LOPJ según el cual el Ministerio de Justicia, previo informe del CGPJ y de las CCAA con
competencias asumidas, determinará las dotaciones básicas de las “unidades procesales de apoyo
directo” que pueden ser definidas como las unidades de la Oficina judicial que directamente asisten a
Jueces y magistrados en el ejercicio de las funciones que les son propias, realizando las actuacione
necesarias para el exacto y eficaz cumplimiento de cuantas resoluciones dicten.
Art. 438 LOPJ “servicios comunes procesales”, son las unidades de la Ofician judicial que, sin esta
integradas en un órgano judicial concreto, asumen labores centralizadas de gestión y apoyo de
actuaciones derivadas de la aplicación de las leyes procesales, el ministerio de Justicia y las CCAA en
sus respectivos territorios serán competentes para su diseño, creación y organización, con funcione
de registro y reparto, actos de comunicación, auxilio judicial, ejecución de resoluciones judiciales
jurisdicción voluntaria.
Art. 439 LOPJ las CCAA sólo ostentan, competencia para el diseño, creación y organización de la
“unidades administrativas” que, sin estar integradas en la Oficina judicial, se constituyen en el ámbito
de la organización de la Administración de justicia para la jefatura, ordenación y gestión de los recurso
humanos de la Oficina Judicial sobre los que se tengan competencias, así como sobre los medio
informáticos, nuevas tecnologías y demás medios materiales.
C) LA PLANTA Y DEMARCACIÓN DEL PODER JUDICIAL.
Art 152 CE- “Un TSJ, sin perjuicio de la jurisdicción que corresponde al TS, culminará la organización
judicial en el ámbito territorial de la CCAA.
Art. 152 prevé la intervención de las CCAA en los proyectos de demarcación judicial. “En los Estatuto
de las CCAA podrán establecerse los supuestos y las formas de participación de aquéllas en la
organización de las demarcaciones judiciales del territorio”
El establecimiento de órdenes jurisdiccionales y la competencia objetiva de los Juzgados y Tribunale
es competencia exclusiva del Estado, a través de la LOPJ, así como también lo es la fijación de
número de órganos, sus clases y naturaleza.
Las CCAA ostentan competencia para: emitir informe sobre los anteproyectos de demarcación judicia
y sobre los proyectos de creación, modificación, supresión o especialización de los órgano
jurisdiccionales de su demarcación. Nombramiento de la terna (trío) de juristas de las Salas civil
Penal de los TSJ. Determinación de la sede y edificios del TSJ, de las AP, de los juzgados con
competencia provincial y de los juzgados de vigilancia penitenciaria, así como capitalidad de lo
partidos judiciales. Provisión de los recursos de los Juzgados y Tribunales.
4- LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR EL FUNCIONAMIENTO DE LA JUSTICIA
En el ejercicio de la función judicial, puede ocasionar daños patrimoniales a los ciudadanos, con
respecto a los cuales, y ante el menguado patrimonio del juez, no eran satisfactorios los mecanismo
para exigir la responsabilidad individual de los jueces y magistrados, la CE en su art. 121 “los daño
causados por error judicial, así como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal de la
administración de justicia, darán derecho a una indemnización a cargo del Estado, conforme a la Ley”
A) El daño ha de provenir del Poder Judicial, no sólo de los actos procesales efectuados por Jueces
Tribunales, en el ejercicio de su función jurisdiccional, sino también los que pueda cometer el persona
auxiliar y colaborador de la Jurisdicción (Policía Judicial incluida). No se comprenden los ocasionado
por el ministerio Fiscal, Abogacía del Estado, abogados, procuradores y demás intervinientes en e
proceso.
B) Dicho daño ha de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado en relación con una
persona o grupo de personas. No son resarcibles los daños que el justiciable haya de soportar o
cuando el daño haya sido ocasionado por la conducta dolosa o negligente. Pero el daño resarcible
puede ser físico o moral, incluido el daño emergente y el lucro cesante.
C) Los títulos de imputación de la responsabilidad han de obedecer a error judicial, funcionamiento
anormal de la justicia o prisión provisional ilegal por inexistencia del hecho. Si existiera dolo o culpa
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grave por parte de algún juez o magistrado, el Estado, una vez reparado el daño, podrá repetir contra
el mismo.
D) El procedimiento para exigir la responsabilidad patrimonial es distinto:
a) Tratándose de “error judicial” es necesario agotar previamente todos los recursos contra la
resolución lesiva; en segundo lugar, la acción ha de ejercitarse en el plazo de tres meses, a partir de
día en que pudo ejercitarse; en tercero, dicha petición se planteará ante la sala del TS del mismo orden
jurisdiccional al que pertenezca el órgano judicial causante del daño; en cuarto, se sustanciará la
pretensión declarativa por el cauce del recurso de revisión con audiencia del Ministerio Fiscal y de la
Abogacía del Estado; finalmente, si el TS declarara la existencia de error, habrá el interesado de dirigi
su pretensión resarcitoria ante el Ministerio de Justicia.
b) Pero, si nos encontráramos ante un supuesto de funcionamiento anormal la tramitación es má
sencilla: instancia al Ministerio de Justicia de conformidad con las normas que disciplinan la
responsabilidad patrimonial del Estado, es decir, provocación del acto administrativo y en su caso
recurso contencioso-administrativo.
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TEMA 8- EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


1. CONCEPTO Y NATURALEZA JURÍDICA.
Fue instaurado mediante la promulgación de su Ley Orgánica 2/1979 de 3 de octubre, únicas
disposiciones normativas por las que se rige, el art. 1.1 dice “El TC como intérprete supremo
de la Constitución, es independiente de los demás órganos constitucionales y está sometido
sólo a la constitución y a la presente LO”
Es el más alto órgano jurisdiccional, encargado de la defensa a interpretación de la
Constitución.
A) EL TC COMO ÓRGANO SUPREMO
Es el órgano jurisdiccional supremo, tanto por su función como por su situación institucional
con respecto a los demás poderes del Estado.
Su misión consiste en defender y garantizar “la primacía de la Constitución”, en nuestro
sistema jurídico, es la primera ley que ha de ser cumplida por todos los sujetos del Derecho,
tal como dispone el art. 9.1 CE “los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la
Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
Desde un punto de vista procesal, el TC ha de encontrarse situado por encima de todos los
poderes del Estado.
Todas las disposiciones y decisiones, tanto del Poder Legislativo, como del Ejecutivo o del
Judicial, si supuestamente infringen la constitución, pueden ser trasladadas y revisadas por el
TC en orden a confirmar su legitimidad constitucional o a proceder a su anulación definitiva.
Las sentencias del TS, en la medida en que infrinjan la constitución, pueden ser revisadas
por el TC.
Art. 1.1- “Independiente de los demás órganos constitucionales”, queda claro que el TC
ocupa la posición más alta, tanto en el organigrama jurisdiccional, como en el de los demás
poderes del estado.
Ejerce la potestad jurisdiccional, toda vez que su resoluciones definitivas, tal y como
examinaremos, gozan de todos los efectos de la “cosa juzgada”, pero también goza de
autonomía presupuestaria, así como puede ejercitar la potestad reglamentaria en materia de
organización y funcionamiento, en uso de la cual, y de lo previsto en el art. 165 CE, se otorgó
las funciones de autogobierno
Puede declarar la nulidad de los actos que menoscaben su jurisdicción. Las resoluciones del
TC no podrán ser enjuiciadas por ningún órgano jurisdiccional de Estado.
Tanto el Tribunal de comunidades Europeas, como de Derechos Humanos, no pueden ser
configurados como tribunales revisores y, por tanto, de carácter superior al TC, ya que, ni los
Tratados ocupan una posición jerárquica superior a la CE, ni “fuera de la Constitución existen
derechos fundamentales”, sin perjuicio de que el TC esté obligado a interpretar nuestra Ley
Fundamental con arreglo a los dispuesto en los Pactos Internacionales de Derechos
Humanos, y por consiguiente, de conformidad también con la jurisprudencia.
B) EL TC COMO ÓRGANO JURISDICCIONAL
Constituye un auténtico órgano jurisdiccional, por cuanto en él concurren las dos notas
esenciales definitorias de dichos órganos: la independencia judicial y la atribución exclusiva
de la “cosa juzgada”
El autogobierno del TC es incluso superior al de los tribunales ordinarios ya que, de un lado,
todas las facultades de gobierno, incluida la potestad disciplinaria, corresponde al Pleno de
gobierno o a la “comisión de gobierno” (tres magistrados designados por el pleno), lo que
permite afirmar la existencia de un régimen de “autogestión” (puesto que, a diferencia del
CGPJ que está integrado por vocales designados por el parlamento, aquí son los propios
magistrados del TC quienes ejercen todas las facultades inherentes a la organización y
funcionamiento del tribunal), y de otro, al igual que el CGPJ ostenta, no sólo la potestad
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reglamentaria, sino la autonomía presupuestaria suficiente para disponer de los medios
necesarios, sin interferencia alguna del Ejecutivo para el cumplimiento de su función.
El TC es independiente de los demás poderes del Estado y está sometido únicamente a la
Constitución, y que su legitimación (independencia y sumisión a la ley), es idéntica dentro de
sus respectivas competencias, a la del Poder Judicial.
En cuanto a la nota objetiva, configuradota de la Jurisdicción, esto es, la “cosa juzgada”,
también concurre en el TC, toda vez que aplica de una manera definitiva e irrevocable la
Constitución a los conflictos que se le planteen, gozando sus sentencias( son publicadas en
el BOE) en todos los efectos formales y materiales de cosa juzgada (art. 164.1 CE).
La independencia judicial concurre plenamente en los magistrados del TC, lo que permite
afirmar que, la naturaleza de dicho órgano jurisdiccional ha de ser encuadrada dentro de la
categoría de los Tribunales especiales, máxime si se repara en que, aun cuando no se rija
por las disposiciones de la LOPJ ni formalmente esté integrado en el Poder Judicial, cumple
con todas las notas delimitadora de dicha categoría: a) está previsto y su legitimidad proviene
de la propia Constitución y b) posee todas y cada una de las notas esenciales de los órganos
jurisdiccionales (independencia y cosa juzgada)
C) EL TC COMO CASACIÓN ESPECIAL
El TC es el guardián de la constitución, su función es obtener la aplicación efectiva de la
Constitución a los casos concretos, asegurando su interpretación uniforme.
Su función estriba en asegurar la aplicación uniforme de la ley, si bien con una importante
especialidad y es la de que no debe obtener dicha uniformidad, ni inmiscuirse en la aplicación
de la legalidad ordinaria (función propia del TS), sino única y exclusivamente en “la de
nuestra Ley fundamental”
Al TC le corresponde, en el ejercicio de dicha función, crear la única doctrina legal
constitucional que, vincula a todos los órganos del Poder Judicial, quienes, desde luego, en
virtud del principio de subsidiaridad, también están comprometidos en la aplicación de la CE:
pero dicha aplicación ha de resultar acorde con la doctrina legal del TC sobre la materia,
pues en otro caso, la parte procesal gravada puede reaccionar mediante la interposición de
un recurso de amparo a fin de obtener la sujeción efectiva del órgano judicial ordinario a la
doctrina constitucional del TC.
La función característica del TC consiste en asumir un control negativo de la
constitucionalidad de las normas y actos emanados de todos los poderes públicos. Su
función esencial estriba en anular las disposiciones con rango de ley y actos contrarios a la
Constitución, con absoluta prohibición, tal como dispone el art. 54 de la LOTC, de entrar a
conocer de los hechos que dieron lugar al proceso.
Se le autoriza también a restablecer el derecho fundamental vulnerado o a dictar sentencias
interpretativas que, en la medida en que añaden nuevos elementos normativos crean
Derecho, vinculan al Poder Legislativo.
La naturaleza del TC no difiere de la de un órgano jurisdiccional de casación especial, cuya
función esencial consiste en garantizar la aplicación efectiva e interpretación uniforme de la
constitución.
2- ORGANIZACIÓN.
El TC se compone de 12 magistrados, independientes, inamovibles, responsables y
solamente sometidos al imperio de la constitución.
A) LOS MAGISTRADOS DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Art. 159 y 160 CE.
Los Magistrados propuestos por el senado serán elegidos por el Senado serán elegidos
entre los candidatos presentados por las Asambleas Legislativas de las CCAA en los
términos que determine el Reglamento de la Cámara. Corresponde a los doce magistrados
del TC de conformidad con su sistema de autogobierno, designar a su presidente (y
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vicepresidente), mediante votación secreta, a quien le corresponde ostentar la representación
del Tribunal, ejercer la potestad disciplinaria (junto con el pleno y la junta de gobierno) y
convocar y presidir el pleno y las salas con “voto de calidad” en caso de empate y adoptar las
medidas precisas para el funcionamiento del Tribunal, de las salas y de las secciones.
B) FUNCIONES DEL TRIBUNAL
El tribunal actúa mediante el ejercicio de las funciones gubernativas y jurisdiccionales que le
son propias.
a) Gubernativas- la primera de las enunciadas funciones de autogobierno la ejerce la junta de
gobierno (integrada por el presidente, el vicepresidente, dos magistrados y el secretario
general) y el pleno del gobierno (los doce magistrados, asistidos con el secretario del
Tribunal).
Al pleno le corresponde aprobar el proyecto de Presupuesto del Tribunal para su
incorporación en el de Presupuestos Generales del Estado, así como establecer la plantilla
del Tribunal. También ostentan funciones de gobierno el Presidente, el Vicepresidente y el
Secretario General.
b) Jurisdiccionales- en el ejercicio de la potestad jurisdiccional el TC actúa en Pleno, en Salas
o Secciones:
- Al pleno del TC le corresponde normar a los magistrados que han de integrar las salas del
tribunal, decidir acerca de su recusación y, de modo primordial, deliberar y fallar las
sentencias relativas a los procedimientos de declaración de inconstitucionalidad (el recurso y
la cuestión de inconstitucionalidad que se reserve para sí), los conflictos de competencia
entre el estado y las CCAA y de defensa de la autonomía local, así como la resolución de
aquellos recursos de amparo que supongan una innovación esencial o cambio sustancial de
la doctrina legal del Tribunal.
- El tribunal se divide en dos salas, compuestas por seis Magistrados cada una de las cuales
se denominan 1ª y 2ª, estando dirigidas por el Presidente y por el vicepresidente
respectivamente, quienes ostentan voto de calidad.
La competencia de las salas, les corresponde conocer de los asuntos que, atribuidos a la
justicia constitucional, no sean de la competencia del Pleno y de los asuntos de suspensión
de los efectos de los actos impugnados en los recursos de amparo en tanto se tramita el
procedimiento de los recursos de inconstitucionalidad de la mera aplicación de doctrina.
- Cada sala, a su ver se subdivide en dos secciones, integradas por tres magistrados cada
una y presididas dos de ellas por el presidente y vicepresidente y las otras dos por los
magistrados designados por el pleno (normalmente los más antiguos). Aquí la existencia de
un número impar de magistrados, unido a la prohibición general de abstenerse en ele
ejercicio del voto, ocasiona que el presidente de la sección carezca de voto de calidad. Su
denominación es la siguiente: la sección 1º y la 2ª , integradas en la sala 1ª, y las secciones
3ª y 4ª, en la sala 2ª.
La función esencial de las Secciones consiste en pronunciarse sobre la “admisión” de los
recursos de amparo, a través de la providencias y autos de admisión o de inadmisión,
contribuyendo a cribar tales recursos, de tal suerte que se tramiten exclusivamente aquellos
que gocen de auténtico contenido constitucional y con respecto a los cuales se haya
observado el cumplimiento de todos los presupuestos procesales.
C) LOS SECRETARIOS DE JUSTICIA Y PERSONAL AUXILIAR
En la ordenación de los distintos procedimientos de los que conoce el TC, está asistido por
los Secretarios de Justicia y el necesario personal de auxiliar. La función de tales secretarios
consiste en ser depositarios y otorgar la “fe pública”, ordenar e impulsar el procedimiento y
dar cuenta a los Magistrados, sin que puedan asistir a las sesiones de los órganos
deliberantes, las cuales son secretas.
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Amplía las facultades de los secretarios, autorizándoles a inadmitir los recursos de amparo
por incumplimiento de los presupuestos procesales, de manera que cuando en la demanda
de amparo concurra algún defecto de naturaleza subsanable, la secretaría deberá ponerlo en
conocimiento del interesado en el plazo de 10 días, con apercibimiento de que, de no
subsanarse el mismo, se acordará la inadmisión del recurso.
D) EL SECRETARIO GENERAL
Elegido por el Pleno y nombrado por el Presidente de entre los letrados del tribunal. Autoriza
gastos y ordena pagos asistido por el gerente y controlado por la intervención del estado.
Asiste a los plenos gubernativos con voz pero sin voto.
E) LOS LETRADOS
Cuerpo de funcionarios y de técnicos contratados en función de su especialización entonos
los campos del Derecho. Si un funcionario es designado letrado del TC pasa a la situación
administrativa de “servicios especiales”. Auxilian las funciones jurisdiccionales de todos los
órganos deliberantes (informes, propuestas de resolución). Todos no están adscritos
formalmente a los Magistrados, sino a las Salas y a las funciones del Pleno.
Letrados de carrera- por concurso-oposición.
Letrados contratados- estricto concurso interno de méritos que decide libremente el Pleno.
Su estatuto es muy parecido al de los jueces y magistrados, debiendo guardar un riguroso
deber de secreto. Sin su actividad de asesoramiento en todos los ámbitos del derecho, no
podrá este órgano funcionar con la calidad que caracteriza a sus resoluciones.

3- FUNCIONES.
La genérica resolución definitiva e irrevocable, mediante la aplicación de la Constitución, de
los especiales conflictos que ante él se le planteen, y las específicas, consistentes en la
protección de los derechos subjetivos (fundamentales), el control (constitucional) normativo y
la creación judicial del Derecho o complementación del ordenamiento.
A) LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Protección de los derechos subjetivo: pero no de todos ellos, sino tan sólo de de los
constitucionales y no de todos ellos, sino exclusivamente la de los derechos fundamentales y
libertades públicas que el constituyente ha estimado dignos de protección especial a través
del recurso de amparo.
a) Objeto del recurso de amparo.
La descripción de tales derechos fundamentales, susceptibles de amparo constitucional, la
efectúa el art. 53.2 de la CE. Junto a dichos derechos fundamentales, adquieren también
singular relevancia los contenidos en los Pactos internacionales de Derechos Humanos, de
Nueva York y de Roma y, de modo especial, este último o “convenio Europeo de Derechos
Humanos” ya que dicho Tratado, suscrito por el Estado español en 1980 contempla un
órgano jurisdiccional encargado de su aplicación, el “TEDH” al que:
- Desde un punto de vista subjetivo- se le pueden trasladas las resoluciones denegatorias
del amparo en el TC.
- Desde un punto de vista objetivo- su doctrina legal goza de valor vinculante y ha de ser
secundada por todos los poderes públicos españoles.
b) Legitimación activa.
Art. 13.1 y 2 CE: al amparo constitucional pueden acudir tanto los nacionales cuando los
extranjeros, si bien a estos últimos tan sólo les está vedado el ejercicio del derecho de
acceso a cargos públicos.
Todavía cabe efectuar una relevante excepción: la de los ciudadanos europeos, quienes, por
obra del Tratado de Maastricht y la consiguiente reforma de la Constitución, gozan también
del derecho de sufragio pasivo en las elecciones municipales.
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Pero no sólo el titular del derecho fundamental puede ejercitar el recurso de amparo sino, en
general, toda persona que ostente un “interés legítimo”, así como el Defensor del Pueblo o el
Ministerio Fiscal. Así pues, todas las personas físicas y jurídicas, nacionales y extranjeras
que ostenten un interés legítimo pueden acudir ante el TC mediante la interposición de este
recurso constitucional.
c) Subsidiariedad.
Vulneraciones de derechos fundamentales efectuadas por el Poder Legislativo- recurso de
amparo en primera o única instancia en el TC.
Vulneraciones de Derechos fundamentales provenientes del poder ejecutivo o del judicial- en
primer lugar los tribunales ordinarios para el restablecimiento de los derechos fundamentales
y si no asumen su tutela es cuando se puede acudir al TC mediante el recurso de amparo
contra la última resolución recaída en el Poder Judicial.
El TC, como regla general, no conoce de los recursos de amparo en primera o única
instancia. Esta posibilidad está ceñida únicamente al conocimiento de las vulneraciones de
derechos fundamentales efectuadas por el Poder Legislativo. En las demás, provenientes del
Poder ejecutivo o del poder judicial, hay que cumplir previamente con las exigencias
derivadas del principio de subsidiariedad, establecido en el art. 53.2 de la CE, en cuya virtud
corresponde, en primer lugar, a los Tribunales ordinarios el restablecimiento de los derechos
fundamentales y, tan sólo en el supuesto de que no asuman su tutela es cuando se puede
acudir al TC mediante el recurso de amparo contra la última resolución recaída en el Poder
Judicial a fin de conseguir dicha a fin de conseguir dicha protección.
La tutela de tales derechos fundamentales por el Poder Judicial puede efectuarse a través de
los procesos ordinarios o mediante unos procedimientos especiales, civiles, administrativo y
el especial de trabajo. Todos estos procesos se caracterizan por su rapidez y eficacia.
B) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD DE LA LEGALIDAD
También le corresponde al TC la función genérica de control normativo, dicho control lo
ejerce exclusivamente con respecto a la Constitución y con el único objeto de que todo el
ordenamiento se adapte armónicamente a lo dispuesto en nuestra Ley Fundamental. Esta
función, consistente en obtener que todas las disposiciones con fuerza de ley se adapten al
principio de “jerarquía normativa”, situando en la cúspide del ordenamiento a la Constitución,
la ejerce el TC a través de diversos procedimientos de control abstracto y concreto de la
constitucionalidad, y de resolución de los conflictos de competencias entre el estado y las
CCAA o las Corporaciones locales.
a) Procedimientos de control de la constitucionalidad.
El TC garantiza la primacía de la Constitución y enjuicia la conformidad o disconformidad con
ella de las leyes, disposiciones o actos impugnados.
El objeto de tales procedimientos lo constituyen, pues, siempre las disposiciones normativas
con rango de ley o, lo que es lo mismo, los Estatutos de Autonomía, los Tratados, las LO y
Ordinarias., los D.Leyes y Legislativos, pero nunca los reglamentos inconstitucionales, los
cuales son controlados “difusamente” por todos los tribunales de lo Contencioso-
Administrativo, ni los actos administrativos, que, si vulneran algún derecho fundamental,
pueden ser anulados a través del recurso de amparo.
Los procedimientos estricto sensu de control de constitucionalidad son dos:
- El recurso de inconstitucionalidad- es un procedimiento abstracto. Para disposiciones
normativas con rango de ley, debidamente promulgados.
Después de su publicación pueden interponer el recurso- el Presidente del Gobierno, el
Defensor del Pueblo, 50 diputados o senadores, todos ellos en cualquier caso, y los Consejos
de gobierno o Asambleas Legislativas de las CCAA tan sólo cuando se trate de disposiciones
con fuerza de ley que puedan afectar al ámbito de su autonomía. Dicho recurso ha de
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interponerse dentro del plazo de 3 meses a partir de la publicación de la disposición
impugnada, cuya vigencia puede ser suspendida por el TC.
- La cuestión o duda de inconstitucionalidad- es un proceso concreto de control de la
constitucionalidad que pueden suscitar (causar) los Juzgados y Tribunales del Poder Judicial
en el curso de un proceso. También lo puede plantear el TC “autocuestión de
inconstitucionalidad” cuando en el seno de un recurso de amparo o de un conflicto en
defensa de la autonomía local, la sala del TC obtenga la duda de inconstitucionalidad. Si es
así, admitirá el conocimiento de la autocuestión al Pleno del TC a fin de que se pronuncie
mediante sentencia sobre la conformidad de la norma con al constitución.
Cuestiones prejudiciales- se trata de normas con rango de ley, supuestamente
inconstitucionales, y que el juez ha de aplicar en un proceso determinado.
Para que el juez plantee la “cuestión de inconstitucionalidad” se requiere: el “juicio de
relevancia” y que plantee la cuestión previa audiencia de las partes, una vez concluso el
procedimiento y dentro del plazo para dictar sentencia.
Juicio de relevancia- el juez exterioriza su pertinencia en la resolución a través de la que
plantea la cuestión, ha de determinar en el auto de planteamiento de la cuestión en que
medida de la resolución la misma depende el contenido del fallo.
Antes de adoptar mediante auto su decisión definitiva, el órgano judicial oirá a las parte y al
Ministerio Fiscal para que en el plazo común e improrrogable de 10 días puedan alegar lo
que deseen sobre la pertinencia de plantear la cuestión de inconstitucionalidad, o sobre el
fondo de ésta.
El planteamiento de la cuestión de constitucionalidad originará la suspensión provisional de
las actuaciones en el proceso judicial hasta que el TC se pronuncie sobre su admisión.
Publicada en el BOE, la admisión a trámite de la cuestión de inconstitucionalidad, quienes
sean parte en el procedimiento judicial podrán personarse ante el TC dentro de los 15 días
siguientes a su publicación, para formular alegaciones, en el plazo de otros 15 días.
Una vez oídas las partes, el TC resuelve mediante sentencia, la cual goza de los mismos
efectos de cosa juzgada que las recaídas en los recursos de inconstitucionalidad.
- Recurso y cuestiones de inconstitucionalidad- contra normas forales fiscales de los
territorios de Álava , Guipúzcoa y Vizcaya, dictadas en el ejercicio de sus competencias
exclusivas garantizadas y reconocidas en el Estatuto de Autonomía par el País Vasco.
b) Los conflictos de competencia entre el Estado y las CCAA.
Son unos procedimientos específicos de control de la constitucionalidad, limitados a
comprobar si las disposiciones y actos emanados de los distintos poderes del Estado, o de
sus poderes normativos y los de las CCAA, se adecuan o no al reparto constitucional de
competencias.
De todos los hipotéticos conflictos que pueden surgir entre los distintos poderes del Estado,
los más importantes suelen ser los que enfrentan al Estado con las Autonomías.
Las CCAA ostentan competencias legislativas y de ejecución derivadas del denominado
“bloque autonómico de la constitucionalidad”, es decir, de la asignación de competencias que
efectúa la Constitución, los respectivos estatutos de autonomía o determinadas LO.
Conflicto de competencia positivo- cuando gobierno y CCAA reclama para sí la competencia
o cuando el conflicto surge entre dos o más CCAA.
Los conflictos positivos o negativos han de plantearse por la parte gravada ante el TC. En el
plazo de 2 meses si la disposición o el acto fuera impugnado por el gobierno o en el de 1 mes
posterior a la contestación del requerimiento previo de incompetencia (que ha de efectuar la
CA al gobierno dentro de los 2 meses siguientes a la publicación de la disposición
impugnada)
Gobierno- 2 meses para reclamar, 1 mes para que le contesten a la reclamación de la CA.
CA- 2 meses desde la publicación de la disposición a impugnar.
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Conflicto de competencia negativo- la Administración del Estado declina indebidamente su
competencia en una CA.
Conflictos de la Autonomía Local- los municipios y provincias pueden plantear un conflicto
ante el TC. Dentro de los 3 meses posteriores a la promulgación de la disposición con fuerza
de ley que supuestamente infringe la autonomía local, la corporación solicitará un informe del
órgano consultivo competente dentro del mes siguiente a la recepción de dicho dictamen.
Se promulga la ley- 3 meses para pedir informe- desde que se recibe el informe 1 mes para
interponer recurso.
C) COMPLEMENTACIÓN DEL ORDENAMIENTO.
Punto de vista subjetivo- debida a la supremacía de la Constitución y a la superior posición
institucional del TC es vinculante no sólo para los particulares, sino para todos los poderes
del estado, tanto centrales como autonómicos y lo demuestra la jurisprudencias constitucional
recaída en recursos de inconstitucionalidad y conflictos de competencia, que ha contribuido
decisivamente a la consolidación y configuración del Estado español de las Autonomía y en
recursos de amparo que han provocado importantes reformas de nuestro derecho legislado.
Punto de vista objetivo- debido a la circunstancia de que el techo de creación judicial del
derecho es más alto en el TC que el TS, la doctrina legal del TC vincula también al poder
legislativo. Esta es la razón por la cual, cuando el TC declara la inconstitucionalidad de una
ley, suelen las Cortes promulgar inmediatamente una nueva que colme dicho vacío
normativo.
La función del TC es esencialmente negativa, se limita a anular normas o actos y no debe ser
nunca positiva porque, se convertiría en legislador. Sin embargo, a través de las
denominadas sentencias interpretativas el TC llega a determinar las directrices o principios
constitucionales que han de inspirar al legislador ordinario en la promulgación de la nueva
ley.
La jurisprudencia de los tribunales de justicia recaída sobre leyes, disposiciones o actos
enjuiciados por el TC habrá de entenderse corregida por la doctrina derivada de las
sentencias y autos que resuelvan los procesos constitucionales.
La doctrina legal del TC abarca todos los sectores del Derecho, fundamentalmente el
Derecho Público.
La creación judicial del Derecho efectuada por el TC ha adquirido una singular relevancia,
sobre todo en el ámbito del Derecho Procesal Penal, en el que las más importantes reformas
han obedecido a la jurisprudencia emanada de dicho “intérprete supremo de la constitución”.
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LECCIÓN 9- LOS JUZGADOS Y TRIBUNALES
1- CRITERIOS PARA LA CREACIÓN DE LOS ÓRGANOS JUDICIALES.
La normativa aplicable sobre la determinación de los órganos jurisdiccionales y su respectiva
competencia objetiva se encuentra prevista en la LOPJ. Su art. 26 dispone “el ejercicio de la potestad
jurisdiccional se atribuye a los siguientes juzgados y tribunales…”
Diversos han sido los criterios, que han seguido el Legislador ordinario para determinar nuestra
organización judicial. Atendiendo a un primer criterio de especialización jurídica, derivada de la
complejidad del ordenamiento material, aparecen los “órdenes jurisdiccionales” (civil, pena
contencioso-administrativo y social) o manifestaciones de la Jurisdicción, que disciplinan los arts.
22 a 25.
Dentro de cada orden jurisdiccional coexisten unos órganos jurisdiccionales unipersonales, que la
LOPJ denomina Juzgados y otros que se denominan Audiencias o Tribunales.
El término Audiencia proviene de nuestro Derecho histórico, la misión de estos tribunales se
circunscribía (ajustaba) a escuchar las alegaciones o informes orales de las partes.
En sentido técnico, las Audiencias son también Tribunales, los órganos jurisdiccionales se denominan
Juzgados y los colegiados Tribunales.
Los Juzgados son órganos de instancia y, en cuanto tales, tienen como misión recabar los hechos
verificar su prueba y aplicar el Derecho mediante la Sentencia, en tanto que los Tribunales son
órganos de segundo grado, bien de apelación o de casación.
La existencia de Juzgaos (órganos de primera instancia) y de tribunales (de apelación o casación) e
una exigencia derivada, en último término, del derecho fundamental “a un proceso con todas la
garantías y del derecho a los recursos.
Si se desea evitar el arbitrio judicial, es necesario que las AP o los TSJ, a través del recurso de
apelación, revisen la valoración de la prueba y la aplicación del Derecho, efectuadas por lo
Juzgados de instancia. Y si se quiere, garantizar la seguridad jurídica y proteger el principio
constitucional de igualdad en la aplicación de la Ley del art. 14 CE, también resulta imprescindible
que el TS pueda, a través de la casación, revisar la aplicación del Derecho efectuada por lo
Tribunales de apelación, dotando, a través de su doctrina legal, de uniformidad a todo e
ordenamiento jurídico.
2- CRITERIO MATERIAL DE CREACIÓN DE ÓRDENES JURISDICCIONALES.
Debido a la instauración por la CE del principio de unidad jurisdiccional (art. 117.5) la LOPJ de 1985
procedió a refundir todas estas jurisdicciones y a incluirlas dentro del Poder Judicial bajo la
denominación de órdenes jurisdiccionales.
Los órganos jurisdiccionales no son, pues, jurisdicciones, sino manifestaciones de la Jurisdicción
(civil, penal, contencioso-administrativa o laboral)
En los arts. 22 a 25 de la LOPJ se fijan las materias sobre las que conocen tales órdene
jurisdiccionales.
A) El orden jurisdiccional civil es competente para la aplicación de todos los litigios o conflictos que
puedan surgir con ocasión de la aplicación del Derecho privado, civil y mercantil, incluida la
gestión del Registro civil. Los órganos que integran dicho orden jurisdiccional son los Juzgados de
Paz, los de 1ª instancia, los de lo mercantil, las AP, la sala de lo civil del TSJ y sala 1ª o de lo civ
del TS.
B) En el orden judicial penal, siempre preferente, está destinado a la actuación del “ius puniendi” de
Estado, cuando algún ciudadano cometiera un delito o una falta. Son órganos jurisdiccionale
penales: los juzgados de instrucción y centrales de la AN, los juzgados de violencia sobre la
mujer, los juzgados de lo penal y centrales de lo penal de la AN, las secciones del la AP y la AN
la sala de lo penal del TSJ y la sala 2ª de lo penal del TS. De la responsabilidad penal contra
autoridades militares aforadas al TS conoce la Sala 5ª o de lo militar. Si fuera menor conoce de ta
infracción el juez de menores, previa la instrucción efectuada por el MF. También se encuentra
incluidos el JVP
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C) El orden contencioso-administrativo conoce de las pretensiones contra los actos y Reglamento
de la Administración Pública que infrinjan el Derecho Administrativo, así como de la
responsabilidad patrimonial de dicha administración. Los Juzgados de lo Contencioso
Administrativo, las salas de lo contencioso-administrativo de los TSJ y de la AN y la sala 3ª o de lo
contencioso-administrativo del TS.
D) El orden social es competente par el conocimiento de todos los conflictos, individuales
colectivos, de trabajo y de las pretensiones en materia de S.Social. Juzgados de los social, la sala
de lo social del TSJ y de la AN y la Sala 4ª o de lo social.
3- CRITERIO TERRITORIAL DE CREACIÓN DE ÓRGANOS JUDICIALES.
Junto a la anterior organización judicial vertical, subsiste otra de carácter horizontal.
La determinación de los límites de su Jurisdicción de los órganos locales nos la efectúa la
“demarcación judicial”, cuya fijación constituye una materia de reserva de Ley, previo informe de la
CCAA, del CGPJ e iniciativa del Ministerio de Justicia, quien ha de confeccionar el correspondiente
Proyecto de ley.
Dicha demarcación judicial, que ha de ser respetuosa con la división territorial del Estado en
Municipios, Provincias y CCAA fue efectuada mediante la promulgación de la Ley 38/1988, de
Demarcación y Planta Judicial (LDP), la cual distingue los siguientes:
A) ÓRGANOS JURISDICCIONALES NACIONALES.
Integran esta categoría el TS, la AN y sus Juzgados Centrales de Instrucción, los Juzgado
Centrales de lo Penal, los Juzgados Centrales de lo Contencioso-Administrativo, los Juzgado
Centrales de VP y el Juzgado Central de Menores y son locales todos los demás.
B) ÓRGANOS JURISDICCIONALES DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Pertenecen a este grupo los TSJ, que por lo general, extienden su demarcación al ámbito territoria
de la CA respectiva, cuya organización judicial culminan. Se exceptúan de dicha regla las ciudade
de Ceuta y Melilla, que pertenecen al TSJ de Andalucía y los TSJ de esta última comunidad, la
Canaria y Castilla-León cuyas salas de lo contencioso-administrativo y de lo Social aparecen
duplicados con jurisdicción local intracomunitaria. Dichos órganos tienen su sede en la ciudad que
determine el respectivo Estatuto de la Autonomía, la cual suele coincidir con la de la Comunidad
Autónoma, aunque no necesaria.
C) ÓRGANOS JURISDICCIONALES PROVINCIALES
Son órganos jurisdiccionales provinciales, las AP con sede en la capital de la Provincia, así como
determinados Juzgados de lo Mercantil, de lo Penal, de lo Contencioso-administrativo, de VP y de
Menores, que, por lo general, extienden su competencia a la demarcación territorial de una Provincia
D) JUZGADOS DE PARTIDO
Integran esta categoría los Juzgados de 1ª Instancia y de Instrucción y los Juzgados de Violencia de
la Mujer, que extienden demarcación a un Partido Judicial. Tienen su sede en la capital del partido
Cuando existan una pluralidad de Juzgados de 1ª Instancia en un determinado Partido, se
denominan mediante un número cardinal.
El Partido Judicial viene determinado por la circunscripción territorial de un Municipio o grupo de
municipios limítrofes. La circunscripción electoral coincide con la división territorial judicial, la Junta
electoral Central es nacional, las Provinciales limitan su competencia en la Provincia y las de Zona a
la demarcación o partido judicial.
4- LA DIVISIÓN TERRITORIAL EN SALAS Y SECCIONES.
Los Tribunales se dividen, por razones de especialización, en Salas.
TS tiene 5 (de lo civil, de lo penal, de lo contencioso-administrativo, de lo social y de lo militar)
La AN tiene 3 (penal, contencioso-administrativo y social)
Los TSJ tienen 3 (Civil y Penal, Contencioso-Administrativo y Social), algunos pueden tener más.
A diferencia de las Salas que gozan de carácter permanente, las Salas pueden aparecer divididas en
Secciones con éste u otro carácter. Las Secciones son conjuntos de tres o más Magistrados que, po
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razones de división del trabajo, se constituyen en tribunales para el concreto conocimiento de lo
asuntos que se les asignen.
Las AP, que carecen de Salas, se dividen en Secciones, normalmente de naturaleza permanente.
En otros Tribunales como el TS, se constituyen aleatoriamente para el conocimiento en concreto de
cada asunto.

La constitución de las Secciones no permanentes puede atentar al derecho al juez legal, si no se


atiende a criterios objetivos en la designación de sus Magistrados y no se pone su composición en
conocimiento de las partes, con una antelación a la vista o a la decisión suficiente, para que puedan
ejercitar, en su caso, la recusación.
5- LA ESPECIALIZACIÓN DE JUZGADOS Y DE OTROS ÓRGANOS JURISDICCIONALES.
Dentro de cada orden jurisdiccional el CGPJ puede disponer, al amparo de lo dispuesto en el art. 98
órganos jurisdiccionales especializados en el conocimiento de determinadas materias. Para que
dicha especialización sea posible resulta necesario cumplir los requisitos señalados en el art. 98
LOPJ, según el cual debe existir más de un Juzgado de la misma clase en la circunscripción
correspondiente. La decisión del CGPJ deberá adoptarse previo informe de la Sala de Gobierno y se
publicará en el BOE con vigencia desde principios del año siguiente al de la publicación efectuada.
La LJCA de 1998 permite la especialización de Salas y Secciones por vía de reparto y de distribución
de asuntos, que será acordada por la Sala de Gobierno teniendo en cuenta la naturaleza
homogeneidad de la materia a que se refieren los recursos (art. 17LJCA)
También el Poder Legislativo puede crear órganos especializados. Introdujo los “Juzgados de lo
Mercantil” que, con sede en la capital de la Provincia y con jurisdicción en toda ella, están
especializados y conocerán de la materia concursal, del estatuto de la propiedad industria
transporte, Derecho Marítimo, condiciones generales de la contratación , recursos contra la
calificación del Registro Mercantil, Derecho comunitario y arbitraje mercantil.
6- ÓRGANOS COLEGIADOS.
A) EL TRIBUNAL SUPREMO. Arts. 53 al 61.
Es nuestro Tribunal de casación, por tanto está constitucionalmente legitimado para garantizar
obtener la aplicación de las Leyes ordinarias y asegurar, mediante la creación de su doctrina legal, la
interpretación uniforme del Derecho.
Su presidente es nombrado por el Rey, a propuesta del CGPJ, al cual también preside y está
compuesto por las 5 salas. Más la sala del art. 61.
a) La Sala de lo Civil del TS (Sala 1ª) Art. 56 de la LOPJ.
b) La Sala de lo Penal del TS (Sala 2ª) Art. 57 de la LOPJ.
c) La Sala de lo contencioso-administrativo del TS (Sala 3ª) Art. 58 de la LOPJ.
d) La Sala de lo Social del TS (Sala 4ª) Art. 59 de la LOPJ.
e) La Sala de lo Militar del TS (Sala 5ª)
B) LA AUDIENCIA NACIONAL. Arts. 62 al 69.
También la AN tiene jurisdicción en toda España y su sede en la ciudad de Madrid. Pero se diferencia
radicalmente del TS, en que no es un órgano de casación, sino un Tribunal de Apelación o de
instancia sobre las tasadas materias que la LOPJ le ha confiado. Está estructurada en cuatro salas:
a) La Sala de Apelación, art. 64 bis.
b) La Sala de lo Penal, art. 65.
c) La Sala de lo Contencioso-administrativo, art. 66.
d) La Sala de lo Social, art. 67.
C) LOS TRIBUNALES SUPERIORES DE JUSTICIA. Arts. 70 al 79.
Culminan la organización judicial de la CCAA, sobre territorio culminan su jurisdicción. Debido a la
circunstancia de que el Poder Judicial es único y la Administración de Justicia competencia exclusiva
del Estado, dichos tribunales pertenecen exclusivamente al Poder Judicial del Estado español.
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Desde un punto de vista subjetivo: han de informar sobre la demarcación judicial, la capitalidad de lo
partidos judiciales, sobre el horario de trabajo del personal auxiliar y han proponer una terna (trío)
designada por el Parlamento Autonómico, del tercer turno de juristas de reconocido prestigio para e
acceso a Magistrado de la Sala de lo Civil y Penal del TSJ.
Desde el punto de vista objetivo: los TSJ son concebidos, de un lado como Tribunales de casación en
todo lo referente a la aplicación del Derecho Foral, civil Especial y Administrativo autonómico, y de
otro, como Tribunales Superiores de Apelación, todas las instancias procesales han de finalizar, bien
en el TSJ, bien en órganos jurisdiccionales inferiores del TSJ, sin que pueda el TS conocer, mediante
el recurso de apelación, de tales competencias, debiendo su actividad quedar circunscrita a estimar
a través del recurso de casación, de las infracciones de la legislación estatal.
a) La Sala de lo Civil y Penal del TSJ. Art. 73
b) Las Salas de lo Contencioso-administrativo. Art. 74
c) La Sala de lo Social. Art.75.
D) LAS AUDIENCIAS PROVINCIALES Arts. 80 a 83.
Son Tribunales de apelación, en el orden civil, y mixtos, de apelación o instancia, en el penal, que
extienden su competencia sobre dichos órdenes jurisdiccionales en el territorio de una Provincia.
Las AP se dividen en Secciones, que pueden estar o no especializadas en el orden civil o penal.
a) En materia penal conocen, art. 82.
De las causas por delito grave, a excepción de las que la Ley atribuye al conocimiento de lo
juzgados de lo penal o de otros tribunales previstos en la LOPJ, como es el caso del Jurado. Po
delito grave hay que entender, no la calificación del CP, sino la del art. 14.3 LECrim (delitos con pena
privativa superior a 5 o no privativa superior a 10 años)
b) En el orden civil conocen, art. 82.
7- ÓRGANOS UNIPERSONALES.
Son los Juzgados de Paz, Juzgados de Proximidad (si son aprobados los proyectos de 16 y 23 de
diciembre de 2005), los Juzgados de Primera Instancia e Instrucción, los Juzgados de lo Mercantil, de
Violencia sobre la Mujer, de lo Penal, de lo Contencioso-administrativo, de lo Social, de Menores y de
Vigilancia Penitenciaria. Todos ellos son órganos de primera instancia, cuya función primordia
consiste en conocer de la fase declarativa del proceso, esto es, recabar, a través del proceso, todo e
material de hecho y de Derecho necesario para dictar la Sentencia, la que, a través del recurso de
apelación, podrá ser revisada por la AP, tanto en valoración de la prueba, como en todo lo referente a
la aplicación e interpretación del Derecho. También tienen asignada la fase de ejecución.
A) JUZGADOS DE PAZ- (Arts. 99 a 103)
Los Juzgados de Paz tienen su sede en aquellos Municipios en donde no exista Juzgado de 1
Instancia e Instrucción y limitan su demarcación a la del propio Municipio. Están administrados po
jueces legos o no necesariamente Licenciados en Derecho y con una competencia limitada a asunto
de pequeña cuantía y ciertas faltas leves.
a) En el orden civil les corresponde el conocimiento, en primera instancia, de los asuntos de cuantía
no superior a 90 euros que no estén comprendidos en ninguno de los casos a los que, por razón
de la materia, se refiere el apartado 1 del artículo 250 LEC, precepto que delimita al ámbito de
aplicación del “juicio verbal” Art. 47 LEC.
b) En el orden penal conocerán del lugar en el que la falta se hubiere cometido de los juicios po
faltas tipificadas en los arts. 626, 630, 632 y 633 del C.P. También conocerán de los juicios po
faltas tipificadas en el artículo 620.1 y 2 del C.P, excepto cuando el ofendido fuere alguna de la
personas a que se refiere el art. 153 del mismo código.
B) JUZGADOS DE 1ª INSTANCIA Y/O INSTRUCCIÓN Y JUZGADOS CENTRALES.
Los Juzgados de 1ª Instancias y/o Instrucción tienen su sede en la capital del partido judicial y su
jurisdicción abarca dicho partido. Como su nombre indica, son órganos unipersonales de primera
instancia en materia civil y de instrucción en lo penal, debiendo existir, al menos, uno de los tale
Juzgados por cada parido judicial.
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Existen también Juzgados Centrales de Instrucción en la AN para el conocimiento de esta fase en lo
delitos de la competencia objetiva de dicho órgano nacional y tramitarán los expedientes de ejecución
de las órdenes europeas de detención y entrega, así como los expedientes de extradición pasiva, en
los términos previstos en la Ley.
a) Los Juzgados de Primera Instancia conocerán en el orden civil:
Conocimiento de todos los asuntos civiles, con exclusión de la competencia de los Juzgados de Pa
y de los especializados. (Arts. 85)
b) Los Juzgados de Instrucción conocerán, en el orden penal: (Art. 87)
De la ejecución de medidas de embargo y aseguramiento de pruebas transmitidas por el auxilio
judicial de los Estados de la UE.
C) JUZGADOS DE LO MERCANTIL
Son competentes para conocer de cuantas cuestiones se susciten en materia concursal, en lo
términos previstos en su Ley reguladora. (Arts. 86 bis y 86 ter)
D) JUZGADOS DE VIOLENCIA SOBRE LA MUJER.
(Art. 87 bis y 87 ter)
E) JUZGADOS DE LO PENAL Y JUZGADOS CENTRALES
Los Juzgados de lo Penal fueron creados para cumplir con la Doctrina del TC, sobre la imparcialidad
objetiva, pues, con anterioridad a aquel años, los Jueces de Instrucción acumulaban funcione
instructoras y de enjuiciamiento e infringían, por tanto, esa regla del derecho al Juez legal imparcial
del acusatorio, según el cual “el Juez instruya, que no falle”.
Su competencia se circunscribe al conocimiento de la fase de juicio oral de los delitos leves y meno
graves, que lleven aparejada una pena privativa no superior a cinco años o privativa de derechos no
superior a diez, excluyéndose los delitos de la competencia del Jurado. De los delitos más grave
conoce la AP. (Arts. 89 y 89 bis)
F) JUZGADOS DE LOS CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO Y JUZGADOS CENTRALES.
Se crearon fundamentalmente para descongestionar la sobrecarga de trabajo de las Salas de lo
Contencioso de los TSJ, constituyeron todo un éxito por cuanto han contribuido a acercar la Justicia
administrativa a los ciudadanos y a dotarla de una mayor rapidez y eficacia. (Art. 90, 91)
Con sede en Madrid, y con jurisdicción en toda España, existen Juzgados Centrales de lo
Contencioso-Administrativo que conocen, en primera o única instancia, de los recursos contencioso
administrativos contra disposiciones y actos emanados de autoridades, organismos, órganos
entidades públicas con competencia en todo el territorio nacional, en los términos que la Le
establezca.
G) JUZGADOS DE LO SOCIAL (Arts. 92 y 93)
Competencia universal para el conocimiento de todos los conflictos individuales y colectivos de
trabajo no reservados en la primera instancia a la Sala de lo Social del TSJ o AN.
H) JUZGADOS DE VIGILANCIA PENITENCIARIA Y CENTRALES.
Son órganos unipersonales de carácter provincial (si bien pueden ser también intra o
interprovinciales)
Con jurisdicción en toda España y sede en Madrid, habrá uno o varios Juzgados Centrales de
Vigilancia Penitenciaria que tendrán las funciones jurisdiccionales descritas y las demás que señale
la Ley, en relación con los delitos competencia de la AN. En todo caso, la competencia de esto
Juzgados Centrales será preferente y excluyente cuando el penado cumpla también otras condena
que no hubiesen sido impuestas por la AN. (Art. 94 y 95)
I) JUZGADOS DE MENORES Y JUZGADO CENTRAL DE MENORES. (Art. 96 y 97)
Los Juzgados de Menores, sustituyeron al “Tribunal Central de Menores”, tienen por lo genera
ámbito provincial , si bien se creó el Juzgado Central de Menores con ámbito nacional para e
conocimiento de delitos de terrorismo cometidos por menores. De 14 a 18 años.
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TEMA 10- EL TRIBUNAL DEL JURADO.
1- EL JURADO: FUNDAMENTO Y NATURALEZA.
Art. 125 de la CE.
De todas las formas de participación popular contempladas en la norma fundamental (la acción popula
y los tribunales consuetudinarios y tradicionales), el jurado, desde una perspectiva democrática
representa, sin duda alguna, la más perfecta, ya que a través de él los ciudadanos asumen
directamente el ejercicio de la potestad jurisdiccional.
Mediante el jurado, es el propio pueblo español quien directamente asume el ejerció de una de las tre
potestades del Estado: la potestad jurisdiccional. En el jurado no es que la “justicia emane del pueblo”
sino que es el pueblo mismo quien la administra. En el jurado es el pueblo quien asume por sí mismo
sin intermediarios, el ejercicio de la potestad jurisdiccional, lo que permite encuadrar a este derecho
dentro de los subjetivos públicos cívicos y activos.
2- EVOLUCIÓN HISTÓRICA.
A) EL JURADO ESPAÑOL
La historia del jurado español es la misma que la de la propia revolución liberal: instaurado con e
acceso al poder de los liberales, pronto había de ser suprimido bajo la égida (protección) de lo
gobiernos conservadores.
De la evolución histórica del jurado español se pueden extraer las siguientes conclusiones:
- Su manifiesto contenido ideológico liberal, en tanto que instrumento para la democratización de la
justicia y consolidación en el proceso penal del sistema acusatorio.
- Desde el punto de vista participativo, su carácter “burgués”, machista y en general con un fuerte
absentismo de las clases medias.
- Atendiendo a la competencia objetiva, y no obstante haber nacido el jurado para la defensa de la
libertades públicas y el conocimiento de los delitos más graves, lo cierto es que ya la Ley de 1888
extrajo de su competencia los delitos de lesa majestad, electorales y de falso testimonio, y la
reformas republicanas hicieron otro tanto con los delitos de rebelión y de sedición, terrorismo
contra los altos poderes del Estado y forma de gobierno, falsedades y falsificaciones.
- Su carácter “selectivo” en la represión de los delitos: del jurado español, como del francés de la
época, se decía que era galante y propietario, pues en los delitos pasionales (sobre todo si la
acusada era una mujer), hacía gala de lenidad (suavidad), en tanto que en los delitos contra la
propiedad era extremadamente severo.
B) EL JURADO EUROPEO.
Viene marcada por las siguientes etapas: la importación del jurado anglosajón, su transformación en
jurado “mixto” y la instauración del sistema de “escabinado”
a) El jurado anglosajón. El jurado es una institución inglesa, que fue importada a la Europa continenta
tras la Revolución francesa, mediante la Ley 16-26 de septiembre de 1791.
En su primera manifestación el jurado francés aparece concebido a imagen y semejanza del inglés. Se
le encomendaba la función de conocer exclusivamente de las cuestiones de hecho, reservándose lo
magistrados, con exclusiva separación de funciones, la aplicación del Derecho y todo lo referente a la
individualización de la pena.
Los jurados, temiendo que de pronunciar un veredicto de culpabilidad (principalmente en los crímene
pasionales), los magistrados pudieran imponer una pena excesivamente rigurosa, optaron en mucha
ocasiones por evitar esta duda o evento a través de la adopción de injustificados veredicto
absolutorios.
La historia legislativa francesa estuvo caracterizada por la ampliación del objeto procesal del veredicto
a fin de que los jurados pudieran vincular más al Tribunal de Derecho en la aplicación de la pena. De
este modo la Ley de 5 de marzo de 1832 amplió el veredicto al conocimiento de las circunstancia
atenuantes de la responsabilidad penal.
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Pero el esfuerzo fue en vano porque al poder rebajarse la pena tan sólo en un grado, los ciudadano
seguían considerando insuficiente este indirecto poder sobre la determinación de la pena y seguían
pronunciando injustificadas absoluciones.
b) El jurado “mixto”. Dentro de esta política legislativa de ampliación de la esfera de conocimiento de
jurado debe efectuarse una especial referencia a la también Ley francesa de 5 de marzo de 1932, la
cual significó un paso más en dicha trayectoria pues, aun manteniendo la estructura formal del jurado
anglosajón (el jurado seguía deliberando y decidiendo por sí solo todas las cuestiones de hecho)
posibilitó, que una vez pronunciado el veredicto y siempre que esté fuera inculpatorio, hubieran de
reunirse Jueces legos y Magistrados en un mismo colegio a fin de adoptar por mayoría la
determinación cuantitativa de la pena. Permaneció vigente en Francia hasta la promulgación de la Le
de 25 de noviembre de 1941, que culminó dicha evolución, transformando al jurado en un
“escabinado”. Todavía mantienen el sistema mixto el C.P Noruega, Bélgica y Austria.
c) El escabinado. La tesis mayoritaria encuentra sus orígenes en el antiguo Derecho visigodo en e
que la administración penal de justicia era compartida entre los Jueces y el pueblo de cada ciudad
reunido en asamblea, a quienes conjuntamente les incumbía la función de pronunciar la sentencia. En
lo que sí existe unanimidad doctrinal es acerca de su origen inmediato, el cual cabe situarlo en la
reforma del Ministro Emminger del Código procesal penal en Alemania en 1924.
El escabinado se caracteriza por la reunión de Jueces técnicos y legos en un solo colegio, pero con
una relación favorable a estos últimos (normalmente 1 técnico por cada 3 jurados), a quienes se le
encomienda la función de deliberar y resolver la totalidad del objeto procesal pena, decidiendo
mediante el sistema de mayoría (en ocasiones “reforzadas” para la adopción de decisione
desfavorables al acusado), tanto los hechos, como la aplicación del Derecho y la individualización de la
pena. El Presidente del tribunal confecciona el sistema de preguntas, extraídas de los escritos de
acusación y de defensa, y las somete a votación en la sala de deliberaciones integrada conjuntamente
por magistrados y ciudadanos.
Con posterioridad a la 2ª Guerra mundial ha acabado instaurándose en la práctica totalidad de lo
países europeos. Magistrate Court inglesas, en Francia, Italia, Suecia, Portugal, cantones suizos
Grecia, etc.
Con la sola excepción de los Países Bajos, único Estado europeo que todavía no ha consagrado e
Jurado, el modelo anglosajón o histórico español “puro”, tan sólo permanece vigente en la Hig Cour
inglesa, en los USA, en Rusia, y ahora, en España, habiendo instaurado los demás países europeo
bien el sistema mixto, bien el escabinado.
3- REGULACIÓN LEGAL.
La configuración del jurado corresponde al Poder Legislativo, el derecho al jurado participa de la
naturaleza de los “derechos de configuración legal”. Dentro de los límites de la Constitución, las Corte
Generales son dueñas absolutas en la necesaria regulación de esta institución.
La LO 5/1995 de 22 de mayo, es la expresión de la configuración legal que se ha dado a dicha
institución.
A) MODELO DE JURADO.
Coexisten tres modelos de jurado: el anglosajón, el mixto y el escabinado.
La inclusión del término jurado en el tracto legislativo del actual art. 125 obedeció exclusivamente a
deseo del constituyente de erradicar la posibilidad de instauración en España de los tribunale
populares.
El legislador optó por establecer un jurado de tipo anglosajón compuesto por 9 ciudadanos extraído
por sorteo del censo electoral de cada provincia, a quienes se atribuye la función de dictar el veredicto
El Tribunal del Jurado está presidido por un Magistrado, que será de la AP. El juicio del jurado tiene
lugar sólo en el ámbito de los órganos jurisdiccionales colegiados citados, y que se celebra con mayo
frecuencia en las AP. Art. 2 de la LO del Tribunal del Jurado.
B) COMPETENCIA Y FUNCIONES DEL VEREDICTO.
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a) A una serie muy concreta de delitos, caracterizados por la ausencia de excesiva complejidad en la
acción típica o por ser los elementos normativos que lo integran más aptos para su valoración por lo
ciudadanos, ajenos al ejercicio habitual de la función judicial. Competencias Art. 1.
b) Las funciones del Tribunal del Jurado se regulan en los artículos 3º y 4º, distinguiéndose entre la
funciones propias de los jurados y las que corresponden al Magistrado-Presidente.
Tienen como misión especial emitir el veredicto.
c) La determinación del objeto del veredicto corresponde al Magistrado-Presidente quien, concluido e
juicio oral, somete al jurado, por escrito: los hecho alegados por las partes sobre los que deberá
pronunciarse, diferenciando entre hechos favorables y desfavorables al acusado; los hechos alegado
que puedan determinar la estimación de una causa de exención de la responsabilidad; el hecho que
determine el grado de ejecución, participación y modificación de la responsabilidad, y el hecho
delictivo por el cual el acusado habrá de ser declarado culpable o no culpable. (Art. 52)
El jurado oídas las parte e instruidos debidamente, se pronunciará sobre todas estas cuestione
procediendo a su deliberación y votación, que tendrán lugar a puerta cerrada. La votación es nominal
en voz alta, estando absolutamente vedada la abstención que acarreará desde la multa hasta la
posible exacción (exigencia) de la responsabilidad penal prevista, sin prejuicio de que se entienda
como voto favorable al acusado. Las decisiones que sean desfavorables al acusado deben se
adoptadas por mayoría de, al menos, 7 votos, y las que sean favorables por mayoría de 5. (Arts. 53
ss)
Conforme el art. 61, el resultado de la votación y las incidencias de la deliberación se reflejarán en un
acta, cuyo carácter más significativo estriba en la exigencia legal de que deberá incluir, en garantía de
la presunción de inocencia y del derecho a la tutela, la explicación de las razones por las cuales e
Jurado ha llegado a un concreto veredicto. Exige del Jurado un exhaustivo razonamiento de la prueba
lo que puede provocar no pocas nulidades de los veredictos. Por su parte, el TC distingue entre hecho
sencillos y complejos, y en cada caso, establece unos mínimos en la motivación del veredicto.
En todo caso, la exigencia de razonamiento de la prueba, unida a la falacia del dogma del jurado
anglosajón, consistente en la perfecta escindibilidad (divisibilidad) de los hechos con respecto a la
aplicación del Derecho (el cual se intenta superar mediante las instrucciones del Magistrado-Presidente
(art.57) o a través de la prescripción del art. 61.2 que faculta al Secretario a entrar en la Sala de
deliberaciones para que auxilie a los Jurados en la confección del acta), ha provocado no poca
Sentencias de casación de los veredictos con el consiguiente mandato de reproducción del juicio oral
la vulneración del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
C) CAPACIDAD, INCOMPATIBILIDAD, PROHIBICIONES Y EXCUSAS.
La Ley configura la función del jurado como un derecho de los ciudadanos en los no concurra motivo
que les impida ejercitarlo, y como un deber para quienes no estén incursos en causa de
incompatibilidad, prohibición o excusa. Dicha función será retribuida e indemnizada conforme se
determina reglamentariamente, con lo que se trata de evitar una excesiva onerosidad (molestia) de
cumplimiento del deber; y se dispone que, a efectos del ordenamiento laboral y funcionarial, ser jurado
se considera una función, cuyo cumplimiento representa un deber inexcusable de carácter público
personal. Se establecen una serie de medidas coercitivas para asegurar el cumplimiento de la
obligación, multa de hasta 1502,53 euros (art. 39) o incluso la pena de arresto mayor, que se sustituye
por la de arresto de 7 a 15 fines de semana.
Los requisitos y la capacidad para ser jurado se han regulado marginando absolutamente cualquie
sombra de discriminación por razón de sexo o de posición económica.
Según el art. 8 los únicos requisitos son: ser español mayor de edad, encontrarse en el pleno ejercicio
de los derechos políticos, saber leer y escribir, ser vecino (al tiempo de la designación) de cualquiera
de los municipios de la provincia en que el delito se hubiera cometido, y no estar afectado po
discapacidad física o psíquica que impida el desempeño de la función de jurado. No pueden ejercita
este derecho los extranjeros en la medida en que el art. 13.2 de la CE les excluya de su ejercicio.
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La amplitud con la que se regula la capacidad para ser jurado se ve delimitada por una serie de
disposiciones que, como es el caso de las causas de incapacidad, incompatibilidad y prohibicione
(arts. 9, 10 y 11), tienden asegurar la máxima idoneidad objetiva y subjetiva de las personas que
lleguen a desempeñar la función juzgadora. También se trata de lograr una participación lo má
aceptada y realista posible, para lo cual se establecen unas generosas causas de excusa (art.12)
D) PROCEDIMIENTO DE SELECCIÓN Y CONSTITUCIÓN DEL JURADO.
De entre los dos procedimientos de selección actualmente subsistentes en el derecho comparado
conocidos como objetivo y subjetivo, se optó en España por el objetivo, del que puede decirse que
permite una mayor participación popular al extraerse los candidatos a jurados del censo electora
mediante el correspondiente sorteo, a través del cual se confecciona la “lista bienal de candidatos a
jurado”.
El sistema subjetivo vigente en Alemania y en Italia, consiste en que el Ayuntamiento designe a lo
candidatos a jurado, y el inconveniente de que la designación del jurado recae, sobre los partido
políticos mayoritarios, burocratizándose el oficio del jurado.
Sobre la lista bienal, y para cada sesión que haya de celebrar el Jurado, se efectúa un segundo sorteo
para la extracción de 36 prejurados. 36 prejurados son citados de comparecencia para día
determinado, en el que las partes podrán ejercitar, sobre ellos, su derecho de recusación. Si como
consecuencia de las incomparecencias y recusaciones quedaran menos de 20 o más prejurado
comparecidos y no recusados ha de ser citado para formar parte de la “lista de sesión”
En el mismo día en el que deba iniciarse el juicio oral deben seleccionarse, de entre el mínimo de 20
los 9 ciudadanos que se constituirán como jurados en la concreta causa, así como 2 suplentes. A lo
largo del procedimiento se establecen las adecuadas garantías en orden a lograr la necesaria
publicidad, y la idoneidad objetiva y subjetiva de cada miembro del jurado mediante la oportunidad de
recusación o de alegación de la falta de requisitos para ser jurado, incapacidad, prohibición
incompatibilidades o excusa prevista por la ley.
Completado el proceso de selección, quedará constituido el Tribunal del Jurado bajo la presidencia de
Magistrado correspondiente, quien procederá a tomar promesa o juramento de su cargo, conforme a la
fórmula prevista en el art. 41, a los jurados designados, que desempeñarán su oficio sujeto a la
responsabilidades, incluso penales, reguladas por la Ley.
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TEMA 11- LA JURISDICCIÓN COMO PRESUPUESTO PROCESAL.
1- LA JURISDICCIÓN COMO PRESUPUESTO PROCESAL
La Jurisdicción supone el otorgamiento por el ordenamiento jurídico a un determinado
Tribunal de la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado. Constituye uno de los
presupuestos necesarios para que se ponga en marcha el proceso.
Para que un Tribunal ostente legítimamente la potestad jurisdiccional sobre un determinado
conflicto, resulta preciso que la materia litigiosa no esté exenta del conocimiento de los
tribunales españoles y que admitida la Jurisdicción del Estado español, tampoco quede
atribuido el conocimiento de dicho objeto a otra Jurisdicción especial, a otro Tribunal especial
o a otro orden jurisdiccional distinto al civil.
La jurisdicción se erige en un requisito previo al proceso, sin cuyo cumplimiento no puede
válidamente instaurase, ni, por lo tanto, puede el Juez entrar en el examen jurídico material
de la pretensión, es decir, no puede satisfacer materialmente la pretensión. Su concurrencia
debe ser examinada de oficio por el propio órgano jurisdiccional, de manera que, cualquier
actuación procesal realizada sin la concurrencia del presupuesto de la Jurisdicción es nula de
pleno derecho.
2- LOS LÍMITES DE LA JURISDICCIÓN ESPAÑOLA: PRINCIPIOS GENERALES Y
FUEROS EXCLUSIVOS.
Debido a que el Poder Judicial forma parte del Estado y sus límites vienen determinados
fundamentalmente por el territorio y la ciudadanía española, el art. 21.1 LOPJ.
Los juzgados y tribunales españoles conocerán de los juicios que se susciten en territorio
español entre españoles, entre extranjeros y entre españoles y extranjeros con arreglo a lo
establecido en la presente Ley y en los Tratados y Convenios Internacionales en los que
España sea parte.
Los supuestos de inmunidad de jurisdicción y de ejecución establecidos por las normas del
derecho internacional público.
Como criterio general, a los referidos criterios de la territorialidad y de la personalidad tan
sólo cabe oponer la inmunidad internacional o diplomática, establecida en la Convención de
Viena sobre Relaciones Consulares.
Pero, no sólo la inmunidad diplomática, sino también la constitucional excepcionan dicha
regla. La inviolabilidad de S.M, el Rey y la de los Diputados y Senadores por el ejercicio de su
libertad de expresión constituyen claras excepciones.
Junto a ellas, además subsisten exenciones a la Jurisdicción, contenidas en el art. 22 LOPJ,
que se denominan fueros.
Los fueros exclusivos de la Jurisdicción española se contemplan en los arts. 22 (civil), 23
(penal), 24 (contencioso) y 25 (social).
Dichos fueros son exclusivos en su sentido positivo, es decir, si se cumple el presupuesto
fáctico de tales normas (la comisión de un delito en territorio español), será siempre
competente la Jurisdicción española. Pero también nos indican, en su sentido negativo, que
si no se cumple dicho presupuesto (se ha cometido el delito en un país vecino), serán
competentes para el conocimiento del conflicto los tribunales de otro Estado, debiendo
abstenerse de conocer los tribunales españoles, en virtud del cumplimiento del principio,
conforme al cual la Jurisdicción, es un presupuesto procesal vigilable de oficio en cualquier
estadio del procedimiento.
A) LA COMPETENCIA JURISDICCIONAL ESPAÑOLA EN EL ORDEN CIVIL.
La efectúa el art. 22.2 en cuya virtud, cuando exista sumisión, expresa o tácita, o el
demandado tenga su domicilio en España, serán competentes los tribunales españoles. Es
necesario que verse sobre materias de naturaleza disponible y no contravenga los Tratados,
la Ley o el orden público.
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La atribución con carácter exclusivo se contempla en el art. 22 y tiene la virtualidad de excluir,
en cualquier caso, la Jurisdicción de otros tribunales extranjeros.
Los supuestos que justifican el conocimiento exclusivo y excluyente de los tribunales
españoles se encuentran recogidos en el art. 22 LOPJ.
B) LA COMPETENCIA JURISDICCIONAL ESPAÑOLA EN EL ORDEN PENAL.
El art. 23 LOPJ contempla un fuero general territorial de la competencia de la Jurisdicción
española y tres fueros extraterritoriales. Nuestra Jurisdicción Penal siempre es competente
cuando el delito se haya cometido en territorio español, entendiendo por tal el espacio sobre
el que se extiende la soberanía del Estado.
Los fueros extraterritoriales vienen determinados por el criterio de la nacionalidad, el de la
naturaleza del bien jurídico protegido y el de la jurisdicción universal.
Jurisdicción universal- obedece a la suscripción por España de diversos Tratados, según los
cuales determinados delitos no sólo son imprescriptibles, sino que además pueden ser
perseguidos en cualquier país del mundo. El Tribunal Penal Internacional debe conocer tales
delitos contra la humanidad.
Deberá quedar acreditado que sus presuntos responsables se encuentran en España o que
existen víctimas de nacionalidad española o constatarse algún vínculo de conexión relevante
con España y, que en otro país competente o en seno de un Tribunal Internacional no se ha
iniciado procedimiento que suponga una investigación y una persecución efectiva de tales
hechos punibles.
C) LA COMPETENCIA JURISDICCIONAL ESPAÑOLA EN EL ORDEN CONTENCIOSO-
ADMINISTRATIVO.
Es competente para el conocimiento de toda pretensión de nulidad de disposiciones o actos
emanados de las Administraciones Públicas y de los actos singulares que pudieran dictar los
poderes públicos, todos ellos del Estado Español.
D) LA COMPETENCIA JURISDICCIONAL ESPAÑOLA EN EL ORDEN SOCIAL.
Art. 25 determina la competencia de este orden jurisdiccional.
3- LOS CONFLICTOS JURISDICCIONALES
Por conflicto jurisdiccional cabe entender “latu sensu” el surgido entre dos órganos del Estado
como consecuencia de que ambos deciden o rehúsan simultáneamente conocer de una
determinada materia, por lo que debe un órgano superior, mediante una decisión declarativa,
afirmar a cuál de ellos le corresponde su conocimiento. Los conflictos pueden ser positivos
(cuando reclaman el conocimiento) o negativos (cuando ninguno de ellos quiere conocer el
asunto). En sentido estricto, atendiendo a la naturaleza de los órganos que intervienen en el
conflicto, hemos de distinguir los conflictos jurisdiccionales, los de competencia y las
cuestiones de competencia.
A) LOS CONFLICTOS JURISDICCIONALES.
Transcurren entre órganos del Poder Ejecutivo y del Judicial:
- Entre la Administración y la jurisdicción.
- Entre la jurisdicción ordinaria y la militar.
- Entre la jurisdicción contable y la administración lo la jurisdicción militar.
a) Conflictos entre la Administración y la Jurisdicción.
Todos los Juzgados y Tribunales (excepción hecha de los Juzgados de Paz, que han de
plantear el conflicto a través de los Juzgados de 1ª Instancia) y todos los órganos que
ostenten la representación de la administración pública concernida pueden plantear entre
ambos órdenes, administrativo y jurisdiccional, el pertinente conflicto positivo o negativo de
algún asunto del que estuviera conociendo, mediante requerimiento al otro órganos de
inhibición, previa audiencia también del MF. Si el requerido reclamara también para sí la
competencia o ambos rehusaran su conocimiento, remitirán todos ellos las actuaciones al
Tribunal de conflictos jurisdiccionales. Art. 38 LOPJ.
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b) Conflictos entre la Jurisdicción Ordinaria y la Militar.
Si el conflicto transcurriera entre un órgano del Poder Judicial y otro de la Jurisdicción
castrense, oídos el MF ordinario y el militar, elevarán las actuaciones al Tribunal de conflictos
que está integrado por la Sala de Conflictos de jurisdicción. Art.39 LOPJ.
c) Conflictos entre la Jurisdicción contable y la Administración o la Jurisdicción militar.
La única especialidad de estos conflictos reside en el Tribunal competente para su solución:
si se tratara de un conflicto entre la Jurisdicción contable y la Administración el órgano
competente es el Tribunal de Conflictos Jurisdiccionales del art. 38.1 LOPJ, pero si
transcurriera entre la jurisdicción contable y la militar, el tribunal competente es la “sala de
conflictos” del art. 39.

B) LOS CONFLICTOS DE COMPETENCIA.


Art. 42 LOPJ, los que puedan suscitarse entre Juzgados y Tribunales de distintos órdenes
jurisdiccionales, pero pertenecientes todos ellos al Poder Judicial.
Una vez oídas las partes y el MF, el órgano judicial requiere al del otro orden jurisdiccional,
quien, si rechazara el requerimiento, ha de comunicárselo al requirente y ambos elevan
entonces las actuaciones a la Sala Especial de conflictos.
C) LAS CUESTIONES DE COMPETENCIA.
Son conflictos que pueden surgir entre órganos jurisdiccionales del mismo grado y
pertenecientes a un mismo orden jurisdiccional. Entre órganos de distinto grado no pueden
plantearse conflictos: resuelve el superior sin ulterior recurso. Art. 52LOPJ.
Tales cuestiones normalmente plantean problemas de competencia territorial (Ejemplo: Dos
jueces de 1ª instancia). Pero pueden contener conflictos de competencia objetiva (Ejemplo: el
que pude suceder en un asunto de personal entre la Sala de lo contencioso-administrativo del
TSJ de Madrid y la de la AN)
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SECCIÓN CUARTA- EL PERSONAL JURISDICCIONAL Y COLABORADOR.

TEMA 12 EL PERSONAL JURISDICCIONAL


1. LOS JUECES Y MAGISTRADOS
El estatuto jurídico de los Jueces y Magistrados es una materia que el art. 122.1 CE
declara reserva de la LOPJ, de cuya declaración se infieren dos conclusiones: en
primer lugar, que a las Comunidades Autónomas les está vedado, no sólo por este
precepto, sino también por lo dispuesto en el art. 149.1.5a CE, legislar sobre dicho
estatuto, ya que pertenece al núcleo duro de la «Administración de Justicia »; y, en
segundo, que tampoco el Estado Central puede incidir en esta materia por otra vía
que no sea la pertinente reforma a la LOPJ.
La razón de esta doble reserva, reside en que el Juez diseñado por nuestra
Constitución no puede ser otro, sino el «independiente y sometido al imperio de la
Ley» (art. 117.1 CE). En la medida en que el estatuto de los Jueces y Magistrados
está dirigido a garantizar esta independencia judicial y un nivel técnico de
conocimientos en Derecho suficiente para asegurar la imparcial aplicación del
Derecho, el art. 122.1 CE ha consagrado, sobre esta materia, la más estricta reserva
de Ley Orgánica del Poder Judicial.
A) ESTATUTO JURÍDICO Y ÁMBITO DE APLICACIÓN
El estatuto de los Jueces y Magistrados es tan sólo reclamable al personal
jurisdiccional, entendiendo por tal, los Jueces y Magistrados «de carrera»; si bien, con
las especialidades que les son propias, también dicho estatuto es aplicable a los
Jueces de Paz y a todos los Jueces y Magistrados sustitutos y suplentes, quienes, sin
ser de carrera, son inamovibles durante su mandato y realizan provisionalmente
funciones jurisdiccionales (art. 298.2).
El art. 122.1 CE, dispone que los Jueces y Magistrados «formarán un Cuerpo único»
Con anterioridad a la LOPJ, existían dos Cuerpos de Jueces, los de Distrito y los de
Primera Instancia y, dentro de estos dos últimos, dos categorías, la de Juez y la de
Magistrado, accediéndose a esta última por antigüedad. Pero, a partir de ahí,
subsistían una infinidad de cargos (Presidentes de Sección, de Sala, de Audiencia
Provincial y Territorial, etc.), que requerían la obtención por el aspirante de una
«declaración de especial idoneidad» que arbitrariamente expedía el Ministerio de
Justicia y su nombramiento para el cargo de confianza por el Gobierno, quien, si se
resistía a las presiones del Poder Ejecutivo, no alcanzaba nunca el ascenso.
Esta es la razón por la cual el referido art. 122.1 CE, exige la existencia del «Cuerpo
único» de los Jueces y Magistrados. Pero la norma constitucional no prohíbe que,
dentro de ese «Cuerpo único», pueda el legislador establecer categorías dentro de la
carrera judicial que, sin merma de la independencia judicial, y de conformidad con los
principios constitucionales de capacidad y mérito (art. 23.2 CE), estimulen la
productividad y profesionalidad de nuestra Magistratura.
De aquí que el art. 299.1 LOPJ haya podido legítimamente dividir la carrera judicial en
tres categorías: la de «Juez», la de «Magistrado» y la de «Magistrado del Tribunal
Supremo» y que, con respecto a esta última, se estableció un estatuto específico
dirigido a reforzar la independencia y competencia profesional de los Magistrados que
integran este alto Tribunal.
También ejercen funciones jurisdiccionales sin pertenecer a la Carrera Judicial, con
sujeción al régimen establecido en esta Ley, sin carácter de profesionalidad y con
inamovilidad temporal, los Magistrados suplentes, los que sirven plazas de Jueces
como sustitutos, los Jueces de paz y sus sustitutos (art. 298.2).
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a) Los «Jueces sustitutos» son nombrados para suplir la falta de titular de un Juzgado
determinado, que sea único Juzgado en la localidad o cuando exista incompatibilidad
de señalamientos por la existencia de vacantes numerosas o por otras circunstancias
análogas (art. 212.2). Estos Jueces sustitutos, que tienen la misma Jurisdicción que
el titular, se designan de la misma manera que los Magistrados suplentes.
b) Los «Magistrados suplentes» y los Jueces sustitutos son nombrados por el CGPJ,
a propuesta de la Sala de Gobierno del Tribunal correspondiente y por un año judicial
(art. 200.2). Son jueces profesionales, que, como mínimo, han de reunir los mismos
requisitos que se exigen para el acceso a la carrera judicial, gozando de preferencia
los Jueces, Fiscales, Secretarios, todos ellos jubilados o en excedencia, y los
Profesores de Universidad, que no hayan cumplido la edad de setenta y dos años
(art. 201.2 y 3). Por su parte, los Magistrados del Tribunal Supremo, una vez
jubilados, serán designados Magistrados eméritos en el Tribunal Supremo cuando así
lo soliciten, siempre que reúnan los requisitos legalmente establecidos y de acuerdo
con las necesidades de refuerzo en la Sala correspondiente (art. 200.5).
c) Idéntico sistema de nombramiento y requisitos a los anteriormente enunciados
secunda el art. 431 para los «Jueces de provisión temporal», los cuales son Jueces
interinos que desempeñan su función, durante un plazo máximo de un año,
prorrogable por otro, en una plaza vacante por haberse declarado desierta en un
concurso determinado.
d) La LO 1/2009 ha creado la figura de los «Jueces de adscripción territorial », que,
previstas sus plazas en la Ley de Demarcación y Planta Judicial, el Presidente del
TSJ designe para ejercer su función «como refuerzo de órganos "judiciales " o en
aquellas plazas cuyo titular se prevea que estará ausente por más de tres meses o,
excepcionalmente, por tiempo superior a un mes.»
(art. 347 bis).
e) Los Jueces de Paz, son nombrados, para un período de cuatro años, por la Sala
de Gobierno del TSJ a propuesta del Ayuntamiento respectivo, quien ha de elegir por
mayoría absoluta al candidato (art. 101).
Aun cuando no sea necesario el requisito de la posesión del título de Licenciado en
Derecho, han de reunir los aspirantes a Jueces de Paz los demás requisitos exigidos
para el acceso de la carrera judicial (art. 102). Al igual que los jueces, y aunque no
pertenezcan a la carrera judicial, ejercen, con plenitud y dentro de sus competencias,
la potestad jurisdiccional (art. 298.2).
B) EL INGRESO EN LA CARRERA JUDICIAL
a) Requisitos de capacidad
A diferencia de los Jueces de Paz, que pueden ser legos, todos los demás miembros
de la carrera judicial son «jueces técnicos», es decir, han de estar en posesión del
grado de Licenciado en Derecho. Han de ser además españoles, mayores de edad y
no estar incursos en causa de incapacidad o de incompatibilidad para el oficio judicial
(arts. 301.6 y 302).
Están incapacitados para el ingreso en la carrera judicial los impedidos física o
psíquicamente para la función judicial; los condenados por delito doloso mientras no
hayan obtenido la rehabilitación; los procesados o inculpados por delito doloso en
tanto no sean absueltos o se dicte auto de sobreseimiento y los que no estén en el
pleno ejercicio de sus derechos civiles (art. 303).
b) Modalidades de ingreso Tradicionalmente dicho ingreso se efectuaba a través de
la vía ordinaria de la oposición para el acceso a la función de Juez y la especial del
concurso para la de Magistrado.
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a) La oposición libre, instaurada por la LOPJ de 1870, se mantiene como el sistema
tradicional y ordinario de ingreso en la Judicatura y también en la Fiscalía, pues la
oposición es hoy común para ambos cuerpos (art. 301.2).
La única vía de acceso a la Judicatura es la oposición libre y la superación del ulterior
curso de selección en la Escuela Judicial (art. 301.3).
Al CGPJ le compete la facultad de convocar, al menos cada dos años (art.306.1), a
oposición libre las plazas de Juez vacantes, de las cuales un número no inferior al 5%
han de reservarse a personas con discapacidad, quienes también habrán de superar
las pruebas selectivas (art. 301.8).
El Tribunal que evaluará las pruebas de ingreso en las Carreras Judicial y Fiscal, por
las categorías de Juez y de Abogado Fiscal respectivamente, estará presidido por un
Magistrado del Tribunal Supremo o de un Tribunal Superior de Justicia o un Fiscal de
Sala o Fiscal del Tribunal Supremo o del TSJ, y serán vocales dos Magistrados, dos
Fiscales, un Catedrático de universidad de disciplina jurídica, un Abogado del Estado,
un Abogado con más de diez años de ejercicio profesional y un Secretario Judicial de
la categoría primera, que actuará como Secretario (art. 304.1).
El aspirante que supere estas pruebas selectivas, dirigidas a obtener la constancia
del pleno conocimiento del Derecho positivo y de la jurisprudencia del TC y TS, ha de
superar un Curso de dos años en el Centro de selección y formación de Jueces y
Magistrados o «Escuela Judicial» con sede en Barcelona. Dicho Curso comprende
formación teórica y práctica, en el que el aspirante, como Juez adjunto, será tutelado
por un miembro de la carrera judicial (art. 307). De conformidad con la puntuación
obtenida, tanto en la oposición, como en el Curso de formación, elegirán las plazas
desiertas, objeto de la oposición (art. 308).
b) La vía del concurso está prevista para el ingreso en la Magistratura de los «juristas
de reconocido prestigio», quienes acceden a ordenes jurisdiccionales determinados.
A tal efecto, una de cada cuatro plazas vacantes de la categoría de Magistrado se ha
de reservar para esta modalidad de concurso, tradicionalmente denominado «cuarto
turno» (art. 311.1.IV). A él pueden acceder juristas de reconocida competencia con
más de diez años de ejercicio profesional, quienes han de superar también el Curso
teórico-práctico en la Escuela Judicial. Pero una tercera parte de esas vacantes del
cuarto turno ha de reservarse a miembros del Cuerpo de Secretarios Judiciales de
primera o de segunda categoría. Las bases de la fase de concurso, en las que priman
los méritos docentes y de investigación, se contemplan en el art. 313. Superada la
fase de concurso, el aspirante habrá de realizar el Curso de formación en la Escuela
Judicial (art. 311.1.III). Una vez aprobado dicho Curso, pasan a integrarse en el
escalafón inmediatamente a continuación del último Magistrado que hubiere sido
promocionado por la vía ordinaria, a la que después nos referiremos.
La tercera vacante se proveerá, entre Jueces, por medio de pruebas selectivas en los
órdenes jurisdiccionales civil y penal, y de especialización en los órdenes
contencioso-administrativo, social y mercantil (art. 311.1 .III) y las otras dos se
proveen por el orden riguroso del escalafón, si bien el Juez puede renunciar a ese
ascenso con la prohibición de participar en los concursos de traslado durante los
próximos tres años, si la plaza que ocupaba era de Juez o de un año, si fuera la de
Magistrado (art. 311.1.II, reformado por la LO 1/2009).
Asimismo, a través del «quinto turno», pueden acceder, mediante concurso de
méritos que convoca y decide el CGPJ, a las distintas Salas del Tribunal Supremo
«juristas de reconocido prestigio» con más de quince años de ejercicio profesional en
el orden jurisdiccional al que pertenezca la vacante, reservándose, a tal efecto, para
este concurso la quinta parte de las plazas vacantes en dicho alto Tribunal (arts. 345).
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c) Finalmente, el art. 330.4 contempla un específico sistema de ingreso a las Salas de
lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia. Dispone el precepto que, en
la Sala de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia, una de cada tres
plazas se cubrirá con un jurista de reconocido prestigio con más de diez años de
ejercicio profesional en las Comunidades Autónomas, nombrados £ propuesta del
Consejo General del Poder Judicial sobre una terna presentada por la Asamblea
Legislativa. Estos Magistrados, si el volumen de trabajo lo requiere, pueden ser
adscritos como permanentes, a los distintos órdenes jurisdiccionales de los que sean
especialistas (art. 330.4.III).
C) TRASLADOS, PROMOCIÓN Y SITUACIONES ADMINISTRATIVAS
a) Tal y como se ha indicado, el régimen de provisión de vacantes y de traslados de
Jueces se efectúa, mediante concurso, en el que rige el criterio de la antigüedad y de
conformidad con el orden previsto en el escalafón judicial, debiendo permanecer,
como mínimo, un año en destino forzoso y dos en voluntario (arts. 327.3, 328.2.m,
327.2 y 329.1). Pero los del orden jurisdiccional contencioso-administrativo, de lo
Social, los Jueces de Menores y los Jueces de lo Mercantil requieren además el título
de especialista en tales cometidos (art. 329.2 y 3 y Reglamento 1/2004, de 25 de
febrero).
Asimismo, para el acceso de Juez a la categoría de Magistrado rige también, como
regla general, el criterio de la antigüedad, ya que, dos de cada cuatro vacantes se
reserva a esta vía de promoción interna (art. 311.1.1).
Pero, para acceder a un Juzgado Central de la AN se requiere una antigüedad como
mínimo de ocho años (art. 329.5).
Para el acceso a Magistrado y hasta Presidente de Sección o de Sala rige el criterio
de la antigüedad (arts. 330.1 y 333), no pudiendo permanecer en dichas presidencias
más de cinco años (art. 333.1).
b) Ahora bien, como quiera que, no sin razón, se ha dicho que el régimen de la
antigüedad lo es también el de la mediocridad, la LOPJ combina este criterio con el
de la capacidad y mérito para acceder a las plazas de Magistrados de lo civil y penal
o de especialistas en los órdenes social y contencioso-administrativo, reservándose
una de cada cuatro plazas vacantes, a tal efecto (art. 311.1.III).
Asimismo, se requiere la obtención del título de «especialista»; en su defecto podrán
acceder quienes hayan prestado servicios en el orden jurisdiccional correspondiente
durante ocho años dentro de los doce años inmediatamente anteriores a la fecha de
la convocatoria; y en defecto de todos estos criterios, por quien ostente mejor puesto
en el escalafón, (art. 330.7.II).
Las plazas de Presidente de Sala de la Audiencia Nacional, así como las de
Presidente de Sala de los Tribunales Superiores de Justicia, se proveerán, por un
período de cinco años, a propuesta del Consejo General del «Poder Judicial », entre
Magistrados que hubieren prestado 10 años de servicios en esta categoría y ocho en
el orden jurisdiccional de que se trate. No obstante, la Presidencia de la Sala de
Apelación de la Audiencia Nacional se proveerá entre magistrados con más de 15
años de antigüedad en la carrera que hayan prestado servicios al menos durante 10
años en*el orden jurisdiccional penal, prefiriéndose entre ellos a quien ostente la
condición de especialista. Las de
Presidente de Sección de la Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia y
Audiencias Provinciales se cubrirán por concurso, que se resolverá de conformidad
con las reglas establecidas en el artículo 330.
El acceso a Magistrado del TS se realiza mediante designación libre del CGPJ con
arreglo a los siguientes criterios: de cada cinco plazas, una se reserva a los juristas
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de reconocido prestigio, tal y como se ha expuesto anteriormente, y las otras cuatro,
se proveerán entre miembros de la Carrera Judicial con diez años, al menos, de
servicios en la categoría de Magistrado y no menos de quince en la Carrera (art. 343),
de las cuales dos, a su vez, se reservan a Magistrados que hayan accedido a esta
categoría mediante pruebas selectivas y las otras dos plazas a quienes lo hagan por
antigüedad en el escalafón (art. 344).
c) Los Jueces y Magistrados, como cualquier funcionario público, pueden encontrarse
en alguna de estas tres situaciones administrativas: servicio activo, servicios
especiales, excedencia voluntaria y suspensión (art. 348.1).
Los Jueces y Magistrados se encuentran en situación de servicio activo cuando
ocupan plaza correspondiente a la carrera judicial, cuando se encuentren adscritos
provisionalmente, en expectativa de destino o les haya sido conferida comisión de
servicio con carácter temporal (art. 35).
La situación de servicios especiales está diseñada para el nombramiento de cargos
temporales en los altos órganos del Estado u organizaciones internacionales (Vocales
o Letrados del CGPJ, Magistrados o Letrados del TC, Defensor del Pueblo, etc.)
(Véase el art. 342).
La excedencia ocasiona la suspensión de la relación funcionarial del Juez por
acceder a otros cargos u otras funciones públicas permanentes (arts. 354 a 358),
salvo que se trate de excedencia voluntaria para el cuidado de los hijos o de un
familiar (art. 358.2, introducido por la LO 1/1009).
La suspensión del Juez o Magistrado sucede como consecuencia de la comisión de
una infracción de las normas que disciplinan su estatuto jurídico, es decir, haber
incurrido en una incapacidad o incompatibilidad o haber cometido una prohibición o
infracción de sus obligaciones judiciales o funcionariales.
Puede ser provisional, la cual sucede durante la tramitación del expediente
disciplinario, o definitiva, en calidad de sanción impuesta al término del mismo (arts.
359-363).
D) INCOMPATIBILIDADES Y PROHIBICIONES
a) El art. 127.2 remite el régimen de las incompatibilidades a lo que disponga la LOPJ
con la sola exigencia de que ha de garantizar la independencia judicial. »
Hoy dicho régimen se encuentra previsto en los arts. 389 a 397, del cual cabe
destacar la existencia de incompatibilidades absolutas y específicas.
Las incompatibilidades absolutas se prevén en el art. 389, en cuya virtud el cargo de
Juez o Magistrado.
A las incompatibilidades específicas o relativas, que se erigen en causas de
abstención, se refieren los arts. 391 a 394 y son de dos tipos: por razón de
parentesco y de carácter profesional.
Con independencia de la posibilidad de ejercitar la recusación en el caso de las
incompatibilidades relativas, la sanción al incumplimiento del régimen de
incompatibilidades la efectúan los arts. 417.6 y 418.14, conforme a los cuales
constituye una falta muy grave o grave.
b) Como prohibición constitucional el art. 127.1 contempla expresamente el
desempeño por el Juez o Magistrado de cargos públicos o su pertenencia a partidos
o sindicatos, prohibición que reitera el art. 395 LOPJ, precepto que amplía además
las prohibiciones del personal jurisdiccional a participar en cualquier tipo de campaña
electoral, fuera de emitir su voto, dirigir felicitaciones o censuras a miembros del
Poder Ejecutivo o asistir a manifestaciones o actos que nada tengan que ver con la
actividad judicial.
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El incumplimiento de la prohibición de pertenencia a partidos políticos o sindicatos es
una falta muy grave (art. 417.2) y la de dirigir felicitaciones o censuras, grave (art.
418.3).
La contrapartida del art. 127.1 CE que, como hemos visto, prohíbe la afiliación de los
Jueces a los partidos y sindicatos la efectúa el mismo precepto al permitir el
asociacionismo judicial, lo que no podía suceder de otra manera, pues el art. 22 CE
consagra el derecho fundamental de asociación.
El art. 401 LOPJ se ocupa de desarrollar este derecho fundamental, en su aspecto
positivo o derecho del Juez a asociarse y en el negativo o de no asociarse (art.
401.4). Sólo pueden formar parte de estas asociaciones los Jueces y Magistrados, sin
que puedan afiliarse a más de una.
Asimismo, regula los requisitos (nunca constitutivos, pues el derecho de asociación
preexiste al cumplimiento de los requisitos que establezca el legislador) que han de
observar estas asociaciones profesionales, las cuales han de perseguir, como fines
lícitos, la defensa de los intereses profesionales de sus miembros en todos los
aspectos y la realización de actividades encaminadas al servicio de la justicia en
general. No podrán llevar a cabo actividades políticas ni tener vinculaciones con
partidos políticos o sindicatos (art. 127.2), aun cuando la realidad confirma la
proximidad ideológica de la mayoría de tales asociaciones a los partidos políticos.
Tales asociaciones, que han adquirido un gran protagonismo en la designación de los
Vocales del CGPJ tras la reforma operada por la LO 2/2001 al art. 111 de la LOPJ,
están legitimadas también para recurrir, en nombre de sus asociados, las sanciones
disciplinarias que el CGPJ pueda imponerles (art.425.8.2).
Las Asociaciones, que han de ostentar ámbito nacional y sus secciones coincidir con
el territorio del TSJ (art. 127.3), deben inscribirse en un Registro del CGPJ al que
incorporarán una copia de los estatutos, que habrán de cumplir los requisitos exigidos
por el número séptimo de dicho precepto.
2. LOS SECRETARIOS JUDICIALES
A) FUNCIONES
Los Secretarios judiciales son técnicos superiores de la Administración de Justicia
(art. 440), que ostentan el carácter de Autoridad y a quienes la LOPJ les encomienda,
bajo los principios de legalidad, autonomía e imparcialidad, el ejercicio de la fe pública
judicial (arts. 453.1 LOPJ y 452 y 145.1 LEC), las potestades de documentación,
archivo y custodia de las actuaciones procesales (arts. 454,458 y 459), ordenatoria y
resolutoria en materias, entre otras, de conciliación, ejecución y jurisdicción voluntaria
(art. 456), la indagación del domicilio real del demandado (art. 156.1), la tramitación
de la reconstrucción de autos (arts. 232 y s.s.), el impulso procesal y la suspensión
del proceso y de las vistas (arts. 179 y 188 LEC), la designación del Magistrado
Ponente (art. 180), señalamientos de vistas de conformidad con el Presidente (art.
182) y de nuevos señalamientos por imposibilidad de los intervinientes en ella, por
recusación sobrevenida o por interrupción de la vista (arts. 183, 189.1, 190.2 y
193.3.II), la policía de vistas en las que deba intervenir exclusivamente (art. 186.1), la
función de dación de cuenta de las peticiones que exijan el pronunciamiento de los
tribunales (arts. 178 LEC y 455 LOPJ), la dirección técnica de la oficina judicial (art.
457), la colaboración en la gestión tributaria (art.460) y la confección de la estadística
judicial (art. 461).
Del concepto, que se acaba de enunciar, se desprenden las siguientes notas
esenciales del Secretariado judicial:
a) Los Secretarios como funcionarios de la Administración de Justicia.
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De entre las dos posibles naturalezas que podrían reclamarse del Secretario judicial,
la jurisdiccional, de un lado, según la cual constituiría el Cuerpo de Secretarios un
órgano de colaboración de la Jurisdicción y, en cuanto tal, al erigirse en personal
jurisdiccional, formarían parte del Poder Judicial y habrían de depender del CGPJ, y
la administrativa, de otro, conforme a la cual predominaría el carácter en ellos de
«funcionarios», dependientes, por tanto, de la Administración Pública, la LOPJ de
1985 y ahora la LO 19/2003 encuadró a los Secretarios dentro del concepto de
«personal al servicio de la Administración de Justicia» y los configuró como técnicos
superiores dependientes del Ministerio de Justicia (art. 440).
A la adopción de esta naturaleza contribuyó una inercia histórica en la configuración
de la «fe pública judicial» tradicionalmente dependiente del Poder Ejecutivo. Desde
un punto de vista subjetivo, los Secretarios pertenecen a la llamada «administración
de la Administración de Justicia», cuya competencia retiene el Ministerio de Justicia
(art. 440), sin perjuicio de su deber de colaboración con las Comunidades Autónomas
que tengan transferidas la competencia en materia de Justicia (art. 452.3).
b) El Secretario como depositario de la fe pública judicial: la potestad de
instrumentación.
Pero, desde un punto de vista funcional u objetivo, los Secretarios no pueden ser
conceptuados como unos funcionarios más de la Administración de Justicia.
Ciertamente, y debido a esta cualidad, la reforma a la LOPJ que efectuó la LO
19/2003 trasladó algunos principios del MF al Secretariado, tal y como acontece con
los de «unidad y dependencia jerárquica». Sin embargo, en la medida en que son
depositarios de la fe pública judicial, cuyo ejercicio requiere sumisión a los principios
de legalidad e imparcialidad (arts. 452.1 LOPJ y 145 LEC), autonomía e
independencia (pues, el Secretario es, en definitiva, el garante del derecho al proceso
justo o debido), estos principios no son reclamables cuando desempeñen esta
actividad, aunque puedan serlo en otras, tales como cuando actúen en su función de
Directores de la Oficina Judicial (art. 452. 3 y 457 LOPJ).
El Secretario, en la medida en que ejercita la fe pública, levantando actas o dictando
diligencias (arts. 453 LOPJ, 146.1 LEC), es una «Autoridad imparcial » y su estatuto
se asemeja al del Juez. Por esta razón, su estatuto jurídico, como veremos, es similar
al de los jueces y Magistrados y, por la misma, y para preservar su imparcialidad, han
de abstenerse por las mismas causas que los Jueces y Magistrados y, si no lo hacen,
pueden ser recusados (art. 446 LOPJ y 103.1 LEC).
Ejercen, pues, los Secretarios, con absoluta independencia, la «potestad de
instrumentación», que, implícita en la potestad jurisdiccional declarativa, tiene por
objeto otorgar el carácter de documento público con autenticidad formal intrínseca, de
manera que las actas y diligencias, en las que intervienen, producen, sin necesidad
de intervención de testigos, constancia fehaciente de los actos procesales por ellos
intervenidos (art. 453). También garantizan la autenticidad e integridad de lo grabado
o reproducido a través de los medios de reproducción mecánica (así, por ej., la
grabación en vídeo de una vista; vide art. 146.2 LEC). Asimismo, están legitimados
para expedir certificaciones o testimonios de los actos procesales e incluso los
poderes para pleitos (arts. 234 y 453).
La reforma operada por la Ley 13/2009 atribuye al documento electrónico, intervenido
por el Secretario que goce de firma electrónica intervenida, autenticidad e integridad a
lo grabado. En el proceso penal las sesiones del juicio oral se registrarán en soporte
apto para la grabación y reproducción del sonido y de la imagen (arts. 743 y 972
LECrim) y el art. 147 LEC efectúa otro tanto con respecto a las vistas civiles; si el
Secretario garantiza, mediante su firma electrónica, la autenticidad de los grabado en
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la vista oral, no será necesario que intervenga personalmente en ella (arts. 4531.11
LOPJ y 147.11 LEC).
Esta potestad de instrumentación se extiende también a la labor de formación de
autos y expedientes (art. 454) y a la de su archivo y custodia, incluidas las
grabaciones en soporte electrónico (arts. 147, 148 y 383.2 LEC), llevanza de los
Libros de Registro (art. 458) y guarda de los objetos y piezas de convicción
depositados en el Juzgado, de cuya custodia responden personalmente (arts. 357 ter
y 459).
c) La potestad ordenatoria y resolutoria del Secretario.
Tradicionalmente, y debido a la circunstancia de que la potestad de juzgar desde
siempre se ha encomendado a Jueces y Magistrados, los Secretarios judiciales
carecían de facultades resolutorias, fuera de la labor de «dación de cuenta o
información al titular del Juzgado de la entrada de escritos de las partes o de las
actuaciones pendientes, facultad que también mantiene el art. 455. Pero, a fin de
descongestionar a los Juzgados y Tribunales y a agilizar la justicia, la LOPJ de 1985
les confirió las «diligencias de ordenación» (art. 270) y la reforma producida por la
Ley 13/2009 les ha otorgado los "Decretos", con lo que el Secretario judicial, junto a
su clásica potestad ordenatoria, ejercita también una potestad resolutoria que
manifiestamente incide en la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
a') Las diligencias de ordenación Por dichas diligencias cabe entender resoluciones
del Secretario, que no pueden versar sobre materias objeto de «providencia», «auto»
o «sentencia» (art. 206.2.1a LEC) y que tienen por objeto, como su nombre indica, la
mera ordenación o impulso del procedimiento. La LOPJ 19/2003 denomina
«diligencias» a las resoluciones del Secretario, las cuales pueden ser «de
ordenación», «de constancia», «de comunicación » y «de ejecución» (art. 456). Las
diligencias de ordenación son, como se ha dicho, de mera tramitación e impulso
procesal; las de constancia certifican la existencia de un hecho o acto procesal; las de
comunicación tienen por objeto poner en conocimiento de los intervinientes en el
proceso un acto del Tribunal, y las de ejecución, salvedad hecha de la jurisdicción
voluntaria, ya han sido instauradas por la Ley 13/2009 que confiere este proceso al
Secretario con la posibilidad de conocer el Juez de dichas resoluciones a través del
nuevo «recurso de revisión».
b') Los decretos % La reforma de la LOPJ operada por la LO 19/2003 anunció la
posibilidad de que el Secretario dicte «decretos», que son resoluciones motivadas,
similares a los autos, que el Secretario podrá dictar en dichas materias, sobre las que
anunció su competencia, y que decidirían puntos esenciales o pondrían fin al
procedimiento (art. 463.4). La LEC, reformada por la Ley 13/2009, ha concretado en
su art. 206.2.2a el contenido de dichos decretos: «Se dictará decreto cuando se
admita a trámite la demanda, cuando se ponga término al procedimiento del que el
Secretario tuviera atribuida competencia exclusiva y, en cualquier clase de
procedimiento, cuando fuere preciso o conveniente razonar lo resuelto».
La mencionada Ley 13/2009, de 3 de noviembre, ha modificado la Oficina judicial y
atribuido nuevas competencias a los Secretarios, en virtud de las cuales pueden
adoptar decisiones en materias colaterales a la función jurisdiccional, pero que
resultan indispensables para la misma. Junto a las «diligencias de constancia,
comunicación o ejecución», a las que nos hemos referido, los nuevos arts. 406.4 LEC
y 144 bis LECrim permiten al Secretario dictar «diligencias de ordenación cuando la
resolución tenga por objeto dar a los autos el curso que la Ley establezca» y se dicta
decreto, como ha quedado dicho, en las resoluciones de su competencia que pongan
término al proceso y cuando sea necesario motivar lo resuelto. Las diligencias de
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ordenación contendrán «una sucinta motivación cuando así lo disponga la Ley», en
tanto que los decretos serán, al igual que los autos del Juez, «siempre motivados» en
hechos y fundamentos de Derecho (art. 208.1 y 2). Contra las diligencias de
ordenación y los decretos no definitivos cabrá recurso de reposición ante el propio
Secretario judicial (arts. 451.1 LEC y 238 ter LECrim) y contra el decreto resolutivo de
un recurso de reposición, en los casos previstos por al Ley, así como contra todos los
decretos que pongan fin al procedimiento cabe un nuevo recurso devolutivo,
denominado de «revisión» (denominación impropia, pues se presta a confusión con el
medio de rescisión de la cosa juzgada), que resolverá el tribunal competente (arts.
454 bis. 1.II LEC y 238 quater LECrim). Si no pusieran término al procedimiento, se
podrá reproducir la cuestión al recurrir la resolución definitiva o en la primera
audiencia o antes de dictar dicha resolución definitiva (art. 454 bis.l.I). Habida cuenta
de su naturaleza jurisdiccional y su cualificación en Derecho Procesal, la Ley 13/2009
amplía notablemente las funciones del Secretario. De esta manera, practica la
conciliación previa, para llevar a cabo la labor mediadora que la misma Ley Orgánica
del Poder Judicial les reconoce como
propia en el artículo 456.3.c) (arts. 460.1, 466 y 467 LEC); puede archivar una
diligencia preliminar por insuficiencia de la contracautela (art. 258.3); aunque la
admisión de la demanda y la del escrito de contestación era competencia reservada a
los Jueces y Tribunales, corresponde al Secretario judicial la comprobación del
cumplimiento de los requisitos formales exigidos en cada orden jurisdiccional y para
cada tipo de procedimiento antes de que el Juez o Tribunal se pronuncie acerca de
aquellas admisiones, instando a las partes la subsanación de los defectos formales
(arts. 404 y 405.4 LEC), así como examina y admite la demanda y querella y decide
el procedimiento adecuado (art. 254.1.11 LEC); ha de indagar el domicilio de quienes
deban ser emplazados (arts. 156.1 y 157.1) y puede declarar la rebeldía del
demandado (art. 496.1 LEC); efectúa el ofrecimiento de acciones al perjudicado en el
proceso penal (arts. 109 y 761.2 LECrim) y ha de requerir al imputado para que
designe Abogado y Procurador (art. 118.11 LECrim); puede rechazar solicitudes de
acumulación a procesos más modernos (arts. 79.1 y 97.2 LEC); está facultado para
interrumpir el plazo de contestación a la demanda en casos de intervención procesal
(arts. 14.3 y 18 LEC), tras dicha interrupción, ha de llamar a la causa a los
consumidores que hayan de intervenir en el proceso (art. 15.1 y 3 LEC) o a los
sucesores «mortis causa» (art. 16) o «ínter vivos» (art. 17); le corresponde dictar la
suspensión del proceso (art. 19.4 LEC) y su finalización anormal por desistimiento
(art. 20.3 LEC) o por satisfacción extraprocesal o carencia de objeto (art. 22.1 LEC).
Asimismo, puede declarar la enervación de la acción de desahucio por pago o
consignación de las rentas por el arrendatario con pleno consentimiento del
arrendador (art. 22 LEC), la declaración de caducidad de la instancia por inactividad
procesal de las partes (art. 237.2 LEC); tiene mayor intervención en los
procedimientos incidentales (art. 393 LEC), de jura de cuentas (arts. 29.2 y 34.2
LEC), en los incidentes de acumulación (arts. 83.1, 88.1 y 4, 89, 90, 92, 94, 96.2
LEC), de recusación (arts. 102.3, 105.1, 109. 1 y 3 y 111.1 LEC), de nulidad de
actuaciones (art. 228. 2 LEC) y en la reconstrucción de autos (arts. 232.1, 233.1, 234,
235 LEC); está autorizado para habilitar días y horas hábiles (art. 131.1 LEC),
designar a intérpretes jurados (art. 143.1 LEC), remitir mandamientos, oficios y
exhortes (arts. 167.1 y 172.1 LEC, 660 LECrim); es el responsable del impulso oficial
(art. 179 LEC); designará los Magistrados ponentes (arts. 180.1 LEC y 626 LECrim);
puede decretar y alzar la suspensión del procedimiento por el planteamiento de
cuestiones prejudiciales (arts. 40.6 y 42.3 LEC, 4 LECrim), resolver los incidentes de
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tasación de costas (arts. 243, 244 y 246. 3 y 4 LEC, 244 LECrim), determinar las
provisiones de fondos a peritos (art. 342.3 LEC) y las indemnizaciones a los testigos
(art. 375.2 LEC), declarar preparado los recursos de apelación (art. 457.3 LEC),
pudiendo declarar desierta la apelación (arts. 458.2 LEC 228 LECrim) o la casación
(arts. 481.2 LEC, 866 y 878 LECrim). Al Secretario le confía la Ley 13/2009 el
proceso de ejecución, estando facultado para dictar el embargo ejecutivo (art. 587.1
LEC), aprobar el remate en las subastas (arts. 641.3, 670.1 LEC), decretar la
administración de bienes para pago al acreedor (art. 676.2 LEC), acordar las
garantías en la ejecución no dineraria (art. 700 LEC), entregar la cosa mueble (art.
701.1 y 702.1 LEC) y, en general, los bienes de la ejecución (art. 634 LEC), dirige el
proceso de división de patrimonios (arts. 783 y ss LEC), etc.
d) El Secretario judicial como órgano de comunicación
Tradicionalmente el Secretario ha sido y sigue siendo considerado como un órgano
de comunicación entre el tribunal y las partes, de un lado, y con las demás
autoridades y órganos jurisdiccionales, de otro.
a') Con las partes Al Secretario le incumbe, en primer lugar, la dirección de todos los
actos de comunicación (art. 152.1 LEC), cuya descripción se contiene en el art. 149
LEC y de los que nos ocuparemos en la Lección 23. Tales actos pueden dirigirse,
tanto a las partes y terceros (notificaciones, emplazamientos, citaciones y
requerimientos), como a los funcionarios al servicio de la Administración de Justicia
(mandamientos) y a las demás autoridades no judiciales (oficios).
En particular, le corresponde al Secretario verificar la regularidad de la notificación al
demandado de la existencia, contra él, de un proceso pendiente a fin de que pueda
ejercitar su derecho fundamental a la defensa. Por ello, ha de averiguar su domicilio
real (art. 156.1) a fin de que el emplazamiento o citación sea personal (art. 155.1).
b') Con los demás órganos jurisdiccionales Asimismo le corresponde al Secretario
judicial relacionarse con las demás autoridades y órganos jurisdiccionales a fin de
obtener de ellos el auxilio judicial, tanto interno, como internacional (véase Lección
23.4). A tal efecto, remitirá directamente los mandamientos y oficios a las autoridades
que hayan de colaborar en la esfera del proceso (art. 167), expedirá y autorizará los
exhortas que deban cumplimentar otros órganos jurisdiccionales (art. 171.2) y cuidará
de que se cumplan sin dilación alguna (arts. 170 y 173.11).
e) El Secretario director de la oficina judicial Otra de las funciones clásicas del
Secretario consiste en la dirección de la oficina judicial. A tal efecto, el hoy derogado
art. 473.2 de la LOPJ/1985 le confería la «jefatura directa del personal de la
Secretaría».
En la actualidad, el Secretario tan sólo es Director de dicha oficina «en su aspecto
técnico procesal», en el que puede impartir las órdenes e instrucciones que estime
pertinentes al personal colaborador integrante de la misma (art. 457). En el ejercicio
de esta función, el Secretario actúa bajo los principios de unidad, dependencia
jerárquica, división de funciones y coordinación (arts. 435.2 y 452.1), encontrándose
sometido a las órdenes o directrices de su Secretario de Gobierno, del Secretario
coordinador (art. 464.2) y de las diversas Autoridades que ostentan competencias,
bien procesales o de Justicia(Jueces y Magistrados y sus órganos de gobierno), bien
en administración de la Administración de Justicia (Ministerio de Justicia y
Consejerías de Justicia de las CCAA).
Ello es así, debido a la reordenación de la oficina judicial, que efectuó la reforma de la
LOPJ operada por la LO 19/2003, la cual distingue las funciones procesales, de las
de gestión de personal o de ordenación y gestión de los recursos humanos. En tanto
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que las primeras corresponden plenamente a los Secretarios, la segundas incumben
al Ministerio de Justicia o a la Comunidad
Autónoma con competencia sobre la materia, quien puede encomendarlas al Cuerpo
de Gestión Procesal y Administrativa, cuya actividad consiste en descongestionar al
Secretario, asumiendo, no sólo las tradicionales funciones procesales de los
«oficiales», a quienes sustituyen, sino también de gestión de personal, administrativa
y de medios materiales (art. 476.9 y 10).
Y es que las LO 19/2003, 1/2009 y L 13/2009 han desdoblado la tradicional oficina
judicial (que existía en todos los órganos jurisdiccionales y con respecto a la cual el
Secretario ostentaba tanto la dirección procesal, como la jefatura de personal) en, de
un lado, unidades procesales de apoyo directo y servicios comunes, y las unidades
administrativas, de otro. Al frente de las unidades procesales de apoyo directo, que
son las tradicionales oficinas de los Juzgados y de las Secciones (pero que ahora
pueden extender su competencia a diversos órganos jurisdiccionales, incluso
pertenecientes a diversos órdenes: art. 436.5) y de los servicios comunes, que
asumen labores centralizadas de gestión y apoyo («funciones de registro y reparto,
actos de comunicación, auxilio judicial, ejecución de resoluciones judiciales y
jurisdicción voluntaria», si bien pueden asumir también la ordenación del
procedimiento -art. 438.3 LOPJ-), existe siempre un Secretario, siendo el de los
Servicios comunes el superior jerárquico de quien dependen los Secretarios de las
unidades de apoyo (arts. 437.3 y 438.5), en tanto que la dirección de las unidades
administrativas, que no están integradas en la oficina judicial y ejercitan la jefatura,
ordenación y gestión de los recursos humanos, medios materiales y todo lo
relacionado con la informática y nuevas tecnologías, es decir, lo que tradicionalmente
se ha denominado la «gerencia», la ostenta el Ministerio de Justicia o la Comunidad
Autónoma con competencia sobre la materia (art. 439.4), quien puede encomendar
su jefatura a un funcionario del Cuerpo de Gestión procesal, aunque no
necesariamente.
La Ley 13/2009 ha modificado la Disp. Ad. 5a de la LEC y ha instaurado las «Oficinas
de Señalamiento Inmediato», que se establecerán en todos los partidos judiciales que
tengan especializados los Juzgados de Primera Instancia y los de Instrucción (es
decir, en los Municipios con una población superior a los 150.000 habitantes, vide
Lee. 9.7.B). Dichas Oficinas tienen carácter de servicio común procesal para todos
los Juzgados en todo lo referente a las funciones de registro, reparto, señalamiento
de vistas y comparecencias. Ante dichas Oficinas hay que presentar las demandas
relativas a interdictos y procesos de desahucio por falta de pago, alimentos y guardia
y custodia de los hijos, demandas de separación y divorcio por mutuo acuerdo y
solicitudes de adopción de medidas provisionales en la totalidad de los procesos
matrimoniales.
Las Oficinas de Señalamiento Inmediato asumirán una función similar a la de la
policía y Juzgados de Guardia en los Juicios rápidos penales, es decir, examinan la
demanda, pudiendo requerir al actor para que subsane los defectos procesales, la
registran y reparten al Juzgado competente, ordenan la práctica de las
correspondientes citaciones y oficios para que se realicen por el servicio común de
notificaciones o por el Procurador que lo solicite y señalan para la vista del juicio
verbal, con adopción, en su caso, de medidas provisionales, fijando el día y hora en el
que habrá de realizarse el lanzamiento en el referido desahucio.
f) Otras funciones También al Secretario le corresponde la gestión de los tributos que
le sea encomendada en la normativa específica (art. 460). Y es que al Secretario le
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encomienda la LEC la «tasación de costas» (art. 243.1), debiendo vigilar el
cumplimiento del pago de las tasas judiciales.
Finalmente, también incumbe al Secretario la confección de la estadística judicial, de
conformidad con las directrices que le establezca el CGPJ y el Ministerio de Justicia o
Comunidad Autónoma con competencia sobre justicia (art. 461).
B) ESTATUTO
Los Secretarios ingresan a través del sistema de oposición o concurso oposición, que
convoca el Ministerio de Justicia, reservándose para este segundo sistema un 50%
de las plazas vacantes, destinadas a la promoción interna de los funcionarios del
Cuerpo de Gestión procesal y administrativa que lleven al menos dos años de
servicio (art. 442). En el ingreso se exigen los mismos requisitos de acceso a la
carrera judicial y la superación de un curso de formación en el Centro de Estudios
Jurídicos.
El Cuerpo de Secretarios Judiciales, con categoría de Técnico Administrativo
Superior (art. 440), se divide en tres categorías, que ha de reglamentar el Ministerio
de Justicia, con distintos sueldos a fin de estimular su productividad (arts. 441 y 448),
pero con retribuciones básicas idénticas a los de la carrera judicial (art. 447.2). La
categoría se consolida por la permanencia en el puesto, al menos, durante cinco años
continuados o siete interrumpidos (art. 411.3). La promoción entre categorías se
efectúa mediante concurso, considerándose mérito específico el conocimiento de la
lengua o del Derecho Civil y Foral de la Comunidad Autónoma respectiva. De esta
última regla se exceptúan los puestos de especial responsabilidad, que, como es el
caso de los Secretarios de Gobierno, son de libre designación (arts. 450 y 464.3).
Existen Secretarios de Gobierno en el Tribunal Supremo, en la Audiencia Nacional y
en cada Tribunal Superior de Justicia (art. 464), quienes ostentan la dirección de los
demás Secretarios de su órgano jurisdiccional y ejercen las competencias
determinadas en el art. 465. Bajo su dependencia (art. 467.1) se encuentra el
Secretario Coordinador, que ha de existir en cada Provincia y en
Ceuta y Melilla y que puede dictar instrucciones de servicio a los Secretarios de su
ámbito territorial. Finalmente, como ya se ha indicado, existen los Secretarios de
servicios comunes, de quien dependen funcionalmente el resto de los Secretarios
judiciales de apoyo directo (art. 438.5).
Las incapacidades, incompatibilidades, prohibiciones, jubilación, y situaciones
administrativas de los Secretarios son idénticas a las de los Jueces y Magistrados
(art. 445), lo que, unido a su condición de depositarios de la fe pública judicial,
permitiría, sin duda, encuadrarlos dentro del Poder Judicial y no como permanecen
en la actualidad dependientes del Ministerio de Justicia, quien, no sólo detenta el
ingreso y promoción, sino también la responsabilidad disciplinaria del Secretariado
(art. 469).
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TEMA 13- EL MINISTERIO FISCAL
1. NATURALEZA JURÍDICA
Tanto la Constitución (art. 124.1), como el art. 1 del Estatuto Orgánico del Ministerio
Fiscal (Ley 50/1981, reformada por la Ley de 14 de mayo de 2003) definen al
Ministerio Fiscal como un órgano que «tiene por misión promover la acción de la
justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés
público tutelado por la Ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar
por la independencia de los Tribunales, y procurar ante éstos la satisfacción del
interés social».
Desde una dimensión objetiva parece pacífica la naturaleza del Ministerio Fiscal o
Ministerio Público, quien es una parte imparcial que, mediante el ejercicio del derecho
de acción, provoca la actividad jurisdiccional para proteger la legalidad procesal o
material y, en especial, sostener la acusación en el proceso penal, estando también
legitimado para tutelar los derechos fundamentales y defender la Constitución,
interviniendo como parte principal en todos los procesos de amparo, para defender,
en su calidad de sustituto procesal, a las víctimas o perjudicados, asumir la defensa
de los menores, incapaces y de las personas desvalidas y, en general, para actuar el
interés público tutelado por la Ley en todo proceso en el que pudiera encontrarse
comprometido.
Desde un punto de vista subjetivo, la naturaleza del MF no es pacífica, por cuanto la
doctrina todavía discute acerca de si nos encontramos ante un órgano dependiente
del Poder Ejecutivo o perteneciente al Poder Judicial.
Aun cuando el Gobierno tenga la potestad de proponer al Rey el nombramiento y
cese del Fiscal General del Estado y pueda interesar de éste que promueva las
actuaciones necesarias ante los Tribunales para la defensa del interés público, no
parece que en la actualidad, pueda hoy reclamarse su dependencia con respecto al
Poder Ejecutivo, por cuanto, de un lado, en la CE aparece regulado en el Título VII,
que reza «Del Poder Judicial» y no en su Tít. IV, referente al Gobierno y a la
Administración y, de otro, en ningún caso, dicta actos administrativos, sino actos
procesales.
Pero tampoco puede afirmarse que sea plenamente un órgano jurisdiccional, porque,
aunque provoque la actividad jurisdiccional, ni ejercita la potestad jurisdiccional (art.
117.3 CE), ni goza, con plenitud, de la independencia judicial. Por esta razón, al MF
le está expresamente vedado que adopte, fuera de la detención, resoluciones
limitativas de los derechos fundamentales.
El MF, aun cuando esté regido, como veremos, por los principios de «unidad y
dependencia jerárquica» y no goce de la independencia judicial, es, como una parte
imparcial, siendo su «imparcialidad » superior incluso a la de los Jueces, puesto
que, si en estos miembros de la Jurisdicción, su independencia e imparcialidad es
individual y difusa, la del MF se trata de una «imparcialidad colectivamente
reflexionada», ya que puede someter a discusión sus decisiones en las Juntas de
Fiscales.
Todas estas razones abogan por configurar al MF como un órgano imparcial,
promotor y colaborador de la Jurisdicción, perteneciente «latu sensu» al Poder
Judicial, aunque no se encuentre orgánicamente en él ubicado.
2. ORGANIZACIÓN DEL MINISTERIO FISCAL
Tal y como señala el art. 2.1 EOMF «el Ministerio Fiscal, integrado con autonomía
funcional en el Poder Judicial, ejerce su misión por medio de órganos propios,
conforme a los principios de unidad de actuación y dependencia jerárquica y con
sujeción, a los de legalidad e imparcialidad ». Tales principios pueden, pues, ser
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sistematizados en orgánicos o de organización (unidad y dependencia) y funcionales
o de actuación (legalidad e imparcialidad, de los que nos ocuparemos más adelante).

A) PRINCIPIOS DE ORGANIZACIÓN.
A) Unidad
El MF goza de una sola personalidad jurídica, aunque integrado por más de 2000
fiscales dispone el art. 22.1 que el “MF es único para todo el Estado”
En su cúspide se encuentra el Fiscal General del Estado quien, nombrado y pudiendo
ser revocado por el Rey, a propuesta del Gobierno y oído el CGPJ (art. 124.CE),
ostenta la Jefatura del MF y su representación en todo el territorio nacional.
La ley 14/2007 de reforma del EOMF acentuó la autonomía del MF al disponer que,
con carácter previo a su designación por el Gobierno, debe oír al CGPJ y debe
comparecer el aspirante al Congreso de los Diputados a fin de que, mediante una
comparecencia, sean valorados sus méritos e idoneidad.
Al Fiscal General del Estado le corresponde dictar órdenes singulares o Instrucciones
sobre la interpretación de las Leyes que, por su Autoridad o prestigio, se convierten,
en la práctica forense, en fuente del Derecho. Si un determinado miembro de la
Fiscalía estimara contraria la orden cursada por el Fiscal General o por su superior
jerárquico, puede plantear su discrepancia a la Junta de Fiscales, quien emitirá su
informe, el cual podrá ser asumido o no por el superior jerárquico, cuya voluntad en
definitiva prevalece, tanto con respecto a sus subordinados, como en relación a la
Junta de Fiscales.
Por su parte, el RD 93/2006 de 3 de febrero regula el sistema de información del MF
y crea una red integrada de comunicaciones electrónicas del MF para garantizar un
sistema de identificación y codificación único de los procedimientos y actuaciones en
que intervenga el MF, una base de datos centralizada de dichos procedimientos, el
accesos telemático de las fiscalías a los registros, bases de datos, sistemas de
información y aplicaciones informáticas de carácter nacional gestionados por el
Ministerio de Justicia, y la conexión telemática permanente de la Fiscalía General del
Estado y de los restantes órganos centrales del Ministerio Fiscal con todas las
fiscalías, y de éstas entre sí. Asimismo, determina la estructura, composición y
funciones de la Comisión Nacional de informática y comunicaciones electrónicas del
Ministerio Fiscal.
b) Dependencia
Como consecuencia de la vigencia del principio de dependencia jerárquica que se
erige en el complemento imprescindible del principio de unidad y que, al igual que la
Administración Pública, informa también el funcionamiento interno de la Fiscalía.
Todos los Fiscales actúan bajo las órdenes y la supervisión de sus superiores: los
Abogados Fiscales y Fiscales están sometidos a los mandatos e instrucciones que
pueda impartir el Fiscal Jefe de la AP, AN, TSJ o Fiscal de Sala del TS y dichos
Fiscales Jefes están sometidos a las órdenes inmediatas del Fiscal General del
Estado, quien además propone al
Gobierno sus nombramientos y ascensos, puede decretar la suspensión de un
determinado Fiscal o proponer al Gobierno su separación del servicio. En la
actualidad los nombramientos de Fiscales de Sala y Fiscales Jefes lo son para un
período de cinco años.
B) ÓRGANOS
Configurada como una pirámide, en cuya cúspide se sitúa el Fiscal General del
Estado, asistido por el Consejo Fiscal, la Junta de Fiscales de Sala, la Inspección
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Fiscal, la Secretaría Técnica, la unidad de apoyo y por los Fiscales de Sala. En la
FGE existe un Fiscal contra la violencia de la mujer, con categoría de Fiscal de Sala,
un Fiscal contra los delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del
patrimonio histórico, del medio ambiente e incendios forestales, igualmente con
categoría de Fiscal de Sala y un Fiscal de menores.
En el seno del Consejo Fiscal habrá de integrarse una Comisión de Igualdad para el
estudio de la mejora de los parámetros de igualdad en la Carrera Fiscal, cuya
composición quedará determinada en la normativa que rige la constitución y
funcionamiento del Consejo Fiscal.
Por debajo del FGE se encuentran las Fiscalías del TC, TS, de la AN y Fiscalías
especializadas para la prevención y represión del tráfico ilegal de drogas y para la
represión de los delitos económicos relacionados con la corrupción y la criminalidad
organizada Fiscalía de los TSJ y las Fiscalías de las AP. A su vez, en cada una de
estas Fiscalías, existe un Fiscal Jefe, un Teniente Fiscal y una pluralidad de Fiscales
con sus categorías oportunas (Fiscal de Sala en el TS-equiparados a Magistrados del
Alto Tribunal-, Fiscales equiparados a Magistrados y Abogados Fiscales equiparados
a Jueces.
En la Fiscalía de la Audiencia Nacional y en cada Fiscalía de los Tribunales
Superiores de Justicia y de las Audiencias Provinciales, existe una Sección de
Menores a la que se encomendarán las funciones y facultades que al Ministerio Fiscal
atribuye la Ley Orgánica Reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores y
otra Sección Contra la Violencia sobre la Mujer y Secciones de Medio Ambiente
especializadas en delitos relativos a la ordenación del territorio, la protección del
patrimonio histórico, los recursos naturales y el medio ambiente, la protección de la
flora, fauna y animales domésticos, y los incendios forestales.
A estas Secciones son adscritos Fiscales que pertenezcan a sus respectivas
plantillas, teniendo preferencia aquellos que se hayan especializado en la materia.
La plantilla orgánica de las Fiscalías se fijará por Real Decreto y deberá ser revisada
al menos cada cinco años, para adaptarla a las nuevas necesidades.
C) ESTATUTO
La nota más característica del estatuto de los miembros del MF reside en su similitud
con el de los Jueces y Magistrados. Ello es debido, como se ha apuntado, a que el
MF, con la autonomía que le es propia y los principios que le caracterizan, es un
órgano imparcial colaborador de la Jurisdicción por lo que ha de ser formalmente
ubicado dentro del Poder Judicial.
De este modo, el ingreso en el Cuerpo de Fiscales se efectúa mediante oposición
libre y conjunta con los aspirantes a Jueces. Su régimen retributivo es idéntico al de
los Jueces y Magistrados, y los requisitos de capacidad, las prohibiciones,
incompatibilidades y situaciones administrativas son similares a las que rigen para los
Jueces y Magistrados. Lo mismo ocurre con las tres enunciadas categorías de
Fiscales, que se encuentran equiparadas a las de los Jueces, circunstancias todas
ellas que, al igual que en Francia, permitirían en España conceptuar al MF como
«Magistrados de a pie» porque informan de pie, para diferenciarlos de los demás
Magistrados que permanecen «sentados» escuchando las alegaciones de las partes.
3. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN
A) LEGALIDAD. LA OPORTUNIDAD REGLADA
«Por el principio de legalidad el Ministerio Fiscal actuará con sujeción a la
Constitución, a las leyes y demás normas que integran el ordenamiento jurídico
vigente, dictaminando, informando y ejercitando, en su caso, las acciones
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procedentes u oponiéndose a las indebidamente actuadas en la medida y forma en
que las leyes lo establezcan».
Si un determinado miembro del MF estimara contraria al principio de legalidad una
determinada orden dictada por su superior, «usará de las facultades previstas en el
art. 27 de este Estatuto », es decir, podrá avocar su discrepancia al conocimiento de
la Junta de Fiscales. Pero, tal y como se ha avanzado, el informe de dicha Junta no
es vinculante, por lo que prevalece siempre el principio de dependencia jerárquica y
el Fiscal subordinado habrá de acatar, en último término, la orden de su superior.
La vigencia del principio de legalidad, sancionado por el art. 100 LECrim, no se opone
a que pueda instaurarse en nuestro ordenamiento un principio de oportunidad
reglada, cuyo fundamento descansa en la necesidad de conciliar aquel principio de
legalidad con la protección del interés público y los derechos de los ciudadanos (art.
124.1 CE). Así, pues, y atendiendo a otros fines del proceso penal, distintos a los de
la mecánica aplicación del «ius puniendi» del Estado, tales como la pronta reparación
de la víctima, la reinserción social del imputado o la lucha contra la criminalidad
organizada y el terrorismo, el MF está también constitucionalmente legitimado para no
incoar un determinado procedimiento penal bajo el previo cumplimiento de
determinados presupuestos o para adoptar o instar incluso el sobreseimiento de un
determinado proceso bajo condición de cumplimiento por el imputado de
determinadas prestaciones inmediatas y/o futuras. De hecho este principio, de una
manera más o menos velada, aparece ya en la Ley Procesal Penal del menor (LO
5/2000) y en la conformidad «premiada» (arts. 801 y 802 LECrim)
B) IMPARCIALIDAD
«Por el principio de imparcialidad -dispone el art. 7 - el Ministerio Fiscal actuará con
plena objetividad e independencia en defensa de los intereses que le estén
encomendados».
Debido a la circunstancia de que el MF no defiende derechos o intereses propios,
sino ajenos (de las víctimas, menores, personas desvalidas, etc.), así como los
bienes e intereses públicos socialmente relevantes, su actuación en el proceso es,
como se ha dicho, la propia de una parte imparcial. El MF, al ser, pues, parte y no
órgano jurisdiccional, no puede ser recusado; pero, debiendo ser imparcial, está
obligado a abstenerse por las mismas causas de abstención que rigen para los
jueces y Magistrados, todo ello sin perjuicio de que el interesado ponga dicha causa
en conocimiento del superior jerárquico a fin de que sea debidamente apartado de la
causa.
4. FUNCIONES DEL MINISTERIO FISCAL
Se determinan en el art. 3 del EOMF, que viene a concretizar las funciones genéricas,
descritas en el art. 124.1 CE.
A) FUNCIÓN OBJETIVA DE DEFENSA DE LA LEGALIDAD
Al MF se le ha definido como el más celoso «guardián de la Ley» o defensor de la
legalidad, tanto constitucional, como ordinaria.
a) Como defensor de la Constitución, le incumbe «intervenir en los procesos
judiciales de amparo, así como en las cuestiones de inconstitucionalidad » e
«interponer el recurso de amparo constitucional, así como intervenir en los procesos
que conoce el Tribunal Constitucional en defensa de la legalidad »
El art. 162.l.b CE expresamente le faculta para promover e intervenir en cualesquiera
procesos de amparo y, no sólo en el constitucional, sino también en los civiles,
administrativos, penales o laborales que previamente han de suscitarse.
El fundamento de esta legitimación hay que residenciarlo en su función de «defensa
de la Constitución» en tanto que Ley suprema, lo que convierte a este órgano
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colaborador de la Jurisdicción en una posición procesal imparcial, conforme a la cual
(y, a diferencia del Abogado del Estado que defenderá siempre la constitucionalidad
del acto) habrá de sostener la pretensión de amparo cuando estime que algún acto,
disposición o vía de hecho de un poder público ha vulnerado un derecho fundamental
o, por el contrario y en cualquier otro caso, habrá de oponerse a ella y defender la
legalidad del acto.
b) Como defensor de la legalidad ordinaria al MF le corresponde defender a las
Leyes que tutelen bienes socialmente relevantes o el interés público. Dicha defensa
lo es, tanto de las Leyes procesales, como materiales de carácter imperativo y de
interés público.
a') En cuanto a la tutela de las Leyes procesales el EOMF expresamente le legitima
para defender la independencia judicial, prevenir y corregir las dilaciones procesales
indebidas, defender la Jurisdicción y competencia de los órganos jurisdiccionales,
interviniendo en todos los conflictos de competencia, y velar por la ejecución de las
resoluciones judiciales que afecten al interés público y social.
b') Como defensor de las Leyes materiales le incumbe: ejercitar las acciones
penales y civiles dimanantes de delitos y faltas u oponerse a las ejercitadas por otros,
cuando proceda; intervenir en el proceso penal, instando de la autoridad judicial la
adopción de las medidas cautelares que procedan y la práctica de las diligencias
encaminadas al esclarecimiento de los hechos; tomar parte, en defensa de la
legalidad y del interés público o social, en los procesos relativos al estado civil y en
los demás que establezca la ley e intervenir en los procesos civiles que determine la
ley cuando esté comprometido el interés social o cuando puedan afectar a personas
menores, incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios
de representación
B) FUNCIÓN SUBJETIVA
Desde un punto de vista subjetivo, en su calidad de defensa de los derechos de
los ciudadanos, al MF le corresponde ejercer en materia de responsabilidad penal
de menores las funciones que le encomienda la legislación específica
(fundamentalmente la instrucción del proceso penal de menores instaurado por la Ley
5/2000), debiendo orientar su actuación a la satisfacción del interés superior del
menor; intervenir en los procesos civiles que determine la ley cuando esté
comprometido el interés social o cuando puedan afectar a personas menores,
incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios de
representación y velar por la protección procesal de las víctimas, promoviendo los
mecanismos previstos para que reciban la ayuda y asistencia efectivas y prevenir la
comisión de detenciones ilegales, pudiendo visitar todos los centros de detenidos así
como promover el «habeas corpas» .
Para el logro de los anteriores cometidos, los arts. 4 y 5 EOMF confieren el MF
determinadas facultades, cuales son: recabar información de todos los
procedimientos, emitir órdenes e instrucciones a los miembros de la Policía Judicial,
practicar detenciones preventivas y efectuar las Diligencias Informativas, previas a
las «Diligencias Previas» del Juez de Instrucción (art.773.2 LECrim), tras la recepción
de una denuncia, las cuales han de ser respetuosas con el principio de contradicción
y el derecho de defensa, sin que puedan durar más de seis meses o de doce meses
en los supuestos de delitos contra la criminalidad organizada (con posibilidad de
prórroga), hasta que finalicen mediante archivo o presentación de denuncia o querella
ante el Juez de Instrucción.
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TEMA 14 - EL PERSONAL COLABORADOR DE LA JUSTICIA
1. «LOS CUERPOS DE FUNCIONARIOS AL SERVICIO DE LA ADMINISTRACIÓN DE
JUSTICIA»
El Título I del Libro VI, regula las disposiciones comunes de los funcionarios al servicio
de la Administración de Justicia, encuadrando dentro de este concepto a los Cuerpos de
Gestión Procesal y Administrativa, de Tramitación Procesal y Administrativa, de Auxilio
Procesal, de Médicos Forenses, de facultativos y Técnicos Especialistas del Instituto
Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, de Ayudantes de Laboratorio y de otro
personal al servicio de la Administración de Justicia.
Todos estos funcionarios se integran en Cuerpos Nacionales (art. 470.2) y forman parte
también de la denominada «administración de la Administración de Justicia», razón por
la cual su competencia reglamentaria, ejecutiva y disciplinaria pertenece al Ministerio de
Justicia o a las Comunidades Autónomas con competencia sobre la materia de justicia
(art. 471), quienes además pueden disponer el ingreso en la Administración de Justicia
de otros funcionarios (art. 473). La duración de la jornada de trabajo de tales
funcionarios corresponde al Ministerio de Justicia, oídas las Comunidades Autónomas
(art. 500).
El CGPJ, por su parte, ostenta competencia para determinar los órganos y el horario de
los servicios de guardia (art. 501).
Se rigen por las disposiciones de la LOPJ (arts. 470 y ss.) y supletoriamente por la
Legislación, estatal y autonómica, sobre la función pública (art.474).
Tales Cuerpos Nacionales se dividen en Generales y Especiales. Son generales los
Cuerpos «de Gestión Procesal y Administrativa», «de Tramitación Procesal y
Administrativa» y los «de Auxilio Judicial», en tanto que pertenecen a los Cuerpos
Especiales todos los demás, relacionados más arriba (art. 475).
El ingreso de los funcionarios de carrera de tales Cuerpos se efectúa mediante
oposición o concurso-oposición, convocados por el Ministerio de Justicia (arts. 483.3 y
484) y la promoción mediante concurso-oposición, sistema de provisión de un 50% de
las plazas de cada Cuerpo superior (art. 490); la provisión de los puestos de trabajo se
realiza mediante concurso, de traslado o específico, o libre designación (art. 524)
efectuados por el Ministerio de Justicia o las CCAA (art. 525). La responsabilidad
disciplinaria corresponde indistintamente, según la competencia, al Ministerio o a las
CCAA, si bien la sanción de separación de servicio permanece residenciada en el
Ministerio de Justicia (art. 539).
A) LOS CUERPOS DE GESTIÓN PROCESAL Y ADMINISTRATIVA
Los funcionarios pertenecientes a dicho Cuerpo integran los tradicionalmente
denominados «Oficiales» de la Administración de Justicia. Para el ingreso en este
Cuerpo se requiere ser Diplomado Universitario, Ingeniero Técnico, Arquitecto Técnico o
equivalente (art. 475.a).
Tal y como su nombre indica, colaboran, bajo la supervisión del Secretario, en la
actividad procesal de nivel superior, mediante la tramitación de procedimientos que
exijan interpretaciones normativas, firman las comparecencias, documentan los
embargos y lanzamientos, pueden redactar notas que no sean de prueba, sino de
referencia, resumen y examen del trámite, realizan tareas de registro, emiten copias
simples de documentos, pueden asumir la Jefatura de las Unidades de Apoyo o de los
Servicios Comunes, efectuar tareas de gestión administrativa, de personal y de material,
y desempeñar puestos en las unidades administrativas, así como ejercer la Secretaría
de los Juzgados de Paz (art. 476). Excepcionalmente, cuando no existan suficientes
Secretarios en un determinado Juzgado, pueden intervenir, como fedatarios, en una
diligencia de registro y levantar la correspondiente acta.
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B) EL CUERPO DE TRAMITACIÓN PROCESAL Y ADMINISTRATIVA
Bajo esta denominación engloba la LOPJ a los tradicionalmente denominados
«Auxiliares» de la Administración de Justicia. Para el ingreso en este Cuerpo se
requiere estar en posesión del título de Bachiller o equivalente (art. 475.a).
Son funcionarios de apoyo a la gestión procesal, que, bajo la dependencia de los
funcionarios del Cuerpo de Gestión y, en último término, del Secretario, realizan tareas
ejecutivas, tales como la tramitación general de los procedimientos mediante el empleo
de métodos mecánicos u ofimáticos, confeccionando la totalidad de los documentos,
autos y expedientes procesales, incluidas las cédulas de los actos de comunicación,
llevan el registro y clasifican la correspondencia, pudiendo desempeñar su función, tanto
en las oficinas judiciales, como en las unidades administrativas (art. 477).
C) EL CUERPO DE AUXILIO JUDICIAL
Por funcionarios del Cuerpo de Auxilio Judicial cabe entender a los comúnmente
denominados «Agentes judiciales». Para su ingreso se exige el título de graduado en
ESO o equivalente (art. 475.a). Estos funcionarios, que, cuando actúan como policía
judicial, tienen el carácter de Autoridad, tienen como cometido practicar todos los actos
de comunicación (notificaciones, citaciones y emplazamientos), la ejecución de
embargos y lanzamientos, mantener el orden en las vistas, realizar funciones de archivo
y velar por el correcto funcionamiento de los medios técnicos del Tribunal, pudiendo
desempeñar también su actividad, tanto en la oficina judicial, omo en las unidades
administrativas (art. 478).
2. LA POLICÍA JUDICIAL
Tal y como dispone el art. 126 CE «la policía judicial depende de los Jueces, de los
Tribunales y del Ministerio Fiscal en sus funciones de averiguación del delito y
descubrimiento y aseguramiento del delincuente, en los términos que la Ley
establezca».
En desarrollo de este precepto constitucional el art. 547 LOPJ dispone que la policía
judicial auxilia a los Juzgados y Tribunales y al Ministerio Fiscal en la averiguación de
los delitos y en el descubrimiento y aseguramiento de los delincuentes. A continuación,
determina los funcionarios que componen dicha policía judicial, cuales son todas las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad dependientes, tanto del Gobierno Central, como de las
CCAA y de la Administración Local.
La policía judicial hoy viene, pues, integrada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado, las de las CCAA y la Policía local de los Ayuntamientos. Junto a esta policía
judicial genérica, adscribió también a los Juzgados, Tribunales y MF determinadas
«unidades orgánicas de la policía judicial » (art. 548 LOPJ) que, procedentes de las
referidas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, actúan bajo la directa
inmediación de los Fiscales, en las diligencias informativas previas a las judiciales, de
los Jueces de Instrucción en los sumarios y en la fase del juicio oral de los Jueces de lo
Penal y de las Audiencias Nacional y Provinciales.
Pero la dependencia de la policía judicial de los órganos jurisdiccionales es sólo
funcional y no orgánica, dependiendo en este último aspecto de sus mandos naturales,
quienes les pueden encomendar otros cometidos de prevención y seguridad ciudadana.
Las funciones de la policía judicial se determinan en el art. 549 LOPJ.
3. LOS MÉDICOS FORENSES
Son funcionarios de carrera que integran un Cuerpo Nacional de Titulados superiores al
servicio de la Administración de Justicia (art. 479). Para su ingreso se requiere ser
Licenciado en Medicina (art. 475.b).
4. OTROS CUERPOS E INSTITUCIONES PERICIALES
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A) LOS FACULTATIVOS DEL INSTITUTO NACIONAL DE TOXICOLOGÍA Y
CIENCIAS FORENSES
Estos funcionarios de carrera constituyen un Cuerpo Nacional de Titulados Superiores al
servicio de la Administración de Justicia. Pueden ingresar al mismo los Licenciados en
Ciencias Experimentales y de la Salud (art. 475.b) y prestan su asistencia a las
Autoridades judiciales, gubernativas, al Ministerio Fiscal y a los Médicos Forenses en el
curso del proceso penal. Prestan sus servicios en los Institutos de Toxicología y de
Medicina Legal, en donde realizan sus análisis sobre sustancias intervenidas y emiten
los informes periciales que los órganos jurisdiccionales les soliciten (vgr.: sobre la
pureza de la droga intervenida) (art. 480.1).
B) LOS TÉCNICOS ESPECIALISTAS DEL INSTITUTO NACIONAL DE
TOXICOLOGÍA Y CIENCIAS FORENSES
Han de estar, para su ingreso, en posesión del título de Técnico Superior en Formación
profesional o equivalente e integran también un Cuerpo Nacional (art. 475.b). Prestan su
función de auxilio técnico especializado en el Laboratorio del Instituto Nacional de
Toxicología (art. 479.2).
C) LOS AYUDANTES DE LABORATORIO DEL INSTITUTO NACIONAL
DE TOXICOLOGÍA Y CIENCIAS FORENSES
Han de estar en posesión del título de Técnico en Formación Profesional o equivalente,
forman un Cuerpo Nacional y prestan funciones de apoyo en el referido Instituto de
Toxicología (arts. 475.b y 480.3).
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TEMA 15- LOS ABOGADOS Y PROCURADORES
1. LA POSTULACIÓN Y LOS DERECHOS A LA TUTELA Y DE DEFENSA
Disponen los números primero y segundo del art. 24 CE que «todos tienen derecho a obtener la
tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin
que en ningún caso se produzca indefensión y a la defensa y asistencia de Letrado».
Debido a la complejidad del Derecho y a la circunstancia de que el Estado posee cualificados
expertos en Derecho para defender sus pretensiones, nuestras Leyes procesales imponen que,
para acceder a la Jurisdicción, bien sea como demandante o demandado, bien como acusador o
acusado, y la necesidad de comparecer en el proceso mediante procurador y asistido de
abogado. A estos profesionales nuestra Constitución les confía, pues, la importantísima función
de defensa de todos los derechos subjetivos, públicos y privados e intereses legítimos de los
ciudadanos.
A esta exigencia constitucional de comparecer los ciudadanos en el proceso representados por
procurador y defendidos por letrado o abogado, que tiene por última finalidad evitar situaciones
materiales de indefensión, se le denomina «capacidad de postulación». Consiste en la aptitud
requerida por la Ley para realizar válidamente dentro del proceso los actos procesales de las
partes.
La integración de dicha capacidad es una carga procesal que incumbe a las partes, de tal suerte
que el particular que se propone litigar ante los tribunales ha de contratar previamente los
servicios de abogado y procurador, se exceptúan los supuestos en que el litigante, por carecer de
recursos para satisfacer los honorarios y derechos de tales profesionales, ha de requerir la
asistencia de un abogado o procurador del turno de oficio, así como el imputado en un proceso
penal que, siendo pobre o rico, no haga uso de su derecho a la designación de un abogado de su
confianza, en cuyo caso el Juez le proveerá también de un abogado del turno de oficio. La
denuncia del incumplimiento por alguna de las partes de su capacidad de postulación es una
carga procesal que también incumbe a la contraparte, quien la ha de hacer valer por la vía de las
excepciones en el escrito de contestación a la demanda (art. 405.3). Pero, debido a que la
naturaleza de este requisito procesal es reconducible a la de los presupuestos procesales, cuyo
incumplimiento obstan a la válida realización del proceso, también ha de ser vigilado su
cumplimiento de oficio por el Juez, tratándose, en cualquier caso, de un requisito que permite su
subsanación dentro del mismo.
Tanto la LOPJ, como nuestras Leyes de Enjuiciamiento desde siempre optaron por un sistema
dual en el ejercicio de la capacidad procesal, de manera que los ciudadanos han de comparecer
en el proceso representados por procurador y defendidos por un abogado.
2. LA REPRESENTACIÓN PROCESAL: EL PROCURADOR
El procurador es el representante procesal de la parte material que actúa en el proceso como
consecuencia de la suscripción con su cliente de un mandato procuratorio o «poder para pleitos»,
que ha de ser intervenido por un notario o expedido por el Secretario judicial, en cuyo caso a la
designación del procurador se le denomina «apud acta»
En la actualidad la figura del procurador se justifica en la medida en que sea útil para descargar al
Tribunal y al abogado de las funciones de comunicación entre ambos, para lo cual es necesario
que se convierta en un especialista no sólo en derecho Procesal, sino también en las nuevas
tecnologías de la comunicación (Internet, firma electrónica ,etc.).
A) REQUISITOS PARA EJERCER LA PROFESIÓN DE PROCURADOR
Son procuradores quienes válidamente incorporados a un Colegio representan a los poderdantes
ante los juzgados y Tribunales. Para ser procurador se requiere ser español o ciudadano de la
Unión Europea, mayor de edad, no incapacitado o inhabilitado, estar en posesión del título de
Licenciado en Derecho y obtener el título de procurador que expide el Ministerio de Justicia.
Para la obtención de los mencionados títulos será necesario superar un proceso de formación
especializada de carácter fundamentalmente práctico, en el cual, al menos la mitad debe
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realizarse mediante prácticas externas en el ámbito de la abogacía o de la procura. Los cursos de
formación deberán ser acreditados conjuntamente por el Ministerio de Justicia y el Ministerio de
Educación y Ciencia y, podrán ser impartidos por las Escuelas de Práctica Jurídica que hayan
sido homologados por el Consejo General de la Abogacía o de la Procura, siempre que, celebren
un Convenio de Colaboración con una Universidad, pública o privada, por el que se garantice el
cumplimiento de las exigencias generales previstas para dichos cursos de formación.
Al final del periodo formativo práctico se realizarán las pruebas de aptitud profesional ante una
Comisión de Evaluación que será única para los cursos realizados en el territorio de una misma
Comunidad Autónoma. Estas Comisiones de Evaluación estarán compuestas por representantes
del Ministerio de Justicia, Educación y Ciencia, Comunidad Autónoma, Universidad, abogados y
procuradores. La prueba de evaluación tendrá el mismo contenido en todo el territorio nacional y
su convocatoria será, como mínimo, anual, sin que se pueda establecer un número de plazas de
acceso limitadas. Los procuradores limitan su actuación a la demarcación territorial de su
Colegio y han de actuar con profesionalidad, honradez, lealtad, diligencia y firmeza en la defensa
de los intereses de sus representados.
El procurador precisa, para su válida intervención en el proceso, que la parte o el Estado le
otorgue un poder de representación procesal, el cual puede ser general, especial y especialísimo:
es general, cuando el ciudadano otorga al procurador un poder para intervenir en toda clase de
procesos (civiles, penales, administrativos y laborales); especial cuando se le otorga para un
determinado orden jurisdiccional, y especialísimo cuando se habilita expresamente al procurador
tan sólo para ejercitar el derecho de acción en relación con un asunto o acto procesal
determinado. Por regla general, es suficiente el poder general para intervenir en todo tipo de
procesos; pero la Ley exige poder especialísimo o ratificación del poder general apud acta para
los actos que, como es el caso de la renuncia, desistimiento, transacción o allanamiento, entrañan
una disposición del proceso o para la interposición de una querella.
B) DERECHOS Y DEBERES DE LOS PROCURADORES
La relación de servicios que liga al procurador con su cliente es reconducible al mandato
voluntario, el cual se rige por las disposiciones de la LEC (arts. 23-35) y supletoriamente (art. 27
LEC) por las del Código Civil relativas al contrato de mandato (arts. 1.709-1.739). Como tal
contrato, el poder de representación procesal precisa ser aceptado por el procurador (art. 26), en
cuyo caso se perfecciona el contrato y surgen los derechos y obligaciones entre mandante y
mandatario (arts. 26 y 29 LEC): percepción de la «provisión de fondos» y pago de sus derechos
arancelarios, pudiendo acudir, en caso de impago, al proceso de ejecución de «jura de cuentas»
(art. 34 LEC) obligación de secreto, formalización de los emplazamientos, información a la parte y
al abogado de todas las vicisitudes procesales, comunicación diligente de todos los actos entre el
abogado y el tribunal, recepción de notificaciones etc.
Cesa también por revocación del mandante y por renuncia del mandatario, fallecimiento de alguna
de las partes y por finalización de la representación procesal.
3. LA DEFENSA TÉCNICA: EL ABOGADO
Pero el procurador, por sí solo no puede realizar válidamente actos procesales.
Necesita además la intervención personal en las vistas o la firma en los escritos del abogado,
quién es, cómo se ha dicho, quién ostenta la defensa técnica y la dirección procesal. Esta
exigencia la consagra el art. 31.1 LEC, en cuya virtud «Los litigantes serán dirigidos por abogados
habilitados para ejercer su profesión en el tribunal que conozca del asunto. No podrá proveerse a
ninguna solicitud que no lleve la firma de abogado».
Son abogados «quienes, incorporados a un Colegio español de Abogados en calidad de
ejercientes y cumplidos los requisitos necesarios para ello, se dedican de forma profesional al
asesoramiento, concordia y defensa de los intereses jurídicos ajenos, públicos o privados
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Esta denominación, la de abogado, corresponde, pues, al Licenciado en Derecho que ejerza
profesionalmente la dirección y defensa de las partes en toda clase de procesos, o el
asesoramiento y consejo jurídico.
A) REQUISITOS PARA EJERCER LA ABOGACÍA
Se requiere ser español o ciudadano de la Unión Europea, mayor de edad, no incapacitado o
inhabilitado, estar en posesión del Título Universitario de Licenciado en Derecho o el título de
grado que lo sustituya y darse de alta, en calidad de ejerciente, en un Colegio de Abogados.
Exige como requisito imprescindible para la colegiación la obtención del título profesional de
abogado.
El abogado puede desempeñar hoy su profesión en todo el territorio nacional y en el de los
Estados miembros de la Unión Europea. Es incompatible con la función de procurador y con
cargos, empleos o funciones públicas, cuya normativa específica así lo establezca o con la
actividad de auditoria de cuentas. Están sometidos a un estatuto especial de publicidad
Deontológico de la Abogacía, no puede efectuar competencia desleal (art. 8 CDAE) y han de
aceptar libremente la defensa, sin que los demás compañeros puedan asumir la defensa de un
cliente de la cartera de otro abogado sin la «venia» expresa del abogado originario.
Los abogados pueden ejercer hoy su profesión, tanto individualmente, en su calidad de
autónomos, contratados laborales o pasantes, como en despachos colectivos y en sociedades de
carácter personal, así como a través de agrupaciones de abogados que pueden asumir cualquier
forma de sociedad mercantil.
B) DERECHOS Y DEBERES DE LOS ABOGADOS
Tienen las obligaciones de colaborar en la recta Administración de la Justicia, de actuar con
probidad, veracidad y lealtad procesal, de secreto profesional, celo y diligencia en la defensa que
le sea encomendad, de satisfacer las cuotas colegiales, de asesoramiento y defensa de oficio de
quienes carezcan de recursos para litigar y de aseguramiento de la responsabilidad civil que
pudiera contraer con ocasión de su profesión. En el incumplimiento de sus obligaciones
profesionales están sometidos a la responsabilidad disciplinaria de su Colegio.
Les asiste el derecho a ejercer la defensa con libertad e independencia y con pleno respeto a su
función, lo cual implica un amplio ejercicio de la libertad de expresión, a ejercitar sus derechos
sociales en el Colegio, vestir toga en estrados y sentarse al mismo nivel que el Tribunal, sin dar la
espalda al público y en condiciones de igualdad con el MF y el Abogado del Estado y al pago de
sus honorarios profesionales, que pueden ser libremente estipulados o sometidos a las normas de
mínimos y orientadoras de los Colegios de Abogados, pudiendo incluso pactar una «cuota litis»
exclusiva (por su resultado).
No existe norma alguna que califique la relación jurídica que liga al abogado con su cliente y de
aquí que la jurisprudencia haya mantenido diversas tesis al respecto, reconducibles
fundamentalmente a dos, a la del «arrendamiento de obra» y a la del «arrendamiento de servicios
», que, en la actualidad, es la tesis dominante.
El contrato de patrocinio es un arrendamiento de servicios, por el cual el abogado de confianza se
compromete a prestar diligentemente y con eficacia sus servicios profesionales para la defensa
ante los Tribunales de determinados derechos subjetivos de su cliente por un precio cierto en
forma de honorarios libre y previamente pactados o los que determinen las normas orientadoras
de los Colegios de Abogados. Al ser un contrato de arrendamiento de servicios y no de obra, la
relación del Abogado con su cliente no es de resultad, siempre incierto, sino de medios,
comprometiéndose el abogado a defender a su cliente con la mayor diligencia, estudio, trabajo y
eficacia.
Lo dicho, sin embargo, no impide que, en determinadas ocasiones, la relación jurídica pueda ser
reconducida al contrato de obra. Ello sería lo que ocurriría, cuando el abogado es contratado para
la realización de un determinado trabajo precontencioso, como una gestión amistosa, la redacción
de un contrato o documento o la realización de un dictamen.
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En el supuesto de que, bien por haber obtenido la parte material el derecho de asistencia gratuita,
bien por haber recabado la intervención de un procurador o abogado, se les nombre de oficio a
tales profesionales, es claro que esta relación no puede ser reconducida ni a la figura del mandato
voluntario, ni a la del arrendamiento de servicios.
Consiste en asumir la defensa de oficio como consecuencia de la relación jurídica pública que les
liga con el Estado y que les obliga a cumplir con el mandato constitucional, según el cual a ningún
ciudadano se le puede ocasionar indefensión material.
En la actualidad, estos servicios relativos a la asistencia jurídica gratuita son retribuidos por el
Estado. Pero, si el beneficiario de este servicio viniere a mejor fortuna o en los supuestos de
intervención de oficio de estos profesionales en el ámbito del proceso penal y en relación con
personas que gozan de recursos para litigar, deben estos particulares satisfacer los derechos del
procurador y honorarios del abogado. Lo mismo ha de ocurrir cuando el beneficiario de la
asistencia gratuita rechace, ello no obstante, la designación de su abogado de oficio y nombre a
un abogado de confianza.
4. EXENCIONES A LA NECESIDAD DE POSTULACIÓN
En tales casos, si hubiera una condena en costas, no se incluirá, salvo temeridad, en la tasación
los honorarios y derechos del abogado y del procurador, cuya intervención no es preceptiva.
Tales supuestos de exención a la regla de la capacidad de postulación precisan ser estudiados en
cada orden jurisdiccional.
A) EN EL PROCESO CIVIL
No es preceptiva la intervención de procurador: a) En los juicios verbales cuya cuantía no exceda
de 900 euros y para la petición inicial de los procedimientos monitorios, conforme a lo previsto en
esta Ley; b) En los juicios universales, cuando se limite la comparecencia a la presentación de
títulos de crédito o derechos, o para concurrir a Juntas, y c) En los incidentes relativos a
impugnación de resoluciones en materia de asistencia jurídica gratuita y cuando se soliciten
medidas urgentes con anterioridad al juicio (art. 23.2 LEC).
No es preceptiva la intervención de abogado en: a) los juicios verbales cuya cuantía no exceda de
900 euros y la petición inicial de los procedimientos monitorios, conforme a lo previsto en esta
Ley, y b) Los escritos que tengan por objeto personarse en juicio, solicitar medidas urgentes con
anterioridad al juicio o pedir la suspensión urgente de vistas o actuaciones. Cuando la suspensión
de vistas o actuaciones que se pretenda se funde en causas que se refieran especialmente al
abogado también deberá éste firmar el escrito, si fuera posible (art. 31.2).
B) EN EL PROCESO PENAL
Como consecuencia de la vigencia del derecho del imputado a defenderse por sí mismo o a
contar con un abogado de su elección del art. 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, ha
de reconocerse, en principio, la validez, tanto de la defensa privada del imputado, como de la
pública de su abogado defensor. Por esta razón, la LECrim otorga plena validez a determinados
actos procesales que, en el curso de una instrucción, puede el imputado realizar sin la asistencia
de su abogado o procurador.
Tales actos son los siguientes: el derecho de «habeas corpus», el auto del Juez elevando la
detención a prisión provisional, la recusación de los peritos y el juicio de faltas, en donde no es
preceptiva, ni la intervención del abogado, ni la del procurador.
Por otra parte, en la instrucción del proceso penal abreviado, el abogado puede asumir también
simultáneamente la representación procesal.
Salvedad hecha de estas excepciones y especialidades, la intervención del abogado y del
procurador es siempre necesaria en todas las instancias del proceso penal.
C) EN EL PROCESO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
En el proceso contencioso-administrativo es preceptiva la intervención de abogado y de
procurador ante todos los órganos colegiados con las siguientes especialidades: a) en el proceso
abreviado y, en general, ante todas las actuaciones que transcurran ante los Juzgados de lo
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contencioso-administrativo, puede el abogado asumir también la representación procesal; b) en
los asuntos de personal o que promuevan los funcionarios y demás empleados sobre su relación
funcionarial pueden comparecer personalmente sin la asistencia del abogado y del procurador
(art. 23.3).
D) EN EL PROCESO DE TRABAJO
En la primera instancia no es preceptiva la intervención del abogado, ni del procurador, pero
pueden las partes otorgar la representación procesal, a un procurador, a un abogado, a un
graduado social o a cualquier persona que esté en el pleno goce de sus derechos civiles. Ello no
obstante, si una de las partes compareciera mediante abogado, habrá de comunicárselo al Juez
de lo Social para que se le traslade a la contraparte el ejercicio de aquél derecho en punto a poder
comparecer también asistida de Letrado; en actuaciones distintas a la del juicio, está obligado el
Juez a garantizar la igualdad de armas. En las demás instancias, es preceptiva la intervención del
abogado.
5. LOS COLEGIOS DE ABOGADOS Y DE PROCURADORES
La condición, tanto de procurador, como de abogado, se adquiere a partir del día del alta como
ejerciente en un Colegio profesional de procuradores o de abogados.
Previstos los Colegios profesionales en el art. 52 de la CE, la incorporación obligatoria de sus
miembros no contradice el derecho de asociación en su vertiente negativa, por lo que dicha
colegiación obligatoria ha recibido desde siempre el refrendo del Tribunal Constitucional.
Los Colegios de Abogados y Procuradores son Corporaciones de Derecho Público de ámbito
territorial que se constituyen para la defensa de sus asociados, su representación, labor de
formación de los colegiados y, sobre todo, para vigilar la deontología profesional, que es, en
definitiva, la causa constitucional que fundamenta la existencia de los Colegios y su adscripción
obligatoria.
Por esta razón, ostentan los Colegios la potestad disciplinaria que ha de ser ejercida con absoluto
respeto a las normas y garantías constitucionales del procedimiento sancionador (art. 546 LOPJ).
Los Colegios, en tanto que Corporaciones de Derecho Público, dictan actos administrativos y, en
cuanto tales, sometidos a la Ley de Procedimiento Administrativo Común, por lo que pueden ser
recurridos internamente ante los respectivos Consejos Generales de la Procura o de la Abogacía
o externamente ante los Juzgados y Tribunales de lo Contencioso-administrativo.
6. REPRESENTACIÓN Y DEFENSA DEL ESTADO Y DEMÁS ENTES PÚBLICOS
Abogado del Estado es todo profesional del Derecho que, como su nombre indica, defiende al
Estado. Pero, atendiendo a un criterio técnico, en nuestro Estado compuesto hay que diferenciar
los Abogados del Estado, los de las Comunidades Autónomas y los de la Administración Local.
A) LOS ABOGADOS DEL ESTADO
El prestigioso Cuerpo de Abogados del Estado se rige por el art. 551LOPJ.
Con las únicas excepciones del Ministerio de Defensa y de la Administración de la Seguridad
Social, que tienen su Cuerpo especial de Letrados, los Abogados del Estado son los encargados
del asesoramiento, representación y defensa en todo tipo de procesos.
Los Abogados del Estado dependen de la Dirección del Servicio Jurídico del Estado, que, con
categoría de Subsecretaría, está adscrita al Ministerio de Justicia, y pueden prestar su función en
dicha Dirección, en los distintos Ministerios y en la Administración periférica.
Ingresan mediante oposición libre que transcurre ante un tribunal designado por el Ministerio de
Justicia y en el ejercicio de su función están sometidos al principio de dependencia jerárquica, sin
que puedan, sin habilitación expresa del Director del servicio Jurídico, ejercer una acción, ni
desistir o transigir sobre las acciones entabladas sin la referida licencia.
B) LOS LETRADOS DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS Y DE LAS CORPORACIONES
LOCALES
Se rigen por lo dispuesto en el art. 551.2 LOPJ y su normativa específica.
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De conformidad con tales preceptos, la defensa y representación en juicio de las Administraciones
de las Comunidades Autónomas y de las Corporaciones Locales corresponde a los Letrados que
sirvan en los servicios jurídicos de dichas entidades, a los abogados colegiados, cuyos servicios
contraten expresamente para determinados asuntos o a la Abogacía del Estado, si requirieran de
sus servicios. En la práctica forense suelen ser los Letrados de dichas Administraciones quienes
asumen su defensa.
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SECCIÓN QUINTA- LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA.

TEMA 16- EL DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA


1. LA ACCIÓN. ACCIÓN Y JURISDICCIÓN
Al Poder Judicial, la Constitución (art. 117.3) le encomienda la potestad jurisdiccional, la cual, en la
inmensa mayoría de los conflictos, no se activa de oficio, sino que necesita que alguien provoque su
actuación a través del ejercicio de un derecho, que la doctrina procesal desde siempre ha denominado
«derecho de acción», y que la Constitución lo bautizó como «derecho a la tutela judicial efectiva».
Los particulares tienen siempre el libre acceso o camino abierto a los tribunales para la interposición de
una pretensión u oponerse a ella en punto a obtener de los Juzgados y Tribunales la satisfacción de
sus respectivas pretensiones o resistencias, haciendo desaparecer definitivamente el conflicto.
Ello es así, debido a la vigencia, en el proceso civil, del principio «dispositivo», cuya primera y principa
característica es la del cumplimiento de los axiomas o el de que «donde no haya un actor que no exista
ningún Juez». Para poner en marcha la actividad jurisdiccional del Estado hace falta una petición o
impulso de parte, cual es el ejercicio del derecho de acción.
2. CONTENIDO ESENCIAL DEL DERECHO DE ACCIÓN
Podemos definir el derecho de acción como derecho fundamental que asiste a todo sujeto de Derecho
a acceder libremente al Poder Judicial, a través de un proceso con todas las garantías y a todas su
instancias, deducir en él una pretensión u oponerse a ella y obtener de los Juzgados y Tribunales una
resolución definitiva, motivada y razonada, fundada en Derecho, congruente y, a ser posible, de fondo
que ponga irrevocablemente término al conflicto, así como a obtener la ejecución de lo resuelto.
Principales notas esenciales:
A) DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA
a) Titularidad
Todos los sujetos del Derecho, tanto a las personas jurídicas, privadas y públicas, tengan o no plena
capacidad: sean nacionales, residentes de la Unión Europea o extranjeros, legalizados o no en
España.
b) El derecho de acción y las partes
El derecho de acción asiste, tanto con respecto a quien desee acceder al proceso para interponer una
pretensión, esto es al actor en el proceso civil y al querellante o acusador en el penal, como a quien
tenga que comparecer en el proceso como parte demandada o imputada, cuya finalidad consiste
precisamente en hacer valer con eficacia su derecho de defensa.
c) Obstáculos jurídicos y económicos
El demandante y el acusador privado, el demandado y el imputado han de ostentar todos ellos e
derecho a acceder libremente a un proceso, por lo que han de resultar, en principio, inconstitucionale
los obstáculos, jurídicos o económicos, que puedan impedir o dificultar dicho libre acceso.
a') De las partes activas
Lo primero es lo que puede ocurrir cuando se condiciona el ejercicio del derecho a la tutela de una
persona jurídica al hecho de su inscripción en un determinado Registro, declarado inconstitucional.
Y lo segundo es lo que ocurría con la fianza del acusador popular o de los extranjeros que motivó no
pocos recursos de amparo, en los que el TC pudo afirmar que tales fianzas habían de se
proporcionadas al patrimonio de quien ejercita el derecho a la tutela y no obstáculos insalvables que
ahuyentaran a los acusadores populares o impidieran el derecho de defensa de los extranjeros
doctrina hoy sancionada por el art. 20.3 LOPJ.
b') De las partes pasivas
También a las partes pasivas les asiste el derecho a la tutela, para lo cual lo primero que han de
conocer es la propia instauración de un proceso en su contra. Por esta razón, nuestro ordenamiento
procesal es celoso a la hora de notificar el emplazamiento del demandado en su propio domicilio e
incluso el
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Secretario judicial ha de indagar cuál sea éste. Si el Tribunal no adoptara estas cautelas, no hubiera
negligencia por el demandado para eludir la comparecencia y no pudiera éste «purgar su rebeldía» o
provocar la nulidad de la sentencia por indefensión, infringiría el derecho a la tutela.
Lo mismo ocurre en el proceso penal, en el que el ciudadano, sometido a una instrucción, habrá de
poder tomar conocimiento de la previa existencia del proceso, para lo cual se hace obligado la
comunicación personal de los actos que tengan por objeto su comparecencia. Y a fin de poder ejercita
con eficacia su derecho de defensa, se le ha de poner en su conocimiento la imputación contra é
existente en una lengua que comprenda o a ser asistido en sus declaraciones por un intérprete, cuyo
gastos habrán de ser satisfechos por el Estado, tanto, si fuere extranjero, como si, siendo españo
desconociera absolutamente el castellano.
d) Derecho de acceso a todas las instancias
En la primera instancia rige este derecho fundamental con toda su amplitud, de manera que no puede
el legislador limitar o condicionar su ejercicio; sin embargo, el derecho de acceso a los recursos, que
también se encuentra implícito en el derecho a la tutela, lo ha de ser con arreglo al sistema de recurso
preestablecido y bajo el cumplimiento de todos y cada uno de los requisitos que condicionan su
admisibilidad. El legislador puede, imponer al recurrente la exigencia de satisfacer determinado
depósitos o cauciones, tendentes a garantizar su seriedad; presupuestos procesales de los recurso
que, si son proporcionados, no obstaculizan el derecho a la tutela, ya que también es un derecho
fundamental el que le asiste a la contraparte a un proceso «sin dilaciones indebidas» y a la rápida
ejecución de su sentencia.
Los recursos, ordinarios y extraordinarios y en los medios de rescisión de la cosa juzgada han de
satisfacer un depósito pare recurrir, cuya cuantía oscila entre los 30 y 50 euros y destinados a sufraga
los gastos de la justicia gratuita y a la modernización e informatización de nuestra paupérrima
Administración de Justicia. La libertad del legislador a la hora de establecer el régimen de recurso
tiene un límite en el proceso penal según el cual toda persona declarada culpable de un delito tendrá
derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un Tribuna
superior.
B) DERECHO A UN PROCESO CON TODAS LAS GARANTÍAS
En primer lugar, que dicho acceso lo sea al Juez legal imparcial o «predeterminado por la Ley» y, en
segundo, que ese instrumento que tiene el Juez para satisfacer las pretensiones y resistencias, esto
es, el proceso, sea respetuoso con los principios de contradicción, igualdad de armas, dispositivo en e
proceso civil y acusatorio, en el penal.
C) DERECHO A LA OBTENCIÓN DE UNA SENTENCIA DE FONDO, MOTIVADA, FUNDADA Y
CONGRUENTE
Una vez las partes han deducido sus pretensiones y defensas, han formulado, con contradicción e
igualdad de armas, sus actos de alegación y prueba el derecho a la tutela judicial exige que obtengan
una Sentencia de fondo la cual ha de resultar motivada en la prueba, fundada en Derecho y ha de se
racional y congruente con las pretensiones de las partes.
a) El derecho a la obtención de una sentencia de fondo
Impone una exigencia constitucional a los Juzgados y Tribunales, la de que siempre que sea posible
han de otorgar una respuesta jurídico material al conflicto que se les traslada, sin que puedan acudir a
las por todo actor temidas «sentencias absolutorias en la instancia» salvo que exista un impedimento
legal y razonable que impida ese pronunciamiento de fondo. Lo que la Constitución exige de los Juece
es que impartan una justicia material.
El demandante ha de ser escrupuloso con el cumplimiento de los presupuestos procesales. Si e
incumplimiento de tales requisitos procesales obedece a la actitud negligente de la parte, la resolución
definitiva será absolutoria o inadmisoria, pero fundada y proporcionada, en cuyo caso no se habrá
infringido el derecho a la tutela.
Pero, si los órganos judiciales, rehuyen de su obligación de solucionar definitivamente el conflicto
mediante la aplicación del Derecho material, se habrá vulnerado el derecho a la tutela. Como señala el
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Tribunal Constitucional. Las decisiones de inadmisión de los recursos que efectúen los órgano
judiciales sólo pueden ser objeto de revisión por parte del TC. Nuestro ordenamiento procesal intenta
prevenir o evitar estas resoluciones formales, denegatorias del derecho de acción, mediante e
examen por el Secretario y por Juez, y al inicio del proceso, del cumplimiento de los presupuesto
procesales, debiendo otorgar a la parte interesada la facultad de subsanar sus posible
incumplimientos, los cuales, de estimarse a su término, provocarían una sentencia absolutoria en la
instancia, con lo que el demandante habría de volver, previa la subsanación del defecto, a iniciar todo
el proceso.
b) El derecho a la obtención de una resolución motivada, razonada y fundada en Derecho
«Las sentencias serán siempre motivadas», el TC ha considerado incluido en el derecho a la tutela la
obligación de los Juzgados y Tribunales de motivar las Sentencias.
Pero este deber constitucional de motivación de las Sentencias no puede ser meramente formal, sino
que ha de dar respuesta al objeto procesal trazado por las partes. Y así, la Sentencia, en primer lugar
ha de ser motivada en los hechos, lo que implica la determinación de los hechos probados y la
expresión del razonamiento por el cual el Tribunal obtiene su conclusión, exigencia que ha de se
superior en el proceso penal cuando se trate de la valoración de la prueba indiciaría.
Ha de ser motivada también en la premisa mayor del silogismo judicial, es decir, en los Fundamento
de Derecho, en el que se ha de invocar el Derecho aplicable e interpretarlo adecuadamente, «la
motivación debe contener una fundamentación en Derecho, esto es, que el fundamento de la decisión
sea la aplicación no arbitraria de las normas que se consideren adecuadas al caso, pues tanto si la
aplicación de la legalidad es fruto de un error patente, como si fuere «arbitraria, manifiestamente
irrazonada o irrazonable» no podría considerarse fundada en Derecho, dado que la aplicación de la
legalidad sería tan sólo una mera apariencia.
Cuando la sentencia sea inmotivada, incurra en un error patente o contenga una fundamentación
irrazonada o irrazonable puede vulnerar el derecho a la tutela y abrir las puertas al recurso de amparo
lo que no significa, sin embargo, que el TC sea una tercera instancia o pueda confundirse dicho
recurso constitucional con una apelación o una casación, pues, en materia de valoración de la prueba
de aplicación e interpretación del Derecho, los Juzgados y Tribunales han de ostentar la última palabra
c) El derecho a la obtención de una sentencia congruente
La última exigencia constitucional de las Sentencias, reside en que han de ser congruentes con la
pretensiones y resistencias de las partes.
Art. 218.1 LEC, «las sentencias deben ser... congruentes con las demandas y con las demá
pretensiones de las partes... harán las declaraciones que aquéllas exijan, condenando o absolviendo a
demandado y decidiendo todos los puntos que hayan sido objeto de debate».
El derecho a la tutela judicial tan solo ampara las modalidades de incongruencia «omisiva», también
llamada «ex silentio», «que se producirá cuando el órgano judicial deje sin contestar alguna de la
pretensiones sometidas a su consideración por las partes», así como la mixta o por error, en que e
Tribunal razona sobre otra pretensión ajena al objeto del proceso.
D) EL DERECHO A LA EJECUCIÓN DE LAS SENTENCIAS
Debido a la circunstancia de que la tutela, ha de ser «efectiva», también se vulnera dicho derecho
fundamental si no se lleva a la práctica el fallo o parte dispositiva de las sentencias, pues la
satisfacción, que ha de otorgar el proceso, ha de ser plena y práctica y no meramente platónica o irrea
El art. 18.2 LOPJ establece que «las sentencias se ejecutarán en sus propios términos» y, por la
misma, la inejecución de una sentencia posibilita también el recurso de amparo, pues, como señala e
TC, la tutela judicial efectiva ha de impedir «que las Sentencias y los derechos en ellas reconocidos se
conviertan en meras declaraciones de intenciones sin alcance práctico ni efectividad alguna. De ella
deriva la exigencia constitucional de que el órgano judicial adopte las medidas que sean precisas para
reaccionar frente a comportamientos impeditivos, dilatorios o fraudulentos en orden al cumplimiento de
lo judicialmente decidido.
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TEMA 17- LA ASISTENCIA JURÍDICA GRATUITA

1. LA ASISTENCIA JURÍDICA GRATUITA


Art. 119 CE la «justicia será gratuita cuando así lo disponga la ley y, en todo caso, respecto de
quienes acrediten insuficiencia de recursos para litigar», consagra un derecho constitucional de
configuración legal y de carácter instrumental respecto del derecho a la tutela judicial efectiva
reconocido en el art. 24.1 CE, pues su finalidad inmediata radica en permitir el acceso a la
justicia, para interponer pretensiones u oponerse a ellas, a quienes carezcan de medios
económicos suficientes para ello y, más ampliamente, trata de asegurar que ninguna persona
quede procesalmente indefensa por carecer de recursos para litigar.
Nuestra Norma Fundamental diseña un marco constitucional regulador del derecho a la tutela
judicial que incluye, por parte del Estado, una actividad prestacional encaminada a la provisión
de los medios necesarios para hacer que este derecho sea real y efectivo, incluso cuando
quien desea ejercerlo carezca de recursos económicos.
La Ley de Asistencia Jurídica Gratuita (LAJG) cuyo objeto consiste en la regulación de un
sistema de justicia gratuita que permita a los ciudadanos, que acrediten insuficiencia de
recursos para litigar, proveerse de los profesionales necesarios para acceder a la tutela judicial
efectiva en condiciones de igualdad y ver adecuadamente defendidos sus derechos e intereses
legítimos.
2. SUJETOS DEL DERECHO A LA ASISTENCIA JURÍDICA GRATUITA
A) PERSONAS FÍSICAS.
El Defensor del Pueblo planteó recurso de inconstitucionalidad contra el inciso «que residan
legalmente en España») de la LAJG, alegando que, quedarían fuera de la cobertura del
derecho a la asistencia jurídica gratuita todas aquellas cuestiones que afectan al «status»
personal de los extranjeros que no residan legalmente y que no guarden relación con la
jurisdicción penal, ni con el derecho de asilo, lo que resulta contrario al derecho a la tutela
judicial efectiva reconocido en el art. 24 CE.
Dicho recurso de inconstitucionalidad fue estimado, la cual declaró que dicha exclusión
“supone, sin duda, una vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva consagrado en el
art. 24.1 CE, del que son titulares todas las personas (también los extranjeros no residentes
legalmente en España). Afirma el TC en dicha sentencia que el término “legalmente” es
anticonstitucional, mientras que el de “residan” no lo es. Por tanto, y debido a la circunstancia
de que el derecho a la tutela, no sólo es predicable de los españoles, sino de todo ser humano,
también los extranjeros, legalmente o no residentes en España, tienen derecho a la asistencia
jurídica gratuita.
Nueva redacción al art. 2 LAJG para adaptar su texto a la doctrina constitucional expuesta,
reconociendo el derecho a la asistencia gratuita a todos «los extranjeros que se encuentren en
España». También se reconoce el derecho a la asistencia jurídica gratuita, en el orden
jurisdiccional social, a los trabajadores y beneficiarios del sistema de Seguridad Social, tanto
para la defensa en juicio, como para el ejercicio de acciones para la efectividad de los
derechos laborales en los procedimientos concúrsales. Estos mismos sujetos podrán
beneficiarse del derecho de asistencia jurídica gratuita en los litigios que sobre dicha materia
se sustancien ante el orden contencioso-administrativo.
En los litigios transfronterizos en materia civil y mercantil, tendrán derecho a la asistencia
jurídica gratuita (en los términos que establezca la Ley) los nacionales de terceros países que
residan legalmente en uno de los. Estados miembros. Se considera litigio transfronterizo aquel
en el que la parte que solicita la asistencia jurídica gratuita reside habitualmente o está
domiciliada en un Estado miembro de la Unión Europea distinto de aquel otro donde se halle el
Juzgado o Tribunal competente para su conocimiento o en el que deba ejecutarse la
resolución.
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B) PERSONAS JURÍDICAS
La LAJG extiende el reconocimiento del derecho de asistencia jurídica gratuita, previa
acreditación de insuficiencia de recursos para litigar, a determinadas personas jurídicas, tales
como las Fundaciones inscritas en el Registro administrativo correspondiente y las
Asociaciones de utilidad pública, dentro de las que hay que reputar legalmente incluidas a las
Entidades Gestoras y Servicios Comunes de la Seguridad Social , la Cruz Roja Española y las
Asociaciones de Consumidores y Usuarios y las asociaciones que tengan como finalidad la
protección de personas con discapacidad, que gozan también de dicho derecho sin necesidad
de tal acreditación. Mediante esta regulación, reconociendo el derecho a la asistencia jurídica
gratuita únicamente a las personas jurídicas de «interés general», que, en el caso de las
entidades de tipo asociativo (universitas personarum), identifica con las asociaciones que
hayan sido declaradas de «utilidad pública» y, cuando se trata de entidades de tipo
fundacional (universitas bonorum).
Las personas jurídicas sin ánimo de lucro que, conforme a sus estatutos, persigan como fin la
protección del medio ambiente tendrán derecho a la asistencia jurídica gratuita siempre que
cumplan los requisitos previstos. Las sociedades mercantiles quedan, excluidos de dicho
derecho aun en el supuesto de que acrediten insuficiencia de recursos para litigar.
3. REQUISITOS PARA EL RECONOCIMIENTO DEL DERECHO A LA ASISTENCIA
JURÍDICA GRATUITA
Corresponde al legislador, dentro del amplio margen de libertad de configuración que es propio
de su potestad legislativa, la concreción del estándar «insuficiencia de recursos para litigar», el
cual, sin embargo, ha de ser respetuoso con el contenido esencial del derecho a la tutela, en
su vertiente de libre acceso al proceso, de tal suerte que no se produzcan situaciones
materiales de indefensión. La LAJG determina el presupuesto para el reconocimiento del
derecho a la asistencia jurídica gratuita atendiendo a un criterio objetivo, basado en la situación
económica de los solicitantes, complementado por un mecanismo flexible de apreciación
subjetiva.
Se reconoce el derecho de asistencia jurídica gratuita a aquellas personas físicas cuyos
recursos e ingresos económicos, computados anualmente por todos los conceptos y por
unidad familiar, no superen el doble del salario mínimo interprofesional vigente en el momento
de efectuar la solicitud. Unidad familiar, «la integrada por los cónyuges no separados
legalmente y, si los hubiere, los hijos menores con excepción de los que se hallaren
emancipados» y «la formada por el padre o la madre y los hijos que reúnan los requisitos a que
se refiera la regla anterior»
Se prevé el reconocimiento excepcional: circunstancias familiares del solicitante, número de
hijos o familiares a su cargo, estado de salud, obligaciones económicas que sobre él pesen,
costes derivados de la iniciación del proceso u otras análogas. En las mismas condiciones se
podrá reconocer el derecho a la asistencia jurídica gratuita a las personas con discapacidad.
En estos supuestos excepcionales, la extensión del derecho puede llegar a ser total,
incluyendo todas las prestaciones que lo integran.
No será necesario acreditar, con carácter previo, la insuficiencia de recursos para litigar,
cuando la solicitud se realice por las víctimas de violencia de género o por víctimas de
terrorismo, en cuyo caso la asistencia jurídica especializada se les prestará de inmediato. Si
con posterioridad no se les reconoce el derecho, éstas deban abonar al abogado los
honorarios devengados por su intervención.
Tratándose de las personas jurídicas, se entenderá que hay insuficiencia de recursos
económicos para litigar cuando su base imponible en el Impuesto de Sociedades fuese inferior
a la cantidad equivalente al triple del salario mínimo interprofesional.
Sólo podrán gozar de dicho derecho quienes litiguen o vayan a defender en juicio derechos o
intereses propios (art. 3.4). Este requisito no puede operar en relación con quien es imputado o
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acusado en un proceso penal, pues, dada la naturaleza del proceso penal, la legitimación se
concede formalmente a priori, siendo la sentencia firme la que la confirma o niega
materialmente, no existiendo posibilidad alguna de transmisión fraudulenta del derecho.
4. CONTENIDO DE LA ASISTENCIA JURÍDICA GRATUITA
La LAJG configura un catálogo amplio de prestaciones a favor de los titulares de dicho
derecho, cuyo reconocimiento, que se extiende a todos los trámites e incidencias de una
misma instancia, incluida la ejecución, sólo surte efectos en el proceso para el cual se ha
concedido, y no a otros, aun cuando la insuficiencia económica se mantenga.
El reconocimiento del derecho a la asistencia jurídica gratuita se mantendrá para la
interposición y sucesivos trámites de los recursos contra las resoluciones que pongan fin al
proceso en la correspondiente instancia, si bien, cuando el conocimiento de los recursos
corresponda a un órgano jurisdiccional cuya sede se encuentre en distinta localidad, el
Juzgado o Tribunal, una vez recibido el expediente judicial, requerirá a los respectivos Colegios
la designación de abogado y procurador de oficio de entre los ejercientes en dicha sede
jurisdiccional.
El contenido material del derecho incluye las prestaciones que, a continuación, se relacionan:
a) Asesoramiento y orientación gratuitos previos al proceso a quienes pretendan reclamar la
tutela judicial de sus derechos e intereses, lo que cual ha de evitar en numerosas ocasiones
procesos artificiales tan costosos en todos lo sentidos para la Justicia.
b) Asistencia de abogado al detenido o preso que no lo hubiera designado libremente, para
cualquier diligencia que no sea consecuencia de un procedimiento penal en curso o en su
primera comparecencia ante el órgano jurisdiccional, o cuando ésta se lleve a cabo por medio
de auxilio judicial. En este supuesto, no será necesario que el detenido o preso acredite
previamente carecer de recursos, sin perjuicio de que, si no se le reconoce con posterioridad el
derecho a la asistencia jurídica gratuita, deberá abonar al abogado los honorarios devengados
por su intervención.
c) Defensa y representación gratuitas por abogado y procurador, cuando la intervención de
estos profesionales sea legalmente preceptiva o, cuando aun no siéndolo, sea expresamente
requerida por el Juzgado o Tribunal para garantizar la igualdad de las partes en el proceso.
Una vez efectuada la designación, los abogados y procuradores vienen obligados a
desempeñar sus funciones de asistencia y representación de forma real y efectiva hasta la
terminación del proceso en la instancia judicial y, en su caso, la ejecución de las sentencias, si
las actuaciones procesales judiciales en esta fase del proceso se produjeron dentro de los dos
años siguientes a la resolución judicial dictada en la instancia.
Dicha regla general admite dos excepciones: de un lado, se prevé la posibilidad de que el
abogado de oficio pueda excusarse de la defensa alegando que la pretensión que el litigante
pretende hacer valer ante los Tribunales resulta insostenible y, de otro, en el orden
jurisdiccional penal, se permite a los abogados designados excusarse de la defensa, siempre y
cuando concurra un motivo personal y justo, que deberá ser apreciado por los Decanos de los
Colegios.
El requisito de la «sostenibilidad» tiende a asegurar que el esfuerzo social colectivo y solidario
que requiere el disfrute de tal beneficio por parte de los ciudadanos más desfavorecidos
económicamente no vaya a parar a la defensa de las pretensiones que, por absurdas o
descabelladas, no resulten merecedoras de ser sufragadas con dinero público; persiguiendo,
además, la finalidad de evitar el ejercicio abusivo o temerario del derecho de acceso a la
jurisdicción en defensa de pretensiones manifiestamente abocadas al fracaso.
d) La asistencia pericial gratuita a cargo de personal adscrito a los órganos jurisdiccionales o,
en su defecto, dependientes de las Administraciones Públicas. En ausencia de estos técnicos
en la materia de que se trate, la asistencia pericial será a cargo de peritos privados designados
de acuerdo a lo que se establece en las leyes.
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e) Inserción gratuita de anuncios o edictos, en el curso del proceso, que preceptivamente
deban publicarse en periódicos oficiales.
f) Exención del pago de depósitos necesarios para la interposición de recursos.
g) Obtención gratuita de copias, testimonios, instrumentos y actas notariales, en los términos
previstos en el art. 130 del Reglamento Notarial.
h) Reducción del 80% de los derechos arancelarios que correspondan en documentos
públicos.
5. PROCEDIMIENTO PARA EL RECONOCIMIENTO DEL DERECHO A LA ASISTENCIA
JURÍDICA GRATUITA
Actividad esencialmente administrativa, la traslación del reconocimiento del derecho a sede
administrativa responde a dos motivos: descargar a los Juzgados y Tribunales de una tarea
que queda fuera de los márgenes constitucionales del ejercicio de la potestad jurisdiccional y ,
agilizar la resolución de las solicitudes de los ciudadanos mediante una tramitación sumaria.
El reconocimiento del derecho pasa, a convertirse en una función que descansa sobre el
trabajo previo de los Colegios de Abogados, que inician la tramitación ordinaria de las
solicitudes, analizan las pretensiones y acuerdan designaciones o denegaciones provisionales.
La solicitud del reconocimiento del derecho a la asistencia jurídica gratuita no suspenderá el
curso del proceso. Con el fin de evitar que el transcurso de los plazos pueda provocar la
preclusión de un trámite o la indefensión de cualquiera de las partes, el Juez, de oficio o a
instancia de parte, podrá decretar la suspensión hasta que se produzca la decisión sobre el
reconocimiento o la denegación del derecho a litigar gratuitamente. Asimismo, cuando la
presentación de la solicitud de reconocimiento del derecho a la asistencia jurídica gratuita se
realice con anterioridad al inicio del proceso y la acción pueda resultar afectada por el
transcurso de los plazos de prescripción, quedará ésta interrumpida, siempre y cuando dentro
de los plazos legalmente establecidos no sea posible nombrar al solicitante abogado. Cuando
la acción pueda resultar perjudicada por el transcurso de los plazos de caducidad, ésta
quedará suspendida hasta que recaiga resolución definitiva en vía administrativa, reconociendo
o denegando el derecho, momento a partir del cual se reanudará el cómputo del plazo.
Una vez adoptada la pertinente resolución por los Colegios de Abogados, la decisión definitiva
sobre las solicitudes presentadas corresponde a las Comisiones de Asistencia Jurídica
Gratuita, órganos administrativos de ámbito provincial generalmente, dependientes del
Ministerio de Justicia o de las Consejería de las CCAA con competencia sobre la materia si
bien, en relación con los Juzgados y Tribunales con competencia en todo el territorio nacional,
existe en la capital del Estado una Comisión Central de Asistencia Jurídica Gratuita
dependiente de la Administración General del Estado.
La Comisión Central de AJG está presidida por un miembro del MF, designado por el FGE, y
compuesta por los Decanos del Colegio de Abogados y del Colegio de Procuradores de
Madrid, o el abogado o procurador que ellos designen, un Abogado del Estado y un funcionario
del Ministerio de Justicia perteneciente a Cuerpos o Escalas del Grupo A, que además actuará
como Secretario, con destino en la Gerencia Territorial del Ministerio de Justicia
correspondiente o, en su defecto, un funcionario de los citados cuerpos o escalas que preste
sus servicios en la delegación o Subdelegación del Gobierno del territorio de que se trate.
Las Comisiones de AJG dependientes de las CCAA están integradas por un miembro del MF,
designado por el Fiscal Jefe del TSJ o de la AP e integradas además por el Decano del
Colegio de Abogados y el del Colegio de Procuradores, o el abogado o el procurador que ellos
designen, y por dos miembros que designen las Administraciones Públicas de las que
dependen. El órgano competente de la CA determinará cuáles de sus integrantes
desempeñarán la Presidencia y la Secretaría.
Las Comisiones podrán, con anterioridad a la adopción de su decisión final, requerir de la
Administración Tributaria cuantos datos obren en su poder, así como oír a la parte/s contrarias
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en el proceso o contra las que se pretenda ejercitar la acción, siempre y cuando sean
conocidas y se estime puedan aportar datos sobre la real situación económica del solicitante.
La Ley garantiza suficientemente el control judicial sobre la aplicación efectiva del derecho,
otorgando al Juez o Tribunal que esté conociendo del proceso principal o al Juez Decano para
su reparto, si el proceso no hubiera comenzado, la competencia para el conocimiento de las
impugnaciones que se promuevan contra las resoluciones adoptadas por las Comisiones.
Contra el auto dictado por el Juez o Tribunal no cabe la interposición de recurso alguno.
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SECCIÓN SEXTA- EL PROCESO.

TEMA 18- EL PROCESO


1. CONCEPTO
Es el instrumento que ostenta la Jurisdicción para la resolución definitiva e irrevocable
de los conflictos intersubjetivos y sociales.
El proceso pertenece a la «heterocomposición», por cuanto, al igual que acontece
con el arbitraje, la resolución del conflicto se encomienda a un tercero imparcial,
situado supra partes. Pero se diferencia de esta institución, tanto por la causa del
encargo que recibe este tercero (en el arbitraje proviene de un negocio jurídico o
contrato suscrito entre las partes, mientras que, en el proceso, procede del oficio de
Derecho público que liga al Juez con el Estado), como por su estatuto jurídico (árbitro
puede ser cualquier sujeto de derecho, en tanto que los Jueces poseen un peculiar
régimen jurídico) y por su objeto, que en el proceso es mucho más amplio (al arbitraje
tan sólo cabe acudir para dirimir conflictos intersubjetivos de naturaleza disponible, en
tanto que el objeto procesal puede recaer sobre derechos subjetivos públicos -así, el
recurso de amparo-, sobre conflictos sociales -vgr., el proceso penal, que enfrenta a
la sociedad y al Estado con la defensa- y naturalmente también sobre derechos
subjetivos privados -los procesos civiles, laborales y buena parte de los
administrativos-).
El proceso es, pues, el instrumento que tiene el Poder Judicial para resolver los
conflictos que ante sus órganos -los Juzgados y Tribunales- se les planteen. Pero un
estadio más detenido de su contenido nos revela que puede ser definido como el
«conjunto de derechos constitucionales de incidencia procesal, posibilidades,
obligaciones y cargas, que asisten a los sujetos procesales como consecuencia del
ejercicio del derecho de acción y de la interposición de la pretensión, cuya
realización, a través de los oportunos actos procesales, origina la aparición de
sucesivas situaciones procesales, informadas por los principios de contradicción e
igualdad, desde las que las partes examinan sus expectativas de una Sentencia
favorable que ponga fin al conflicto mediante la satisfacción definitiva de sus
respectivas pretensiones y resistencias».
2. NOTAS ESENCIALES
El proceso se caracteriza por una relación triangular, del que se destaca, de un lado,
la supremacía del tercero-juez, en tanto que titular de la potestad jurisdiccional y, de
otro, la situación de enfrentamiento o contradicción en la que se encuentran las
partes, las cuales se denominan «actor» o «demandante» y «demandado» en el
proceso civil, laboral y administrativo, y parte «acusadora» y «defensa» en el proceso
penal:
J

A D

A) LA ACCIÓN Y DEMÁS DERECHOS CONSTITUCIONALES DE INCIDENCIA


PROCESAL
Surge como consecuencia del ejercicio del derecho de acción o de «tutela» (art. 24.1
CE), que es el primer derecho constitucional de incidencia procesal que ha de ser
ejercitado para que pueda
nacer el proceso. La acción es el motor del proceso, sin cuyo ejercicio mediante el
pertinente
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acto procesal (la demanda en el proceso civil y laboral, la querella en el penal y el
escrito de interposición del recurso en el proceso contencioso-administrativo) no se
puede acceder a la Jurisdicción, ni puede nacer el proceso. Pero, como es natural,
dicho derecho de acceso no asiste exclusivamente al actor o acusador, sino que
también se le ha de otorgar al demandado o al imputado.
Este derecho de acceso de la parte pasiva al proceso se le denomina derecho de
defensa, que también se encuentra protegido por el art. 24.2 de la CE.

Una vez dentro del proceso, ambas partes han de gozar de todo un conjunto de
derechos y garantías de incidencia procesal, que se resumen en el derecho al
«proceso justo o debido» y que han surgido a lo largo de la Historia hasta impostarse
en los Pactos internacionales cíe Derechos Humanos (así, el art. 6 CEDH) y en la
mayoría de las Constituciones europeas (en la nuestra, en el art. 24). La finalidad de
tales derechos fundamentales consiste en obtener la imparcial aplicación del Derecho
Objetivo al caso concreto y evitar que la verdad pueda obtenerse en el proceso a
cualquier precio, provocando situaciones materiales de indefensión para alguna de
las partes o, lo que es peor, la indebida violación de otros derechos fundamentales (la
libertad, la inviolabilidad del domicilio, el secreto de las comunicaciones, etc.).
De este modo, con independencia de los derechos de tutela y de defensa, del art.
24.2 de la CE se deduce claramente la existencia, o se infieren los siguientes
derechos constitucionales de incidencia procesal: el derecho al Juez legal imparcial;
los principios de contradicción, de igualdad de armas y acusatorio (implícitos en el
derecho a «un proceso con todas las garantías»); el derecho del imputado al silencio
y a no declarar contra sí mismo; a ser defendido por un Abogado y al conocimiento
previo de la imputación; el derecho a utilizar la prueba pertinente; a no ser condenado
sin actividad probatoria de cargo suficiente o mediante pruebas «prohibidas»
(contenido en la «presunción de inocencia»), y el derecho a los recursos
preestablecidos en el ordenamiento (implícito en el derecho a la tutela). Todos estos
derechos fundamentales se complementan con otros especiales, tales como los que
adornan el derecho a la libertad (art. 17), la entrada y registro (art. 18.2) o la
intervención de las comunicaciones (art. 18.3).
B) L A S OBLIGACIONES PROCESALES
Art. 118 de la CE, «es obligado cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes
de los jueces y Tribunales, así como prestar la colaboración requerida por éstos en el
curso del proceso y en la ejecución de lo resuelto».
La primera de dichas obligaciones es la de comparecencia a la llamada del Juez de
todos los sujetos que intervienen en el proceso. Una vez dentro de él, tienen
asimismo las obligaciones de veracidad y probidad y, en general, de actuar con
buena fe procesal (art. 247 LEC que prevé para garantizar su cumplimiento multa de
180 a 6.000 euros) y de colaborar con los órganos jurisdiccionales para una buena
marcha del proceso. De la obligación constitucional de cumplir con las resoluciones
judiciales cabe inferir las de soportar un análisis sanguíneo para la investigación de la
paternidad (art. 767.4 LEC que sanciona su incumplimiento con la «ficta confessio»),
la de exhibición de documentos en poder de terceros o de las partes (arts. 256.1,
270.2, 328 LEC), o la del patrimonio (art. 589 LEC) a fin de que sobre él pueda el
Juez disponer las oportunas medidas ejecutivas (vgr., el embargo) que aseguren el
derecho de crédito del acreedor frente a una posible ocultación de bienes por parte
del deudor.
C) LAS POSIBILIDADES Y CARGAS PROCESALES
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En el proceso, no les asisten a las partes derechos, ni obligaciones, sino
posibilidades y cargas.
Las posibilidades procesales pueden conceptuarse como ocasiones u oportunidades
procesales que se les ofrecen a las partes en el curso del proceso, y mediante cuyo
ejercicio a través de los correspondientes actos procesales obtienen determinadas
ventajas o acrecientan sus expectativas de una sentencia favorable.
Las cargas procesales, son los actos procesales que incumbe o debe realizar la parte
interesada a fin de que pueda prevenir una desventaja procesal o, en último término,
evitar una sentencia desfavorable (de este modo, ha de comparecer el demandado a
fin de evitar los desfavorables efectos de la «rebeldía»; el actor tiene la carga de la
prueba de los hechos constitutivos de su pretensión y el demandado la de los hechos
impeditivos, extintivos y excluyentes; la parte gravada por una resolución judicial
desfavorable tiene la carga de impugnarla, etc.).
Las posibilidades y cargas procesales se ejercen o levantan mediante los oportunos
actos procesales, que originan las correspondientes situaciones, informadas por los
principios de contradicción e igualdad, desde las que las partes examinan sus
expectativas de una sentencia favorable a sus respectivas pretensiones y
resistencias.
3. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES
Pero para que puedan válidamente surgir tales posibilidades, cargas y situaciones
procesales, es preciso que las partes, en el momento de ejercitar su derecho de
acción o de defensa, cumplan con determinados requisitos, sin cuya concurrencia el
Juez no puede entrar a conocer sobre el objeto del proceso o fondo del asunto.
Los presupuestos procesales condicionan la admisibilidad o válida emisión de la
Sentencia, que ha de resolver el conflicto jurídico material planteado, pero han de
concurrir en el momento del acceso de las partes al proceso. Desde un punto de vista
subjetivo pueden ser sistematizados en presupuestos del órgano jurisdiccional, de las
partes y del objeto procesal:
a) Los presupuestos del Juez son la jurisdicción y la competencia en cada una de sus
manifestaciones (objetiva, territorial y funcional);
b) los de las partes, la capacidad para ser parte y de actuación procesal, la
postulación y la capacidad de conducción procesal, y
c) los del objeto procesal, el procedimiento adecuado, la litispendencia y la cosa
juzgada. Junto a tales presupuestos genéricos pueden ser exigibles otros especiales,
tales como la caducidad (en el ejercicio de pretensiones constitutivas), el recurso
ordinario previo al contencioso-administrativo, la comunicación y reclamación previa
en el proceso administrativo, etc.
Respecto a su tratamiento procesal, se ha acentuado en la actualidad su examen de
oficio por parte del órgano jurisdiccional, quien en la medida» de lo posible ha de
procurar su subsanación al inicio del proceso (así, en la comparecencia previa del
juicio civil ordinario, destinada a purgar al proceso de la ausencia de obstáculos
procesales). Pero en algunas ocasiones, y siempre que el Secretario judicial o el Juez
no los aprecien de oficio, es el demandado quien, a través de las excepciones, tiene
la carga de alegar y probar su ausencia en el proceso.
La finalidad de estimular el examen de oficio de los presupuestos procesales y de
posibilitar su sanación reside en evitar las por todo demandante temidas «sentencias
absolutorias en la instancia», resoluciones a la que dan lugar la declaración de la falta
de alguno de dichos presupuestos. En un proceso moderno es siempre
recomendable que el tratamiento de tales presupuestos se haga al inicio del proceso
y no al final de la fase declarativa o al término de alguna de sus instancias, ya que, si
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así aconteciera, el actor habrá perdido el tiempo y su dinero, pues el contenido de
tales resoluciones
se circunscribe a declarar la ausencia del presupuesto procesal, dejando
imprejuzgada la relación jurídico material debatida, de tal suerte que tendrá el
demandante que cumplir con el presupuesto procesal inobservado, cuya ausencia se
ha constatado, y volver de nuevo a empezar con otro proceso.
4. EL OBJETO DEL PROCESO
Es la pretensión o declaración de voluntad del actor o acusador, planteada ante el
Juez pero dirigida contra el demandado o acusado, por la que se solicita, en el
proceso civil, el reconocimiento de un derecho o situación jurídica preexistente o la
condena del deudor al cumplimiento de una determinada prestación (art. 5.1 LEC) y,
en el proceso penal, la condena al acusado al cumplimiento de una determinada
pena.
A) ELEMENTOS
En toda pretensión puede observarse la concurrencia de los siguientes elementos o
requisitos:
a) Subjetivo: la legitimación
La pretensión tan sólo puede ser deducida por quien ostenta la legitimación activa y
tan sólo puede ser dirigida contra quien tiene la legitimación pasiva.
La legitimación es una relación jurídica, trazada por una norma de carácter material,
que ha de ligar a la parte demandante y demandada con el derecho, bien o interés
que se discute en el proceso (así, en una acción reivindicatoria o declarativa de
dominio habrá de acreditar el actor ser el propietario del bien litigioso, en un interdicto
ser su poseedor, en una pretensión de condena al pago de una cantidad dineraria,
ser el acreedor, etc.).
La legitimación es, pues, una relación jurídica material y, en cuanto tal, forma parte de
la fundamentación de la pretensión, de tal suerte que, si en el proceso se constata su
ausencia, ha de originar una sentencia de fondo y con todos los efectos materiales de
la cosa juzgada (vgr., si en un proceso declarativo de dominio se prueba que el actor
no era el titular del bien discutido en el proceso, nunca más ese supuesto propietario
podrá volver a reivindicar el dominio del bien frente a quien ha triunfado en el mismo;
tampoco el acreedor que ha visto desestimada su pretensión de condena podrá
ejercitarla contra su supuesto deudor, demandado en el proceso, etc.).
La legitimación puede ser activa y pasiva, según haya de observarla el demandante o
el demandado. Un actor ostenta legitimación activa, cuando se encuentra en la
relación requerida por la norma para solicitar del demandado el reconocimiento o
constitución de un derecho o su condena al cumplimiento de una determinada
prestación; inversamente, está legitimado pasivamente un determinado demandado,
cuando la pretensión se ha dirigido frente al sujeto responsable de la perturbación,
despojo, negación o creación del derecho o situación jurídica, o frente a quien
efectivamente resulta ser el deudor del incumplimiento de una determinada
obligación.
Pero la carga procesal de determinar la legitimación, tanto activa como pasiva,
incumbe exclusivamente al actor. Si viniera a faltar alguna de ellas, será el
demandado quien, a través del planteamiento, en el escrito de contestación a la
demanda, de la oportuna excepción de «falta de legitimación activa o pasiva», podrá
obtener una sentencia desestimatoria de la pretensión.
b) Objetivos
Los elementos objetivos de la pretensión vienen determinados por la petición, de un
lado, y la fundamentación fáctica y jurídica, de otro.
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La petición es la declaración de voluntad a la que se contrae la pretensión.
Dicha declaración se suele plasmar en el «suplico» o «solicito» de los escritos de
alegaciones de las partes y en él se individualiza la pretensión, permitiendo inferir su
naturaleza (declarativa, constitutiva o de condena), a la vez que se determina también
el objeto del proceso sobre el que versará la actividad decisoria del Juez. Por esta
razón, la petición establece los límites de la obligación de la congruencia judicial, de
tal modo que el órgano jurisdiccional no podrá otorgar, en su sentencia, más de lo
pedido por el actor, ni menos de lo resistido por el demandado, ni cosa distinta a lo
solicitado por ambas partes en sus respectivas peticiones.
Pero la petición, por sí sola, no constituye el objeto del proceso, sino que precisa de
una «causa petencli» o fundamentación fáctica. En nuestro ordenamiento, en el que
rige la doctrina de la «sustanciación de la demanda», el objeto procesal no lo
conforman las alegaciones jurídicas o individualización de las normas a los hechos
que fundamentan la petición, ya que iura novit curia, da mihifactum et dabo tibi ius;
tales axiomas nos indican que los Jueces son enteramente dueños de la aplicación
del Derecho y, por tanto, no están, como regla general, vinculados por las
invocaciones jurídicas que efectúen las partes en sus escritos de alegaciones.
Por consiguiente, el objeto del proceso queda integrado en nuestro ordenamiento por
la identidad de las partes y la petición más la fundamentación fáctica, con las propias
peculiaridades de las distintas tipologías de procesos.
Así, en el proceso civil, como consecuencia de la vigencia del principio dispositivo, es
la petición, como se ha dicho, la que determina la congruencia.
Por el contrario, en el proceso penal, aun cuando también subsiste una congruencia
«cuantitativa» al título de condena que ha de plasmarse en la petición, el objeto
procesal penal viene, sobre todo, integrado por la fundamentación fáctica o «hecho
punible» y la determinación del imputado.
B) CLASES DE PRETENSIONES
Atendiendo a su naturaleza, las pretensiones, tal y como determina el art. 5.1 LEC,
pueden clasificarse en declarativas, de condena y constitutivas.
En las pretensiones declarativas de lo que se trata es de obtener del juez el
reconocimiento o la declaración de preexistencia jurídica de un determinado derecho
subjetivo o situación jurídica individualizada (por ej., que el Juez declare la existencia
de una determinada servidumbre o la nulidad radical de un contrato por falta de
concurrencia de sus elementos constitutivos).
Las pretensiones de condena, como su nombre indica, están dirigidas a obtener la
condena judicial del deudor al cumplimiento de una determinada prestación de dar,
hacer o no hacer (así, todas las reclamaciones de cantidad en las que se solicita la
condena al pago de una suma dineraria, la petición de condena a la demolición de
una obra o a abstenerse de efectuar una determinada prestación, etc.). Desde un
punto de vista cuantitativo, las pretensiones de condena son las más frecuentes en
los Juzgados, si bien suelen poseer una naturaleza mixta: en ellas el acreedor
solicita, de un lado, el reconocimiento de un determinado derecho de crédito y, de
otro, la condena al deudor al cumplimiento de una determinada prestación.
Finalmente, las pretensiones constitutivas tienen por objeto conseguir la creación,
modificación o anulación de un derecho o de una situación jurídica.
Aquí el objeto procesal viene integrado, no sólo por la identidad de las partes y la
fundamentación fáctica, sino también por la jurídica (así, por ej., en un proceso de
impugnación de acuerdos sociales la «causa petendi» viene determinada también por
la infracción de las normas estatutarias). En la práctica forense y dentro de las
relaciones del Derecho privado son muy escasas, limitándose al ámbito del derecho
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de familia (por ej., las declaraciones paterno filiales de estado civil o la incapacidad) y
determinadas relaciones del Derecho mercantil (impugnaciones de acuerdos de
sociedades mercantiles, de patentes y demás signos distintivos de la propiedad
industrial, etc.), alcanzando una mayor virtualidad en la esfera del Derecho público
(vgr., las impugnaciones de actos administrativos y reglamentos ilegales, o el recurso
de inconstitucionalidad).
Debido a la circunstancia de que tales pretensiones se manifiestan contrarias al
principio de seguridad jurídica, el ejercicio del derecho de acción suele estar sometido
al cumplimiento de determinados plazos de «caducidad» y dentro del proceso, en
ocasiones, se le otorga legitimación activa al Ministerio Fiscal.
En el proceso civil tienen cabida todas y cada una de las referidas pretensiones
(declarativas, constitutivas y de condena), en tanto que en el proceso penal las
pretensiones son siempre de condena.
C) REQUISITOS FORMALES
La pretensión ha de reflejarse en el escrito de alegaciones de las partes destinado a
tal efecto. En la inmensa generalidad de los casos dicha declaración de voluntad es
planteada por el actor en su escrito de demanda, pero excepcionalmente puede
ocurrir que, frente a la demanda, el demandado no se limite a contestarla, sino que
formule, a su vez, una nueva pretensión contra el actor; dicha pretensión, que ha de
formalizarse en el escrito de contestación a la demanda, se denomina reconvención
y, mediante ella, pasa el demandado a asumir el rol de actor (por ej.: A demanda a B
en reclamación de cantidad; B contesta a la demanda y afirma que no sólo no debe
nada a A, sino que además es él el acreedor de A y le pide al Juez que condene a A
al pago de otra cantidad por otra causa distinta).
Ahora bien, salvedad hecha de la posibilidad procesal del demandado de formular
reconvención, el acto procesal en el que se interpone la pretensión es la demanda, y
en ella se confunden el ejercicio del derecho de acción (pues la demanda es el acto
de iniciación del proceso) y el de la formalización de la pretensión. En la demanda y
en la reconvención han de concurrir todos los requisitos o elementos de la pretensión
a los que nos hemos referido y que se contienen en el art. 399 de la LEC.
Pero, en otros procesos, el momento del ejercicio de la acción y el de la interposición
de la pretensión aparecen distanciados procedimentalmente.
Esto es lo que ocurre en el proceso contencioso-administrativo, en el que el derecho
de acción se ejercita en el escrito de interposición del recurso contencioso-
administrativo, en el que además se anticipa la «petición», pero la pretensión se
interpone más tarde, en el escrito de demanda; lo mismo ocurre en el proceso penal:
la acción se ejercita en la querella y demás actos de iniciación del proceso y la
pretensión se deduce en los escritos de calificación provisional o acta de acusación.
5. LA FUNCIÓN DEL PROCESO
El proceso, como todo medio heterocompositivo, está arbitrado para la solución
definitiva e irrevocable, a través de la aplicación del Derecho objetivo, de los
conflictos intersubjetivos y sociales que en él se planteen.
Esta es la función genérica del proceso. Pero, atendiendo a su relación con el objeto
procesal, puede destacarse otra más específica: la de la satisfacción de las
pretensiones y resistencias.
En este sentido, cabe destacar que mediante esta última función se diferencia
cualitativamente el proceso de la solución que pudiera alcanzarse a través de otros
medios auto o heterocompositivos, pues la satisfacción procesal, ha de ser jurídica,
razonada, eventualmente completa, estable y práctica.
A) JURÍDICA
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La primera nota que diferencia la satisfacción procesal de la obtenida mediante otros
medios de solución de conflictos es la de estar fundada en el derecho objetivo.
A diferencia de otros equivalentes jurisdiccionales, en los que caben los «laudos en
equidad», la satisfacción procesal que ha de otorgar la sentencia se caracteriza por
estar necesariamente fundada en Derecho. Así se encarga de establecerlo el art.
248.3 de la LOPJ, en cuya virtud las sentencias contendrán una declaración de
hechos probados *«los fundamentos de derecho y, por último, el fallo».
B) RAZONADA
Pero la aplicación del Derecho no puede efectuarse de una manera arbitraria.
A diferencia del Antiguo Régimen, en el que les estaba prohibido a los jueces motivar
las sentencias, en el actual Estado de Derecho no sólo hay que cumplir con dicho
deber de motivación, sino que también le está vedado al Juez seleccionar
caprichosamente la norma aplicable, y ello porque, aun cuando no esté vinculado por
las alegaciones de las partes, tan sólo puede aplicar la norma reclamable al caso
concreto, ya que la Sentencia no sólo ha de estar formalmente, sino también
materialmente motivada o, dicho en otras palabras, la satisfacción jurídica ha de ser
razonada y razonable. Para garantizar este requisito de la sentencia existen los
medios de impugnación (el recurso de apelación por vicios in iudicando) y, en última
instancia, el recurso de amparo por infracción del derecho a la tutela.
C) COMPLETA
En tercer lugar, al actor el ordenamiento le garantiza la posibilidad de obtener una
satisfacción completa de su pretensión. Para conseguir dicho objetivo se establece la
obligación de los Jueces de ser congruentes en las Sentencias con las pretensiones
que se les planteen. Si otorgaran una satisfacción parcial o incompleta, la parte
afectada habría experimentado un «gravamen» que le legitimará para la interposición
del correspondiente recurso. Pero si su pretensión impugnatoria no prospera, el
proceso le habrá quitado la razón y deberá reestructurar sus expectativas jurídicas.
Naturalmente el proceso no garantiza una satisfacción total de cualquier pretensión,
sino tan sólo de aquellas que son legítimas. Lo que sí garantiza es la posibilidad de
obtener una satisfacción completa si el actor logra demostrar que le asiste la razón
jurídica en toda su integridad.
D) ESTABLE
La satisfacción jurídica debe ser permanente e irrevocable; de lo contrario la
sentencia no tendría otro valor que el de un consejo y la insatisfacción podría
reproducirse inmediatamente. Para dotar de «inmutabilidad» a la sentencia, para
garantizar en definitiva el principio constitucional de «seguridad jurídica» (art. 9.3 CE),
surge la institución de la cosa juzgada, uno de cuyos efectos primordiales, el
denominado efecto negativo, consiste precisamente en evitar que pueda reproducirse
el conflicto en un ulterior proceso entre las mismas partes y siempre y cuando la
causa de pedir sea la misma (art. 222 LEC); si así sucediera, podrá el demandado
ejercitar la excepción de «cosa juzgada».
E) PRÁCTICA
Pero la satisfacción jurídica, finalmente, no puede ser platónica, sino real o práctica.
Por tal razón, otro de los efectos positivos de la cosa juzgada es su «ejecutoriedad»
y, por la misma, para llevar a cabo en sus propios términos los fallos de los
Tribunales (art. 18.2 LOPJ) existe el proceso de ejecución, ejecución forzosa o vía
de apremio que también se residencia en los órganos jurisdiccionales, pues, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 117.3 de la CE, la potestad jurisdiccional no
sólo consiste en «juzgar», sino también en «hacer ejecutar lo juzgado».
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TEMA 19 PRINCIPIOS Y ESTRUCTURA DEL PROCESO
1. LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO
A través del estudio de los principios del proceso se puede observar en un corto espacio los
criterios informadores de nuestro ordenamiento procesal, a la vez que puede destacarse la
adecuación o no de nuestros distintos tipos de procesos con el modelo del «proceso justo»
trazado por nuestra Constitución.
2. PRINCIPIOS INHERENTES A LA ESTRUCTURA DEL PROCESO
Los que son consustanciales a la idea misma de proceso, si vienen a faltar, podrá hablarse de
la existencia de una fórmula autocompositiva, de un mero procedimiento, pero nunca de un
proceso.
Son principios inherentes a la esencia o estructura del proceso los de contradicción e
igualdad, que alcanzan una dimensión constitucional por encontrarse implícitos en el derecho
«a un proceso con todas las garantías» del art. 24.2 de la CE.
A) CONTRADICCIÓN
La existencia de dos posiciones enfrentadas, la del actor que interpone su pretensión y la del
demandado oponiéndose a la misma, constituye una nota esencial de todo proceso.
El principio de contradicción, cuando a ambas partes, actor y demandado o acusador e
imputado, se les permite efectivamente acceder al proceso-
Del principio de contradicción pueden destacarse las siguientes notas esenciales:
a) El derecho de acceso al proceso
Garantía del «libre acceso a los Tribunales», tanto el actor/acusador, como el
demandado/imputado, puedan libremente ejercitar sus respectivos derechos de acción y de
defensa y acceder al proceso, tanto a su fase declarativa, como a cualquiera de sus instancias.
Ha de ser efectivo. La efectividad se obtiene negativamente en nuestro ordenamiento
mediante la declaración de ilegitimidad de toda clase de obstáculos que puedan limitar o
restringir la comparecencia de las partes en el proceso.
Positivamente el libre acceso efectivo se asegura a través de la obligación del órgano
jurisdiccional de poner en conocimiento de la parte pasiva del proceso su existencia. Dicha
toma de conocimiento ha de efectuarse a través de la «citación personal» para los actos que
tengan por objeto el emplazamiento o comparecencia del demandado e imputado.
No existe en nuestro ordenamiento una obligación de las partes de comparecencia, sino una
mera «carga» procesal. El Juez cumple con el principio de contradicción mediante la citación
personal y traslado de la demanda al demandado; si no comparece, se expone a los efectos
desfavorables de una sentencia en rebeldía y, en el caso del imputado, a una requisitoria de
búsqueda y captura con la consiguiente detención.
b) La adquisición del «status» de parte
Una vez personadas las partes dentro del proceso, la vigencia del principio de contradicción
exige que el ordenamiento procesal les confiera todo el status procesal de parte para que,
con arreglo a su legitimación, puedan hacer valer con eficacia sus respectivas pretensiones y
defensas.
Habrá de observarse que no se produzcan en el proceso situaciones materiales de
indefensión como consecuencia de la escasez de recursos económicos para litigar y, en el
ámbito del proceso penal, el Juez habrá de designar Abogado de oficio al imputado (sea pobre
o rico) que no quiera designar un Abogado de su elección desde el mismo momento que
resulte imputado en un determinado procedimiento.
Comparecidas formalmente las partes, el principio de contradicción exige también que la parte
pasiva pueda conocer la pretensión a fin de poder contestarla con eficacia. En el proceso civil,
esta puesta en conocimiento se efectúa a través del traslado de la demanda; en el
administrativo mediante la remisión del expediente, y en el penal con la puesta en
conocimiento de la «imputación»
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c) El derecho a la «última palabra»
Adquiere una significación especial en el proceso penal. «Nadie puede ser condenado sin ser
previamente oído», es de inexcusable cumplimiento, y ello, no sólo en el proceso penal, sino
también en cualquier procedimiento administrativo de carácter sancionador, puede renunciar a
él y ejercitar su no menor derecho constitucional al silencio.
B) IGUALDAD DE ARMAS
El principio de contradicción ha de ser complementado en el proceso contemporáneo con el de
igualdad de armas, ambas partes procesales, actor y demandado, acusación y defensa,
ostentan los mismos medios de ataque y de defensa o, tengan idénticas posibilidades y cargas
de alegación, prueba e impugnación.
Ha de estar presente en todas y cada una de sus instancias, hasta la obtención de una
resolución definitiva y firme.
3. PRINCIPIOS REFERENTES AL OBJETO PROCESAL
Si los principios de contradicción e igualdad son inherentes a la estructura del proceso, el
dispositivo en el proceso civil y el acusatorio, en el penal, informan el objeto del proceso y nos
indican a qué sujetos procesales, si a las partes o al Juez, les corresponde la titularidad de la
pretensión y cuál sea el grado de vinculación a la que, deba someterse el órgano jurisdiccional.
A) EL PRINCIPIO DISPOSITIVO
El principio dispositivo entraña, como su nombre indica, un poder de disposición por las partes
del derecho de acción y del objeto del proceso. Su fundamento hay que encontrarlo en la
disponibilidad jurídico material de los derechos subjetivos en conflicto, dicho principio está
presente en todos los procesos en donde se discutan relaciones jurídico-privadas (proceso civil
y laboral) e incluso en aquellos de Derecho público en los que puedan estar comprometidos
derechos e intereses de la titularidad de los particulares (proceso contencioso-administrativo).
Un proceso está regido por el principio dispositivo, cuando en él concurren las siguientes notas
esenciales:
a) las partes son dueñas de los derechos e intereses materiales que se discuten en el proceso
y ostentan, por lo tanto, la plena titularidad del derecho de acción; b) asimismo, son
absolutamente dueñas de la pretensión y, por ende, de la continuación del procedimiento, y c)
vinculan mediante sus pretensiones la actividad decisoria del Juez.
Caracteres esenciales:
a) Poder de disposición sobre el derecho material
A nadie se le puede constreñir (obligar) a impetrar (pedir) su tutela jurisdiccional o a ejercitar su
defensa ante los Tribunales. El Juez no puede de oficio entablar un proceso entre las partes.
Ante el nacimiento de un conflicto, las partes son, pues, enteramente dueñas de acudir al
proceso o de solucionarlo fuera de él, acudiendo a fórmulas autocompositivas o al arbitraje.
Esta regla vale para todos los procesos del Derecho privado con la sola excepción de los
denominados «procesos civiles inquisitorios», esto es, los relativos al estado civil de las
personas.
b) Poder de disposición sobre la pretensión
Las partes, son dueñas del ejercicio de la acción o de la incoación del proceso, también de la
pretensión y del proceso mismo, pudiendo disponer de él a través de toda una serie de actos
que, con la fuerza de la cosa juzgada (allanamiento, renuncia y transacción) o sin ella
(desistimiento y caducidad), ocasionan la terminación anormal, sin sentencia y con anterioridad
a ella, del procedimiento.
Es necesario que las partes ostenten la titularidad de la pretensión, ya que, cuando ello no
acontezca, la renuncia a la pretensión podrá declararse nula y reconocerse legitimación al MF
o a terceros.
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c) Vinculación del Juez a la pretensión
Estriba en la obligación de congruencia del Juez con respecto a la pretensión del actor y la
resistencia del demandado. «Las sentencias deben ser congruentes con las demandas y con
las demás pretensiones deducidas oportunamente en el pleito », obligación cuyo
incumplimiento dejará expedita a la parte perjudicada el oportuno medio de impugnación
ordinario contra la sentencia y, en última instancia, el recurso de amparo, pues el TC tiene
declarado que el derecho a obtener del órgano jurisdiccional una sentencia congruente forma
parte del contenido del derecho a la tutela.
A los efectos de la determinación de la congruencia lo decisivo es la correlación entre la
pretensión y resistencia, reflejada en los «suplicos» o «solícitos » de los respectivos escritos de
demanda y de contestación, con el fallo o parte dispositiva de la sentencia, de tal suerte que
una sentencia será incongruente cuando el fallo o su parte dispositiva otorgue más de lo
solicitado por el actor, menos de lo resistido por el demandado, omita pronunciarse sobre
alguna de las pretensiones u otorgue cosa distinta a la solicitada por las partes.
El principio de congruencia no ciñe su ámbito de aplicación exclusivamente a la fase
declarativa, sino que también es reclamable a la de impugnación, de tal manera que el tribunal
superior que deba conocer del recurso no puede gravar más al recurrente de lo que ya lo
estaba por la Sentencia impugnada del Tribunal, salvo que recurriera también alguna de las
demás partes, en cuyo caso los límites de la congruencia vendrán determinados por el límite
de las pretensiones en la segunda instancia.
B) EL PRINCIPIO ACUSATORIO
Si el principio dispositivo informa el objeto del proceso civil, el acusatorio cumple con similar
función en el proceso penal. A través de él podemos determinar bajo qué distribución de roles
y bajo qué condiciones se efectuará el enjuiciamiento de la pretensión penal.
Un proceso penal está presidido por el principio acusatorio cuando las fases de instrucción y
de juicio oral se encomiendan a dos distintos órganos jurisdiccionales y la acusación es
encomendada a un sujeto distinto al órgano jurisdiccional, que ha de dictar su sentencia con
absoluto respeto al principio de congruencia con la pretensión penal.
Notas esenciales:
a) Desdoblamiento de la función instructora y decisora
Las funciones de instrucción, de un lado, y las de enjuiciamiento y decisión, de otro, han de
estar encomendadas a dos órganos distintos: al Juez de Instrucción o Ministerio Público la
primera, y al Jurado, Tribunal o Juez de lo Penal, la segunda.
A fin de prevenir, pues, el prejuzgamiento y evitar que el acusado sea juzgado por un órgano
falto de imparcialidad, el Tribunal Constitucional, estimó que dicha acumulación de funciones
es contraria, tanto al derecho fundamental al Juez legal imparcial, como al principio acusatorio,
que se encuentra implícito en el derecho constitucional a un «proceso con todas las
garantías».
La fase instructora es encomendada al Juez de Instrucción, a quien fundamentalmente se le
atribuye dicha fase dirigida a la investigación del hecho punible y la de su presunto autor
(mediante la incoación del «sumario » o de las «diligencias previas», nombre que recibe esta
fase según el delito lleve aparejada una pena superior o inferior a los nueve años de privación
de libertad), en tanto que la fase de juicio oral y la Sentencia es conferida, bien a los Juzgados
de lo Penal (que pueden imponer penas menos graves, de hasta cinco años), bien a las
Audiencias Provinciales (para la imposición de penas superiores).
b) Distribución de las funciones de acusación y de decisión
El principio acusatorio exige también el desdoblamiento de las funciones de acusación y de
decisión o, lo que es lo mismo, el cumplimiento del aforismo. Pero, a diferencia del principio
dispositivo civil, el cumplimiento de esta exigencia no se circunscribe al ejercicio de la acción,
sino al de la interposición de la pretensión penal.
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Aun cuando lo normal es que un proceso penal empiece mediante denuncia o querella de los
particulares, nuestro ordenamiento también conoce la «iniciación de oficio» (arts. 303 y 308
LECrim), la cual no conculca el acusatorio, porque lo importante es que exista una parte,
distinta al tribunal decisor, que formalice y mantenga a lo largo de todo el juicio oral la
acusación o pretensión penal.
Para garantizar una mayor imparcialidad en la decisión, la función de la acusación se otorgó a
un órgano esencialmente imparcial, como lo es el Ministerio Fiscal, nuestra LECrim conoce la
acusación particular en sus dos manifestaciones de «popular», y «privada» (según el
querellante sea o no el ofendido por el delito).
c) Congruencia
También constituye una nota del acusatorio, en el penal, la existencia de una determinada
vinculación entre la pretensión y la sentencia penal. Sin embargo, entre la congruencia civil y la
penal subsisten determinadas diferencias que deben ser resaltadas. La primera de ellas es la
de que la correlación del fallo a la pretensión penal lo es esencialmente a su fundamentación y,
dentro de ella, al hecho punible y a la identidad del acusado. La razón de dicha vinculación hay
que encontrarla en el «derecho de defensa», pues se vulneraría dicho derecho y el no menor
derecho constitucional al «conocimiento previo de la acusación», existirá una vulneración del
principio acusatorio y del art. 24.2 de la CE cuando la sentencia condene al acusado por un
hecho punible que no haya sido objeto de acusación, y con respecto al cual no se le ha
permitido al acusado articular la correspondiente prueba de descargo.
Junto a esta congruencia fáctica, reclamable en cualquier tipo de proceso penal, subsiste otra
vinculación a la fundamentación jurídica en el proceso penal «abreviado» (destinado a la
imposición de penas privativas de hasta nueve años) y otra cuantitativa al título de condena en
el proceso común (para delitos con penas superiores a los nueve años). En el primero de ellos,
y como consecuencia de la doctrina del TC sobre la «heterogeneidad del bien jurídico
protegido», dentro de un mismo hecho punible no se puede condenar por un delito distinto al
calificado por la parte acusadora cuando tal cambio de calificación conlleve una diversidad de
dicho bien jurídico (así, si el MF ha calificado un delito de tráfico de drogas como delito contra
la salud pública, no puede el Juez condenar por delito de contrabando). En el segundo, no se
le autoriza al Tribunal, sin utilizar la fórmula del art. 733 de la LECrim (destinada a poner en
conocimiento de la parte acusadora la eventual concurrencia de una distinta calificación
jurídica del hecho), aplicar una pena superior en grado a la correspondiente al título de
condena calificado, si bien dentro de dicho título invocado puede el Tribunal recorrer la pena en
toda su extensión y puede incluso absolver, pero no imponer una pena más grave.
La vigencia del acusatorio en la segunda instancia exige que no se pueda gravar más a un
apelante de lo que ya lo estaba por la sentencia recurrida, salvo que el apelado impugne
también la sentencia recurrida o se adhiera a la apelación ya iniciada.
4. LA ESTRUCTURA DEL PROCESO
La función del proceso consiste en la solución definitiva e irrevocable, a través de la aplicación
del Derecho objetivo, de los conflictos intersubjetivos y sociales que en él se planteen.
Atendiendo a su relación con el objeto del proceso, puede destacarse otra función más
específica: la de la satisfacción de las pretensiones. Al conformar la pretensión el objeto del
proceso, no ha de resultar extraño que existan tantas clases de procesos como de
pretensiones.
Así, de conformidad con lo dispuesto en el art. 5 LEC, todo el conjunto de procesos que
contempla nuestro ordenamiento pueden ser clasificados en procesos de declaración, de
ejecución y cautelares.
A) El proceso de declaración o fase declarativa tiene por objeto, obtener del Juez, bien un
pronunciamiento en el que se declare la existencia de un determinado derecho subjetivo o
relación jurídica, crearla, modificarla, extinguirla o condenar al deudor al cumplimiento de una
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determinada prestación (proceso civil y laboral), bien una Sentencia de condena al
cumplimiento de una pena fundada en la comisión de un hecho punible (proceso penal), bien la
anulación de un acto administrativo o Reglamento y la condena de la Administración Pública al
cumplimiento de una determinada prestación (proceso contencioso-administrativo).
El proceso declarativo no suele finalizar en una sola instancia, sino que, contra la Sentencia,
suele conceder el ordenamiento siempre la posibilidad de ejercitar el recurso de apelación y,
en casos muy determinados y por motivos muy concretos, el recurso extraordinario de
casación.
Ambos recursos tienen, desde un punto de vista subjetivo, su fundamento en el derecho
fundamental «a un proceso con todas las garantías» y en el derecho a la tutela, en su
manifestación, de «derecho a los recursos» o a la instancia preestablecida, con arreglo al
sistema de recursos previstos en el ordenamiento procesal y a obtener en ella, y previo
cumplimiento de los presupuestos y requisitos procesales, una Sentencia de fondo en la
segunda instancia.
Desde una dimensión objetiva y como peculiaridad específica del recurso de casación, este
recurso extraordinario encuentra su fundamento, en último término, en el principio de «igualdad
en la aplicación de la Ley» del art. 14 CE, ya que, a través de él, el Tribunal Supremo puede
emitir su «doctrina legal», mediante cuya aplicación por los demás órganos jurisdiccionales se
asegura la aplicación uniforme de la Ley en todo el territorio nacional.
B) La potestad jurisdiccional no se agota en el proceso de declaración («juzgar»), sino que
comprende también, llegado el caso, la ejecución de lo juzgado (art. 117.3 CE), con el fin de
imponer, haciendo uso de la potestad coactiva que se atribuye al Estado en régimen de
monopolio, el cumplimiento de las resoluciones dictadas por los Tribunales, ya que, si fuera de
otro modo, el derecho no pasaría de ser una entidad ilusoria, al igual que las decisiones
judiciales no serían otra cosa que meras declaraciones de intenciones sin alcance práctico, ni
efectividad alguna.
C) El ordenamiento permite adoptar a los órganos jurisdiccionales una serie de medidas
cautelares, de diverso contenido, dirigidas a hacer posible la efectividad o la ejecución forzosa
de una eventual Sentencia condenatoria con respecto a una parte, cuyo derecho de crédito
aparece fundamentado frente al peligro consistente en que, durante la sustanciación del
proceso, se produzcan situaciones que impidan o dificulten dicha ejecución.
A) EL PROCESO DE DECLARACIÓN.
El proceso o fase declarativa está compuesto por un conjunto de actos procesales que tienden
a lograr del tribunal la satisfacción de la pretensión, hecha valer en el proceso, mediante una
resolución judicial de contenido determinado.
El proceso declarativo se estructura, a su vez, en las siguientes fases esenciales: alegaciones,
prueba, conclusiones, Sentencia e impugnación.
a) Fase de alegaciones
La fase de alegaciones tiene por finalidad introducir el objeto procesal con todos sus elementos
esenciales. Dicho objeto está integrado por la pretensión, de cuyos elementos hay que
destacar: a) subjetivos: la determinación del órgano jurisdiccional competente, de un lado, y la
de las partes procesales, de otro y b) la petición y los hechos con relevancia jurídica que la
fundamentan.
Los actos de alegación pueden configurarse como actos de postulación en los que se
introducen la pretensión y sus hechos que la fundamentan y que, si son controvertidos, se
erigen en el tema de la prueba. Durante esta fase deben las partes, de conformidad con el
principio de aportación, introducir los hechos que sustancian sus pretensiones y proponer la
prueba pertinente en relación a tales hechos.
En el proceso civil, el acto de postulación más importante es la demanda, que supone ejercicio
simultáneo del derecho de acción y de la pretensión, por cuanto través de este acto procesal
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se posibilita el libre derecho de los ciudadanos de acceso a los tribunales, a fin de que la parte
pueda interponer su pretensión.
A diferencia del proceso civil, en el penal y en el contencioso-administrativo, dicho actos
procesales aparecen distanciados temporal y procedimentalmente: la acción se ejercita en el
acto de iniciación del proceso penal (denuncia, querella, iniciación de oficio) o en el de la
interposición del recurso contencioso-administrativo, en tanto que la pretensión sigue, en el
proceso penal, un procedimiento escalonado, que empieza en la instrucción, en la que ha de
plasmarse la imputación judicial, pasa por el escrito de acusación, en el que se interpone
provisionalmente la pretensión penal y culmina con las conclusiones definitivas, en las que las
partes, al término del juicio oral, fijan definitivamente, tanto la pretensión penal, como su
contestación o defensa. En el proceso administrativo, la interposición de la pretensión se
realiza, una vez superada la fase de admisión del recurso y recibido el expediente de la
Administración, mediante el escrito de demanda.
b) Fase de prueba
Para que el proceso de declaración pueda cumplir con su finalidad, la obtención de una
resolución judicial que resuelva un determinado conflicto intersubjetivo o social, mediante el
descubrimiento de la verdad material que permite al Juez darle la razón a quien efectivamente
la tiene, se ha de conceder a las partes la posibilidad de solicitar la apertura de la fase
probatoria a fin de poder evidenciar al Juez la concurrencia de los fundamentos fácticos, tanto
de la pretensión, como de la defensa.
Como regla general, la actividad probatoria incumbe a los sujetos procesales y, de entre ellos,
fundamentalmente a las partes. Como consecuencia de la vigencia del principio de aportación,
a las partes les corresponde, no sólo la introducción de los hechos a través de la demanda y su
contestación (proceso civil) y de los escritos de calificación (proceso penal), que son los
genuinos actos de aportación fáctica en los que las partes delimitan el tema de la prueba, sino
también la proposición y práctica de la prueba, mediante la instauración del contradictorio, en
un juicio público en el que las partes con igualdad de armas han de convencer al tribunal
Sentenciador (art. 216 LEC; arts. 656 y 728 LECrim). Pero, como quiera que la tutela, que han
de dispensar los Jueces, ha de ser «efectiva», no se les exonera de su obligación de descubrir
la verdad material en el proceso, para lo cual pueden de oficio disponer de la práctica de
medios de prueba (así las llamadas «diligencias finales» o «para mejor proveer») e intervenir
en la misma, formulando preguntas a las partes, testigos y peritos.
c) Fase de conclusiones y sentencia
El término «conclusiones» admite distintos significados en función del orden jurisdiccional ante
el que nos encontremos. Así, en el proceso civil, las conclusiones, que sólo tiene sentido
cuando en el proceso se ha propuesto y practicado prueba, consisten en un resumen de los
hechos relevantes y en una valoración del resultado de las pruebas practicadas sobre tales
hechos. En esta fase no podrán alegarse hechos nuevos, sino únicamente precisar lo que,
sobre los hechos relevantes ya aportados, consideren las partes conveniente alegar en función
del resultado de las pruebas practicadas (art. 433.2 LEC). Una vez expuestas sus conclusiones
sobre los hechos controvertidos, las partes podrán informar sobre los argumentos jurídicos en
que se apoyen sus pretensiones, que no podrán ser alteradas en ese momento (art. 433.3
LEC).
En el proceso penal, las denominadas «conclusiones definitivas» son actos de postulación
mediante los cuales las partes deducen definitivamente sus respectivas pretensiones (que ya
han sido formalizadas, con carácter provisional, en los escritos de calificación o de acusación)
con arreglo al resultado de la prueba y sin que puedan modificar su contenido esencial, pues,
de lo contrario, se vulneraría el derecho de defensa. Formalizadas las conclusiones, cada una
de las partes fundamentará oralmente sus pretensiones, determinando los hechos que estime
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probados, su calificación legal y la participación que, en ellos, pudiera tener el acusado (arts.
732 y 734 LECrim).
Formalizadas que hayan sido las pretensiones de las partes, practicadas las pruebas
pertinentes y efectuadas las conclusiones e informes, el órgano judicial, en el ejercicio de su
potestad jurisdiccional, pone fin al proceso de manera definitiva mediante la oportuna
Sentencia, resolución judicial en la que, si concurren los presupuestos procesales, resolverá el
fondo del asunto, ya sea estimando o desestimando las pretensiones de las partes.
d) Los recursos
Frente a la resolución judicial que pone fin al proceso de declaración, la parte que se sienta
perjudicada dispone de un conjunto de actos de postulación (recursos) a través de los cuales
poder obtener su revisión, ya sea por el mismo órgano judicial que la dictó, ya sea por otro
superior, y ello, con la finalidad de aumentar las garantías de justicia de las resoluciones
judiciales.
En el proceso civil, el «derecho a los recursos» no es absoluto, por cuanto, como se ha
dicho, se trata de un derecho de configuración legal, en el sentido de que el Poder Legislativo
es dueño de determinar, tanto el número y naturaleza de los recursos, como los requisitos que,
en un medio de impugnación determinado, posibilitan su admisibilidad, por lo que su ejercicio
se encuentra condicionado al cumplimiento de los requisitos legalmente establecidos, cuya
concurrencia debe ser exclusivamente valorada por el órgano judicial, sin que ni siquiera exista
un derecho constitucional a disponer de tales medios de impugnación.
No sucede lo mismo en el proceso penal, en donde el «derecho a los recursos » se encuentra
prevista «toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo
condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal superior,
conforme a lo previsto por la ley». Dicha declaración, que forma parte de nuestro ordenamiento
interno (art. 10.2 CE), viene a integrar el derecho al proceso debido del art. 24 CE.
Mientras que el ordenamiento procesal civil consagra el principio de la doble instancia y la
casación, el procesal penal mantiene, para las causa por delitos graves, la única instancia, lo
que ocasiona una proporción inversa entre la «gravedad del hecho» y «las garantías».
Esta situación ha provocado ya diez condenas al Estado español por parte de la Comisión de
la ONU, por lo que urge introducir en todos los delitos, y no sólo en las faltas y en los delitos
menos graves, el derecho del condenado a la segunda instancia, atribuyendo su competencia
a las Salas de lo Penal de los TSJ, tal y como pretende efectuar la reforma de la LOPJ de
2003.
B) EL PROCESO DE EJECUCIÓN
Para que la tutela judicial merezca el calificativo de «efectiva» precisa, con frecuencia, de la
intervención de los órganos judiciales tras la resolución del conflicto a fin de dar adecuado
cumplimiento a lo declarado en los títulos de ejecución, cuyo principal exponente es la
Sentencia, impidiendo que ésta se convierta en una mera declaración de intenciones carente
de eficacia práctica.
El propio TC ha declarado que «el derecho a la ejecución de las Sentencias en sus propios
términos forma parte del contenido del art. 24.1 CE, satisfaciéndose cuando los Jueces y
Tribunales, a quienes corresponde hacer ejecutar lo juzgado según las normas de competencia
y procedimientos aplicables, adoptan las medidas oportunas para el estricto cumplimiento del
fallo, sin alterar el contenido y sentido del mismo»".
La actividad jurisdiccional puede no agotarse con la mera declaración contenida en la
Sentencia, siendo necesaria una actividad posterior de acomodación de la realidad a la
Sentencia, que conforma lo que se denomina proceso de ejecución, esto es, actuaciones que
tienen como finalidad realizar por la fuerza lo ordenado en un título definitivo e irrevocable
(excepción hecha de los supuestos de ejecución provisional en el proceso civil), sustituyendo la
conducta del ejecutado a fin de obtener su cumplimiento.
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En el proceso de ejecución, a diferencia del proceso de declaración, el Estado adquiere, a
través de los órganos jurisdiccionales, un indiscutible protagonismo, en la medida en que es el
sujeto principal y el único legitimado para realizar las actuaciones, constricciones,
apercibimientos y actos de expropiación que lo integran. Sólo a él corresponden los
mecanismos de la coacción jurídica y la potestad de invadir la esfera de los derechos
subjetivos de los particulares.
La posición de la parte pasiva del proceso sufre un cambio sustancial en el proceso de
ejecución en relación con la que ocupaba en el declaración, por cuanto, como es lógico, los
principios estructurales del proceso, tales como los de contradicción e igualdad de armas, que
habían de ser escrupulosamente respetados en ésta, no van a regir en la misma medida en la
ejecución.
C) EL PROCESO CAUTELAR
El proceso o tutela cautelar, que también reconoce el art. 5 LEC es la justa respuesta a una
necesidad creada por el propio proceso de declaración.
El proceso de declaración está estructurado en una serie de actos procesales, a través de los
cuales y en contradicción entre las partes, se aportan los hechos, se produce la prueba de las
alegaciones y se introducen las argumentaciones jurídicas, con todo lo cual el órgano
jurisdiccional dispone de los elementos necesarios para dictar una Sentencia, resolviendo
sobre el fondo del asunto. Además, es posible que la pretensión pueda reiterarse, con mayor o
menor extensión, ante otros órganos jurisdiccionales, con anterioridad a que el Derecho
reconozca a la Sentencia la eficacia necesaria para incidir en la esfera jurídica de las partes.
Toda esta actividad, que indudablemente requiere tiempo, resulta justificada para que la
potestad jurisdiccional se ejercite con garantías de acierto.
Pero, al mismo tiempo, desde la perspectiva de la parte activa del proceso esta demora puede
constituir un inconveniente, en la medida en que puede ser aprovechada por la contraparte
para llevar a cabo determinadas actuaciones (así, un alzamiento de bienes) que impidan o
dificulten gravemente la efectividad de la tutela que pueda ser concedida en la resolución
judicial que pone término al proceso de declaración.
Por ello, y con el fin de garantizar el derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales en
sus propios términos, ha de regir también el derecho a la tutela cautelar, el cual, en términos
generales, es el que asiste a las partes procesales a obtener del Juez o Tribunal la adopción
de las medidas que, en cada caso, resulten necesarias para asegurar la total efectividad del
futuro pronunciamiento de fondo, adopción lógicamente subordinada a la concurrencia de los
requisitos y presupuestos que tradicionalmente condicionan la tutela cautelar, esto es, el
peligro por la mora o retraso procesal y la apariencia de buen derecho.
Dicho concepto es plenamente válido para las medidas cautelares que se adoptan en los
órdenes jurisdiccionales civil, contencioso-administrativo y laboral o social. En relación con el
proceso penal, junto a la finalidad de garantizar la ejecución de una posible Sentencia
condenatoria o garantizar la presencia del imputado en el momento de realización del juicio
oral, las medidas cautelares cumplen también otros objetivos, tales como el de evitar la
destrucción o desaparición de las fuentes de pruebas relevantes para el enjuiciamiento, e
incluso, aun cuando pueda resultar discutible, por su naturaleza extracautelar o de medida de
seguridad, eludir el riesgo de que el imputado pueda cometer otros hechos delictivos.
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TEMA 20- CLASES DE PROCESOS
1. LOS PROCESOS DECLARATIVOS: SISTEMATIZACIÓN
Todo el conjunto de procesos que contempla nuestro ordenamiento pueden ser clasificados
en procesos declarativos y de ejecución. Los primeros de ellos tienen por objeto, de
conformidad con la naturaleza de la pretensión, declarar la existencia de un derecho subjetivo
o relación jurídica, modificarla, constituirla o anularla, o condenar al deudor al cumplimiento
de una determinada prestación. En el proceso o fase declarativa de lo que se trata es de
otorgar «satisfacción jurídica» a una determinada pretensión mediante la solución definitiva
del conflicto a través de la creación de un «título jurisdiccional de ejecución», el cual abrirá
las puertas al proceso de ejecución, destinado a la realización judicial del derecho del
acreedor reconocido en dicho título o sentencia firme.
Los procesos declarativos son, susceptibles de ser sistematizados con arreglo a distintos
criterios. Atendiendo a la amplitud o limitación de su objeto y a la extensión de los efectos de
la sentencia, tales procesos declarativos se clasifican en ordinarios, sumarios y especiales.
De conformidad con la naturaleza de la relación jurídico material debatida pueden distinguirse
procesos para la aplicación del Derecho público y del Derecho privado; al primer grupo
pertenecen el proceso penal, el constitucional y el contencioso-administrativo, en tanto
que, dentro del segundo, se encuentra el proceso civil y el de trabajo.
2. PROCESOS ORDINARIOS, ESPECIALES Y SUMARIOS
A) LOS PROCESOS ORDINARIOS
Los procesos ordinarios están destinados a la composición de cualquier tipo de pretensión
fundada en cualesquiera relaciones jurídicas. A ellos pueden, acudir las partes para
solucionar su conflicto con la sola excepción de aquellas materias que hayan de ser
ventiladas a través de un procedimiento especial.
Se caracterizan, como su nombre indica, por la plenitud de su cognición. En ellos ha de
plantearse la totalidad de la relación jurídica material debatida, a diferencia de los
«sumarios», en donde tan sólo cabe formalizar determinados aspectos de dicha relación.
Como consecuencia de dicha plenitud en el conocimiento jurisdiccional de la pretensión.
Las sentencias en ellos recaídas gozan de la totalidad de los efectos materiales de la
cosa juzgada y, de modo particular, el efecto negativo o excluyente, consistente en la
imposibilidad de volver a reproducir el conflicto en un proceso ulterior cuando haya recaído
una sentencia firme en un proceso ordinario y naturalmente se cumplan las tres identidades
(de sujetos, cosas y títulos de pedir) de la cosa juzgada.
Se distingue también de los especiales y sumarios por el mayor incremento de las
garantías de las partes y de las posibilidades de alegación, prueba e impugnación. De este
modo, mantienen una fase amplia de alegaciones, en la que las partes pueden fundamentar
sin limitación alguna sus respectivas pretensiones y resistencias; pueden practicar en ellos la
totalidad de los medios de prueba para evidenciar los hechos que las fundamentan y, contra
la Sentencia, está la parte gravada autorizada a interponer el recurso pertinente, es decir,
siempre el de apelación y el de casación, si se cumple la suma de gravamen, a diferencia de
los sumarios que no suelen tener reconocida esta última posibilidad.
Todos los órdenes jurisdiccionales cuentan, al menos, con dos procesos declarativos
ordinarios, con la sola excepción del proceso penal, que mantiene tres (el común para delitos
graves, el abreviado para los delitos menos graves y leves y el de faltas para el conocimiento
de tales contravenciones, junto con el procedimiento ante el tribunal del jurado).
B) PROCESOS ESPECIALES
La característica primordial de tales procesos reside, en la especialidad de su objeto. A
diferencia de los ordinarios en los que, se puede deducir cualquier genero de objeto
procesal, en los procedimientos especiales tan sólo se puede debatir la relación jurídico
material para cuya protección fue creado un determinado procedimiento especial.
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Tales relaciones jurídicas pueden serlo de cualquier naturaleza, tanto dispositivas (así, los
procesos en materia de arrendamientos, retracto, impugnación de acuerdos, seguridad
social, personal, injurias y calumnias...), como no dispositivas (v.gr.: procesos de familia,
paternidad y filiación, procesos penales contra «aforados»...), pero, en todo caso, ostentan la
virtualidad de que, cuando en torno a ellas surja cualquier conflicto, habrá de solucionarse a
través del correspondiente procedimiento especial. En otro caso, la parte demandada (o el
propio Juez en el proceso penal) podrá oponer la excepción de «procedimiento
inadecuado».
Se asemejan con los procesos ordinarios en que la cognición es amplia, como lo son también
los medios de ataque y de defensa, y, sobre todo, en que las sentencias en ellos recaídas
gozan asimismo de la plenitud de los efectos materiales de la cosa juzgada.
C) PROCESOS SUMARIOS
Se caracteriza, por tener una cognición limitada a un solo aspecto o parte de la relación
material debatida, tienen las partes limitados sus medios de ataque y, sobre todo, de
defensa: el deudor tiene restringidas sus posibilidades de plantear excepciones o motivos de
oposición frente a la pretensión de condena. Además, pueden tener limitados los medios de
prueba. Finalmente, y como consecuencia de dicha limitación de la cognición, las sentencias
recaídas en los procesos sumarios, no producen los efectos materiales de la cosa
juzgada o para ser más exactos, los limitan a la relación jurídica debatida en el proceso
sumario.
3. TIPOLOGÍA MATERIAL DE PROCESOS
El proceso es un instrumento de la Jurisdicción para la aplicación del Derecho Objetivo a los
casos concretos. Pueden distinguirse los procesos para la aplicación del Derecho público, de
aquellos en los que se individualizan normas del Derecho privado. Al primer grupo pertenece
el proceso penal, el contencioso-administrativo y el constitucional, en tanto que en el
segundo, pueden encuadrarse el proceso de trabajo y el proceso civil.
A) EL PROCESO PENAL
El objeto del proceso penal es la pretensión punitiva, que consiste en la petición de aplicación
de una pena al acusado, fundamentada en la presunta comisión de un hecho punible. Las
pretensiones penales son siempre, pues, de condena y su elemento esencial lo constituye el
«hecho punible» y la identidad de su autor. Frente a la pretensión penal, que es ejercitada
por las partes acusadoras (esto es, el Ministerio Fiscal, el ofendido-acusador privado y el
acusador popular) se opone la defensa, que es una parte dual, integrada por dos sujetos
procesales, el imputado y su Abogado defensor, cuya misión consiste en hacer valer dentro
del proceso el derecho fundamental a «la libertad» que ha de asistir a todo ciudadano que,
por no haber sido condenado, se presume inocente. El proceso penal se rige por el principio
«acusatorio».
El procedimiento penal aparece dividido en dos fases: la instructora y la del juicio oral. La
primera de ellas, que recibe el nombre de «sumario» en el proceso ordinario, o «diligencias
previas» en el abreviado, transcurre ante el juez de instrucción y su función consiste en
preparar el juicio oral, mediante la determinación del hecho punible y de su presunto autor,
denominado imputado o procesado. Para el logro de tales funciones el Juez instructor ha de
practicar actos de investigación y medidas de aseguramiento o cautelares que, en muchas
ocasiones, suelen entrañar graves limitaciones al ejercicio de los derechos fundamentales
(así, puede disponer la prisión provisional, la entrada y registro, la intervención de las
comunicaciones, etc.). Cuando se han cumplido estos dos objetivos (que han de ser
corroborados en una subfase denominada «intermedia») se abrirá la de juicio oral; pero, si no
se determinara alguno de aquellos elementos (hecho punible o autor), el proceso finalizará
mediante «auto de sobreseimiento».
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A diferencia de la fase instructora, que está regida por el principio de la «escritura» y del
secreto de las actuaciones, la del juicio oral, como su nombre indica, está presidida por los
principios de oralidad, inmediación y publicidad.
La fase de juicio oral está destinada a formalizar la pretensión penal o acusación y a probar,
bajo los principios de contradicción, igualdad y publicidad, los hechos que la fundamentan,
tras lo cual el Juez o Tribunal pronunciará su Sentencia, contra la cual, y como consecuencia
del «derecho a los recursos » que asiste al acusado, siempre podrán las partes interponer
bien el recurso de apelación (delitos leves), bien el de casación (delitos graves).
En el proceso penal, y de conformidad con la gravedad del hecho punible, subsisten tres
procesos ordinarios y ciertos procesos especiales. Los procesos ordinarios se denominan el
«sumario ordinario», para el conocimiento de delitos con penas privativas superiores a los
nueve años, con instrucción efectuada por un Juez y juicio oral del conocimiento de la
Audiencia Provincial; «el proceso penal abreviado» con diligencias previas atribuidas a los
Jueces de Instrucción y la fase del juicio oral con conocimiento, bien por los Juzgados de lo
Penal (pueden imponer hasta cinco años de privación de libertad), bien por las Audiencias
Provinciales (de cinco a nueve años), y los «juicios de faltas», de los que conocen los
Juzgados de instrucción; junto a ellos, existe también el proceso ante el tribunal del Jurado,
para el enjuiciamiento de relevantes delitos y los juicios rápidos para el enjuiciamiento de
delitos menos graves (castigados con penas de hasta 5 años de prisión) de carácter
flagrante, que suelen producir inseguridad ciudadana. Los procesos especiales son muy
escasos y pueden dividirse en especiales por razón de las personas (causas contra
«aforados»: así, contra un diputado, un magistrado, etc.) y por razón de la materia (injurias y
calumnias, terrorismo, etc.).
B) E L PROCESO ADMINISTRATIVO
A los Juzgados y Tribunales de lo Contencioso-administrativo, que son órganos
jurisdiccionales ordinarios especializados en la aplicación del Derecho Administrativo, les
corresponde conocer del igualmente denominado recurso «contencioso-administrativo».
Dicho recurso, previo el cumplimiento de determinados presupuestos (interposición de los
recursos administrativos), puede ser interpuesto, tanto contra actos administrativos, cuanto
contra Reglamentos y demás disposiciones con rango inferior a la ley y, en ellos, puede
pedirse la anulación del acto o disposición impugnada y, en su caso, la condena a la
Administración al reconocimiento de una situación jurídica individualizada (por ej., la de
servicio activo de un funcionario), de un determinado derecho subjetivo (vgr., una licencia de
obra), o al pago de una indemnización de daños y de perjuicios.
De lo dicho se desprende que las pretensiones administrativas son siempre o declarativas
puras o mixtas: de un lado, declarativas de nulidad o constitutivas de anulación del acto o
disposición impugnada y, de otro, de condena al cumplimiento por la Administración de una
determinada prestación.
En el ordenamiento procesal administrativo coexisten dos procesos administrativos ordinarios
(el denominado recurso contencioso-administrativo y el procedimiento abreviado) con cinco
especiales. El recurso contencioso-administrativo ordinario está regido por los principios
dispositivo, investigación de oficio de la concurrencia de los presupuestos y requisitos
procesales, escritura, inmediación y única instancia, en tanto que la nota más destacada del
abreviado, creado a imagen y semejanza del juicio verbal civil, consiste en la vigencia del
principio de oralidad. En todos ellos, como consecuencia de la presunción de legitimidad del
acto o disposición impugnada, se produce una inversión de los roles de las partes: el actor es
por regla general el administrado (con la excepción del proceso de «lesividad»), quien ha de
interponer el recurso contencioso-administrativo y reclamar el expediente de la
Administración, la cual asume normalmente el papel de demandada, siendo defendida por la
Abogacía del Estado (o letrados de las CCAA o de las corporaciones locales).
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Asimismo, en virtud del principio de «autotutela administrativa», la regla general estriba en la
no suspensión de los efectos del acto impugnado, salvo que pueda producirse un perjuicio
irreparable, en cuyo caso puede el demandante solicitar del Tribunal la suspensión del acto.

La fase de ejecución hoy es confiada a los Juzgados y Tribunales administrativos.


Los procesos especiales están integrados por el de lesividad, el de personal, de suspensión
de acuerdos de las Corporaciones Locales, el contencioso electoral y el proceso de
protección jurisdiccional de los derechos fundamentales.
Estos dos últimos procesos ofrecen la común característica de erigirse en el «amparo
ordinario» (art. 53.2 CE) y, de entre ellos, el último, (que inauguró la Ley 62/1978), es el
utilizado, en la práctica, para solicitar el restablecimiento de los derechos fundamentales
infringidos por el Poder Ejecutivo. Las ventajas que reporta dicho proceso (innecesariedad de
plantear el recurso administrativo previo, rapidez en su tramitación, etc.) lo hacen sumamente
atractivo para los administrados, quienes, en ocasiones, abusan de su ejercicio.
C) EL PROCESO CONSTITUCIONAL
Los procesos que pueden plantearse ante el Tribunal Constitucional se regulan por la
Constitución y la Ley Orgánica 2/1979 del Tribunal Constitucional y están informados por los
principios dispositivo, escritura y única instancia.
Pueden clasificarse en dos grandes grupos: a) de protección de derechos fundamentales, y
b) de control constitucional de la legalidad.
a) Protección de derechos fundamentales
La función de protección de los derechos fundamentales la efectúa el TC mediante el recurso
de amparo, a través del cual no puede hacerse valer cualquier derecho constitucional
vulnerado, sino tan sólo los auténticos derechos fundamentales, esto es, los contemplados
en los arts. 14 a 29 y 30.2 de la CE. Para obtener dicha protección es necesario cumplir con
determinados requisitos previos, de entre los que destaca el cumplimiento del principio de
«subsidiariedad» (art. 53.2), que obliga a plantear, antes de acudir ante el TC, el amparo
ante los tribunales ordinarios a fin de que se le otorgue al Poder Judicial la posibilidad de
restablecer rápidamente el derecho vulnerado. Si ello no ocurriera, una vez agotados todos
los medios de impugnación ordinarios, es cuando se puede interponer, en el plazo de veinte
días, contra la última sentencia recaída, el recurso constitucional de amparo. A través del
amparo, el TC, no sólo efectúa una labor subjetiva de protección de tales derechos
constitucionales, sino que también asume otra objetiva de creación de doctrina legal,
vinculante para los tribunales ordinarios (art 5.1 LOPJ) y para el Poder Legislativo, quien, en
no pocas ocasiones, se ve obligado a reformar la legalidad ordinaria para cohonestarla con
nuestra Ley Fundamental.
b) Control constitucional de la legalidad
La función de control constitucional de la legalidad a fin de obtener la sumisión efectiva de
todos los Poderes del Estado a la Constitución la efectúa el TC a través de tres
procedimientos:
- Conflictos de competencia. Los conflictos constitucionales de competencia los pueden
plantear, tanto el Estado, como las CCAA y las Corporaciones Locales, pero estas últimas tan
sólo en defensa de su autonomía. Mediante ellos, se pueden trasladar al TC disposiciones o
actos que puedan vulnerar el reparto de competencias, efectuado por la Constitución y los
respectivos Estatutos de Autonomía. Tras las alegaciones de las partes, el TC decide a quién
le corresponde ejercitar la competencia, si a la Administración central o a la autonómica o a
una determinada Corporación Local, sobre una materia determinada.
- Control abstracto de la constitucionalidad. Esta función se ejercita mediante el «recurso de
inconstitucionalidad», que pueden plantear, dentro del plazo de tres meses posteriores a la
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publicación de una ley, cincuenta diputados o senadores, el Defensor del Pueblo, el
Ministerio Fiscal, el Presidente del Gobierno y los órganos ejecutivos y legislativos de las
CCAA contra las leyes y disposiciones con rango de ley (las disposiciones inferiores
obsérvese que se impugnan a través del recurso contencioso-administrativo) que puedan
infringir la CE.
Mediante el recurso de inconstitucionalidad el TC anula aquellas leyes que vulneren nuestra
Ley Fundamental, asegurando el principio de supremacía y jerarquía constitucional.
- Control concreto de la constitucionalidad. El control concreto de constitucionalidad se
efectúa, sin sometimiento a piazo alguno para su interposición, con respecto a la publicación
de la ley, a través del planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad. Dicha cuestión
no es más que una duda que puede tener, en el curso de un proceso, un Juez o Tribunal
acerca de la constitucionalidad de una ley aplicable a un caso concreto y que, de cuya
aplicación depende el contenido del fallo. En tal supuesto, el órgano judicial ha de suspender
el plazo para dictar sentencia y trasladar dicha duda o cuestión prejudicial al TC a fin de que
la resuelva mediante sentencia. Si el TC estimara dicha cuestión, la norma, objeto de la
misma, es anulada con los mismos efectos que las sentencias recaídas en los recursos de
inconstitucionalidad.
D) EL PROCESO LABORAL
El proceso de trabajo se regula en la Ley de Procedimiento Laboral de 1995 Refundido, que
contempla un proceso ordinario y diversos procesos especiales (seguridad social, conflictos
colectivos, despido, etc.). Transcurre ante los Juzgados de lo Social, en primera instancia, las
Salas de lo Social de los TSJ (segunda instancia) y la Sala de lo Social del TS (casación).
Los órganos de lo social son, pues, órganos jurisdiccionales ordinarios especializados en la
aplicación del Derecho del Trabajo.
El proceso ordinario está informado por los principios dispositivo, investigación de oficio,
oralidad, inmediación, rapidez, economía y doble instancia.
Es un proceso ágil, sencillo, rápido, poco costoso para las partes y que posibilita la
averiguación de la verdad material. Se trata, pues, de un proceso modélico.
En él se puede hacer valer cualquier pretensión fundada en el Derecho del Trabajo. Lo usual
es que tales pretensiones sean mixtas, esto es, de un lado, pretendan el reconocimiento de
una determinada relación laboral o derecho subjetivo y, de otro, la condena a la contraparte
al cumplimiento de una prestación (por ej.: a la readmisión en un despido); pero el proceso
laboral también conoce algunas pretensiones constitutivas (así, el proceso de conflicto
colectivo normativo o de intereses, en el que de lo que se trata es de crear una nueva norma
laboral que sustituya a aquella que no es aceptada por alguna de las partes).
La principal característica del procedimiento laboral es la oralidad. Tanto la conciliación
intraprocesal, como la ejecución de la prueba transcurren verbalmente a presencia del Juez
de lo Social, lo que posibilita que el órgano judicial pueda intervenir en la prueba, suscitando
preguntas a sus intervinientes en orden a descubrir con exhaustividad la relación jurídica
material debatida.
El proceso de trabajo permite, pues, descubrir la verdad material, frente a la meramente
«formal», que suelen presentar las partes. La oralidad permite, además, un tratamiento
concentrado del material de hecho, lo que dota al proceso de trabajo de una gran rapidez.
También rige en este proceso el principio de investigación que autoriza al Juez a apreciar de
oficio la concurrencia de los presupuestos procesales. La instauración, finalmente, de
determinadas obligaciones procesales de las partes, tales como la de exhibición del
patrimonio, aportación de documentos, etc., otorgan asimismo a dicho proceso una gran
«eficacia», lo que permite configurar a nuestro proceso laboral como un auténtico proceso
«social».
E) EL PROCESO CIVIL
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El proceso civil se regula por la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000, de 7 de enero, así como
por una multiplicidad de leyes materiales que han consagrado no pocos procesos civiles
especiales (Código Civil, Ley Hipotecaria, de Propiedad Horizontal, Industrial, Intelectual,
etc.). Los procesos civiles transcurren ante los jueces de lo Mercantil y de Primera Instancia e
Instrucción (o de «Primera Instancia» en las localidades en donde exista especialización
civil), que, como su nombre indica, conocen de la fase declarativa y de ejecución; la
apelación se confía a las Audiencias Provinciales, y la Sala de lo Civil del TS conoce del
recurso de casación.
La pretensión civil, que puede plantearse en cualquiera de sus distintas manifestaciones
(declarativa, constitutiva o de condena) ofrece la singular característica de estar fundada en
normas pertenecientes al Derecho privado (Derecho civil o mercantil). La relación jurídico
material discutida pertenece, pues, al dominio de las partes «con la sola excepción de los
procesos civiles inquisitorios» y de aquí que en el proceso civil el principio dispositivo sea
absolutamente hegemónico.
Además del dispositivo, el proceso civil está también informado por los principios de
aportación de los hechos por las partes, valoración conjunta de la prueba, oralidad,
inmediación y doble instancia. La instauración de los principios de oralidad e inmediación,
junto con la de las obligaciones procesales, aproximan a nuestra justicia civil al modelo de la
«justicia civil social»
Los procesos ordinarios son: el «ordinario» para el conocimiento de pretensiones con un
valor económico superior a los 6.000 euros y el «juicio verbal» para las demás demandas de
cuantía inferior.
La otra cara de la moneda de toda esta política legislativa consiste en que nuestro sistema
procesal civil se caracteriza por la existencia de una frondosa selva de procedimientos
especiales, la mayoría de ellos encubiertos a lo largo del articulado de la LEC (se han llegado
a contabilizar más de treinta), que tampoco asegura un tratamiento más rápido de los litigios.
Por esta razón debiera el legislador proceder a la supresión de la práctica totalidad de los
mismos.
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TEMA 21- LOS ACTOS PROCESALES


1. CONCEPTO
Surge como una necesidad de carácter metodológico, que se desarrolla a partir de la premisa
esencial de que los actos procesales son, «lato sensu», actos jurídicos que revisten
especialidades en virtud de su vinculación con el proceso, incidiendo en él y tendentes a lograr
un fin común.
La doctrina del acto procesal se desenvuelve como una derivación de la teoría del acto jurídico.
El acto jurídico presupone la conducta voluntaria de una persona a la que el ordenamiento
atribuye eficacia jurídica. Partiendo de dicha definición, actos procesales son los actos
jurídicos realizados por la autoridad jurisdiccional, las partes o por terceros, a través de los
cuales el proceso se realiza y que producen sus efectos directos e inmediatos en la
constitución, desarrollo y fin del mismo. El elemento esencial que distingue al acto procesal de
los restantes actos jurídicos consiste precisamente en su finalidad primordial, la de estar
destinada única y exclusivamente a producir efectos procesales.
Hechos procesales- aquellos acontecimientos o fenómenos de la naturaleza, independientes
de la voluntad humana, a los que el Derecho objetivo atribuye efectos en el proceso, tales
como la muerte de una de las partes, el transcurso del tiempo -preclusión-, fuerza mayor, la
incapacidad física o mental, etc.
2. REQUISITOS DE LOS ACTOS PROCESALES
A) LUGAR DE REALIZACIÓN DE LOS ACTOS PROCESALES
Las actuaciones judiciales deberán practicarse en la sede de la oficina judicial. Existen
determinadas actuaciones judiciales que, por su propio contenido o naturaleza, no es posible
realizarlas en la sede del Tribunal, tal y como acontece, por ejemplo, con la prueba de
reconocimiento judicial.
Contempla la posibilidad de que los Juzgados y Tribunales puedan constituirse en cualquier
lugar del territorio de su jurisdicción para la práctica de actuaciones judiciales, cuando fuere
necesario o conveniente para la buena administración de justicia.
Esta excepción a la regla general contempla, dos posibles supuestos: a) las actuaciones que
hayan de practicarse fuera de la sede del Tribunal, pero en la localidad donde ésta radica; y, b)
las actuaciones judiciales que se realicen fuera de la localidad donde radica la sede del
Tribunal, pero dentro de su partido judicial (juzgado) o circunscripción territorial (cualquier otro
órgano judicial, colegiado), supuesto en que lo normal será requerir el auxilio judicial.
También se prevé la posibilidad de desplazamiento en aquellos casos en que la actuación
judicial haya de practicarse fuera del territorio de su circunscripción.
El Juzgado o Tribunal que solicite la cooperación jurisdiccional para la práctica de tal clase de
diligencias habrá de motivar suficientemente su decisión, valorando las circunstancias de la
complejidad, dificultad o repercusión concurrentes en la actuación a practicar, así como la
aptitud y posibilidades del órgano solicitante y de aquél cuyo auxilio se pida». «No se acudirá al
auxilio judicial para la práctica de diligencias que deben llevarse a efecto en la misma
población en que tenga su sede el órgano que la hubiera ordenado », a no ser que «lo autorice
expresamente la Ley» o cuando «fuere de la específica competencia de otro Juzgado o
Tribunal». «Presidentes de los Tribunales y Audiencias y el Servicio de Inspección del Consejo
General del Poder Judicial prestarán especial atención al cumplimiento de los despachos de
auxilio judicial, adoptando las prevenciones oportunas para corregir los excesos que se
detecten».
B) TIEMPO DE LOS ACTOS PROCESALES: TÉRMINOS Y PLAZOS
La LOPJ, aplicable a todos los órdenes jurisdiccionales aborda el período ordinario de
funcionamiento de los Tribunales («año judicial»), que se extiende desde el 1 de septiembre
hasta el 31 de julio de cada año.
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No basta con que las actuaciones judiciales se realicen dentro del denominado «año judicial»,
sino que también es necesario que hayan de practicarse en días y horas hábiles.
Son días hábiles todos los comprendidos dentro del período ordinario, excepto los sábados y
domingos, los días 24 y 31 de diciembre, los días de fiesta nacional y los festivos, a efectos
laborales, en la respectiva Comunidad Autónoma o localidad. También son inhábiles, por no
estar comprendido dentro del período ordinario, los días del mes de agosto, excepto para
aquellas actuaciones judiciales que se declaren urgentes por las leyes procesales.
El Consejo General del Poder Judicial, mediante reglamento, podrá habilitarlos a efectos de
otras actuaciones. Considera urgentes las actuaciones judiciales, cuya demora pueda causar
grave perjuicio a los interesados o a la buena administración de justicia, o provocar las
ineficacia de una resolución judicial, supuesto en el que se considerarán hábiles los días del
mes de agosto, sin necesidad de expresa habilitación. En el orden jurisdiccional penal, todos
los días del año y todas las horas son hábiles para la instrucción de las causas criminales.
Horas hábiles son, con carácter general, las que median desde las ocho de la mañana a las
ocho de la tarde.
Sin perjuicio de la posibilidad que se concede a los Jueces, Tribunales y Secretarios de
habilitar días y horas que, originalmente, son inhábiles, con sujeción a lo dispuesto en las leyes
procesales. La LEC permite a los Tribunales, de oficio o a instancia de parte, habilitar los días
y horas inhábiles, atendiendo al estándar de urgencia, antes referido.
Numerosos preceptos procesales establecen un período de tiempo (plazo) e, incluso, un
momento temporal concreto (término) dentro del cual dichos actos han de efectuarse.
El plazo consiste, por tanto, en la determinación de un período de tiempo, dentro del cual
puede realizarse el acto procesal, lo que exige la concreción de un plazo inicial y otro final.
Los plazos comenzarán a correr desde el día siguiente a aquél en el que se hubiere efectuado
el acto de comunicación del que la Ley haga depender el inicio del plazo, y se contará en ellos
el día del vencimiento, que expirará a las veinticuatro horas.
En el cómputo de los plazos señalados por días se excluirán los inhábiles.
Tratándose de plazos señalados por meses, se computarán de fecha a fecha, si bien, cuando
en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente al inicial del cómputo, se entenderá que el
plazo expira el último del mes.
El término es un momento en el tiempo, determinado por un día e, incluso, un día y una hora,
en el que precisamente tiene que realizarse el acto procesal.
Atendiendo al sujeto destinatario del plazo o término establecido, podemos distinguir entre
«actos propios», que son los dirigidos a las partes procesales o a los terceros que intervienen
en el proceso, y «actos impropios o judiciales», fijados para la realización de actos por los
órganos jurisdiccionales o por el personal judicial en el cumplimiento de sus atribuciones en el
proceso.
La inobservancia de los plazos propios provoca, la «preclusión» del trámite correspondiente,
esto es, la pérdida de la posibilidad legal de realizarlo. Por el contrario, cuando se trata de
plazos impropios o judiciales, su incumplimiento no impide que el órgano judicial pueda y deba
realizar el acto de que se trate, sin perjuicio de que puedan incurrir en responsabilidades,
normalmente disciplinarias, quienes, sin causa justificada, hubieran provocado su infracción y
del derecho de la parte perjudicada para exigir las demás responsabilidades que procedan.
Los plazos son improrrogables, podrán ser interrumpidos y demorados en caso de fuerza
mayor que impida cumplirlos, lo que deberá ser apreciado por el Tribunal, de oficio o a
instancia de parte, reanudándose su cómputo en el momento en que hubiera cesado la causa
determinante de la interrupción. Según la jurisprudencia, fuerza mayor son los «hechos, que
aun siendo previsibles, sean sin embargo inevitables, insuperables e irresistibles, siempre que
las causas que los motivan sean independientes y extrañas a la voluntad del sujeto obligado.
C) LA FORMA DE LOS ACTOS PROCESALES
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Aquellos requisitos que, distintos a los elementos materiales del mismo (declaración de
conocimiento y/o voluntad), han de concurrir en el momento de su producción,
caracterizándose por guardar normalmente una relación instrumental con éstos de manera que
hacen posible el despliegue de los efectos jurídicos del acto.
a) La oralidad o la escritura
Para la calificación de un procedimiento como oral, lo decisivo es su fase probatoria,
entendiéndose por tal aquel procedimiento en el que tan sólo el material procesal aportado
oralmente al juicio puede ser apreciado en la decisión final o, lo que es lo mismo, el proceso es
oral si los fundamentos de la Sentencia se constituyen mediante las alegaciones y prueba oral
efectuada en el juicio. Art.120.2 CE («el procedimiento será predominante oral, sobre todo en
materia criminal»).
El principio de escritura, informa un proceso en el que la Sentencia se fundamenta
exclusivamente en los datos deducidos o alegados por las partes en forma escrita.
Nuestro proceso penal está informado por el principio de oralidad: la práctica de la prueba, los
informes de la acusación y defensa, el derecho a la última palabra del acusado y, muy
especialmente, la exigencia de que el Juez dicte sentencia con arreglo exclusivamente a las
pruebas practicas en el juicio oral.
El proceso civil optó por el predominio del principio de la oralidad en nuestra justicia civil, tal y
como se deduce de los preceptos que regulan el desarrollo del juicio ordinario y del verbal. Si
se analiza el primero de estos procesos ordinarios, tanto la audiencia previa al juicio, como la
audiencia principal, cuyo objeto esencial es la práctica de la actividad probatoria, se desarrollan
oralmente.
En el juicio verbal se mantiene la oralidad, incluso de manera más acentuada. Son orales las
resoluciones del Juez y del Secretario que hayan de pronunciarse en dichas audiencias.
En la actualidad la vigencia de la oralidad no es sólo en los procesos penal y laboral, sino
también en el civil y, por tanto, teóricamente también en el contencioso-administrativo, debido a
la supletoriedad de aquél proceso en éste.
b) La lengua
La LOPJ parte del principio general de que la lengua que se usa en las actuaciones judiciales
es el castellano, al mismo tiempo, admite que, tanto los Jueces, Secretarios y demás
funcionarios de la Administración de Justicia, como las partes, sus abogados y procuradores
puedan utilizar en el proceso la lengua oficial propia de la Comunidad Autónoma, en cuyo
territorio tengan lugar las actuaciones judiciales.
Los órganos judiciales, pueden utilizar la lengua oficial de cada comunidad autónoma, siempre
y cuando no se alegue indefensión por alguna de las partes, en el caso de las partes y sus
representantes no se les puede negar el uso de la lengua oficial propia de la CCAA, debiendo
acudirse, en su caso, a los mecanismos de utilización de intérprete.
Las partes son titulares del derecho a utilizar en el proceso una lengua oficial distinta del
castellano, los órganos judiciales no pueden usar una lengua oficial distinta del castellano en el
caso de que alguna de las partes alegue desconocimiento de la lengua, que pudiera producir
indefensión y, no tienen obligación de expresarse en lengua autonómica, aún en el supuesto
de que alguna de las partes o todas ellas se hayan dirigido al órgano jurisdiccional utilizando
dicha lengua cooficial.
Art. 231.4 LOPJ dispone que las actuaciones judiciales realizadas y los documentos
presentados en el idioma oficial de una CCAA tendrán, sin necesidad de traducción al
castellano, plena validez y eficacia, pero se procederá, de oficio, a su traducción en los
siguientes supuestos: a) cuando haya de producir efectos fuera de la jurisdicción de los
órganos judiciales sitos en la CCAA; b) cuando así lo dispongan las leyes y c) a instancia de
parte que alegue indefensión.
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Procederá también la traducción cuando el Juez o Tribunal desconozcan la lengua cooficial
distinta del castellano en la que el documento venga escrito.
Art. 144.2 LEC permite, que la traducción pueda ser hecha privadamente y, si alguna de las
partes la impugnare dentro de los cinco días siguientes desde el traslado, manifestando que no
la tiene por fiel y exacta y expresando las razones de la discrepancia, el Secretario ordenará,
respecto de la parte que exista discrepancia, la traducción oficial del documento, a costa de
quien lo hubiese presentado.
c) La publicidad
La seguridad de los ciudadanos frente a la posible arbitrariedad judicial y eventuales
manipulaciones gubernamentales en la creación, composición y funcionamiento de los órganos
jurisdiccionales y, el fortalecimiento de la confianza del pueblo en sus tribunales.
Dichos logros del pensamiento liberal no han perdido su vigencia en la actualidad hasta el
punto de que es un derecho fundamental el que asiste a todo ciudadano «a un proceso
público con todas las garantías» (art. 24.2 CE), tan sólo susceptible de restricción por razones
de moralidad, orden público, seguridad nacional, protección de la vida privada de las partes,
interés de la justicia y respeto debido a la persona del ofendido o su familia.
Podemos distinguir entre publicidad absoluta y relativa, según puedan asistir al proceso el
conjunto de la sociedad o únicamente las partes intervinientes. La publicidad relativa puede ser
directa o activa e indirecta o pasiva: directa, si las partes están autorizadas a intervenir en la
producción del acto procesal e indirecta cuando, una vez realizado el acto, se les da cuenta de
su contenido con posterioridad. La publicidad absoluta, a su vez, puede ser inmediata o
mediata. Por publicidad inmediata se entiende la asistencia personal o física del público a las
actuaciones judiciales, como contraposición a la publicidad mediata, que se puede obtener
mediante la interposición, entre el juicio oral y el público perceptor, de algún medio de
comunicación. En el proceso civil, debido a la vigencia del principio de la oralidad, el principio
de publicidad se encuentra recogido allí donde las actuaciones sean verbales y, de modo,
especial, en la fase probatoria. Dicho principio puede ser restringido por el Tribunal o el
Secretario cuando sea necesario para la protección del orden público o de la seguridad
nacional en una sociedad democrática, o cuando los intereses de los menores o la protección
de la vida privada de las partes y otros derechos o libertades lo exijan.
Las restantes actuaciones están presididas por el principio de publicidad relativa, en virtud del
cual tan sólo las partes están interesadas para el conocimiento de las actuaciones.
En el proceso penal, se hace obligado distinguir el régimen de la publicidad de la fase
instructora y la del juicio oral. En la primera de ellas la regla general es la publicidad relativa y
directa para las partes personadas, si bien puede ser restringida mediante la declaración
judicial del secreto de las actuaciones durante un plazo de un mes. Por el contrario, la fase del
juicio oral está presidida por el principio de publicidad absoluta inmediata, constituyendo su
infracción una causa de nulidad del juicio.
3. LA INEFICACIA DE LOS ACTOS PROCESALES
La nulidad de actuaciones, al no constituir propiamente materia orgánica relativa a la
organización y funcionamiento de los Tribunales, se separó de la LOPJ, regulándose en su
integridad en la LEC.
Los arts. 225, 228, 230 y 231 LEC. En consecuencia, los arts. 225 y ss. LEC cobran toda su
vigencia, no sólo en el proceso civil, sino también en todos los órdenes jurisdiccionales, de
conformidad con la cláusula de supletoriedad contenida en el art. 4 LEC.
A) SUPUESTOS
Art. 238 LOPJ serán nulos de pleno derecho las actuaciones judiciales (término comprensivo
tanto de las actuaciones del órgano judicial, como de las partes) en los casos que:
a) Cuando se produzcan con manifiesta falta de jurisdicción o de competencia objetiva o
funcional.
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b) Cuando se realicen bajo violencia o intimidación.
c) Cuando se prescinda de normas esenciales del procedimiento, siempre que, por esa causa,
haya podido producirse indefensión.
Por normas esenciales del procedimiento cabe entender todas las que, siendo imperativas, de
orden público o reguladoras, en definitiva, de alguno de los principios o garantías del proceso,
sitúan en indefensión efectiva, cuando sean totalmente omitidas, a una o ambas partes
actuantes. Existe indefensión cuando la actuación de los órganos jurisdiccionales «entraña
menoscabo del derecho a intervenir en el proceso en el que se ventilan intereses
concernientes al sujeto..., así como del derecho a realizar los alegatos que se estimen
pertinentes para sostener ante el Juez la situación que se cree preferible y de utilizar los
medios de prueba para demostrar los hechos alegados y, en su caso y modo, utilizar los
recursos contra las resoluciones judiciales».
Existen situaciones que, aun produciendo indefensión, no son susceptibles de provocar nulidad
de actuaciones, tales como: a) cuando dicha situación ha sido buscada intencionadamente por
la parte que la invoca, mediante su comportamiento doloso o negligente; b) cuando se deba a
una actuación desacertada, equívoca, errónea u omisiva de quien pretende la declaración de la
nulidad; c) cuando la situación de indefensión hubiera sido provocada por su conducta de
ocultamiento, como sucede en aquellos casos en los que el motivo de nulidad invocado fuese
la indefensión producida por la falta de emplazamiento; d) cuando quien instase la nulidad de
las actuaciones no hubiese usado de los medios que ofrece el ordenamiento jurídico con la
suficiente pericia técnica.
La vulneración de los principios inherentes a la estructura del proceso, esto es, el principio de
contradicción e igualdad de armas, son suficientes para provocar la nulidad de actuaciones
debido, de un lado, a su estrecha relación con los principios de audiencia y defensa y, de otro,
a su carácter de garantías fundamentales del proceso.
d) Cuando se realicen sin intervención de abogado, en los casos en que la Ley la establezca
como preceptiva.
Tratándose de la ausencia de la intervención del abogado en los procesos en los que deviene
obligatoria, ha de recordarse que el art. 31.1 LEC dispone que «no podrá proveerse a ninguna
solicitud que no lleve la firma del abogado».
Art.238.4 LOPJ, «los actos procesales será /fulos de pleno derecho cuando se realicen sin
intervención de abogado, en los casos en que la ley la establezca como preceptiva.»
La subsanación debiera ser posible siempre que la negligencia del abogado no causara un
perjuicio a la contraparte y pudiera ocasionarlo a su cliente.
De conformidad, pues, con la doctrina antiformalista del derecho a la tutela y los arts. 11.3 y
243 LOPJ, debiera ponerse en relación el art. 284.4 con lo dispuesto en los arts. 240.1 y 241.1,
en cuya virtud, para que se decrete la nulidad de un acto por defectos de forma, es necesario
que se ocasione indefensión a la contraria y dicha indefensión material difícilmente puede
justificarse, si la omisión de la firma del abogado obedece a un mero descuido u olvido,
habiendo reconocido la paternidad del acto.
e) Cuando se celebren vistas sin la preceptiva intervención del Secretario judicial.
Art. 238 LOPJ, los actos procesales será nulos «cuando se celebren vistas sin la preceptiva
intervención del Secretario judicial.»
Tres son los requisitos que determinan la nulidad del acto procesal: a) que se haya celebrado
una «vista»; b) que no haya sido intervenida pro el Secretario, y c) que dicha intervención sea
preceptiva.
Como consecuencia de la entrada de los medios audiovisuales, art. 147 LEC, ya no es
preceptiva dicha intervención del fedatario público, por lo que ha procedido a discriminar los
supuestos de vistas en la que no es preceptiva su intervención, de los que, por transcurrir ante
su exclusiva presencia, dicha intervención es necesaria.
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Art. 137.3 LEC, «Lo dispuesto en los apartados anteriores (esto es la exigencia de inmediación
judicial) será de aplicación a los Secretarios judiciales respecto de aquellas actuaciones que
hayan de realizarse únicamente ante ellos».
Ya no es necesaria la intervención del Secretario en las «vistas» que hayan de celebrarse
con inmediación judicial, siempre y cuando se proceda a la grabación audiovisual de la
misma. Art. 147 LEC: «Las actuaciones orales en vistas, audiencias y comparecencias
celebradas ante el Tribunal, se registrarán en soporte apto para la grabación y reproducción
del sonido y la imagen.
Pero existen vistas orales que han de realizarse con la exclusiva intervención del
Secretario. Sólo su ausencia en estas comparecencias orales determinará la nulidad del
acto procesal.
Cabe mencionar las siguientes: la comparecencia de la parte en caso de sucesión procesal
«mortis causa», el otorgamiento de poder «apud acta», la audiencia para la determinación de
existencia de fuerza mayor como causa de interrupción de los plazos procesales, la
comparecencia para la reconstrucción de las actuaciones, la presentación de documentos
originales y demás actuaciones contempladas en el art. 289.3 LEC, la declaración de nulidad
del embargo sobre bienes inembargables efectuada mediante comparecencia ante el
Secretario, la comparecencia para constituir la administración judicial, la comparecencia para
obtener autorización del Secretario para la enajenación de bienes o la comparecencia para
resolver discrepancias de los actos del administrador, la comparecencia del ejecutante y
ejecutado para obtener un convenio sobre la realización de bienes trabados, la efectuada para
la cesión del remate, la de rendición de cuentas de la administración para pago, la
comparecencia para la obtención de un acuerdo en materia de medidas provisionales.
f) Cuando se resolvieran mediante diligencias de ordenación o decreto cuestiones que,
conforme a la ley, hayan de ser resueltas por medio de providencia, auto o sentencia.
Si el Secretario, excediéndose en sus atribuciones, dictara una resolución que invadiera la
reserva procesal del personal jurisdiccional, esta resolución sería nula de pleno Derecho por
vulneración de lo dispuesto en el art. 225.6° LEC.
g) En los demás casos en los que las Leyes procesales así lo establezcan.
Art. 240 LOPJ defectos de forma en los actos procesales, no toda vulneración o inobservancia
de las formalidades y requisitos ha de resultar suficiente para frustrar la finalidad de un acto
procesal y, provocar su nulidad sino que, además, han de concurrir dos circunstancias para
que pueda generarse la nulidad: que el defecto de forma implique, a su vez, la ausencia de los
requisitos indispensables para que el acto procesal pueda alcanzar su finalidad o que, por su
causa, se hubiera causado efectiva indefensión.
Los defectos de forma de los actos procesales generarán nulidad absoluta o simple
anulabilidad según la naturaleza y finalidad del acto a que afecten y según determinen, o no,
una indefensión propiamente dicha.
El TC no permite que la invocación de cualquier tipo de indefensión sea motivo suficiente para
provocar la nulidad de las actuaciones, sino que exige, además, que la indefensión sea
efectiva, la cual únicamente tendrá virtualidad cuando la vulneración de una determinada forma
procesal lleve aparejadas «consecuencias prácticas, consistentes en la privación del derecho
de defensa y en un perjuicio real y efectivo de los intereses afectados por ella»
B) TRATAMIENTO PROCESAL DE LA NULIDAD
Art. 240.1 y 2 LOPJ, el tratamiento procesal de la nulidad de actuaciones exige diferenciar, en
primer lugar, si ésta es puesta de manifiesto por las partes o por el órgano jurisdiccional.
Las partes pueden poner de manifiesto la nulidad de actuaciones, bien a través de los recursos
que se establezcan en la ley contra la resolución de que se trate, bien a través de la puesta en
conocimiento del órgano judicial, con anterioridad a que hubiese recaído sentencia definitiva,
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del posible motivo de nulidad para que éste actúe en consecuencia, si bien, antes ha de darse
audiencia a las partes e intentarse la subsanación del vicio o defecto invocado.
El órgano jurisdiccional podrá, antes de dictar sentencia definitiva, declarar de oficio la nulidad
de todas las actuaciones o de alguna de ellas. Contempla el art. 240.2 LOPJ la posibilidad de
que, una vez dictada sentencia definitiva, el tribunal pueda, con ocasión de un recurso,
declarar de oficio la nulidad de actuaciones, cuando apreciase falta de jurisdicción o de
competencia objetiva o funcional o se hubiese producido violencia o intimidación que afectare a
ese tribunal, sin necesidad de que dichos motivos hayan sido invocados por las partes.
C) INCIDENTE EXCEPCIONAL DE NULIDAD DE ACTUACIONES
El art. 238 LOPJ contempla los actos procesales que pudieran adolecer de un vicio de nulidad
de pleno Derecho. Además cuando se celebren vistas sin la preceptiva intervención del
Secretario judicial y cuando se resolvieran mediante diligencias de ordenación o decreto
cuestiones que, conforme a la ley, hayan de ser resueltas por medio de providencia, auto o
sentencia.
Pero el «incidente de nulidad de actuaciones» no opera contra toda resolución judicial que
incurra en tales vicios, sino única y exclusivamente contra las resoluciones definitivas
dictadas en única instancia o producidas en la segunda, siempre y cuando contra la
Sentencia no quepa la posibilidad de interponer, ante el TS, el recurso por infracción procesal,
y exclusivamente por los vicios determinados en el art. 241.1 LOPJ y 228.1 LEC: «cualquier
vulneración de un derecho fundamental de los referidos en el art. 53.2 de la Constitución».
El referido incidente constituye, pues, un remedio extraordinario de rescisión de las
Sentencias firmes, que se erige en un presupuesto procesal de la interposición del
recurso constitucional de amparo, que exige, como requisito previo del amparo, el
agotamiento de todos los medios de impugnación, de entre los que hay que incluir el referido
incidente de nulidad de la Sentencia.
La competencia para conocer de este incidente viene atribuida al Tribunal que dictó la
sentencia que hubiere adquirido firmeza, y ello, con independencia del momento e instancia en
el que se produjo el defecto formal causante de indefensión.
Legitimadas activamente para plantear el incidente lo están «quienes sean parte legítima o
hubieran debido serlo». Por lo que se refiere a la legitimación pasiva, la ostentan los restantes
litigantes que fueron parte en el proceso, con independencia de la posición procesal que
ocuparon.
El plazo para el ejercicio de la acción de nulidad por medio de este incidente será de veinte
días, desde que se produjo la notificación de la sentencia, o, en todo caso, desde que se tuvo
conocimiento del defecto causante de indefensión, sin que, en este último caso, pueda
solicitarse la nulidad de actuaciones después de transcurridos cinco años desde la notificación
de la sentencia.
Por último, en relación con el procedimiento, admitido a trámite el escrito, que no provocará la
suspensión de la ejecución y eficacia de la sentencia firme, salvo que se acuerde de forma
expresa para evitar que el incidente pudiera perder su finalidad, se dará traslado de dicho
escrito, junto con copia de los documentos que se acompañasen, a las demás partes para que,
en el plazo común de cinco días, formulen por escrito las alegaciones que a su derecho
convengan, acompañando los documentos que estimen pertinentes.
Si se estimara la nulidad, se repondrán las actuaciones al estado inmediatamente anterior al
defecto que la haya originado y se seguirá el procedimiento legalmente establecido. Si se
desestimara la solicitud de nulidad, se condenará, por medio de auto, al solicitante en todas las
costas del incidente y, en caso de que el tribunal entienda que se promovió con temeridad, le
impondrá, además, una multa de 90 a 600 euros. La resolución que resuelve el incidente no
será susceptible de recurso alguno.
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TEMA 22 -CLASES DE ACTOS PROCESALES
1. LOS ACTOS PROCESALES DE LAS PARTES
Atendiendo a su contenido y finalidad, podemos clasificar los actos procesales de las partes en
dos grupos: actos de postulación y actos dispositivos.
A) ACTOS DE POSTULACIÓN (solicitar)
Los actos de postulación son actos de las partes, por los que solicita del órgano jurisdiccional
una resolución de contenido determinado.
Su eficacia y eficiencia depende de la valoración que efectúe el juzgador sobre su
«admisibilidad» y «fundabilidad». La admisibilidad consiste en la aptitud del acto para que su
contenido deba tomarse en consideración por el Juez, la cual depende del cumplimiento de los
presupuestos y requisitos procesales que condicionan dicho examen (eficacia); y la
fundabilidad es la idoneidad del acto, desde el punto de vista del Derecho material, para
alcanzar la finalidad perseguida (eficiencia).
Los actos de postulación pueden subdividirse, a su vez, en actos de petición, de alegación y de
prueba.
A través de los actos de petición se postula (solicita) del órgano judicial la obtención de una
resolución de contenido específico, ya sea en relación con el objeto del proceso -peticiones de
fondo-, ya sea referente al desarrollo del proceso, esto es, tendente a lograr un
pronunciamiento sobre la admisibilidad, validez y eficacia de los actos procesales.
Los actos de petición más importantes vienen integrados por los de deducción o formalización
de la pretensión, que en el proceso civil tiene lugar con el escrito de demanda y de
contestación (reconvención, incluida), mientras que en el proceso penal siguen un orden
escalonado: primero se ejercita la acción en el escrito de iniciación del proceso penal (querella,
denuncia e iniciación de oficio), a continuación, a lo largo de la fase instructora, a través de la
introducción de los hechos a la misma, se prepara la fundamentación de la pretensión, para
poder entonces las partes, una vez conclusa la instrucción y abierto el juicio oral, formalizar sus
pretensiones en los escritos de calificación provisional (en el procedimiento común por delitos
muy graves) o escritos de acusación (en el abreviado).
Los actos de alegación constituyen las manifestaciones de hecho y de Derecho que se
exponen al órgano jurisdiccional durante el desarrollo del proceso, encaminadas a
proporcionarle los elementos necesarios para la emisión de la resolución favorable a los
intereses de la parte proponente. Los actos de alegación, en el proceso civil, son actos de
aportación de hechos por las partes, en tanto que, en el proceso penal y, dentro de él, en la
fase instructora están informados por el principio de investigación, en cuya virtud es el Juez de
Instrucción quien ha de introducirlos en el proceso, sin perjuicio de que a las partes acusadoras
les incumba la carga de su alegación en sus escritos de acusación.
Finalmente los actos de prueba tienen como finalidad lograr la convicción del órgano judicial
acerca de la veracidad de las afirmaciones de hecho introducidas por las partes.
B) ACTOS DISPOSITIVOS
Atendiendo a la titularidad de las partes con respecto al objeto litigioso los actos procesales
pueden ser dispositivos y no dispositivos. Los actos dispositivos (también denominados «de
causación») que, a diferencia de los de postulación, no van dirigidos a obtener una resolución
judicial determinada, actúan directamente sobre el sistema de situaciones jurídicas, creando,
modificando o extinguiendo alguna de ellas e, incluso, el proceso.
A este tipo de actos pertenecen los de finalización anormal del proceso y los negocios jurídico-
procesales: el desistimiento, el allanamiento, la renuncia, la transacción judicial y la sumisión
expresa.
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2. LOS ACTOS DEL ÓRGANO JUDICIAL
A) ACTOS DEL JUEZ
Las actuaciones procesales que realizan los Tribunales se denominan «resoluciones
judiciales» y pueden ser clasificadas, por la forma que adoptan, en providencias, autos y
sentencias.
a) Mediante la providencia el Tribunal procede a la ordenación material del proceso, de lo que
se infiere que dicha resolución judicial será la adecuada cuando se trate de cuestiones
procesales que requieran una decisión judicial por así establecerlo la Ley, siempre que en tales
casos no exigiera expresamente la forma de auto [arts. 245.1.a) LOPJ y 206.1.1a LEC].
Si se atiende al criterio utilizado por el legislador, podrá observarse que también puede
determinarse cuándo el Tribunal debe dictar una providencia atendiendo a un criterio negativo
o, si se prefiere, de exclusión. Así, se dictará providencia cuando no se trate de la ordenación
formal del proceso, en cuyo caso la única solución posible será la prevista legalmente y
corresponderá adoptarla, como se verá con posterioridad, al Secretario judicial, y tampoco se
dictará providencia cuando lo que deba dictarse sea un auto.
En cuanto a la forma que han de revestir las providencias, dichas resoluciones judiciales se
limitarán a hacer constar: a) la fecha y lugar en que se adopten; b) la indicación del órgano
jurisdiccional que las dicta; c) la determinación de lo mandado y, por último, d) una sucinta
motivación, cuando así lo disponga la ley o el tribunal lo considere conveniente (arts. 248.1
LOPJ y art. 208.1 LEC).
b) Los autos son las resoluciones judiciales que ponen fin al proceso, resuelven incidentes
sustanciales, se dictan para resolver recursos contra providencias y decretos y «cuando se
decidan recursos contra providencias o decretos, cuando se resuelva sobre admisión o
inadmisión de demanda, reconvención, acumulación de acciones, admisión o inadmisión de la
prueba, aprobación judicial de transacciones y convenios, medidas cautelares y nulidad o
validez de las actuaciones» [arts. 206.1.2a LEC y 245. l.b) LOPJJ.
Termina el precepto con un inciso en virtud del cual «También revestirán la forma de auto las
resoluciones que versen sobre presupuestos procesales, anotaciones e inscripciones
regístrales y cuestiones incidentales, tengan o no señalada en esta ley tramitación especial,
siempre que en tales casos la ley exigiera decisión del Tribunal, así como las que pongan fin a
las actuaciones de una instancia o recurso antes de que concluya su tramitación ordinaria,
salvo que, respecto de éstas últimas, la ley hubiera dispuesto que deban finalizar por decreto».
A diferencia de las providencias, los autos serán siempre motivados y contendrán, en párrafos
separados y numerados, los antecedentes de hecho y los fundamentos de derecho en los que
base la subsiguiente parte dispositiva o fallo. Además, incluirán el lugar y fecha en que se
adoptan e indicarán el Tribunal que lo dicta, expresando el Juez o Magistrados que lo integren,
que deberán firmar la resolución, con designación, en el supuesto de Tribunales colegiados,
del Magistrado ponente (art. 208.3 LEC).
c) Por último, la Sentencia puede definirse como la resolución judicial por la que, en el
ejercicio de la potestad jurisdiccional, se pone fin al proceso, tanto si el juzgador entra a
resolver sobre el fondo del asunto, estimando o desestimando la pretensión ejercitada, como
si, por la falta de algún presupuesto procesal, procede finalizar éste, dejando imprejuzgado su
objeto («sentencia absolutoria en la instancia»), supuesto este último que no puede suceder en
el proceso penal, en donde la sentencia tiene que decidir necesariamente sobre la cuestión
criminal (arts. 141 y 144 LECrim).
La resolución judicial adopta la forma de sentencia para «poner fin al proceso, en primera o
segunda instancia, una vez que haya concluido su tramitación ordinaria prevista en la Ley.
También se resolverán mediante sentencia los recursos extraordinarios y los procedimientos
para la revisión de sentencias firmes» (art. 206.1.3a LEC).
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Al igual que sucedía con los autos, las sentencias -además de incluir la mención del lugar y
fecha en que se adopten y la indicación del tribunal que las dicte, con expresión del Juez o
Magistrados que lo integren y su firma- serán siempre motivadas, conteniendo en párrafos
separados y numerados los antecedentes de hecho (en donde aparecerán consignadas las
pretensiones de las partes, los hechos en que las funden y, en su caso, los hechos probados
(Art. 209 LEC y art. 149.2a y 3a LECrim), los fundamentos de derecho (que contienen la
argumentación jurídica esgrimida por las partes, con indicación de la que se ha servido el
Tribunal para motivar su sentencia, todo ello en relación con las normas y doctrina
jurisprudencial aplicable) y la parte dispositiva o fallo (en la que el Tribunal se pronunciará en
relación con las pretensiones ejercitadas por las partes, estimándolas o desestimándolas, en
todo o en parte -art. 209.4a LEC-, condenando o absolviendo a las partes acusadas -art.
142.4a LECrim-).
El estudio del deber de motivación de las resoluciones judiciales que adoptan la forma de auto
y de sentencia, exigencia que encuentra su fundamento legal e incluso constitucional en varios
preceptos de nuestro ordenamiento positivo, de entre los que cabe destacar los arts. 24.1 y
120.3 CE, 248.3 LOPJ y 218.2 LEC.
La necesidad de motivación constituye una exigencia constitucional (art. 120.3 CE), que
permite conocer cuáles han sido los motivos fácticos y jurídicos que llevan al Tribunal a dictar
la resolución con un fallo determinado, facilitándose a través de ese conocimiento, que
exterioriza el razonamiento que ha seguido el tribunal, el control de la corrección de su
resolución, en su caso, a través de los recursos y medios de impugnación que la Ley pone en
manos de las partes. Además de facilitar la interposición de posibles recursos frente a las
resoluciones judiciales, la motivación cumple con otras importantes finalidades, como son la de
constatar el sometimiento del tribunal al imperio de la Ley y del Derecho en la resolución del
caso concreto y la de cumplir con la exigencia de publicidad, posibilitando el conocimiento por
la opinión pública de la actividad jurisdiccional (vid., por todas, SSTC 139/2000, 136/2003).
Se trata, en definitiva, de una garantía constitucional que ha sido elevada al rango de derecho
fundamental, al entenderse, por nuestra jurisprudencia constitucional, que la motivación forma
parte del derecho a la tutela judicial efectiva consagrado en el art. 24.1 CE, en tanto que en él
se comprende el derecho a obtener una resolución fundada en derecho o, lo que es lo mismo,
motivada.
El art. 248.4 LOPJ consagra el deber de información sobre los recursos procedentes frente a la
resolución judicial, disponiendo que, al notificarse la resolución a las partes, se indicará si la
misma es o no firme y, en el caso de que no lo sea, el recurso que proceda, el plazo para su
interposición y el órgano ante el que debe interponerse.
Podemos distinguir, atendiendo a su impugnabilidad, entre sentencias definitivas y firmes.
Son sentencias definitivas las que ponen fin a la instancia y las que decidan los recursos
interpuestos frente a ellas, pudiendo ser objeto de impugnación.
Las resoluciones firmes son aquellas contra las que no cabe recurso alguno, bien por no
preverlo la Ley, bien porque, estando previsto, ha transcurrido el plazo legalmente fijado sin
que ninguna de las partes lo haya presentado (art. 207 LEC).
B) LOS ACTOS DEL SECRETARIO
Junto a las importantes funciones de la fe pública judicial y de la documentación de las
actuaciones procesales, anteriormente estudiadas, corresponde a los Secretarios judiciales
impulsar el proceso, en los términos que establecen las Leyes procesales. A tal efecto, dictarán
las resoluciones necesarias para la tramitación del mismo, salvo aquellas que las Leyes
reserven a Jueces o Tribunales (art. 456 LOPJ).
Estas resoluciones se denominarán diligencias, que podrán ser de ordenación, de
constancia, de comunicación o de ejecución.
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La Ley 13/2009, faculta al Secretario a dictar «diligencias de ordenación cuando la resolución
tenga por objeto dar a los autos el curso que la Ley establezca» y «se dictará decreto cuando
se admita a trámite la demanda, cuando se ponga término al procedimiento del que el
Secretario tuviera atribuida competencia exclusiva y, en cualquier clase de procedimiento,
cuando fuere preciso o conveniente razonar lo resuelto.» (art. 206.2.1a y 2a LEC). Las
diligencias de ordenación contendrán «una sucinta motivación cuando así lo disponga la Ley»,
en tanto que los Decretos serán, al igual que los autos del Juez, «siempre motivados» en
hechos y fundamentos de Derecho (art. 208.1 y 2). Contra las diligencias de ordenación y los
Decretos no definitivos cabe recurso de reposición ante el propio Secretario judicial (arts. 451.1
LEC y 238 ter LECrim) y contra el decreto resolutivo de un recurso de reposición, en los casos
previstos por la Ley, así como contra todos los decretos que pongan fin al procedimiento se ha
de interponer un nuevo recurso devolutivo, denominado de «revisión», que resolverá el tribunal
competente (arts. 454 bis LEC y 238 quater LECrim).
Las diligencias de ordenación, a través de las cuales se dará a los autos el curso que la ley
establezca, aparecen limitadas a las actuaciones en las que no se requiera actividad de
decisión alguna, sino tan sólo impulsar el curso del procedimiento en la medida en que se
cumplan los requisitos legalmente establecidos para la actuación procesal, lo que las diferencia
de las providencias, que implican una decisión judicial. La trasgresión de este límite provoca, a
tenor de lo dispuesto en el art. 225.6 LEC, la nulidad de pleno derecho de la diligencia de
ordenación.
En relación con los aspectos formales de la diligencia de ordenación, la LEC prevé unos
requisitos sencillos, estableciéndose que «se limitarán a expresar lo que por ellas se mande e
incluirán además una sucinta motivación cuando así lo disponga la ley o quien haya de
dictarlas lo estime conveniente» (art. 208.1 LEC). Serán recurribles ante el Secretario (art.
451.1 LEC).
Los decretos no definitivos serán siempre motivados, podrán ser impugnados, ante el mismo
Secretario, mediante el recurso de reposición que será por él resuelto (art. 453).
Contra los decretos definitivos podrá la parte gravada interponer el recurso de «revisión»
(«contra los decretos por los que se ponga fin al procedimiento o impidan su continuación»), el
cual será resuelto por el Tribunal; contra los demás decretos habrá de reproducirse la petición
en la primera audiencia, antes de dictar Sentencia o, en otro caso, mediante los recursos
ordinarios contra la resolución definitiva (art. 454 bis).
Existen, sin embargo, decretos que no pueden ser impugnados; ello es lo que ocurre, por
ejemplo, con la declaración de caducidad del procedimiento (art. 237.2 LEC).
La Ley 13/2009 ha introducido, al igual que el «Libro de Sentencia», un «Libro de Decretos»
(art. 213 bis LEC) y, del mismo modo que dichas resoluciones, son susceptibles de la
interposición del llamado recurso de aclaración (arts. 214.2 y 3 y 215.5 LEC).
3. LOS ACTOS DE TERCEROS
Son aquellos que, aun cuando provienen de sujetos ajenos al proceso, es decir, personas que
no sufrirán los efectos de la Sentencia, van encaminados a producir efectos jurídicos en el
proceso, tal y como sucede con la declaración de un testigo, que tiene por objeto acreditar al
juzgador la veracidad de un hecho controvertido y de relevancia en el proceso, o con el
dictamen de peritos, dirigido a aportar al proceso conocimientos científicos, artísticos, técnicos
o prácticos para la valoración de hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir
certeza sobre ellos.
También cabe mencionar dentro de esta categoría los supuestos en los que se requiere la
intervención de la fuerza pública para ejecutar y hacer cumplir las decisiones del órgano
jurisdiccional.
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TEMA 23 - LOS ACTOS DE COMUNICACIÓN
1. LOS ACTOS DE COMUNICACIÓN Y SUS CLASES
El acceso al proceso, en todas y cada una de las instancias, y la realización, dentro de ellas,
del principio de contradicción, que constituye una exigencia ineludible vinculada al derecho
fundamental «a un proceso con todas las garantías » (art. 24.2 CE), tiene como lógico
presupuesto el conocimiento por los interesados de que tal proceso existe, por lo que para su
observancia adquiere singular relevancia el deber de los órganos judiciales de posibilitar la
actuación de las partes a través de los actos de comunicación establecidos en la Ley.
Dada la trascendencia que estos actos tienen para garantizar el principio de contradicción o
audiencia bilateral que nutre el contenido del derecho, reconocido en el art. 24.1 CE, «a la
tutela judicial efectiva sin que en ningún caso se produzca indefensión». Ello impone a los
órganos judiciales un especial deber de diligencia en su realización que asegure, en la medida
de lo posible, la recepción de las comunicaciones procesales por sus destinatarios, lo que les
obliga a procurar el emplazamiento o primera citación personal de los demandados, siempre
que sea factible, asegurando de este modo que puedan comparecer en el proceso y defender
sus posiciones frente a la parte demandante.
Ello no supone que, cuando no sean habidos en su domicilio, no sean constitucionalmente
válidas las formas de comunicación procesal realizadas con personas distintas de los
destinatarios (familiares, conserje, etc.) del acto o resolución judicial, pues así lo exige el
aseguramiento del desarrollo normal del proceso y la necesidad de garantizar el derecho a la
tutela judicial efectiva de la contraparte. En estos casos, no obstante, el cumplimiento de los
requisitos que las leyes procesales exigen para practicar el emplazamiento, citación o
notificación ofrecen relevancia constitucional y son garantía de que el emplazado, citado o
notificado conocerá el acto o la resolución que le afecta y podrá, en consecuencia, ejercer
adecuadamente su derecho de defensa.
Tienen como destinatarios tanto a las partes, como a terceros o interesados, que pueden
clasificarse, atendiendo a su contenido, en: a) notificaciones, cuando tengan por objeto dar
noticia de una resolución, diligencia o actuación; b) citaciones, cuando determinen lugar, fecha
y hora para comparecer y actuar; c) emplazamientos, para personarse y actuar dentro de un
plazo y d) requerimientos, para ordenar, conforme a la ley, una conducta o inactividad (art. 149
LEC).
A) NOTIFICACIONES EN SENTIDO ESTRICTO
Las notificaciones, en sentido estricto, son los actos por los que se comunican las
resoluciones dictadas, tanto por Jueces y Tribunales (providencia, auto o sentencia), como por
los Secretarios Judiciales en el ejercicio de las funciones que le son propias (270 LOPJ), sin
que de dicha comunicación se derive la realización de actividad procesal alguna, por cuanto se
trata de una mera puesta en conocimiento.
Con el fin de garantizar los principios inherentes a la estructura del proceso (principio de
contradicción e igualdad), la notificación ha de efectuarse, necesariamente, a los que son parte
en el proceso. A iniciativa del propio Tribunal, también se notificará la existencia del proceso a
terceros, esto es, a personas que no ocupan el «status» de parte procesal, en los siguientes
supuestos: cuando, según los mismos autos, puedan verse afectadas por la sentencia que en
su momento se dictare, así como cuando el Tribunal advierta indicios de que las partes están
utilizando el proceso con fines fraudulentos. También se hará notificación a los terceros en los
casos en que lo prevea la Ley (art. 150 LEC y art. 270 LOPJ).
De conformidad con lo dispuesto en el art. 248.4 LOPJ, al notificarse la resolución a las partes
se indicará si la misma es firme o si, por el contrario, cabe algún recurso contra ella, con
expresión, en este último caso, del recurso que proceda, del órgano ante el cual debe
interponerse y del plazo para recurrir.
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Tal y como ha declarado el TC, el incumplimiento de lo establecido en el art. 248.4 LOPJ no
siempre tiene relevancia constitucional, siendo preciso distinguir entre la mera falta de
indicación y la mención equivocada, e incluso entre aquellos supuestos en que la parte está
asistido de Abogado y aquellos otros en los que no cuenta con dicha asistencia. La
denominada «instrucción sobre recursos» tiene ciertamente como finalidad auxiliar, y no
entorpecer, el acceso a los medios de impugnación previstos por la Ley y, por tanto, no puede
cargarse a la parte con las consecuencias perjudiciales de los errores judiciales. «Tendría
indudable transcendencia constitucional si, en virtud de una mención inexacta, se hiciera
adoptar a la parte una postura procesal equivocada, no exclusivamente atribuible a su
negligencia o impericia, dada la indudable autoridad inherente a la comunicación judicial, y
haciendo inaccesible la vía del recurso. Pero no tiene el mismo alcance la simple omisión, que
debe producir normalmente la puesta en marcha de los mecanismos para que sea suplida por
la propia parte del proceso, especialmente si tiene la asistencia de letrado».
B) CITACIONES
La citación es la modalidad de comunicación, consistente en el llamamiento a las partes o a
terceros para que comparezcan ante el órgano jurisdiccional en un día y hora determinados
(«término») con el fin de realizar una concreta actuación procesal.
La forma de llevar a cabo la citación de una persona en el proceso consiste, al igual que
acontece con el emplazamiento, en la entrega al destinatario de la «cédula», acto de impulso
procesal que ha de contener los siguientes requisitos: a) el Tribunal que hubiese dictado la
resolución y el asunto en que haya recaído; b) nombre y apellidos de la persona a quien se
haga; c) determinación de su objeto; d) el lugar, día y hora para acudir al llamamiento; e)
prevención de los efectos que, en cada caso, la Ley establezca para el caso de
incomparecencia (art. 152.2 LEC, art. 175 LECrim).
En el proceso penal se contempla la «citación para ser oído» (arts. 486-487 LECrim), que
consiste en una resolución coercitiva del Juez de Instrucción por la que se ordena la
comparecencia inmediata del imputado a fin de ponerle en conocimiento la imputación sobre él
existente y prestarle declaración a fin de que pueda ejercitar su derecho de defensa con
anterioridad al cierre de la instrucción.
En este sentido, el TC ha resaltado «la transcendencia que, con mayor relevancia en el
proceso penal, requiere la corrección del llamamiento al proceso de su sujeto pasivo, ya que
de él depende el conocimiento por el imputado de la existencia del proceso y, en su caso, del
recurso, a la vez que hace posible su intervención en el mismo con el consiguiente ejercicio del
derecho de defensa frente a la acusación que se le dirige. Por ello, el emplazamiento o la
citación, en el proceso penal, es un derecho para el imputado y una correlativa obligación del
órgano judicial que ha de llevar a cabo con todo cuidado y diligencia, la cual no puede
reducirse a una mera formalidad prevista en la Ley para proceder a la realización de los
subsiguientes actos procesales, sino que es preciso, además, que el órgano judicial asegure,
en la medida de lo posible, su efectividad real, acudiendo a la citación personal en aquellos
actos de los que dependa la comparecencia del imputado en el proceso y siempre que pueda
frustrarse dicho conocimiento a través de otros medios más rápidos de comunicación, a fin de
aquél pueda comparecer en el momento fijado y adoptar la conducta procesal que estime
oportuna en defensa de sus derechos e intereses»
C) EMPLAZAMIENTOS
El emplazamiento es el acto procesal a través del cual se comunica a las partes una
resolución judicial que establece un período de tiempo («plazo») dentro del cual las partes han
de comparecer para la realización de una determinada actuación procesal.
La forma de practicarse el emplazamiento es idéntica a la citación, esto es, mediante la entrega
de cédula en la que se harán constar los mismos datos que en la citación, salvedad hecha de
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que, en vez de establecerse un día y hora concretos, se concederá a las partes un período de
tiempo dentro del cual deba realizarse la actuación a que se refiera el emplazamiento.
La LJCA presenta algunas especialidades respecto de esta modalidad de acto de
comunicación, por cuanto el emplazamiento de la Administración se entenderá efectuado por la
reclamación del expediente (art. 50.1 LJCA), correspondiendo a la propia Administración
efectuar la notificación del acuerdo de remisión del expediente a cuantos aparezcan como
interesados en el expediente, emplazándoles para que puedan personarse como demandados
en el proceso, todo ello sin perjuicio de que el órgano judicial compruebe que los
emplazamientos han sido realizados correctamente (art. 49.1 y 3 LJCA).
Para que la falta de emplazamiento tenga relevancia constitucional y pueda dar lugar al
otorgamiento del amparo, es preciso el cumplimiento de tres requisitos: a) que el demandante
de amparo sea titular de un derecho o de un interés legitimo y propio susceptible de afección
en el proceso contencioso-administrativo en cuestión, lo que determina su condición material
de demandado o coadyuvante en el mismo; b) que el interesado fuere identificable por el
órgano jurisdiccional, lo que depende esencialmente de la información contenida en el escrito
de interposición del recurso, en el expediente administrativo o en la demanda; c) por último,
que se haya ocasionado al recurrente una situación de indefensión real y efectiva.
D) REQUERIMIENTOS
La última modalidad de acto procesal de comunicación del tribunal es el requerimiento, cuyo
objeto consiste en poner en conocimiento de las partes o de terceras personas una resolución
judicial para que realicen una conducta o inactividad, de contenido distinto a la mera
comparecencia ante el órgano judicial (art. 149.4° LEC).
Como rasgo específico del requerimiento, que lo diferencia de las notificaciones, citaciones y
emplazamientos, destaca el erigirse en el único acto de comunicación que admite respuesta
del interesado, la cual habrá de consignarse sucintamente en la diligencia (art. 152.3 LEC).
2. PROCEDIMIENTOS DE COMUNICACIÓN
El art. 152 LEC, después de establecer que los actos de comunicación se realizarán bajo la
dirección del Secretario judicial, que es el responsable de la adecuada organización del
servicio, prevé, de modo escalonado, tres formas de efectuar la comunicación: a) a través de
Procurador; b) por remisión de lo que haya de comunicarse mediante correo, telegrama o
cualquier otro medio técnico que permita dejar en los autos constancia fehaciente de su
recepción, fecha y contenido y c) mediante entrega al destinatario de copia de la resolución
que se le haya de notificar, del requerimiento que el tribunal le dirija o de la cédula de citación e
emplazamiento.
A las anteriores formas de practicar los actos de comunicación cabe incorporar una modalidad
de carácter supletorio y excepcional, cual es la edictal, así como la realizada por medios
electrónicos, informáticos y similares.
A) POR PROCURADOR
Con carácter general, cuando las partes comparezcan en el proceso por medio de Procurador
legalmente habilitado, las comunicaciones que se les hayan de efectuar se realizarán por
medio de dicho representante técnico.
En estos casos, el Procurador, mientras se halle vigente el poder, firmará las notificaciones,
emplazamientos, citaciones y requerimientos de todas clases, incluso las de sentencias que se
refieran a su parte, durante el curso del asunto y hasta que sea ejecutada, así como las que
tengan por objeto alguna actuación que deba realizar personalmente la parte material, teniendo
estas actuaciones la misma fuerza que si interviniere en ellas directamente el poderdante, sin
que le sea lícito pedir que se entienda con éste (arts. 28.1 y 153 LEC).
También recibirá el Procurador, a efectos de notificación y plazos o términos,
las copias de escritos y documentos que los Procuradores de las demás partes le entreguen
(art. 276 LEC).
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Excepcionalmente, no se notificarán al Procurador las comunicaciones que la ley disponga que
se practiquen personalmente a los litigantes en persona (art. 28.4 LEC), tal y como sucede
cuando se trate del traslado de la demanda
o de cualquier otro escrito que pueda originar la primera comparecencia
en juicio (art. 276.3 LEC).
La Ley 13/2009 ha establecido la carga del Procurador de efectuar las notificaciones en la
persona o en el domicilio del interesado. «A estos efectos –dispone el art. 152.1.2°.I1-, el
procurador acreditará, bajo su responsabilidad, la identidad y condición del receptor del acto de
comunicación, cuidando de que en la copia quede constancia de su firma y de la fecha en que
se realice.»
El lugar para la práctica de los actos de comunicación con los Procuradores será la sede del
tribunal o el servicio común de recepción organizado por el Colegio de Procuradores, que tiene
su ubicación en todos los edificios judiciales que sean sede de tribunales civiles. A este
servicio se remitirá, por duplicado, copia de la resolución o la cédula, surtiendo plenos efectos
la recepción por dicho servicio de las notificaciones y de las copias de escritos y documentos
que sean entregados por los Procuradores para su traslado a los de las demás partes. En la
copia que se diligencie para hacer constar la recepción se expresará el número de copias
entregadas y el nombre de los Procuradores a quienes están destinadas (art. 28.3 LEC).
En este sentido, de conformidad con lo dispuesto en el art. 278 LEC, cuando el acto del que se
haya dado traslado (escritos y documentos presentados por el Procurador) determine, según la
ley, la apertura de un plazo para llevar a cabo una actuación procesal, el plazo comenzará su
curso sin intervención del tribunal y deberá computarse desde el día siguiente al de la fecha
que se haya hecho constar en las copias entregadas.
B) LA REMISIÓN POR CORREO, TELEGRAMA O MEDIOS SEMEJANTES
Dejando a un lado el supuesto de que las partes actúen representadas por Procurador, la
comunicación de las actuaciones, tanto a las partes, como a los testigos, peritos y otras
personas que, sin ser parte en el proceso, deban intervenir en él, se realizarán por remisión de
lo que haya de comunicarse mediante correo, telegrama, correo electrónico o cualquier otro
medio técnico que permita dejar constancia fehaciente de la recepción, de su fecha y del
contenido de lo comunicado (art. 152.1.2a y 159.1 LEC).
En estos casos, el secretario judicial dará fe en los autos de la remisión y del contenido de lo
remitido, y unirá a aquéllos, en su caso, el acuse de recibo o el medio a través del cual quede
constancia de la recepción (art. 160.1 LEC).
Como fácilmente puede comprenderse, para la práctica de los actos de comunicación por este
medio (correo postal o electrónico, telegrama o cualquier otro medio técnico), es un elemento
esencial la determinación del domicilio de la persona a la que se haya de efectuar. A estos
efectos, hemos de distinguir entre el domicilio del demandante y el del demandado.
En relación con el demandante no se plantea problema alguno, en la medida en que el actor
tiene la carga de hacer constar en la demanda o en la petición o solicitud con que se inicie el
proceso su domicilio a efectos de notificaciones, sin perjuicio de la posibilidad de que sea
modificado durante la sustanciación del proceso, supuesto en el que habrá de ponerlo en
conocimiento del tribunal de forma inmediata (art. 155.2 y 5 LEC).
Respecto del demandado, corresponde también al actor designar en su escrito de demanda, a
los efectos del primer emplazamiento o citación del demandado, uno o varios lugares en
donde, por su orden, entienda pueda practicarse con éxito la comunicación, así como cuantos
datos conozca del demandado y que puedan ser de utilidad para su localización (números de
teléfono, fax o similares).
Entre los lugares que pueden ser objeto de designación, el art. 155.3 LEC contempla como
domicilio el que aparezca en el padrón municipal o el que conste oficialmente a otros efectos,
así como el que aparezca en registro oficial o en publicaciones de colegios profesionales,
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cuando se tratare, respectivamente, de empresas y otras entidades o de personas que ejerzan
profesiones para las que deban colegiarse obligatoriamente. El domicilio de las personas
jurídicas será el que conste en el Registro Mercantil, que produce efectos frente a terceros; en
su defecto, el que figure en la escritura constitutiva o en los estatutos o el de cualquiera de sus
representantes legales; de no estar reseñados tales datos, se tendrá en cuenta el de la
población donde desarrollen sus operaciones (arts. 50 y 155 LEC).
También podrá designarse como domicilio, a los referidos efectos, el lugar en el que se
desarrolle la actividad profesional o laboral no ocasional.
Cuando en la demanda se ejercite una acción por impago de la renta o cantidades debidas por
el arrendatario, podrá designarse como domicilio del demandado, a efectos de actos de
comunicación, la vivienda o local arrendado (Ley 23/2003).
Las comunicaciones efectuadas por correo, telegrama u otro medio técnico, en cualquiera de
estos lugares designados como posible domicilio del demandado, surtirán plenos efectos en
cuanto se acredite la correcta remisión de lo que haya de comunicarse, aun cuando no conste
su recepción por el destinatario.
Ello no obstante, si la comunicación tuviere por objeto la personación en juicio o la realización
e intervención de las partes en determinadas actuaciones procesales, y no constare la
recepción por el interesado, la comunicación se efectuará mediante entrega (art. 155.4 LEC).
La LEC 1/2000 contempla también la posibilidad (ya consagrada en la práctica forense) de
remitir, por cualquiera de los medios objeto de estudio en este apartado, cédula de
emplazamiento para que el destinatario comparezca en la sede del tribunal a efectos de ser
notificado o de dársele traslado de algún escrito, siempre y cuando tuviere su domicilio en el
partido donde radique dicha sede y no se trate de comunicaciones de las que dependa la
personación o la intervención personal en las actuaciones. Concurriendo estos requisitos, la
cédula expresará el objeto para el que se requiera la comparecencia del emplazado, indicando
el procedimiento y el asunto a que se refiere, apercibiéndole de que, si no comparece, sin
causa justificada, dentro del plazo señalado, se tendrá por hecha la comunicación de que se
trate o por efectuado el traslado (art. 160.3 LEC).
Pudiera suceder que el demandante manifestara que le es imposible designar un domicilio o
residencia del demandado, en cuyo caso se utilizarán los medios oportunos para averiguar
esas circunstancias.
Si tales investigaciones hubieren resultado infructuosas, el Secretario Judicial comunicará el
nombre del demandado y los demás datos de identidad que le consten al denominado
«Registro central de rebeldes civiles». A pesar de su genérica denominación, entendemos que
únicamente deben tener acceso a dicho Registro los «rebeldes» que lo hayan sido como
consecuencia de carecer de domicilio conocido y haber resultado negativas las investigaciones
domiciliarias, y no los que hayan sido citados o emplazados en su domicilio y su situación de
rebeldía constituye una opción de incomparecencia voluntaria.
Naturalmente, el demandado inscrito en el Registro o de oficio el órgano judicial podrá, en
cualquier momento, solicitar la cancelación de la inscripción, comunicando el domicilio al que
se le pueden dirigir las comunicaciones judiciales (art. 157 LEC).
C) LA ENTREGA DIRECTA O PERSONAL AL DESTINATARIO
La comunicación tendrá lugar mediante la entrega directa al destinatario cuando, tratándose de
la personación del demandado en el juicio o de la intervención personal de la partes en
determinadas actuaciones procesales, no conste la recepción por el interesado de lo remitido a
su domicilio por correo, telegrama u otros medios semejantes (art. 158 LEC).
a) Fundamento
Ha de tenerse en cuenta que Debido a la circunstancia de que el derecho de defensa, al igual
que el de la tutela judicial del actor, es un derecho fundamental «de configuración legal» 4, las
normas de nuestra Ley de Enjuiciamiento Civil, que regulan los actos de comunicación del
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órgano jurisdiccional con las partes y, de modo especial, los que contemplan los
emplazamientos, integran el contenido del derecho de defensa, razón por la cual su infracción
no ocasiona una mera vulneración de la legalidad ordinaria, sino también del propio art. 24.1
CE.
b) El emplazamiento personal
Al igual que su antecesora, la LEC 1/2000 obliga a utilizar la fórmula del emplazamiento para
los actos de primera personación de las partes en el proceso (arts. 149.2 y 152.1.3), los cuales
no pueden ser diligenciados por la parte interesada, sino que han de intervenirse
necesariamente bajo dirección y la fe pública del Secretario y la ejecución por parte del
personal auxiliar del Juzgado, el cual ha de notificarlo en el domicilio actual de los litigantes
(art. 155.1), previa indagación del mismo por el órgano jurisdiccional y debe ser practicado
mediante entrega de cédula a su destinatario (o, en su caso, al familiar, conserje, vecino a
lugar de trabajo), en el que, entre otros extremos, se hará constar «el nombre de la persona
que recibe la copia de la resolución o la cédula y la relación de dicha persona con el
destinatario» (art. 161.3 LEC).
Así, pues, el primer acto procesal de comunicación de la existencia del proceso al demandado
ha de efectuarse mediante emplazamiento personal, sin que pueda el órgano judicial sustituirlo
por otros medios de comunicación (correo certificado, telegrama, teléfono, emplazamiento
edictal...), que, en todo caso, han de ser siempre supletorios del emplazamiento personal. Tal y
como señala la STC 191/2003 «el art. 24.1 CE contiene un mandato implícito al legislador y al
intérprete para promover la defensa procesal mediante la correspondiente contradicción, lo
cual lleva a exigir en lo posible el emplazamiento personal de los demandados y que tal
emplazamiento ha de ser realizado por el órgano judicial con todo cuidado, cumpliendo las
normas procesales que regulan dicha actuación a fin de asegurar la efectividad real de la
comunicación». Y en las SSTC 102 y 19/2004 afirma dicho Tribunal que «es necesario traer a
colación la reiterada doctrina constitucional que ha venido resaltando la importancia, en todos
los órdenes jurisdiccionales, de la efectividad de los actos de comunicación procesal y, en
particular, del emplazamiento, a través del cual el órgano judicial pone en conocimiento de
quienes ostentan algún derecho o interés la existencia misma del proceso, dada la
trascendencia que estos actos revisten para garantizar el principio de contradicción, que
integra el derecho a la tutela judicial efectiva. Consecuencia de todo ello es que los actos
procesales de comunicación a cargo de las oficinas judiciales, y especialmente aquellos cuyos
destinatarios son quienes habrían de actuar como parte en el proceso, ofrezcan una singular
trascendencia, por constituir el instrumento indispensable para hacer posible la defensa en
juicio de esos derechos e intereses controvertidos, previniendo así el riesgo de una condena
inaudita parte, sin ser oído y vencido en juicio».
La sola infracción del requisito, referente a la constancia de la recepción de la cédula por su
destinatario, abre asimismo las puertas al recurso de amparo.
c) La obligación del tribunal de indagación del domicilio real
El emplazamiento personal, en segundo lugar, no puede efectuarse en cualquier domicilio del
demandado, sino en el actual o real, en el que se desarrolla su vida privada, familiar o laboral,
si fuera persona física, o en la sede en la que transcurra el ejercicio de sus derechos o se
efectúe la imputación de sus obligaciones, si se tratara de una persona jurídica. La finalidad de
este requisito, tal y como subraya la jurisprudencia, reside en que la pertinente notificación
llegue al conocimiento efectivo de su destinatario: «...cuando del examen de los autos o de la
documentación aportada por las partes se deduzca la existencia de un domicilio o de cualquier
otro dato que haga factible practicar de forma personal los actos de comunicación procesal con
el demandado, debe intentarse esta forma de notificación antes de acudir a la notificación por
edictos.
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El órgano judicial está constitucionalmente obligado a indagar cuál sea dicho domicilio
real del demandado, debiendo ser agotadas todas las formas racionalmente posibles de
comunicación personal antes de pasar a la meramente edictal».
El art. 256 LEC, acudiendo a los archivos o Registros públicos. Si, a través de tales medios, el
domicilio real del demandado puede ser acreditado en un proceso determinado y no pudo éste
conocer de su existencia, se le habrá ocasionado una vulneración de su derecho de defensa.
d) La negativa a la recepción de la cédula
Podría suceder que el interesado, siendo hallado en su domicilio, se niegue a recibir la copia
de la resolución o no quiera firmar la diligencia acreditativa de la entrega, o que no fuera
encontrado.
En el primero de los supuestos, se le advertirá de su obligación de hacerse cargo de la
comunicación y, si insistiese en su negativa, el funcionario correspondiente le hará saber que
la copia de la resolución o la cédula quedan a su disposición en la secretaría del Juzgado,
produciéndose los efectos de la comunicación, de todo lo cual quedará constancia en la
diligencia (art. 161.2 LEC).
Cuando el destinatario no fuere hallado en el domicilio, y éste fuera el que consta en el padrón
municipal o a efectos fiscales o según el Registro oficial o las publicaciones de colegios
profesionales, podrá efectuarse la entrega a cualquier empleado o familiar, mayor de catorce
años, que se encuentre en ese lugar, así como al conserje de la finca, si lo tuviere,
advirtiéndoles de su obligación de entregar la copia de la resolución o la cédula al destinatario
de la misma, o de darle aviso, si conocieren su paradero.
Si la comunicación se dirige al lugar de trabajo no ocasional del destinatario, en ausencia de
éste, la entrega se efectuará a persona que manifieste conocerle o, si existiese dependencia
encargada de recibir documentos u objetos, a quien estuviera a su cargo.
En ambos casos de ausencia del interesado, en la diligencia se hará constar el nombre de la
persona destinataria de la comunicación y la fecha y hora en la que fue buscada y no
encontrada en su domicilio, así como el nombre de la persona que recibe la copia de la
resolución o la cédula y la relación de dicha persona con el destinatario, produciendo todos sus
efectos la comunicación así realizada (art. 161.3 LEC).
Si no se encuentra a nadie en el domicilio al que se acuda para la práctica de un acto de
comunicación, el Secretario judicial o funcionario designado procurará averiguar si vive allí el
destinatario. Si ya no residiese o trabajase en ese domicilio y alguna de las personas
consultadas conociese el actual, se consignará en la diligencia negativa de comunicación.
Finalmente, si no fuera posible conocer el domicilio actual del demandando y el actor no
hubiera designado otros posibles domicilios, el tribunal efectuará las averiguaciones que
estime procedentes (art. 161.4 LEC).
D) LOS EDICTOS
Esta modalidad de comunicación tan sólo es procedente cuando no sea posible la citación
personal y, en particular, en los siguientes supuestos: a) cuando no conste, "ab initio ", el
domicilio o paradero del destinatario y las averiguaciones efectuadas por el tribunal resulten del
todo punto infructuosas; b) cuando se practique la notificación en el domicilio designado por el
demandante, siempre y cuando no sea hallado nadie en el mismo, ni pudiera conocerse por
cualquier otro medio el domicilio actual del demandado; por último, c) cuando el demandado
conste en el registro central de rebeldes civiles (art. 164 LEC).
Es una modalidad de carácter supletorio y excepcional, de tal modo que sólo será admisible
cuando, una vez intentado el emplazamiento personal, utilizando los medios razonablemente
exigibles, no conste el domicilio del interesado o se ignore su paradero. De no ser así, habrá
de entenderse que la falta de citación personal entraña la vulneración del art. 24.1 CE, a
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menos que se constate que el solicitante de amparo llegó a adquirir en momento hábil un
conocimiento
extraprocesal del litigio, pues en vano puede alegar indefensión quien contribuye a la misma
con su actitud pasiva, negligente o maliciosa.
Cumplidos todos los anteriores requisitos, esto es, cuando resulte plenamente acreditado que
es desconocido el domicilio del destinatario por carecer del mismo, no ser hallado y haber
resultado totalmente infructuosas las pesquisas o averiguaciones domiciliarias, el Secretario
judicial, consignadas estas circunstancias, mandará que se efectúe la comunicación fijando la
copia de la resolución o la cédula en el tablón de anuncios de la Oficina judicial. También se
publicará en los Boletines oficiales, si bien, el art. 164, párrafo 2° LEC ha restringido este
medio de publicidad a los casos en que una parte lo solicite y corra con los gastos.
Art. 263 de la LOPJ, que pasa a tener la siguiente redacción: «la publicidad de los edictos se
entenderá cumplida mediante la inserción, según proceda, en los Boletines Oficiales que
señalen las leyes procesales. Cuando expresamente así se prevea, tal publicidad y
comunicaciones podrán sustituirse, en los términos que reglamentariamente se determinen, por
la utilización de medios telemáticos, informáticos o electrónicos».
E) ACTOS DE COMUNICACIÓN POR MEDIOS ELECTRÓNICOS, INFORMÁTICOS Y
SIMILARES
Las partes o destinatarios de los actos de comunicación, quienes deberán comunicar al tribunal
que disponen de los citados medios e indicar su dirección (art. 162 LEC). Así, el número quinto
del art. 135 concede a la utilización de estos medios los mismos efectos, en cuanto a la
interrupción de los plazos y cumplimiento de los términos, que la presentación de documentos,
permitiendo su número sexto su utilización por los procuradores.
En tales casos de utilización de medios electrónicos, una vez transcurridos tres días, sin que el
destinatario acceda a su contenido, se entenderá que la comunicación ha sido efectuada
legalmente desplegando plenamente sus efectos, a salvo que el destinatario justifique la falta
de acceso al sistema de notificaciones durante ese periodo, en cuyo caso se procederá a la
notificación personal (art. 162.1.IV y V).
En todo caso, para que surtan plenos efectos los actos así realizados, será preciso que los
instrumentos utilizados garanticen la autenticidad de la comunicación y de su contenido, así
como quede constancia fehaciente de la remisión y recepción íntegras y del momento en que
se hicieron, con el acuse de recibo que proceda.
En consecuencia, cuando estas garantías no vengan proporcionadas por las características del
medio utilizado o éste sea susceptible de manipulación con mayor o menor facilidad, la eficacia
de los actos de comunicación, a efectos de acreditación, queda supeditada a una presentación
o aportación que sí permita el necesario examen y verificación.
La firma electrónica constituye un instrumento capaz de permitir una comprobación de la
procedencia y de la integridad de los mensajes intercambiados a través de las redes de
telecomunicaciones.
Se ha desarrollado un sistema de cifrado y firma electrónica para las comunicaciones
judiciales, conocido con la denominación «Lexnet», que ya está siendo utilizado en varios
juzgados y tribunales. Entre las muchas ventajas que aporta «Lexnet» a la Administración de
Justicia cabe destacar las que, a continuación, se relacionan: a) la disminución en tiempos en
los procesos judiciales, al reducir a segundos las operaciones de envío de notificaciones; b) la
comodidad que tiene para los operadores jurídicos, evitando desplazamientos desde sus
despachos a los juzgados para la entrega o recogida de documentación; c) la optimización de
la actividad personal judicial, la cual se encuentra dispensada, de esta manera, de actuaciones
materiales de remisión de escritos; d) la inmediatez de la conexión, obteniendo el certificado de
la operación realizada en el mismo momento de su realización, con el correspondiente sellado
de fecha y tiempo; por último, c) la posibilidad de comunicación directa del ciudadano con la
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Administración de Justicia por las redes públicas de telecomunicación, de forma totalmente
segura.
3. NULIDAD Y SUBSANACIÓN DE LOS ACTOS DE COMUNICACIÓN
A la Jurisdicción le viene impuesto un deber específico de adoptar, más allá del cumplimiento
rituario de las formalidades legales, todas las cautelas y garantías que resulten
razonablemente adecuadas para asegurar que esa finalidad no se frustre por causas ajenas a
la voluntad de aquellos a quienes afecte. Pesa sobre los órganos judiciales la responsabilidad
de velar por la correcta constitución de la relación jurídico-procesal sin que, claro está, ello
signifique exigir al Juez o Tribunal correspondiente el despliegue de una desmedida labor
investigadora, lo que llevaría más bien a la indebida restricción de los derechos de defensa de
los restantes personados en el proceso. Admitido lo anterior, el TC también ha precisado que
la única indefensión que tiene relevancia constitucional es la material y no la mera indefensión
formal, de tal suerte que no toda notificación defectuosa implica siempre la vulneración del art.
24 CE, sino solamente aquella que impide un juicio contradictorio o que ocasiona un perjuicio
real y efectivo en las posibilidades de defensa de una de las partes. Por ello, el art. 166 LEC
declara la nulidad de los actos procesales que se practiquen con violación de las garantías
preestablecidas, siempre y cuando generen indefensión; pero, si la persona interesada no
denuncia su nulidad en la primera comparecencia ante la autoridad judicial, el acto procesal
desplegará válidamente todos sus efectos.
Junto a la necesidad de que exista una falta de conocimiento real del proceso que impida a
una parte defender sus derechos, tal Alto Tribunal exige, en segundo lugar, que la misma no
tenga su origen y causa determinante en el desinterés, la negligencia, el error técnico o
impericia de la parte o profesionales que le representen, ni que éstos hayan adquirido un
conocimiento extraprocesal de la existencia del litigio a pesar de la defectuosa notificación.
4. EL AUXILIO JUDICIAL
Se entiende por «auxilio judicial» el conjunto de actos de comunicación entre órganos
jurisdiccionales o poderes públicos, nacionales o extranjeros, tendentes a la realización de
actos procesales necesarios para el ejercicio de la potestad jurisdiccional en un proceso
determinado.
El fundamento jurisdiccional descansa en el art. 118 de la CE, conforme al cual «es obligado
prestar la colaboración requerida por los Jueces y Tribunales en el curso del proceso y en la
ejecución de lo resuelto».
El Juez al requerir el auxilio de los demás órganos jurisdiccionales o autoridades
administrativas, nacionales o extrajeras, quienes, en virtud de lo dispuesto en el trascrito art.
118 CE, habrán de prestar su colaboración, mediante la realización del acto procesal y su
traslación al proceso.
Tales actuaciones o actos de comunicación entre órganos jurisdiccionales o administrativos
integran el tradicionalmente denominado «auxilio judicial», el que, de conformidad con la
naturaleza del órgano destinatario, podrá ser judicial interno o internacional y administrativo.
La regulación legal del auxilio judicial, los arts. 273-278 LOPJ, tanto la LEC (arts. 169-177),
como la LECrim (arts. 183-196), reiteran sus disposiciones sobre esta materia.
A) EL AUXILIO JUDICIAL INTERNO
Por auxilio judicial interno cabe entender los actos procesales que, por tenerse que practicar
fuera de la circunscripción municipal o de la demarcación judicial, requieren de la intervención
de un órgano jurisdiccional distinto al competente para el conocimiento del asunto.
Estos actos de auxilio pueden ser obligatorios y facultativos.
a) Son obligatorios aquellos que han de realizarse fuera de la demarcación judicial (art. 169.2
LEC).
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b) Son actos de auxilio judicial facultativos los que deban realizarse dentro de la demarcación
judicial, pero fuera de la sede del Juzgado o de la circunscripción municipal (arts 129.3 y 169.3
LEC y 63 RAAAJ).
De conformidad con lo dispuesto en los arts. 268.2 LOPJ y 129.3 LEC «los juzgados y
tribunales podrán constituirse en cualquier lugar del territorio de su jurisdicción para la práctica
de aquellas, cuando fuere necesario o conveniente para la buena Administración de Justicia».
Pero pueden también, en virtud de lo dispuesto en el art. 274.1, recabar la Jurisdicción de otro
Juzgado de su demarcación (así, la del Juez de Paz para efectuar un embargo).
La existencia de actos de auxilio potestativos no significa que el Juez pueda a su antojo
practicarlos directamente o acudir al auxilio judicial. En primer lugar, ha de practicarlos
personalmente si el lugar se encontrara dentro de su circunscripción municipal, pero fuera de
su sede, pues, tanto el art. 274.1 LOPJ, como el art. 169.3 LEC tan solo permiten acudir a este
tipo de auxilio facultativo cuando el lugar se encuentre fuera de la circunscripción o término
municipal (art. 64 RAAAJ). En segundo, el art. 170 LEC tan sólo faculta a los Jueces de Paz
para la realización de actos de comunicación (citaciones, notificaciones y emplazamientos),
siendo competente para todos los demás actos el Juez de la Instancia; ahora bien, tratándose
de actos que han de realizarse dentro de su demarcación, tan sólo el Juez de la Instancia es el
competente, por lo que los actos distintos a los de comunicación (así, el reconocimiento
judicial, el embargo, etc.) no pueden ser delegados en el juez de Paz (Reglamento del CGPJ
5/1995). Finalmente, tratándose de actos de prueba, cuyos intervinientes tengan su domicilio
fuera del de la sede del Juzgado, dentro o fuera de la demarcación judicial, tampoco se
autoriza el auxilio judicial, pues, a fin de estimular la inmediación judicial, el art. 169.4 LEC,
consecuente con la declaración contenida en el art. 268.1 LOPJ y 129.1 LEC, según la cual los
actos procesales se realizarán en la sede del Juzgado, prohíbe que se pueda acudir al auxilio
judicial para prestar declaración a las partes y testigos o para pedir la ratificación de los peritos.
Art. 274.2 LOPJ, «la petición de cooperación, cualquiera que sea el juzgado o tribunal a quien
se dirija, se efectuará siempre directamente, sin dar lugar a traslados ni reproducciones a
través de órganos intermedios».
Hoy, en todos los órdenes jurisdiccionales el único instrumento de auxilio judicial entre los
diversos órganos jurisdiccionales es el exhorto, en virtud del cual el órgano requirente se dirige
directamente al requerido, sea éste superior, igual o inferior, y le solicita su colaboración para
la práctica de un acto procesal determinado que haya de ejecutarse fuera de su demarcación
judicial o circunscripción municipal. El exhorto ha de contener los requisitos formales exigidos
por el art. 171 LEC y «se remitirán directamente al órgano exhortado por medio del sistema
informático judicial o de cualquier otro sistema de comunicación que garantice la constancia de
la recepción» (art. 172).
El art. 172.2 permite a las partes acudir al diligenciamiento particular del exhorto. En tal caso, el
Juzgado se lo entregará a la parte interesada, quien habrá de transmitir el exhorto al órgano
destinatario en el plazo de cinco días.
El órgano jurisdiccional que recibiere el exhorto dispondrá su cumplimiento y lo necesario para
que se practiquen las actuaciones que en él se interesen dentro del plazo señalado (art. 173).
Tanto si el exhorto se ha remitido de oficio, como a instancia de parte, las partes serán
convocadas para la ejecución del acto procesal, objeto del mismo (art. 174).
Una vez cumplimentado, se remitirá al órgano exhortante por los mismos medios a los que nos
hemos referido en el anterior epígrafe.
Pero, si su diligenciamiento fuera privado, el exhorto cumplimentado se le entregará a la parte
para que lo traslade al órgano exhortante. Ahora bien, consciente el legislador de que, a través
de este tipo de ejecución del exhorto, suelen cometerse dilaciones indebidas, establece en su
art. 176 una multa coercitiva de seis euros por cada día de incumplimiento que sobrepase el
indicado plazo de cinco días para la entrega o devolución del exhorto.
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B) EL AUXILIO JUDICIAL INTERNACIONAL


Las peticiones de cooperación internacional serán elevadas por conducto del Presidente del
Tribunal Supremo, del Tribunal Superior de Justicia o de la Audiencia al Ministerio de Justicia,
el cual las hará llegar a las autoridades competentes del Estado requerido, bien por la vía
consular o diplomática o bien directamente si así lo prevén los tratados internacionales (art.
276 LOPJ).
Del mismo modo, los juzgados y tribunales españoles prestarán a las autoridades judiciales
extranjeras la cooperación que les soliciten para el desempeño de su función jurisdiccional, de
conformidad con lo establecido en los Tratados y Convenios Internacionales en los que España
sea parte y, en su defecto, en razón de reciprocidad según lo previsto en el artículo siguiente
(art. 277).
Existiendo reciprocidad internacional, una petición de auxilio judicial internacional sólo puede
ser denegada en los taxativos supuestos contemplados en el art. 278 LOPJ, a saber: a)
Cuando el proceso de que dimane la solicitud de cooperación sea de la exclusiva competencia
de la jurisdicción española; b) Cuando el contenido del acto a realizar no corresponda a las
atribuciones propias de la autoridad judicial española requerida. En tal caso, ésta remitirá la
solicitud a la autoridad judicial competente, informando de ello a la autoridad requirente; c)
Cuando la comunicación que contenga la solicitud de cooperación no reúna los requisitos de
autenticidad suficiente o se halle redactada en idioma que no sea el castellano, y d) Cuando el
objeto de la cooperación solicitada sea manifiestamente contrario al orden público español.
A fin de facilitar el auxilio judicial internacional, se crea la «Red judicial Española de
Cooperación Judicial Internacional», integrada en las Redes Judiciales Europeas e
Iberoamericanas, para prestar a los órganos judiciales la asistencia necesaria en punto a
obtener la correcta remisión y cumplimiento de las solicitudes de cooperación jurisdiccional.
5 ACTOS DE COMUNICACIÓN CON OTROS ÓRGANOS PÚBLICOS
No sólo los órganos jurisdiccionales han de auxiliarse entre sí, sino, en virtud de lo dispuesto
en el art. 118 CE, reiterado por el art. 17.1 LOPJ, esta obligación de colaboración alcanza
también, tanto a los demás poderes públicos, como a los particulares.
A) MANDAMIENTOS
Se denominan mandamientos los actos de comunicación, por los que el Secretario judicial de
un Juzgado o Tribunal ordena el libramiento de certificaciones o testimonios y la práctica de
cualquier actuación cuya ejecución corresponda a los registradores de la propiedad,
mercantiles, de buques, de ventas a plazos de bienes muebles, notarios, corredores
colegiados de comercio o agentes de Juzgado o Tribunal (arts. 149.5 y 167 LEC).
B) OFICIOS
El oficio es el acto de comunicación del Secretario del órgano judicial con los funcionarios no
pertenecientes a la categoría anterior, es decir, que no ostentan la fe pública o no forman parte
de los Cuerpos de la Administración de Justicia (art. 149.6 y 167). A este respecto, todos los
funcionarios vienen obligados a prestar su asesoramiento y colaboración con los Juzgados y
Tribunales (art. 469.1 LOPJ).
C) EXPOSICIONES
Finalmente se denominan exposiciones a los actos de comunicación de los órganos judiciales
con las Cámaras Legislativas o los Ministros del Gobierno, las cuales han de realizarse por
conducto del Ministerio de Justicia (art. 196 LECrim).
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TEMA 24 CARACTERES Y FUENTES DEL DERECHO PROCESAL
1. CARACTERES DEL DERECHO PROCESAL
Podemos concebir al Derecho Procesal, como el sector del Derecho Público que regula los
presupuestos, requisitos y efectos del proceso. Puede ser más rigurosamente definido como
el conjunto de normas del Derecho Público que regula la Jurisdicción, los presupuestos
procesales, los derechos, posibilidades, cargas y obligaciones procesales, los actos
procesales, las resoluciones del órgano jurisdiccional, la Sentencia y sus efectos, así como
los medios de impugnación, las medidas cautelares y resoluciones provisionales y el proceso
de ejecución.
Del expresado concepto se infieren las siguientes notas esenciales:
A) EL DERECHO PROCESAL COMO PARTE DEL DERECHO PÚBLICO
Las relaciones jurídicas que ligan a las partes y a los intervinientes en el proceso con el
órgano judicial son relaciones de Derecho Público.
Así, pues, la inmensa mayoría de los preceptos del Derecho Procesal contienen normas
«imperativas», por lo que su infracción puede entrañar una nulidad radical o de pleno
Derecho (art. 6.3 CC), si bien un principio de conservación de los actos procesales ocasiona
que, como regla general, los actos irregulares puedan ser convalidados o subsanados (arts.
243 LOPJ y 231 LEC), reservándose los efectos de la nulidad para las infracciones más
graves de dichas normas imperativas (arts. 238 LOPJ y 225 LEC).
En aquellos procesos en los que rija el principio dispositivo, pueden existir «negocios jurídico
procesales» entre las partes, de entre los que cabe señalar los siguientes: la sumisión de las
partes al arbitraje y consiguiente exclusión del proceso (art. 63.1 LEC), los actos de
disposición que ponen término al proceso (arts. 19-22) y los pactos de sumisión entre las
partes que, cuando la LEC lo autoriza, determinan la competencia territorial del órgano
jurisdiccional (arts. 54 y 55).
B) LA JURISDICCIÓN
Pertenece al estudio del Derecho Procesal todo lo relativo a la Jurisdicción, en su aspecto
subjetivo, orgánico o estático, es decir, el estudio del Poder Judicial y de su régimen de
gobierno, así como el del estatuto de los Jueces y Magistrados y del personal auxiliar y
colaborador. A este sector del Derecho Procesal se le conoce como «Derecho Judicial
Orgánico» y está también regido por normas del «ius cogens».
C) EL PROCESO
En tercer lugar, corresponde al Derecho Procesal el estudio del proceso: de los sujetos
procesales que en él intervienen, de los presupuestos y actos procesales, la pretensión y su
contestación, los actos de alegación, prueba e impugnación, las resoluciones judiciales y sus
efectos, la cosa juzgada, las medidas cautelares y de ejecución, los medios de impugnación,
las diversas clases de procedimientos con sus distintas fases y los actos de la jurisdicción
voluntaria.
D) EL CARÁCTER INSTRUMENTAL DEL DERECHO PROCESAL
Consiste en la aplicación del Derecho Objetivo a los casos concretos, el Derecho Procesal
posee un marcado carácter instrumental o sirve para la aplicación del Derecho material.
La autonomía del Derecho Procesal no puede llevarse al límite de prescindir de la idea de
que el proceso es un instrumento de los Jueces para la aplicación del Derecho material. Ello
es así, hasta tal punto de que existe una clara e indisoluble relación entre el Derecho
Procesal, de un lado, y la legislación material, a la que sirve, de otro. De este modo, el
carácter necesario del Derecho Penal ocasiona que el proceso penal haya de estar informado
por el principio de legalidad, la titularidad por los particulares de los derechos subjetivos que
regula el Derecho Civil otorga la hegemonía del principio dispositivo en el proceso civil, la
existencia de partes económicamente débiles en el proceso laboral exige la economía,
simplicidad y agilidad del proceso de trabajo, etc.
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2. LAS FUENTES DEL DERECHO PROCESAL


Como consecuencia de la vigencia del principio de legalidad procesal, de todas las fuentes
del Derecho, descritas en el art. 1 del Código Civil, la más importante del Derecho Procesal
es, sin lugar a dudas, la Ley, con la particularidad de que, debido a que la «legislación
procesal» es, como se ha dicho, competencia exclusiva del Estado (art. 149.1.6a), sólo Las
Cortes Generales ostentan la potestad de promulgar Leyes procesales.
a) La primera Ley procesal, que han de aplicar todos los poderes públicos, es la
Constitución (art. 5 LOPJ) que contiene no pocas normas de naturaleza procesal. En
particular, los derechos fundamentales de incidencia procesal vinculan a todos los Juzgados
y Tribunales (art. 6 LOPJ), pudiéndose recabar su tutela mediante el recurso de amparo.
b) Como regla general, es suficiente que las Leyes procesales gocen del rango de
«ordinarias», sin perjuicio de que, cuando puedan afectar a derechos fundamentales, hayan
de revestir la forma de Ley Orgánica (art. 81.1 CE), y así ha sucedido, en reformas derivadas
del derecho al Juez legal imparcial, del derecho a la libertad y la prisión provisional. Pero la
inmensa mayoría de las normas procesales, al no incidir en derecho fundamental alguno, son
susceptibles de ser reformadas a través de Leyes Ordinarias.
c) Las normas procesales pueden ser comunes o especiales. Son comunes las
contempladas en la LEC y especiales todas las demás. El carácter común de la LEC deriva
de erigirse en el Código supletorio de las demás Leyes de Enjuiciamiento, ya que sus normas
procesales resultan de aplicación supletoria en todos los órdenes jurisdiccionales.
También son normas comunes las contempladas en la LOPJ, relativas a presupuestos
procesales, tales como la jurisdicción y competencia, resoluciones, actos procesales, nulidad,
abstención y recusación, etc., que, al igual que la LEC, no sólo han de aplicarse en el
proceso civil, sino también en los demás órdenes jurisdiccionales.
d) La costumbre, y excepción hecha de los Tribunales Consuetudinarios y tradicionales
(arts. 125 CE y 19.3 y 4 LOPJ), no es fuente del Derecho Procesal, sin perjuicio de que los
profesionales hayan de conocer los usos y prácticas forenses, que nunca pueden alcanzar a
derogar al Derecho Legislado.
e) Aunque no gocen de la misma relevancia que en el Derecho Privado, también los
principios generales del Derecho, («nadie puede ser condenado sin haber sido
previamente oído»), cuya inmensa mayoría se destilan o encuentran recogidos en la propia
Constitución, son fuentes del Derecho. Lo mismo acontece con la Jurisprudencia y, dentro
de ella, la doctrina legal del TS.
3. LA INTERPRETACIÓN DEL DERECHO PROCESAL
La interpretación de las normas procesales, de conformidad con el principio de jerarquía
normativa (arts. 5-8 LOPJ), corresponde a todo Juez o Tribunal, si bien la última palabra en la
interpretación de la legalidad ordinaria la ha de ostentar el Tribunal Supremo, en tanto que
Tribunal Superior de Casación (art. 123.1 CE), a quien el ordenamiento (art. 1.6 CC) le otorga
la función de emitir la doctrina legal procesal que haga realidad el principio de igualdad ante
la Ley.
Pero las normas procesales han de interpretarse de conformidad con lo dispuesto en la
Constitución (art. 5 LOPJ), es decir, con arreglo a la doctrina jurisprudencial emanada de
su supremo intérprete, cual es el Tribunal Constitucional (arts. 123.1, 161 y 164 CE). Los
Juzgados y Tribunales, en virtud de lo dispuesto en su Disposición Derogatoria tercera, tan
sólo están legitimados, a causa de inconstitucionalidad, para inaplicar las Leyes anteriores a
la promulgación de la Constitución. Con respecto a las Leyes posteriores, no pueden dejarlas
inaplicadas, sino que han de proponer, ante el TC, la pertinente «cuestión de
inconstitucionalidad», siempre y cuando sea imposible, por vía interpretativa, la acomodación
de la norma ordinaria a la constitucional (art. 5.3 LOPJ).
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En cuanto a los criterios de interpretación de las normas procesales, han de ser de aplicación
los contenidos en el art. 3 CC, si bien la interpretación gramatical o la histórica han de ceder,
siempre que resulten contradictorias con la sistemática o teleológica.
4. LA LEY PROCESAL Y SU APLICACIÓN EN EL ESPACIO Y EN EL TIEMPO
Tanto el art. 1 de la LEC, como el mismo art. 1 de la LECrim, consagran, en tanto que
primera expresión del derecho fundamental «a un proceso con todas las garantías» del art.
24.2 CE, el principio de «legalidad procesal», es decir, el de que, en todos los procesos y
hasta llegar a la Sentencia definitiva, han de observarse las normas contenidas en los
respectivos Códigos Procesales.
Desde una visión subjetiva, contemplan los referidos arts. 1 LEC y LECrim el principio de
legalidad procesal, conforme al cual todos los sujetos del proceso, tanto los órganos
jurisdiccionales («los tribunales»), como las partes, principales o accesorias («y quienes ante
ellos acudan») y los intervinientes en la prueba, como es el caso de los testigos y peritos («e
intervengan») «deberán actuar con arreglo a lo dispuesto en esta Ley», es decir, en las Leyes
de Enjuiciamiento.
Desde un punto de vista objetivo, podríamos definir el principio de legalidad procesal como la
exigencia de que toda pretensión y su resistencia o defensa sea tramitada de conformidad
con el procedimiento adecuado y las normas procesales previstas en las Leyes procesales.
A) EFICACIA TEMPORAL DE LAS NORMAS PROCESALES
En materia de aplicación de las normas procesales en el tiempo conviene distinguir las del
Derecho Procesal Penal, de las que regulan los demás procesos.
a) En el proceso penal y en el procedimiento administrativo sancionador rige el principio de
irretroactividad de «las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos
individuales », contenido en el art. 9.3 CE, es decir, la retroactividad de la norma procesal
más favorable, por lo que la entrada en vigor de una nueva norma procesal extenderá sus
efectos al pasado, siempre y cuando le sea más beneficiosa al imputado.
b) En los demás procesos, al disponer el art. 2 LEC que las normas procesales «nunca será
retroactivas», rige, como regla general, el criterio de la irretroactividad de la norma procesal.
El fundamento del principio de irretroactividad, por lo demás común a todo el ordenamiento,
incluso material (arts. 9.3 CE y 2.3 CC), hay que encontrarlo en el de legalidad procesal. Si el
ciudadano tiene derecho a ser juzgado por el «juez legal» o «predeterminado por la Ley» (art.
24.2 CE) y si, como hemos dicho, el «derecho a un proceso con todas las garantías» del
también art. 24.2 CE conlleva el derecho a ser juzgado mediante el procedimiento
preestablecido, es natural que el legislador ordinario consagre el principio de irretroactividad
de la Ley procesal, pues, tanto el actor, como el demandado tienen también derecho a la
seguridad jurídica (art. 9.3 CE) procesal, es decir, a saber de antemano que su pretensión y
su defensa se ejercitarán con arreglo a un procedimiento en el que el programa de
posibilidades, cargas y obligaciones procesales ha de encontrarse legalmente preestablecido,
pues, podría provocar situaciones de indefensión material a alguna de las partes, si el
legislador decidiera sorpresivamente menguar, modificar o transformar tales posibilidades y
cargas procesales reguladas en la Ley procesal derogada, con arreglo a las cuales ambas
partes elaboraron, en su día, su estrategia procesal.
El problema reside en determinar a partir de qué momento ha de aplicarse dicha Ley nueva
de carácter procesal: si, a partir del surgimiento del litigio o conflicto, del ejercicio del derecho
de acción o de la instancia en la que se encuentre el proceso.
Aquí, goza el legislador de un margen de configuración que le permite, siempre y cuando no
atente al principio de seguridad jurídica o sacrifique desproporcionadamente los derechos
subjetivos, establecer en las Disposiciones Transitorias los criterios que estime pertinentes.
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En materia de aplicación en el tiempo de la Ley procesal civil, lo decisivo es el ejercicio
del derecho de acción, el momento que determina la aplicación temporal de la Ley es el de
la providencia o decreto de admisión de la demanda que, de conformidad con la doctrina
general de la litispendencia, retrotrae sus efectos al momento de su presentación De esta
manera, no existe aplicación retroactiva de la Ley procesal, si la nueva Ley entra en vigor con
anterioridad a la interposición de la demanda, aun cuando el derecho subjetivo material haya
nacido al amparo de la Ley procesal antigua.
Pero el criterio de la irretroactividad es excepcionado por la propia dicción literal del art. 2
LEC («Salvo que otra cosa se disponga en Disposiciones legales de Derecho transitorio...»),
que permite al legislador, como se ha dicho, modular dicho criterio de la irretroactividad.
Tales Disposiciones pueden ser comunes o especiales.
Cada fase del procedimiento (declarativo, impugnación o ejecución) ha de tramitarse con
arreglo a la Ley nueva o antigua en la fecha de la interposición del acto de iniciación
(demanda, anuncio de interposición del recurso o solicitud de ejecución).
B) EFICACIA DE LA NORMA PROCESAL EN EL ESPACIO
a) Concepto y fundamento
Debido a la circunstancia de que las normas procesales son de Derecho Público y que los
límites de la Jurisdicción, en tanto que Poder dimanante de la soberanía popular, coinciden
con los del Estado, es natural que el art. 3 LEC, establezca el principio de territorialidad de
la Ley procesal, conforme al cual todos los procesos civiles que se sigan en el territorio
nacional se regirán únicamente por las normas procesales españolas y ello con
independencia de que alguna o» ambas partes ostenten una nacionalidad distinta o de que
las resoluciones judiciales o incluso el Derecho material que deba aplicar el Tribunal pueda
ser extranjero.
b) Excepciones
El expresado principio es susceptible de tener dos derogaciones, relativas a las normas de
Derecho Internacional e Interno.
a') Derecho Internacional
El art. 3 exceptúa del principio de territorialidad lo que dispongan al respecto los Tratados y
los Convenios Internacionales que, ejerciendo el principio de reciprocidad convencional,
contienen normas que pueden alcanzar determinados efectos procesales en nuestro país.
b') Derecho Interno
Art. 149.1.6, si bien reserva la legislación procesal al Estado, dicha competencia estatal se
efectúa «sin perjuicio de las necesarias especialidades que en este orden se deriven de las
particularidades del derecho sustantivo de las Comunidades Autónomas».
Los Estatutos de Autonomía, autorizan a sus Parlamentos autonómicos a dictar «normas
procesales», lo que ha permitido a la doctrina reclamar la existencia de un Derecho Procesal
propio.
La competencia autonómica del art. 149.1.6a CE enormemente restrictiva, ya ha reafirmado
la competencia del Estado en todo lo referente a la legislación procesal.
5. LAS PRINCIPALES LEYES PROCESALES
Las Leyes procesales básicas son susceptibles de ser sistematizadas en comunes y
especializadas:
A) COMUNES
Son comunes la Ley Orgánica del Poder Judicial, de 1 de julio de 1985 y la Ley de
Enjuiciamiento Civil, de 7 de enero de 2000, por cuanto, la primera, por la naturaleza de su
rango y su cometido, y la segunda, por su carácter de Derecho supletorio (art. 4 LEC), son de
aplicación directa o supletoria en todos los órdenes jurisdiccionales.
Ambas Leyes regulan una buena parte de lo que podríamos denominar «Parte General del
Derecho Procesal».
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B) ESPECIALIZADAS
Como Leyes especializadas, propias y de aplicación directa en cada uno de los órdenes
jurisdiccionales, hay que mencionar:
a) La Ley de Enjuiciamiento Criminal.
b) La Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.
c) La Ley de Procedimiento Laboral.

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