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1 Presidente
TS- 5 Salas
TSJ- con sala Civil y Penal, social y cont-administrativo.
AP- con salas de lo civil y de lo penal.
AN- con competencia Penal y Cont- Administrativo.
Juzgados de 1ª Instancia (civil) y/o de Instrucción, de los mercantil, de lo penal, de lo social, de lo cont
admvo, de menores de vigilancia penitenciaria y juzgados de violencia sobre la mujer.
Juzgados de paz- (competencias civiles y penales)
Art- 12.1 LOPJ- en el ejercicio de la potestad, los jueces y magistrados son independientes respecto a
todos los órganos judiciales y de gobierno del Poder Judicial. Y art. 12.2- establece que lo
magistrados superiores no pueden, fuera del cauce de los recursos, censurar o corregir la aplicación e
interpretación de las normas efectuada por los Jueces inferiores.
B) ORGANIZACIÓN GUBERNATIVA.
Los jueces y magistrados son también funcionarios, dependiente, en último término, del CGPJ. Su
relación funcionarial que les vincula con los órganos de gobierno del Poder Judicial ocasiona e
surgimiento de “actos administrativos”, en los que dichos órganos de gobierno no ejercitan potestad
jurisdiccional alguna, sino la potestad administrativa de “autotutela”
Es el CGPJ quine ostenta todas las potestades gubernativas, incluida la disciplinaria. Así el CGP
tiene competencia para la designación, formación, promoción y régimen disciplinario de los jueces
magistrados, así como para dirigir la alta inspección de juzgados y tribunales.
En materia gubernativa sobre jueces y magistrados la competencia plena la ostenta el CGPJ, si bien
sobre determinadas materias pueden conocer, con subordinación a dicho órganos, las Salas de
gobierno del TS, de los TSJ y de la AN.
En la base de esta pirámide se encuentran los “Jueces Decanos”, con escasas funciones gubernativas
Los presidentes de sala están facultados para dictar correcciones disciplinarias sobre los profesionale
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que se relacionen con el tribunal. Los presidentes de las AP, de los TSJ y del TS ostentan facultade
de inspección sobre los juzgados y tribunales de su demarcación. Las funciones gubernativas sobre lo
jueces y magistrados son conferidas a las salas de gobierno de los TSJ, quienes ejercen determinada
facultades disciplinarias y de incapacitación.
CGPJ
Salas de gobierno del TS y de los TSJ y AN
Presidentes del TS, de los TSJ, de las AP y de la Sala Jueces Decanos.
3- FUNCIONES.
La genérica resolución definitiva e irrevocable, mediante la aplicación de la Constitución, de
los especiales conflictos que ante él se le planteen, y las específicas, consistentes en la
protección de los derechos subjetivos (fundamentales), el control (constitucional) normativo y
la creación judicial del Derecho o complementación del ordenamiento.
A) LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Protección de los derechos subjetivo: pero no de todos ellos, sino tan sólo de de los
constitucionales y no de todos ellos, sino exclusivamente la de los derechos fundamentales y
libertades públicas que el constituyente ha estimado dignos de protección especial a través
del recurso de amparo.
a) Objeto del recurso de amparo.
La descripción de tales derechos fundamentales, susceptibles de amparo constitucional, la
efectúa el art. 53.2 de la CE. Junto a dichos derechos fundamentales, adquieren también
singular relevancia los contenidos en los Pactos internacionales de Derechos Humanos, de
Nueva York y de Roma y, de modo especial, este último o “convenio Europeo de Derechos
Humanos” ya que dicho Tratado, suscrito por el Estado español en 1980 contempla un
órgano jurisdiccional encargado de su aplicación, el “TEDH” al que:
- Desde un punto de vista subjetivo- se le pueden trasladas las resoluciones denegatorias
del amparo en el TC.
- Desde un punto de vista objetivo- su doctrina legal goza de valor vinculante y ha de ser
secundada por todos los poderes públicos españoles.
b) Legitimación activa.
Art. 13.1 y 2 CE: al amparo constitucional pueden acudir tanto los nacionales cuando los
extranjeros, si bien a estos últimos tan sólo les está vedado el ejercicio del derecho de
acceso a cargos públicos.
Todavía cabe efectuar una relevante excepción: la de los ciudadanos europeos, quienes, por
obra del Tratado de Maastricht y la consiguiente reforma de la Constitución, gozan también
del derecho de sufragio pasivo en las elecciones municipales.
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Pero no sólo el titular del derecho fundamental puede ejercitar el recurso de amparo sino, en
general, toda persona que ostente un “interés legítimo”, así como el Defensor del Pueblo o el
Ministerio Fiscal. Así pues, todas las personas físicas y jurídicas, nacionales y extranjeras
que ostenten un interés legítimo pueden acudir ante el TC mediante la interposición de este
recurso constitucional.
c) Subsidiariedad.
Vulneraciones de derechos fundamentales efectuadas por el Poder Legislativo- recurso de
amparo en primera o única instancia en el TC.
Vulneraciones de Derechos fundamentales provenientes del poder ejecutivo o del judicial- en
primer lugar los tribunales ordinarios para el restablecimiento de los derechos fundamentales
y si no asumen su tutela es cuando se puede acudir al TC mediante el recurso de amparo
contra la última resolución recaída en el Poder Judicial.
El TC, como regla general, no conoce de los recursos de amparo en primera o única
instancia. Esta posibilidad está ceñida únicamente al conocimiento de las vulneraciones de
derechos fundamentales efectuadas por el Poder Legislativo. En las demás, provenientes del
Poder ejecutivo o del poder judicial, hay que cumplir previamente con las exigencias
derivadas del principio de subsidiariedad, establecido en el art. 53.2 de la CE, en cuya virtud
corresponde, en primer lugar, a los Tribunales ordinarios el restablecimiento de los derechos
fundamentales y, tan sólo en el supuesto de que no asuman su tutela es cuando se puede
acudir al TC mediante el recurso de amparo contra la última resolución recaída en el Poder
Judicial a fin de conseguir dicha a fin de conseguir dicha protección.
La tutela de tales derechos fundamentales por el Poder Judicial puede efectuarse a través de
los procesos ordinarios o mediante unos procedimientos especiales, civiles, administrativo y
el especial de trabajo. Todos estos procesos se caracterizan por su rapidez y eficacia.
B) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD DE LA LEGALIDAD
También le corresponde al TC la función genérica de control normativo, dicho control lo
ejerce exclusivamente con respecto a la Constitución y con el único objeto de que todo el
ordenamiento se adapte armónicamente a lo dispuesto en nuestra Ley Fundamental. Esta
función, consistente en obtener que todas las disposiciones con fuerza de ley se adapten al
principio de “jerarquía normativa”, situando en la cúspide del ordenamiento a la Constitución,
la ejerce el TC a través de diversos procedimientos de control abstracto y concreto de la
constitucionalidad, y de resolución de los conflictos de competencias entre el estado y las
CCAA o las Corporaciones locales.
a) Procedimientos de control de la constitucionalidad.
El TC garantiza la primacía de la Constitución y enjuicia la conformidad o disconformidad con
ella de las leyes, disposiciones o actos impugnados.
El objeto de tales procedimientos lo constituyen, pues, siempre las disposiciones normativas
con rango de ley o, lo que es lo mismo, los Estatutos de Autonomía, los Tratados, las LO y
Ordinarias., los D.Leyes y Legislativos, pero nunca los reglamentos inconstitucionales, los
cuales son controlados “difusamente” por todos los tribunales de lo Contencioso-
Administrativo, ni los actos administrativos, que, si vulneran algún derecho fundamental,
pueden ser anulados a través del recurso de amparo.
Los procedimientos estricto sensu de control de constitucionalidad son dos:
- El recurso de inconstitucionalidad- es un procedimiento abstracto. Para disposiciones
normativas con rango de ley, debidamente promulgados.
Después de su publicación pueden interponer el recurso- el Presidente del Gobierno, el
Defensor del Pueblo, 50 diputados o senadores, todos ellos en cualquier caso, y los Consejos
de gobierno o Asambleas Legislativas de las CCAA tan sólo cuando se trate de disposiciones
con fuerza de ley que puedan afectar al ámbito de su autonomía. Dicho recurso ha de
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interponerse dentro del plazo de 3 meses a partir de la publicación de la disposición
impugnada, cuya vigencia puede ser suspendida por el TC.
- La cuestión o duda de inconstitucionalidad- es un proceso concreto de control de la
constitucionalidad que pueden suscitar (causar) los Juzgados y Tribunales del Poder Judicial
en el curso de un proceso. También lo puede plantear el TC “autocuestión de
inconstitucionalidad” cuando en el seno de un recurso de amparo o de un conflicto en
defensa de la autonomía local, la sala del TC obtenga la duda de inconstitucionalidad. Si es
así, admitirá el conocimiento de la autocuestión al Pleno del TC a fin de que se pronuncie
mediante sentencia sobre la conformidad de la norma con al constitución.
Cuestiones prejudiciales- se trata de normas con rango de ley, supuestamente
inconstitucionales, y que el juez ha de aplicar en un proceso determinado.
Para que el juez plantee la “cuestión de inconstitucionalidad” se requiere: el “juicio de
relevancia” y que plantee la cuestión previa audiencia de las partes, una vez concluso el
procedimiento y dentro del plazo para dictar sentencia.
Juicio de relevancia- el juez exterioriza su pertinencia en la resolución a través de la que
plantea la cuestión, ha de determinar en el auto de planteamiento de la cuestión en que
medida de la resolución la misma depende el contenido del fallo.
Antes de adoptar mediante auto su decisión definitiva, el órgano judicial oirá a las parte y al
Ministerio Fiscal para que en el plazo común e improrrogable de 10 días puedan alegar lo
que deseen sobre la pertinencia de plantear la cuestión de inconstitucionalidad, o sobre el
fondo de ésta.
El planteamiento de la cuestión de constitucionalidad originará la suspensión provisional de
las actuaciones en el proceso judicial hasta que el TC se pronuncie sobre su admisión.
Publicada en el BOE, la admisión a trámite de la cuestión de inconstitucionalidad, quienes
sean parte en el procedimiento judicial podrán personarse ante el TC dentro de los 15 días
siguientes a su publicación, para formular alegaciones, en el plazo de otros 15 días.
Una vez oídas las partes, el TC resuelve mediante sentencia, la cual goza de los mismos
efectos de cosa juzgada que las recaídas en los recursos de inconstitucionalidad.
- Recurso y cuestiones de inconstitucionalidad- contra normas forales fiscales de los
territorios de Álava , Guipúzcoa y Vizcaya, dictadas en el ejercicio de sus competencias
exclusivas garantizadas y reconocidas en el Estatuto de Autonomía par el País Vasco.
b) Los conflictos de competencia entre el Estado y las CCAA.
Son unos procedimientos específicos de control de la constitucionalidad, limitados a
comprobar si las disposiciones y actos emanados de los distintos poderes del Estado, o de
sus poderes normativos y los de las CCAA, se adecuan o no al reparto constitucional de
competencias.
De todos los hipotéticos conflictos que pueden surgir entre los distintos poderes del Estado,
los más importantes suelen ser los que enfrentan al Estado con las Autonomías.
Las CCAA ostentan competencias legislativas y de ejecución derivadas del denominado
“bloque autonómico de la constitucionalidad”, es decir, de la asignación de competencias que
efectúa la Constitución, los respectivos estatutos de autonomía o determinadas LO.
Conflicto de competencia positivo- cuando gobierno y CCAA reclama para sí la competencia
o cuando el conflicto surge entre dos o más CCAA.
Los conflictos positivos o negativos han de plantearse por la parte gravada ante el TC. En el
plazo de 2 meses si la disposición o el acto fuera impugnado por el gobierno o en el de 1 mes
posterior a la contestación del requerimiento previo de incompetencia (que ha de efectuar la
CA al gobierno dentro de los 2 meses siguientes a la publicación de la disposición
impugnada)
Gobierno- 2 meses para reclamar, 1 mes para que le contesten a la reclamación de la CA.
CA- 2 meses desde la publicación de la disposición a impugnar.
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Conflicto de competencia negativo- la Administración del Estado declina indebidamente su
competencia en una CA.
Conflictos de la Autonomía Local- los municipios y provincias pueden plantear un conflicto
ante el TC. Dentro de los 3 meses posteriores a la promulgación de la disposición con fuerza
de ley que supuestamente infringe la autonomía local, la corporación solicitará un informe del
órgano consultivo competente dentro del mes siguiente a la recepción de dicho dictamen.
Se promulga la ley- 3 meses para pedir informe- desde que se recibe el informe 1 mes para
interponer recurso.
C) COMPLEMENTACIÓN DEL ORDENAMIENTO.
Punto de vista subjetivo- debida a la supremacía de la Constitución y a la superior posición
institucional del TC es vinculante no sólo para los particulares, sino para todos los poderes
del estado, tanto centrales como autonómicos y lo demuestra la jurisprudencias constitucional
recaída en recursos de inconstitucionalidad y conflictos de competencia, que ha contribuido
decisivamente a la consolidación y configuración del Estado español de las Autonomía y en
recursos de amparo que han provocado importantes reformas de nuestro derecho legislado.
Punto de vista objetivo- debido a la circunstancia de que el techo de creación judicial del
derecho es más alto en el TC que el TS, la doctrina legal del TC vincula también al poder
legislativo. Esta es la razón por la cual, cuando el TC declara la inconstitucionalidad de una
ley, suelen las Cortes promulgar inmediatamente una nueva que colme dicho vacío
normativo.
La función del TC es esencialmente negativa, se limita a anular normas o actos y no debe ser
nunca positiva porque, se convertiría en legislador. Sin embargo, a través de las
denominadas sentencias interpretativas el TC llega a determinar las directrices o principios
constitucionales que han de inspirar al legislador ordinario en la promulgación de la nueva
ley.
La jurisprudencia de los tribunales de justicia recaída sobre leyes, disposiciones o actos
enjuiciados por el TC habrá de entenderse corregida por la doctrina derivada de las
sentencias y autos que resuelvan los procesos constitucionales.
La doctrina legal del TC abarca todos los sectores del Derecho, fundamentalmente el
Derecho Público.
La creación judicial del Derecho efectuada por el TC ha adquirido una singular relevancia,
sobre todo en el ámbito del Derecho Procesal Penal, en el que las más importantes reformas
han obedecido a la jurisprudencia emanada de dicho “intérprete supremo de la constitución”.
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LECCIÓN 9- LOS JUZGADOS Y TRIBUNALES
1- CRITERIOS PARA LA CREACIÓN DE LOS ÓRGANOS JUDICIALES.
La normativa aplicable sobre la determinación de los órganos jurisdiccionales y su respectiva
competencia objetiva se encuentra prevista en la LOPJ. Su art. 26 dispone “el ejercicio de la potestad
jurisdiccional se atribuye a los siguientes juzgados y tribunales…”
Diversos han sido los criterios, que han seguido el Legislador ordinario para determinar nuestra
organización judicial. Atendiendo a un primer criterio de especialización jurídica, derivada de la
complejidad del ordenamiento material, aparecen los “órdenes jurisdiccionales” (civil, pena
contencioso-administrativo y social) o manifestaciones de la Jurisdicción, que disciplinan los arts.
22 a 25.
Dentro de cada orden jurisdiccional coexisten unos órganos jurisdiccionales unipersonales, que la
LOPJ denomina Juzgados y otros que se denominan Audiencias o Tribunales.
El término Audiencia proviene de nuestro Derecho histórico, la misión de estos tribunales se
circunscribía (ajustaba) a escuchar las alegaciones o informes orales de las partes.
En sentido técnico, las Audiencias son también Tribunales, los órganos jurisdiccionales se denominan
Juzgados y los colegiados Tribunales.
Los Juzgados son órganos de instancia y, en cuanto tales, tienen como misión recabar los hechos
verificar su prueba y aplicar el Derecho mediante la Sentencia, en tanto que los Tribunales son
órganos de segundo grado, bien de apelación o de casación.
La existencia de Juzgaos (órganos de primera instancia) y de tribunales (de apelación o casación) e
una exigencia derivada, en último término, del derecho fundamental “a un proceso con todas la
garantías y del derecho a los recursos.
Si se desea evitar el arbitrio judicial, es necesario que las AP o los TSJ, a través del recurso de
apelación, revisen la valoración de la prueba y la aplicación del Derecho, efectuadas por lo
Juzgados de instancia. Y si se quiere, garantizar la seguridad jurídica y proteger el principio
constitucional de igualdad en la aplicación de la Ley del art. 14 CE, también resulta imprescindible
que el TS pueda, a través de la casación, revisar la aplicación del Derecho efectuada por lo
Tribunales de apelación, dotando, a través de su doctrina legal, de uniformidad a todo e
ordenamiento jurídico.
2- CRITERIO MATERIAL DE CREACIÓN DE ÓRDENES JURISDICCIONALES.
Debido a la instauración por la CE del principio de unidad jurisdiccional (art. 117.5) la LOPJ de 1985
procedió a refundir todas estas jurisdicciones y a incluirlas dentro del Poder Judicial bajo la
denominación de órdenes jurisdiccionales.
Los órganos jurisdiccionales no son, pues, jurisdicciones, sino manifestaciones de la Jurisdicción
(civil, penal, contencioso-administrativa o laboral)
En los arts. 22 a 25 de la LOPJ se fijan las materias sobre las que conocen tales órdene
jurisdiccionales.
A) El orden jurisdiccional civil es competente para la aplicación de todos los litigios o conflictos que
puedan surgir con ocasión de la aplicación del Derecho privado, civil y mercantil, incluida la
gestión del Registro civil. Los órganos que integran dicho orden jurisdiccional son los Juzgados de
Paz, los de 1ª instancia, los de lo mercantil, las AP, la sala de lo civil del TSJ y sala 1ª o de lo civ
del TS.
B) En el orden judicial penal, siempre preferente, está destinado a la actuación del “ius puniendi” de
Estado, cuando algún ciudadano cometiera un delito o una falta. Son órganos jurisdiccionale
penales: los juzgados de instrucción y centrales de la AN, los juzgados de violencia sobre la
mujer, los juzgados de lo penal y centrales de lo penal de la AN, las secciones del la AP y la AN
la sala de lo penal del TSJ y la sala 2ª de lo penal del TS. De la responsabilidad penal contra
autoridades militares aforadas al TS conoce la Sala 5ª o de lo militar. Si fuera menor conoce de ta
infracción el juez de menores, previa la instrucción efectuada por el MF. También se encuentra
incluidos el JVP
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C) El orden contencioso-administrativo conoce de las pretensiones contra los actos y Reglamento
de la Administración Pública que infrinjan el Derecho Administrativo, así como de la
responsabilidad patrimonial de dicha administración. Los Juzgados de lo Contencioso
Administrativo, las salas de lo contencioso-administrativo de los TSJ y de la AN y la sala 3ª o de lo
contencioso-administrativo del TS.
D) El orden social es competente par el conocimiento de todos los conflictos, individuales
colectivos, de trabajo y de las pretensiones en materia de S.Social. Juzgados de los social, la sala
de lo social del TSJ y de la AN y la Sala 4ª o de lo social.
3- CRITERIO TERRITORIAL DE CREACIÓN DE ÓRGANOS JUDICIALES.
Junto a la anterior organización judicial vertical, subsiste otra de carácter horizontal.
La determinación de los límites de su Jurisdicción de los órganos locales nos la efectúa la
“demarcación judicial”, cuya fijación constituye una materia de reserva de Ley, previo informe de la
CCAA, del CGPJ e iniciativa del Ministerio de Justicia, quien ha de confeccionar el correspondiente
Proyecto de ley.
Dicha demarcación judicial, que ha de ser respetuosa con la división territorial del Estado en
Municipios, Provincias y CCAA fue efectuada mediante la promulgación de la Ley 38/1988, de
Demarcación y Planta Judicial (LDP), la cual distingue los siguientes:
A) ÓRGANOS JURISDICCIONALES NACIONALES.
Integran esta categoría el TS, la AN y sus Juzgados Centrales de Instrucción, los Juzgado
Centrales de lo Penal, los Juzgados Centrales de lo Contencioso-Administrativo, los Juzgado
Centrales de VP y el Juzgado Central de Menores y son locales todos los demás.
B) ÓRGANOS JURISDICCIONALES DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Pertenecen a este grupo los TSJ, que por lo general, extienden su demarcación al ámbito territoria
de la CA respectiva, cuya organización judicial culminan. Se exceptúan de dicha regla las ciudade
de Ceuta y Melilla, que pertenecen al TSJ de Andalucía y los TSJ de esta última comunidad, la
Canaria y Castilla-León cuyas salas de lo contencioso-administrativo y de lo Social aparecen
duplicados con jurisdicción local intracomunitaria. Dichos órganos tienen su sede en la ciudad que
determine el respectivo Estatuto de la Autonomía, la cual suele coincidir con la de la Comunidad
Autónoma, aunque no necesaria.
C) ÓRGANOS JURISDICCIONALES PROVINCIALES
Son órganos jurisdiccionales provinciales, las AP con sede en la capital de la Provincia, así como
determinados Juzgados de lo Mercantil, de lo Penal, de lo Contencioso-administrativo, de VP y de
Menores, que, por lo general, extienden su competencia a la demarcación territorial de una Provincia
D) JUZGADOS DE PARTIDO
Integran esta categoría los Juzgados de 1ª Instancia y de Instrucción y los Juzgados de Violencia de
la Mujer, que extienden demarcación a un Partido Judicial. Tienen su sede en la capital del partido
Cuando existan una pluralidad de Juzgados de 1ª Instancia en un determinado Partido, se
denominan mediante un número cardinal.
El Partido Judicial viene determinado por la circunscripción territorial de un Municipio o grupo de
municipios limítrofes. La circunscripción electoral coincide con la división territorial judicial, la Junta
electoral Central es nacional, las Provinciales limitan su competencia en la Provincia y las de Zona a
la demarcación o partido judicial.
4- LA DIVISIÓN TERRITORIAL EN SALAS Y SECCIONES.
Los Tribunales se dividen, por razones de especialización, en Salas.
TS tiene 5 (de lo civil, de lo penal, de lo contencioso-administrativo, de lo social y de lo militar)
La AN tiene 3 (penal, contencioso-administrativo y social)
Los TSJ tienen 3 (Civil y Penal, Contencioso-Administrativo y Social), algunos pueden tener más.
A diferencia de las Salas que gozan de carácter permanente, las Salas pueden aparecer divididas en
Secciones con éste u otro carácter. Las Secciones son conjuntos de tres o más Magistrados que, po
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razones de división del trabajo, se constituyen en tribunales para el concreto conocimiento de lo
asuntos que se les asignen.
Las AP, que carecen de Salas, se dividen en Secciones, normalmente de naturaleza permanente.
En otros Tribunales como el TS, se constituyen aleatoriamente para el conocimiento en concreto de
cada asunto.
A) PRINCIPIOS DE ORGANIZACIÓN.
A) Unidad
El MF goza de una sola personalidad jurídica, aunque integrado por más de 2000
fiscales dispone el art. 22.1 que el “MF es único para todo el Estado”
En su cúspide se encuentra el Fiscal General del Estado quien, nombrado y pudiendo
ser revocado por el Rey, a propuesta del Gobierno y oído el CGPJ (art. 124.CE),
ostenta la Jefatura del MF y su representación en todo el territorio nacional.
La ley 14/2007 de reforma del EOMF acentuó la autonomía del MF al disponer que,
con carácter previo a su designación por el Gobierno, debe oír al CGPJ y debe
comparecer el aspirante al Congreso de los Diputados a fin de que, mediante una
comparecencia, sean valorados sus méritos e idoneidad.
Al Fiscal General del Estado le corresponde dictar órdenes singulares o Instrucciones
sobre la interpretación de las Leyes que, por su Autoridad o prestigio, se convierten,
en la práctica forense, en fuente del Derecho. Si un determinado miembro de la
Fiscalía estimara contraria la orden cursada por el Fiscal General o por su superior
jerárquico, puede plantear su discrepancia a la Junta de Fiscales, quien emitirá su
informe, el cual podrá ser asumido o no por el superior jerárquico, cuya voluntad en
definitiva prevalece, tanto con respecto a sus subordinados, como en relación a la
Junta de Fiscales.
Por su parte, el RD 93/2006 de 3 de febrero regula el sistema de información del MF
y crea una red integrada de comunicaciones electrónicas del MF para garantizar un
sistema de identificación y codificación único de los procedimientos y actuaciones en
que intervenga el MF, una base de datos centralizada de dichos procedimientos, el
accesos telemático de las fiscalías a los registros, bases de datos, sistemas de
información y aplicaciones informáticas de carácter nacional gestionados por el
Ministerio de Justicia, y la conexión telemática permanente de la Fiscalía General del
Estado y de los restantes órganos centrales del Ministerio Fiscal con todas las
fiscalías, y de éstas entre sí. Asimismo, determina la estructura, composición y
funciones de la Comisión Nacional de informática y comunicaciones electrónicas del
Ministerio Fiscal.
b) Dependencia
Como consecuencia de la vigencia del principio de dependencia jerárquica que se
erige en el complemento imprescindible del principio de unidad y que, al igual que la
Administración Pública, informa también el funcionamiento interno de la Fiscalía.
Todos los Fiscales actúan bajo las órdenes y la supervisión de sus superiores: los
Abogados Fiscales y Fiscales están sometidos a los mandatos e instrucciones que
pueda impartir el Fiscal Jefe de la AP, AN, TSJ o Fiscal de Sala del TS y dichos
Fiscales Jefes están sometidos a las órdenes inmediatas del Fiscal General del
Estado, quien además propone al
Gobierno sus nombramientos y ascensos, puede decretar la suspensión de un
determinado Fiscal o proponer al Gobierno su separación del servicio. En la
actualidad los nombramientos de Fiscales de Sala y Fiscales Jefes lo son para un
período de cinco años.
B) ÓRGANOS
Configurada como una pirámide, en cuya cúspide se sitúa el Fiscal General del
Estado, asistido por el Consejo Fiscal, la Junta de Fiscales de Sala, la Inspección
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Fiscal, la Secretaría Técnica, la unidad de apoyo y por los Fiscales de Sala. En la
FGE existe un Fiscal contra la violencia de la mujer, con categoría de Fiscal de Sala,
un Fiscal contra los delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del
patrimonio histórico, del medio ambiente e incendios forestales, igualmente con
categoría de Fiscal de Sala y un Fiscal de menores.
En el seno del Consejo Fiscal habrá de integrarse una Comisión de Igualdad para el
estudio de la mejora de los parámetros de igualdad en la Carrera Fiscal, cuya
composición quedará determinada en la normativa que rige la constitución y
funcionamiento del Consejo Fiscal.
Por debajo del FGE se encuentran las Fiscalías del TC, TS, de la AN y Fiscalías
especializadas para la prevención y represión del tráfico ilegal de drogas y para la
represión de los delitos económicos relacionados con la corrupción y la criminalidad
organizada Fiscalía de los TSJ y las Fiscalías de las AP. A su vez, en cada una de
estas Fiscalías, existe un Fiscal Jefe, un Teniente Fiscal y una pluralidad de Fiscales
con sus categorías oportunas (Fiscal de Sala en el TS-equiparados a Magistrados del
Alto Tribunal-, Fiscales equiparados a Magistrados y Abogados Fiscales equiparados
a Jueces.
En la Fiscalía de la Audiencia Nacional y en cada Fiscalía de los Tribunales
Superiores de Justicia y de las Audiencias Provinciales, existe una Sección de
Menores a la que se encomendarán las funciones y facultades que al Ministerio Fiscal
atribuye la Ley Orgánica Reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores y
otra Sección Contra la Violencia sobre la Mujer y Secciones de Medio Ambiente
especializadas en delitos relativos a la ordenación del territorio, la protección del
patrimonio histórico, los recursos naturales y el medio ambiente, la protección de la
flora, fauna y animales domésticos, y los incendios forestales.
A estas Secciones son adscritos Fiscales que pertenezcan a sus respectivas
plantillas, teniendo preferencia aquellos que se hayan especializado en la materia.
La plantilla orgánica de las Fiscalías se fijará por Real Decreto y deberá ser revisada
al menos cada cinco años, para adaptarla a las nuevas necesidades.
C) ESTATUTO
La nota más característica del estatuto de los miembros del MF reside en su similitud
con el de los Jueces y Magistrados. Ello es debido, como se ha apuntado, a que el
MF, con la autonomía que le es propia y los principios que le caracterizan, es un
órgano imparcial colaborador de la Jurisdicción por lo que ha de ser formalmente
ubicado dentro del Poder Judicial.
De este modo, el ingreso en el Cuerpo de Fiscales se efectúa mediante oposición
libre y conjunta con los aspirantes a Jueces. Su régimen retributivo es idéntico al de
los Jueces y Magistrados, y los requisitos de capacidad, las prohibiciones,
incompatibilidades y situaciones administrativas son similares a las que rigen para los
Jueces y Magistrados. Lo mismo ocurre con las tres enunciadas categorías de
Fiscales, que se encuentran equiparadas a las de los Jueces, circunstancias todas
ellas que, al igual que en Francia, permitirían en España conceptuar al MF como
«Magistrados de a pie» porque informan de pie, para diferenciarlos de los demás
Magistrados que permanecen «sentados» escuchando las alegaciones de las partes.
3. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN
A) LEGALIDAD. LA OPORTUNIDAD REGLADA
«Por el principio de legalidad el Ministerio Fiscal actuará con sujeción a la
Constitución, a las leyes y demás normas que integran el ordenamiento jurídico
vigente, dictaminando, informando y ejercitando, en su caso, las acciones
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procedentes u oponiéndose a las indebidamente actuadas en la medida y forma en
que las leyes lo establezcan».
Si un determinado miembro del MF estimara contraria al principio de legalidad una
determinada orden dictada por su superior, «usará de las facultades previstas en el
art. 27 de este Estatuto », es decir, podrá avocar su discrepancia al conocimiento de
la Junta de Fiscales. Pero, tal y como se ha avanzado, el informe de dicha Junta no
es vinculante, por lo que prevalece siempre el principio de dependencia jerárquica y
el Fiscal subordinado habrá de acatar, en último término, la orden de su superior.
La vigencia del principio de legalidad, sancionado por el art. 100 LECrim, no se opone
a que pueda instaurarse en nuestro ordenamiento un principio de oportunidad
reglada, cuyo fundamento descansa en la necesidad de conciliar aquel principio de
legalidad con la protección del interés público y los derechos de los ciudadanos (art.
124.1 CE). Así, pues, y atendiendo a otros fines del proceso penal, distintos a los de
la mecánica aplicación del «ius puniendi» del Estado, tales como la pronta reparación
de la víctima, la reinserción social del imputado o la lucha contra la criminalidad
organizada y el terrorismo, el MF está también constitucionalmente legitimado para no
incoar un determinado procedimiento penal bajo el previo cumplimiento de
determinados presupuestos o para adoptar o instar incluso el sobreseimiento de un
determinado proceso bajo condición de cumplimiento por el imputado de
determinadas prestaciones inmediatas y/o futuras. De hecho este principio, de una
manera más o menos velada, aparece ya en la Ley Procesal Penal del menor (LO
5/2000) y en la conformidad «premiada» (arts. 801 y 802 LECrim)
B) IMPARCIALIDAD
«Por el principio de imparcialidad -dispone el art. 7 - el Ministerio Fiscal actuará con
plena objetividad e independencia en defensa de los intereses que le estén
encomendados».
Debido a la circunstancia de que el MF no defiende derechos o intereses propios,
sino ajenos (de las víctimas, menores, personas desvalidas, etc.), así como los
bienes e intereses públicos socialmente relevantes, su actuación en el proceso es,
como se ha dicho, la propia de una parte imparcial. El MF, al ser, pues, parte y no
órgano jurisdiccional, no puede ser recusado; pero, debiendo ser imparcial, está
obligado a abstenerse por las mismas causas de abstención que rigen para los
jueces y Magistrados, todo ello sin perjuicio de que el interesado ponga dicha causa
en conocimiento del superior jerárquico a fin de que sea debidamente apartado de la
causa.
4. FUNCIONES DEL MINISTERIO FISCAL
Se determinan en el art. 3 del EOMF, que viene a concretizar las funciones genéricas,
descritas en el art. 124.1 CE.
A) FUNCIÓN OBJETIVA DE DEFENSA DE LA LEGALIDAD
Al MF se le ha definido como el más celoso «guardián de la Ley» o defensor de la
legalidad, tanto constitucional, como ordinaria.
a) Como defensor de la Constitución, le incumbe «intervenir en los procesos
judiciales de amparo, así como en las cuestiones de inconstitucionalidad » e
«interponer el recurso de amparo constitucional, así como intervenir en los procesos
que conoce el Tribunal Constitucional en defensa de la legalidad »
El art. 162.l.b CE expresamente le faculta para promover e intervenir en cualesquiera
procesos de amparo y, no sólo en el constitucional, sino también en los civiles,
administrativos, penales o laborales que previamente han de suscitarse.
El fundamento de esta legitimación hay que residenciarlo en su función de «defensa
de la Constitución» en tanto que Ley suprema, lo que convierte a este órgano
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colaborador de la Jurisdicción en una posición procesal imparcial, conforme a la cual
(y, a diferencia del Abogado del Estado que defenderá siempre la constitucionalidad
del acto) habrá de sostener la pretensión de amparo cuando estime que algún acto,
disposición o vía de hecho de un poder público ha vulnerado un derecho fundamental
o, por el contrario y en cualquier otro caso, habrá de oponerse a ella y defender la
legalidad del acto.
b) Como defensor de la legalidad ordinaria al MF le corresponde defender a las
Leyes que tutelen bienes socialmente relevantes o el interés público. Dicha defensa
lo es, tanto de las Leyes procesales, como materiales de carácter imperativo y de
interés público.
a') En cuanto a la tutela de las Leyes procesales el EOMF expresamente le legitima
para defender la independencia judicial, prevenir y corregir las dilaciones procesales
indebidas, defender la Jurisdicción y competencia de los órganos jurisdiccionales,
interviniendo en todos los conflictos de competencia, y velar por la ejecución de las
resoluciones judiciales que afecten al interés público y social.
b') Como defensor de las Leyes materiales le incumbe: ejercitar las acciones
penales y civiles dimanantes de delitos y faltas u oponerse a las ejercitadas por otros,
cuando proceda; intervenir en el proceso penal, instando de la autoridad judicial la
adopción de las medidas cautelares que procedan y la práctica de las diligencias
encaminadas al esclarecimiento de los hechos; tomar parte, en defensa de la
legalidad y del interés público o social, en los procesos relativos al estado civil y en
los demás que establezca la ley e intervenir en los procesos civiles que determine la
ley cuando esté comprometido el interés social o cuando puedan afectar a personas
menores, incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios
de representación
B) FUNCIÓN SUBJETIVA
Desde un punto de vista subjetivo, en su calidad de defensa de los derechos de
los ciudadanos, al MF le corresponde ejercer en materia de responsabilidad penal
de menores las funciones que le encomienda la legislación específica
(fundamentalmente la instrucción del proceso penal de menores instaurado por la Ley
5/2000), debiendo orientar su actuación a la satisfacción del interés superior del
menor; intervenir en los procesos civiles que determine la ley cuando esté
comprometido el interés social o cuando puedan afectar a personas menores,
incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios de
representación y velar por la protección procesal de las víctimas, promoviendo los
mecanismos previstos para que reciban la ayuda y asistencia efectivas y prevenir la
comisión de detenciones ilegales, pudiendo visitar todos los centros de detenidos así
como promover el «habeas corpas» .
Para el logro de los anteriores cometidos, los arts. 4 y 5 EOMF confieren el MF
determinadas facultades, cuales son: recabar información de todos los
procedimientos, emitir órdenes e instrucciones a los miembros de la Policía Judicial,
practicar detenciones preventivas y efectuar las Diligencias Informativas, previas a
las «Diligencias Previas» del Juez de Instrucción (art.773.2 LECrim), tras la recepción
de una denuncia, las cuales han de ser respetuosas con el principio de contradicción
y el derecho de defensa, sin que puedan durar más de seis meses o de doce meses
en los supuestos de delitos contra la criminalidad organizada (con posibilidad de
prórroga), hasta que finalicen mediante archivo o presentación de denuncia o querella
ante el Juez de Instrucción.
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TEMA 14 - EL PERSONAL COLABORADOR DE LA JUSTICIA
1. «LOS CUERPOS DE FUNCIONARIOS AL SERVICIO DE LA ADMINISTRACIÓN DE
JUSTICIA»
El Título I del Libro VI, regula las disposiciones comunes de los funcionarios al servicio
de la Administración de Justicia, encuadrando dentro de este concepto a los Cuerpos de
Gestión Procesal y Administrativa, de Tramitación Procesal y Administrativa, de Auxilio
Procesal, de Médicos Forenses, de facultativos y Técnicos Especialistas del Instituto
Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, de Ayudantes de Laboratorio y de otro
personal al servicio de la Administración de Justicia.
Todos estos funcionarios se integran en Cuerpos Nacionales (art. 470.2) y forman parte
también de la denominada «administración de la Administración de Justicia», razón por
la cual su competencia reglamentaria, ejecutiva y disciplinaria pertenece al Ministerio de
Justicia o a las Comunidades Autónomas con competencia sobre la materia de justicia
(art. 471), quienes además pueden disponer el ingreso en la Administración de Justicia
de otros funcionarios (art. 473). La duración de la jornada de trabajo de tales
funcionarios corresponde al Ministerio de Justicia, oídas las Comunidades Autónomas
(art. 500).
El CGPJ, por su parte, ostenta competencia para determinar los órganos y el horario de
los servicios de guardia (art. 501).
Se rigen por las disposiciones de la LOPJ (arts. 470 y ss.) y supletoriamente por la
Legislación, estatal y autonómica, sobre la función pública (art.474).
Tales Cuerpos Nacionales se dividen en Generales y Especiales. Son generales los
Cuerpos «de Gestión Procesal y Administrativa», «de Tramitación Procesal y
Administrativa» y los «de Auxilio Judicial», en tanto que pertenecen a los Cuerpos
Especiales todos los demás, relacionados más arriba (art. 475).
El ingreso de los funcionarios de carrera de tales Cuerpos se efectúa mediante
oposición o concurso-oposición, convocados por el Ministerio de Justicia (arts. 483.3 y
484) y la promoción mediante concurso-oposición, sistema de provisión de un 50% de
las plazas de cada Cuerpo superior (art. 490); la provisión de los puestos de trabajo se
realiza mediante concurso, de traslado o específico, o libre designación (art. 524)
efectuados por el Ministerio de Justicia o las CCAA (art. 525). La responsabilidad
disciplinaria corresponde indistintamente, según la competencia, al Ministerio o a las
CCAA, si bien la sanción de separación de servicio permanece residenciada en el
Ministerio de Justicia (art. 539).
A) LOS CUERPOS DE GESTIÓN PROCESAL Y ADMINISTRATIVA
Los funcionarios pertenecientes a dicho Cuerpo integran los tradicionalmente
denominados «Oficiales» de la Administración de Justicia. Para el ingreso en este
Cuerpo se requiere ser Diplomado Universitario, Ingeniero Técnico, Arquitecto Técnico o
equivalente (art. 475.a).
Tal y como su nombre indica, colaboran, bajo la supervisión del Secretario, en la
actividad procesal de nivel superior, mediante la tramitación de procedimientos que
exijan interpretaciones normativas, firman las comparecencias, documentan los
embargos y lanzamientos, pueden redactar notas que no sean de prueba, sino de
referencia, resumen y examen del trámite, realizan tareas de registro, emiten copias
simples de documentos, pueden asumir la Jefatura de las Unidades de Apoyo o de los
Servicios Comunes, efectuar tareas de gestión administrativa, de personal y de material,
y desempeñar puestos en las unidades administrativas, así como ejercer la Secretaría
de los Juzgados de Paz (art. 476). Excepcionalmente, cuando no existan suficientes
Secretarios en un determinado Juzgado, pueden intervenir, como fedatarios, en una
diligencia de registro y levantar la correspondiente acta.
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B) EL CUERPO DE TRAMITACIÓN PROCESAL Y ADMINISTRATIVA
Bajo esta denominación engloba la LOPJ a los tradicionalmente denominados
«Auxiliares» de la Administración de Justicia. Para el ingreso en este Cuerpo se
requiere estar en posesión del título de Bachiller o equivalente (art. 475.a).
Son funcionarios de apoyo a la gestión procesal, que, bajo la dependencia de los
funcionarios del Cuerpo de Gestión y, en último término, del Secretario, realizan tareas
ejecutivas, tales como la tramitación general de los procedimientos mediante el empleo
de métodos mecánicos u ofimáticos, confeccionando la totalidad de los documentos,
autos y expedientes procesales, incluidas las cédulas de los actos de comunicación,
llevan el registro y clasifican la correspondencia, pudiendo desempeñar su función, tanto
en las oficinas judiciales, como en las unidades administrativas (art. 477).
C) EL CUERPO DE AUXILIO JUDICIAL
Por funcionarios del Cuerpo de Auxilio Judicial cabe entender a los comúnmente
denominados «Agentes judiciales». Para su ingreso se exige el título de graduado en
ESO o equivalente (art. 475.a). Estos funcionarios, que, cuando actúan como policía
judicial, tienen el carácter de Autoridad, tienen como cometido practicar todos los actos
de comunicación (notificaciones, citaciones y emplazamientos), la ejecución de
embargos y lanzamientos, mantener el orden en las vistas, realizar funciones de archivo
y velar por el correcto funcionamiento de los medios técnicos del Tribunal, pudiendo
desempeñar también su actividad, tanto en la oficina judicial, omo en las unidades
administrativas (art. 478).
2. LA POLICÍA JUDICIAL
Tal y como dispone el art. 126 CE «la policía judicial depende de los Jueces, de los
Tribunales y del Ministerio Fiscal en sus funciones de averiguación del delito y
descubrimiento y aseguramiento del delincuente, en los términos que la Ley
establezca».
En desarrollo de este precepto constitucional el art. 547 LOPJ dispone que la policía
judicial auxilia a los Juzgados y Tribunales y al Ministerio Fiscal en la averiguación de
los delitos y en el descubrimiento y aseguramiento de los delincuentes. A continuación,
determina los funcionarios que componen dicha policía judicial, cuales son todas las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad dependientes, tanto del Gobierno Central, como de las
CCAA y de la Administración Local.
La policía judicial hoy viene, pues, integrada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado, las de las CCAA y la Policía local de los Ayuntamientos. Junto a esta policía
judicial genérica, adscribió también a los Juzgados, Tribunales y MF determinadas
«unidades orgánicas de la policía judicial » (art. 548 LOPJ) que, procedentes de las
referidas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, actúan bajo la directa
inmediación de los Fiscales, en las diligencias informativas previas a las judiciales, de
los Jueces de Instrucción en los sumarios y en la fase del juicio oral de los Jueces de lo
Penal y de las Audiencias Nacional y Provinciales.
Pero la dependencia de la policía judicial de los órganos jurisdiccionales es sólo
funcional y no orgánica, dependiendo en este último aspecto de sus mandos naturales,
quienes les pueden encomendar otros cometidos de prevención y seguridad ciudadana.
Las funciones de la policía judicial se determinan en el art. 549 LOPJ.
3. LOS MÉDICOS FORENSES
Son funcionarios de carrera que integran un Cuerpo Nacional de Titulados superiores al
servicio de la Administración de Justicia (art. 479). Para su ingreso se requiere ser
Licenciado en Medicina (art. 475.b).
4. OTROS CUERPOS E INSTITUCIONES PERICIALES
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A) LOS FACULTATIVOS DEL INSTITUTO NACIONAL DE TOXICOLOGÍA Y
CIENCIAS FORENSES
Estos funcionarios de carrera constituyen un Cuerpo Nacional de Titulados Superiores al
servicio de la Administración de Justicia. Pueden ingresar al mismo los Licenciados en
Ciencias Experimentales y de la Salud (art. 475.b) y prestan su asistencia a las
Autoridades judiciales, gubernativas, al Ministerio Fiscal y a los Médicos Forenses en el
curso del proceso penal. Prestan sus servicios en los Institutos de Toxicología y de
Medicina Legal, en donde realizan sus análisis sobre sustancias intervenidas y emiten
los informes periciales que los órganos jurisdiccionales les soliciten (vgr.: sobre la
pureza de la droga intervenida) (art. 480.1).
B) LOS TÉCNICOS ESPECIALISTAS DEL INSTITUTO NACIONAL DE
TOXICOLOGÍA Y CIENCIAS FORENSES
Han de estar, para su ingreso, en posesión del título de Técnico Superior en Formación
profesional o equivalente e integran también un Cuerpo Nacional (art. 475.b). Prestan su
función de auxilio técnico especializado en el Laboratorio del Instituto Nacional de
Toxicología (art. 479.2).
C) LOS AYUDANTES DE LABORATORIO DEL INSTITUTO NACIONAL
DE TOXICOLOGÍA Y CIENCIAS FORENSES
Han de estar en posesión del título de Técnico en Formación Profesional o equivalente,
forman un Cuerpo Nacional y prestan funciones de apoyo en el referido Instituto de
Toxicología (arts. 475.b y 480.3).
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TEMA 15- LOS ABOGADOS Y PROCURADORES
1. LA POSTULACIÓN Y LOS DERECHOS A LA TUTELA Y DE DEFENSA
Disponen los números primero y segundo del art. 24 CE que «todos tienen derecho a obtener la
tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin
que en ningún caso se produzca indefensión y a la defensa y asistencia de Letrado».
Debido a la complejidad del Derecho y a la circunstancia de que el Estado posee cualificados
expertos en Derecho para defender sus pretensiones, nuestras Leyes procesales imponen que,
para acceder a la Jurisdicción, bien sea como demandante o demandado, bien como acusador o
acusado, y la necesidad de comparecer en el proceso mediante procurador y asistido de
abogado. A estos profesionales nuestra Constitución les confía, pues, la importantísima función
de defensa de todos los derechos subjetivos, públicos y privados e intereses legítimos de los
ciudadanos.
A esta exigencia constitucional de comparecer los ciudadanos en el proceso representados por
procurador y defendidos por letrado o abogado, que tiene por última finalidad evitar situaciones
materiales de indefensión, se le denomina «capacidad de postulación». Consiste en la aptitud
requerida por la Ley para realizar válidamente dentro del proceso los actos procesales de las
partes.
La integración de dicha capacidad es una carga procesal que incumbe a las partes, de tal suerte
que el particular que se propone litigar ante los tribunales ha de contratar previamente los
servicios de abogado y procurador, se exceptúan los supuestos en que el litigante, por carecer de
recursos para satisfacer los honorarios y derechos de tales profesionales, ha de requerir la
asistencia de un abogado o procurador del turno de oficio, así como el imputado en un proceso
penal que, siendo pobre o rico, no haga uso de su derecho a la designación de un abogado de su
confianza, en cuyo caso el Juez le proveerá también de un abogado del turno de oficio. La
denuncia del incumplimiento por alguna de las partes de su capacidad de postulación es una
carga procesal que también incumbe a la contraparte, quien la ha de hacer valer por la vía de las
excepciones en el escrito de contestación a la demanda (art. 405.3). Pero, debido a que la
naturaleza de este requisito procesal es reconducible a la de los presupuestos procesales, cuyo
incumplimiento obstan a la válida realización del proceso, también ha de ser vigilado su
cumplimiento de oficio por el Juez, tratándose, en cualquier caso, de un requisito que permite su
subsanación dentro del mismo.
Tanto la LOPJ, como nuestras Leyes de Enjuiciamiento desde siempre optaron por un sistema
dual en el ejercicio de la capacidad procesal, de manera que los ciudadanos han de comparecer
en el proceso representados por procurador y defendidos por un abogado.
2. LA REPRESENTACIÓN PROCESAL: EL PROCURADOR
El procurador es el representante procesal de la parte material que actúa en el proceso como
consecuencia de la suscripción con su cliente de un mandato procuratorio o «poder para pleitos»,
que ha de ser intervenido por un notario o expedido por el Secretario judicial, en cuyo caso a la
designación del procurador se le denomina «apud acta»
En la actualidad la figura del procurador se justifica en la medida en que sea útil para descargar al
Tribunal y al abogado de las funciones de comunicación entre ambos, para lo cual es necesario
que se convierta en un especialista no sólo en derecho Procesal, sino también en las nuevas
tecnologías de la comunicación (Internet, firma electrónica ,etc.).
A) REQUISITOS PARA EJERCER LA PROFESIÓN DE PROCURADOR
Son procuradores quienes válidamente incorporados a un Colegio representan a los poderdantes
ante los juzgados y Tribunales. Para ser procurador se requiere ser español o ciudadano de la
Unión Europea, mayor de edad, no incapacitado o inhabilitado, estar en posesión del título de
Licenciado en Derecho y obtener el título de procurador que expide el Ministerio de Justicia.
Para la obtención de los mencionados títulos será necesario superar un proceso de formación
especializada de carácter fundamentalmente práctico, en el cual, al menos la mitad debe
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realizarse mediante prácticas externas en el ámbito de la abogacía o de la procura. Los cursos de
formación deberán ser acreditados conjuntamente por el Ministerio de Justicia y el Ministerio de
Educación y Ciencia y, podrán ser impartidos por las Escuelas de Práctica Jurídica que hayan
sido homologados por el Consejo General de la Abogacía o de la Procura, siempre que, celebren
un Convenio de Colaboración con una Universidad, pública o privada, por el que se garantice el
cumplimiento de las exigencias generales previstas para dichos cursos de formación.
Al final del periodo formativo práctico se realizarán las pruebas de aptitud profesional ante una
Comisión de Evaluación que será única para los cursos realizados en el territorio de una misma
Comunidad Autónoma. Estas Comisiones de Evaluación estarán compuestas por representantes
del Ministerio de Justicia, Educación y Ciencia, Comunidad Autónoma, Universidad, abogados y
procuradores. La prueba de evaluación tendrá el mismo contenido en todo el territorio nacional y
su convocatoria será, como mínimo, anual, sin que se pueda establecer un número de plazas de
acceso limitadas. Los procuradores limitan su actuación a la demarcación territorial de su
Colegio y han de actuar con profesionalidad, honradez, lealtad, diligencia y firmeza en la defensa
de los intereses de sus representados.
El procurador precisa, para su válida intervención en el proceso, que la parte o el Estado le
otorgue un poder de representación procesal, el cual puede ser general, especial y especialísimo:
es general, cuando el ciudadano otorga al procurador un poder para intervenir en toda clase de
procesos (civiles, penales, administrativos y laborales); especial cuando se le otorga para un
determinado orden jurisdiccional, y especialísimo cuando se habilita expresamente al procurador
tan sólo para ejercitar el derecho de acción en relación con un asunto o acto procesal
determinado. Por regla general, es suficiente el poder general para intervenir en todo tipo de
procesos; pero la Ley exige poder especialísimo o ratificación del poder general apud acta para
los actos que, como es el caso de la renuncia, desistimiento, transacción o allanamiento, entrañan
una disposición del proceso o para la interposición de una querella.
B) DERECHOS Y DEBERES DE LOS PROCURADORES
La relación de servicios que liga al procurador con su cliente es reconducible al mandato
voluntario, el cual se rige por las disposiciones de la LEC (arts. 23-35) y supletoriamente (art. 27
LEC) por las del Código Civil relativas al contrato de mandato (arts. 1.709-1.739). Como tal
contrato, el poder de representación procesal precisa ser aceptado por el procurador (art. 26), en
cuyo caso se perfecciona el contrato y surgen los derechos y obligaciones entre mandante y
mandatario (arts. 26 y 29 LEC): percepción de la «provisión de fondos» y pago de sus derechos
arancelarios, pudiendo acudir, en caso de impago, al proceso de ejecución de «jura de cuentas»
(art. 34 LEC) obligación de secreto, formalización de los emplazamientos, información a la parte y
al abogado de todas las vicisitudes procesales, comunicación diligente de todos los actos entre el
abogado y el tribunal, recepción de notificaciones etc.
Cesa también por revocación del mandante y por renuncia del mandatario, fallecimiento de alguna
de las partes y por finalización de la representación procesal.
3. LA DEFENSA TÉCNICA: EL ABOGADO
Pero el procurador, por sí solo no puede realizar válidamente actos procesales.
Necesita además la intervención personal en las vistas o la firma en los escritos del abogado,
quién es, cómo se ha dicho, quién ostenta la defensa técnica y la dirección procesal. Esta
exigencia la consagra el art. 31.1 LEC, en cuya virtud «Los litigantes serán dirigidos por abogados
habilitados para ejercer su profesión en el tribunal que conozca del asunto. No podrá proveerse a
ninguna solicitud que no lleve la firma de abogado».
Son abogados «quienes, incorporados a un Colegio español de Abogados en calidad de
ejercientes y cumplidos los requisitos necesarios para ello, se dedican de forma profesional al
asesoramiento, concordia y defensa de los intereses jurídicos ajenos, públicos o privados
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Esta denominación, la de abogado, corresponde, pues, al Licenciado en Derecho que ejerza
profesionalmente la dirección y defensa de las partes en toda clase de procesos, o el
asesoramiento y consejo jurídico.
A) REQUISITOS PARA EJERCER LA ABOGACÍA
Se requiere ser español o ciudadano de la Unión Europea, mayor de edad, no incapacitado o
inhabilitado, estar en posesión del Título Universitario de Licenciado en Derecho o el título de
grado que lo sustituya y darse de alta, en calidad de ejerciente, en un Colegio de Abogados.
Exige como requisito imprescindible para la colegiación la obtención del título profesional de
abogado.
El abogado puede desempeñar hoy su profesión en todo el territorio nacional y en el de los
Estados miembros de la Unión Europea. Es incompatible con la función de procurador y con
cargos, empleos o funciones públicas, cuya normativa específica así lo establezca o con la
actividad de auditoria de cuentas. Están sometidos a un estatuto especial de publicidad
Deontológico de la Abogacía, no puede efectuar competencia desleal (art. 8 CDAE) y han de
aceptar libremente la defensa, sin que los demás compañeros puedan asumir la defensa de un
cliente de la cartera de otro abogado sin la «venia» expresa del abogado originario.
Los abogados pueden ejercer hoy su profesión, tanto individualmente, en su calidad de
autónomos, contratados laborales o pasantes, como en despachos colectivos y en sociedades de
carácter personal, así como a través de agrupaciones de abogados que pueden asumir cualquier
forma de sociedad mercantil.
B) DERECHOS Y DEBERES DE LOS ABOGADOS
Tienen las obligaciones de colaborar en la recta Administración de la Justicia, de actuar con
probidad, veracidad y lealtad procesal, de secreto profesional, celo y diligencia en la defensa que
le sea encomendad, de satisfacer las cuotas colegiales, de asesoramiento y defensa de oficio de
quienes carezcan de recursos para litigar y de aseguramiento de la responsabilidad civil que
pudiera contraer con ocasión de su profesión. En el incumplimiento de sus obligaciones
profesionales están sometidos a la responsabilidad disciplinaria de su Colegio.
Les asiste el derecho a ejercer la defensa con libertad e independencia y con pleno respeto a su
función, lo cual implica un amplio ejercicio de la libertad de expresión, a ejercitar sus derechos
sociales en el Colegio, vestir toga en estrados y sentarse al mismo nivel que el Tribunal, sin dar la
espalda al público y en condiciones de igualdad con el MF y el Abogado del Estado y al pago de
sus honorarios profesionales, que pueden ser libremente estipulados o sometidos a las normas de
mínimos y orientadoras de los Colegios de Abogados, pudiendo incluso pactar una «cuota litis»
exclusiva (por su resultado).
No existe norma alguna que califique la relación jurídica que liga al abogado con su cliente y de
aquí que la jurisprudencia haya mantenido diversas tesis al respecto, reconducibles
fundamentalmente a dos, a la del «arrendamiento de obra» y a la del «arrendamiento de servicios
», que, en la actualidad, es la tesis dominante.
El contrato de patrocinio es un arrendamiento de servicios, por el cual el abogado de confianza se
compromete a prestar diligentemente y con eficacia sus servicios profesionales para la defensa
ante los Tribunales de determinados derechos subjetivos de su cliente por un precio cierto en
forma de honorarios libre y previamente pactados o los que determinen las normas orientadoras
de los Colegios de Abogados. Al ser un contrato de arrendamiento de servicios y no de obra, la
relación del Abogado con su cliente no es de resultad, siempre incierto, sino de medios,
comprometiéndose el abogado a defender a su cliente con la mayor diligencia, estudio, trabajo y
eficacia.
Lo dicho, sin embargo, no impide que, en determinadas ocasiones, la relación jurídica pueda ser
reconducida al contrato de obra. Ello sería lo que ocurriría, cuando el abogado es contratado para
la realización de un determinado trabajo precontencioso, como una gestión amistosa, la redacción
de un contrato o documento o la realización de un dictamen.
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En el supuesto de que, bien por haber obtenido la parte material el derecho de asistencia gratuita,
bien por haber recabado la intervención de un procurador o abogado, se les nombre de oficio a
tales profesionales, es claro que esta relación no puede ser reconducida ni a la figura del mandato
voluntario, ni a la del arrendamiento de servicios.
Consiste en asumir la defensa de oficio como consecuencia de la relación jurídica pública que les
liga con el Estado y que les obliga a cumplir con el mandato constitucional, según el cual a ningún
ciudadano se le puede ocasionar indefensión material.
En la actualidad, estos servicios relativos a la asistencia jurídica gratuita son retribuidos por el
Estado. Pero, si el beneficiario de este servicio viniere a mejor fortuna o en los supuestos de
intervención de oficio de estos profesionales en el ámbito del proceso penal y en relación con
personas que gozan de recursos para litigar, deben estos particulares satisfacer los derechos del
procurador y honorarios del abogado. Lo mismo ha de ocurrir cuando el beneficiario de la
asistencia gratuita rechace, ello no obstante, la designación de su abogado de oficio y nombre a
un abogado de confianza.
4. EXENCIONES A LA NECESIDAD DE POSTULACIÓN
En tales casos, si hubiera una condena en costas, no se incluirá, salvo temeridad, en la tasación
los honorarios y derechos del abogado y del procurador, cuya intervención no es preceptiva.
Tales supuestos de exención a la regla de la capacidad de postulación precisan ser estudiados en
cada orden jurisdiccional.
A) EN EL PROCESO CIVIL
No es preceptiva la intervención de procurador: a) En los juicios verbales cuya cuantía no exceda
de 900 euros y para la petición inicial de los procedimientos monitorios, conforme a lo previsto en
esta Ley; b) En los juicios universales, cuando se limite la comparecencia a la presentación de
títulos de crédito o derechos, o para concurrir a Juntas, y c) En los incidentes relativos a
impugnación de resoluciones en materia de asistencia jurídica gratuita y cuando se soliciten
medidas urgentes con anterioridad al juicio (art. 23.2 LEC).
No es preceptiva la intervención de abogado en: a) los juicios verbales cuya cuantía no exceda de
900 euros y la petición inicial de los procedimientos monitorios, conforme a lo previsto en esta
Ley, y b) Los escritos que tengan por objeto personarse en juicio, solicitar medidas urgentes con
anterioridad al juicio o pedir la suspensión urgente de vistas o actuaciones. Cuando la suspensión
de vistas o actuaciones que se pretenda se funde en causas que se refieran especialmente al
abogado también deberá éste firmar el escrito, si fuera posible (art. 31.2).
B) EN EL PROCESO PENAL
Como consecuencia de la vigencia del derecho del imputado a defenderse por sí mismo o a
contar con un abogado de su elección del art. 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, ha
de reconocerse, en principio, la validez, tanto de la defensa privada del imputado, como de la
pública de su abogado defensor. Por esta razón, la LECrim otorga plena validez a determinados
actos procesales que, en el curso de una instrucción, puede el imputado realizar sin la asistencia
de su abogado o procurador.
Tales actos son los siguientes: el derecho de «habeas corpus», el auto del Juez elevando la
detención a prisión provisional, la recusación de los peritos y el juicio de faltas, en donde no es
preceptiva, ni la intervención del abogado, ni la del procurador.
Por otra parte, en la instrucción del proceso penal abreviado, el abogado puede asumir también
simultáneamente la representación procesal.
Salvedad hecha de estas excepciones y especialidades, la intervención del abogado y del
procurador es siempre necesaria en todas las instancias del proceso penal.
C) EN EL PROCESO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
En el proceso contencioso-administrativo es preceptiva la intervención de abogado y de
procurador ante todos los órganos colegiados con las siguientes especialidades: a) en el proceso
abreviado y, en general, ante todas las actuaciones que transcurran ante los Juzgados de lo
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contencioso-administrativo, puede el abogado asumir también la representación procesal; b) en
los asuntos de personal o que promuevan los funcionarios y demás empleados sobre su relación
funcionarial pueden comparecer personalmente sin la asistencia del abogado y del procurador
(art. 23.3).
D) EN EL PROCESO DE TRABAJO
En la primera instancia no es preceptiva la intervención del abogado, ni del procurador, pero
pueden las partes otorgar la representación procesal, a un procurador, a un abogado, a un
graduado social o a cualquier persona que esté en el pleno goce de sus derechos civiles. Ello no
obstante, si una de las partes compareciera mediante abogado, habrá de comunicárselo al Juez
de lo Social para que se le traslade a la contraparte el ejercicio de aquél derecho en punto a poder
comparecer también asistida de Letrado; en actuaciones distintas a la del juicio, está obligado el
Juez a garantizar la igualdad de armas. En las demás instancias, es preceptiva la intervención del
abogado.
5. LOS COLEGIOS DE ABOGADOS Y DE PROCURADORES
La condición, tanto de procurador, como de abogado, se adquiere a partir del día del alta como
ejerciente en un Colegio profesional de procuradores o de abogados.
Previstos los Colegios profesionales en el art. 52 de la CE, la incorporación obligatoria de sus
miembros no contradice el derecho de asociación en su vertiente negativa, por lo que dicha
colegiación obligatoria ha recibido desde siempre el refrendo del Tribunal Constitucional.
Los Colegios de Abogados y Procuradores son Corporaciones de Derecho Público de ámbito
territorial que se constituyen para la defensa de sus asociados, su representación, labor de
formación de los colegiados y, sobre todo, para vigilar la deontología profesional, que es, en
definitiva, la causa constitucional que fundamenta la existencia de los Colegios y su adscripción
obligatoria.
Por esta razón, ostentan los Colegios la potestad disciplinaria que ha de ser ejercida con absoluto
respeto a las normas y garantías constitucionales del procedimiento sancionador (art. 546 LOPJ).
Los Colegios, en tanto que Corporaciones de Derecho Público, dictan actos administrativos y, en
cuanto tales, sometidos a la Ley de Procedimiento Administrativo Común, por lo que pueden ser
recurridos internamente ante los respectivos Consejos Generales de la Procura o de la Abogacía
o externamente ante los Juzgados y Tribunales de lo Contencioso-administrativo.
6. REPRESENTACIÓN Y DEFENSA DEL ESTADO Y DEMÁS ENTES PÚBLICOS
Abogado del Estado es todo profesional del Derecho que, como su nombre indica, defiende al
Estado. Pero, atendiendo a un criterio técnico, en nuestro Estado compuesto hay que diferenciar
los Abogados del Estado, los de las Comunidades Autónomas y los de la Administración Local.
A) LOS ABOGADOS DEL ESTADO
El prestigioso Cuerpo de Abogados del Estado se rige por el art. 551LOPJ.
Con las únicas excepciones del Ministerio de Defensa y de la Administración de la Seguridad
Social, que tienen su Cuerpo especial de Letrados, los Abogados del Estado son los encargados
del asesoramiento, representación y defensa en todo tipo de procesos.
Los Abogados del Estado dependen de la Dirección del Servicio Jurídico del Estado, que, con
categoría de Subsecretaría, está adscrita al Ministerio de Justicia, y pueden prestar su función en
dicha Dirección, en los distintos Ministerios y en la Administración periférica.
Ingresan mediante oposición libre que transcurre ante un tribunal designado por el Ministerio de
Justicia y en el ejercicio de su función están sometidos al principio de dependencia jerárquica, sin
que puedan, sin habilitación expresa del Director del servicio Jurídico, ejercer una acción, ni
desistir o transigir sobre las acciones entabladas sin la referida licencia.
B) LOS LETRADOS DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS Y DE LAS CORPORACIONES
LOCALES
Se rigen por lo dispuesto en el art. 551.2 LOPJ y su normativa específica.
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De conformidad con tales preceptos, la defensa y representación en juicio de las Administraciones
de las Comunidades Autónomas y de las Corporaciones Locales corresponde a los Letrados que
sirvan en los servicios jurídicos de dichas entidades, a los abogados colegiados, cuyos servicios
contraten expresamente para determinados asuntos o a la Abogacía del Estado, si requirieran de
sus servicios. En la práctica forense suelen ser los Letrados de dichas Administraciones quienes
asumen su defensa.
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SECCIÓN QUINTA- LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA.
A D
Una vez dentro del proceso, ambas partes han de gozar de todo un conjunto de
derechos y garantías de incidencia procesal, que se resumen en el derecho al
«proceso justo o debido» y que han surgido a lo largo de la Historia hasta impostarse
en los Pactos internacionales cíe Derechos Humanos (así, el art. 6 CEDH) y en la
mayoría de las Constituciones europeas (en la nuestra, en el art. 24). La finalidad de
tales derechos fundamentales consiste en obtener la imparcial aplicación del Derecho
Objetivo al caso concreto y evitar que la verdad pueda obtenerse en el proceso a
cualquier precio, provocando situaciones materiales de indefensión para alguna de
las partes o, lo que es peor, la indebida violación de otros derechos fundamentales (la
libertad, la inviolabilidad del domicilio, el secreto de las comunicaciones, etc.).
De este modo, con independencia de los derechos de tutela y de defensa, del art.
24.2 de la CE se deduce claramente la existencia, o se infieren los siguientes
derechos constitucionales de incidencia procesal: el derecho al Juez legal imparcial;
los principios de contradicción, de igualdad de armas y acusatorio (implícitos en el
derecho a «un proceso con todas las garantías»); el derecho del imputado al silencio
y a no declarar contra sí mismo; a ser defendido por un Abogado y al conocimiento
previo de la imputación; el derecho a utilizar la prueba pertinente; a no ser condenado
sin actividad probatoria de cargo suficiente o mediante pruebas «prohibidas»
(contenido en la «presunción de inocencia»), y el derecho a los recursos
preestablecidos en el ordenamiento (implícito en el derecho a la tutela). Todos estos
derechos fundamentales se complementan con otros especiales, tales como los que
adornan el derecho a la libertad (art. 17), la entrada y registro (art. 18.2) o la
intervención de las comunicaciones (art. 18.3).
B) L A S OBLIGACIONES PROCESALES
Art. 118 de la CE, «es obligado cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes
de los jueces y Tribunales, así como prestar la colaboración requerida por éstos en el
curso del proceso y en la ejecución de lo resuelto».
La primera de dichas obligaciones es la de comparecencia a la llamada del Juez de
todos los sujetos que intervienen en el proceso. Una vez dentro de él, tienen
asimismo las obligaciones de veracidad y probidad y, en general, de actuar con
buena fe procesal (art. 247 LEC que prevé para garantizar su cumplimiento multa de
180 a 6.000 euros) y de colaborar con los órganos jurisdiccionales para una buena
marcha del proceso. De la obligación constitucional de cumplir con las resoluciones
judiciales cabe inferir las de soportar un análisis sanguíneo para la investigación de la
paternidad (art. 767.4 LEC que sanciona su incumplimiento con la «ficta confessio»),
la de exhibición de documentos en poder de terceros o de las partes (arts. 256.1,
270.2, 328 LEC), o la del patrimonio (art. 589 LEC) a fin de que sobre él pueda el
Juez disponer las oportunas medidas ejecutivas (vgr., el embargo) que aseguren el
derecho de crédito del acreedor frente a una posible ocultación de bienes por parte
del deudor.
C) LAS POSIBILIDADES Y CARGAS PROCESALES
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En el proceso, no les asisten a las partes derechos, ni obligaciones, sino
posibilidades y cargas.
Las posibilidades procesales pueden conceptuarse como ocasiones u oportunidades
procesales que se les ofrecen a las partes en el curso del proceso, y mediante cuyo
ejercicio a través de los correspondientes actos procesales obtienen determinadas
ventajas o acrecientan sus expectativas de una sentencia favorable.
Las cargas procesales, son los actos procesales que incumbe o debe realizar la parte
interesada a fin de que pueda prevenir una desventaja procesal o, en último término,
evitar una sentencia desfavorable (de este modo, ha de comparecer el demandado a
fin de evitar los desfavorables efectos de la «rebeldía»; el actor tiene la carga de la
prueba de los hechos constitutivos de su pretensión y el demandado la de los hechos
impeditivos, extintivos y excluyentes; la parte gravada por una resolución judicial
desfavorable tiene la carga de impugnarla, etc.).
Las posibilidades y cargas procesales se ejercen o levantan mediante los oportunos
actos procesales, que originan las correspondientes situaciones, informadas por los
principios de contradicción e igualdad, desde las que las partes examinan sus
expectativas de una sentencia favorable a sus respectivas pretensiones y
resistencias.
3. LOS PRESUPUESTOS PROCESALES
Pero para que puedan válidamente surgir tales posibilidades, cargas y situaciones
procesales, es preciso que las partes, en el momento de ejercitar su derecho de
acción o de defensa, cumplan con determinados requisitos, sin cuya concurrencia el
Juez no puede entrar a conocer sobre el objeto del proceso o fondo del asunto.
Los presupuestos procesales condicionan la admisibilidad o válida emisión de la
Sentencia, que ha de resolver el conflicto jurídico material planteado, pero han de
concurrir en el momento del acceso de las partes al proceso. Desde un punto de vista
subjetivo pueden ser sistematizados en presupuestos del órgano jurisdiccional, de las
partes y del objeto procesal:
a) Los presupuestos del Juez son la jurisdicción y la competencia en cada una de sus
manifestaciones (objetiva, territorial y funcional);
b) los de las partes, la capacidad para ser parte y de actuación procesal, la
postulación y la capacidad de conducción procesal, y
c) los del objeto procesal, el procedimiento adecuado, la litispendencia y la cosa
juzgada. Junto a tales presupuestos genéricos pueden ser exigibles otros especiales,
tales como la caducidad (en el ejercicio de pretensiones constitutivas), el recurso
ordinario previo al contencioso-administrativo, la comunicación y reclamación previa
en el proceso administrativo, etc.
Respecto a su tratamiento procesal, se ha acentuado en la actualidad su examen de
oficio por parte del órgano jurisdiccional, quien en la medida» de lo posible ha de
procurar su subsanación al inicio del proceso (así, en la comparecencia previa del
juicio civil ordinario, destinada a purgar al proceso de la ausencia de obstáculos
procesales). Pero en algunas ocasiones, y siempre que el Secretario judicial o el Juez
no los aprecien de oficio, es el demandado quien, a través de las excepciones, tiene
la carga de alegar y probar su ausencia en el proceso.
La finalidad de estimular el examen de oficio de los presupuestos procesales y de
posibilitar su sanación reside en evitar las por todo demandante temidas «sentencias
absolutorias en la instancia», resoluciones a la que dan lugar la declaración de la falta
de alguno de dichos presupuestos. En un proceso moderno es siempre
recomendable que el tratamiento de tales presupuestos se haga al inicio del proceso
y no al final de la fase declarativa o al término de alguna de sus instancias, ya que, si
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así aconteciera, el actor habrá perdido el tiempo y su dinero, pues el contenido de
tales resoluciones
se circunscribe a declarar la ausencia del presupuesto procesal, dejando
imprejuzgada la relación jurídico material debatida, de tal suerte que tendrá el
demandante que cumplir con el presupuesto procesal inobservado, cuya ausencia se
ha constatado, y volver de nuevo a empezar con otro proceso.
4. EL OBJETO DEL PROCESO
Es la pretensión o declaración de voluntad del actor o acusador, planteada ante el
Juez pero dirigida contra el demandado o acusado, por la que se solicita, en el
proceso civil, el reconocimiento de un derecho o situación jurídica preexistente o la
condena del deudor al cumplimiento de una determinada prestación (art. 5.1 LEC) y,
en el proceso penal, la condena al acusado al cumplimiento de una determinada
pena.
A) ELEMENTOS
En toda pretensión puede observarse la concurrencia de los siguientes elementos o
requisitos:
a) Subjetivo: la legitimación
La pretensión tan sólo puede ser deducida por quien ostenta la legitimación activa y
tan sólo puede ser dirigida contra quien tiene la legitimación pasiva.
La legitimación es una relación jurídica, trazada por una norma de carácter material,
que ha de ligar a la parte demandante y demandada con el derecho, bien o interés
que se discute en el proceso (así, en una acción reivindicatoria o declarativa de
dominio habrá de acreditar el actor ser el propietario del bien litigioso, en un interdicto
ser su poseedor, en una pretensión de condena al pago de una cantidad dineraria,
ser el acreedor, etc.).
La legitimación es, pues, una relación jurídica material y, en cuanto tal, forma parte de
la fundamentación de la pretensión, de tal suerte que, si en el proceso se constata su
ausencia, ha de originar una sentencia de fondo y con todos los efectos materiales de
la cosa juzgada (vgr., si en un proceso declarativo de dominio se prueba que el actor
no era el titular del bien discutido en el proceso, nunca más ese supuesto propietario
podrá volver a reivindicar el dominio del bien frente a quien ha triunfado en el mismo;
tampoco el acreedor que ha visto desestimada su pretensión de condena podrá
ejercitarla contra su supuesto deudor, demandado en el proceso, etc.).
La legitimación puede ser activa y pasiva, según haya de observarla el demandante o
el demandado. Un actor ostenta legitimación activa, cuando se encuentra en la
relación requerida por la norma para solicitar del demandado el reconocimiento o
constitución de un derecho o su condena al cumplimiento de una determinada
prestación; inversamente, está legitimado pasivamente un determinado demandado,
cuando la pretensión se ha dirigido frente al sujeto responsable de la perturbación,
despojo, negación o creación del derecho o situación jurídica, o frente a quien
efectivamente resulta ser el deudor del incumplimiento de una determinada
obligación.
Pero la carga procesal de determinar la legitimación, tanto activa como pasiva,
incumbe exclusivamente al actor. Si viniera a faltar alguna de ellas, será el
demandado quien, a través del planteamiento, en el escrito de contestación a la
demanda, de la oportuna excepción de «falta de legitimación activa o pasiva», podrá
obtener una sentencia desestimatoria de la pretensión.
b) Objetivos
Los elementos objetivos de la pretensión vienen determinados por la petición, de un
lado, y la fundamentación fáctica y jurídica, de otro.
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La petición es la declaración de voluntad a la que se contrae la pretensión.
Dicha declaración se suele plasmar en el «suplico» o «solicito» de los escritos de
alegaciones de las partes y en él se individualiza la pretensión, permitiendo inferir su
naturaleza (declarativa, constitutiva o de condena), a la vez que se determina también
el objeto del proceso sobre el que versará la actividad decisoria del Juez. Por esta
razón, la petición establece los límites de la obligación de la congruencia judicial, de
tal modo que el órgano jurisdiccional no podrá otorgar, en su sentencia, más de lo
pedido por el actor, ni menos de lo resistido por el demandado, ni cosa distinta a lo
solicitado por ambas partes en sus respectivas peticiones.
Pero la petición, por sí sola, no constituye el objeto del proceso, sino que precisa de
una «causa petencli» o fundamentación fáctica. En nuestro ordenamiento, en el que
rige la doctrina de la «sustanciación de la demanda», el objeto procesal no lo
conforman las alegaciones jurídicas o individualización de las normas a los hechos
que fundamentan la petición, ya que iura novit curia, da mihifactum et dabo tibi ius;
tales axiomas nos indican que los Jueces son enteramente dueños de la aplicación
del Derecho y, por tanto, no están, como regla general, vinculados por las
invocaciones jurídicas que efectúen las partes en sus escritos de alegaciones.
Por consiguiente, el objeto del proceso queda integrado en nuestro ordenamiento por
la identidad de las partes y la petición más la fundamentación fáctica, con las propias
peculiaridades de las distintas tipologías de procesos.
Así, en el proceso civil, como consecuencia de la vigencia del principio dispositivo, es
la petición, como se ha dicho, la que determina la congruencia.
Por el contrario, en el proceso penal, aun cuando también subsiste una congruencia
«cuantitativa» al título de condena que ha de plasmarse en la petición, el objeto
procesal penal viene, sobre todo, integrado por la fundamentación fáctica o «hecho
punible» y la determinación del imputado.
B) CLASES DE PRETENSIONES
Atendiendo a su naturaleza, las pretensiones, tal y como determina el art. 5.1 LEC,
pueden clasificarse en declarativas, de condena y constitutivas.
En las pretensiones declarativas de lo que se trata es de obtener del juez el
reconocimiento o la declaración de preexistencia jurídica de un determinado derecho
subjetivo o situación jurídica individualizada (por ej., que el Juez declare la existencia
de una determinada servidumbre o la nulidad radical de un contrato por falta de
concurrencia de sus elementos constitutivos).
Las pretensiones de condena, como su nombre indica, están dirigidas a obtener la
condena judicial del deudor al cumplimiento de una determinada prestación de dar,
hacer o no hacer (así, todas las reclamaciones de cantidad en las que se solicita la
condena al pago de una suma dineraria, la petición de condena a la demolición de
una obra o a abstenerse de efectuar una determinada prestación, etc.). Desde un
punto de vista cuantitativo, las pretensiones de condena son las más frecuentes en
los Juzgados, si bien suelen poseer una naturaleza mixta: en ellas el acreedor
solicita, de un lado, el reconocimiento de un determinado derecho de crédito y, de
otro, la condena al deudor al cumplimiento de una determinada prestación.
Finalmente, las pretensiones constitutivas tienen por objeto conseguir la creación,
modificación o anulación de un derecho o de una situación jurídica.
Aquí el objeto procesal viene integrado, no sólo por la identidad de las partes y la
fundamentación fáctica, sino también por la jurídica (así, por ej., en un proceso de
impugnación de acuerdos sociales la «causa petendi» viene determinada también por
la infracción de las normas estatutarias). En la práctica forense y dentro de las
relaciones del Derecho privado son muy escasas, limitándose al ámbito del derecho
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de familia (por ej., las declaraciones paterno filiales de estado civil o la incapacidad) y
determinadas relaciones del Derecho mercantil (impugnaciones de acuerdos de
sociedades mercantiles, de patentes y demás signos distintivos de la propiedad
industrial, etc.), alcanzando una mayor virtualidad en la esfera del Derecho público
(vgr., las impugnaciones de actos administrativos y reglamentos ilegales, o el recurso
de inconstitucionalidad).
Debido a la circunstancia de que tales pretensiones se manifiestan contrarias al
principio de seguridad jurídica, el ejercicio del derecho de acción suele estar sometido
al cumplimiento de determinados plazos de «caducidad» y dentro del proceso, en
ocasiones, se le otorga legitimación activa al Ministerio Fiscal.
En el proceso civil tienen cabida todas y cada una de las referidas pretensiones
(declarativas, constitutivas y de condena), en tanto que en el proceso penal las
pretensiones son siempre de condena.
C) REQUISITOS FORMALES
La pretensión ha de reflejarse en el escrito de alegaciones de las partes destinado a
tal efecto. En la inmensa generalidad de los casos dicha declaración de voluntad es
planteada por el actor en su escrito de demanda, pero excepcionalmente puede
ocurrir que, frente a la demanda, el demandado no se limite a contestarla, sino que
formule, a su vez, una nueva pretensión contra el actor; dicha pretensión, que ha de
formalizarse en el escrito de contestación a la demanda, se denomina reconvención
y, mediante ella, pasa el demandado a asumir el rol de actor (por ej.: A demanda a B
en reclamación de cantidad; B contesta a la demanda y afirma que no sólo no debe
nada a A, sino que además es él el acreedor de A y le pide al Juez que condene a A
al pago de otra cantidad por otra causa distinta).
Ahora bien, salvedad hecha de la posibilidad procesal del demandado de formular
reconvención, el acto procesal en el que se interpone la pretensión es la demanda, y
en ella se confunden el ejercicio del derecho de acción (pues la demanda es el acto
de iniciación del proceso) y el de la formalización de la pretensión. En la demanda y
en la reconvención han de concurrir todos los requisitos o elementos de la pretensión
a los que nos hemos referido y que se contienen en el art. 399 de la LEC.
Pero, en otros procesos, el momento del ejercicio de la acción y el de la interposición
de la pretensión aparecen distanciados procedimentalmente.
Esto es lo que ocurre en el proceso contencioso-administrativo, en el que el derecho
de acción se ejercita en el escrito de interposición del recurso contencioso-
administrativo, en el que además se anticipa la «petición», pero la pretensión se
interpone más tarde, en el escrito de demanda; lo mismo ocurre en el proceso penal:
la acción se ejercita en la querella y demás actos de iniciación del proceso y la
pretensión se deduce en los escritos de calificación provisional o acta de acusación.
5. LA FUNCIÓN DEL PROCESO
El proceso, como todo medio heterocompositivo, está arbitrado para la solución
definitiva e irrevocable, a través de la aplicación del Derecho objetivo, de los
conflictos intersubjetivos y sociales que en él se planteen.
Esta es la función genérica del proceso. Pero, atendiendo a su relación con el objeto
procesal, puede destacarse otra más específica: la de la satisfacción de las
pretensiones y resistencias.
En este sentido, cabe destacar que mediante esta última función se diferencia
cualitativamente el proceso de la solución que pudiera alcanzarse a través de otros
medios auto o heterocompositivos, pues la satisfacción procesal, ha de ser jurídica,
razonada, eventualmente completa, estable y práctica.
A) JURÍDICA
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La primera nota que diferencia la satisfacción procesal de la obtenida mediante otros
medios de solución de conflictos es la de estar fundada en el derecho objetivo.
A diferencia de otros equivalentes jurisdiccionales, en los que caben los «laudos en
equidad», la satisfacción procesal que ha de otorgar la sentencia se caracteriza por
estar necesariamente fundada en Derecho. Así se encarga de establecerlo el art.
248.3 de la LOPJ, en cuya virtud las sentencias contendrán una declaración de
hechos probados *«los fundamentos de derecho y, por último, el fallo».
B) RAZONADA
Pero la aplicación del Derecho no puede efectuarse de una manera arbitraria.
A diferencia del Antiguo Régimen, en el que les estaba prohibido a los jueces motivar
las sentencias, en el actual Estado de Derecho no sólo hay que cumplir con dicho
deber de motivación, sino que también le está vedado al Juez seleccionar
caprichosamente la norma aplicable, y ello porque, aun cuando no esté vinculado por
las alegaciones de las partes, tan sólo puede aplicar la norma reclamable al caso
concreto, ya que la Sentencia no sólo ha de estar formalmente, sino también
materialmente motivada o, dicho en otras palabras, la satisfacción jurídica ha de ser
razonada y razonable. Para garantizar este requisito de la sentencia existen los
medios de impugnación (el recurso de apelación por vicios in iudicando) y, en última
instancia, el recurso de amparo por infracción del derecho a la tutela.
C) COMPLETA
En tercer lugar, al actor el ordenamiento le garantiza la posibilidad de obtener una
satisfacción completa de su pretensión. Para conseguir dicho objetivo se establece la
obligación de los Jueces de ser congruentes en las Sentencias con las pretensiones
que se les planteen. Si otorgaran una satisfacción parcial o incompleta, la parte
afectada habría experimentado un «gravamen» que le legitimará para la interposición
del correspondiente recurso. Pero si su pretensión impugnatoria no prospera, el
proceso le habrá quitado la razón y deberá reestructurar sus expectativas jurídicas.
Naturalmente el proceso no garantiza una satisfacción total de cualquier pretensión,
sino tan sólo de aquellas que son legítimas. Lo que sí garantiza es la posibilidad de
obtener una satisfacción completa si el actor logra demostrar que le asiste la razón
jurídica en toda su integridad.
D) ESTABLE
La satisfacción jurídica debe ser permanente e irrevocable; de lo contrario la
sentencia no tendría otro valor que el de un consejo y la insatisfacción podría
reproducirse inmediatamente. Para dotar de «inmutabilidad» a la sentencia, para
garantizar en definitiva el principio constitucional de «seguridad jurídica» (art. 9.3 CE),
surge la institución de la cosa juzgada, uno de cuyos efectos primordiales, el
denominado efecto negativo, consiste precisamente en evitar que pueda reproducirse
el conflicto en un ulterior proceso entre las mismas partes y siempre y cuando la
causa de pedir sea la misma (art. 222 LEC); si así sucediera, podrá el demandado
ejercitar la excepción de «cosa juzgada».
E) PRÁCTICA
Pero la satisfacción jurídica, finalmente, no puede ser platónica, sino real o práctica.
Por tal razón, otro de los efectos positivos de la cosa juzgada es su «ejecutoriedad»
y, por la misma, para llevar a cabo en sus propios términos los fallos de los
Tribunales (art. 18.2 LOPJ) existe el proceso de ejecución, ejecución forzosa o vía
de apremio que también se residencia en los órganos jurisdiccionales, pues, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 117.3 de la CE, la potestad jurisdiccional no
sólo consiste en «juzgar», sino también en «hacer ejecutar lo juzgado».
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TEMA 19 PRINCIPIOS Y ESTRUCTURA DEL PROCESO
1. LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO
A través del estudio de los principios del proceso se puede observar en un corto espacio los
criterios informadores de nuestro ordenamiento procesal, a la vez que puede destacarse la
adecuación o no de nuestros distintos tipos de procesos con el modelo del «proceso justo»
trazado por nuestra Constitución.
2. PRINCIPIOS INHERENTES A LA ESTRUCTURA DEL PROCESO
Los que son consustanciales a la idea misma de proceso, si vienen a faltar, podrá hablarse de
la existencia de una fórmula autocompositiva, de un mero procedimiento, pero nunca de un
proceso.
Son principios inherentes a la esencia o estructura del proceso los de contradicción e
igualdad, que alcanzan una dimensión constitucional por encontrarse implícitos en el derecho
«a un proceso con todas las garantías» del art. 24.2 de la CE.
A) CONTRADICCIÓN
La existencia de dos posiciones enfrentadas, la del actor que interpone su pretensión y la del
demandado oponiéndose a la misma, constituye una nota esencial de todo proceso.
El principio de contradicción, cuando a ambas partes, actor y demandado o acusador e
imputado, se les permite efectivamente acceder al proceso-
Del principio de contradicción pueden destacarse las siguientes notas esenciales:
a) El derecho de acceso al proceso
Garantía del «libre acceso a los Tribunales», tanto el actor/acusador, como el
demandado/imputado, puedan libremente ejercitar sus respectivos derechos de acción y de
defensa y acceder al proceso, tanto a su fase declarativa, como a cualquiera de sus instancias.
Ha de ser efectivo. La efectividad se obtiene negativamente en nuestro ordenamiento
mediante la declaración de ilegitimidad de toda clase de obstáculos que puedan limitar o
restringir la comparecencia de las partes en el proceso.
Positivamente el libre acceso efectivo se asegura a través de la obligación del órgano
jurisdiccional de poner en conocimiento de la parte pasiva del proceso su existencia. Dicha
toma de conocimiento ha de efectuarse a través de la «citación personal» para los actos que
tengan por objeto el emplazamiento o comparecencia del demandado e imputado.
No existe en nuestro ordenamiento una obligación de las partes de comparecencia, sino una
mera «carga» procesal. El Juez cumple con el principio de contradicción mediante la citación
personal y traslado de la demanda al demandado; si no comparece, se expone a los efectos
desfavorables de una sentencia en rebeldía y, en el caso del imputado, a una requisitoria de
búsqueda y captura con la consiguiente detención.
b) La adquisición del «status» de parte
Una vez personadas las partes dentro del proceso, la vigencia del principio de contradicción
exige que el ordenamiento procesal les confiera todo el status procesal de parte para que,
con arreglo a su legitimación, puedan hacer valer con eficacia sus respectivas pretensiones y
defensas.
Habrá de observarse que no se produzcan en el proceso situaciones materiales de
indefensión como consecuencia de la escasez de recursos económicos para litigar y, en el
ámbito del proceso penal, el Juez habrá de designar Abogado de oficio al imputado (sea pobre
o rico) que no quiera designar un Abogado de su elección desde el mismo momento que
resulte imputado en un determinado procedimiento.
Comparecidas formalmente las partes, el principio de contradicción exige también que la parte
pasiva pueda conocer la pretensión a fin de poder contestarla con eficacia. En el proceso civil,
esta puesta en conocimiento se efectúa a través del traslado de la demanda; en el
administrativo mediante la remisión del expediente, y en el penal con la puesta en
conocimiento de la «imputación»
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c) El derecho a la «última palabra»
Adquiere una significación especial en el proceso penal. «Nadie puede ser condenado sin ser
previamente oído», es de inexcusable cumplimiento, y ello, no sólo en el proceso penal, sino
también en cualquier procedimiento administrativo de carácter sancionador, puede renunciar a
él y ejercitar su no menor derecho constitucional al silencio.
B) IGUALDAD DE ARMAS
El principio de contradicción ha de ser complementado en el proceso contemporáneo con el de
igualdad de armas, ambas partes procesales, actor y demandado, acusación y defensa,
ostentan los mismos medios de ataque y de defensa o, tengan idénticas posibilidades y cargas
de alegación, prueba e impugnación.
Ha de estar presente en todas y cada una de sus instancias, hasta la obtención de una
resolución definitiva y firme.
3. PRINCIPIOS REFERENTES AL OBJETO PROCESAL
Si los principios de contradicción e igualdad son inherentes a la estructura del proceso, el
dispositivo en el proceso civil y el acusatorio, en el penal, informan el objeto del proceso y nos
indican a qué sujetos procesales, si a las partes o al Juez, les corresponde la titularidad de la
pretensión y cuál sea el grado de vinculación a la que, deba someterse el órgano jurisdiccional.
A) EL PRINCIPIO DISPOSITIVO
El principio dispositivo entraña, como su nombre indica, un poder de disposición por las partes
del derecho de acción y del objeto del proceso. Su fundamento hay que encontrarlo en la
disponibilidad jurídico material de los derechos subjetivos en conflicto, dicho principio está
presente en todos los procesos en donde se discutan relaciones jurídico-privadas (proceso civil
y laboral) e incluso en aquellos de Derecho público en los que puedan estar comprometidos
derechos e intereses de la titularidad de los particulares (proceso contencioso-administrativo).
Un proceso está regido por el principio dispositivo, cuando en él concurren las siguientes notas
esenciales:
a) las partes son dueñas de los derechos e intereses materiales que se discuten en el proceso
y ostentan, por lo tanto, la plena titularidad del derecho de acción; b) asimismo, son
absolutamente dueñas de la pretensión y, por ende, de la continuación del procedimiento, y c)
vinculan mediante sus pretensiones la actividad decisoria del Juez.
Caracteres esenciales:
a) Poder de disposición sobre el derecho material
A nadie se le puede constreñir (obligar) a impetrar (pedir) su tutela jurisdiccional o a ejercitar su
defensa ante los Tribunales. El Juez no puede de oficio entablar un proceso entre las partes.
Ante el nacimiento de un conflicto, las partes son, pues, enteramente dueñas de acudir al
proceso o de solucionarlo fuera de él, acudiendo a fórmulas autocompositivas o al arbitraje.
Esta regla vale para todos los procesos del Derecho privado con la sola excepción de los
denominados «procesos civiles inquisitorios», esto es, los relativos al estado civil de las
personas.
b) Poder de disposición sobre la pretensión
Las partes, son dueñas del ejercicio de la acción o de la incoación del proceso, también de la
pretensión y del proceso mismo, pudiendo disponer de él a través de toda una serie de actos
que, con la fuerza de la cosa juzgada (allanamiento, renuncia y transacción) o sin ella
(desistimiento y caducidad), ocasionan la terminación anormal, sin sentencia y con anterioridad
a ella, del procedimiento.
Es necesario que las partes ostenten la titularidad de la pretensión, ya que, cuando ello no
acontezca, la renuncia a la pretensión podrá declararse nula y reconocerse legitimación al MF
o a terceros.
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c) Vinculación del Juez a la pretensión
Estriba en la obligación de congruencia del Juez con respecto a la pretensión del actor y la
resistencia del demandado. «Las sentencias deben ser congruentes con las demandas y con
las demás pretensiones deducidas oportunamente en el pleito », obligación cuyo
incumplimiento dejará expedita a la parte perjudicada el oportuno medio de impugnación
ordinario contra la sentencia y, en última instancia, el recurso de amparo, pues el TC tiene
declarado que el derecho a obtener del órgano jurisdiccional una sentencia congruente forma
parte del contenido del derecho a la tutela.
A los efectos de la determinación de la congruencia lo decisivo es la correlación entre la
pretensión y resistencia, reflejada en los «suplicos» o «solícitos » de los respectivos escritos de
demanda y de contestación, con el fallo o parte dispositiva de la sentencia, de tal suerte que
una sentencia será incongruente cuando el fallo o su parte dispositiva otorgue más de lo
solicitado por el actor, menos de lo resistido por el demandado, omita pronunciarse sobre
alguna de las pretensiones u otorgue cosa distinta a la solicitada por las partes.
El principio de congruencia no ciñe su ámbito de aplicación exclusivamente a la fase
declarativa, sino que también es reclamable a la de impugnación, de tal manera que el tribunal
superior que deba conocer del recurso no puede gravar más al recurrente de lo que ya lo
estaba por la Sentencia impugnada del Tribunal, salvo que recurriera también alguna de las
demás partes, en cuyo caso los límites de la congruencia vendrán determinados por el límite
de las pretensiones en la segunda instancia.
B) EL PRINCIPIO ACUSATORIO
Si el principio dispositivo informa el objeto del proceso civil, el acusatorio cumple con similar
función en el proceso penal. A través de él podemos determinar bajo qué distribución de roles
y bajo qué condiciones se efectuará el enjuiciamiento de la pretensión penal.
Un proceso penal está presidido por el principio acusatorio cuando las fases de instrucción y
de juicio oral se encomiendan a dos distintos órganos jurisdiccionales y la acusación es
encomendada a un sujeto distinto al órgano jurisdiccional, que ha de dictar su sentencia con
absoluto respeto al principio de congruencia con la pretensión penal.
Notas esenciales:
a) Desdoblamiento de la función instructora y decisora
Las funciones de instrucción, de un lado, y las de enjuiciamiento y decisión, de otro, han de
estar encomendadas a dos órganos distintos: al Juez de Instrucción o Ministerio Público la
primera, y al Jurado, Tribunal o Juez de lo Penal, la segunda.
A fin de prevenir, pues, el prejuzgamiento y evitar que el acusado sea juzgado por un órgano
falto de imparcialidad, el Tribunal Constitucional, estimó que dicha acumulación de funciones
es contraria, tanto al derecho fundamental al Juez legal imparcial, como al principio acusatorio,
que se encuentra implícito en el derecho constitucional a un «proceso con todas las
garantías».
La fase instructora es encomendada al Juez de Instrucción, a quien fundamentalmente se le
atribuye dicha fase dirigida a la investigación del hecho punible y la de su presunto autor
(mediante la incoación del «sumario » o de las «diligencias previas», nombre que recibe esta
fase según el delito lleve aparejada una pena superior o inferior a los nueve años de privación
de libertad), en tanto que la fase de juicio oral y la Sentencia es conferida, bien a los Juzgados
de lo Penal (que pueden imponer penas menos graves, de hasta cinco años), bien a las
Audiencias Provinciales (para la imposición de penas superiores).
b) Distribución de las funciones de acusación y de decisión
El principio acusatorio exige también el desdoblamiento de las funciones de acusación y de
decisión o, lo que es lo mismo, el cumplimiento del aforismo. Pero, a diferencia del principio
dispositivo civil, el cumplimiento de esta exigencia no se circunscribe al ejercicio de la acción,
sino al de la interposición de la pretensión penal.
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Aun cuando lo normal es que un proceso penal empiece mediante denuncia o querella de los
particulares, nuestro ordenamiento también conoce la «iniciación de oficio» (arts. 303 y 308
LECrim), la cual no conculca el acusatorio, porque lo importante es que exista una parte,
distinta al tribunal decisor, que formalice y mantenga a lo largo de todo el juicio oral la
acusación o pretensión penal.
Para garantizar una mayor imparcialidad en la decisión, la función de la acusación se otorgó a
un órgano esencialmente imparcial, como lo es el Ministerio Fiscal, nuestra LECrim conoce la
acusación particular en sus dos manifestaciones de «popular», y «privada» (según el
querellante sea o no el ofendido por el delito).
c) Congruencia
También constituye una nota del acusatorio, en el penal, la existencia de una determinada
vinculación entre la pretensión y la sentencia penal. Sin embargo, entre la congruencia civil y la
penal subsisten determinadas diferencias que deben ser resaltadas. La primera de ellas es la
de que la correlación del fallo a la pretensión penal lo es esencialmente a su fundamentación y,
dentro de ella, al hecho punible y a la identidad del acusado. La razón de dicha vinculación hay
que encontrarla en el «derecho de defensa», pues se vulneraría dicho derecho y el no menor
derecho constitucional al «conocimiento previo de la acusación», existirá una vulneración del
principio acusatorio y del art. 24.2 de la CE cuando la sentencia condene al acusado por un
hecho punible que no haya sido objeto de acusación, y con respecto al cual no se le ha
permitido al acusado articular la correspondiente prueba de descargo.
Junto a esta congruencia fáctica, reclamable en cualquier tipo de proceso penal, subsiste otra
vinculación a la fundamentación jurídica en el proceso penal «abreviado» (destinado a la
imposición de penas privativas de hasta nueve años) y otra cuantitativa al título de condena en
el proceso común (para delitos con penas superiores a los nueve años). En el primero de ellos,
y como consecuencia de la doctrina del TC sobre la «heterogeneidad del bien jurídico
protegido», dentro de un mismo hecho punible no se puede condenar por un delito distinto al
calificado por la parte acusadora cuando tal cambio de calificación conlleve una diversidad de
dicho bien jurídico (así, si el MF ha calificado un delito de tráfico de drogas como delito contra
la salud pública, no puede el Juez condenar por delito de contrabando). En el segundo, no se
le autoriza al Tribunal, sin utilizar la fórmula del art. 733 de la LECrim (destinada a poner en
conocimiento de la parte acusadora la eventual concurrencia de una distinta calificación
jurídica del hecho), aplicar una pena superior en grado a la correspondiente al título de
condena calificado, si bien dentro de dicho título invocado puede el Tribunal recorrer la pena en
toda su extensión y puede incluso absolver, pero no imponer una pena más grave.
La vigencia del acusatorio en la segunda instancia exige que no se pueda gravar más a un
apelante de lo que ya lo estaba por la sentencia recurrida, salvo que el apelado impugne
también la sentencia recurrida o se adhiera a la apelación ya iniciada.
4. LA ESTRUCTURA DEL PROCESO
La función del proceso consiste en la solución definitiva e irrevocable, a través de la aplicación
del Derecho objetivo, de los conflictos intersubjetivos y sociales que en él se planteen.
Atendiendo a su relación con el objeto del proceso, puede destacarse otra función más
específica: la de la satisfacción de las pretensiones. Al conformar la pretensión el objeto del
proceso, no ha de resultar extraño que existan tantas clases de procesos como de
pretensiones.
Así, de conformidad con lo dispuesto en el art. 5 LEC, todo el conjunto de procesos que
contempla nuestro ordenamiento pueden ser clasificados en procesos de declaración, de
ejecución y cautelares.
A) El proceso de declaración o fase declarativa tiene por objeto, obtener del Juez, bien un
pronunciamiento en el que se declare la existencia de un determinado derecho subjetivo o
relación jurídica, crearla, modificarla, extinguirla o condenar al deudor al cumplimiento de una
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determinada prestación (proceso civil y laboral), bien una Sentencia de condena al
cumplimiento de una pena fundada en la comisión de un hecho punible (proceso penal), bien la
anulación de un acto administrativo o Reglamento y la condena de la Administración Pública al
cumplimiento de una determinada prestación (proceso contencioso-administrativo).
El proceso declarativo no suele finalizar en una sola instancia, sino que, contra la Sentencia,
suele conceder el ordenamiento siempre la posibilidad de ejercitar el recurso de apelación y,
en casos muy determinados y por motivos muy concretos, el recurso extraordinario de
casación.
Ambos recursos tienen, desde un punto de vista subjetivo, su fundamento en el derecho
fundamental «a un proceso con todas las garantías» y en el derecho a la tutela, en su
manifestación, de «derecho a los recursos» o a la instancia preestablecida, con arreglo al
sistema de recursos previstos en el ordenamiento procesal y a obtener en ella, y previo
cumplimiento de los presupuestos y requisitos procesales, una Sentencia de fondo en la
segunda instancia.
Desde una dimensión objetiva y como peculiaridad específica del recurso de casación, este
recurso extraordinario encuentra su fundamento, en último término, en el principio de «igualdad
en la aplicación de la Ley» del art. 14 CE, ya que, a través de él, el Tribunal Supremo puede
emitir su «doctrina legal», mediante cuya aplicación por los demás órganos jurisdiccionales se
asegura la aplicación uniforme de la Ley en todo el territorio nacional.
B) La potestad jurisdiccional no se agota en el proceso de declaración («juzgar»), sino que
comprende también, llegado el caso, la ejecución de lo juzgado (art. 117.3 CE), con el fin de
imponer, haciendo uso de la potestad coactiva que se atribuye al Estado en régimen de
monopolio, el cumplimiento de las resoluciones dictadas por los Tribunales, ya que, si fuera de
otro modo, el derecho no pasaría de ser una entidad ilusoria, al igual que las decisiones
judiciales no serían otra cosa que meras declaraciones de intenciones sin alcance práctico, ni
efectividad alguna.
C) El ordenamiento permite adoptar a los órganos jurisdiccionales una serie de medidas
cautelares, de diverso contenido, dirigidas a hacer posible la efectividad o la ejecución forzosa
de una eventual Sentencia condenatoria con respecto a una parte, cuyo derecho de crédito
aparece fundamentado frente al peligro consistente en que, durante la sustanciación del
proceso, se produzcan situaciones que impidan o dificulten dicha ejecución.
A) EL PROCESO DE DECLARACIÓN.
El proceso o fase declarativa está compuesto por un conjunto de actos procesales que tienden
a lograr del tribunal la satisfacción de la pretensión, hecha valer en el proceso, mediante una
resolución judicial de contenido determinado.
El proceso declarativo se estructura, a su vez, en las siguientes fases esenciales: alegaciones,
prueba, conclusiones, Sentencia e impugnación.
a) Fase de alegaciones
La fase de alegaciones tiene por finalidad introducir el objeto procesal con todos sus elementos
esenciales. Dicho objeto está integrado por la pretensión, de cuyos elementos hay que
destacar: a) subjetivos: la determinación del órgano jurisdiccional competente, de un lado, y la
de las partes procesales, de otro y b) la petición y los hechos con relevancia jurídica que la
fundamentan.
Los actos de alegación pueden configurarse como actos de postulación en los que se
introducen la pretensión y sus hechos que la fundamentan y que, si son controvertidos, se
erigen en el tema de la prueba. Durante esta fase deben las partes, de conformidad con el
principio de aportación, introducir los hechos que sustancian sus pretensiones y proponer la
prueba pertinente en relación a tales hechos.
En el proceso civil, el acto de postulación más importante es la demanda, que supone ejercicio
simultáneo del derecho de acción y de la pretensión, por cuanto través de este acto procesal
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se posibilita el libre derecho de los ciudadanos de acceso a los tribunales, a fin de que la parte
pueda interponer su pretensión.
A diferencia del proceso civil, en el penal y en el contencioso-administrativo, dicho actos
procesales aparecen distanciados temporal y procedimentalmente: la acción se ejercita en el
acto de iniciación del proceso penal (denuncia, querella, iniciación de oficio) o en el de la
interposición del recurso contencioso-administrativo, en tanto que la pretensión sigue, en el
proceso penal, un procedimiento escalonado, que empieza en la instrucción, en la que ha de
plasmarse la imputación judicial, pasa por el escrito de acusación, en el que se interpone
provisionalmente la pretensión penal y culmina con las conclusiones definitivas, en las que las
partes, al término del juicio oral, fijan definitivamente, tanto la pretensión penal, como su
contestación o defensa. En el proceso administrativo, la interposición de la pretensión se
realiza, una vez superada la fase de admisión del recurso y recibido el expediente de la
Administración, mediante el escrito de demanda.
b) Fase de prueba
Para que el proceso de declaración pueda cumplir con su finalidad, la obtención de una
resolución judicial que resuelva un determinado conflicto intersubjetivo o social, mediante el
descubrimiento de la verdad material que permite al Juez darle la razón a quien efectivamente
la tiene, se ha de conceder a las partes la posibilidad de solicitar la apertura de la fase
probatoria a fin de poder evidenciar al Juez la concurrencia de los fundamentos fácticos, tanto
de la pretensión, como de la defensa.
Como regla general, la actividad probatoria incumbe a los sujetos procesales y, de entre ellos,
fundamentalmente a las partes. Como consecuencia de la vigencia del principio de aportación,
a las partes les corresponde, no sólo la introducción de los hechos a través de la demanda y su
contestación (proceso civil) y de los escritos de calificación (proceso penal), que son los
genuinos actos de aportación fáctica en los que las partes delimitan el tema de la prueba, sino
también la proposición y práctica de la prueba, mediante la instauración del contradictorio, en
un juicio público en el que las partes con igualdad de armas han de convencer al tribunal
Sentenciador (art. 216 LEC; arts. 656 y 728 LECrim). Pero, como quiera que la tutela, que han
de dispensar los Jueces, ha de ser «efectiva», no se les exonera de su obligación de descubrir
la verdad material en el proceso, para lo cual pueden de oficio disponer de la práctica de
medios de prueba (así las llamadas «diligencias finales» o «para mejor proveer») e intervenir
en la misma, formulando preguntas a las partes, testigos y peritos.
c) Fase de conclusiones y sentencia
El término «conclusiones» admite distintos significados en función del orden jurisdiccional ante
el que nos encontremos. Así, en el proceso civil, las conclusiones, que sólo tiene sentido
cuando en el proceso se ha propuesto y practicado prueba, consisten en un resumen de los
hechos relevantes y en una valoración del resultado de las pruebas practicadas sobre tales
hechos. En esta fase no podrán alegarse hechos nuevos, sino únicamente precisar lo que,
sobre los hechos relevantes ya aportados, consideren las partes conveniente alegar en función
del resultado de las pruebas practicadas (art. 433.2 LEC). Una vez expuestas sus conclusiones
sobre los hechos controvertidos, las partes podrán informar sobre los argumentos jurídicos en
que se apoyen sus pretensiones, que no podrán ser alteradas en ese momento (art. 433.3
LEC).
En el proceso penal, las denominadas «conclusiones definitivas» son actos de postulación
mediante los cuales las partes deducen definitivamente sus respectivas pretensiones (que ya
han sido formalizadas, con carácter provisional, en los escritos de calificación o de acusación)
con arreglo al resultado de la prueba y sin que puedan modificar su contenido esencial, pues,
de lo contrario, se vulneraría el derecho de defensa. Formalizadas las conclusiones, cada una
de las partes fundamentará oralmente sus pretensiones, determinando los hechos que estime
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probados, su calificación legal y la participación que, en ellos, pudiera tener el acusado (arts.
732 y 734 LECrim).
Formalizadas que hayan sido las pretensiones de las partes, practicadas las pruebas
pertinentes y efectuadas las conclusiones e informes, el órgano judicial, en el ejercicio de su
potestad jurisdiccional, pone fin al proceso de manera definitiva mediante la oportuna
Sentencia, resolución judicial en la que, si concurren los presupuestos procesales, resolverá el
fondo del asunto, ya sea estimando o desestimando las pretensiones de las partes.
d) Los recursos
Frente a la resolución judicial que pone fin al proceso de declaración, la parte que se sienta
perjudicada dispone de un conjunto de actos de postulación (recursos) a través de los cuales
poder obtener su revisión, ya sea por el mismo órgano judicial que la dictó, ya sea por otro
superior, y ello, con la finalidad de aumentar las garantías de justicia de las resoluciones
judiciales.
En el proceso civil, el «derecho a los recursos» no es absoluto, por cuanto, como se ha
dicho, se trata de un derecho de configuración legal, en el sentido de que el Poder Legislativo
es dueño de determinar, tanto el número y naturaleza de los recursos, como los requisitos que,
en un medio de impugnación determinado, posibilitan su admisibilidad, por lo que su ejercicio
se encuentra condicionado al cumplimiento de los requisitos legalmente establecidos, cuya
concurrencia debe ser exclusivamente valorada por el órgano judicial, sin que ni siquiera exista
un derecho constitucional a disponer de tales medios de impugnación.
No sucede lo mismo en el proceso penal, en donde el «derecho a los recursos » se encuentra
prevista «toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo
condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal superior,
conforme a lo previsto por la ley». Dicha declaración, que forma parte de nuestro ordenamiento
interno (art. 10.2 CE), viene a integrar el derecho al proceso debido del art. 24 CE.
Mientras que el ordenamiento procesal civil consagra el principio de la doble instancia y la
casación, el procesal penal mantiene, para las causa por delitos graves, la única instancia, lo
que ocasiona una proporción inversa entre la «gravedad del hecho» y «las garantías».
Esta situación ha provocado ya diez condenas al Estado español por parte de la Comisión de
la ONU, por lo que urge introducir en todos los delitos, y no sólo en las faltas y en los delitos
menos graves, el derecho del condenado a la segunda instancia, atribuyendo su competencia
a las Salas de lo Penal de los TSJ, tal y como pretende efectuar la reforma de la LOPJ de
2003.
B) EL PROCESO DE EJECUCIÓN
Para que la tutela judicial merezca el calificativo de «efectiva» precisa, con frecuencia, de la
intervención de los órganos judiciales tras la resolución del conflicto a fin de dar adecuado
cumplimiento a lo declarado en los títulos de ejecución, cuyo principal exponente es la
Sentencia, impidiendo que ésta se convierta en una mera declaración de intenciones carente
de eficacia práctica.
El propio TC ha declarado que «el derecho a la ejecución de las Sentencias en sus propios
términos forma parte del contenido del art. 24.1 CE, satisfaciéndose cuando los Jueces y
Tribunales, a quienes corresponde hacer ejecutar lo juzgado según las normas de competencia
y procedimientos aplicables, adoptan las medidas oportunas para el estricto cumplimiento del
fallo, sin alterar el contenido y sentido del mismo»".
La actividad jurisdiccional puede no agotarse con la mera declaración contenida en la
Sentencia, siendo necesaria una actividad posterior de acomodación de la realidad a la
Sentencia, que conforma lo que se denomina proceso de ejecución, esto es, actuaciones que
tienen como finalidad realizar por la fuerza lo ordenado en un título definitivo e irrevocable
(excepción hecha de los supuestos de ejecución provisional en el proceso civil), sustituyendo la
conducta del ejecutado a fin de obtener su cumplimiento.
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En el proceso de ejecución, a diferencia del proceso de declaración, el Estado adquiere, a
través de los órganos jurisdiccionales, un indiscutible protagonismo, en la medida en que es el
sujeto principal y el único legitimado para realizar las actuaciones, constricciones,
apercibimientos y actos de expropiación que lo integran. Sólo a él corresponden los
mecanismos de la coacción jurídica y la potestad de invadir la esfera de los derechos
subjetivos de los particulares.
La posición de la parte pasiva del proceso sufre un cambio sustancial en el proceso de
ejecución en relación con la que ocupaba en el declaración, por cuanto, como es lógico, los
principios estructurales del proceso, tales como los de contradicción e igualdad de armas, que
habían de ser escrupulosamente respetados en ésta, no van a regir en la misma medida en la
ejecución.
C) EL PROCESO CAUTELAR
El proceso o tutela cautelar, que también reconoce el art. 5 LEC es la justa respuesta a una
necesidad creada por el propio proceso de declaración.
El proceso de declaración está estructurado en una serie de actos procesales, a través de los
cuales y en contradicción entre las partes, se aportan los hechos, se produce la prueba de las
alegaciones y se introducen las argumentaciones jurídicas, con todo lo cual el órgano
jurisdiccional dispone de los elementos necesarios para dictar una Sentencia, resolviendo
sobre el fondo del asunto. Además, es posible que la pretensión pueda reiterarse, con mayor o
menor extensión, ante otros órganos jurisdiccionales, con anterioridad a que el Derecho
reconozca a la Sentencia la eficacia necesaria para incidir en la esfera jurídica de las partes.
Toda esta actividad, que indudablemente requiere tiempo, resulta justificada para que la
potestad jurisdiccional se ejercite con garantías de acierto.
Pero, al mismo tiempo, desde la perspectiva de la parte activa del proceso esta demora puede
constituir un inconveniente, en la medida en que puede ser aprovechada por la contraparte
para llevar a cabo determinadas actuaciones (así, un alzamiento de bienes) que impidan o
dificulten gravemente la efectividad de la tutela que pueda ser concedida en la resolución
judicial que pone término al proceso de declaración.
Por ello, y con el fin de garantizar el derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales en
sus propios términos, ha de regir también el derecho a la tutela cautelar, el cual, en términos
generales, es el que asiste a las partes procesales a obtener del Juez o Tribunal la adopción
de las medidas que, en cada caso, resulten necesarias para asegurar la total efectividad del
futuro pronunciamiento de fondo, adopción lógicamente subordinada a la concurrencia de los
requisitos y presupuestos que tradicionalmente condicionan la tutela cautelar, esto es, el
peligro por la mora o retraso procesal y la apariencia de buen derecho.
Dicho concepto es plenamente válido para las medidas cautelares que se adoptan en los
órdenes jurisdiccionales civil, contencioso-administrativo y laboral o social. En relación con el
proceso penal, junto a la finalidad de garantizar la ejecución de una posible Sentencia
condenatoria o garantizar la presencia del imputado en el momento de realización del juicio
oral, las medidas cautelares cumplen también otros objetivos, tales como el de evitar la
destrucción o desaparición de las fuentes de pruebas relevantes para el enjuiciamiento, e
incluso, aun cuando pueda resultar discutible, por su naturaleza extracautelar o de medida de
seguridad, eludir el riesgo de que el imputado pueda cometer otros hechos delictivos.
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TEMA 20- CLASES DE PROCESOS
1. LOS PROCESOS DECLARATIVOS: SISTEMATIZACIÓN
Todo el conjunto de procesos que contempla nuestro ordenamiento pueden ser clasificados
en procesos declarativos y de ejecución. Los primeros de ellos tienen por objeto, de
conformidad con la naturaleza de la pretensión, declarar la existencia de un derecho subjetivo
o relación jurídica, modificarla, constituirla o anularla, o condenar al deudor al cumplimiento
de una determinada prestación. En el proceso o fase declarativa de lo que se trata es de
otorgar «satisfacción jurídica» a una determinada pretensión mediante la solución definitiva
del conflicto a través de la creación de un «título jurisdiccional de ejecución», el cual abrirá
las puertas al proceso de ejecución, destinado a la realización judicial del derecho del
acreedor reconocido en dicho título o sentencia firme.
Los procesos declarativos son, susceptibles de ser sistematizados con arreglo a distintos
criterios. Atendiendo a la amplitud o limitación de su objeto y a la extensión de los efectos de
la sentencia, tales procesos declarativos se clasifican en ordinarios, sumarios y especiales.
De conformidad con la naturaleza de la relación jurídico material debatida pueden distinguirse
procesos para la aplicación del Derecho público y del Derecho privado; al primer grupo
pertenecen el proceso penal, el constitucional y el contencioso-administrativo, en tanto
que, dentro del segundo, se encuentra el proceso civil y el de trabajo.
2. PROCESOS ORDINARIOS, ESPECIALES Y SUMARIOS
A) LOS PROCESOS ORDINARIOS
Los procesos ordinarios están destinados a la composición de cualquier tipo de pretensión
fundada en cualesquiera relaciones jurídicas. A ellos pueden, acudir las partes para
solucionar su conflicto con la sola excepción de aquellas materias que hayan de ser
ventiladas a través de un procedimiento especial.
Se caracterizan, como su nombre indica, por la plenitud de su cognición. En ellos ha de
plantearse la totalidad de la relación jurídica material debatida, a diferencia de los
«sumarios», en donde tan sólo cabe formalizar determinados aspectos de dicha relación.
Como consecuencia de dicha plenitud en el conocimiento jurisdiccional de la pretensión.
Las sentencias en ellos recaídas gozan de la totalidad de los efectos materiales de la
cosa juzgada y, de modo particular, el efecto negativo o excluyente, consistente en la
imposibilidad de volver a reproducir el conflicto en un proceso ulterior cuando haya recaído
una sentencia firme en un proceso ordinario y naturalmente se cumplan las tres identidades
(de sujetos, cosas y títulos de pedir) de la cosa juzgada.
Se distingue también de los especiales y sumarios por el mayor incremento de las
garantías de las partes y de las posibilidades de alegación, prueba e impugnación. De este
modo, mantienen una fase amplia de alegaciones, en la que las partes pueden fundamentar
sin limitación alguna sus respectivas pretensiones y resistencias; pueden practicar en ellos la
totalidad de los medios de prueba para evidenciar los hechos que las fundamentan y, contra
la Sentencia, está la parte gravada autorizada a interponer el recurso pertinente, es decir,
siempre el de apelación y el de casación, si se cumple la suma de gravamen, a diferencia de
los sumarios que no suelen tener reconocida esta última posibilidad.
Todos los órdenes jurisdiccionales cuentan, al menos, con dos procesos declarativos
ordinarios, con la sola excepción del proceso penal, que mantiene tres (el común para delitos
graves, el abreviado para los delitos menos graves y leves y el de faltas para el conocimiento
de tales contravenciones, junto con el procedimiento ante el tribunal del jurado).
B) PROCESOS ESPECIALES
La característica primordial de tales procesos reside, en la especialidad de su objeto. A
diferencia de los ordinarios en los que, se puede deducir cualquier genero de objeto
procesal, en los procedimientos especiales tan sólo se puede debatir la relación jurídico
material para cuya protección fue creado un determinado procedimiento especial.
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Tales relaciones jurídicas pueden serlo de cualquier naturaleza, tanto dispositivas (así, los
procesos en materia de arrendamientos, retracto, impugnación de acuerdos, seguridad
social, personal, injurias y calumnias...), como no dispositivas (v.gr.: procesos de familia,
paternidad y filiación, procesos penales contra «aforados»...), pero, en todo caso, ostentan la
virtualidad de que, cuando en torno a ellas surja cualquier conflicto, habrá de solucionarse a
través del correspondiente procedimiento especial. En otro caso, la parte demandada (o el
propio Juez en el proceso penal) podrá oponer la excepción de «procedimiento
inadecuado».
Se asemejan con los procesos ordinarios en que la cognición es amplia, como lo son también
los medios de ataque y de defensa, y, sobre todo, en que las sentencias en ellos recaídas
gozan asimismo de la plenitud de los efectos materiales de la cosa juzgada.
C) PROCESOS SUMARIOS
Se caracteriza, por tener una cognición limitada a un solo aspecto o parte de la relación
material debatida, tienen las partes limitados sus medios de ataque y, sobre todo, de
defensa: el deudor tiene restringidas sus posibilidades de plantear excepciones o motivos de
oposición frente a la pretensión de condena. Además, pueden tener limitados los medios de
prueba. Finalmente, y como consecuencia de dicha limitación de la cognición, las sentencias
recaídas en los procesos sumarios, no producen los efectos materiales de la cosa
juzgada o para ser más exactos, los limitan a la relación jurídica debatida en el proceso
sumario.
3. TIPOLOGÍA MATERIAL DE PROCESOS
El proceso es un instrumento de la Jurisdicción para la aplicación del Derecho Objetivo a los
casos concretos. Pueden distinguirse los procesos para la aplicación del Derecho público, de
aquellos en los que se individualizan normas del Derecho privado. Al primer grupo pertenece
el proceso penal, el contencioso-administrativo y el constitucional, en tanto que en el
segundo, pueden encuadrarse el proceso de trabajo y el proceso civil.
A) EL PROCESO PENAL
El objeto del proceso penal es la pretensión punitiva, que consiste en la petición de aplicación
de una pena al acusado, fundamentada en la presunta comisión de un hecho punible. Las
pretensiones penales son siempre, pues, de condena y su elemento esencial lo constituye el
«hecho punible» y la identidad de su autor. Frente a la pretensión penal, que es ejercitada
por las partes acusadoras (esto es, el Ministerio Fiscal, el ofendido-acusador privado y el
acusador popular) se opone la defensa, que es una parte dual, integrada por dos sujetos
procesales, el imputado y su Abogado defensor, cuya misión consiste en hacer valer dentro
del proceso el derecho fundamental a «la libertad» que ha de asistir a todo ciudadano que,
por no haber sido condenado, se presume inocente. El proceso penal se rige por el principio
«acusatorio».
El procedimiento penal aparece dividido en dos fases: la instructora y la del juicio oral. La
primera de ellas, que recibe el nombre de «sumario» en el proceso ordinario, o «diligencias
previas» en el abreviado, transcurre ante el juez de instrucción y su función consiste en
preparar el juicio oral, mediante la determinación del hecho punible y de su presunto autor,
denominado imputado o procesado. Para el logro de tales funciones el Juez instructor ha de
practicar actos de investigación y medidas de aseguramiento o cautelares que, en muchas
ocasiones, suelen entrañar graves limitaciones al ejercicio de los derechos fundamentales
(así, puede disponer la prisión provisional, la entrada y registro, la intervención de las
comunicaciones, etc.). Cuando se han cumplido estos dos objetivos (que han de ser
corroborados en una subfase denominada «intermedia») se abrirá la de juicio oral; pero, si no
se determinara alguno de aquellos elementos (hecho punible o autor), el proceso finalizará
mediante «auto de sobreseimiento».
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A diferencia de la fase instructora, que está regida por el principio de la «escritura» y del
secreto de las actuaciones, la del juicio oral, como su nombre indica, está presidida por los
principios de oralidad, inmediación y publicidad.
La fase de juicio oral está destinada a formalizar la pretensión penal o acusación y a probar,
bajo los principios de contradicción, igualdad y publicidad, los hechos que la fundamentan,
tras lo cual el Juez o Tribunal pronunciará su Sentencia, contra la cual, y como consecuencia
del «derecho a los recursos » que asiste al acusado, siempre podrán las partes interponer
bien el recurso de apelación (delitos leves), bien el de casación (delitos graves).
En el proceso penal, y de conformidad con la gravedad del hecho punible, subsisten tres
procesos ordinarios y ciertos procesos especiales. Los procesos ordinarios se denominan el
«sumario ordinario», para el conocimiento de delitos con penas privativas superiores a los
nueve años, con instrucción efectuada por un Juez y juicio oral del conocimiento de la
Audiencia Provincial; «el proceso penal abreviado» con diligencias previas atribuidas a los
Jueces de Instrucción y la fase del juicio oral con conocimiento, bien por los Juzgados de lo
Penal (pueden imponer hasta cinco años de privación de libertad), bien por las Audiencias
Provinciales (de cinco a nueve años), y los «juicios de faltas», de los que conocen los
Juzgados de instrucción; junto a ellos, existe también el proceso ante el tribunal del Jurado,
para el enjuiciamiento de relevantes delitos y los juicios rápidos para el enjuiciamiento de
delitos menos graves (castigados con penas de hasta 5 años de prisión) de carácter
flagrante, que suelen producir inseguridad ciudadana. Los procesos especiales son muy
escasos y pueden dividirse en especiales por razón de las personas (causas contra
«aforados»: así, contra un diputado, un magistrado, etc.) y por razón de la materia (injurias y
calumnias, terrorismo, etc.).
B) E L PROCESO ADMINISTRATIVO
A los Juzgados y Tribunales de lo Contencioso-administrativo, que son órganos
jurisdiccionales ordinarios especializados en la aplicación del Derecho Administrativo, les
corresponde conocer del igualmente denominado recurso «contencioso-administrativo».
Dicho recurso, previo el cumplimiento de determinados presupuestos (interposición de los
recursos administrativos), puede ser interpuesto, tanto contra actos administrativos, cuanto
contra Reglamentos y demás disposiciones con rango inferior a la ley y, en ellos, puede
pedirse la anulación del acto o disposición impugnada y, en su caso, la condena a la
Administración al reconocimiento de una situación jurídica individualizada (por ej., la de
servicio activo de un funcionario), de un determinado derecho subjetivo (vgr., una licencia de
obra), o al pago de una indemnización de daños y de perjuicios.
De lo dicho se desprende que las pretensiones administrativas son siempre o declarativas
puras o mixtas: de un lado, declarativas de nulidad o constitutivas de anulación del acto o
disposición impugnada y, de otro, de condena al cumplimiento por la Administración de una
determinada prestación.
En el ordenamiento procesal administrativo coexisten dos procesos administrativos ordinarios
(el denominado recurso contencioso-administrativo y el procedimiento abreviado) con cinco
especiales. El recurso contencioso-administrativo ordinario está regido por los principios
dispositivo, investigación de oficio de la concurrencia de los presupuestos y requisitos
procesales, escritura, inmediación y única instancia, en tanto que la nota más destacada del
abreviado, creado a imagen y semejanza del juicio verbal civil, consiste en la vigencia del
principio de oralidad. En todos ellos, como consecuencia de la presunción de legitimidad del
acto o disposición impugnada, se produce una inversión de los roles de las partes: el actor es
por regla general el administrado (con la excepción del proceso de «lesividad»), quien ha de
interponer el recurso contencioso-administrativo y reclamar el expediente de la
Administración, la cual asume normalmente el papel de demandada, siendo defendida por la
Abogacía del Estado (o letrados de las CCAA o de las corporaciones locales).
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Asimismo, en virtud del principio de «autotutela administrativa», la regla general estriba en la
no suspensión de los efectos del acto impugnado, salvo que pueda producirse un perjuicio
irreparable, en cuyo caso puede el demandante solicitar del Tribunal la suspensión del acto.
El órgano judicial está constitucionalmente obligado a indagar cuál sea dicho domicilio
real del demandado, debiendo ser agotadas todas las formas racionalmente posibles de
comunicación personal antes de pasar a la meramente edictal».
El art. 256 LEC, acudiendo a los archivos o Registros públicos. Si, a través de tales medios, el
domicilio real del demandado puede ser acreditado en un proceso determinado y no pudo éste
conocer de su existencia, se le habrá ocasionado una vulneración de su derecho de defensa.
d) La negativa a la recepción de la cédula
Podría suceder que el interesado, siendo hallado en su domicilio, se niegue a recibir la copia
de la resolución o no quiera firmar la diligencia acreditativa de la entrega, o que no fuera
encontrado.
En el primero de los supuestos, se le advertirá de su obligación de hacerse cargo de la
comunicación y, si insistiese en su negativa, el funcionario correspondiente le hará saber que
la copia de la resolución o la cédula quedan a su disposición en la secretaría del Juzgado,
produciéndose los efectos de la comunicación, de todo lo cual quedará constancia en la
diligencia (art. 161.2 LEC).
Cuando el destinatario no fuere hallado en el domicilio, y éste fuera el que consta en el padrón
municipal o a efectos fiscales o según el Registro oficial o las publicaciones de colegios
profesionales, podrá efectuarse la entrega a cualquier empleado o familiar, mayor de catorce
años, que se encuentre en ese lugar, así como al conserje de la finca, si lo tuviere,
advirtiéndoles de su obligación de entregar la copia de la resolución o la cédula al destinatario
de la misma, o de darle aviso, si conocieren su paradero.
Si la comunicación se dirige al lugar de trabajo no ocasional del destinatario, en ausencia de
éste, la entrega se efectuará a persona que manifieste conocerle o, si existiese dependencia
encargada de recibir documentos u objetos, a quien estuviera a su cargo.
En ambos casos de ausencia del interesado, en la diligencia se hará constar el nombre de la
persona destinataria de la comunicación y la fecha y hora en la que fue buscada y no
encontrada en su domicilio, así como el nombre de la persona que recibe la copia de la
resolución o la cédula y la relación de dicha persona con el destinatario, produciendo todos sus
efectos la comunicación así realizada (art. 161.3 LEC).
Si no se encuentra a nadie en el domicilio al que se acuda para la práctica de un acto de
comunicación, el Secretario judicial o funcionario designado procurará averiguar si vive allí el
destinatario. Si ya no residiese o trabajase en ese domicilio y alguna de las personas
consultadas conociese el actual, se consignará en la diligencia negativa de comunicación.
Finalmente, si no fuera posible conocer el domicilio actual del demandando y el actor no
hubiera designado otros posibles domicilios, el tribunal efectuará las averiguaciones que
estime procedentes (art. 161.4 LEC).
D) LOS EDICTOS
Esta modalidad de comunicación tan sólo es procedente cuando no sea posible la citación
personal y, en particular, en los siguientes supuestos: a) cuando no conste, "ab initio ", el
domicilio o paradero del destinatario y las averiguaciones efectuadas por el tribunal resulten del
todo punto infructuosas; b) cuando se practique la notificación en el domicilio designado por el
demandante, siempre y cuando no sea hallado nadie en el mismo, ni pudiera conocerse por
cualquier otro medio el domicilio actual del demandado; por último, c) cuando el demandado
conste en el registro central de rebeldes civiles (art. 164 LEC).
Es una modalidad de carácter supletorio y excepcional, de tal modo que sólo será admisible
cuando, una vez intentado el emplazamiento personal, utilizando los medios razonablemente
exigibles, no conste el domicilio del interesado o se ignore su paradero. De no ser así, habrá
de entenderse que la falta de citación personal entraña la vulneración del art. 24.1 CE, a
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menos que se constate que el solicitante de amparo llegó a adquirir en momento hábil un
conocimiento
extraprocesal del litigio, pues en vano puede alegar indefensión quien contribuye a la misma
con su actitud pasiva, negligente o maliciosa.
Cumplidos todos los anteriores requisitos, esto es, cuando resulte plenamente acreditado que
es desconocido el domicilio del destinatario por carecer del mismo, no ser hallado y haber
resultado totalmente infructuosas las pesquisas o averiguaciones domiciliarias, el Secretario
judicial, consignadas estas circunstancias, mandará que se efectúe la comunicación fijando la
copia de la resolución o la cédula en el tablón de anuncios de la Oficina judicial. También se
publicará en los Boletines oficiales, si bien, el art. 164, párrafo 2° LEC ha restringido este
medio de publicidad a los casos en que una parte lo solicite y corra con los gastos.
Art. 263 de la LOPJ, que pasa a tener la siguiente redacción: «la publicidad de los edictos se
entenderá cumplida mediante la inserción, según proceda, en los Boletines Oficiales que
señalen las leyes procesales. Cuando expresamente así se prevea, tal publicidad y
comunicaciones podrán sustituirse, en los términos que reglamentariamente se determinen, por
la utilización de medios telemáticos, informáticos o electrónicos».
E) ACTOS DE COMUNICACIÓN POR MEDIOS ELECTRÓNICOS, INFORMÁTICOS Y
SIMILARES
Las partes o destinatarios de los actos de comunicación, quienes deberán comunicar al tribunal
que disponen de los citados medios e indicar su dirección (art. 162 LEC). Así, el número quinto
del art. 135 concede a la utilización de estos medios los mismos efectos, en cuanto a la
interrupción de los plazos y cumplimiento de los términos, que la presentación de documentos,
permitiendo su número sexto su utilización por los procuradores.
En tales casos de utilización de medios electrónicos, una vez transcurridos tres días, sin que el
destinatario acceda a su contenido, se entenderá que la comunicación ha sido efectuada
legalmente desplegando plenamente sus efectos, a salvo que el destinatario justifique la falta
de acceso al sistema de notificaciones durante ese periodo, en cuyo caso se procederá a la
notificación personal (art. 162.1.IV y V).
En todo caso, para que surtan plenos efectos los actos así realizados, será preciso que los
instrumentos utilizados garanticen la autenticidad de la comunicación y de su contenido, así
como quede constancia fehaciente de la remisión y recepción íntegras y del momento en que
se hicieron, con el acuse de recibo que proceda.
En consecuencia, cuando estas garantías no vengan proporcionadas por las características del
medio utilizado o éste sea susceptible de manipulación con mayor o menor facilidad, la eficacia
de los actos de comunicación, a efectos de acreditación, queda supeditada a una presentación
o aportación que sí permita el necesario examen y verificación.
La firma electrónica constituye un instrumento capaz de permitir una comprobación de la
procedencia y de la integridad de los mensajes intercambiados a través de las redes de
telecomunicaciones.
Se ha desarrollado un sistema de cifrado y firma electrónica para las comunicaciones
judiciales, conocido con la denominación «Lexnet», que ya está siendo utilizado en varios
juzgados y tribunales. Entre las muchas ventajas que aporta «Lexnet» a la Administración de
Justicia cabe destacar las que, a continuación, se relacionan: a) la disminución en tiempos en
los procesos judiciales, al reducir a segundos las operaciones de envío de notificaciones; b) la
comodidad que tiene para los operadores jurídicos, evitando desplazamientos desde sus
despachos a los juzgados para la entrega o recogida de documentación; c) la optimización de
la actividad personal judicial, la cual se encuentra dispensada, de esta manera, de actuaciones
materiales de remisión de escritos; d) la inmediatez de la conexión, obteniendo el certificado de
la operación realizada en el mismo momento de su realización, con el correspondiente sellado
de fecha y tiempo; por último, c) la posibilidad de comunicación directa del ciudadano con la
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Administración de Justicia por las redes públicas de telecomunicación, de forma totalmente
segura.
3. NULIDAD Y SUBSANACIÓN DE LOS ACTOS DE COMUNICACIÓN
A la Jurisdicción le viene impuesto un deber específico de adoptar, más allá del cumplimiento
rituario de las formalidades legales, todas las cautelas y garantías que resulten
razonablemente adecuadas para asegurar que esa finalidad no se frustre por causas ajenas a
la voluntad de aquellos a quienes afecte. Pesa sobre los órganos judiciales la responsabilidad
de velar por la correcta constitución de la relación jurídico-procesal sin que, claro está, ello
signifique exigir al Juez o Tribunal correspondiente el despliegue de una desmedida labor
investigadora, lo que llevaría más bien a la indebida restricción de los derechos de defensa de
los restantes personados en el proceso. Admitido lo anterior, el TC también ha precisado que
la única indefensión que tiene relevancia constitucional es la material y no la mera indefensión
formal, de tal suerte que no toda notificación defectuosa implica siempre la vulneración del art.
24 CE, sino solamente aquella que impide un juicio contradictorio o que ocasiona un perjuicio
real y efectivo en las posibilidades de defensa de una de las partes. Por ello, el art. 166 LEC
declara la nulidad de los actos procesales que se practiquen con violación de las garantías
preestablecidas, siempre y cuando generen indefensión; pero, si la persona interesada no
denuncia su nulidad en la primera comparecencia ante la autoridad judicial, el acto procesal
desplegará válidamente todos sus efectos.
Junto a la necesidad de que exista una falta de conocimiento real del proceso que impida a
una parte defender sus derechos, tal Alto Tribunal exige, en segundo lugar, que la misma no
tenga su origen y causa determinante en el desinterés, la negligencia, el error técnico o
impericia de la parte o profesionales que le representen, ni que éstos hayan adquirido un
conocimiento extraprocesal de la existencia del litigio a pesar de la defectuosa notificación.
4. EL AUXILIO JUDICIAL
Se entiende por «auxilio judicial» el conjunto de actos de comunicación entre órganos
jurisdiccionales o poderes públicos, nacionales o extranjeros, tendentes a la realización de
actos procesales necesarios para el ejercicio de la potestad jurisdiccional en un proceso
determinado.
El fundamento jurisdiccional descansa en el art. 118 de la CE, conforme al cual «es obligado
prestar la colaboración requerida por los Jueces y Tribunales en el curso del proceso y en la
ejecución de lo resuelto».
El Juez al requerir el auxilio de los demás órganos jurisdiccionales o autoridades
administrativas, nacionales o extrajeras, quienes, en virtud de lo dispuesto en el trascrito art.
118 CE, habrán de prestar su colaboración, mediante la realización del acto procesal y su
traslación al proceso.
Tales actuaciones o actos de comunicación entre órganos jurisdiccionales o administrativos
integran el tradicionalmente denominado «auxilio judicial», el que, de conformidad con la
naturaleza del órgano destinatario, podrá ser judicial interno o internacional y administrativo.
La regulación legal del auxilio judicial, los arts. 273-278 LOPJ, tanto la LEC (arts. 169-177),
como la LECrim (arts. 183-196), reiteran sus disposiciones sobre esta materia.
A) EL AUXILIO JUDICIAL INTERNO
Por auxilio judicial interno cabe entender los actos procesales que, por tenerse que practicar
fuera de la circunscripción municipal o de la demarcación judicial, requieren de la intervención
de un órgano jurisdiccional distinto al competente para el conocimiento del asunto.
Estos actos de auxilio pueden ser obligatorios y facultativos.
a) Son obligatorios aquellos que han de realizarse fuera de la demarcación judicial (art. 169.2
LEC).
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b) Son actos de auxilio judicial facultativos los que deban realizarse dentro de la demarcación
judicial, pero fuera de la sede del Juzgado o de la circunscripción municipal (arts 129.3 y 169.3
LEC y 63 RAAAJ).
De conformidad con lo dispuesto en los arts. 268.2 LOPJ y 129.3 LEC «los juzgados y
tribunales podrán constituirse en cualquier lugar del territorio de su jurisdicción para la práctica
de aquellas, cuando fuere necesario o conveniente para la buena Administración de Justicia».
Pero pueden también, en virtud de lo dispuesto en el art. 274.1, recabar la Jurisdicción de otro
Juzgado de su demarcación (así, la del Juez de Paz para efectuar un embargo).
La existencia de actos de auxilio potestativos no significa que el Juez pueda a su antojo
practicarlos directamente o acudir al auxilio judicial. En primer lugar, ha de practicarlos
personalmente si el lugar se encontrara dentro de su circunscripción municipal, pero fuera de
su sede, pues, tanto el art. 274.1 LOPJ, como el art. 169.3 LEC tan solo permiten acudir a este
tipo de auxilio facultativo cuando el lugar se encuentre fuera de la circunscripción o término
municipal (art. 64 RAAAJ). En segundo, el art. 170 LEC tan sólo faculta a los Jueces de Paz
para la realización de actos de comunicación (citaciones, notificaciones y emplazamientos),
siendo competente para todos los demás actos el Juez de la Instancia; ahora bien, tratándose
de actos que han de realizarse dentro de su demarcación, tan sólo el Juez de la Instancia es el
competente, por lo que los actos distintos a los de comunicación (así, el reconocimiento
judicial, el embargo, etc.) no pueden ser delegados en el juez de Paz (Reglamento del CGPJ
5/1995). Finalmente, tratándose de actos de prueba, cuyos intervinientes tengan su domicilio
fuera del de la sede del Juzgado, dentro o fuera de la demarcación judicial, tampoco se
autoriza el auxilio judicial, pues, a fin de estimular la inmediación judicial, el art. 169.4 LEC,
consecuente con la declaración contenida en el art. 268.1 LOPJ y 129.1 LEC, según la cual los
actos procesales se realizarán en la sede del Juzgado, prohíbe que se pueda acudir al auxilio
judicial para prestar declaración a las partes y testigos o para pedir la ratificación de los peritos.
Art. 274.2 LOPJ, «la petición de cooperación, cualquiera que sea el juzgado o tribunal a quien
se dirija, se efectuará siempre directamente, sin dar lugar a traslados ni reproducciones a
través de órganos intermedios».
Hoy, en todos los órdenes jurisdiccionales el único instrumento de auxilio judicial entre los
diversos órganos jurisdiccionales es el exhorto, en virtud del cual el órgano requirente se dirige
directamente al requerido, sea éste superior, igual o inferior, y le solicita su colaboración para
la práctica de un acto procesal determinado que haya de ejecutarse fuera de su demarcación
judicial o circunscripción municipal. El exhorto ha de contener los requisitos formales exigidos
por el art. 171 LEC y «se remitirán directamente al órgano exhortado por medio del sistema
informático judicial o de cualquier otro sistema de comunicación que garantice la constancia de
la recepción» (art. 172).
El art. 172.2 permite a las partes acudir al diligenciamiento particular del exhorto. En tal caso, el
Juzgado se lo entregará a la parte interesada, quien habrá de transmitir el exhorto al órgano
destinatario en el plazo de cinco días.
El órgano jurisdiccional que recibiere el exhorto dispondrá su cumplimiento y lo necesario para
que se practiquen las actuaciones que en él se interesen dentro del plazo señalado (art. 173).
Tanto si el exhorto se ha remitido de oficio, como a instancia de parte, las partes serán
convocadas para la ejecución del acto procesal, objeto del mismo (art. 174).
Una vez cumplimentado, se remitirá al órgano exhortante por los mismos medios a los que nos
hemos referido en el anterior epígrafe.
Pero, si su diligenciamiento fuera privado, el exhorto cumplimentado se le entregará a la parte
para que lo traslade al órgano exhortante. Ahora bien, consciente el legislador de que, a través
de este tipo de ejecución del exhorto, suelen cometerse dilaciones indebidas, establece en su
art. 176 una multa coercitiva de seis euros por cada día de incumplimiento que sobrepase el
indicado plazo de cinco días para la entrega o devolución del exhorto.
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En cuanto a los criterios de interpretación de las normas procesales, han de ser de aplicación
los contenidos en el art. 3 CC, si bien la interpretación gramatical o la histórica han de ceder,
siempre que resulten contradictorias con la sistemática o teleológica.
4. LA LEY PROCESAL Y SU APLICACIÓN EN EL ESPACIO Y EN EL TIEMPO
Tanto el art. 1 de la LEC, como el mismo art. 1 de la LECrim, consagran, en tanto que
primera expresión del derecho fundamental «a un proceso con todas las garantías» del art.
24.2 CE, el principio de «legalidad procesal», es decir, el de que, en todos los procesos y
hasta llegar a la Sentencia definitiva, han de observarse las normas contenidas en los
respectivos Códigos Procesales.
Desde una visión subjetiva, contemplan los referidos arts. 1 LEC y LECrim el principio de
legalidad procesal, conforme al cual todos los sujetos del proceso, tanto los órganos
jurisdiccionales («los tribunales»), como las partes, principales o accesorias («y quienes ante
ellos acudan») y los intervinientes en la prueba, como es el caso de los testigos y peritos («e
intervengan») «deberán actuar con arreglo a lo dispuesto en esta Ley», es decir, en las Leyes
de Enjuiciamiento.
Desde un punto de vista objetivo, podríamos definir el principio de legalidad procesal como la
exigencia de que toda pretensión y su resistencia o defensa sea tramitada de conformidad
con el procedimiento adecuado y las normas procesales previstas en las Leyes procesales.
A) EFICACIA TEMPORAL DE LAS NORMAS PROCESALES
En materia de aplicación de las normas procesales en el tiempo conviene distinguir las del
Derecho Procesal Penal, de las que regulan los demás procesos.
a) En el proceso penal y en el procedimiento administrativo sancionador rige el principio de
irretroactividad de «las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos
individuales », contenido en el art. 9.3 CE, es decir, la retroactividad de la norma procesal
más favorable, por lo que la entrada en vigor de una nueva norma procesal extenderá sus
efectos al pasado, siempre y cuando le sea más beneficiosa al imputado.
b) En los demás procesos, al disponer el art. 2 LEC que las normas procesales «nunca será
retroactivas», rige, como regla general, el criterio de la irretroactividad de la norma procesal.
El fundamento del principio de irretroactividad, por lo demás común a todo el ordenamiento,
incluso material (arts. 9.3 CE y 2.3 CC), hay que encontrarlo en el de legalidad procesal. Si el
ciudadano tiene derecho a ser juzgado por el «juez legal» o «predeterminado por la Ley» (art.
24.2 CE) y si, como hemos dicho, el «derecho a un proceso con todas las garantías» del
también art. 24.2 CE conlleva el derecho a ser juzgado mediante el procedimiento
preestablecido, es natural que el legislador ordinario consagre el principio de irretroactividad
de la Ley procesal, pues, tanto el actor, como el demandado tienen también derecho a la
seguridad jurídica (art. 9.3 CE) procesal, es decir, a saber de antemano que su pretensión y
su defensa se ejercitarán con arreglo a un procedimiento en el que el programa de
posibilidades, cargas y obligaciones procesales ha de encontrarse legalmente preestablecido,
pues, podría provocar situaciones de indefensión material a alguna de las partes, si el
legislador decidiera sorpresivamente menguar, modificar o transformar tales posibilidades y
cargas procesales reguladas en la Ley procesal derogada, con arreglo a las cuales ambas
partes elaboraron, en su día, su estrategia procesal.
El problema reside en determinar a partir de qué momento ha de aplicarse dicha Ley nueva
de carácter procesal: si, a partir del surgimiento del litigio o conflicto, del ejercicio del derecho
de acción o de la instancia en la que se encuentre el proceso.
Aquí, goza el legislador de un margen de configuración que le permite, siempre y cuando no
atente al principio de seguridad jurídica o sacrifique desproporcionadamente los derechos
subjetivos, establecer en las Disposiciones Transitorias los criterios que estime pertinentes.
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En materia de aplicación en el tiempo de la Ley procesal civil, lo decisivo es el ejercicio
del derecho de acción, el momento que determina la aplicación temporal de la Ley es el de
la providencia o decreto de admisión de la demanda que, de conformidad con la doctrina
general de la litispendencia, retrotrae sus efectos al momento de su presentación De esta
manera, no existe aplicación retroactiva de la Ley procesal, si la nueva Ley entra en vigor con
anterioridad a la interposición de la demanda, aun cuando el derecho subjetivo material haya
nacido al amparo de la Ley procesal antigua.
Pero el criterio de la irretroactividad es excepcionado por la propia dicción literal del art. 2
LEC («Salvo que otra cosa se disponga en Disposiciones legales de Derecho transitorio...»),
que permite al legislador, como se ha dicho, modular dicho criterio de la irretroactividad.
Tales Disposiciones pueden ser comunes o especiales.
Cada fase del procedimiento (declarativo, impugnación o ejecución) ha de tramitarse con
arreglo a la Ley nueva o antigua en la fecha de la interposición del acto de iniciación
(demanda, anuncio de interposición del recurso o solicitud de ejecución).
B) EFICACIA DE LA NORMA PROCESAL EN EL ESPACIO
a) Concepto y fundamento
Debido a la circunstancia de que las normas procesales son de Derecho Público y que los
límites de la Jurisdicción, en tanto que Poder dimanante de la soberanía popular, coinciden
con los del Estado, es natural que el art. 3 LEC, establezca el principio de territorialidad de
la Ley procesal, conforme al cual todos los procesos civiles que se sigan en el territorio
nacional se regirán únicamente por las normas procesales españolas y ello con
independencia de que alguna o» ambas partes ostenten una nacionalidad distinta o de que
las resoluciones judiciales o incluso el Derecho material que deba aplicar el Tribunal pueda
ser extranjero.
b) Excepciones
El expresado principio es susceptible de tener dos derogaciones, relativas a las normas de
Derecho Internacional e Interno.
a') Derecho Internacional
El art. 3 exceptúa del principio de territorialidad lo que dispongan al respecto los Tratados y
los Convenios Internacionales que, ejerciendo el principio de reciprocidad convencional,
contienen normas que pueden alcanzar determinados efectos procesales en nuestro país.
b') Derecho Interno
Art. 149.1.6, si bien reserva la legislación procesal al Estado, dicha competencia estatal se
efectúa «sin perjuicio de las necesarias especialidades que en este orden se deriven de las
particularidades del derecho sustantivo de las Comunidades Autónomas».
Los Estatutos de Autonomía, autorizan a sus Parlamentos autonómicos a dictar «normas
procesales», lo que ha permitido a la doctrina reclamar la existencia de un Derecho Procesal
propio.
La competencia autonómica del art. 149.1.6a CE enormemente restrictiva, ya ha reafirmado
la competencia del Estado en todo lo referente a la legislación procesal.
5. LAS PRINCIPALES LEYES PROCESALES
Las Leyes procesales básicas son susceptibles de ser sistematizadas en comunes y
especializadas:
A) COMUNES
Son comunes la Ley Orgánica del Poder Judicial, de 1 de julio de 1985 y la Ley de
Enjuiciamiento Civil, de 7 de enero de 2000, por cuanto, la primera, por la naturaleza de su
rango y su cometido, y la segunda, por su carácter de Derecho supletorio (art. 4 LEC), son de
aplicación directa o supletoria en todos los órdenes jurisdiccionales.
Ambas Leyes regulan una buena parte de lo que podríamos denominar «Parte General del
Derecho Procesal».
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B) ESPECIALIZADAS
Como Leyes especializadas, propias y de aplicación directa en cada uno de los órdenes
jurisdiccionales, hay que mencionar:
a) La Ley de Enjuiciamiento Criminal.
b) La Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.
c) La Ley de Procedimiento Laboral.