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SEPARATA

1. LA NATURALEZA, EL HOMBRE Y LA CULTURA

El concepto que más utilizan los antropólogos es el de “cultura”. La


palabra cultura deriva de la raíz griega “kol”, que significa
originariamente “podar” y se refiere a las labores de cultivo agrícola.
Roma, al conquistar Grecia adoptó gran parte de sus conocimientos. Kol
se convierte en la palabra latina “colere”, que significa cultivar” (la
tierra), “proteger”, “honrar con adoración”. La palabra cultivar (colere) se
transformó en “cultura”, que no variaba en su significación de cultivo
agrícola o tierra cultivada. La tierra siempre fue un elemento vital en la
vida de los hombres y, por ello mismo, adorada.

Recién en el siglo XV en Francia surge su relación con el conocimiento


abstracto, en tanto conocimiento selecto. Aún en el siglo XVI la palabra
cultura estaba asociada a las labores de la labranza de la tierra. El
Renacimiento y la Ilustración la comienzan a utilizar un poco más en
cuanto conocimiento selecto. “Colere” se transforma en “cultus”, como
forma de adoración a Dios, utilizado especialmente durante la Edad Media

La ilustración hace general entre los intelectuales el significado a la


palabra cultura, en el sentido de cultivar el conocimiento. Pero no tenía
tanta importancia en sí mismo el concepto, puesto que era parte de la
actividad a la que hacía referencia: “cultura de las artes”, “cultura de las
letras”, “cultura de las ciencias”. En la última parte de la Ilustración (o
Siglo de las Luces) y, sobre todo, en el siglo XIX, adquiere autonomía esa
palabra, y se desliga de las actividades a las que hacía referencia. A partir
de entonces es solamente “cultura”, como abstracción, significando
formación o educación del acervo humano. Primero se usa así en Francia,
luego pasa a Alemania. La Ilustración surge para dar culto a la razón, la
palabra cultura se utiliza para reforzar la idea del ser humano como ser
racional, como el único ser capaz de acrecentar su conocimiento
mediante el uso de su voluntad y su intelecto. A finales del Siglo de las
Luces la palabra cultura significará “formación” o “educación de la
mente”.

Durante el siglo XVII las palabras cultura y civilización adquieren en


Francia significados similares. Es cierto que etimológicamente son
diferentes, pues “civilización” proviene de “civitas” que es el “ciudadano”
romano (con algunas modificaciones se mantuvo así largo del tiempo
hasta que civitas da origen a civilización, cuyo concepto moderno surge
en el siglo XVIII en la Independencia Norteamericana y la Gran Revolución
Francesa. Civilización era un término que expresaba la lucha contra lo
atrasado, lo feudal, una vez derrotada la nobleza, y se oponía a la
palabra cultura, pero luego ambas se convierten en sinónimas.

Había una ligera diferencia entre las significaciones de las palabras


“cultura” y “civilización”, que se acomodaba más a las características
particulares de Alemania. “Cultura” era una palabra utilizada por los
sectores burgueses y “civilización” se asociaba a los sectores de la
aristocracia feudal. Ambos estaban en pugna por el poder político. La
burguesía estaba en auge, y la nobleza declinaba, pero era ésta quien se
aferraba fuertemente al poder político. Los burgueses, formados por
intelectuales, provenientes, en general de los medios universitarios,
reprochaban a la corte la despreocupación por las artes y la literatura, es
decir, por la cultura. Se acusaba a la nobleza de ser superficial, y a eso se
le llamaba “civilización” porque además imitaba a la corte francesa.

Aquí hay un fuerte componente de nacionalismo que divide los


significados de cultura y civilización, porque para los burgueses, la cultura
tenía una gran finalidad: desarrollar y hacer relucir las características
propias de la población alemana. Así se aprecia que el lingüista y
antropólogo alemán Johann Gottfried von Herder, entre 1770-80 usa ya el
concepto de cultura en tanto forma de ser de un pueblo, para afianzar las
características propias del pueblo alemán, producto de fuertes influencias
históricas que hundían sus raíces en los recuerdos de un pasado común,
remoto y épico. Aquí es donde se desarrolló primeramente éste
significado de la palabra cultura con tanta nitidez, que estaba muy
relacionada con la literatura. Finalmente, cuando la nobleza es derrotada
en Alemania (siglo XIX), los términos cultura y civilización terminan
significando lo mismo, como en Francia.

En el siglo XIX es precisamente cuando la antropología comenzó a


configurarse como disciplina independiente en Inglaterra, Francia y
Alemania, y se fundan sociedades etnológicas y la palabra “cultura” es
utilizada por los antropólogos.

El significado que tenía la palabra cultura en Alemania, es introducido –y a


partir de allí se populariza- en la lengua inglesa por Edward Tylor en su
obra clásica “Cultura primitiva” publicada en 1871. Pero Tylor que viajó
por Alemania, la tomó de los alemanes, especialmente de Max Muller
(orientalista especializado en mitología y religión) y sobre todo de Gustav
Klemm.

El antropólogo inglés Edward Tylor dice: “La cultura o civilización en su


sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el
conocimiento, las creencias, el arte [incluyendo la tecnología], la moral, el
derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades
adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad. Después de
esta definición, Lewis Morgan, antropólogo norteamericano, en 1878,
prácticamente repitió la misma definición de Tylor y durante 50 años,
nadie agregará nada. Después comenzarán los antropólogos a crear
definiciones de cultura y la siguen creando. En 1952 los antropólogos
Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn citaron 164 definiciones de cultura,
existentes y utilizadas ya para entonces.

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2. LA DISCIPLINA ANTROPOLÓGICA: OBJETO Y CAMPOS DE ESTUDIO

Etimológicamente, la palabra antropología, proviene del griego:


“antropos”, que significa hombre, y “logos”, que significa tratado. Este
nombre se le dio porque su origen en tanto disciplina proviene de la
filosofía. Originariamente se pensaba que estudiaba al hombre, en tanto
ser aislado, pero nunca fue así… o no siempre. Los primeros antropólogos
habrían dicho que el objeto de su interés era todo lo relacionado con el
hombre. No olvidemos que muchos filósofos decían: nada de lo humano
me es ajeno. El antropólogo estudia al hombre, no como individuo sino
como parte integrante de una población. La antropología se divide en
antropología física y en antropología social (o cultural).

Antropología física.

El término de Antropología Física proviene de una palabra anglosajona de


miras naturalistas. La antropología física estudia al hombre como ser
biológico y se ocupa de la evolución del hombre, la biología humana y el
estudio de otros primates, aplicando métodos de trabajo utilizados en las
ciencias naturales. Insiste en que es esencial estudiar su cuerpo, su
desarrollo embriológico, sus características fisiológicas y las etapas de su
crecimiento, así como su aspecto morfológico.

Antropología social.

Muchos consideran que la antropología es la ciencia que lo dice todo


sobre el hombre. Estas ideas tienen sus raíces a mediados del siglo XIX.
Gran parte de la investigación antropológica se basa en trabajos de
campo llevados a cabo en diferentes grupos humanos pequeños o
culturas. Entre 1900 y 1950, aproximadamente se orientaba a registrar
cada uno de los diferentes estilos de vida antes de que determinadas
culturas no occidentales experimentaran la influencia de los procesos de
modernización y occidentalización.

Hay diferentes definiciones de lo que es la antropología. Algunos


antropólogos dicen que es el estudio del hombre y sus obras, pero la idea
que se ha impuesto es aquella que señala que se ocupa de las culturas
tradicionales, estudiando el presente, su historia y sus proyecciones hacia
el futuro. Le interesa lo que está contenido en sus mitos, leyendas,
cuentos, costumbres, etc. Lo que nos interesa a los antropólogos sociales
no es meramente lo que se ve hacer a la gente todos los días, sino lo que
hay por detrás de ese comportamiento cotidiano, el modo en que están
los hombres organizados de forma que constituyen una sociedad y no un
mero conjunto de seres humanos que casualmente se encuentran en el
mismo lugar del mundo.

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3. LAS CIENCIAS SOCIALES Y LA ANTROPOLOGÍA

El hombre, desde que comienza a mirarse claramente como parte


diferente de la naturaleza, ha considerado que el objeto más importante y
digno y de conocimiento ha sido siempre él. La filosofía –de la que
formaba parte inicial la antropología- emerge teniendo al hombre (y a
todo lo que le concierne) como objeto fundamental de conocimiento. Este
conocimiento fue pasando por distintas fases. El hombre se sabía
importante, se consideraba importante. Se sabía miembro de un
conglomerado de personas, pero ha sido una lucha muy grande la que ha
librado para poder ir conociendo y reconociendo la importancia de su
individualidad frente o dentro de la colectividad.

En el Oráculo de Delfos, el más importante de Grecia, se encontraba


inscrita esta frase: “conoce a los demás y te conocerás a ti mismo”, lo
que nos muestra que el hombre para sí mismo no era tan importante
como sus congéneres. El otro era más importante que el yo. Los demás
eran más importantes que el uno. Ha tenido que pasar mucho tiempo
para que el individuo se vaya desprendiendo de la colectividad, para que
vaya viendo que también es un ser humano que debe reconocerse y
validarse como tal. Este proceso se puede apreciar con claridad en el
desarrollo social de la Grecia que todos conocemos.

Los filósofos jónicos fueron rompiendo esa forma de verse de manera


grupal a la individual. Pero quien dio el paso decisivo fue el filósofo más
grande que tuvo Grecia: Sócrates. Él simplemente invirtió las palabras
que se encontraban inscritas en el oráculo de Delfos, y proclamó:
“conócete a ti mismo y conocerás a los demás”. Con esta simple frase
inversión, estaba dando un cambio de grandes magnitudes en la forma de
considerarse que tenía el ser humano, en la forma de verse dentro del
conglomerado humano del que formaba parte. Antes veía a los demás y
creía que él era como los demás, sin más. No se prestaba la importancia
debida. Ahora tenía que verse a sí mismo y recién después ver a los
demás, tenía que diferenciarse de los demás incluso viendo las
características comunes. Este es el mismo sentido de la frase de Cristo:
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Todo ese proceso no fue de tan simple adquisición, porque precisó del
conocimiento de otras sociedades, de verse diferente como sociedad para
pasar a verse diferente como ser humano. Precisó del conocimiento del
presente tanto como el del pasado. De las sociedades más adelantadas
como las de las más atrasadas. El conocimiento del hombre es una labor
interactuante en que se dan cuenta de que todos forman parte de un
conglomerado humano pero también son individuos dentro de ese

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conglomerado. Nadie puede prestar atención a los otros sin prestarse
atención a sí mismo, porque en determinada situación, él también es
“otro” para los demás. “Yo no soy como mi vecino, mi vecino es como yo
más bien”.

La búsqueda del conocimiento, la sed insaciable de conocer, ha llevado al


ser humano, al pensador, a estudiar las más diferentes áreas en que el
hombre actúa. El conocerse a sí mismo era una labor de fundamental
importancia para poder desarrollar otras ciencias. Quizás por esto el
Renacimiento (siglo XVI), vuelve sus ojos a Platón –porque Aristóteles
estaba demasiado ligado, injustamente, al pensamiento oscurantista
medieval-, discípulo y principal expositor de las ideas socráticas. De aquí
en adelante se han ido formando las ciencias modernas y también, por
supuesto, las ciencias sociales, las últimas en tomar forma, después de
los planteamientos evolucionistas darwinianos. El Renacimiento hizo
posible el surgimiento de las ciencias modernas porque puso énfasis en la
experiencia, para combatir a la escolástica medieval.

Para la escolástica medieval sólo había dos formas de conocimiento: La


Biblia y Aristóteles. Todo lo que estaba fuera de estos libros, según sus
intérpretes medievales, no era cierto, no existía. Los renacentistas dieron
una nueva interpretación a la Biblia, y sin ser ateos, unen su
interpretación al conocimiento experimental del mundo. Así, Miguel Ángel,
que aportó una nueva manera de pintura, lo hizo porque estudió
anatomía. Claro, el estudio de la anatomía estaba prohibido por la
autoridad religiosa, pero cuando él quiso hacer ese tipo de estudios,
acudió a un sacerdote amigo suyo, guardián de la morgue, y le suplicó
que le dejara entrar para estudiar en los cadáveres. Éste se escandalizo, y
le dijo que no podía hacer eso, que era pecado... pero que él terminaba su
labor a las 6 de la tarde y dejaba las llaves en tal lugar. Después de las 6
llegaba Miguel Ángel, tomaba las llaves y se pasaba toda la noche
estudiando la anatomía humana en los cadáveres. Evidentemente, los
Papas que lo contrataron para hacer sus famosas pinturas, nunca
supieron de estos estudios.

Es cierto que los filósofos han tratado de comprender la esencia misma


del hombre, reflexionando pero no yendo al estudio de las sociedades, las
ciencias van a estudiar al hombre y a la naturaleza. El estudio de las
ciencias del hombre, de las ciencias sociales, considerando lo
concerniente al hombre como un hecho social, según Durkheim, es un
paso esencial para la sociología, y lo será también para la antropología,
que surge después de estos planteamientos. La antropología moderna
podria considerarse como hija de la sociología porque muchos
antropólogos consideran que las obras de este pensador francés han sido
de importancia fundamental para la antropología.

James Frazer (autor de “La rama dorada”) recibió la cátedra honoraria


de antropología en la Universidad de Liverpool en 1908, siendo la primera
que se instauraba en el mundo. En su clase inaugural (14 de mayo de
1908), dijo claramente: “Realmente, podría haber algunas razones para

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sostener que la antropología social, o el estudio del hombre en sociedad,
no es sino otra expresión para denominar a la sociología. La esfera de la
antropología social tal como la entiendo, o al menos tal como propongo
tratarla, se limita a los primeros comienzos, del desarrollo rudimentario
de la sociedad humana”.

4. LOS PRECURSORES DE LA ANTROPOLOGÍA

Algunos ven en Herodoto como al padre de la antropología. Y no les falta


razón En sus viajes más allá de las fronteras de Grecia, el país más
adelantado de la época, él registró lo que veía, lo que la gente le contaba,
lo que leía y se preocupó, sobre todo, por aquello que hace tan diferentes
a los pueblos de menor desarrollo que el suyo. Los libros de viajes se
encuentran entre las formas más antiguas de literatura, pero son también
los primeros informes antropológicos acerca de los pueblos diferentes,
alejados, extraños. Es cierto que tienen muchas especulaciones, muchas
fantasías, pero también contienen algunos datos que son de utilidad.
Consideremos pues que toda era de descubrimientos geográficos ha
presenciado un brote de interés hacia los nuevos tipos de sociedad que
han hallado los exploradores que buscan conocer que es lo que contienen
esas tierras desconocidas. El siglo XVI fue uno de esos periodos y el siglo
XVIII otro.

El Siglo de las luces no inventó la preocupación europea por las


sociedades menos desarrolladas: en parte ya fue enunciada en el
Renacimiento, con las innovaciones científicas de Copérnico y Galileo, y
con los descubrimientos geográficos de los XV y XVI, que resultaron, al
mismo tiempo, en un redescubrimiento de la humanidad. ¿Qué actitud
adoptar ante los nuevos pueblos?, ¿cómo relacionarse con ellos?, ¿cómo
interpretar sus costumbres y sus creencias? fueron preguntas corrientes
en esos siglos, que dieron lugar a las bases el pensamiento antropológico.

En el siglo XVI, Miguel de Montaigne, francés, aunque no viajó fuera del


mundo antiguo, se interesó por las informaciones que traían quienes
habían estado en el “nuevo mundo” y así escribió su ensayo “Sobre los
caníbales”. Un poco después, a inicios del siglo XVII, William
Shakespeare, mostraba interés por estas nuevas tierras e imprime sus
ideas en su última obra llamada “La tempestad”. La atención se
centraba en América española, con ideas muy disímiles entre ellos según
iban pasando los tiempos y las riquezas metálicas emergían de los suelos.
Los primeros viajeros, Colón y algunos sacerdotes que lo acompañaban,
pensaban que estaban llegando al paraíso. El famoso libro de Tomás Moro
llamado “Utopía” tiene también este origen. Como sabemos, aquel
paraíso que los españoles encontraron, ellos mismos lo convirtieron en un
infierno con su codicia.

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En el siglo XVII Hobbes pensaba que los indios americanos se acercaban
mucho a ese imaginario estado natural en el que la mano del hombre se
levanta contra la del prójimo y la vida de los hombres es solitaria, pobre,
grosera, bestial y corta. Evidentemente, siempre, antes como ahora,
tenemos la tendencia a considerar a los demás, a los sectores que están
menos desarrollados científica y tecnológicamente (para decirlo con
términos modernos) como que son infelices. Incluso a las zonas selvícolas
actuales de la amazonía, se le llama zonas “tristes”, identificando la
tristeza con la pobreza, así Levy-Strauss escribió un libro que se llama
“Tristes trópicos”, donde habla de la selva brasileña. Pero los
habitantes de esas zonas son los menos tristes que pueda uno imaginar,
repetimos que lo que sucede es que la palabra “triste” se ha
transformado en sinónima de “pobreza”. No todo pobre es triste, ni
desdichado, ni solitario, como lo concebía Hobbes. Nosotros no somos la
medida de lo que el hombre debe ser o es.

Los hombres del siglo XVIII, dirigieron su atención a América del Norte y
Polinesia. Los viajeros de ese siglo tenían una visión diferente que los de
siglos anteriores. Ellos pensaban que los indios representaban el estado
prístino del hombre. Jean Jacques Rousseau proclamaba que se hiciera un
estudio de las sociedades que eran tan diferentes a Europa: África, Asia,
América, etc.

Así pues, si durante los primeros instantes de los descubrimientos


geográficos, quienes llegaron tuvieron ideas fantásticas sobre lo que
encontraban, más aún si estaban abocados a buscar tesoros y a diezmar
poblaciones en aras de llenarse os bolsillos, pasando el tiempo, los
viajeros fueron cambiando de puntos de vista, observaban las cosas de
otra manera. Los informes relativos a los usos y costumbres de los países
lejanos comenzaron a tratarse no como meros retazos de información
interesante, sino como datos para construir esquemas históricos del
desarrollo de la sociedad. Las teorías evolucionistas que se iban
entronizando en la biología, y especialmente las obras de Carlos Darwin,
contribuyeron a dar a estos hombres una visión evolucionista de la
sociedad, queriendo ver como esas poblaciones tan aisladas podían servir
para comprender el porqué el hombre de las sociedades más
evolucionadas habían llegado a tal punto de desarrollo. El europeo veía en
esas sociedades su propio pasado.

El misionero Jesuita francés Joseph François Lafitau (nacido en Bordeaux),


fue enviado a Canadá, donde estudió las costumbres y características de
los iroqueses. Publicó un libro en 1724 donde comparaba las costumbres
de los indios americanos con las del mundo antiguo, por lo cual algunos lo
consideran como el iniciador de la historia de la etnografía comparada.

En 1760 Charles Brosses escribió sobre el paralelismo de la antigua


religión egipcia y la de África Occidental. En 1748 Montesquieu publica
“El espíritu de las leyes”, donde analiza los textos existentes en su
tiempo. En Escocia descollan Adam Ferguson y Adam Smith buscando la

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evolución social desde sus inicios, basados también en textos. Pero quien
aporta datos decisivos en esas ideas evolucionistas, que se iban
desarrollando ya desde el Siglo de las Luces, es Charles Darwin que
descubre el principio de la selección natural.

En el siglo XIX comienzan los viajes de aquellos que buscan observar las
diferencias entre las sociedades humanas. Es Adolf Bastian (etnólogo
alemán) quien plantea la unidad psíquica de la humanidad. Enrolado en
1851 un barco como médico, visitó muchos lugares. Su primera aventura
lo llevó a muchas partes del mundo, incluyendo Suramérica, las Indias
Occidentales, Australia, India, China y África. Las similitudes que encontró
las consideró cualidades psicológicas comunes que llevaba a los seres
humanos a pensar, con independencia en mitos y rituales semejantes. El
viaje fue el inicio de sus inquietudes etnológicas. Su mejor trabajo es
considerado “El hombre en la historia” (1860). Se le conoce como el
fundador de la etnografía.

Para los adherentes del Instituto Antropológico Real de Londres (fundado


en 1843), la antropología social debiera estar ligada con la antropología
física, clasificar a la sociedad por razas, con la arqueología o estudio de
las reliquias enterradas por las sociedades del pasado y con la lingüística.

Friedrich Ratzel, geógrafo y etnógrafo alemán, fue un gran viajero.


Iniciador del estudio de la distribución mundial de los elementos
culturales individuales, subrayó el papel ejercido por la difusión y el
préstamo en el desarrollo de las culturas. Le interesaban más los
utensilios que las ideas, y planteaba que aquellos se crearon en un solo
lugar y fueron difundidos por las migraciones. A esta teoría se le
denomina difusionismo. Su principal trabajo etnográfico fue “La historia
de la humanidad” (1896-98).

Leo Frobenius fue un explorador alemán, etnólogo. Como científico social


fue autodidacta. Le atribuyó un origen común a las culturas de Oceanía y
de África Occidental. Sostenía la idea de la difusión cultural. Se considera
que siguió desarrollando las ideas de Ratzel del cual se considera su más
refinado discípulo. Frobenius llegó a plantear que todos los inventos
básicos se hicieron en Egipto.

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