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Este es un ensayo con un título peculiar, pues en una pequeña síntesis, se trata
de verificar el comportamiento de un ente denominado “Estado”, en un contexto en
el que quizás nunca existió, al menos tal cual como lo conocemos hoy. Esta
inquietud surge en las discusiones del curso “Pensamiento Político y Proyecto
Nacional en Venezuela 1811 – 1854”, en el que se trató de evidenciar la existencia
de un proyecto nacional en los años citados.
1 Urbaneja, Diego Bautista. La idea política de Venezuela: 1830 – 1870. Caracas: Fundación Manuel García – Pelayo,
2004. p. 9.
2 ídem. p. 17.
estorbo o un adorno. Manejado por caudillos y dictadores, un pueblo rudimentario
sufre los extremos de la explotación. Debido al predominio de los hombres de
presa, la legalidad llega al colmo del menoscabo y el control del poder sólo se
dirime en las guerras civiles”. 3 Evidentemente que estas aseveraciones pueden
ser rebatidas por lucir un tanto exageradas, pero tampoco consideramos que se
pueda asegurar con firmeza la existencia de una planificación que conllevase a la
creación de un Estado liberal moderno.
El mismo Elías Pino ratifica esta posición al considerar que no se puede pedir a
nuestro pasado “aquello de lo que carece por razones obvias: un proyecto
nacional perfilado, partidos estructurados y distintos, corrección administrativa y
planes de justicia social, por ejemplo”. 4 Sin embargo, hay una realidad que hace
aún más incoherente la afirmación del Estado Liberal Nacional para la Venezuela
de 1811 a 1854, y esto es debido a que el concepto actual de “liberal”, bajo el cual
la historiografía común estudia el período, no es percibido de tal forma por los
contemporáneos de la época, 5 desafiando la consideración lógica de que “no
puede decirse que ningún agente haya pretendido o hecho algo que nunca podía
verse en la necesidad de aceptar como una descripción correcta de lo que había
pretendido o hecho”. 6 Es decir, que los venezolanos de la época no estábamos
en la capacidad de proyectar un Estado liberal si no conocíamos y entendíamos
correctamente el término “liberal” contemporáneo.
3 Pino Iturrieta, Elías. País Archipiélago, Venezuela 1830 - 1858. Caracas: Ed. Alfa, 2014. p. 13.
4 Ídem. p. 26.
5 Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750 – 1850. Iberconceptos-I.
Madrid: Fundación Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 2009. Cap. 6: Liberal/Liberalismo. pp. 693 – 731.
6 Skinner, Quentin. Lenguaje, política e historia. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007. p. 146.
obra, que en lo que realmente quiso significar. 7 Es decir, se afrontan las
consideraciones de nuestros antepasados, abordando su estudio con “paradigmas
preconcebidos”. 8
7 Ídem. p. 137.
8 Ídem. p. 145.
9 Pino Iturrieta, Elías. País… p. 27.
10 Ídem. p. 27. Cabe resaltar la afirmación de que “la puesta de la Historia al servicio del interés nacional es fuente de
prejuicios para la investigación histórica”. Véase en: Chiaramonte, José Carlos. Nación y Estado en Iberoamérica.
Buenos Aires: Sudamericana, 2004. p. 29.
El fin de este ensayo es tratar de darle una respuesta a dicha incógnita, y luego,
en base a ella, tratar de descubrir desde los rincones y entresijos de la historia
nacional comúnmente aceptada, una nueva, que se acerque más a la realidad y
nos ayude a comprender mejor el presente.
Para ello, haremos en primera instancia el análisis inicial del significado de Estado
empleado en el período y el que vamos a considerar posteriormente para el resto
del ensayo. Seguidamente, se hará una explicación del nacimiento del Estado
venezolano y un recuento de notas históricas que evidenciarán si se puede hablar
de Estado o si, por el contrario, sólo empleamos esta terminología como
consecuencia de una creencia tomada como cierta, sin afirmarla a través de la
consistencia histórica del hecho político.
13 Todas las notas sobre los documentos del Libertador son tomadas de: Blanco Fombona, Rufino. Discursos y
Proclamas, Simón Bolívar. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007.
14 Diccionario de la Real Academia Española. Disponible en: www.rae.es
15 Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Buenos Aires: Nueva Visión Argentina, 2005.
16 Laband, Paul. Das Staatsrecht des Deutschen Reiches. Vol. I, 4a ed, Leipzig, 1901, p. 64. En: Weber, Max.
Sociología del poder, los tipos de dominación. Madrid: Alianza Editorial, 2009. p. 17. En el Estudio Preliminar de
Joaquín Abellán.
17 Rodríguez Braun, Carlos. Estado contra mercado. Editorial digital Sibelius, 2000. p. 39.
Dominado por esta idea marxista, Lenin, citando a Engels; considera que el
Estado es “un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de
desarrollo”, que se hizo necesario para establecer un poder que aparentemente se
encuentra por encima de ella misma, cuyo fin es “amortiguar el conflicto, o
mantenerlo dentro de los límites del orden”, y que se divorcia cada vez más de esa
misma sociedad. De esta forma, Lenin termina por interpretar que el Estado es “el
producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de
clase”, que finalmente surge cuando éstas no logran un acuerdo. 18
Como se puede observar, Lenin introduce una nueva palabra clave: orden. Ya no
sólo es una forma de dominación y de represión, también es un ente que garantiza
el orden de una sociedad en la que las contradicciones entre clases la someten a
una lucha permanente.
Por otro lado, la tradición anarquista, de cuyo seno citamos a Mijail Bakunin,
considera que el Estado es una “institución histórica, transitoria, una forma
pasajera de la sociedad” que es la encargada de organizar el poder y ejercer la
autoridad a través de la fuerza, pues su naturaleza es imponer y obligar, siendo su
origen y fin supremo la conquista. 19 De acuerdo a estas características, el autor
logra englobar las tres palabras claves que se han venido repitiendo en los demás
conceptos: represión (a través de la fuerza), dominación (imposición y obligación)
y orden (organización).
Ahora bien, para otros autores, “la reducción del Estado al papel de instrumento
ciego de la operación de clase es evidentemente insatisfactoria”, 20 por lo que debe
expandirse en otros niveles. En este sentido, Karl Deutsch considera que el
Estado es una “maquinaria organizada para la elaboración y ejecución de
decisiones políticas y para la imposición de las leyes y reglas de un gobierno”.
Esta definición emplea palabras menos impactantes que las anteriores, pero en
De igual forma, Guillermo O’Donnell define al Estado como una “asociación con
base territorial, compuesta de conjuntos de instituciones y de relaciones sociales
(la mayor parte de ellas sancionadas y respaldadas por el sistema legal de ese
Estado) que normalmente penetra y controla el territorio y los habitantes que ese
conjunto delimita. Esas instituciones reclaman el monopolio en la autorización
legítima del uso de la coerción física y normalmente tienen, como último recurso
para efectivizar las decisiones que toman, supremacía en el control de los medios
de esa coerción sobre la población y el territorio que el estado delimita”. 23
Concepto que, por demás, es una extensión modernizada del original planteado
por el pensador alemán Max Weber al inicio del siglo XX.
21 Deutsch, Karl. Política y gobierno. México: Fondo de Cultura Económica, 1998. p. 120.
22 Jasay, Anthony de. El Estado … p. 67. Cursivas del texto original.
23 O’Donnell, Guillermo. Democracia, agencia y estado. Prometeo libros. p. 76.
24 Weber, Max. El político y el científico. Editorial digital Bercebus, original de 1919.
decir, de la que es considerada como tal). Para subsistir necesita, por tanto, que
los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento
dominan”. 25
Esta creación del reino español, aglutina no sólo a cuerpos territoriales definidos,
sino también a sentimientos provinciales encontrados. Guillermo Morón confirma
esta consideración al describir que las provincias “no constituyeron un todo
homogéneo, sino que fueron autónomas y dependieron, incluso, de distritos de
diferentes Reales Audiencias hasta 1786”. 28 Tenemos por ejemplo a la provincia
de Cumaná, que antes de 1777 dependía en lo civil al Virreinato de Santa Fe
(Bogotá), en lo judicial a la Audiencia de Santo Domingo, en lo religioso al
Obispado de Puerto Rico, en lo económico a la Tesorería de Caracas y además,
recibía las Reales Órdenes del Consejo de Indias por intermedio del Secretario de
Nueva España (México). 29
27 Real Cédula de 1777 que organiza la Capitanía General de Venezuela. Disponible en: www.analitica.com
28 Morón, Guillermo. Historia de Venezuela. Caracas: Enciclopedia Britannica de Venezuela, 1995. Tomo V: “La
formación del pueblo”. p. 141.
29 Siso, Carlos. La formación del pueblo venezolano. 7ª edición. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República,
31 Parra Pérez, Caracciolo. Historia de la Primera República. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1992. p. XLV. En este
mismo orden de ideas, Guillermo Morón considera que la unificación territorial de Venezuela se hereda
verdaderamente de la jurisdicción de la Real Audiencia de Caracas y no de la Capitanía General.
32 Para ilustrar sobre el tema del nacimiento de las nacionalidades ver: Chiaramonte, José Carlos. Nación y Estado en
Iberoamérica. Buenos Aires: Sudamericana, 2004; Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. México: Fondo
de Cultura Económica, 1993 y Mises, Ludwig von. Nación, Estado y economía. Editorial digital Loto, 1919.
33 Siso, Carlos. La formación… pp. 220 – 224. Sin embargo, y en aras de defender la posición de aquellos que
consideran el 19 de abril como fecha de la Independencia (tal cual como aparece en nuestro Escudo Nacional); la
celebración de los actos conmemorativos a la emancipación y el número ordinal que se sigue a los documentos
oficiales corresponden a dicho 19 de abril de 1810, desde los primeros años de la República.
Central reconocida legítimamente y que consideraba la participación de delegados
americanos debidamente elegidos; en oposición al Consejo de Regencia
nombrado posteriormente o a la monarquía francesa representada por José I
Bonaparte. De hecho, el precepto legal que se invocó fue el regreso de la
soberanía al verdadero depositario (el pueblo), hasta tanto se lograse recuperar la
presencia regia; en vez de una separación plena de la metrópoli. 34
Ahora bien, aun cuando no está conformado el Estado como tal, es la Junta de
Caracas la que decide tomar para sí el monopolio de la violencia legítima y el
control político de lo que después sería la República. Para hacerlo, primero
organiza una expedición militar contra la ciudad de Coro, a fin de atraerla a la
causa capitalina, ya que ésta no reconoció a la Junta de Caracas, principalmente
debido a tres importantes circunstancias: la primera corresponde a la pretensión
ya antigua de que Coro se convirtiera en capital, 35 la segunda es la actitud
unilateral tomada por la Junta al reservarse para sí la “Suprema Autoridad
Soberana en las provincias que constituyeron la Capitanía General de Venezuela”,
declarándose inequívocamente como centro del poder político, siguiendo la
costumbre dada por las autoridades españolas; y la tercera es el desconocimiento
de la legalidad de la Junta Suprema, por considerarla violatoria de la autoridad
real. 36
34 Quintero, Inés (coord.) Venezuela, crisis imperial e independencia. Lima: Ed. Taurus, 2011. Tomo I 1808/1830.
Colección América Latina en la Historia Contemporánea. Cap. “La vida política” de Inés Quintero Montiel. pp. 45-47.
35 Febres Cordero, Julio. El primer Ejército republicano y la Campaña de Coro. Caracas: Ediciones de la Contraloría
De todo esto, se puede inferir que ese incipiente Estado que inicia su accionar en
1810 y se constituye legalmente en 1811, no cumple con los requisitos weberianos
para conformar un verdadero Estado. De hecho, el fracaso de las maniobras
contra Coro y Guayana es lapidario para determinar que la figura de poder no
lograba concentrar una autoridad competente en el territorio de la extinta
Capitanía General de Venezuela.
contemporáneos como Guillermo Morón, Parra Pérez, Febres Cordero y Carlos Siso.
Hablar de Estado en lo que se conoce normalmente como “Segunda República” es
más complicado aún, teniendo en cuenta la descomposición territorial y social
sufrida por el país, en medio de los esfuerzos de Bolívar y Mariño por organizar las
instituciones nacionales, bajo el asedio de las tropas de Boves y de los demás
realistas. De hecho, incluso los discursos, documentos y relaciones comerciales e
internacionales llevadas a cabo por ambos generales dan cuenta de una división
territorial entre el Occidente y el Oriente, como lo deja ver Parra Pérez en su
obra. 40
Estas situaciones son las que originan reflexiones como las que el mismo
Libertador confiesa a O’Leary en carta del 13 de septiembre de 1829 en
Guayaquil: “Si he de decir mi pensamiento, yo no he visto en Colombia nada que
parezca gobierno ni administración ni orden siquiera.” Así mismo detalla que el
gobierno colombiano “no es suficiente para ordenar y administrar sus extensas
provincias. El centro se halla muy distante de las extremidades. En el tránsito se
40 Parra Pérez, Caracciolo. Mariño y la Independencia de Venezuela. Caracas: ANH y Fundación Bancaribe para la
Ciencia y la Cultura, 2004. Tomo I. pp. 328 – 331.
41 Entiéndase partido como “facción”, tomando en cuenta la usanza de la época.
42 Siso, Carlos. La formación… Tomo II. p. 112.
debilita la fuerza y la administración central carece de medios proporcionados a la
inmensidad de sus atenciones remotas”. 43
Por su parte, José María Rojas asegura que la constitución de una república como
Colombia era un “absurdo a la razón”, no sólo por la imposibilidad de conservar la
unidad política “en un país compuesto de razas con aspiraciones y tendencias tan
múltiples como varias”, sino por la carencia palpable de vías de tránsito que
impedían ejercer con efectividad la administración del Estado en un territorio
“capaz de contener muchas veces el de varias naciones europeas”. 44
Son las mismas razones por las cuales Carlos III crea la Capitanía General de
Venezuela, pero poco entendidas por los patriotas, pues en su momento
rivalizaban con el ideal unitario que inspiraba a muchos de nuestros próceres,
liderados por Bolívar. En fin, como escribe Ramón Díaz Sánchez, el Libertador
soportaba el peso de Colombia bajo su fe inquebrantable, pero la emergente
nación estaba “irremediablemente condenada al fracaso”. 45
43 Carta de Simón Bolívar para Daniel Florencio O’Leary. Guayaquil. 13 de septiembre de 1829. Obras completas del
Libertador. México: Editorial Cumbre, 1978. Tomo III.
44 Rojas, José María. Bosquejo histórico de Venezuela. París: Librería de Garnier Hermanos, 1888. Primera parte
Difícil y tortuoso ha de ser el camino del país desde 1830 hasta nuestros días. En
una cíclica aparición de eventos, aciertos y desaciertos, traiciones y lealtades; la
nueva patria se va sumergiendo en numerosos sucesos que van a cuestionar su
integridad política y a minar la naciente nacionalidad.
46 El Concejo Municipal de Caracas expresará que este movimiento actuó: “invocando la integridad de Colombia y el
nombre mágico de Bolívar”. Véase la Exposición del Concejo Municipal de Caracas al General Páez del 4 de agosto
de 1835 en: Academia Nacional de la Historia. Documentos para los anales de Venezuela desde el movimiento
separatista de la Unión Colombiana, hasta nuestros días. Caracas: Imprenta del Gobierno Nacional, 1892. Segundo
período, Tomo Tercero. p. 30.
47 Díaz Sánchez, Ramón. Guzmán… p. 156. José María Rojas agrega que estos movimientos continuaron emergiendo
en dicha provincia y en Maturín. Véase en: Rojas, José María. Bosquejo… p. 11. Por su parte, Felipe Tejera afirma
que la insurrección se inicia debido a que no se conocía aún la noticia de la muerte del Libertador, pero luego de
hacerse pública la información, la sublevación se debilita y finalmente se rinde. Véase en: Tejera, Felipe. Manual de
historia de Venezuela para el uso de las escuelas y colegios. Caracas: Imprenta Federal, 1875. pp. 182 – 183. Esta
tesis también es apoyada por Rafael Arráiz Lucca.
48 Supuestos tratos de conciliación se llevaron a cabo entre ambos jefes orientales, pero incluso se estuvo al borde de la
consolidación de la rebelión asumiendo la jefatura el General Mariño. Véase en: Rojas, José María. Bosquejo… p.
12
49 Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela. México: Editorial Cumbre, 1978. Biblioteca Simón Bolívar,
Tomo X. p. 450. A esta rebelión también se hace referencia en: Esteves González, Edgar. Las guerras de los
caudillos. Caracas: Editorial CEC, 2006. Colección Los Libros de El Nacional. p. 11.
Para Diego Bautista Urbaneja “la figura del caudillo ocupa un lugar central en la
Venezuela del siglo XIX”, y lo encumbra como un líder militar y popular, con una
especie de ejército personal, que termina por controlar la violencia física en el
territorio donde se desenvuelve. 50 Esta afirmación se opone a su misma idea de
la proyección de un “Estado liberal”, cuando el Estado per se, es quien debe
mantener el monopolio de la violencia legítima, siguiendo la definición expuesta
con anterioridad. Respecto al tema, Ramón Díaz Sánchez describe algo parecido:
“en cada región hay un caudillo que agrupa la bárbara voluntad de los hombres”. 51
Mientras Arráiz Lucca indica que el caudillismo emergería junto a la República
“buscando imponer su propia gramática, empuñando para ello una espada, y
cobrando los servicios prestados durante la Guerra de Independencia”. 52 Es pues
este fenómeno, uno de los que va a complicar la posibilidad de definir un Estado
weberiano en nuestro territorio durante el período en estudio.
El primer gobierno de Páez, que termina por hacerse constitucional a partir de las
53
elecciones del 2 de enero de 1831, se encuentra con diferentes alzamientos que
van a complicar el monopolio legítimo de la violencia. Ya describimos la
sublevación partidaria de la unión colombiana, luego la oriental de Monagas; pero
también encontramos la sublevación caraqueña del 11 de mayo, que pretendía el
exterminio de la “parte más alta de la sociedad para repartirse sus propiedades y
54
hacer su agosto de placeres nefandos” y el movimiento de José Dionisio
Cisneros, quien a pesar de ser un salteador de caminos, proclamaba ser parte de
un movimiento en apoyo al Rey y mantuvo en jaque a la policía gubernamental.
Tanto así, que el propio Presidente es quien negocia con el bandido y lo convence
de deponer sus armas. 55
perfeccionadas en el Congreso. Véase en: Landaeta Rosales, Manuel. Gobiernos de Venezuela de 1830 – 1897.
Caracas: Imprenta Bolívar, 1897. p. 5.
54 Tejera, Felipe. Manual de historia de Venezuela para el uso de las escuelas y colegios. Caracas: Imprenta Federal,
1875. p. 183. Véase también en: Rojas, José María. Bosquejo… p. 13.
55 Este episodio es relatado por varios autores. Véase en: Díaz Sánchez, Ramón. Guzmán… y en: Esteves González,
Edgar. Las guerras… pp. 8 – 12. El decreto “Admitiendo al servicio al Coronel Dionicio (sic) Cisneros” data del 22 de
Pasado un año, Monagas y Mariño subvierten al país proclamando la República
de Oriente, defendida por ambos caudillos en diversas circunstancias. La
sublevación es pacificada por el mismo Páez en el Valle de la Pascua. En 1833,
tropas licenciadas que habían participado en la rebelión anterior, se declaran en
armas al mando del Coronel Cayetano Gabante, declarando nuevamente la
integración a Colombia.
Luis Jerónimo Alfonzo relata en su obra “Breve Análisis del pasado de Venezuela”,
que si bien era entendido en el colectivo que esta época fue de progreso y de
orden, se pregunta ¿en qué reinó el orden en esa época? “convendríamos en ello
si el orden pudiera ser privar al pueblo de su pensamiento y de su voluntad”. La
considerada como “edad de oro” era descrita como una usurpación a los derechos
del soberano (el pueblo); a través de un presidente impuesto (Páez), para fines
“siniestros” y que, al no llenar las expectativas en su mandato, generaron una
oleada de levantamientos y luchas sangrientas que perdurarán durante varios
decenios. 56
Los difíciles años del primer mandato de Páez, van a estar acompañados no sólo
de las distintas insurrecciones, sino también por un intento de organización estatal
para sentar las bases de un país que busca organizarse y levantarse después de
los estragos sufridos en la Guerra de Independencia. 57 El comentario de Alfonzo
citado en el párrafo anterior, es consecuencia de que el orden se debió mantener
a partir de la imposición central del poder, a través de un mando férreo que sólo
podía ser detentado por una figura como la del “caudillo”.
noviembre de 1831, firmado por José Antonio Páez como Presidente y refrendado por Carlos Soublette como
Secretario de Guerra y Marina. La reproducción puede verse en: Decretos Expedidos por el Ejecutivo de Venezuela,
1830 – 1838. Caracas: Imprenta de George Corner, 1839. pp. 37-38.
56 Alfonzo, Luis Jerónimo. Breve análisis del pasado de Venezuela. Caracas: Imprenta Nacional, 1872. pp. 6-7.
57 El país después de la Independencia es “un desastre. La guerra lo convierte en un escombro. Las pérdidas de la
población se calculan en más de un 30%, sufriendo la aristocracia que había dirigido la sublevación y tenía
experiencia de mando un golpe que casi la extingue. Cerca del 46% de las esclavitudes se pierde en los combates.
De 4500000 reses contadas al principio del conflicto, solo quedan unas 250000”. Pino Iturrieta, Elías. País… pp. 25-
26.
La transición del mandato de Páez debe hacerse a través de las elecciones
ordenadas por la Constitución; y el partido del jefe llanero prefiere apoyar a un
civil para tratar de minimizar los efectos del militarismo y la concentración del
poder en el fuero militar.
Es por ello que en 1835, es electo el Doctor José María Vargas como Presidente
para el período 1835 – 1839. Sin embargo, la paz que se esperaba dura poco. En
junio de ese año se alzó un movimiento en Maracaibo en favor de la federación,
que proclamaba como jefe al General Santiago Mariño. Dicha intentona termina
siendo rápidamente sofocada por las fuerzas del gobierno, dirigidas por el
General Mariano Montilla. 58
En julio del mismo año, una serie de partidos con graves discrepancias entre sí,
llegan incluso a un acuerdo que cinco años antes parecía imposible. Los llamados
59
“bolivianos” se alzan en armas junto a muchos antiguos oficiales de la
Independencia y dirigen la llamada “Revolución de las Reformas”, liderada por el
General Santiago Mariño, junto a otros oficiales entre los cuales se destacan
Diego Ibarra, Justo Briceño, Luis Perú de la Croix, Pedro Briceño Méndez y José
Laurencio Silva. Para colmo de la ironía, integra este movimiento el famoso Pedro
Carujo, quien el 25 de septiembre de 1828, fue el brazo ejecutor del atentado
contra el Libertador en Bogotá. Esta “revolución”, pretendía que el ala militar de la
política nacional tomase el poder, dejando en banca al ala civil, liderada por el
presidente electo. 60 Además de ello, basaba su acción política en los siguientes
fundamentos: establecer la federación venezolana, restituir el fuero militar y el
58 Rojas, José María. Bosquejo… p. 28. Véase también en: Morón, Guillermo. Los presidentes de Venezuela. Caracas:
Editorial Planeta, 1993. p. 63.
59 O “bolivarianos”, en fin, partidarios de Bolívar.
60 Varios autores creen que las elecciones que llevan al poder al doctor Vargas resultan ser fraudulentas, puesto que son
invalidados los votos de los colegios electorales orientales que hubiesen favorecido al General Mariño.
eclesiástico, declarar la religión católica como oficial y consignar los empleos
públicos a los verdaderos fundadores de la República. 61
61 Academia Nacional de la Historia. Documentos para los anales de Venezuela desde el movimiento separatista de la
Unión Colombiana hasta nuestros días. Caracas: Imprenta del Gobierno Nacional, 1892. Segundo período. Tomo III.
p. 10. Extracto de la carta del Sr. José Francisco Hurtado al General Páez fechada el 14 de julio de 1835. En ella,
también se da a entender que Páez tomaría la presidencia mientras Mariño comandaría al Ejército Libertador.
62 Documentos para… p. 6. Durante la toma de la casa presidencial es cuando ocurre la famosa conversación entre
Carujo y Vargas, en donde el Presidente termina diciendo: “El mundo es de los hombres justos”.
63 Rojas, José María. Bosquejo… p. 29.
64 “El Ejército Libertador proclama las Reformas sociales que vosotros habéis reclamado; Reformas de salud pública, de
orden, de justicia y de libertad; que restituyan al patriotismo sus ínclitos derechos y al pueblo venezolano el pleno
goce de sus prerrogativas esenciales; que destierren las intrigas eleccionarias; que nos den instituciones fundadas
en el amor á la Patria y en los dogmas sagrados de un sistema popular, representativo, alternativo y responsable; y,
en fin, que regeneren el país clásico del patriotismo”. Tomado de la proclama del 13 de julio de 1835 dictada por
Santiago Mariño en Caracas, a los 25 años de Independencia y 1 de las Reformas. Véase en: Documentos para… p.
229.
65 El resumen del programa político y objetivos de los reformistas, se puede revisar en la Manifestación de los
Reformistas del 10 de noviembre de 1836 en Curazao. Véase en: Documentos para… pp. 280 - 305.
66 Díaz Sánchez, Ramón. Guzmán… p. 180 – 200.
apoyar al bando del gobierno, traicionando la esperanza de los “revolucionarios”
de que se convirtiera en jefe de la facción militarista y se uniera a las fuerzas
rebeldes.
La marcha del “Centauro” empieza en su hacienda San Pablo, una vez recibido el
nombramiento como Jefe del Ejército en Operaciones, ordenado por el Presidente
Vargas antes de ser desterrado. Sus tropas pasan por Valencia, siguen a Caracas
para luego continuar en una campaña hacia el oriente del país. Posteriormente
vuelven hacia el centro y atacan Puerto Cabello, sometiendo finalmente a los
sublevados en febrero de 1836; 67 quienes son indultados por el Ejecutivo
68
mediante decreto del 21 de marzo.
71 Ejemplo de estos sucesos lo constituye el levantamiento del Batallón “Junín” y de otras unidades militares en el
Oriente del país, comentados por Andrés Level de Goda el 7 de agosto de 1836. Véase en: Documentos… pp. 305 –
316. Sin embargo, Gil Fortoul se atreve a asegurar que de 1837 a 1846, “el Gobierno, la oposición y el pueblo
pudieron dedicarse a los trabajos de paz”.
72 Tejera, Felipe. Manual de… pp. 188 – 190.
73 Ya los hermanos Farfán se habían levantado en armas en 1836 y su movimiento fue controlado por Páez.
74 González Guinán, Francisco. Historia Contemporánea de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la
República, 1954. Tomo III, p. 20. Como puede observarse, los principios del levantamiento de Farfán son bastante
similares a los de los “reformistas” de 1835.
75 En esta acción mueren Juan Pablo y Ceferino Farfán, hermanos de José Francisco. La batalla está explicada en la
Comunicación del Jefe del Estado Mayor General del Ejército de Operaciones al Secretario de Guerra y Marina del 27
de abril de 1837 (Coronel José Austria). Véase en: Documentos… pp. 358 – 363.
Además de esta insurrección, “el fraile Zubiburo predica una especia de guerra
santa. Pascual Matamoros y el esclavo Francisco Arismendi proclaman la libertad
de los diezmos”. 76 Así mismo, se suceden diversas rebeliones que van desde los
sublevados en Quíbor bajo el mando del Comandante Florencio Giménez, hasta
los insurgentes de Puerto Cabello, Paso Real, Guaparo y de la goleta Mezelle. 77
Esto sin contar que se rumoraba intensamente que el General Mariño invadiría al
país con una flota que estaba armando en Haití. 78 Así el país continúa en un
devenir de rebeliones, apaciguamientos y perdones controlados por el Ejército en
Operaciones comandado por Páez, mientras Soublette asume la resolución de los
problemas políticos y económicos.
Ezequiel Zamora. Por su parte, Gil Fortoul responsabiliza únicamente a Rangel, colocando a Zamora en otra columna
y en otro territorio.
No sólo eran Zamora y el indio Rangel los sublevados, el levantamiento de
facciones diversas estaba a la orden del día. En los valles del Tuy estaban las
tropas de Flores “El Calvareño” y en Barlovento las de los hermanos Echeandía.
Ya para entonces, los campesinos armados se levantaban con sus jefes populares
del partido, mientras diez mil hombres afectos al gobierno y obtenidos en leva,
logran interponerse y devolver una falsa tranquilidad con la fuerza. Movimientos
guerrilleros abundaban en el país, apoyando inicialmente la causa liberal. Ya la
columna de Zamora se distingue como una de las principales, siendo aclamado
como “general del pueblo soberano”, haciendo resonar los lemas “elección
popular, principio alternativo, orden, horror a la oligarquía”. 93 Esta insurrección
que se regó como pólvora y que no tuvo una planificación verdadera, fue el
prolegómeno de lo que posteriormente sería nuestra Guerra Federal.
Para las próximas elecciones, Páez decide apoyar la candidatura del líder oriental
José Tadeo Monagas, compañero de luchas en la Independencia y en el combate
a las últimas rebeliones. Y en efecto, resulta elegido como Presidente. Al inicio
del mandato, su gabinete era estrictamente conservador, pero luego inicia
cambios que lo van a acercar al partido liberal.
las ansias de poder y visión de país distintos de ambos jefes nunca logró conciliarse.
Es entonces cuando empieza una diatriba política entre los paecistas más
desenfrenados y la nueva camada de funcionarios que empieza a disponer el
gobernante. Se excitan los ánimos y empiezan a crearse facciones dentro de
facciones. Los oligarcas que habían llevado al poder a Monagas, son quienes
ahora quieren deponerlo. 96 Para ello emplean a la Cámara de Representantes del
Congreso, a través de la cual la facción oligarca va a denunciar la violación
flagrante de la Constitución. En medio de estos acontecimientos de finales de
1847 e inicios de 1848, los mismos congresistas deciden crear un cuerpo armado
para salvaguardarlos, a la orden del Coronel Guillermo Smith, haciendo uso del
derecho a policía que estaba establecido en el artículo 75 de la Constitución. 97
96 Las facciones oligarcas que lo habían apoyado, le dan la espalda luego de cambiar la condena de muerte por destierro
a Antonio Leocadio Guzmán. Véase en: Alfonzo, Luis Jerónimo. Breve análisis… p. 8.
97 Gil Fortoul, José. Historia... Tomo XI p. 98. A pesar de que Gil Fortoul, José María Rojas y otros autores de época y
más modernos, consideran que la acción de los representantes estaba ajustada a la Constitución; otros destacan que
este cuerpo especial estaba constituido ilegalmente.
98 Varios autores señalan a Monagas como responsable, otros lo defienden culpando al Congreso. Difícil de determinar
actualmente la veracidad puesto que ambos bandos se encuentran viciados por la subjetividad propia del momento.
Por ejemplo, Luis Alfonzo asegura que el culpable de dicho acto es el Congreso. Así mismo, se puede inferir lo mismo
de Ramón Díaz Sánchez. Por otro lado, José María Rojas condena a Monagas, así como lo hace el relato del Coronel
Guillermo Smith y los informes de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos que reposan en la Biblioteca del
Congreso bajo el nombre de “Important documents in relation to the present situation of Venezuela; and the attempt of
General Jose Tadeo Monagas to establish a despotic government in that country”, fechado en 1848 en New York.
99 Gil Forotul, José. Historia... pp. 99 – 102. El autor cita un documento de Antonio Guzmán Blanco en el que le confiere
la responsabilidad de los hechos a una cámara secreta del Partido Liberal, conformada por el ala militar que en el año
35 se sublevó en la “Revolución de las Reformas”. De esta forma asegura la inocencia de Monagas en los tristes
sucesos posteriores.
Monagas le escribe a Páez solicitando su apoyo ante la situación, pero la
respuesta del caudillo es un levantamiento en contra de la legalidad del proceso,
exigiendo la renuncia del Presidente. Las fuerzas de Páez se alzan en El Rastro,
sublevándose posteriormente los cantones de Calabozo, Chaguaramas, Orituco y
San Fernando; junto a las provincias de Mérida, Trujillo, Maracaibo y Coro,
quienes reconocen en Páez la figura para restablecer la legalidad. Mientras tanto,
el gobierno decide levantar diez mil hombres en armas, bajo el mando de los
generales Cornelio Muñoz, Francisco Carmona y José Laurencio Silva. 100
Las fuerzas paecistas se miden con las del gobierno en los Araguatos. Cornelio
Muñoz obtiene la victoria y Páez, Soublette y Quintero deben retirarse a Nueva
Granada. La estrella rutilante de 1830, el brazo armado y protector de la Patria ya
había sido utilizado por la política, y su fuerza no seguiría siendo el bazo sobre el
que siempre se inclinaba la balanza. El Centauro de los Llanos pasó de ser el
“León de Payara” al “rey de los Araguatos”.
Pero el país aún no está en calma, continúan los levantamientos contra Monagas
en el resto del país, y particularmente arrecian en el Zulia, donde el General Judas
Tadeo Piñango, en compañía del Coronel José Escolástico Andrade, surgen como
cabecillas de un movimiento que se opone fervientemente al gobierno. Siguen
este ejemplo las provincias de Trujillo, Mérida y Coro. Finalmente, varias
campañas militares sofocan las rebeliones, siendo la más importante la dirigida
contra Maracaibo, dirigida por el Presidente en persona, auxiliado por las fuerzas
gubernamentales del General Mariño. 101
102 Varios autores consideran esta tesis, como Díaz Sánchez. José María Rojas asegura lo contrario, que el fin era
hacerlo rehén.
103 Díaz Sánchez, Ramón. Guzmán... p. 408.
104 Rojas, José María. Bosquejo… p. 210. Véase también en: Arráiz Lucca, Rafael. Venezuela… p. 50. Gil Fortoul
105 Guillermo Morón se refiere a Castro como “sujeto historiable” y “autor principal de la quiebra del país venezolano”.
106 Rojas, José María. Bosquejo… pp. 210 – 216. Véase también en: Gil Fortoul, José. Historia... Tomo XII. pp- 45 – 48.
107 Rojas, José María. Bosquejo… pp. 223 – 226. Según el autor, Juan José Flores, expresidente del Ecuador y prócer
de nuestra Independencia, pasó por Venezuela para tratar de mediar entre las facciones en pugna. Al no lograr un
acuerdo, decidió retirarse, no sin antes apoyar a estos nuevos sublevados con la promesa de una considerable
cantidad de armamento.
Crisóstomo Falcón y Julián Castro, puesto que en ellos reposaba no sólo gran
prestigio, sino también una cantidad considerable de hombres en armas. El
primero se negó a sublevarse, mientras que el segundo acogió de buena gana el
proyecto planteado por los conspiradores. 108
Entre tanto, las escuadras francesa y británica, empiezan a merodear los puertos
nacionales, los bloquean e incluso apresan buques de cabotaje venezolanos. 113
En el resto del país, las acciones del gobierno sólo originan anarquía, palabra que
refleja con mayor veracidad el devenir de los días de la Patria, en el preludio de
una sangrienta guerra civil que la consumirá durante cinco largos y penosos años.
A partir de este año, como bien lo reseña Gil Fortoul, no son las fuerzas del
gobierno las que mantienen el poder y la unidad del Estado en base a la
Constitución. Son ahora las revoluciones las que finalmente derrocarán
gobiernos, impondrán nuevos sistemas y vencerán ante las tropas
constitucionales; aumentando el grado de anarquía, disminuyendo la estructura
legítima del Estado, hasta que finalmente los tachirenses llegan al poder con los
compadres Castro y Gómez. El Estado como organización, estructura, unidad y
ente comienza a retomar sus funciones e importancia.
Como puede observarse, la ilusión de Estado existió desde 1811 hasta 1830.
Desde la primera hasta la tercera república, tomando en cuenta la periodización
normalmente aceptada, el Estado nunca logró mantener el monopolio legítimo de
la violencia. Ya sea en las luchas civiles o contra las tropas españolas, 114 los
gobiernos de turno no fueron lo suficientemente capaces de construir una
estructura que estuviese debidamente preparada para organizar un verdadero
Estado weberiano.
114 Es importante resaltar la tesis de Laureano Vallenilla Lanz, según la cual, la primera fase de la lucha por la
Independencia fue una guerra civil, hasta tanto no desembarcara la expedición pacificadora al mando del General
Pablo Morillo. Véase en: Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1991.
participando activamente como entes individuales con razón política y deseos de
convertirse en decisores.
Afirmar la no existencia del Estado sería injusto para aquellos hombres que a
pesar de su inexperiencia en el ejercicio del mando político, con la razón o sin ella,
se esforzaron en crear y mejorar un país que había sido desolado económica y
demográficamente por una angustiosa guerra. Ahora bien, esto no es suficiente
para afirmar con total certeza que existió plenamente un Estado weberiano, pues
sería menospreciar a todos aquellos que lucharon en contra del gobierno, que
perturbaron el orden público durante tanto tiempo, que tomaron el poder,
derrocaron presidentes, intentaron magnicidios y lucharon por lo que creían justo y
razonable.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: