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Breve ensayo sobre la identidad - 1

Autenticidad, originalidad, independencia, son


palabras que pueden asociarse a la idea de la
identidad; sin embargo, muy a menudo, todo el
conjunto que estas palabras forman son
cuidadosamente usadas para señalar una forma
muy específica de ser que se busca inculcar en
los demás y que estigmatiza (si no es que
condena) cualquier manera diferente de pensar
que no sea la que se desea imponer (y digo
imponer aunque esto sea hecho por medios muy
persuasivos, que ejemplos perfectos de esto son los medios masivos de
comunicación).

No es que sea un delito compartir nuestras convicciones con otros, e incluso que ese
compartir pueda contagiar de tal manera a mi oyente que desee unirse a mi causa. El
problema surge cuando se usan medios para coaccionar la libertad individual para
elegir si nuestras convicciones concuerdan con las convicciones que se nos presentan.
Y muy usualmente esos medios de coacción tienen que ver con el sentido de
pertenencia a un grupo determinado y el punto de vista particular.

La presión del grupo.

Sentirse parte del grupo, integrando la identidad personal con la de todos, es de


alguna manera una necesidad, pero en nuestro contrato social tácito esperamos que
esa integración no anule nuestra libertad personal, sino más bien que la regule al
hacernos responsables de nuestras decisiones y acciones. Así, lo que tenemos en un
grupo en forma básica es integración + libertad personal + responsabilización. Y la
manera más sencilla de moldear a alguien para que se acomode de una manera muy
específica al grupo es la desmedida responsabilización, es decir, aislarlo o castigarlo
o señalarlo por cualquier desviación (hecha por la libertad de elección) de la
identidad del grupo, con lo cual se condiciona al individuo para que piense ya no
como pensaría libremente, sino como lo haría el grupo.

En este punto, la autenticidad, la


originalidad y la independencia son meras fantasías. Pero, de nuevo, con esto no
estoy significando que decirles a otros lo que creemos, o incluso tratar de
persuadirlos de que es lo correcto sea un atentado; pero sin duda que es una falta
muy grave, cuando usamos la fuerza (de cualquier tipo) para imponer lo que creemos
que debería ser la identidad.
Para ilustrar lo que he escrito hasta este momento debería bastarnos recordar al
insigne Sócrates, quien representaría la verdadera identidad individual (con su deseo
legítimo de compartir y persuadir sobre lo que consideraba mejor) y contrastarlo con
la identidad de los atenienses que lo mataron bajo la acusación de corromper a la
juventud (o lo que es lo mismo: invitarlos a dejar de ser parte pasiva de un rebaño).
Sócrates invitaba a pensar, no para descubrir alguna nueva moral, sino para
examinar y mejorar la existente. Eso fue visto como una amenaza a un grupo de
personas que se preciaban de ser la élite intelectual del mundo antiguo, lo cual no
deja de ser al menos un poco irónico. Al sentirse incómodos con el desacato de uno
sólo, recurrieron a la fuerza, viciando un juicio con acusaciones falsas hasta que
lograron desembarazarse de él.

¿De dónde debe surgir la identidad?

El punto central de este escrito está en las siguientes preguntas: ¿Cómo se construye
la identidad? ¿De dónde debe surgir? ¿Cómo identificar las sutiles formas de sesgo,
que intentan moldear nuestras opiniones y eventualmente nuestras vidas? ¿Nuestra
identidad es realmente nuestra? ¿O nos dejamos llevar por el fanatismo y el recelo
cuando se pone en tela de juicio lo que creemos?

Son muchas preguntas y se las han hecho ya muchas mentes en el pasado, pero
debemos seguir indagando en ellas. Alguien dijo que nunca debemos temer al
examen de la verdad, porque entre más pronto el error salga a la luz, más pronto
podremos deshacernos de él.

Mi propuesta es que la identidad se construye sobre la base del carácter, este es el


resultado de nuestros hábitos más constantes, los que a su vez resultan de los
pensamientos dominantes de nuestra mente. Allí debemos trabajar, en los
pensamientos, en intentar elevarlos tan alto como podamos. La identidad no es mera
rebeldía. Pero si un hombre auténtico se rebela lo hace en función de principios e
ideales más nobles y elevados.

No voy a pretender que puedo responder las preguntas que he planteado, pero
intentaré pensarlas. Y decidí escribir sobre esto para que quienes lean este burdo
escrito, también puedan pensar sobre esto y aportar su singularidad a estas
cuestiones. Sin embargo, debemos meditarlas desde la humildad de Sócrates, de
reconocer que “sólo sabemos que no sabemos nada”

Luego de leer el ensayo anterior responde las siguientes preguntas en tu cuaderno.

1. ¿Según su intención comunicativa, qué tipo de ensayo es? Fundamente.


2. ¿Cuál es el tema del ensayo?
3. ¿Cuál es la o las tesis propuestas por el ensayo??
4. ¿Qué argumentos utiliza en autor para apoyar su tesis principal??
5. ¿Qué relación tiene éste ensayo con lo propuesto en el “mito de Sísifo”?
6. ¿Estás tú de acuerdo con la tesis propuesta por el autor?, justifica
7. Desarrolla en al menos 15 líneas tu idea con respecto a la vida o la muerte.

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