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Reformar el sistema político para preservar


la libertad
Alberto Benegas Lynch (h) SEGUIR

PARA LA NACION

El debilitamiento de las democracias frente a los avances nacionalistas hace necesario idear mecanismos
que permitan controlar la acción de los gobernantes y evitar excesos

2 de julio de 2019

D esde los orígenes del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno, la faena
de los espíritus libres ha sido contener el abuso de poder. Aun cuando en ciencia política
la teoría apunta a que los aparatos estatales son para proteger y garantizar los derechos
de los gobernados, en la práctica se han salido de cauce permanentemente. Como ha
consignado Benedetto Croce, la historia es un peregrinar por la libertad; en todos sus
tramos apunta a ser "la hazaña de la libertad". Hoy observamos problemas muy graves
en cuanto a los desvíos de la sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana),
no solo en la región latinoamericana, sino en Europa y en EE.UU., con los constantes
ataques del nacionalismo y su xenofobia, y el mal llamado "proteccionismo", que en
verdad desprotege a los ciudadanos encerrados en aberrantes fronteras alambradas.
Mario Vargas Llosa ha mostrado lo absurdo y altamente perjudicial de "considerar lo
propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero, un desvalor, algo que
amenaza, socava, empobrece o degenera".

Desde los mercantilistas del siglo XVI y Friedrich List, cada tanto surgen las sandeces en
torno a la industria incipiente y el "vivir con lo nuestro". Bajo la fachada de las fuentes
de trabajo los empresarios prebendarios se alían con el poder de turno para consolidar
sus privilegios a contracorriente de los intereses de la gente. Con el argumento de que
no pueden competir proponen que de momento se establezcan aranceles, en lugar de
comprender que si un proyecto arroja pérdidas en las primeras etapas para luego más
que compensarlas con ganancias, son ellos, los empresarios, quienes deben afrontar los
quebrantos, y no endosar la carga sobre las espaldas de sus congéneres. Y si se alega que
no cuentan con los suficientes recursos para afrontar el cimbronazo inicial, pueden
incorporar socios para tal fin. Si nadie acepta involucrarse en ese emprendimiento es
por uno de dos motivos: o se trata de un cuento chino (lo cual es habitual), puesto que el
retorno sobre la inversión no justifica el negocio o, siendo rentable, hay otros más
urgentes, y como todo no puede llevarse a cabo simultáneamente, el proyecto de marras
deberá esperar su turno.

En este contexto, buena parte de los gobernantes de las economías del denominado
mundo libre despotrican contra balances comerciales desfavorables e intentan
modificar la situación con insólitas guerras comerciales. En verdad, lo relevante no es la
balanza comercial, sino el balance de pagos que contempla los movimientos de capital.
En nuestros casos personales, lo ideal sería comprar, comprar y comprar, sin necesidad
de vender nuestros servicios o bienes. Pero eso significaría que los demás nos estarían
regalando permanentemente. Idéntico fenómeno ocurre con un grupo de personas que
asimilamos a un país: lo ideal sería importar permanentemente sin necesidad de
exportar, pero no podemos convencer al resto de que nos regalen bienes y servicios, por
lo que no tenemos más remedio que exportar. La exportación es el costo de la
importación.

Los nacionalismos y las cerrazones fronterizas (y las mentales) no se percatan de estos


principios económicos y en su lugar manipulan el tipo de cambio y los gobiernos se
endeudan, lo cual naturalmente produce desajustes mayúsculos. Por esta razón es que
Jacques Rueff en The Balance of Payments sugiere enfáticamente que los gobiernos no
lleven las estadísticas del comercio internacional, ya que "constituyen una tentación
para intervenir, lo cual genera los problemas". En realidad los nexos causales de la
economía no se modifican por el hecho de interponerse un río, una montaña o una
frontera. Desde la perspectiva liberal, la división del globo terráqueo en naciones es al
solo efecto de evitar los riesgos de concentración de poder en un gobierno universal,
para fraccionar a su vez en provincias y municipios. Como es sabido, la raza es una
fantasía, ya que las modificaciones exteriores son consecuencia de climas diversos y solo
hay cuatro grupos sanguíneos distribuidos entre todos los humanos. Es de interés
insistir en el ejemplo de los sicarios nazis que tatuaban y rapaban a sus víctimas para
distinguirlas de sus victimarios. Esta introducción sobre los dislates de los
nacionalismos se hace necesaria para subrayar muy telegráficamente los peligros que
enfrenta el mundo de hoy, dado que nuevamente surge esa amenaza.

Ahora bien, ese es el cuadro de situación, y como resultado observamos que la noción de
la democracia se ha degradado a niveles que en buena medida han permutado en
cleptocracia, a saber, el gobierno de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños
de vida. Lo contrario de lo expresado por los Giovanni Sartori de nuestra época.
Entonces, sin perjuicio de trabajar en terrenos educativos que constituyen la clave del
asunto a los efectos de transmitir valores y principios compatibles con el respeto a las
autonomías individuales, se torna urgente trabajar las neuronas para imaginar nuevas
vallas al abuso del poder político.

Hay diversos frenos y propuestas para el Poder Ejecutivo y para el Poder Judicial, pero
en esta nota periodística centro la atención en el Poder Legislativo, para evitar el
amontonamiento de personas que en gran parte se burlan de la ciudadanía y hacen
negocios con sus cargos, al tiempo que se sienten obligados a promulgar legislaciones
que en realidad se oponen frontalmente al derecho en línea con pseudoderechos, es
decir, la facultad de echar mano del fruto del trabajo ajeno por la fuerza.

En otra oportunidad sugerí que el Poder Legislativo en ambas cámaras sea ad honorem,
no reelegible, como era en algunos cargos gubernamentales en las antiguas repúblicas
de Florencia y Venecia. En este caso, luego de haber estudiado las elaboraciones de
Edwin Feulner -expresidente la Heritage Foundation-, Natalia Basil -doctoranda en
administración de negocios- y Gabriel Gasave -a cargo del Independent Institute de
Washington-, concluyo que también puede considerase que los legisladores sean part-
time, con un límite máximo de sesiones y trabajando en sus respectivos
emprendimientos privados, tal como ocurre en Norteamérica en los estados de Texas,
Virginia, Montana, Nevada y Dakota del Norte. Estos sistemas fueron establecidos por
los Padres Fundadores al efecto de limitar el ímpetu legislativo y para que se centraran
exclusivamente en la preparación y el contralor presupuestario y en el dictado de leyes
que tuvieran como solo objeto la protección de los derechos de la gente, siempre
anteriores y superiores a la misma existencia del gobierno.

Incluso Leonard Read insistía en que no se recurra a la expresión "gobierno" y se


reemplace por la de "agencia de seguridad", puesto que aquella denominación "equivale
a llamar gerente general al custodio de una empresa". En el tercer tomo de Law,
Legislation and Liberty, el premio Nobel en Economía Friedrich Hayek sostiene que si
queremos que los principios de la sociedad libre sobrevivan es indispensable reformar
nuestro sistema político. Si no nos parece lo sugerido, propongamos otras medidas, pero
no es responsable quedarnos con los brazos cruzados esperando un cataclismo.

Presidente de la sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de


Ciencias de Buenos Aires

Por: Alberto Benegas Lynch (h)

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