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La Misión de Cristo y
La Misión de la Iglesia
400 Años
El Nuevo Testamento nos enseña algunas cosas sumamente importantes acerca de la misión que
Dios nos ha encomendado:
1. Dios cumplió su promesa de enviar al Salvador.
2. Jesucristo logró todo lo necesario para salvar a cada ser humano. Jesús, siendo Dios, se
hizo un ser humano, murió por nuestras fallas y resucitó de la muerte para salvarnos.
3. Dios envía a los creyentes como sus representantes o mensajeros para proclamar el
mensaje de salvación a todas las naciones. La Iglesia (los creyentes) es el “Nuevo Israel”
que debe cumplir la misión que el viejo Israel dejó inconcluso. Con este fin, Dios el
Espíritu Santo nos da poder.
Diáspora
Diáspora
Sinagogas
La Religión Sinagogas
Escribas y Rabinos
Profetas
Partidos Religiosos
El Idioma
Hebreo y Arameo Griego
Internacional
Después de la muerte de Antípater, su hijo Herodes el Grande, fue nombrado rey de casi todo
Palestina. Por supuesto, era Rey pero sujeto todavía al Emperador Romano. Herodes comenzó
una amplificación y remodelación del Templo,
usando oro y mármol, para ganar la buena
voluntad de los judíos. Herodes también era
muy cruel; mató a varios miembros de su
familia. Cuando Jesucristo nació, Herodes
mandó matar a todos los niños varones en
Belén.
Al morir Herodes, su reino se dividió entre sus
hijos.
Arquelao reinó sobre Judea y Samaria.
Herodes Antipas reinó sobre Galilea y
Perea.
Felipe reinó sobre Iturea (Traconitide).
Arquelao era tan malo que los romanos pronto
lo reemplazaron. Una serie de gobernadores
romanos se encargaron de Judea y Samaria.
Cuando Jesucristo murió en la cruz, el
gobernador de Judea y Samaria era Poncio
Pilato.
Herodes Antipas se quedó reinando sobre
Galilea y Perea. Él fue quien encarceló y luego
Preparando el Camino…
Si un campesino quiere sembrar trigo, primero tiene que preparar el terreno, arando y sacando las
piedras. Si un estudiante quiere sacar buena nota en un examen, primero tiene que prepararse,
estudiando la materia. Si una persona quiere ser líder en la iglesia, primero debe prepararse,
aprendiendo la Palabra de Dios y sirviendo en la congregación.
Durante toda esta historia “intertestamental,” Dios preparó el camino para la llegada del
Salvador. Dios movió a reyes e imperios para lograr lo que él quería. Por ejemplo:
1) El Exilio: El destierro a Babilonia fue muy fuerte para los judíos – pero muy necesario.
Antes del Exilio, el pueblo judío era renuente y desobediente ante Dios. Hubo idolatría en
todas partes. El Exilio sacudió a la gente y la llevó al arrepentimiento. Por supuesto,
después del Exilio todavía hubo individuos que cayeron en la idolatría. Sin embargo,
nunca más hubo la idolatría desenfrenada y la desobediencia descarada en todo el país. El
Exilio fue un “santo remedio” para la idolatría entre los judíos.
En los tiempos de Jesucristo, los judíos tenían fama de creer en un solo Dios y de evitar
la idolatría. Muchos gentiles (personas no judías) estaban hartos de la multitud de ídolos
y “dioses” en sus comunidades. Ellos sentían una atracción tremenda hacia la religión
judía. Muchos no querían convertirse en judíos, pero escuchaban los mensajes en las
sinagogas y estaban muy interesados. Estas personas se llamaban “temedores de Dios.”
Jesucristo conoció a algunos de ellos, por ejemplo, el centurión romano que construyó la
sinagoga en Capernaúm (Lucas 7:1-10). Los apóstoles también predicaron a ellos, por
ejemplo, cuando Pedro habló con Cornelio y su casa (Hechos 10). A menudo estos
gentiles “temedores de Dios” escucharon el mensaje de Cristo con gusto y creyeron en el
Señor. Ellos formaron una parte importante de la iglesia antigua. Dios preparó el camino
para la misión de Cristo.
Yo advierto a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno
añade a estas cosas, Dios le añadirá las plagas que están escritas en este libro; 19 y si
alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del
árbol de la vida y de la santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro.
(Apocalipsis 22:18-19, RVA)
Introducción
Una vez yo estaba hablando con alguien acerca de Cristo. Saqué mi Biblia para mostrarle algo.
Sin embargo, la persona no quiso nada que ver con esa Biblia. Me dijo: “El sacerdote me dice
que ustedes tienen una Biblia diferente. Solamente debo leer la Biblia Católica.”
Es cierto que los católicos tienen algunos libros más en sus Biblias. ¿Por qué? La respuesta está
en la historia de los tiempos entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
Libros Escritos Durante los “Años Intertestamentales”
Como hemos visto, hubo 400 años entre el fin del Antiguo Testamento y el comienzo del Nuevo
Testamento. Durante esos “400 años de silencio,” varios libros importantes fueron escritos.
Esos libros no formaron parte de la Biblia en aquel momento. Los judíos nunca aceptaron esos
libros como Palabra de Dios. Los rabinos antiguos llamaban a esos libros “apócrifos” (que quiere
decir “escondidos”). Los libros de las Sagradas Escrituras estaban abiertos para todos, pero los
libros “apócrifos” debían ser estudiados solamente por los sabios.
Sin embargo, siglos más tardes, la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa decidieron
añadir algunos de esos libros a sus Biblias. En cambio, la Iglesia Luterana y muchas otras
iglesias no aceptaron esos libros como parte de la Biblia, precisamente porque no fueron
incluidos desde el principio.
La Septuaginta
El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo. Sin embargo, después de los tiempos de Alejandro
el Grande, el griego llegó a ser el idioma internacional. Muchos judíos vivían en países donde se
hablaba el griego. Cuando surgió el Imperio Romano, se hablaba el latín en Roma, y se usaba el
latín para muchos asuntos oficiales. Sin embargo, la gente en todas partes todavía hablaba más el
griego que el latín.
La Septuaginta es una traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego. Según una
tradición antigua, 70 escribas judíos viajaron desde Jerusalén a Egipto y allí tradujeron todo el
Antiguo Testamento en 70 días. El nombre “Septuaginta” quiere decir “70” en griego. (A veces
se utiliza la abreviación “LXX” que quiere decir “70” en números latinos).
Codex Ephraemi
Codex Vaticanus Codex Sinaíticus Codex Alexandrinus
Syri Rescriptus
Además que estos libros enteros, las diferentes versiones de la Septuaginta generalmente añaden
algunas cosas a los libros de Ester y de Daniel. El Codex Alexandrinus añade el Salmo 151 al
libro de los Salmos. (Véase MacDonald p. 442, Steinmann p. 171, Kaiser p. 1)
Añadiendo Algunos Libros a la Biblia
Puesto que los libros apócrifos eran muy populares y aparecían en algunos códices de la
Septuaginta, los cristianos comenzaban a leer algunas partes de ellos en sus iglesias. Surgió un
desacuerdo entre los teólogos acerca de los libros apócrifos. Por ejemplo, San Jerónimo no quiso
incluir esos libros en la Biblia, pero San Agustín sí quería. Con el tiempo, algunos de ellos
fueron traducidos al latín en la Biblia oficial de la Iglesia Católica Romana.
Siglos más tardes, la Iglesia Católica utilizó unos pasajes de los libros apócrifos para apoyar la
idea del purgatorio y la práctica de orar a los santos. Lutero y los reformadores insistieron que
esos libros no se debían considerar como parte de la Biblia. Según ellos, la Biblia debía ser la
Palabra de Dios; pero esos libros entraron por la tradición humana. En cambio, la Iglesia
Católica Romana insistió que ella, como la única iglesia verdadera, tenía el derecho de
determinar cuáles libros forman parte de la Biblia. En el Concilio de Trent (alrededor del año
1546), la Iglesia Católica Romana formalmente aceptó algunos de los libros “extras” como parte
de la Biblia.
Nota bien que la Iglesia Católica no aceptó a todos los libros “apócrifos” como Palabra de Dios –
solamente la mayoría de ellos. Los católicos prefieren no usar la palabra “apócrifos;” prefieren
decir que estos libros son “deuterocanónicos,” es decir, son secundarios pero parte de la Biblia.
La palabra “canon” refiere a las Escrituras. Los libros “canónicos” son los libros del Antiguo
Testamento que todos aceptan como Palabra de Dios. Los libros “deuterocanónicos” son los
libros que la Iglesia Católica añadió después al Antiguo Testamento. La palabra
“deuterocanónico” quiere decir “segundo canon.”