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En este breve texto nos referimos al currículo escolar no tanto en el sentido más tradicional y
de uso común, es decir un conjunto de planes y programas de estudio organizados por
disciplinas, sino y sobre todo como el producto de un proceso orientado a definir cuáles son
los conocimientos indispensables, las capacidades esenciales y los valores más importantes
que la escuela tiene que privilegiar y cuáles son en efecto los aprendizajes fundamentales que
es necesario asegurar a fin que las nuevas generaciones estén efectivamente preparadas a
vivir en la sociedad que se aspira construir. Es evidente que el currículo escolar no puede
abarcar todo lo que es preciso aprender en los planos personal, social, profesional, ético y
cultural; por tanto, no hay algo sustancialmente nuevo en este proceso – político y social, más
que técnico – de selección y legitimación que se lleva a cabo desde los sistemas educativos
nacionales. Lo nuevo son las profundas y rápidas transformaciones que están afectando a
nuestras sociedades, y los dilemas y las tensiones que se han acumulado en la búsqueda de un
acuerdo político y social sobre qué, para qué y cómo educar para responder eficazmente a las
expectativas y demandas de los jóvenes y de los diversos sectores sociales en un siglo
caracterizado por las incertidumbres y la celeridad de los cambios.
Las sociedades enfrentan cuestiones muy difíciles de resolver acerca del futuro y la
sustentabilidad de los actuales patrones de producción y consumo, incluyendo el rol que debe
tener la educación en la formación integral de los ciudadanos del mañana. Vivimos en un
contexto saturados de informaciones y a la vez asistimos a un proceso de explosión de
conocimientos sin precedentes asociado a su banalización en términos de acceso gracias a las
tecnologías de la información y la comunicación; esto hace que la escuela ya no sea
necesariamente el lugar principal donde pueden ser adquiridos, además de volver la tarea de
su selección siempre más compleja y disputada
Las sociedades enfrentan cuestiones muy difíciles de resolver acerca del futuro y la
sustentabilidad de los actuales patrones de producción y consumo, incluyendo el rol que debe
tener la educación en la formación integral de los ciudadanos del mañana. Vivimos en un
contexto saturados de informaciones y a la vez asistimos a un proceso de explosión de
conocimientos sin precedentes asociado a su banalización en términos de acceso gracias a las
tecnologías de la información y la comunicación; esto hace que la escuela ya no sea
necesariamente el lugar principal donde pueden ser adquiridos, además de volver la tarea de
su selección siempre más compleja y disputada. El mercado laboral se transforma a gran
velocidad a raíz de dinámicas de innovación permanente y es muy difícil evitar la impresión
que el desfase entre sus exigencias y la formación ofrecida por la escuela sigue aumentando.
La economía, el comercio, las finanzas, las comunicaciones y los movimientos migratorios se
han extendidos a escala planetaria y muchos de los desafíos contemporáneos y de los que
habrá que enfrentar en el futuro van más allá de las fronteras nacionales, lo cual alimenta el
debate creciente donde se confrontan visiones educativas contrapuestas sobre el tipo de
equilibrio que hay que encontrar entre identidades, saberes y valores locales y universales.
Queremos intentar resumir algunas de las tensiones y cuestiones abiertas que caracterizan el
debate actual sobre el currículo escolar organizándolas alrededor de cuatro dimensiones
vinculadas entre sí, es decir: (i) cuáles principios tiene que reflejar y qué contenidos (en el
sentido más amplio) fundamentales tiene que incluir el currículo del siglo XXI; (ii) quién los
define y cómo; (iii) qué tipo de instrumentos hay que utilizar para que el currículo oficial se
concrete en aprendizajes efectivos y significativos; y (iv) cómo hay que enseñar esos
contenidos.
26 de febrero de 2015
Hacer un análisis de la información como una de las bases de la sociedad en la que vivimos, por
tanto, es una de las vías de conocimiento y aprendizaje. Reflexionar acerca dela escuela, uno
de los principales agentes educativos, que también está inmersa en todo lo que caracteriza a
esta sociedad. El por qué el ser humano de la sociedad del conocimiento tiene que ser muy
diferente: tiene que ser capaz de diferenciar entre información y comunicación; las personas
no se puede educar para y mediante la sociedad del conocimiento con modelos organizativos
del pasado.
La diferencia radica en que la sociedad de la información considera a los seres humanos como
sujetos receptores, y por esto en buena parte agentes pasivos del sistema comunicativo
imperante. El ser humano de la sociedad del conocimiento tiene que ser muy diferente: tiene
que ser capaz de diferenciar entre información y comunicación, impulsar su espíritu crítico y
sobre todo desarrollar capacidad de discernimiento para poder estar en condiciones de
escoger. Saber elegir es, sin duda, lo que define a la sociedad del conocimiento.
Cada vez resulta más fácil acceder a todo tipo de información, pero precisamente la
abundancia de datos que tenemos a nuestro alcance (no todos ellos fiables y bien
actualizados) nos hace difícil seleccionar en cada caso la información más adecuada. Esta
competencia de saber buscar, valorar y seleccionar, estructurar y aplicar, la información para
elaborar conocimiento útil con el que afrontar las problemáticas que se presentan, es un valor
característico de la sociedad del conocimiento. Es una sociedad que tiene continuos avances
científicos y tecnológicos en todos los campos del saber. El conocimiento se renueva
continuamente y velozmente.
Hay factores que hoy determinan una nueva valoración de la educación por medio de un
nuevo estilo de relación educativa. En primer lugar, porque la educación se manifiesta sobre
todo por la acogida de la persona. El educador ha perdido su rol fundamental de ser el
depositario del saber: hoy frente a Internet con Google, las mejores bibliotecas y los mejores
medios de comunicación masiva, la información está en todas partes, disponible en cualquier
momento para el que la quiera o la necesite.
Según algunos autores, la escuela debe ejercer una función mediadora que ayude a la
construcción de la mente de la persona. Es decir, el educador ya no es el depositario del saber,
sino el constructor de la mente que posibilita que la persona aprenda a aprender. La mejor
tendencia no es un conductivismo, no un planteamiento de la escuela tradicional en que el
alumno lo que hace es repetir, asimilar un libro de texto para examinarse: la escuela lo que
tiene que hacer es crear personas autónomas que sepan hacer frente a la incertidumbre, a los
cambios de aprendizajes, que aprendan a aprender, a pensar y a ser críticas.
El ser humano se enfrenta de hecho a retos diversos. Debe prepararse para la Sociedad del
Conocimiento, es decir en la capacidad de adaptación a un entorno fluido y en evolución
permanente. Se trata de ayudar a abrir la mente de personas y organizaciones, flexibilizando
certidumbres y haciéndolos inmunes a la sensación de desasosiego que pueden provocar la
evolución y los cambios constantes del entorno.
Hay que educarpara la sociedad del conocimiento y mediante ella. El medio es el mensaje. La
red es el mensaje, es decir, el futuro pasa por lograr centros de formación y universidades que
trabajen utilizando la red y en red; con metacampus virtuales en los que estudiantes y
profesores de diversas instituciones utilizan el vehículo de la tecnología, acceden globalmente
a las redes de conocimiento, desarrollando nuevas aptitudes y actitudes para relacionarse,
cooperar y aprender.
Además, hay que enfrentarse también al reto de la formación a lo largo de la vida, reto que lo
es tanto o más para las instituciones que para las personas. Así, para alcanzar los diversos
objetivos enunciados, la escuela debe adaptar su organización y estructura al nuevo entorno y
a las nuevas funciones que se esperan de ella.
No se puede educar para y mediante la sociedad del conocimiento con modelos organizativos
del pasado. Las instituciones deben evolucionar. Tienen que flexibilizarse, promover la
movilidad, y reconocer titulaciones, materias o habilidades cursadas o adquiridas en otros
ámbitos u otras instituciones. Las universidades deben formar para la competitividad y ser
capaces de captar estudiantes y profesores de cualquier lugar del mundo y, sobre todo, deben
ser un sistema a la medida de las personas que aprenden.
Para todo ello hay que tomar conciencia de que el centro del sistema educativo es realmente
la persona y que debe avanzar hacia un contexto que estimule dos actitudes básicas: aprender
a lo largo de la vida, y aprender en red. Será también imprescindible que se asuma plenamente
que, en último término, las personasson las responsables de su formación. Un nuevo
paradigma en el ámbito de la formación, el aprendizaje, debe superar el concepto tradicional
de enseñanza. Ello no es óbice para que no se precisen, como siempre-, excelentes
profesores…, pero eso sí, con un cambio mental de “chip” sobre su cometido: ¡enseñar a
aprender!
Es así que para que la educación no sea sólo información debe conseguir desarrollar las
destrezas y actitudes necesarias para que el ser humano se comunique (interprete y produzca
mensajes) utilizando distintos lenguajes y medios. Desarrollar su autonomía personal, su
pensamiento crítico que le capacite para desarrollar una adecuada toma de decisiones que lo
lleve a construir una sociedad justa e intercultural donde se conviva con las innovaciones que
vayan apareciendo.
Todo esto va a suponer un compromiso de los participantes en dicha tarea ya que lo que se
pretende conseguir, entre otras, tiene una doble intención:
Que se posicionen ante determinados valores que portan las nuevas tecnologías
Otra de las transformaciones que está sufriendo la escuela recae en la actitud que los
profesores tienen ante la inclusión del manejo de la información en el aula. Se manifiestan dos
actitudes diferentes:
Desde la perspectiva de la aceptación del manejo de la información que aportan las nuevas
tecnologías se puede llegar a que realmente la inclusión de éstas en la escuela sirva para
contribuir a un enriquecimiento cultural. Aportando "un granito de arena" que junto con otros
más lleve de una sociedad de la información a una sociedad del conocimiento.
De esta manera hay que orientar al desarrollo de competencias claves en el individuo, que lo
posibiliten para su participación productiva en la sociedad de la información, y basarse en la
idea de que la educación debe apuntar a formar en los estudiantes una visión científica del
mundo en que viven y de su papel en él.
Además, debe ser relevante, por tanto, íntimamente ligada a la vida personal y a la
producción, tanto para entenderlas como para transformarlas. Debe propiciar el
entendimiento y manejo de la lógica abstracta de los lenguajes, articulado y matemático. Debe
alentar la creatividad, el desarrollo intelectual y físico. En fin, debe propender por la formación
de un individuo capaz de manejar información suficiente y adecuada, así como las fuentes de
esa información
Una asimilación de información que se obtiene de los medios y la tecnología dentro de las
circunstancias ambientales de cada uno, pero dándole acomodo al conocimiento a la vez que
se le utiliza para modificar el entorno y crear nuevas obras, ya que lo verdaderamente
inteligente, en términos piagetianos, es adaptarse a este nuevo contexto tecnificado, pero a la
vez para que se dirija hacia las rutas del desarrollo humano.
Una educación que utilice la información del contexto, que analice cambios a través de la
percepción de la realidad. La escuela es una vía de entrada a la cultura y ayuda a los niños y
jóvenes a la comprensión del mundo. Enseñar utilizando la información significa explorar su
lenguaje como maneras de nombrar y de organizar la realidad, y entender los mensajes de los
medios como lecturas que intentan explicar cómo es la sociedad y por qué funciona como
funciona.
Hay que tener en cuenta que en los ámbitos cultural y académico de las sociedades de la
información se están generando una serie de conflictos e inconvenientes que están afectando
tanto a la situación de las personas a las que se dirige el proceso educativo como al sistema de
formación en el que se sustenta.
Ante este panorama educativo se precisa de una estructura formativa que se adecue al
estudiante de la sociedad de la información: por un lado serán alumnos que necesitan
formarse para asumir las transformaciones, y por otro, serán alumnos que necesitan formarse
desde las estructuras, tecnologías y códigos del nuevo contexto. Es decir, se requiere de una
estrategia educativa que lleve a cabo una enseñanza para y desde el cambio.
La formación debe preparar para el cambio ya que las continuas modificaciones de la vida
actual (mercado laboral, sistemas de comunicación y conocimiento, nuevos entornos
sociales,...) obligan a que los ciudadanos estén preparados para adaptarse a distintos
contextos: hacer uso de nuevas herramientas, medios, entornos, estructuras... (Comercio
electrónico, multinacionales, teletrabajo,...)
La educación como cambio o desde el cambio hace referencia a que los patrones de formación
deben integrar las innovaciones del mundo actual; la flexibilidad organizativa, los adelantos
tecnológicos, los modelos socioculturales... en las estructuras y desarrollos educativos. En este
sentido se apunta hacia aquellas transformaciones en todos los ámbitos de la organización
educativa (metas, estructuras, procesos,...) que implican un proceso de enseñanza-aprendizaje
más cercano y adaptable a las características de los distintos actores educativos (alumnos,
profesores, familias,...)
Teniendo en cuenta esta distinción así como las nuevas dificultades a las que las
organizaciones formativas han de hacer frente, se pueden apuntar una serie de elementos y
condiciones generales que regularían la educación en la sociedad del siglo XXI.
Aunque ya se vive en la sociedad de la información, ésta aún está en sus inicios. Su expansión y
progreso dependen de la actividad de los ciudadanos en la misma. Sin personas formadas para
el uso inteligente y creativo de la información y comunicación difícilmente podrá haber
progreso social y cultural. Esto supone un reto y un compromiso para la educación en la
actualidad y en el futuro.
Ante esta idea, los principales retos que la educación debe afrontar se basan en la
flexibilización del sistema en sentido amplio; la educación permanente, la educación como una
de las vías de compensación de las desigualdades sociales y culturales, como una necesidad del
desarrollo democrático de las sociedades y como el instrumento para dar respuesta a las
nuevas exigencias sociolaborales, los nuevos roles del profesor y el alumno, y la génesis de
comunidades educativas que superen las barreras físicas y temporales de forma que se
adecuen a las necesidades y particularidades de los miembros educativos.
La realidad vigente es que las TIC han cambiado el modo de transmitir la información, el modo
de comunicarse, el modo de enseñar a aprender e incluso posibilitando que algún día, no muy
lejano, todo el conocimiento de la humanidad se encuentre en la red, donde la información de
calidad estará organizada y estructurada de manera que acentuará los cambios del rol futuro
del profesor –no será un transmisor de conocimientos - y del alumno – no será un simple
receptor de esos conocimientos –.
Así, dentro del ámbito pedagógico han ido apareciendo manifestaciones diversas que de una u
otra forma hacen referencia a esta situación: “En el campo profesional y académico el soporte
de la información está evolucionando hacia los sistemas multimedia pasando del
protagonismo de la palabra escrita al papel primordial de la imagen [...]. Así, en los países
industrializados, ver la televisión es la tercera actividad en relación con el tiempo dedicado por
los ciudadanos adultos. Las dos primeras son el trabajo y el sueño”.
Se debe modificar la praxis educativa, el quehacer docente, incorporando los nuevos procesos
de comunicación al sistema educativo; desarrollando en el estudiante habilidades en su toma
de decisiones con relación al acceso a la información dentro de un proceso de enseñanza y
aprendizaje crítico, reflexivo, activo, participativo y cooperativo, todo ello inmerso en un clima
de libertad. Sobre esta modificación el sistema educativo desarrollará los pilares sobre los
cuales debe organizarse la educación, tal como señala el Informe para la UNESCO de la
Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI: Aprender a conocer, aprender a
hacer, aprender a convivir, aprender a colaborar y aprender a ser.
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