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)
fue un militar y político romano de la época final de la República, conocido
también como Marco Antonio el Triunviro.
Índice
1 Juventud
2 La guerra de las Galias y la guerra civil
2.1 La dictadura de César
2.2 El asesinato de César
3 Octavio
3.1 La guerra de Módena
3.2 El surgimiento del Segundo Triunvirato
3.3 El reparto del mundo romano y la guerra de Perusa
3.4 Marco Antonio y Cleopatra: El tratado de Tarento y la campaña parta
3.4.1 La ruptura de los triunviros
3.4.2 La campaña armenia y las donaciones de Alejandría
3.4.3 El enfrentamiento definitivo
3.5 Legado
4 Cronología de la vida de Marco Antonio
5 Semblanza del Triunviro
6 Matrimonios y descendencia
7 Véase también
8 Notas
9 Referencias
10 Bibliografía citada
10.1 Fuentes clásicas
11 En español
11.1 En inglés
11.2 Obras de ficción
11.3 Filmografía
12 Enlaces externos
Juventud
Marco Antonio era sobrino segundo de Julio César por parte de su madre, Julia,
quien era prima carnal de Julio César. Su padre murió a una temprana edad, dejando
a Marco Antonio, junto con sus hermanos Lucio y Cayo, al cuidado de su madre, Julia
b quien se casó después con Publio Cornelio Léntulo Sura, un político acusado de
estar involucrado en la conjura de Catilina (63 a. C.). Por este motivo Cicerón
ordenó su ejecución, lo que originó la enemistad entre Antonio y el célebre orador.
Sin embargo, la influencia de César le valió los cargos de cuestor (52 a. C.),
augur (50 a. C.), cargo que ocuparía hasta su muerte, y tribuno de la plebe (49 a.
C.), y siempre apoyó la causa de su protector con gran energía. Cuando los dos
mandatos proconsulares de César expiraron (al cabo de 10 años), el general quiso
retornar a Roma para las elecciones consulares. Pero la facción conservadora del
Senado romano, liderada por Pompeyo, exigió a César que renunciara previamente a su
proconsulado y a la dirección de su ejército antes de obtener el permiso para
solicitar su reelección en el consulado. César no podía permitir esto, ya que
pretendía continuar las acciones que iniciara en su mandato de procónsul; además,
en ese caso, pasaría a ser (entre el final de su proconsulado y su segundo
consulado) un simple ciudadano (privatus), lo cual podría dejarle a merced de los
optimates (entre ellos Pompeyo) que querían traducirle en justicia.
César, a través de Antonio, sugirió entonces que todos los comandantes que
compartían el mismo imperium entregaran el mando (Pompeyo y él), pero la idea fue
rechazada, y cuando Antonio recurrió a las amenazas y a sembrar el descontento, fue
finalmente expulsado del Senado. De esta forma, Antonio huyó de Roma, uniéndose a
César, que había dejado su ejército acampado a orillas del Rubicón, el arroyo que
marcaba el límite meridional de su autoridad proconsular. Se desvanecían todas las
esperanzas de hallar una solución pacífica tras la expulsión de Antonio del Senado.
Con la ofensa a su dignidad y con el ataque a la inviolabilidad de Antonio como
tribuno de la plebe, César justificó su decisión de cruzar el río y la marcha de su
ejército hacia Roma, comenzando así la segunda guerra civil. Durante esta
contienda, Antonio fue el segundo al mando de César; en todas las batallas contra
los pompeyanos, Antonio dirigió el ala izquierda del ejército, prueba evidente de
la confianza de César en él.
La dictadura de César
Con César como dictador, Antonio fue nombrado magister equitum, siendo la mano
derecha del dictador y permaneciendo como administrador de Italia (47 a. C.),
mientras César luchaba contra los últimos pompeyanos, quienes se habían refugiado
en África. Pero las habilidades de Antonio como administrador fueron un pobre
reflejo de las que poseía como general, aferrándose a la oportunidad de satisfacer
sus más extravagantes excesos (como la compañía de la actriz liberta Cytheris), que
quedaron reflejados por Cicerón en sus Filípicas. En el año 46 a. C. Antonio se
ofendió cuando César le insistió que pagara las propiedades de Pompeyo que Antonio
había simulado comprar, ya que en verdad se había apropiado simplemente de ellas.
Los problemas pronto surgieron y, como en otras ocasiones anteriores, Antonio
recurrió de nuevo a la violencia: cientos de ciudadanos fueron asesinados, mientras
la ciudad de Roma caía en un estado de anarquía. César mostró su gran disgusto por
todo este asunto, y relevó a Antonio de todas sus responsabilidades políticas.
Ambos dejaron de verse durante dos años, si bien el distanciamiento no fue muy
continuado: Antonio se reunió con el dictador en Narbona (45 a. C.), rechazando la
propuesta de Trebonio para que se uniera a la conspiración que ya estaba en marcha.
La reconciliación definitiva llegó en 44 a. C., cuando Antonio fue elegido colega
de César durante el quinto consulado del dictador, como parte del incipiente plan
de César para conquistar el Imperio parto, dejando en Roma al nuevo y leal cónsul.
Cualesquiera que fuesen los problemas surgidos entre ellos, Antonio permaneció fiel
a César en todo momento. En febrero de 44 a. C., durante las fiestas lupercales (15
de febrero), Antonio ofreció públicamente una diadema a César. Este hecho poseía un
significado preciso: la diadema era el símbolo propio de un rey, y César, al
rechazarla, demostraba, una vez más, que no estaba interesado en asumir el título
de Rey.
El asesinato de César
En los idus de marzo (15 de marzo) de ese mismo año, César fue asesinado por un
grupo de senadores, liderados por Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto, mientras
Antonio era entretenido en la habitación contigua. Bruto rechazó la sugerencia de
Casio para acabar también con la vida de Antonio, alegando que su objetivo había
sido librarse de César, mientras que acabar con un magistrado electo legítimamente
significaría un varapalo para la causa republicana.
La posición de Antonio se vio fortalecida hasta tal punto que Calpurnia, la viuda
de César, llegó a hacerle entrega de los documentos personales de César y a
confiarle la custodia de sus bienes, valorados en cuatro mil talentos. También
consiguió el apoyo de los veteranos de César tras viajar a Campania, donde habían
sido asentados en premio a su lealtad tras las campañas cesarianas, y animarlos a
defender la obra de César frente a sus enemigos. Rodeado así de una guardia de
veteranos, Antonio obligó al Senado a entregarle la provincia de la Galia
Cisalpina, que era en ese momento administrada por Décimo Junio Bruto Albino, uno
de los conspiradores. Pretendía de esta forma trasladar las legiones allí
establecidas hacia Macedonia para preparar un ataque contra el Imperio parto. Bruto
rehusó entregar la provincia, por lo que Antonio se dispuso a atacarle en octubre
de 44 a. C.
Octavio
Denario emitido por Marco Antonio para pagar a sus legiones. En el reverso, el
emblema de su Tercera Legión.
La muerte de César había dejado un gran vacío en la vida política de Roma. La
República estaba agonizando, y de nuevo otra guerra civil había comenzado. Fue
entonces cuando Cayo Octavio Turino, sobrino-nieto y a la vez hijo adoptivo de
César, llegó en marzo a Brundisium desde Iliria, reclamando la herencia de su padre
adoptivo, que consistía en tres cuartas partes de los bienes de César, según
estipulaba en su último testamento. Tras rechazar los consejos de su madre y su
padrastro Marcio Filipo para que rechazara la adopción y la herencia, Octavio
obtuvo el apoyo del Senado romano y de Cicerón, a la vez que las tropas veteranas
del dictador se reunieron en torno a su bandera. Octavio se mostraba así muy
dispuesto a luchar por el poder con los otros principales aspirantes: Lépido y el
propio Antonio.
Tras reunir un importante ejército, que se calcula compuesto por unos cien mil
combatientes,234 incluyendo sesenta mil legionarios, diez mil jinetes,35678
principalmente hispanos y galos,378 y de treinta34 a treinta y un mil8 auxiliares
aportados por reyes orientales aliados, Marco Antonio llevó a cabo el plan de
ataque, que consistía en invadir el territorio parto, no directamente a través de
Mesopotamia, sino internándose en Armenia siguiendo el Éufrates y pasando por
Arzen, para someterla y contar así con la obligada ayuda del rey armenio
Artavasdes, quien le dio siete mil infantes3 y seis mil catafractos y arqueros a
caballo.38 Su ejército incluía una mayor caballería para impedir sufrir el destino
de Craso.6 Sin embargo, Antonio cometió el error de no dejar guarniciones en el
territorio armenio, ante lo cual Artavasdes cambió de bando cuando Antonio se
dirigió a la capital de la Media Atropatene, Fraaspa (la actual Takht-i Suleiman).
Fraates IV de Partia movilizó cincuenta mil combatientes para resistir la
invasión,82 cuarenta mil de ellos a caballo2 (los poderosos arcos partos eran
capaces de penetrar escudos y armaduras).9 Los jinetes partos hostigaron las líneas
de abastecimiento de Antonio, dejándole sin suministros y medios de asalto para las
fortalezas que había de conquistar. Ante esta situación, Antonio decidió regresar a
Siria siguiendo el río Aras a través de Armenia en pleno invierno, retirada que fue
honrosamente cubierta por los honderos y los veteranos de su ejército, y que
sufrieron muchas bajas por ello. En total Antonio perdió unos treinta mil hombres,
la cuarta parte de todo su ejército, muchos de ellos veteranos difíciles de
reemplazar.10 Cuatro mil de sus bajas eran jinetes.7
De esta forma, Octaviano obtuvo la excusa que buscaba y que había provocado, y
empezó a acusar a Antonio para así alejarlo cada vez más del poder político,
argumentando que Antonio era un hombre de moral baja, y que había abandonado a su
fiel esposa y a sus hijos para estar con la promiscua reina de Egipto. Entre todas
estas acusaciones, quizás la más grave a los ojos del pueblo fuera la de que
Antonio se alejaba de las costumbres romanas y se inclinaba hacia los gustos
orientales, un grave crimen para el orgulloso pueblo romano.
Para Octaviano, el hecho de que Antonio distribuyera territorios entre sus propios
descendientes (aunque fueran insignificantes o no conquistados aún) no había sido
una maniobra que pudiera considerar precisamente como pacífica, pero lo que más le
inquietaba era el hecho de que Cesarión hubiera sido anunciado como el hijo
legítimo de César y su heredero. El poder de Octaviano descansaba fundamentalmente
en el hecho de ser considerado como el heredero de César por adopción, lo cual le
garantizaba el necesario apoyo del pueblo romano y la lealtad de las legiones. El
hecho de que su ventajosa posición al frente de Roma fuera puesta en peligro por un
simple niño engendrado por la mujer más rica del mundo era algo que Octaviano no
podía permitir. De esta forma, cuando el triunvirato expiró el último día del año
33 a. C., no fue renovado. Otra guerra civil estaba a punto de producirse.
El enfrentamiento definitivo
Artículo principal: Cuarta guerra civil de la República romana
Entre el 33 al 32 a. C. se desató una auténtica guerra propagandística en la arena
política de Roma, con acusaciones lanzadas entre ambos bandos. Desde Egipto,
Antonio anunció su divorcio de Octavia, acusando a su hermano de advenedizo, de
usurpador del poder político y de falsificar los documentos de adopción de Julio
César. Octaviano replicó con cargos de traición contra Antonio: controlar
ilegalmente provincias que deberían haber sido asignadas a otros cargos como
dictaba la tradición romana, e iniciar guerras contra otras naciones (Partia y
Armenia) sin el permiso del Senado. Antonio fue también señalado como responsable
de la ejecución de Sexto Pompeyo, que había sido capturado el año 35 a. C. en
Mileto, en la zona de influencia de Antonio, y ejecutado sin juicio pese a ser
ciudadano romano. Finalmente, Octaviano logró hacerse con el testamento de Antonio,
guardado por las vestales, en el cual se ratificaban los temores de Octaviano tal
como los presentó ante el pueblo, haciendo ver que Antonio quería reinar junto con
Cleopatra en los territorios orientales romanos a toda costa, constituyendo una
grave amenaza para el Estado romano. De esta forma, en el año 32 a. C. el Senado
despojó a Antonio de sus poderes y declaró la guerra a Cleopatra.
Legado
Con la muerte de Antonio, Octaviano se convirtió en el gobernante incuestionable de
Roma, y nadie más se atrevió a alzarse en su contra. En los años siguientes
Octaviano, conocido como César Augusto desde el año 27 a. C., procedió a acumular
en su persona todos los cargos administrativos, políticos y militares. Cuando
Augusto murió en el año 14 d. C., todos sus poderes políticos pasaron a su hijo
adoptivo, Tiberio, comenzando así el Principado romano.
El ascenso de César y la subsiguiente guerra civil entre sus dos partidarios más
poderosos acabó eficazmente con la credibilidad en la oligarquía romana como forma
de gobierno, y afirmó el hecho de que todas las futuras disputas por el poder se
centrarían más sobre dos (o pocos más) individuos que lograrían el control supremo
del gobierno, que sobre un individuo en conflicto con el Senado. De este modo,
Antonio, como partidario clave de César y como uno de los dos hombres sobre los
cuales el poder recayó tras el asesinato de César, fue uno de los tres hombres
directamente responsables del final de la República romana.