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Christian Jacq El enigma de la piedra Introduccion: EI pato de los geroglificos «Cuando el pato de los jeroglificos os muerde —es- cribia Rougé, uno de los primeros egiptélogos france- —, ya nunca més os'suelta>. Este pato, que sirve para escribir la palabra «hijo», es efectivamente un ave tenaz, que tiene mds de cinco milenios, pero cuya juventud ha permanecido inaltera- ble pucsto que continta mordiendo a los amantes del antiguo Egipto y animando su pasidn. En el lenguaje jeroglifico, ser mordido no es una frase vana. Hace apenas cincuenta afios, sélo algunos eruditos, considerados como personajes mas bien raros, se intere- saban por la lengua de los antiguos egipcios. En la actua- lidad el panorama ha cambiado mucho; la ensefianza de los jeroglificos esta garantizada en numerosos paises, ya sea en la universidad o en cursos privados, y gran nime- ro de aficionados se entrega al juego del desciframiento, reviviendo la aventura apasionante de Champollion. Este librito no tiene la pretensién de convertir a sus lectores en egiptologos consumados ni en capacitarles para leer un papiro como si fuese el periddico; tinica- mente aspira a iniciarlos en el espiritu de los jeroglificos e invitarlos a penetrar un poco en el interior de este uni- verso fascinante. i mente los jer cos y mis dificiles, algunos de los cuales tod: secretos y plantean no pocos enigmas. Es posible no obstante comprender el funciona- miento de este sistema de escritura, y sobre todo com- partir la visién del mundo de los antiguos egipcios, creadores de una civilizacién que puede ser considera- da la madre de nuestra cultura. Nada mis refrescante que un paseo por los jeroglificos cuando estos signos comienzan a hablar. Nuestros queridos lectores pueden estar tranquilos: no encontrarén aqui un farragoso tra- tado gramatical. Nuestro propésito, mucho mas mo- desto, consiste en presentar de la manera més accesible posible algunos elementos esenciales para poder identi- ficar los jeroglificos basicos. Un mini método de idio- mas en el que el dibujo representara un papel fundamen- tal, pues evidentemente los jeroglificos se contemplan antes de leerlos. Un poco de practica permite familiarizarse con el pato y sus congéneres; a veces me sucede que, para pre- cisar bien una idea, escribo primero en jeroglificos y luego en francés... ;y constato la superioridad del pri- mer sistema sobre el segundo! Tener Ia idea, la imagen y el sonido en el mismo signo gno es disponer de un len- guaje completo? Egipto fue una civilizacion jubilosa en la que predo- min6 la alegria de vivir. Este librito no tiene otra preten- sién que la de permitir a sus lectores «tener los jeroglifi- cos en la nariz», como dirfan los antiguos egipcios, es decir, alegrarse con los jeroglificos y disfrutar gracias a ellos. 12 Primera Parte: AL ENCUENTRO DE LOS JEROGLIFICOS. 1. La epopeya del desciframiento He perdido mis jeroglificos ° las angustias de Champollion Antes de examinar un poco mas de cerca el pato, tras- ladémonos a Egipto, mas exactamente a Rosetta, en agosto de 1799. Bouchard, oficial de ingenieros del cuer- po expedicionario del general Bonaparte, desentierra en esta ciudad una piedra cubierta de inscripciones. Aun- que el valeroso soldado fue incapaz de descifrar los textos que contenfan un decreto redactado por los sacer- dotes en honor alrey Ptolomeo V, datado el afio 196 a.C., los eruditos constataron la presencia de tres antiguos sis- temas de escritura: el griego, el demético (utilizado en el Egipto de las postrimerfas) y... cl jeroglifico. Inmediatamente surgié una hipstesis tentadora: gse trataba del mismo texto redactado en tres escrituras di- ferentes? En otras palabras, zse estaba ante la traduc- cién griega de un texto escrito en jeroglificos que, tras catorce siglos de silencio, finalmente permitiria encon- trar la clave de su desciframiento? En efecto, desde la conquista drabe del siglo wi .C., la escritura jeroglifica era una gran muda. Ya na- dic sabia leer aquellos signos extrafios que se considera- ban magicos; en ellos se escondian, segiin los antiguos, los secretos de los sacerdotes.

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