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EL D IL E M A D E L T E Ó R IC O : UN E S T U D IO S O B R E L A

L Ó G IC A D E L A C O N S T R U C C IÓ N D E T E O R Í A S * 1

CARL G. HEMPEL

I. SISTEMATIZACIÓN DEDUCTIVA E INDUCTIVA

La investigación científica en sus diversas ramas n o bu sca sim ple­


mente registrar sucesos particulares en el m un do de nuestra expe­
riencia, sino que trata de descubrir regularidades en el flu jo de los
acontecim ientos y form ular así leyes generales que puedan usarse
para la p red icción , la retrod icción 2 y la explicación.
Los principios de la m ecán ica de N ew ton, p or ejem plo, hacen
posible, dadas las posiciones y los im pulsos actuales de los ob je to s
celestes que com p on en el sistem a solar, predecir sus posiciones e
im pulsos p a ra un instante determ inado del fu tu ro o retrodecirlos

* El presente ensayo es el capítulo VIII de Cari G. Hempel, La explicación


científica. Estudios sobre la filosofía de la ciencia, Buenos Aires, Paidós Scu.-
dio, 1979, pp. 177-229. Fue traducido para esa edición por M. Frassineti de
Gallo y se publica aquí con permiso de dicha editorial. La traducción fue revi­
sada por León Olivé y Ana Rosa Pérez Ransanz.
1 Este artículo ha sido reimpreso, con algunos cambios, con permiso del
editor. Extraído de M innesota Studies in tke Philosopky o f S cien ce , vol. II,
editado por Herbert Feigl, Michael Scriven y Grover Maxwell, Minneapolis,
University of Minnesota Press, Copyright 1958 por la Universidad de Minne­
sota. [Nota de la edición de Paidós.]
2 Este término fue sugerido por un pasaje del libro de Reichenbach (1944),
en el cual se aplica la palabra ‘retrodictibilidad’ a la posibilidad de determinar
“datos del pasado en términos de observaciones dadas” (p. 13). En un contexto
similar, Ryle usa el término Vetrodecir* (véase, por ejemplo, 1949, p. 124); y
Walsh habla de la tarea de los historiadores ude ‘retrodecir’ el pasado: esta­
blecer sobre la base de elementos de prueba actuales cómo debe haber sido el
pasado" (93, pp. 41). De acuerdo con una observación que aparece en el análisis
del libro de Walsh que hace Acton (Afiná, volumen 62 [1953], pp. 564-565), la
palabra (retrodicdón’ ya fue usada en el mismo sentido por J. M. Robertson
en Buckle and kis Critica (1895). [Las palabras inglesas correspondientes a ‘re-
trodicción’ y ‘retrodictibilidad’ utilizadas por Reichenbach son 4postdtction ' y
'postdictability* mientras que las correspondientes a ‘retrodecir’ y ‘retrodicción’
utilizadas por Ryle, Walsh y Robertson son *retrodictf y iretrodiction\]

ri45i
146 EL D ILEM A D E L TE Ó R IC O

para un instante determ inado del pasado; de m o d o similar, esos


principios perm iten explicar las posiciones y los im pulsos actuales
sobre la base de los que tenían en un instante anterior. Adem ás
de dar cúenta así de hechos particulares co m o los que se acaban
de m encionar, los principios de la m ecánica de N ew ton tam bién
explican ciertos “hechos generales” , o sea, uniform idades empíricas
com o las leyes del m ovim iento planetario de Kepler ya que éstas
pueden deducirse de aquéllos .3
La explicación , la p redicción y la retrod icción científicas tienen
el m ism o carácter lógico: muestran que se puede inferir el hecho
en cuestión a partir de otros hechos por m edio de determ inadas
leyes generales. En el caso más sim ple, este tip o de argum ento
puede esquem atizarse co m o una inferencia deductiva de la form a
siguiente:

cltc2...ck
( 1 .1 ) ' L u L t ... Lr
E

A quí, C i , C i , . .. , C t son enunciados de sucesos particulares (p or


ejem plo, de las posiciones e im pulsos de ciertos cu erp os celestes
en un determ inado instante), y L i , L 2 , . . . , L r , leyes generales (p or
ejem plo, las de la m ecánica de N ew ton ); finalm ente, E es una pro­
posición que enuncia aquello que se explica, predice o retrodice. El
argum ento sólo tiene fuerza si su conclusión, E , se sigue deducti­
vamente de las prem isas .4
Mientras que la explicación, la predicción y la retrod icción son
semejantes en su estructura lógica, difieren en otros aspectos. Por
ejem plo, un argum ento de la form a ( 1 . 1 ) será ca lifica d o co m o una
predicción sólo si E se refiere a un suceso p osterior al instante
en que se form ula el argum ento; en el caso de una retrodicción,
el acontecim iento debe ocurrir antes de la presentación del argu­
m ento. Sin em bargo, esas diferencias no requieren aquí un estudio

3 Más exactamente: de los principios de la mecánica de Newton puede


deducirse que las leyes de Kepler veden con aproximación si se supone que son
despreciables las fuerzas ejercidas sobre los planetas- por los objetos celestes
diferentes del Sol (especialmente otros planetas).
* Para una discusión más completa de este esquema y para ciertas salveda­
des concernientes a la identidad estructural de los argumentos de explicación
y de predicción, véase el capítulo XII [del libro La explicación científica del
mismo autor].
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más com p leto ya que el p rop ósito de la ex p osición precedente fue


sim plem ente señalar el papel que desem peñan las leyes generales
en la exp licación , la predicción y la retrod icción científicas.
P ara esos tres tipos de procedim iento cien tífico, usarem os el
térm in o com ú n ‘ sistematización (deductiva)’ . Es más preciso decir
que el térm in o se usará para hacer referencia, prim ero, a cualquier
argum ento de la form a ( 1 . 1 ) que satisfaga los requisitos indicados
antes, y a sea que sirva co m o explicación, p redicción o retrod icción
o aun con otro carácter; segundo, al proced im ien to para form ular
argum entos del tip o que acabam os de caracterizar.
H asta aquí hem os con siderado sólo aquellos casos de explicación ,
p red icción y procedim ien tos afines que pueden considerarse co m o
argum entos d eductivos. Hay m uchos casos de explicación y de pre­
dicción científica, sin em bargo, que no en cajan en una pauta estric­
tam ente deductiva. Se puede explicar, p or ejem plo, que Juan ha
con tra íd o el saram pión, señalando que se con tagió de su herm ana,
convaleciente de esa enferm edad. Los hechos particulares antece­
dentes que se aducen aquí son que Juan se expu so al con ta gio y,
su pon gám oslo, que no h abía tenido antes el saram pión. Pero, para
relacionarlos con el acontecim iento a explicar, no p od em os aducir
una ley general según la cual en las circunstancias especificadas el
saram pión se transm ite invariablemente a la persona expuesta al
con tagio: sólo se puede afirm ar que hay una gran p robabilidad de
transm isión (en el sentido de frecuencia estadística). Puede usarse
tam bién el m ism o tip o de argum ento para la p rediccción o la re­
trod icción de un caso de saram pión.
De m o d o sim ilar, en una explicación psicoanalítica de la con ­
d u cta n eu rótica de un adulto realizada sobre la base de ciertas
experiencias de la infancia, las generalizaciones que pueden adu­
cirse para relacionar los acontecim ientos-antecedentes con aquellos
a explicar, en el m ejor de los casos se podrán considerar com o enun­
ciados que establecen probabilidades m ás o m enos elevadas para
las con exion es en cuestión, pero no com o expresiones de uniform i­
dades sin excepciones.
Las explicaciones, predicciones y retrodiccion es del tip o que se
ha ejem p lifica d o aquí difieren de las expuestas previam ente en dos
aspectos im portantes: las leyes aducidas son de form a diferente y
el enunciado que se ha de form ular no se sigue deductivam ente de
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los enunciados explicativos presentados. E xam inarem os ahora esas


diferencias un p o c o más de cerca.
Las leyes a que se ha hecho referencia en relación con el esquem a
(1 .1 ), tales com o las de la m ecánica de N ew ton, son enunciados de
fo r m a estrictamente universal o enunciados estrictamente univer­
sales. Un enunciado de este tip o es una afirm ación, que puede ser
verdadera o falsa, según la cual to d o s los casos que satisfacen de­
term inadas con dicion es tendrán sin excep ción tales y cuales carac­
terísticas. P or ejem plo, el enunciado ‘T o d o s los cuervos son negros’
es un enunciado de form a estrictam ente universal; y lo es tam bién
la prim era ley del m ovim iento de N ew ton según la cual to d o cuerpo
persiste en su estado de reposo o de m ovim iento rectilíneo a una
velocidad constante.
Las leyes invocadas en el segundo tip o de argum entos explicati­
vos y de otros relacionados con éstos, son, p or otra parte, de form a
estadística; son enunciados de probabilidad estadística. Un enun­
ciad o de este tip o es la afirm ación — que puede ser verdadera o
falsa— que establece, para los casos que satisfacen determ inadas
con dicion es, cuál es la p robabilidad de que tengan tales y cuales
características . 5
Para distinguirlos con pocas palabras: un enunciado estricta­
m ente universal del tip o más sim ple tiene esta form a: ‘T o d o s los
casos de P son casos de Q ’ ; un enunciado de p robabilidad es­
tadística del tip o más sim ple tiene esta form a: ‘ La p robabilidad
de que un caso de P sea un caso de Q es r ’ . M ientras que el
prim ero im plica un afirm ación acerca de cualquier caso particu­
lar de P — que es tam bién un caso de Q — , el últim o no im plica

5 La distinción que se ha hecho aquí se refiere, pues, exclusivamente a


la form a de los enunciados en consideración y no a su valor de verdad ni a
la medida en que están apoyados por elementos de prueba empíricos. Si se
estableciera, por ejemplo, que en realidad sólo el 80% de todos los cuervos
son negros, esto no mostraría que 'todos los cuervos son negros' (o E\ para
abreviar) es un enunciado de probabilidad estadística sino que es un enunciado
falso de forma estrictamente universal, y que ‘la probabilidad de que un cuervo
sea negro es de 0 . 80' (o E 2 para abreviar) es un enunciado verdadero de forma
estadística.
Más aún, con seguridad ni E¡ ni E l podrán fundamentarse jamás de modo
concluyente: sólo pueden estar más o menos apoyados por elementos de prueba
disponibles; cada uno de ellos tiene así una probabilidad lógica o inductiva,
más o menos elevada en relación con esos elementos de prueba. Pero esto a
su vez no afecta para nada el hecho de que sea de forma estrictamente
universal y E i de forma estadística.
C A R L G. H EM PEL 149

u na afirm ación similar acerca de cualquier caso particular de P


o aun de cualquier con ju n to fin ito de tales ca sos .6 Esta circuns­
tancia da lugar a la segunda característica distintiva m encionada
antes: el enunciado E que describe el fen óm en o su jeto a expli­
cación , p redicción o retrodicción (p o r ejem plo, que Juan contra­
je r a el saram pión) n o es lógicam ente deducible de los enunciados
exp licativos aducidos [por ejem plo, ( C i ) Juan estuvo expuesto al
con tag io del saram pión; (C 2 ) Juan no había ten id o previam ente el
saram pión; (L ) para las personas que n o han tenido el saram pión
y están expuestas al con tagio, la probabilidad de que contraigan la
enferm edad es de 0.92]. En cam bio, su ponien do que los enunciados
exp licativos aducidos sean verdaderos, es muy probable, aunque no
seguro, que E tam bién sea verdadero. Este tip o de argum ento, por
lo tan to, es de carácter in du ctivo más bien que estrictam ente de­
d u ctivo: p rop on e la conclusión E sobre la base de otros enunciados
que, aunque la apoyan fuertem ente, sólo constituyen fundam entos
parciales de esa conclusión. A un argum ento de este tip o — ya sea
que se lo use para explicación , p redicción, retrod icción o aun con
otros p rop ósitos— se lo llam ará sistematización inductiva. En par­
ticular, su pondrem os ante una sistem atización inductiva que las
prem isas n o im plican lógicam ente a la con clu sión .7 Tam bién se lla­
m ará sistem atización inductiva al p rocedim ien to para form ular un
argum ento del tip o que se acaba de describir.
A m o d o de ilustración adicional, perm ítasenos m encionar aquí
dos argum entos explicativos que son del tip o in d u ctivo que aca­

6 Para una exposición más completa de este punto, véase, por ejemplo,
Nagel (1939, sección 7), Reichenbach (1949, secciones 63—67), Cramer (1946,
cap. 13).
7 El uso explicativo y predictivo de las leyes estadísticas constituye quizás
el tipo más importante de sistematización inductiva, pero nuestro concepto
general de sistematización inductiva no requiere que aparezcan leyes de ese
tipo entre las premisas. A decir verdad, como lo ha señalado Camap (1950,
pp. 574—575), a veces es posible hacer predicciones acerca de un conjunto finito
de casos particulares, sin la mediación de ley alguna. Por ejemplo, las informa­
ciones siguientes: l] que se ha examinado una muestra amplia de casos de P ,
y 2] que todos sus elementos tienen la característica Q, y 3] que cierto caso x
no incluido en la muestra es un caso de P , apoyarán con fuerza la predicción
de que x tiene también la característica Q . Asimismo, a veces es posible ba­
sar una sistematización inductiva sobre un conjunto de premisas que incluyen
uno o más enunciados estrictamente universales pero que no incluyen leyes
estadísticas. Se encontrará un ejemplo de esta sistematización en la sección 9,
en la predicción basada sobre las fórmulas (9.6)-(9.12).
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bam os de caracterizar. Los p rop on e Von Mises al afirm ar que la


n oción cotidian a de explicación causal se ajustará eventualm ente a
cam bios en la form a lógica de las teorías científicas (especialm ente
al uso de enunciados de p robabilidad estadística co m o principios
exp licativos): “ Pensam os” , dice V on Mises, “ que la gente irá acep­
tan do en form a gradual enunciados causales de este tip o: Porque
el d ad o está cargado, el ‘seis’ aparece con más frecu en cia (p e ro no
sabem os cuál será el resultado de la p róx im a ju g a d a ); o: Porque
se elevó el vacío y se aum entó el v o lta je , la radiación se torn ó más
intensa (p ero n o sabem os el núm ero p reciso de chispas que apare­
cerá en el p róxim o m inu to ) ” .8 R esulta claro que am bos enuncia­
dos pueden considerarse co m o explicacion es inductivas de ciertos
fenóm enos físicos.
T od os los casos de sistem atización científica que hem os consi­
derado com parten esta característica: hacen uso de leyes generales
o de principios generales, ya sea de form a estrictam ente univer­
sal o de form a estadística. Estas leyes generales tiene la función
de establecer conexiones sistem áticas entre hechos em píricos de tal
m o d o que con su ayuda sea p osible inferir a partir de algunos su­
cesos em píricos, otros sucesos sem ejantes a m o d o de explicación ,
p redicción o retrod icción .
C uan do decim os en una exp lica ción que el acon tecim ien to que
d escribe E tu vo lugar “ debido a” las circunstancias detalladas en
C u C 3, . . . , C k , ese enunciado es sign ificativo si se puede referir a
leyes generales que hacen que C i, C 2 , . ■., C* sean relevantes res­
p e c to a E en el sentido de que, una vez supuesta la verdad de las
prim eras, la verdad de la últim a resulta o bien cierta (c o m o en una
sistem atización deductiva) o bien inductivam ente prob a b le (com o
en una sistem atización inductiva). P or esta razón es de im p ortan cia
crucial en las ciencias em píricas form ular leyes generales.

8 Mises (1951, p. 188). La consideración de que son causales las explica-


ciones de este tipo está sujeta a debate: puesto que la concepción clásica de la
causalidad está íntimamente ligada a la idea de leyes estrictamente universa­
les que relacionan causa y efecto, sena mejor reservar el término ‘explicación
causal’ para algunos argumentos explicativos que tienen la forma ( 1 .1) en los
cuales todas las leyes aducidas son de forma estrictamente universal.
C A R L G. H EM PE L 151
II. OBSERVABLES Y ENTIDADES TEÓRICAS

La sistem atización cien tífica se propone esencialm ente establecer


un orden exp licativo y p red ictivo entre los com plejísim os “ datos”
de nuestra experiencia, o sea, entre los fenóm enos que p od em os
“observar directam ente” . En consecuencia, es un hecho asom broso
el que los mayores avances en la sistem atización científica no se
hayan llevado a ca b o p or m edio de leyes que se refieran en form a
exp lícita a observables, o sea, a cosas y acontecim ientos que se
pueden con statar p or observación directa, sino p or m edio de leyes
que hacen referencia a diversas entidades hipotéticas o teóricas, o
sea, presuntos ob jeto s, acontecim ientos y atributos que no p od em os
p ercibir ni observar directam ente de m od o alguno.
Para una exp osición más com p leta de este p u nto, será útil hacer
referencia a la distinción, fam iliar aunque p o c o sutil, entre los dos
niveles de la sistem atización científica: el nivel de la generalización
empírica, y el nivel de la form a ción de teorías.9 Las etapas más
tem pranas en el desarrollo de una disciplina cien tífica pertenecen
generalm ente al prim er nivel, que se caracteriza p or la bú squ eda de
leyes (d e form a universal o estadística) que establezcan conexiones
entre los aspectos del tem a en estudio que sean directam ente o b ­
servables. Las etapas m ás avanzadas pertenecen al segundo nivel,
en el que la investigación se dirige a la búsqueda de leyes com pren ­
sivas, en térm inos de entidades hipotéticas, que darán cuenta de
las uniform idades establecidas en el prim er nivel. En éste encontra­
m os las generalizaciones corrientes de la física tales com o ‘ D onde
hay luz hay ca lor’ , ‘El hierro se enm ohece con el aire h ú m ed o’ ,
‘ En el agua la m adera flo ta y el hierro se h unde’ ; p ero tam bién
p od ría m os incluir leyes cuantitativas más precisas tales com o las de
Snell, H ooke, Kepler y G alileo, así co m o las generalizaciones de la
b otán ica y de la zoolog ía acerca de la con com itan cia de ciertas ca­
racterísticas observables anatóm icas, físicas, funcionales y otras en
los m iem bros de una especie dada; generalizaciones de la p sicología
que afirm an correlaciones entre diferentes aspectos observables del
aprendizaje, de la p ercep ción , etcétera, y diversas generalizaciones

9 Northrop (1947, caps. III y iv ) , por ejemplo, presenta esta distinción


de un modo muy interesante: se refiere a los dos niveles: como “la etapa de
investigación como historia natural” y “la etapa de la teoría formulada en
forma deductiva” . Se encontrará una exposición lúcida y concisa sobre la idea
en cuestión en Feigl (1948).
152 EL D IL E M A DEL T E Ó R IC O

descriptivas de la econom ía, la sociolog ía y la an trop ología. T odas


esas generalizaciones, ya sean de form a estrictam ente universal o
de form a estadística, pretenden expresar conexiones regulares en­
tre fenóm énos directam ente observables y se prestan, p or lo tanto,
para un uso explicativo, p red ictivo y retrod ictivo.
En el segundo nivel, encontram os enunciados generales que ha­
cen referencia a cam p os eléctricos, m agnéticos y gravitacionales, a
m oléculas, a átom os y a una variedad de partículas subatóm icas;
o al ego, al ello, al superego, a la libido, a la sublim ación, a la
fijación y a la transferencia; o a las diversas entidades que invo­
can las recientes teorías del aprendizaje y que no son directam ente
observables.
De acuerdo con la distinción que hem os hecho aquí, su pondre­
m os que el vocabu lario extralógico de la ciencia em pírica o de cual­
quiera de sus ramas, se divide en dos clases: térm inos observacio-
nales y térm in os teóricos. C on resp ecto a un térm in o observacional
es p osible decidir, p or m edio de la observación d irecta en circuns­
tancias adecuadas, si el term ino se aplica o no a una situación dada.
La n oción de observación puede interpretarse aquí en form a tan
am plia que in cluya no sólo la p ercep ción sino tam bién la sensación
y la in trosp ección , o se la puede circunscribir a la p ercep ción de
lo que en prin cip io se puede constatar p ú blicam ente, o sea, de lo
que tam bién otros pueden percibir. L a ex p osición que sigue será
independiente de la m ayor o m enor am plitud con que se interprete
la n oción de observación. Vale la pena consignar, sin em bargo, que
la ciencia em pírica apunta a un sistem a de enunciados que se pue­
den poner a pru eba públicam ente; con form e con esto, se considera
que los datos observacionales, cu ya p redicción correcta es la ca­
racterística distintiva de una teoría exitosa, deben expresarse en
térm inos tales que diferentes in d ividuos puedan con cord ar en alto
grado al decidir, p or m edio de la observación directa, si son aplica­
bles en una situación dada o no lo son. Los enunciados que preten­
den describir lecturas de instrum entos de m edición , cam bios en el
color u olor que acom pañan a una reacción quím ica, verbalizacio-
nes u otros tipos de com p ortam ien to m anifiesto de un sujeto dado
en determ inadas condiciones observables, tod os ellos ilustran el uso
de los térm inos observacionales intersubjetivamente aplicables.10

10 En su ensayo sobre el análisis del aprendizaje hecho por Skinner (en


Estes y otros, 1945), Verplanck señala, en forma tangencial pero esclarece-
C A R L G . H EM PEL 153

Los térm inos teóricos, en cam bio, habitualm ente pretenden ha­
cer referencia a entidades que n o son directam ente observables y
a sus características; operan en las teorías científicas que intentan
explicar las generalizaciones em píricas de una m anera que pron to
se exam inará más de cerca.
Es o b v io que la caracterización precedente de los dos v oca b u la ­
rios resulta vaga; n o ofrece un criterio preciso p or m edio del cual se
p u eda clasificar inequívocam ente cualquier térm ino cien tífico co m o
observacion al o teórico. P ero no se necesita aquí un criterio preciso
de ese tip o ; las cuestiones que se han de exam inar en este ensayo
son independientes del lugar exa cto en que d ebe trazarse la línea
divisoria entre los térm inos de am bos vocabu larios: observacional
y teórico.

III. ¿P O R QUÉ TÉRMINOS TEÓRICOS?

El u so de térm inos teóricos en la ciencia da origen a un p roblem a


com p lica d o. ¿P or qué debe recurrir la ciencia a la su posición de en­
tidades h ip otéticas cu ando está interesada en establecer conexiones
explicativas y predictivas entre observables? ¿N o sería suficiente, y
m enos com p lica d o para ese prop ósito, buscar un sistem a de leyes
generales que no m encionaran sino observables y de ese m o d o estu­
vieran expresadas sólo en térm inos del voca b u la rio observacion al?
A decir verdad, se han form ulado m uchos enunciados en tér­
m inos de observables; constituyen las generalizaciones em píricas

dora, cuán importante es para el vocabulario observacional (los términos del


lenguaje-de-los-datos, como él los llama [en inglés, data-language]), que haya
un alto grado de uniformidad en el uso de los términos entre diferentes experi­
mentadores. Verplanck arguye que, a pesar de que gran parte del lenguaje-de-
los-datos de Skinner es aceptable a este respecto, “lo contamina” la inclusión
de dos tipos de términos que son inadecuados para la descripción de datos
científicos objetivos. El primero incluye términos “que no pueden ser usados
con éxito por muchos otros” ; el segundo incluye ciertos términos a los que
con propiedad se debería tratar como expresiones teóricas de un orden más
elevado.
El carácter pragmático e impreciso del requisito de uniformidad intersub­
jetiva en el uso de los términos se pone muy bien de manifiesto en la conjetura
de Verplank “de que si uno tuviera que trabajar con Skinner, y leer sus infor­
mes con él, se sentiría capaz de hacer sus mismas distinciones y eventualmenté
de atribuir a algunos de sus términos la condición de lenguaje-de-los-datos”
(loe. cit., p. 279n.).
154 EL D ILEM A DEL T E Ó R IC O

m encionadas en la sección precedente. Pero, por desgracia, muchos


de ellos, si n o tod os, tienen inconvenientes definitivos; en general,
su d om inio de aplicación es m uy lim itado; y aun dentro de ese
d om in io, tienen excep cion es, de m o d o tal que no son en realidad
enunciados generales verdaderos. C onsiderem os, p or ejem plo, uno
de nuestros casos ilustrativos anteriores:

(3 .1 ) En el agua la m adera flota y el hierro se hunde.

Este enunciado tiene un d om inio de aplicación estrecho en el


sentido de que se refiere sólo a o b je to s de m adera y de hierro y al
h echo de flotar o de hundirse sólo en el agua . 11 Y lo que es aún
m ás grave, tiene excepcion es: ciertos tipos de m adera se hundirán
en el agua y una esfera hueca de hierro de dim ensiones adecuadas
flota rá sobre ella.
C om o lo m uestra la historia de la ciencia, a m enudo se pue­
den subsanar d efectos de ese tip o atribuyendo a los fenóm enos que
se estudian ciertas características adicionales que, aunque no sean
susceptibles de observación directa, están relacionadas de un m od o
determ in ado con sus aspectos observables y que hacen posible es­
tablecer conexiones sistem áticas entre los últim os. Se obtiene una
generalización m ucho más satisfactoria que (3 .1 ) p or m edio del
co n ce p to de gravedad específica de un cu erp o x , que es definible
co m o el cocien te de su peso y su volum en:

(3.2) D e f.e (x ) = p ( x ) / v ( x )

S upongam os que se ha caracterizado a p y a n operacionalm ente,


o sea, en térm inos de los resultados directam ente observables de
p roced im ien tos específicos de m ed ición y que, p o r lo tanto, se los
cuenta entre los observables. E ntonces, p od em os considerar a e, tal
co m o se lo ha d eterm in ado p or (3 .2 ), co m o una característica que

11 Sin embargo, se debería hacer notar que aquí se usa la idea de dominio
de aplicación de una generalización en un sentido intuitivo que sería difícil de
explicar. Se podría sostener, por ejemplo, que el dominio de aplicación de (3.1)
es más estrecho de lo que se ha indicado: se podría interpretar que consta sólo
de objetos-de-madera-colocados-en-el-agua y de objetos-de-hierro-colocados-
en-el-agua. Por otra parte, puede proponerse como enunciado equivalente a
(3.1) el que sigue: cualquier objeto tiene estas dos propiedades: no ser de
madera o bien flotar en el agua, y no ser de hierro o bien hundirse en el
agua. De esta forma, puede decirse que la generalización tiene el dominio de
aplicación más amplio posible: la clase de todos los objetos.
C A R L G. HEM PEL 155

es observable m enos directam ente y la clasificarem os, sólo con el


fin de que el ejem p lo resulte sim ple, com o una en tidad h ipotética.
P od em os ah ora establecer para e la siguiente generalización, que
es un corolario del prin cipio de A rquím edes:

(3.3) Un cu erp o sólid o flo ta en un líquido si su gravedad específica


es m en or que la del líquido.

Este enunciado elude, en prim er lugar, las excep cion es que he­
m os con sign ado antes co m o refutatorias de (3 .1 ); predice correc­
tam ente el com p orta m ien to de un pedazo de m adera p esada y el
de una esfera h ueca de hierro. Más aún, tiene un alcance m ucho
más am plio: se refiere a cualquier tip o de o b je t o sólid o y al hecho
de flotar o de hundirse con respecto a un líquido cualquiera. P or
supuesto, la nueva generalización tiene aún ciertas lim itaciones e
invita así a una nueva m ejora. Pero, en lugar de continuar este
p roceso, exam inem os ahora más de cerca el m o d o en que se lleva
a ca b o una con exión sistem ática entre observables p or m edio de la
ley (3 .3 ), que im p lica incursiones en el dom inio de los inobservables.
S u pon gam os que se desea predecir si cierto o b je t o sólid o c flo­
tará o se hundirá en un cu erp o dad o l de líqu ido. T endrem os en ton ­
ces que averiguar prim ero, p or m edio de p rocedim ien tos op era cio-
nales apropiados, el peso y el volum en de c y de l. Los resultados
de estas m ediciones estarán expresados en los cu atro enunciados
siguientes O í , 0 2 , 0 3 , 0 ^.

Oí : p(c) = P i ; 02: v(c) = vi


(3.4)
O3 ■ p { 0 = P2 ) O 4 •• v {l) = V2

donde p i , p 2 , v i , v 2 , son ciertos núm eros reales positivos. Por m e­


dio de la definición (3 .2 ), p od em os inferir de (3 .4 ), las gravedades
específicas de c y de /:

(3.5) e ( c ) = P \ h x \ e { l ) = P2 /V2 .

S upongam os ahora que el prim ero de esos valores es m enor que el


segundo; luego (3 .4 ), por m edio de (3 .5 ), im plica que:

(3.6) e (c) < e(i).

Por m edio de la ley (3.3) p od em os ahora inferir que:

(3.7) c flota en /.
156 EL D ILE M A DEL T E Ó R IC O

A este enunciado lo llam arem os O 5 . Luego 0 \ , O 2 , 0 3 , 0 4 , 0 5 com ­


parten la característica de estar expresados enteram ente en térm i­
nos del voca bu lario observacional; p orqu e en nuestra suposición ‘p ’
y V son "términos observacionales, y tam bién lo son ‘ c ’ y que
nom bran a ciertos cuerpos observables. Finalm ente ‘flo ta e n ’ es un
térm ino observacion al porque, en circunstancias adecuadas, la o b ­
servación directa m ostrará si un o b je to observable d a d o flota en
un líquido observable d ado o si se hunde en él. P or otra parte, los
enunciados (3 .2 ), (3 .3 ), (3.5) y (3 .6 ) carecen de esa característica,
p orqu e tod os contienen el térm ino e que, en nuestro ejem plo, per­
tenece al voca bu la rio teórico.
La transición sistem ática de los “datos observacionales” enum e­
rados en (3.4) a la p red icción (3 .7 ) de un fen óm en o observable está
esquem atizada en el diagram a siguiente:

.( „ ) = * /„ .
(3.8) ’ { i — í ( c ) < e (l) — O,

Datos des- Conexión sistemática efectuada por Predicción


critos en tér- enunciados que hacen referencia a no en términos
minos de ob- observables de observa-
servables bles

A qu í, una flecha representa una inferencia decuctiva; un enunciado


encim a de una flecha indica que se realiza la d ed u cción p or inter­
m edio de él, o sea, que la con clu sión form ulada a la derecha se sigue
lógicam ente de las premisas que figuran a la izquierda, tom adas en
con ju n ción con el enunciado que está en cim a de la flecha. N otem os
que ese argum ento ilustra el esquem a ( 1 . 1 ) d on de 0 \ ,0 2 , 0 'z,0 í
constituyen los enunciados referidos a hechos pertinentes, los enun­
ciados (3.2) y (3 .3 ) ocu pan el lugar de las leyes generales y O 5 el
de E P

12 Puesto que se presentó a (3.2) como una definición, podría considerarse


inapropiado incluirla entre las leyes generales que realizan la transición predic-
tiva de 0 i , 0 2 , 0 z , 0 t a O 5 . A decir verdad, es posible concebir la deducción
lógica aplicada en ( 1 .1 ) de modo tal que incluya el uso de cualquier definición
como premisa adicional. En este caso (3.3) es la única ley que se aduce en la
predicción considerada aquí. Por'otra parte, es posible también tratar a los
C A R L G. HEM PEL 157

A sí, la su posición de entidades no observables sirve a los pro­


p ósitos de la sistem atización: p rop orcion a conexiones entre obser­
vables en la form a de leyes que contienen térm inos teóricos y esta
incursión en el dom inio de entidades hipotéticas ofrece ciertas ven­
tajas, algunas de las cuales ya se han in dicado antes.
En el caso de nuestro ejem plo, sin em bargo, u na breve reflexión
m ostrará que las ventajas obtenidas con la “ incursión teórica ”
podrían haberse ob ten id o igualm ente sin em plear térm ino teórico
alguno. En virtud de la definición (3.2), la ley (3 .3 ) puede refor-
mularse co m o sigue:

(3.3) Un cu erp o sólido flo ta en un líquido si el cocien te de su peso


y su volum en es m enor que el cociente correspondiente del
líquido.

Es evidente que esta nueva versión participa de las ventajas


que tiene (3.3) con respecto a la tosca generalización (3 .1 ) y, por
supuesto, perm ite la transición deductiva de O í, 0 2 ,0 3 ,0 4 a Os,
tal com o lo hace (3.3) en con ju n ción con (3 .2 ).
Se suscita, p or lo tanto, esta cuestión: ¿Es p osible en tod os los
casos encontrar para la sistem atización llevada a ca b o mediante
principios generales que contienen térm inos teóricos, una form u­
lación equivalente con enunciados generales expresados exclusiva­
mente en térm inos observacionales? C o m o preparación para un
exam en de este im portante problem a, debem os considerar prim ero
más de cerca la form a y la función de una teoría científica.

IV. ESTRUCTURA E INTERPRETACIÓN DE UNA TEORÍA

Desde el pu nto de vista form al se puede considerar a una teoría


cien tífica co m o un con ju n to de enunciados expresados en térm inos
de un vocabu lario esp ecífico; se entenderá que el v oca b u la rio V j

enunciados tales com o (3.2), que habitualmente se incluyen entre los que son
sólo definiciones, en pie de igualdad con otras enunciados de form a universal,
a los que se clasifica com o leyes generales. Es favorable a este enfoque, por
ejem plo, la consideración de que cuando una teoría entra en con flicto con los
datos em píricos pertinentes, son algunas veces tas “ leyes” y otras las “defini­
ciones” las que se m odifican para ajustarse a los elementos de prueba. Nuestro
análisis de la sistem atización deductiva es neutral en lo que respecta a este
problem a.
158 EL D IL E M A DEL T E Ó R ICO

de una teoría T con sta de los térm inos extralógicos de T , o sea


de aquellos que no pertenecen al vocabu lario de la lógica pura.
H abitualm ente, se definen algunos térm inos de Vt p or m edio de
otros; pero so p en a de incurrir en circularidad o en un regreso al
in fin ito, no se puede definir así a to d o s ellos. En consecuencia, se
puede suponer que V está dividid o en dos su b con ju n tos: términos
prim itivos — aquellos para los que no se especifica una definición—
y térm inos definidos. A nálogam ente, m uchos de los en un ciados de
una teoría son derivables de otros p or m edio de los principios de la
lóg ica d eductiva (y de las definiciones de los térm inos definidos);
p ero, so pen a de incurrir en círcu lo v icioso o regreso al infinito en
la ded u cción , n o pueden fundam entarse así to d o s los enunciados
de la teoría. En consecuencia, el con ju n to de enunciados que com ­
p on en T se d ivide en dos su b con ju n tos: enunciados primitivos o
postulados (tam bién llam ados axiom as) y enunciados derivados o
teoremas. De aquí en adelante su pondrem os que las teorías se pre­
sentan en la form a de sistemas axiom atizados co m o los que aquí se
describen: prim ero, se enuncian los térm inos prim itivos, los deriva­
dos y las definiciones de estos últim os; y segundo, se enuncian los
postu lados. A dem ás, considerarem os que están form uladas dentro
de un m arco lin gü ístico con una estructura lóg ica claram ente es­
p ecificad a que determ ina, en particular, las reglas de la inferencia
deductiva.
Los paradigm as clásicos de los sistemas d ed uctivos de este tipo
son las axiom atizaciones de varias teorías m atem áticas, tales com o
la geom etría eu clídea y las diversas form as de geom etrías no euclí-
deas, la teoría de los grupos y otras ramas del álgebra abstracta ; 13
p ero ahora se ha dad o igualm ente una form a axiom á tica o aproxi­

13 Se podrá encontrar una lúcida exposición elemental de la naturaleza


de los sistemas matemáticos axiomatizados en Cohén y Nagel (1934, cap. vi;
también reimpreso en Feigl y Brodbeck [1953]). Para un análisis similar, con
énfasis especial sobre la geometría, vcase también Hempel (1945). Una ex­
celente descripción sistemática del método axiomático es la que proporciona
Tarski (1941, caps. V I-x ); esta presentación, que utiliza algunos conceptos de la
lógica simbólica elemental, desarrollados en capítulos anteriores, incluye varios
ejemplos sencillos de la matemática. Braithwaite, en los tres primeros capítulos
de su obra publicada en 1953, lleva a cabo un estudio lógico cuidadoso de los
sistemas deductivos en la ciencia empírica, prestando especial atención al papel
desempeñado por los términos teóricos, y Woodger, especialmente en sus obras
publicadas en 1937 y 1939, da tina exposición más avanzada desde el punto de
vista lógico del método axiomático, unido con aplicaciones a la teoría biológica.
C A R L G. H EM PEL 159

m aciones a ésta a cierto núm ero de teorías de la ciencia em pírica;


entre esas teorías se encuentran partes de la m ecán ica clásica y
relativista14 y de teoría b io ló g ica ,15 y algunos sistemas teóricos
en psicología, especialm ente en el terreno del a p ren diza je;16 en la
teoría econ óm ica , el co n ce p to de utilidad, entre otros, ha recibido
tratam ien to a x iom á tico .17
Si se han esp ecificad o los térm inos prim itivos y los postu lados
de un sistem a a xiom atizado entonces la pru eba de los teorem as, es
decir, la derivación de nuevos enunciados a partir de los p rim iti­
vos, puede hacerse p or m edio de los cánones puram ente form ales
de la lóg ica deductiva, sin ninguna referencia a los significados de
los térm inos y enunciados en cuestión; a decir verdad, para el de­
sarrollo d ed u ctiv o de un sistem a axiom atizado n o se necesita para
nada asignar sign ificado a sus expresiones, sean éstas prim itivas o
derivadas.
Sin em bargo, un sistem a ded uctivo sólo puede funcionar co m o
una teoría en la cien cia em pírica si se le ha d a d o u na interpretación
con referencia a fenóm enos em píricos. Puede llevarse a c a b o esta
interpretación p or m edio de la especificación de un con ju n to de
enunciados interpretativos que relacionan ciertos térm inos del vo­
cabu lario teórico con térm inos observacionales.18 Se exam inará en
detalle el carácter de esos enunciados en las secciones siguientes;

14 Véanse por ejemplo, Hermes (1938), Walker (1943-1949), McKinsey,


Sugar y Suppes (1953), McKinsey y Suppes (1953), Rubín y Suppes (1953), y
las referencias adicionales que proporcionan esas publicaciones. Un importante
trabajo pionero en ese terreno es el de Reichenbach (1924).
15 Véase en especial Woodger (1937) y (1939).
18 Véase por ejemplo Hull y otros (1940).
17 Por ejemplo, en Von Neumann y Morgenstem (1947), cap. 1U y apéndice.
18 En las obras sobre metodología, los enunciados que dan una interpre­
tación empírica de los términos teóricos han recibido una diversidad de nom­
bres. Por ejemplo, Reichenbach, quien subrayó desde un principio la impor­
tancia de esta idea con referencia especiad a la relación entre geometría pura
y física, habla de definiciones coordinativas (1928, sección 4; también 1951,
cap. VIII). Campbell (1920, cap. VI; un extracto de este capítulo fue reimpreso
en Feigl y Brodbeck [1953]) y Ramsey (1931, pp. 212-236) se refieren a un d ic­
cionario que conecta a los términos empíricos con los términos teóricos (véase
también la sección 8 ). Margenau (1950, en especial, cap. 4) habla de reglas de
correspondencia, y Camap (1956) ha usado igualmente el término general ‘ re­
gla,s de correspon den cia'. Se puede considerar a las correlaciones episiém icas
de Northrop (1947, en especial cap. Vil) como un tipo especial de enunciados
interpretativos. Pau-a una exposición de la interpretación como procedimiento
semántico, véase Camap (1939, secciones 23, 24, 25) y Hutten (1956, en espe-
160 EL D ILE M A DEL T E Ó R IC O

p or ahora p u ede m encionarse co m o ejem plo que los enunciados in­


terpretativos p od rá n tom ar la form a de las definiciones llamadas
operacionales, es decir, de enunciados que especifican el significado
de térm inos teóricos con la ayuda de térm inos observacionales; son
de especial im p orta n cia entre éstas las reglas para la m edición de
cantidades teóricas p or m edio de respuestas observables de instru­
m entos de m ed ición o de otros indicadores.
Se puede esbozar ahora, m ediante un ejem plo, la m anera en
que una teoría establece conexiones explicativas y predictivas en­
tre enunciados expresados en térm inos observacionales. S uponga­
m os que se usa la teoría de la m ecán ica de N ew ton para estudiar
los m ovim ientos de dos cuerpos b a jo la influencia exclusiva de su
atracción gravitacional m utua, siendo estos cuerpos los com p on en ­
tes de un sistem a biestelar, o la luna y un cohete que b ord ea libre­
m ente la superficie lunar cien millas por encim a de ésta. Sobre la
base de datos observacionales apropiados, se puede asignar a cada
uno de los dos cuerpos una cierta masa, y en un instante dado, ¿o,
una cierta p osición y velocidad dentro de un m arco de referencia
determ in ado. A sí, se da un prim er paso que con d u ce, por interm e­
d io de enunciados interpretativos en form a de reglas de m edición,
desde ciertos enunciados 0%, O 2 , . . . , 0 * que describen las lecturas
observables de los instrum entos, h asta ciertos enunciados teóricos,
H\, H 2 , ■■■, H e , que asignan a cad a uno de los cuerpos un valor
n um érico esp ecífico para las cantidades teóricas: m asa, posición y
velocid ad. A partir de estos enunciados, la ley de gravitación, que
está expresada íntegram ente en térm inos teóricos, con d u ce a otro
enunciado teórico H 7 que especifica la fuerza de la atracción gravi­
tacional que los cu erpos ejercen el uno sobre el o tro en to\ y H 7 , en
con ju n ción con los enunciados teóricos precedentes y las leyes de
la m ecán ica de N ew ton im plica, p or interm edio de un argum ento
d ed u ctivo que com pren de los principios del cálculo, ciertos enun­
ciados H$, H$, H !o , H u , que dan las posiciones y velocidades de los
dos o b je to s en un m om en to p osterior determ inado, t\. Finalm ente,
el uso inverso de los enunciados interpretativos con d u ce desde los
últim os cu atro enunciados teóricos hasta un con ju n to de enuncia­
dos 0\ , C/2 , •••0'm , que describen fenóm enos observacionales, es-

ciai cap. II). Una exposición más completa de los enunciados interpretativos
está incluida en las secciones 6 , 7 y 8 de este capitulo.
C A R L G. H E M PE L 161

pecialm ente lecturas de instrum entos que indican las posiciones y


velocidades predichas.
Por m ed io de un esquem a análogo a (3 .8 ), puede representarse
el p roceso co m o sigue:

(4.1 ) { 0 í , 0 2 ! . . . , 0 k] - - + [ H u H 2, . . . , H 6} - ^ [ H l ! H 2 ¡ . . . , H e , H 7]
^ [ f f 8, H 9 , H w , H n ] -5 -[0 ; , 0 '2 . . . 0 ' m]

A qu í, R es el con ju n to de reglas de m edición para la masa,


posición y velocidad; esas reglas constituyen los enunciados inter­
pretativos; G es la ley de gravitación de N ew ton, y L M las leyes
del m ovim ien to de New ton.
En lo que se refiere a la psicología, se han presentado repe­
tidam ente en las obras sobre temas m etod ológ icos, análisis es­
quem áticos de la función de las teorías o de las hipótesis que co m ­
prenden “ variables intermediéis” que son similares a los expu es­
to s .19 En éstos los datos observacionales con los que com ienza el
p roced im ien to conciernen por lo general a ciertos aspectos obser­
vables del estado inicial de un su jeto dado, más ciertos estímulos
observables que actúan sobre él; y los enunciados observacionales
finales describen una respuesta dada por el sujeto. Los enunciados
teóricos que m edian en la transición de los prim eros a los últim os
se refieren a diversas entidades hipotéticas, tales com o im pulsos,
reservas, inhibiciones u otras características, cualidades o estados
p sicológicos cualesquiera que postule la teoría en cuestión y no sean
directam ente observables.

V. EL DILEMA DEL TEÓRICO

La exposición, precedente sobre la función de las teorías suscita


de nuevo el p roblem a que encontram os en la sección 3, a saber,
si no se puede evitar por entero la incursión teórica en un d om i­
nio de cosas, acontecim ientos o características que no son direc­
tam ente observables. Supongam os, por ejem plo, que — com o suele
ocurrir— tanto los enunciados interpretativos co m o las leyes enun­
ciadas en la teoría tengan la form a de ecuaciones que relacionan

19 P odrá encontrarse una lúcida y concisa exposición, p o r ejem plo, en Berg-


mann y Spence (1941).
162 EL D I L E M A D E L T E Ó R I C O

ciertas expresiones en térm inos de cantidades teóricas ya sea con


otras expresiones semejantes o con expresiones en térm inos de can­
tidades observables. Se puede plantear entonces el p rob lem a de la
m anera sifcinta en que lo form ula Hull: “ Si usted tiene un en­
cadenam iento de ecuaciones confiables que se extiende desde las
condiciones antecedentes que son observables hasta las condiciones
consecuentes que tam bién lo son, ¿p o r qué usar varias ecuaciones en
el caso en que bastaría una, aun cu a n d o usar varias pudiera no ser
positivam ente p ern icioso?” 20 Skinner hace la m ism a observación
en form a más general cuando critica en las teorías psicológicas la
construcción de cadenas causales en las que un prim er eslabón, que
consiste en un acontecim iento observable y con trolable, se con ecta
con un eslabón final (tercero) del m ism o tip o p or m ed io de un es­
labón interm ediario que, por lo com ú n , no está su jeto a observación
y control. Skinner argum enta: “A m enos que haya un pu nto débil
en nuestra cadena causal de m o d o tal que el prim er eslabón no de­
termine legalm ente al segundo, o el segundo al tercero, el prim ero
y el tercero deben estar legalm ente relacionados. Si debem os retro­
ceder siem pre más allá del segundo eslabón para la predicción y el
control, p od rem os evitar muchas digresiones tediosas y agotadoras
considerando al tercer eslabón co m o una función del prim ero.” 21
La conclusión que estos argum entos sugieren p o d ría llamarse
la paradoja del teorizar. A firm a que si los térm inos y principios
generales de una teoría cien tífica sirven a su p rop ósito, es decir,
si establecen conexiones definidas entre fenóm enos observables, se
puede prescindir de ellos puesto que cualquier cadena de leyes y
enunciados interpretativos que estableciera tal con exión sería rem-
plazable por una ley que encadenara directam ente antecedentes
observacionales a consecuencias observacionales.
Si añadim os a esta tesis crucial dos enunciados más que son
obviam ente verdaderos, ob ten em os las premisas de un argum ento
con la clásica form a de un dilem a:

(5.1) Si los térm inos y principios de una teoría sirven a su propósito


son innecesarios, com o se a ca b a de señalar, y si no sirven a su
p rop ósito son sin duda innecesarios. P ero en una teoría cual­
quiera, o bien sus térm inos y principios sirven a su propósito

20 Hull (1943, p. 284).


31 Skinner (1953, p. 35).
C A R L G. HEM PEL 163

o bien no lo hacen. En consecuencia, los térm inos y principios


de una teoría cualquiera son innecesarios.

A este argum ento, cu ya conclusión con cu erda con los puntos de


vista de los conductistas m etodológ icos extrem os en psicología, se
lo llam ará el dilema del teórico.
Sin em bargo, antes de dejarnos llevar p or la alegría o la tristeza
que nos p u ede p rop orcion ar el resultado de este argum ento, será
conveniente recordar que las consideraciones que se adujeron hasta
aquí para apoyar su prim era prem isa crucial fueron form uladas en
form a m uy esquem ática. P ara form arnos un ju icio más fundam en­
tad o sobre el problem a, será necesario, pues, averiguar si se puede
com pletar el esquem a de m o d o tal que dé lugar a un argum ento
convincente. A esta tarea nos dedicarem os ahora.

VI. DEFINICIONES OPERACION ALES Y ENUNCIADOS REDUCTIVOS

Será conveniente em pezar p or considerar más de cerca el carácter


de los enunciados interpretativos. En el caso más sim ple, un enun­
ciad o de ese tip o p od ría ser una definición explícita de una ex ­
presión teórica en térm inos de expresiones observacionales, com o
lo ilustra (3 .2 ). En este caso, el térm ino teórico es innecesario en
el sentido de que siem pre se lo puede evitar rem plazándolo por
una expresión observacional, su definiens. Si se definen así tod os
los prim itivos de una teoría T , resulta claro que se puede formular
T enteram ente en térm inos observacionales, de m o d o tal que to ­
dos sus prin cipios generales sean leyes que relacionen directam ente
observables entre sí.
E sto sería verdad, en particular, para cualquier teoría que pu ­
diera satisfacer los cánones del operacion ism o en el sentido restrin­
gid o siguiente: cada uno de los térm inos es in trod u cid o m ediante
una definición exp lícita que establece una respuesta observable,
siendo esta últim a necesaria y suficiente, en determ inadas con d i­
ciones de prueba observables, para la aplicabilidad del térm ino en
cuestión. Supongam os, p or ejem plo, que el térm in o teórico es un
pred icad o m on ád ico o un térm ino de propiedad ‘Q ’ . E ntonces una
definición op eracion a l del tip o m encionado ad op taría la form a

(6.1) Def. Q x = ( C x D E x )
164 EL D ILE M A DEL T E Ó R IC O

o sea, un o b je to x tiene (p o r definición ) la propiedad Q si y sólo si,


en las con dicion es de prueba tip o C , muestra un efecto o respuesta
de tip o E . La definición de T olm an de la expectativa de alim ento
p rop orcion am n ejem plo: “ C uan do afirm am os que una rata espera
alim ento en L, lo que afirm am os es que si: 1] ha sido privada de
alim ento, 2] se la ha adiestrado para que siga el sendero S, 3] se
la coloca ahora en el sendero S, 4] el sendero 5 está b loq u ea d o y
5] hay otros senderos que se alejan del sendero S y uno de ellos
conduce directam ente al lugar L, entonces la rata seguirá el sen­
dero que conduce directam ente al lugar L ” .22 Se puede obtener
esta form ulación rem plazando en (6 .1 ), ‘ Q x ’ por ‘la rata x espera
alim ento en el lugar L ’, ‘C x ' por la con ju n ción de las condiciones
1], 2], 3], 4], 5] para la rata x , y ‘ E x ’ por 'x sigue el sendero que
con duce directam ente al lugar ‘ L ’ .
Sin em bargo, com o lo ha m ostrado Carnap en un argum ento
ahora clásico,23 esta m anera de definir los térm inos científicos, por
natural que pueda parecer, tropieza con una seria dificu ltad. En
la interpretación extensional can ónica, una prop osición con dicio­
nal, tal co m o el definiens en (6 .1 ) es falsa sólo si su antecedente
es verdadero y su consecuente falso. Luego, para cualquier o b je to
que no satisfaga las condiciones de prueba C , de m o d o tal que el
antecedente del definiens sea falso, el definiens co m o un to d o es
verdadero; p or consiguiente, se asignará a ese o b je to la propiedad
Q. En nuestro ejem plo tendríam os que decir que una rata, no so­
m etida a las con dicion es 1] a 5] ya enunciadas, esperará alimento
en L , cualquiera sea su com p ortam ien to.
Una salida para esta dificultad puede ser la siguiente: cuando
decim os que una determ inada rata espera alim ento en L, nos pro­
pon em os atribuir al animal un estado o disposición que, en las
circunstancias 1] a 5] ya enunciadas, será la causa de que la rata
siga el sendero que con duce directam ente a i ; en consecuencia,
en una definición operacional apropiada, E debe ligarse a C no-
m ológicam ente, o sea, en virtud de leyes generales que expresen co­
nexiones causales. El con ectivo extensional ‘s i . .. en ton ces’ — que
no requiere una necesidad de con exión lógica o n om ológ ica — ten­

22 Tolman, Ritchie y Kalish (1946, p. 15). Véase también el análisis crítico


detallado de la caracterización de la expectativa que ha hecho Tolman en Mac
Corquodale y Meehl (1945, pp. 179-181).
23 Véase Camap (1936-1937), sección 4.
C A R L G. HEM PEL 165

drá, p or lo tan to, que ser rem plazado en (6.1) p o r una conexión
n om ológ ica más estricta que quizá pudiera form ularse: ‘s i . .. en­
tonces, con necesidad ca u sa l... Sin em bargo, la idea de necesidad
causal o n om ológica tal co m o se ha em pleado aquí n o es suficien­
tem ente clara en la actualidad com o para que este en foqu e resulte
fru ctífero.24
C arn ap 25 ha propuesto o tro m od o de eliminar la dificu ltad con
la que se trop ieza en las definiciones de la form a (6 .1 ); consiste en
prop orcion a r, en lugar de una especificación com pleta, una especi­
ficación parcial del sign ificado de ‘Q ’ . E sto se hace por m edio de
los llam ados enunciados reductivos; en el caso más sim ple, (6.1)
p od ría rem plazarse por el siguiente enunciado reductivo bilateral:

(6.2) C x D {Q x = E x)

E ste en un ciado especifica que si un o b je to está en condiciones


de pru eba de tip o C , tiene la propiedad Q si y sólo si m uestra una
respuesta de tip o E . A quí, el uso de conectivos extensionales no
tiene ya los aspectos indeseables que m ostraba en (6 .1 ). Si un o b ­
je t o no está en con dicion es de prueba C , la fórm ula íntegra (6 .2 )
es verdadera p ero eso n o im plica que el o b je t o tenga la propie­
dad Q o bien que no la tenga. Por otra parte, m ientras que (6.1)
ofrece una definición exp lícita com pleta de ‘Q ’ , (6 .2 ) esp ecifica el
significado de ‘ Q ’ sólo parcialm ente, a saber, sólo para los ob je to s
que satisfacen la con d ición C ; para los que no lo hacen, se deja el
significado de ‘Q ’ sin especificar. En nuestro ejem plo, (6 .2 ) especi­
ficaría el sign ificado de ‘ x espera alim ento en E ' sólo para las ratas
que satisfacen las condiciones 1] a 5]; para ellas seguir el sendero
que con d u ce a L sería una con dición necesaria y suficiente de la
exp ectativa de alim ento. En lo que se refiere a las ratas que no
satisfacen las condiciones de prueba 1] a 5], el sign ificado de ‘ x es­
pera alim ento en L ’ quedaría abierto; se lo p o d ría especificar más
p or m edio de enunciados reductivos adicionales.

24 Sobre este punto y sobre el problema general de elucidar el concepto de


ley natural, véase Braithwaite (1953), cap. IX; Burles (1951); Carnap (1956),
sección 9; Goodman (1955); Hempel y Oppenheim (1948), parte III; Reichen­
bach (1954).
25 En su teoría de los enunciados reductivos, desarrollada por Carnap
(1936-1937). Sin embargo, se plantea la cuestión de saber si ciertas condi­
ciones que Carnap impone a los enunciados reductivos no incluyen en forma
implícita modalidades causales. Sobre este punto, véase Hempel (1963) sec­
ción 3.
166 EL D ILEM A DEL T E Ó R IC O

D e hecho, ésta es la interpretación que requiere la n oción de ex­


pecta tiva de alim ento propuesta por T olm an. Y a que mientras el
p asaje que acabam os de citar parece tener exactam ente la form a
(6 .1 ), esta iñterpretación queda exclu id a por el enunciado que si­
gue inm ediatam ente a la citada: “ C u a n d o aseveram os que la rata
n o espera alim ento en el lugar L, lo que decim os es que, en las
m ism as con dicion es, n o seguirá el ca m in o que con d u ce al lugar L .”
L a interpretación total que se da así a ‘la rata x espera com ida
en L ’ se form ula más satisfactoriam ente en térm inos de un enun­
ciad o de la form a (6 .2 ) siguiendo el esb ozo prop u esto en el párrafo
p receden te.26
Los enunciados reductivos ofrecen una form ulación precisa del
con ten ido de las definiciones operacionales, com o lo ilustra cla­
ram ente nuestro ejem plo. A l interpretar dichas definiciones com o
especificacion es de sign ificado sólo parciales, se trata a los con cep ­
tos teóricos co m o si fueran “ abiertos” ; y al sum inistrar un con ju n to
de enunciados redu ctivos diferentes y m utuam ente suplem entarios
para un térm ino d ad o, se p on e de m anifiesto que, para muchos
térm inos teóricos, se dispone de diferentes criterios operacionales
de aplicación pertenecientes a con textos diferentes.27
Sin em bargo, si bien un análisis en térm inos de enunciados re­
d u ctivos considera a los térm inos teóricos definidos en form a in­
com p leta con referencia a observables, esto no prueba que no se
pueda lograr una definición exp lícita com p leta de expresiones teó­
ricas en térm inos observacionales. Y de hecho, parece cuestionable
que pu eda pedirse significativam ente una prueba a ese efecto. En
la p róx im a sección se tratará ese p roblem a con algún detalle.

VII. SOBRE LA DEFINIBILIDAD DE LOS TÉRMINOS TEÓRICOS


P O R MEDIO DE UN VOCABULARIO OBSERVACIONAL

L a prim era observación, bastante general, que harem os aquí es la


siguiente: la definición de un térm ino cualquiera, por ejem plo, V ,

26 De hecho, los autores resumen la especificación total de significado que


se realiza en los pasajes citados en su “definición” DF II, que tiene exactamente
la forma (6 .2 ) de un enunciado bilateral reductivo para ‘la rata x espera comida
en L'. (Tolman, Ritchie y Kalish [1946, p. 15].)
27 Para una exposición más completa, véase Carnap (1936-1937), sección
7 y Carnap (1956), sección 10 .
C A R L O. HEM PEL 167

p or m ed io de un con ju n to V de otros térm inos, p o r ejem plo, ‘ v : ’,


‘ 1/ 2 ’ , . . . , ‘ v „ ’ tendrá que especificar una con dición necesaria y su­
ficiente para la aplicabilidad de V expresada en térm inos de al­
gunos o de to d o s los m iem bros de V . Y a fin de que seam os ca­
paces de ju zga r si se puede proceder así en un caso determ inado,
tendrem os que saber có m o se deben entender los térm inos en con­
sideración. P or ejem plo, el vocabu lario que con sta de los térm inos
‘varón ’ y ‘ vastago d e ’ perm ite la form ulación de una condición
necesaria y suficiente de aplicación para el térm ino ‘ hijo d e ’ en su
sentido b iológ ico pero n o en su sentido legal. Se puede indicar cóm o
se deben entender los térm inos dados, esp ecifican d o un conjunto
U de enunciados a los que se debe considerar verdaderos, y que
conectan cada u no de los térm inos dados con los dem ás y quizá
con otros térm inos. A sí, U será un con ju n to de enunciados que
con ten drá a V , ‘v i ’ , ‘ 112’ ,. •■, ‘vn ’ y posiblem ente tam bién a otras
constantes extralógicas. Por ejem plo, en el caso del uso biológ ico
de los térm inos ‘h ijo ’ , ‘ varón ’ , ‘ vástago’ , con referencia a los seres
hum anos, puede darse el con ju n to siguiente — llam ém osle U\— de
enunciados: ‘T o d o h ijo es varón ’ , ‘ Ninguna hija es varón ’ , ‘ x es
vástago de y si y sólo si x es hijo o hija de y ’ .
P or lo general los enunciados de U especifican qué suposiciones
acerca de los con cep tos en consideración se deben hacer cuando
se bu sca una definición; y el p roblem a de la definibilidad se trans­
form a en el de la p osibilidad de form ular, en térm inos de v i, v2 ■■■,
vn , una con d ición necesaria y suficiente para v. A sí, aplicando
una idea prop u esta y desarrollada técnicam ente p or T arski,2á ve­
mos que el con cep to de definibilidad de ‘ v ’ p or m edio de
‘ v2’ , . . . , ‘ vn \ adquiere un significado preciso sólo si está relati-
vizado explícitam ente con referencia a un con ju n to U de suposicio­
nes especificadas. Ese significado preciso puede enunciarse ahora
del siguiente m od o:

(7.1) V es definible por m edio del vocabu lario V — [‘ « i ’ , ‘ v2’ , . ■■,


‘v n 'l

relativo a un con ju n to U finito de enunciados que contienen por


lo m enos a ‘ v ’ y a tod os los elem entos de V, si de U es deducible
p or lo m enos un enunciado que enuncie una con d ición necesaria y

28 Véase Tarski (1935, en especial pp. 80-83).


168 EL D ILEM A DEL T E Ó R IC O

suficiente para v, en térm inos de constantes extralógicas que sean


indefectiblem ente m iem bros de V .
Si tod os los térm inos en estudio son predicados m on ádicos de
prim er orden, p or ejem plo, entonces un enunciado del tip o que se
requiere p od rá enunciarse de m o d o más sim ple:

(7.2) v ( x ) = D ( x , v i , v 2, . . . v n )

don de la expresión del segundo m iem bro representa u na función


prop osicional cuya única variable libre es ‘ x ’ y que no contiene
otras constantes extralógicas que las incluidas en v.
D e m anera sim ilar, en nuestro ejem plo, el con ju n to U , especifi­
ca d o anteriorm ente im plica el enunciado:

x es h ijo de y = ( x es varón y x es vástago de y )

de m od o tal que, en relación con U\, ‘h ijo ’ es definible com o ‘ vas­


tago m ascu lin o’ .
Se considera, p or lo general, que una definición, cu a n d o no es
sim plem ente una convención que in trodu ce un enunciado abrevia-
torio (tal com o la convención p or la cual ‘ x 5’ sustituye a ‘ x ■x x •
x ■x ’ ), establece la sinonimia de dos expresiones, o co m o se dice a
m enudo, la identidad de sus significados. A h o ra bien, la cuestión
de la definibilidad de un térm ino d a d o V p or m edio de un con ­
ju n to V de otros térm inos, sin d u da n o es sólo de orden notacional;
y de hecho se interpretará norm alm ente com o una cuestión rela­
tiva a la posibilidad de expresar el sign ificado del térm ino V en
función de los significados de los m iem bros de V . Si se con cib e así
esta cuestión, la inform ación necesaria para responder a ella con ­
cernirá naturalm ente a los significados de V y de los m iem bros
de V ; de acuerdo con esto, n o se requerirá sólo que los enunciados
de U que p rop orcion a n esta inform ación sean verdaderos, sino que
sean además analíticos, o sea, verdaderos en virtud de los signi­
ficad os atribuidos a los térm inos con stitutivos. En este caso, los
enunciados de U tendrán el carácter de postu lados significativos
en el sentido de K em eny y C arn ap .29
Sin em bargo, en un estudio de la definibilidad de las expresiones
teóricas por m edio de térm inos observacionales, no es ni necesario

29 Véase Kemeny (1951) y (1952), Carnap (1952).


C A R L G. H EM PEL 169

ni aconsejable con cebir la definición de esta m anera intensional.


Porque, en prim er lugar, la idea de significado, y las n ociones afi­
nes a ella, tales com o las de analiticidad y sin on im ia no son tan
claras co m o se p en só por largo tiem po30 y será m ejor, por lo tanto,
eludirlas cu an d o sea p osible hacerlo.
En segu ndo lugar, aunque se acepten esos con cep tos com o clara­
mente inteligibles, no se puede concebir que la definibilidad de un
térm ino teórico resida exclusivam ente en la existencia de una ex ­
presión sin ón im a que contenga sólo térm inos observacionales; sería
suficiente si dispusiéram os de una expresión coexten sa (m ás bien
que una estrictam ente cointensa, o sinónim a) en térm inos de obser­
vables, ya que una expresión de este tip o enunciaría una con dición
observacional, em píricam ente necesaria y suficiente, de aplicabili-
dad para el térm ino teórico; y esto es to d o lo que se requiere para
nuestros prop ósitos. De hecho, se puede dar al enunciado que ex ­
presa la co n d ición — que puede tener la form a (7 .2 ), p or ejem plo—
el estatus de una verdad por definición, m ediante una reform ali-
zación ad ecu ada de la teoría.
Es interesante advertir aquí que se p o d ría descubrir inductiva­
m ente u na con d ición observacional necesaria y suficiente para un
térm ino teórico, p or ejem plo ‘ Q ’ , aun cuando sólo dispusiéram os
de una esp ecifica ción parcial del significado de ‘ Q ’ en térm inos de
observables. Supon gam os que, por ejem plo, se ha esp ecificad o un
con ju n to de con dicion es diferentes de aplicación para ‘ Q ’ p or m edio
de enunciados reductivos bilaterales:

C\x D (Q x = E ix )
C 2x D (Q x = E 2x)

CnX D (Q x = E nx)

donde tod os los predicados ex cep to ‘ Q ’ son observacionales. Su­


póngase adem ás que una investigación adecuada con d u ce a las si­

30 Sobre este punto, véase en especial Quine (1951), Goodman (1949),


White (1950) y (1956) parte II. Hay un examen crítico de la significación de la
analiticidad con una refemcia particular a los enunciados teóricos, por ejemplo
en Pap (1953) y (1955) y en Hempel (1963). En los siguientes artículos, entre
otros, se hallará la defensa de los conceptos de analiticidad y sinonimia: Camap
(1952), (1955), Grice y Strawson (1956), Martin (1952), Mates (1951), Wang
(1955).
170 EL D ILE M A DEL T E Ó R IC O

guientes generalizaciones em píricas:

Cxx D (O x = E i x )
^ C2X D (O x = E nx)

Cnx D (0 x = E nx)

d on de ‘O x ’ representa una función p rop osicion a l en x que no c o n ­


tiene ningún térm ino extralógico n o-observacion al. E stos descu
brim ientos en com binación con (7 .3 ), apoyarían inductivam ente la
hipótesis:

(7 .5 ) Qx = Ox

que presenta una con d ición observacional necesaria y suficiente


para Q. Sin em bargo; aunque (7.5) sea verdadera (su aceptación
im p lica el “riesgo in d u ctivo” h abitu al), resulta claro que no ex ­
presa una sinonim ia; si lo hiciera, n o se necesitaría en prim er lugar
u na investigación em pírica para establecerla. A ntes bien, afirm a
que, com o cuestión de hecho, ‘ O ’ es coexten so con ‘Q ', o que O
es una con d ición em píricam ente necesaria y suficiente para Q. Y
si lo deseam os, p od em os im aginar que la teoría en cuestión más
su interpretación está organizada en la form a de un sis te m a 'd e ­
d u ctiv o en el cual (7 .5 ) se convierte en una verdad definicional,
y (7.3) asume el carácter de un con ju n to de enunciados em píricos
equivalentes a los registrados en (7 .4 ).
Se p od ría m encionar aquí, al pasar, que se requiere una interpre­
tación extensional de la definibilidad igualm ente am plia respecto
de la posibilidad de “ reducir” una disciplina científica, tal co m o la
p sicología, a otra, tal co m o la biología, o aun la física y la quím ica.31
En efecto, uno de los com ponentes de este p roblem a es la p osibili­
dad de definir los térm inos de la prim era disciplina p or m ed io de
los de la segunda, y lo que se necesita para este p rop ósito es nueva­
mente un con ju n to de hipótesis em píricas que p rop orcion en , para
ca d a térm ino psicológico, una con d ición de aplicación necesaria y
suficiente expresada en el vocabu lario de la física y la quím ica.

31 Sobre el problema de “reducir” los conceptos de una disciplina a otra


ofrecen importantes orientaciones: Nagei (1949) y (1951), Woodger (1952,
p. 271 ss.), Kemeny y Oppenheirti (1956).
C A R L G . HEM PEL 171

C u a n d o decim os, p or ejem plo, que los con cep tos de los diversos
elem entos quím icos pueden definirse en térm inos físicos m ediante
una caracterización de los m od os específicos en que sus m oléculas
se com p on en de partículas físicas elem entales, es evidente que nos
estam os refiriendo a los resultados de una investigación experim en­
tal más que a un m ero análisis de lo que significan los térm inos que
nom bran a los diversos elem entos. Si éste fuera el caso, resultaría
p o c o com pren sible que los problem as relacionados con la definibili­
dad de los térm inos científicos presentaran alguna dificu ltad y que
fueran o b je t o de muchas conjeturas y controversias.
Las consideraciones precedentes tienen im portantes im p licacio­
nes para la cuestión que nos ocu p a , que es la de la posibilidad de
definir tod os los térm inos teóricos en la ciencia em pírica, mediante
observables. A ntes que nada, muestran que la cuestión, tal co m o
se ha plan teado, es elíptica: para com pletarla, tenem os que especi­
ficar un con ju n to U de enunciados com o aquel al que se ha hecho
referencia en (7 .1 ). ¿Q u é con ju n to sería razonable elegir para ese
p rop ósito? Una elección natural recaería sobre el con ju n to de tod os
los enunciados, en térm inos observacionales o teóricos, que la cien­
cia con tem p orán ea acepta co m o probablem ente verdaderos. A h ora
bien, esta caracterización p ragm ático-h istórica n o es "de ningún
m o d o precisa y sin am bigüedades; hay una extensa área m arginal
que contiene enunciados para los cuales n o se puede determ inar
con claridad si la ciencia con tem porán ea los acepta o si no lo hace.
Pero cualquiera que sea la ubicación que se d ecid a para los enun­
ciados de esta área m arginal, y cualquiera que sea el lugar en que
— dentro de lo razonable— se trace el lím ite entre térm inos o b ­
servacionales y teóricos, hay por lo m enos una cuestión discutible:
¿el con ju n to de los enunciados científicos actualm ente aceptados
im plica una con d ición de aplicabilidad necesaria y suficiente para
cada térm in o teórico que esté form ulada en térm inos de observa­
bles? C iertam ente los que han afirm ado tal definibilidad no han
ap oyado su pretensión deducien do realm ente tales condiciones o
presentando razones generales convincentes en favor de la posibili­
dad de hacerlo.
T am bién se puede concebir la dem anda de definibilidad co m o
la afirm ación de que será p osible deducir eventualm ente con d icio­
nes necesarias y suficientes del tip o requerido a partir de nuestro
con ocim ien to cien tífico a m edida que éste se vuelva más am plio.
172 EL D ILE M A DEL T E Ó R ICO

(E n este sentido se entiende habitualm ente la definibilidad de los


con cep tos de la p sicología en función de los de la b iología o de
la física y la quím ica; pues parece claro que no pueden deducirse
todos los enunciados de definiciones que se requieren — aun en un
sentido em p írico, extensional— a partir de los actuales principios
psicológicos, biológicos, físicos y q u ím icos.)32 P ero afirm ar la de­
finibilidad de un térm ino teórico en este sentido im p lica sostener:
prim ero, que el térm ino en cuestión no será a b a n d on a d o en el de­
sarrollo ulterior de la teorización científica; y segu ndo, que se des­
cubrirán leyes generales que habrán de establecer ciertas con dicio­
nes necesarias y suficientes expresables en térm inos observacionales
para la aplicación del térm ino teórico en cuestión. Es evidente que
no se puede fundam entar la verdad de ambas demandéis por m edio
de argum entos filosóficos sino, en el m ejor de los casos, mediante
los resultados de la investigación cien tífica que se lleve a cabo.
A pesar de lo precario del problem a, filósofos de la ciencia y
científicos interesados en m e to d o lo g ía han presentado argum entos
en p ro y en con tra de la posibilidad de definir térm inos teóricos
con referencia a observables.
A lgu n os filósofos han insistido sim plem ente en que sólo lo que se
acerca a una definición exp lícita en fu n ción de un vocabu lario que
se com prende con claridad puede p rop orcion ar un m é to d o acepta­
ble para in trodu cir nuevos térm inos en el lenguaje de la ciencia;
y argum entan que p roced ien d o de otro m od o los nuevos térm inos
resultan ininteligibles.33 V olverem os sobre esta cuestión más ade­
lante. Los representantes de esta p osición no hacen una afirm ación
acerca de la definibilidad real de los térm inos teóricos que se usan
en la ciencia em pírica contem poránea; antes bien, acentúan la im­
p orta n cia de esclarecer las ideas de la ciencia reform ulándolas,
hasta donde sea posible, en un lenguaje con una estructura lógica,
clara y sim ple, y de m o d o tal que to d o s los térm inos teóricos se
in trodu zcan p or m edio de definiciones adecuadas.
Sin em bargo, otros han sosten ido que las teorías científicas y
el m od o en que funcionan tienen ciertas características logicéis o

32 Este punto está expuesto de manera más completa en Hempel (1951).


33 Goodman es uno de los autores a quienes su “conciencia filosófica”
obliga a aceptar esta posición (véase 1951, cap. II, sección i). Russeli tomó
una posición similar al insistir en que se debía concebir a los objetos físicos
como “construcciones lógicas” a partir de los datos de los sentidos, definibles
así en términos de estos últimos. (Véase por ejemplo, 1929, cap. v ill.)
C A R L G. H EM PEL 173

m etodológicas generales a las que presum iblem ente no afectan los


cam bios en el con ocim ien to científico, y que prop orcion an una base
para la cuestión de la definibilidad de los térm inos teóricos sin
necesidad de exam inar tod os los enunciados que acepta la ciencia
con tem p orán ea o de esperar los resultados de la investigación que
se lleva a ca b o .
El argum ento de Carnap, al que se ha hecho referencia en la
sección 6, p rop orcion a un ejem plo de ese tip o de procedim ien to:
muestra que las definiciones de la form a (6.1) n o pueden servir
p a ja in trodu cir los con cep tos científicos que se debían especificar.
Sin em bargo, el argum ento es lim itado en el sentido de que no
m uestra (y n o pretende m ostrar) que una definición exp lícita de
los térm inos teóricos m ediante observacionales sea, p or lo general,
im posible.
R ecientem ente34 Carnap ha exten dido su exam en del p roblem a
en la siguiente dirección. Supongam os que un o b je to dado b exhibe
este tip o de com p orta m ien to legal: tod a vez que b está en con d i­
ciones de un tip o determ inado observable, C , su respuesta es de un
tip o determ in ado observable E. D ecim os entonces que b tiene la
disposición para reaccionar ante C por m edio d e E\ para abreviar
llam em os Q a esa propiedad disposicional. Es evidente que nuestra
exposición anterior en la sección 6 concierne al p rob lem a de definir
con precisión a ‘ Q ’ en térm inos de ’C ’ y ‘ E ’ ; habíam os advertido
allí, siguiendo a C arnap, que tendríam os o bien que resignarnos
a una especificación parcial del significado de ‘ Q ’ p or m edio del
enunciado red u ctivo bilateral (6 .2 ); o bien, si insistim os en una
definicón exp lícita com pleta, tendrem os que usar m odalidades no-
m ológicas en el definiens.
Pero, cualquiera que sea la que se elija entre estas vías alternati­
vas, el térm ino disposicional ‘ Q ’ resultante tendrá la característica
siguiente: si un o b je to dad o b está en una con d ición C y no da una
respuesta E , o para abreviar, si Cb pero ~ Eb, esto establece de
m od o concluyente que 6 carece de la propiedad Q , o para abreviar,
que ~ Qb. C arnap sostiene que esa característica distingue a los
“ térm inos disposicionales p u ros", tales co m o ‘ Q ’, de los térm inos
teóricos usados en la ciencia; porque a pesar de que estos últim os
están relacionados con el vocabu lario observacional p or m edio de

34 Véase Carnap (1956), en especial secciones 9, 10.


174 EL D ILEM A DEL T E Ó R IC O

ciertos enunciados interpretativos — a los que C arnap llam a reglas-


C — , esas reglas n o perm iten, en general, que un con ju n to de datos
observacionales (tales co m o ‘ C b ’ y E b ’) con stitu ya un elem ento
de prueba concluyente en p ro o en con tra de la aplicabilidad del
térm ino teórico en una situación determ inada. Hay dos razones
para esta afirm ación. P rim ero, los enunciados interpretativos para
un térm ino teórico dad o p rop orcion a n una interpretación obser­
vacional sólo dentro de un rango lim itad o; así, p or ejem plo, eñ el
caso del térm ino teórico ‘m asa’ no hay ninguna regla -C directa­
m ente aplicable a un enunciado E m que adscriba un cierto valor
de m asa a un cu erp o determ inado si el valor es o bien tan pequeño
que el cu erp o no sea directam ente observable o bien tan grande
que el observador n o p u eda “ m anipular el cu erp o” 35
Segundo, una interpretación observacional directa de un térm ino
teórico siem pre im plica el recon ocim ien to tá cito de que la presen­
cia o ausencia de la-respuesta observable necesaria en una cierta
situación de pru eba debe servir co m o criterio só lo si n o hay fac­
tores pertu rbadores o a con d ición de que “el estado del m edio sea
norm al” ,36 A sí, p or ejem plo, una regla de corresp on d en cia podría
determ inar que la desviación de una aguja m agnética es un síntom a
observable de una corriente eléctrica en un alam bre cercan o, pero
con el recon ocim ien to tá cito de que la respuesta de la agu ja debe
con tar sólo si no hay factores pertu rbadores, tales co m o , p or ejem­
p lo, una torm enta m a gn ética repentina.
En térm inos generales, C arnap sostiene que “si un científico ha
d ecid ido usar cierto térm ino ‘ M ’ de m od o tal que, para ciertos
enunciados acerca de M , cualquier resultado observacional posible
n o pueda ser n unca un elem ento de prueba concluyente sino, en
el m ejor de los casos, un elem ento de prueba que p erm ita un alto
gra d o de p rob a b ilid a d ” ; entonces el lugar ap rop iad o para ‘ A / ’ es el
vocabu lario teórico .37

35 Carnap (1956), sección 10.


38 Carnap (1950), sección 10.
37 Camap (1956), sección 10. Pap en sus obras de (1953) y (1955), seccio­
nes 10-13 y 70, ha propuesto una idea semejante en espíritu a la de Camap
pero no tan clara en su contenido, con la pretensión (que Camap no tuvo) de
establecer la “imposibilidad” de sostener la “tesis de la definibilidad explícita"
de los términos teóricos por medio de observacionales (Pap, 1953, p. 8 ). Por
otra parte, Bergmann afirma que muchos conceptos de la física teórica, in­
cluyendo “aun las nociones de partícula de la física clásica, podrían introdu-
C A R L G . H EM PEL 175

D eberíam os advertir, antes que nada, que si los argum entos


de C arnap son correctos, prueban que no pueden concebirse los
térm inos teóricos com o disposicionales puros y así, aun cuando
m ediante el uso de m odalidades nom ológicas se lograran definicio­
nes explícitas de estos últim os, el m é tod o no sería adaptable a los
térm inos teóricos. Pero los argum entos no m uestran — ni preten ­
den m ostrar— que no se pu eda definir explícitam ente de ningún
m o d o los térm inos teóricos en función de observables. De hecho,
si se a cep ta la afirm ación de Carnap citada en el párrafo prece­
dente, m uchos térm inos que se pueden definir explícitam ente por
m edio del vocab u la rio observacional deberán ser calificados co m o
teóricos. P or ejem plo, sea ‘ R ’ un predicado observacional diádico,
y defínase d el siguiente m od o un predicado m on á d ico ‘ M i ’ :

(7.6) Def. M i x = ( 3 y ) R x y

es decir, un o b je to x tiene la propiedad M i sólo en el caso en que


está en relación R por lo m enos con un o b je to y. Si, por ejem plo,
‘ R x y ’ representa lx es m enos p esado que y ’ , M es la propiedad de
ser inferior en p eso a por lo m enos un o b je to , o de no ser el más
pesado de tod os los ob je to s.
S u pon gam os, co m o es habitual hacerlo, que el dom in io de los
ob je to s en un estudio es infinito, o p or lo m enos, que no se le ha
asignado un determ inado núm ero m áxim o de elem entos. C onside­
rem os ahora la posib ilid a d de elem entos de prueba observacionales
concluyentes en pro o en con tra del enunciado ‘ M í a ’ que atribuye
M i a cierto o b je t o a. Es o b v io que un solo d escu brim iento observa­
cional de que a tiene una relación R con cierto o b je t o 6, o que Rab,

cirse mediante definiciones explícitas. De paso, esto es verdad también en lo


que respecta a los conceptos de la psicología científica” , Bergmann (1951a,
sección i). (En el mismo contexto, Bergmann advierte que el método de in­
terpretación parcial parece necesario para disolver algunos de los enigmas de
la teoría cuántica.) Sin embargo, esta fuerte aseveración se apoya principal­
mente sobre esbozos de algunas muestras de definiciones. Bergmann sugiere,
por ejemplo, que se puede definir *este lugar está en un campo eléctrico* me­
diante un enunciado de la forma ‘si R \, entonces R 2 ’ , donde R\ representa
a/ enunciado según el cual hay un electroscopio en el lugar en cuestión, y
representa a “la descripción del comportamiento de un electroscopio (en un
campo eléctrico)" (1951, pp. 98-99). Sin embargo, puede cuestionarse a este
tipo de definición sobre la base de los argumentos de Camap, que acabamos
de examinar. Además, algunos ejemplos, aunque son inobjetables, no pueden
fundamentar la tesis general en discusión. Así, el problema permanece sin so­
lución.
176 EL D ILE M A DEL T E Ó R IC O

bastaría para verificar ‘ M ^ a ’ com pletam en te. P ero ningún conjunto


fin ito de datos observacionales: ‘ ~ R a a ’, Rab\ R a e ’ , etc.,
bastaría para refutarlo en form a con clu yen te. De a cu erd o con el cri­
terio de Carnap, p or lo tanto, ‘ M i ’ , aunque definido en térm inos
del pred icad o observacional ‘ i ? ’ , tendría que ser clasificado com o
térm ino teórico.
P ero es p osible que en el pasaje antes cita d o C arnap se haya
prop u esto exigir de un térm ino teórico ‘ M ’ que para enunciados
acerca de M ningún resultado observacional pueda constituir un
elem ento de pru eba verificatorio o refutatorio concluyente. N o obs­
tante, aun los térm inos que satisfacen esa exigen cia pueden defi­
nirse explícitam ente en térm inos de observables. Sea ‘ S ’ un predi­
ca d o observacional triádico, p or ejem plo, ‘ S x y z ’ p o d ría representar
‘ x está más lejos de y que de z ' . Y defínase a ‘M i ’ c o m o sigue:

(7.7) D ef. M 2 x = ( 3 y ) ( z ) [ ~ (z = y ) D S x y z ].

En nuestro ejem plo, un o b je t o x tiene M i sólo cu a n d o hay un


o b je t o y resp ecto del cual x está más lejos que de cualquier otro
o b je t o z. C onsiderem os ahora el enunciado ‘ Mía.’ . C o m o se ve de
inm ediato, ningún con ju n to finito de descubrim ientos observacio­
nales (to d o s los relevantes tendrían la form a 1S a b e ’ o ‘~ S a be’)
puede constituir un elem ento de pru eba concluyente, ya sea veri­
fica torio o refu tatorio en relación con ‘ M í a ’ . En consecuencia, a
pesar de que se lo ha definido explícitam ente en térm inos del pre­
d ica d o observacional ‘ 5 ’, el térm ino ‘ M 2 es teórico de acu erdo con
el criterio su gerido p or Carnap.
La exp osición anterior ilustra un punto elem ental p ero im por­
tante: cu ando se define un térm ino, p or ejem plo, un predicado
m on á d ico ‘ Q ’ en térm inos de ob se rv a b le s/su definiens d ebe enun­
ciar una con d ición necesaria y suficiente para la aplicabilidad de
‘ Q ’ , es decir, para la verdad de enunciados de la form a ‘ Q b ’ . Pero
aunque esa con d ición se enuncie p or com p leto en térm inos observa­
cionales, quizá no nos capacite tod a v ía para decidir, sobre la base
de un núm ero fin ito de descubrim ientos observacionales, si ‘Q ’ se
aplica a un o b je t o d a d o 6, porque la con d ición de verdad de ‘Q b ’
tal com o la p rop o rcio n a el definiens puede no ser equivalente a
un enunciado com p u esto veritativo-funcional, cada uno de cuyos
com pon en tes exprese un p oten cial descubrim iento observacional.
C A R L G . H EM PEL 177

P ara añadir un ejem plo m ás a los que se han p ropu esto antes:
su pongam os que el térm ino de propiedad ‘o b je to de h ierro’ y los
térm inos relaciónales ‘ atrae a ’ y ‘ cercano a ’ están incluidos en el
vocabu lario observacional. En ese caso la definición:

(7.8 ) D ef. x es un im án = x atrae a to d o o b je t o cercano a él

con sta de térm inos observacionales; p ero el criterio que p rop orcion a
para saber si un o b je t o b es un imán no puede expresarse mediante
un núm ero fin ito cualquiera de descubrim ientos observacionales;
p orqu e para establecer que b es un im án, tendríam os que m ostrar
que 6 atraerá a cualquier trozo de hierro que le acerquem os en un
m om en to cualquiera; y esta afirm ación se refiere a una infinidad
de casos.
Para expresar la idea m ás form alm ente, su pongam os que nuestro
vocabu lario observacional contiene, además de nom bres individua­
les para o b je to s observables, sólo predicados de prim er orden de
cualquier grad o que representan atributos (o sea, propiedades o
relaciones) observables en el sentido de que un pequ eño núm ero
de observaciones directas bastará en condiciones adecuadas, para
averiguar si un determ inado o b je to o gru p o de o b je to s exhibe el
atribu to en cuestión.
A d o p te m o s ahora las siguientes definiciones: un enunciado ató­
mico es un enunciado tal co m o ‘ P a ’ , lR c d ’ , ‘ S a d g ’ , que adscribe
un a tribu to observable a un determ inado o b je to o gru p o de o b je ­
tos. Un enunciado básico es un enunciado a tóm ico o la negación de
un en un ciado atóm ico. Un enunciado molecular es un enunciado
form ado a partir de un núm ero finito de enunciados atóm icos por
m edio de con ectiv os veritativo-funcionales. Se incluirán los enun­
ciados básicos entre los m oleculares.
L os enunciados básicos pueden considerarse co m o los enunciados
más sim ples que describen resultados potenciales de la observación
directa: afirm an que un con ju n to determ inado de (u n o o m ás)
o b je to s posee tal o cual atribu to observable o que carece de él.
A h ora bien, para to d o enunciado m olecular E , hay ciertas cla­
ses finitas de enunciados básicos que im plican E , y otras clases que
im plican la negación de E . A sí, [‘ P a ’] y tam bién [‘~ P a ', ‘ iüa6’],
p or ejem plo, im plican el enunciado m olecular ‘ P a V ( ~ P a - R a b )’ -,
m ientras que el con ju n to [‘ ~ P a ', ‘~ R ab ’] im plica su negación.
E sto m uestra que para cad a enunciado m olecular E , es posible
178 EL D ILEM A DEL T E Ó R IC O

determ inar un con ju n to de enunciados básicos cu ya verdad verifi­


caría a E concluyentem ente, y tam bién un con ju n to de enunciados
básicos cuya verdad verificaría la n egación de E , y así refutaría E
de m od o concluyente. L uego un enunciado m olecular es suscepti­
ble “ en p rin cipio” tanto de verificación observacional concluyente
com o de refutación observacional concluyente, en el sentido de que
se pueden describir datos potenciales que, al actualizarse, verifi­
carían el en un ciado y otros que ai actualizarse lo refutarían; pero
no, p or supuesto, en el sentido de que pudieran darse datos de
am bos tipos a la vez, ya que son incom patibles entre sí.
Hay inclusive algunos enunciados de form a no m olecular, por
ejem plo, enunciados que contienen cuantificadores no vacíos, que
son a la vez com pletam ente verificables y com pletam ente refuta­
bles, en el sentido que se acaba de aclarar.38 P or ejem plo, el enun­
ciad o [‘Q a ’] im p lica ‘( i ) ( P x V Q a ) ’ y los enunciados [*~ P b ’ , Q a ’]
im plican la negación de aquél. Un argum ento sim ilar se aplica a
‘ ( 3 * ) ( P * •Q c ) ’ .
Sin em bargo, p or lo general los enunciados no m oleculares no
son a la vez verificables y falsables. E sto vale en particular para
tod os los enunciados n o m oleculares de form a puram ente univer­
sal, o sea los que n o contienen ninguna constante individual com o
l( x ) ( P x D Q x ) ' , p ero es verdadero tam bién para m uchos enun­
ciados cu antificados que contienen constantes individuales. Así, si
‘ R ’ y ‘ S ’ son predicados observacionales, entonces enunciados del
tip o (( 3 y ) R a y ’ no son falsables y enunciados del tip o i( y ) ( 3 z ) S a y z ’
y ‘ ( 3 y ) ( z ) S a y z ’ n o son ni verificables ni falsables, co m o ya se ha
visto.
Las definiciones explícitas de los térm inos científicos mediante
un vocabu lario observacional pueden dividirse, de acuerdo con lo
expuesto, en dos tip os: las que p rop orcion a n criterios de aplicación
observacionales finitos para el térm ino d efinido y las que no lo ha­
cen. Las prim eras son sim plem ente aquellas cu yo définiens, apli­
cad o a un caso particular, da lugar a un enunciado que es a la vez
verificable y falsable. La siguiente definición pertenece a ese tipo:

(7 .9 ) D ef. H ijo x y = varón x • vastago x y

38 (Añadida en 1964.) Este párrafo y algunos que lo siguen han sido modi­
ficados para corregir un enunciado erróneo de la versión orginal de este ensayo:
que sólo los enunciados moleculares son a la vez verificables y refutables.
C A R L G. H EM PEL 179

ya que si se aplica el definiens a dos individuos particulares, por


ejem plo a y b, d a lugar al enunciado: ‘varón a- vástago ab’ , que
es a la vez verificable y falsable y que p rop orcion a así un criterio
de aplicación observacional finito para aplicar el térm ino ‘h ijo ’ a a
en relación con b. Por otra parte, las definiciones anteriores (7.6),
(7.7) y (7 .8 ) están entre las que no ofrecen criterios de aplicación
observacionales finitos para el térm ino que definen, lo que ya se
h abía señalado antes.
Sin em bargo, la circuntancia de que se in trod u zca originaria­
m ente un térm in o, p or ejem plo ‘ A i’ , mediante una definición que no
p rop orcion a un criterio observacional finito para su aplicación, no
excluye la p osibilidad de que ‘ A f ’ sea de hecho coex ten so respecto
de algún p red icad o observacional o de algún enunciado veritativo-
fu n cion al com p u esto p or tales predicados, p or ejem plo, ‘O m ’ ; y si
éste fuera el caso, ‘ O m ’ p o d ría entonces redefm ir a ‘ A f ’ y se habría
p rop orcion a d o así un criterio de aplicación observacional finito.
P ero, aceptan do ciertas suposiciones plausibles concernientes
al vocabu lario observacional, se puede probar que n o tod os los
térm inos científicos pueden definirse de m o d o que p roporcion en
criterios de aplicación finitos. Supondrem os que el vocabu lario
observacional es finito. Puede contener nom bres individuales que
designen ciertos ob je to s observables, térm inos de predicados de
prim er orden n -ádicos para cualquier núm ero n fin ito, que repre­
sentan propiedades y relaciones de ob je to s observables y tam bién
fu n ctores, o sea, térm inos que expresan aspectos cuantitativos de
los ob je to s observables, tales com o peso en gram os, volúm enes en
centím etros cú bicos, edad en días. Sin em bargo, su pondrem os que
cad a u no de los functores puede asumir sólo un núm ero finito de
valores diferentes; esto corresponde al supuesto de que, por ejem ­
plo, sólo se puede averiguar y distinguir m ediante la observación
directa un núm ero fin ito de pesos diferentes.
En contraste con estos functores del vocabu lario observacional,
el vocabu lario teórico de la física, por ejem plo, contiene un gran
núm ero de functores cuyos valores admisibles abarcan el dom inio
de tod os los núm eros reales o el de los núm eros reales dentro de
un cierto intervalo. A sí, p or ejem plo, la distancia entre dos puntos
puede tener teóricam ente un valor cualquiera que n o sea nega­
tivo. A h ora bien, una definición del tip o requerido para un functor
teórico tendría que determ inar, para cada uno de su valores adm i­
180 EL D IL EM A D E L T E Ó R I C O

sibles, un criterio de aplicación observacional finito. Así, en el caso


del functor teórico ‘longitud’ tendría que haber una condición nece­
saria y suficiente, en forma de criterio de aplicación observacional
finito, para "cada uno de los enunciados infinitam ente numerosos
de la forma ‘La distancia, en centím etros, entre dos los puntos x y
y es R ’, o abreviando, '¡(xy) = r ’, donde r es un número real.
En consecuencia, tendríamos que determ inar p ara cada valor de
‘r ’ una configuración correspondiente de observables que se pudiera
establecer de modo finito. Pero esto es imposible ya que, si se tienen
en cuenta los límites de la discriminación en la observación directa,
sólo se podrá averiguar y distinguir un núm ero finito, aunque muy
grande, de configuraciones observables de modo finito.
Sin embargo, si no requerimos un criterio de aplicación observa­
cional finito para cada valor admisible de un factor teórico, quizá
resulten disponibles una infinidad de valores diferentes.39 Consi­
deremos, por ejemplo, el functor ‘el núm ero de células contenido
en el organismo y ’. Si se adm iten como expresiones observaciona­
les a ' i e s una célula’, ‘y es un organism o’ y ‘z está contenida en
y ’, es posible entonces dar un criterio de aplicabilidad distinto, en
términos de observables, para cada uno de los infinitos valores 1, 2,
3 ,... que ese functor puede asumir teóricam ente.40 Esto se puede
hacer mediante el análisis de los números cardinales propuesto por
Frege y Russell. P ara n = 1, por ejemplo, la condición necesaria y
suficiente es la que se expone a continuación:
(7.10) (3u)(t/)[y es un organismo [(u es una célula •v está conte­
nida en y) = (v = ti)]]
Así, se extiende mucho el alcance de la definición explícita en
términos de observables, aun en el cálculo funcional de primer or­
den, si se perm iten cuantificadores en el definiens. Y si se aprueban

39 Agradezco a H erbert Bohnert quien, en u n a convenación que m antu­


vimos, me proporcionó el estímulo p a ra desarrollar las ideas que he esbozado
aquí acerca de la posibilidad de definir los functores con infinitos valores ad­
misibles. El doctor B ohnert observó en esa ocasión que la definición explícita
de dichos functores en términos de un vocabulario observacional debería ser
posible siguiendo las l/neas indicadas p or la teoría de los núm eros naturales y
de los números reales, propuesta p o r Frege y Russell.
40 Si se objetara que ‘célula’ y ‘organism o’ son términos teóricos en vez de
observacionales, se los podría sustituir, sin afectar lo esencial del argum ento,
por términos cuyo carácter observacional es menos controvertible, tales como
‘canica’ y ‘bolsa’, por ejemplo.
C A R L G. H E M P E L 181

medios lógicos más fuertes, se puede ampliar aún más el campo.


Por ejemplo, se puede definir explícitamente el functor ‘el número
de células contenidas en y ’ mediante la expresión singular:

(7.11) á [a sim .£(x es una célula • x está contenida en y)]

Aquí el acento circunflejo es el símbolo de la abstracción de clase;


y ‘sim ’, el símbolo de similitud de clases (en el sentido de corres­
pondencia biunívoca de sus elementos).
H asta aquí, hemos examinado sólo functores cuyos valores son
enteros. ¿Se puede, en forma similar, definir a functores con valores
racionales o incluso irracionales, en términos de observables? Con­
sideremos, por ejemplo, el functor teórico ‘longitud en centím etros’.
¿Es posible expresar, en términos observacionales, una condición
necesaria y suficiente para:

(7.12) l( x ,y ) = r

aplicable a todo valor de r que no sea negativo? Podríamos inten­


tar elaborar u n a definición adecuada que correspondiera al método
fundam ental de medición de longitudes por medio de varas rígidas.
Y en efecto, si nuestro vocabulario observacional contiene un nom­
bre p ara el m etro patrón, y más aún, los términos (puram ente
cualitativos) que se requieren para describir el procedimiento de
medición fundam ental, es posible enunciar, p ara un determ inado
valor racional o irracional cualquiera de r, una condición necesa­
ria y suficiente p ara (7.12). Sin embargo, el definiens, en la mayor
parte de los casos, tendrá abundantes cuantificadores individuales,
cuantificadores de clases y relaciones de diversos tipos; asír estará__
lejos de proporcionar un criterio de aplicación observacional finito.
Indicaremos en un breve esbozo cómo se pueden obtener esas defi­
niciones. Se escribirán en cursivas las expresiones que, según hemos
supuesto, pertenecen al vocabulario observacional.
Prim ero, se dirá que el segm ento determ inado por ¡os puntos x ,
y tiene una longitud de cien centímetros si es congruente con (o
sea, si se puede hacer que coincida con) el segm ento marcado en
el m etro patrón. Consideremos a continuación el criterio observa­
cional p ara un valor racional de longitud, digamos l ( x , y ) = 0.25.
Se lo p o d rá enunciar de la siguiente forma: hay cuatro segmentos,
cada uno marcado en un cuerpo rígido, tales que: 1] los cuatro son
182 EL DIL EM A D E L T E Ó R I C O

congruentes entre sí, 2 ] su suma (o sea, el segmento que se ob­


tiene colocándolos extremo contra extrem o a lo largo de una línea
recta) es congruente con el segmento marcado en el metro patrón ;
3] cualquiera de los cuatro segmentos es congruente con el segmento
determinado por los puntos x , y . Análogamente se puede formular
un definiens observacional explícito para cualquier otro valor de n
que sea múltiplo de 1 0 0 y, en consecuencia, para cualquier valor
racional de n.
Segundo, la consideración de que se puede concebir un número
irracional como el límite de una sucesión de números racionales
perm ite la siguiente condición necesaxia y suficiente para ¡(x, y) =
r, donde r es irracional: el segmento determinado por los punios
x , y contiene una sucesión infinita de puntos x i , x 2, x z , .. ■ tales
que: 1 ] Xi está entre x y y, x 2 entre xj. y y, y así sucesivamente;
2] dado un segmento S de longitud racional, hay un punto en la
sucesión, por ejemplo, x n tal que los segmentos determinados por
x n y y, Zn+i y y, etc. son más cortos que S\ 3] las longitudes de los
segmentos determinados por i y i ¡ , i y x 2l y así sucesivamente,
forman una sucesión de números racionales con límite r.
Finalmente, se puede usar la idea subyacente en la definición an­
terior para formular un definiens explícito de la expresión ‘/(z ,y )’
de modo tal que su dominio de valores sea el conjunto de todos los
números que no son negativos.
Las definiciones del tipo que aquí , se h a esbozado sólo pue­
den alcanzarse al costo de usar un fuerte aparato lógico: una
lógica de conjuntos adecuada para el desarrollo de la teoría de
los números reales , 41 Ese precio parecerá demasiado elevado a los
nominalistas que sostienen que muchos de los conceptos y princi­
pios lógicos requeridos aquí, empezando por el concepto general
de conjunto, son intrínsecamente oscuros y, por lo tanto, no se
los debería usar en una pretendida elucidación de los significados
de términos científicos. Pero éste no es el lugar para exponer las

*1 E l arg u m en to p uede ex ten d erse con facilidad a los functores que tom an
com o valores a n ú m ero s com plejos o vectores d e cu alq u ier n ú m ero de com po­
n e n te s. N u estro ra zo n a m ie n to se h a apo y ad o esencialm ente sobre el m éto d o de
d e fin ir los diversos tip o s de n ú m ero s (enteros, racionales, irracionales, com ple­
jo s, e tc é te ra ) en térm in o s de los conceptos d e la lógica de c o n ju n to s, ta l com o lo
p ro p o n e n Frege y R ussell. P a r a u n esbozo d e ta lla d o del pro ced im ien to , véase
R ussell (1919); se p o d rá n e n c o n tra r exposiciones técnicas m ás co m p le ta s en
o tro s tra b a jo s de lógica sim bólica.
CARL G. H E M P E L 183

restricciones de los nominalistas; y además, la construcción de de­


finiciones explícitas en términos de observables p ara un conjunto
de expresiones científicas teóricas sería considerada sin duda como
un valioso avance.
Se podría suscitar otra objeción contra el procedimiento esbo­
zado p ara formular definiciones: considera en form a esquemática
y en exceso simplificada a la medición fundam ental de longitud,
y es bastante liberal para interpretar como observacionales ciertos
térm inos necesarios en el definiens, tales como ‘cuerpo rígido’ y
‘p u n to ’. Esto es cierto. Incluyendo al término punto en el vocabu­
lario observacional, por ejemplo, consideramos a los puntos como
objetos físicos directam ente observables; pero nuestro criterio ob­
servacional, p ara dos puntos x y y que determ inaban un segmento
de longitud irracional, requeriría que hubiera una secuencia infi­
n ita de otros puntos entre x y y. E sta condición no la satisfacen
nunca los “puntos” observables en lá forma de pequeños objetos
físicos, o señales sobre los cuerpos rígidos, que se usan en la me­
dición fundam ental de longitud. Como consecuencia, la ejecución
real de la medición fundamental, tal como la representó la defi­
nición anterior, no dará jam ás un valor irracional p ara la longitud
de un segmento. Lo que no quiere decir que no se haya asignado
significado alguno a las longitudes irracionales; nuestro esbozo de
definición m uestra, por el contrario, que se puede formular un signi­
ficado en térm inos observacionales para la asignación de cualquier
valor irracional determ inado que se confiera a la longitud de un
segmento de línea del mundo físico, así como a la función ‘longitud
en centím etros’ en general.
Sin embargo, el concepto de longitud así definido no es adecuado
p ara u n a teoría física que incorpore a la geometría, por ejemplo, en
su forma euclídea, ya que esta últim a requiere que la longitud de
ciertos segmentos que son accesibles a la medición directa —tales
como la diagonal de un cuadrado cuyos lados tienen una longitud
de 1 0 0 centím etros— tengan un valor de longitud irracional; y los
enunciados al respecto resultarán siempre falsos si se considera al
criterio que se acaba de exponer estrictam ente definitorio de la
longitud; puesto que ese procedimiento, como ya lo destacamos,
dará siempre un valor racional para la longitud de un segmento
dado.
El argum ento precedente acerca de los términos cuantitativos
184 EL DIL EM A D E L T E Ó R I C O

(representados por functores) m uestra, en resumen, lo siguiente:


el hecho de que el conjunto de valores admisibles de un functor
teórico sea infinito no tiene por qué excluir la posibilidad' de defi­
nirlo explícitam ente mediante un vocabulario finito que sólo con­
tenga términos cualitativos que son de carácter observacional si se
adoptan criterios liberales dentro de lo razonable. Sin embargo, el
argumento no m uestra que se disponga de una definición semejante
para todo functor requerido por la ciencia (aun nuestra definición
ejemplificadora de ‘longitud’ resultó insatisfactoria para las nece­
sidades de la ñsica teórica); y de hecho, como se h a señalado antes
en esta sección, no se puede esperar una prueba general a este
respecto.
Varios autores han adoptado la posición de que aun cuando en
principio se pudieran eludir los términos teóricos y sustituirlos por
observacionales, proceder así sería prácticam ente imposible o, lo
que es más serio, metodológicamente desventajoso o aun obstruc­
tivo.
Veamos, por ejemplo, la respuesta que dieron Tolman y Spence
al problem a del que se ocupó Hull, ya mencionado en la sección
5 de este ensayo: si las variables teóricas interm ediarias pueden
establecer una relación segura entre condiciones observables ante­
cedentes y consecuentes, ¿por qué no usar una conexión funcional
que relacione directam ente antecedentes y consecuentes? Spence
aduce como argum ento la consideración siguiente, tam bién suge­
rida por Tolm an : 42 la función m atem ática que se requiere para ex­
presar la conexión será tan compleja que resultará hum anam ente
imposible concebirla en su totalidad: podremos llegar a ella sólo
desmembrándola en una sucesión de conexiones funcionales más
simples, mediadas por variables interm edias. Este argumento, pues,
atribuye a la introducción de entidades teóricas inobservables un
papel práctico im portante en el descubrimiento de interdependen­
cias entre observables y, cabe presumirlo, tam bién en la realización
efectiva de los cálculos que se requieren en la explicación o la pre­
dicción de sucesos sobre la base de tales interdependencias.
Hull atribuye una im portante función metodológica a entidades
hipotéticas en su ensayo acerca de las variables interm edias en la

42 V éase T olm an (1936), e n la reim presión de M arx (1951), p. 89, y Spence


(1944), p. 65.
CA RL G. HEMPEL, 185

teoría molar de la conducta .4 3 Supongamos que, con el fin de ex­


plicar o predecir la respuesta de un sujeto en una situación dada,
atribuim os al sujeto en el instante t \ de su respuesta, cierta fuerza
de hábito que tiene el estatus de entidad hipotética. En la teoría
de Hull esa fuerza es “simplemente una representación cuantitativa
de los efectos perseverantes posteriores” a partir de ciertos even­
tos observables previos tales como estímulos observables recibidos
en situaciones de aprendizaje muy anteriores. En consecuencia, si
evitáram os la referencia a una entidad hipotética —la fuerza del
hábito— relacionando en form a directa la respuesta observable que
proporciona el sujeto en t i con el estímulo observable recibido an­
tes, estaríam os invocando como determ inantes causales de la res­
puesta ciertos acontecimientos observables que en el momento de la
respuesta ya habrían dejado de existir desde mucho tiempo atrás.
Y Hull rechaza esta noción de acción causal a través de una dis­
tancia tem poral: “Es difícil creer que un acontecimiento tal como
un estímulo en-una situación de aprendizaje puede ser causalmente
activo mucho después de haber dejado de actuar sobre los recep­
tores. Estoy totalm ente de acuerdo con Lewin en que todos los
factores que se alegan como cáüsalmente influyentes en la deter­
minación de cualquier acontecimiento deben existir en el instante
de esa acción causal .” 44 La referencia a la fuerza del hábito en el
sujeto en el instante t \ de su respuesta perm ite una explicación
acorde con este principió.
Pese a que la parte final del pasaje que se acaba de citar parece
bastante metafísica, el alcance básico del argumento de Hull es me­
todológico. Atribuye a la suposición de entidades hipotéticas expli­
cativas un éxito que Feigl por su parte describe en otro contexto:
“El carácter histórico y discontinuo (acción a distancia espacial
y /o tem poral) de la descripción lim itada a términos fenomenalis-
tas desaparece y la remplaza una formulación continua (contigua)
en el espacio y en el tiem po y nomológicamente coherente en el ni­
vel de la construcción hipotética .” 43 Tales teorías que suponen la
continuidad espacio-temporal parecen recomendables al menos por
dos razones: primero, poseen cierta simplicidad formal que es difícil
caracterizar hoy en términos precisos, pero que se refleja, por ejem-

43 H ull (1943).
44 H ull (1943), p. 285.
45 Feigl (1950), p. 40.
186 EL DIL EM A D E L T E Ó R I C O

pío, en la posibilidad de usar la poderosa y elegante m aquinaria


m atem ática deL cálculo diferencial e integral para la deducción de
conexiones explicativas entre los sucesos particulares a partir de los
postulados dé la teoría. Segundo, como se mencionó en la sección
3, el desarrollo pasado de la ciencia em pírica parece m ostrar que
es posible encontrar que los principios explicativos y predictivos
que afirman conexiones discontinuas entre acontecimientos obser­
vables (separados en el espacio y en el tiempo) tienen un alcance
lim itado y excepciones de diversos tipos. Con frecuencia el uso de
teorías que contienen entidades hipotéticas perm ite dar cuenta de
esas excepciones m ediante suposiciones adecuadas concernientes a
dichas entidades hipotéticas.
O tro argum ento más general es el que ha desarrollado Braith-
waite, quien reconoce en Ramsey al autor de su principio básico .46
La consideración principal de Braithw aite es que “sólo se puede
definir a los térm inos teóricos -por medio de propiedades observa­
bles a condición de que no se pueda adaptar adecuadam ente la
teoría para aplicarla a nuevas situaciones ” . 4 7 Elabora esta idea re­
firiéndola a un modelo en m iniatura de una teoría interpretada que
ha formulado con precisión. Sin entrar en detalles de ese modelo
— lo que requeriría aquí una digresión demasiado larga— me parece
que se puede ilustrar el argum ento de Braithw aite con el siguiente
ejemplo: supongamos que se interprete el térm ino ‘tem p eratu ra’ en
una cierta etap a de la investigación científica sólo con referencia a
las lecturas de un term óm etro de mercurio. Si se considera a este
criterio observacional como una interpretación parcial y nada más
(como una condición suficiente pero no necesaria), se deja abierta
la posibilidad de añadir nuevas interpretaciones parciales con re­
ferencia a otras sustancias term om étricas que se puedan usar por
encima del punto de ebullición o por debajo del punto de conge­
lación del mercurio; esto perm ite un gran aum ento del dominio de
aplicación de leyes tales como las que relacionan la tem peratura
de una vara m etálica con su longitud o su resistencia eléctrica o la
tem p eratu ra de un gas con su presión o su volumen. Sin embargo,
si se da al criterio original la categoría de un definiens completo, la
teoría no puede extenderse de ese modo: antes bien, se debe aban-

48 Veáse el ensayo “ T h e o r ie s ” en R a m sey (1931).


47 B ra ith w a ite (1953), p. 76.
C A RL G. H E M P E L 187

donar la definición original en favor de o tra que es incompatible


con la prim era .48
El concepto de inteligencia se presta para un argum ento similar:
si se otorga la categoría de definiciones completas a los criterios de
los test, que presuponen por parte del sujeto la capacidad de leer o
al menos de usar el lenguaje ampliamente, se suscitan dificultades
de ese tipo al extender el concepto y la teoría correspondiente a
niños muy pequeños y animales.
Sin embargo, difícilmente podrá decirse que el argum ento que
se ha esbozado aquí prueba que “una teoría de la que se espera
que pueda extenderse en el futuro para explicar más generaliza­
ciones de las que estaba destinada a explicar en su origen, debe
perm itir m ás libertad a sus términos teóricos de la que tendrían si
fueran construcciones lógicas obtenidas a partir de entidades ob­
servables ” 49 (y así definidas en términos de dichas entidades) — y
esto era lo que el argum ento pretendía probar. Porque es evidente
que el procedim iento de extender una teoría al costo de cambiar las
definiciones de algunos térm inos no es defectuoso desde el punto de
vista lógico; tam poco se puede decir que sea difícil o inconveniente
para el científico, ya que el problema en cuestión interesa más bien
al metodólogo o al lógico, quien busca dar una clara “elucidación”
o “reconstrucción lógica” de los cambios que aparecen al exten­
der una teoría determ inada. En el caso que tra ta Braithwaite, por
ejemplo, se puede proceder de dos modos diferentes: ya sea por
adiciones a la interpretación parcial original, o por un cambio to­
tal en la definición de algunas expresiones teóricas. Si se sostuviera
que este últim o método no constituye una extensión de la teoría
original sino la transición a u n a nueva, se suscitaría una cuestión
terminológica más que una objeción metodológica.
A pesar de que el argum ento anterior contra la definición no
tiene el peso sistem ático que se intentó darle, pone de relieve un
aspecto heurístico im portante del teorizar científico: cuando un
científico introduce entidades teóricas, tales como corrientes eléc­
tricas, campos magnéticos, valencias químicas o mecanismos sub­

48 T am b ién C a m a p hace e s ta observación (1936-1937, sección 7) al ex p o n er


las v e n ta ja s de los enunciados reductivos sobre las definiciones. Feigl, a su
vez, a rg u m e n ta de m o d o sem ejan te en su ensayo de 1951, e n el que ilu s tra el
prin cip io general m ed ia n te ejem plos d e la física y la psicología.
49 B ra ith w a ite (1953), p. 76.
188 EL DIL EM A D E L T E Ó R IC O

conscientes, procura que sirvan como factores explicativos dotados


de una existencia independiente respecto de los síntomas observa­
bles por los cuales se m anifiestan; o, para decirlo en form a sucinta,
cualesquiera'que sean los criterios observacionales de aplicación
que el científico pueda proporcionar, lo que tienen por objeto es
simplemente describir síntomas o indicaciones de la presencia de la
entidad en cuestión y no dar una caracterización exhaustiva de
ella. El científico desea en realidad dejar abierta la posibilidad de
añadir a su teoría nuevos enunciados que incluyan sus términos
teóricos; enunciados que pueden perm itir nuevas relaciones inter­
pretativas entre térm inos observacionales y teóricos; y aun consi­
derará a éstas como nuevas suposiciones acerca de las mismas enti­
dades hipotéticas a las que hacían referencia los térm inos teóricos
antes de la extensión. Este modo de considerar los térm inos teóri­
cos parece tener un valor heurístico definido. Estim ula la invención
y el uso de conceptos con gran poder explicativo p ara los cuales
se pueden indicar en un prim er m om ento sólo algunos enlaces con
la experiencia, pero que son fructíferos en tanto sugieren nuevas
líneas de investigación que pueden a su vez conducir a relaciones
adicionales con los datos de la observación directa .50
El examen que hemos hecho en la presente sección no ha con­
ducido a ningún argumento concluyente en pro o en contra de la
posibilidad de definir explícitam ente todos los térm inos teóricos de
la ciencia em pírica por medio de un vocabulario puram ente obser­
vacional, y de hecho hemos encontrado fuertes razones p ara dudar
que algún argum ento pueda decidir esta cuestión de una vez por
todas.
En cuanto a los térm inos teóricos en uso, no es imposible en
la actualidad formular definiens observacionales p ara todos ellos
que los hagan en principio innecesarios. En efecto, actualm ente se
usan muchos térm inos teóricos en la ciencia sobre la base de una
interpretación em pírica que es sólo parcial y este uso parece ofrecer
claras ventajas heurísticas, como lo hemos señalado.
En vista de la im portancia que se atribuye así a la idea de in­
terpretación parcial, consideraremos ahora qué versión formal se

50 P o d rá e n co n trarse u n a concisa sinopsis d e los diversos arg u m e n to s a


favor del em pleo de “construcciones h ip o té tic a s” e n Feigl (1950, p p . 38-41).
A lgunos de los asp ecto s del “realism o se m án tico ” con resp ec to a loa térm inos
teóricos que Feigl p re se n ta en ese m ism o a rtíc u lo serán e xpuestos e n la décim a
sección de e ste ensayo.
CAB.L G. H E M P E L 189

puede dar de ella, y después plantearemos si es posible aplicar —y


en caso afirmativo, en qué sentido lo es— el veredicto de prescindi­
bilidad, tal como lo proclamó “el dilema del teórico” , a los términos
teóricos que han sido sólo parcialmente interpretados y a los que,
por lo tan to , no se puede renunciar simplemente en virtud de la
definición.

VIII. SISTEMAS INTERPRETATIVOS

La teoría de C arnap de las proposiciones reductivas es el prim er


estudio sistem ático acerca de la lógica de la definición parcial. La
introducción de un térm ino mediante una cadena de enunciados re­
ductivos difiere del uso de u n a cadena de definiciones en dos aspec­
tos significativos. Prim ero, se especifica el significado del término
sólo parcialm ente y no se proporciona así un modo de eliminar al
térm ino de todos los contextos en que pueda aparecer. Segundo,
como regla, no equivale sólo a una convención notacional, sino que
comprende afirmaciones empíricas. Por ejemplo, si se introduce el
térm ino ‘Q ’ mediante los dos enunciados reductivos:

(8.1) C\,x Z3 (Q x = E y x )

(8.2) C 2x D ( Q x = E 2 X)

por implicación se afirm ará la siguiente ley:

(8.3) (x )[(C ii • E \ x ) D (C 2x D E 2x )]

o sea, p ara decirlo en forma burda: cualquier objeto que muestre


una respuesta positiva en la prim era condición de prueba m ostrará
tam bién u n a respuesta positiva sometido a la segunda condición de
prueba. Así, una cadena de enunciados reductivos para un térm ino
dado combina norm alm ente dos funciones del lenguaje que se consi­
deran a m enudo rigurosamente distintas: la asignación estipulativa
del significado y la afirmación o descripción del hecho empírico.
Como vimos antes, los enunciados reductivos se adecúan muy
bien a la formulación de criterios operacionales de aplicación en
tan to definiciones parciales. Pero están sujetos a limitaciones bas­
tan te serias en lo que respecta a la form a lógica y, así, no pare­
cen suficientes p ara proporcionar un esquema general satisfactorio
190 EL D IL EM A D E L T E Ó R I C O

p ara la interpretación parcial de los términos teóricos . 51 La con­


cepción de Cam pbell de la teoría física, según la cual ésta consiste
en una “hipótesis” , representada por un conjunto de enunciados en
términos teóricos, y un “diccionario” que relaciona a estos últimos
con los conceptos de la física experim ental (que deben estar in-
terconectados por leyes empíricas) sugiere una visión más amplia
que la anterior respecto de la interpretación .52 En contraste con la
concepción habitual de diccionario, el de Campbell no ha de conte­
ner definiciones de los términos teóricos, sino enunciados para que
un enunciado teórico de un cierto tipo sea verdadero si y sólo si
el correspondiente enunciado empírico de un tipo determ inado es
verdadero. Así, el diccionario proporciona, más que definiciones,
regléis de traducción y aun regláis parciales, porque nadie pretende
que se deba especificar una traducción para cada enunciado teórico
o para cada enunciado empírico.
Este último rasgo concuerda, por ejemplo, con la consideración
de que un m acroestado particular observable de un determ inado
sistem a físico puede corresponder a un gran número de microes-
tados distinguibles desde el punto de vista teórico: de modo tal
que, para un enunciado teórico que describa uno de aquellos mi-
croestados, el enunciado que ha de describir el m acroestado corres­
pondiente no expresa una condición necesaria y suficiente y por lo
tanto no proporciona traducción alguna . 53
Es evidente que los enunciados del diccionario de Campbell no
tienen el carácter de enunciados reductivos; pueden formularse, sin
embargo, como bicondicionales en los que un enunciado en términos
teóricos se conecta con otro en términos observacionales mediante
la cláusula “si y sólo si” .
En otros contextos no parecen adecuados ni los enunciados re­
ductivos ni tales bicondicionales. Porque en general, la presencia
de una entidad hipotética H , tal como un cierto tipo de campo
eléctrico, tendrá, síntomas observables sólo si se satisfacen ciertas
condiciones observacionales, O í, tales como la presencia de detec­

51 E sto lo h a señ alad o el m ism o C a m a p ; véase p o r ejem plo (1956).


52 V éase C a m p b e ll (1920, cap. I V ) . L as p a rte s im p o rta n te s de este cap ítu lo
e s tá n reim presas en Feigl y B rodbeck (1953).
53 Sin em bargo, esto no m u e stra que n o e x ista la p o sib ilid a d de u n a con­
dición necesaria y suficiente en tém inos observacionales p a ra el enunciado
teórico: el p ro b le m a de p ro b a r o r e fu ta r e ste arg u m en to e s tá su je to á difi­
c u lta d es análogas a la ex p u estas e n la sección 7 resp ecto d e la definibilidad.
CA RL G. H E M P E L 191

tores adecuados, que tendrán que m ostrar respuestas observables,


O í- Un enunciado que enunciara ese tipo de criterio tendría el
carácter de un enunciado reductivo generalizado; se le podría for­
mular del siguiente modo:

(8.4) 0 , D { H D 0 2)

donde ‘O í ’ y ‘O 2 son enunciados —posiblemente bastante comple­


jos— en térm inos de observables, y 1H ’ es un enunciado expresado
en térm inos teóricos.
Pero no hay razones de peso para lim itar los enunciados in­
terpretativos a los tres tipos considerados aquí. P ara obtener un
concepto general de la interpretación parcial, adm itirem os ahora
como enunciados interpretativos a todo enunciado, cualquiera que
sea su form a lógica, que contenga términos teóricos y observacio­
nales. Si suponemos que los enunciados teóricos y observacionales
de la ciencia em pírica se formulan dentro de un marco lógico de­
term inado, esa idea puede enunciarse más precisa y explícitam ente
como sigue:
(8.5) Sea T una teoría que se caracteriza por el conjunto de pos­
tulados en términos de un vocabulario teórico finito Vt y sea
Va un segundo conjunto de términos extralógicos, al que se
llam ará vocabulario básico, que no com parte ningún térm ino
con Vt ] entenderemos por sistema interpretativo para T con
base VB un conjunto J de enunciados tal que: i] es finito,
ii] es lógicamente compatible con T , iii] no contiene términos
extralógicos que no pertenezcan a Vp o a Vb , iv] contiene
esencialmente a todo elemento de Vt y de Vb, o sea, no es
lógicamente equivalente a ningún conjunto de enunciados en
los que no aparezca para nada algún térm ino de Vt o de Vj5 ,54

54 L a n oción in tu itiv a de in te rp reta ció n , así com o la concepción que p o n e


de m an ifiesto la id ea de C a m p b e ll de u n diccionario in te rp re ta tiv o , p a rec ería
te n e r n e ce sid ad de la siguiente condición adicional: v) C a d a enunciado d e J
contiene esencialm ente térm in o s de Vt así com o térm in o s de V g . Sin em bargo,
este re q u isito n o in tro d u c e nuevas restricciones al con cep to de siste m a in te r­
p re ta tiv o , y a que cu alq u ier siste m a J que sa tisfag a las condiciones (i) a (iv)
p u e d e en u n ciarse e n u n a form a equivalente ta l que sa tisfag a asim ism o a (v).
P a r a e ste fin , b a s ta re m p la z a r a los enunciados m iem b ro s de J p o r su con­
ju n ció n , lo que p e rm ite u n siste m a in te rp re ta tiv o ló gicam ente equivalente que
contiene sólo u n en unciado y que satisface (v) p u e sto q u e J satisface (iv).
192 EL D IL EM A D E L T E Ó R I C O

Al aplicar el concepto que se h a definido aquí al análisis de


las teorías científicas naturalm ente tendremos que suponer que los
términos de que consta Vb han sido comprendidos previamente.
Pueden ser térm inos observacionales en el sentido algo vago que se
ha explicado antes, pero no necesitamos insistir sobre eso. Se puede
adoptar el punto de vista, por ejemplo, de que ciertos térm inos dis-
posicionales, tales como ‘m aleable’, ‘elástico’, ‘ham briento’, ‘can­
sado’ no son estrictam ente observacionales, y no se sabe que puedan
definirse explícitam ente por medio de términos observacionales;
aun así, podría considerarse que esos térm inos son bien compren­
didos en el sentido de que diferentes observadores com petentes co­
inciden en alto grado al usarlos. En este caso sería bastante razo­
nable usar esos térm inos para interpretar una teoría dada, o sea,
adm itirlos en Vb •
La concepción que tiene Campbell de la función de su “diccio­
nario” ilustra muy bien esa posibilidad y m uestra que se acerca
m ás al procedim iento científico real. Campbell estipula que la in­
terpretación que proporciona el diccionario debe constar de lo que
él llam a “conceptos” , tales como los términos ‘tem p eratu ra’, ‘resis­
tencia eléctrica’, ‘p la ta ’, ‘hierro’ en el sentido en que se los usa en
la física y la química experim ental. Es difícil que éstos se puedan
considerar observacionales en sentido estricto ya que se los ha con­
cebido específicamente para representar grupos de leyes empíricas.
“Así, si decimos cualquier cosa acerca de la resistencia eléctrica,
estarem os suponiendo que la ley de Ohm es verdadera; los cuerpos
p ara los cuales dicha ley no es verdadera, los gases, por ejemplo,
no tienen resistencia eléctrica .” 55 Pero, aun cuando no se deseara
calificar a esos térm inos de observacionales, se podría considerar
que se los comprende bien y que los experim entadores científicos
coinciden en alto grado al usarlos, y se los podría adm itir así en Vb -
Los sistemas interpretativos, tal como se los acaba de definir, in­
cluyen como casos especiales a todos lo tipos de interpretación que
consideramos antes: la interpretación por medio de definiciones
explícitas para todos los términos teóricos, por medio de cadenas
de enunciados reductivos, por medio de enunciados bicondicionales
de traducción en el sentido del diccionario de Campbell, y por me­
dio de enunciados reductivos generalizados de la forma (8.4); pero,

53 C am p b ell (1920, p. 43).


C A RL G. H E M P E L 193

por supuesto, adm iten tam bién enunciados interpretativos de una


gran variedad de formas diferentes de las expuestas.
Los sistem as interpretativos tienen el mismo par de caracterís­
ticas que distinguían a las cadenas de enunciados reductivos de las
cadenas de definiciones. Primero, un sistem a interpretativo nor­
malmente realiza sólo una interpretación parcial de los términos
de Vt , o sea, no establece (mediante un enunciado explícito o una
implicación lógica) una condición necesaria y suficiente de apli­
cación en términos de Vb para todo término de Vt - Segundo, un
sistem a interpretativo no tendrá, por lo común, un carácter pura­
mente estipulativo —lo mismo ocurre con una cadena de enuncia­
dos reducidos para un término teórico dado— sino que implicará
ciertos enunciados en términos sólo de Vb , los cuales no son ver­
dades lógicas, y que expresan afirmaciones empíricas de acuerdo
con la concepción de V¿ como vocabulario formado por términos
empíricos previam ente comprendidos. Así, encontramos de nuevo
aquí una combinación de los usos descriptivo y estipulativo del
lenguaje.
Pero, p ara pasar a un tercer punto de comparación, un sistem a
interpretativo no necesita proporcionar una interpretación —ya sea
com pleta o incompleta— para cada término de V r en forma in­
dividual. A este respecto, difiere de un conjunto de definiciones
que especifica para cada térm ino una condición necesaria y sufi­
ciente, y de un conjunto de enunciados reductivos, que proporciona
para cada térm ino una condición necesaria y una suficiente, por lo
común diferentes entre sí. Es posible que un sistem a interpreta­
tivo no proporcione ninguna condición suficiente, o ninguna nece­
saria, o ni siquiera una de las dos, para varios o aun para todos los
términos de Vt ; en cambio, podría especificar, mediante enunciados
explícitos o mediante implicaciones lógicas, condiciones necesarias
o suficientes en términos de V b sólo para ciertas expresiones que
contuvieran varios términos de Vt , por ejemplo, a la m anera del
diccionario de Campbell.
Por lo tanto, cuando se interpreta una teoría T mediante un
sistem a interpretativo J , en general los términos teóricos no son
prescindibles en el sentido estrecho de que sean remplazables, en
todos los contextos, por expresiones de definición en términos de
Vb - Tam poco es posible, por lo general, prescindir de ellos en el
sentido de que J proporcione para toda proposición H que pueda
194 EL DIL EM A D EL T E Ó R I C O

formarse por medio de Vp una “traducción” en términos de Vb, o


sea, una proposición O en términos de VB tal que el bicondicional
H = O 56 sea lógicamente deducible de J .
¿Son pues, los términos teóricos indispensables en esta amplia
concepción de la interpretación de modo tal que “la paradoja del
teorizar” , tal como se la formuló en la sección 5, ya no se aplica a
ellos? Consideraremos esta cuestión en la sección siguiente.

IX. POSIBILIDAD DE UN REMPLAZO FUNCIONAL DE LOS TÉRM INOS


TEÓRICOS

La función sistem atizadora de una teoría T , interpretada por un


sistem a interpretativo J , consistirá en perm itir inferir a partir de
determ inados “datos” en términos de VB , ciertos enunciados (pre-
dictivos, por ejemplo) en térm inos de VB• Si Oí es el enunciado que
expresa los datos y 0 2, el enunciado inferido, la conexión puede
simbolizarse así:

(9.1) (Oí • T • J ) —*■O 2 .

Aquí, como en contextos semejantes que aparecerán más adelante,


‘T” representa el conjunto de los postulados de la teoría en cuestión;
la flecha representa la implicación deductiva.
Ahora bien, (9.1) es verdadera si y sólo si T • J implica el enun­
ciado 0 1 D O 2 ; de modo tal que (9.1) es equivalente a:

(9.2) (T ■J ) - {O x D 0 2).

Sea cual fuere la sistematización establecida entre los enuncia­


dos de Vb, resulta claro que se logra mediante T en conjunción
con J . Por lo tanto, será conveniente considerar a los postulados
de T junto con los enunciados de J como los postulados de un
sistem a deductivo T ', al que llamaremos te o r ía in te r p r e ta d a . Su
vocabulario Vj-i será la sum a de Vy y VB .

56 Aquí, y en a lg u n as ocasiones subsiguientes en las que n o hay peligro de


erro r, se usan los conectivos lógicos en form a a u tó n o m a ; la expresión = O ',
p o r ejem plo, re p re se n ta al enunciado q u e se o b tien e colocando la trip le b a rra
que es sím bolo de lsi y sólo si* en tre los enunciados a los que se h a designado
' i r y ‘O ’.
CARL G. H E M P E L 195

Lo que se observó en relación con (9.1) y (9.2) podemos ahora


exponerlo nuevamente de este modo. Si una teoría interpretada T '
establece u na transición deductiva de Oí a O 2 , es decir, si

(9.3) (Oí • V ) — 0 2

entonces

(9.4) T' - (0 ! D 0 2)

e inversamente, donde T ' es el conjunto de postulados de la teoría


interpretada.
Ahora se puede m ostrar fácilmente que una teoría interpretada
T ' establece las mismas conexiones deductivas entre enunciados de
Vg que el conjunto de todos los teoremas de T ' que son expresables
en térm inos de Vjg solamente; llamaremos a este conjunto teore-
mas-Vfl o consecuencias-Vg de T ' y lo designaremos como ‘O t >’-
Esto significa que, para todos los propósitos de la sistematización
deductiva, T ' es, como diremos de ahora en adelante, funcional­
m ente equivalente al conjunto O t que no contiene un solo término
teórico.
La prueba es la siguiente: la transición deductiva representada
en (9.3) de 0 1 a O 2 puede llevarse a cabo tam bién usando en lugar
de T ' , el enunciado 0 \ D O 2 que, en virtud de (9.4), pertenece a
O t 1’, ya que tenemos por modus ponens,

(9 .5 ) [O i-(OiDO a)]-Oa.

Y puesto que Ot> contiene con seguridad todos los enunciados de


Vb de la forma 0 \ D 0 2 implicadas por T ' , el conjunto Oy» basta
para realizar todas las sistematizaciones deductivas que se pueden
obtener por medio de T ' . Por otra parte Ot> no es más fuerte a
este respecto que T '\ ya que O perm ite la transición deductiva
de 0 1 a O 2 sólo si implica a O í D O 2 , pero en este caso T ' también
implica 0 1 D O 2 , lo que significa, en vista de la equivalencia de
(9.4) con (9.3), que T ' perm itirá la transición deductiva de O í a
0 2.
Así, la sistematización deductiva que una teoría interpretada T '
lleva a cabo entre enunciados expresados en térm inos del vocabula­
rio básico Vb , es la m ism a que logra el conjunto O t ' de los enun­
ciados (teoremas) de T ' que pueden expresarse en térm inos de V b
196 EL DIL EM A D E L T E Ó R I C O

solamente. En este sentido, se puede prescindir de los términos


usados en T .
Pero por lo general O t 1 es un conjunto infinito de enunciados
que resulta difícil de manejar; se suscita por lo tanto la cuestión
de saber si hay algún método aplicable de m anera general que
lo torne más m anejable y claro confiriendo a O t la form a de un
sistem a axiom atizado teórico Tfl, formulado en términos de Vb
solamente. Un teorem a en lógica formal que Craig ha probado
m uestra que esto se puede hacer siempre y cuando T ' satisfaga
ciertas condiciones muy liberales y no restrictivas . 57

57 E ste im p o rta n te teo re m a ap areció pub licad o p o r p rim e ra vez e n el a r­


tículo de C raig (1953). E n C raig (1956) h a y u n a presen tació n m enos conden-
s a d a y m enos técnica, con referencias explícitas a unque breves, a aplicaciones
ta le s com o la que se h a considerado aquí.
A plicando el re su lta d o o b ten id o p o r C raig al tem a en discusión, se lo puede
en u n ciar en fo rm a breve de la siguiente m an e ra: supongam os que se especifi­
c a ra al conju n to V-pi, de térm inos p rim itivos de T ' y al c o n ju n to d e p o stu lad o s
de T ' en form a efectiva, o sea de m odo ta l q u e proporcione u n procedim iento
general que p e rm itie ra , d a d a u n a expresión, decidir en u n n ú m ero fin ito de
pasos si esa expresión es u n térm ino p rim itiv o (o u n p o stu la d o ) d e T ' o no lo
es. S upongam os que V j -i se d ividiera m e d ia n te u n criterio efectivo, que p o r lo
d e m á s p o d ría elegirse & vo lu n tad , en dos vocabularios m u tu a m e n te excluyen-
tes, Vj- y V g . F in a lm e n te supongam os q u e las reglas de la lógica que se u sa ra n
p e rm itie ra n u n m éto d o efectivo p a ra d e te rm in a r, con resp ec to a cu alq u ier su­
cesión fin ita d a d a de expresiones, si es u n a deducción v á lid a d e acu erd o con
esas reglas.
E x istiría entonces u n m éto d o general (o sea, u n m éto d o aplicable en todos
los casos que satisficieran las condiciones que se a ca b a n de esbozar) p a ra cons­
tr u ir en form a efectiva (o sea, c ara c te riz a r e n form a efectiva los p o stu lad o s y
las reglas de in ferencia de) u n nuevo siste m a T'g cuyo c o n ju n to d e prim itiv o s
es V g y cuyos teo rem as son los m ism os teo rem as de T ' que n o con tien en o tra s
c o n sta n te s ex traló g icas que aquellas c o n ten id as en V g .
A dviértase que el teo re m a nos p e rm ite tra z a r la línea divisoria en tre V t y
V g donde nos plazca, siem pre y cuan d o el c riterio que se use p a r a realizar la
división nos p e rm ita decid ir en un n ú m ero fin ito de pasos a cu ál de los dos
c o n ju n to s p e rte n ec e el térm ino. E s ta condición, así com o el re q u isito de u n a
caracterizació n efectiva d e Vj>i, q u e d ará n satisfechos en form a triv ia l si, p o r
ejem plo, V¡<i es finito, y se especifican sus m iem bros al igual que los de V g y
V t p o r u n a sim ple enum eración individual.
Los o tro s requisitos d e u n a c aracterizació n efectiva de los p o stu lad o s y de
la s reglas de la lógica p a ra 7* son ta n lib e rale s que sin d u d a cu alq u iera de las
teo rías científicas que se h a n considerado h a s ta a h o ra puede ser fo rm alizad a de
m o d o que loa satisfag a, siem pre y c u an d o las conexiones e n tre térm in o s obser­
vacionales y teóricos p u e d an expresarse e n fo rm a de enunciados definidos. El
único caso im p o rta n te que conozco de violación de esa condición es el de u n a
te o ría p a ra la cu al n o se especifican reglas d efin id as de in te rp reta ció n , sobre la
base de que los criterio s de aplicación de las expresiones teóricas te n d rá n que
C A RL G. H E M P E L 197

Así, el teorem a de Craig tiene una clara proyección sobre los


problemas suscitados por la “paradoja del teorizar” que se enunció
en la sección 5 en términos algo vagos. El teorem a citado señala
un camino para dar una interpretación clara y precisa de la “para­
doja” a la vez que una prueba rigurosa de ella: m uestra que para
cualquier teoría T ' que usa a la vez términos teóricos y no teóricos
previam ente comprendidos, y dadas ciertas condiciones satisfechas
con am plitud, existe un sistem a teórico axiomatizado T'B que usa
sólo los térm inos no teóricos de T ' y sigue siendo, sin embargo,
funcionalmente equivalente a T ' en el sentido de que realiza las
mismas conexiones deductivas que T ' entre los enunciados que se
pueden expresar en el vocabulario no teórico.
Siendo esto así, ¿debería aprovechar este m étodo la ciencia empí­
rica y rem plazar todas las teorías que incluyen suposiciones acerca
de entidades hipotéticas por sistemas teóricos funcionalmente equi­
valentes expresados sólo en términos que tuvieran referencia obser­
vacional directa o bien que fueran por lo menos comprendidos con
claridad? Hay varias razones que hacen que este remplazo sea des­
aconsejable en vista de los objetivos del teorizar científico.
P ara empezar, consideremos el carácter general del m étodo de
Craig. Om itiendo muchos detalles sutiles, puede describírselo como
sigue: por medio de un procedimiento constructivo, Craig dispone
a todos los teoremas de Vb de T ' en una secuencia. E sta es muy
redundante pues contiene, para todo enunciado que aparece en
ella, todos sus equivalentes lógicos (m ientras se los pueda expresar

p e rm a n ec e r siem pre algo vagos. Q u izá sea u n a concepción de este tip o la que
p ro p o n e A. W ald al h a ce r la siguiente observación: “P a ra ap licar u n a teo ría
[científica] a los fenóm enos reales, necesitam os a lgunas reg las p a ra establecer
la co rresp o n d en cia en tre los o b jeto s idealizados de la te o ría y los del m undo
real. E sta s reg las se rán siem pre algo vagas y nunca p o d rá n fo rm ar p a r te de la
te o ría m ism a .” W ald (1942), p. 1 .
Sin em bargo, se pued en satisfacer las condiciones del teo re m a de C raig si
la vaguedad a la que nos hem os referido se pone de m anifiesto m e d ia n te re ­
glas definidas. Así, p o r ejem plo, los enunciados in te rp re ta tiv o s p a ra u n a teo ría
d a d a p o d ría n a d o p ta r la form a d e enunciados de p ro b a b ilid ad estad ística (po­
sibilidad que C a m a p m enciona [1956], sección 5) o quizá d e enunciados de
p ro b a b ilid ad lógica (cad a uno de los cuales especificaría la p ro b a b ilid ad lógica
de algún enunciado teórico relativ o a u n enunciado especificado en térm inos
observacionales o viceversa). C u alq u iera de estos p rocedim ientos p e rm itiría
u n a in te rp re ta c ió n m ás general que la que caracterizó la definición d e u n sis­
te m a in te rp re ta tiv o , definición p ro p u e sta en la sección 8 d e este c ap ítu lo . El
teo re m a de C raig se puede a p lic ar incluso a las teorías in te rp re ta d a s en este
sen tid o m ás am plio.
198 EL DILEMA D EL T E Ó R I C O

en Vb )- Craig prescribe un procedimiento para eliminar muchas


de esas duplicaciones, pero no todas son eliminables. La secuen­
cia resultante contiene todavía a cada teorem a Vg de T ' en una
de sus formulaciones equivalentes por lo menos. Finalm ente, to­
dos los enunciados de la secuencia así form ada se convierten en
postulados de T'B . Así, al conjunto de teoremas de VB de T ' se
lo “axiom atiza” en T'g sólo en un sentido artificial, a saber, con­
virtiendo a cada enunciado del conjunto, en alguna de sus muchas
formulaciones equivalentes, en un postulado de T'B . Normalmente,
la axiomatización de un conjunto de enunciados selecciona como
postulados a un pequeño subconjunto a partir del cual se puede
derivar lógicamente el resto de los enunciados que se convierten
en teoremas; de esta m anera, la axiomatización expresa el con­
tenido del conjunto íntegro “en una forma que es psicológica o
m atem áticam ente más clara ” .58 Puesto que el m étodo de Craig
incluye a todos los enunciados que tienen que ser axiomatizados
entre los postulados de T ' , este últim o conjunto de enunciados “no
consigue simplificar o proporcionar una genuina comprensión del
tem a” , según lo declara el mismo C raig . 59
La pérdida de simplicidad que resulta de descartar los términos
teóricos de T ' se refleja en la circunstancia de que el conjunto
de postulados que el m étodo de Craig proporciona para T'b es
siempre infinito. Aun en los casos en que exista realm ente algún
subconjunto finito de formado por teorem as VB de T ' a partir
de los cuales se puedan deducir todos los restantes, el procedimento
de Craig no proporcionará un subconjunto de ese tipo: ése es el
precio que se ha de pagar por su aplicabilidad universal.
Ahora bien, hay casos en los que una infinidad de postulados
puede no ser muy difiícil de m anejar, en particular cuando los

58 C ra ig (1956), p . 49. C onvendría d e sta c a r brev em en te dos observaciones


m á s que hizo C raig en los tra b a jo s a los que nos hem os referido aquí: (i) u n a
te o ría T ' p u e d e te n e r u n conjunto de consecuencias Vg que n o p u e d en axiom a-
tiz a rse m ed ian te u n c o n ju n to fin ito de p o stu la d o s expresables e n térm inos de
Vg. (ii) No h a y u n m é to d o general que p e rm ita p a r a to d a te o ría X ' decidir, en
fo rm a efectiva, si sus consecuencias Vg p u e d e n a x io m atizarse o n o m ediante
u n c o n ju n to fin ito de p o stu lad o s.
59 C raig (1956), p . 49. P o r su p u esto este hecho no dism inuye en lo m ás
m ínim o la im p o rta n c ia y el in terés que tie n e el re su lta d o o b ten id o p o r C raig
com o teo re m a de la lógica.
C A RL G. H E M P E L 199

axiomas se especifican m ediante esquemas axiom áticos ,60 o sea,


por medio de estipulaciones a los efectos de que cualquier enun­
ciado que tenga una entre un número finito de formas determ i­
nadas (tales como ‘x = x \ por ejemplo) sea considerado axioma.
Pero la m anera en que se especifican los postulados de T'B por el
m étodo de Craig es mucho más intrincada, y el sistem a obtenido
sería prácticam ente inmanejable; para no hablar de la pérdida de la
fertilidad y de la riqueza heurísticas que resultaría de la eliminación
de las hipótesis y conceptos teóricos. P ara la ciencia empírica, por
lo tanto, este m étodo de prescindir de las expresiones teóricas re­
sultaría insatisfactorio.
H asta aquí hemos examinado la posiblidad de eliminar suposi­
ciones y conceptos teóricos sólo en el contexto de la sistematización
deductiva: consideramos que una teoría interpretada T ' era sólo un
vehículo p ara establecer transiciones deductivas entre enunciados
observacionales. Sin embargo, esas teorías pueden proveer tam bién
distintos modos de sistematización inductiva (en el sentido que se
esbozó en la sección 1 ) y un análisis de esta función dará un ar­
gumento más en contra de la eliminación de expresiones teóricas
m ediante el m étodo de Craig.
A m odo de ilustración usaremos un ejemplo que ha sido simpli­
ficado en form a deliberada para exhibir con más claridad los ele­
mentos esenciales: supongamos que Vt contiene el término ‘fósforo
blanco’ o ‘f ” p ara abreviar, y que el sistem a interpretativo incorpo­
rado a T ' no establece para dicho término condiciones observacio­
nales de aplicación que sean suficientes pero sí algunas condiciones
que son necesarias. Supongamos que éstas son independientes en­
tre sí en el sentido de que, aun cuando en el caso del fósforo blanco
aparezcan juntas, cualquiera de ellas podrá aparecer en otros casos
en ausencia de una o de varias de las demás. Esas condiciones ne­
cesarias podrían ser las siguientes: el fósforo blanco tiene un olor
sem ejante al del ajo, es soluble en trem entina, es soluble en aceites
vegetales, es soluble en éter, produce quem aduras en la piel, que
se expresan así en notación simbólica:
(9.6) ( i) ( F x D Ox)

60 Sobre este m éto d o q u e fue usad o en p rim e r lu g a r p o r N eum ann, véase


C a m a p (1937, p p . 29-30 y 96), donde se d a n ulteriores referencias a la biblio­
grafía so b re estos tem as.
200 EL D IL EM A D EL T E Ó R I C O

(9.7) (x)(F x D T x)

(9.8) (x)(F x D V x)

(9.9) [x){F x D E x)

(9.10) (x )(F x D P x).

Todos los predicados que aparecen en estos enunciados excepto ‘F ’


pertenecen pues a Vg.
Ahora supongamos que Vt contiene sólo un térm ino m ás aparte
de ‘F ’: se inflam a a 30°C de tem peratura o ‘I ’ para abreviar, y
que hay sólo un enunciado interpretativo para según el cual si
un objeto tiene la propiedad I , arderá al estar rodeado por aire en
el cual un term óm etro señale una m arca por encima de los 30°C.
Consideraremos que esta propiedad es observable y la representa­
remos con el predicado ‘A ’ en Vg. El enunciado interpretativo para
es, pues:

(9.11). (x ) ( I x D A x )

Finalm ente supongamos que la parte teórica de T ' contiene un


postulado único:

(9.12) (x){F x D Ix)

según el cual el fósforo blanco se inflam a a 30°C de tem peratura y


que los siete enunciados (9.6)—(9.12) representan el contenido total
de T .
Luego, como se ve en seguida, T ' no tiene consecuencias en
términos de Vg excepto en lo que respecta a verdades puram ente
lógicas; por consiguiente, T ' perm itirá una transición deductiva de
un enunciado de Vg a otro sólo si el prim ero implica lógicamente
al segundo, de modo tal que no se requiera a T ' para establecer
la conexión. En otras palabras, T ' no realiza sistem atización de­
ductiva alguna entre los enunciados de Vg. No obstante, T ' puede
desempeñar un papel esencial para establecer ciertas conexiones
explicativas o predictivas de tipo inductivo entre los enunciados
de Vg. Imaginemos, por ejemplo, que se ha encontrado que cierto
objeto c posee todas las características 0 , T , V , E , P . Teniendo en
cuenta los enunciados (9.6)—(9.10), según los cuales dichas carac­
terísticas son sintomáticas de F , podría inferirse que c es fósforo
CA RL G. H E M P E L 201

blanco. E sta inferencia sería inductiva en lugar de deductiva, y


su fuerza derivaría en parte de la independencia m utua que atri­
buimos a esos cinco síntomas observables del fósforo blanco. El
enunciado lF c ' al que se ha llegado así en forma inductiva conduce
a la predicción ‘I c ’ a través de (9.12); ‘I c ’ a su vez, en virtud de
(9.11), perm ite la predicción ‘A c ’. Así, T 1 perm ite la transición de
los datos observacionales ‘O c \ ‘T e ’, ‘V e ’, ‘E c ’, ‘P e ’ a la predicción
observacional ‘A c ’. Pero la transición requiere un paso inductivo
que consiste en aceptar a ‘F e ’ sobre la base de los cinco datos cita­
dos que lo apoyan pero, por supuesto, no lo implican lógicamente.
Por o tra parte el sistem a T'B obtenido por el m étodo de Craig
no se presta p ara este uso inductivo; de hecho todos sus enunciados
son verdades lógicas y T'B no proporciona así ninguna afirmación
empírica, ya que, como se h a observado antes, todos los teoremas
Vb de T ' son enunciados lógicamente verdaderos.
Así, si se considera que el uso sistem atizador de una teoría in­
terp retad a T ' incluye procedimientos deductivos y también induc­
tivos, no se podrá remplazar en general a T ' por el sistem a corres­
pondiente T'b .
Ramsey sugiere otro método, intuitivam ente más simple, para
obtener un equivalente funcional, formulado en térm inos obser­
vacionales, de una teoría interpretada T ' . En efecto, el m étodo
equivale a tra ta r a todos los términos teóricos como variables con
cuantificación existencial de m anera que todas las constantes ex-
tralógicas que aparecen al formular una teoría del modo propuesto
por Ramsey pertenecen al vocabulario observacional .61 Así, la teo­
ría interpretada determ inada por las fórmulas (9.6)—(9.12) podría
expresarse m ediante el enunciado siguiente, que llamaremos el
enunciado de Ram sey asociado con la teoría dada:

(9.13) ( 3<j>)(3i¡>)(x)[(<j>x D ( O x - T x - V x E x - P x ) ) (ij>x 3 A x ) {<t>x D


rpx )].
Este enunciado es equivalente a la expresión que se obtiene
uniendo los enunciados (9.6)—(9.12) y remplazando en todos los
casos ‘F ’ e ‘I ’ por las variables ‘<f>’ y ‘i¡> \ respectivamente, y antepo­
niendo a dichas variables cuantificadores existenciales. Así, (9.13)
afirm a que hay dos propiedades <¡> y -0 , no especificadas por otra
parte, tales que cualquier objeto con la propiedad <¡>tiene tam bién

61 R am sey (1931), p p . 212-215, 231.


202 EL DIL EM A D EL T E Ó R I C O

las propiedades observables 0 , T , V , E , P \ cualquier objeto con la


propiedad ip tiene también la propiedad observable A; y cualquier
objeto con la propiedad <$>tam bién tiene la propiedad ip.
Una teoría'interpretada T ' por supuesto, no es lógicamente equi­
valente al enunciado asociado de Ramsey como tam poco lo es al
sistem a asociado T*B de Craig; de hecho, cada uno de los dos está
implicado por T ' pero no implica a su vez T ' . A pesar de que el
enunciado de Ramsey contiene sólo términos de Vb , aparte de las
variables y constantes lógicas, se puede m ostrar que implica los
mismos enunciados Vb que T'; en consecuencia, establece las mis­
mas transiciones deductivas entre enunciados Vb que T ' . A este
respecto, pues, el enunciado de Ramsey asociado con T ' está en
paridad de condiciones con el sistem a T*B de Craig que puede obte­
nerse de T ', pero su aparato lógico es mucho más complicado que el
requerido por T ' o por TB . En nuestro ejemplo, T 'y T ^ contienen
variables y cuantificadores sólo con respecto a individuos (objetos
físicos) en tanto que el enunciado de Ramsey (9.13) contiene va­
riables y cuantificadores tam bién para propiedades de individuos;
así, m ientras T ' y V B sólo requieren un cálculo funcional de primer
orden, el enunciado de Ramsey necesita un cálculo funcional de
segundo orden.
Pero esto significa que el enunciado de Ramsey asociado con una
teoría interpretada T ' evita hacer referencia a entidades hipotéticas
sólo en la letra — remplazando las constantes latinas por variables
griegas— y no en el espíritu. Ya que todavía afirm a la existencia
de entidades de cierto tipo, postuladas por T ', sin garantizar, como
tam poco lo hace T ' , que esas entidades sean observables o por lo
menos caracterizables com pletam ente en términos de observables.
En consecuencia, los enunciados de Ramsey no proporcionan un
m odo satisfactorio de eludir los conceptos teóricos.
A decir verdad, el mismo Ramsey no tuvo esa pretensión'. An­
tes bien, su interpretación de los términos teóricos como variables
con cuantificación existencial parece haber sido m otivada por con­
sideraciones del siguiente tipo: si se tra ta a los términos teóricos
como constantes que no han sido definidas por completo mediante
términos observacionales ya comprendidos, los enunciados que se
pueden construir con ellos no tienen el carácter de afirmaciones
con significados especificados en forma total a las que se puede
atribuir significativamente valor de verdad, sino que su estatus es
C A RL G. H E M P E L 203

com parable al de las funciones preposicionales donde los términos


teóricos hacen el papel de variables. Pero en relación con las teorías,
queremos poder predicar un valor de verdad definido (verdad o fal­
sedad), y la interpretación de los términos teóricos como variables
con cuantificación existencial perm ite una formulación de las mis­
mas que no sólo satisface este requisito sino que al mismo tiem po
conserva todas sus implicaciones empíricas.
E sta consideración suscita un nuevo problem a que se tra ta rá en
la sección siguiente.

X. SOBRE EL SIGNIFICADO Y LA VERDAD DE LAS TEO RtA S CIENTÍFICAS

He aquí el problem a sugerido por el enfoque de Ramsey: si se


in terpreta a los términos teóricos de una teoría como constantes
extralógicas para las cuales el sistem a J proporciona sólo una in­
terpretación parcial en términos del vocabulario previam ente com­
prendido Vg, tal como se hizo en la sección 8 , ¿se podrá considerar
no obstante a los enunciados formados m ediante el vocabulario
teórico como enunciados significativos que hacen afirmaciones de­
finidas y que son verdaderos o falsos?
La cuestión parecería caer bajo la jurisdicción de la sem ántica
y, más específicamente, de la teoría semántica de la verdad. Pero
no ocurre así. Lo que proporciona la teoría sem ántica (en ciertas
condiciones) es una definición general de verdad paxa las propo­
siciones de un lenguaje dado L. Esa definición se enuncia en un
m etalenguaje M adecuado para L y permite la formulación de una
condición de verdad necesaria y suficiente para cualquier enun­
ciado P de L. E sta condición se expresa m ediante la reducción de
P a M .52 (P ara adecuarse a su propósito, M debe obtener, por lo
tanto, una traducción de cada enunciado de L y satisfacer otras
condiciones que se especifican en la teoría sem ántica de la verdad.)
Pero si los criterios de verdad enunciados en M han de ser inteli­
gibles, resulta claro que, p ara empezar, todas las traducciones de
enunciados d e i a M deben ser consideradas significativas. En lu­
gar de decidir la cuestión de la significatividad de los enunciados
de i , la definición sem ántica de la verdad presupone que ya se la
ha resuelto.
62 V éase T arski (1944), sección 9.
204 ' EL DIL EM A D EL T E Ó R I C O

Por razones análogas, la sem ántica no nos capacita p ara de­


cidir si los térm inos teóricos de un sistem a dado tienen referen­
cia sem ántica o fáctica u ontológica o bien no la tienen, siendo
esta característica la que para algunos autores distingue a los con­
ceptos genuinamente teóricos de los términos teóricos auxiliares
o interm ediarios . 63 Los argumentos opuestos que se han formu­
lado para debatir esta cuestión presentan una dificultad y es que
no se indica con claridad qué se quiere decir cuando se atribuye
u na referencia ontológica a un térm ino dado. Desde un punto de
vista puram ente semántico es posible atribuir referencia sem ántica
a cualquier térm ino del lenguaje L que se considere comprendido:
el referente puede especificarse de la misma m anera que la con­
dición de verdad de un enunciado dado en L, por traducción a
un m etalenguaje apropiado. Por ejemplo, podríamos usar el caste­
llano como m etalenguaje con respecto a la terminología de Freud;
diríamos entonces que ‘Verdraengung’ designa represión, ‘Sublimie-
rung’, sublimación, y así sucesivamente. Es evidente que este tipo
de información es poco esclarecedora para los que desean usar la
referencia existencial como una caracterización distintiva de cierto
tipo de términos teóricos; tam poco ayuda a los que quieren saber
si se puede decir que las entidades designadas por los términos
teóricos existen realm ente, y en caso afirmativo, en qué sentido
— cuestión a la que volveremos un poco más adelante.
La sem ántica, pues, no responde a la pregunta que hicimos al
comienzo de esta sección; tenemos que buscar en o tra parte los
criterios de significación para las expresiones teóricas.
Generalizando, podríam os calificar a una expresión teórica de
inteligible o significativa si se la ha explicado en forma adecuada
con términos que consideramos han sido comprendidos previam en­
te. En nuestra exposición anterior los términos de ese tipo estaban
representados por el vocabulario Vb (más los térm inos de la lógica).
Pero ahora se suscita la cuestión: ¿qué es lo que constituye una
explicación “adecuada” ? No se pueden determ inar norm as obliga­
torias generales: la respuesta en últim a instancia la d a cada uno
de acuerdo con su conciencia filosófica. El puritano lógico y gno-
seológico declarará inteligible sólo lo que ha sido definido en forma
explícita en términos de VB y podrá im poner nuevas restricciones,

83 Sobre este p u n to véase, p o r ejem plo, M acC orquodale y M eehl (1943);


L indzey (1953); Feigl (1950) y (1950a); H em pel (1950); R oxeboom (1956).
C A RL G. H E M P E L 205

a la m anera de un nominalista, por ejemplo, al aparato lógico que


se puede usar p ara formular definiciones. Otros encontrarán que
los enunciados reductivos son inteligibles y otros apoyarán hasta
una interpretación tan endeble como la que lleva a cabo un sis­
tem a interpretativo. Una de las ventajas más im portantes de la-
definición es que asegura la posibilidad de formular en términos de
Vb un enunciado equivalente a un enunciado teórico cualquiera. La
interpretación parcial no garantiza esto; por consiguiente, no pro­
porciona p ara cada enunciado expresable en términos teóricos, una
condición de verdad necesaria y suficiente que pueda enunciarse
en térm inos que han sido previam ente comprendidos. Indudable­
mente, ésta es la dificultad básica que encuentran los críticos en el
m étodo de la interpretación parcial.
En cambio, puede decirse para defender la interpretación par­
cial, que com prender una expresión es saber cómo usarla, y en una
reconstrucción formal, el ‘cómo’ se expresa m ediante reglas. La
interpretación parcial, tal como la hemos concebido, proporciona
reglas de ese tipo; y éstas m uestran, por ejemplo, cuáles enuncia­
dos expresados sólo en términos de Vb pueden inferirse a partir
de enunciados que contienen térm inos teóricos; y así especifican a
un conjunto de enunciados Vb tales que una teoría interpretada
T ‘ los im plica y, en consecuencia, indirectam ente los afirma. (Si el
conjunto es vacío, la teoría no cae bajo el dominio de la ciencia
empírica.) Inversamente, las reglas m uestran tam bién cuáles enun­
ciados formulados en térm inos teóricos pueden inferirse a partir
de los enunciados Vb - A sí, hay m arcadas semejanzas entre nues­
tros enunciados téoricos y los que son inteligibles en el sentido
más estrecho de ser expresables por completo en térm inos de Vg
— circunstancia que favorece la admisión de los enunciados teóricos
dentro de la clase de los enunciados significativos.
Debería añadirse que, de adoptar esta línea de acción, tendre­
mos que reconocer que ciertos sistemas interpretativos que con se­
guridad no calificaríamos de teorías científicas en potencia son, sin
embargo, significativos (aunque por supuesto, no sean interesantes
ni valga la pena investigarlos). Por ejemplo, sea A la conjunción de
un núm ero finito de generalizaciones empíricas acerca del aprendi­
zaje formuladas en términos de un vocabulario observacional Vb , y
sea P la conjunción de un núm ero finito de enunciados arbitrarios
formados a p artir de un conjunto Vx de términos no interpretados
206 EL DILEMA D E L T E Ó R I C O

elegidos arbitrariam ente (por ejemplo, podría ser la conjunción de


los postulados de alguna axiomatización de la geom etría elíptica).
Entonces, tom ando a P como postulados de T y eligiendo el enun­
ciado P D A corño único miembro de nuestro sistem a interpreta­
tivo J , obtenemos una teoría interpretada T 1, que explica de un
m odo trivial todas las generalizaciones empíricas dadas, pues es
evidente que T ■J implica A. Con todo, es innecesario decir que. T '
no sería considerada satisfactoria como teoría del aprendizaje .64
La característica que aquí se ilustra no invalida nuestro análisis
de la interpretación parcial puesto que esta últim a no pretende
que todo sistem a teórico parcialm ente interpretado sea en poten­
cia u na teoría interesante y, a decir verdad, incluso el requerim iento
de definición com pleta de todos los térm inos teóricos por medio de
Vb deja lugar a “teorías” igualmente insatisfactorias. Los ejemplos
similares al de nuestra ficticia “teoría del aprendizaje” sólo nos
recuerdan que una buena teoría científica debe cumplir el requi­
sito de tener una interpretación em pírica (que es necesaria si la
teoría ha de perm itir consecuencias que puedan ponerse a prueba
en forma empírica), y además debe satisfacer otras im portantes
condiciones: sus consecuencias VB deben estar bien confirmadas
en form a empírica, deben realizar una sistematización lógicamente
simple de los enunciados VB pertinentes, deben sugerir nuevas leyes
empíricas, etcétera.
Si se considera a los enunciados de una teoría parcialm ente inter­
p retad a T ' como enunciados significativos, puede decirse que son
verdaderos o falsos. Es posible, pues, enfrentar de lleno la cuestión
de la referencia fáctica de los términos teóricos a la que aludimos
antes en esta sección: afirmar que los términos de una teoría dada
tienen referencia fáctica, que las entidades a las que pretenden apli­
carse existen en la realidad, equivale a afirm ar que lo que nos dice
la teoría es verdadero y esto a su vez equivale a afirm ar la teoría.
Cuando decimos, por ejemplo, que las partículas elementales de
la física teórica contem poránea existen realmente, estam os afir­
m ando que en el universo existen partículas de los diversos tipos

64 E s in te resan te a d v e rtir aquí que si u n a teo ría in te rp re ta d a tu v ie ra que


sa tisfac er ad em ás de las condiciones que se especificaron en la sección 8, los
c riterio s de significación p a ra los térm inos y los enunciados teóricos que h a n
sido p ro p u e sto s poco h a p o r C a m a p (1956, secciones 6, 7, 8), los térm in o s y
los enunciados de n u e s tra ficticia “teo ría del a p ren d iza je" serían desechados
p o r no ser significativos.
C A RL G. H E M P E L 207

que indica la teoría física, que dichas partículas están regidas por
determ inadas leyes físicas y que señalan su presencia en determ ina­
das circunstancias mediante ciertos tipos específicos de síntomas
observables. Pero esto equivale a afirmar la verdad de la teoría
física (interpretada) de las partículas elementales. De modo simi­
lar, afirm ar la existencia de impulsos, reservas, fuerzas de hábito,
etc., que postula una teoría del aprendizaje determ inada, lleva a
afirm ar la verdad del sistem a que consta de los enunciados de la
teoría y de su interpretación em pírica . 65
Entendida así, la existencia de las entidades hipotéticas con
determ inadas características e interrelaciones, tales como las su­
pone una teoría dada, puede examinarse de m anera inductiva,
así como puede examinarse de m anera inductiva la verdad de la
teoría misma, m ediante pruebas empíricas de sus consecuencias en
términos de Vj3 .
De acuerdo con la concepción que se ha esbozado antes, tenemos
que atribuir referencia fáctica a todos los términos (extralógicos)
de una teoría, si es que esa teoría es verdadera; en consecuencia,
esta característica no proporciona una base para una dicotomía
sem ántica en el vocabulario teórico. Además, la referencia fáctica
de los térm inos teóricos, tal como se la concibe aquí, no depende
de que se los pueda evitar o no, sustituyéndolos por expresiones
que constan de términos de Vb solamente. Aun cuando se defina
explícitam ente en términos de Vb a todos los térm inos teóricos
de una teoría T ' , de m anera tal que su uso proporcione un modo
abreviado conveniente de decir lo que tam bién podría decirse por
medio de Vq solamente, los términos teóricos tendrán aún referen­
cia fáctica si lo que dice la teoría es verdadero.

65 M ás p re cisa m e n te el enunciado d e R am sey asociado con. T ' e x p resa la


afirm ació n d e q u e e x iste n e n tid a d es de diversos tip o s (ta le s com o o b jeto s y
a contecim ientos h ip o té tic o s y su s diversas prop ied ad es y relaciones c u a lita ti­
vas y c u a n tita tiv a s) p o stu la d a s p o r u n a teo ría in te rp re ta d a T ' . Se la o btiene
re m p laz a n d o a to d a s leu c o n stan tes teóricas en la conjunción d e los p o stu la ­
d os de T p o r variables y ligando éstas m ediante cu an tific ad o re s existenciales
colocados al com ienzo de la expresión re su lta n te . E l e n u n ciad o así o b ten id o
es u n a consecuencia lógica de los p o stu lad o s de T '; p ero la re cíp ro ca no veile.
E n consecuencia, e stric ta m e n te h a b la n d o , la afirm ació n de la e x iste n cia d e las
diversas e n tid a d e s h ip o té tic as su p u e sta s en u n a teo ría es m á s débil, desde el
p u n to de v ista lógico, que la te o ría m ism a.
P a r a observaciones in te resan te s sobre la cuestió n de la re a lid a d de las en­
tid a d e s teó ricas, véase p o r ejem plo, T oulm in (1953, p p . 134—139) y S m a rt
(1956).
208 EL DIL EM A D EL T E Ó R I C O

Las observaciones precedentes acerca de la verdad y la referencia


fáctica con respecto a las teorías parcialm ente interpretadas supo­
nen que se ha considerado a los enunciados como enunciados signifi­
cativos. P ara los que encuentran que esta suposición es inaceptable,
hay por lo menos otros dos modos de concebir lo que hemos llamado
una teoría interpretada. El primero es el m étodo de Ramsey, des­
crito en la sección anterior, que tiene la atrayente característica de
representar a una teoría interpretada como un enunciado de buena
fe, que no contiene otras constantes extralógicas excepto las que
pertenecen a V b ) y que tiene exactam ente las mismas consecuen­
cias Vb que la teoría enunciada en térm inos de constantes teóricas
interpretadas en form a incompleta. Es quizás el modo más satis­
factorio de concebir el carácter lógico de una teoría científica. Pero
la encontrarán objetable en especial, o quizá sólo ellos, los que por
motivos filosóficos se oponen a ciertos compromisos ontológicos ,66
tales como los que acarrea la admisión de variables cuyos dominios
de aplicación incluyen elementos diferentes a los individuos de la
teoría (tales como, por ejemplo, el conjunto de todas las carac­
terísticas cuantitativas de los objetos físicos o el conjunto de todas
las relaciones diádicas entré ellos, o los conjuntos de esos conjuntos
y así sucesivamente).
Finalmente, los que como nom inalistas contemporáneos recha­
zan esos compromisos ontológicos, podrán concebir a las teorías
científicas, no como enunciados significativos, sino como intrinca­
dos artificios para inferir, a partir de enunciados iniciales inteligi­
bles, expresados en términos de un vocabulario VB , previamente
comprendido, otros enunciados tam bién inteligibles, en términos
de ese mismo vocabulario .6 7 Así, los que se inclinan hacia el nomi-

86 Se u sa aquj el con cep to en el se n tid o de Q uine. D e acu e rd o con éste, u n a


te o ría tien e u n com prom iso ontológico con las en tid ad es que d e b en incluirse
e n los dom inios que reco rre n las variables ligadas, si es que la te o ría h a de ser
verd ad era. Q uine d e sa rro lla y define e sta id ea en varios de los ensayos que se
incluyen en su libro (1953).
67 Varios a u to re s h a n sugerido e sta concepción de las leyes o las teorías
com o principios de in feren cia p e ro no, e n general, desde u n p u n to de v ista
n o m in a lista . E n tre ellos p u e d en c ita rse a Schlick (1931, p p . 151 y 155); R am sey
(1931), p. 241; R yle (1949, en especial p p . 120-125); y T oulm in (1953) caps. III
y I V. T oulm in h ace n o ta r, sin em bargo, que p e n sa r que las leyes de la n a tu ra le z a
son reg las o licencias “re fle ja sólo u n a p a rte de su n a tu ra le z a ” (lo e. C I Í . , p. 105).
V éase tam b ién la exposición de B ra ith w a ite so b re el te m a (1953), p p . 85-87.
F in a lm e n te , el ensayo d e P o p p e r (1956) contiene varios com entarios críticos y
CA RL G. H E M P E L 209

nalismo podrán concebir los términos teóricos como signos auxilia­


res sin sentido que servirán como artificios simbólicos convenientes
en la transición de un conjunto de enunciados empíricos a otro.
Con seguridad, la concepción de leyes y teorías como principios
extralógicos de inferencia no refleja el modo en que las usan los
científicos teóricos. En las publicaciones que se ocupan de proble­
mas de física teórica, o de biología o de psicología, por ejemplo,
es normal tra ta r a los enunciados que contienen térm inos teóricos
igual que a los que sirven para describir datos empíricos: funcionan
ju n to con éstos como premisas y conclusiones de argumentos de­
ductivos e inductivos. A decir verdad, para el científico en ejercicio,
el uso y formulación real de los principios teóricos como comple­
jas reglas extralógicas de inferencia sería" un obstáculo más que
una ayuda. Sin embargo, el propósito de los que sugieren esta con­
cepción no es por supuesto facilitar el trabajo del científico sino
más bien esclarecer el alcance de sus formulaciones; desde el punto
de vista de un analista filosófico con inclinaciones nom inalistas el
enfoque propuesto de los enunciados científicos que, de acuerdo
con sus pautas, no son admisibles como enunciados, representa un
avance en el esclarecimiento.
Sin embargo, la cuestión planteada por el dilema del teórico
puede suscitarse también con respecto a las dos concepciones di­
ferentes del estatus de las teorías. En cuanto a la formulación de
Ramsey, cabe preguntar si no es posible prescindir del todo de las
variables con cuantificadores existenciales que representan a los
términos teóricos, evitando así el compromiso ontológico que re­
quieren, sin sacrificar ninguna de las conexiones deductivas entre
los enunciados Vb que establece el enunciado de Ramsey. Con res­
pecto a las teorías concebidas como dispositivos para hacer inferen­
cias, cabe preguntar si no se las puede remplazar por un conjunto
funcionalmente equivalente de reglas —o sea, un conjunto que es­
tablezca exactam ente las mismas inferencias entre los enunciados
Vb — que no use ningún “signo sin sentido” .
En ambos casos, el teorem a de Craig da una respuesta afir­
m ativa, proporcionando un m étodo general para construir el tipo
deseado de equivalente. Pero en ambos casos, el resultado tiene los
mismos defectos que se mencionaron en la sección 8. Primero, el

co n stru ctiv o s q u e versan sobre é s ta y o tra s cuestiones e x p u esta s en el presen te


ensayo.
210 EL DIL EM A D EL T E Ó R I C O

m étodo rem plazaría al enunciado de Ramsey por un conjunto in­


finito de reglas, en términos de Vb , y conduciría así a u n a pérdida
de economía. Segundo, el sistem a resultante de postulados o de re­
glas de inferencia no se prestaría para la explicación y la predicción
inductiva. Tercero, tendría el defecto pragmático, ya puesto de ma­
nifiesto parcialm ente en el segundo punto, de ser menos fructífero
heurísticamente que el sistem a que usa términos teóricos.
Nuestro argumento (5.1), el dilema del teórico, consideró que
el único propósito de una teoría es el de establecer conexiones de­
ductivas entre enunciados observacionales: si éste fuera el caso,
los términos teóricos serían entonces innecesarios. Pero si se reco­
noce que una teoría satisfactoria debe proporcionar tam bién posi­
bilidades para un uso explicativo y predictivo de la inducción, y
que debe lograr una economía sistem ática, así como una fertilidad
heurística, resulta claro que las formulaciones teóricas no pueden
ser remplazadas por expresiones únicamente en térm inos de obser­
vables; como se ve, el dilema del teórico, cuya conclusión afirm a lo
contrario, está basado en una prem isa falsa.

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