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Larga es la sombra del carnero (versión III)

Personajes:

Anciana.

Mujer 1.

Mujer 2.

Mujer 3.

Niña.

Hombre 1.

Amigo.

Policía.

Sacerdote.

Nota previa 1ª. Diálogos simultáneos: en algunos pasajes, en el transcurso de un diálogo,


aparecerá un corchete con el nombre de otro personaje y un número. El corchete indica que el
siguiente diálogo se superpone sobre el actual. El número indica el orden de ocurrencia de esa
superposición.

En el siguiente párrafo aparece la misma cifra que apareció entre corchetes, dejando claro que
la entrada o alocución del diálogo se adelanta, declamándose el texto a la vez que el texto
previo.

Ejemplo:

Mujer1: Qué puede una mujer en su casa contra los males de un mundo como éste. {Mujer2.-
1}, tener la casa limpia, la mesa puesta a su hora y la ropa planchada.
Mujer 2.1.- La casa limpia, la mesa puesta, la ropa planchada y las piernas {Mujer3.-1},
cerradas a cal y canto, salvo para su hombre.

Mujer3.- Cerradas a cal y canto…quien tenga un hombre.

Nota previa 2: antes del comienzo de la obra, en las inmediaciones del lugar de
representación, las personas que van entrando al local ven a una mujer, que posteriormente
aparecerá en la obra como Niña. La mujer está esperando salir de viaje, un viaje hacia un lugar
lejano y en el que se abandona otro lugar para siempre. Tiene a su alrededor alguna maleta y
va vestida de modo formal, incluso elegante. Está visiblemente nerviosa.

Cuadro Primero

Con la escena totalmente a oscuras se escucha:

“vas a morir y no te quieren”. (Pausa)

“vas a morir y no te quieren”. (Pausa)

La escena, pobremente iluminada, remite a un lugar público del Mediterráneo. Hay una reja de
buen tamaño a la derecha del espectador que, en un pasaje, servirá como escenario de una
oficina de la cárcel. Hay también al menos una planta, con pocas hojas.

Se trata de una plaza sobria, en la que debe haber, al menos, algún elemento que permita
colgar cuerdas de las que tender ropa.

También hay una tosca estructura cruciforme de la que cuelga una cabeza de carnero.

Entran en la plaza vacía Hombre 1 y Amigo. A lo lejos se escucha cierto murmullo de mujeres.
Hombre 1.- ¿Este es el sitio?

Amigo.- Eso parece.

Hombre.-Me hablaron de un lugar pobre, pero esto…

Amigo.- Ya te dije, tierras miserables (pausa) y cuatro cabras en las peñas…

Hombre 1.- veinte o treinta casas, tal vez menos, con las paredes deshechas y la madera de sus
ventanas carcomida.

Amigo.- Hay ropa tendida, tiene que haber alguien.

Hombre1.-Si, allí habrá gente.

Amigo.- ¡Poca gente habrá!

Hombre 1.- Si vive aún, la vieja.

Amigo.- A ver

Hombre 1.- Y alguien más; alguien que no esté bien de la cabeza… ¡Joder! Me habían dado
pocas ilusiones, me habían hablado mal de estas tierras de salitre y lagartijas en los ojos, pero
creí que me asustaban para que no viniera.

Amigo.- ¡Vamos! No adelantes acontecimientos.

Hombre 1.- (cambiando la voz) Nada se le ha perdido a nadie en aquel secarral de mujeres
resecas, no vayas, no vayas. Eso me decía mi madre.
Amigo.- A mí también me hablaron, pero de otra época, cuando esta gente prosperó. Tenía
dinero.

Hombre 1.- ¿Dinero? ¿De dónde?

Amigo.- ¿Ves ese viejo muelle?

Hombre.- Sí.

Amigo.- De aquí salían los barcos de esta gente, barcos medianos que se dedicaban al
comercio de isla en isla.

Hombre 1.- Yo creía que la mayoría eran pescadores.

Amigo.- Aquí el mar es casi tan pobre como la tierra firme. La gente abrió caminos vendiendo
caracolas y cambiando aceite por oro. El comercio da más oro que la pesca y los hombres de
esta isla tenían la lengua de miel, así que compraban barato y vendía caro. Tenía muy mala
fama, pero muy buenas manos…para todo.

Hombre 1.- Sería el hambre lo que movería las velas de aquellos barcos.

Amigo.- Al principio fue el hambre, luego se llenaron de collares y se acostumbraron a las


putas de todos los puertos. Mi abuela les decía “la gentuza de sineome”.

Hombre 1.-¡Un respeto!

Amigo.- Perdona, no hablaba de tu familia, son cosas que pasan.

Hombre 1.- A los muertos hay que dejarlos en paz. Por cierto, ¿cómo sabes tanto de esta isla?
Amigo.-Este mar es pequeño, sus orillas están cerca.

Tras un silencio, Hombre 1 mira hacia un lado, como fijándose en una parte de la aldea todavía
inexplorada.

Hombre 1.- Mira aquellas casas, a lo lejos. Parece que, algún día tuvieron lustre.

Amigo.- Poco les queda, muchas se están cayendo.

Aparecen en escena, llevando un cesto de ropa, Mujer 1 y Mujer 2.

Hombre 1.- ¡Mujeres! ¿Es ésta la aldea de Sineome?

Mujer 1.- Sí

Hombre.- ¿Sólo estas casas?

Mujer 1. Así es, estas son las únicas casas desde la playa hasta las peñas más altas que se ven.
Detrás está el volcán.

Hombre 1.- Querría hablar con ustedes. Buscamos una casa.

Mujer 2.- Si me dice qué casa busca, a lo mejor…puedo…

Amigo.- Es la casa de un marino.

Mujer 1: ¿Y? Aquí todas las casas son de gente de mar, este fue siempre un pueblo de
marinos…pero sus casas hoy son de algunas viudas y poca gente más.
Amigo: La casa de un capitán.

Mujer 2.- La casa del Capitán está junto al pozo, allá por donde…

Mujer 1.- ¡Calla y no hables tanto! (Enfurecida).

Hombre 1.- No se enfaden mujeres, sólo buscamos una casa. ¿Cómo es que queda tan poca
gente?.

Mujer 1.- ¡Déjennos en paz!, tenemos mucho que hacer.

Amigo.- ¡Bueno, bueno, no se alteren!

Mujer 2.- Hubo un desastre, ¿no lo saben?

Amigo.- ¿Lo del naufragio?

Mujer 1.- ¡Menos explicaciones a extraños! ¡Vamos! Tenemos que preparar el cordero.

Las dos mujeres van saliendo de escena

Amigo.- No quieren hablar.

Hombre 1.- No interesa.

Amigo.- Se ve que no.


Hombre 1.- Ya veremos.

Amigo.- Veremos.

Hombre 1.- El silencio ha echado raíces.

Salen de escena por el lateral izquierdo. Por la derecha del espectador va entrando de nuevo
un grupo de mujeres, ahora más numeroso: Mujer 1, Mujer 2, Mujer 3 y Anciana, que va en
silla de ruedas. Todas las mujeres menos Anciana llevan en sus brazos algunas sábanas no
dobladas.

Anciana es situada en primer plano de la escena. El resto la rodea en un segundo plano. Se


escuchan campanas de duelo.

Anciana.- Las campanas de duelo, la música del recuerdo, del triste recuerdo por los que
murieron. ¡Qué pena más grande! (Hace un gesto que refleja lamentación: Choca las palmas
de sus manos dejando éstas en posición de oración).

Las campanas suenan más fuerte. Las mujeres comienzan, lentamente, a poner los hilos para
tender la ropa. Mientras, van hablando.

Mujer 1.- dieciocho, los años que hace.

Mujer 2.- Habrían salido de cualquier puerto, de este mar.

Mujer 3.- Un mar caliente y dorado, que sólo enfurece a veces.

Mujer 2.- Y por el que ha viajado sin pausa tanta gente…

Mujer 1.- Es un mar lleno de gente. Demasiada.


Mujer 2.- Este mar, sobre el que se engendraron tantos hijos que después se ahogaron.

Mujer 3.- Nuestros maridos y muchos de nuestros hijos.

Mujer 2.- Sí, los hijos de este pueblo. Ellos se fueron y llegó una noche enterna y llena de un sol
que quema. Sin hijos, los pueblos se hunden.

Mujer 1.- Se hunden como se hundió el barco.

Mujer 2.- Por este mar lleno de barcos, que navegan y se hunden llegaron los abuelos de los
abuelos de nuestros abuelos…

Mujer 3.- A saber de qué tierras, a saber de qué huían…

Mujer 2.- Dicen que vinieron de Corfú, otros hablan de un viaje desde Sicilia, o de Egipto.

Mujer 1.- Huyendo como los gitanos de otros lugares, pero gente cristiana y de bien.

Mujer 2.- Llegaron a las costas de nuestra tierra en un barco pobre en el que traían arados y
cabras, vino y espadas. Hicieron florecer estas tierras

Todas.- Tierras que por muchos años fueron fértiles.

Mujer 3.- Y en las que ahora apenas crece nada.

Mujer 3.- Salvo los recuerdos…y esas moscas azules.


Anciana.- Porque no llueve, porque los años vienen avinagrados. ¿Qué culpa tengo yo de que
no llueva? (En tensión).

Mujer 1.- Serénese abuela, que nadie la culpa a usted de nada.

Anciana.- Todo acabó aquel día, en alguna sima de agua, que se llevó a tantos. Una cueva en
medio del mar, la boca del lobo, en la que no existe consuelo.

Mujer 3.-De esto hace dieciocho años.

Mujer 2.- No sólo mi marido y mi padre, no sólo mi hijo mayor, no solo mis tres hermanos, mis
vecinos…La isla quedó hecha una cárcel de viudas.

Mujer 1.- No es una cárcel, si decidimos vivir y morir aquí. Nosotras quisimos vivir como Dios
nos manda.

Mujer 2.- Siempre hablamos de las mismas cosas.

Mujer 1.- Eso es porque no podemos olvidarlos.

Mujer 3.- El salador de pescado, y el del comercio de harina…y el matador de reses, que hacía
con ellas embutidos que duraban años; y el aguador, y un alpargatero.

Mujer 2.- Todos ellos tenían oficio, pero eran marinos. Respiraban salitre, se dedicaban a
vender, de puerto en puerto. Aquí aceite y allí simiente de cebada; aquí granadas y allí
herramienta.

Anciana.- Doce, veinte y tres…y cinco.

Mujer 1.- ¿Qué dice usted?


Mujer 2.- ¿Qué números son esos? ¿Los de la lotería?

Anciana.- Doce familias vivíamos en la aldea, veinte y tres hombres faenaban en el navío
gobernado por un capitán, mi hijo, el Capitán, que tenía ojos de lava y acero en las manos.

Todas.- ¡Ojos de lava y acero en las manos!

Mujer 3.- Cinco meses hacía que habían salido de nuestro humilde muelle. Tal vez irían todos
en busca de un punto de comercio, tal vez llevaran ropas, vino o salazones en sus bodegas.

Mujer 1.- Casi no quedaron hombres espigados entre nosotras. Sólo unos cuantos niños y seis
o siete ancianos.

Mujer 2.- Y se nos aguó la sangre, como el vino malo. Siempre hablamos de lo mismo, de las
negras naves de Troya.

Mujer 1.- Siempre hablamos de las mismas cosas.

Anciana.- Pero los viejos que quedaron ya no eran hombres. Hoy están todos bajo tierra.
{Mujer 1.1} Los viejos que quedaron no subían al monte ni cortaban las ramas. Ya no
sangraban su espada en entrañas de mujer.

Mujer 1.- Los viejos que quedaron no subían al monte ni cortaban las ramas. Ya no sangraban
su espada en entrañas de mujer.

Mujer 2.- Y no han venido otros.

Anciana.- (Tajante) Ni falta que hace, vamos callando.


Se oye un fuerte ruido, como un pisotón o similar, que antecede a un tenso silencio.

La escena va ganando luz. Mujer 1, Mujer 2 y Mujer 3 van saliendo de la misma, quedando sólo
la Anciana. Mientras la escena se ilumina se escucha una musiquilla alegre, al principio muy
tenue que va ganando poco a poco intensidad.

La joven canturrea una cancioncilla, se mueve graciosamente y va colgando ropa en las


cuerdas.

(Ver música en anexo 1)

Niña.-

Que ni el vent la doblegue ni el mar la l’allunye.

Que ni el vent la doblegue ni el mar la l’allunye.

Tu, veuras el meu cos ferit,

Tu veuras la meua sang tirada,

però no veuràs que deixe d´amarla

Perquè jo, que no tinc, tinc el seus braços.

Perquè jo, que no crec, crec en la seua llum.

Tu, veuras el meu cos ferit,


Tu veuras la meua sang tirada,

Però no veuràs que deixe d’amar-la

Vienen Mujer 1, Mujer 2 y Mujer 3. Todavía llevan en sus manos la ropa negra, que empiezan a
colgar.

Mujer 1.- Niña, Estás contenta. ¿Tiendes la ropa para una fiesta?

Niña.- Tiendo la ropa, como todos los días. (Coge un vestido colorido para colgarlo).

Mujer 2.- Sí, pero ese vestido es de fiesta.

Niña.- Este vestido, como el resto de los míos, está lleno de agujeros y remiendos… porque en
este pueblo, la ropa es vieja y la gente pobre.

Mujer 2.- ¿Pobre? Eres joven y bonita, y tendrás marido, el marido que quieras.

Niña.- El marido que sea, de entre los únicos tres hombres que hay aquí. Aquí…no hay nada.
Más parece que vivamos en un pozo de tristeza junto a un mar de luz.

Mujer 2.- No seas tan pesimista. ¡Estás como una rosa!

Niña.- Anoche, un pájaro me dio un susto de muerte, no he dormido bien. Pareció que quiso
morir golpeándose en el cristal de mi ventana, porque parece que aquí no cabe alegría ni para
los pájaros.

Mujer 1.- ¿De verdad que no te gusta ningún hombre de esta isla?
Niña.- Son toscos, toscos como el tronco del granado. Además, ¿de qué podrían vivir con un
hombre que sólo pesca miserias?

Mujer 3.- La vida tiene sus tiempos. A ti aún no te toca buscar hombre. No eres una cabra
hechizada por un carnero. Un pueblo debe honrar a sus muertos y tú tienes una abuela a la
que cuidar.

Niña.- Me aburro en esta isla, me ahogo. Un día me iré.

Mujer 3.- ¿Dónde vas a ir?

Niña.- Donde sea.

Anciana.- ¡Pájaros en la cabeza! Tendrás tiempo de vivir la vida. Quien no honra a sus muertos
no merece vivir. ¡ Mala culebra te envenene antes!. ¿No estarás pensando en dejarme sola?.
Ya perdí a mi hijo.

Niña.- Sí, también perdió a su nuera, a mi madre.

Anciana.- Sí, pobre.

Niña.- Mi madre me dejó triste como la higuera en el invierno, me dejó desamparada cuando
murió.

Anciana.- Era una mujer muy blanda y enfermiza. Su salud era de arena.

Mujer 1.- Niña, ya te digo yo que ahora mismo tienes que estar atenta, atenta a cómo ayudar a
tu abuela, que está ya muy vieja y no puede hacer nada. Ya no es joven.

Niña.- ¿Joven?, nadie puede ser tan vieja como mi abuela, que tiene mil años. Además, está
peor porque no quiere tomar medicinas.
Ha terminado de tender su ropa. Niña sale de escena. Queda el resto.

Mujer 2.- El médico viene poco por aquí.

Anciana.- Y las medicinas son muy caras.

Mujer 3.- Para la salud no hay que reparar en gastos. ¿Cómo lleva el azúcar?

Anciana.- No tomo.

Mujer 1.- Tome usted sus medicinas, abuela, que ya no necesita ahorrar más.

Anciana.- Costumbres…Yo tuve los ahorros de mi madre y mi nieta tendrá los míos, si quiere.
No tendrá un ajuar decente, pero podrá comprar sus cosas, a su gusto, cuando toque.

Mujer 2.- ¡Eso, un buen ajuar! …Y menos pensar en batallas.

Mujer 1: Qué puede una mujer en su casa contra los males de un mundo loco como éste.
{Mujer2.-1}, tener la casa limpia, la mesa puesta a su hora y la ropa planchada.

Mujer 2.- Tener La casa limpia, la mesa puesta a su hora, la ropa planchada y {Mujer3.1} las
piernas cerradas.

Mujer 3.- Las piernas Cerradas a cal y canto {Mujer1.1} quien tenga un hombre.

Mujer 1.- Quien tenga un hombre

Anciana.- ¡Metedme a la casa! Estoy cansada. Tengo más años que la luna.
Mujer 1.- Mil, por lo menos.

De repente entran en escena Hombre 1 y Amigo.

Hombre 1.- !Buenas tardes! Nadie puede vivir mil años, nadie salvo una bruja.

Anciana.- ¿Así se dan las buenas tardes?, ¡vaya un forastero!

Hombre 1.- ¿Señora?

Anciana.- Dijeron que habían desembarcado ayer unos extraños, ya los hemos visto. Aquí no
hay nada, busquen en otra parte lo que anden buscando.

Amigo.- ¡Se puede visitar la isla!, hacer turismo, que está de moda. ¿cómo sabe usted si
buscamos algo?.

Anciana.- Vosotros no sois turistas, aquí no hay de eso. Más bien seréis buscavidas.

Mujer 1.- Si es que aquí no hay nada, mejor cojan el próximo barco.

Amigo.- Aún faltan dos días.

Anciana.- ¡Dejadlos! Ni nos va ni nos viene.

La anciana levanta la cabeza y mira al resto de las mujeres presentes en escena. Empiezan a
salir de escena por su parte posterior, la que pega al fondo.

Mujer 1.- ¡Una culebra!


Entra en escena Niña, que se hace a cargo de la silla de ruedas.

Mujer 1 y Mujer 3 salen despavoridas. Abandonan la escena corriendo. Una culebra de


mediano tamaño avanza y se hace visible para el espectador. La niña empuja la silla de su
abuela hacia un rincón y mujer 2, asustada, permanece también en un rincón de la escena.

Se escuchan, in crescendo, sonidos inquietantes.

Habiendo escuchado los gritos de las mujeres, entran en escena, por su parte izquierda,
Hombre 1 y Amigo.

Hombre 1.- ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema?

Mujer 2.- ¡Vamos! ¡Qué asco!

Amigo, sonriendo, coge un palo que arranca de la planta casi seca que hay en la plaza. Hombre
1 se carcajea mientras su amigo arroja la serpiente al público. La música baja de volumen para
que pueda escucharse el diálogo.

Mujer 1, Mujer 2 y Mujer 3 sales. Niña queda observando a los extraños mientras su abuela
gesticula para salir de escena.

Amigo.- ¡Una culebrilla inofensiva!

Hombre 1.- ¡Menudo escándalo por nada!

Amigo.- ¡Una culebrilla de mierda!


Anciana.- Una hija del mismo diablo. ¡Fuera, todos fuera, al mar, fuera, al mar, lejos de aquí,
fuera el diablo!

La niña saca a la anciana de escena, Anciana sale gritando.

Anciana.- ¡Gentuza! ¡Gentuza!

Amigo.- ¿Quién? ¿Quién?

Salen todas, quedan los dos hombres, inmóviles.

Cuadro Segundo

Se ha producido un cambio en la decoración del escenario. En una sala, con una mesa y una
silla, la niña hace labores domésticas, limpia alubias o garbanzos que, al caer al plato metálico,
hacen ruido. Entra Mujer 2. Hay música, algo alta, de un cantante melódico italiano.

Mujer 2.- ¿Sabes? (Está nerviosa). Han venido dos forasteros al pueblo.

Niña.- Ya los he visto (Pausa) . Pero oye, otras veces ha venido alguna gente, y no te ponías tan
nerviosa.

Mujer 2.- Será que uno de ellos es un hombre guapo.

Niña.- ¿Sí? ¡Qué pájara! ¿Y qué? ¡Baja la música! No oigo bien

Mujer 2.- Andan preguntando por la casa de un capitán, por la casa de tu padre… por tu casa.

Niña.- ¿Y qué quieren saber?


Mujer 2.- No sé

Niña.- ¿No les has preguntado qué quieren?

Mujer 2.- No hemos de estirar la cola a un caballo, ni echar sal a los pozos de los que bebemos.
¡Baja la música!

Niña.- No te entiendo.

Mujer 2.- Que mejor dejar las cosas, no formar líos.

Niña.- ¿Qué dices? Tus frases resbalan como si tuvieras la lengua de jabón.

Mujer 2.- Digo…que no hay que fiarse de la gente extraña. Además, ¿para qué buscan ahora la
casa de un muerto?

Niña.- Si buscan a mi padre ¡Quiero hablar con ellos!

Mujer 2.- A tu padre no, buscan su casa, que está cerrada y muda. Solo habitada por ratones y
moscas, moscas azules del ganado.

Niña.- Pero no hay ganado ya.

Mujer 2.- Los ratones y las moscas azules se quedaron cuando el ganado fue vendido. ¡Baja la
música!

Niña.- No recuerdo, sería muy niña. (Pausa) Da igual, yo quiero hablar con ellos (firme).
Anciana.- (Desde fuera de escena) ¿Quién me saca a la sala?

Niña.- ¡Voooooy!

La música deja de sonar.

Mujer 2.- ¡Qué brusca!

Niña sale de escena y regresa empujando la silla de ruedas de la anciana.

Anciana.- (Como si hubiera escuchado toda la conversación) Niña, a qué tanto hablar. ¿Has
comido lengua? No seas tan parlanchina, a tu padre no le gustaría.

Niña.- Pero alguien pregunta por mi padre, quiero saber si lo conoció y qué quiere saber de él.
Tengo mucha curiosidad.

Anciana.- Veo la casa a medio limpiar, niña.

Niña.- He limpiado esta mañana.

Anciana.- Terminar de limpiar la casa por una punta y empezar por la otra es la misma cosa.

Niña.- No me cambie de tema. Tengo que hablar con esa gente.

Anciana.- Por el que descansa en algún lugar en el fondo del mar desde hace 18 años. (Pausa)
por la memoria de tu padre, que murió atravesado por una lanza de mar, no seas tan alocada.
¿Qué diría tu madre, que murió de tristeza si te viera tan loca? No me des disgustos, respeta a
quien cargó contigo siendo un bebé.
Niña.- Tengo arañas en la frente, quiero saber.

Anciana.- En estos tiempos que corren hay quién quiere pisotear lo más sagrado. Ya ni a los
muertos dejan en paz. ¡Cándida! (mira a Mujer 2) Dile a esos moros que se marchen. No son
bien recibidos aquí los curiosos.

Mujer 2.- A qué cuento (pausa). ¡Ahora preguntando!

Anciana.- No me fío de esa gente rara, ¡no los quiero! Algo malo hay en la gente que viene del
mar en estos tiempos. No los quiero. Tendrían que poner una valla en el agua, bien alta.

Mujer 2.-Eso, o poner los barcos de la marina a disparar a los intrusos. Este es un pueblo de
gente honrada que pasa su tiempo honrando a sus hijos y trabajando humildemente. ¿Verdad,
abuela?

Anciana.- (Refiriéndose a mujer 2) Mujer, ve y dile a esos forasteros que marchen o


llamaremos a la policía. Niña, tú aquí en casa, que te necesito. Tienes que lavarme.

Niña: Abuela, la policía tarda días en venir a esta isla.

Abuela: – Grita airada- ¡Ve y dile a esos que se vayan! Y tú niña, ni se te ocurra pisar la calle.
Hay moros, los han visto rezando de rodillas a media mañana.

Salen. El escenario queda a oscuras. Se oyen unas campanadas, que permiten saber que es
madrugada.

Sonido ambiental.

Mujer 1 y Niña entran en escena, vestidas con ropa de dormir.


Se sitúan en la parte central de la escena, acostadas por separado. Las dos están inquietas,
porque sufren una pesadilla en la que, de algún modo, cobran protagonismo las sensaciones y
emociones contradictorias de los personajes ante la situación creada:

Una serpiente devorando animales, una serpiente entrando a la casa, un hombre desnudo,
placer carnal y furtivo a la vez. El pecado y el placer, fecundidad, lascivia. Serpiente, miedo, y
deseo oculto. La música acompaña la recreación de temores y anhelos, Eros y Thanatos.

Acaba la música y con el escenario a oscuras salen las actrices.

Cuadro Tercero

En la misma casa, sentada en una silla, la anciana sola y de espaldas al espectador. Entra
despacio Hombre 1.

Anciana.- ¿Para qué has venido?

Hombre 1.- Sabe usted quien soy.

Anciana.- Sé.

Hombre 1.- No me dijo nada antes. El hombre busca su raíz, aunque esté lejos. Mi amigo y yo
hemos pasado la noche en el monte, todo el mundo nos ha dado la espalda y las moscas nos
han llenado de picaduras. ¿Qué hemos hecho?

Anciana.- No debiste venir, si eres quien creo. La niña no sabe, ni quiere saber. Demasiada
desgracia es ya crecer sin padres, así se tiene el alma seca y la mirada dura. Hemos vivido muy
tranquilas estos años, y las deudas de otros no nos conciernen.

Hombre 1.- En todo caso será la deuda de su hijo. Pero no vengo a pedir nada, sólo a aplacar
mi ansia; mi padre me habló de su tierra cuando yo era un niño.
Anciana.- Tu padre tenía muchos puertos. Los marinos reparten su vida como quien vende
especias. Todo lo hacen comercio. No sé a qué has venido.

Hombre 1: Pero mi padre me habló de nuestra familia.

Anciana.- ¿Qué familia?

Hombre 1.- Usted, que es mi abuela, y mi hermana.

Anciana.- A ella déjala. Además, no es tu hermana. Vuelve a tu tierra y deja a la niña tranquila.
Aquí somos cristianos y no estamos para soportar más cargas. Coge el barco, vete por donde
has venido. Si no tienes dinero yo te doy para el pasaje, pero vete. Aquí sólo encontrarás
problemas.

Hombre 1.- tuvimos el mismo padre, hermanos somos, o al menos medio hermanos.

La anciana tiene un gesto cada vez más triste y decaído.

Hombre 1. ¿Señora? ¿Se encuentra bien?

La anciana no contesta, pasa unos 10 segundos en silencio total. Después, habla con mucho
esfuerzo y lentamente.

Anciana.- No es de esta familia ni de nuestra raza el hijo de ninguna prostituta.

Hombre 1.- Mi madre es sagrada para mí, no la insulte. Todavía vive. Lleva los collares que mi
padre le regalaba. ¡Alguno de esos collares a los mejor fue de usted algún día!
Anciana.- No me llames abuela, ¡no te conozco!, no conozco a ningún hijo de tu madre… una
fresca como tantas. Mucha gente cuenta historias, y el mundo es un lugar de engaños, de
putas y embusteros.

Hombre 1.- ¡Por Dios! ¡Qué boca!

Anciana.- Con qué argucias, y brillantes las mujeres como tu madre engañaron a algunos
hombres de esta isla. Las muy frescas les ponían barata la carne de su entrepierna. Luego les
sacaban la sangre.

Tu madre, y las mujeres como tu madre, son sirenas que viven de la debilidad de los hombres.
Les dan fácil aquello que les falta, por estar lejos de su cama.

Por culpa de tanta ramera se rompieron muchas familias.

Hombre 1.- Creo que usted no quiere escuchar a nadie. ¿No puede creerme? ¿Por qué cree
que me he jugado la vida viniendo aquí?

Anciana.- Pobres marinos, pobre hijo mío, que duerme en una sima del mar oscuro, tras haber
sido nublado ¡por una puta!

Hombre 1.- Ya veo que es venenosa su lengua. Le sacaré los ojos y se los daré a los pájaros si
no me dice dónde está mi hermana. Necesito hablar con ella, ya que con usted es imposible.

Anciana.- (Histérica) ¡Márchate, fuera, extranjero! ¡Socorro!

(Varías veces) ¡Un ladrón! ¡Gol del Barcelona! ¡Belén Esteban ha vuelto! ¡Dale agua a la burra y
tápate la boca!

Hombre 1 queda mirando extrañado, después sale de escena, deprisa. Los gritos se repiten,
pero se hacen más débiles y al final se cortan en seco.
Unos segundos después entran Mujer 1, Mujer 2 y Mujer 3. Atienden a la anciana, que está
muy compungida.

Mujer 1.- Hay que llamar a un médico.

Mujer 2.- Dadle un poco de agua. Ahórrate el dinero.

Mujer 3.- No sé si respira.

Mujer 2.- Llevémosla a su cama.

Mujer 1.- ¿Dónde está la niña? Esta mujer no puede estar sola.

Mujer 2.- Abre las ventanas, que entre el aire y salgan las moscas.

Mujer 3.- Parece que no respira.

Mujer 2.- No respira.

Mujer 1.- A la calle, a la calle.

Mujer 3.- Su salud es un hilillo de azafrán, está muy enferma. ¡Esto nos va a costar dinero!

Salen de escena llevando a la anciana.

Cuadro Cuarto
Corro de mujeres en la misma casa. Todas, salvo la joven.

La anciana yace en su lecho de muerte. Sus ropas han sido colgadas de un perchero, de buen
tamaño, que ocupa un lugar destacado ante la vista del espectador.

Mujer 2.- No somos nada.

Mujer 1.- No somos nada…Encontramos a nuestra querida vecina, encontramos a esta mujer
que portaba nuestra memoria – pausa- ¡muerta!

Coro de mujeres.- ¡No se pudo hacer nada! ¡El médico no llegó a tiempo!

Mujer 2.- Algunos vecinos vieron entrar en la casa al extranjero.

Mujer 1.- No es de fiar esa gente. ¡La anciana gritó que había un ladrón en su casa! Yo la
escuché perfectamente.

Mujer 3.- El mar sólo nos ha traído dolor y muerte.

Mujer 2.- El extranjero va diciendo que es el nieto de esta anciana.

Todas.- No es de fiar esta gente.

Mujer 4.- ¡La justicia, que investigue la justicia!

Mujer 1.- Llamad a la policía, que venga a la isla, probablemente haya en ella un asesino.

Mujer 2.- Hablas tarde. Ayer mismo vino la patrulla y se los llevó a los dos.
Mujer 3.- Seguro que él la mató.

Mujer 2.- ¿Cuál de ellos?

Mujer 3.- El guapo, el que dice que es nieto de la pobre muerta.

Yo escuché a la anciana hablando poco antes. Estaba bien, pero cuando estuvo con el
extranjero su lengua viva se volvió un pez muerto.

(Entra en escena Niña)

Niña.- ¿Qué haremos? Ni nuestras casas ni nuestras vidas están seguras, mientras que los
forasteros merodeen por aquí.

Mujer 3.- Tener fe. La fe es la comida de los pobres.

Mujer 2.- ¡Otra igual!, niña, ayer por la tarde vi como una patrulla los detuvo a los dos y se los
llevó a la península. Estarán ya en la cárcel. Esperemos que no los suelten.

Mujer 3.- Que se pudran, seguro que la mataron ellos.

Niña.- Pero el médico vino y no dijo nada de eso.

Mujer 1.- Niña, eres muy joven. El médico no quiso mojarse. ¿Qué sabrá un médico de ciudad
de la salud de una vieja a la que no ha visto nunca?

Niña.- Más de noventa años tenía mi abuela. No tomaba una medicina desde hacía mucho
tiempo, y eso que tenía dolores sordos, pálpitos, azúcar, mala circulación, infección de orina y
se estaba quedando ciega. ¿No ha podido ser su hora?
(Todas callan momentáneamente).

Mujer 3. En fin, esta es la vida que nos toca. El mundo gira y nosotras estamos de paso.

Se escucha desde fuera una voz masculina.

“¿Es ésta la casa del difunto?”

Mujer 1.- ¡De la difunta!. (en voz baja) Vaya hijoputa, no sabe ni quien se ha muerto.

Niña.- Ah. Para quien no lo sepa: el cofre de mi abuela, el pequeño cofre de sus ahorros no
aparece (calla de repente, poniéndose la mano en la boca con suavidad)

Entra en escena un sacerdote vestido de paisano y con una bolsa en la mano.

Sacerdote.- ¡Qué calor! Y ¡qué oleaje!

Mujer 2.- Padre ¿qué tal el viaje?

Sacerdote.- ¡Horribilis! Vivís demasiado lejos y el mar está picado.

Mujer 1.- Aquí hay iglesia, pero no cura propio.

Sacerdote.- Sois muy pocos, mejor dicho, sois poquísimas.

Mujer 3.- Pero somos devotos y nos gustaría que viniera más por la aldea.

Sacerdote.- (Mientras se pone la túnica) ¿hacemos ya la misa?


¡Cuantas moscas alrededor del muerto!

Mujer 1.- De la muerta.

Mujer 2.- ¡Qué prisas!

Sacerdote.- La barca me está esperando. Traedme agua fresca, tengo sed.

Levanta los brazos

Sacerdote.- In nomine Patris et Filii, et Spiritus Sancti (en voz baja).

Todas.- Amen (en voz baja).

Sacerdote.- Introibo ad altare Dei.

Todas.- Ad Deum qui laetificat juventutem meam.

Escenario a oscuras, entre el suave susurro de las mujeres orando.

Cuadro Quinto

Una oficina, que consta sólo de una mesa, una silla y un transistor. Como fondo una reja
oscura. En la silla está sentado un policía, esperando, aburrido, moviendo los pocos objetos
que hay en la mesa y por momentos consultando algunos papeles. Llaman a la puerta.

Amigo.- ¿Se puede? (desde fuera de escena)


Policía.- ¿Quién llama a estas horas? Pruebe.

Amigo.- Una consulta, quería hacerle una consulta.

Policía.- (Frunce el ceño) Pase, pero rápido.

Amigo.- Buenas tardes, quería saber de mi amigo,

Policía.- ¿Qué amigo?

Amigo.- ¿No se acuerda? Nos detuvieron a los dos, quiero decir, a él y a mí, en la isla, por lo de
la anciana muerta.

Policía.- ¿Y qué hace usted por aquí si le detuvieron?

Amigo.- No, vamos, que fuimos detenidos los dos, pero yo soy de aquí, tengo mi
documentación en regla.

Policía.- ¿Y el otro no?

Amigo.- Es que sólo vino a un viaje corto, como turista, a conocer a unos familiares.

Policía.- Vamos, que es un extranjero sin papeles y usted de una ONG. Ya me acuerdo.

Amigo.- Soy un amigo, no de una ONG. ¿Sabe qué ha resuelto el juez?

Policía.- El juez está de vacaciones, no viene hasta el próximo mes. Creía que era usted el de la
cerveza.
Pone en marcha el transistor, están emitiendo un partido de fútbol.

Amigo.- Pero una persona presa no puede esperar un mes para saber qué pasa con ella.

Policía.- ¿Que no?, y hasta años. Seguramente su amigo se va a tirar unos meses, mejor dicho,
algún año en la cárcel por el asunto de la vieja y, después ya veremos cuando, se le deportará.
Además, está lo del cofre.

Amigo.- ¿Cómo?, pero si él no ha hecho nada.

Policía.- ¿Le parece poco venir a otro país sin papeles, matar a una pobre anciana y llevarse un
cofre con dinero?

Amigo.- Pero si no hay denuncia, ni juicio, ni nada, sólo unas mujeres que hablan como
cotorras sin saber lo que dicen.

Policía.- El caso lo estamos investigando.

Amigo.- ¿Quién?

Se escucha por el transistor “Gol del …”

Amigo.- ¿Quién?

Policía.- ¡Del Real Madrid!

Amigo.- ¡joder!…Me refiero a quién está investigando el caso.


Policía.- ¡Ah…Nosotros.

Amigo.- ¡Pero si está usted aquí sólo! ¡Qué investigación es esta!

Policía.- Eso no es cosa suya.

Amigo.- Yo exijo que se me entregue algún documento, debo buscar abogado para mi amigo.

Policía.- No tenemos mecanógrafo, no podemos darle nada hasta dentro de 15 días.

Amigo.- ¿Y hablar con el juez?

Policía.- Pase usted dentro de un mes por si está.

Amigo.- ¿Puedo llamar por teléfono antes? Vivo muy lejos.

Policía.- Pruebe a ver si ese día funciona la línea.

Amigo.- ¿Puedo verlo?

Policía.- ¿Para qué?

Amigo.- ¿Para qué va a ser? Para saber cómo está.

Policía.- Estoy sólo, no puedo ausentarme de la oficina para acompañarlo a las celdas.

Amigo.- ¡Esto es el colmo!


Policía. ¿A mí qué me dice? Llame usted al Ministro

Amigo.- Por favor, no me tome el pelo. Estoy preocupado por mi amigo.

Policía.- La próxima vez que venga a lo mejor puede ver al preso.

Amigo.- No sé cuándo podré.

Policía.- Lo siento. No puedo hacer nada.

El amigo, se levanta, muy disgustado.

Amigo.- ¡Qué desidia!

Amigo.- Bueno, deje, parece que ha dejado algo para usted.

Se dirige a la parte de atrás de la escena y le entrega una carta.

Policía.- Me la dio ayer por si venía alguien. ¿Es usted su hermano?

Amigo.- Ya le he dicho que sólo soy un buen amigo.

Policía.- Es que dijo algo de su hermana, quería que alguien le diera a su hermana la carta.

Amigo.- ¿Sabe cuando sale un barco para la isla?


Policía.- No sale ningún barco hasta dentro de un mes.

Amigo.- No puedo esperar tanto tiempo.

Policía.- Bueno, amigo, va siendo hora de cerrar la oficina, tengo otras tareas que atender.

Amigo.- Pero…

Policía.- Vaya saliendo, venga, vaya saliendo y suerte, que tenga usted suerte con el morito.

Amigo sale y la escena queda a oscuras.

Cuadro Sexto

En la casa. Como única decoración están el perchero, con la ropa de Anciana en el centro, y
una silla. Es la casa de Anciana. Mujer 1 está allí, limpiando. Tras unos segundos sale
momentáneamente de escena. Hay muy poca luz.

Llaman a la puerta. Tras unos segundos sin respuesta entra Amigo.

Amigo.- Aquí no hay nadie.

Se sienta frente al perchero.

Amigo.- Más de un año esperando (Pausa). No sé ni a que he vuelto a esté lugar. ¿Por qué se
ignora de esta manera la desgracia ajena? (Pausa).

Alguien debería ocuparse de este pobre hombre.


Se escucha la voz en Off de Anciana, que no aparece en escena, pero sí se escucha con nitidez.

Anciana.- Nunca acaba el trabajo de una casa.

Amigo.- Esta Isla, cuyo aire no huele a sal de mar, sino a polvo seco; esta isla que es cómo un
desierto sin alma en medio del agua, ha sido su desgracia. Ha oyado en un pozo seco y se ha
buscado la ruína.

Anciana.- Gandules y putas…la desgracia del mundo.

Amigo.- Hace más de un año que mi amigo está enterrado en vida. Yo, en su lugar, querría
morir.

Entra en la habitación Mujer 1. Mira despectivamente a Amigo.

Mujer 1.- ¿Y usted? ¿Aquí?

Amigo.- Perdone que haya entrado. Llamé y nadie me contestó. (Pausa) señora, dígame, he
venido a buscar a la joven Helena. ¿Sabe dónde está?

Mujer 1.- La que iba a heredar esta casa.

Amigo.- Sí, la hija del comerciante muerto

Mujer 1.- ¡Tantos murieron en la mar canalla!

Amigo.- La hija del Capitán, el que murió en el naufragio.


Mujer 1.- Ya, ya. Esa se fue, se marchó sin despedirse. Yo cuido la casa para que no se muera.
La niña está muy lejos.

Amigo.- ¿Dónde? ¿Dónde se marchó?

Mujer 1.- A Alemania, dicen.

Se escucha una música, propia del verano y la fiesta en cualquier lugar turístico del
Mediterráneo, de forma que su volumen obliga a gritar a los actores.

Amigo.- ¿Y esa música?

Mujer 1.- Es la música del hotel.

Anciana.- ¡Las frescas, las locas!

Amigo.- ¿Hay hotel en la isla?

Mujer 1.- ¿Que si hay hotel? Hay tres recién terminados y otro en construcción. Aquí viene la
gente de muchas partes, a tomar el sol y a hacer fiestas.

Anciana.- ¡hombres y mujeres con los mismos vicios!

Amigo.- ¿Y la gente de antes?

Mujer 1.- Aquí ya sólo quedamos diez o doce del pueblo, los demás son ingleses y alemanes… y
muchos que vienen a trabajar. Ah, también algunos moros que vienen en barcas.

Amigo.- ¿En barcas?


Mujer 1.- Sí, en barcas miserables, o sobre unas tablas o una rueda de camión. Pero a esos se
los lleva la patrulla, porque esta isla no es un campamento de moros.

Amigo.-Bueno, dígame qué sabe de Helena, traigo algo para ella.

Mujer 1.- No se canse, esa se volvió muy fresca. Conoció a un alemán y si te he visto no me
acuerdo. No vuelto. No ha escrito. Aquí ya no queda nadie de su familia.

La música se vuelve más ensordecedora.

Mujer 1.- ¿Sabe qué fue del Moro? De su amigo.

Amigo.- Allí está, en el centro.

Mujer 1.- ¿Cuándo sale?

Amigo 1.- Ni idea, estas cosas…nunca se sabe.

Mujer.- ¿Preso?

Amigo.- Más o menos. Va para dos años. De todos modos lo van a deportar. Lo van a echar.

Mujer 1.- ¿Fue él quien mató a la vieja? Dicen que sí.

Amigo.- No, pero ya le digo que no hay juicio. Aunque salga absuelto lo van a deportar. No
tiene papeles.

Mujer 1.- Bueno, es que no sé por qué tienen que venir tantos. Además ¿qué buscaban aquí?
Amigo.- Vienen tantos porque tienen hambre. La gente de aquí también se iba a otros lugares
a buscarse la vida. Pero mi amigo tuvo otras razones para venir, aquí tiene raíces; él es hijo del
Capitán.

Mujer 1.- Muchos dirán eso, pero yo…no me creo a nadie, ni a usted. Tengo la olla en el fuego.
Buenas tardes. Tengo que cerrar la casa.

Amigo.- Le guste o no, es su hijo. Hay unos cuantos repartidos por los puertos. El semen de los
griegos está bien esparcido…

Mujer 1.- ¡Vamos! ! fuera! ¡Eso nunca se sabe!

Anciana.- ¡Eso nunca se sabe!

Mujer 1 se va. Se lleva el perchero con la ropa de Anciana colgada y la silla. Amigo queda sólo.
No hay muebles. La escena se ilumina y remite al exterior.

La música cambia, suenan tonos más íntimos, sonidos de mar. Amigo saca de su bolso o su
chaqueta la carta que Hombre 1 había escrito en prisión.

Amigo lleva la carta en la mano. Está frente al mar. Se escucha el oleaje. Amigo abre la carta y
empieza a leerla en voz alta.

A la sala entra, vestido de presidiario o similar Hombre 1, que no llega a subir al escenario,
queda en silencio, en el suelo. Mientras Amigo lee la carta, Hombre 1 mueve los labios.

Amigo comienza a leer la carta

Mientras la lee muy lentamente Niña entra en escena. Viste con las mismas ropas que llevaba
en los momentos anteriores al inicio de la representación, las ropas para viajar. Lleva unas
maletas y se mueve nerviosa, atribulada en un plano distinto a lo que sucede en el escenario, a
lo cual es completamente ajena. Hace y deshace maletas, coge documentos y hace llamadas
de teléfono, anota en una libreta desplazándose por toda la sala y deteniéndose de vez en
cuando…Tiene prisa, porque está escapando.

Carta:

Querida Helena.

¿Sabes quién soy?

Soy Hermano de tí, que nacido en Iskandariya, tenemos tienda y más dos hermanos alli egipto.

Padre llevaba la mercancia y viajaba meses. Yo no tengo felicidad porque no sé dónde está
hermana ni abuela,

Ahora queda tiempo en centro, luego otra vez Egipto, pero volveré. Allí muy pobre, por favor
escribe carta o llamada de teléfono.

Un abrazo, tu hermano te quiere

Omar Tsipras.

Hombre 1. Sube al escenario y ocupa un lugar que representa su celda de prisión. Frente a él
se sienta Amigo, en actitud de haber conversado. No se miran, están en planos distintos de la
escena.

Amigo.- Dirigiéndose a hombre 1- Y el barco donde iban casi todos los del pueblo se hundió
ese mismo año, un poco antes de que muriera vuestro padre. Así que la gente engordó su
propia mentira, todos habían muerto juntos en un drama que dejó casi despoblada una
pequeña isla Griega. El mar se los tragó a todos, y de paso también la doble vida de vuestro
padre.
Pero a veces todo cambia sin esperarlo. Me alegro de que la isla de que esa isla deje de ser un
agujero. Y me alegro… de que esa hermana tuya esté lejos

Hombre 1.- Mi hermana me traiciono

Amigo.- Puede, pero no sé…esperabas algo que tal vez no fuera posible.

Hombre 1.- Mi hermana escapó. No tengo a nadie, tampoco a mi padre.

¡Padre, mi padre! Te pusiste a morir en un suelo sucio… en aquella taberna donde te


apuñalaron. Ya entonces te amaba y odiaba tanto. Deseaba tener te conmigo, pero
sospechaba que no eras un padre, sino un vacío obsesivo, alguien que vivió sólo para sí mismo.
Como un carnero, pasaste la vida mostrando poder y dominio, y pensando sólo en ti, sólo en ti,
sólo en ti.

Por eso, sólo tú escuchaste lo último que te dije.

Antes de que murieras, bañado en lágrimas, susurré a tu oído

“Padre, vas a morir y tus hijos no te quieren”.

Sale.

Música in crescendo

Voz en Off

“Padre, vas a morir y tus hijos no te quieren”.


“Padre, vas a morir y tus hijos no te quieren”.

Niña, con su maleta en la mano, sube también al escenario y parece haber escuchado las
palabras de Hombre 1, que ya no está. Se dirige al público.

La escena vuelve a recrear la plaza inicial. Allí coinciden Amigo y Niña, pero en planos
diferentes. No se miran.

Amigo.- Tal vez huyó porque ya no podía más, tal vez ella estaba también a punto de ahogarse.

Niña.- ¿podemos con toda la carga de esta vida?, ¿hemos de llevar más peso del que podemos
soportar? ¿No es humano huir de un pozo, por mucho que ese pozo sea nuestro pozo?

Amigo.- ¡es tu hermano, es de tu familia!

Niña.- Ya veremos, tal vez algún día. Ahora tengo que vivir.

Amigo.- ¡es tu hermano!

Niña.- ¡Primero tengo que vivir mi vida!

Música. Niña se queda mirando a la cabeza del carnero que hay junto al mástil cruciforme.
Golpea el mástil, con rabia.

Empiezan a sonar unas campana, fúnebres. Niña deja de golpear el mástil y queda en un
extremo del escenario.

Amigo queda en escena también como espectador de las mujeres que andan por el escenario
en procesión por la plaza.
Mujer 1.- Vamos, que llegamos tarde. Llaman a Misa de Aniversario.

Aparece un cura, al fondo, sonido de campanas. El sacerdote levanta los brazos hacia el cielo
antes de comenzar una oración.

Mujer 2.- Pobres hombres, veinticinco años hace ya que el mar se los tragó.

Mujer 1.- Qué triste día, ya son 25 los años que hace.

Mujer 2.- Habrían salido de cualquier puerto, de este mar.

Mujer 3.- Un mar caliente y dorado, que sólo enfurece a veces, por el que ha viajado sin pausa
tanta gente…

Mujer 1.- Este mar que se tragó nuestros sueños.

Todas.- (En coro) ¡pobres, pobres, pobres! –Arrodillándose y repitiendo la misma palabra.

La escena va quedando a oscuras el foco se centra únicamente en niña, que ocupa un lugar
relevante. Comienza a abandonar la sala, por el patio de butacas, mientras canta de nuevo la
canción del anexo 1.

Telón.

Fin.

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