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Historia y teoria social Peter Burke Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid . Modelos y métodos Este capitulo se ocupa de cuatro enfoques generales, co- zunes a varias disciplinas pero sumamente controvertidos algunas de ellas. Uno tras otro, aborda la comparacién, ‘uso de modelos, los métodos cuantitativos y, por tltimo, ‘empleo del «microscopio» social. La comparacién La comparacién siempre ha tenido un lugar central en Ja teorfa social. En efecto, Durkheim declaré que «la socio- logia comparada no es una rama especial de la sociologia; es la sociologia misma. ¥ destacd en particular el valor del estudio de la «variacién concomitante» como un tipo de «ex- perimento indirecto» que permitia al soci6logo pasar de la descripcién de una sociedad al andlisis de las causas por Jas que esta adopta una forma especifica, Durkheim distingufa dos tipos de comparacién, y propi- ciaba ambos. En primer lugar, la comparacién entre socie- dades de estructura similar 0, como lo expresa en una reve- ladora metéfora biolégica, «de la misma especie»; en se- gundo lugar, las comparaciones entre sociedades funda- mentalmente diferentes (Durkheim, 1895, capitulo 6; ef. Béteille, 1991), La influencia de Durkheim en la lingiisti- ca y la literatura comparadas, sobre todo en Francia, es més que evidente. Los historiadores, por su parte, a menudo rechazan la comparacién con el argumento de que su interés radica en {fo particular, Jo tinico, lo irrepetible. Esta objecién clésica tiene, empero, una respuesta igualmente clésica, que Max Weber le dio en 1914 al historiador Georg von Below du- rante un debate sobre la historia urbana: «Estamos absolu- 41 tamente de acuerdo en que la historia debe establecer lo que es especifico, digamos, de la ciudad medieval; peroesto s6lo es posible si antes buscamos lo que falta en otras ciu dades (antiguas, chinas, islAmicas) (citado en Roth, 1976, ag. 307). Las concepciones que el socilogo norteamericano Fein- © hard Bendix (1967) llama «concepciones de contraste» son fundamentales para el enfoque comparativo. Sélo gracias a Ja comparacién podemos ver lo que no est; en otras pala- bras, entender la significacién de una ausencia determina- da, como la nocién de pecado en la cultura china. Ese fue el argumento del famoso ensayo de Werner Sombart, «{Por ‘qué no hay socialismo en los Estados Unidos?» (asi como de estudios ulteriores sobre la ausencia de feudalismo en Afri- ca, de marxismo en Gran Bretafia y de fiitbol en Estados Unidos) (Goody, 1969; McKibbin, 1984). Esa fue también la estrategia subyacente en el ensayo del propio Weber sobre Ja ciudad, segtin el cual s6lo en Occidente podian encon- trarse ciudades verdaderamente auténomas (Sombart, 1906; Weber, 1920, vol. 3, pags. 1212-374; cf. Milo, 1990). Estos ejemplos dan a entender que los dos enfoques, el fp Particularizador y el generalizador (0 el histérico y el te6- rico), se complementan uno a otro, y que ambos deperdden de la comparacién, sea explicita o implicita. El historiador norteamericano Jack Hexter dividi6 una vez a los intelec- tuales en «amontonadores» [lumpers] y «fraccionadores» (splitters], y sostuvo que los fraccionadores que discrimi- nan son superiores a quienes consideran fenémenos diver- 808 como un tinico conjunto (Hexter, 1979, pag. 242). Nadie @ quiere, desde luego, ser un amontonador burdo, incapaz de hacer distinciones sutiles, pero la inclinacién a ver lo que fenémenos aparentemente diversos tienen en comin es, ‘con seguridad, una cualidad intelectual tan valiosa como la § de ver eémo difieren los fenémenos de apariencia similar. En todo caso, sin una comparacién es imposible saber dén- de fraceionar. Entre los primeros historiadores que siguieron el ca- mino ya trazado por Durkheim y Weber se contaron Mare Bloch y Otto Hintze. Este ultimo aprendi el método com- parativo de Weber, si bien limité su andlisis a Europa. Se 42 ‘concentré en el desarrollo, en diferentes Estados europeos, de lo que Weber llamaba formas «legal racionales» 0 «buro- triticas» de gobierno, y sefialé, por ejemplo, la significacion del surgimiento del commissarius, un funcionario que no habia comprado su cargo (como era habitual en la Europa de los comienzos de la Era Moderna) y, por lo tanto, podia ger desplazado por voluntad del rey (Hintze, 1975, pags. 267-301). Por su parte, Mare Bloch aprendié el método comparati- ‘vo de Durkheim y sus seguidores, sobre todo el lingiiista Antoine Meillet (Sewell, 1967; Rhodes, 1978; Atsma y Bur- guiére, 1990, pags. 255-334). Bloch definia el método de manera similar a ellos, distinguiendo las comparaciones entre «vecinos» de las que se hacfan entre sociedades aleja- das unas de otras tanto en el tiempo como en el espacio. Y defendia la comparacién con argumentos similares, porque esta permitia al historiador «dar un verdadero paso ade- ‘¢ lante en la emocionante busqueda de las causas» (Bloch, 1928; ef. Detienne, 2000). ‘Dos de los estudios comparativos de Bloch disfrutan de especial fama. Los reyes taumaturgos (1924) era una com paracién entre vecinos, Inglaterra y Francia, los dos paises donde se crefa que sus gobernantes tenian el poder de cu- rar la enfermedad de las escréfulas tocando al doliente. La sociedad feudal (1939-1940) exploraba la Europa medie- val, pero también incluia una seccién sobre Japén. Bloch hacia notar las similitudes en las posiciones de caballeros y samurdis, pero también destacaba la diferencia entre la obligacién unilateral por la cual el samurai quedaba vineu- Jado a su amo y la obligacién bilateral entre sefior y vasallo en Europa, donde el asociado menor tenia derecho a rebe- larse si el asociado principal no respetaba su parte del tra- to (of. P. Anderson, 1974, pags, 435-61). Después de la Segunda Guerra Mundial, los estudios comparativos cobraron impulso, especialmente en Estados Unidos, gracias a la aparicién de subdisciplinas como la economia del desarrollo y la literatura y la politica compa- radas. La creacién de la revista Comparative Studies in So- ciety and History, en 1958, formé parte de la misma ten- dencia (Atsma y Burguiére, 1990, pags. 323-34). Aunque 43

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