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3 JUAN vs. 1 - 3
Ahora, ya hemos visto como Juan enfatizó el hecho de que la familia de Dios
se mantiene unida por medio del amor, y que los hijos de Dios, los “hijitos” -como
él los llamó cariñosamente-, deben amarse los unos a los otros. Juan afirmó
enfáticamente, que si ellos no ejercían ese amor, entonces no eran hijos de Dios,
porque los hijos tienen amor por aquellos que pertenecen a su familia. Esto no es
solamente un principio espiritual, sino también es muy humano que, -salvo tristes
excepciones-, suele ser un sentimiento natural en las relaciones afectivas dentro de
nuestras familias.
Sin embargo, en la Segunda Epístola, Juan presentó una advertencia muy seria
acerca de algunos personas que estaban visitando a las iglesias locales que eran
falsos maestros, que introducían falsas y erróneas enseñanzas en la iglesia, y que
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Por tanto, aquellos que niegan esta verdad bíblica, y propagan sus creencias
contrarias, no deben ser recibidos, ni apoyados por la iglesia. Juan aún expresó,
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Con este repaso llegamos ahora a la Tercera Epístola. Esta carta tiene ciertas
similitudes con la Segunda Epístola de Juan. En primer lugar, observaremos que
tiene un carácter personal. También en esta epístola se enfatizó la verdad como
un tema de mucha importancia. Nuevamente el apóstol destacó que, cuando la
verdad y el amor estaban en conflicto, la verdad era la que debía prevalecer. Juan
enseñó que no se debía sentir simpatía, ni un cariño semejante al amor fraternal,
por alguien que se apartaba de las enseñanzas de Cristo; y mucho menos por
aquellos que enseñaban doctrinas erróneas, a los que Juan llamaba “los falsos
maestros”. El amor siempre indica interés y sentimientos positivos hacía una
persona, que son acompañado por el deseo de apoyar, comprender y anhelar la
compañía de ese objeto de nuestro amor. Así fue como se expresaba el amor.
Andar, que significa “vivir” en amor, y andar y “vivir en la verdad”, ambos son de
suma importancia para el apóstol Juan.
Vamos a ver ahora lo que caracteriza a esta Tercera epístola, o carta, de Juan.
Este escrito nos habla de varios personajes. Recordemos que lo que Juan enfatizó
en su Segunda Epístola fue que “valía la pena todo esfuerzo para adoptar una
valiente postura por la verdad”, ahora, en esta Tercera Epístola, él transmitió el
pensamiento de que “valía la pena trabajar por la verdad”. Alguien lo ha
expresado de la siguiente manera: “Mi vida en Dios, es salvación. Mi vida con
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Dios, es comunión. Pero mi vida para Dios es servicio”. En esta Tercera Epístola
del Apóstol Juan, se presentó el pensamiento: “mi vida para Dios”, en relación con
el andar (o vivir) y el obrar de la verdad. El amor puede ser mal enfocado, pero
también puede ser malentendido. Vamos a comenzar con esta carta que fue
dirigida a un creyente llamado Gayo que era miembro de la primera iglesia
cristiana. Leamos el primer versículo de esta Tercera Epístola del Apóstol Juan:
1
El anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad.
Gayo era un hermano amado en la iglesia. Juan le llamó “amado” cuatro veces
en esta epístola. Gayo era un hermano en Cristo a quien Juan conocía y amaba en
el Señor. Juan escribió esta carta y la dirigió expresamente a este hermano, y por
lo que se deduce, que Gayo pertenecía a esa iglesia local.
El apóstol Juan, lo veremos algo más adelante, alabó a Gayo por su actitud y
servicio al extender su hospitalidad a los hermanos, aunque fueran desconocidos.
Gayo tenía la reputación por ser muy servicial, muy hospitalario, es decir, que él
no sólo actuaba y vivía en el amor, sino que también vivía en la verdad del
evangelio.
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Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas
salud, así como prospera tu alma.
Aparentemente, Gayo no estaba gozando de buena salud, pero aún con ese
impedimento, él había recibido a los hermanos en la fe que eran maestros de las
enseñanzas de Cristo y que en sus viajes pasaban por esa ciudad. Como
comentamos en nuestro programa anterior, había muchos maestros que iban de un
lugar a otro, enseñando la Palabra de Dios y haciendo la obra misionera. Gayo los
recibía en su casa, los atendía, los hospedaba generosamente. Él no sólo era un
hombre de buen corazón, él no sólo vivía en amor, sino también en la verdad. A
pesar de su mala salud Gayo era muy activo; él participaba con amor, sirviendo a
la comunidad y a los hermanos de una manera muy practica.
Volvemos a leer el primer versículo de esta Tercera Epístola del Apóstol Juan,
1
El anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad.
Así fue que, Juan escribió de esta manera a sus amigos personales, y eso es lo
que hizo en las últimas dos epístolas. Y aquí él dijo:
1a
El anciano a Gayo, el amado,
La manera de comenzar esta carta fue muy personal, muy entrañable, y muy
paternal. Deducimos, por lo que sigue que aquí nos encontramos con un santo de
la iglesia primitiva. Él era un amado para el apóstol. Y Juan recalcó:
1b
a quien amo en la verdad.
2
Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas
salud, así como prospera tu alma.
Se desprende de estas palabras el gran aprecio que Juan tenía por Gayo.
Posiblemente fue un amigo muy íntimo de Juan, porque le llamó amado. Él
expresó su deseo de verle prosperar; no sólo económica o materialmente, ya que
aparentemente Gayo fue un hombre de recursos, posiblemente rico, sino también,
en otro aspecto al que Juan se refirió, diciendo:
2b
que tengas salud, así como prospera tu alma.
Ahora, hay muchos creyentes que están enfermos espiritualmente. Puede que
tengan buena salud físicamente, pero están enfermos en cuanto a su salud
espiritual. Y, por cierto, es vital, prioritario, para un hijo de Dios, un creyente, que
goce de buena salud espiritual, sin olvidar el aspecto físico, claro está. ¡Es
maravilloso el tener buena salud física! Hay muchos que no la aprecian, hasta el
momento, en que llegan a perderla. Pero una buena salud espiritual, es algo que
señalamos cuando estudiamos la Primera Epístola del Apóstol Pedro. Lo que la
salud es para el cuerpo, es la santidad para la vida espiritual del creyente. El estar
sano espiritualmente, es vivir en santidad. Significa que estamos creciendo en la
gracia y el conocimiento de Cristo.
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Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron
testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad.
Éste es el testimonio que otras personas daban en cuanto a Gayo. Éste era el
juicio que ellos se habían formado de él. Era una persona que reflejaba la actitud
que todo creyente debiera proyectar, el ser más y más semejante a Cristo, cálido,
acogedor, sencillo y generoso.
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Vamos a poder apreciar en esta Epístola, que Juan pudo hablar muy sincera y
abiertamente de personas cuyo testimonio y vida diaria manifestaban todo lo
contrario a cómo se comportaba su amigo Gayo. Juan podía examinar con
precisión la parte interior, la vida íntima de los demás. Quizá, amigo oyente, usted
no se sienta aludido, pero bien pudiera ser que yo sintiera que Juan estaba
hablando para mí.
Pero antes de terminar este programa, permítanos sugerirle que lea esta breve
carta, o epístola, que solamente contiene 15 versículos. No le llevará mucho
tiempo y le ayudará a comprender mejor el texto que trataremos en nuestro
próximo programa.