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ROBIN BLACKBURN
NANCY FRASER
GØRAN THERBORN
RENÉ RAMÍREZ G.
Primera Edición, 2012
335.5
B6271
Blackburn, Robin
NUEVAS FRONTERAS DE LA IZQUIERDA/ Robin Blackburn,
Nancy Fraser, Gøran Therborn, René Ramírez G. —
1ª ed. —Quito: Editorial IAEN, 2012.
156 p.; 15 x 21 cms.
ISBN : 978-9942-9906-0-0
1. CIENCIAS POLÍTICAS 2. ECONOMÍA POLÍTICA
3. SOCIOLOGÍA-TEORÍA CRÍTICA I. Título
CC BY-NC-SA
Esta licencia permite compartir-copiar, distribuir, ejecutar
y comunicar públicamente la obra, y hacer obras derivadas.
Dedicado a la memoria de Alexei Páez
Índice
Presentación 11
Autores 15
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la conferencia magistral del entonces Secretario Nacional de Planificación y
Desarrollo, René Ramírez G.
El libro que hoy presentamos contiene justamente las cuatro conferen-
cias magistrales mencionadas. Sin embargo, nuestro objetivo al concebir es-
ta publicación suponía algo más que transcribir tales intervenciones. Se tra-
taba de extender el debate iniciado en aquel encuentro, ampliar su público
y el diálogo que éste generó, y establecer nuevas fuentes de referencia para
la producción académica nacional y latinoamericana. Por ello, se realizó un
esfuerzo en traducir aquellas conferencias que se dictaron en idioma inglés,
así como revisarlas y editarlas a manera de artículos académicos, lo cual su-
puso un trabajo de re-redacción, de extensión de información aclaratoria y
de datos bibliográficos por parte de sus autores. Esto fue pertinente y eficaz-
mente guiado por el IAEN, en particular por su departamento editorial y por
los docentes-investigadores de esta casa de estudio involucrados en la orga-
nización del evento.1 En igual sentido, fue decisivo el acompañamiento reci-
bido por parte de Carlos Prieto del Campo, editor por largos años de la New
Left Review en español, quien estableció los primeros contactos con los con-
ferencistas extranjeros y, posteriormente, colaboró a través de los mismos
para que esta publicación llegara a buen puerto. Finalmente, el respaldo de
la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innova-
ción (SENESCYT) permitió establecer una alianza editorial para sacar adelan-
te esta publicación como una coedición.
Con este compendio debemos celebrar diversos acontecimientos para
la universidad ecuatoriana. En la actualidad asistimos a contextos cultura-
les e intelectuales cada vez más despolitizados, estructurados por la lógica
mercantil e intermediados por nuevas formas de sociabilidad que eluden en
muchos casos, a favor de lo inmediato y superficial, el debate de ideas y el
establecimiento de compromisos en la solución de injusticias y opresiones
contemporáneas. Las propias disciplinas universitarias cada vez más deri-
van sus fines y programas desde las estrechas perspectivas de las necesidades
de aquellos que detentan el poder, develando el carácter instrumental que
puede desempeñar el campo científico en la reproducción de la desigualdad.
En este marco se debe celebrar que la Universidad de Postgrado del Estado
ecuatoriano se haya constituido una vez más en ámbito de debate de ideas
y en expresión de una academia deliberadamente interesada con las proble-
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máticas de su época. Segundo, que haya dado los primeros pasos para esta-
blecerse como núcleo convocante de intelectuales que están pensando las
más potentes y alternativas transformaciones de nuestras sociedades, mos-
trando una vez más la ceñida relación que debe existir entre universidad y
cambio social. Tercero, que se constituya en agente activo de democratiza-
ción del conocimiento, dentro y fuera de sus claustros. Esto implica correr-
se de aquella visión eficientista que termina reduciendo todo a indicadores
de «productividad» académica (siempre medibles «cuantitativa y objetiva-
mente») y lo «generado» en eventos como el aquí mencionado terminan
perdiendo su sentido fundamental para la universidad, sus miembros y la
misma sociedad. Motivos, todos, más que suficientes para congratularnos.
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Autores
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INTRODUCCIÓN
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18 ANALIA MINTEGUIAGA
dos y hasta las organizaciones de clase. Había que poner la mirada en aque-
llos movimientos sociales y de ideas surgidos a partir de los problemas y ex-
periencias cotidianas (como las cuestiones sexuales, de género, de raza, de
jerarquías, étnicas y hasta las ligadas al consumo), y difíciles de integrar des-
de los esquemas organizativos de la izquierda tradicional. Esto suponía asu-
mir como parte del problema la «cuestión de la agencia» y el papel de las
personas comunes y corrientes emprendiendo acciones por sí mismas. De
igual forma, no se debía abandonar la búsqueda de alternativas al capitalis-
mo, pero admitiendo las mutaciones que había experimentado desde aque-
lla formación de signo empresarial descrita por Marx. Ya a mitades del si-
glo XX se vislumbraban las complejidades asociadas a la lógica corporativa
que había adquirido en el marco de la disolución de las tradicionales cultu-
ras de clase, el aburguesamiento de la clase obrera y la nueva relación fija-
da con el Estado.
Asimismo, frente a la clásica sobredeterminación de la estructura plan-
teada por el marxismo ortodoxo, era indispensable visibilizar lo ocurrido en
el ámbito de la cultura —se empezaba a concebir que en dichos dominios
se volvían patentes y, por ende, detonadores los cambios sociales—. La di-
mensión cultural (que incluía la música, la literatura, el cine, la pintura, las
artes en general, las comunicaciones, entre otras expresiones) no podía se-
guir siendo considerada como secundaria sino constitutiva de la sociedad y
de sus posibilidades de mudanza. Allí se expresaban novedosos clivajes, los
cuales, como mencionamos, estaban más asociados a la vida cotidiana que
a las contradicciones y la lucha de clases. También suponía revisar la idea
tan cara para la tradición marxista de que solo bajo condiciones de explota-
ción y pauperización material se podían producir procesos revolucionarios.
Los trastrocamientos llegaron a cuestionar inclusive la tradicional divi-
sión entre intelectuales y clase trabajadora. Se afirmaba que los procesos de
cambio estaban preñados de una mirada profundamente anti intelectual.
Por ello, la nueva izquierda reposicionaba no solo el papel crucial que de-
bían desempeñar las ideas para un programa de transformación eficaz, sino
el rol de la intelectualidad para la concreción del proyecto socialista. Final-
mente, debe indicarse que la nueva izquierda defendía como marca distinti-
va el asumir una actitud de permanente crítica y revisión antes sus propios
postulados, distanciándose no solo de la tradición marxista sino de sus for-
mas organizativas que eran consideradas doctrinarias, de posiciones fijas y
clausurantes.
Otras coyunturas parecieron ofrecer condiciones similares, aunque en
los hechos sus efectos para la redefinición de tales fronteras no fueron tan
20 ANALIA MINTEGUIAGA
En este sentido, si bien los mismos trabajan —como podrá verse a con-
tinuación— una multiplicidad de aristas ligadas a la crisis capitalista actual
así como a sus implicancias para la izquierda y su proyecto político, es po-
sible «organizarlos» en base a dos grandes ejes. Organización que, valga la
pena aclarar, responde más a la necesidad, que tiene esta introducción, de
proponer una orientación de lectura sobre los artículos que a una diferen-
cia sustantiva entre los mismos, ya que en los cuatro textos podrán encon-
trarse elementos de ambas coordenadas aunque con peso diferencial y es-
te fue justamente el criterio. Habiendo realizado esta aclaración, es posible
sostener que el primero alude a lo que podría llamarse «análisis críticos del
capitalismo existente». Es decir, se trata de contribuciones que indagan y
problematizan desde la coyuntura crítica ciertos aspectos del capitalismo.
Por ejemplo, estudiando el papel desempeñado por las instituciones finan-
cieras en esta nueva fase evolutiva de la economía, analizando las políticas
de los Estados para darle una «salida» o problematizando el funcionamien-
to de los sistemas de protección social aún vigentes en diversos países, liga-
dos a la modalidad estatal capitalista conocida como Welfare State. El segun-
do eje puede sintetizarse bajo la idea de «análisis de las estrategias hacia un
proyecto socialista». En este segundo grupo se ubican aquellos trabajos que
apuntan fundamentalmente a la reflexión sobre las estrategias, los medios,
las iniciativas y hasta las transiciones que deben llevarse a cabo para alcan-
zar el objetivo de construir un proyecto de sociedad alternativo.
A continuación, y a modo de preámbulo, realizamos una breve síntesis
de los contenidos de los cuatro artículos siguiendo este orden «orientador».
El trabajo de Robin Blackburn, titulado «La persistente crisis financie-
ra y las medidas necesarias para enfrentarla», plantea que la crisis actual es
producto de una combinatoria de desregulación financiera, privatización
y mercantilización omnipresente de las trayectorias vitales operada a tra-
vés de una multiplicidad de mecanismos entre los que destacan las hipote-
cas, deudas de tarjetas de crédito, gastos de estudiantes y jubilaciones priva-
das. A su vez a esta situación se sumó la desigualdad y los bajos salarios en
las economías emergentes, y el creciente endeudamiento en los países más
ricos creando desbalances comerciales progresivos. Finalmente esto, junto
con la desregulación financiera, generó una sucesión de burbujas de activos
ligada fundamentalmente a la invención de complejos y opacos derivados
de crédito que literalmente produjeron la mayor liquidación de valores en
la historia mundial.
Su tesis central, desplegada a través de un pormenorizado y riguroso es-
tudio de las instituciones financieras y sus «productividades», plantea que a
Aportes desde la izquierda para pensar nuestro tiempo 23
pesar de la lectura que suele hacerse desde el sentido común y aun desde al-
gunos sectores expertos, la crisis capitalista iniciada en el año 2008 (así co-
mo su segunda ola de 2010-2011), que resultó la más clara manifestación
de los efectos del modelo económico neoliberal, no devino en su cuestiona-
miento y menos aún en su colapso. Más bien el modelo salió fortalecido,
básicamente debido a un diagnóstico que privilegió la mirada de los bancos
y los intereses financieros y un conjunto de soluciones preñadas de ese jui-
cio que se alejaron de la economía «real» y de las condiciones de vida de la
gente. Además, sostiene que tales medidas tuvieron consecuencias gravo-
sas para la democracia, aún no dimensionadas en su totalidad. En nuestros
términos, podríamos decir que la crisis y su resolución develaron el espacio
cada vez más reducido de lo político y la política. El rescate estuvo dirigido a
apuntalar el orden existente, donde los grandes ganadores fueron las corpo-
raciones bancarias, a expensas de los jubilados, los estudiantes y profesores,
los trabajadores y los desempleados, permitiendo uno de los procesos de ex-
propiación y transferencia de riqueza más brutales de la historia.
Los Estados, en particular aquellos que participaron de las medidas de
rescate y los que se vieron sometidos a la lógica del capitalismo financiero,
mostraron una vez más su papel de promotores de condiciones sociales pa-
ra la acumulación capitalista. También aquellos otros que aprovecharon la
coyuntura para aplicar una política de «austeridad sin propósitos» destruc-
tora de conquistas y derechos sociales. Por ello, a través de un análisis his-
tórico detallado de cada uno de los principales focos de la crisis, Blackburn
esboza alternativas de políticas que pudieran no solo revertir los efectos eco-
nómicos nocivos de esta coyuntura, sino también aquellos desintegradores
del modelo. Soluciones que comprenden al conjunto del planeta —aunque
especial atención dedica a China y Asia como escenarios claves— y hacen
hincapié en la reducción de la pobreza, la desigualdad, la mejora de las con-
diciones laborales y salariales, las políticas de regulación económica y finan-
ciera, la creación de bancos y sistemas financieros públicos, la condonación
y/o reajustes de deudas —especialmente en aquellos sectores incapaces de
hacer frente a estos pasivos— y la extensión de los derechos y protecciones
sociales —entre los que destacan aquellos ligados a la tercera edad— que de-
berían aplicar los actores estatales. Agenda compenetrada con las ideas his-
tóricamente defendidas por la izquierda.
El artículo de Nancy Fraser, titulado «Un movimiento triple. Reflexio-
nes pos-Polanyi sobre la crisis capitalista», se centra en la búsqueda de una
teoría crítica para pensar la crisis actual. Esa teoría crítica debe operar en
dos registros o, en otros términos, debe garantizar dos condiciones: ser mul-
tidimensional (al igual que la crisis no es solo financiera ni económica, es
24 ANALIA MINTEGUIAGA
Bibliografía
ANDERSON, Perry
2000 «Renovaciones». En New Left Review en español, No. 2: 5-20.
HALL, Stuart
2010 «La primera Nueva Izquierda». En New Left Review en español, No.
61: 163-181.
WATKINS, Susan
2010 «Arenas movedizas». En New Left Review en español, No. 61: 5-27.
Parte I
ANÁLISIS CRÍTICOS
DEL CAPITALISMO EXISTENTE
CAPÍTULO PRIMERO
31
32 ROBIN BLACKBURN
2 Ver el artículo «Gauchos and Gadflies» (The Economist, 22.10.2011). Las drásticas y extremas
medidas impuestas sobre Grecia, un Estado pequeño y comparativamente pobre, hicieron
de la moratoria una opción válida, que impondría pérdidas a los financistas de gran escala
pero no a los ahorristas pobres. El mismo acuerdo de la zona euro de octubre de 2011 im-
puso un recorte del 50% a los bancos que habían invertido en bonos griegos. Sin embargo,
en la mayoría de los casos, es mejor un enfoque selectivo basado en una cuidadosa audito-
ría. Ver Chesnais (2011).
36 ROBIN BLACKBURN
3 Comprar una casa es una de las transacciones financieras más grandes que un ciudadano de
un país desarrollado realiza en su vida (la única inversión comparable es adquirir una pen-
sión); no resulta difícil entender por qué las hipotecas son un gran negocio. En 2007, la deu-
da familiar de EE.UU. era de alrededor de 120% del PIB, con hipotecas y segundas hipote-
cas, e incluía a más de cuatro quintos de la población total. Mientras las familias de EE.UU.
se deshicieron de algunas deudas entre 2007 y 2011, una caída del 15% en los precios de las
casas —y un alza del desempleo al 9%— condujo a pérdidas para los inversionistas y a la eje-
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 37
Otra propuesta de inversión que ganó terreno en la década del 2000 fue
la promesa de buenos retornos sobre la deuda pública de los países más dé-
biles de la zona euro. El alto nivel de retorno pudo haber sugerido la existen-
cia de riesgo, pero ya que los bonos estaban avaluados en euros, parecía que
conllevaban una garantía implícita de la zona euro. Los inversionistas, en-
tonces, podrían obtener el premio de arriesgarse… pero sin riesgo. No obs-
tante, la falla de este razonamiento tomó más tiempo en evidenciarse; los
delincuentes poseedores de hipotecas fueron más fáciles de detectar que los
débiles gobiernos y los bancos que se escondían detrás del símbolo del euro.
3. Desbalances globales
La fácil avalancha de créditos que inundó EE.UU. y Europa se había des-
prendido de los fundamentos de la economía. El ascenso de China y algu-
nos otros productores asiáticos estaba agregando mucho a la capacidad
productiva pero mucho menos a la demanda agregada global. El ascenso
de los productores asiáticos pudo ser una buena noticia para todos si aque-
llos productores hubiesen sido solo un poco mejor pagados y si la inver-
sión se hubiese canalizado a través de nuevas divisiones del trabajo y redes
de productores de acuerdo con las reglas de comercio justo que penalizaran
la competencia con salarios bajos, las bajas normas laborales o los procesos
de producción peligrosos o derrochadores. Pero en lugar de ello, los salarios
asiáticos siguieron bajos y dejaron un déficit en la demanda global, lo que
produjo enormes desbalances comerciales.
En The Dollar Crisis. Causes, Consequences, Cures (2003), Richard Duncan
afirma que el uso del dólar como moneda mundial y los bajos salarios de los
productores asiáticos habían permitido la construcción de una pirámide
invertida de deuda global que, dentro de poco, perdería el equilibrio. Igual-
mente, Prabhat Patnaik argumenta que esta ha sido una clásica «crisis de
realización» a escala global, causada por salarios establecidos por debajo
de su valor en los Estados emergentes y en desarrollo, y el consiguiente dé-
ficit en la demanda (Patnaik, 2011: 148-64, 259-71). Patnaik acusa al nexo
institucional de Wall Street y Washington, mientras que Duncan también
explica cómo el régimen del dólar confiere una insostenible doble dosis de
creación de créditos. Como advirtió el economista francés Jacques Rueff, el
régimen del dólar no solo confiere a EE.UU. los frutos del «vasallaje», sino
que crea un sistema internacional de balanza de pagos que funciona como
cución de hipotecas (profundizo en este tema más adelante). Sobre el rol de la pobreza en la
generación de la crisis, ver Rajan (2010).
38 ROBIN BLACKBURN
4. Financiarización peligrosa
En 1945 las ganancias de los intereses financieros estadounidenses apenas
daban cuenta del 4% del total ganancias empresariales; para 2006, la cifra de
tales ganancias había subido al 40%. Mucho antes de este año, el funciona-
miento de la economía real había sido eclipsado por el comercio de deriva-
dos en los mercados secundarios. Mientras que un fondo tradicional se ha-
bría contentado con ser el «único» —el que compre, venda, tenga acciones y
bonos—, la nueva especie de «fondo de cobertura» usaba una porción de sus
activos para movimientos cortos; esto es, apostar a que el precio de un activo
bajaría, pedir prestada esa acción y luego venderla con la expectativa de com-
prarla de nuevo a un precio menor. Tradicionalmente, los fondos de pensión
estaban regidos por normas que les impedían especular en movimientos cor-
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 39
tos; en las últimas décadas, sin embargo, con frecuencia se está abandonan-
do esta restricción. Cuando los mercados son muy inestables y los riesgos ne-
gativos evidentes, pareciera prudente compensar los movimientos «largos»
con algunos «cortos», a modo de seguro; digamos, entre 70 y 80% de activos
«largos» y los restantes activos «cortos». Tanto los bancos como los fondos
de cobertura explotaron las nuevas técnicas de financiamiento para confec-
cionar y comercializar complejos productos derivados.
Pronto, los fondos de pensión añadieron leña al horno de la financia-
rización. La inclinación a favor de las cuentas individuales de pensión, con
subsidios tributarios y comercialmente provistas, de por sí fomentaba las
burbujas especulativas ya que los administradores de estas cuentas tenían
incentivos perversos: recibían fuertes sumas como honorarios a medida que
los precios de las acciones se disparaban, pero no recibían la correspondien-
te sanción cuando las acciones se venían para abajo. Con la excepción de al-
gunos fondos de pensión del sector público, la mayoría de inversionistas
institucionales consideraron que su rol era enfocarse en el valor de accio-
nistas a corto plazo. A muchos se les obligó a tener una porción de sus acti-
vos en bonos gubernamentales supuestamente libres de riesgo; así que, para
compensar, usaron sus fondos restantes en formas más especulativas. De-
jando de lado el rol de accionistas responsables, rotaron en exceso sus car-
teras y cobraron comisiones con cada transacción. El régimen de fondo de
pensiones incluyó «déficits en rendición de cuentas» que impidieron a los
ahorristas tener el real control de sus inversiones y redujeron la influencia
de los accionistas sobre los gerentes generales y los directorios.4
Entre 2000 y 2008, el porcentaje de fondos de pensión que usaban fon-
dos de cobertura se elevó del 2,4% al 26,7%. En ese tiempo, los fondos de co-
bertura contratados por los fondos de pensión en EE.UU. recibieron un ren-
dimiento anual del 1,9%, por delante de los fondos de pensión canadienses,
cuyo rendimiento promedio anual en fondos de cobertura era de solo del
0,9% (McCrum, 2011). Al margen de las supuestas ventajas del estilo de co-
bertura largo/corto, este debe asumir los costos de comisiones más altas y
del comercio frecuente. Las comisiones se cobran en la fórmula 2 y 20 —2%
del capital y 20% de la ganancia—; y, algo que resulta innecesario agregar,
sin ninguna participación en las pérdidas. Un estudio de 11.000 fondos de
cobertura muestra un rendimiento del 5,6% en los años 1980-2008, compa-
rado con el 6,6 % de los títulos de deuda en EE.UU. (McCrum, 2011). El no
haber superado a los bonos gubernamentales no impidió que los gerentes
generales de los fondos de cobertura demandaran enormes bonificaciones
(tres reclamaron más de USD 1.000 millones en 2010). A fin de estirar tan
modestos rendimientos, la mayoría de gerentes generales de los fondos de
pensión también aceptaron con agrado prestar sus acciones a los fondos de
cobertura para permitir que se vendieran al descubierto. En tiempos norma-
les, los riesgos eran mínimos, pero tales operaciones podían convertirse en
olas de especulación descomunales. En el Reino Unido y en EE.UU. el valor
total de los fondos de pensión oscila alrededor del 100% del PIB, de manera
que sus altos y bajos son de suma importancia macroeconómica. De datos
del FMI, en 2010 los fondos de pensión comprendían el 25,8% del valor de
todos los activos administrados (FMI, 2011b: 10).
Los inversionistas institucionales ayudaron a crear un sistema financie-
ro para nada transparente; un sistema que fue presa de burbujas de activos,
zonas grises no reguladas de la banca y una financiarización proliferante.
Estas tendencias exacerbaron el impacto de los desequilibrios comerciales,
bajas tasas de interés y, con frecuencia, alimentaron la expansión del crédito
y la sobreinversión. En otro lugar sostuve que el poderoso empuje hacia la
mercantilización, privatización, financiarización y el «capitalismo gris» pu-
sieron en riesgo la provisión de las pensiones (Blackburn, 2006a). El curso
de la crisis ha provocado la ira pública generalizada ante el incumplimiento
de las instituciones y las nefastas prácticas financieras dominantes. Es muy
probable, no obstante, que las tendencias que generaron la crisis adquieran
mayor impulso. En adelante, voy a hacer un recuento de las múltiples tribu-
laciones del mundo después de la crisis, en donde los gobiernos, las fami-
lias y los intereses financieros buscan revertir sus deudas. El resultado ha si-
do el estancamiento, el desempleo, la destrucción de la asistencia social y la
instalación de coaliciones tecnocráticas ajenas a un mandato electoral. Por
mi parte, sostengo que el crecimiento y la inversión requerirán de una ma-
yor expansión de la demanda agregada global basada en salarios más altos
en los países en donde se paga menos, la condonación de la deuda de los paí-
ses pobres, nuevos esquemas de protección social y una arquitectura finan-
ciera dirigida hacia el servicio público. De prosperar, tal recuperación eco-
nómica permitiría y requeriría a la vez una recuperación de la democracia.
5 Para el descomunal alcance de las operaciones financieras en los paraísos fiscales, ver el muy
instructivo estudio realizado por Shaxon (2011).
42 ROBIN BLACKBURN
6 Ver Duménil y Lévy (2011); también escribí sobre los orígenes de la crisis en Blackburn
(2008). Ver además Gowan (2009). Lo que denomino financiarización se acerca a la descrip-
ción de Gowan (2009) del «nuevo sistema de Wall Street». Escribí más acerca de la financia-
rización en Blackburn (2006c).
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 43
modesto. Ese mes, el Secretario del Tesoro, Hank Paulson, convocó a Wash-
ington a los gerentes generales de los trece principales bancos de EE.UU.
Los reunió en la Cash Room del Tesoro, en donde les informó que todos es-
taban en bancarrota y les dio una hora para decidir si firmaban o no la carta
que tenía preparada. Se trataba de una invitación de las autoridades federa-
les a los bancos para que apuntalaran sus desmoronados balances genera-
les inyectando capital fresco del recientemente establecido Programa de Ali-
vio para Activos con Problemas (Troubled Asset Relief Program, TARP) con
USD 700 mil millones —a cambio de lo cual las autoridades federales ad-
quirían derechos en sus negocios—. Una hora después, luego de haber con-
sultado con sus directorios, los trece gerentes generales firmaron la carta de
Paulson. Los todopoderosos de Wall Street no solo estaban pidiendo ayuda
a gritos, sino que Paulson también estaba respondiendo —o aparentaba res-
ponder— a la pregunta que se habría planteado en cualquier crisis en la épo-
ca de la financiarización: ¿quién está al mando? La escena de los bancos reu-
nidos en la Cash Room sugería que, después de todo, era el gobierno el que
estaba al mando y que los bancos eran meros infractores reincidentes que
habían jurado portarse bien en el futuro.
Las autoridades federales adquirieron la participación mayoritaria en
Citibank, el banco más grande del mundo, y todos los bancos se compro-
metieron a cumplir con ciertas reglas. A fin de calificar para los fondos del
TARP, Goldman Sachs cambió su estatuto legal al de holding bancario, lo
que le dio acceso a la «ventanilla de descuentos». A estas medidas siguió la
toma estatal de AIG, la mayor compañía de seguros del mundo, y de Fan-
nie Mae y Freddie Mac, los dos principales corredores de hipotecas. (No hay
duda del hecho que Hank Paulson fue copresidente de Goldman Sachs per-
suadió a los bancos de que estas drásticas medidas defendían sus mejores
intereses.) Las finanzas británicas estaban tan endeudadas como Wall Street
—de hecho, la City y su red global de centros financieros offshore eran esen-
ciales para los acuerdos bancarios paralelos—. El gobierno británico había
sido obligado a rescatar, primero, a Northern Rock y, luego, al grupo Lloyds
TSB y al Royal Bank of Scotland. Aunque Barclays y HSBC hicieron todo lo
posible por evitar que se les involucrara en las operaciones de rescate, se vie-
ron obligados a aceptar la ayuda del TARP de EE.UU.
Solo la inminente posibilidad del colapso del sistema financiero esta-
dounidense —una «experiencia cercana a la muerte»— permitió este extraor-
dinario uso de la cartera pública. A pesar de que tres de los grandes ban-
cos de inversiones de EE.UU. ya no estaban —Bear Stearns y Merrill Lynch
habían sido absorbidos, Lehman Brothers obligado a liquidar—, en los si-
guientes meses y años fue sorprendente ver cómo los sobrevivientes y ven-
44 ROBIN BLACKBURN
7. Redescubrir el Estado
Se decidió salvar a los megabancos estadounidenses y británicos porque sin
las líneas de crédito que extendieron a sus clientes toda la economía amena-
zaba con asfixiarse. Pero los bancos, cuya mera existencia estaba en riesgo,
se negaron a reanudar préstamos normales, con lo que consolidaron una
prolongada restricción de créditos. Los gobiernos de EE.UU. y Gran Breta-
ña temporalmente recortaron impuestos e incrementaron los programas de
gasto público en «paquetes de estímulo», cuya aptitud y composición fue
criticada por Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Los déficits del sector privado
se mantuvieron manejables únicamente transfiriéndolos al sector público —
en donde enseguida provocaron exigencias de austeridad radical y recortes
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 45
a las pensiones públicas—. A fin de hacer que el rescate financiero fuese más
aceptable, Gran Bretaña creó un impuesto fiscal sobre todas las transaccio-
nes financieras británicas del 0,075%, que produjo £ 2,5 mil millones. Sin
embargo, cuando los gobiernos alemán y francés propusieron un modesto
impuesto a las transacciones financieras en toda Europa, el gobierno britá-
nico se opuso (Parker y Peel, 2011).
Como secuela de las medidas de emergencia hubo un amplio llamado
a reformar las instituciones que las permitieron. El «sistema bancario para-
lelo» debía salir a luz del día y las transacciones over-the-counter (OTC) de-
bían ser reemplazadas por un sistema de compensación pública para todo
negocio de derivados. (Confiar la construcción de derivados a una entidad
pública sería una forma abierta de lograr la transparencia, y las comisiones
de esta actividad se convertirían en una ventajosa fuente de ingresos públi-
cos.) Se solicitó a aquellos que buscaban canjes de créditos impagos que de-
mostraran que poseían el activo que estaban asegurando; mientras tanto,
los fondos de las bolsas de valores y los fondos de cobertura podían ser san-
cionados por vender acciones que no poseían. Algunas cuentas de la bur-
buja de sub-prime demonizaron el propio principio de los derivados en lu-
gar de centrarse claramente en cómo fueron usados para ocultar y engañar.
Por supuesto, muchos derivados crediticios eran deliberadamente comple-
jos: las notas de calificación con frecuencia eran manipuladas a consciencia,
y se ofrecían seguros vacíos contra la moratoria de la deuda. Pero, como se-
cuela de la crisis, muchos derivados crediticios recuperaron su valor, lo que
permitió que los préstamos del TARP se pagasen casi en su totalidad y dotó
a los acreedores de Lehman de ciertos activos insospechados. Como ha veni-
do demostrando la Junta Comercial de Chicago (Chicago Board) desde ha-
ce mucho tiempo, los complicados derivados pueden funcionar, siempre y
cuando existan reglas estrictas acerca de su divulgación, garantías y normas
comerciales. La Agencia Reguladora de Mercados Futuros (Commodity Fu-
tures Trading Commission) exigió una mejor capitalización a los bancos y
fondos de cobertura que desearan comerciar derivados (Protess, 2011). Con
frecuencia se ha usado la propiedad mutua de plataformas comerciales (es-
to es, propiedad colectiva de los participantes en el mercado) para crear la
confianza requerida —a pesar de que la propiedad pública sería aún mejor—.
Anthony Hilton, editor empresarial del Evening Standard de Londres, hizo
otra sugerencia: nacionalizar el negocio de calificación de la banca —al mis-
mo tiempo que puntualizaba que, sin una licencia emitida por las autorida-
des públicas, no se podría comercializar aeronaves o medicamentos nuevos
(Hilton, 2010)—. Por supuesto, cualquier agencia que califica títulos, inclu-
yendo bonos públicos, tendría que ser independiente del gobierno y man-
46 ROBIN BLACKBURN
La legislación belga se enmendó para cerrar este vacío legal en particular, pe-
ro los Estados europeos se resistían a someter a sus grandes bancos a una
inspección detallada o a pruebas de resistencia verosímiles por temor a lo
que pudiera revelarse.
8. Reforma titubeante
A pesar de que aún no se ha divulgado todo, en 2008 las pérdidas por deri-
vados crediticios eran de tal magnitud, y los abusos de la financiarización
tan evidentes, que hubo el amplio consenso de hacer algo para tranquili-
zar a los inversionistas y aplacar la ira del público. Con el tiempo, a ambos
lados del Atlántico se aprobaron complejas y extensas legislaciones. Había
nuevas reglas, más papeleo y consultas aparentemente interminables. En ju-
lio de 2010 se aprobó la Ley Dodd-Frank. Los bancos solemnemente prome-
tieron incrementar las garantías y los reguladores se preguntaban cómo ter-
minar en la práctica las negociaciones con cartera propia. Las autoridades
británicas anunciaron que protegerían los bancos minoristas y las operacio-
nes menores de los bancos de inversión, y les concedieron las garantías que
la actividad bancaria de inversión se negaba a dar. Sin embargo, algo que re-
sulta extraño relatar, tanto Wall Street como la City de Londres salieron ile-
sas, indemnes, con exorbitantes bonificaciones «demasiado grandes como
para fallar», incentivos perversos, una exigua capitalización, oscuras reglas
contables, puntos al margen del balance general y entidades con fines parti-
culares. Incluso entonces, los grandes bancos de inversión combinaron una
gama de actividades que los colocaban en ventaja: corretaje de acciones, fu-
siones y adquisiciones, escarceos en finanzas personales y contratos de ne-
gocios de cartera privada. Supuestamente, había «murallas chinas» entre
varias de estas funciones. No obstante, los reguladores siguieron notando
sospechosas ráfagas de actividad comercial en más de tres quintas partes de
los principales eventos empresariales. La revocatoria de la Ley Glass-Stea-
8 El FMI continuó preocupado por las múltiples fuentes de vulnerabilidad financiera; ver
FMI (2011: 30).
48 ROBIN BLACKBURN
gall de EE.UU. en 1999 había permitido que ideas anticuadas como el «con-
flicto de intereses» pasaran a denominarse «sinergias». Pero ahora, después
de la crisis, las disposiciones estilo Glass-Steagall para separar la vida coti-
diana de Wall Street no progresaron entre los legisladores (FMI, 2011a: 30).
En el fondo, la oposición a la reforma fue impulsada por las ansias de
retener una fuente de ganancias que se requería de urgencia en un mundo
en donde las comisiones de la banca de inversiones tradicional (ofertas pú-
blicas de ventas de activos financieros, asuntos de derechos y fusiones y ad-
quisiciones) ofrecían ganancias más débiles y donde las ganancias de las
negociaciones con cartera propia, las transacciones de derivados OTC y el
juego de manos de la financiarización, se habían tornado esenciales para en-
grosar las utilidades y el crecimiento. Fue un caso sobrecogedor en donde
se requería mayor transparencia y amortiguadores de capital más adecua-
dos, pero los gobiernos no vieron otra alternativa que salvaguardar la salud
de sus propias instituciones financieras. El advenimiento de un nuevo pre-
sidente en EE.UU. y una nueva coalición de gobierno en el Reino Unido pu-
dieron haber inaugurado políticas completamente nuevas, pero no lo hicie-
ron. En resumen, plus ça change, plus c’est la meme chose (cuanto más cambian
las cosas, más siguen igual), es lo que mejor describe la notable resiliencia
de las prácticas del sector financiero en el período de 2008 a 2011. A pesar
de todas las devaluaciones y rescates financieros, los niveles de la deuda ge-
neral —deuda nacional, deuda empresarial no financiera, deuda bancaria y
deuda familiar— seguía alta: de tres a cinco veces el PIB.9
En enero de 2008, el experto financiero francés Jean-Charles Rochet pu-
blicó un libro titulado Why are there so many Banking Crises? Ahí, Rochet cal-
cula que hubo 46 crisis bancarias desde que al sistema de Bretton Woods se
le permitió colapsar en 1971. Durante los tres años después de la publica-
ción del libro, los mayores centros financieros del mundo sufrieron una se-
cuencia de crisis aún más severas —las más fuertes desde los años treinta—
y el número total de Rochet debió haber subido al menos una docena más.
Entre 2008 y junio de 2011, el FMI respondió a 22 solicitudes de préstamos
por crisis; sin embargo, aunque sus recursos fueron usados en forma ge-
nerosa —pero no siempre efectiva— para aplacar los apuros de los Estados
de la UE profundamente endeudados, los Estados pobres y grandes, como
Ucrania y Pakistán, recibieron poca ayuda. La muy provisional recuperación
de 2010 se quedó sin vapor y regresó la «estanflación». El desempleo masi-
vo continúa; millones están amenazados con la ejecución de sus hipotecas;
muchas decenas de millones han visto sus ahorros reducirse y la posibilidad
… [el] Tesoro, no obstante, suministró dinero a los bancos sin ninguna po-
lítica efectiva ni esfuerzo por obligarles a extender el crédito. No había con-
diciones: ningún requerimiento, ni siquiera un incentivo para incremen-
tar los préstamos a los compradores de casas y, en contra de nuestra firme
recomendación, ni siquiera la solicitud de que los bancos reportaran có-
mo usaron los fondos del TARP... [En febrero de 2009] se anunció el Pro-
grama de Modificación para Vivienda Accesible (Home Affordable Modi-
fication Program) con la promesa de ayudar a un número de hasta cuatro
millones de familias con modificaciones hipotecarias. Este programa ha si-
do un fracaso colosal, y ha tenido muchas menos modificaciones perma-
nentes (540.000) que modificaciones que han fracasado o han sido cance-
ladas (más de 800.000)… A medida que el programa lucha por mantenerse
a flote, las ejecuciones de hipotecas siguen creciendo y los pronósticos ha-
blan de 8 a 13 millones de estas ejecuciones en el curso de vida del progra-
ma (Barovsky, 2011).
Si una buena parte de los fondos del TARP se hubiese destinado a condonar
la deuda de los grupos con menores ingresos, se habría estimulado el con-
sumo en una economía amenazada por el estancamiento y se habría alivia-
nado la carga de la deuda incobrable.
do este nivel de ahorros o menos (con ahorros de USD 50.000 podían ad-
quirir una pensión mensual de apenas USD 300). En el mismo grupo, el
44% tenía menos de USD 10.000 (y era muy improbable que tuviera acceso
a DB o viviendas costosas). Luego de más de medio siglo de espléndidos in-
centivos tributarios sobre esquemas de pensiones privadas —planes tribu-
tarios calificados de compensaciones diferidas, 401(k); cuentas individua-
les de jubilación (IRA); esquemas ocupacionales y similares—, el seguro que
salva a casi la mitad de la población de la tercera edad en EE.UU. de la elimi-
nación de jubilación sigue siendo la seguridad social, con un promedio de
USD 1.100 al mes. De aquellos con empleo, solo el 13% del total mostraron
«mucha confianza» en que tendrían suficiente como para jubilarse, mien-
tras que el 36% mostraron «algo de confianza» (EBRI, 2011; y, para 2007,
ver Magnus, 2009: 87). Desgraciadamente, es probable que la última cate-
goría incluya una proporción considerable del gran número de personas
que tiende a subestimar lo que necesitarán al jubilarse. En general, los em-
pleados esperan trabajar más tiempo, aunque el que haya o no empleo pa-
ra ellos es otro tema.
La décima parte más acaudalada de los ahorristas de pensiones para la
jubilación se acoge a la mitad de todas las exenciones tributarias y, por con-
siguiente, están conformes con sus inversiones (Hughes y Sinfield, 2004; ver
también Hacker, 2002). La mayor parte de estos montos, sin embargo, aún
se invertirán en comisiones de administración de los llamados «fondos co-
munes», lo cual restringe mucho la acumulación de sus ahorros. (A pesar de
que son técnicamente comunes y de propiedad de los miembros, en general,
estos fondos están operados por gerentes comerciales de fondos que cobran
una comisión anual del 1 al 2% de la suma.) Es de subrayar que las verdade-
ras ganancias de los años del boom se acumularon en el 1%, o incluso el 0,1%,
de las familias que ocupan la punta de la pirámide (Duménil y Lévy, 2011).
Los fondos de jubilación del plan de beneficios definidos (DB) fueron
embarcados en una extraordinaria montaña rusa en el ciclo de la crisis-re-
cuperación-contracción. En febrero de 2009, los déficits de los fondos DB
británicos alcanzaron £ 219 mil millones y los déficits de los fondos DB en
EE.UU. alcanzaron el récord total de USD 506 mil millones. En febrero de
2011, el valor global de tales fondos de pensión y activos de jubilación llegó
a USD 26 billones; es decir, un incremento del 26% en febrero de 2010 (y un
incremento del 66% desde el año 2000). Sin embargo, los pasivos también se
habían incrementado, de manera que el número de esquemas en déficit y el
tamaño total del déficit no había disminuido mucho.
54 ROBIN BLACKBURN
Los débiles y cada vez peores datos sobre los ahorros y prospectos de
pensiones en EE.UU. mostraron el vacío que había en el «éxito» de Wash-
ington al abordar crisis. Más aún, el ímpetu de la cooperación internacional
no se mantuvo y los enormes desbalances globales que condujeron a la cri-
sis prosiguieron. Los balances generales de muchas instituciones financie-
ras aún escudaban pérdidas no reconocidas.
los gobiernos de los Estados más ricos de esta zona, sobre todo de Alema-
nia, se negaban a financiar las deudas de Grecia e Italia. De hecho, incluso
la ayuda más modesta dependía de una drástica austeridad y de la venta ur-
gente de activos públicos, los cuales, en los Estados más pequeños y perifé-
ricos de la zona euro, eran limitados. Papandreou, el primer ministro grie-
go, anunció que de ninguna manera se podía vender el patrimonio del país
al mejor postor. Los fondos de cobertura fueron negados a Atenas —pero, a
juzgar por las acciones del gobierno, estaba bien renovar la concesión a los
acreedores de Grecia de enormes lotes en la isla de Rhodes y otros sitios se-
lectos para la inversión especulativa—.
Desde cualquier punto de vista, las instituciones financieras europeas
se quedaron cortas. Muchos de los titanes financieros de la zona euro —
notablemente el Deutsche Bank y la Société Générale— habían participado
en la orgía de derivados crediticios y aún el día de hoy deben admitir su to-
tal desprotección, ya sea a los derivados crediticios de EE.UU. o a los bonos
griegos. Pero la crisis todavía pudo haber tenido una salida positiva si hu-
biera llevado a reconocer que se requería un régimen financiero nuevo en to-
da la zona euro —específicamente, un sistema financiero dirigido al servicio
público y garantizado por las autoridades fiscales—. Cualquier esperanza
real de sostener el euro requeriría otorgar al Banco Central Europeo la po-
testad y los medios para actuar como prestamista de último recurso. La si-
tuación incluso sería mejor si hubiera impuestos en toda Europa y se creara
el Ministerio de Finanzas de la UE. El presidente del Banco Central Euro-
peo tuvo el acierto de proponerlo, pero dejó de lado la necesidad de que es-
tuviera subordinado a un control democrático (Peel, 2011a). En cierta for-
ma el sistema de Reserva Federal de EE.UU., establecido hace casi un siglo,
ofrece características de las que podría aprender la zona euro. El Banco Cen-
tral está respaldado por un poderoso Tesoro y tiene trece sucursales regio-
nales cuyo objetivo es reflejar los intereses locales. Desgraciadamente, estas
sucursales no tienen ni el poder ni la representación de la comunidad que
se previó en un inicio (Weisman, 2003). Pero, aun así, los funcionarios elegi-
dos y las instituciones juegan un rol más importante que en Eurolandia. ¿Es
utópico imaginar que los europeos igualen —o incluso mejoren radicalmen-
te— el modelo al que apuntaron los progresistas estadounidenses en 1913?
Precisamente cuando la crisis de las sub-prime se intensificó, en gran me-
dida por el sistema bancario paralelo, las crisis financieras que siguieron se
han visto exacerbadas por pasivos gubernamentales ocultos, especialmente
aquellos que gozan de garantías gubernamentales «implícitas» (como Fan-
nie Mae, la empresa semiprivatizada auspiciada por el gobierno en EE.UU.),
las deudas del Banco Central, los ítems fuera de los balances generales (co-
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 57
euros, una suma que sería totalmente inadecuada para salvar a Italia o Es-
paña. Italia tenía una deuda total de 1,9 billones de euros, de los cuales 300
mil millones vencían en un año. El gobierno alemán aún era reacio a prome-
ter más dinero para un fondo de rescate creíble; tal empecinamiento refleja-
ba una combinación de fobia histórica a las deudas, ideología conservadora,
severas tácticas de negociación y desconfianza en los bancos.
La desdichada alternativa que se escogió fue dirigir el plato de las limos-
nas a China —un país cuyo ingreso per cápita es de alrededor de un octavo
del de la zona euro— y, como se anotó brevemente, se confió en los trucos e
ilusiones de la ingeniería financiera para inflar el reducido fondo de rescates
tres o cuatro veces su tamaño real. Se permitiría al EFSF usar sus restantes
250 mil millones de euros para asegurar los bonos a un valor de un billón. El
Tratado de Roma —un documento financieramente conservador— a duras
penas trataba tal procedimiento. Asegurar a Italia contra la moratoria iba
a resultar un negocio enormemente costoso y el proceso de aseguramiento,
de no ser exitoso, elevaría el costo de un eventual rescate (Wall Street Journal,
28.10.2011). El acercamiento a China se quedó en nada luego de que Beijing
explicara que los chinos estaban prestos y gustosos a asistir a los europeos,
pero solo si los europeos estaban listos a ayudarse mutuamente.
A medida que supuraba la crisis, y los problemas de Italia ya no podían
ignorarse, creció la sensación de que nadie estaba al mando. En varios mo-
mentos, el Tesoro y la Reserva Federal de EE.UU., el G20, el FMI y diversas
reuniones de ministros de finanzas alegaron estar a la cabeza; pero, con fre-
cuencia, el consuelo ofrecido no dio la talla. Luego de una infructífera reu-
nión del G20 realizada en Cannes, en noviembre, Wolfgang Munchau con-
cluyó que
las varias crisis globales requieren soluciones fuera del espacio político
usual. Para acabar con la crisis en la zona euro se necesitaría un banco cen-
tral que actuara como prestamista de último recurso, un mercado de bonos
europeo común y, finalmente, la unificación fiscal con alto grado de inte-
gración del mercado laboral y productivo. Al momento, no obstante, estas
medidas son contrarias a las constituciones nacionales, tratados europeos
y preferencias políticas (Munchau, 2011).
Con predicciones del crecimiento en la zona euro para 2012 que no sobre-
pasan el 0,5%, la lista de iniciativas requeridas también debería incluir un
paquete de estímulos a gran escala para toda Europa.
Se podría pensar que cualquier liderazgo sería mejor que ninguno, pero
este no siempre es el caso. Sin haber resuelto la recesión, era peligroso que
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 61
11 No puedo explorar este fenómeno aquí, pero recomiendo ver Zizek (2009: 91-94).
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 63
jadores en estas áreas o han construido sus propias instalaciones ahí por-
que consideran que un elemento clave para su rentabilidad son los bajísi-
mos costos de mano de obra. Sin embargo, cuando los administradores de
estas corporaciones o sus proveedores permiten malas condiciones labora-
les y niegan los derechos a los trabajadores, ponen en riesgo su reputación.
Más aún, la brecha global de ingresos en la actualidad es tan grande que un
salario mínimo, a la final, solo elevaría marginalmente los precios al consu-
midor final. Si una tarifa salarial por hora se elevara de USD 3 a 4, la deman-
da local se vería incrementada en alrededor de un tercio, pero conllevaría a
un incremento de precios de solo el 2 ó 3%. La experiencia de proyectos de
«comercio justo» muestra el alcance de lograr apoyo para los sueldos míni-
mos en el sector exportador. Duncan reconoce que crear el régimen de audi-
torías e inspección requerido para aplicar un salario mínimo global plantea
dificultades, pero sostiene que de ninguna manera son insuperables, espe-
cialmente si tomamos en cuenta el interés de los asalariados en sus propias
compensaciones.
Duncan insiste en que los sueldos en el sector exportador pueden ser
supervisados más fácilmente que otros sueldos o ingresos; de hecho, el mo-
vimiento de bienes y servicios entre las fronteras ya está sujeto a monito-
reo. Las propuestas de Duncan van de la mano con las medidas propuestas
por economistas feministas que defienden un nuevo comercio que prohíba
el trabajo infantil, la discriminación de género, las malas prácticas ecológi-
cas, la violación derechos laborales y los salarios muy bajos (Van Staveren et
al., 2007). Estas autoras muestran que las raíces de los desbalances comer-
ciales están en la ventaja «absoluta» más que en la ventaja «comparativa».
Los desbalances reflejan las «brechas tecnológicas» y «brechas de destrezas»,
más que una «competencia perfecta». En muchas zonas de exportación, la
mano de obra está compuesta principalmente por mujeres jóvenes aún sin
cargas familiares pero poseedoras de «manos hábiles», buena disciplina y
una capacidad de trabajo duro y constante. Las reglas del comercio podrían
establecer tasas de sueldos mínimos (eventualmente, tal vez, un «salario vi-
tal» sin fronteras), normas de seguridad, acceso a la educación y derechos la-
borales para estos trabajadores. Jean-Luc Gréau, ex economista directivo de
Medef, la federación francesa de empleadores, planteó el caso opuesto pa-
ra reglas comerciales que desmotivarían la superexplotación de los trabaja-
dores más pobres.12
No resulta difícil plantear la crítica moral en contra de salarios muy ba-
jos por un trabajo arduo de largas horas. A diferencia del proteccionismo co-
12 Ver Jean-Luc Gréau (1998) y otras obras tratadas por John Grahl (2011).
64 ROBIN BLACKBURN
14 Ver Skidelsky y Felix Martin (2011). Skidelsky también ha defendido este enfoque en artí-
culos para The New Statesman.
15 Ver Robins (2011) y la Sección Comercial de Sunday Times (06.11.2011). Aunque este esque-
ma sin fines de lucro podría ser totalmente manejado por el público, Truell, un director de
Pensions Corporation, parece inclinarse a que lo manejen seguros comerciales.
68 ROBIN BLACKBURN
17 Para el concepto del «sistema financiero público», ver Gowan (2009: 22-6) y Chesnais (2011:
17-24, 131-6).
18 Desde el punto de vista de la humanidad como un todo (incluyendo las futuras generacio-
nes), los deseos y necesidades del público no están establecidos monolíticamente por una au-
toridad nacional dada, sin importar cuán popular o sabia sea. Se construye, más bien, en ca-
pas múltiples, en forma intergeneracional —está sobredeterminada en formas provisionales
y parciales— y, por último, emerge de la interacción de colectivos diversos, algunos naciona-
les, otros regionales o locales. Los esquemas del comercio justo y la red cooperativa Mondra-
gón, la salud nacional, o esquemas de pensiones y la prohibición de CFC (clorofuorocarbu-
ros), ofrecen ejemplos prácticos de los diferentes niveles en que se ayuda a la ciudadanía.
70 ROBIN BLACKBURN
jo», que redujera las cargas que pesan sobre las espaldas de los pobres y peor
pagados, habría sido más efectivo y más útil a nivel público, que los rescates
«desde arriba», favorables a los bancos.
Un sistema financiero público tendría como núcleo a bancos de propie-
dad pública y con responsabilidad pública, agencias reguladoras y fondos
sociales. Estos últimos informarían y empoderarían a los ciudadanos en for-
ma individual, al igual que a las redes regionales o locales. El modelo neo-
liberal, en contraste, entrega fondos públicos y programas sociales a socie-
dades privadas y promociona una penetrante mercantilización de la salud,
educación, pensiones y acceso al ambiente natural. De hecho, la mercantili-
zación es tan profunda hoy en día que intenta transformar a cada ciudada-
no en una calculadora que camina, convirtiendo su propia vida en un costo
financiero y una secuencia de pérdidas y ganancias. Se alienta a los estudian-
tes a endeudarse; a los jefes y jefas de hogar a hipotecar; a los consumido-
res a comprar con crédito; y a los ciudadanos a usar las entidades comercia-
les para asegurar los riesgos en el curso de su vida, en lugar de compartirlos
y desplegarlos bajo un esquema de solidaridad y justicia intergeneracional.
El costo global extendido de las crisis y las distorsiones financieras ha
significado varios billones de dólares en producción perdida, decenas de mi-
llones de personas despedidas y muchos más millones, empleados o no, que
se quedaron sin su derecho a la pensión. Sin perjuicio del éxito de China y
Brasil, la inequidad global ha seguido en alza y la enorme brecha, cada vez
más dilatada, entre ricos y pobres es evidente, tanto en países ricos como en
los nuevos mercados emergentes. En marzo de 2011, The Economist informó
que «pareciera que casi la totalidad de los beneficios de la recuperación ha
sido distribuida a los dueños del capital y no a los trabajadores» (Button-
wood, 2011b). El informe anotó también que esto fue parte de una tenden-
cia internacional y a largo plazo: desde 1980, la participación de los traba-
jadores ha declinado en toda la OCDE. La brecha ha sido particularmente
marcada en Estados Unidos: entre 1973 y 2007, la productividad creció el
83% pero el salario real promedio de los empleados hombres se elevó solo el
5% (Buttonwood, 2011b).
Aunque el salario real ha subido en China, India y Brasil, se necesita-
rán organizaciones obreras y movilizaciones para asegurar y extender tales
ganancias, y para contrarrestar los grandes niveles de inequidad que siguen
creciendo en los BRIC. El salario mínimo en el sector exportador propuesto
por Richard Duncan podría reforzar la presión que pudiera ejercer el movi-
miento obrero organizado. También consideramos que la crisis no ha traído
ningún beneficio en las áreas más pobres y ha golpeado al sector de las mi-
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 71
19 Si bien este elogio es algo exagerado no está alejado de la realidad, ya que el informe exami-
na las impresionantes fortalezas —y algunas debilidades— del modelo alemán. La unifica-
72 ROBIN BLACKBURN
ción alemana impuso cargas, pero también debilitó el poder del movimiento obrero orga-
nizado. Ver Perry Anderson (2010: 241-277).
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 73
20 Ver The Economist (28.08.2010). Para un contexto más amplio del tema brasileño, ver Sader
(2011). Las vicisitudes de propiedad pública en América Latina han sido exploradas por
Aguiar de Medeiros (2009).
74 ROBIN BLACKBURN
fue mucho mejor: para el momento en que sacó sus inversiones, su ganan-
cia fue de £ 1,1 mil millones sobre una inversión original de £ 564 millones
(Wachman, 2011). (Se podría agregar que a fines de la década de 1990 e ini-
cios de la del 2000, algunos de los más generosos partidarios financieros del
Partido Laborista británico habían hecho sus fortunas manejando grandes
cadenas de hogares de cuidados, un negocio que dependía de contratos pú-
blicos.) En 2011, Jeremy Heywood, el ingeniero financiero que había ideado
Southern Cross Deal, ocupaba un cargo ejecutivo en la oficina del primer
ministro británico. Como explicó el Financial Times, el Southern Cross Deal
fue solo una parte de la ola de «innovación» financiera que acumuló enor-
mes sumas especulando con la salud de la tercera edad sin tomar en cuen-
ta siquiera el costo humano (O’Connor, 2011; Mundy y O’Connor, 2011).
La quiebra es un ejercicio normal y necesario para los «instintos animales»
de los capitalistas —razón por la cual los servicios públicos relevantes deben
permanecer públicos—. La provisión de pensiones, igualmente, deberá res-
tringirse a instancias que aún se mantendrán en pie dentro de cuatro déca-
das. Para asegurar que están cumpliendo con el trabajo que se les ha asigna-
do, un gobierno fuerte debe reconocer la necesidad de una red autónoma y
bien financiada de agencias de pensiones y cuidados de la tercera edad, con
auditorías regulares.
La respuesta a la crisis fue una abrumadora manipulación de las tasas
de interés y la provisión de dinero. Aunque el control público de los bancos
y de los proyectos públicos tangibles debió regir, aún se escucha la vacua —y
falsa— explicación de que los gobiernos no pueden «escoger a los ganado-
res». No es necesario ir a Brasil o a Taiwán para refutar tal explicación. Va-
rios de los escasos líderes empresariales globales de Gran Bretaña recibie-
ron dinero público y propiedades estatales; hay ejemplos notables, como el
fabricante de chips de celulares, ARM, y el fabricante de motores de avión,
Rolls Royce. Pero el gobierno británico no logró impedir el cierre de una fá-
brica de cuchillas de turbina en la Isla de Wight, de un laboratorio de Pfizer
en Kent, instalaciones de investigación en Cambridge y una planta de rieles
en Derby —cada uno de los cuales lanzó a la calle a ingenieros especialistas y
equipos de investigación, redujo la recaudación tributaria e infló los costos
del desempleo como resultado de la crisis—. Los gobiernos británicos han
permitido que sociedades extranjeras se apoderasen de empresas producti-
vas locales con el objetivo de subordinarlas a la división global del trabajo
basada en salarios bajos. Luego de que Kraft absorbiera Cadbury en 2009-
2010, la histórica planta de la compañía en Bourneville cerró y transfirió sus
contratos a un proveedor polaco. Cuando Hewlett Packard anunció una li-
citación para adquirir Autonomy, la compañía de software más importante
del país, se temió una reorganización similar.
76 ROBIN BLACKBURN
Generalmente, las mujeres y las personas de menores ingresos son las gran-
des perdedoras de la privatización de las pensiones ya que pueden pasar lar-
gos períodos sin contribuciones, resultar con antecedentes laborales inte-
rrumpidos y/o niveles de ahorro más bajos. Las personas con altos ingresos
generalmente son los ganadores, ya que las contribuciones a sus cuentas
individuales se basan en ingresos mayores por medio de récords laborales
relativamente ininterrumpidos… Sin embargo, los grandes ganadores son
las compañías de servicios financieros que reciben enormes comisiones ad-
ministrativas por manejar los fondos de pensión (Orenstein, 2011).23
24 Ver Timmins (2011). El informe completo está disponible en el sitio web de la Asociación
Nacional de Fondos de Pensión (National Association of Pension Funds), que comisionó
su redacción.
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 83
terios racionales para informar sus decisiones crediticias —como prueba es-
tá su locura al aceptar tanta exposición a las hipotecas sub-prime—. En la ac-
tualidad surge un problema similar con respecto a su renuencia a realizar
inversiones productivas. En contraste, un sistema financiero público que
apoye y respalde redes de fondos sociales podría reimbricar las finanzas en
su contexto social y democratizar su accionar. El modelo socialista tradicio-
nal de una economía «nacionalizada» y planificada ha tenido sus éxitos —y
en algunas áreas aún podría ser útil—. Tiene sentido para ferrocarriles, ener-
gía eléctrica, agua y otros monopolios naturales que deben ser de propiedad
y administración pública (Patnaik, 2011). Pero el modelo de economía pla-
nificada ya tuvo su época. Mientras se monitoreen y regulen los mercados,
tendrán un rol útil e incluso válido.25 La propiedad social de los fondos de
pensión —y su manejo conjunto para la búsqueda de criterios socialmente
responsables— puede dar a esto una dimensión más amplia. A los regulado-
res nacionales e internacionales les resultará difícil obtener la información
que requieren para considerar una multitud de actores económicos. Otro
tipo de «regulación desde abajo» para mejorar la «regulación desde arriba»
serían las inversiones de instituciones de propiedad social que, por ejemplo,
podrían usar sus poderes de participación para promover un salario míni-
mo en el sector exportador de los países con un bajo PIB per cápita.
Mi argumento podría ser reducido como si planteara que la única for-
ma de satisfacer los crecientes costos de la sociedad que envejece supone sal-
tar al socialismo. Sin embargo, el sistema financiero público y las redes de
fondos sociales apuntan a amansar y dirigir el capital, pero no a eliminarlo.
Aún entonces habría mercados competitivos de productos finales y compe-
tencia entre capitales. Los grandes bancos se socializarían y los restantes se
requerirían para agudizar la transparencia. Durante un tiempo, al menos,
habría bolsas públicas. Una mejor regulación se complementaría con una
multitud de agentes bien informados con propiedad ampliada: las redes de
fondos sociales. Las compañías transaccionales estarían sujetas a presiones
bastante nuevas. Eventualmente, se podría considerar medidas más exhaus-
tivas de socialización, pero por un tiempo el objetivo sería mejorar el rol de
las autoridades públicas a todo nivel, en lo que ahora es un mundo en don-
de la privatización y financiarización enloquecieron —frecuentemente se-
cuestrando al Estado—.
En un acápite anterior hice referencia a la auditoría de la deuda que el
gobierno ecuatoriano llevó a cabo en 2007, principalmente para reprogra-
mar, o incluso repudiar algunos de sus componentes. Si otros países asu-
mieran una investigación similar, bien podrían descubrir presiones indebi-
26 Chesnais (2011: 95-141) explora algunas propuestas iniciales. Un escenario así podría ser
factible en una situación de crisis, pero habría que tener cuidado en la secuencia de la repro-
gramación de la deuda y la nacionalización de empresas financieras.
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 85
28 Ver Blackburn (2007b). En muchas formas, aunque no todas, el enfoque que he ideado es el
polo opuesto de aquel asociado con Hayek, Friedman y la economía de libre mercado. Pero
esta escuela ha aceptado la necesidad, en condiciones extremas, de estímulos financieros —
La persistente crisis financiera y las medidas necesarias 87
usando helicópteros para soltar grandes sacos de dinero en centros poblados, por un lado;
e introduciendo un elemento de ingreso básico universal, por el otro—. Rescatar a los ban-
cos ha significado apuntar los sacos hacia los ricos… ¿por qué no hacerlo, más bien, hacia
los pobres o incluso hacia toda la población? Si la impresión de dinero es para el bien públi-
co, ¿por qué no pueden todos colocarse en el lugar de recibir los sacos?
29 Ver Elson, Grown y Cagatay (2007); también Patnaik (2011) y Piore (2004); además, cabe se-
ñalar que la compilación de Milberg (2004) contiene muchas contribuciones importantes.
88 ROBIN BLACKBURN
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Un movimiento triple
Reflexiones pos-Polanyi sobre la crisis capitalista
NANCY FRASER
97
98 NANCY FRASER
El mismo Polanyi sentó las bases para la crítica de las protecciones des-
cuadradas, a pesar de que no las articuló de manera explícita. En La gran
transformación observó, primero, que los Estados son prerrequisitos necesa-
rios para la protección social; y, segundo, que están disponibles de manera
desigual en el mundo moderno. Dice:
Pero si bien los Estados organizados de Europa eran capaces de prote-
gerse contra el reflujo del libre comercio internacional, los pueblos colonia-
les políticamente desorganizados no podían… La protección que el hombre
blanco podía fácilmente procurarse a través del estatus soberano de sus co-
munidades, resultaba inaccesible para el hombre de color mientras le falta-
se el prerrequisito: un gobierno político (183).
¿Qué fue exactamente lo que causó la «falta del prerrequisito para el
hombre de color»? Con base en lo que llamaban el laisser-faire, las poten-
cias europeas usaron a sus colonias no solo como fuentes de materia prima
y comestibles baratos, sino también como outlets protegidos para sus pro-
ductos manufacturados. El colonialismo, por lo tanto, sirvió para proteger
a la industria europea y amortiguar a los pueblos europeos de los más duros
efectos del capitalismo desregulado, al tiempo que despojaban a los pueblos
colonizados de sus medios de protección.
Parecía que, al lograr la independencia y establecer sus propios Estados,
los pueblos colonizados conseguirían esa protección. Sin embargo, incluso
después de la descolonización la meta resultó difícil de alcanzar. Y la razón
tiene que ver con otra percepción de Polanyi: las capacidades reguladoras de
los Estados dependen considerablemente de los acuerdos internacionales.
Al observar que el régimen patrón oro / libre comercio de principios del si-
glo XX había impedido a los Estados europeos adoptar políticas de protec-
ción, como el pleno empleo o el gasto deficitario, que dependen del control
de la oferta monetaria, Polanyi dedujo que el régimen internacional poste-
rior a la Segunda Guerra Mundial debía diseñarse de tal manera que permi-
tiera, de hecho, facilitar políticas de protección a nivel nacional. Lo que no
previó, no obstante, fue que el «liberalismo imbricado» (Ruggie, 1982) esta-
blecido después de la Guerra serviría mejor a unos Estados que a otros. En
ese período, cuando el imperialismo asumió la forma «no política» del in-
tercambio desigual entre las antiguas colonias recientemente independiza-
das y sus antiguos amos, estos siguieron financiando sus sistemas naciona-
les de asistencia sobre las espaldas de los colonizados. La disparidad se vio
exacerbada en la era neoliberal, además, por la política del «ajuste estructu-
ral», en la medida en que agencias internacionales, como el FMI, usaron el
arma de la deuda para socavar aún más las capacidades de protección de los
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Parte II
ANÁLISIS DE LA ESTRATEGIA
HACIA UN PROYECTO SOCIALISTA
CAPÍTULO TERCERO
Una vez más, «los tiempos están cambiando», como cantábamos junto a
Bob Dylan en la década de l960. Para entender cómo y por qué, y para llegar
a comprender cómo se pueden alcanzar o abrir nuevas oportunidades, es
mejor que demos un paso hacia atrás y nos miremos en el espejo de la histo-
ria. Con un breve esbozo como fondo del legado del siglo XX, quisiera ano-
tar tres importantes acontecimientos nuevos: 1. el retorno global de la cla-
se como fuerza social, bajo novedosas formas y configuraciones sociales; 2.
una nueva dinámica ideológica surgida de un cambio en la relación entre
el pensamiento político y la práctica política y social; 3. el surgimiento de
una nueva geopolítica de izquierda que plantea mayores desafíos a la anti-
gua y fuerte tradición eurocéntrica (desde las revoluciones angloamericana
y francesa a la Revolución de Octubre y la socialdemocracia, la primera fase
de la Revolución China y el breve resurgimiento mundial de la Internacio-
nal Socialista en los años de Willy Brandt y Olof Palme).
117
118 GØRAN THERBORN
taduras militares tuvieron, así como, al final del siglo, la caída final del ra-
cismo estadounidense institucionalizado y del apartheid en Sudáfrica, fun-
damentaron la validez de los derechos humanos a nivel global.
Los derechos de los trabajadores a organizarse y a negociar colectiva-
mente constituyen el mayor triunfo luego de la Depresión en la coyuntura
después de la Segunda Guerra Mundial. Recientemente, en EE.UU. y en el
Reino Unido estos derechos han sido mermados y las fuerzas conservado-
ras han dejado de reconocerlos; sin embargo, su legislación se ha extendi-
do por todo el mundo, incluso hasta Corea, Taiwán y Sudáfrica, en particu-
lar, y siguen teniendo fuerza en América Latina y en gran parte de Europa.
Nunca podremos comprender el siglo pasado sin entender sus grandes
revoluciones, la rusa y la china, y sus enormes repercusiones en el Asia Cen-
tral, el Cáucaso, Europa Oriental, el Este de Asia, y su retoño caribeño en
Cuba; su impacto en África en las décadas de 1970 y 1980; su influencia en
la política social de Europa Occidental y en su movimiento obrero. La forma
cómo evaluar estas revoluciones sigue siendo políticamente controversial y
académicamente prematura. Sin duda, hubo gran cantidad de represión y
una arrogante crueldad moderna, tangible, por ejemplo, en las no delibera-
das pero mal dirigidas respuestas estalinistas y maoístas a las hambrunas
con la colectivización agrícola y el «Gran Salto Adelante», respectivamente.
Pero tampoco cabe duda de su logro nacional en el poder geopolítico que,
sin embargo, no es un criterio para el desempeño de la izquierda. La deca-
dente Rusia, severamente derrotada por los japoneses en l905 y por los ale-
manes en l917, se transformó en la URSS que derrotó a Hitler y se convir-
tió en la segunda superpotencia mundial a mediados de la década de l950,
aparentemente poniendo en serios aprietos la primacía de EE.UU. La Revo-
lución China dio fin a 150 años de catastrófica decadencia y humillación
del «Reino del Medio», y convirtió al país en una potencia política, antes de
que sus avances a lo largo del camino capitalista lo convirtieran en la segun-
da economía del mundo. Tal evolución geográfica fue posible a través de los
logros educativos, técnicos y de organización colectiva de las revoluciones.
Las revoluciones del siglo XX dejaron al mundo por lo menos cuatro le-
gados progresistas importantes. En primer lugar, su existencia y desafío tu-
vieron un impacto decisivo en la reforma capitalista de la posguerra; por
ejemplo, en las reformas agrarias en Japón, Taiwán y Corea del Sur; en la
evolución de los derechos sociales en Europa Occidental, especialmente en
Alemania Federal; y en las reformas de la «Alianza para el Progreso» en Amé-
rica Latina, en particular aquellas implementadas por el gobierno de Eduar-
do Frei, anterior al de Allende.
Las nuevas fronteras de la izquierda en el siglo XXI 119
Otra forma de comparar las clases (el ingreso) entre naciones es calcu-
lar su Índice de Desarrollo Humano; que incluye ingreso, expectativa de vi-
da y educación. Es una operación heroica y muy complicada, sujeta a márge-
nes de error. Sin embargo, nos brinda un cuadro digno de considerar acerca
de la inequidad mundial. El quintil estadounidense más pobre tiene un ni-
vel de desarrollo humano más bajo que, por ejemplo, el quintil más rico en
Bolivia, Indonesia y Nicaragua; está por debajo del 40% más rico de Brasil y
Perú; y tiene un nivel casi igual al cuarto quintil de Colombia, Guatemala y
Paraguay (Grimm et al., 2009: tabla 1).
Es probable que las clases, por lo menos como una referencia de la jus-
ticia distributiva, también cobren importancia por otros motivos además
de la convergencia nacional y económica. Está claro que las desigualdades
identitarias del racismo y el sexismo, incluso si hasta la fecha aún se impo-
nen por aquí y por allá, están debilitándose. Un reciente e importante ejem-
plo es el fin del apartheid en Sudáfrica. No obstante, la Sudáfrica democrá-
tica también nos está brindando uno de los ejemplos más espectaculares
de inequidad de clase después de superar el racismo institucionalizado. In-
trépidos economistas del Banco Mundial, como Branko Milanovic (2008:
tabla 3) y otros, han estimado el índice de Gini de desigualdad de ingre-
sos entre familias de todo el planeta en alrededor de 65-70 para las déca-
das de l990 y 2000. Sin embargo, ¡en 2005 la ciudad de Johannesburgo ob-
tuvo un índice de 75! —medido en gastos de los consumidores, que siempre
muestran cifras de desigualdad inferiores a aquellas del ingreso (UN HABI-
TAT, 2008: 72)—. Incluso dejando un margen para errores, no parece descabe-
llado afirmar que la ciudad de Johannesburgo después del apartheid alberga
por lo menos tanta desigualdad económica entre sus ciudadanos —princi-
palmente; y lo más probable es que sea más— como la que existe entre todos
los habitantes del planeta.
da global ha tenido dos centros diferentes. Uno fue Europa Occidental, con
la Francia de la Revolución y la Alemania del movimiento obrero marxis-
ta a la cabeza, y que representaba el futuro del mundo moderno: el futuro
de la parte más desarrollada y poderosa del planeta. Este centro proporcio-
nó análisis sociales, ideas, programas, principios de organización y modelos
de movimiento y de cambio. También prestó importante apoyo material,
aunque indirecto. Francia abrió sus puertas a exiliados radicales de todo el
mundo; por su parte, el bien organizado y ducho movimiento obrero ale-
mán ayudó a sostener a los movimientos más pobres. El centro Friedrich-
Ebert Stiftung sigue brindando asistencia en este sentido.
El segundo tipo de centro surgió en las semiperiferias del poder y ri-
queza mundiales, por medio de conquistas revolucionarias. El primero y
más universal fue la Unión Soviética; aunque China, más regional, y más
aún Cuba, también adquirieron funciones primordiales. Sobre todo cons-
tituyeron modelos de un exitoso cambio social, de la toma del poder y de la
transformación social revolucionaria. Como tales, estos casos constituye-
ron fuentes de inspiración y de apoyo material directo —global en el caso de
la URSS; y regional en los casos de China, antes de la rivalidad de Mao con
la URSS, y de Cuba—.
El comunismo, así como la socialdemocracia y el republicanismo radi-
cal, fueron movimientos originados en Europa. Entre ellos, el comunismo
demostró ser el mejor adaptado y más exitoso a nivel global. Aunque estos
movimientos aún persisten como un legado perdurable del siglo pasado,
pareciera que estamos ante una nueva geografía mundial de la izquierda.
Entre la bruma del futuro, aún no podemos establecer a qué se aseme-
jará una izquierda posteurocéntrica. Lo más probable, al menos en el corto
plazo, es que, en primer lugar, será descentralizada. Al margen de su impor-
tancia regional, es improbable que la izquierda latinoamericana se constitu-
ya en un centro global en un futuro predecible. Los cambios sociales que es-
tán en marcha, aún cuando estuvieran plenamente implementados, no son
lo suficientemente radicales y el poder del hemisferio no es suficientemente
fuerte. Si se permite a un forastero hacer una petición, esta sería que el mun-
do pueda contar con análisis latinoamericanos sobre América Latina. A pe-
sar de que existen varios análisis muy sofisticados acerca de la inequidad y
de la izquierda en Ecuador, en Brasil y en otros lugares, aún hay muy pocos
estudios y reflexiones sobre América Latina en forma global.
El futuro mundial de la izquierda del siglo XXI se decidirá en China y
en la India, aunque ambos son prospectos muy inciertos. Pero es más proba-
ble que la izquierda misma sea más global que centrada en estos dos focos.
132 GØRAN THERBORN
4. Conclusiones
Una nueva era está surgiendo sobre los legados del siglo XX. Están brotan-
do nuevas relaciones de clase y nación, de ideología, identidad, movilización
y políticas globales de izquierda. El final de la Guerra Fría no trajo la paz, si-
no un nuevo ciclo de guerras. El triunfo capitalista sobre el socialismo so-
viético no conllevó a la prosperidad universal sino a una acelerada desigual-
dad y repetidas y severas crisis económicas: la del Este asiático de l997-98, la
rusa de l998, la argentina de 2001 y la actual euro-estadounidense de 2008-?
Los clásicos temas de la izquierda, la explotación capitalista y el impe-
rialismo capitalista, la exclusión y jerarquía de raza y género se han reprodu-
cido en el nuevo siglo. Lotta Continua. La lucha continúa.
Las nuevas fronteras de la izquierda en el siglo XXI 133
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135
136 RENÉ RAMÍREZ G.
3 Las siglas ITT se refieren a las áreas del Parque Nacional Yasuní, respectivamente: Ishpingo,
Tiputini y Tambococha.
Una gran transición para una gran transformación 137
de no caer en una postura ahistórica que bajo el nombre del realismo clau-
sura la posibilidad de la transformación social y se resigna a no alcanzar las
uvas porque «están verdes y son amargas»4, ni tampoco en aquellas otras
posturas posmateriales y anticapitalistas inviables para sociedades con al-
tos niveles de necesidades insatisfechas. En dicha sección se reflexionará so-
bre el mercado, el capitalismo y otras formas de economías. La segunda sec-
ción definirá en qué consiste la propuesta Yasuní-ITT. En la tercera sección
se presentan once tesis que explican por qué la iniciativa Yasuní-ITT es un
fiel ejemplo de una potencial transformación radical. Como parte de la tran-
sición socio-ecológica, el cuarto apartado plantea una vía concreta adicio-
nal para financiar la iniciativa y disputar el sentido del capitalismo. Final-
mente, se presentan algunas consideraciones finales.
Esto justamente permite analizar los límites y alcances del capitalismo y del
mercado —en su fase neoliberal— en el marco de una estrategia política via-
ble desde la izquierda. La idea es no confundir el desarrollo capitalista con
el mercado.
Dicha distinción es muy importante para los objetivos de este escrito.
Más adelante se tratará el tema del «valor» en la economía; no obstante, por
el momento se debe señalar que las herramientas de mercado son las me-
nos malas para redistribuir bienes y servicios dentro de una economía —
más allá, quizá, de un barrio o una parroquia— en cantidad y diversidad de
productos. Una perspectiva de izquierda innovadora no debería excluir las
herramientas del mercado5, sino subordinarlas al interés general; y debería
incorporar la pluralidad de economías que existen y que han sido invisibili-
zadas al momento de construir el orden social hegemónico imperante —nos
referimos a las economías cooperativa, asociativa, del cuidado, entre otras—.
La sociedad del Buen Vivir o del sumak kawsay que se consagra en la Cons-
titución de la República de Ecuador se propone edificar una economía eco-
lógica, social y solidaria; la cual busca ser una economía con mercado6 y no
capitalista, mas no de mercado capitalista.
Siguiendo la perspectiva señalada por Arrighi, se puede señalar que en
Ecuador —a partir del proceso denominado Revolución Ciudadana y co-
mo producto de una crisis de hegemonía de las alianzas dominantes— hay
avances muy importantes en la ruptura con el lado capitalista de la econo-
mía, dado que parte de estos sectores (capitalistas principalmente ligados al
sector financiero) vieron debilitada su capacidad de hacer privilegiar sus in-
terés en el campo de las políticas públicas.7 El desplazamiento de las repre-
5 En otros artículos se ha planteado que incluso sin dejar de utilizar las herramientas de mer-
cado pero con una unidad de análisis e intercambio diferente al dinero (tiempo, energía,
biomasa) se podría construir otro orden social. Ver Ramírez G. (2011).
6 Usualmente se señala que el sistema económico que se plantea en Ecuador en su Consti-
tución está en contra de procesos de revolución industriosa (no «industrial»; ver Arrighi,
2011). Como se ha sostenido en otros espacios, el proceso de industrialización puede regir-
se por una lógica que respete principios ecológicos, sociales y solidarios, diferentes a los del
mercado capitalista. Muchas veces se da por supuesto que los sistemas económicos contra-
rios al capitalismo son por definición ineficaces e ineficientes, lo cual también se aleja de ser
una verdad sin matices.
7 Lo mencionado no niega la particularidad del caso ecuatoriano durante el momento neo-
liberal, basada en las dificultades intestinas que tuvieron las clases acomodadas para supe-
rar sus fracciones y divisiones internas y llevar adelante un proyecto hegemónico de capi-
talismo a ultranza. En este sentido, debe distinguirse la hegemonía de estos grupos de la
hegemonía neoliberal en tanto representación del mundo, ideología y hasta proyecto polí-
tico-cultural. Esta hegemonía neoliberal funcionó efectivamente en Ecuador más allá de las
especificidades señaladas.
Una gran transición para una gran transformación 139
8 En la última reforma tributaria aprobada en el mes de noviembre de 2011 este impuesto su-
bió del 2 al 5%. Esta tasa se aplica a partir de la nueva reforma a las divisas que no retornan
al país producto de las exportaciones.
9 En el Código Orgánico de la Producción se aprobó que ningún empresario puede cobrar
utilidades si todos sus empleados no tienen un salario igual al costo de la canasta básica (sa-
lario dignidad).
140 RENÉ RAMÍREZ G.
pital, modificando aquella lógica que hizo del Estado una pura herramien-
ta de las clases dominantes.
No es aventurado sostener, en este marco, que así como la Revolución
Liberal Alfarista en Ecuador tuvo como uno de sus principales objetivos
construir un Estado laico, la denominada Revolución Ciudadana ha tenido
como objetivo separar al Estado de los poderes económicos fácticos. Esto
no implica pretender su desaparición como el discurso de cierta izquierda
poco madura defiende, pero sí someterlos al bien común expresado funda-
mentalmente en la capacidad del Estado para procesar las demandas popu-
lares y revertir las prioridades de intervención, redistribución y del conjun-
to de la acción pública hacia la mayoría de la población.10
Dicha situación ha dado paso a algo que es fundamental y constitu-
ye el primer objetivo del Plan Nacional para el Buen Vivir y de un proyecto
de izquierda: redistribuir la riqueza y buscar la igualdad social. Como pue-
de verse en los anexos a este artículo, la desigualdad ha disminuido (medi-
da a través del coeficiente de Gini) pero no de cualquier forma: el decil más
rico ha visto disminuir su porción del pastel luego de casi dos décadas que
fue el único estrato económico que vio crecer su participación. La porción
en que se redujo la participación del 10% más rico ha sido redistribuida en
el 90% de la población, sobre todo entre los más pobres (el crecimiento ha
sido pro-pobre11) y ello sin dejar de fortalecer a la clase media12 (ver Ramí-
rez G., 2011).
Es claro que lo realizado todavía no es suficiente como para romper
la lógica de mercado capitalista que ha imperado en Ecuador desde prác-
ticamente la etapa poscolonial, ni tampoco para cerrar las brechas socia-
les aún flagrantes. Profundizar aún más en la distribución de los medios
de producción sigue siendo un reto político para el gobierno ecuatoriano.
Simplemente son señales de la orientación global del proceso en el vigente
momento político, lo cual no resulta un dato menor en el marco de aque-
llas posturas que se conforman con encontrar lo «bueno» del capitalismo
10 En este texto se va hacer hincapié en el actor estatal sin menospreciar el papel de los actores
sociales. Sin embargo, se debe dejar sentado, como ha sido demostrado por algunos espe-
cialistas, el reflujo y la fragmentación que los movimientos sociales han experimentado en
Ecuador desde el 2003 a la fecha (Ramírez G., 2011).
11 Al observar el crecimiento en los años de gobierno del presidente Rafael Correa —como se
aprecia en el anexo (gráfico 2)— podemos percatarnos de que a mayor nivel de pobreza, la
velocidad del crecimiento del ingreso es también mayor.
12 En menos de cinco años casi se ha revertido la distancia entre el decil más rico y más pobre
a lo que era 21 años atrás (1990), año en el que todavía no empezaba en el Ecuador la etapa
de políticas más duras del neoliberalismo que conoció el país.
Una gran transición para una gran transformación 141
y aquella izquierda que plantea falsas ilusiones que no son viables social ni
políticamente.
Algunas veces se escuchan voces desde la izquierda que argumentan que
el objetivo es que la lógica del sistema económico sea anticapitalista sin im-
portar el cómo. Las alternativas anticapitalistas que defienden algunos sec-
tores de la izquierda muchas veces no son asequibles a escala meso o macro,
debido justamente a la imposibilidad de coordinación, distribución e infor-
mación a escala global de los modelos propuestos o porque simplemente
no cumplen el objetivo básico de satisfacer las necesidades de la gente. Por
ejemplo, ¿el trueque puede ser reproducible a escala provincial o nacional?
Incluso se podría señalar que a nivel micro muchas veces solo sirve como es-
trategia de supervivencia, pero no constituye una vía alternativa puesto que
no siempre mejora las condiciones de vida de los productores. En efecto, de
acuerdo al censo de población del 2012, el 12% de la PEA que realiza traba-
jo dentro del hogar (es decir, que pertenece a la economía social y solidaria)
son en su mayoría (60%) pobre según la satisfacción de sus necesidades bá-
sicas (NBI). Si una economía que busca ser anti (o incluso pos) capitalista
no mejora las condiciones materiales de producción y reproducción de la vi-
da social de la población y no permite superar la pobreza, no solo no es via-
ble políticamente sino que tampoco es deseable éticamente, por más lógica
de «acumulación no capitalista» que suponga.
Sin perder de vista el horizonte de la gran transformación, una izquier-
da no demagógica debería entonces plantear estrategias viables en la gran
transición, tomando en cuenta sobre todo desde dónde se parte y el poder
real que tiene el Estado a nivel nacional y en el concierto del sistema global.
En el caso ecuatoriano no es menor reconocer que su economía está dola-
rizada, que depende del sector primario, que es de baja productividad y ge-
neradora de poco valor agregado; además de ser un país pequeño con poca
capacidad de influencia en un mundo globalmente capitalista. No se debe
olvidar tampoco que el objetivo es la reproducción de una vida plena, de la
buena vida13, en la cual la dinámica económica no debe suponer un divorcio
entre el mundo del trabajo y el mundo de la vida.
Antes de terminar esta sección, es relevante señalar que una de las bisa-
gras entre la gran transición y la gran transformación pasa por el manejo de
la sostenibilidad ambiental del mundo, en donde se incluye la vida del ser
humano y de la naturaleza. La disputa por salir del capitalismo y construir
otro orden está asociada —entre otras razones— con los límites biofísicos
13 Para un más amplio desarrollo del concepto de vida buena o buena vida véase Ramírez G.
(2011b).
142 RENÉ RAMÍREZ G.
2. La iniciativa Yasuní-ITT15
Una de las principales propuestas concretas que Ecuador ha planteado al mun-
do sobre el significado de lo que implica salir del desarrollo capitalista y entrar
en la sociedad del Buen Vivir es el proyecto «Yasuní-ITT». ¿En qué consiste?
En síntesis, Ecuador se compromete a mantener indefinidamente inex-
plotadas las reservas recuperables de 846 millones de barriles de petróleo
del campo ITT. De esta forma se evita la emisión de 407 millones de tone-
ladas de CO2 a la atmósfera, reduciendo los impactos sobre el cambio cli-
mático. La explotación petrolera de este campo supondría la producción de
aproximadamente 107.000 barriles diarios durante 13 años, y luego los po-
zos entrarían en su fase declinante por doce años adicionales. Aunque las
reservas probadas del campo ITT alcanzan 944 millones de barriles, existen
reservas posibles adicionales de 1.530 millones, cuyo valor permanece in-
cierto debido a que no se ha realizado prospección sísmica 3D. Al 2008, con-
siderando las reservas probadas, el valor actual neto de explotar el petróleo
equivaldría a recibir casi USD 7.000 millones.16 Sin embargo, Ecuador espe-
ra una contribución monetaria por no explotarlo, de tan solo la mitad de
14 No es casualidad que Estados Unidos no haya firmado el Protocolo de Kyoto; ni que Rusia,
Canadá y Japón hayan anunciado que no formarán parte del segundo período de compro-
misos de Kyoto luego de la reciente cumbre realizada en Durban. De acuerdo a los expertos,
al final, en el segundo periodo, Kyoto solo controlará el 15% de las emisiones. Poner límites
a la emisión de dióxido de carbono es poner límites al crecimiento del capital. En este sen-
tido, paradójicamente no es casualidad tampoco que la «mejor» acción para reducir la emi-
sión de gases que producen efecto invernadero ha sido la crisis financiera que viven los paí-
ses denominados «desarrollados».
15 Ver más información en: yasuni-itt.gob.ec.
16 No resulta menor señalar que, de no haber existido la voluntad política de mantener el cru-
do bajo tierra y haber empezado la explotación a inicios del período de gobierno, el país
contaría ya con los primeros flujos de recursos monetarios de la explotación. Asimismo, a
Una gran transición para una gran transformación 143
precios actuales del barril de petróleo los ingresos para el Estado ecuatoriano en valor pre-
sente neto podrían incluso duplicarse.
17 Ver más información en: www.yasunisupport.org.
18 La maldición de la abundancia, en términos simples, se refiere a aquellas economías que por
tener abundantes recursos naturales no renovables no desarrollan otros sectores económi-
cos de mayor valor agregado y se vuelven dependientes de dichos recursos.
144 RENÉ RAMÍREZ G.
De la remediación a la prevención
Usualmente cuando se habla sobre cómo frenar el calentamiento global las
principales acciones buscan reducir la contaminación o concretamente la
emisión de dióxido de carbono. La iniciativa Yasuní-ITT, por el contrario,
tiene por objetivo no reducir sino evitar generarlo. Dicho cambio no es me-
nor puesto que ataca la raíz del problema: la generación de la contamina-
ción. Esta perspectiva, podría sostenerse, es similar a lo que en el campo de
la salud implica pasar de la medicina medicamentalizada a la medicina pre-
ventiva.
19 Vale señalar que Ecuador es el único país del mundo que garantiza derechos a la naturaleza
en su Constitución. Si bien otros países también tienen tales normativas, como por ejem-
plo Bolivia, las recogen en una normativa inferior (leyes o reglamentos).
Una gran transición para una gran transformación 145
20 En el año 2009, mientras el presidente Rafael Correa Delgado preparaba una presentación
sobre el Yasuní-ITT en Londres, existió un debate entre el presidente, el autor de este escri-
to y el ex canciller Fander Falconí Benítez. En dicha ocasión el primer mandatario de Ecua-
dor posicionaba la idea de la importancia de que el fideicomiso se cree en el Banco del Sur
a fin de contrarrestar el poder que han tenido durante décadas las instituciones creadas en
el marco de Bretton Woods.
Una gran transición para una gran transformación 147
5. Consideraciones finales
Lo desarrollado en las secciones precedentes se inscribe en lo que teórica-
mente se ha planteado en otros escritos: que el proyecto político del Ecua-
dor tiene que recorrer algunas fases (que no implican secuencialidad) para
llegar a la gran transformación social (la sociedad del Buen Vivir). La gran
transición implica transitar por el posneoliberalismo, el socialismo de mer-
cado o socialismo redistribuidor y el biosocialismo republicano o socialis-
mo del sumak kawsay (Ramírez G., 2010).
Dichas fases implican diferentes modalidades de acumulación y (re)dis-
tribución en la economía y sociedad ecuatorianas.22 Estas modalidades no
son lineales. Implican contradicciones, avances y contramarchas, justamen-
te porque lo que está en juego son intereses políticos y económicos que fre-
nan o permiten acelerar los cambios. Si pudiese ilustrarse una imagen de la
transición sería algo parecido a un trébol de cuatro hojas, con una represen-
tación similar a la siguiente:
22 Quizá una idea errónea que creo separa a los socialistas clásicos de los que piensan el
«postsocialismo» (si cabe ese concepto) es justamente la creencia en que el cambio única-
mente pasa por la organización económica (acumulación y [re]distribución). La disputa es-
tá en construir un nuevo orden social, lo cual implica una nueva ética, nuevos valores, nue-
vas formas de democracia y de Estado, y también nuevas formas de generación de riqueza,
de distribución y redistribución.
150 RENÉ RAMÍREZ G.
23 En la misma línea de análisis, mientras un sector de la izquierda sostiene que no hay cambios
sustantivos en la política social porque, por ejemplo, las transferencias monetarias condicio-
nadas continúan bajo la misma lógica del neoliberalismo, el otro grupo (el «pragmático») de-
fiende que deben sostenerse. La justificación principal para mantener estas transferencias pa-
sa porque ahora ya no es un «bono de pobreza» sino un «bono de desarrollo humano» que
incluye condicionalidades que protegen capacidades humanas (educación y salud). Bajo la te-
sis que propone el presente escrito, podríamos señalar que no se puede abandonar de la noche
a la mañana dicha política debido a que esa transferencia de dinero no es despreciable para
cierto grupo de población. A su vez, sin duda para la viabilidad de la «transición» es necesa-
rio mantener tales intervenciones; no hacerlo conllevaría serias restricciones para la supervi-
vencia del gobierno en el poder y, por ende, cuestionaría la posibilidad misma de disputar a
mediano plazo la «transformación social». Empero, resignarse a mantenerlas ad infinitum, sin
signos de esfuerzos y planteos alternativos, supone también poner entre paréntesis y parali-
zar la gran transformación. La discusión que se ha tenido al interior del gobierno del Ecuador
es que dicha intervención (el Bono de Desarrollo Humano) debería vincularse a una más am-
biciosa: la universalización de la seguridad social.
24 La acumulación de esta riqueza no tiene por objetivo la misma acumulación sino la repro-
ducción de la vida humana (una vida plena) y de la naturaleza.
25 Un debate contemporáneo que resulta clave para la izquierda a lo largo de todo el continen-
te tiene que ver con la decisión de explotar o no recursos naturales no renovables (petróleo
o minería). La situación es compleja. Por un lado debe admitirse que negar esta explotación
supone no pensar en una propuesta política viable. En el caso de Ecuador, sin el petróleo el
país no podría encarar ninguna transformación social posible. Lo que sí se debe disputar es
un pacto territorial para la no explotación en áreas con alta biodiversidad. ¿Por qué no ha-
cer minería en territorios con alta erosión de la tierra? La racionalidad de la explotación o
no de recursos naturales está asociada a una debida planificación y ordenamiento del terri-
Una gran transición para una gran transformación 151
torio según sus paisajes ecológicos (por ejemplo, no explotar en áreas protegidas o territo-
rios con fuentes que garanticen el derecho al agua).
152 RENÉ RAMÍREZ G.
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Una gran transición para una gran transformación 153
Anexos
Gráfico 1
Distribución del ingreso según deciles, 1990-2011
45
40
35
Participación
30
25
20
15
10
5
0
10% 10%
más 2 34 56 78 9 más
pobre rico
1990 1,93 ,1 4,25 ,1 6,17 ,4 9,11 1,5 16,2 35,5
2006 1,22 ,3 3,24 5,16 ,5 8,5 10,7 15,8 42,7
2009 1,32 ,6 3,54 ,5 5,67 8,71 1,4 16,33 9
2010(marzo) 1,88 2,71 3,82 4,73 5,77 7,12 8,91 1,86 16,71 36,5
Gráfico 2
Tasa de crecimiento anual según percentil de ingreso, 2006-2011
(crecimiento pro-pobres)
11 02 03 04 05 06 07 08 09 0 100
Percentiles