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Resumen Por Escenas PDF
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PERSONAJES
Don Juan.
Don Diego, padre del anterior.
Marcos Ciutti, criado de don Juan.
Doña Inés de Ulloa, joven novicia seducida por don Juan.
Don Gonzalo de Ulloa, padre de doña Inés, comendador de
Calatrava.
Brígida, sirvienta de doña Inés.
Cristófano Buttarelli, dueño del Hostal El Laurel, donde se
hospeda don Juan.
Centellas, capitán del ejército, amigo de don Juan.
Don Rafael de Avellaneda, compañero del anterior y, como él,
amigo de don Juan.
Don Luis Mejía, prometido de doña Ana Pantoja y enemigo de
don Juan.
Doña Ana de Pantoja, prometida del anterior, seducida
engañosamente por don Juan.
Miguel, sirviente de Buttarelli.
Pascual, sirviente de don Gil de Pantoja, padre de doña Ana.
Lucía, sirviente de doña Ana de Pantoja.
Abadesa del convento de doña Inés.
Escultor.
Sombra de doña Inés.
Estatua de don Gonzalo.
ESCENA I
ESCENA ll
Don Juan llama a Buttarelli y le pregunta:
-¿Sabes, acaso, si ha venido hoy don Luis Mejía?
-No, señor. No está en Sevilla; pero esta noche
hace un año de la apuesta entre don Juan y él.
-¿Y sabes qué apostaron? -añadió don Juan-.
Quién de los dos haría más daño en el plazo de un año.
Sorprendido, Buttarelli pregunta:
-¿Conocéis acaso la historia?
Don Juan, sin inmutarse, contesta:
-Entera. Por eso te pregunto por Mejía. ¿Y no tienes
confianza en que don Luis acuda a esta cita?
Buttarelli responde:
-No, no creo. El fin del plazo de aproxima y estoy seguro
que ninguno se acuerda ya de la apuesta. Y vos, ¿de alguno
de ellos sabéis algo?
Don Juan, que no quiere dar muchas explicaciones al
hostelero, le dice:
-Quizás sepa algo. Al menos uno sí que vendrá; pero,
por si acaso los dos finalmente llegan, prepara una mesa para
ellos y tus dos mejores botellas.
Aunque Buttarelli quería seguir interrogando al forastero,
don Juan le interrumpe y, sin más comentario, se despide y
sale.
ESCENA III
ESCENA IV
El joven criado de Buttarelli se presenta y pregunta a su señor
qué desea. Éste le dice:
ESCENA V
ESCENA VI
ESCENA VII
ESCENA IX
Éste responde:
-Las guerras del Emperador me llevaron a Túnez, pero gracias a
mi riqueza he podido volver a Sevilla y, según me cuentan, llego a
tiempo para renovar viejas amistades. ¡Tráenos unas cuantas botellas de
vino y cuéntanos cosas de la disputa sobre la cual hay controversia!
El hostelero contesta:
ESCENA X
ESCENA XII
-Antes de salir, don Juan, debéis oír lo que tengo que deciros.
Hace tiempo, vuestro buen padre, don Diego, y yo acordamos que os
casaríais con mi hija; antes de que fuera demasiado tarde, quise por mí
mismo saber cómo erais y por eso vine hoy aquí al anochecer. Me
avergüenzo de vos; y no penséis más en doña Inés, porque, antes de
consentir que se case con vos, la mato.
Don Juan, con gesto altanero y desafiante contestó:
ESCENA I
ESCENA ll
ESCENA Ill
ESCENA IV
ESCENA V
ESCENA VI
ESCENA VII
Mejía pregunta quién anda por ahí y aparece don Juan, que dice:
-Doña Ana está entre los dos, pero vos estáis acorralado, así
que me la quedo yo.
ESCENA VIII
-¡Qué bien ha salido todo. Estas son las aventuras que dan
fama: mientras le quito a su novia, él estará rabioso encerrado en mi
bodega. ¿Y ella? Cuando crea estar con él... Ja! Ja! Pero... por allí veo
algo negro que se acerca, creo que es la sombra de una mujer. ¿Otra
aventura? Me alegro.
ESCENA IX
Se trataba de Brígida, la criada de doña Inés, que estaba de
acuerdo con Tenorio para facilitarle la conquista de su señora a
cambio de dinero. Como éste parecía desconfiar de que se
hubieran cumplido sus órdenes, la mujer le dice:
-La bolsa y el papel que me entregó vuestra criada ya se lo di a
doña Inés; en este momento lo estará leyendo. Ella es muy joven e
inexperta en las cuestiones del amor y, como le he hablado muy bien de
vos, os seguirá como una dócil cordera. Le dije también que erais el
hombre que su padre había elegido para casarse con ella y que estabais
muerto de amor, desesperado por ella. En fin, le he hablado de tal
manera que ahora también os ama y no piensa más que en vos.
Tenorio responde:
-Lo que empezó como una apuesta y un pasatiempo se ha
convertido en deseo y en verdadero amor por doña Inés.
Entonces, como Brígida ve que don Juan está decidido y tiene
intención de seguir adelante con sus planes, le indica cómo llegar esa
noche hasta su señora:
-Cuando las campanas toquen, saltad al huerto con cuidado; por
allí entraréis al convento con la llave que os he dado. Veréis un camino
largo y estrecho; seguidlo y, al final, llegaréis sin dificultad al cuarto de
doña Inés.
Él responde:
ESCENA X
ESCENA XI
ESCENA XII
ESCENA I
ESCENA II
ESCENA Ill
Don Gonzalo, padre de doña Inés, llega al convento donde se
encuentra su hija y solicita hablar con la abadesa. Cuando está ante
ella, le dice:
ESCENA IV
-Lo veis, mientras que vos rogáis por ella a Dios, viene el diablo y os la
quita. ¡Ay de mí! Corramos tras ellos.
ESCENA ll
Pregunta a su sirvienta:
ESCENA Ill
En esto oyen que se acerca una barca por el río y don Juan
sale un momento para ver de qué se trata.
ESCENA IV
Don Juan ve que quien se acerca en barca a su casa es un
hombre enmascarado. Entonces, pregunta:
-¿A qué venís a esta hora y con tanta prisa?
El desconocido responde:
ESCENA V
Ciutti, el criado de don Juan, le advierte que llega el
comendador, don Gonzalo Ulloa, acompañado de gente armada, y le
pide que huya para salvar la vida. En vez de eso, Tenorio le ordena:
-Déjale libre la entrada, pero sólo a él.
ESCENA VI
ESCENA VII
ESCENA VIll
SEGUNDA PARTE
ACTO PRIMERO: “La sombra de doña Inés”
Don Juan, en el panteón.
La emoción de don Juan.
Advertencias de la estatua de doña Inés.
Encuentro con Centellas y Avellaneda. Invitación a don
Gonzalo.
ESCENA I
ESCENA II
ESCENA III
-Mi buen padre empleó en esto toda nuestra fortuna; hizo bien,
pues, de no haber sido así, seguro que yo la habría malgastado en
cualquier juego. -Dirigiéndose a las esculturas:- No os podéis quejar de
mí; os quité buena vida al mataros, pero también os di buena sepultura.
¡Qué hermosa noche! ¡Y cuántas noches como ésta he perdido en
malas aventuras!
Mira, entonces, de manera especial, la estatua de doña Inés y
exclama:
-Mármol que alojas el cuerpo sin vida de doña Inés, deja que el
alma de un triste llore un momento a tus pies. Inocente doña Inés, cuya
hermosa juventud encerró en el ataúd quien llora ahora a tus pies, si a
través de esa piedra puedes mirar la amargura de mi alma, prepárame
un sitio a tu lado en tu misma sepultura. ¡Oh, doña Inés de mi vida! Si es
cierto que hay un Dios en el cielo, dile que mire a don Juan, llorando en
tu sepultura.
ESCENA IV
Aparece la sombra de doña Inés y, dirigiéndose a
Tenorio, le dice:
-Yo soy doña Inés, don Juan, que te oyó en su sepultura.
Don Juan, atónito, pregunta:
-Entonces... ¿Vives?
La sombra responde:
ESCENA V
Don Juan está sobrecogido por la sombra de doña Inés y
por las palabras que le ha dicho. Por eso, al
ver a sus amigos Centellas y Avellaneda, piensa que son
espectros. Cuando oye que éstos lo llaman repetidamente por su
nombre, responde:
-¡Apartaos de mí, irreales sombras!
ESCENA I
ESCENA II
ESCENA III
ESCENA IV
-Pues ya que habláis del tema, sabed que sospecho que sois
vos el que habéis hecho burla de nosotros. Yo he perdido aquí del todo
los sentidos, sin haber hecho ningún exceso, y esto lo entiendo yo de
este modo: para mostrar vuestro valor, invitasteis a cenar al
comendador; y, para poder decir que asistió, con un narcótico puesto
en el vino nos habéis hecho dormir. Si es broma, puede pasar, pero
llevada a tal extremo ni puede probarnos nada ni la vamos a tolerar.
ESCENA I
ESCENA II
La estatua responde:
-Fuego y ceniza; te doy lo que tú serás. Ceniza,
porque eso es en lo que se convertirá tu cuerpo; el fuego es el que hay
en el infierno, a donde tú irás debido a tu vida desenfrenada. El reloj
mide el tiempo que te queda; en cada grano de arena se va un
momento de tu vida y ya te quedan muy pocos. Aprovecha el tiempo,
arrepiéntete y salva tu alma.
Pero don Juan, confuso y asustado, no cree posible arrepentirse
y borrar en un momento treinta años de mala vida. Entonces, ve pasar
una comitiva que va a un entierro. La estatua le dice que es el suyo,
pues el capitán Centellas lo mató. Cuando se le ha acabado el tiempo
y el comendador le coge la mano para llevárselo al infierno, Tenorio
por fin se arrepiente de sus pecados y, de rodillas y mirando al cielo,
exclama:
-Santo Dios, yo creo en Ti; ten piedad de mí. De repente, cuando las
sombras de los muertos se dirigían hacia don Juan, se abre la tumba
de doña Inés, que le coge la mano.
ESCENA III