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Hemos elegido examinar cuatro áreas. Ellas resultan ser lugares donde, no
sólo dominan diferentes “industrias” en el sentido sectorial, sino que también
diferentes formas sociales de producción: las minas de carbón en el noreste de
Inglaterra, el trabajo en las fábricas de algodón en las ciudades, el trabajo
pesado en el interior de Londres, y el trabajo agrícola en cuadrillas en el Fens.
En un capítulo no podemos hacer justicia a la complejidad de las síntesis que
son establecidas en áreas tan diferentes. Todo lo que intentamos hacer es
ilustrar nuestra argumentación a través de iluminar las líneas de contraste más
significativas.
El siglo XIX
Los empleos para las mujeres en estas áreas eran escasos. Servicio doméstico
para las mujeres más jóvenes; para las mujeres casadas empleos mal pagados
y ocasionales en sectores tales como lavandería, cuidado de niños o
decoración. Pero, la mayor parte de las familias estaban en la misma posición:
había poco dinero en efectivo para gastar en este tipo de servicios en familias
que, frecuentemente, dependían de una única fuente de salario masculino.
Para las esposas de los mineros casi sin excepción y para muchas de sus
hijas, el trabajo no remunerado en el hogar era la única opción de hacer que el
tiempo pasara. Y aquí las relaciones económicas y sociales desiguales entre
los hombres y las mujeres impuestas por las organización social minera
acresentaba la posición subordinada de las mujeres. El trabajo en la mina
resultaba una frontera doméstica enorme entre su esposa y su familia. El
trabajo subterráneo era sucio y esta situación perduró hasta la instalación de
duchas en las bocas de las minas y de ropas protectoras. Las ropas de trabajo
deberían ser hervidas en calderas sobre el fuego que debería calentar toda el
agua para lavar las ropas, la gente y los suelos. El turno de trabajo masculino
aumentó el trabajo doméstico femenino: las ropas debían ser lavadas, las
espaldas fregadas y las comidas calientes preparadas a toda hora del día y la
noche:
‘Voy a dormir sólo los domingos a la noche, decía la mujer de un minero; ‘mi marido y nuestros
tres hijos tienen todos diferentes turnos, y uno u otro entra o sale de la la casa y requiere una
comida cada tres de las veinticuatro horas ‘ (Webb, 1921, pp.71-2)
Era un hombre autosuficiente. Si había tres panes el quería el mayor. Se sentaría en la mesa
con su cuchillo y tenedor antes que la comida estuviese preparada....Nadie podría tomar el
diario antes de que él lo hubiera leído (Strong Words Collective, 1977, pp. 11-12).
De esta manera, las relaciones de género adquirían una forma particular en
estas ciudades mineras. Las ideologías nacionales y las condiciones locales
trabajaban conjuntamente para producir una única clase de relaciones
patriarcales basadas en la separación extrema de la vida de los hombres de la
vida de las mujeres. La supremacía masculina, el predominio masculino en
toda área de la vida económica y social se transformaba en un hecho dado y
casi no cuestionado. El poder patriarcal en esta parte del país permaneció casi
sin alteraciones hasta casi mitad del siglo siguiente.
Pero si los hombres ganaban en el campo del hilado, ellos perdían (en esos
términos) en los tejidos. La introducción del poder del telar fue crucial. Con
este, el sistema fabril quedó bajo la responsabilidad de los tejidos de telar
manuales, y en estas fábricas eran empleados principalmente las mujeres y los
niños. Ello presentó un desafío real:
Los hombres, anteriormente jefes de las viviendas productivas fueron desempleados o pasaron
a recibir una renta miserable en su trabajo, mientras que sus esposas e hijos fueron llevados a
las fábricas. (Hall, 1982, p. 24).
“En muchos casos la familia no está completamente disuelta por el empleo de la esposa, pero
ello trastocó todos los papeles. La esposa sostiene la familia, su marido se sienta en su casa,
atiende a los niños, limpia las habitaciones y la cocina. Esta situación se da frecuentemente:
sólo en Manchester donde pueden encontrarse cientos de hombres, condenados a las
ocupaciones domésticas. Es fácil imaginarse la ira que se ha levantado entre los trabajadores
por esta reversión de todas las relaciones dentro de la familia, mientras que las otras
condiciones sociales permanecen sin cambios “(Engels, 1969 edn, p. 173).
Y es sobre esta base de organización del trabajo de las mujeres que surgieron
las campañas de sufragio local de los inicios del siglo XX. “Lancashire debe
ocupar un lugar especial en las mentes de las historiadoras feministas. Las
sufragantes radicales surgen de una cultura industrial que les permite organizar
una amplia campaña política para mujeres trabajadoras como ellas “(p.98).
Las sufragantes radicales fracasaron finalmente en alcanzar el impacto político que buscaban.
Las reformas por las que ellas luchaban - de las cuales la más importante era el voto
parlamentario - demandaba el respaldo de la legislatura nacional en Westminster. Miles de
trabajadoras en los pueblos algodoneros de Lancashire apoyaron su campaña, y las
trabajadoras del algodón representaban cinco de cada seis entre todas las miembras
sindicalizadas. Ningún otro grupo de trabajadoras podría alcanzar este nivel de organización,
su (relativamente) altos salarios y la confianza que tenían en su propio status como
trabajadoras habilidosas. Esta fuerza, sin embargo, era más regional que nacional, y cuando
trataron de aplicar sus tácticas a las mujeres de clase trabajadora de otras partes o a la arena
política nacional, tuvieron poco éxito. En última instancia la fuerza de la localización de las
sufragantes radicales resultó ser, en amplia medida, su debilidad. (Liddington, 1979, p. 110)
Pero existían otras industrias en otras partes del país donde las mujeres
estaban igualmente involucradas en el trabajo remunerado, donde las
condiciones eran tan malas como en las tejedurías de algodón, más aún
donde, en este período, ningún murmuro se levantó contra su empleo. Una de
estas áreas fue Hackney, dominada por industrias donde el trabajo pesado era
la forma principal de organización laboral.
Pero esto no fue todo. Ya que la naturaleza de los trabajos también afectó en
términos del impacto potencial a las relaciones de género:
Sólo aquellos tipos de trabajos que coinciden con la esfera natural de la mujer podían ser
estimulados. Tal discriminación tenía poco que ver con el peligro de inconfortabilidad en lo que
se refiere al trabajo. No había mucho para elegir - si nuestro criterio es arriesgar la vida o la
salud - entre el trabajo en minas y en los comercios de confección de ropa en Londres. Pero
nadie sugirió que el trabajo pesado de confección debería estar prohibido a las mujeres
(Alexander, 1982, p. 33) .
Nuestro ejemplo final es extraído de los Fenlands del Este de Anglia, donde la
división de trabajo y las relaciones de género una vez más adquirieron una
forma diferente. En las poblaciones rurales y caseríos del siglo XIX del este de
Anglia así como en los pueblos algodoneros de Lancashire, muchas mujeres
“salían a trabajar”. Pero aquí no había ni industria del carbón, ni fábricas de
producción textil, ni trabajo pesado en la industria del vestido. La vida
económica estaba dominada en forma amplia por la agricultura. Y en esta parte
del país los campos eran grandes, y el gran volumen de la población era
proletariado agrícola sin tierra. Los suelos negros demandaban mucho trabajo
en tareas de endicamiento, abertura de zanjas, limpieza, levantamiento de
piedras, eliminación de hierbas malas para ponerlas en condiciones de “Una
nueva agricultura”, justificaba así la extensión de la tierra arable en el siglo XIX
(Samuel, 1975, pp. 12 y 18). Las mujeres formaban parte integral de la fuerza
de trabajo agrícola, haciendo trabajos pesados de todo tipo en la tierra, y
provocando los mismos escándalos morales que produjo el empleo de las
mujeres en las tejedurías de Lancashire:
los pobres salarios que la mayor parte de los trabajadores pueden recibir fuerzan a sus
esposas a vender también su mano de obra, y a continuar trabajando en los campos. Desde
los ojos victorianos, este fue un anatema ya que dio a las mujeres una independencia y libertad
impropia a su sexo.’ ‘La sensación de independencia de la sociedad que ellas adquieren
cuando tienen trabajo remunerado en sus manos, sea en los campos en los graneros, etc
parece disminuir el tono moral o decente de las niñas campesinas’, escribía Dr. Henry Hunter
en su informe al Privy Council en 1864. Todos estos empleos gregarios dan un carácter
despectivo a la apariencia y hábitos de las niñas, mientras que la dependencia sobre los
hombres para la manutención es el despertar de una forma modesta y agradable de
comportamiento ‘. El primer informe de los Comisionados en el Empleo de los niños, personas
jóvenes y mujeres en la agricultura en 1867, pone más énfasis en esta cuestión, ya que
considera que no sólo el trabajo en la tierra ‘casi asexúa a la mujer’, sino que también genera
una dificil situación social al colocarla en una situación impropia e inadecuada para las
obligaciones domésticas que le son propias’. (Chamberlain, 1975, p. 17).
la forma de trabajo que más desprestigiaba a una niña, desde el punto de vista de la
respetabilidad burguesa, era el sistema de ‘cuadrillas’ ella provocó la formación de una
comisión especial de investigación, y gran parte de comentarios escandalizantes, de 1860. Ella
se estableció de forma firme en los distritos del Fen del Este de Anglia y en las Midlands del
Este. Los campos de estas partes tendían a ser extensos pero la población trabajadora tendía
a dispersarse. Por lo tanto, la mano de obra que ara la tierra tenía que ser traída desde lejos,
frecuentemente bajo la forma de cuadrillas de viaje, que iban de un campo a otro para cumplir
tareas específicas. (Kitteringham, 1975, p. 98)
¿Cómo es la vida hoy en estas áreas hoy? ¿Las actitudes tradicionales acerca
del lugar de las mujeres en el hogar en las áreas de industria pesada han
sobrevivido los cambios de la postguerra? ¿Las mujeres de Lancashire han
conseguido mantener la independencia que tanto ha preocupado a la clase
media victoriana? En este siglo ha habido enormes cambios en muchas áreas
de la vida económica y social. La revolución en las comunicaciones ha
vinculado a todas las partes del país entre sí, la TV, la radio, el video, la prensa
nacional ha reducido el aislamiento regional y ha incrementado la facilidad con
la cual las nuevas ideas y actitudes se diseminan. Los cambios en las
costumbres sociales, en el rol de la familia, en los procesos de trabajo de las
tareas domésticas, el crecimiento en los índices de divorcio, y el rapido
crecimiento en la participación de las mujeres en el trabajo remunerado entre la
Segunda Guerra Mundial y el fin de los setenta han tenido su impacto. Y
todavía, podemos sostener aquí que las diferencias regionales permanecen.
En el resto de este capítulo tratamos de mostrar los vínculos entre los patrones
pasados y presentes, en qué medida los cambios de actitudes hacia el papel
de las mujeres y los hombres en el trabajo y en la familia en diferentes partes
del país (vinculados a los roles económicos previos) tanto influyen como son
influenciados por los cambios nacionales en la naturaleza y organización del
empleo remunerado, a lo largo del tiempo. La división del trabajo actual desde
la componente de género en lugares particulares es el resultado de la
combinación a través del tiempo de fases sucesivas. El espacio y la
localización aún cuentan. La estructura de las relaciones entre los hombres y
las mujeres varía entre y al interior de las regiones. La vida en el interior de
Londres no es la misma que en los Fenlands, o en los campos carboníferos del
noreste, o en los pueblos textiles de Manchester. La división del trabajo actual
entre mujeres y hombres es diferente, el empleo remunerado está estructurado
y organizado de forma diferencial, y aún, sus formas espaciales varían de una
parte del país a otra.
El declinio del trabajo en las minas es un aspecto muy conocido de los cambios
de la economía de pos-guerra en Bretaña. ¿Cómo ha afectado este declinio en
su forma de vida tradicional a los hombres y mujeres del noreste ? ¿Los
cambios han desafiado o reforzado el machismo tradicional del noreste? Lo
que está sucediendo en el noreste hoy, de muchas maneras, rememora
algunas de las imágenes - y la alarma social - generada en los pueblos
algodoneros cientos de años antes. Es ahora, en el noreste, que las casas
están ‘dadas vuelta’ y el patriarcado está amenazado por la salida de la mujer
para trabajar. En los inicios de los años sesenta, algo menos aún que un cuarto
de las mujeres adultas en las antiguas áreas carboníferas tenían trabajos
remunerados fuera de sus casas. Las cifras se han más que doblado desde
entonces. Y parte de la explicación reside en la distinción local, en la unicidad
de estas áreas que tiene su origen en el siglo XIX. Las mujeres de esta área no
tienen tradición ni en el trabajo remunerado, ni en la experiencia sindical. Eran,
por supuesto, este conjunto de rasgos los que resultaban atractivos a las
industrias empleadoras de mano de obra femenina y que abrieron filiales de
sus plantas en número creciente en Co. Durham entre los sesenta y setenta.
“cambiamos las mujeres (!) de dedicación tiempo completo por aquellas de dedicación en
tiempo parcial...especialmente en el empaque...porque dos mujeres a tiempo parcial son más
baratas que una a tiempo completo...no tenemos que pagar el seguro nacional si ganan menos
que 27.00 £ por semana, y las mujeres no tienen que pagar el seguro...las horas que le
ofrecemos se adecuan a su vida social” (Lewis,Ph D, en publicación)
¿Industria en el país?
¿En qué medida ha cambiado la vida en los Fens? En ciertos aspectos, la
continuidad más que el cambio es el vínculo entre el pasado y el presente aquí.
Para muchas mujeres, especialmente para las más ancianas, el trabajo en la
tierra es aún su principal fuente de empleo:
el trabajo duro, independiente del estado del tiempo, con ropa de trabajo antigua y rústica
protegidas del viento por un periódico...casamiento por conveniencia, para cuadrar
...trabajadora de la tierra, servidora en el hogar. Pobreza y explotación -de los hombres y las
mujeres por los propietarios de las tierras, o de las mujeres por parte de sus hombres
(Chamberlain, 1975, p. 11)
A pesar de ello la vida ha cambiado. Los pequeños pueblos y las áreas rurales
tales como los Fens han sido favorecidos por las localizaciones de nuevas
ramas de plantas e industrias descentralizadas en los años 60 y 70. El trabajo
aquí es barato - particularmente con tan pocas alternativas disponibles - y
relativamente desorganizado. Para las mujeres jóvenes especialmente, el flujo
de nuevos empleos ha abierto el rango de oportunidades de empleo. Este
provee los medios, no sólo para complementar los bajos salarios masculinos, y
de encontrarse con gente sino que también de salir del pequeño mundo de la
población.
Esto en su momento puede tener efectos amplios. Para aquellos que viajan a la
fábrica el día efectivo de trabajo (incluyendo del tiempo de viaje) puede ser muy
largo. El tiempo para el trabajo doméstico se estruja, consecuentemente el
proceso de trabajo se intensifica. Aquellas que se quedan en la población cada
vez se aislan más. Los trabajadores industriales, sean sus esposos o las
amigas, están ausentes por muchas horas, y los servicios -negocios, médicos,
bibliotecas - son gradualmente eliminadas de las poblaciones.
Parece que la expansión industrial de los empleos ‘para mujeres’ ha tenido un
impacto relativamente pequeño en las relaciones sociales en el ámbito rural de
los Fens. En parte, esto tiene que ver con las condiciones locales dentro de las
cuales los empleos se introducen: el impacto posterior de los factores locales
en los cambios nacionales. Las ciudades del Fenland aún hoy son
conservadoras - tanto desde el punto de vista político como social. El divorcio,
la tendencia política de izquierda, la independencia femenina son todavía
excepcionales
Aun cuando las pociones para el amor o los lazos de verdadero amor hechos de paja han
desaparecido, los casamiento en Cuaresma y en Mayo aún se considera desafortunados. El
ingreso de las mujeres a la iglesia - una ceremonia antigua de purificación posterior al
nacimiento - se lleva todavía hoy adelante, la relación sexual prematrimonial y el embarazo
resultante es un vestigio de una aproximación antigua al casamiento como resultado de una
sociedad permisiva. En una comunidad rural los hijos son importantes y tendría poco sentido
casarse con una mujer estéril (Chamberlain, 1975, p. 71).
Ninguna mujer sale a trabajar cuando sus hijos son pequeños -aunque de todas maneras no
hay mucho trabajo, y no hay facilidades para el cuidado del niño. Pocas mujeres permiten que
sus hijos jueguen en las calles, o dejan que ellos sean vistos en ropas menos que inmaculadas.
Muchos hombres vuelven a la casa para almorzar y esperan que una comida caliente los
espere (p. 71)
Ello supone algo más que la disponibilidad de pocos empleos, ello parece,
alterar sustancialmente el patrón de vida de las mujeres en esta área:
A pesar que el empleo no depende más de una línea políticamente correcta, la ciudad es aún
jerárquica en sus actitudes, y sigue el patrón electoral de constitución del voto sólidamente
conservador. Y en una sociedad jerárquicamente rígida, cuando los dueños son los hombres, la
mayor parte de las mujeres encuentra poco sentido en interesarse en política, o en votar contra
el orden establecido de sus casas o de la comunidad como un todo...La mayor parte de las
mujeres se apegan a la vida que conocen. Sus maridos son los proveedores de todo. Los
dueños de sus vidas. (Chamberlain, 1975, pp 130-1).
Las razones son complejas, pero una vez más están ligadas a la intrincada
relación entre el capitalismo y las estructuras patriarcales. Por alguna razón no
ha habido aquí una política de asistencia regional. Por más de un siglo se
produjo un masivo declive en el empleo en la industria de algodón en
Lancashire. Estas caídas son comparables a aquellas de las áreas dominadas
por las minas de carbón, por ejemplo. Sin embargo los pueblos algodoneros
nunca fueron incorporados dentro del status de Areas de Desarrollo. El hecho
que las áreas asociadas no eran designadas en base a los índices de
desempleo, encuentra su explicación en el nivel de tasas y beneficios que
definen a las mujeres como dependientes. Frecuentemente se considera que
no tiene mucho sentido tomarlas en cuenta. Una pérdida de empleos no
necesariamente revela, por lo tanto, un crecimiento correspondiente en el
desempleo regional. Las áreas de desarrollo, sin embargo, no eran designadas
simplemente en base a las tasas del desempleo. Ellos eran conceptos más
amplios, regiones más amplias, escogidas en base a una caída económica más
generalizada y necesitada de regeneración. Hasta cierto punto la no
consideración de las poblaciones algodoneras se debe en parte a una cegera
política más general a las cuestiones del desempleo femenino.
Queda claro que las tradiciones del empleo femenino y las tasas corrientes de actividad
económica afectan no sólo a las actividades de las mujeres, sino que también a sus actitudes,
y experiencia de empleo. Las mujeres casadas que entrevisté en Stockport, donde las tasas de
actividad femenina alcanzan un 45 % y donde siempre han sido altas, definen su trabajo como
normal y necesario, mientras que aquellas mujeres entrevistadas durante un ejercicio similar en
Hull, donde la difusión del empleo de las mujeres casadas es más reciente y las tasas de
empleo masculino son más altas, frecuentemente hacen referencia a la naturaleza fortuita de
su trabajo (Purcell, 1979, p. 119).
¿Por lo tanto, dadas las claras ventajas del capital a partir de una potencial
fuerza de trabajo vulnerable, por qué no ha habido un flujo de filiales de las
plantas multinacionales, de electrónicos de ensamblado y de otras plantas de la
misma clase? Las décadas recientes han visto el crecimiento de nuevos tipos
de empleos para la mujer, particularmente en el sector servicios, si no dentro
de Hackney dentro de una distancia a la cual (algunos) se podía acceder
viajando desde el centro de Londres. Pero, en ese momento, debido al gran
capital, y a las operaciones de producción en masa de las oficinas que se
establecieron en los 60 y 70 en las áreas de desarrollo y en las regiones más
rurales del país, esta mano de obra vulnerable de la ciudad capital ofrecía
pocas ventajas. Aún las firmas de vestimenta mayores (con producción en gran
escala, con proceso de trabajo industrial, flexibilidad locacional y capital para
establecer una nueva planta) han instalado sus nuevas plantas filiales en
cualquier parte, sea en las regiones periféricas de Inglaterra o en el Tercer
Mundo. ¿Por lo tanto, por que no Hackney? En parte, las mujeres de Hackney
han sido relegadas en el despertar de una descentralización más generalizada,
de abandono de las conurbaciones del primer mundo por parte de las industrias
manufactureras. En parte, ellas son víctimas del cambio en la división
internacional del trabajo dentro de la propia industria de la vestimenta. Pero en
parte también, las razones yacen en la naturaleza del trabajo disponible. El
trabajo en el hogar tiene ventajas para el capital, pero esta forma de abaratar el
trabajo femenino no es usada en las líneas de ensamblaje electrónicas u otros
tipos de producción menos individualizada. La utilidad de esta manera de hacer
el trabajo vulnerable se confina a ciertos tipos de procesos de trabajo.
Hay diferentes tipos de trabajos en el hogar en Hackney: confeccionar bolsos, pegar botones
en tarjetas, ensobrar tarjetas de felicidades, preparar sorpresas de Navidad, ensamblar
enchufes y lapiceras, pegar plantillas en los zapatos, hilar collares. Los escalafones de pago
varían enormemente de acuerdo al tipo de trabajo y velocidad del trabajador, pero resulta raro
encontrar alguno que mejore el promedio femenino de ganancia por hora en la industria de la
vestimenta en 1981, de £ 1.75 por hora, la más baja de cualquier ramo de la industria. Y
muchas trabajan ganando menos que el mínimo establecido por el Consejo salarial para la
industria del vestido de £ 1. 42 por hora (en 1982). Dados escalafones de suelos, algunas
veces toda la familia, hijos y todos, son forzados a trabajar:...una madre tenía tres hijas y un
hijo que la ayudaban a pegar los ojos y la cola en los muñecos de peluche (Harrison, 1983, pp.
67-8)
la flexibilidad proviene de la familia: ninguno de los salarios de la familia son fijos. Cuando los
tiempos son buenos, ellos pueden pagar más. Cuando son malos, ellos pagan menos. Ellos
reciben la misma paga independientemente de la duración de la jornada de trabajo.
Pero no es que no ha habido cambios en las últimas décadas para las mujeres
que trabajan en el hogar en Hackney. Ellas también han sido captadas y
afectadas por los recientes cambios en la división internacional del trabajo. La
industria de la vestimenta en Londres en la segunda mitad del siglo XX se
encuentra entrampada entre las importaciones baratas por un lado y, por el
otro, por la competición laboral por mejores condiciones de trabajo en el sector
servicios. Las firmas de vestimentas que lo han podido hacer, hace mucho
tiempo que se han ido. Para aquellas que han permanecido, el recorte de los
costos laborales es prioritario, y el trabajo en el hogar es un medio de hacerlo.
Por lo tanto, una proporción del trabajo industrial en las metrópolis se hace bajo
este sistema social mientras que el monto de trabajo en conjunto, y los salarios
reales pagos declinan en forma dramática. Para las mujeres que trabajan en
esta industria se produce una competición por el trabajo disponible, lo que
incrementa la vulnerabilidad de los empleados y la intensificación del proceso
de trabajo. Y este cambio en las condiciones de empleo trae un incremento de
las presiones en la vida de hogar también, a pesar que estas sean diferentes a
las del noreste o las de los Fens. Para estas mujeres de Hackney su lugar de
trabajo es también su casa.
Aquí esta María, una mujer inglesa de cuarenta y cinco años con hijos
adolescentes quien describe las presiones que ella siente:
“He estado detrás de una máquina desde que tengo quince años, y con treinta años de
experiencia realmente soy mucho más rápida ahora...Pero tengo que hacer el doble de
esfuerzo para ganar dinero. Los patrones acostumbraban a venir de rodillas para pedirte que
trabajaras cuando tenían prisa por cumplir con una fecha de entrega. Pero ahora, no suplican
más. O lo tomas o lo dejas. Si te quejas por el pago te dicen que pueden encontrar a otras para
hacerlo. Es como un gran chantaje. Tres años atrás acostumbrábamos a recibir de 35 a 40
pennies por una blusa, pero ahora [1982] solo ganamos de 15 a 20....
Acostumbraba a tener mi trabajo hecho en cinco horas, ahora trabajo de diez a quince horas al
día...Los niños dicen, mami, no sabemos por qué te sientas alli todas esas horas. Les digo que
no lo hago porque me gusta, debo alimentarlos y vestirlos. A pesar de ello no trabajaré los
domingos. Debo pensar en el ruido...Estoy encerrada en un armario todo el día - tengo mi
máquina en un armario del depósito, es de tres pies cuadrados sin ventanas. Sufro de dolor de
hombros que es donde se acumulan las tensiones. Ahora tengo un paquete de faldas para
coser, tengo que hacer dieciseis en una hora para ganar £1.75 por hora, lo cual significa que
no puedo parar ni medio segundo entre cada falda. No cuento con el tiempo ni para hacerme
una taza de te. Con toda esta presión, al final del día estás al borde de pegar el grito en el
cielo. Si no fuera por los tranquilizantes no podría. No soy una buena compañía, pierdo
fácilmente la paciencia. Una vez que había conseguido tolerar la adolescencia de mis niños,
con esto no he podido, no he podido ayudarlos - necesito alguien que me ayude al final del día.
(Harrison, 1983, pp. 65-7)
Referencias
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Liddington, J. (1979) ‘Women, cotton workers and the suffrage campaign: the radical
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Strong Words Collective (1977) Hello, are you working? Erdesdun Publications,
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Strong Words Collective (1979) But the world goes on the same Erdesdun
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Webb, S. (1921) The Story of the Durham Miners, Fabian Society, London.