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¿Acaso el tiempo está pasando más lento de lo normal? Había confundido el estar dormida con
el insomnio por culpa de la oscuridad. La espalda me duele, tal vez sea producto del fin de
semana. Aunque segura no estoy que haya sido en un fin de semana, eso fue lo que dijo
Mohammed. En esos momentos sólo podía sentir su barba espesa, crujiente y cosquillosa por el
pescuezo; a veces creo que no es su barba sino el turbante, que tiene un material terriblemente
rasposo. El reloj me tiene desesperada con su lento tic-tac, tic-tac. Cualquiera diría que es el
segundero sufriendo el gaje de estar girando todo el tiempo dentro del cristal, pero juro que
aquello es el minutero.
He olvidado muchas cosas sobre mí, sobre todo el idioma. Ahora entiendo a Javier Moro
hablando de Anita, a la cual se le olvidó el español viviendo en la India, pregonando en cuanto
idioma menos en el suyo. Me olvidé de las calles de Medellín, ahora no sé ni cómo pronunciar
Medellín; no sé si lo estoy haciendo bien. La luz que se cuela debajo de la puerta me hace
recordar ciertas cosas en la residencia donde vivía. El Poblado, el barrio. Recuerdo el pent-house
en el que vivía con mi hermana y mi mamá. Las discusiones y los desayunos desabridos que,
llenos de zozobra, se quedaban remanentes en el plato hasta sentir el plástico de una bolsa
negra. Las visitas de papá eran tan rápidas, que una consulta en la E.P.S era una cátedra sobre
el sida. Papá, ese viejo arrugado con pelo largo, siempre dije que se parecía a Ricardo Arjona
pero con los ojos verdes y traslúcidos, vivificados en un amarillo extraño. Papá, que se terminó
yendo por no aguantar, igual que yo.
¿De dónde sale tanta humedad? El piso está resbaladizo y un líquido se disemina por la… ¿es
eso una baldosa? No sé cómo se le pueda llamar a semejante piso tan bizarro. La mancha de
sangre sigue intacta en la almohada, tal vez no pueda verla con claridad pero el olor me lo dice
todo. Es en este tipo de circunstancias en las que la vista llega ser el sentido más aburridor de
todos y los demás son los pilares del pequeño rato de placer que uno se encuentra por ahí. "Si
vives, vive”, me dijo, “respirar es fácil, vive. Encárgate de vivir”. Es irónico que Mohammed me
haya dicho aquello cuando me asfixiaba con su cinturón, cosa que me vine a dar cuenta hasta
que lo dejo de hacer y noté mi vientre con pequeños cántaros de viscosidad. ¿Dónde estará
Mohammed? Sigo esperándolo con ansias. La cama cada vez está más fría, el viento está cada
vez más helado y mis pies ya dejaron de sangrar. Ah no, cierto que lo que tenía que meterme en
la cabeza es que estaba húmedo, tal vez de agua, pero húmedo.
Nicolás Tovar.