VII
LAS RAZONES DEL CORAZON
Desde siempre los poetas. Jos amantes, jos thisticos, han sabido lo
que Pascal comprendié hace cuatro siglos, que e) corazén tiene sus
ropias razones, que la raz6n ignora. Han presentido que el corazén es
¢l organo privilegiado de! afecto, ta metéfora de] amor, del dolor y de
Janostalgia, y tambien del odio, de Ia violencia y de la ire, Bl fragmento
de andlisis que sigue cuenta Ja historia de un hombre que sofiaba, desde
su mas tiem intancia, con ser inaccesible al dolor psiquico tanto como
al dolor fisico, que sofiaba con ser un hombre “sin coraz6n”.
El entomo insti}6-en lz mente de aque) valiente nifio un ideal de
invulnerabilidad afectiva, de desafectacion, y ello en circunstancias
muy trauméticas. Quizds malinterpretara Jas palabras de sv madre; de
cualquier modo, parece probable que €sta, en sus intentos por superar
su propio dolor mental, haya preconizado para sus hijos el control
absoluto de todo signo de afecto profundo. Nada de Ilantos, nada de
miedo, nada de ira tampoco, so pena de perder su amor. Porque haibfa
amor, aungue no se hablara de él
Treinta y tantos afios, gafas, suéter de cuello redondo, el aspecto de
un “joven y serio profesor”, Tim se dirigié a mf para reanudar un
anélisis interrampido dos afios antes, y que habla durado cinco aos,
con un analista masculino, Aguella experiencia le “ayudé en su
malestar™, decfa Tim; se sentfa “més seguro e s{ mismo”, “pensabz
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mejor, se vestfa mejor; como si hubiese adquirido nuevos derechos
“Pero mis problemas fundamentales no han variado: me siento vacio
dentro de mf. y sin contacto con e] mundo externo.”
Por lo que podia recordar, siempre habia sido asi. Visto desde fuera,
Tim parecfa llevar una vida iranguiia y lena de éxito. Ciertamente,
tenfa una situacién profesional aparentemente satisfactoria, pero habia
cambiado en dos ocasiones su plan de estudios, y su trabajo actual en
una universidad de provincias habia perdido a su vez todo atractivo.
Ciertamente, querfa a su mujer y a sus dos hijas, pero no comparifa la
alegria de vivir que ellas parecfan sentir de forma cotidiana. A veces se
preguntaba si fingfan, de tan lejos como se sentfa de aquella alegria
Ciertamente, tenfa relaciones sexuales con su mujer de forma regular
y sin problemas, pero desde hacfa algunos afios se desinteresaba por su
vida amorosa, porque raramente experimentaba placer durante e] acto
sexual. Sin embargo no parecia considerar esta falta de placer como un
sintoma. Trabajaba en un ambiente donde estaba rodeado de mujeres
jOvenes, y algunas de ellas se interesaban por él, pero tampoco sentia
Ja apetencia de sofar despierto con ellas o de emprender alguna
aventura amorosa.
De su infancia, Tim no me proporcionaba mas que escasos detalles.
Erael tinico varén de una familia con tres hijos, su padre habfa muerto
sibitamente cuando él tenia siete afios. Ningtin otro hombre vino a
ocupar el lugar del padre, y su madre, trabajando duramente, siguié
educando.sola a sus tres hijos.
Tim habfa guardado un recuerdo muy vivo de la muerte de su padre.
“Yo hab/a salido de casa, solo, para pasar unas vacaciones con mi tia,
El dia anterior a su muerte tuve un pequefio accidente fecal, aconte-
cimiento ins6lito para mia aquella edad. Estaba avergonzado. Al dia
siguiente, mi tfa vino a decirme que tenfa que darme una noticia muy
triste sobre mi padre. Mi primer pensamiento fue que le habfan metido
en la cércel. Cuando me dijo que no, que habia muerto, quedé con-
vencido de que era culpa mia, por lo del dia anterior, lo del accidente
en el] pantalén. Como si le hubiera matado con mis heces”. Tim no
recordaba que Ja muerte de su padre le hubiera trastornado. “No Ioré”,
aiiadié como prueba de su estoicismo.
A mi pregunta de si tenfa otros recuerdos de su padre, Tim me dio
tuna respuesta inesperada: “,Mi padre? Un vividor”. ;Padardjica ex-
presion para describir a un padre muerto! ;Era acaso posible que el
pequeiio Tim de antafio hubiera sepultado con el vividor de su padre su
propia vivacidad? {Habia renunciado para siempre jamés, desde en-AZON LAS RAZONES DEL CORAZON ta
chos. tonces, a gozar de la vida, a cualquier nivel? AJ autorretrato desvitali-
vaeio zado que Tim esbozaba en mi honor, se afiadia otro pequefio matiz: no
recordaba haber sofiado nunca, ni llorado. Emanaba de él un senti-
miento de desesperacién y de muerte interior que iba més alld de las
lagrimas. “Supongo”, dijo en un tono liigubre, “que soy un poco
esquizoide”.
Le pregunté entonces lo que esperaba obtener de la reanudacién de
su andlisis. “Qui2ds mis problemas estriban en cosas més profundas,
como mi relacién con mi madre. Hablé mucho de mi padre en el primer
anélisis, y de mi conviccién de que iba a ocupar su lugar en la cama
de mi madre. Recuerdo con toda claridad mi decepcién. Pero, antes de
eso, nada, Ningin recuerdo. Pensé que qui2és, con una analista,
pudiera ir mds lejos”. Tras un breve silencio afiadié: “Es como si
estuviera buscando una parte perdida de mi mismo”. Fue aquella frase,
segiin creo, Jo que me decidié a aceptar a Tim como futuro analizado.
Se declaré dispuesto a emprender el andlisis y a esperar el lugar que
podfa reservarle dieciocho meses después.
Una vez comenzado el andlisis, me sorprendié mucho comprobar
que Tim Ilegaba a todas las sesiones entre quince y veinte minutos
es. tarde, sisteméticamente. Luego, en el divan, con el cuerpo rigido,
no guardaba unos diez minutos de silencio, quitindose y poniéndose las
da gatas sin cesar, como preguntandose si era oportuno trasmitirme lo que
116 vefa. Muy pronto empez6 a faltar a las sesiones sin raz6n aparente. En
cuanto yo anunciaba la fecha de mis vacaciones, desaparecia de la
escena analftica una semana antes de mi partida. Mis interpretaciones
sobre el tema no conducfan a nada. Tim reconoefa intelectualmente
que sus retrasos, sus silencios, sus ausencias, seguramente pudieran
reflejar angustia u hostilidad hacia mf, o denotar un ataque dirigido
contra nuestro trabajo analftico; aceptaba igualmente la hipotesis de
una necesidad en é1 de controlar toda experiencia de separacién. Sin
a embargo, no descubria ninguna huella de tales emociones. Insistfa en
we que mis interpretaciones, que consideraba “interesantes”, le parecfan
“acertadas” por pura deduccién \égica. Pero no sentia nada.
En la evocaci6n de algunos escasos recuerdos de infancia que a mf
me parecfan conmovedores, Tim se mostraba como desprovisto de
° afecto, Yo era la tinica “afectada”.
- i De vez en cuando, al lado de la imagen del padre risuetio, de-
1 rramando alegria por toda la casa, amante de beber un trago con los
1 amigos (a pesar de la desaprobacién materna), aparecia otro recuerdo:
- el del padre matando al gato de la familia con un hacha, Aquel acto
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