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La Muerte en Heidegger y Levinas
La Muerte en Heidegger y Levinas
Uno y Otro. Dos mundos distintos, dos pensamientos distintos, dos culturas
distintas, dos búsquedas distintas, dos revelaciones distintas. Uno es sedentario, el
Otro nómada. Uno en su tierra, el Otro está saliendo. Uno habita en su patria, el
Otro se anima al éxodo. Uno se siente propio del lugar, el Otro es extranjero. Uno
está en la meta, el Otro está siempre llegando. Uno lo escuchó de la Justicia, el
Otro está escuchando a Dios. Uno obedece al ser, el Otro a El. Uno pregunta qué
es qué, el Otro quién es El. Uno lo dijo, el Otro está diciendo. Uno abordó el ser, el
Otro se siente desbordado por El. Uno mira hacia delante, el Otro hacia arriba.
Uno encontró el ser sin rostro, el Otro se dejó encontrar por el Rostro inalcanza-
ble. Uno está de pie frente al hallazgo, el Otro está postrado por ser hallado. Uno
trazó la escritura profana, el Otro la Sagrada. Uno no puede decir más, el Otro no
puede callar lo que escucha. Está diciendo. Está saliendo y está llegando sin llegar.
Mira desde lejos la tierra. No la posee definitivamente. Desea el rostro desde la
Epifanía. La pre-gusta sin agotarla. No tiene otra intención sino obedecer. Incluso
sacrificar lo amado. No tiene otro interés sino ser buscado. No quiere sino salir.
Siempre salir. Uno es griego, el otro judío.
3
SUMARIO
Introducción
2. Heidegger y Levinas
2. Ser y hombre
2.1. La constitución del hombre por el ser
2.2. La constitución del hombre por el ser de Parménides
3. Ser-en-el-mundo
3.1. El mundo heideggeriano
3.2. Estructura del “ser-en-el-mundo”
3.3. Significatividad, comprensión y proyecto
4. Ser-para-la-muerte
4.1. La angustia y el miedo
4.2. Autenticidad e inautenticidad
4.3. El “uno como muchos” y su conocimiento de la muerte
4.4. Respuesta auténtica a la conciencia de ser-para-la-muerte
4.5. Temporalidad y muerte
4.6. Totalidad y posibilidad auténtica de morir como anticipación de la muerte
1. Saliendo de la ontología
1.1. La ontología y el Dasein
1. El rostro
4. La subjetividad como-rehén-del-Otro
4.1. Exposición y sustitución como Decir
5. Excursus: Martirio de Dom Christian de Chergé ocso y su testamento: “Al amigo del último instante”
INTRODUCCIÓN
2. Heidegger y Levinas
Ahora bien, para el tratamiento de la cuestión hemos elegido a dos autores de relieve inter-
nacional en el pensamiento filosófico. No sólo elegidos por la envergadura de su sistemática filo-
sófica, sino y sobre todo, porque el tema de la muerte ha ocupado en ellos un lugar no periférico.
Además, ambos filósofos se conocen.
Por un lado, Martín Heidegger, que siempre estará en la memoria de la filosofía por su te-
ma: el ser. Heidegger es un ontólogo y ha hecho del ser, el centro desde el cual se mueve una pa-
norámica o, para decirlo con los alemanes, una Weltanschauung (“visión del mundo”). Cualquier
tema en Heidegger tiene una vinculación ontológica, podríamos decir que los temas giran como
círculos concéntricos en torno a un único tema: el ser. Por tanto, la muerte no deja de ser analiza-
da desde dicha temática. El Dasein (“ser-ahí”), encuentra su suprema posibilidad en el “ser-para-
la-muerte”. Este hecho ya nos llama la atención y es digno de ser analizado.
Por otro lado, Emmanuel Levinas, que siempre estará en la memoria de la filosofía por su
tema: el Otro. Levinas se interesa por la ética no inocentemente. Discípulo de Husserl, conocedor
de Heidegger, entiende los riesgos de fenomenología como intencionalidad de la conciencia y los
riesgos de la ontología. Su opción es la ética, el Otro, el prójimo, el rostro. Desde esta perspectiva,
que es metafísica, concibe la muerte. Morir siempre es morir en el rostro del Otro. La versión éti-
ca de la muerte nos parece por demás importante.
1
Cfr. J. Ferrater Mora, art.: Muerte, en: Diccionario de Filosofía, Ed. Ariel, Barcelona, 1994, 2472.
2
J. Ferrater Mora, apunta que ha sido común estudiar filosóficamente el problema de la muerte como problema de la
muerte humana. En la actualidad “abundan los estudios biológicos, psicológicos, sociológicos, médicos, legales, etc.,
sobre la muerte, con atención a casos concretos, a los modos como en distintas comunidades y en diferentes clases
sociales se hace frente al hecho de que los seres humanos mueren. Estos estudios son importantes, porque ponen de
manifiesto que la muerte humana es un fenómeno social, a la vez que un fenómeno natural”, op. cit., 2473.
3
K. Rahner, art.: Muerte, en: Sacramentum Mundi. Enciclopedia teológica, vol. IV, Ed. Herder, Barcelona, 1984,
818.
4
H. Vorgrimler, El cristiano ante la muerte, Ed. Herder, Barcelona, 1981, 9.
5
necesario un análisis de lo que Heidegger mismo entiende por muerte. Creemos que, si bien el
objetivo general es la propuesta levinasiana, es imprescindible el planteamiento heideggeriano
para comprender mejor el ulterior planteamiento del francés5. Sólo analizando el terreno de la dis-
cusión, es posible distinguir las originalidades.
El título del trabajo, de marcado “corte” levinasiano, expresa los conceptos que trataremos
de abordar: muerte, tiempo, Mismo y Otro, en una articulación que va de Uno a Otro.
Para esto procederemos del siguiente modo: analizaremos la exégesis que el propio Hei-
degger hace sobre la muerte, abordando los temas más relevante de su pensamiento (primera par-
te); luego, analizaremos la interpretación que Levinas hace de la tanatología heideggeriana, inter-
pretación en la que se percibe el desprendimiento, la ruptura, (segunda parte); intentaremos, des-
pués, abordar el propio pensamiento de Levinas con respecto a la muerte, luego de la ruptura, para
descubrir su originalidad (tercera parte); por último, queremos finalizar con algunas consideracio-
nes, que nos parecen más perspectivas que conclusiones (cuarta parte).
Asimismo, el tiempo (que no es el tema principal de nuestro trabajo) es concebido en am-
bos filósofos como condiciones del morir; pero uno lo concibe desde una perspectiva ontológica y
el otro desde una perspectiva ética. Por tanto, conectado al tema de la muerte, analizaremos el
tiempo.
Metodológicamente pretendemos avanzar desde Heidegger en sí mismo hacia Levinas en
sí mismo, pasando por un punto de encuentro-desencuentro. “En sí mismo” no significa una abso-
luta pureza, significa acercarnos a los textos de los autores para tratar de entender lo que ellos
mismos quisieron decir.
5
En una de sus clases (viernes 21 de noviembre, año académico 1975-1976, en la Sorbona), luego de algunas
consideraciones sobre Husserl y Heidegger con respecto a la muerte y el tiempo, Levinas afirma con firmeza que todo
“ello conduce, inevitablemente, a una discusión con Heidegger”. Y más adelante, “todo esto debe recuperarse en un
diálogo con Heidegger, autor junto con el que, en otra modalidad, afirma la estrecha relación entre la muerte y el
tiempo”. La clase del viernes 28 de noviembre de 1975, Levinas la titula: “Un paso obligado: Heidegger”, cfr. E.
Levinas, Dios, la muerte y el tiempo, Ed. Catedra, Madrid, 1998, 29-30, 33, 34-39.
6
M. Heidegger, Ser y Tiempo, Ed. Fondo de cultura Económica, Distrito Federal, México, 1997; Sein und Zeit, Max
Niemeyer Verlag, Tübingen, 1963.
6
“El pensamiento y aquella causa por la que el pensamiento es, son lo mismo. Por-
que no hallaras pensamiento sin Ser, respecto del cual aquél es expresado [...] por-
que nada es o será excepto el Ser”
(Parménides, poema)
7
PRIMERA PARTE:
EL SER-PARA-LA-MUERTE
Como adelantamos en la introducción, nos proponemos es este apartado dar unas pincela-
das generales al análisis del Sein zum Tode (“ser-para-la-muerte”). El objetivo específico será ana-
lizar el ser del hombre como “ser-ahí” (Dasein) en su “poder ser” (Seinkönnen), en un avance
hacia el fin, que es la muerte (das Sein zum Tode), en el marco de la obra Ser y Tiempo (Sein und
Zeit). La razón, arriba esbozada, es tratar de examinar desde dónde “sale” Levinas, desde dónde
se separa de Heidegger para dar un paso más en su propio análisis sobre la muerte, que es el obje-
tivo general de nuestro trabajo.
Para esto, analizaremos cuatro temas: una breve descripción de la propuesta general de
Sein und Zeit, la obra en la que Heidegger analiza la muerte (1); luego, analizaremos el binomio
fundamental heideggeriano “ser-hombre”, ya que la constitución de la subjetividad humana se da
por el ser (2); In-der-Welt-sein (“ser-en-el-mundo”) como categoría unificadora del Dasein y su
estructura (3); finalmente el Sein zum Tode como la máxima posibilidad de ser del Dasein y su
estructura. En estos aspectos hay un “conector”, a veces explícito, a veces implícito: el “poder
ser” (Seinkönnen) ya que esta categoría guía sustancialmente todo el desarrollo de Sein und Zeit7.
Ya estamos advertidos que no analizamos todos los temas fundamentales de Heidegger en
torno a la cuestión, ni siquiera estamos seguros que, los analizados, sean los más importantes,
pero nos han servido de hilo conductor para el objetivo del tema.
(“simple presencia”) u objetividad. Pero es el hombre el ente que presenta el problema y, como
tal, pregunta por el sentido del ser; por tanto, Ser y Tiempo, comienza con un análisis preparatorio
sobre el ser del hombre12. La exégesis del Dasein (“ser-ahí”) es el punto de partida para el plan-
teamiento del problema del ser13. Sólo el hombre tiene entre los entes, el privilegio de un conoci-
miento del ser. La peculiaridad del hombre frente a los otros entes la expresa Heidegger diciendo
que al hombre es geht ihm (“le va”) su propio ser. El hombre es un ser que se ocupa y preocupa de
su propio ser. En este sentido, la realidad humana es ontológica; la comprensión del ser pertenece
a la constitución entitativa del hombre. Pero esta comprensión es pre-ontológica, y el primer co-
metido de la ontología tiene que ser el sacar a luz esa comprensión pre-ontológica que forma parte
del ser mismo del hombre14. Para esto, Heidegger hecha mano de la fenomenología, es “el” méto-
do que utiliza por excelencia; pero no es objeto de la fenomenología todo lo que de cualquier mo-
do pueda mostrarse, sino aquello que, estando oculto y encubierto, constituye la esencia, funda-
mento y sentido último de lo que inmediata y comúnmente se presenta; ahora bien, lo esencial y
fundamental es, ante todo, el ser mismo15. Ontología y fenomenología, se identifican.
De aquí la necesidad de una Daseinsanalytik (“analítica de la existencia humana”) como
punto de partida, que debe ser estudiada en su aspecto más general y comprensiva “para evitar
ante todo el riesgo de que subrepticiamente un aspecto se presente como esencial (...) es decir,
teorizando sobre ese aspecto sin haberlo previamente problematizado”16. Por eso, para plantear el
problema del ser del hombre, parte Heidegger de lo que él llama Alltäglichkeit (“cotidianidad”) o
Durchschnittlichkeit (“término medio”), este análisis debe dirigirse al modo del hombre de darse
más común o más general. “Término medio” indica el conjunto de los modos de ser reales y posi-
bles del hombre, no es una estructura que se privilegie en detrimento de las otras, sino que es una
especie de promedio estadístico de las maneras en que los hombres se determinan en el mundo.
Esta opción de partida, tiene ya implícita cierta idea del ser del hombre, una “precomprensión”,
cierto horizonte preliminar, abierto y accesible. Esta precomprensión, supuesta en el punto de par-
tida como “término medio”, consiste en el hecho de reconocer implícitamente que el ser del hom-
bre está caracterizado por hallarse frente a un complejo de posibilidades que no todas necesaria-
mente se realizan. Vattimo acentúa que el hombre está referido a su ser como a su posibilidad más
propia y que, por tanto, la idea del hombre como “poder ser” guiará, en sustancia, todo del desa-
rrollo de Ser y Tiempo17. Opinión semejante tiene Olasagasti, aunque más matizada, cuando afir-
12
Conviene tener presente la estructura general de Ser y Tiempo, tal como Heidegger la diagrama en el parágrafo 8: la
indagación del sentido del ser no descarta, sino que exige, que se someta al análisis un ente específico (el hombre);
este ente es constitutivamente histórico, de manera que la indagación del sentido del ser implica necesariamente tam-
bién un aspecto “historiográfico”. La obra debe dividirse en dos partes: Parte primera: La interpretación del Dasein
con referencia a la temporalidad y la explicación del tiempo como horizonte trascendental del problema del ser. Parte
segunda: Líneas fundamentales de una destrucción fenomenológica de la historia de la ontología con la guía de la
problemática de la “temporalidad”. La primera parte se subdivide en tres secciones: 1) El análisis fundamental del
Dasein en su momento preparatorio; 2) Dasein y temporalidad; 3) Tiempo y ser. También la segunda parte debía
subdividirse en tres secciones dedicadas respectivamente a Kant, Descartes y Aristóteles, cfr., Ser y Tiempo, 49-50.
Tal como fue publicada en 1927 y tal como permaneció desde entonces, la obra quedó interrumpida en la segunda
sección de la primera parte.
13
En la Carta sobre el Humanismo, se preocupó Heidegger de dejar en claro el sentido de la esencia del hombre:
Dasein. El hombre es el “ahí” (da) del ser (Sein), el lugar donde el ser se manifiesta, donde el ser es ser, como núcleo
último del ser del hombre, puesto que el hombre es comprensión del ser, cfr. M. Olasagasti, op. cit., 158-159; G.
Vattimo, op. cit., 27.
14
Cfr. M. Olasagasti, op. cit., 19.
15
“La ontología sólo es posible como fenomenología”. Lo que la fenomenología tiene que dejar mostrar es el ser de
los entes. Es necesaria porque el ser de los entes no es patente inmediatamente; el fenómeno no es lo que “ya” está
patente ni una apariencia tras de la cual haya que descubrir la verdadera realidad. Si así fuera, el concepto contrapues-
to a “fenómeno” sería “realidad” y no “encubrimiento”. La fenomenología tiene que rescatar de toda clase de encu-
brimientos el ser de los entes, el “fenómeno”, cfr., op. cit., 21.
16
G. Vattimo, op. cit., 24-25.
17
Cfr., op. cit., 25.
9
ma que lo propio del hombre es ocuparse de su ser mismo, que es, un “poder ser” cuyas dos mo-
dalidades generales son el “poder ser” auténticamente y el “poder ser” inauténticamente18. Ambos
coinciden en que el ser del Dasein no es un puro hecho, un mero estar ahí al modo de las demás
realidades intramundanas, sino que su ser consiste en existir, es decir, en ser, ante todo, un “poder
ser”.
2. Ser y hombre
La referencia ineludible del hombre al ser como “poder ser” y viceversa, nos obliga a re-
flexionar en este punto sobre el binomio “ser-hombre”, pero no para clarificar el sentido del ser
sino para investigar quién es el hombre. En efecto, la pregunta: ¿qué es el ser?, no podrá contes-
tarse sin una aclaración de la esencia del hombre. Será necesario preguntarse: ¿quién es el hom-
bre?, pero no como cuestión antropológica sino ontológica, es decir la cuestión de la esencia
humana en relación al ser, como “lugar” de la revelación del ser (Da-sein). Por esto, nos propo-
nemos ahora esbozar la cuestión del hombre en su referencia más peculiar al ser.
El “poder ser” es, en efecto, el sentido mismo del concepto de existencia. Descubrir que el
hombre es ese ente que está referido a su ser como a su posibilidad más propia, es decir, que es
sólo en cuanto puede ser, significa descubrir que el carácter más general y específico del hombre,
su “naturaleza” o “esencia”, es el existir. La “esencia” del hombre es la “existencia”. Pero no de-
bemos confundir estos términos, que son centrales en toda filosofía, ya que están plagados de
equívocos. Decir que la naturaleza del hombre es “poder ser” equivale a decir que su “naturaleza”
consiste en no tener una naturaleza o esencia. Más complejo es el uso de “existencia”; algo exis-
tente es comúnmente entendido como algo “real” o Vorhandenheit (“simplemente presente”). Pe-
ro si el hombre es “poder ser”, su modo de ser es el de la posibilidad y no el de la realidad. Por
tanto, decir que el hombre existe no significa que sea algo dado, porque lo que el hombre tiene de
específico es el hecho de estar referido a posibilidades19. El hombre no es un conjunto de categorí-
as o propiedades, sino un conjunto de posibles maneras de ser20.
18
Cfr. M. Olasagasti, op. cit., 23.
19
El término “existencia”, en el caso del hombre, debe entenderse en el sentido etimológico de ex-sistire, estar fuera,
sobrepasar la realidad simplemente presente en dirección de la posibilidad. Este modo de entender la existencia, se lo
reserva sólo para el hombre. De este modo, ex-sistencia no es sino el modo como el Da-sein se convierte en el lugar
del ser, cfr. G. Vattimo, op. cit., 26; M. Olasagasti, op. cit., 159.
20
La investigación sobre los modos posibles de ser, se pone de manifiesto en lo que Heidegger llama la “analítica
existenciaria” y, a estos modos de ser, los llama “existenciarios”. Para una distinción entre “existencia” y “existencia-
rio”, cfr. G. Vattimo, op. cit., 19.
21
M. Olasagasti, op. cit., 158.
10
en primer lugar al tiempo cronológico, sino al destino del ser. En la definición del hombre no es
esencial el hombre mismo, sino el ser22.
Nos equivocamos si creemos que esto es simplemente subjetivo. “Hay” (es gibt) ser, “se
da”; pero por otra parte, mientras “es” el existir hay ser, es decir, “sólo cuando se realiza la ilumi-
nación del ser por obra del hombre, se adapta y conforma éste al ser”23. El ser no es hechura
humana, el ser es pastoreado, no dominado por el hombre.
En esta mutua relación entre “ser y hombre”, Heidegger ha hecho enormes esfuerzos por
encontrar expresiones suficientemente transparentes que den razón de la relación. En este esfuer-
zo, ha tratado de evitar el lenguaje metafísico tradicional y, para encontrar un nuevo lenguaje,
desciende al fondo de la relación para ver la raíz de donde brota. Así, lanza una mirada hacia el
comienzo del pensamiento occidental.
22
Cfr., op. cit., 160.
23
Op. cit., 160.
24
Op. cit., 162.
25
En cambio, la fórmula de Aristóteles, de que el hombre es ánthropos zôon lógon ékhon (“el hombre es un ser vi-
viente dotado de razón”), es para Heidegger, el principio del fin. Heidegger reformula: Physis=lógos ánthropon
ékhon (“el ser, el aparecer dominante impone la reunión que incluye en sí y fundamenta al ser humano”), cfr., op. cit.,
162.
11
reforzando la posición de Heidegger de que no es el hombre el que pone el ser sino que es puesto
por el ser26.
Una vez que se ha intentado clarificar la relación, o para hablar con la propiedad heidegge-
riana, la mutua pertenencia, entre “ser y hombre”, avanzamos un paso más. El hombre es consti-
tuido por el ser; al decir hombre decimos “existencia”, es decir, “poder ser”. Por tanto, es el ser el
que pone al hombre y su conjunto de posibles maneras de ser ante sí mismo. Ahora bien, el primer
paso, será mostrar que el estar referido el hombre a sus posibilidades, no se efectúa en un ámbito
abstracto, sino como existir concretamente en un mundo de cosas y de otras personas27. El modo
de ser “medio y cotidiano” del hombre y sus posibles maneras de ser como existencia concreta,
nos lleva a la consideración de situar al Dasein como in-der-Welt-sein (“ser-en-el-mundo”).
3. Ser-en-el-mundo
El Dasein no es una unidad estática ni un constructo kantiano, sino una unidad dinámica,
en el modo del “poder ser”, o como Heidegger dirá, es un “proyecto”. El mundo es el ámbito del
Dasein y sus posibilidades, por eso en este punto, nos proponemos analizar cómo se constituyen
las posibilidades del hombre desde o en el mundo, ya que con la fórmula ser-en-el-mundo trata
Heidegger de apresar la estructura unitaria del Dasein, a la vez que destaca sus distintos elementos
constitutivos28. Pero comenzamos preguntando qué es el mundo, para ver luego el modo como el
hombre se sitúa en él.
26
Op. cit., 165.
27
Cfr. G. Vattimo, op. cit., 27.
28
La analítica existencial llevada a cabo en Sein und Zeit contiene una serie de fórmulas, cada vez más unitarias, para
expresar el ser del ente humano: In-der-Welt-sein (“ser-en-el-mundo”), Sorge (“cura”), Zeitlichkeit (“temporalidad”),
etc. Por tanto, con la fórmula In-der-Welt-sein, intenta Heidegger una totalidad del Dasein.
29
Cfr., op. cit., 28.
30
“Ser-en” no es la presencia simplemente espacial de una cosa que existe ahí sin más. “Ser-en” es un existenciario
exclusivo del ser humano. Es un habitar que puede revestir muchas formas y que en el fondo implica un “ocuparse
de” algo, cfr. M. Olasagasti, op. cit., 23.
31
Cfr., op. cit., 23; G. Vattimo, op. cit., 30.
12
terminarse particular de la instrumentalidad”32. Pero hay que advertir que el mundo no es la suma-
toria de cosas, sino que es la condición de posibilidad para que las cosas sean. Además, es necesa-
rio notar que el mundo como totalidad de instrumentos está primero que las cosas como instru-
mentos individuales, pero primero no en un sentido temporal sino ontológico. Por otra parte, la
totalidad de instrumentos se da sólo en cuanto existe alguien que pueda emplearlos. Mientras esté
el Dasein, los instrumentos tendrán sentido, utilidad. Desde este punto de vista, “primero” que el
mundo está el Dasein, no hay mundo si no hay Dasein. Aunque también es cierto que el Dasein
no es sino en cuanto ser-en-el-mundo; pero la mundanidad del mundo se funda sobre la base del
Dasein, y no viceversa. Por eso, el mundo es “un carácter del Dasein mismo”33.
De este modo, el instrumento, al estar constituido en función de otro, tiene carácter de re-
ferencia. El instrumento se refiere no sólo al uso específico para el cual está hecho, sino también,
se refiere a las personas que lo usan, al material de que está constituido, etc. Sin embargo, el ins-
trumento no está hecho para manifestar tal referencia, está hecho para cierto empleo; por eso Hei-
degger afirma que existe un tipo de entes que están constituidos para manifestar la referencia: los
signos. En el signo, la utilidad coincide con la capacidad de referencia, el signo no tiene otro uso
que el de referirse a algo. Por tanto, “a través del análisis de la señal trata Heidegger de hacer pa-
tente el ser del mundo”34.
Pero existe un segundo sentido más profundo en el que el signo revela el ser de las cosas,
ya que si el mundo es la totalidad de los instrumentos, los signos serían como las “instrucciones
para usar” los instrumentos. Es sólo a través de los discursos como nos ponemos al tanto sobre el
uso de las cosas. Por eso, nuestro ser-en-el-mundo no es sólo el estar en medio de una totalidad de
instrumentos, sino el estar sumergidos en un mundo de significados. Heidegger denomina el con-
junto de estas relaciones y su estructura: Bedeutsamkeit (“significatividad”)35.
Anhela Heidegger que “ser-en” no se tome en su significado corriente. Él ha definido en
primer lugar al Dasein como “existencia”, es decir, como un ser que se ocupa y preocupa por su
propio ser, que es, posibilidad, “poder ser” (Seinkönnen), con la comprensión del propio ser que
ello implica y, en último término, del ser en general. En segundo lugar, la peculiaridad del Dasein
es que su ser “es siempre mío”, personal, pudiendo adoptar las formas de autenticidad o
inautenticidad o el estado neutro. La presencia que “ser-en” quiere expresar no es la puramente
espacial de lo que existe ahí sin más (Vorhandenes) dentro del mundo. Este “ser-en” es un
existenciario y como tal, exclusivo del ser humano, es un habitar en el sentido del colo, habito y
diligo latinos. El estar “referido a”, o la situación de estar Geworfenheit (“arrojado”) en el
mundo, son algunos modos de “ser-en”36.
32
G. Vattimo, op. cit., 29. En este sentido, queda abierta una polémica con el positivismo. La objetividad para el
positivismo, es algo a lo que se llega en virtud de una investigación en la que quedan al margen los prejuicios, las
preferencias, los intereses, para llegar a la cosa tal como es “en sí”. Pero el que investiga siempre es el hombre y el
hombre nunca liberado de sus prejuicios. Por tanto, la Vorhandenheit (“simple presencia”), es una derivación de la
Zuhandenheit (“utilizabilidad”), que en Heidegger es también contemplación, como el verdadero modo de ser de las
cosas.
33
Op. cit., 30.
34
M. Olasagasti, op. cit., 24.
35
Cfr., op. cit., 25.
36
Olasagasti amplía la lista: tener que ver con algo, producir algo, ordenar y cuidar algo, emplear algo, desistir de
algo, emprender, lograr, examinar, discutir, disponer, etc.; todas estas formas implican un “ocuparse de” algo (Besor-
gen), incluso en los modos negativos como dejar, omitir, renunciar..., op. cit., 23.
13
dad, extensión, etc., sino como “asuntos”. Las cosas en el mundo cotidiano son instrumentos o
“útiles” (Zeug). Su forma de ser es un “ser-para...” (Etwas um zu...), que implica una “referencia”
(Verweisung) de algo a algo. Heidegger expresa todo esto con el término Zuhandenheit, “maneja-
bilidad o utilizabilidad”37. No hay que esperar que las cosas nos sean accesibles por un ver teoréti-
co; el “ver” propio del utilizar es la “circunspección” o “ver en torno” (Umsicht), que somete al
útil al conjunto de referencia de los “para” o finalidades (Wozu), cuya trama forma lo que se llama
“conducta práctica”. En este contexto, totalidad de útiles, es donde se descubre la “naturaleza” en
un sentido anterior al meramente teorético, la naturaleza como conjunto de los seres manejables y
utilizables; podemos ampliar: el bosque como riqueza forestal, la montaña como cantera, el río
como fuerza hidráulica, el viento como “viento en las velas”: Umweltnatur.
La Zuhandenheit, el ser utilitario de las cosas, tiene un carácter de “referencia”: “servir pa-
ra”. Heidegger lo muestra en el análisis de las cosas que son “señales” (Zeichen). La señal es una
Verweisung. Con el análisis de la “señal” se trata de hacer patente el ser del mundo. Toda señal es
un útil, un instrumento que remite a un sistema de instrumentos a través del cual trasparece el
“mundo” que está a la base de todas las cosas en su ser práctico, en su Zuhandenheit, lo que Hei-
degger llama “mundiformidad” (Weltmässigkeit) “de lo manejable” (des Zuhandenen). Así, por la
señal, llegamos a percatarnos de la estructura ontológica del ser manejable, de la “totalidad de las
referencias" (Verweisungsganzheit) y de la mundanidad.
Esa estructura ontológica, Heidegger la define como un conformarse con algo en algo, re-
ferencia, ser “para”. La “conformidad” (Bewandtnis) constituiría el ser de lo manejable, de los
entes intramundanos desde el punto de vista pragmático. El “para qué” de cada instrumento es
aquello “en que” guarda conformidad; la cadena de los “para qué” da lugar a la correspondiente
cadena de “conformidades” hasta llegar a un último “para qué” que no es propiamente “para qué”
(Wozu), sino un “en vista de” (Worumwille) que pertenece al ser del Dasein.
La Bedeutsamkeit (“significatividad”) es el conjunto de estas relaciones y su estructura; es-
tructura que constituye la mundanidad del mundo. Por estar ese conjunto de referencia “atado en
su extremo al ser humano, el mundo resulta pertenecer a la constitución ontológica de éste”38.
37
Cfr., op. cit., 24.
38
Op. cit., 25. Olasagasti recapitula lo que es ser-en-el-mundo: como “ser-cabe” o “junto-al” (bei) mundo en el “ocu-
parse” (Besorgen) de las cosas, como “ser-con” (Mitsein) en el tomar a su “cuidado” (Fürsorge) a los otros y en ser sí
mismo en la forma del “uno” (Man), cfr., op. cit., 28.
39
G. Vattimo, op. cit., 33.
40
Cfr., op. cit., 33.
14
que constituyen el mundo, pero esto es posible porque el Dasein es constitutivamente posibilidad
y puede encontrar las cosas insertándolas en este carácter de posibilidad y entendiéndolas como
posibilidades abiertas, por eso “el modo en que funciona el comprender es el “proyectar”, un in-
tento de actuar las propias posibilidades”41.
Este mundo de significados en el que estamos inmersos, es un mundo del que no se puede
salir, es decir, no poder salir de la comprensión (o precomprensión, o prejuicios) del mundo que
nos constituye. Esta imposibilidad de salida, no es algo negativo o limitante, sino que es condición
de posibilidad de encontrar el mundo42. El conocimiento no es un ir del sujeto hacia un objeto Vo-
handenheit (“simplemente presente”), sino que es más bien la articulación de una comprensión en
la cual las cosas están ya descubiertas. Esta articulación se llama Auslegung (“interpretación”) 43.
Por tanto, el comprender lleva consigo el interpretar. Lo que comprendemos, lo compren-
demos “como...”, lo interpretamos; e interpretar es desarrollar y explicitar el comprender. No es
conocer lo comprendido, sino un despliegue de las posibilidades proyectadas en el comprender.
Con esto completamos la estructura del “ser-en-el-mundo”.
Sintetizando, el mundo de Heidegger no es el mundo de la naturaleza sino el mundo de las
significaciones al que accede el Dasein, comprendiendo, y comprendiendo como proyecto. Con
estos existenciarios, trata Heidegger de captar la totalidad del Dasein, no como un objeto. Si el
Dasein es esencialmente “poder ser”, nunca podremos apresarlo como un todo. No obstante esto,
se puede decir que el Dasein no está siempre en el modo de la posibilidad, pues de hecho muere y
llega un momento en que esa apertura abierta a posibilidades no es más tal. Pero la totalidad por la
que indagamos, no es la totalidad de la Vorhandenheit (“simple presencia”), sino una totalidad
existenciaria; ésta requiere la unidad de las dimensiones del “poder ser”, la unidad de sus posibili-
dades. Heidegger “cree poder llegar al ser total humano a través de la exégesis existencial de la
muerte –que cierra el poder ser, a parte post– y de la historicidad –el otro extremo del poder ser, a
parte ante– , todo ello integrado en la superior unidad de la temporalidad”44. Por tanto, la pregunta
por la muerte, es la pregunta por la plenitud del “poder ser” del Dasein como unidad y totalidad.
4. Ser-para-la-muerte
La dimensión mortal del Dasein como das Sein zum Tode (“ser para la muerte”), forma
parte esencial del ser humano. La muerte es una verdadera posibilidad, más aún, representa la
posibilidad más peculiar del hombre, puesto que es la posibilidad necesaria de la absoluta imposi-
bilidad de ulterior existencia; necesaria posibilidad del acabamiento humano45. Unidad y totalidad
humana.
Esta situación tan extrema, no puede interpretarse de cualquier modo. Una interpretación
cotidiana del ser para la muerte, es decir inauténtica, no es sino la fuga ante la muerte. Por el
contrario, la auténtica interpretación se decide a no sustraerse a la angustia ante la muerte; así
cobra el Dasein la libertad ante la muerte. Es en la angustia donde se encuentra “ante la nada de la
posible imposibilidad de su existencia”46.
41
M. Olasagasti, op. cit., 29; cfr. G. Vattimo, op. cit., 34.
42
Este aspecto mantiene también una polémica con la concepción de sujeto moderno. El Dasein no es el sujeto de la
modernidad, aquí no hay contraposición sujeto-objeto, el Dasein no es algo cerrado que deba salir para ir al mundo; el
Dasein es ya siempre y constitutivamente relación con el mundo. La relación es una articulación de la precompren-
sión que tenemos del mundo, que se explicita en el “círculo hermenéutico”, cfr., op. cit., 35.
43
Cfr., op. cit., 35.
44
M. Olasagasti, op. cit., 38.
45
Cfr., op. cit., 38.
46
Ser y Tiempo, 274.
15
47
J. Ferrater Mora, art.: Angustia, en: op. cit., 171.
48
Cfr. art.: Nada, en: op. cit., 2493.
49
Cfr. W. Luypen, Fenomenología existencial, Ed. Carlos Lohlé, Bs. As., 1967, 317.
50
„Das Verfallen des Daseins an das Man und die besorgte “Welt” nannten wir eine “Flucht” vor ihm selbst. Aber
nicht jedes Zurückweichen vor..., nicht jede Abkher von... ist notwendig Flucht. Das in der Furcht fundierte
Zurückweichen vor dem, was Furcht erschliesst, vor dem Bedrohlichen, hat den Charakter der Flucht. Die
Interpretation der Furcht als Befindlichkeit zeige: das Wovor der Furcht ist je ein innerweltliches, aus bestimmter
Gegend, in der Nähe sich näherndes, abträgliches Seiendes, das ausbleiben kann. Im Verfallen kehrt sich das Dasein
von ihm selbst ab. Das Wovor dieses Zurückwichens muss überhaupt den Charakter der Bedrohens haben; es ist
jedoch Seiendes von der Seinsart des zurückweichenden Seienden, es ist das Dasein selbst. Das Wovor dieses
Zurückweichens kann nicht als “Furchtbares”gefasst werden, weil dergleichen immer als innerweltliches Seiendes
begegnet. Die Bedrohoung, die einzig “furchtbar” sein kann un die in der Furcht entdeckt wird, kommt immer von
innerweltlichen Seienden her“, Sein und Zeit, 185-186; Ser y Tiempo, 205
51
„Das Worum die Furcht fürchtet ist das sich fürchtende Seiende selbst, das Dasein. Nur Seiendes, dem es in seinem
Sein um dieses selbst geht, kann sich fürchten“, Sein und Zeit, 141; Ser y Tiempo, 158.
52
Cfr. W. Luypen, op. cit., 318.
16
nado sino el mundo como tal. En la angustia, el mundo como mundo se me aparece inexorable-
mente en toda su nada. En la angustia, el mundo se revela como nada53.
53
„Wenn sich demnach als das Wovor der Angst das Nichts, das heisst die Welt als solche herausstellt, dann besagt
das: wovor die Angst sich ängstet, ist das In-der-Welt-sein selbst“, Sein und Zeit, 187; Ser y Tiempo, 207.
54
Cfr. G. Vattimo, op. cit., 42.
55
Ser y Tiempo, 209. „Zur wesenhaften Daseinsverfassung des In-der-Welt-seins, die als existenziale nie vorhanden,
sondern selbst immer en einem Modus des faktischen Daseins, das heisst einer Befindlichkeit ist, gehört die Angst als
Grundbefindlichkeit. Das beruhigt-vertraute In-der-Welt-sein ist ein Modus der Unheimlichkeit des Daseins, nicht
umgekehrt. Das Un-zuhause muss existenzial-ontologisch als das ursprünglichere Phänomen begriffen werden“, Sein
und Zeit , 189.
17
56
„Mit der verfallenden Flucht vor dem Tode bezeugt aber die Alltäglichkeit des Daseins, dass auch das Man selbst je
schon als Sein zum Tode bestimmt ist, auch dann, wenn es sich nicht ausdrücklich in einem `Denken an den Tod´
bewegt. Dem Dasein geht es auch in der durchschnittlichen Alltäglichkeit ständig um dieses eigenste, unbezügliche
und unüberholbare Seinkönnen, wenn auch nur im Modus des Besorgens einer unbehelligten Gleichgültigkeit gegen
die äusserste Möglichkeit seiner Existenz“, Sein und Zeit, 254-255; Ser y Tiempo, 278.
57
Cfr. W. Luypen, op. cit., 322.
58
„Im `auch einmal, aber vorläufig noch nicht´ gibt die Alltäglichkeit so etwas wie eine Gewissheit des Todes zu.
Niemand zweifelt daran, dass man stirb. Allein dieses `nicht zweifeln´ braucht nicht schon das Gewisssein in sich zu
bergen, das dem entspricht, als was der Tod im Sinne der charakterisierten ausgezeichneten Möglichkeit in das
Dasein hereinsteht. Die Alltäglichkeit bleibt bei diesem zweideutigen Zugeben der `Gewissheit´ des Todes stehen –
um sie, Sterben noch mehr verdeckend, abzuschwächen und sich die Geworfenheit in den Tod zu erleichtern“, Sein
und Zeit, 255-256; Ser y Tiempo, 279.
59
„Der Tod ist als Ende des Daseins im Sein dieses Seienden zu seinem Ende“, Sein und Zeit, 259; Ser y Tiempo, 282.
60
Op. cit., 323.
18
del hombre es un tener que ser, pero obedeciendo al no cubrimiento de su esencia. La respuesta a
su conciencia de su ser-para-la-muerte no puede destruir todo su ser potencial.
En el ser-para-la-muerte del hombre, la posibilidad de la muerte debe ser aprehendida co-
mo posibilidad sin ser minimizada, tiene que ser cultivada como posibilidad, debe ser soportada
como posibilidad. La respuesta auténtica es la “expectativa” como un adelantarse en el pensa-
miento a su imposibilidad posible. El ser propio del hombre es una liberación delante de sí de la
extrema posibilidad de su esencia que se autorrealiza, una liberación de la pérdida de sí mismo en
las posibilidades particulares que se presentan, una comprensión y elección de estas posibilidades
a la luz de la posibilidad extrema, la imposibilidad de ser entorpecido por aquello que ya se ha
conseguido.
De este modo no importa que el “cuando” de la muerte, que es cierto, no esté determinado.
La constante “amenaza” de la muerte no surge de la muerte como acontecimiento que ocurre en
determinado momento. El hombre está seguro de su ser-en-el-mundo y, por consiguiente, de su
posibilidad extrema, “ya” presente. Todo esto se revela en la angustia. El humor o afectividad
fundamental del ser hombre, a través del cual el hombre se enfrenta constantemente y sin restric-
ciones con la amenaza que se deriva de su ser más íntimo y aislado, no es nada más que angustia.
En la angustia se encuentra cara a cara con la muerte, porque la angustia es angustia a la muerte.
La libertad de ser auténticamente uno mismo que se revela en la angustia aparece como libertad-
para-la-muerte61.
Olasagasti se pregunta si es posible tal actitud ante la muerte, y la respuesta es afirmativa
apelando al testimonio de la conciencia. Conciencia en sentido existencial, da a entender algo y,
por tanto, abre, en una apertura que es una llamada. La llamada, es una invitación para pasar de la
inautenticidad a la autenticidad, es un pasaje del encerramiento al ser-en-el-mundo. Quien llama
es el Dasein en cuanto preocupación por su propio “poder ser”. La voz de la conciencia, que no es
la conciencia moral, coloca al Dasein ante sus posibilidades62.
Ahora bien, siendo la muerte la más peculiar de las posibilidades del Dasein, y la llamada
de la conciencia una invitación a pasar de la inautenticidad a la autenticidad, se inserta en la re-
flexión el tema de la decisión, que tiene que estar incluida en una actitud auténtica ante la muerte;
la decisión sólo lo es en la forma de decisión anticipada de la muerte63. La decisión anticipada, nos
sumerge en el tema capital de Heidegger junto al ser: el tiempo.
61
„Das Sein zum Tode ist wesenhaft Angst [...] Das Vorlaufen enthüllt dem Dasein die Verlorenheit in das Man-
selbst und bringt es vor die Möglichkeit, auf die besorgende Fürsorge primär ungestützt, es selbst zu sein, selbst aber
in der leidenschaftlichen, von den Illusionen des Man gelösten, faktischen, ihrer selbst gewissen und sich ängstenden
Freiheit zum Tode“, Sein und Zeit, 266; Ser y Tiempo, 290.
62
Cfr. M. Olasagasti, op. cit., 39; cfr. G. Vattimo, op. cit., 52-53.
63
Cfr. M. Olasagasti, op. cit., 40; cfr. G. Vattimo, op. cit., 49-50.
64
Cfr. M. Olasagasti, op. cit., 41.
19
que la temporalidad no es un existenciario más, sino la contextura misma del Dasein, por lo que
aparece en cada aspecto del mismo.
En relación con la muerte, diremos que la totalidad del ser humano está limitada por un ex-
tremo, por la muerte y, por el otro extremo, por el nacimiento, ya que la existencia es un intermez-
zo entre nacimiento y muerte. Sin embargo, no hay que concebir al Dasein encerrado por estas dos
fronteras; el nacimiento no es algo simplemente pasado, como la muerte no es algo simplemente
futuro, sino que „Sobald ein Mensch zum Leben kommt, sogleich ist er alt genug zu sterben“65
(“tan pronto como un hombre entre en la vida, es ya bastante viejo para morir”); es decir que “el
Dasein fáctico existe naciendo, y naciendo muere ya en el sentido del ser-para-la-muerte”66.
Ahora bien, la historia, que sólo es posible por la temporalidad, tiene su centro de grave-
dad no en el pasado, ni en el hoy, sino en el acontecer auténtico de la existencia, que brota del
futuro. La historia tiene su raíz en el futuro. No avanzamos hacia el fin, sino desde el fin. Lo que
significa, que la muerte, posibilidad peculiar del Dasein, es la que “retrotrae” la existencia que la
anticipa a su estado de “arrojado”; resulta, por tanto, que “el ser-para-la-muerte (es decir, la fini-
tud de la temporalidad) es el oculto fundamento de la historicidad del hombre”67.
Es a través de la temporalidad desde donde se puede hacer una exégesis del Dasein en la
perspectiva del “poder ser” para la muerte como totalidad.
65
Sein und Zeit, 245; Ser y Tiempo, 268.
66
M. Olasagasti, op. cit., 43.
67
Op. cit., 44.
68
G. Vattimo, op. cit., 47.
69
Cfr., op. cit., 48.
70
Cfr., op. cit., 49.
20
morir, sino que más bien equivale a “la aceptación de todas las otras posibilidades en su naturale-
za de puras posibilidades”71.
La anticipación de la muerte significa reconocer que ninguna de las posibilidades que la
vida nos presenta es definitiva. Así, el Dasein permanece siempre abierto y no se petrifica sobre la
base de una u otra de estas posibilidades. Al anticiparse en la propia muerte, el Dasein no está
disperso ni fragmentado en las diferentes posibilidades rígidas y aisladas, sino que las asume co-
mo posibilidades que le son propias y que las incluye en este proceso de desarrollo siempre abier-
to precisamente por ser siempre un proceso para la muerte. La muerte posibilita las posibilidades,
las hace aparecer como tales en verdad y las pone en posesión del Dasein, que no se aferra a nin-
guna de ellas, sino que las inserta en el proyecto siempre abierto de la propia existencia. En este
sentido, la muerte desempeña una función decisiva en la constitución del Dasein como auténtica
totalidad.
Podemos afirmar que, en la decisión anticipadora de la muerte, se revela la constitución
del Dasein como totalidad. La decisión anticipadora, lleva a Heidegger a elaborar una compleja
doctrina de la decisión, que implica el empleo de conceptos que, como el mismo Heidegger afir-
ma, son “enredados”. Estos conceptos son la conciencia y la culpa, que aquí simplemente men-
cionamos porque su estudio excedería el tema del trabajo72.
La decisión implica que las posibilidades entre las cuales está disperso el Dasein inauténti-
co sean elegidas como propias. Pero elegirlas como propias, quiere decir elegirlas como verdade-
ras posibilidades y en relación con la posibilidad más propia que es la muerte. La decisión (que
responde a la voz de la conciencia y que hace auténtico al Dasein) no significa solamente asumir
responsabilidades respecto a esta o aquella posibilidad existencial, sino que es decisión anticipa-
dora de la muerte. Por la decisión, comenzamos el proceso de totalización de las posibilidades en
la muerte.
Aquí cerramos con Heidegger y, simultáneamente, dejamos abierto e inconcluso un sin fin
de cuestiones, como inconcluso queda el mismo Sein und Zeit. Pasamos al siguiente capítulo de
diálogo y confrontación con Emmanuel Levinas.
71
Op. cit., 49.
72
Cfr. M. Olasagasti, op. cit., 38-41; G. Vattimo, op. cit., 52-55.
21
SEGUNDA PARTE:
CONCEBIR EL TIEMPO
A PARTIR DE LA MUERTE DEL MISMO
Las pinceladas dadas al pensamiento de Heidegger nos permite analizar, ahora, el encuen-
tro y el des-encuentro entre Levinas y Heidegger. Levinas se encuentra con Heidegger para “salir”
de la ontología hacia la ética. Existe un verdadero “éxodo” del ser al Otro como filosofía primera.
El tema no es el ser, el tema es el Otro73. Por tanto, la analítica de la muerte no tendrá su centro de
gravedad ni en el ser, ni en el Dasein, sino en el Otro. Trataremos de ser fieles al planteo de Levi-
nas ya que, como él mismo lo afirma, “este estudio de la muerte en la perspectiva del tiempo, no
significa una filosofía del Sein zum Tode. Es diferente, por tanto, del pensamiento de Heidegger,
al margen de la deuda que cualquier estudioso contemporáneo tenga respecto de él, una deuda que
se le reconoce, en muchas ocasiones, a disgusto”74.
Para esto, nos proponemos en esta parte, analizar, siguiendo la metodología de simples
pinceladas, la interpretación que Levinas hace sobre la muerte en Heidegger. Interpretación que,
adelantamos, no es infidelidad sino ruptura. De este modo, tendremos a la vista los siguientes te-
mas: el desprendimiento de Levinas con respecto a la ontología, fundamentalmente heideggeriana
(1); el desprendimiento con respecto al modo heideggeriano de concebir el tiempo (2); y
finalmente, el desprendimiento con respecto al modo heideggeriano de concebir la muerte (3).
Los temas elegidos, no son los únicos analizados y criticados por Levinas, tampoco cree-
mos que sean los más importante, pero sirven para marcar la distancia con Heidegger y conectar
con el propio pensamiento de Levinas respecto a la muerte.
1. Saliendo de la ontología
Podemos comenzar con la siguiente sentencia levinasiana: “la tesis de Heidegger consiste
en plantear que el ser está en el origen de todo sentido”75. Lo que significa que no se puede pensar,
heideggerianamente, más allá del ser76. Es el primado de lo “panorámico”77. Sin embargo, “nos
oponemos pues radicalmente también a Heidegger, que subordina la relación con el Otro a la on-
tología (la establece, por otra parte, como si se pudiera reducir a ella la relación con el interlocutor
y con el Señor), en lugar de ver en la justicia y la injusticia en acceso original al Otro, más allá de
toda ontología. La existencia del Otro nos concierne colectivamente, no por su participación en el
ser que nos es familiar a todos, desde ahora; no por su poder y por su libertad que habríamos de
subyugar y utilizar en nuestro provecho; no por la diferencia de sus atributos que habríamos de
sobrepasar en el proceso del conocimiento o en un impulso de simpatía al confundirnos con él y
como si su existencia fuese una incomodidad. El Otro no nos afecta como aquel que es necesario
sobrepasar, englobar, dominar, sino en tanto que otro, independientemente de nosotros: detrás de
73
Para una ampliación sobre el concepto de “Otro”, cfr. D. Guillot , en: E. Levinas, Totalidad e Infinito. Ensayo sobre
la exterioridad, Ed. Sígueme, Salamanca, 1999, Introducción, 36-39; A. Pintor-Ramos, en: E. Levinas, De otro modo
que ser, o más allá de la esencia, Ed. Sígueme, Salamanca, 1995, 27-37.
74
Dios, la muerte y el tiempo, 18, 74, 149-156. Félix Duque afirma que “a pocos pensadores debe tanto nuestro autor
como a Heidegger (y no le duelen las prendas para reconocerlo). Pero ello no obsta, sino que más bien incita al `parri-
cidio´”, en: El tiempo y el Otro, Ed. Paidós, Barcelona, 1993, Introducción, 12-13.
75
Dios, la muerte y el tiempo, 149. “Sein und Zeit no ha sostenido, tal vez, más que una sola tesis: el ser es insepara-
ble de la comprensión del ser (que se desarrolla como tiempo), el ser es ya apelación a la subjetividad”, Totalidad e
Infinito, 69.
76
Para ir más allá, cfr., De otro modo que ser, o más allá de la esencia. A. Pintor Ramos, se pregunta si “este intento
de colocarse `más allá´ de Heidegger no lleva a preguntarse si el pensamiento de Levinas puede seguir considerándo-
se aún una `herejía´ de Husserl o –lo que aquí sería lo mismo– si sigue siendo aún `filosofía´”, cfr., op. cit., 15. Des-
pués de una serie de preguntas metafísicas, Levinas afirma que lo que “puede que haya de más que la pregunta del ser
no es una verdad, sino el bien”, De la existencia al existente, Ed. Arena Libros, Madrid, 2000, 25.
77
Cfr., Totalidad e Infinito, 298.
23
toda relación que pudiéramos mantener con él, que surge nuevamente absoluto. Es la manera de
recibir un ente absoluto que descubriríamos en la justicia y la injusticia que efectúa el discurso,
esencialmente enseñanza. Recibimiento del Otro –el término expresa una simultaneidad de activi-
dad y pasividad, que coloca la relación con el otro fuera de las dicotomías válidas para las cosas:
del a priori y del a posteriori, de la actividad y la pasividad–”78. Nos hemos permitido esta larga
cita de Levinas, ya que queda claramente expresada la diferencia. Como afirma Guillot, la dialéc-
tica de las razones y la razón de Estado que las totaliza es incapaz de escuchar al Otro. El Otro es
el huérfano, la viuda y el extranjero. Está fuera de la historia en un nivel escatológico que no es
producto de una revelación religiosa ni de una proyección futura de la historia, es experiencia79.
Heidegger subordina el ser a la conciencia, apelando a su procedimiento fundamental:
comprender lo que es, lo concreto, el ente, por lo que no es, el ser. En esta subordinación, que es
mutua entre ser y conciencia, el sujeto está aislado, si poder salir de sí. Levinas cree que, el indi-
viduo sólo puede ser rescatado por una salida hacia otro, que al mismo tiempo sea ética. Se tratará
de formular “una trascendencia que no se mantenga en el ser y que no signifique elevar el existen-
te (el sujeto) a una forma superior de ser”80.
78
Op. cit., 111-112.
79
Cfr. D. Guillot, op. cit., 13. De modo parecido, Patricio Pañalver afirma que Levinas deduce la naturaleza intrínse-
camente bélico-expansiva del “universalismo” de la autenticidad y de la fuerza al que se está entregando, ante la
“quasiindiferencia del liberalismo cómodamente pacifista”, el alma germánica. Aunque no se nombre a Heidegger, ya
ahí se apunta a una interpretación política de las complicidades del lenguaje heideggeriano de la autenticidad y el
ascenso nazi, cfr. P. Peñalver, Suplemento acerca de algunos desengaños de la filosofía en los campos, en: De la
existencia al existente, 149.
80
D. Guillot, op. cit., 19. En Levinas, “trascendencia”, tiene otro sentido. En efecto, según él, en la concepción clási-
ca, la idea de trascendencia se contradice. El sujeto que trasciende se transporta también él en su trascendencia, de
modo tal que, en definitiva, no se trasciende. En cambio, si la trascendencia comprometiese la identidad misma del
sujeto, asistiríamos a la “muerte de la sustancia”. Es por esto, que Levinas se pregunta si “la muerte no es la trascen-
dencia misma; si entre los elementos de este mundo –simples avatares– en los que el cambio transforma solamente, es
decir, salvaguarda y supone un término permanente, la muerte no representa el acontecimiento excepcional de un
devenir de trans-sustanciación, que, sin volver a la nada, augura su continuidad de un modo diferente al de la subsis-
tencia de término idéntico. Pero esto equivaldría a definir el `concepto problemático´ de la trascendencia. Estremece-
ría los cimientos de nuestra lógica”, Totalidad e Infinito, 282; 101-102; 278-279; cfr. A. Pintor Ramos, op. cit., 25-26;
cfr. F. Duque, op. cit., 24.
81
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 35.
82
Ente como el sentido sustantivo del ser, lo que se puede mostrar y convertir en tema, lo manipulable, lo Vorhan-
denheit (“simplemente presente”).
83
Cfr., Ser y Tiempo, parágrafos 1-8.
24
Levinas, esta estrecha relación entre la pregunta y lo preguntado permite que, por primera vez, el
Yo se “deduzca” de la ontología, se “deduzca” del ser, que lo personal se “deduzca” de lo ontoló-
gico. Esta cualidad de mío, mide la forma de sentirse afectado por el ser y significa el “poder
ser”84.
Advierte Levinas que la fórmula “el Dasein es un ser para el que, en su ser, lo importante
es su ser”, resulta seductora en Sein und Zeit, pero a la vez, se ve claro que el hombre se deduce
del grado de sujeción al ser. El hombre ha quedado sujeto al ser. La esencia del hombre se mide
por la obediencia al ser. Más tarde en la analítica del Dasein, el ser estará comprendido, preso,
apropiado85. De este análisis fenomenológico surge la siguiente fórmula: estar allí es estar en el
mundo como ser, al lado de las cosas de las que es necesario cuidar. De ahí la estructura del ser-
en-el-mundo86. De ahí la preocupación87. De ahí los elementos existenciales. La preocupación po-
see una estructura interrogativa de cómo, no de qué. Los elementos existenciales se reúnen en una
fórmula única: estar ya por delante de sí mismo y en el mundo (al lado de las cosas). Con las fór-
mulas temporales “ya”, “al lado de”, “por delante de”, hay un intento de acceder al tiempo de ma-
nera que no sea a partir de lo que lo mide. Para Levinas, Heidegger va a deducir el tiempo mensu-
rable a partir del tiempo original88. Cómo se entienda el tiempo, va implicar el modo de entender
la muerte.
84
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 36.
85
“Ciertamente, Heidegger considera la relación con los demás como una estructura ontológica del Dasein, pero, en
la práctica, no representa papel alguno ni en el drama del ser in en la analítica existencial. Todos los análisis de Sein
und Zeit se refieren, bien a la impersonalidad de la vida cotidiana, o bien al Dasein aislado”, El Tiempo y el Otro, 78.
86
De otro modo que “mundo”, cfr., De la existencia al existente, 54.
87
De otro modo que “preocupación”, cfr., op. cit., 31, 61.
88
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 39.
89
Cfr., op. cit., 17. Nos encontramos con una dificultad lingüística. Cuando Levinas afirma que se corre el riesgo de
interpretar el tiempo como un ser, aludiendo a Heidegger, habría que indagar si en el original francés lo que se tradu-
ce como “ser” no es más bien “ente”, ya que este último término estaría más acorde a la interpretación heideggeriana.
90
Cfr., De la existencia al existente, 125-126.
91
Totalidad e Infinito, 79.
25
92
El Tiempo y el Otro, 69. Más adelante, clarificando el objeto y el plan de la investigación, Levinas afirmará que “el
objetivo de estas conferencias consiste en mostrar que el tiempo no remite a un sujeto aislado y solitario, sino que se
trata de la relación misma del sujeto con los demás”, op. cit., 77; cfr., op. cit., 79-80.
93
Cfr., op. cit., 120. Levinas se pregunta si “¿no será la socialidad, más que la fuente de nuestra representación del
tiempo, el tiempo mismo? [...] a fin de cuantas, el problema del tiempo está subordinado a la revalorización de los
términos originales en los que hay que pensar el diálogo ”, De la existencia al existente, 127-128.
94
Cfr., Totalidad e Infinito, 237.
95
Cfr., op. cit., 291.
96
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 271.
97
Op. cit., 31.
98
Cfr., op. cit., 22.
99
Cfr., El Tiempo y el Otro, 110. Con esta categoría de “misterio”, intenta Levinas hablar sobre una “experiencia”
que no es susceptible de conceptualización, de “iluminación”. No inocentemente Levinas reconoce en los análisis de
Heidegger del ser-para-la-muerte la “suprema lucidez”, cfr., op. cit., 111.
100
Dios, la muerte y el tiempo, 24.
26
mensiones de sentido, tanto para el sentido del tiempo como para el sentido de la muerte”101. La
relación con mi muerte se describe como angustia y remite a la comprensión de la nada. La rela-
ción con mi muerte conserva la estructura de la comprensión, es decir, de la intencionalidad. Ésta
conserva la identidad del Mismo, se concibe pensando en su medida, sobre el modelo de la repre-
sentación de lo que está dado, una correlación noético-noemática. Pero estas “otras dimensiones
de sentido” vienen dadas porque la muerte es afección, pasividad, efecto de la desmesura, conmo-
ción del presente por el no presente, más íntima que cualquier intimidad, hasta la ruptura, en un a
posteriori más antiguo que todo a priori. La relación con la muerte, más antigua que cualquier
experiencia, no es una visión del ser y la nada; es “diacronía inmemorial que no se puede remitir a
la experiencia”102.
101
Op. cit., 24.
102
Op. cit., 26.
103
Cfr., op. cit., 46. Pero no sólo de final, sino también de comienzo. Es lo que quiere expresar Heidegger cuando
dice que „sobald ein Mensch zum Leben kommt, sogleich ist er alt genug zu sterben“ (“tan pronto como un hombre
entra en la vida, es ya bastante viejo para morir”), cfr., Sein und Zeit, 245; cfr., Ser y Tiempo, 268. La expresión signi-
fica que, cuando se dice que la muerte es el fin de la vida, lo que se dice es que la vida es un ser-para-el-fin. La vida
se consagra a la muerte y en la muerte. Por tanto, la muerte no es un hecho externo que le ocurre al hombre, sino que
es intrínseco en relación a su vida. Mientras vivimos morimos. Desde nuestro nacimiento, las posibilidades no solo
comienzan a desplegarse sino que también comienzan a cerrarse hasta la conclusión absoluta que es morir. Por eso, el
ser del hombre es un ser-para-la-muerte viviendo.
104
Dios, la muerte y el tiempo, 50.
27
112
Cfr., op. cit., 53; cfr., Sein und Zeit, 240; Ser y Tiempo, 262.
113
Cfr. Dios, la muerte, y el tiempo, 53; cfr. D. Guillot, op. cit., 38.
114
Cfr., Totalidad e Infinito, 196.
115
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 55; Cfr., Sein und Zeit, 245; Ser y Tiempo, 268.
116
El Tiempo y el Otro, 117; cfr., op. cit., 125-127.
117
Esto nos hace entrar de lleno en un tema muy contemporáneo: la formación de la subjetividad. Podríamos decir, a
grandes rasgos, que en el pensamiento de Levinas, la capa más profunda del psiquismo o de lo humano, que no puede
concebirse en términos de conciencia, tampoco puede definirse como el Mismo, sino que debe pensarse como el Otro
en el Mismo. La subjetividad es el Mismo abierto al Otro, nunca abarcado, pero al que siempre se tiende como un
deseo metafísico. Para ampliar, cfr., Totalidad e Infinito, primera parte (“Este libro se presenta entonces como una
defensa de la subjetividad, pero no la tomará al nivel de su protesta puramente egoísta contra la totalidad, ni en su
angustia ante la muerte, sino como fundada en la idea de lo infinito”, 52); cfr. De otro modo que ser o más allá de la
esencia, cap. 2 y 5; J. Rolland, Del otro hombre, en: Dios, la muerte y el tiempo, 278-279; y las introducciones ya
mencionadas de D. Guillot y A. Pintor Ramos.
118
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 57. F. Duque resalta que Otro-ahí se me da “a mí” en el anuncio de la muerte y,
resalta también que, es imposible de distinguir en castellano en Je y Moi, así Levinas quiere “subrayar el encuentro-
marginal de dos dativos, despojados de toda `nominación´”, cfr., op. cit., 31.
29
119
Cfr., op. cit., 64; cfr., Totalidad e Infinito, 79-80.
120
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 70.
121
En contraposición al “ek-stasis” de Heidegger, cfr., De la existencia al existente, 18-19, 111-112. Para una crítica
sobre “el existir” y “el existente” en Heidegger, cfr., El Tiempo y el Otro, 82-88.
122
Cfr., op. cit., 121.
123
Dios, la muerte y el tiempo, 74.
30
TERCERA PARTE:
CONCEBIR LA MUERTE DEL OTRO
A PARTIR DEL TIEMPO
1. El rostro
Comenzamos con este tema por la importancia que ha alcanzado en el pensamiento de Le-
vinas, hasta el punto tal de comparar el rostro con lo que otros filósofos vieron como lo más im-
portante. Afirma Levinas que, el alma, substancializada como una cosa, es, desde el punto de vista
fenomenológico, lo que se muestra en el rostro no cosificado; en la expresión, y en su manifesta-
ción, “posee el esqueleto, el remate de alguien”. Lo que Descartes hace sustancia, lo que Leibniz
convierte en mónada, lo que Platón expone como alma que contempla las Ideas, lo que Spinoza
concibe como modo del pensamiento, “se define, desde el punto de vista fenomenológico, como
rostro”126.
El modo por el cual se presenta el Otro, que “supera la idea de lo Otro en mí, lo llamamos,
en efecto, rostro”127. En el rostro se expresa una desnudez, la desnudez de alguien hasta el punto
de apelar a mí, de colocarse bajo mi responsabilidad; desde ese momento, respondo por él. Todos
los gestos de los demás son signos dirigidos a mí. El rostro no es tema, ni intencionalidad, ni refe-
rencia a un sistema, es expresión, presencia viva, rostro que habla. La manifestación del rostro “es
ya discurso”128.
124
Op. cit., 58.
125
Op. cit., 30.
126
Cfr., op. cit., 23. Existe toda una “batería de términos”, aunque inadecuados para Decir la relación con el Otro, que
Levinas despliega resignificando: trascendencia, an-arquía, pre-originalidad, responsabilidad, desnudez, proximidad,
obsesión, sustitución, rehén, trace, etc., cfr. F. Duque, op. cit., 33-34. Para “rostro”, cfr. A. Pintor Ramos, op. cit., 27-
28.
127
Cfr., Totalidad e Infinito, 74-75.
128
Cfr., op. cit., 89. Acerca del lenguaje, cfr. A. Pintor Ramos, op. cit., 32-33. De modo eminente, el lenguaje, el
Dicho y el Decir, son considerados más profundamente por Levinas en: De otro modo que ser, o más allá de la esen-
cia, 86-104.
32
En esta relación con el rostro, hay una trascendencia que es “ausencia” de este mundo,
“destierro de un ser, su condición de extranjero, de despojado o de proletario”. El rostro mira y en
esta mirada “hace su epifanía el rostro como rostro”129.
En esta revelación que no es develamiento, Levinas va in crescendo: exhibirse, expresarse,
relacionarse, confiárseme130. El otro que se expresa se me confía y no hay ninguna deuda respecto
al otro, porque es una deuda impagable; no estamos nunca libres de ella. Soy individuo por la res-
ponsabilidad que tengo sobre el prójimo.
Desde esta perspectiva, la muerte del otro que muere me afecta en mi propia identidad co-
mo responsable, una responsabilidad “inefable”. El hecho de que me vea afectado por la muerte
del otro constituye mi relación con su muerte. Constituye, en mi relación, mi deferencia hacia
alguien que ya no responde, mi culpabilidad: “una culpabilidad de superviviente”131.
El rostro es una exposición a la muerte y, en esta muerte que es la muerte de los otros, no
sólo se anuncia el paso de una cualidad esencial a otra; en la muerte está el acontecimiento de
pasar, incluso se dice: “ha pasado”, con su propia agudeza, que es su escándalo. Es preciso pensar
en todo lo que hay de asesinato en la muerte: toda muerte es asesinato, es prematura, y hay una
responsabilidad del que sobrevive132. Por tanto, hay que destacar la pregunta que plantea la muerte
en la proximidad de los otros, pregunta que, paradójicamente, es mi responsabilidad por su muer-
te. La muerte trabaja con el rostro del Prójimo, que “es la expresión del mandamiento `No mata-
rás´”133.
Esta posibilidad de plantearse la pregunta a sí mismo, no sería nunca posible sin que se
produzca la relación con el Prójimo y el signo de interrogación de su rostro134.
De este modo, Levinas se pregunta si, ¿el traumatismo del otro no procede del prójimo?
¿La nada de la muerte no es la propia desnudez del rostro del Prójimo? `No cometerás asesinato´
es la desnudez del rostro. ¿Acaso la proximidad del prójimo no se encuentra en mi responsabili-
dad por su muerte? Entonces, mi relación con el Infinito se invierte en esta responsabilidad. La
muerte en el rostro del otro hombre es “la modalidad según la cual la alteridad que afecta al Mis-
mo hace estallar su identidad de Mismo como pregunta que surge dentro de él”135.
La revelación del rostro en la muerte del Otro, nos lleva a la consideración de lo que morir
significa136.
129
Cfr., Totalidad e Infinito, 98.
130
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 23.
131
Cfr., op. cit., 23-24.
132
Cfr., op. cit., 89.
133
Op. cit., 127.
134
Cfr., op. cit., 135.
135
Op. cit., 138.
136
“Significa”: no como la búsqueda de sentido que en Heidegger es esencial, ni como el contenido de una conciencia
que intencionalmente quiere construir, al modo de la Sinngebung husserliana. Si buscamos un significado, éste no
viene ni de la ontología, ni de la intencionalidad de la conciencia, sino del Infinito.
137
Cfr., op. cit., 126; cfr., El Tiempo y el Otro, 79-80.
33
Este modo de morir es interrogatorio, pregunta. Una pregunta que no tiene la modalidad
del juicio, sino que estaría más allá del juicio, que no es otro juicio, sino una pregunta “sin plan-
teamiento de problema”. Una pregunta en la que se hace la versión hacia el otro. Versión hacia el
otro en la cual la propia idea teórica o dóxica se mantiene en la medida en que se interroga. Ver-
sión hacia el otro, no para colaborar con él, y versión que, en su interrogatorio, no se plantea la
cuestión previa de la existencia, pues la existencia no precede a la pregunta138. La pregunta, que es
pregunta sobre la muerte, es en sí misma, su propia respuesta: responsabilidad por la muerte del
otro. El paso al plano ético, es lo que constituye la respuesta a dicha pregunta. La versión del
Mismo hacia el Infinito, que “no es objetivo ni visión”, es la pregunta, pregunta que es también
respuesta, como responsabilidad ética, “como evasión imposible”139.
Existe una ineludible afección del otro hacia mí como prójimo. En cualquier muerte se
acusa la cercanía del prójimo, la responsabilidad de superviviente, responsabilidad que el acceso a
la proximidad mueve o conmueve. Inquietud que “no es tematización, no es intencionalidad”, por
significativa que sea ésta. Una inquietud que, por tanto, es “refractaria a toda apariencia, a todo
aspecto fenoménico”, como si la emoción atravesara la pregunta hasta la agudeza de la muerte sin
topar con nada material, e instituyera lo desconocido, no de forma puramente negativa, sino en la
proximidad “sin conocimiento”140.
Por tanto, una nada como la de la muerte, pensada rigurosamente, no está llena de nada.
Sino que es la muerte de alguien y, el “`haber sido´ de alguien no está presente en el moribundo
sino en el superviviente”141. El superviviente está frente a la muerte como responsable a la medida
o la desmesura de la muerte. Una respuesta que no es respuesta, sino responsabilidad; no corres-
ponde a la medida de un mundo, sino a la “desmesura del infinito”142. Es mi mortalidad, mi con-
dena a muerte, tiempo “en el artículo de la muerte, mi muerte que no es la posibilidad de la impo-
sibilidad sino un puro rapto”, lo que constituye este absurdo que hace posible la gratuidad de mi
responsabilidad hacia el prójimo143.
De esta concepción de la muerte como afección del Otro en el Mismo, se desprende la
concepción del tiempo como pasividad, pues, “(la pasividad) es posible sólo si se puede sospechar
que hay una locura absoluta en el sentido que está presente en la devoción codificada hacia el
otro”144. Este absurdo es mi mortalidad, mi muerte para nada, que impide que mi responsabilidad
se convierta en asimilación del otro mediante un comportamiento.
Levinas cita nuevamente la Escritura para mostrar la responsabilidad hacia el Infinito, de
un mortal por otro mortal, cuando Abraham intercede por Sodoma (Gn 18,23ss.). Abraham “está
espantado por la muerte de los demás y asume la responsabilidad de interceder. Y es entonces
cuando dice: `Yo que soy polvo y ceniza´”145.
Este morir por el Infinito, no es el que le da sentido al tiempo (como Heidegger afirmaría),
sino que el tiempo permite concebir la muerte de Otro modo. ¿De qué tiempo hablamos?
138
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 56.
139
Op. cit., 138.
140
Cfr., op. cit., 28-29.
141
Op. cit., 88.
142
Cfr., op. cit., 97.
143
Cfr. J. Rolland, Del otro hombre, en: op. cit., 280. Estar en el artículo de la muerte no se reduce al dilema ontoló-
gico entre ser y nada. Para Levinas, la reducción de la muerte al dilema ser-nada es un “dogmatismo a la inversa”,
cfr., op. cit., 19.
144
Op. cit., 138.
145
Op. cit., 139.
34
146
Op. cit., 128.
147
“La dialéctica del tiempo es la dialéctica misma de la relación con el otro, es decir, un diálogo que debe estudiarse
a su vez en términos distintos a los de la dialéctica del sujeto solo. La dialéctica de la relación social nos proporciona-
rá un encadenamiento de conceptos de un tipo nuevo. Y la nada necesaria al tiempo –de la que el sujeto es incapaz–
viene de la relación social”, De la existencia al existente, 127; cfr., El Tiempo y el Otro, 68-69; cfr., De otro modo
que ser o más allá de la esencia, 78-97.
148
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 130.
149
Cfr., op. cit., 131.
150
Cfr., op. cit., 132; cfr., El Tiempo y el Otro, 70.
151
Levinas afirma de modo contundente que “la subjetividad es el Otro-en-el-Mismo”, cfr., De otro modo que ser o
más allá de la esencia, 72.
152
Dios, la muerte y el tiempo, 137.
35
El tiempo, más que contenidos de la conciencia, es la versión del Mismo hacia el Otro.
Versión hacia el otro que, en su calidad de otro, conservaría celosamente, como versión inasimi-
lable a la representación, como diacronía temporal. Del mismo modo que lo inmemorial en el lu-
gar del origen, el infinito constituye la “teología del tiempo”. Esta versión hacia el Otro responde
por mi prójimo. Es una responsabilidad que no se puede transferir y cuya urgencia me identifica
de forma “irremplazable y única”153.
La diferencia con el prójimo no difiere como una distinción lógica, sino como una no indi-
ferencia, como el deseo de lo no contenible, el deseo de lo infinito. En contra de toda lógica y toda
ontología, es una realidad de lo imposible donde el Infinito que me pone en tela de juicio es como
un más en el menos. La versión del Mismo, pero no una intencionalidad que es correlación, que se
absorbe en su correlato, que se sincroniza con lo aprensible, lo concreto. La versión se vuelve
hacia algo, pero de otra forma. El tiempo sería, pues, “la explosión del más del Infinito en el me-
nos: eso que Descartes llamaba la idea de Infinito”. El tiempo equivaldría a la forma de “ser” del
Infinito. El tiempo como modo de soportar el Infinito, es la paciencia154.
El tiempo debe considerarse, contra toda intencionalidad, en su espera sin el objeto de lo
esperado, esperando como paciencia o pasividad pura. Como inquietud: una relación sin el querer
de la intencionalidad, que es querer a su medida. Así, habría “una deferencia sin que nunca pudie-
se alcanzarse el objetivo. El jamás de la paciencia sería el siempre del tiempo”155.
En la duración del tiempo, la muerte es un punto cuyo tiempo conserva toda su paciencia,
es una espera que rechaza su intencionalidad de espera, por eso se concibe la muerte como pa-
ciencia del tiempo156. Exposición como paciencia, paciencia que es la extensión del tiempo. Pa-
ciencia que no objetiva la espera. Porque “la espera pretende, mientras que la paciencia espera sin
esperar”157. Esta espera sin lo esperado, se vuelve responsabilidad hacia los otros. Desde este
tiempo, el fenómeno de la muerte, como pregunta sin datos, es irreductible a una modalidad dóxi-
ca de las categorías kantianas. Una modalidad que no toma nada prestado de ninguna información
sobre el más allá, sino a partir del cual, por el contrario, las “informaciones sobre el más allá”
pueden tener sentido. El tiempo debe comprenderse en su duración y en su diacronía como “defe-
rencia a lo desconocido” 158.
Aquí llegamos a un punto en los que los análisis de Levinas sobre el tiempo, se nos esca-
pan a toda descripción. La profundidad de la poesía, la profundidad del contenido, nos obliga sólo
a citarlo: “El siempre del tiempo, la imposibilidad de identificación entre Yo y el Otro, la imposi-
ble síntesis del Yo y el Otro. Diacronía. Diástole. Imposibilidad de acomodarse en el mismo terre-
no, de com-ponerse en el mundo, imposibilidad como un deslizamiento de la tierra bajo mis pies.
El carácter `incesante´ de esta diferencia. La diacronía. La paciencia de esta imposibilidad, pa-
ciencia como extensión del tiempo, paciencia o pasividad, paciencia que no remite a la anámnesis
que agrupa el tiempo. Un lapso de tiempo irrecuperable que subraya la impotencia de la memoria
sobre la diacronía del tiempo. Impotencia de la memoria sobre el lapso de tiempo en la imagen del
flujo que subraya la diacronía del tiempo”159.
153
Cfr., op. cit., 132. En De otro modo que ser o más allá de la esencia, Levinas afirma que más allá de la tematiza-
ción o los contenidos de conciencia, la apofansis significa una modalidad de acercamiento al Otro. Esto remite a un
Decir que, al margen de la anfibología del ser y el ente, va unida en tanto que responsabilidad para con el Otro a “un
pasado irrecuperable e irrepresentable”, que se temporaliza conforme a un tiempo conformado por épocas separadas,
conforme a su diacronía. Responsabilidad que podrá “reconocerse como substitución en medio de un análisis que
parta de la proximidad”, un análisis irreductible a la conciencia-de y que “se debe describir, si es posible, como inver-
sión de su intencionalidad”, 99.
154
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 137.
155
Op. cit., 41.
156
Cfr., op. cit., 18; cfr., De otro modo que ser o más allá de la esencia, 108.
157
Dios, la muerte y el tiempo, 165.
158
Cfr., op. cit., 52.
159
Op. cit., 133.
36
4. La subjetividad como-rehén-del-Otro
La muerte, imposibilidad de la posibilidad, la considera Levinas hasta el extremo de expe-
rimentarla en la pasividad del rehén160. Ya que no es lo mismo morir por Otro que a pesar de Otro.
Lo que es extremo de este modo de morir es la impotencia.
La experiencia de la muerte, sepultando toda intencionalidad, nos sitúa dentro de las rela-
ciones con lo Diferente, lo que no tiene medida común, que no puede reagruparse en sincronía a
través de ninguna reminiscencia ni anticipación; el hecho de que, dentro de esa relación, el tema
de la muerte “se plantee como interrogación ante los demás, ante su desmesura, constituye el pun-
to donde buscamos la asociación entre la muerte y el tiempo”; la intencionalidad que, en Husserl,
tejía el encaje del tiempo, no es el secreto último del psiquismo; “el esse humano no es primor-
dialmente conatus sino rehén, rehén de los demás”161.
Ser rehén es sufrir la afección de otro. De este modo, queremos, a la vez, expresar la impo-
sibilidad para el Otro de entrar en el Mismo, y preguntarnos si dicha imposibilidad del en no es,
sin embargo, una forma de verse afectado con arreglo a una pasividad más pasiva que cualquier
pasividad, es decir, una pasividad no asumible162. Esta pasividad es la subjetividad el sujeto163. Nos
preguntamos si el verse afectado no significa “soportar pacientemente”164.
Este modo de ver la relación con el Otro (desgarro, fisión, pasividad), no es posible conce-
birlo sino sólo de una manera ética. El Otro en el Mismo, es una experiencia de pasión hasta el
punto de padecer, es decir, sufrir lo asignado “sin escapatoria”, sin evadirse hacia la representa-
ción para burlar la urgencia. Es “estar en el acusativo antes de todo nominativo”. La identidad
interior significa precisamente la imposibilidad de mantenerse en reposo. Es, “en primer lugar,
ética”165.
Por eso, Levinas considera que este modo de ser Mismo, es el modo del mantenerse des-
pierto. Estar despierto, es la responsabilidad hacia los demás, una responsabilidad de rehén. Es un
despertar que no termina nunca: no se está en deuda hacia los demás. Despertar “por lo infinito”,
160
“Este libro ha expuesto la significación de la subjetividad en la cotidianidad extraordinaria de mi responsabilidad
para con los otros [...] ha expuesto mi pasividad, la pasividad en tanto que uno-para-el-otro [...] hasta llegar al uno-
rehén-del-otro [...] como expiación para el otro, que en su `esencia´ aparece como excepción a la esencia o como
substitución [...] arrancarse-a-sí-mismo-para-otro en el acto de dar-al-otro-el-pan-de-su-boca”, De otro modo que ser
o más allá de la esencia, 215-217. D. Guillot opina acertadamente que muerte y totalidad son conceptos correlativos
en las reflexiones de Levinas, ya que desde esta situación, en donde la totalidad avasalla, surge el Otro, que “no puede
ser” y que sin embargo es, en la dimensión noumenal de la Bondad. El Otro invoca al Mismo como rehén insustitui-
ble, lo inviste en su singularidad y en su secreto, al mismo tiempo que lo saca del sistema. La responsabilidad en la
que nadie puede ocupar mi lugar “es la constitución del sujeto fuera del sistema”. Fuera de la totalidad y de la histo-
ria, soy en esencia “para otro” al mismo tiempo que “ser-para-más-allá-de-mi-muerte”, cfr., op. cit., 41. De modo
parecido, Pintor Ramos, cfr., op. cit., 36.
161
Dios, la muerte y el tiempo, 32-33; 207. El yo, en su “prehistoria”, es rehén. Existe una ligazón o re-ligiosidad del
yo, ligada originalmente a los demás. Sólo desde esta condición de rehén, es posible el perdón, la piedad o la compa-
sión. Levinas cita a Paul Celan: “Ich bin du, wenn ich ich bin” (“yo soy tú cuando soy yo”), cfr., op. cit., 210.
162
Levinas concibe el profetismo como el propio psiquismo del alma, en donde el en del Otro en el Mismo, significa
el despertar del Mismo por el Otro, cfr., op. cit., 238.
163
Cfr., op. cit., 220; cfr. J. Rolland, Del otro hombre, en: op. cit., 279.
164
Op. cit., 136. Incluso “ser-para-otro, a su pesar, pero interrumpiendo para ello el para sí es arrancar el pan de la
propia boca, alimentar el hambre del otro con mi propio ayuno”, cfr., De otro modo que ser o más allá de la esencia,
111.
165
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 132.
37
pero que se produce de manera concreta en forma de una llamada irresistible a la responsabilidad.
De ahí la pasividad: en ningún momento es tranquilidad en mí166.
Deferencia en la inquietud y, de ese modo, despertar, y despertar como despertar hacia el
prójimo en la responsabilidad por él. Una responsabilidad a la que no tiene escapatoria: el hecho
de ser insustituible en la responsabilidad por los demás me define, a mí, y a mí solo167. Responsa-
bilidad “obsesiva”, porque el otro me asedia rompiendo (escisión, “desnucleación”168, “descosifi-
cación”, “desubstancialización”, es preciso “llegar a ahí”169) mi identidad de Mismo. Exposición y
sustitución extrema como rehén.
166
Cfr., op. cit., 34-35. Una responsabilidad de rehén que debe entenderse en su sentido fuerte “porque sigue siendo
incomprensible para mí que los otros me conciernan: `¿Qué es Hécuba para mí?´ -en otras palabras: `¿Acaso soy el
guardián de mi hermano?´-; tales preguntas son incomprensible en el ser”, op. cit., 210.
167
Cfr., op. cit., 41.
168
Cfr., op. cit., 64.
169
Cfr., op. cit., 217.
170
El “para” otro de la relación, no se concibe basándose en la racionalidad del fundamento. Sino que es el modo de
acercarse el hombre a su prójimo, es una relación de proximidad, en la que se comprueba la responsabilidad del uno
hacia el otro, excedente de la responsabilidad que se expresa en el “para”. Inteligibilidad no tematizable, cfr., op. cit.,
165, 207-208.
171
Cfr., op. cit., 208. Sobre la no-simetría de la relación, cfr., El Tiempo y el Otro, 127; De la existencia al existente,
130.
172
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 165.
173
Cfr., De otro modo que ser o más allá de la esencia, 102-103,108-109
174
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 216-217.
175
Op. cit., 189. Levinas, haciendo hincapié en el desgarramiento y su exceso, cita a Simone Weil que escribe: “Padre
[...] arranca de mí este cuerpo y esta alma [...] para convertirlos en cosas tuyas, y no dejes que de mí subsista eterna-
mente más que este desgarramiento”, cfr., op. cit., 190; cfr., De otro modo que ser o más allá de la esencia, 101-102.
38
cir”176. Decir, “antes de cualquier lenguaje” en el que se dan informaciones, temas o Dichos177. Es
la exposición a esa obligación por la cual nadie puede sustituirme y que “desnuda al sujeto hasta
su pasividad de rehén”. En el Decir, la forma en la que aparezco es compareciendo: me sitúo en el
acusativo, “como acusado”, perdiendo todo lugar. Decir, agotarse hasta exponerse, pasividad de la
“extradición del asedio”, en la que dicha “extradición se entrega al otro en lugar de establecerse
como posición o sustancia”178. El yo se destituye hasta el punto de sustituirse, sufrir, expirar por
los otros e “incluso por las faltas de los otros, hasta llegar a su expiación”. Sustitución que no es
transubstanciación para entrar en otra sustancia y fijarse en ella. Sigue habiendo relación con los
demás en discontinuidad, en diacronía, sin conciencia179. El Decir no se apoya en la conciencia, ni
en el compromiso. El Decir no se entiende como diálogo sino como testimonio (martirio) del infi-
nito dado a aquel al que me abro infinitamente180. Es una manera de exponerse hasta el fin.
Para Levinas, la prueba suprema de la libertad es el sufrimiento, “lo sabe muy bien el odio
que busca apresar lo inapresable, humillar, desde lo más alto, a través del sufrimiento en el que
otro exista como pura pasividad”181. El que odia busca ser causa de sufrimiento del cual el ser
odiado debe dar testimonio. Hacer sufrir no es reducir el otro a objeto, por el contrario, es “man-
tenerlo soberbiamente en su subjetividad”. Este es el absurdo lógico del odio, busca reducir a ob-
jeto al otro y, sin embargo, lo hace dar testimonio. La violencia “no detiene el Discurso”182. De
esta relación “se eleva gloriosamente el Infinito”183.
5. Excursus: Martirio de Dom Christian de Chergé ocso y su testamento: “Al amigo del úl-
timo instante”
Nacido el 18 de enero de 1937 en Colmar (Haut-Rhin). Entró en el monasterio trapense del
Atlas (Argelia) el 20 de agosto de 1969 siendo ya sacerdote (ordenado el 21 de marzo de1964).
Hizo su noviciado en Aiguebelle y su profesión solemne en Atlas el 1 de octubre de 1976. Era
Prior Titular del Atlas desde 1984. Había estudiado en Roma de 1972 a 1974 y estaba muy impli-
cado en el diálogo interreligioso.
Su testamento, escrito más de un año antes de su muerte pero no descubierto hasta des-
pués, comienza con un A-Dios que se vislumbra; es decir, ante la perspectiva de una partida marti-
rial y cuando a Dios apenas se le ve. Pero el impacto aparece hacia el final: el enemigo es ahora
amigo. El Padre Dios y el hermano musulmán son conjuntamente encontrados. Por eso Christian
pudo contemplar al amigo del último instante (su asesino) reflejado en el rostro de Dios y a Dios
en el rostro del amigo (en-visagé de toi). Y así como hubo un primer amigo argelino que derramó
su sangre por Christian en los días del servicio militar, así también hay ahora un último amigo.
Para todos ellos: ¡gracias! El asesinato se convierte en un adiós de despedida. El rostro del asesino
ha sido asumido por Dios y el rostro de Dios se refleja en el del asesino. En la mente de Christian,
el amigo del último instante (ese 1 de Enero, día en que firma su testamento), bien podía ser Sa-
yat-Attiya. Una semana antes se habían encontrado y mirado cara a cara: La première parole que
176
Cfr., Totalidad e Infinito, 96.
177
En el Dicho se encuentra “el lugar de la ontología, la cual se enuncia en la anfibología del ser y el ente”, De otro
modo que ser o más allá de la esencia, 94. Para la relación entre la anfibología del ser, el ente y el tiempo, cfr., op.
cit., 88-94.
178
Dios, la muerte y el tiempo, 228-229.
179
Cfr., op. cit., 223.
180
Cfr., op. cit., 226.
181
Totalidad e Infinito, 252.
182
Cfr., op. cit., 253.
183
Cfr., Dios, la muerte y el tiempo, 193-194. A esta relación, Levinas también la llama bondad, cfr., op. cit., 211-
213; cfr., De otro modo que ser o más allá de la esencia, 215-217.
39
me dit le visage de l’autre, c’est une demande de vie: respecte-moi, decía Christian citando a
Emmanuel Levinas184.
Christian intercede y deja el juicio a la misericordia de Dios. Todo esto es válido para el
amigo del último instante, sea quien haya sido, pues no sabía lo que hacía:
Cuando un A-Dios se vislumbra...
Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy –
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio"
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
"¡que diga ahora lo que piensa de esto!"
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
184
Cfr. Bernardo Olivera ocso., Monje, Mártir y Místico, en: http://www.ocso.org/net/stmm-sp.htm.
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¡AMEN! IM JALLAH!
Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994
Christian.+
41
CUARTA PARTE:
CONSIDEREACIONES FINALES
Este trabajo no quiere terminar con una “conclusión”. Creemos que concluir significa se-
llar una cuestión, no poder decir más; al modo de un silogismo, cuyo último término es la conclu-
sión, y basta. No queremos concluir. No podemos concluir. Queremos, simplemente, terminar con
algunas consideraciones que intenten ser un pensar abierto y no conclusivo. Observaciones que,
desde la lectura de Heidegger y Levinas, nos ayudan a pensar la filosofía de un modo distinto. Un
pensar de otro modo y sólo por ser fiel a la realidad. La realidad, el mundo, es plural. ¿Podemos
continuar con un pensamiento tautológico frente al pluralismo? ¿Podemos seguir defendiendo la
univocidad en la fiesta de disfraces de la analogía? ¿Qué pasa con los seres humanos concretos
mientras la filosofía se pierde en disquisiciones quirúrgicas sobre lo que la “esencia” significa?
¿Puede la filosofía concluir sin el riesgo de dejar a “alguien” afuera? ¿Las razones para pensar son
razones para aplastar? ¿No sería mejor pensar “desde lejos”, es decir, sin apoyos, desde el Ab-
grund (abismo) cuyo único sostén sea la interpelación de alguien? ¿Puede la filosofía hoy sentirse
cómoda cuando más allá de los contornos de lo que nuestros ojos ven hay quienes “no pertene-
cen”? ¿No sería mejor abandonar la rigidez de ciertas miradas canonizadas para poner sobre los
altares del pensamiento una mirada cuya única seguridad sea la “inclusión”? ¿No sería mejor filo-
sofar más escuchando y preguntando que manipulando con una sabiduría bastardeada? Tampoco
queremos entrar en una discusión de esto “contra” lo otro, pero sí queremos encontrar los mejores
senderos para pensar, o mejor, aprender de la realidad y de los otros como simples discípulos de la
pluralidad. Aprender para proponer, nada más.
Los puntos que siguen son pinceladas personales que obedecen a la propuesta de Levinas.
La elección de estos temas, responde al esquema general del trabajo.
Estas y otras consideraciones, creemos que pueden ser útiles, no para cuestionar el pensa-
miento del Heidegger, para lo cual habría que ser más que especialista, ni para levantar la bandera
de Levinas, sino para ahondar en la docencia de ambos pensadores. Esto nos impulsa, con ánimo
renovado, a seguir investigando.
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BIBLIOGRAFÍA
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lona, 1994.
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1997.
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