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David Hume. Un filósofo de sensaciones.

Asignatura: Ética

Profesor: Jorge Carranza

Comisión: 4AM

- Belén Sancho
Milagros Volonté
David Hume. Un filósofo de sensaciones.

Fue un filósofo, economista e historiador escocés y constituye una de las figuras


más importantes de la filosofía occidental. Se ha considerado a Hume como uno de los
máximos representantes del llamado empirismo inglés; el cual tiende a negar la posibilidad
de la metafísica y a encerrar el conocimiento a los fenómenos, a las fronteras de la
experiencia: no hay más conocimiento de las cosas y procesos que el que se logra mediante
la sensibilidad; la razón no puede tener otra función más que ordenar lógicamente los
materiales que los sentidos nos ofrecen.
El empirismo surgió en Gran Bretaña como teoría opuesta al Racionalismo; la cual
reconoce la razón como única fuente del auténtico conocimiento. El verdadero impulsor
del empirismo fue Locke que sostuvo una crítica radical a la teoría cartesiana de las ideas
innatas: para él nuestro conocimiento surge a partir de la experiencia y nuestra mente es en
su inicio un “papel en blanco”, sin ideas preconcebidas; que solo comienza a llenarse en
contacto con la experiencia.
Para el racionalismo cartesiano la idea innata de Dios garantiza la realidad del
mundo externo, mientras que para los empiristas anglosajones la realidad del mundo
externo es cuestión de creencia, podemos suponer su existencia porque genera sensaciones
en nosotros, pero el verdadero conocimiento son esas sensaciones, no el mundo externo que
es inaccesible sin la experiencia.
A nivel ético, político y religioso los empiristas adoptaron posturas tolerantes lejos
de cualquier dogmatismo, postura coherente con el escepticismo que estos autores
mostraban hacia cualquier tipo de teorización que no estuviese fundada en la experiencia.
Asimismo, sostienen que nuestro conocimiento es limitado por la experiencia en cuanto a
su extensión (el entendimiento no puede ir más allá de lo que permite conocer nuestra
experiencia) y en cuanto a su certeza (sólo tenemos certeza de lo que percibimos mediante
los sentidos).
No obstante empirismo y racionalismo coinciden en considerar al hombre el centro
de su reflexión. En concreto, David Hume, teniendo a la ciencia de Newton como
paradigma, sostiene que toda forma de conocimiento tiene a la naturaleza humana como
condición previa de posibilidad, ya que todas las ciencias son conocimientos de hombres y
están sometidas al criterio de otros hombres. Esto es válido para las ciencias naturales, pero
también para las matemáticas, por ejemplo. De este modo, la nueva metodología que
propone el escocés tiene un primer objetivo, que es indagar sobre la naturaleza humana,
base común a todas las ciencias. Como segundo objetivo, Hume se propone descubrir los
límites de esa naturaleza, en otras palabras, analizar y fijar los límites del entendimiento
humano. Para lograr estos objetivos no nos debemos basar en teorías filosóficas sino en la
más cercana experiencia.
Hume toma como punto de partida para su filosofía lo mismo que John Locke: la
experiencia; sin embargo, Hume lleva hasta sus últimas consecuencias el empirismo de
Locke asumiendo una posición más escéptica y antimetafísica.
Su análisis crítico del conocimiento, que ejerció sobre Kant una decisiva y
reconocida influencia, insistió en la importancia de investigar el origen de las ideas, que él
entendía como copias o imágenes de las impresiones (sensaciones, pasiones, emociones).
En su obra principal, el Tratado de la naturaleza humana, Hume explica que el
conocimiento es percepción, y que asimismo existen dos clases de percepciones de la mente
humana:
Por su parte la noción de idea es esencialmente correlativa a la de impresión. El
principio que rige tal correlación es el siguiente: “Toda idea es copia alguna de impresión
precedente; y allí donde no seamos capaces de encontrar alguna impresión podremos estar
seguros de no encontrar ninguna idea. Las ideas son, pues, copias, derivaciones de las
impresiones”.
En otras palabras, la percepción está formada por las impresiones (lo que
percibimos con los sentidos y las pasiones) y las ideas que son las marcas que dicha
impresión dejo en nuestra mente, como reflexionamos o recordamos dicha experiencia al
copiar la impresión en nuestra mente. Las ideas, entonces, son más débiles y menos vivas
que las impresiones.

Después de establecer la distinción entre las relaciones de ideas (toda afirmación


que es intuitiva o demostrativamente cierta) y cuestiones de hecho (conocimiento que se
basa en los hechos y la experiencia), Hume investiga “la naturaleza de la evidencia acerca
de cualquier existencia real o cuestión de hecho”. Las impresiones y la memoria nos
aseguran la realidad del hecho presente y del hecho pasado. El problema está en el futuro,
ya que sobre él no podemos tener ninguna impresión o experiencia. Y, sin embargo, hay
acontecimientos futuros que parecen absolutamente evidentes. Hume establece que “Todos
los razonamientos acerca de cuestiones de hecho parecen fundarse en la relación causa -
efecto. Tan solo por medio de esta relación podemos ir más allá en nuestra memoria y
sentidos.” Estas relaciones no pueden descubrirse por la razón, sino únicamente por la
experiencia, la cual nos induce a esperar efectos semejantes a los que hemos visto como
efecto con anterioridad. Por lo tanto, la costumbre nos induce a la creencia de que volverá a
repetirse en el futuro el mismo acontecimiento. Nuestra seguridad en el futuro no se basa en
la razón, ni en la seguridad absoluta; no es sino una creencia, basada en la costumbre o el
hábito.

Las pasiones según Hume

Hume plantea que las pasiones son percepciones de la mente. Es necesario aclarar el
sentido que tiene la palabra percepción: se utiliza para designar los contenidos de nuestra
conciencia. Dentro de ellas, distinguimos dos diferentes clases: impresiones e ideas. Las
impresiones incluyen todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal como hacen su
primera aparición en el alma. Son más vivaces, intensas que las ideas. Estas últimas son las
imágenes débiles de las impresiones, cuando pensamos y razonamos. No es lo mismo estar
furioso, sentir una emoción, que pensar en la furia, lo que no lleva consigo el hecho de
enfurecerse. Cuando reflexionamos sobre una pasión, o sobre un objeto que no se haya
presente, esta percepción es una idea.
Dentro de la primera clase de percepciones, Hume distingue entre impresiones de
sensación y de reflexión. Las impresiones de sensación son aquellas que obtenemos a través
de los sentidos, son las sensaciones. En su Tratado de la Naturaleza Humana, las denomina
impresiones originales. El origen de las mismas está en la incidencia de los objetos en los
sentidos, en el caso de las sensaciones externas, y en los placeres y dolores corporales
surgidos por la recepción y actividad nerviosa, en el caso de las sensaciones internas.
Las impresiones de reflexión son nuestras pasiones, deseos y emociones. Hume
afirma que son impresiones secundarias, pues proceden de alguna impresión original, sea
directamente o por la interposición de su idea. Para él, es propio de la naturaleza humana
buscar el placer y evitar en dolor.
Una impresión se manifiesta en primer lugar en los sentidos, y hace que percibamos calor o
frío, placer o dolor de uno u otro tipo. De esta impresión existe una copia tomada por la
mente y que permanece luego que cesa la impresión: llamamos a esto idea. Esta idea de
placer o dolor cuando inicie a su vez en el alma, produce las nuevas impresiones de deseo y
aversión, esperanza y temor que pueden llamarse propiamente impresiones de reflexión,
puesto que de ellas se derivan.
Si en primer lugar surgen las impresiones de sensación, tras ellas no necesariamente
le siguen las impresiones de reflexión, sino las ideas, como copia de las impresiones
originales, siendo las pasiones producidas de las ideas, de ahí que las denomine
impresiones de reflexión o secundarias.

Realiza una doble clasificación de las pasiones, en primer lugar, las divide en serenas y
violentas, atendiendo a la intensidad con que se presentan. En segundo lugar, en directas o
indirectas, según se originen directamente del placer o dolor, o bien de estos principios
junto con otras cualidades. Por ellos incluye dentro de la categoría de las pasiones violentas
la mayoría de los afectos. Y reserva la etiqueta de pasiones serenas a los sentimientos
morales y estéticos.
La otra distinción introducida por Hume es entre pasiones directas e indirectas. el
mecanismo de las pasiones directas es sencillo, dado que surge de forma inmediata del
placer o del dolor. También realiza una precisión, al señalar que algunas de las pasiones
directas no surgen de un bien o un mal, sino que son ellas las que lo engendras, se trata de
ciertos impulsos naturales o instintos.
En el caso de las pasiones indirectas su naturaleza es más complicada, pues
procediendo de los mismos principios que las anteriores, su origen presenta otras
cualidades. Hume distingue entre la causa de las pasiones que es aquella idea que les excita
y su objeto que es aquello a que dirigen su atención una vez excitadas.
El combate clásico entre la razón y las pasiones, en el que Hume advertía una
falacia metafísica es traducido ahora como la lucha entre las pasiones aplicables y
violentas. Si bien son las pasiones las que nos motivan a la acción y no la razón, ésta nos
señala los fines deseables de nuestra conducta y los medios para obtenerlos. El conflicto
razón-pasión no es sino el conflicto entre dos tipos de pasiones, las pasiones serenas y las
violentas.

En conclusión, como defensor del empirismo, Hume se basa en la experiencia como base
del conocimiento, dice que ella es la que pone en contacto al sujeto con la realidad del
mundo exterior y con su propia actividad mental o conciencia. Por eso, para él nuestras
ideas son producto de nuestra actividad sensorial, es decir, de las sensaciones.
Su dura crítica del Racionalismo va a oponerse a la idea de que la razón pueda conocer lo
que es la naturaleza del hombre y deducir también lo que va contra la misma. Establece que
la razón no puede determinar nuestro comportamiento sino que es el sentimiento el que
determina los juicios morales sobre la bondad o maldad de las acciones; lo decisivo no es la
razón, sino la esfera afectiva o emotiva. Todo se rige por la emoción y la pasión. Y si
existiera alguna relación entre las pasiones y la razón, esta sería que la razón es esclava de
las pasiones.

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