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La militancia de izquierda de MORENA nulificada

“Ganamos la presidencia pero perdimos el partido”, parece ser la frase que describe el
estado actual de MORENA. El partido cayó en la trampa de su propia estrategia de
alianzas para la elección del 2018. No solamente se aceptó a todo el que quisiera, sino
que para que “quisieran” se les ofreció puestos, cargos y candidaturas. Y claro que no
llegaron solos, vinieron en grupo, con sus costumbres y con su ideología (la del acomodo
sobre todas las cosas). No es que MORENA fuera antes de esto una fuerza compacta y
pura, nunca lo fue, pero el ingreso masivo de oportunistas vino a inclinar la balanza a
favor de las antiguas prácticas, la búsqueda del hueso como mandamiento y el desfonde
ideológico.
“Pero se ganó y eso es lo importante”, se justifican, y claro que es un logro importante.
El gobierno popular marca el inicio de un cambio que esperemos marche lejos. Hay
confianza en el liderazgo de AMLO y en su gobierno. Sin embargo, la militancia de
izquierda de MORENA está en el limbo, no hay crítica ni autocrítica, y lo más
preocupante no está en la disputa por el partido y la nación.
El caso de Puebla es un buen ejemplo del estado actual del partido. La candidatura recayó
en un contrario a MORENA y sus principios. Barbosa estuvo presente en el “Pacto por
México” y aprobó las reformas de Peña, es más fue un crítico de AMLO y el proyecto de
MORENA. Su contrincante dentro del partido fue el senador Armenta, un notable priista
hasta meses antes de la elección, cuando se le dio una candidatura al senado. Ninguno de
los dos representa a la militancia del partido, aquella que construyo al partido desde cero.
Pero además ninguno representa a la izquierda o al progresismo.
La militancia no decide nada sobre el partido. La dirigencia se concentra en lo electoral,
no participa en la construcción de una agenda legislativa o en la construcción de un
proyecto político. Se avecina la renovación de la dirigencia y MORENA corre el riesgo
de quedar en manos de la traición que representa el grupo de Monreal, sin embargo, del
otro lado no se propone nada más que incondicionalidad al presidente.
La militancia no está discutiendo la estructura del partido, ni la política nacional, ni el
relevó y mucho menos el proyecto futuro. No lo discute porque tampoco importa, cuando
las decisiones se toman sin su consentimiento y sin su conocimiento. Bajo el pretexto de
que se prohíben las corrientes no hay polos aglutinadores ideológicos o liderazgos que
enarbolen una propuesta distinta y clara con respecto al partido y la nación. Lo que si hay
son grupos que se agrupan bajo el principio de hacerse del poder. Mientras, la militancia
a la deriva, sin liderazgos, sin proyecto y sin propuestas queda nulificada.
El partido no actúa en libertad, no impulsa con decisión la despenalización del aborto
porque está a la espera de que le digan que sí puede. Sobre los actos contra el Estado
laico, el evento en Bellas Artes y la participación de un pastor y un cura (francamente
dando misa) en el evento del domingo pasado MORENA calla y no protesta. Lo mismo
sobre otros temas que bien podría tener una postura clara y firme, de apoyo crítico al
gobierno. Mientras esto pasa las alianzas partidistas con sectores conservadores siguen.
Hay que salir de la inercia y de la defensa del gobierno como única acción, se debe tomar
la ofensiva por la conquista de MORENA y el impulso a las demandas sociales de
izquierda. Ser movimiento, uno que de la batalla de las ideas contra la reacción, pero que
haga avanzar horizontes de trasformación. No es tarea fácil, la lógica de la “política”
tradicional, la corrupta y oportunista, está avanzada en MORENA. Algunos intelectuales
nuestros están cómodos en el papel de incondicionales, los medios prefieren a ese
MORENA light para hablar por el partido, la militancia se encuentra dispersa y sin un
núcleo aglutinador que la inspire e impulse. MORENA está en una encrucijada.

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