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Durante los últimos años, los casos de violaciones sexuales a menores de edad se han hecho más

frecuentes en nuestro país. Estos actos criminales han sido sentenciados a largos años de pena
privativa de la libertad; sin embargo, al ser un hecho tan repudiado por la sociedad, estas
condenas no satisfacen el malestar e indignación de los peruanos frente a estas violaciones
sexuales. Es por esto, que se ha originado una gran polémica en si es suficiente castigo la pena que
le está dando el Estado a estos actos criminales. En Agosto de este año, los medios de
comunicación informaron sobre el caso de un taxista del aplicativo móvil taxi beat ultrajó
sexualmente a su pasajera en el distrito de San Miguel y a pesar de la confesión del agresor y los
resultados del médico legista que confirmaban el abuso, el sujeto fue puesto en libertad por la
fiscalía penal de Lima. A partir de ello, una gran cantidad de civiles e incluso políticos han
planteado como medida renunciar a la Convención American de Derechos Humanos el
implemento de la pena capital para casos de agresiones sexuales. Es cierto que se debe frenar
estos actos de ultraje pero considero que el Perú no debe renunciar al Pacto de San José aplicar
nuevamente la pena de muerte como sentencia en caso de violaciones sexuales. Además,
considero que se debe analizar más a fondo lo que conllevaría el retiro del Perú de dicho pacto y si
haría algún cambio sustancial .Para sustentar dicha postura, en el siguiente texto, desarrollaré sus
3 principales razones. En primer lugar, si el Perú acudiera ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, los casos de cualquier índole no podrán ser vistos por el tribunal. En segundo
lugar, la pena de muerte no es disuasiva. Por último, las decisiones del sistema de justicia peruano
no son siempre confiables.

La primera razón que sustenta mi postura de no retirarnos del Pacto de San José

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