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PUENTE SOBR[ [l ~ BIS MOi.


POR

CARLOS MARTINEZ SILVA


y •

LOS INTRANSIGENTES
POR

BALTASAR VELEZ V.
PRESBITERO

SEGU JO! EDlClOI

BOGOTA :COLOXlIIA\

Calle 14. "'mero 70. ~"artado 100.


1607

PUENTE SOBl<.E EL ABISMO


,
1

UARENTA y tres años hace que la República


presenciaba, ó más bien daba ella misma, ~
espectáculo,l-sin antecedentes en nuestra
historia política, y que después no ha teni-
-~ -
do tampoco ImItacIOnes.
Nos referimos á aquel esfuerzo alentado y ge-
neroso, de todos los hombres distinguidos de am-
bos partidos, para domeñar la dictadura militar de (
Mela y volver el país al régimen constitucionaL
No mediaron para ello promesas Ó pactos hablados ó
escdtos.; ni hubo transacciones ó concesiones en el campo de
los principios; ni celos ó rivalidades durante la lucha; ni sor-
presas Ó emboscadas después de la victoria.
Todo fue leal, fraoco y honrado. Tratábase de salvar la I
causa madre de la República; y así como no se advirtieron ')
debilidades, vacilaciones ó desconfianzas, tampoco faltó á lista I
uno solo de los, que la Patria tenía derecho á mirar como sus
hijos predilectos.
En unos mismos campamentos, bajo unas mismas toldas,
úóse entonces vivaqueando y conllevando la vida del sol-
dado al General José Hilario Lópezy á D. Julio Arboleda;
al General Tomás Cipriano de Mosquera y al General To-
más Herrera; al Ger;era~dro Alcántara_ Herrán y al Ge-
neral Rafael Mendoza¡ al Gen~~!}3raulio Henao y al Gene-
ral Alzate; á Mañl1el Tefada y,!,David Peña;- ,rPedro Gu-
tiérrez Lee y: al G~a.l Francoj-ª, Santos Gl1ti6rrez y á
-4-
Leonardo Canal; á Manuel Murillo y á D. Mariano Ospina;
á Carlos Holguín y á Salvador Camacho Roldán; á D. José
María Plata y á D. Pedro Fernández Madrid; á Manuel Ma-
ría Mallarino y á Rafael Núñez.
Ante el recuerdo de aquellos días tan gloriosos, tan alen-
tadores para el patriotisme, tan fecunclOIi en enseñanzas y
( ejemplos, se pregunta uno naturalmente: si tornara á presen-
tarse una situación análoga á la de 1854, ¿ volverían los hom-
, bres y los p!lrtidos de hoy á dar las mismas pruebas de abne-
I gación, de desprendimiento y de ~ivismo ?
La respuesta sería por lo menos dudosa, á juzgar por
ciertas apariencias y por ciertos antecedentes de todos co-
nocidos.
¿Y ello por qué? ¿Escasearán hoy, tanto así, los senti-
mientos de honor y de dignidad republicana? ¿Estarán los
( hombres públicos tan corrompidos y materializados, que no
I oigan yi los reclamos del patriotismo?
No nos atreveríamos á asegurarlo, aunque sea evidente
que e! país ha andado ...largo, mUy larg9 trecho, en la vía del
escepticismo político, de la relajación- dei9s
-..:-:;C,.". . -
caracteres,·_ de la
inmoralidad pública y privada.
Pero, á nuestro ver, la causa de tan inmenso cambio de
ideas, de aspiraciones y de procederes radica en la transfor-
mación que sufrieron nuestros grandes partidos políticos des-
¡\ pués de! triunfo, nunca maldecido como se debe, de la revo-
lución de 1860.
Alzó entonces el liberal, como pendón de guerra é in-
signia de Gobierno, la persecución oficial á bs prácticas, al
culto, á los ministros y á las instituciones de la Religión Ca-
~ tólica en Colombia; y, como era natural también, el partido
I conservador, vencido, pero no humillado, herido en sus más
vivos afectos, dio al olvido las cuestiones meramente políti-
cas, y se asió á la bandera religiosa, con el doble entusiasmo
) que inspiran siempre las causas perseguid~ y l~s creencias
que arraigan allá en lo más hondo de las conclenCIa.q.
Desde aquel día se abrió una valla tan ancha y tan honda
entre los bandos militantes, que se requerirán no pocos es-
fuerzos y mucha cordura para colmarla.
De políticos, tornáronse aquéllos en religionarios; y yá
,
-
5
se sabe que donde la guerra religiosa llega á prender, las caoS
taratas del cielo no son bastantes á apagar el fuego devo- ? 'l
radar.
Entre partidos separados por la idea religiosa no caben
inteligencias ni compromisos. Cüafquieraconcesión se toma
como apostasía, y hasta las treguas mismas, pactadas en el )
furor de! combate, se miran como cobardes deserciones.
Los intereses meramente humanos y terrenos, tan flexi·
'bIes y elásticos de suyo, tan abiertos á la experimentación
calculadora y fría, tan susceptibles de armonización, nada va- )
len, nada pesan, cuando aparecen en juego y como compro-
metidos los bienes eternos de la Religión.
La cuna del niño, las tumbas de los mayores, la santidad
del matrimonio, e! lecho del moribundo, los recuerdos de la
infancia, las esperanzas del anciano, los consuelos del desgra-
ciado: todo ello se liga y se confunde tan íntimamente con }
las creencias y los ~entimientos religiosos, que forma parte de )
la vida misma de~ombre.
La guerra, en 'tales circunstancias, va á todas partes j pe-
netra en lo más hondo de los hogares; rompe las amistades I
más estrechas; desata hasta los apretadísimos vínculos de la 1
familia. La esposa ciñe entonces la espada al amado de su co- ~
razón, y le envía al campo de batalla á vencer ó á morir, y el
padre reniega del hijo que no quema con él incienso ante el
altar doméstico.
Apellidan santa aquella guerra, aun los mIsmos sacerdo-
<. tes del Dios de paz. En ella, los que mueren se consideran
( má,lilCs, y el exterminio, las matanzas y el despojo llegan á
considerarse cosa buena y loable á los ojos del Señor, como
) otr03 tantos medios eficaces• de impedir la propagación de la
l mala simiente.
Por horribles crisis de esta naturaleza pasaron todas las
sociedades europeas en largos períodos de s11 historia; y sólo
cuando se convencieron los fanáticos de todos .Ios bandos de
-
-.-- - -" -.- ._--
que contra las creencias se embota el filo de la espada, y
-
cuando los intereses terrenos hicieron sentir su fuerza, sur-
gieron los partidos verdaderamente políticos, factores necesa-
rios y útiles en la obra del progreso común.
Estos partidos, como se entienden hoy en Inglaterra, en
-6-
casi toda Euro pa ,en 105 Estad os Unid os, nacen , se trans -
form an, se fracc ionan y se ligan altern ativa ment e; trans igen
de ordin ario sus difer encia s; acep tan las conq uista s alcan za-
das;' recon ocen un campo Común de acciónj y avanzando
uñas vt?ces con movimiel~to acelerado retrocediendo _otras,
J
mant ienen el equil ibrio de todos los inter eses legiti mos, pone n
.á raya las ambi cione s basta rdas, ¡¡seg ura n la paz y labra n la
públi ca felici dad.
Nada de esto es posib le cuan do el deba te versa sobre
cuest iones religi osas, porq ue enton ces el dilem a se plant ea
entre el ser y el no ser, entre el error y la verda d absol utos;
y un creye nte conv encid o llega así á acept arlo todo, á sacri -
ficarlo todo, á trueq ue de que no se pong an mano s viole ntas
en el sagra do depó sito de la fe.
Los efect os de este modo , muy natur al por otra parte , de
enten der la políti ca, dada s las circu nstan cias apun tadas , los
estam os palpa ndo hoy en Colo mbia .
M ucho s conse rvado res, la casi totali dad de ellos, recon o-
< cen al prese nte que la Adm inistr ación públi ca ha marc hado
muy mal en todos sus ramos, que las rentas no se han mane~

perso nal se halla cróni came nte amen azada , que la Cons titu-
¿ -ción y las leyes no se cump len; en una palab ra, que el dere-
·cho no es igual para todos .
y á pesar de esta conv icció n, cada vez que de estos ma-
les se les habla , urgié ndole s para busca r el reme dio oport u-
no, vuelven azorados á mirar atrás, acuérdanse de los días
-oscuros de la· persecución, y cerrando los ojos, siguen apo-
yand o el mal que cond enan , y se tapan los oídos para no per-
I cibir sus propi as queja s, juzga ndo que denu nciar siqui era el
abuso , equiv ale á abrir la brech a por dond e pueela pene trar
el Filist eo.
Yá se comp rende qué parti do sacar án de esta situac ión ~ •
de los espír itus y de las conci encia s los poco s intere sados per-
S
sonal ment e en la explo tació n del Pode r públi co.
Para éstos , gana rse la opini ón por la armo nizac ión de
los intere ses socia les; desar mar las iras de los opue stos ban-
dos, por medi o de justa s y oport unas conce sione s; asent ar la
paz sobre el impe rio del Dere cho; estud iar y prom over \as
aun ne "r
así
~lcill~ y ru/¡nera qt¡e conservarse
con ~n numeroso ejérci tO r
con el Val iOS O mecarusmp oficial,
ón ni se inqufe~e ni
O<i¡;¡,:-O ~n un -If:'f" partido cuy3¡ opini qu e estA dispuesto á
f4: pues de an~emano se sabe sumiso, disciplina-
_~~r' toda ho ra al sacrifi
cio, c.l lad o,
pe re! ed era s y mundanas-,
:.~lID ',:oalo quien pelea po r dcisas
osol qllC( tiene !iI! re-
"q~"et¡l ~ c!Wlp!t: Hn !ir be r r~
9-
señor Manuel Murillo, que se mostró en el Gobierno toleran-
te, benévolo y hábil. .
Pero la tregua no fue larga, y los liberales de cierta es-
cuela, que habían hecho esfuerzos, en lucha con los masque
ristas, por encauzar las corrientes de opinión entre sus copar
tidarios por la vía de la tolerancia y del respeto á los fueros
de la conciencia, ó se cansaron en la lid, ó fueron arrollados.
por los más audaces ó por los más fuertes en número, coro 0
sucede siempre á los que en el hervor de las pasiones política )
pretenden hacer oír los dictados de la razón.
El hecho es que allá por los años de 1872 á 1873, entró
el país en un verdadero vértig;-' de intransigencia religiosa y
filosófica, marüfestada en la prensa liberal primero, y más lué-
go, de 1876 en adelante, en el Congreso y en las Asambleasl
de los Estados, y que desde entonces hasta la Administración
Núñez, no se volvió á disfrutar de un solo día de calma y del
tranquilidad en los hogares cristianos.
Tómese al acaso cualquiera colección de los periódicos de-
aquella época, y se verá por ellos, como en espejo, el espíritu
entonces dominante.
Cuestiones económicas, administrativas, industriales, cien-
tíficas ó literarias, no se volvieron á tratar, ó no se les daba
sino importancia secundaria. Los periódicos liberales no
traían sino artículos de ardiente polémica religiosa, ó f más
bien, de irritante provocación á los católicos, insultando yes-
carneciendo sus creencias, sus prácticas y sus sentimientos re-
ligiosos.
Entonces un joven que aspirara á la carrera pública, no
se curaba de hacer en nada estudios formales: un artículo de
periódico en que abundaran las blasfemias y los groseros in-o
sultos, las soeces chocarrerías contra todo 10 que fuera res-
petable y santo, servía de pasaporte para todo. La_ impiedad
se hizo negocio, y el ~no podía seLarriero.L se metía in.
crédulo.
~s periódicos conservadores, por su parte, no soltahan
los temas teológicos, y no contentos con rechazar el ataque,
se alzaban á veces á mayores, tratando de ponerles la pauta á
los mismos prelados <le la Iglesia.
¿Recuerdan nuestros lectores cómo se discutía entonces.
- 10-

á Bentham? No había día en que los periódicos no salieran


con largas disertaciones sobre el principio de utilidad, unos
en favor, otros en contra.
De los estudiantes, no:se diga; de otra cosa no hablaban
que de Bentham, ni sus horizontes se dilataban más allá del
formato de aguella obra. En los claustros de los colegios, en
los zaguanes de las casas, en hoteles y hospederías, en plazas
( y calles, en visitas y tertulias; en todas partes no se oía sino
-el eterno reñir y disputar, apeland~, no pocas veces, los des-
( harrapados filósofos, al atgnmetltum baculinltln. Aquello era
el tormento de las familias, la peste oe Tas reüñiones pública.
y privadas, la traba para todos los estudios serios, y, sobre
~ todo, la causa de tántas lágrimas amargas derramadas por las
pobres madres, allá á solas en sus confidencias con Dios.
Sin haber leído siquiera á Bentham, todos los liberales,
ignorantes é ilustrados, políticos y no políticos, c~mpesinos é
\ industriales, tuvieron que ser benthamistas de oficio y pro-
(íesión; y creer en el publicista inglés, y en Tracy, el grosero
materialista, con fe ciega, absoluta, incondicional, vino á ser
l el distintivo de todo buen liberal.
La aberración llegó á su colmo cuando un Congreso, des-
pués de oír por días enteros al pontífice de la nueva Iglesia,
>elevó á la categoría de dogma, con autoridad de concilio ecu-
ménico, la doctrina de Bentham, declarando que era la única
I verdadera y la que debía leerse en las aulas universitarias. Y
la cosa fue tomada tan á lo serio, que cuando, mucho más
tarde, el doctor
, Núñez se atrevió á recomendar en lajJniver-
¡ si dad el estudio de Stuart Mili y de Spencer, autor éste yá
l viejoen Europa, jefe de escuela, y absolutamente desconocido
l en nuestra Atenas sud-americana, aquello sonó com o una
execrable herejía.
En este camino se llegó á convencer á todos los que se
llamaban liberales de que el nombre ó bautismo político ím-
) plicaba la renegación pública y desenfadada de toda creencia
religiOsa; y vimos, en consecuencia, á infinidad de buenos

? -cristianos, tan creyentes como nosotros, tirándolas de impíos,


clerófobos é iconóclastas, cuando allá á solas se encomenda-
) \ ban á todos los santos del cielo; y al primer dolor de cabeza,
Lantes que al médico, llamaban al confesor. El miedo en unos,
-11-

el interé s en otros, el espír itu de parti do en los más, fome n-


taban aquel la otra form a de hipoc resía , no rara en época s de
grand e exalt ación , y que en much os casos pudie ra señal arse,
parod iando la clásica definición, como el home naje que la vir- )
tud rinde al vicio. G .t., ~: J, ..c:. "v ""' ~'
¿Rec uerda n nuest ros lecto res cuál era en aquel enton ces
uno de los triun fos más apete cidos y más osten tosam ente ce-
lebra dos por los liberales? Pues h~cerse con el cadáv er de (
cualq uier desgr aciad o que hubie ra muer to sin confesión, para )
organizarle entierrº s9lidario, Y tener ocasión de lucir en él
sus ramit os de acaci a y sus mand iles los Prínc ipes, Come n-
dado res, Caba lleros , Gran des Orad ores y Sobe ranos del Gran
Secre to de la Vene rable Orde n Masónica. ¡Y los conse rvado -
res, qué no daba n por una proce sión estru endo sa, en la que el
incie ns.. se aspir aba con la embr iague z que produ ce en el sol-
dado el humo de la pólvo ra, y se bland ían los cirios con tanto )
coraje, cual si fuesen lanzas yá tintas en la sangre de los ene-
migo s de Dios!
n.r todo aquello, de la prohi bició n de las proce sione s, del
empeRO en hacer nos creer que las escue las de niños estab anS
colm adas de prote stant es, de judío s y ¡¡le libres pensa dores .)
que recha zaban la enseñ anza religiosa, ¿qué ha qued ado?
Pues simp leme nte el ridículo, toma ndo las cosas desde
cierto punto de vista; y tan segur os estam os de ello, que la
mayo r parte de los libera les que lean estas líneas, no podr án
meno s de senti rse secre tame nte corri dos y averg onzad os al>
pens ar en el papel que se les hizo repre senta r en toda aque-
lla grote sca masc arada .
¿Y habrá pelig ro de que vuelvan esos días? N O lo cree-
mos; porqu e, en prim er lugar, nada de lo que pasa y muer e
torna á la vida. El tiemp o modi fic;-á 'los homb res, itas pue-
b1Ós y ¡-¡os partid~s;.y es gravíSimo error de políti cos-e m-
pírico s imag iña.:' que situa cione s en apari encia análo gas á)
otras yá cono cidas , habrá n de prese ntar fenóm enos seme -S
jante s.
Pero, vinie ndo al hech o conc reto que motiv a estas Ií-
ne~, fuerz a es recon ocer que de la époc a de intole ranci a reli-
giosa Ii que no~ bemo s refer ido, qued a todav ía vivo un amar go
recue rdo.
entibie de que
- 13-
lítica; el conservador tornará á su sér antiguo; y el absolutis-
-
mo recibirá golpe mortal. Aun vendría entonces la formación
natUral de nuevos partidos, con elementos afines, y la Repú-
- -
blica saldna ~e esEado primitivo y rudiInentario
de dos bandos enfrentados, que se disputan el poder para
usufruc!uárlo en beneficio de unos pocos audaces y vio-
lentos.
-Para medir la importancia de este paso, que dicta el pa-
triotismo y aconseja la prudencia, basta fijarse en los gritos <
de ira destemplada, que en el fondo no son sino arranques de (
interés alarmado, con que los periódicos incondicionales reci~(
ben cualquier signo ó manifestació., favorable siquiera á una )
tregua, yá que no á una paz sólidanlente asentada entre nues-
tros bandos beligerantes.
Los miembros del estrecho círculo gobernante no quieren,
por ningún motivo, que la circunferencia política se agrande. H
Cuanto tienda á facilitar inteligencias, á destruír prevenciones,
á apagar odios, es para ellos mortal; y se comprende por
qué.
En su celo por la causa de Dios, su anhelo más vivo hoy
es que los liherales todos se den á hacer alarde de ateísmo¡
y á ultrajar las creencias de los colombianos. La petición del
Padrenuestro, "santificado sea el tu nombre," la rezan
ellos al revés, porque con ello creen mejor asegurado el pan
de cada día, y sobre todo el pan de ma,Talla.
En la obra redentora á que este escrito se contrae,
no toda la tarea corresponde al liberalismo. E., ella nos
toca á los conservadores una parte mny principal: la de
trabajar. siguiendo las' Ilrescripciones de León XIIl á los
- --
católicos franceses y españoles, por que en Colombia no
-:--

se ~le la causa de la Iglesia !~e ningún partido po-


lítico, poniendo á salvo y por encima de los precarios y
no siémpre honrados intereses - d~- "Círculos6ae bande-
rías, los permanentes y santo, de la Religión. 'El clero co-
loí;;¡;iaiío'; así lo esperamos, tmitará e,;-e-1I0 la iniciativa, y
nosotros seremos humildes, pero convencidos colabora-
dores.
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••
111
Résta nos hace r un breve análisis de los prece ptos const i-
tucio nales vigen tes, rehttivos á la que se ha llama do cuest ión re-
ligiosa, con la esper anza de demo strar que ellos conti enen una
<, solución justa y prud ente, no sólo en el punto de vista de la
\ fe catól ica, sino en el de la sana políti ca, y aun si se quier e en
( el de la escue la posilivista, que se preci a de no proce der sobre
teoría s, sino sobre hecho s, medi ante el estud io vivo de la so-
I
cieda d para la cual se legisla.
Dice el artícu lo 39 de la Cons tituci ón:
"Nad ie será mole stado por razón de sus opini ones religio-
S sas, ni comp elido por las autor idade s á profe sar creen cias
\ ni á observar prácticas contrarias á su conciencia."
Cons agra este artícu lo, como se ve, la más ampl ia y abso-
luta liber tad de conci encia , hase y funda ment o de todas las
demá s, como que sin ella el homb re pierd e su carác ter de sér
mora l, y por consi guien te respo nsabl e.
Afor tunad amen te en este punto no hay ni pued e habe r
hoy en Colo mbia difer encia s entre los homb res ó los partid os,
puest o que el .r:a~go distin tivo de la civilización mode rna~el
,espe to á los fuero s sagra dos de la conci encia .
----nTo vale lo ¡;'is~o ¡¡bel lad de cOllciCllcia que lib .. tad .cli-
giosa: la prim era mira á la creen cia inter na; la segu nda á la
ti mane ra de mani festa r esa creen cia por actos exter nos y públi -
cos de culto.
Sobr e la liber tad religi osa estatu ye lo sigui ente el artícu lo
40 de la Cons tituci ón:
"Es perm itido el ejerc icio de todos los culto s que no
I
sean contr arios á la mora l cristi ana ni á las leyes.
"Los actos contrarios á la moral cristiana Ó subversi·
vos del orden públi co que se ejecu ten con ocasi ón ó prete xto
I del ejerc icio de un éulto , qued an some tidos al derec ho c?-
LmUll."
La Cons tituci ón de 1863 recon ocía, entre los derec hos iJr,.
divid uales , el 3igui ente:
"16. La profe sión libre, públi ca ó priva da, de cualquiera
no tengan dereCho á
- 17

ro, primero solo, y luégo casi solo. Al principio, en el cur-


so de los primeros cuatro siglos, fundó la Religión y la
Iglesia: analicemos estas dos palabras para apreciar todo su
valor.
11 En un mundo asentado sobre la conquista, duro y frío
como una máquina de acero, condenado por su misma estruc-
tura á destruír en sus súbditos la fuerza para obrar y aun el
amor á la vida, anunció 'la buena nueva,' ¡ prometió el reino
de Dios,' predicó la mansa sumisión en manos del Padre ce-
lestial, inspiró la paciencia, la dulzura, la humildad, la abne-
gación y la caridad, abrió los únicos respiraderos por donde
el hombre, que se ahogaba en la ergástula romana, podía
aún recibir el aire y alcanzar á ver la luz: tal fue la obra de
la Religión.
"Yen un Estado que poco á poco se despoblaba, que fa-
talmente se disolvía para convertirse en presa de las aves de
rapiña, formó una sociedad viva, sometida á leyes y disciplina,
congregada en torno de un fin y de una doctrina, sostenida
por el amor de los jefes y la obediencia de los fieles, única ca-
paz de subsistir bajo el oleaje de los birbaros que el Imperio
arruinado dejaba penetrar por todas sus brechas: bl fue la
obra de la Iglesia.
ji Sobre estos primeros cimientos sigue edificando, y desde

la invasión, durante más de cinco siglos, salvó cuanto podía


aún salvarse de la cultura humana. Sale al encuentro de los
bárbaros, ó los amansa después de la conquista; servicio enor-
me, á juzgar por un solo hecho: en la Gran Bretaña, que se
había hecho latina como la Galia, pero cuyos conquistadores
siguieron siendo paganos durante siglo y medio, artes, indus-
trias, sociedad, lengua. todo se destruyó. De un pueblo elttero
asesinado, fugitivo, apenas quedaron algunos esclavos, cuya
existencia sólo puede adivinarse rastreando hUellas confusas.
,Reducidos al estado de bestias de carga, desaparecen de la
I'listoria. Esa habría sido la suerte de Europa, si el clero no
hubiera acudido prontamente á domesticar los brutos feroces
que de ella se habían adueñado.
" En presencia del obispo de capa dorada, ant~ el fraile\
'vestido de pieles, flaco, macilento, más sucio y man~hado
que un camaleón,' el germano convertido tiembla, como en
l"UENTa IOBRK EL "BI8I1,O 2
-18-
prese ncia de un hechi cero. En sus horas de repos o, tras la
( caza ó la embr iague z, surge la vaga adivi nació n de· un más
I allá miste rioso é impo nente , yel germ en de conci encia que te-
nía yá en sus bosq ues de ultra- -Rin, se despi erta en él por
súbitas alanñas, por semi visio nes amenazantes. En el mo·
ment o de violar un santuario, pregú ntase si no irá á caer en el
quici o, acom etido de vértig o ó desnu cado. Conv encid o de su
propi a turba ción, se detie ne, perdo na la tierra , el pueb lo, la ciu-
dad que vive bajo la salva gu3rd ia de! sacer dote. Si el ardor
bruta l de la cóler a ó de la codic ia primi tivas le impe len al ase-
sinat o ó al robo, más tarde , sacia do yá el apeli to, en la hora de
la desgr acia ó de la enfer meda d, por conse jo de la concu bina
ó de la espos a, se arrep iente , restit uye el doble , el décu plo ó
el céntu plo, prodi ga las dona cione s y las inmu nidad es. Así, en
todo el territorio, el clero guarda ensan cha sus asilos para
los venci dos y oprim idos.
"Vem os en otra parte , con los guerr eros de larga cabel le·
ra, al lado de los reyes vesti dos de pieles, el obisp o mitra-
do y el abate de cogu lla senta dos en las Asam bleas popu lares ,
dond e son ellos los únicos que saben mane jar la plum a y que
aciertan á discurrir. Secretarios, consejeros, teólogos toman
parte en la redacción de los edict os, intervienen en la obra del
Gobi erno, traba jan por medi o de él para intro ducir algún oro
den en el inme nso desor den, para hacer la ley más huma na y
racional, para resta blece r Ó lnant ener la pieda d, la instrucción
,
la justicia, la propi edad , y, sobre todo, e! matri moni o. A su as·
cedie nte se debe aquel la políti ca interm itente , incom pleta , si
se quiere, pero que impidió que la Europa viniera á ser una
( anarq uía mongólica. Hasta fines del siglo Xli, si el clero ejerc ió
l influencia sobre los príncipes, fue, sobre todo, para refrenar
en ellos y en sus subo rdina dos los apeti tos bruta les, las re be-
( lione s de la carne y de la sangr e, los impulsos retro spect ivos y
l ciegos á la salvajez, que demo lía la socie dad.
,1 Mientras tanto, conservaba en SU!) iglesi
as y en sus con-
,·ento s las antig uas adqu isicio nes del saber huma no, la lengu a
latina, la litera tt¡ra y la teología cristianas, buen a parte de la li-
teratu ra y de las cienc ias pagan as, la arqui tectu ra, la escul tura,

1 la pintu ra, las artes y las indus trias que sirve n al culto, las in-
dustr ias más preci osas que prove en al homb re de pan, de ves·
- 19-

tido y de habitación; y, principalmente, la más valiosa de to-


das las adquisiciones humanas y la más contraria al carácter ~
vagabundo del bárbaro rapaz 'f perezoso: el hábito y el amor 1
del trabajo.
" En los campos despoblados por el fisco romano, por la
rebelión de los Bagaudes, por la invasión de los germanos,
por las excursiones de los bandidos, alzó el benedictino su ca-
baña de ramas, en tre cardos y espinos. Grandes espacios, en
otro tiempo cultivados, no son yá, en torno de aquel germen
de vida. civil, sino desiertos y eriales; pero el fraile con sus
compañeros desmonta, edifica y construye, domestica los ani-
males medio salvajes, funda una granja, un molino, una fra-
gua, un horno, un telar, un obraje de calzado y de ves-
tidos.
11 Según su regla, destina dos horas diarias á la lectura j du-
rante siete, trabaja materialmente, y no come ni bebe sino 10
estrictamente necesario. Por obra de su trabajo inteligente,
voluntario, ejecutado con conciencia y teniendo en mira el
porvenir, produce más que el laico; á la vez que por su régi-
lnen sobrio, concertado, económico, consume menos que el
otro. Por eso donde el trabajador laico flaqueá, el fraile se
sostiene y medra. Recoge los infelices, los alimenta, los ocu-
pa, los casa i mendigos, vagabundos, campesinos, afluyen en
torno del santuario. Poco á poco el campamento se torna en
caserío, y más tarde en aldea, porque el hombre trabaja cuan-
do puede contar con la cosecha, y se hace padre de fami-
lia si se cree en estado de alimentar á sus hijos. Fórmanse
aSl nuevos centros de agricultura y de industria, que lo son
también de población.
Añádase al pan del cuerpo el del alma, no menos necesa-
H

rio; porque con los alimentos era preciso dar al hombre


la voluntad de vivir, ó á 10 menos la resignación que hace to-
lerable la vida, y el sueño conmovedor ó poético que reem-
plaza la felicidad ausente. Hasta mediados del siglo XfIl, fue
el clero solo quien proveyó á esta necesidad. Con sus innume-
rables leyendas de santos, con sus catedrales, con sus estatuas
y la expresión de ellas, con sus oficios y su sentido aun trans-
parente, hizo sensible el 'Reino de Dios,' y alzó el mundo
- 20-

ideal en el extremo del mundo real, como magníJ1CO y dorado


pa bellón en el térmi no de un cercado fangoso " (¡).
La obra de la Iglesia y del Clero en Europ~, tan magis-
tralmente descrita por Taine, Íue la misma que realizaron en
nuestra tierra y en todo el Continente americano aquellas dos
e ntidades, durante la época de la cOnguista, y más tarde en
la de la colonización. Sin los misioneros que vinieron al lado
de los duros Y' rápaces conquistadores: sin el clero secuhr y
sin el espíritu cristíano que ellos introdujeron y cultivaron,
ningún germen de vida civil habría aparecido ~V]l1í; y sin los
esfuerzos perseverantes y abnegados de los mismos clérigos
y religiosos, no se habr/an fundado todas las poblaciones que
figuran en nuestra carta geográfica, ni se h abrían explorado •
los desiertos, ni abierta vías de comunicación, ni se habrían
establecido escuelas, colegios y hospitales; ni loo desgracia-
dos ,i ndígenas habrían sido doctrinados, cristianadas y defen-
didos.
Todavía hoy la vida de casi todas las poblaciones de la
República depende exclusivamente de la acción religiosa. Su-
prímanse el Cura y la iglesia, y el pueblo desapa rCce ó se sal-
vajiza por completo. Enfrente del gamonal artero ó brutal no
hay otro anwaro que el Cura; y allí adonde no llega la ac-
ción de las leyes y de las autoridades, no e.'íiste otro elemen-
to de orden y de moralidad que el que proviene de la predi-
cación evangélica.
La religión es, pues, el primero y principal elemento del
orden social; y desconocer este hecho equivale á ignorar en
absoluto la naturaleza humana y la muy especial de nuestro
pueblo. La declaración hecha en este sentido por I~ Constitu-
ción no es, pues, fórmula vana, sino reconocimiento de una
verdad fecunda y patente.
¿ y qué podría objetarse contra ella? ¿ A quién lastima,
á quién Ofe¡lqe, qué derecho ccnculca el que la constitución
política, que debe ser trasunto fiel de la constitución social de
un pueblo, diga lo que es verdad y lo que está en la concien-
cia de todos?
y entiéndase que no es lo mismo decir: "La Religión
(1) H. TAIYE, Le. Origine. tU la Franu fAmtemporaim. L'ancien 1'é-
gttM. •
- 21 - •
,
Católica es la de los colombianos," que esto otro : " La Reli· ,
gión Católica es la de la Nación." Lo primero es la consigna-
cióft de un hecho geográfico, que no acarrea cQmpromiso al-
guno j lo segundo es el reconocimien to ele un hec40 social ó \
político que impli~a la obligación por parte de legisladores y
gobernantes de acatar y respetar la religión que el pars profe.
sao Porque no puede admitirse, ~n régimen alguno político, y
menos en el que se apellida representativo, que el Gobierno,
obrando en representación y COII poderes del pueblo, se en·
cuentre en pugna con el pueblo mismo, en lo que éste tiene
de más característico, de más propio, de má.s esen,cial: el sen-
timiento religioso.
Esta odiosa antinomia, esta situación de lucha imposi-
ble, moral y materialmente, entre el pu~blo y el Gobierno,
que se decía su representante, fue el grande y trascendental
error del radicalismo en nuestra tierra¡ y en él hay que bus-
car la raíz y el germen de los males que lzoy deploramos, los
cuales no podrán curarse mientras los pueblos no se conven-
zan de que aquella situación ha volverá á presentarse.
Afortunadamente, no hay hoy liberal _sensato que no re-
cono~ esta v~rdad, y las declaraciones de su 'prensa así lo
dan á entender, aunque no "todavía con la precisióú y claridad
que el caso requiere.
Vag~s protestas de toleráncia, nO bastan; p6rque ellas se
acostumbraban también aun "en la época más 1uc:tuoSá de la
persecución; y nadie ha ohidado que en nombre ele la libertad
religiosa se cerraron aquí conventos y se destelTaron prelados
y se exigieron de los sacerdotes' juramentos depresivos á su
dignidad de ciudadanos y de ministros de Dios.
La declaración esencial es la de reconocer que la Reli·
gión Católica es la de la Nación, aceptando en este punto la
doctrina constitncional y las consecuencias que de ella se des-
prenden; y yá hemos visto que esta declaración es justa y de-
bida, y que en nada pugna con los principios de un sano libe-
rali~mo político.
Aceptado el hecho de que existe en Colombia una reli-
gión nacional, surge naturalmente b' cuestión de saber qué
carácter y posición se reconoce á aquella entidad respecto del
Estado.
- 22-

Aquí no caben sino tres conclusiones: ó la Iglesia subor-


dinada al Estado; ó la indiferencia de éste respecto de aqué-
lla; ó la indepe~nci. de las dos potestades,'pero mediando
entre ellas relaciones de amistad y delimitándose el campo de
sus derec]¡os y deberes respectivos y recíprocos.
Una Iglesia subordinada al EstaGla, es decir, lIn:l Igle3ia
\ burocrática y oficial, puesta al servicio de intereses de domi-
\ nación p:>lítica, es un absurdo en este siglo, concebible apenas
en la tierra de los Zlres. Una institución de esa especie, sin
ir.fluencia viva sobre las inteligencias y las costumbres, corte~
sana servil y sustentáculo del despotismo, no creemos que sea
cosa apetecible para ningún creyente sincero ni para ningún
amante de la libertad.
La posición de una Iglesia libre enfrente de un Estado
( libre, desconociéndose recíprocamente, según la fórmula de
Cavour, es insostenible en un plÍS donde exista tina religión
nacional; porque siendo ""OS mismos los súbditos de la Iglesia
y los del Estado, y teniendo cada lIna de esas dos entidades
poder de legislar y de gobernar, muy fácil es que sus manda-
tos lleguen algunas veces á encontrarse en con meto, so~re
todo si los gobernantes no están animados de un espíritu de
simpática benevolencia respecto de la Iglesia.
El ciudadano, que es á la vez miembro de la comunión
religiosa, tendrá que escoger entonces entre los dos imperan-
tes, y naturalmente, si es creyente, preferirá obedecer á quien
le habla en nombre de Dios. Aparece así virtualmente la pug-
na entre las unas y las otras autoridade" y de ella á la perse-
cucióu y quizá á la guerra religiosa, no hay má, que un paso.
J~a historia de Colombia, desde que so decretó la separación
de la- IglesÚ, )'..del~st,,~ comprueba suficientemente que en-
tre las dos entidades la.despectiva indiferencia es imposible:
entre ellas n() puede haber sino hostiliJad decla~da ó amis-
tad sinc!:'ra; _y ent~e_~~os doStérmI?o~_ hay que escoger. Plan-
teado así el problema, b solución se impone á cualquier espí-
ritu recto y amante de la raz.
Deben, 11tle$, exi$tir relaciones entre la Iglesia y el Esta-
dO: regbd.l$lnr U;; coru:ordato q"e deslinde el campo de ~~_
cion de cada potestad, en aquellas matenas de jUrlSdlCClOn
rmixta, como matrimonio, cementerios, instrucción pública y
- 23-

otras análo gas, que por fortu na son pocas y de muy fácil ar- ¡
moni zació n, en prove cho de todos , fieles y ciuda dano s, Igle-
sia y República_
Voce s libera les como las de los señor es Felip e YSantiagO~ ~
Pér~, y últim amen te la del señor Rafae l Uribe Uribe
se han )
dejad o yá oír, aC,eptando esta soluc ión (Il. ¿Será ésta tamb ién la
opini ón de la mayo ría del parti do libera l, no radic al? El país
ansía saber lo, y tiene derec ho á que se hable en el partic ular
con toda chrid ad.
Otra voz de ultra tumb a parec e alzar se en estos mom en-
tos solem nes, señalando el camino que nunca debió abando-
narse . Es la del Gene ral Santa nder, á quien el parti do libera l
ha recon ocido como su fundador, pero cuyas enseñanzas fue-
ron más tarde sustit llídas por las de algun os secta rios del
radicalismo francés) revolucionario y violento, que es de espe-
rarse no torna rá á regir los desti nos del país.
En carta inédita, que un amigo nos ha franqueado, diri-
gida por el Gene ral Santa nder á D. Franc isco Soto, se expre -
saba así:
" Roma. Dicie mbre 12 de 1830.
-..... . . . . .. .. ......... .................... .... . ....... .
"Aun que no he visto la Cons tituci ón del admi ,able , juzgo
por los extra ctos publi cados que tiene defec tos susta ncial es,
que usted es debe n empe ñarse en refor mar. El artícu lo de la
\ Relig ión ha escan daliza d() y nos ha desac redita do. Yá que no
( se pued e decir simp leme nte que' el Gobi erno prote ge la Reli-
1 gión Catól ica,' al meno s guard en el prud ente silenc io que
guard ó la Cons tituci ón de Cúcu ta.
"¿Ha visto usted el artícu lo que sobre la mate ria conti e-
ne la nueva Constitución francesa? Se lo pregunto para re·
corda rle que cuand o yo pensa ba en Ocañ a que se dijera algo
semejante en la Constitución, se escandalizaron algun os de
~ nuestros amigos, estimando la cosa como una mancha des-
honrOS3. ¿Qué dirán ahora al ver que una Nació n tan civili-

l. \\
(1) El ~efior doctor D. Aquil eo Parra, Presidente del Directorio Libera
declarado
en uD8cntrevista rccieDtecon un r!.p!!!ter de La Crim:ica, se ha
ocimiento
también porel régimen del CODcordr.to, 10 que implica el recon
ollcia l de la Iglesia católi ca en Colombia. - -
- 24 -

zada no ha creído prudente hacer _lOa omisión en el parti-


cular?
" Entonces, como ahora, estaba persuadido que la libera-

f llidad de algunos se limita á cuestiones religiosas para no per-


der el fruto de la lectura de Voltaire, dándoseles poco cuida_
do de que políticamente fuésemos ó no esclavos."
.
El último párrafo de esta carta vale por un librú entero,
y sintetiza él solo toda nuestra historia política durante medio
siglo.
j ClIánta
penetración, cuán honda visión de verdadero
hombre de Estado revelan estas palabras:

" .... L:t liberalidad de algunos se limi!> á cuestiones re-


\ ligiosas, para no perder el fruto de la lectura de Voltaire, dál1-
( doseles poco cuidado de que políticamente fuésemos ó no esclavos"!

y esta misma cuestión que preocupaba al gran estadista


en 1830, es la que hoy trae angustiados á todos los amantes
de la República. ¿ Habrán de sacrificarse preciosas libertades
políticas, caras á todos los colombianos, porque algunos sec-
tarios no quisieran perder el fruto de la lectura de ciertos
autores, que mañana se nItrarán Con l!-miSma ln_dl~CIa
1 -------
con que se recuerda hoy á Voltaire? ¿ Serán esos pocos espí-
~ y puerilmente vanidosos, capaces de impe-
ritus, estrechos
dir que se eche sob"" el abismo el puente que grandes multi-
tudes aguardan impacientes, á uno y otro lado, para acudir
unidas á la defensa y salvación de la República?

CARLOS MARTÍNEZ SILVA.


LOS INTRANSIGENTES

Santana del Táchira, 26 de Mayo de 1897.

Eeft.or doctor Carlos Martínez Silva..-Bogotá.

Muy estimado señor y amigo:


Acabo de leer su bendito artículo intitulado Puente sob,e
el abismal. con cuyas ideas estoy iden_tificado desde hace mu-
cho tiempo.
Felicito á usted y felicito á Colombia por tal producción, ~
bella muestra del levantado criterio de usted, de su acendra-
do patriotismo y de su probidad política, virtud harto escasa
esta última en los tiempos que atravesamos.
Difícil, y aun temeraria, podrá parecer la empresa aco-
metida por usted, de echar un puente sobre el abismo que se-
para entre sí á los liberales y conservadores de Colombia.$
Mucho arriesga usted á que su voz sea como I",de San Juanl
Bautista: VO.t' clamalltis in deselto.
Los ignorantes no le comprenderán á usted; pero eso,
¿qué importa? Compréndanle dos ó tres espíritus superiores~
siquiera, y la doctrina de usted crecerá como el grano de ml?s-~
taza de que nos habla el Evangelio. "Mejor mira al sol un
águila sola que un ejército entero de lech~s;' dice Fci}bo.
----- -
Los intransigentes tampoco lo comprenderán: nunca ven
la verdad sino al través de su pasión. H~tod '!!llQ!,t VOlu"t~
esse ve/italclIl, dice de ellos San Agustín. "Sólo lo que aman,
s610 loque desean, quieren que sea la verdad." "Ni siquiera
saben de qué espíritu están poseídos," según las palabras de
Jesucristo á sus Apóstoles intransigentes. Pero eso, ¿qué im-
- 26-
porta ? Com prénd anle dos Ó tres espír itus recto s y honrados, y
's u doctr ina será fecun da en bienes.
Las palab ras de usted han hech o eco en mi corazón, y mi
< buen a volun tad respo nde á la de usted. ¡Aquí estoy! ¿Qué
¿ quier e usted que hagamos?
Le diré prim ero quién soy, Ó qué soy, para que vea en qué
pued o ayudarle.
Soy s\,cer dote católico, repub lican o, sin apod~olítico al.
guno. Acos tumb ro vivir como si en el mund o no hubiese más
qu~s y mi c?nci encia . Soy de raza gallin ácea, ~ por
eso
nadie pued e lleva rme del _ cabes tro. N o poco s desaguisados
me cuest a la indep ende ncia de mi carác ter, demasiado acent ua-
da tal vez; pero á este respe cto pIenso morir impe niten te,
porq ne no la camb iaría por todos lOS hono res- del mundo.
-- ._ .- - -
Nunc a he sido, ni pienso serlo, mate ria plást ica de nadie.
- -
Fui conse rvado r ultra hasta el día de mi orden ación sacer-
dotal . Mas al recib ir ésta, Prom etí serd e ese día en adela nte
- ~- -
" sacer dote de todos y para todos, para ganarlos ---,--
á toclos," se-
gú.!!...rl.precept<>-ikLApóstol, y. no ver en 1;;; b;'mb res ni con-
servadore~ ni liberales, ni católico~ ni herej es, sino
"u~a sola
-cosa en Crist o," porqu e Dios, cOIllQ dice el misffiQ..Apóstol,
H no !.:ace ar.ee.,ción de personas."
"Qui en dice pal litio , dice parci alida d," según Arosemena.
y la parci alida d, la acepc ión de personas, el espír itu de parti-

t do en el sacer dote, son funestísimos para la Iglesia y para la


Patri a.
Dura n!e la perse cució n radical contr a el clero en 1877, 1878
Y 1879, tuve el alto hono r de ser el alfa y la omega de ella, es
decir , la prim era y la últim a de sus víctimas. Cárcel, habita-
ción en las selvas, indig encia (pues ni siqui era tenía curato) y
excep ciona l perse cució n como á Vicario de Salamina, en An-
tioquia; todo esto, y más, 10 prefe rí, patrió ticam ente, á la han-
rosísima colocación de "Dir ector de la Emp resa Bíblica Cató-
lica," para la cual fui llama do desde Lond res.
Ningún sacerdote ni lego habló ni escribió enton ces más
alto ni con acent os más enérg icos en prosa y verso contr a el
libe>alismo ceSa/isla de aquellos tiempos, ni contr a los libert i-
cidasde la Patria. Mas no 10 hice como conselvada" como ad-
versa rio político del liberalismo, sino como sacer dote católico,
repub lican o.
27 -
Hecha esta explicación egoísta, pero necesaria, le digo
J
,
yá que, entusiasmado con el artículo de usted, me hago el de-
ber de enviarle, antes de partir para Europa, mi p~bre grano
de arena, para uno de los estribos de ese puente que usted
quiere colocar sobre el ~ismo. Grano de arena desinteresa-
do, ofrenda pura de un imparcial, de un obrero pacífico del
Bien en la Libertad, de la Libertad en la Verdad, y de la Ver-
dad en Jesucristo y la Justicia. ¡Ojalá no sea desechado!

Hay dos especies de /ibetalismo: el filosófico, y el pura·


mente político, Ó republicano. El primero está condenado por
la Iglesia, por profesar doctrinas contrarias á los dogmas cató-
licos y aun cristianos; y agregaré también, que por estar en
pugna con los principios que sirven de sustentáculo á la libertad
moral del hombre y á las libertades políticas de los pueblos.
Pero ni el Syllabu5, ni autor alguno respetable han con- ¡
denado el ~ibC/ali5mo pu,amCllte po/¡¡'co, o "F,blicano, á lo me-I) >
nos en nombre de la Iglesia.
Pero ¿qué es el /ibetalismo político? Es la profesión de ~
la doctrina que ~econoce en el hombre derechos connaturales, )
y en los pueblos, el de gobernarse á sí mismos libre y orde-
nadamente.
Todos los republicanos legítimos (hay muchos que lo son
apenas de nombre) proclamamos estos principios, cuya cri.)
minal violación por los libetales ó por los conservado/es que)
atrapan el poder, convierte la Nación en un Job inmenso.
Este liberalismo político lo profesan en masa Inglaterra.
Bélgica, b Gran República Norteamericana y hs naciones too
das de b América Española, inclusive los cubanos, la República
Francesa, la Confederación Helvética y todos los pueblos civi·
lizados. Tal IibclG/is/llo es en último término la forma republi.
cana, aceptada por la Iglesia, que se acomoda perfectamente
bien con cl1::11quier sisterna de gobierno que no sea el cesaris- {
ta, opresor de los puehlos. El fesmismo no es sino una forma
de desgobienlOt-monárquico en unas p~rt§_~L c!g!10crático en
o~a; libClal aquí, cOllservador más allá, y alltirrepublicano y
·opresor en toda. partes.
- 29- •

Según el pensamiento desarrollado por el santo Doctor, la ?


nación de he ser gobernada por la Iwc.ión y no por un
homb, e.
El mismo santo Doctor, con Suáre;7., Belarmino y otros
autores aprobados todos por la Iglesia, combaten el tiranicidio,
per~ el derecho de insurrección contra todo gobierno
tiránic~ Muy detenidamente trata esta cuestión Balmes en su
obra de oro: El P,oleslalltismo cDtupmado con el Catolicismo.
"Quien rompe la Constitución, rompe su título para go·
bernar," diceBenJatnin Constant, lo cual no e stá en des-
acuerdo con las doctri¡¡as de los grandes Doctores de la
Iglesia.
León/XIII ha prescrito al clero francés que acepte la foro
ma republicana del gobierno de Francia, aunque desgracia-
damente ese gobierno haya sido á veces 1ndical y cesa/isla.
El clero hispano-americano, en su mayQr parte, encabezó
la guerra de la Independencia americana, para cambiar por la ~
República el Gobierno monárquico de la Madre Patria, sin I
embargo de alegar ésta en su "poyo el Patronato y el Concor·
dato. Y el clero y los pueblos s"cudieron el yug". "Hasta en
la más remob posteridad se recordará que la guerra que~
nos ~mancipó de España fue una guerra clerical/, dec~a D. ~ ~
Jorge Tadeo Lozano. Y bien: la Iglesia no ha condenado la
conducta de ese clero: y aceptó la República y entró en rela·
ciones con ésta, sin embargo de haberse ella usurpado el Pa-
tronato.
¿Qué prueba todo ello? Que la Iglesia no es enemiga de la
República, como sus enemigos pretenden hacerlo creer, y
que la Iglesia no favorece, como lo dicen ellos, el despo-
tismo.
No: Jesucristo, el Padre del Pueblo, el Divino Tribuno del
Pueblo, el Abogado del Pueblo, vino al mundo á establecer
los derechos de éste, á hacerle libre, á enseñarnos á todos
que ninguno es esclavo ni señor de nadie. El ,-ino á romper
el yugo de los despotismos que pesaban sobre el pueblo, en
todo el mundo. Y por eso le llamamos las generaciones y los
siglo. el Redento/, el Salvado/, el Libe/tado/ de las naciones.
.. Mi verdad os hará libres," di jo él, y lanzó su verdad á los
reyes, á los grandes, á los poderosos, á los ricos. Y eligió para
-30-
Após toles de su doelr ina á doce pobre s hijos del Pueb lo.
y sus amig os fuero n hijos del Pueb lo, y sus delicias, curar ,
instru Ír, aliviar al Pueb lo. Y cuan do Arist ótele s enseñ aba
que H un homb re virtuoso no debe rebajarse hasta com-
>pade cer al Pueb lo"; y cuan do Cicerón enseñ aba que "los
\ artesa nos, por su profe sión, son todos gente s despr eciab les,
y que nada noble pued e alber garse en una tiend a ó en un
taller," Jesucristo nace pobre, y pas;]. treinta años en ef
banc o del carpintero, trabajando con sus manos, ganan-
do el pan con el sudo r de su frente , y prom ete no dejar
sin recompen~a ni siquiera un vaso de agua que se le dé en su
nomb re á un pobre hijo del Pueb lo .... y excla ma: "¡Bie n·
avent urado s estos pobre s, porqu e de ellos es el reino de los
cielo s !"
y lo mism o que hizo y dijo Jesllcristo, hicie ron y dijeroll
los Apóstole" y hace y dice la Iglesia. Y ésta, que cs madr e
del Pueb lo, salva y libert a {¡ éste ele toda opres ión, de toda
tiranía. En su defen sa ha llega do hasta desen terra r los caM·
veres de los déspo tas para mald ecido s y entregarlo;; á los
anate mas del géner o huma no. i Impo sible que la Iglesia eoll'
sient a en que sean oprim idos los hijos de la Cruz, aquel los á
quien es hizo libres la sob verda d del Liber tador del mund o'
"Hab éis visto, les dijo Jesuc risto á sus Apóstoles, cómo los
reyes de las nacio nes domi nan (1) á éstas, y los grand es de la
tierra las tiene n en su pode r; m;ts entre \'osotros no sea así:
que el prim ero de entre vosotros sea como el último .. " Yo
no vine á ser servido. sino á servir. ')

In
La palab ra República no tiene, gener alme nte. en Espa -
ña, el mism o significado que entre nosotros. Republicallo y
7anarquista son allá una mism a cosa. Los Cal ¡¡stas se creen , 4i
su vez, los único s católicos. Y callistas y IcpublictlllOS se odian
de muer te. A lo meno s así me parec ió cuan do viajé por aque l
(1) Domi nar es scfiorear, mandar en alguna COBa como duefto de ella.
disponer de esa cosa á su capricho, apoderarse de ella y IUjltU
la , 10
domiDlo y usando de ella, aun por la fuerza. Doml"ar UDa nlciÓB
.."
pues, violentarla, oprimirla. Un gobernante no es dudo de UDa
Jl&-
CiÓD, es Rpenas su mayordomo. Debe go/.Iernar, DO domi,..,..
- 31
país. El carlista Salvá y Salvani escribió ~n opúsculo intitu-
lado Elliberolismo es pecado, gue es el escándalo de los libela-
les en todas partes, y la ganga, la mina más rica y explotable
para ciertos consCt1Jadotcs de por acá, que discurren así:
-Si ser libetal es pecado-ser consavadol es virtud; y con(
sólo llamarse conservadores, yá se tienen asegurado el cielo,!
dando de antemano por condenados á todos los liberales.
Gaume, Segur y otro5 escritores franceses, monarquistas
de más de la marca, han escrito también contra el tep"bli-
caHúmo (ó libclalismo) que, en Francia, se ha confundido
también con el comunismo, el socialismo, el ccsatis11lo, la 11ilet-
,wGÍollal y la Comuna.
El odio de que están saturados los escritos de los ca, listas
españoles y los monarquistas franceses contra el republicanis-
mo ó liberalismo español y el francés, es hasta cierto punto
explicable, por el carácter que allá ha asumido esta colectivi-
dad política.
Pero ¿es racional, es justo, es siquiera lógico, que el cle-
ro colombiano, republicano legítimo como es, y los conser-
vadores colombianos, republicanos también, no distingamos
entre lepra y lepra, ateniéndonos más bien á la letra que
mata que al espíritu que vivifica, y que les apliquemos á lodos
los liberales aquellas condenaciones de los escritores citados,
enemigos aún de la República genuina y del libelolislllo
pfl1amcnle polilico1 ¿Es racional, es jnsto, es siquiera lógi-
co hacer extensivos á iodos los liberales colombianos, hom-
bres y mujeres, aquellos anatemas, justamente lanzados contra
los anarquistas europeos?
Para que se vea hasta dónde se ha llevado, por nuestra
parte, la exageración en Colombia, diré que yo he bauti7.ado
niños de cuatro ó más años, á quienes se les había rehusado
el sacramento sólo por ser hijos de padres liberales, ó por ha-
berles nombrado padrinos liberales, ó porque esos padres no
pagaban cierta contribución de tercios para el culto; y he ab-
suelto á muchas mujeres que hacía largos años no se confe-
saban, porque su Cura les negaba la absolución por /¡be/Oles,
y á quienes tenía desterradas de la misa con sermones y plá-
ticas supremamente inconvenientes.
y lo mejor de esto es que olvidamos esas prédicas cuan-
tlo l~ m.q¡4i<~8 PQl~ '_",_
da s, et¡¡ . .ó-¡::~ ll~tIune ~:
en I¡¡. COI!J~c¡:iP.9i ¡lIlA ~~ ¡;f~=4~1 ===
I1I
ó del ,rn OA um e$ cW¡J\I~
pu s j Ó pa ra qw¡ ,cqJl,lril¡py,¡mAII::IA ':~~:.:==:
Se ma na San~ 't .d~ q.t~í*,(lilIlCiDDC
" (~ ·I%IIJj. ,e
est án excq~ull¡¡a¡\qs "esl>~ m3llllM"
" .Cj("';~,1I11"~.
bandidos, esos ladro~. !lS(»s",;m:P
m~c
y de los saCllrdot~s, esqs" ., ••
su dinero no es vitando.
Es ve rda d ~ue en ,. pob~
tal , nu est ro len gu aje y In"IIIt1-a co)
ndluclta
menos escrupulosos ; ~enc?s -i¡nb~o
,~ent:'l!\o,.1'
de r casi eiFrce~ nu~~~~ I.Jl¡¡¡ilste!'Í.Q.
1:'¡Cl~qV\ll<" ,
ríamos, á qt¡i.cíJ1. pr,e~iqrj¡&~~pll, .
pa rro qu ia, en la 'il ti
Y I qu é gu err a tan feroz la qn e
sace~dotes qu e D.I\,esltán .p¡!Ie:
ídDs,dillll\l&dIllllOiá
tolerancia, que no 011. C~(I
can y pro ced en á bu lto co ntr a los
""u.( ·:;Es~
.adicalazo&, de cuyo tra to de be n
los jud as de! Apostolada.-VoIIde ...
,Ii
Vergüenza da de cú estO¡ pI!i:n -""
IfI;lI~
cir io y confll1latlG cu8J1.do ,1IIlI !t"l~'
ldi"~
ést a las almas intran~igeWeL
"Iie J,lQ ha y ~ta g(lntHtBi:~p
cJÍ!I~~
:,;·¡ib,.,~bit 1J11S. LiI. ~erdJ!.dI:08
!dIaf"l
- 33-
Uribe, á nombre de los libelales; Carlos Martínez Silva, á
nombre de los conselvadoltS; y el que estas pobres líneas es- SS
cribe, á nombre del venerado gremio á que pertenece, con- \
fesamos qu"e por llUest1a culpa, por 1zuest1a glalulísimn culpa,
que por nuestra intransigencia, por nuestra grandísima intran-
sigencia, hemos pecado glavemcJJle con los pellsamie"tos, con
las palabras y COIl las oblas, y que por eso estamos enfer-
mos, y por eso nuestra Patria está petrificada de dolor, como
Niohe, al preser.9ilr la muerte cruel q~ damos á sJliJ1ijos.
Dejenws que 105 ItbeJales ¡IllJallsigenles desconozcan á
Uribe el derecho de hacer confesiones, concesiones ó trall·
sacciones á su nombre¡ dejemos que los cOllseJvadoles últJan-l
sigelll;;-;;;aldigan-;:;todos 105 tonos á Martínez Silva, porque
ha puesto el dedo en sus llagas; y dejemos que los sacerdotes
intransigentes y banderizos tomen nota de estas líneas para
cuando á mí me llegue el día de la cuenta.

El varón fuerte y generoso


11

Al caso adverso inclinará la frente


Antes que la rodilla al poderoso."

y prosigamos.
IV
Una de las causas de la intransigencia clerical es la
intransig~{cia f3n;r~a con que gratuitamente ~os atacaron (
desde el principio 105 libcr!!!es colombianos. Si la Historia no)
miente, fueron ellos los agresores, y según la intransigencia¡

-
del ataque, ha tenido que ser la intransigencia de la defensa.
- -
El cl,:!:..Q colombiano cooperó eficaz~te á la ~uerra de
la Independencia: diezmos, custodias, alhajas de oro y plata
de las igiesias, servicios personales, predicación y escritos, su
influencia .... nada de esto esquivó en ayuda de la magna
guerra: todo lo ofrendó espontánea y patrióticamente á ella,
y debido á eso nos emancipámos.
y cuando el clero colombiano hace esto, con aplauso ge-
neral, los libelales le pagan tantos sacrificios insult'lOdole en\
los periódicos bogotan~s, escarneciendo los dogmas de la
Religión, implantando la masonería, decretando olicialmente
la enseñanza de Bentham, t1surpindose el Patronato, los diez-
PU&KTB eoBBB BL ADISKO 3
34 -
mos y otros bienes de las iglesias, suprimiendo conventos,
desterrando al santo Arzobispo Mosquera del modo más cri-
minaCexpulsancfoTos J esuita"Se;, vi~tud de un'\, pragmática
obsoleta del Rey Carlos~(que los había expulsado de sus
~

dominios), atacando la jurisdicción y derechos de la Iglesia y


de los curas; volviendo á desterrar, en 1861, á los Jesuitas,
lanzando del país á los Obispos y extinguiendo las comunida-
des religiosas, sacando, aun á culatazos, á las monjas de sus
monasterios, usurpándose como treinta ó más millones de pe-
sos de los bienes de las Iglesias, quitándole al clero el derecho
de elegir y ser elegido"stableciendo la enseñanza oficial de
Bentham y suprimiendo la enseñanza religiosa en las escuelas,
volviendo á desterrar obispos, á perseguir sacerdotes, á arre-
batar cementerios, á poner en práctica la odiosa ley de matri-
monio civil¡ convirtiendo las iglesias en cuarteles, los sacerdo-
tes en soldados; fusilando y macheteando imágenes sagra-
d~s, etc.
¡ Cuántos de esos libelales agresores fueron protegidos

con los curas, co~o recortes de j:¡Qstias,- y ayudando á--


por ese clero para sus estudios, ó en su carrera, ó se criaron

mis;;-Y en los entierros! ¡Cuántos deesos liberai~s eranherma-


nos, sobrinos ó parientes de aquel10s sacerdotes, cuyos bienes
heredaron y con los cuales se enriquecieron! ¡Cuántos de esos
liberales perseguían y cazaban á los sacerdotes en las selvas,
(como á fieras, para lo cual indultaban á los presidiarios, que
I servían de perros de presa en jauría!
De estos procedimientos de los liberales contra nosotros,
somos víctimas no sólo en Colombia, sin,p dondequiera que
hay liberales draconianos y e/él igos; desde el libualislllo jaco-
bino de Francia, á fines del siglo pasado, hasta elferoz ,adica-
lismo actual del Ecuador; desde la COllstitllCIÓ" civil del el.. o
francés, por la cual obligaron los libelales flanceses á más de
12,000 sacerdotes á casarse, hasta las leyes liberales de Gua-
temala, que castigan al sacerdote que lleve sotana por la
calle.
Júzguese ahora cuál de las dos intransigencias es más
~ grande, y si ciertos libelales tendrán derecho para quejarse
con tanto encono de la del clero.
- 35-

v
Otra causa de intransigencia clerical es la intransigencia ~
conservadora, impnesta ó sugerida al clero por los que se lIa·
man sus partidarios y defensores. Ese contubernio entre el
clero y el partido conservador, ha convertido en un lago de
_ f ..

sangre la República.
" Lccur~y grande es ec1.!ar mano de la espada pma
defwdet el Evangelio. Nuestro Salvador separó la fuerza de la
razón. ¿Y los hombres tendrán la arrogancia de unir lo qlle
Dios ha separado? Cuan~ombatimos el error con otras aro
mas qu~ la razón, C11~nás que aquellos á quienes ata·
camos." (Citolegia).
-
¿Con qué objeto busca ~ clero la alianza d<:!yartido con·

---
se/vadorr ¿Pará-que le defienda? ¿Vara que defienda la Igle.
sia, la Religión, tan cruelmente perseguida por los libelOles,
en casi todas partes? Pero una defensa pacífica del clero ó de
la Religión no requiere sino buenas plumas y buenos perió.~
dicos, y sobre todo, caridad y buenos ejemplos; y para esto no
necesita el clero de hacer causa común con ningún partido.
Una defensa armada está prohibida por la misma Religión,
sin que por esto diga yo que no puedan y aun deban algunas (
veces los pueblos defender con las armas sus derechos, entre I
los cuales es el primero el de la libertad religiosa.
¿Con qué objeto busca el partido consuvador la alianza
del clero? ¿Para que le defienda del partido libelalr ¿Y al
clero quién le defiende? El clero no puede, no debe armarse:
no puede, pues, defenderle con las armas.
Pero ¿cómo podrá defender el clero á los comervadores r
¿Asegurando que todos son religiosos? No, porque el clero
sabe que hay muchos cOIlSetVad01e5, aun en Colombia, deístas,
malCJialislas¡ muchos que no creen sino muy pocas cosas de la
Religión, yeso muy mal entendidas; y muchos indifermlislas,
libres pensado.es.-¿Asegurando que todos son morales ó de
buen3s costumbres? Pero el clero sabe mejor que nadie que hay
muchos co"Se1'l.'ad01es concubinarios, usureros públicos,. san-
guijuelas de los pueblos donde son gamonales ó caciques, ca·
cos cínicos-y desvergonzados de las rentas públicas, y aun de
dote, que casi no ·y,¡,!l.a
misa¡ ,w.pa8l n m." "'IJF 4.iiI ai. . . .
ra! que la. de BUB intenlam, ",j1~
~~~I Pab~~"IO~~_~L.~,""
10iIl iftaa la JlII!l'~tiGllull_ra. I~1i ¡p._I I"",,,~
dotes, y aman más que ésto s' los tIu*,do!:tII¡Icf¡j,i.!l!
pone n cuando los .co~JSe,".aj~!:, .l,e~
n~ lugareilas, ó con i:Y!1~~
¿Qué les defienden, pues, ~e~~~:~:JP
tes' ¿Sus empl eos? Pero casi .re~P,irp
<, oprimir, ó para hace r el mal, ó biú~
( el sacerdote hacerse c6mp1íce,
mand arín, ó de un ambicioso "semejante ?
¿Qué les defiende, pues, el cIere á-hlla,*_ _•
gobie rno? Pero el c~o ..,11 q&ie, .IÍ~*
Iglesia recomieQda, oMe na oblidil'll'I' " . .
••
emanado de Dios, a\Jl)que no ...¡ : : : : :
díscolo, á noae r que mand e _ 'c
manda, pues en este caso es priDleftt
á los hom bres ."-¿ Sus leyes ? Peto 111
~~Iita la misma razón, y no ue-_jtaÍ'I!t"tI
conservadores pan ddeDdedAI
buelna se debe acata r y dt:lf,~ncI:r,!iI=a~fIj
fido que fuere, y para flIIIIo, !l1cJ1tlé"lu!
¿Qué prdeD de, p¡e~iIiI~1I!IIi1!ll8~
dero ? Hacer . dd:e,:;~;:~=
y pe.qldu1lD lll el
to y marea, para COilJNirJjl¡-..¡j\I
ul, c¡ue:eael g: ;; ;¡
WIt:el 0J'fIIIl1~t, e
- 37-
por quien le indique su señor y les dirá á los pueblos en qué
lima y po, quié" deben depositar sus votos.
y si las moscas libetales logran por fin romper la tela de
araña que las tenía aprisionadas, y resuelven vengarse de la
araña y derribar hasta el edificio en donde ella tejía sus redes,
¿cómo detener, entonces, el torrente de males que caerán so-
bre la Il(lesia?
VI
Teológicamente puede asegurarse que el que está en co-
municación espiritual con su cura, y por medio de éste con ?
su obispo y con el Papa, no es libetal en el sentido en que la
Igle.ia ha condenado el libetalismo.
Por otra parte, el liberalismo irreligioso condenado por
el Papa, es tan sólo un error, no una herejía, no herida todavía
con las excomuniones de la Iglesia; y, por lo mismo, á los li-
berales que le profesan no puede tratárseles como á herejes,
sino simplemente como á extraviados : no es el caso de exco-
munión contra ellos.
No debe olvidarse que el Padre Santo, al condenar elli-
belalismo, n~ ha conden~do precisamente el nombre, sino la )
cosa, no la palabra, sino el error, al cual ha condenado con el )
nombre que el m¡s~error se ha dado y se da, en Europa
especialmente.
Ni mucho menas debe olvidarse que la Santa Sede ha de-
clarado, por el órgano oficial, ó semioficial, la Civiltá Calloliea ,
que la calumnia quien diga <jue ella ha condenado el /ibeta!is,,-
InO pwalllC/ltc po!ítieo, una vez-qu~l !:'l.i~[lIo Pío IX 1';-puso en\ \ ~
-
práctica como soberano temporal de Roma.
--~

Veamos ahora en qué consiste ese libela!iJmo político, 't


tan lastimosamente confundido con elm~mente filosófico ó
sectario.
En primer lugar, ¿qué es !ibela!ismor El Diccionario de
Campano le define así: "Es la ~sión de doctrinas libera-) ~
les favorecedoras de la libertad política y .eligiosa."
¿En dónde están contenidas las primeras doctrinas libe-
rales? En la " Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano," votada por la Asamblea Francesa en 1789, y que
- 38-
í á pesar de sus absolutas y generalizaciones inaceptables, con-
tiene un gran fondo de verdad.
Abramos la historia:
La humanidad, que también tiene su infancia y su edad
madura, llegó á su mayor edad á fines del siglo XVIII, y pensó
en emanciparse.
Luis XIV, con su orgullo y su violencia, representaba el
despotismo, que se oponía á tal emancipación.
IIEI rey, decía Fenelón, no tiene la menOr idea de sus
obligaciones. Pasa su Vida fuera del camino de la justicia y de
la verdad y, porconsTguente-;- fuer. del Evangelio." Según
Vauban, " la mitad de liñaciOñ fralleesa estaba reducida á la
( mendicidad." Y La Bruyere decía: "O la malicia de los hom-
I bres sacó de quicio todas las cosas, ó Dios no es Dios."
En efecto: este modelo de Príncipes absolutos disponía
en todas las formas de la fortuna pública, que hacía llegar á
su tesoro particular.
A despecho de las amonestaciones del Papa Inocen-
cio XI, se empeñó en gobernar la conciencia de los pueblos, é
hizo perecer cien mil hombres en la guerra de los Cevenas.
So pretexto de que no eran bastante cristianos, arrojó de
Francia 800,000 franceses.
Asoló Provincias enteras, é hizo correr ríos de sangre, sólo
para satisfacer su ambición personal.
Para pagar su lujo y sus guerras, arruinó la Francia, y
fue causa de espantosas hambres, que mataron muchos millo-
nes de personas; disminuyó así la población y dejó inculta la
quinta parte del territorio.
Castigaba aOn las quejas por medio del tormento.
Practicó á la faz del mondo, y con ostentación, el adulte-
rio, y elevó los hijos de sus crímenes á la primera magistratu-
ra, haciéndolos después legitimar y declarar aptos para here-
dar la corona de Francia.
y al morir, dejó á la Nación una deuda de seis mil mi-
llones.
Su sucesor, Luís xv, no fue menos corrompido, corruptor
y despótico, y la Francia veía de día en día empeorar su si-
tuación.
U na gran parte del clero francés lamentaba estos males,
o, Jos hombres mi s
'j:=~~::llr.
todo un gra n puebl n recla-
I!! illl ulos, los mi s ricos, :te alzaro
para los demás. Los grandes y.
los ÍQettes se
~jilJstiicia
M~jWiÜpia 'lo s pequeños y débiles, y pa ra
llca: la
\lII .el.Enw1Ihl"1IO habla conseguido nU
IIU. . . . . . . . . . .

•"1iIl".4lUp1pl,1bO<:
""".,~P.l!;" ,~IJi~ XVI, es q.ü en
lom a la iJ¡iciativa,
ejet!lP1o único en la ldsloria de
"1IM!9IP, ~ con 911 ¡ne
Jl.te y Sil co~n"
o pod!lr
" -n os, l1izo ab dic aci ó. d~ absllrd
1Ip.l~."
no tea Jp
~.1li Htstoria, cfice !l'O!«IuerilIe, ,
mDgona de biIt féVoluáones . .

= t. üA~~
~~~ se encuentra al GOJDenza
r la ilbl'l¡
contra los batallones ingleses, por no ceder á la infantería
toda la honra de haber dcs.1fiado aquellas temibles líneas de
enemigos, se precipitó á la tribuna, y fue la primera en renun-
ciar á todos sus privilegios, sin que faltase uno solo de sus
miembros.
"El clero, poseído de igual entusiasmo, siguIendo el cjt'lIIplo
( de la 71obleza, saC/ificó también sus P,ivilcgios, el diezmo y los be-
' neficios.
"El tercer Estado siguió á su vez, con no menos ardor, y
cuando todo lo hubo sacrificado, repasaba la memoria por
ver si se había quedado olvidado algún privilegio que inmo-
lar en aquellos altares, que realmente fueron aquel día los al-
tares de la Patria."

• Luis XVl convocó á la nación entera para que deliberase


sobre la reforma general de las viejas instituciones. y la na-
ción entera deliberó por espacio de tres meses. Más de cua-
renta mil grupos de ciudadanos expresaron entonces por es-
crito sus votos y sus ideas. Después de esto, todo el pueblo
francés, por medio del sufragio universal, nombró sus repre-
sentantes para los Estados generales. La Asamblea Nacional
fue elegida por seis millones de votos, y sus miembros se pre-
sentaron provistos de las Actas, y en éstas, sobre las cuestio-
nes más importantes, se hallaba expresada la voluntad del
pueblo.
La Francia en 1789)a componía la Asamblea Consti-
tuyente, elegida por ella, y que representaba á la Nación.
Dicha Asamblea, el 4 de Agosto de dicho año, votó la si-
guiente

"DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL

ClI:DADASO.

Los representantes del pueblo francé., constituídos en


Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido
ó el menosprecio de los derechos del hombre son las causas
únicas de las desgracia. de los pueblos y de la corrupción de
Jos gobiernos, han resuelto exponer en una declaración so-
lemne los derechos naturales, inalienables y sagrados del hom.
bre, :í fin lIe que esta declaración, presente siempre' 101.
-41-

miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus dere·
chos y sus deberes; á fin de que los actos del Poder Ejecutivo
y los del Poder Legislativo, pudiendo ser comparados á cada
instante con el objeto de toda institución política, sean más
respetados; y á fin de que las reclamaciones de los ciudadanos,
basadas en 10 sucesivo sobre principios sencillos é incontesta-
bles, se encaminen siempre al mantenimiento de la Constitu-
ción y á la dicha de todos. Por consecuencia de todo esto, la
Asamblea Nacional reconoce y declara, en presencia y bajo
los auspicios del Sér Supremo, los siguientes derechos del
hombre y del ciudadano:
Art. L° Los hombres nacen y son libres é iguales en
derechos sociales, que sólo pueden basarse en la utilidad
)
común.
Art. 2.° El objeto de toda sociedad política es la conser-
vación de los derechos naturales é imprescriptibles del hom-
bre. Est"s derechos son la libalad, la seguridad y la lesislencia
á la optesión.
Art. 3.° Toda soberanía reside esencialmente en la Na~
(1); ningún cuerpo ó individuo puede -eje~cer autoridad que
no emane expre.amente de aquélla.
Art. 4.° La libertad consiste en poder hacer todo aquello
que no perjudique á otro.
Art. 5.° Cumple sólo á la ley el derecho de prohibir los
actos perjudiciales á la sociedad. Todo lo que no esté vedado
por la ley, no podrá prohibirse, y nadie está obligado á ejecu-
tar lo que aquélla no ordene.
Art. 6.° La leyes la expresión de la voluntad general. To-
dos los ciudadanos tienen derecho á concurrir á la formación
de las leyes, ya sea personalmente,' ó por sus representantes.
Debe ser una misma para todos, ya sea que proteja ó que cas-
tigue. Siendo iguales ante ella todos los ciudadanos, son
igualmente admisibles para cualquiera dignidad, cargo ó em-

(1) Esencialmente ruick en la Nllción: no dice que p~~M de és tal'


lo cual sí serí~contrariO á la doctrina de la Iglesia . .ÍiÚidir no e8 p;:".
emir.
Aqui 1610 hay una cuootión de palabras, de diatingOl escolástic,)8.?
'foca ,t "erba, tt pTaJUrea nihil. A 10 menos 8si me parece.
-42-
pleo públicos, según su capacidad y sin otra distinción que la
que marquen sus virtudes y sus talentos.
Art. 7.° Ningún Individuo puede ser acusado, arrestado 6
reducido á prisión, sino en los casos determinados por la ley y
según las formas por ella prescritas. Los que soliciten, expi-
dan, ejecuten ó hagan ejecutar órdenes arbitrarias, serán casti-
gados; pero cualquier ciudadano á quien se cite ó arreste en
virtud de la ley, deberá obedecer al instante, haciéndose cul-
pable si ofrece resistencia.
Art. 8.' La ley sólo deberá establecer las penas estricta y
evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado sino en
virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al
delito, y que sea rectamente aplicada.
Art. 9.° Considerándose inocente á cualquiera persona,
en tanto que no sea declarada culpable, si se juzgare indispen-
sable arrestarla, se reprimirá severamente por la ley cualquiera
medida de rigor que se emplee con ella, y que no sea necesa-
ria para asegllrarse de su persona.
Art. 10. Nadie podrá ser molestado por sus opiniones, aun
las religiosas, con tal de que la manifestación de ellas no turbe
el orden público establecido por la ley.
Art. 11. La libre comunicación de los pensamientos y de
las opiniones es uno de los más preciosos derechos del hom-
bre: cualquier .::iudadano puede, por lo tanto, hablar, escribir,
imprimir con toda libertad, quedando obligado ,1 respon"er del
abuso de esla Iibo,lad en los casos determinados po, la l~.
Art. 12. La garantía de los derechos del hombre y del ciu-
dadano necesita una fuerza pública: esta fuerza se instituye,
pues, para bien de todos y no para utilidad partiÓJlar de aque-
llos á quienes está confiada.
Art. 13. Para sostenimiento de la fuerza pública y para Jos
g¡¡stos de la Administración, es indispensable una contribución
común: ésta debe ser repartida por igual entre todos los ciu-
dadanos, conforme con sus facultades . .
Art. 14. Todos los ciudadanos tienen el derecho de averi.
guar por sí mismos, ó por sus representante~, la necesidad de
las contribuciones públicas, de discutirlas libremente, de fisca-
lizar su empleo, de determinar so CUQta, el repartiroi"l'olP, la
recaudación y la duración de eI1as.

. _ • • 1& gU adf ÍII m. JaI!>1led¡cbosjilÜ<delbNI
po d- .
_ -4eaK:1Io ~ , UM;III '
no s qu e lo e1!Uií
II.plld,rlhl=rse privado de él, á me
tt.' :
JIm-1e la pública necesi~r¡J, caso en que el pm pie
."
~=~ y justamente indemnizado
..,aii.
en est a declaración todas las clases
el Es tad o llano, incluyendo el "", A
·"
~~~ Francia se adbino desPuéS á
'<¡e'
~ 1fIf~
., iliclaf'tlt
*,:Iii
~ YbalO ro. 1ita¡¡icilC.s iIllf l
j. D'IiIi'd po r If!r p'OIílhletii ó ItWlOi " '1
(1,"" 1"
Este libmllümo DO es 1II1II forIlIII
- 45-
y el sobrenatural; iguala la razón á la fe y pretende que cun el
solo raciocinio se deben tratar las cuestiones teológicas y filo-
C sóficas. Pretende hacer de la Religión católica un sistema pu-
I ramente filosófico, y desprecia 10 que es superior á la razón:
los misleJios y los milaglos.
5.° El Indiferentismo. Mira todas las religiones como \
igualment;-ve;Ja(Íeras, ó igualmente falsas ; no practica ningu- ) S
( l1a, y sostiene, como tesis, que se deben proteger igualmente
1 todos los cultos.
6.0 El Latitudinarismo. Deja á Gada uno libre para elegir ¡
la religión ~ue le plazc;;:parti01do del principio de que todas) S
son igualmente buelltZs.
7.° El Socialismo. Sostiene la igualdad universal y, por
consiguiente, el trastorno del orden establecido; la destruc->
ció n de toda autoridad religiosa ó social, y la supresión de to}
dos los derechos individuales.
8.° El Comunismo. Sostiene el repartimiento igual de to-
dos los bienes; s"";iprime t~da propiedad; anonada la familia y \
destruye toda jerarqMía fundada sobre la fortuna, aunque tal í
propiedad sea hereditaria, ó adquirida por el trabajo. Da al
Estado el derecho de apoderarse de las almas por medio de la
educación; de la fortuna, por medio del impuesto arbitrario;
y de la vida, por medio de la conscripción ó reclutamiento ili-
mitado.
9.° El Cesarismo. Ataca . directamente la Constitución>
de la Iglesia y suprime Ó restringe su poder doctrinal. Le
rehusa todo poder coercitivo y toda autoridad temporal. Le

¡
impide establecer y conservar las inmunidades eclesiásticas.
Sostiene que ni el individuo ni la nación dependen de Dios,
que el Estado es superior á la Religión, á la Moral, árbitro de
la educación, y que es el Estado quien debe poner y quitar
los obispos, y que la Religión no debe ser otra cosa que su
instrumento.
10. El Positivismo. Enseña que debemos rechazar todo f
lo que no pueda ser analizado y sometido á experimentación
por medio de los sentidos. En el universo no descubre sino
fenómenos. Dios, el alma, la sustancia ele los seres, son otras
tantas quimeras, ó á 10 más, materia de hipótesis sin funda-
mento.
-46-
1I. El Determinismo. Niega la libertad moral del hom.
bre; atribuye~ todO
a;; sus acciones á causas meramente fío
sicas y externas; destruye la responsabilidad; cumbate,
por consiguiente, todas las sanciones penales; borra la di-
ferencia entre el bien y el mal, el delito y la "irtud. El ma-
terialismo es su fundamento, y su .fin la destrucción de todo
orden social.

VIII

Entre este liberalismo filosófico y la Iglesia sí existe anta-


gonismo real, irreconciliable. No en todas partes profesa el
libclalislllo jilosójico todos esos errores de que acabo de hablar,
y aun raro es el liberal que los conoce ó los practica en Co-
lombia. En unas partes deja conocer el liberalismo esos erro·
res: en otras los oculta, ó los disfraza. A sus catecúmenos no
los inicia de un golpe en ellos, sino lenta y sagazmente, según
las disposiciones del aprendiz. Y liberales hay que mueren sin
aprender jamás que el liberalismo' sea otra cosa que la aboli-
ción de la esclavitud (obra que los hberales se atribuyen) y de
la pena de muerte, aboliciones que ni siquiera son cuestiones
de IibClalislllo ni de partidos. Hay muchos que son libela les
sólo porque "los collSC/vaáoles quieren vol"er á establecer la
esclavitud."
y ese antagonismo entre el/ibc/a/islllo filosójico y la Igle-
sia durará mientras el primero pretenda /ibc/alizm á la segun-
da, aun por medio de la fuerza; mientras intente, so pretexto
de progreso, trastornar las leyes inmutables de la Iglesia para
acomodarlas á las exigencias siempre variables y caprichosas
de su clerofobia, especialmente cuando está en el poder, y de
las demás opiniones humanas.
Durará ese antagonismo mientras el partido liberal recla-
( me como 1111 derecho:
1.0 La libcllad absoluta y la igualdad de lodos los cultos,
en todos los pueblos, aunque no profesen, como en Colombia,
sino la Religión Católica. Esta igua1ación injuriosa implica la
negación de la verdadera Religión, y es uno de los medios
más eficaces para corromper los pueblos, con el práctico
ejemplo del indiferentismo;
2.° La IibCl/ad absolula de la pIensa (fuera del campo poli.
- 47-

tico), es decir , el derec ho de enseñ ar el error y de corro mper


la juven tud; y ?
3.° La secltlalizaciólI de la política, ó el Estad o sin Dios, la
de la teligió" y la de la cllseJ7anzaj y como consecuencia, la
sepa,aClóll de la Iglesia y del Estado, la moral sin sanción y la
fuerz a oprim iendo al derec ho, etc. )
El liberalismo filosófico ha conc entra do, ha comp endia do
en éstos sus demá s errores y, por lo pronto, á ellos concreta
sus ataqu es ó sus defen sas.
La Iglesia, por su parte , le -:ontesta que el error no tiene
derec hos, por lo meno s á la prote cción que le dan los gobie r-
nos sin Dios: qtle sólo tiene derec ho á una simple tolela llcia;
que esas libertades y secul ariza cione s no pued e aceptarlas
ella como tesis, sino á lo más como hipótesis: que ella no quie-
re, no pu~de, no debe toler ar el despr ecio de los derec hos de
Dios ni ceder éstos á nadie, y mucho merlO S á gobiernos esta-
bleci dos espec ialme nte para destr uírla, para deste rrarla de la
socie dad y destr onar á Jesuc risto.
El Papa acept a el progr eso cristiano, no el de la Comulla
de Patís j acepta la libertad, pero no el jacobinismo; acepta
la
ciencia, pero no la del que niega á Dios] sino la del sabio
cristiano, que cond uce á El. ¿Podrán reconciliarse algún día
el libelalismo filosófico y la Iglesia católica? ¡Imp osibl e!
IX

Pero ¿en qué se parece este liberalismo ateo al puramente


político ó "publ icano , ó sea á la " Decla ració n de los derec hos
del hombre," consignados, á 10 menos sustancialmente, en las
const itucio nes de las Repú blica s mode rnas y aun de las Mo-
narquías constitucionales? ¿ Por qué, pues, confundimos éste
con aql1elliberalis1Ilo? Maliciosa ó no, es lo cierto que esta
confu sión la están explo tando á su sabor los absol utista s y es-
tomaguistas de Colom bia.
y no se crea que yo defie ndo ciega ment e tal "Dec lara-
ción de los derec hos del homb re." No poco deja qué desea r
la redac ción de ese docu ment o. Ni difiero yo notab leme nte
de las obser vacio nes que sobre ella hacen escrit ores católicos,
J y aun el mismo Bent ham, espec ialme nte con respe cto al
prin.
l cipio de la sober anía, los límites de la libert ad y la definición

- 48-
~ de la ley. Pero no debemos exigir que aquellos nalU/alislas de
) la Constituyente se expresaran allí como 10/l/islas. Ni es esa
sola la Constitución digna ele reparos. Su bondad es relativa.
¡Cuán preferible á nuestra célebre Constitución de Rionegro,
y á tantas otras de Europa y América! ¡ No seamos tan exi-
gentes!
~o es esa" Declaración" la causa de todas las monstruo-
sidades de la Revolución francesa, especialmente durante el
Gobierno del Terror. La Asamblea de '791, aunque adoptó
tal" Declaración," estaba yá pésimamente inspirada., y mucho
más la Asa/l/ó/ea Legislaliva que la reemplazó en Septiembre
del mismo año, la que declaró la guerra al Austria. A esta
Asamblea sucedió La COIlVCllcióll, en '792, y fue la que pro-
clamó la República y condenó á Luis XVI. A esta COllvmción
sucedió l/El Teno,," ó sea la caída de los Girondino3, que duró
hasta el 27 de Julio de 1794. De ahí para adelante siguió El
Dilecto!io, hasta Bonapalie, que logró matar al Diomedes re-
voluciona!·io.
La Revolución francesa, buena en su principio, se desca-
rriló d'esgraciadamente y ~e convirtió en - ese infierno suelto
que se llama el jacobmismo, cuyos principios y prácticas Son la
vioíación más cruel y más cínica de los "Derechos del hom-
bre y del ciudadano," proclamados por la primera Asamblea
Constituyente,-derechos que, prescindiendo de la forma en
que fueron redactados, pueden re~t1T;1irse así: 1j[un/dad politi-
ca y social de lodos los cil/dada¡,c." respelo á la plOPiedad; sobe-
1aula de la lInción; admisibil"iad de lodos los ciudadanos á los
e/l/pleos públicos; obligació,. I/l/pl/esla tÍ cada hombre de obedcc",
/a ley, CO/l/O expresión de la vollllllad gene/al; ,espelo á las oPi-
fliones y también (Í las clcencias 7eligíosa5; libertad de la pala-
h,a y de la pIensa; disl1ibución equilalit'a de los impuesios, con-
.mlidos Iib1elllet/lc po, los Rcpteset/lallles del país.
Creo, repito, que nada tiene que "er este Iibetalis11l0 pu.
( ,amelJle políUco con los horrores de 10 que llamamos la (1 Re.
( voluGÍón francesa." Confundir el primero con lo segundo, es,
también, lamentable intransigencia.
y aquí viene bien resumir tambié~ doctrinas liberales
.í condenadas po~ la Iglesia, y especialmente por León Xl1/:
- - -
"1.' Que el t!incipio de la soberaníar~Jde esencia!.1J1enle
-""
. --
'-
en: la. nació n; ósea qUe el ¡¡Ileblo es f\lente~rema dI; la au- >
tarid ad;
2." Que es lícito al pueb lo derroc:ar por la fuerz¡l al legí- ( I
tilllQ gobe rnant e; (ó gob"rnan~ legíti mo);
3·" 'Que la Iglesia debe e~tar some tida.a l Estad o;
4." Que.!;l Estaq o debe . estar absol utam,e nte separ ado de )
la Igle~ vicev ersa; \
5,' La Jgles ia lib'.!'J.!lJ¡LEstado lib,t; (
6." La libe~t~-º de .fEltos;
7,." Las liE.-e.rtades ilimi tadas de pens<!..mienlo, palab ra, im-
prent a )1 e,!!,eñanza;
!
8." L,a instw cción pública,JillI;a y oblig atori a; y
9." El matri moni o civ,il.
Tal~ son los prin~il?ios libera les que repru eba la Igles
ia 'Í
católica. Ni más ni menos~ (Rafa el María Ca1tqsquilla).
Com pare el lecto r estos dos libelalismos, y si su comp a-
ración no es superficial, de segur o que halla rá difer encia s bien
susta ncial es entre ellos, y un verda dero antag onism o.
x
La mitad , por lo menos, de los colom biano s perte nece al ~ '¡ "
parti do libefal. Onos pocos, relati vame nte, dé es()s libelales,
-
cono cen y profe san el liberalismo cond enad o por I~ Igles ia;
el resto, cua;CYO ñias; alcan za á profesar el libetalismo puta.
mente político ó 'tpublicano, el cual, oi bien se mira, tamb ién lo )
profe sa el parti do conse rvado r en masa, y aun el clero. Por re-
gIa gener al, las masas, las 'turba s, son mate ria plást ica y no I
tiene n otro parti do que el del sarce dote, ó- el del -prim er gamo-
~-

nal ó caciq ue que sabe ganar las para su causa .


Hay much ísima s muje res que tamb ién se llama n libetqles,
ó que perte necen al partid o apell idado liberal. Pero ellas,
como las consetvadOtas, son católicas, apostólicas, romanas, es
decir , todas cle,icales. No cono cen ningu no de los error es lib.,.(
,ales cond enado s por la Iglesia. No son, pues, libe,a l.. sino de l
nomb re, porqu e ni_au n dellib elluis lno tu, amente político en-
tiend en cosa.
Su liberalismo proce de de que los conservado, es les reclu -
taron su padr" , ásu herm ano, á su marid o ó á su hijo, y los \
i
hicie ron morir en la guerr a, qued ando ellas priva das de ese
cOD.uelo Ó de ese apoy o; de que no canta n alaba nzas á los

-50 -
conservadO/lS que ultrajaron á algún miembro de su familia
llevándolo á la cárcel, ó arrancándole alguna contribución in-
justa, etc.; de que no quieren llevar el mismo apodo político
de la familia A ó de la familia B, 'COn la cual están reñidas;
de que pertenecen al partido á que pertenecen su padre, ó
su madre, ó su hermano, ó algún miembro notable de su fa-
milia, ó algún protector; ó de que la palabra lib.,al les suena
mejor que la de conSBIvadOl ó godo. Su liberalismo consiste,
finalm~tt'!, en no su conselvadotas. Frecuentemente, pues, y
salvas rarísimas excepciones, las mujeres liberales colombianas
no son tales libetales, aunque se llamen asÍ. No son otra cosa
• que pararrayos políticos, ángeles de paz en sus hogares, que
no saben otra cosa que orar, y prodigar amor y ternura á to-
(
dos los miembros de su casa y su familia, especialmente entre
los que están divididos por la maldita pasión política.
¿y es contra estas pobres mujeres contra las que nos-
otros los sacerdotes nos lanzamos, más é menos iracundos,
(?
)
domingo por domingo, desde el púlpito, ya tratándolas á ellas
como libelales, en el sentido odioso de esta palabra, ya tratan-
( do de ateos, de masones, hetejes, Iadtones, excomuil:ados, etc., á
) los liberales de su casa y familia? ¿ Es así como les pagamos á
( esas señoras devotas su piedad, sus limosnas para el culto, su
amor á la Iglesia y á sus ministros? Castigar en ellas lo que
decretaron los legisladores ó magistrados contra nosotros y lo
que ejecutaron algunos, casi siempre á despecho de ellas, ¿es
justo, es racional, es siquiera culto, hidalgo y generoso?
No conozco nada más funesto para Colombia que esa
confusión de libClalismos, que ·esas tun~ i'EP0líticas que á
ciegas y á tientas descargamos, casi sin cesar, sobre tode el
que se llame libelal, aunque no lo sea. "Quien no está con mi-
( go está contra mí "-decimos-y nos disparamos inconsidera-
( dos conira los libela/es presentes y ausentes, aU!'.9ue sean libe-
tales de saClistía, y paguen la primicia y se confiesen.
¡A cuántos /ibetales no hemos alejado de la Iglesia y de
los sacramentos con tal conducta! ¡A cuántos no les hemos
hecho odiosa la misa, la predicación, la confesión, el gremio
) sacerdotal, la religión de que somos ministros, y muy más
( odioso al mismo pa,lido consetvadot, al cual pretendemos
atraerlos! ¿Es éste el modo de hacernos, "todo ' para todo.
para ganarlos á todos," según la palabm del Apóstol?
- 51 --

A lo único á que está oblig ado todo católico es á no ser


libeta l, en el senti do en que está cond enad o ellibe talism o por )
la Iglesia. Pero ¿quién le ha orden ado, quién pued e orden ar )
á ese católico que sea consC1vado,t ¿En dónd e está el man-
dato papa l ó episc opal que le oblig ue á ello?
¿No enseñ a el mismo León XliI en su Encíc lica Libettas
.. que si se trata de las mate rias libres que ha dejad o Dios á
las dispu tas de los homb res, cada uno pued e form arse su opi-
nión y expre sarla libre ment e; que no se opon e á ello la natu-
¡
raleza; y que tal libert ad, lejos de llevar á lo~ homb res á que
oprim an la verda d, los cond uce á busca rla y darla á cono- I
cer? ... Prefe rir uu gobie rno temp lado, de formas demo crá-
ticas, no es contr a el debe r, siem pre que se resRcle.-la goctr i-
na católica sobre el orige n y ejerc icio del Pode r público. Con
tal de que sea de suyo idóne a para procu rar el bien de los
ciuda dano s, nin@ !!a form a de gobie rno es rechazada....por la
Iglesia." (Encíclica Ligertas) .
.. .... No repro bamo s que el pueb lo tenga parte mayo r ó
meno r en el gobie rno: tal cosa en cierto s tiemp os y' bajo cier·
tas leyes, pued e ser no sólo una ventaja, sillo un debe r para
los ciuda dano s .•.• Cuan do se trata de cuestiones !netamente (
políti cas, como de cuál es el mejo r géne ro de gobierno, si I
conv iene tal ó cual sistem a de admi nistra ción civil, son per-
mitid as hone stas diver genci as." (Encíclica [mmo , tale DCI) .
.. No todo parti do consetvado, es católico, dice Carrasqui-
ll~ .. Entre los católicos, la doctr ina conse rvado ra es la -apli-
cació n á la política de las enseñ anzas de la Iglesia. Pero esos
pa. tidos consuvado,cs tiene n, amén de lo funda ment al, sus teo- >
rías sobre cuest iones muam ente políticas; y ellas 110 son, como
?
es obvio, obligatotias, en conci encia , para nadie. ASÍ, pues:
pued e un. homb re ser consC1vado, SIN SER CATÓ LICO; .pued e un /
catól ico-y á veces de6e -no pettenecet á deter mina do parti do
conservador. "
¿Con .9ué derec ho, pues, prete ndem os conm vatiZ at á pa-
los á ~s lib"al7:s? ¿No es esto una opresió;'-. una intran sigen -
cia? ¿No es la Religión .. un yugo suave, una carga ligera "?
¿Es así ~ose pract icael ptaeátca in omni patientia et docl1i-
na de San Pablo, el .. todo por amor , nada por fuerz a" de
- 62-
SaI).F ranci sco de Sales? ¿Cómo quete mos hacer le aban dona r
á nadie su parti do, si no empezau¡os por darle el ejemplo,
aban dona ndo prim ero el nuéstro?

XI

--
en la políti~a del país? Dos cuest ~ -
¿Tien e el sacer dote colom biano el derec jlo de intervenir
-- iones impo rtant es envuelve,
en mi conce pto, esta pregu nta: la prim era sobre el derec ho y
el uso de ese derec ho, y la segun da sobre cuál sea la clase de
políti ca en que aquél pued e intervenir.
El sarce dote tien~-.gebe tener, el derechQ. constitucio-
nal de elegi r y ser elegidó, de llamarse consetvado, ó liberal,
de trab~ar en elecciones, de habla r J escri bis etc., como
cualq uier otro ciudada~ U na Constitución que le niegue ese
derec ho, ó que se lo restri nja excepcionalmente, es una Cons-
tituci ón ma¡a ó i';per lecta . En esto no cabe duda .
¿Por qué no podrí a él ir al Congreso, ó á una Asamblea
Legislativa, á repre senta r allí á los pueblos, cuyos males y ne-
( ctlsidades de segur o cono ce mejo r que cualq uier lego? ¿Por
( qué no podrí a él repre sen tar allí los intere ses católicos de su
) Patria? ¿Por qué no podrí a instru írse en las cienCias políticas,
( para ilustr ar como orado r parla ment ario las cuestiones que
allí se discutan, espec ialme nte las de fuero mixto? ¿Por qué
habrí a de estor bar allí su prese ncia, más bien que inspi rar res-
peto, espec ialme nte á los diput ados jóvenes, y aun á la. ba-
rras? ¿Por qué habrí a de priva rse á la nación del conti ngen te
( de luce. de un sacer dote patri ota y republicano, y á los pue-

~
blos de los servicios más ó menos impo rtant es que ese sacer-
dote pudie ra prest arles , contr ibuye ndo á dicta r leyes justas,
á ensan char la liber tad econó mica y admi nistra tiva de los
municipios, etc? Cuan do el parti do liberal, en 1863. le hizo
paria, excluyéndole de las urnas, no fue á "él á quien dañó :
fue a!PUeblo, fue á la Patri a! " -
Mas no hay que confu ndir el derec ho con el uso del de-
recho , porqu e esta confusión esfecu nda en males para la Igle-
sia y para la sociedad. No siem pre que uno tiene un derec ho,
debe estar hacie ndo uso de él. Dere chos hay acom paña-
dos inevitablemente del impe rioso debe r de renunciarlos, de
no hacer uso de eUos. ¿Por qué? Por prude ncia, por evitar
- 53-

males, para ocasionar bienes, en obsequio de la paz.y la con-
cordia (r).
Rara vez podrá convenir en Colombia que el sacerdote
que tiene el derecho de votar vaya á las urnas á confundirse con
los conselVadO/ts en los plebiscitos ó comicios electorales
de ésto., máxime si están muy fogosos y apasionados los dos I
bandos· políticos, ó si uno de ellos, especialmente el llbC7al,
está oprimido en sus derechos. Nada más exótico, nada más
perjudicial, que la presencia de un sacerdote allí, si no va
como juez de yaz, imparcial y neutral. León XlII, no hace
muchos años, por medio de su Delegado en Madrid, prohibió
esa intervención electoral al clero ;;p""tiiol, porque "¿con qué
confianza podela ir un vencido por el sacerdote en las eleccio-
nes, al día slguiente de éstas, nepositar en éí,Comc confe-
sor, los Íntimos secretos de su conciencia?" CaSI todas las
persecuciones de que los sacerdotes hemos sido víctimas en
Colombia tienen su origen, su expfícacion, en las intrigas
electorales del clero, en las triquiñuelas y fraudes y vivezas
de los curas y los conservadores contrLIQselectores liberales.
" Quien siembra \"ientos, recoge tempestades."
¿Deberá, pues, el sacerdote hacer uso de su derecho de
votar en las urnas populares, ó deberá más bien alejarse de
ellas? Hoy se le deja votar, pero con la condición tácita de
votar por quien le digan los que se dicen sus partidarios, sus
defensores, sus protectores; pero á nadie se le permite votar
por él. Los conservadores como que se ave~güenzan de tener
frailes en las curules del Congreso. i Pero el clero no se aver-
güenza de votar por ellos, desafiando las iras del partido li-
beral, para el que "no hay deuda ,que no se pague ni plazo
que no se cumpla." ¡Qué generosidad!
¿Deberá, pues, el sacerdote colombiano hacer uso de su
derecho de votar, ó deberá más bien renunciar á él?
Y si la lucha electoral es entre dos candidatos católicos,

(1)" En toda acción, dice San Bernardo, considéra: L·, tli es lícitaj
2.°, si ea decente; y 3. o. si es conv~Diente." Y pone primero la iicitud- y la
tIeemclG; p"rque, si DO es lícita, DO se ha ue hacer, aunque sea cUun~ y
MnNnUn~; Y si DO es decente, no se ha de hacer, aunque sea con'Den1'ente
llici/D; 1 sólo re ha de hacer cuando es lícita, decente y conveniente ,
la vez.
• - 54
( ¿qué necesidad hay de ayudar con predicaciones, intrigas,
I fraudes y adhesiones á la división de los feligreses y de los ciu-
dadanos, y al incendio de la Patria?
En materia <;le elecciones puede el sacerdote (y aun debe
en muchos casos) instruír á los católicos sobre sus deberes
como electores, sobre todo cuando se presentan candidatos
enemigos de la Iglesia; pero en el ejercicio de su ministerio,
es decir, como predicadores, su l~guaje depe llevar nú"'eto,
pe~o y ",ed!da: ni una palabra_imprudente, ni injuriosa para
nadie. En su casa, como persona particular, yá podrá dar ins-
t;;;ceiones más concretas, ó responder á las consultas que se
le dirijan, mas no apareciendo nunca como apaniaguado de
los conservadores, porque esto rebaja su dignidad.
Si los empleados le piden consejo como electores, su de-
ber es decirles la verdad, y nada más que la verdad, basada
en la justicia: Voten ustedes con su razón y su conciencia,
jj

sin temor de perder sus empleos, aunque se les amenace con


esto. Ustedes no son empleados de los gobernantes, sino de
la Nación, que es la que les paga y á la que ustedes han jurado
servir bien y fielmente. ¡Cuidado con un perjurio! y cuidado
con las trampas y violencias!" El mismo consejo podrá darles
á los militares, que también son empleados de las Nación y no
de los gobernantes.

XII

¿ En qué clase de política puede ó debe intervenir el cle-


rO sin desdoro de su alta dignidad?
En primer lugar, ¿qué es política? "Es el arte de gober-
nar y dar leyes para mantener la tranquilid~d pública." Hoy
no tiene el sacerdote el derecho de ayudar á gobernar, ni de
ayudar á hacer leyes: sóf'!..-tien~ eldebet de "mantener la
tranquilidadpública." A esto se reduce hoy su intervención
en la política, y á preOíéar contra el libclalismo, y á votar en
Jasclecciones y á leer los periódicos más ó menos apasIOna-
dos del partido, y á hacer lo que se le mande.
De un modo general, no.!s decoroso para el sacerdote
ser partidario de un lego politicón Ó patriotero, que le lleve
del cabestro. "Quien dice partido, dice parcialidad." Un sa-
cerdote con ídolos políticos, incensando al pocg,r, es una ano-
-66-
) clava de ningú n parti do y doble garse servi lmen te á las anuda-
bies exige ncias de la políti ca."

XIU
El sacer dote es otro Crist1:>. Su digni dad es super ior
-- _. -
á la de los reyes, á la de los ángel es y;en cierto modo,
aun á la de la Madr e de Dios. Y esa digni dad noes propie-
dad de éFlo esa" la Iglesia; es un Oepo sifos agrad o que
Dios le confí a para bien de la huma nidad . No pued e, pues,
alqui larla á los caciq ues de aldea , á los farsa ntes y fulleros
de la políti ca; no pued e vend erla, ni entre garla á nadie ; no
pued e arras trarla en el fango de las pasio nes políticas; es su
pudo r, y no pued e prost ituírl o. Esa digni dad, ó la influencia
que ella propo rcion a, no pued e pone rse sino al servicio de
Jesuc risto: no pued e ser instru ment o de ningú n homb re, ni
de ningú n parti do, que quier an explo tarla á su capri cho.
/i Las cosas santas debe n tratarse santamente." "Las mar-
garit áspre ciosa s no son para los cerdo s." No le es lícito
al sacer dote atrae rle perse cucio nes á la Iglesia, ni al grem io
de que él hace parte . El espír itu de partid o en un sacer dote
es la ruina espir itual de much as almas, y causa de much as
guerr as civiles, de much as lágrim as y sangr e, de que tendr á
que dar estre cha cuen ta al Dios de la Justicia.
La Relig ión de que somo s Mini stros es una Relig ión de
paz, de carid ad y de justic ia. Si no somos pacíficos, no somo s
homb res de buen a volun tad. Si no amam os, somos demo nios.
Si no somo s justos, no somo s hombres de bien.
Entre los libe/a les tenemos much ísimo s amigos, y much os
enemig~s entre lOS cOflselvadcnes. Separados los unos de los
otros por interese's pOlihcos, aun más que por las ideas reli-
giosas, sus pasiones son unas mismas, y sus virtudes y sus vi-
cios son iguales y comn nes: son homb res todos. ¿ Por qué ha-
cer acepc ión de personas?
Es más hidal go darle la mano al caído que arroja rlo con
el pie; estar del lado del oprim ido, que sonre ír con el opres or;
ser amig o del que sufre, que senta rnos á la mesa del que cau-
sa sus sufrimientos. ¿Ten emos qué vengar algunos agravios?
Pues sea nuest ra mayo r veng anza el más noble y gener oso
perdó n . _\'oblesse oblige.
- 57

ji Cond olers e de los error es de los homb res, toler ar sus


debil idade s, instru Ír sus almas , tratar con dulzu ra sus enfer -
meda des mora les, alejar los de la ocios idad estim uland o sus
traba jos, ocup arse activ amel üe en todo lo que pl1ede perfe c-
cionar el géner o humano, SOCOttC1 constante y valao same nte á
los ojn imidos, conttat1estando la injusticia, descub,.i, al podet los
abusos de sus agetltes, haeet ftente al espÍtitu de pattid o y de dis-
c01dia con el espí1itu de Otden y de UniÓ1¡, aonsolar á los des-
graciados, calmar las pasiones .i.rritadas, conciliar con la tole-
rancia las opiniones encontradas, amansar á los fuertes) sos-
tener á los débil es, dar á todos el noble ejem plo de amor á
una liber tad racio nal, de adhe sión á las leyes y al gobie rno;
últim amen te, contr ibuír por todos los medi os posib les á hacer
felice s á los homb res, que la natur aleza hizo igual es y herm a-
nos, t~les son los debe res dulce s y sagra dos de la bmevolell-
cia," (Citolegia).
¿No serem os benévolos siqtÚ ela con nuestros hermanos
liberalest Oh! sí: y más que benév olos, justos, Abog arem os
por sus derec hos, por su ració n de libert ad, y, suced a lo que
I
suced a, y duéla le á quien le dolie re, clam arem os hasta enron -
qllec ernos , dicie ndo con JuJ~rboleda :
--
"¡ Exclu sión de las perso nas de malas costu mbre s de to-
dos los pue~ públi cos,s ea cual fuere el col~olítico á que~
(
perte nezca n! i Llam amie nto á los mism os puest os de los ha m-
I
--
_
bres de bien .-
- de todos- los parti dos, que tenga
. . .

desempeñarlos! "
n aptitu des para
--
Y no opon ernos POI' ningún 1fudiii injusto ó indi..t!Jo á que
vuelvan al poder, aunque sea á perseguirnos de nuevo. ¿ Por
qué tanto temor á sus per~cuci~s? Estas son nuestra ele~
vació n y sons u caída: las perse cucio nes engrandecen. ¡Ben -
ditas perse cucio nes por las cuale s brilla tanto la Igles ia neo-
grana dina, y que han-hecn o_de su clero E.l"· imer o tal vez de
la Am~rica del Sur! No nos honr a ese temo r. La Igles ia dice
como San Pablo , elApós tol de las gent es: Cum ilzji11lwY, t,me
potens SUtil. Prefi ramo s mil veces una perse cució n decla r ada
por parte de nuest;:os enem igos, áUñaprote cción ~entida.1_
-~
-- ó
intere sada, --::de parte de los que se llama n nuest ros defen so-
res,y sobre todoL á ser instru ment os de opres ión y encub rido-
res de la iniqu idad.
- 5R-
Si Dio~olera á los liberales, ¿por qué no hemos de tole-
rarlos. nosotros? Seamos tan enemTgos des;;:libcralismo filosó-
fico cuanto queramos; pero ¿por qué no podríamos ser sus
> amigos personales cuando ellos no rechacen nuestra amistad?
No tenemos derecho á exigirles que piensen como nosotros
pensamos, que crean en lo que nosotros creemos. La fe es un
l \) dón de Dios: es Él quien la da, y no los raciocinios. "Con
sumo esmero, dlceLeón XIII en su ~ndc1ica lunn;,tale Dei,
cuida la Iglesia de que nadie sea obligado por fuerza á abra-
\ zar la fe católica, porque, como dic~biamente San Agustín:
( el hombre no puede C/Cet sino 'i'::etiClldo."
Dios mismo, según Santo Tomás, no exige de los hom-
bres el concurso uniforme de sus opiniones, sino la uniformi-
dad de sus voluntades para el bien.
11 Hay opiniones libres y principio5 necesarios, en materia
de fe y buenas costumbres." La Santa Sede calla acerca de
muchas opiniones controvertibles, aun entre los mismos teó-
<, Iogos. "Dios ha entregado el mundo á las disputas de los
( hombres," dice la Biblia, Sálvense los principios primordiales
de la Religión y la Moral, y dejemos á todos el derecho de
opinar.
Un liberal que está en comunicación religiosa con su cura,

~
y por medio de éste con su obispo, y por el órgano de éste con
( el Vicario de Jesucristo, á quien todos estamos obligados á
./ obedecer, no es libetal, sino católico legítimo. Contrariar este
principio práctico es el colmo de la intolerancia, de la intran-
sigencia, de la injusticia. Acatar este principio es contribuÍr
) poderosamente con él á la gloriosa y salvadora empresa de
colocar" un puente sobre el abismo," y salvar á Colombia.
Es preciso terminar. Más se cansará usted al leer esta
carta, que lo que yo me be cansado al escribirla. Me apresuro
á enviársela original, sin dejar copia de ella. Entusiasmado
con la lectura del artículo de usted Un pumle sob" el abismo,
( me senté á escribirla inmediatamente, saliera lo que saliera, y
salió. ___ lo que usted ve: una intransigencia contra
_ los in-~I \
_ .______

transigentes. Pero tuve necesiáad de todas esas excoriaCIones


y resolutivos para descubrir la cancerosa llaga, y aun mostrár-
sela al paciente.
¿Lograremos curar al enfermo? ¡Dios lo sabe!
- 59-
En el_s_entid~ del bien, "más vale intentar algo que no íJ
intentarlo," dice Lacordaire.
Intentémoslo I
Quedo de usted afectísimo amigo y compatriota,
BALTASAR VÉLEZ V.

Presbítero.

--
P. S.-Someto humildemente este descosido escrito al
--
juici~l Episc;opado colombiano y al de los sacerdotes ilus-
trados de sus Diócesis.
A los sacerdotes á quienes él pueda haber ofendido, les
pido perdón y les confieso que yo mismo soy uno de los
ofendidos en él. pues no soy_el llamado á "tirar ~imera
pi{!dra."
Si, no obstante, alguno desea replicar, ó entrar conmigo
en una discusión digna acerca de este improvisado Y desgar-
bado trabajo, estoy á sus órdenes.
BALTASAR VÉLEZ V.

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