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Óscar González

y Pablo Sagarra

EL LIBRO
DEL
SOLDADO
DE LA WEHRMACHT

Ilustraciones de Antonio Gil


ÍNDICE

Introducción .............................................................................................. 11

1. EL EQUIPO DEL SOLDADO ALEMÁN ..................................... 15


2. ALEMANIA TRIUNFANTE. GUERRA RELÁMPAGO
EN POLONIA Y FRANCIA ..................................................... 21
3. LOBOS GRISES EN SCAPA FLOW ........................................... 29
4. JUNKERS JU 87 STUKA: EL SÍMBOLO DE LA BLITZKRIEG ......... 37
5. GEBIRGSJÄGER. LOS HOMBRES DE DIETL ............................. 43
6. FALLSCHIRMJÄGER: «SORPRESA, BLOQUEO, PÁNICO» ........... 51
7. LA KRIEGSMARINE AL INICIO DE LA GUERRA ......................... 59
8. LA BATALLA DE INGLATERRA ............................................... 65
9. CRETA: LA TUMBA DE LOS PARACAIDISTAS ALEMANES ........... 73
10. OPERACIÓN BARBARROJA ............................................... 82
11. EL GENERAL FAVORITO DE HITLER ...................................... 91
12. LA GUERRA EN EL NORTE DE ÁFRICA .................................. 101
13. EL OCHO CON OCHO ........................................................ 109
14. VOLUNTARIOS EXTRANJEROS EN LA WEHRMACHT .............. 113
15. RUSOS CONTRA STALIN .................................................... 121
El libro de l soldado de la We hrmacht

16. LA WEHRMACHT RODEADA: LAS BOLSAS DE DEMYANSK


Y CHOLM ....................................................................... 129
17. CAÑONES AUTOPROPULSADOS ALEMANES:
LOS AUTÉNTICOS PANZER ....................................................... 135
18. LA TERRIBLE DERROTA DE STALINGRADO............................ 141
19. ARMAS ANTICARRO DE LA WEHRMACHT............................. 147
20. KURSK: LA BATALLA DE CARROS DE COMBATE
MÁS GRANDE DE LA HISTORIA................................................. 153
21. AMETRALLADORAS Y SUBFUSILES DE LA WEHRMACHT......... 159
22. LOS SERVICIOS Y LA LOGÍSTICA EN LA WEHRMACHT............. 167
23. ALEMANES EN ITALIA: EL HÉROE DE MONTECASSINO........... 175
24. ALEMANES EN NORMANDÍA: UNA TUMBA EN ORGLANDES................ 181
25. EL TEMIBLE CARRO DE COMBATE KÖNIGSTIGER................... 187
26. LA DEFENSA DEL REICH..................................................... 193
27. UN FUERA DE SERIE DE LA LUFTWAFFE................................ 199
28. COMANDOS DE ATAQUE DE LA KRIEGSMARINE.................... 205
29. ARMAS SECRETAS Y NOVEDOSAS DEL III REICH.................... 213
30. EL DERRUMBE DE LA WEHRMACHT: LA BATALLA DE BERLÍN............... 219

Bibliografía................................................................................................ 227

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Introducción

Se lee tranquilamente en un sillón o en la cama la historia de Verdún o


de Stalingrado, con las nalgas bien caldeadas, sin comprender, y al día si-
guiente se reanuda el apacible quehacer... No, estos libros hay que leerlos en
la incomodidad, forzadamente, considerándose feliz de no verse obligado a
escribir a los suyos desde el fondo de una trinchera.

Guy Sajer, veterano de la División Grossdeutschland,


El soldado olvidado.

Las victorias auténticas y duraderas son las de la paz, no las de la guerra.


Ralph Waldo Emerson

D
ADA la historicidad de nuestra naturaleza humana, debemos se-
guir tendiendo la vista hacia el pasado. Estaríamos desubicados, en
nuestro inquietante tiempo presente, si no entendiéramos los avan-
ces y retrocesos ocurridos en el anterior siglo xx. Para saber hacia dónde se
dirige nuestra sociedad, hay que conocer la fractura, europea y mundial, que
supuso la Segunda Guerra Mundial.
Entre 1939 y 1945 el planeta se lanzó a la autodestrucción. Con raíces en
la «absurda Gran Guerra» de 1914 a 1918, países totalitarios y democráticos,
El libro de l soldado de la We hrmacht

algunos de estos últimos sumidos en agudas crisis, se enfrentaron entre sí a


muerte. Como indicó Paul Johnson en Tiempos modernos, el Estado fue el gran
triunfador de la pasada centuria y también el gran fracaso por las destrucciones
que provocó al sojuzgar, con desprecio de la dignidad humana, tantas naciones
y pueblos. Ciñéndonos al período de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania
nazi estuvo en el origen y en el epicentro del conflicto. Sin embargo, la agresi-
vidad y la belicosidad no fueron solo patrimonio de Hitler y de los alemanes,
ni mucho menos.
Pero no caminemos ahora por dicha senda. Baste indicar la necesidad que
tenemos hoy en día de profundizar en el ejército del III Reich, en su armamen-
to y en su capital humano, elementos con los que Hitler fue capaz de dominar
casi toda Europa durante cinco años. Queremos hablar en particular del alma
de la Wehrmacht, de sus soldados, de aquellas dos generaciones de hombres,
alemanes en su mayoría, más de veinte millones, que vistieron el emblemático
uniforme Feldgrau. Y debe reconocerse que es una prenda que, en virtud de la
realidad acontecida y de la propaganda aliada contemporánea y posterior, ha
quedado, en gran medida, manchada por los horrores y crímenes cometidos
o consentidos por los dirigentes máximos del III Reich, especialmente en su
infame persecución racial, y por los que, vistiéndola, actuaron con deshonor
en el campo de batalla o fuera de él. No obstante, jamás, cuando se trata de en-
juiciar la catadura humana y moral de un colectivo como pueda ser un ejército,
caben las generalizaciones. La verdad histórica exige, en su caso, individuali-
zar, ir a los protagonistas para entender mejor los hechos.
Nuestro objetivo en estas páginas es hablar del soldado de la Wehrmacht,
de los materiales que utilizó y de sus vivencias bélicas. Un cartel nacional-
socialista de la época indicaba: Harte Zeiten, Harte Plifchten, Harte Herzen
(tiempos duros, deberes duros, corazones duros). Los tiempos y los deberes
que se abatieron sobre el soldado alemán fueron, efectivamente, duros, y así lo
demuestra la historia que escribió desde Polonia, Narvik, Creta y Tobruk hasta

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Óscar González y Pablo Sagarra

Stalingrado y la defensa de Berlín, pasando por los mares de medio mundo.


Qué duda cabe de que había que tener un corazón duro para resistir la guerra,
pero duro no debe considerarse sinónimo de inhumano o autómata. El soldado
alemán, con su carga de emociones y afanes, y como todo soldado abducido
por la tolvanera de la guerra, tuvo que luchar, matar y morir. Más de tres millo-
nes de ellos, junto a dos decenas más de millones de soldados de otros países,
no volvieron a sus casas. Para nosotros no pueden ser cifras frías. Setenta y dos
años después del final de la guerra, es posible acercarse con serena objetividad a
estos protagonistas y mejorar el conocimiento de su idiosincrasia y de sus
acciones.
En este libro presentamos una síntesis del soldado de la Wehrmacht. A tra-
vés de treinta láminas analizaremos los cuerpos, armas, personajes y campañas
más característicos de aquella revolucionaria máquina de guerra, asistiendo
a su expansión y a sus victorias, así como a su caída y derrota final. Fieles a
nuestro estilo, junto a la síntesis y la erradicación de tecnicismos, hemos in-
corporado, en primera persona, a varios protagonistas. Sus testimonios añaden
más luz y color, más inteligibilidad al drama humano que nos proponemos
estudiar. Mirar los acontecimientos a través de los ojos de los que los pro-
tagonizaron es parte esencial de nuestra manera dinámica de acercarnos a la
historia. Así, apoyándonos en los dibujos de Antonio Jesús Gil Ortega, hemos
buscado un relato ágil y cercano. Queda a juicio de los lectores el que lo haya-
mos conseguido.

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1
EL EQUIPO DEL SOLDADO
ALEMÁN

E
n el uniforme alemán, cuya estética se cuidó con esmero desde la época
prusiana, anterior a la unificación de 1871, el símbolo más visible era el
águila del pecho, la denominada Hoheitabzeichen o emblema de sobera-
nía. La lucían todos los rangos encima del bolsillo pectoral derecho, en la mayor
parte de las prendas de uniforme, e identificaba al portador como apto para llevar
armas. La versión que usaba el ejército fue introducida el 17 de febrero de 1934,
con efecto del 1 de mayo, y representaba un águila con las alas rectas, extendidas,
agarrando una esvástica rodeada por un círculo. La Luftwaffe (al igual que la Wa-
ffen-SS) introdujo su propio estilo: el águila no era estática, sino que extendía sus
alas en una postura dinámica, sujetando con sus garras una esvástica sin círculo.
Tras las disposiciones del 8 de abril de 1935, comenzaron a aparecer las
distintas prendas del nuevo uniforme alemán. En realidad, estos uniformes
e insignias eran una continuación de las tradiciones de los precursores de la
Wehrmacht. A finales de 1935 quedaron regulados los principales modelos de
uniforme. El color básico era un gris verdoso, introducido el 2 de julio de
1929, al que se le denominó Feldgrau (gris de campaña).
El libro de l soldado de la We hrmacht

Soldado de la Wehrmacht descansando. Son visibles su cantimplora, cartucheras,


botas y casco reglamentarios.

En cuanto al equipo de combate alemán, era muy funcional, relativamente


ligero de peso y bien diseñado. La calidad comenzó a deteriorarse a partir
de 1942, cuando aumentó el uso de materiales alternativos en detrimento del
cuero, bien escaso en la Alemania de los últimos años de la guerra, aunque
se procuraron conservar siempre los estándares altos del característico diseño
alemán. En acabados lisos o granulosos, el material más empleado en el equipo
de combate alemán fue el cuero, principal componente de cinturones, tirantes,
cartucheras y pistoleras, además de esencial en ribetes, correas y refuerzos.
Hablemos del gran icono de la Wehrmacht, que fue, sin ninguna duda, el
casco de acero (Stahlhelm), cuyo modelo M35 fue introducido en junio de

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Óscar González y Pablo Sagarra

1935. Dos años después, ya se había producido cerca de un millón y medio de


unidades. El origen de este casco es el modelo utilizado por el ejército alemán
en 1916, en plena Primera Guerra Mundial. Este primer casco moderno, aun-
que menos estético que el clásico Pickelhaube, el casco de «pincho» prusiano,
era más eficaz frente a esquirlas y balas. Fue un casco revolucionario, concebi-
do para proteger el cráneo hastapor debajo de las orejas y cubrir los ojos.
La producción del sofisticado M35 era lenta y exigía mucho trabajo. El
punto de partida del proceso era una plancha de molibdeno de entre 1,1 y 1,2
mm de espesor, sobre la que se realizaban varios procesos de estampación y
templado hasta conseguir la forma deseada. El borde del casco iba moldea-
do hacia el interior, terminándose manualmente, a golpe de martillo, en un
último templado. El casco disponía de cinco orificios: dos para remachar los
agujeros de ventilación y otros tres de mayor tamaño para fijar el guarnecido.
La última parte del proceso de producción consistía en el pintado y secado
al horno. El peso final del modelo variaba entre 810 y 1.170 gr. Como seña
inequívoca, en ambos lados del casco aparecían impresas dos calcomanías:
en el izquierdo, el águila de la Wehrmacht plateada sobre fondo negro, con
las alas plegadas, y en el derecho, los colores nacionales del Reich (negro,
blanco y rojo). Pero no duraron mucho; en 1940, y por razones de camuflaje,
se eliminó oficialmente la de los colores nacionales y en 1943 también desa-
pareció la del águila, aunque su uso continuó a lo largo de la guerra.
Durante la contienda, el proceso de fabricación se simplificó. La evolución di-
recta del casco M35 fue el modelo M42, con una forma idéntica, pero con varia-
ciones notables en su proceso de producción. Solo se sometía a cuatro fases de
estampación y el rebordeado hecho a mano fue sustituido por otro más tosco y
afilado. Además, al casco se le aplicaba una pintura mezclada con viruta de hierro,
obteniendo un acabado rugoso y un color grisáceo. Una curiosa variedad del casco
de acero M35 fue especialmente diseñada para las tropas paracaidistas. Este mode-
lo, denominado M38, carecía de cogotera y contaba con unos recortados laterales

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El libro de l soldado de la We hrmacht

y visera, en un intento de eliminar cualquier saliente del casco que pudiese engan-
charse durante el salto y dañar fatalmente los atalajes del paracaídas.
A pesar de que el acabado de los cascos era mate, con el uso la pintura desa-
parecía, dando lugar a brillos que suponían un peligro para el soldado, al poder
ser avistado por el enemigo. Para evitar este riesgo, el combatiente de la Wehr-
macht ideó fórmulas de camuflaje: desde aplicar barro mezclado con pintura a la
superficie hasta emplear alambre o telas metálicas de gallinero para sostener fo-
llaje. Hasta se llegó a utilizar pasta de dientes para camuflar los cascos en zonas
nevadas. Durante los primeros meses de la guerra, la correa de la denominada
bolsa de pan se disponía de manera ingeniosa alrededor del casco para facilitar
la colocación de hojas o ramas. Pero a medida que el conflicto avanzó, se sumi-
nistraron redes y forros de camuflaje de doble cara (blanco y camuflado), aunque
su distribución se reservó principalmente a tropas de élite y de primera línea.

Gott mit uns

Ceñidor con la inscripción Gott mit uns.

El lema Gott mit uns (Dios con


nosotros, en alemán), presente en
la hebilla del ceñidor del soldado
alemán, no fue un lema gestado
durante el III Reich, sino propio
del Reino de Prusia desde 1701,
adoptado a su vez casi cien años
antes, en la Guerra de los Treinta Años, por la Unión de Brandeburgo-Prusia. Con la
unificación alemana de 1871 fue usado por el II Reich, y desde 1918 hasta 1945, por
el Reichswehr y por la Wehrmacht, sucesivamente. Tras el fin de la guerra, las fuerzas
policiales de la República Federal Alemana lo utilizaron hasta 1970. Proviene del latín
Nobiscum Deus, grito de guerra romano, bizantino y también de la Orden Teutónica.

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Óscar González y Pablo Sagarra

El soldado de la imagen, armado con el legendario fusil Karabiner 98k (carabina corta mo-
delo 1898), muestra buena parte del equipo del soldado alemán en 1939: tres cartucheras
de cuero negro a cada lado del ceñidor, cantimplora, botas de marcha, casco con calca con
los colores del Reich y gorro de campaña. Sus pantalones son de paño gris; no se confec-
cionaron con paño Feldgrau hasta 1940. Nótese la presencia de la bolsa de la capa antigás
(antihiperita), de un solo uso, colgada sobre el pecho. A diferencia de lo ocurrido en la
Gran Guerra, en la Segunda Guerra Mundial no se usaron armas químicas.

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