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imposible no admirar la habilidad con que usan sus armas y utensilios, su ingenio en la caza y la pesca, su exacto y preciso poder de observacisn», pero al mismo tiempo afirma que «la condicién real [de los salvajes] es todavia peor y mas abyecta de lo que me he esforzado en ilustrare. En las paginas de su obra se comparan diversas ar- tefactos prehistoricos de Europa y los que por aquel entonces se recogian entre las comunidades sometidas al poder colonial, como un hacha neolitica danesa y otra maori, Antes que Lubbock, a principios del siglo XIX, el cientifico danés PW. Lund envié hachas de piedra desde Brasil a fin de que se comparasen con las antigiieda- des de Dinamatea, lo que sitvié para que los primeros arquedlogos escandinavos identificaran las piedras pulidas como artefactos primitives (Hodder 1982a). Lo cierto es que este tipo de comparaciones se estaban realizando desde el siglo XVI, a rafz de la expansidn ultramarina de Europa. Pose a tados estos precedentes, en realidad la etnoarqueologia no comenz6 a des- pegar, tal como la entendemos ahora, antes de mediados de los afios sesenta, gracias sobre todo al esfuerzo de los investigadores estadounidenses. Si pensamos en la etnoarqueologia stricto sensu, podemos hablar de dos tenden- cias fundamentales que en fa actualidad conviven: la procesual (0 Nueva Arqueo- logia) y la posprocesual (0 arqueologia interpretativa, contextual, etc.) La etnoarqueologia procesual La etnoarqueologfa procesual se enmarca dentro de la légica neopositivista de la Nueva Arqueologia. Para dotar a la disciplina de un cardcter mas cientifico, Lewis Binford propuso, a principios de los afios sesenta del siglo Xx, volver la mirada ha- cia el trabajo de los antropélogos y los cientificos fisico-naturales (el propio Binford se formé en Biologia). En su opinién, un paso importante para hacer de la arqueo- logia una auténtica ciencia es ofrecer teorias contrastables, como las de la Fisica, y para ello resulta imprescindible disponer de marcos de referencia que permitan va- lidar las teorfas y dar lugar a otras nuevas. Por otro lado, si la arqueologfa pretende compararse a las «ciencias duras», debe aspirar a la generalizacién. Estudiar las cul- turas coneretas, como hacfa la escuela histérico-cultural, sin extraer deducciones més amplias, resulta equivalente, en el parecer de los nuevos arqueslogos, al andli- sis de la gravedad en distintas regiones del mundo, como si no subyaciese a todas ellas una misma ley general. Surgié asi una arqueologfa cuyo objetivo fundamental era descubrir reglas universales, transculturales, acerca de las sociedades humanas, Jo que implica el interés por los periodos largos y los procesos de larga duracién (de at el nombie). La analogfa etnogréfica y la etnoarqueologfa desempefiaron un pa- pel muy importante con vistas a cubrir los vacfos de la informacidn arqueolégica y fortalecer las comparaciones transculturales. Para ello, una de las herramientas mas tiles resulté ser el atlas etnografico del mundo realizado por G. P Murdock (1967), en el cual se recogen tabulados cerca de mil grupos étnicos, de los cuales se oftece informacién sumaria referente a la organizaciGn politica y social, parentesco, eco- nomia, tipo de asentamiento, etc., asf como los Human Relations Area Files (HRAF), de contenido semejante. No obstante, segiin PJ. Watson (1992), la Nueva Ar- queologia fue en principio, y hasta los inicios de los setenta, hastante recelosa de las comparaciones etnograficas, lo cual se puede explicar por el tipo de analogias que hacfan los arquedlogos tradicionales. De hecho, el auténtico apogeo de queologia procesual se produjo durante los afios setenta. etnoar- 17 Hay que destacar en la teorfa procestal la forma en que abrié los horizontes de la arqueologia, al mostrar novedosas ¢ interesantes posibilidades interpretativas, gracias a su hincapié en los fenémenos sociales frente a la mera atencién a los obje- tos (tipologia) de la escuela histérico-cultural. De la misma forma es laudable su hincapié en Ia rigurosidad del método y en la comparacién. Las teorias mas simpl tas sobre la sociedad dieron paso a complejos modelos, influidos por la cibernética, la ecologia y la teorfa de sistemas que triunfaban en los afios sesenta y setenta. Nor- malmente las conclusiones de los trabajos se expresaban en forma muy semejante a Jos enunciados fisico-naturales: «cuanto mayor es el ntimero de ceramicas en un conjunto de habitacién, mas disminuye el nimero de cerdmicas por mujer casada> (Gallay y Huysecom 1991). Las «eyes» que produce la etnoarqueologia procesual se enmarcan dentro de Lo que Lewis Binford llamé Middle Range Theory, es decir,

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