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EL NIÑO ENTRE LOS 12 Y 13 AÑOS 7º

La pubertad marca el comienzo de esa separación completa entre la propia


personalidad y el mundo externo, es una metamorfosis de la relación
volitiva entre hombre y mundo. Ahora la actividad se centra en conquistar
el mundo exterior, proceso que empieza en la prepubertad y culmina en la
pubertad propiamente.

Al muchacho antes de la pubertad, hay que orientarlo hacia el mundo en su


totalidad, para que, en ese todo universal, encuentre las energías morales.

En esta edad los niños se concentran en su propio género, en la formación


de clubes, donde excluyen a las niñas.
Las niñas adoptan un comportamiento diferente, se introvierten y se
encierran hostilmente hacia el mundo externo.

Son síntomas de esa edad: la ensoñación misteriosa, el cuchicheo


elocuente, la insoportabilidad y veleidad frente a los adultos.

EL NIÑO ENTRE LOS 13 Y 14 AÑOS. 8º

Empieza la maduración fisiológica de la muchacha con lo cual pierde


energías físicas.
En psíquico, hay motivos para el mal humor y la depresión.

En contraste con las muchachas, que en la pubertad, experimentan una


merma en su rendimiento físico, sucede lo contrario en el varón: revienta la
vitalidad y busca desfogue para su exceso de energías, ya sea en
actividades organizadas o en travesuras.

El segundo septenio muestra el despliegue psicológico: el pensar, el sentir y


querer, evolucionan dentro del segundo recinto de la propia personalidad.

En esta edad los muchachos pasan por un periodo de curiosidad fisiológica,


en la que desean saber como operan las funciones orgánicas; lo sexual tiene
inmediato significado biológico

Injustificadamente, suele definirse la pubertad como etapa de madurez


sexual, y así, a un aspecto del proceso multifacético, se le otorga indebida
notoriedad, colocándolo bajo una luz falsa. En sus conferencias
pedagógicas Rudolf Steiner sugirió sustituir el término “madurez para la
tierra”. Realmente, esa es la palabra indicada, pues el adolescente

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despierta, entonces, no sólo a la realidad del otro sexo, sino también a la de
la tierra como un todo, donde la separación de lo sexos no presenta sino un
modesto sector parcial.

EL NIÑO ENTRE LOS 14 Y 16 AÑOS 9º, 10º, 11º.

El adolescente busca una imagen del mundo, dentro de la cual él quede


ubicado en el cosmos etéreo.

Para el varón que, en ese periodo, se extraviarte, la tierra toda o, incluso, el


universo todo con sus fenómenos se le convierte en un campo de
interminables viajes de exploración. Depende de su grado de desarrollo, el
que los objetos de su interés sean más limitados o más variados. En esta
edad la esperanza y el fracaso son los dos polos entre los que se mueve su
vida; el adolescente siente el abismo que le separa de sus congéneres;
persiste aún la incomprensión de la propia interioridad, así como la
impotencia de cifrarla en palabras.
El joven de 15 años no se halla todavía en condiciones de ofrecer nada
equivalente; y todo lo que él exterioriza, siempre es distinto a lo que, en el
fondo, pretende.

Los jóvenes a los 16 años ya han trascendido su pubertad propiamente y


han entrado en la segunda fase: la vida emotiva que busca su síntesis con el
mundo. Con ello el diario adquiere un carácter totalmente distinto, y
predomina el elemento artístico.

Una vez que, en los años siguientes, se amplíe la imagen del mundo, y el
adolescente medianamente se haya adaptado a su nueva realidad, la
búsqueda de síntesis puede sumergirse todavía más en los estratos
profundos de su vida anímica, para encontrar allí su realización final.

La síntesis YO-MUNDO se convierte ahora en su síntesis YO-HOMBRE,


YO-COMUNIDAD, YO DIOS.

Es característico en los años posteriores inmediatos a la adolescencia, la


búsquela religiosa activa. El ideal religioso se persigue y se vive con una
tenacidad y una incondicionalidad como jamás vuelve a presentarse como
natural impulso interno. Incluso el materialista más empedernido mira, a
menudo, con sonrisa, aquel periodo pasado en que la religión y la poesía
todavía “rozaban su alma inmadura”.

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Para muchos, ese periodo significa el despertar a valores vitales que les
acompañaran en los años siguientes; para convertirse en valores personales;
para otros, es el periodo romántico, en el que, a semejanza de la edad
media, se libran torneos y se matan dragones, en honor a una lejana dama.

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