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Anaya, L. (2014).

Análisis del gasto público federal mexicano de la administración publica


en las áreas de educación, desarrollo social y salud durante la crisis económica de 2008-
2010. Toluca, México: Universidad Autónoma del Estado de México,

Luis Anaya (2014), en su texto Análisis del gasto público federal mexicano de la
administración publica en las áreas de educación, desarrollo social y salud durante la crisis
económica de 2008-2010, realiza un estudio del papel de la Economía Pública, en tanto
subdisciplina de la Ciencia Económica. Desde su abordaje, empieza mostrando diversas
definiciones de la economía pública donde involucra una serie de componentes de estudio de
ésta. Uno de ellos corresponde a los egresos públicos, a los que se otorgará más importancia.

Anaya retoma los aportes de diversos autores, entre los que destacan Musgrave (1967) y
Retcchkiman (1987), quienes le proporcionan los principios organizativos de la economía
pública. Desde tales aportes define el gasto público, a partir de tres planteamientos
conceptuales: la economía política , el derecho financiero y la administración pública.

Según Anaya, la economía pública realiza análisis económicos apoyándose de la economía


general, la ciencia política, contabilidad y administración pública. Y define a la economía
pública como el conjunto de “acciones del gasto público y de recaudación de ingresos
gubernamentales por las cuales se designarán los recursos, la distribución de los ingresos y
el nivel general de las actividades económicas dentro de la economía en la que el análisis
yace”. De igual forma, señala que los componentes que conforman los estudios de la
economía pública corresponden a los egresos e ingresos públicos, la deuda pública y la
administración financiera.

A partir de lo anterior, señala que las teorías y conocimientos se enlazan a la economía


pública de manera diferente por lo que deben tratarse de manera independientemente, sin
dejar de lado los métodos que sean necesarios para enlazar las contribuciones de la economía
pública. Respecto a los “ingresos y egresos analiza variables económicas como el nivel de
precios y la inflación; mientras que los egresos gubernamentales, destinados al desarrollo del
capital humano y la seguridad social, se miden con las variables de salarios y el empleo”
(Anaya, 2014, p.14). Considerando dichas variables, plantea que “la economía pública
provee el marco conceptual que incide en la manufactura de las operaciones financieras del
Estado, junto con la metodología de la ejecución de decisiones del sector público en la
economía, y su consecuente regulación” (Anaya, 2014, p.19).

Gracias a lo anterior, de acuerdo con Anaya, se pueden ir vislumbrando los aspectos


generales de la Economía Política que tiene la función de analizar continua y
concernientemente al mantenimiento financiero del Estado con el fin de llevar a cabo las
operaciones programáticas y emergentes del sector público, provocando que la labor del
gobierno sea la redistribución de ingresos y riqueza junto con la regulación económica al
sector privado.

Sobre esto último, Musgrave (1976) diseña un esquema de estudio de las actividades
económicas del Estado, que plantea en tres brazos económicos.

El primer brazo remite a la estabilización que recurre a la manipulación del presupuesto para
ajustar variables macroeconómicas tales como el empleo, el nivel de precios y la tasa de
crecimiento. La segunda extensión se encarga de la asignación de recursos públicos que satisfacen
las necesidades sociales generales como la educación y la defensa nacional. El tercer brazo
distribuye una cantidad de bienes para los individuos para mantener una distribución equitativa
de ingresos individuales que puede ser de resultados positivos o negativos. (Anaya, 2014, p.23).

Desde la óptica de Anaya, por medio de este sistema Musgrave buscaba confirmar su teoría
como una normatividad en todas las concepciones de ingresos y egresos. Proceso que permite
el establecimiento formal del campo de acción de la economía pública, porque según el autor,
permite analizar el gasto público, ya sea como satisfacción de necesidades de la sociedad, la
distribución de ingreso y riquezas y el desarrollo económico del Estado.

Coincidiendo con el autor, se identifica que existen diferentes nociones sobre el concepto de
gasto público, mismas que difieren por los planteamientos conceptuales del derecho
financiero y administración pública (quien sustenta en Villegas, 2001) y la economía pública
(fundado en Retchkiman, 1987). Desde el derecho financiero, Anaya sostiene que “las
erogaciones dinerarias que realiza el estado en virtud de la ley para cumplir sus fines
consistentes en la satisfacción de las necesidades públicas”. En cambio, las erogaciones
presupuestales desde la administración pública se miran como “todo pago no recuperado que
efectúa cada nivel de gobierno mediante el cual puede efectuarse o ser una contraprestación”
(Anaya, 2014, p.26). Por lo visto, ambas definiciones señalan que los recursos
gubernamentales se dan y utilizan para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. En
cambio, desde el enfoque de la economía pública, Anaya señala que “los gastos públicos son
canalizaciones de recursos de un grupo a otro que determina cambios que modifican el
equilibrio del Estado y desembocan en aspectos como la asignación de recursos productivos,
distribución de ingreso y riqueza, estabilidad económica y el desarrollo económico”
(Retchkiman, en Anaya, 2014, p. 26). Como se puede leer, los aportes de Retchkiman en este
último concepto muestran la importancia de la abundancia en el campo de análisis de los
egresos públicos, retomando el impacto que tienen en el Estado y los aspectos a los que llegan
a afectar o beneficiar.

Sin embargo, Anaya no retoma fielmente este concepto de Retchkiman, porque identifica
que al gasto público no se le puede definir de manera concreta, pues esclarece que uno de los
problemas epistemológicos reside en la unificación conceptual sobre el gasto público por su
origen y su naturaleza. Este fenómeno surge por los efectos de los egresos del Estado,
originados por aspectos económicos donde el gasto público es determinado por factores
económicos. Pero tal tesis, inmediatamente es desechada por el autor, porque reivindica en
sus planteamientos teóricos los aportes de Plehn (1900), Groves (1980), Musgrave (1973) y
Stiglitz (2004) quienes sostienen que “el determinante principal del gasto público es el poder
político y no económico” (Anaya, 2014, p.26). La hipótesis general de estos autores, desde
la óptica de este economista, enuncia que a pesar de que la esfera privada es la propulsora
del movimiento de la economía, la prioridad principal del gobierno es la manutención de la
cohesión política, económica y social antes de la proposición de políticas de crecimiento
político.
Este supuesto, Anaya lo enriquece, con los aportes planteados por Musgrave (1973) quien
considera que los factores generales que condicionan el gasto público, también se ven
influenciados por:

a) los aspectos que determinan la distribución de los recursos se concentran en la composición


de bienes públicos y privados que serán ofertados en el mercado, b) la formación de capital
público que condiciona el grado de infraestructura que se determinará con el nivel de
ingresos que capte el Estado, c) tanto el consumo público como el privado generan una
creciente complejidad necesaria que se requiere para desarrollar el mercado, d) la
distribución de cargas tributarias decretará que tanto pueden consumir los ciudadanos en el
sector público y privado, e) los cambios demográficos que determinan la estructura de la
población, el repertorio de las necesidades de los habitantes junto con sus factores
socioeconómicos que definen su zona de residencia, f) los cambios tecnológicos provocan
nuevas tendencias de producción y consumo conllevan a las autoridades gubernamentales a
reconfigurar sus necesidades primarias, ya que se deben de readaptar ciertas operaciones para
continuar con el progreso de un país, g) los factores sociales, culturales y políticos afectan la
estructura de la demanda de los bienes públicos también modificaron los niveles de gasto, h)
los cambios sociales se permean en una demanda ascendiente de la intervención
gubernamental lo cual puede traducirse en diferentes discordancias entre la población y el
gobierno como las políticas fiscales o de otro índole y finalmente i) las guerras o
perturbaciones sociales propician al Estado a tomar la estancia regulatoria para modificar los
modos de producción que estén centrados más al gasto público disminuyendo la presencia
del gasto privado (Anaya, 2014, p.27).

Con base a lo anterior, coincidiendo con Anaya, se puede decir que la esfera privada y pública
deben estar graduadas para el cumplimiento de objetivos de varios sectores que determinan
el curso predecible del desarrollo del Estado. Para el logro de este propósito, el autor, señala
que la definición de gasto público y su naturaleza, requieren ser jerarquizados, pues sostiene
que las distintas acepciones del gasto público difieren por las raíces del paradigma en el que
aparecen. Por ejemplo, el modelo de Faya (1980) distingue dos tipos de egresos en la
administración pública. “Los gastos por rendimiento que comprenden la adquisición de
bienes y servicios que utilizan las autoridades para cumplir el ejercicio de gobierno, mientras
que los pagos en transferencia son las subvenciones o apoyos para los ciudadanos con el fin
de lograr la redistribución de ingreso” (Anaya, 2004, p. 28).

De igual manera, Anaya no olvida que otros autores proponen una jerarquización diferente;
por ejemplo Retchkiman (1987), presenta una abstracción de “gastos públicos que obedece
al rendimiento de los egresos tomando en cuenta la relación ingresos – egresos que se realizan
en los siguientes sectores: a) Gastos sin rendimiento (seguridad social), b) gastos que
producen un aumento de rendimiento en el futuro (educación), c) gastos que se cubren en
parte con ingresos (pagos del Estado a instituciones de seguridad social) y d) gastos que
producen ingresos (empresas públicas)” (Retchkiman en Anaya, 2004, p.28). Al respecto
Anaya señala que esta clasificación se caracteriza por no definir primordialmente la
operatividad del Estado sino a la rentabilidad y productividad que se originan de dichas
actividades.

Por otro lado, Anaya también retoma la jerarquización planteada por Burkhead (2007), quien
propone una clasificación que se focaliza en otras variables que van determinando la política
de gasto. Según el autor, hay “tres tipos de operaciones dinerarias en dicho esquema: a)
operaciones generales del gobierno, b) empresas paraestatales y c) fideicomisos” (Burkhead
en Anaya, 2004, p.28).

Recapitulando, con estos aportes Anaya, brinda un bagaje teórico conceptual para definir que
el gasto público son los egresos que el Estado proporciona a la sociedad para lograr una
economía estable que apoye al desarrollo de éste. Acción que puede ser jerarquizado,
dependiendo del enfoque y el objetivo que se intente examinar, ya que la aplicación de éste,
tendrá efectos que se permean en varias dimensiones de la sociedad. (Aquí es donde
Caballero Ríos, debe plantear su concepto, retomando todos los aportes que me ha brindado
Anaya)

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A partir de esto, se muestra una clasificación del gasto público desde Faya (1980),
Retcchkiman (1987) y Burkhead (2007). Para finalizar, se retoman las corrientes teóricas del
Gasto Público a partir del siglo XVIII con Hume (1752), Pigou (1920), Groves (1980) y
Stiglitz (2004); cada uno de ellos, muestra el enfoque del gasto público de acuerdo al
momento histórico que vivieron.
Sobre los aportes de Retchkiman (1987), Anaya expresa que este autor delimita los principios
organizativos de la economía pública en dos categorías: a) El principio de mercado, que es
el mecanismo de autorregulación de las relaciones de la demanda y la oferta y b) El principio
de la economía pública o mecanismo del presupuesto. Donde, todo inicia con las acciones
del mecanismo del presupuesto dictaminando que tipos de actividades puede llevar a partir
del principio de mercado.

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