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FRADKIN: “¡Fusilaron a Dorrego!

1828: las tropas al mando de Lavalle, que regresaban de la recién finalizada guerra con el Brasil, se sublevaron y
depusieron al gobernador Dorrego. Este no se rindió, se escapó de la ciudad y logró reunir a las fuerzas que se
mantenían leales para enfrentar al ejército unitario. Ambos bandos se enfrentaron el 9 de diciembre en Navarro y el
saldo fue un triunfo de los sublevados. Dorrego fue más tarde capturado y fusilado el 13 de diciembre sin juicio ni
sumario previo.

El enfrentamiento que protagonizaban era signo claro del desgarramiento profundo que sacudía a la elite
revolucionaria. La muerte de Dorrego impactó profundamente en la sociedad de la época. No se ajusticiaba al enemigo
de la revolución, sino a una figura que había acumulado indudables pergaminos en la lucha por la independencia.

Lo que parecía un triunfo total se transformó en una violenta confrontación política, social e interétnica cuando toda
la campaña de Bs. As. fue sacudida por un masivo levantamiento protagonizado por fuerzas heterogéneas. Se estaba
ante un enfrentamiento entre fuerzas sociales y políticas porteñas, y era de una masividad y violencia nunca antes
visto.

1829: Lavalle debió iniciar negociaciones con Rosas quien ya se había transformado en líder del alzamiento. La
Legislatura era reinstalada y elegía a Rosas, jefe indiscutido de la facción federal porteña, como gobernador.

Oposición campo-ciudad y sectores altos-sectores bajos

La sublevación militar, pese a todas las reticencias y temores que suscitó en la ciudad, encontró allí sus más firmes
adhesiones. Desde entonces, una violenta y generalizada disputa se desató por toda la campaña, pero no dentro de la
ciudad. Desde finales de abril los sublevados quedaron prácticamente encerrados en ella y su población cercada,
hostigada y pasando hambre. La lucha había adquirido la forma de un cerco del campo sobre la ciudad.

Entre diciembre y abril se entabló una lucha en los diversos puntos de la campaña. Es decir que por un tiempo al
menos, los unitarios obtuvieron apoyos de los sectores rurales. Aunque las fuerzas de Lavalle tenían el control de la
ciudad, las adhesiones que en ella obtuvieron fueron menos firmes, aun entre los sectores sociales altos y letrados.

El movimiento era considerado una escandalosa revolución militar, Bs. As. volvía a vivir un amotinamiento de tropas
que, invocando la voluntad del pueblo, sustituían un gobierno legalmente constituido. Lavalle procedió a los mismos
recursos que suministraba la experiencia política previa para legitimar su acción: convocó a una reunión del “pueblo”
en una iglesia para elegir un gobernador interino hasta convocar a elecciones para formar una nueva junta de
representantes. Esta asamblea eligió a Lavalle como gobernador. El pueblo era la gente decente, conjunto de vecinos
principales entre los cuales los letrados tenían un lugar muy destacado. Aun en ese sector social que había sido el más
favorable a los unitarios y del cual reclutaba a casi todos sus integrantes, el motín fue visto con inquietud. Ahora eran
los mismos unitarios que producían un cambio de gobierno por la fuerza, violando las leyes vigentes y apelando a
modos de legitimación que tanto habían denostado.

Los sublevados tenían entre los sectores altos urbanos sus principales apoyos sociales, pero ni obtuvieron consenso
en el conjunto ni lograron que el que tuvieron fuera firme y permanente.

La oposición debe haber sido mucho más intensa entre la plebe, el capital político por excelencia de Dorrego. Si bien
no hay evidencias de un levantamiento plebeyo en la ciudad, el temor a que pudiera producirse fue omnipresente
entre los lideres federales. La oposición adoptó una forma característica: la multiplicación de las deserciones entre los
soldados que se pasaban a la campaña y se unían a las fuerzas federales. Muchas veces las deserciones eran inducidas.

Oposición ejército regular-paisanaje sublevado

Lavalle y sus oficiales provenían de la elite revolucionaria que había hallado un lugar encumbrado en la sociedad a
través de la carrera militar y se había ido convirtiendo en un grupo que se consideraba a sí mismo como el único capaz
de dirigir a la sociedad. Su fuerza principal provenía de los pocos regimientos de caballería de línea que contaba la
provincia. Comparados con los milicianos y las partidas sueltas que se sublevaron a favor de Dorrego, eran la expresión
de un ejército regular.

El ejército de línea unitario era una abigarrada y heterogénea masa de soldados de múltiples orígenes sociales,
regionales y étnicos que sólo podían mantenerse unidos a través de una férrea disciplina militar y si los comandantes
recibían regularmente de las autoridades las sumas para hacer frente a los suministros y las remuneraciones y los jefes
de regimientos lograban mantener el predicamento entre su tropa. De lo contrario, eran recurrentes las deserciones,
amotinamientos y rivalidades entre regimientos y oficiales. Los oficiales de este ejército, que gustaban presentarse
como si fueran una aristocracia militar, no podían eludir las aspiraciones y expectativas de las tropas si querían
mantener su autoridad.

Recurrían a “enganchados”, “destinados”, “rescatados”, la transformación de milicianos en regimientos de línea,


ampliación de las milicias, incorporación de niños, extranjeros. Estos últimos se convirtieron en el epicentro de la
propaganda federal.

Resistencias: deserciones entre soldados enrolados que se pasaban a filas federales, escaso disposición a prestar
servicios en los batallones de milicias urbanas.

Las tropas de Dorrego estaban compuestas principalmente por los milicianos de la campaña. Más que con los que
contaba Lavalle, pero peor armados y adiestrados. El grueso de las fuerzas no provenía de peones sometidos al poder
del gran estanciero sino de vecinos de la campaña, labradores y criadores autónomos que integraban las milicias.
Había peones, pero ni eran la fuerza más numerosa ni eran la mayor parte de la población rural.

Luego de Navarro, estas fuerzas se dispersaron, pero en diferentes puntos de la campaña comenzaron a surgir focos
de resistencia: eran las reuniones de milicianos. Su fuerza provenía del arraigo social y la capacidad de movilizar a la
sociedad rural. Sus dificultades residían en que era una movilización sujeta a múltiples formas de mediación local y
negociación del servicio. Popularidad de Dorrego en tanto denunció la frecuencia y generalidad de las levas y las
violaciones a las normas que distinguían entre el servicio de milicias y de veteranos, sobre todo durante la guerra con
el Brasil, cuando el reclutamiento recayó sobre la población bonaerense ante el rechazo de las provincias al gobierno
de Rivadavia.

Las milicias se iban agrupando y aceptando el liderazgo de Rosas. Componente fundamental del alzamiento rural y de
las partidas que hostigaron a las fuerzas unitarias. Eran grupos de paisanos y vecinos armados, reclutados en cada
localidad y con jefes provenientes de sus mismas comunidades. Sin duda, no faltaron entre ellos algunos estancieros.
A pesar de lo que se ha afirmado reiteradamente estaban lejos de ser un sequito de obedientes penes y criados
sometidos a sus amos y patrones: en su mayor parte eran campesinos autónomos, labradores y criadores que se
movilizaron junto a otros paisanos del mismo pago. No eran un ejército, pero sí una fuerza política y social decisiva.

Indios

Indios amigos que integraban las tribus que estaban situados dentro de la jurisdicción provincial gracias a los acuerdos
que Rosas había forjado con los caciques.

Hasta la década de 1810, el río Salado había funcionado como demarcación entre el territorio indígena y el hispano
criollo, y así había sido reconocido por los tratados que las autoridades coloniales establecieron con diversos caciques.
Era un espacio de interacción a través del cual fluían tanto intercambios comerciales y culturales como personas. Las
autoridades de frontera trataban de regular estos intercambios; las evidencias sugieren que no lo lograron nunca
plenamente.

A mediados de la década, las cosas empezaron a cambiar. Las autoridades revolucionarias, empujadas por la necesidad
de incorporar nuevas tierras para expandir la producción ganadera, comenzaron a traspasar el límite tradicionalmente
pactado. Las guerras aumentaron notablemente el número de desertores y evasores del servicio que buscaron refugio
en las tolderías.

Las tribus intentaron frenar la expansión. En 1820 un nuevo tratado volvió a estabilizar la situación, determinando que
la demarcación de los territorios sería en la zona que habían poblado espontáneamente sus vecinos de la frontera.
Solución efímera, el gobierno volvía a lanzar expediciones punitivas a territorios indígenas. En 1823 controlaban esas
serranías con el establecimiento de un fuerte y un pueblo.

Estos avances provocaron un aumento de las acciones indígenas sobre la frontera y, más tarde, a medida que las tribus
perdían autonomía por la llegada desde la cordillera de nuevos grupos indígenas, se orientaron a establecer alianzas
con la sociedad criolla, en particular con Rosas en busca de cierta protección.
La estrategia que Rosas impulsaba buscaba evitar una confrontación generalizada con todas las tribus pues,
conociendo la extrema diversidad y los conflictos que corroían mundo indígena, intentaba atraer a algunos caciques
de modo que pasara a revistar como indios amigos, tribus que, instaladas dentro del territorio provincial, recibieran
suministros regulares del gobierno y contribuyeran tanto a solucionar la escasez de fuerza de trabajo como a defender
la provincia de un ataque de las pampas. Se trataba de acuerdos que requerían recursos estatales y que Rosas
establecía tanto como comandante general de la campaña, pero que suponía también un trato personalizado con cada
cacique. Con otros, situados fuera de la frontera provincial, Rosas esperaba llegar a acuerdos que permitieran tenerlos
de aliados: estas tribus no perdían su autonomía política y territorial, pero, a cambo de suministros regulares, podían
colaborar para contener algún ataque sobre la frontera y mantener debidamente informadas a las autoridades
provinciales de lo que sucedía en los territorios indígenas.

Este negocio de suministros fue conocido como negocio pacífico con los indios y no suponía que las autoridades
renunciaran a realizar expediciones punitivas en territorio indígena pero sí la necesidad de acordar con determinados
caciques el control de las tierras y los circuitos de intercambio.

A principios de 1827, Rivadavia archivaba la política negociadora de Rosas, dado que durante el año anterior la
conflictividad en la frontera había sido extrema.

El presidente encargó llevar a cabo tres expediciones punitivas. Estas ayudan a entender la intervención de las tribus
en el conflicto de 1829 y su alineamiento a favor de Rosas.

Durante el gobierno de Dorrego, la estrategia que impulsaba Rosas volvió a cobrar vigor y permitió reiniciar la
expansión de la frontera. Se establecieron nuevos acuerdos con algunos caciques mediante los cuales resignaba el
control ejercido hasta entonces en las tierras situadas entre el Salado y las sierras de Tandil. A cambio, recibirían
auxilios económicos y militares. Estaban perdiendo autonomía política y territorial y convirtiéndose en una fuerza
auxiliar del estado provincial. Aliados contra otras tribus hostiles y mano de obra para las estancias.

La colaboración indígena en los alzamientos no respondía solamente a la obediencia de los pactos establecidos con
Rosas y sus emisarios y los lazos personales que pusiesen mantener con ellos, sino también a motivaciones propias
tales como la reconstrucción de sus rodeos. Esto le permitió a Rosas establecer durante 1828 nuevos fuertes
fronterizos.

No todos los caciques estaban contenidos en los acuerdos. La paz reinaba en la frontera sur y la situación era tensa en
la del norte. Esto obligó a que la mayor parte de las unidades de línea disponibles estuvieran concentradas en la
defensa de la frontera norte y no extraña que allí los unitarios hayan encontrado mayores apoyos.

Desde el mes de junio de 1826 se sucedieron distintos ataques indígenas en la frontera. Se trataba de una acción
coordinada en gran escala que se desplegaba en un amplio espacio y en la que aparecían actuando conjuntamente
contingentes indígenas y grupos de cristianos de origen chileno. Entre los jefes de los atacantes había “tenientes del
Rey”. Se estaban desplegando los últimos coletazos de las guerras de independencia en las pampas donde aparecía
una fuerza realista aliada con tribus indígenas. La migración temporaria o definitiva de grupos indígenas desde el otro
lado de la cordillera de los Andes hacia las pampas no era nueva, pero se había intensificado durante las décadas de
1810 y 1820. Se desarrollaron intensos conflictos entre los contingentes recién llegados y las tribus que hasta entonces
controlaban el territorio, sus recursos y los puntos estratégicos que conformaban el sistema de intercambios a larga
distancia. Los contingentes indígenas solían venir con grupos de “cristianos” que se habían sumado a ellos y establecida
alianza con algunos caciques. Algunos eran criollos chilenos que se habían alineado con las fuerzas revolucionarias
trasandina buscado refugio en la Araucanía al ser derrotados por las fuerzas realistas en 1814. Pero también venían
otros grupos de cristianos que eran los restos de las fuerzas realistas que, tras el triunfo del Ejército de los Andes,
comenzaron a explicar desplegar una guerra de guerrillas a favor de la causa del Rey desde el territorio indígena y en
alianza con algunas tribus araucanas. Entre ellos se destacaron los cuatro hermanos Pincheira.

Hacia1825, las autoridades chilenas lograron establecer acuerdos de paz con la mayor parte de los jefes araucanos Y
estuvieron en condiciones de realizar expediciones para acabar con los Pincheira con la colaboración de algunos
caciques. De este modo, el accionar de los Pincheira y sus bandidos y montoneros tendió a concentrarse cada vez más
sobre los territorios situados al este de la cordillera. Mientras tanto, otras tribus eran aliadas al bando republicano
chileno, libraba una dura confrontación con ellos en las tierras de la pampa. Esta situación era una amenaza para las
tribus asentadas desde antiguo cerca de la frontera bonaerense.

La alianza de buena parte de las tribus de la Araucanía con las fuerzas realistas tenía una lógica bastante precisa. Para
las tribus, la crisis Revolucionaria era una seria amenaza a los acuerdos de sus jefes con las autoridades fronterizas qué
incluían el reconocimiento de su autonomía, autoridad y control territorial. Por lo mismo, la alianza con los
revolucionarios chilenos era para otras tribus menos favorecida o jefe menor era una excelente oportunidad para
cambiar las situaciones de poder vigentes al interior del mundo indígena. A su vez, los grupos cristianos les podrían
suministrar conocimientos y armas de los que carecen. Las alianzas estaban lejos de ser pasivas y definitivas. Además
de las tribus aliadas, los Pincheira tenían sus propios seguidores: oficiales, soldados, milicianos, hacendados,
campesinos, curas. Por ende, el accionar de los Pincheira y agrupaciones indígenas obedecía a objetivos diferentes:
mientras que para aquellos se trataba de obtener recursos y reclutar fuerza para derrotar al gobierno independentista
chileno, para esta se trataba de conseguir un aliado que les permitiera controlar los puntos estratégicos de las pampas.

Otros grupos indígenas, aliados al gobierno chileno, también habían llegado y entre ellos se destacaba un cacique
llamado Coñuepan. Venían con oficiales y soldados criollos que ya vivían entre esas tribus desde hacía tiempo.
Buscaron establecer alianzas con el gobierno porteño a diferencia de los Pincheira.

Las intervenciones de los caciques y las tribus indígenas durante el alzamiento no fueron unívocas y uniformes y
respondieron a las opciones políticas que eligieron como más adecuadas para defender sus propios intereses y para
saldar las disputas que tenían con otras tribus y caciques. En estas elecciones había otro factor importante: las
intervenciones de aquellos sujetos que, aunque provenían de la sociedad criolla ocupaban un lugar reconocido y
destacado entre los indios.

La intervención de los indios amigos junto a las fuerzas federales se transformó en uno de los ejes de la propaganda
unitaria. Las relaciones de Rosas con los indios amigos, aunque tenían un fuerte contenido personal no siempre eran
directas y requerían de algunos sujetos que las hicieran posibles. Generalmente se trataba de hombres que habían
vivido Entre dos mundos y contribuían articularlos. Fueron, en general, los más destacados jefes iniciales del
alzamiento rural en la frontera y formaron partidas irregulares que hicieron la vida imposible a los ejércitos unitarios.
las partidas que lideraban no sólo ofrecían una resistencia pena y dispersa, desplegado en una auténtica guerra de
guerrillas. Además, fueron eficaces para socavar las lealtades y la obediencia de las tropas enemigas.

El alzamiento era la oportunidad propicia para que sujetos que provenían de los sectores más bajos de la sociedad
rural o directamente marginados del orden social pudieran convertirse en jefes y líderes de algunos de los grupos
movilizados e imponer a su ley en los poblados de la campaña, al menos por un tiempo. las disputas por los recursos
se transformaron en una cuestión definitiva en el desarrollo de la confrontación para los jefes de las fuerzas
enfrentadas y los paisanos e indios movilizados.

Bandoleros

En los primeros meses se registran acciones catalogadas de bandolerismo que aluden sistemáticamente al asalto de
estancia de propietarios adictos al régimen unitario en la campaña. Es decir que respondían a precisos objetivos
políticos. A su vez, estas acciones incluyen el apoderamiento del ganado y particularmente de los caballos, lo que era
una de las necesidades logísticas básicas para promover el alzamiento. A medida que el alzamiento tomó fuerza, esas
acciones tendieron a concentrarse en los pueblos que contaban con grupos de adherentes a los unitarios. A medida
que las acciones tenían a concentrarse más cerca de la ciudad, las denuncias muestran que entre sus blancos
privilegiados se encontraban importantes destinos y particularmente extranjeros que habían venido a participar de
los proyectos de colonización.

Resulta claro que entre los que encabezaban estas acciones se hallaban algunos ladrones famosos de la campaña.
Además, muchas de las acciones calificadas de bandolerismo tenían objetivos políticos bastantes precisos y eran parte
inseparable de la llamada guerra de recursos. Sin embargo, los asaltos a los pueblos derivadas inevitablemente en su
saqueo. Cuando se produjo el golpe de estado en 1828, la provincia tenía una arraigada tradición de bandolerismo
rural y existían en ella una variedad de gavillas de salteadores que no quedarían al margen de la confrontación. Aunque
la propaganda unitaria exageró el carácter bandolero de la resistencia federal, no cabe duda de que algunas de estas
partidas intervinieron activamente en el alzamiento rural. Es dudoso que todas estas bandas hayan estado bajo la
dirección de Rosas. A partir del gobierno de este, las gavillas continuarán operando y serán una de sus principales
preocupaciones. El bandolerismo rural era un fenómeno muy anterior al alzamiento rural, se había multiplicado
notablemente en los años previos e intervino activamente en el pero no termino una vez que triunfaron los
federales.

Los ámbitos en que buscaban Refugio los salteadores eran diversos y se habían mantenido fuera del control Estatal
durante décadas. Por supuesto No todos sus pobladores eran salteadores, pero sí eran parte del mundo social del que
aquellos provenían y en el cual se movían. No extraña que estos ámbitos se transformaran en espacios privilegiados
para estructurar el alzamiento. El perfil habitual de los salteadores no era muy diferente del de la mayoría de la
población, te reclutaron entre los actores sociales más bajos de la campaña y preferentemente entre oriundos y
residentes en ella. Pocos tenían antecedentes lo que sugiere que no eran individuos dedicados preferentemente al
robo.

GELMAN: “Rosas bajo fuego. Los franceses, Lavalle y la rebelión de los estancieros”

Capítulo 1: De la crisis del orden colonial al primer sistema de Rosas

El fin de la dominación colonial abre una serie de crisis de gran intensidad que serán muy difíciles de superar. El
mantenimiento del orden bajo aquel sistema se basa en gran medida en el establecimiento de delicados equilibrios y
la construcción de consensos que incluyan en buena parte a la población local. Tenía uno de sus pilares en el
funcionamiento de un sistema de justicia, que lograba arbitrar la mayoría de los conflictos y cimentaba la legitimidad
del monarca y el propio orden colonial.

La crisis revolucionaria pone en cuestión ese consenso de un golpe y la reconstrucción de un orden más o menos sólido
será una tarea extremadamente difícil en la mayoría de los casos y que requiere la implementación de sistemas y
prácticas coercitivas, así como la generación de nuevos consensos que incluyen a diversos sectores sociales. La
violencia de este proceso ha incorporado a sectores cada vez más amplios de la población a la vida militar y política,
en especial a sectores subalternos o populares antes marginados en la vía pública; esta movilización y ampliación de
la base política, se potencia por la puesta en discusión de las formas de gobierno y de representación.

El nuevo orden que se había constituido desde el periodo de la Feliz Experiencia 1820, que se basó en una serie de
reformas encaminadas a crear cierto orden y control, tanto en la ciudad como en la campaña, se comienza a quebrar
hacia mediados de esa misma década: por un lado, el intento de trasladar el sistema político creado en Buenos Aires
al resto del territorio del Río la Plata, a través una constitución unitaria bajo la presidencia de Rivadavia, que recoge
fuerte resistencia en casi todas las provincias. Esto se inserta en una situación muy alterada desde 1825: el inicio de
una guerra con Brasil, en medio de la disputa por el control del territorio de la Banda Oriental del Uruguay. Esta guerra
implicara enormes sacrificios para la población rioplatense, en particular de la campaña de Buenos Aires -en términos
de reclutamientos militares-, y la consecuente desarticulación de los mecanismos básicos para la subsistencia de las
familias afectadas. También provocaron una fuerte penuria económica general por el bloqueo portugués al puerto de
Buenos Aires y la caída de los ingresos fiscales que dependían en altísimas proporciones de la recaudación aduanera.
La culminación de este ciclo de crisis se desata fines de 1828, cuando el general Lavalle al mando de tropas recién
desmovilizadas de la guerra del Brasil, encabeza un putch militar que derrocó al gobernador federal de Buenos Aires,
Manuel Dorrego, quien había asumido esa función un año atrás, luego de la crisis del gobierno unitario de Rivadavia.

El golpe del primero de diciembre de 1828 y el posterior fusilamiento del popular Dorrego, desencadenan una
agudización del faccionalismo entre federales y unitarios y una intensa agitación rural que culminará, luego de varios
pasos intermedios, en el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas en 1829.

Con un breve interregno entre 1833 y 1835, Rosas gobernó desde entonces la provincia de Buenos Aires y conquistó
una fuerte influencia sobre el resto del territorio del Río de la Plata hasta su derrocamiento en 1852. Fue este
gobernador quien sentó las bases indispensables para la construcción de una Argentina liberal, venciendo por un lado
las resistencias de las otras provincias a someterse al poderío de Buenos Aires y restableciendo la autoridad del Estado
y la disciplina social al interior de esta última. Las explicaciones de este resultado exitoso fueron variadas, desde la
utilización de la coerción y el terror hasta la generación de consensos amplios y la obtención de altos niveles de
legitimidad.
El primer sistema de Rosas

¿Qué herramientas utilizó Rosas inicialmente para construir su autoridad, luego de la debacle de las experiencias
anteriores?

1. Rosas restablece una serie de alianzas en el sector externo, que garantizan una cierta tranquilidad a través de un
pacto de no agresión y defensa mutua con varias provincias, así como aceitando mecanismos de transferencias
financieras para los fiscos en apuros de algunos estados provinciales clave en el sistema de equilibrios interregionales.
Aunque la desproporción de recursos a favor de Buenos Aires y la ambición y habilidad política de Rosas le permitirán
ir avanzando sobre la autonomía de las provincias en el futuro cercano, el gobernador bonaerense deberá ganarse
inicialmente el apoyo de sus socios en el interior.

2. En un sentido similar puede escribirse la política indígena y de frontera del gobernador. Se trata de una combinación
de fuerza y negociación, por la cual consigue derrotar a una serie de grupos y entablar negociaciones con varios de
ellos, quienes se establecen en los territorios autónomos como indios aliados o en la misma frontera como indios
amigos, a cambio de ciertas concesiones y recursos que les otorga el gobierno de Rosas. El llamado “Negocio Pacífico”,
significa erogaciones importantes para el fisco bonaerense e implica la aceptación de ciertas pautas sociales y
culturales por parte del gobierno y los pobladores criollos y un constante juego de negociaciones. Pero consigue para
armar un factor de poder clave, tanto para proteger la frontera de otros grupos indígenas más belicosos, como para
dirimir conflictos internos en la sociedad criolla.

3. En el frente interno de la provincia de Buenos Aires, el objetivo central de Rosas es reconstruir el orden y la disciplina
social que considera destruidos por las nefastas experiencias políticas que le siguieron a la Revolución. Para lograrlo
el gobernador puso toda su acción política al servicio de la reconstrucción del orden estatal y social como condición
para permitir el florecimiento de los intereses ganaderos exportadores, de los cuales el mismo era un actor importante.
A su vez, se proclama ahora el heredero del federalismo dorreguista, adopta el republicanismo y establece una acción
política destinada a reconstruir el consenso social perdido y a orientar a los sectores populares movilizados.

Al comienzo parece lograrlo y reúne a su alrededor a los distintos sectores del arco social, tanto rurales como urbanos,
así como dirigentes que pueden hacer de puente entre las distintas facciones políticas. Sin embargo, este equilibrio se
habrá de manifestar muy frágil y conocerá diversas alternativas. La llegada a Buenos Aires de Quiroga, derrotado por
el unitario Paz en marzo de 1830, cambia rápidamente la tendencia inicial; el federalismo se siente amenazado y el
gobierno de Rosas se orienta a actitudes más facciosas para disciplinar a la población y evitar el avance de sus
enemigos. Este proceso de radicalización política, busca encauzar la energía de los sectores populares y disciplinar a
las élites detrás del proyecto del gobernador. De esta manera, se observa desde el inicio, una oscilación entre los
instrumentos que el gobernador puede y debe utilizar para consolidar su poder, que van desde un uso desembozado
de la represión y el más feroz faccionalismo, en que moviliza una parte de la sociedad contra otra; hasta la construcción
de consensos y pactos que incluyen a sectores muy amplios y variables del espectro social.

Si bien asume su primer gobierno con facultades extraordinarias, no hará mayores modificaciones en el orden legal y
político heredado de la experiencia rivadaviana. La novedad se encuentra en la implementación de un discurso y unas
prácticas que intentan consolidar su liderazgo sobre sectores subalternos y acallar las disputas intraelites, para
reconstruir la autoridad del estado sobre una comunidad definida como federal.

El amplio apoyo que persigue la administración rosista, le permite durante toda su primera etapa poner en marcha un
sistema de gobierno que respete medianamente las prácticas formales de la legalidad institucional, incluyendo un
cierto aire a la prensa y a la disidencia. Le autoriza también a recurrir a buena parte de los sectores de la élite como
personal para cubrir los cargos del Estado, así como reposar en buena medida, desde el punto de vista militar, en las
formaciones milicianas constituidas por los vecinos de los diferentes partidos.

Rosas considera como parte central de su misión gubernativa restablecer la disciplina social, lo que incluye a recuperar
el respeto que las clases subalternas deben a las elites, aun cuando éstas no compartan plenamente su proyecto
político. Algunos de estos rasgos van a cambiar fuertemente luego de la crisis que se abate sobre el régimen a partir
de 1838, con los mayores picos de tensión entre finales de 1839 y 1840.
Capítulo 2: La crisis de 1838-1849 y la rebelión de los libres del sur

1838: al conflicto en la República Oriental, sobre el cual Rosas intenta volver a influir, se suma otro con Francia. Con
argumentos pueriles de defensa de algunos de sus ciudadanos en Bs. As., y sobre todo tratando de obtener las mismas
ventajas que tenían los británicos en la región, la armada francesa inicia de bloqueo del puerto de Buenos Aires en
marzo de 1838, que habría de durar hasta fines de 1840.

Este bloqueo, al igual que hicieron los portugueses entre 1825 y 1828, reduce drásticamente el comercio exterior que
se había convertido en el nervio económico de la provincia y de un amplio conjunto regional. Se ven afectados los
exportadores y muchas actividades vinculados a ellos, tanto en el campo como en la ciudad. Caen drásticamente los
ingresos del Estado que dependían en una alta proporción de los impuestos que se cobraban al comercio exterior.

Para enfrentar esta situación, el gobierno de Rosas tomó una serie de iniciativas que en parte son bastante originales:
intenta hacer pagar una parte del esfuerzo de la guerra de los sectores propietarios, a través de algunas medidas
fiscales y de política económica.

En este contexto se producen un conjunto de acontecimientos que van a alterar seriamente al régimen de Rosas y
ponen en duda los mecanismos y solidaridades sobre los que se había apoyado hasta el momento. En 1839 estalla un
levantamiento contra el gobierno de Rosas en el pueblo de Dolores, que rápidamente se extiende por buena parte del
sur de la campaña de Buenos Aires. El levantamiento de “los Libres del Sur” fue la expresión más dramática de una
coyuntura de crisis de las bases de sustentación del poder de Rosas.

 El levantamiento tuvo foco en el sur de la campaña de Buenos Aires, que se consideraba la base fundamental de la
sustentación del “Restaurador de las Leyes”.

 La mayor parte de los dirigentes y participantes del levantamiento no parecen haber sido testarudos y doctrinarios
unitarios enfrentados de antiguo con el gobernador, sino miembros de los sectores considerados buenos federales.

 Los rebeldes parecen personificar en sus niveles de mayor responsabilidad a buena parte de los sectores más ricos
de los propietarios rurales, a quienes también se visualizaban como los beneficiarios y sostenes principales del
régimen.

El bloqueo al puerto de Buenos Aires genera el espacio para que se expresen diversos cuestionamientos al régimen de
Rosas, que en parte parecen provenir de antiguos opositores, pero donde también se enfrentan al gobierno muchos
otros sectores que hasta ese momento se habían manifestado de manera más militante o más tibia como sus
defensores y como buenos federales, pero que ahora aparecían complotando para derrocar a Rosas. Así, en el mes de
octubre estalla el levantamiento que habría de conmover a toda la campaña y poner en duda las bases de sustentación
del gobernador.

La rebelión

Al parecer, el levantamiento se venía preparando hacía tiempo, esperando una coyuntura favorable para su inicio, en
especial el arribo de Lavalle; pero, se adelantó.

Las descripciones del primer acto público de los Libres del sur, son bastante instructivas: el coronel Manuel Rico manda
a batir generala y se reúne el vecindario en la plaza del pueblo. Así proclaman levantamiento contra Rosas→ cuatro
vecinos llevan del juzgado de paz a la plaza el retrato del gobernador y Rico lo apuñala, se quita la divisa y la cintilla
federal y la rompe, en lo que es seguido por los vecinos allí presentes. La noticia se difundió con rapidez y en esos días
se desparraman partidas por la campaña para reclutar gente, recoger armas y disuadir a los posibles enemigos.

El levantamiento se derrumba, nueve días después, cuando las fuerzas que dirige el hermano de Rosas, Prudencio,
destruye al ejército rebelde en Chascomús.

¿Quiénes eran los revolucionarios?

Tuvieron un amplio respaldo entre gran parte de la población del sur de la campaña. Sin embargo, también aparece
frecuentemente la idea de que hay niveles de responsabilidad muy diferentes y de que los cabecillas pertenecen a
familias importantes, quienes deben pagar las consecuencias, pero no así los más humildes que, si participaron, fueron
engañados o siguiendo a esa gente importante a quienes debían obediencia.
Entre los líderes rebeldes algunos pueden ser sindicados como antiguos adherentes al unitarismo, pero la mayoría
parece haber sido federal o al menos haber aceptado el sistema federal y el gobierno de Rosas anteriormente. El hecho
de que muchos provinieran del bando federal, se manifiesta en la desconfianza de todos los que hasta el momento
eran aliados del gobierno. Participaron los cuerpos de funcionarios de los juzgados, jefes militares (particularmente
oficiales de los cuerpos de milicias), estancieros y vecinos importantes que muchas veces ocupaban lugares destacados
en la estructura miliciana.

La otra cuestión bastante evidente al analizar a los actores de la rebelión es la importancia social y económica de
muchos de sus participantes y, sobre todo de alguno de sus líderes destacados. El peso de los más ricos entre los
líderes rebeldes es muy evidente. Junto a la presencia de los mayores hacendados del sur de la campaña, hay otro
grupo socioeconómico que tiene participación remarcable en el levantamiento: los comerciantes de los pueblos.

Las causas de la rebelión

¿Cómo podemos interpretar esta rebelión y la ruptura con el gobierno del sector que, en buena medida, hasta hace
poco defendía a Rosas y lo consideraba su representante?

1. La coyuntura era crítica para los intereses de los estancieros por el bloqueo francés del puerto que impedía la
exportación de los productos ganaderos. En buena medida, muchos propietarios atribuyen esta situación
dramática a la dinámica de confrontación que ha generado la política de rosas.
2. Al reducir la actividad de los exportadores merma la demanda de trabajo asalariado, lo cual puede haber
contribuido a un empobrecimiento de los sectores no propietarios simultáneamente. Esto, sumado a la
presión reclutadora del Estado sobre ese mismo sector por el conflicto y quizás la promesa de alguna
recompensa por parte de los sectores propietarios rebeldes, puede explicar un cierto nivel de adhesión
popular al levantamiento.
3. Como junto al comercio exterior han caído abruptamente los ingresos fiscales, el gobierno necesita procurarse
fondos alternativos desesperadamente. Y, si bien no se descarta recurrir al endeudamiento y la emisión
monetaria, intentará conseguir fondos de otras maneras: a) una reforma del sistema de enfiteusis aumenta al
doble el canon que deben pagar los que arriendan estas tierras al Estado, así como limita la duración de los
contratos y ordena la venta de una parte importante de las tierras del sistema. Esta medida afectaba en mayor
medida a los hacendados del sur, ya que allí se concentraban las mayores porciones de terreno fiscales
incluidos en este sistema de tenencia b) intento de comenzar a cobrar la Contribución Directa, un impuesto a
los capitales, que hasta ese momento casi no había dado ningún producto al Estado. El sistema de cobro del
impuesto lo hacía muy poco eficaz, las tasas no eran muy altas y las tierras en enfiteusis no se incluían, la ley
de contribución directa establecía que cada propietario declaraba espontáneamente sus bienes para calcular
sobre esa base el impuesto a pagar. En 1839, el gobierno aprueba una reforma a este impuesto bastante
radical para convertirlo en uno efectivo: se eliminan las excepciones y sobre todo se cambia la manera de
calcular los capitales, ya no serán más una declaración espontánea del propio capitalista, sino que la
estimación la hará una comisión compuesta por los funcionarios del Estado en cada partido.
4. Circulación de rumores sobre del mal uso que hace el gobierno de los dineros públicos, en beneficio de sus
amigos o del propio gobernador.
5. También debemos incluir un elemento de tipo político/cultural. La dinámica que había generado el gobierno
de Rosas con su faccionalismo externo y la movilización de sectores populares en esa lucha, había quitado del
centro de la escena la llamada “gente decente” y la había convertido progresivamente en un sospechoso de
complicidad con los enemigos unitarios.

Algunas conclusiones

 Se trata de un movimiento comandado por sectores importantes de propietarios rurales, comerciantes, que
cuentan con la simpatía de numerosos extranjeros, con residencia rural, que enfrentan al gobierno federal de
Rosas, quien a su vez se debe apoyar en sectores más humildes, en indios amigos y en parte del aparato militar
para derrotar a los sublevados. No es que no hayan participado sectores populares, pero resulta claro que si
lo hicieron fue bajo la dirección de sectores de mayor poder y recursos.
 La crisis y la presión estatal parecen afectar más los intereses de algunos sectores privilegiados, que
aprovechan la debilidad del gobierno para sublevarse. “Los Libres del Sur” expresan sobre todo la protesta de
los sectores más encumbrados de la provincia. Así, afectados económicamente por una coyuntura bélica que
atribuyen a la política rosista; hartos de un sistema que no les otorgaba la respetabilidad y la centralidad que
creían merecer; temerosos un sistema político que, a través del faccionalismo más agudo, parecía perder todo
límite en relación con la gente decente; muchos van a pensar que era la ocasión para sacarse de encima a un
gobierno que en otro momento habían apoyado.
 La coyuntura del bloqueo del puerto, la iniciativa de Lavalle y la campaña de propaganda de los emigrados
habían creado la ilusión de que el gobierno de Rosas estaba por caer y que sólo hacía falta un empujón para
que sucediera.
 Rosas parece haber contado con el apoyo de algunas regiones de la cercanía de Buenos Aires pobladas por
pequeños y medianos propietarios, por algunas guarniciones militares y sus jefes, por algunas redes de poder
de la campaña que, aunque no parece haber costado mucho trabajo convencerlos de defender al gobernador,
está claro que sólo confiaban en él cuando podía ofrecerles alguna recompensa muy tangible.
 El resultado fue la derrota de los sediciosos y la represión más brutal junto a la amenaza de expropiación. Por
otro lado, se realizaron promesas de premios materiales y honores a quienes se mantuvieran del lado del
gobierno.
 El deslizamiento del discurso rosista contra los sectores pudientes, se agudiza luego de la rebelión del sur y se
consolida luego del apoyo que Lavalle recoge en 1840 en el norte de la campaña de Buenos Aires.
 Los indios amigos tuvieron un rol destacado en la represión de los sublevados; en el momento mismo de su
participación, en las primeras escaramuzas bélicas contra los Libres del Sur, grupos de indios amigos arrasaron
con propiedades de los blancos, en especial con su ganado. Se entabla una complicada negociación en la cual
el gobierno no quería provocar la ira de los jefes de los indios amigos, pero a la vez necesitaba imponer su
autoridad y recuperar los animales robados. Para ello, Rosas ofrece a los indios amigos, que no hayan cometido
robos, premios en animales al igual que se les había otorgado a aquellos que habían participado en batallas
previas. Sin embargo, es muy consciente de la dificultad de recuperar lo robado y la necesidad de conservar la
amistad con estos indios. Como puede verse, el costo de la defensa del régimen será muy elevado para Rosas
y muchos de los principios que había defendido desde su llegada al gobierno se ven alterados, como tolerar
los robos hechos por los indios amigos, inclusive a los estancieros federales.

Capítulo 3: El fin de una ilusión. La invasión de Lavalle a Buenos Aires en 1840

Los primeros días de agosto de 1840, Lavalle, con un ejército de poco más de 1000 personas, inició lo que sería su
última campaña en la provincia de Buenos Aires, en un intento por derrocar por la fuerza el gobierno de Rosas. Él y
todo un grupo que lo secundaba, suponían hacia mediados de 1840, que buena parte de la población de Buenos Aires
sólo esperaba la señal de que alguna fuerza importante entrara en combate contra el dictador, para levantarse
también y sumarse a esa fuerza en lucha por la libertad.

Pero un poco más de un mes después del desembarco en Baradero, Lavalle debió iniciar la retirada que lo conduciría
hacia el norte del país y a una muerte trágica. Esta coyuntura, al igual que lo que había sucedido unos meses antes con
el levantamiento del sur, puso en movimiento a todos los sectores de la sociedad.

La invasión

La expedición de Lavalle navegó por el río Paraná hasta la altura de San Nicolás, buscando durante la noche ponerse
en contacto con muchos patriotas que existían en esa ciudad enemiga del tirano. De esta manera comenzaba también
de parte del gobierno de Rosas un aspecto central de su estrategia para enfrentar a su pertinaz enemigo: la amenaza
de una dura represalia y la búsqueda de cohesionar a sus seguidores a través de la politización facciosa y el
enfrentamiento abierto de la disidencia.

La llegada a la zona de Luján marcó un cambio en el rumbo de los acontecimientos. Las fuerzas de Lavalle no pueden
avanzar hacia Lobos y regresan a la Guardia de Luján, a la vez que comienza el hostigamiento por la retaguardia en el
norte por las fuerzas que comandaban el gobernador de Santa Fe y los jefes federales Pacheco e Hilario Lagos. Lavalle
tampoco recibió la ayuda esperada de Montevideo ni de los franceses que parecen cada vez menos dispuesto a agravar
el conflicto con Buenos Aires.

La retirada es bastante precipitada y caótica, empiezan las deserciones en el campo la lavallista y su jefe se manifiesta
incapaz de contenerlas y algunos jefes unitarios se vieron obligados a firmar partidas para contener a los desertores o
enemigos encubiertos. A medida que la base se retira y la fuerza rosista avanza, se restablecen autoridades fieles, se
apresa a los sospechosos de complicidad, se fusila a los más notorios y se decreta el embargo de los bienes a todos los
unitarios de la provincia. La represión se desata no sólo en la zona por la que ha pasado Lavalle, sino en toda la
campaña y en la ciudad.

Balance de un fracaso

¿Porque Lavalle cree que puede vencer a Rosas en 1840? ¿Y por qué fracasó en el intento?

La coyuntura creaba alicientes a la ofensiva de Lavalle:

1. El bloqueo francés y el prometido apoyo galo a la invasión.


2. La confianza en el apoyo de la población de Buenos Aires, que Lavalle suponía que sólo toleraba la tiranía por
la opresión, pero que se alzaría apenas hubiera la posibilidad real de encontrar protección en las tropas que
él comandaba. Sin embargo, nada surgió de este modo: casi no hubo incorporaciones que no fueran de los
partidos de la campaña del norte.
a. Caben pocas dudas de que el apoyo brindado en el norte a la fuerza de Lavalle provino sobre todo de
la gente decente. En este grupo de gente principal se puede incluir a varios miembros del cuerpo
político y militar establecido allí, algunos de los cuales apoyaron abiertamente a Lavalle, pero es
bastante claro también que muchos pobladores del propio norte de la campaña, en parte de los
sectores acomodados, pero quizás sobre todos los sectores subalternos, no participaron del mismo
entusiasmo por Lavalle.
b. En el resto de la campaña y la ciudad Buenos Aires, no se manifestó casi ninguna señal de apoyo a
Lavalle, sino más bien un apoyo militante al gobernador.
c. Cuando se produce la invasión de Lavalle se intenta volver a provocar el alzamiento del sur, pero el
golpe del año anterior había sido demasiado duro y la presencia del aparato militar impide el accionar
de las pequeñas partidas simpatizantes de Lavalle.

Dos elementos explican la falta de adhesión y la fidelidad al tirano, según lavallistas: 1) miedo y terror, 2) fanatismo o
ciega lealtad.

No cabe duda que Rosas había logrado establecer un sistema de control represivo muy eficiente en diversos lugares
de la campaña y de la ciudad, en esta última a través de instrumentos como el Cuerpo de Policía y el de Serenos o la
famosa Sociedad Popular Restauradora, logrado movilizar a sectores populares y mantener controlados a las élites
potencialmente disidentes. Pero este control represivo se realizaba en parte con el apoyo de diversos sectores, sobre
todo populares.

La conclusión de esta coyuntura de tremenda crisis parece consolidar una estructura de apoyos regionales y sociales
al federalismo rosista por un lado y a su oposición por el otro, que no había sido tan definida en sus inicios, pero que
fue cristalizando de esta manera el calor del creciente enfrentamiento político.

Conclusiones: la derrota de las elites y el nuevo sistema de Rosas

Rosas logra derrotar uno tras otro a todos sus enemigos. Como conclusión de este proceso dramático queda claro a
los ojos del gobernador y de sus principales aliados que, tanto durante la invasión de Lavalle, como los Libres del Sur,
las élites han pasado al campo enemigo con escasas excepciones y resultar suicida confiar en ellas en lo sucesivo.

La furia que descarga el gobierno sobre sus enemigos en los meses que siguen a la invasión de Lavalle, pone de relieve
el cambio central en la percepción de quienes conforman la coalición que sustenta el gobierno de rosas, y quienes han
cruzado la línea. La invasión que dirige el jefe unitario a mediados del 40, termina de galvanizar al rosismo en contra
de los salvajes, impíos, inmundos unitarios vendidos a los franceses. La contundencia de ese cambio puede verificarse
en la ola de represión que se desata en toda la provincia y en los ejércitos rosistas que dirige Oribe y que van a hacer
extensiva a casi todo el interior del territorio del Río de la Plata a partir de finales de 1840. La misma radicalidad se
pone de manifiesto en los embargos masivos de “bienes unitarios”.

Por un lado, resulta evidente que fueron afectados muchos de los que ya en los inicios de los 30 aparecían como
enemigos del gobierno, sobre todo en el norte de la campaña. Pero a la vez, fueron incluidos una buena parte de los
mayores propietarios del nuevo sur que, en fechas más tempranas, habían sido señalados como aliados del gobierno
o como neutrales. Es decir que, en un cuadro de cierta continuidad de las lealtades políticas se ha producido un cambio
significativo: un vuelco de buena parte del nuevo sur desde un apoyo amplio al federalismo y la presencia de un sector
moderado de oposición a una masiva concentración violenta en una coyuntura de crisis de 1838 y 1840.

En consecuencia, el “Sistema de Rosas” se ve llevado a dar un vuelco tras la crisis que lo sacude
entre 1838- 1840, que refleja un nuevo cuadro de lealtades y sobre todo el quiebre que lo ha
separado bruscamente de casi todos los sectores de la élite. Los elementos que se van a colocar
en el centro del sistema durante estos años no son nuevos, pero antes sólo eran una parte y no
siempre la más importante del entramado de relaciones de poder que sostenía a Rosas. Después
de la crisis se convierten en piezas centrales.

De esta manera:

- se agudiza la exaltación de la unanimidad rosista/federal y la aplicación de la censura hasta límites casi


agobiantes;
- se refuerza el disciplinamiento de la Junta de Representantes, cuyas atribuciones se limitan cada vez más a
convalidar las decisiones del Jefe de Gobierno;
- se amplía y reestructura el aparato represivo del Estado, se reestructuran las fuerzas represivas al mando de
fidelísimos seguidores de Rosas, para adquirir una primacía en esta coyuntura, que antes era disputada por
otras autoridades;
- se observa una fuerte movilización de sectores subalternos de manera controlada, a través de instrumentos
como la Mazorca -institución creada para realizar la movilización del pueblo rosista contra los federales
liberales en los inicios del 30, y que adquiere una fuerte presencia durante la crisis aquí analizadas-, lo mismo
sucede con las Sociedades Africanas;
- se recurre a las redes clientelares muy cercanas y politizadas para reestructurar el Estado, tanto en su faceta
militar, como entre los funcionarios más diversos.

La imagen que nos ofrece este panorama es: una estructura de jerarquías sociales alterada, que le permitía al dictador
mantenerse en el poder, contra un conjunto de enemigos poderosos, que le había terminado de granjear la antipatía
de los sectores acomodados, en cuyo nombre se había asomado a la escena política un par de décadas antes, y que le
obligan a reforzar el carácter represivo y unanimista de su gobierno, movilizando sectores sociales y grupos que le
habían manifestado mayor fidelidad que esas elites.

Es el punto al que llega el rosismo luego de la crisis que se abre en 1838. A medida que avanza la década del 40 y a
pesar de nuevo conflicto internacional que incluye el bloqueo del puerto por una flota anglo-francesa, en 1845-1848,
se suceden las señales de apertura política y aún de reconciliación con sectores de las élites y de la oposición algunos
de los cuales regresan del exilio y conseguían recuperar las propiedades que les habían sido embargadas 1840.

De esta manera, Rosas puede tender un puente seguro de que ahora, ha logrado hacer entender a estos sectores
cuáles son las necesidades del Estado y del orden político. Pero también quiere tender este puente, para tratar de
limitar algunos dispositivos del sistema que ha debido utilizar desde el 39. El límite alcanzado en la crisis del 40 había
sido demasiado costoso y ahora Rosas parece no desear permanecer cautivo de un sistema de alianzas que alteraba
muchas de sus convicciones más profundas. Sin embargo, la fractura de su gobierno con una parte central de las
grandes familias será muy difícil de superar, dada la radicalidad del enfrentamiento pasado. De nuevo, el consenso
que habrá de recuperar Rosas los últimos años de gobierno, parece sostenerse bastante con su capacidad demostrada
de ejercer la coerción.

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