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El porqué del color rojo, de Francisco

Bescós
No mentiría si dijera que uno de los motivos
que me hicieron querer leer este libro fue que
transcurriera en mi tierra. Es más, fue un
motivo de bastante peso aunque la balanza
tras conocer la sinopsis ya se inclinaba
totalmente hacia su lectura. Pero eso, la
localización, fue el golpe de gracia que hizo
que el libro pesara una tonelada.

Y no podría haber acertado más.

Si vas a situar una novela en una comunidad


autónoma en la que todo o casi todo gira en
torno al vino y su mundo, una comunidad en donde casi a diario se
organizan catas, presentaciones de nuevos vinos y/o libros sobre el vino,
en donde las bodegas diversifican su actividad gracias al enoturismo, se
publican tesis universitarias para la mejora de la uva o se invierte e
investiga en el estudio de nuevos métodos de fermentación, se abren y
cierran plazos para solicitar ayudas para exportar a terceros países, se
pleitea contra denominaciones de idéntico nombre al otro lado del charco
o contra zonas limítrofes que quieren acogerse a tu denominación, se
organizan meses y mesas de actividades gastroculturales con concursos
fotográficos, de pinchos y de todo lo que se te pueda ocurrir; una
comunidad en donde todo es algo con vino, vino con algo o vino con
vino; vino, vino y más vino, siempre, ¿qué menos que ambientarla en
plena vendimia, cuando el jaleo es aún mayor y el vino huele nada más
salir de casa? (Es una hipérbole, copón, el olor no llega a tanto).

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