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El don de la fiebre, de Mario Cuenca

Sandoval

Solo hay una decena de libros que no presto


nunca. Son aquellos que cumplen una doble condición: que me hayan
herido gravemente y que no pueda encontrar otra copia de ellos con
facilidad en caso de pérdida. Uno de esos, quizá el más icónico de esta
categoría, es El ladrón de morfina, de Mario Cuenca Sandoval, que en su
día publicó la difunta 451. Su impacto me arrastró a conseguir los libros
anteriores de Cuenca Sandoval, incluso Boxeo sobre hielo (a pesar de mi
aversión a su editor), y que espere cada uno de los posteriores con una
ilusión que ni en los mejores días de los Reyes Magos.
Así ha ocurrido con El don de la fiebre, su biografía novelada de Olivier
Messiaen que ha publicado Seix Barral cuando ya asomaba la primavera,
porque no podía ser de otro modo. ¿Que no les suena de nada el
nombre de Messiaen? A mí tampoco me sonaba hace un mes, y más allá
de que se nos debería caer la cara de vergüenza a los cinco (a los cuatro
gatos que me leen y a mí), para disfrutar del libro no hace ninguna falta, y
después de hacerlo habrán corregido este tropiezo histórico.

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