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Los conflictos en el aula son una realidad inherente al hecho de convivir. Lo que debe preocuparnos no es que e
xistan sino cómo se resuelven.
La sociedad parece que nos incita a hablar mal de otros a sus espaldas, a gritar, a insultar e incluso a agredir físic
amente. El aprendizaje de la convivencia se dificulta en la adolescencia porque no aprendimos antes a comunica
rnos utilizando la palabra.
Un centro educativo, además de ser un espacio de aprendizaje, es un lugar de convivencia, y por ello, un espacio
en el que hay conflictos que debemos abordar. Conflictos que se producen fruto de las relaciones que se establec
en entre alumnos y profesores.
Aprender a vivir juntos debe formar parte de lo que entendemos por calidad educativa. Aprender a resolver conf
lictos en el aula o bien en el recreo, permite conocer y practicar los procesos para el logro del respeto mutuo, la s
olidaridad y la tolerancia, para convivir en armonía y adquirir habilidades protectoras frente a la violencia.
¿Cómo enseña la escuela a resolver los conflictos en el aula? ¿Agrediendo o dialogando? ¿Quién los resuelve?
En general, cuando surgen conflictos, los resuelven los adultos sin contar con la capacidad de los niños y adoles
centes para confrontar opiniones, ponerse de acuerdo y asumir las consecuencias de su manera de actuar.
No se cuenta con ellos y se adoptan actitudes autoritarias y agresivas. O se hace caso omiso ante sus conflictos p
ermitiendo que los resuelvan «a su manera», agrediéndose entre ellos, sometiéndose unos a otros.
La institución escolar no enseña a resolver las situaciones conflictivas. Cada profesor actúa según su propio crite
rio siguiendo el modelo tradicional, que castiga al agresor y defiende al agredido compadeciéndole.
A menudo, cuando el profesorado no sabe cómo actuar, envía a los niños «agresores» a la dirección, o habla con
los padres para que corrijan a sus hijos, sin tener en cuenta que el conflicto no se generó en casa sino en la escue
la y que por lo tanto es ahí donde se debe resolver.
Al agredido, en lugar de enseñarle a poner límites, a defenderse diciendo «no» con firmeza y a pedir ayuda si no
le escuchan, le defienden compadeciéndole, educándole para ser víctima, o se le anima a agredir diciéndole «¡D
efiéndete!», refiriéndose a que devuelva la agresión.
Al agresor, en lugar de enseñarle a controlarse apartándose del grupo, a hablar para decir lo que quiere en lugar
de agredir, le reprenden con gritos, descalificaciones, culpabilizándole, castigándole… Le etiquetan de «agresiv
o», «insociable» o «egoísta», transmitiéndole la idea de que es así, de que no puede cambiar, contribuyendo de e
sta manera a perpetuar su comportamiento ofensivo.
Para contrarrestar la ausencia de modelo social no agresivo, es imprescindible que la escuela programe la enseña
nza de la resolución de conflictos por la vía pacífica, potenciando el papel del mediador, asumido por todos y ca
da uno de los alumnos.
“Deberíamos enseñar a nuestros alumnos a comunicarse dialogando, a defenderse hablando, a aceptar las difere
ncias, a comprender, a respetar, a manifestar su punto de vista, a escuchar, a establecer acuerdos
Su método se basa en la negociación y el diálogo, trabaj
ando en equipo:
1.- La base de la convivencia es el diálogo y los acuerdos. Para resolver conflictos en el aula es necesari
o saber dialogar y ponerse de acuerdo. Por otra parte, trabajar en equipo permite a los alumnos practi
car los valores, convivir en armonía regulando sus reacciones emocionales, adquirir habilidades para re
solver sus conflictos y ser ciudadanos responsables y solidarios.
2.- El diálogo consiste en expresar claramente el propio punto de vista y escuchar con empatía el punt
o de vista de los demás.
3.- Para enseñarles a dialogar, primero les debemos escuchar: ¿Qué piensan, creen, opinan, sienten…?
Después expresaremos nuestro punto de vista.
4.- Los acuerdos consisten en establecer las normas y límites de convivencia que se necesitan, así com
o las consecuencias que ayudan a cumplir las normas que les cuestan.
5.- En el centro escolar se debe establecer un tiempo para enseñar a los niños a resolver sus conflictos
mediante el diálogo y el acuerdo. Se les dice que les vamos a enseñar a convivir en paz. Y se resuelve u
n conflicto diferente en cada sesión.
6.- Los niños necesitan que les enseñemos a resolverlos, en lugar de hacerlo nosotros. No debemos pe
dirles que los solucionen sin haberles enseñado cómo hacerlo.
7.- Les enseñaremos cuando ellos y nosotros estemos tranquilos. En el momento del conflicto los separ
amos y después hablamos… sin gritos, sin quejas, sin recriminaciones, sin culpabiliza
8.- Al agredido no debemos defenderle ni animarle a agredir. Le enseñamos a decir «no» con firmeza.
Si no le hacen caso, tiene que pedir ayuda.
9.- Al agresor le enseñamos, sin agredirle, a decir lo que quiere y a controlarse, a tranquilizarse, alejánd
ose del niño con quien tiene el conflicto.
10.- Establecemos las normas y límites de convivencia: lo que pueden y lo que no deben hacer.;
El plan A
Imponer la voluntad del docente, se utiliza para intervenir con la mayoría de los alumnos, y con la mayoría de
los alumnos funciona. Pero funciona porque la mayoría de alumnos disponen de buenas habilidades adaptativas,
pueden pensar, afrontar la adversidad y encontrar la manera de resolver problemas.
Esta manera de actuar tiene tres problemas básicos con los alumnos con dificultades de conducta: aumenta
extraordinariamente la probabilidad de aparición de conductas problemáticas; no ayuda al adulto a pensar por
qué el alumno no hace lo que querría que hiciera y no enseña al niño ninguna habilidad que no sepa o la manera
de resolver un problema.
El plan C
Que consiste en abandonar expectativas concretas relacionadas con la conducta de un alumno, es útil para
reducir los conflictos y mejorar la relación, pero no enseña a resolver problemas ni habilidades adaptativas
concretas. Este plan C no significa ceder, sino que quiere decir dejar algunas conductas
inadecuadas poco importantes para priorizar las más importantes.
+Lea: 12 características de un buen director de grupo
El plan B
Es la resolución de conflictos en colaboración, que ayuda al docente a aclarar y comprender las preocupaciones
del alumno o su perspectiva ante un problema no resuelto. También ayuda al alumno a captar y comprender la
preocupación del docente ante este problema no resuelto. En definitiva, es la manera con la cual el docente y el
alumno trabajan juntos para encontrar soluciones mutuamente satisfactorias. El plan B se puede utilizar de dos
maneras:
en respuesta a una emergencia o proactivamente. El plan B de emergencia se pone en marcha cuando el niño
empieza a mostrar las señales de aparición
de una conducta reactiva. El objetivo es ayudar al alumno a pensar ante una situación adversa de una manera
flexible y tolerante con las emociones que
esta situación despierta. Dicho de otro modo, ayudarlo a pensar, a comunicarse y a buscar una solución. Se
utilizan las siguientes estrategias:
♦ Buscar soluciones en los conflictos con el alumno.
♦ Ayudar a mantener la calma en medio de la frustración.
♦ Establecer un tira y afloja.
♦ Proponer maneras alternativas de solucionar un problema.
♦ Intentar resolver los desacuerdos de manera mutuamente satisfactoria.
♦ Buscar un acuerdo. Un acuerdo es una manera de resolver las cosas cuando no se está acuerdo. Una solución
que contenta a todos porque significa que hemos sido capaces de solucionar un problema sin generar conflicto.
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El plan B de emergencia en realidad es útil, pero cuando se pone en marcha no suele ser el mejor momento,
porque el niño ya puede sentirse molesto o haber entrado en un estado de ofuscación. El plan B proactivo es un
proceso de construcción de las relaciones que tiene como objetivo resolver los problemas del alumno y
enseñarle habilidades para afrontar la incertidumbre y la adversidad cuanto antes mejor. El comportamiento
difícil tiende a ser altamente predecible, el docente no debe esperar a que el alumno se sitúe en medio de un
episodio de mal comportamiento, conviene resolver el problema que causa dicho episodio. El plan B permite al
docente conseguir cinco objetivos esenciales para ayudar a los niños con dificultades de comportamiento: