En países asiáticos como China y Japón la soya suele consumirse habitualmente
tanto de forma fresca, en brotes o edamame, como procesada, en derivados como el
aceite de soya, salsa de soya y en fermentados como el tofu, el tempeh o el miso. En China, hacia el año 3000 AC la soya se consideraba una semilla sagrada, fue hasta mediados del siglo XVIII que fue introducida en Europa mediante semillas chinas plantadas en Paris, años mas tarde (1765), se introdujo a EEUU desde China, vía Londres, en Brasil se introdujo en 1882 y la promoción de esta en la India fue a partir del 1935. Su difusión en occidente fue gracias a los estudios de George W. Carver, quien no sólo valoró su uso alimenticio, gracias a su fuente proteica, sino que también el uso de sus derivados para producir plásticos y combustibles como el biodiésel. Si se efectúa en un cultivo por rotación estacional, la soya puede ayudar a fijar el nitrógeno en los suelos agotados tras haber practicado otros cultivos intensivos. Sin embargo, el monocultivo acarrea grandes desequilibrios ecológicos y económicos si se mantiene prolongadamente. En occidente (particularmente en el Medio Oeste estadounidense, el cual es el mayor productor, y en diversas zonas agrícolas de Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay) durante los años 90 la producción de soya alcanzó el punto de sustituir muchos territorios antes dedicados a cultivos estacionales menos productivos, ganadería e incluso llegando a amenazar áreas forestales.