CASULLO NICOLAS
Itinerarios de la modernidad. Corrientes de pensamiento y tradiciones intelectuales desde la
ilustración hasta la posmodernidad. Teórico Nº 1: La modernidad como autorreflexión.
La modernidad sería una condición de la historia, que comienza a darse de manera consciente entre
los pensadores en Europa, básicamente entre los siglos XVII y XVIII , que es donde adquiere particular
relevancia; aunque el término se venía utilizando desde el S V d.c.
Lo importante, lo que va a ir elaborando el nuevo pensamiento moderno que hace consciente la
modernización del mundo es que el mundo es sobre todo la representación que nos hacemos de él.
Lo que produce básicamente esta modernización cultural acelerada de la historia es la caída de una
vieja representación del mundo regida básicamente por lo teológico, por lo religioso: el mundo según
el plan de dios, donde básicamente es la palabra de dios la que explica que es el mundo.
El plan de dios era sentido por aquellos modernizadores liberales como una falsa conciencia que
condenaba a no saber la verdad objetiva que por vía científico técnica se podría llegar a conocer.
Esa explicación religiosa del mundo contenía algunos elementos que la modernidad luego de 200
años nunca pudo resolver, que son las respuestas a las preguntas fundamentales: qué somos, por qué
estamos..
El mundo pierde su representación desde lo sagrado y va hacia una representación racionalizadora en
base a lo científico técnico.
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Sofia Garcia- Historia 2 Meinardy
1- ILUSTRACIÓN: En este proceso moderno será el siglo XVIII (el que Europa llama El Siglo de las Luces)
el que va a concluir de sistematizar el principal pensamiento (no dios, sí la razón) que hace a los
grandes relatos, a los grandes paradigmas modernos en los cuales estamos situados.
En lo moderno aparece un nuevo poder: el poder del autor. Autores que cuando se conjugan con
hombres que llevan las ideas a la acción conducen (por ejemplo a la revolución francesa) en su
expresión más radical a la reforma del mundo.
Combinado con la ilustración, el pensamiento romántico conformarán las dos grandes almas de lo
moderno hasta el presente.
Frente a las distintas variables interpretativas hay una conciencia de que existe un punto necesario de
encontrar la objetividad de la historia (otorgándole un sentido, un fin y una meta), que nos permite
situarnos en el mundo, lo que generará un mundo de grande relatos de la historia de las sociedades.
La subjetividad es la que cada sujeto le otorga a la historia en relación al espacio y al tiempo. Plantea
en la metrópolis, grandes problemas por ejemplo el anonimato.
El autor sitúa el momento fundacional del despliegue histórico de la modernidad en el siglo XVIII,
porque este siglo con la ilustración, la revolución francesa, la declaración de los derechos humanos,
Rousseau, Voltaire, es el territorio de gestación de las grandes apuestas del hombre moderno.
ILUSTRACION
Construyó una idea de historia: la idea de la posibilidad de hacerse cargo de la transformación de
la historia.
El ilustrado quiere trasladar el triunfo epistemológico de las ciencias físico-matemáticas, desde
Galileo a Newton, al territorio de lo social, de lo político, de las ideas, de las posiciones. Cree que
es posible transformar a los hombres y a la sociedad. Cree ciegamente en la razón.
Enemigo de la ilustración: la religión (como garantía de una verdad indiscutible) y el Estado (aquel
absolutista, autocrático –dictador- y que impide a los hombres pensar por sí mismo).
Idea del hombre como humanidad: no raza, religión, etnia, nacionalidad, sino que es humanidad.
Un universal abstracto donde todos los hombres son iguales ante la naturaleza, ante Dios y ante la
posibilidad de conocer y de ser libres. Esta planteando una universalidad. El concepto de
humanidad ilustrada sirvió para modernizaciones a ultranza, para homogeneizar a las diversas
culturas.
Para el ilustrado “el hombre” no era cualquier hombre europeo, sino el hombre europeo ilustrado
del siglo XVIII.
Primer momento de la modernidad: crisis en el siglo XVII (atravesada por la estética del Barroco,
estética de la muerte, el dolor y el sufrimiento que ha expulsado a Dios del centro y aún no lo ha
reemplazado) que implicó nuevos sistemas filosóficos y de creencias.
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El siglo XVII todavía no construye la idea de esperanza o progreso al modo como la constituye el siglo
XVIII que es el siglo del Rococó (la historia ya no depende de Dios, sino que son los hombres los que la
moldean y la piensan, es tiempo de la razón. Colores pasteles, rosas y celestes).
La inquisición representa lo que los ilustrados van a abominar en el siglo XVIII, porque ella representa
la tradición de la iglesia romana.
Dónde está el progreso? Podríamos decir que es un fracaso de la ilustración, pero probablemente el
fracaso sea nuestro (sociedad argentina). No somos ilustrados ni democráticos.
FORSTER RICARDO
Itinerarios de la modernidad. Corrientes de pensamiento y tradiciones intelectuales desde la
ilustración hasta la posmodernidad. Teorico Nº 12: Luces y Sombras del Siglo XVIII
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Paradoja de la ilustración:
• La idea de autonomía y de la individualidad. La idea de una conciencia que trabaja en el interior
privadamente sus propias creencias, sus propias concepciones.
• La idea de universalidad: la idea de una humanidad común que es capaz de construirse por
encima de las desigualdades y las diferencias. Tiene como enemigo los particularismos.
La diferencia es importante porque para la ilustración el concepto de individualidad no puede ser
homologado al concepto de individualismo egocéntrico narcisista del hombre contemporáneo.
Dos ilustraciones:
1- Ilustración Inconclusa: que perdió la batalla contra una ilustración que no supo resolver las
contradicciones de la libertad y la igualdad. Una ilustración que se convirtió en ideología de la
dominación, de la racionalización científico técnica del mundo. El espíritu libre, abierto, crítico de la
ilustración fue en parte devorado por una nueva forma de la dominación.
2- Ilustración Reivindicable (libertaria): que funda un concepto de humanidad que al mismo tiempo se
sostiene sobre la individualidad autónoma. Tiene que ver con los conceptos de autonomía,
emancipación, pensar críticamente el mundo. El hombre se revela al sometimiento frente a las
tutelas.
Una de las diferencias entre la ilustración y la posmodernidad es que la posmodernidad elimina ese
diálogo con el pasado, un diálogo cargado de tensión y plantea la ruptura precisamente de su mundo
de tradiciones.
La modernidad no careció de movimiento crítico.
La posmodernidad en todo caso viene a representar un momento de vacío respecto a aquellas ideas
que articularon las biografías modernas (vivimos en una época en que todo es decible, todo ocupa un
nivel más o menos parecido).
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El romanticismo (finales del siglo XVIII) trabaja precisamente con las fisuras que deja la ilustración,
por eso no es cierto que el romanticismo sea un movimiento antimoderno. Es un movimiento
radicalmente moderno porque plantea un nuevo viaje del yo, hacia el interior, hacia lo profundo de la
imaginación, hacia las cavernas del inconsciente.
ROMANTICISMO NEOCLASISIMO
VS
Sentimiento, intuición,
Estética racionalista.
tradición vernácula para la
Reglas académicas
creatividad artística
CRISTIAN FERNANDEZ COX
Modernidad y Posmodernidad en América Latina.
Modernidad apropiada:
Mirando las cosas desde acá, hay dos modos de ver los asuntos de la modernidad:
1- Como conjunto de respuestas históricas ya dadas: la visión cerrada de la Modernidad de sociedades
que vivenciaron la Modernidad Ilustrada.
2- Como conjunto de desafíos históricos pendientes.
Para nosotros parece más valida la modernidad como conjunto abierto de preguntas.
El nuestro ha sido un imperativo de modernización a presión. A diferencia de las sociedades del norte
que se fueron modernizando desde el interior de su propia historia, según formas espontáneamente
apropiadas y no copiadas (nadie se había modernizado antes), en nuestro caso la presión de
modernización nos llegó desde afuera.
Nuestras elites negando la propia identidad de nuestro ser histórico real han sido la principales
agentes de la enajenación de nuestros intentos de modernización.
Los hispanoamericanos (y también los liberales españoles) en lugar de repensar y reelaborar esa
tradición, en lugar de actualizarla y aplicarla a las nuevas circunstancias, prefirieron apropiarse de la
filosofía política de los franceses, ingleses, y de los norteamericanos. Pero no bastaba con adoptarlas
para ser modernos: habría que adaptarlas. La ideología liberal y republicana fue una superposición
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histórica. No cambio a nuestras sociedades pero si deformó las conciencias, introdujo la mala fe y la
mentira en nuestra vida política.
Importamos las gestualidades de la Arquitectura Moderna, antes que los hechos históricos a que ella
responde (industrialización, masificación de aspiraciones, etc.), importando las soluciones sin tener
todavía los problemas; intentos de modernidad que por ser culturalmente ajenos han resultado de
escasa penetración real en la sociedad. Procesos que han sido sufridos o aprovechados pero no
propiamente vividos por nuestro sujeto histórico real.
En el plano específicamente arquitectónico recién estamos aprendiendo a valorizar una arquitectura
moderna latinoamericana otra, entre cuyas figuras se destacan Barragán, Salmona, Dieste, entre
otros.
Hay modernidades otras que no están en crisis: sino que buscan una modernidad apropiada a su
realidad, que lejos de estar en crisis está en plano proceso de emergencia.
En la posmodernidad lo que vale es su crítica negativa a la modernidad ilustrada pero que en materia
de propuesta es extremadamente débil y confusa.
La posmodernidad es una problemática inseparable de la culminación de la vivencia de la modernidad
ilustrada en sociedades ya relativamente opulentas, algo sustantivamente distinto y ajeno a los
aconteceres nuestros.
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Apropiada en cuanto a propia: peculiaridades nuestras a las que sólo es posible responder con
soluciones propias.
Apropiada: buscar primero la apropiación a la realidad y su ajustamiento y lo demás se dará por
añadidura.
La modernidad apropiada no es un modo estilísticamente determinable de arquitectura sino que
es una actitud frente al hacer arquitectura, que dará resultados arquitectónicos muy diferentes.
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ROBERTO FERNANDEZ
El Laboratorio Americano. Arquitectura, geocultura y regionalismo.
Introducción.
América se presenta ante los ojos de Europa como el lugar viable para fundar la modernidad a través
de una terrible negación de una especifica historia; para esto será necesario hacer una “tabula rasa”
de lo humano previo que luego que categoriza como inhumano.
Roberto Fernández desarrolla diversas hipótesis que hacen al proyecto americano, entre las mas
destacadas adhiriere el discurso de Humboldt, quien concibe a modernidad a principios del Siglo XVII
en manos de la Revolución Científica. Desde este punto de vista de la modernidad del descubrimiento
y conquista de lo americano, el proyecto americano seria un proceso de expansión, una ampliación
del territorio europeo con motivaciones de orden místico y con fundamentos religiosos que ayudasen
a fortalecer la razón de la destrucción, material y cultural, de América. Un segundo discurso le otorga
otra característica a la operación americana: la autonomía de Cortés remite a que la modernidad de
América debería reconocérsele al interés individualista de los expedicionarios en busca de fortuna.
Cortes basa sus pensamientos en que América era una parte necesaria de Europa.
De esta manera, América estará disponible como laboratorio luego de que se instale en ella una
ideología que conforma una territorialidad entendida como materialidad objetiva y no como espacio
habitable que puede ser transformado por sujetos. Un laboratorio que será útil para la investigación
de las diversas elaboraciones del humanismo procedente de los discursos medievales; para la
comprobación de las utopías y para el perfeccionamiento del movimiento capitalista como fenómeno
de acumulación de excedentes, explotación de fuerzas masivas de trabajo, incluyendo a las gentes
básicamente reservadas como fuerza de trabajo. Pareciera América objeto donde se experimentara la
dicotomía naturaleza-cultura, y resultara suficientemente óptima para investigar las relaciones entre
arquitectura y ciudad. La destrucción consecuente, aunque no absoluta, de las culturas nativas
obstaculizaron fundar una colonización híbrida en la medida de lo nuevo y lo preexistente y, por otra
parte, las exigencias modernas de la operación colonizadora exigieron una arquitectura instantánea,
unas ciudades multiplicadas por doquier como epicentros de control y manejo de extensos
hinterlands productivos, caso contrario a las ciudades de Europa.
Lo particular del escenario americano como laboratorio es la situación de hibridación en su relativa
modernidad: marcada vocación de anular los elementos indígenas previos y persistente proyecto de
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encarnar prefiguraciones europeas utópicas. Sin embargo, a pesar de ser combatidas por las elites, la
barbarie de lo rural persiste y contamina la discursividad americana.
Capitulo X. “Una Modernidad Peculiar.”
La fricción entre modernización socioeconómica y modernidad cultural que parecen ser una de las
problemáticas globales contemporáneas, se revelan con particular intensidad en el caso americano.
Leopoldo Zea señala que en la historia americana existen dos conciencias con diferentes proyectos
históricos: una occidental y la otra americana. La conciencia occidental contiene dos vertientes: el
proyecto colonizador ibero y el occidental. La conciencia americana adviene con la independencia,
pero no será mas que una conciencia de la dependencia que se expresa en cuatro proyectos
diferentes y enfrentados: el proyecto libertario –utópico y libertario, se propone una fundación
geopolítica-; el proyecto conservador; el proyecto civilizador –optimismo utopista positivista. Hegel,
Marx. Aceptación de una propia historia y realidad como forma de progreso-; y el proyecto asuntito –
que negara abiertamente al proyecto civilizatorio-.
García Canclini desarrolla otras cuestiones para discutir la modernización de América, afirmando que
su imperfección se daría en la falta de logros en relación a los movimientos básicos que la
constituyeron. Resume estos movimientos en: Proyecto Emancipador –secularización de la cultura,
esto seria, la racionalización de la vida social y el individualismo en las ciudades- el Proyecto
Expansivo –tendencia de la modernidad de extender su conocimiento y posesión de la naturaleza, la
producción y el consumo de bienes, ejemplo, el capitalismo-; Proyecto Renovador –abarca dos
aspectos: por una parte la persecución de un mejoramiento de la relación naturaleza y sociedad, por
otra, la necesidad de reformular los signos de distinción del consumo de masas- y por ultimo,
Proyecto Democratizador –confía en la educación, el arte y los saberes especializados para la
evolución racional y moral.
• Conclusion: Roberto Fernández afirma que el proceso moderno involucra tanto a Europa como al
territorio de América; que fue el lugar donde los europeos intentaron desarrollar los ideales
utópicos modernos, destruyendo constantemente las culturas nativas, lo que obstaculizo fundar
una colonización híbrida en la medida de lo nuevo y lo preexistente. Los europeos tomaron al
proceso modernizador como una expansión de su territorio y anularon todos los elementos
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Sofia Garcia- Historia 2 Meinardy
Modernización (proceso): adopción de rasgos modernos o aspecto moderno (alcanzar los grados
mas altos de racionalización científico-técnica).
Modernismo (estilo/cultura): de la edad moderna, siglo XV a XVIII. Es la exaltación de la
modernidad en el arte y el pensamiento. Sus ramificaciones se entrecruzan y diferencian pero
están unificadas por una innovación expresiva salida de las representaciones establecidas.
Modernidad (época): cualidad de moderno. Lo moderno es el fin del Medio Evo: fin del poder
teológico, aparición de las ciudades como centro social, económico y cultural, aparición de la
burguesía y acumulación del capital, racionalización, aparición del conocimiento como parámetro
para regir la vida (ciencia empírica moderna).
Puesto que fuimos colonizados por las naciones europeas mas atrasadas, sometidos a la
contrarreforma y otros movimientos antimodernos, sólo con la Independencia pudimos iniciar la
actualización de nuestros países.
Desde entonces hubo olas de modernización (alfabetización, capitalismo, crecimiento urbano,
difusión masiva de la escuela, la prensa, la radio).
En los países latinoamericanos la modernización y democratización abarcan a una pequeña minoría.
Si ser culto en el sentido moderno es ante todo ser letrado, en nuestro continente eso era imposible
para mas de la mitad de la población en 1920.
Los desajustes entre modernismo y modernización son útiles a las clases dominantes para preservar
su hegemonía, y a veces no tener que preocuparse por justificarla, para ser simplemente clase
dominante. En la cultura escrita la consiguieron limitando la escolarización y el consumo de libros y
revistas. En la cultura visual mediante la congelación de la circulación de los bienes simbólicos y
colecciones, concentrándolos en museos y centros exclusivos.
Algunos historiadores concluyen que los movimientos innovadores fueron trasplantes desconectados
en nuestra realidad.
Si el modernismo no es la expresión de la modernización socioeconómica sino el modo en que las
elites se hacen cargo de la intersección de diferentes temporalidades históricas y tratan de elaborar
con ellas un proyecto global.
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La primera fase del modernismo latinoamericano fue promovida por artistas y escritores que
regresaban a sus países luego de una temporada en Europa. Fueron las preguntas de los propios
latinoamericanos acerca de cómo volver compatible su experiencia internacional con las sociedades el
desarrollo, las que suscitaron la veta modernizadora en la plástica del continente. No se trata de un
trasplante, sino de reelaboraciones deseosas de contribuir al cambio social.
En varios casos, el modernismo cultural, en vez de ser desnacionalizador ha dado el impulso y el
repertorio de símbolos para la construcción de la identidad nacional.
Desde los años '30 comienza a organizarse en los países latinoamericanos un sistema mas autónomo
de producción cultural.
Se modifica el acceso de las diversas clases a las innovaciones de las metrópolis. En una cultura
industrializada, que necesita expandir constantemente el consumo, es menor la posibilidad de
reservar repertorios exclusivos para las minorías.
Mientras el patrimonio tradicional sigue siendo responsabilidad de los Estados la promoción de la
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cultura moderna es cada vez mas tarea de empresas y organismos privados. Unos y otros buscan en el
arte dos tipos de rédito simbólico: los Estados, legitimidad y consenso al aparecer como
representantes de la historia nacional; las empresas, obtener lucro y construir a través de la cultura de
punta, renovadora, una imagen “no interesada” de su expansión económica.
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La vida urbana. En los últimos tiempos de la Colonia las ciudades latinoamericanas -principalmente
los puertos, las capitales y aquellas en los principales circuitos comerciales- iniciaron un proceso de
desarrollo que estimulo el libre comercio, y que se vio modificado por la Independencia. Algunas
ciudades aumentaron sus riquezas y su poder -como Buenos Aires y México-, y otras -como Caracas-
se vieron reducidas en su población y en sus medios económicos; aunque todas las ciudades
latinoamericanas compartieron un cambio en la estructura de la sociedad: el nuevo patriciado
republicano fijó la nueva forma de vida en las ciudades y desalojo las antiguas aristocracias coloniales.
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Las costumbres criollas y la tradición hispánica fueron sucedidas por modelos europeos,
principalmente franceses e ingleses; y por medio de las tertulias de la clase alta se impusieron los
nuevas normas y hábitos. Los jóvenes de las familias acomodadas, fijaban a su clase social los gustos y
las ideas europeizantes que perduraban en ellos luego de sus viajes al extranjero.
En este aspecto se estableció, según el texto de Romero, “...el conflicto entre la vida rural y la urbana: en
un contraste entre una manera extranjerizante y sofisticada de vivir, y lo que se consideraba una manera
'natural' que no era sino la vieja tradición hispano criolla.”
La influencia europea se tradujo también en la adopción de ideas, de ideologías y en la difusión de
corrientes de pensamiento y de tendencias literarias: las del romanticismo con ideas sociales y las del
progresismo que estimulaban la renovación de la vida económica y política.
La vida rural. Los rasgos de la vida rural se mantuvieron semejantes a los de la época de la Colonia,
marcando aun mas el contraste con la vida de las ciudades. La población -mayoritariamente mestiza,
criolla e indígena- de las regiones rurales vivía según la tradición hispanocriolla y las normas de la
autoridad señorial de los dueños de la tierra; indiferentes al sistema social y político de las ciudades.
La civilización de las ciudades -europeizante, impuesta y defendida por el Estado- con su sistema de
ideas que prosperaba y triunfaba sobre las creencias y los hábitos del mundo rural, era lo que
enemistaba la vida rural con la vida urbana.
Los suburbios. En los suburbios de las ciudades convivían las formas de vida rural y urbana,
intercambiando los hombres su sabiduría, hábitos, sentimientos, experiencias, ideas y formas de vida.
Los señores rurales, y seguidamente las nuevas generaciones, comenzaron a radicarse en las ciudades
motivados por la posibilidad de progreso que ofrecía el mundo mercantil; triunfando la vida urbana
poco a poco sobre la vida rural.
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fueron las que prosperaron. La prosperidad y la transformación tanto en la sociedad y sus costumbres
como en la fisionomía edilicia de las ciudades, se advirtió en las Capitales -que eran al mismo tiempo
puertos marítimos-, y que constituyeron el centro de una zona productora en proceso de expansión.
El estancamiento o retroceso, en contraste con la vertiginosa transformación de la época, se percibió
en las viejas ciudades; aquellas que mantuvieron su actividad y su aspecto tradicional.
Las sociedades urbanas. En las ciudades que quedaron incluidas dentro del sistema de la nueva
economía, las sociedades tradicionales se vieron desbordadas por nuevos contingentes que se
incorporaban a la vida urbana, producto del éxodo rural y de la aparición de grupos de inmigrantes.
De esta manera, comenzaba a constituirse en Latinoamérica la ciudad multitudinaria.
A las clases tradicionales le aparecieron una nueva burguesía. Una suerte de proletariado industrial
surgía de las nuevas manufacturas e industrias. A su vez, la aparición de nuevas y nutridas clases
medias que caracterizaron la transformación de las ciudades, porque reflejaron la intensa movilidad
de la ciudad y sus miembros permitieron la renovación de las formas de cultura urbana.
Si bien antes la clase media la constituían quienes poseían un comercio, quienes ejercían una
profesión liberal, los burócratas, los militares, los clérigos, los funcionarios. La “nueva” clase media,
fue una expansión de esos niveles que creó nuevas expectativas.
La ciudad se había transformado en un centro intermediario, y las necesidades de esa función
multiplicaban la producción de la misma. Más burocracia, más servicios, más funcionarios, más
militares, más policía. Quienes eran originarios de la ciudad tenían más posibilidad de alcanzar esas
posiciones; pero quienes llegaron a la ciudad podían alcanzar aquella posición a fuerza de capacidad o
vinculaciones. Y luego podían hacer fortuna, o incorporarse a una clientela política o a la suerte de un
grupo de poder.
Fue esta clase media la que caracterizó la transformación de las ciudades, porque reflejó la intensa
movilidad de la ciudad y porque sus miembros permitieron la renovación de las formas de cultura
urbana: eran los que compraban los periódicos, los que discutían sus opiniones en los cafés, los que
se proveían en los nuevos almacenes que ofrecían la moda de París, los que llenaban las aceras de la
bolsa y los bancos, los que empezaron a pensar que también ellos tenían derecho a participar del
poder.
La transformación edilicia. Durante las últimas décadas del siglo XIX se renovó la fisonomía de
muchas ciudades latinoamericanas. El crecimiento demográfico requería cambios espaciales, las
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nuevas actividades exigían una nueva infraestructura y, por su parte, tanto la técnica como los
capitales extranjeros estaban en condiciones de resolver todos los problemas físicos de las ciudades.
Las nuevas burguesías y el deseo de transformación del casco histórico de apariencia colonial. El
trazado o perfección de los mismos y la comunicación entre los nuevos barrios, cada estilo según la
clase social a la que pertenecía.
Plazas y paseos fueron el orgullo de las nuevas burguesías. Las ciudades latinoamericanas mostraron
cierta predilección por el art noveau, cuyo estilo no sólo expresaba la novedad del momento, sino
también cierta tendencia al lujo de las clases sociales altas. Lo importante era aquella ostentación de
la decoración superflua, lo que concitaba el interés y la admiración.
Las estaciones ferroviarias exhibían sus estructuras de hierro como si fueran monumentos al Progreso
y la Industria. Las obras sanitarias, de agua corriente y de cloacas, eran signos de progreso. En cuanto
a la iluminación el paso del uso del aceite, al gas y luego a la eléctrica. En cuanto a los medios de
transporte, de los tranvías a caballo, a los tranvías eléctricos y luego los autobuses.
Tanto las Ciudades Latinoamericanas como Europa, compartían casi instantáneamente el
advenimiento del uso de la tecnología. Como símbolo del arte, la aparición de la Opera y de los
Teatros. El progreso y la religión de la ciencia conformaron una ideología que dividió a las clases altas.
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MARINA WAISMAN
El interior de la historia
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realmente la historia, por lo que se está regresando a una consideración más flexible, en la que la
realidad narrativa del hecho histórico no implica necesariamente la invención de un argumento que lo
haga significativo, busca un equilibrio entre la condición intrínsicamente narrativa de la historia y el
cuadro más general de la vida social, entre la comprensión y la explicación.
El gran relato sobre la idea de progreso de la humanidad hacia una meta cierta (meta que ha variado
del Cristianismo al Iluminismo) ha mostrado su carácter ideológico y en consecuencia ha legitimado la
proliferación de las historias.
Por otro lado la acción de los medios masivos de comunicación tiende a “presentificar” todos los
acontecimientos, a achatarlo todo en el plano de la contemporaneidad y de la simultaneidad,
produciendo una deshistorización de la experiencia.
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La pregunta de ¿Qué es lo que ha causado la permanencia del valor de esa obra en el tiempo? es la
diferencia de la historia del arte o arquitectura con la historia general.
Serían incomprensibles las obras sin reconocer los acontecimientos de su época. No es que variara su
valor artístico pero se alteraría su significado histórico. Un análisis que no tomara en cuenta la
datación de la obra correría el riesgo de convertirse en una consideración formalista o funcionalista,
sin profundidad histórica y sin posibilidad de arribar a real comprensión de la obra y de su significado.
La historia general, por su parte recibe, un estimable auxilio de la obra de arte o arquitectura,
considerado como documento de una cultura. En ella pueden leerse los más variados y extremos
aspectos de esa cultura, desde sus hábitos cotidianos hasta su concepción del mundo representada
por su modo de concebir el espacio.
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Sin embargo, este uso - y abuso - del lenguaje simbólico, que en la primera parte del siglo XIX
equivalía a una declaración de principios, a una toma de posición ideológica, condujo paulatinamente
hacia la desvalorización del lenguaje mismo. Es que las prioridades de la producción industrial
desalentaron el expresionismo fisionómico en los edificios (ya que el individualismo expresivo sub-
utiliza las técnicas de producción masiva), y en cambio alentaron el eclecticismo estilístico como
alternativa para individualizar los edificios.
Hacia la última parte del siglo el lenguaje se ha convertido en un ropaje intercambiable y sustituible,
perdiendo sus connotaciones ideológicas (fue práctica corriente la presentación de proyectos con dos
o tres versiones diferentes solamente en su lenguaje); a primer plano la organización funcional de las
plantas, explícitamente formulada por Durand, es decir la valoración y reconocimiento de los cambios
sociales que habían exigido la invención de las nuevas tipologías funcionales, Desde ese punto habría
de ser posible, pocas décadas más tarde, la revolución lingüística del Movimiento Moderno.
Pero la periodificación en ambos campos, el artístico y el arquitectónico, que hasta este siglo había
mantenido cursos paralelos, debían perder esa condición. En efecto, el desarrollo del arte puede
percibirse a lo largo del siglo XIX como un encadenamiento de acciones y reacciones en el que una
serie de conquistas formales van quebrando la tradición de la perspectiva renacentista, en una
permanente búsqueda de nuevos modos de visión. Las búsquedas de la arquitectura desde el punto
de vista social no ofrecen paralelo con esta trayectoria; obedecen a necesidades funcionales
interpretadas ideológicamente, a representaciones simbólicas. Al desembocar en la desvalorización
del lenguaje, el divorcio entre las teorías del arte y de la arquitectura parecía consumado.
Por cierto, la reflexión exclusivamente dirigida a problemas arquitectónicos había existido desde
antiguo, desde que comenzó a escribirse sobre arquitectura, fundamentalmente desde Vitruvio, Pero,
en su caso como en gran parte de los escritos a lo largo de siglos, el enfoque correspondía más a una
teoría que a una historiografía de la arquitectura. Los escritos de Vitruvio constituyen una
enciclopedia de conocimientos relativos a los más diversos aspectos de la arquitectura, desde la
construcción hasta los significados míticos. Pero la conocida tríada vitruviana, que indica como
esencia de la arquitectura las cualidades de funcionalidad, solidez constructiva (utilitas, firmitas y
venustas) se mantuvo a través de los siglos como base del pensamiento arquitectónico.
En el aspecto técnico, hasta la revolución industrial el paralelismo entre la producción arquitectónica
y la artística, como ya se ha señalado, había sido considerable: la técnica artesanal y la escala de la
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producción los hermanaba en estos aspectos esenciales. Pero a partir de las transformaciones tanto
en las técnicas constructivas como en la escala de producción de la arquitectura, el proceso de
producción se ha diferenciado no solamente desde el punto de vista de la concepción y la ejecución
técnica sino de la totalidad de dicho proceso. La incidencia del acto de diseño en el proceso total de la
producción, que en el pasado pudo ser bastante semejante tanto para la producción arquitectónica
como para la artística - aún cuando la intervención de la mano de obra extraña al artista había
adquirido bastante peso - ocupa ahora un lugar del todo distinto en ambos procesos.
La condición del artista creando libremente y ofreciendo luego su producto al mercado, la separaba
del arquitecto, cuya producción está necesariamente atada a un cliente determinado, y no es fácil de
concebir como un acto nacido de la iniciativa del propio arquitecto (aunque esta forma de acción se
practique alguna vez en los países ultradesarrollados).
Desde el Renacimiento existe, de un modo explícito, una diferenciación esencial entre ambos objetos
de estudio, y es la referida a la instancia del proyecto, etapa esencial del proceso de diseño de la
arquitectura, que sólo podría encontrar un paralelo muy relativo en los bocetos previos que utilizaron
los pintores en ciertas y determinadas épocas. Pues este estadio desaparece en gran parte de la
pintura moderna. Por lo demás, el boceto desempeñaba, en algunos casos, el papel muy general de
guía u ordenamiento espacial del cuadro, sin significado propio; en otros casos, por el contrario,
constituía un objeto acabado en sí mismo, que podía llegar a servir de "modelo" al futuro cuadro,
pero que conservaba un valor, por así decir, autónomo, y en ocasiones (David) con un tipo de
expresividad muy diferente al que luego tendría el cuadro.
El proyecto, a su vez, constituye una entidad con significados propios y completos en sí mismos, pues
implica una proyección al futuro, una propuesta acerca de modos de vida, de modos de percepción
del espacio y de la forma, de modos de relación con el medio urbano o rural, de modos de concebir la
tecnología, etc.. En la obra entrarán a jugar en primer plano la percepción sensible, la vivencia real del
espacio y, con el correr del tiempo, el grado de viabilidad de la propuesta, confrontada ahora con la
realidad de la vida social y del entorno físico concreto.
Esta forma especial de la producción arquitectónica hace que existan a lo largo de la historia,
numerosos objetos de reflexión en forma de proyectos o bocetos que no han llegado a convertirse en
obras, pero cuya presencia y a veces su influencie, en la historia de la arquitectura son innegables. Se
puede afirmar, pues, que estos componentes del proceso de diseño previos o independientes de la
ejecución de la obra presentan una problemática compleja, apenas esbozada aquí por lo demás, que
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"Criticar, dice Tafuri, significa recoger la fragancia histórica de los fenómenos". En cuanto a la teoría,
¿cómo podría realizarse una selección y valoración del material histórico, cómo podrían establecerse
pautas críticas, sin el apoyo de una serie de principios, esto es, sin una teoría? Y una teoría, a su vez,
¿de dónde obtiene su sustento sino de la realidad, que es una realidad histórica?
He aquí, pues, someramente planteada la estrecha interdependencia entre historia, teoría y crítica.
Intentemos ahora una caracterización más diferenciada. En cuanto a la teoría, la distinción de su
naturaleza con respecto a la historia puede definirse del siguiente modo: teoría es un sistema de
pensamiento mediante el cual se ordena un conjunto de proposiciones lógicas; historia es una
descripción crítica de la sucesión de los hechos arquitectónicos. El historiador, para la selección y
elaboración de su materia, se basa en una teoría; en todo "relato" histórico pueden descubrirse los
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elementos de una teoría; pero permanecen implícitos, inarticulados; pues constituyen una hipótesis
de trabajo, no una finalidad de la exposición. El material utilizado para elaborar el sistema teórico, a
su vez, ha sido extraído de la historia. Ahora bien, los "productos" de ambos trabajos son diferentes:
el sistema en un caso, la descripción en el otro. Y, por lo mismo, difieren los métodos: para el teórico
será la abstracción de conceptos a partir del análisis de los objetos reales; para el historiador será la
investigación, comprensión, valoración e interpretación de objetos reales a partir de conceptos.
Pero la arquitectura es una actividad concreta y práctica, y cualquier tipo de reflexión que a ella se
refiera conservará una relación más o menos directa con la praxis.
De ahí que la teoría, definida como sistema de pensamiento, puede asumir la forma de una
normativa, esto es, un sistema de leyes o normas que determinan cómo ha de ser la arquitectura, lo
que ha sido usual en el pasado, y aún en tiempos recientes en la enseñanza. O bien puede ser una
poética, esto es, el enunciado de una concepción, ya no universal, sino particular de un arquitecto o
un grupo de arquitectos, la base de su propuesta, su propia definición de la arquitectura tal como
pretende practicarla. Puede también la teoría asumir la forma de una filosofía de la arquitectura, esto
es, de una concepción generalizadora en busca de principios universal mente válidos, más ligada a la
especulación que a la realización.
En cuanto a la crítica y la historia, podría intentarse una distinción, en ambos casos, entre actividad y
actitud: esto es, actividad del crítico o del historiador, por una parte; actitud crítica y actitud histórica,
por la otra. Como actividad, la del historiador consiste en el estudio e interpretación de la
arquitectura del pasado y su ordenamiento en el tiempo.
La actividad del crítico consiste en el comentario de la arquitectura del presente, está referida al
diario acontecer de la arquitectura: a la identificación de nuevas ideas, a la valoración e interpretación
de nuevas obras o propuestas, al descubrimiento de nuevas tendencias. Contribuye, con su reflexión,
a la toma de conciencia de situaciones y, en el caso del crítico latinoamericano, cumple un importante
papel en la toma de conciencia del significado que el tema examinado pueda tener para nuestra
propia cultura o para nuestra praxis profesional. Sin embargo, puede ocurrir que el papel del crítico,
sea simplemente el de observar la realidad, descubrir en ella hechos arquitectónicos interesantes y
llamar la atención del espectador sobre ellos, suspendiendo momentáneamente el juicio, hasta tanto
sea posible construir nuevos parámetros capaces de develar la estructura significativa de los nuevos
fenómenos. Esa suspensión del juicio puede ser necesaria en cierta etapa del análisis, ahora bien, la
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Sofia Garcia- Historia 2 Meinardy
prolongación de esa suspensión del juicio más allá del establecimiento de pautas se vuelve negativa,
pues conduce a la aceptación indiscriminada de todo fenómeno examinado. No es ajena a esta
situación cierta crítica que, en el temor de equivocar el juicio acerca de una propuesta presuntamente
revolucionaria, tiende a la mera descripción sin arriesgar valoración alguna. Pero crítica sin juicio de
valor no es crítica. La función del crítico es precisamente la de emitir juicios, si ha de prestar servicios
reales a la comunidad profesional.
El auge de las publicaciones, han producido también en el campo arquitectónico fenómenos de
comunicación de masas. Quizás podría afirmarse que nunca en la historia tanta gente estuvo
reflexionando y escribiendo sobre arquitectura. Y esta ola de reflexión, impulsa a una toma general de
conciencia, por la cual los arquitectos proyectistas se ven necesitados a su vez de formular sus ideas
no sólo mediante diseños sino mediante la palabra, escrita o hablada, que les permita justificar o
explicar sus diseños mediante especulaciones teóricas.
¿El cuadro del presente estaría, entonces, reservado al crítico, y el del pasado al historiador (ambos
intrínsecamente unidos a la praxis profesional y a las necesidades culturales y profesionales del
momento en que se vive)?
Los criterios de valor propios del análisis crítico, por su parte, abarcan todos los aspectos de la
producción arquitectónica - estéticos, tecnológicos, funcionales, éticos, etc., etc. - y compete al crítico
establecer en cada caso la preeminencia de unos u otros, de acuerdo a su propia escala de valores y al
carácter del tema examinado.
El historiador, por su parte, no puede prescindir de los criterios de valor, que aparecen ya desde el
momento en que construye su objeto de estudio, al proceder a la selección de aquellos elementos
que considera relevantes según una determinada valoración. No hay forma de "diseñar" un objeto
histórico si no se parte de criterios de valor.
Puede, pues, afirmarse que ambas actividades, la del historiador y la de! crítico necesitan de métodos
tanto históricos como críticos
Sin embargo, estas distinciones se cargan de ambigüedad cuando entramos en el ámbito de la
posmodernidad y del historiador de la arquitectura contemporánea. Pues el efecto de
"presentificación" de los acontecimientos, la simultaneidad en la percepción del tiempo y el espacio
provocada por la explosión informativa, la des-historización del conocimiento - todo es presente -,
hacen que la tarea del historiador de la arquitectura contemporánea acabe por confundirse con la del
crítico. Se cierra el círculo si consideramos que la valoración y el análisis que efectúan tanto el
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historiador como el crítico implican una teoría de la arquitectura, una idea de lo que la arquitectura es
o debe ser, de lo que en arquitectura tiene sentido o carece de él, teoría que es la expresión de una
ideología.
La influencia actual de los medios de difusión hace mucho más efectiva y directa la acción de tales
escritos de lo que pudo ser en el pasado, y compromete mucho más, por lo mismo, la actitud ética del
historiador y el crítico. Sistema de valores y objetividad son algunos de los problemas que atañen
directamente a esta cuestión, problemas sobre los que volveré más adelante.
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BERMAN MARSHALL
Todo lo sólido se desvanece en el aire.
Berman analiza la experiencia de la modernidad, esta “forma de experiencia vital –la experiencia del
tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que
comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy”. El hecho fundamental de la vida
moderna tal como la experimenta Marx, es que esta es radicalmente contradictoria en su base: capaz
de todo menos de proporcionar estabilidad y solidez.
El único modo en el que el hombre se transforma es transformando radicalmente la totalidad de su
mundo físico, social y moral en que vive. Esto sin embargo, supone el trasfondo correspondiente de la
modernización: donde todo lo creado debe ser destruido para construir el camino de otras
creaciones. Construir un entorno social radicalmente nuevo que vaciará de contenido el viejo mundo
antiguo o lo destruirá.
Otro impulso de la modernización es el deseo de crear un entorno homogéneo.
El pensamiento moderno sobre la modernidad está divido en dos compartimentos diferentes:
modernización en la economía y la política, y modernismo en el arte, la cultura y la sensibilidad.
Si se puede decir que la modernidad une a toda la humanidad, esta unidad es paradójica, es una
unidad de la desunidad que nos lleva a la desintegración y la renovación perpetua, de lucha y
contradicción, de ambigüedad y angustia.
La modernización son los cambios sociales que son constantemente llevados a cabo, que la
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La modernización que aparece en el campo social, industrial, técnico, económico, financiero, necesita
de una nueva comprensión del mundo. Este no existe con ese significado contenido en sí mismo, sino
que el mundo es la representación que nos hacemos de él. Este nuevo concepto que se le otorga al
mundo es lo que va a ir elaborando el nuevo pensamiento moderno; y se caracteriza por saberes
racionalizadores, que Casullo organiza en tres grandes esferas: la cognitiva (ciencia), la normativa
(problemáticas éticas, morales y sus políticas de aplicación), y la expresiva (arte y estética). Estas
esferas con sus saberes, al interrelacionarse, constituyen en entramado de racionalización, que no es
solamente pensamiento, son también instituciones, historias, son hombres, son biografías. Sin este
entramado, sería muy difícil para nosotras ver el mundo. Por lo tanto, aquí se presenta otro de los
significados de la modernidad como entramado de racionalización.
En este sentido Romero, propone a la estructura como un concepto útil para el análisis histórico,
estructura variable porque analiza procesos, y hablar de procesos implica hablar de tiempo y
temporalidad: “Quien analiza un momento preciso, una coyuntura, encuentra allí el cruce de procesos,
de duraciones diferentes: encuentra la combinación de cosas que perduran con cosas que están
cambiando, y así como debe desagregar la realidad compleja en zonas diferentes, para luego
encontrar las relaciones y articulaciones que la integran, del mismo modo debe estar presto a
desarmar la temporalidad en duraciones diferentes para luego construir la unidad del proceso”.
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Con estos significados que componen el concepto de modernidad, y teniendo en cuenta que la
autorreflexión es el modo en que concebimos un mundo situado, y que particularmente nos contiene
a nosotros mismos, Casullo llega a decir que la modernidad es un concepto que marca un tiempo
reflexivo, el nuestro.
Por lo tanto hoy consideramos a la MODERNIDAD COMO AUTOCONCIENCIA, que tiene como
elemento esencial un proceso de comprensión de lo real, del sujeto y las cosas, del yo y la naturaleza,
de las formas de conocer esa naturaleza y ese yo mismo que estoy conociendo, del experimentar del
yo las nuevas formas de espacio y tiempo, en cada época.
M. Waisman, en cuanto a la proposición del “fin de la historia”, agrega que, lo que se ha acabado sin
duda es la oiría global, la historia única a cuyo hilo conductor, con eje en Europa, se subordinan todas
las posibles historias.
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Forster, presenta a la Ilustración del siglo XVIII como el despliegue histórico de la modernidad. Lo
define como el siglo de la Revolución Francesa, de la Declaración de los Derechos Humanos…..el
territorio de gestación de las grandes apuestas del hombre moderno. Piensa en las palabras “libertad,
igualdad, fraternidad”, equidad, autonomía, ciudadano, democracia, opinión publica, humanidad,
sociedad civil; pero en un sentido distinto al clásico; el siglo XVIII forjó estas palabras, cambió su
significado, las colocó en la historia bajo una nueva perspectiva. (VER FORSTER).
Es en el siglo XVIII europeo, donde comienza el proceso de “renovación de la historia”, que continuará
en los siglos XIX y XX. La antigua representación del mundo, sagrada, mítica y religiosa, , va ser
reemplazada por una representación racionalizada, en base a la razón y a lo científico-técnico.
Es la precisión metodológica de los posicionamientos historiográficos lo que cambia, se pasa de:
un método de análisis TELEOLÓGICO: óntico, en el cual la historia universal canónica, la historia
eurocéntrica creó sus esquemas de estudio; a
una mirada ONTOLÓGICA para el análisis de todo fenómeno, y, en palabras de Heidegger,
mediante un proceso hermenéutico se aproxima al conocimiento del “ser” y a su “sentido”.
Desde este posicionamiento epistemológico, se crean las “micro- historias”, las historias particulares,
las historia de las diferencias de Rosseau (expresión más radical y crítica de la ilustración para
Casullo): “…el gran defecto de los europeos es que filosofan acerca del origen de las cosas de acuerdo
con lo que ven a su alrededor. Para estudiar al hombre se requiere una perspectiva más amplia; para
descubrir las propiedades es necesario empezar por las diferencias…”
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Romero se pregunta: “¿Qué hechos del pasado son materia de historia?”, a lo que responde:”…todo
es historia, toda experiencia humana es en principio de interés y relevante para el conocimiento
histórico, entendido como el conocimiento de los hombres. Esto no significa que cada historiador deba
ocuparse de todo, sino que el campo abierto a su interrogación no está limitado de antemano, ni hay
zonas de la realidad, de la experiencia humana, que tengan asegurada a priori su calidad de
históricas…”
En este contexto, se resignifica toda teorización que explique la incidencia Europa-América. La
encrucijada se mueve entre lo universal y particular, donde la sociedad produce permanentes
intercambios simbólicos y materiales, que “…son los polos de la realidad histórica y las dimensiones
de un proceso único…” (Romero)
Esta renovación de la historia, que implica el derrumbe de toda comprensión teleológica, tiene a la
modernidad como idea clave de autoconciencia y autorreferencialidad; “…asume lo nuevo como valor
e implica como corolarios los conceptos de progreso y superación…” (M. Waisman). En este sentido, la
misma autora, condena al crítico a prestar servicios reales a la comunidad profesional mediante la
emisión de juicios de valor, ya no laudatorios o condenatorios, sino interpretativos y explicativos. Esta
sucesión de juicios es la historia, no una simple narración, sino una reescritura constante de la
realidad de los acontecimientos.
Podemos plantear, al modo de Liernur, este fenómeno de renovación histórica con dos
procedimientos de análisis contradictorios:
desde la REFLEXIÓN, que corresponde a la interpretación marxista liberal, a la visión canónica de
la historia que consolida la relación casa matriz (producción europea y norteamericana) y sucursal
(producción latina). En este sentido, Liernur afirma que el hecho de que Europa más que descubrir
ha inventado “América”. Y hoy nosotros podíamos decir que la mirada del “centro” ha inventado
“Latinoamérica”. Cita a E. Garin, historiador italiano: “…casi en un espejo, es el alma misma de
Europa la que se refleja en las imágenes que los europeos se hacen de los otros pueblos y en esas
imágenes se expresa así la buena y mala conciencia de los europeos”.
desde la REFRACCIÓN (que aún se está intentando). Es un sistema de interrelaciones, de
permanente intercambio, donde los artistas van y vienen. Esta procedimiento, a diferencia del
anterior, tiene penetración, y a la idea de influencia le contrapone la de desdoblamientos.
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Retomando las afirmaciones de Casullo, la modernidad va extinguiendo ese mundo de Dios. Nietzsche
plantea “la muerte de Dios”, como crítica a los dogmas de la Iglesia, a la hipocresía de las morales
dominantes, como crítica a lo religioso autoritario, a la superstición, al mito, ese plan de Dios que,
dogmatizado y bajo el poder de la Iglesia, era sentido por los modernizadores liberales como un plan
que sofocaba al hombre, que lo encerraba en una falsa conciencia, que lo condenaba a no saber la
verdad objetiva que por vía científico- técnica podía llegar a conocer. Y que lo condenaba a la
“minoría de edad” que Kant declara como la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin ser
guiado por otro. “….el iluminismo es el abandono que el hombre hace de su minoría de edad, en el
cual se encontraba por su propia culpa. Culpa que no reside en una insuficiencia del entendimiento,
sino en la falta de coraje para utilizarlo sin ser guiado por otro. Ten el coraje de servirte de tu propio
entendimiento. Éste es el lema del iluminismo…”
Entre el poder de los reyes, de los ejércitos, de la Iglesia, emerge un nuevo e insólito poder: el del
autor, como nueva figura de lo moderno.
Rafael Iglesias. En el siglo XIX, mientras todos los elementos de la cultura aparecen desdibujados,
“desconcertados”, sólo un aspecto de la totalidad aparece firme y estructurado: la organización
económica.
La circulación monetaria y los adelantos técnicos, permiten conformar un sistema productivo de
fuerte coherencia: el capitalismo, que influyó sobre el todo cultural. El sistema alcanzó una escala
mundial dentro de una sistema cada vez más integrado. El crecimiento en la producción lleva al
cambio de escala. De la escala regional del reducido comercio medieval se pasó a la escala nacional e
internacional del primer mercantilismo. Pero la Revolución Industrial implica un aumento que sólo
puede absorber a escala mundial.
El mundo entero no es ya sino un inmenso mercado que las grandes industrias de todos los países se
disputan como un campo de batalla. Todo el sistema pivota alrededor de las ganacias, lo que produce
hechos positivos y negativos.
De ahí ha salido el régimen social propio de nuestra civilización contemporánea y que forma un todo
tan completo, tan coherente como pudo serlo en el siglo X el régimen feudal.
En el siglo XIX, culminó un proceso iniciado por la Edad Media, de desarrollo, afianzamiento y
predominio de la burguesía, a la que se le suma la creciente clase media. (VER R. IGLESIAS págs. 18,
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Sofia Garcia- Historia 2 Meinardy
19, 20).
La burguesía es parte del contradictorio siglo XIX. Al principio el romanticismo fue una rebelión
pequeña burguesa contra el clasicismo de la nobleza.
Rafael Iglesias. Las fuerzas sociales que promovieron el cambio, aspiraron a unas formas de gobierno
que efectivizaran su dominio sobre las sociedad. El poder fue compartido por una clase más extensa,
lo que produjo, sino una igualdad social total, un mayor igualitarismo de los derechos cívicos, una
mayor permeabilidad social y mayor repartición de la riqueza. El modelo político predominante fue la
democracia parlamentaria, organizada como República y basada en los modelos de la Grecia clásica y
de la Roma republicana.
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La CIENCIA, como el principal instrumento para la iluminación del hombre, crea una imagen del
universo mecanicista y “desacralizada”. En esta nueva realidad lo no conocido no fue algo misterioso
fruto de la voluntad de Dios o del accionar de potencias sobrenaturales, sino lo aún no explicado.
Todo era explicable para la razón y por lo tanto, el mundo necesariamente debía ser racional.
El mundo físico, orgánico, e inorgánico, se mueve de acuerdo con la causalidad mecánica. El hombre
percibe el mundo físico no a través de sus sentidos, sino solamente a través de la razón. De este modo
la teoría de Descartes prueba que la causalidad mecánica, es la materialización del pensar lógico. En
el concepto de causalidad mecánica la razón proyecta su finalidad, su proceder, hacia el dominio y
explotación de la naturaleza como materia. La manifestación más clara de este proceder utilitario de
la razón es la herramienta, la máquina que sirve para el dominio y explotación de la materia.
La razón interpreta las leyes de la naturaleza en la forma que corresponda mejor al tratamiento
mecánico, que es la de la causalidad mecánica.
Pero junto a este mundo mecánico y racional, coexiste el mundo irracional y orgánico del
romanticismo. La burguesía admitió esta coexistencia contradictoria, cuya consecuencia fue una
conducta dual: racional y mecánica en los aspectos materiales de la vida; e idealista, casi
supersticiosa, en los aspectos espirituales de la misma.
“Existir, eso es sentir”, es la frase clave del romanticismo que Rosseau lanza como un ariete contra la
proposición racional de Descartes: “Pienso, luego existo”.
En este punto, señala M. Waisman, los temas que nos preocupan giran en torno a ciertas antinomias,
que no son sino distintas caras de una tensión común: universalismo/ localismo; modernidad/
identidad; centro/ periferia, entre otras.
El concepto de modernidad apropiada presentado por F. Cox, es para M. Wasiman, una de las
fórmulas más felices propuestas para enfrentar el conflicto entre lo universal y lo específico, entre la
marcha del mundo desarrollado y las identidades particulares.
La modernidad apropiada (en arquitectura), no es un “ismo” arquitectónico, ni un modo
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estilísticamente determinable de arquitectura; es una actitud frente al hacer arquitectura. Una actitud
determinada y común, cuyos resultados arquitectónicos son tan diversos y variados como cada
realidad histórica. Por lo tanto, esta modernidad apropiada, tiene un triple significado: en cuanto
adecuada, en cuanto hecha propia y en cuanto propia.
Fernandez Cox, presenta de esta manera, dos modos distintos de “ver” los asuntos de la modernidad,
dos sensibilidades diferentes, que se encuentran opuestas dialécticamente:
la MODERNIDAD ILUSTRADA, representa a un conjunto de respuestas ya dadas pertenecientes al
modelo normativo absoluto del ser moderno, instaurado, principalmente, en Inglaterra, Francia y
EEUU. A ella sólo pueden acceder quienes la construyeron por dentro y desde allí, sólo ellos
pueden hacer su introspección autocrítica, y desarrollar su reflexión posmoderna.
la MODERNIDAD APROPIADA, la modernidad apropiada es el conjunto de desafíos históricos
pendientes, cuyo proceso de modernización, se produjo por un exogénesis, “modernización a
presión”. Las elites (aristocráticas, políticas, intelectuales, artísticas), han sido los principales
agentes de los intentos de modernización y de la enajenación de dichas modernizaciones.
”…hemos sido incapaces de asumir una modernidad apropiada real a nuestra autenticidad. Hemos
importado las soluciones, sin tener todavía los problemas”.
Vitale, ante la ausencia de una teoría de la historia para América Latina y el Caribe, impone la
necesidad de una ruptura epistemológica con la hasta ahora considerad historia universal: “…el
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problema central, es no transladar a nuestra historia los esquemas de estudio utilizados para la
historia europea, creados desde el análisis de sociedades industrializadas.”
Esta preocupación por la caracterización de la nación latinoamericana, afirma Comas, es el fruto del
desencanto y la perplejidad. Preocupación similar a la de Europa en el siglo XIX, donde y cuando se
plasma el concepto moderno de nación en medio de formidables transformaciones de naturaleza
socio- económica y política. Estamos en búsqueda de una expresión arquitectónica de IDENTIDAD
NACIONAL.
Con respecto a la antinomia centro/periferia, Liernur expone que la cuestión del centro no existe
como tal, y explica la transitoriedad de los mismos en relación directa al capitalismo, cuyo sistema es
cambiante y móvil. “…debemos desarmar la metáfora de que el arte europeo tenía su centro en la
metrópolis y el arte americano constituía la periferia o sucursal...”“…debemos prestar atención al
cruce de miradas, tanto las que provienen de los “centros” como las que se emiten desde cada
particular condición de la periferia; para conocer nuestras particularidades, nuestra arquitectura
apropiada, que no está solo en relación a unas condiciones concretas dadas, sino que se inscribe en
un proyecto global”.(LIERNUR)
Casullo. El proyecto de la ilustración, ese proyecto moderno donde nosotros como América Latina
estamos absolutamente involucrados, con nuestros héroes de Mayo, trabajando al calor
esencialmente del pensamiento de la Ilustración francesa. Lo que lee Castelli, lo que lee Mariano
Moreno, lo que lee Belgrano son las obras que llegaban en fragatas luego de recorrer cuatro o cinco
meses el Atlántico; Voltaire, Diderot, Montesqui, Rosseau, que van a ser los mismos autores que
veinte años antes de la Revolución de Mayo van a ser leídos por los caudillos de la Revolución
francesa, Robespierre, Marat, Dantón, se van a sentir absolutamente impregnados por el
pensamiento de esto que empieza a aparecer de una manera extraña: el poder del autor.
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Y muchos Robespierre, y muchos Mariano Moreno que leen sus obras. Que acá también van a
cometer la locura, por ejemplo de producir la revolución, en una aldea que era barro y paja, que no
tenía más que cincuenta o sesenta manzanas, y mandar ejércitos a dos mil kilómetros de distancia, al
Alto Perú; sólo pensarlo parece algo increíble. Esas son las maravillosas locuras de la revolución, de
gente que básicamente se nutre en la lectura se este pensamiento moderno que se va gestando en el
Siglo de las Luces, en la lectura de estos hombres, en sus escritos que tienen básicamente el carácter
de universalidad.
Lo que ellos dicen, lo que ellos descifran, lo que ellos especulan, piensan, es para todo tiempo y lugar.
Este es el gran proyecto de la Ilustración del siglo XVIII, que va a tener un enorme eco en América
Latina y en la revolución norteamericana, en el norte y, que va también a beber de la fuente de la
Revolución Inglesa del siglo XVII.
Estas tres nociones pueden no coincidir, y por lo tanto entrar en contradicción: puede haber
modernismos que sustenten o pongan en cuestión las formas dominantes en cuestión.
Berman define el tiempo de la modernidad como aquel en que “todo lo sólido se desvanece en el
aire”, a lo que aclara: “Ser moderno es encontrarnos a nosotros mismos en un entorno que nos
promete aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros mismos y del mundo, pero
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que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que conocemos, todo lo
que somos”. Para Berman, la cita de Marx tiene una grandeza cósmica y visionaria.
LIERNUR agrega a ésta interpretación, que el fenómeno físico, producto por excelencia de la
modernización es la metrópoli, en donde “se disuelven en el aire” los valores de la ciudad. Mientras
ésta última es un orgánico complejo de lugares, la metrópoli es su ausencia; la ciudad es sede de las
diferencias, la metrópoli de la igualación, de la matematización universal; la ciudad es el refugio de la
comunidad, la metrópoli la sede de la sociedad; en la ciudad radica la cultura, en la metrópoli se
expande la civilización.
El pueblo que compone la muchedumbre está utilizando y expresando sus poderes vitales, su lucidez,
su inteligencia y su coraje, para enfrentarse y luchar contra los horrores: muchas de las cosas que
hace, solamente para pasar el día, revelan lo que Baudelaire llamó “el heroísmo de la vida moderna”.
No le caben dudas a Liernur de que nosotros y los que vendrán después de nosotros seguiremos
luchando para sentirnos más en casa en este mundo, aun si las casas que habremos hecho, la calle
moderna, el espíritu moderno desaparezcan como “todo lo sólido, disuelto en el aire”.
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