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HISTORIA DE ESPAÑA - SELECTIVIDAD

TEMA 9. LA RESTAURACIÓN MONÁRQUICA


(1875-1898)

1. Objetivos didácticos de la unidad

2. Introducción

3. El sistema canovista

3.1. La Constitución de 1876


3.2. Bipartidismo y turno pacífico
3.3. Falseamiento electoral y caciquismo

4 Los partidos dinásticos

5 Desarrollo del turno de partidos

6 La oposición al sistema

7 El fin de los conflictos bélicos

8 Regionalismos y nacionalismos

9 Ejercicios de la unidad

1. Objetivos didácticos de la unidad

Al finalizar la unidad, los alumnos han de ser capaces de:

- Identificar y situar en el tiempo y en el espacio los procesos, estructuras y acontecimientos más


relevantes de la historia de España, valorando sus repercusiones en la configuración de la España
actual.
- Situar el proceso histórico español en sus coordenadas internacionales para explicar y comprender sus
implicaciones e influencias mutuas para ser capaces de tener una visión articulada y coherente de la
historia.
- Comprender la importancia de un período como la Restauración para la historia de España, así como
su impronta en la España actual, especialmente en lo referido a la política y a la sociedad.

2. Introducción

Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio, se restauró la


monarquía borbónica y España volvió al liberalismo censitario. El nuevo sistema político, ideado por

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Cánovas del Castillo, se fundamentó en la alternancia en el poder de dos grandes partidos, el


conservador y el liberal.

Este período de la de Restauración, es decir, el régimen político existente en España desde 1875 a
1923, puede dividirse en dos etapas:

a) 1875-1902, coincidente con el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina de


Habsburgo, esposa de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Es el período de formación y máximo
desarrollo del sistema ideado por Cánovas del Castillo.

a) 1902-1931, coincidente con el reinado de Alfonso XIII. Es el periodo de crisis del sistema
canovista, que caerá con la proclamación de la Segunda República.

3. El sistema canovista

El pronunciamiento militar de Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874 significó la


restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. El personaje clave
del momento fue Antonio Cánovas del Castillo, ideólogo del complejo sistema político que
duraría medio siglo.

Ya en el Manifiesto de Sandhurst (1874), elaborado por Cánovas, firmado por Alfonso XII en el
exilio y publicado dos días antes del golpe de Martínez Campos, se observan las líneas
maestras del futuro régimen. Sería un régimen monárquico de tipo conservador y católico que
defendería el orden social y respetaría el sistema político liberal. Realmente se trataba de un
sistema que pretendía acabar con los excesos llevados a cabo durante el sexenio
democrático.

El sistema político de la Restauración está absolutamente ligado a la figura de Antonio


Cánovas del Castillo. Antiguo ministro de la Unión Liberal, su pensamiento político fue
reaccionario y conservador y siempre fue contrario al sufragio universal. Sin embargo, fue un
político pragmático y realista que buscó el consenso entre las fuerzas liberales en las que se
cimentó el régimen de la Restauración. Tras ser el artífice de la vuelta al trono de los
Borbones y configurarse como la gran figura política del nuevo régimen, fue asesinado en
1897 por el anarquista italiano Miguel Angiolillo.

Cánovas era partidario de mantener a los Borbones y el viejo sistema liberal basado en el
sufragio censitario. Defendía la idea moderada de la soberanía compartida de Rey y
Cortes, en un punto intermedio entre el Antiguo Régimen y monarquía democrática de
1869.

Sin embargo, era consciente de que era necesario renovar el agotado programa de los
moderados. Estas eran las novedades que propuso:

• Alfonso XII debía reemplazar a la impopular Isabel II. Cánovas consiguió que la reina renunciara
a sus derechos al trono en 1870.

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• Había que terminar con las continuas intervenciones del Ejército, fuente continua de
inestabilidad política.

• Había que crear un sistema bipartidista basado en dos partidos burgueses que pacíficamente
se fueran turnando en el poder. Estos dos partidos serían el que él creo, el Partido Conservador,
que debía sustituir al agotado partido Moderado, y el Partido Liberal, dirigido por el antiguo
progresista Práxedes Mateo Sagasta, que sería el heredero de los ideales de 1869 adaptados a los
límites del sistema canovista.

3.1. La Constitución de 1876

El régimen de la Restauración se dotó de una nueva constitución que, en lo fundamental, es


heredera de la moderada de 1845. Se reunieron unas Cortes constituyentes con mayoría
conservadora. En ellas se debatió y aprobó un anteproyecto redactado por Alonso Martínez,
aunque su verdadero inspirador fue el propio Cánovas del Castillo. Principales rasgos de la
Constitución:

• Soberanía compartida entre las Cortes y Rey. Lo que significaba la negación de la idea
de soberanía nacional.

• Cortes Bicamerales:

 Congreso elegido
 Senado en el que se representan las clases poderosas del país:
• senadores “de derecho propio”. Grandes de España y jerarquías eclesiásticas y militares
• senadores “vitalicios”, nombrados por el rey.
• senadores elegidos por sufragio censitario entre los mayores contribuyentes.

• Fortalecimiento del poder de la Corona que se constituyó como eje del Estado: el poder ejecutivo,
con la designación de los ministros y mando directo del ejército; y el poder legislativo, compartido
con las Cortes ( Derecho de veto absoluto sobre las leyes aprobadas por las Cortes y poder de
convocar, suspender o disolver las Cortes)

• Reconocimiento teórico de derechos y libertades, que en la práctica fueron limitados o


aplazados durante los gobiernos de Cánovas, principalmente los derechos de imprenta, expresión,
asociación y reunión.

• No se especifica el tipo de sufragio para elegir el Congreso. Posteriormente, bajo el gobierno


del Partido Conservador de Canovas se aprobó la Ley Electoral de 1878 que establecía el voto
censitario, limitado a los mayores contribuyentes. En 1890, con el Partido Liberal de Sagasta en el
poder, se aprobó el sufragio universal masculino.

• Recorte de la libertad religiosa. La religión católica es declarada religión oficial del Estado.
En consecuencia, se restableció el presupuesto del clero para financiar a la iglesia.

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3.2. Bipartidismo y turno pacifico

Antonio Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la


alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que
renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba, por tanto,
que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional mediante la
participación en el poder de las dos familias políticas del liberalismo y pondría fin a la intervención del
ejército en la vida política.

Este turno pacífico en el poder no era la


expresión de la voluntad de los electores, sino
que los dirigentes de los partidos lo acordaban
y pactaban previamente. Una vez acordada la
alternancia se producía el siguiente
mecanismo: el Rey nombraba un nuevo Jefe
de Gobierno y le otorgaba el decreto de
disolución de Cortes. Una vez disueltas las
Cortes, el nuevo gobierno convocaba unas
elecciones completamente adulteradas y
“fabricaba” los resultados mediante el
“encasillado”, la asignación previa de escaños
en los que se dejaba un número suficiente a la
oposición. Este sistema de adulteración
electoral no se dio sólo en España. El
“transformismo” en Italia y el “rotativismo” en
Portugal fueron sistemas similares.

El ejército, que constituía uno de lo grandes


pilares del régimen, quedó subordinado al
poder civil. Así, una Real Orden de 1875
estableció que la misión del ejército era
defender la independencia nacional y que no
debía intervenir en las contiendas de los partidos. Como contrapartida se otorgaba a los militares una
cierta autonomía para sus asuntos internos y se dotaba al ejército de un elevado presupuesto. De este
modo, el turno pacífico eliminó del panorama político de la Restauración el problema de los
pronunciamientos y el protagonismo de la presencia militar en los partidos y en la vida política española,
que habían caracterizado la época de Isabel II.

3.3. Falseamiento electoral y caciquismo

El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción
electoral y a la utilización de la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la
sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España, aunque alcanzó su
máximo desarrollo en Andalucía, Galicia y Castilla.

La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, que se logró mediante
el restablecimiento del sufragio censitario, un trato más favorable a los distritos rurales frente a los
urbanos y, sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales. En esta manipulación, la figura del
cacique resultaba fundamental.

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Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban
trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político.
También podían ser abogados, profesionales de prestigio o funcionarios de la Administración, que
controlaban los ayuntamientos, hacían informes y certificados, dirigían el sorteo de quintas, proponían el
reparto de las contribuciones y podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos.
Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la
fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.

Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades,
especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales que
ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como
pucherazo. Para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo
(incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, ejercer la
compra de votos, amenazar al electorado con coacciones de todo tipo e incluso emplear la violencia para
atemorizar a los contrarios.

Todas estas prácticas fraudulentas llevaron al descontento de una buena parte de la población, que se
concentró en un elevado abstencionismo electoral. Esta apatía política se explica por la escasa
representatividad de los partidos dinásticos, la desconfianza del electorado en la honestidad de las
elecciones y el desinterés de la oposición en participar en el proceso electoral.

Sátira sobre el falseamiento electoral

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4. Los partidos dinásticos

Cánovas había sido el principal dirigente del


Partido Alfonsino, que durante el Sexenio
Democrático había defendido la restauración
monárquica. Tras el regreso de Alfonso XII lo
transformó en el partido Liberal-Conservador, que
aglutinaba a los grupos político más
conservadores (a excepción de los carlistas y los
integristas) y que acabó llamándose simplemente
Partido Conservador. El proyecto bipartidista de
Cánovas requería otro partido de carácter más
progresista, la llamada izquierda dinástica, y él
mismo propuso a Sagasta su formación. De un
acuerdo entre progresistas, unionistas y algunos
republicanos moderados nació el Partido Liberal-
Cánovas y Sagasta Fusionista, más tarde conocido como Partido
Liberal. A ambos partidos les correspondía la
tarea de aunar a los diferentes grupos y facciones, con el único requisito de aceptar la monarquía
Alfonsina y la alternancia en el poder. Por este motivo, se le conocía como partidos dinásticos.

Conservadores y liberales coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero diferían en algunos


aspectos y asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Ambos defendían la
monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado Liberal, unitario y
centralista. Su extracción social era bastante homogénea y se nutrían principalmente de las élites
económicas y de la clase media acomodada. Eran partidos de minorías, de notables, que contaban con
periódicos, centros y comités distribuidos por el territorio español.

En cuanto a su actuación política, las diferencias eran escasas. Los conservadores se mostraban
más proclives al inmovilismo político, proponían sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y del orden
social. Los liberales defendían el sufragio universal masculino y estaban más inclinados a un reformismo
social de carácter más progresista y laico. Pero, en la práctica, la actuación de ambos partidos en el
poder no difería en lo esencial, al existir un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al
otro partido a derogarla cuando regresase al gobierno.

5. Desarrollo del turno de partidos

A lo largo periodo que transcurrió entre los años 1876 y 1898 el turno funcionó con regularidad: de todas
las elecciones que se hicieron, seis las ganaron los conservadores y cuatro los liberales. A pesar de
que la alternancia pasó momentos difíciles, la primera crisis del sistema se produjo como resultado del
impacto del desastre de 1898, que erosionó los políticos y los partidos dinásticos.

El Partido Conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 hasta 1881, cuando Sagasta formó un
primer gobierno liberal que introdujo el sufragio universal masculino para los comicios municipales (1882).
En 1884, Cánovas volvió al poder, pero el temor a una posible desestabilización del sistema político tras
la muerte del rey Alfonso XII (1885), impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado

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Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de
la monarquía ante las fuertes presiones de carlistas y republicanos.

Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Durante el llamado gobierno
largo de Sagasta, que se extendió de 1885 a 1890, los liberales impulsaron una importante obra
reformista para incorporar al sistema algunos derechos asociados a los ideales de la revolución de 1868.
De este modo se aprobó la Ley de Asociaciones (1887), que eliminó la distinción entre partidos legales
e ilegales y permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras; se abolió la esclavitud
(1888); se introdujo la celebración de juicios por jurados; se impulsó un nuevo Código Civil (1889); y se
llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares.

Pero la reforma de mayor trascendencia fue sin duda la implantación del sufragio universal masculino
en las elecciones generales de 1890. De esta manera, el censo electoral se amplió de 800.000 hombres
a cerca de 5.000.000, al tener derecho a voto todos los varones mayores de 25 años. Sin embargo, la
universalización del sufragio quedó desvirtuada por la continuidad de los viejos mecanismos de fraude y
corrupción electoral, que imposibilitaron una verdadera democratización del sistema.

En la última década del siglo se mantuvo el turno pacífico de partidos: en 1890, los conservadores
volvieron al poder, en 1892 regresaron los liberales, y en 1895, Cánovas asumió la presidencia del
gobierno hasta 1897, fecha de su asesinato. Sin embargo, el personalismo del sistema deterioró a los
partidos, que dependían excesivamente de la personalidad de sus líderes, provocando disidencias
internas y la descomposición de ambos partidos. En el Partido Liberal, surgieron personajes como
Germán Gamazo y Antonio Maura, que provocaron la aparición de facciones y la desorganización del
partido. En cuanto a los conservadores, destacó la disidencia de los reformistas de Francisco Silvela, que
consiguió aglutinar a las diferentes facciones tras la muerte de Cánovas.

6. La oposición al sistema

Durante la Restauración, los republicanos, carlistas, socialistas y nacionalistas quedaron relegados a la


oposición y nunca consiguieron obtener un número suficiente de diputados para formar gobierno o
constituir una minoría parlamentaria. Las principales fuerzas políticas marginadas del sistema fueron la
siguientes:

- Los carlistas. El carlismo entró en una grave crisis tras su derrota total en 1876. Se organizaron
en un partido político liderado por Cándido Nocedal. Con fuerza en el País Vasco y Navarra,
nunca consiguieron más del 3% en las elecciones en que se presentaron. En esta época se fundó
una milicia paramilitar, el Requeté, que adquirirá gran importancia durante la Segunda República y
la Guerra Civil. No obstante, el partido carlista no olvidó completamente su tradición insurreccional
y promovió algunos intentos fracasados en 1899 y en 1900.

- La Unión Católica, fundada en 1881 y liderada por Alejandro Pidal. Se trataba de un partido
conservador y católico, claramente diferenciado de los carlistas, pero crítico con los
conservadores a los que acusaban de excesivas connivencias con el reformismo liberal.

- Los partidos republicanos. Tras el fracaso de la Primera República, los republicanos tuvieron
que recomponerse. Estuvieron bastante desorganizados y divididos. Castelar evolucionó hacia
posturas cada vez más moderadas y fundó el Partido Republicano Posibilista, partidario de llegar
a un entendimiento con la monarquía borbónica. Ruiz-Zorrilla viró hacia posturas radicales que no
descartaban la acción violenta contra la monarquía, fundando así el Partido Republicano
Progresista. Salmerón representaba la opción de centro dentro del republicanismo (Partido

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Republicano Centralista), mientras Pi y Margall seguía fiel a sus principios federalistas (Partido
Republicano Federal). El sufragio universal masculino comportó una cierta revitalización del
republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales (Unión Republicana) en 1893 y
1901.

- Algunos partidos más cercanos a la izquierda, nacidos de escisiones entre los liberales, como
el Partido Democrático-Monárquico o la llamada Izquierda Dinástica. Sin embargo, nadie pudo
desbancar a Sagasta del liderazgo de los liberales y los nuevos partidos tuvieron escaso apoyo
electoral.

- El movimiento obrero: anarquistas y socialistas. La sección española de la AIT nació durante el


Sexenio gracias a la labor del anarquista Fanelli y al marxista Lafargue. Al igual que en toda
Europa, la ruptura entre Marx y Bakunin en el Congreso de La Haya en 1872 propició la escisión
de las fuerzas obreras entre:

a) Anarquistas: grupo mayoritario en España. Tras la ley de Asociaciones de 1881, aprobada por el
gobierno liberal de Sagasta, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En
1881 nació la Federación de Trabajadores de la Región Española, en la que destacó Anselmo Lorenzo,
uno de los principales líderes de los inicios del movimiento anarquista.

A partir de 1901 diversos grupos se organizaron en torno a la publicación “Solidaridad Obrera”.


Finalmente, en el Congreso en Barcelona (1910), nació la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, el
mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales
catalanes. Los anarquistas defendieron una ideología colectivista, libertaria, apolítica, anticlerical y
revolucionaria.

b) Socialistas: minoritarios en nuestro país. Todavía de forma clandestina, en 1879 nació en Madrid
el Partido Socialista Obrero Español, el PSOE, con Pablo Iglesias como principal figura. En 1888, el
PSOE celebró su primer congreso y se fundó la Unión General de Trabajadores, la UGT, sindicato
socialista. Opuestos a los anarquistas, los socialistas mantuvieron una ideología colectivista, anticlerical y
antiburguesa, pero más moderada que la de la otra gran corriente del movimiento obrero español.
Partidarios de la lucha política, Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910.

c) La oposición intelectual. Pensadores, profesores universitarios, novelistas contrarios a un


sistema que impedía la modernización del país y la aproximación a la Europa avanzada.

d) El regionalismo y nacionalismo en Cataluña y el País Vasco, cuyo ascenso comenzó en el


último cuarto del siglo XIX.

7. Nacionalismos y regionalismos

En el último cuarto del s. XIX comenzó en España el ascenso e movimientos de carácter regionalista o
nacionalista. Grupos de intelectuales, políticos, periodistas y hombres de negocios empezaron a proponer
en ciertas regiones españolas, primero en Cataluña, el País Vasco y Galicia, pero más tarde también en
Valencia, Andalucía y Aragón, políticas contrarias al uniformismo y al centralismo estatal propios del
liberalismo español.

El nacionalismo catalán

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La región pionera en desarrollar un movimiento regionalista fue Cataluña, donde a lo largo del s.
XIX había tenido lugar un crecimiento económico superior a cualquier otra región española. La
industrialización había hecho de Barcelona y su entorno la primera zona industrial de España y había
propiciado el nacimiento de una influyente burguesía de empresarios industriales. Este nuevo grupo
social sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los diferentes gobiernos e
hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador.

El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidió con un notable renacimiento de la cultura catalana y


una expansión del uso de su lengua vernácula, el catalán. En este contexto y a mediados del s. XIX,
nació un movimiento conocido como la
Renaixença, cuyo objeto era la Las Bases de Manresa
recuperación de la lengua y de las
señas de identidad catalanas. De este
modo, el catalanismo surgió de la
conjunción del progreso económico y
el renacimiento cultural o, como se dijo
en aquel tiempo, de la unión del
arancel y la poesía.

Por otro lado, en la década de 1880 se


desarrolló el catalanismo político, que
tuvo varias corrientes. Una de ellas
estuvo basada en el tradicionalismo
y en el obispo Torras y Bages su
máximo representante. Otra, esta es la
importante, era de carácter progresista, base popular, y principios federalistas y estuvo alentada por
Valentí Almirall (republicano federal), considerado como el padre del catalanismo político. Almirall fundó
en 1882 el Centre Català, que empezó a defender la autonomía de Cataluña.

Un grupo de intelectuales, vinculados al periódico La Renaixença y de carácter conservador, fundó


la Unió Catalanista (1891), una federación de entidades de carácter catalanista de tendencia
conservadora. Su programa quedó fijado en las Bases de Manresa en 1892, que defendía una
organización confederal de España y la soberanía de Cataluña en política interior. El regionalismo pasó
entonces a convertirse en verdadero nacionalismo, al consolidarse el catalanismo político.

El impacto de la crisis del 98 fue decisivo para la maduración y expansión social del catalanismo. Las
pérdidas económicas tras el desastre del 98 empujaron a la alta burguesía hacia el nuevo movimiento,
esto cuajó en la creación en 1901 de un nuevo partido, la Lliga Regionalista, que contó entre sus
principales líderes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentaba un programa político
conservador, centrado en la lucha contra el corrupto e ineficaz sistema de Restauración y a favor de un
reformismo político que otorgase la autonomía a Cataluña. Sus éxitos electorales en Barcelona a partir de
1901 la convirtieron en la fuerza hegemónica en Cataluña hasta 1923.

En 1906 se creó la Solidaritat Catalana, una coalición liderada por la Lliga regionalista, a la que
acompañaban carlistas y republicanos catalanistas. Consiguió un gran éxito electoral en las elecciones a
Cortes de 1907 (41 de 44 escaños) y ayudó al dominio político de la Lliga en Cataluña.

El nacionalismo vasco

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El nacionalismo vasco surgió en la década de 1890. En sus orígenes hay que considerar la reacción ante
la pérdida de una parte sustancial de los fueros tras la derrota del carlismo; pero también el desarrollo de
una corriente cultural en defensa de la lengua vasca, el euskera.

El gran impulsor fue Sabino Arana que creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura
vasca la llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona minera e industrial de
Bilbao, como resultado de la enorme expansión de la minería y la siderurgia vascas en el último tercio del
siglo XIX. Pensaba que esta población de maketos (nombre despectivo dado a los inmigrantes no
vascos) ponía en peligro el euskera, cuyo uso se reducía a pequeños territorios rurales, y las traiciones
vascas.

Las propuestas de Arana prendieron en diversos sectores sobre todo en la pequeña burguesía y en 1895
se creó el PNV en Bilbao. Arana popularizo el nombre de Euzkadi y una bandera propia. El
movimiento estaba impregnado de un gran sentimiento católico y de defensa de la tradición, pretendía
impulsar la lengua y las costumbres vascas y defendía la pureza racial de los pueblos vascos. Así el
nacionalismo adquirió un cierto sentido xenófobo.

En un principio, el PNV se declaró de inmediato independentista con respecto a España, pero esta
posición fue evolucionando hacia el autonomismo. Aunque a la muerte de Arana aparecieron disensiones
dentro del nacionalismo vasco, su progreso electoral fue constante en las primeras décadas del siglo XX.
Su principal rival en la defensa de la identidad vasca fue el carlismo, que también reclamaba la vuelta de
los fueros, y que en Navarra tenía mucha más fuerza.

Otros nacionalismos y regionalismos.

Además del catalán y el vasco, otro nacionalísimo con cierto relieve fue el galleguismo, que tuvo un
carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el siglo XX. La lengua gallega se usaba sobre todo en
el medio rural, y a mediados del siglo XIX, intelectuales y literatos gallegos emprendieron el camino de
convertirla en legua literaria. Ello dio lugar al nacimiento de la corriente llamada Rexurdiemiento, cuya
figura literal de mayor influencia fue la poetisa Rosalía de castro.

Otros movimientos regionalistas importantes fueron el valencianismo y el andalucismo. El


valencianismo tuvo una débil Renaixença cultural que limitó su desarrollo político, pasando al plano
político a través de la creación de la organización Valencia Nova (1904). El andalucismo, por su parte,
tuvo en Blas Infante su creador y principal figura desde 1910, aunque con poco éxito cultural y político.
Su ideario político, recogido en su obra Ideal andaluz, fue heredero de los movimientos republicanos y
federalistas del siglo XIX. En 1916 fundó el primer Centro Andaluz en Sevilla con la intención de ser un
órgano expresivo de la realidad cultural y social de Andalucía.

8. Ejercicios de la unidad

1- Responda a las siguientes cuestiones:

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CUESTIÓN 1
a.- Cita qué rey fue coronado al establecerse la Restauración borbónica tras el Sexenio Revolucionario
b.- Explica brevemente el proceso de proclamación como monarca de dicho rey

CUESTIÓN 2
a.- Cita quién fue el político responsable de la construcción del sistema político de la Restauración
borbónica
b.- Cita qué político español promovió el regreso de los Borbones al trono de España en 1875
c.- Explica brevemente qué se entiende por Régimen de la Restauración

CUESTIÓN 3

a.- Cita a qué reinado corresponde la Constitución de 1876


b.- Describe brevemente las características esenciales de dicha Constitución

CUESTIÓN 4
a.- Cita qué sistema de Gobierno se impuso durante la Restauración
b.- Explica brevemente los elementos fundamentales de este sistema

CUESTIÓN 5
a.- Cita cuáles eran los principales partidos políticos de la Restauración
b.- Cita quién era el líder del partido conservador durante el periodo de la Restauración
c.- Cita quién era el líder del partido liberal durante el periodo de la Restauración
d.- Cita quién fue el fundador del PSOE en 1879
e.- Define turnismo (turno pacífico)

CUESTIÓN 6
a.- Cita qué nombre reciben las personas que manejaban los hilos del poder local para el falseamiento
electoral
b.- Explica brevemente el funcionamiento del sistema electoral que favorecía este proceso
c.- Define que fue el caciquismo

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