ARTE P L E B E Y O *
que nos parecían obvias e insustituibles, de t a l modo nos resultaban
naturales a nosotros, los europeos. :
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«arte plebeyo», Junto al generalmente acepta^^y empleado del «arte
áulico», no pretendimos dar una interpretación sociológica n i es- de elementos formales e iconográficos adquiridos, sobre los que su
tablecer una distinción categórica; sino sólo caracterizar y precisar genialidad personal obraba modificaciones, variaciones c incluso
un d«tto fáctico, que existe y es fácilmente reconocible en el ámbito oposiciones, ñero siiLiojojier jamás el nexo con el dato tradicional re-
del arte romano, y que, en nuestra opinión, tiene una importancia no cibido.! Esa j g 3 j 3 S a artcsana*. que el maestro modifica con más o
desdeñable en la evolución histórica de dicho arte. También teníamos menos profundidad, pero que el artista de calidad media acepta, ob-
el propósito de explicar mejor la que desde hace mucho tiempo (al teniendo de ella una gran seguridad y la imposibilidad de una deca-
menos desde los trabajos de RodenwaJdt en adelante, que se remon- dencia absoluta, estaba ligada al particular modo de producción
tan a antes de 1945) se indica con el nombre de «corriente popular del dentro del que actuaba el artista antiguo. Además venía justificada,
arte romano». mejor dicTÍb~éwgida, por~el'hecho de qué la obra de arte de la era ar-
C o m o el término de «arte popular» nos parece impreciso en este caica o clásica griega, y luego de la era romana (algo menos de la de
caso, y el de «arte plebeyo» ha molestado a alguno, será conveniente la era helenística), se refería a toda la comunidad de ciudadanos, que
reanudar el discurso y tratar de precisarlo criticamente . 2 debía «leerla» y en ¿engeríasin gran dificultad. De ahTlaimportancia
Recordaremos, ante todo, u n hecho que es fundamental para la que asume la iconografía en el cañipó del arte antiguo y la duración '
comprensión del arte del m u n d o antiguo y que, a l pasar i n a d v e r t i d o , secular de los esquemas iconográficos. L o que no significa, en abso-
ya ha conducido a aplicados historiadores del arte a cometer errores litto. que los estudios iconográficos puedan sustituir a la investiga-
de interpretación, que podrían repetirse donde se pretendieran exa- ción histórico-crltica, ni siquiera en el terreno de las artes de la anti-
m i n a r las modestas obras de las que hablamos aquí como productos güedad, porque incluso en éste los esquemas iconográficos cobran
de aisladas y brillantes intuiciones formales o de expresivos cálculos aspectos estilísticos diversos y se llenan de contenidos distintos. A nos-
de composición. El hecho en cuestión, que no pasa por a l t o , es el otros nos corresponde, precisarnenle, describir el cómo e investigar el
{fuerte vínculo con la tradición artesan^f/que cada artista a n t i g u o j l e - por qué.
vaba consigo y que le hacia afrontar cada nueva obra con una suma Podemos reconocer la gran fuerza de la tradición artesana hasta
en el más ilustre y más profundamente innovador taller de escultura
de la antigüedad clásica, aquél ¿jue, bajo la dirección t i c u n o d H o s -
más poderosos genios artislicos? que hayan existido jamás, creó, a su
h a y u n a tesis (Je K a r l Schcfold. L a propuesta de interpretación y terminología presen- vez, con la decoración del Partenón una serie de modelos que luego '
t a d a p o r el ¡asigne estudioso, del cual somos deudores de tantas investigaciones sobre tuvieron una eficiencia milenaria. Por otra parte, también podemos
-
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l a interpretar y comprender la evolución y la situación histórica del mente dispuesta a ceder al símbolo, cristalizándose. Sobre el término
arte de la era romana, especialmente de las obras que nos interesan. del realismo también será necesario extenderse más, profundizándo-
El cambio de contenido, y el carácter de tal cambio, se encontrará ' l o ; pero no es éste el momento. Cierto es que el gran y sublime realis-
f
menos centrado en las obras, por ejemplo, de la estatuaria religiosa, m o del arte griego (que, sin embargo, durante tanto tiempo se i n -
) que tenderá a repetir imágenes acreditadas por siglos de ilustre vene- terpretó en la cultura moderna como expresión de una concepción
j ración; pero ni siquiera está ausente en ese campo. En_cambio, será «idealista») tiene bases mucho más profundas y sólidas que el «re-
más abierto en las obras que *rflta,n lemas de historia rnnirmpnránea alismo» romano, el cual no tardó, efectivamente, mucho (ya a fines
| o de vitía privada: ése es el constante caso de la corriente oue l l a m a - del segundo siglo del imperio) en dar paso a u n predominio dé los ele-
mosUe «arte plebeyo». mentos irracionalistas que al cabo de un siglo operarán la transfor-
Las formulaciones que sobre el arte romano expuso (en 1950) ma a j o n ^ e T ^ ^ pre-
Bernhard Schweitzer nos parecen representar el punto más avanza-
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L parando la transición formal,de la antigüedad a la Edad Media. Has-
do que l a historia del arte haya alcanzado en este campo; pero para los / ta podría señalarse en el realismo «plebeyo» de la época republicana
historiadores del arte de la antigüedad (si alguno existe todavía) n o pa- el germen de aquellas formás^dc'abstracción expresiva, con tendencia
rece que hayan sido provechosas. Sin embargo, será necesario seguir al símbolo, que serán p r o p i a s ^ irracionalismo antiguojardJo.
-
partiendo de aquellas formulaciones para impulsar más la investiga- X Los documentos"escultóricos que atribuimos a la corriente «ple-
ción. beya» derivan algunas de sus caracteristicas particulares de u n conte-
. Para^ScJiimUex^ el arte romano representa la primera c u l t u r a nido fácilmente individuable: ese contenido es la exaltación del comi-
artística de Europa, cuyas bases se asientan en el arle griego, no c o n tente, su entrega al recuerdo de la posteridad mediante la narración,
una relación de dependencia directa, sino en el sentido de haber reco- bien patente, de sus empresas, con particular atención a las que resal-
gido la f o r m a griega como instrumento para llegar a una expresión tan su generosidad hacia sus conciudadanos, el rango alcanzado y,
propia: c o n ello, el arte se convierte en puente entre la antigüedad y sobre todo, en relación directa con el rango, las riquezas adquiridas.
l a edad moderna. A infrin^u y subjetivar la inaccesible objetividad Tales obras son consecuencia de una voluntad expresa del comitente,
del arte griego, la era romana pone ai arte en relaeión directa con los - que puede documentarse con algunos textos . Entre éstos, la expre-
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hombres: n o con el Hombre, c o m o habían hecho los griegos. E l arte sión más conocida y característica, hecha más explícita por el punto
romano se dirige al individuo particular, a la sociedad y a sus clases de irónica exageración que el texto contiene, sigue siendo el discurso
históricas: donde los griegos decían «mundo», los romanos dicen que Trimalción, liberto enriquecido en el comercio y llegado al cargo
«Estado»; l o que era mito se convierte en «historia». La perspectiva de servir en una pequeña ciudad municipal, hace a proposito de su se-
universal se restringe, pero se hace más real; existe u n arte burgués en pulcro {Satiricen, cap. LXX1). Trimalción, dirigiéndose a A b i n n a ,
la época republicana; un arte «oficial» imperial, vinculado al prin- colega suyo en el servirato y escultor al mismo tiempo («sevir idem-
ceps y a su f a m i l i a ; un arte «popular». que lapidarius qui videtur monumenta óptimo faceré», ibídem, L X V ,
Hasta aquí hemos resumido, quizá repitiendo sus mismas pa- 5), dice:
labras, algunos conceptos fundamentales formulados por Schweit- « ¿ M e estás construyendo el monumento de-la manera que te he
zer. Más adelante volveremos sobre la terminología de «arte p o p u - dicho? Te ruego encarecidamente que a los pies de m i estatua cscul-
lar». Pero, ahora, quisiéramos subrayar un p u n t o que concluye u n a pas m i perrita, coronas, vasos de ungüentos y todas las batallas de
parte de cuanto se ha resumido antes: que en este arte confluyen i m - Petraitc, para que por mérito tuyo me sea deseado vivir incluso des-
pulsos determinantes de instancias privadas. Podemos añadir que pués de muerto; procura, además, que la superhcie reservada a m i
esos impulsos no se absorben n i transfieren a una esfera universal, monumento mida cien pies al frente y doscientos a los lados. Deseo
como sucedía incluso en la época helenística, en la que también se que en torno a mis cenizas haya árboles frutales de todo cípo.[...]
produjo una primera transferencia del impulso artístico de la c o m u - También te ruego que esculpas las naves sobre m i monumento como
nidad colectiva a la esfera privada; siguen siendo expliciios y c o n s t i - si fueran a toda vela, y yo sejitado en el t r i b u n a l con l a toga d e ma-
tuyen el fundamento del particular «realismo» del arte romano. U n gistrado y con cinco anillos de oro, en el acto de entregar al pueblo
realismo, nótese, que, en algunas de sus comentes menores, se con- las monedas de una bolsita; sabes perfectamente que ya ofrecí u n
vierte en observación verista superficial, efímera, por tanto, y entera- banquete público en el que regalé dos denarios a cada convidado. Si
te parece, incluye también los triclinios con todo el pueblo, disfru-
tando alegremente. A m i derecha pondrás la estatua de m i Fortunata,
B . Schweitrer, Die europdixhe Brdeufung der rómischen Kunst, en Vermdchtnis
derantiken Kunst, Heidetbrrg, 1950, pp. 143-167 (reimpreso en Zur Kunst derAntíke,
AusgewahUt Schrtften, Tubinga, 1963. I I . pp. 198-216). Este ensayo. >umo con otros
e c l mismo autor, se ha publicnuocn i r a d . U . . Alia rícrrea di Fidia. Milán, pp. 3B9-408.
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Véanse los Studl misceffantl, fascículo 10. d i .
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c o n una paloma en la mano, mientras lleva ala perrita, teniéndola de • O.bipn se dividen esas escenas en muchos cuadriles independientes, o
la correa; luego aparecerá mi amigo Cicarón con numerosas ánforas en composiciones distribuidas sin continuidad formal sobre un mis-
bien selladas para que no se derrame el vino. También esculpirás una ruó fondo (como en el funeral de Aquila); o debe recurrirse a una 10
. urna rota, y sobre ella un niño llorando. E n medio habrá un reloj, de .composición mixta de elementos heterogéneos, como hallaremos en
. m o d o que todo el que mire la hora no deje de leer-mi nombre. E n el relieve de Ostia (cfr. AC, fig. 38 a). Esie relieve, más tardío que el
cuanto a la inscripción, observa con un poco de atención si ésta te pa- resto de los considerados hasta ahora (fin del siglo n ) , mezcla naves y
rece bastante adecuada: «Cayo Pompcyo Trimalción, imitador de Me- figuras humanas en acción, edificios y estatuas, el faro de Ostia y la
cenas, aquí reposa; ausente, fue nombrado al sevirato; aun pudiendo puerta de la ciudad de Roma, e inserta el gran o j o ajpotropaico, ente-
pertenecer a cualquier decuria de Roma, sin embargo, n o quiso; piado- ramente abstracto. A l obrar de esc modo, sin embargo, se rompe el
so, fuerte, leal,""se hizo de la nada; dejó treinta millones desesteraos; tejido lógico, racional, que es esencial en la tradición formal
jamás quiso escuchar a los filósofos. Que asi te ocurra también a ti.» helenística y, aunque la forma realista se mantiene en las representa-
Todo cuanto se contiene en el programa de Trimalción, lo en- ciones particulares, se introduce ya el elemento irracionalista que eli-
contramos expresado en una serie de relieves procedentes precisa- mina todo objeto de la realidad concreta, con virtiéndolo en símbolo.
mente de monumentos sepulcrales municipales de seviros: el protago- Esa posibilidad de transformación del dato objetivo e n símbolo, que X.
n i s t a sedente en el palco del tribunal y el pueblo alrededor, sus übcra- .vemos de modo explícito en el relieve de Ostia, m i s tardío respecto al
^ ^ t í d a d e s (banquetes, juegos, procesiones), las ánforas de v i n o o las
:
grupo de monumentos del Abruzzo, es, sin embargo, inherente desde
ollas llenas de aceite, el solemne funeral con ocho portadores y músi- el principio a la particular concepción que preside esta concepción
10 . eos, todo a exaltación de la riqueza y de la posición alcanzadas des- i artística precisamente porque las cosas representadas n o valen objeti-
_ de l a nada y con la expresa conciencia del propio-ser, provinciano e •f vamente por si-mismas, sino sólo-del significado, que tiende a
11 "ignorante. Véase los relieves del m o n u m f " d e Lucio Storax (Museo.
nf
ejemplificar. Es ésta una característica que trae consigo importantes
12 d e C h i c t i ) , del seviro Añeros Asiaticus (Musco de Brescia), de varios — —consecuencias.-Así se abre.-efectivamente, el camino a-la representa- -
monumentos destrozados y dispersos procedentes de A m i t e r n u m ción, que tanto peso adquirirá en el arte cristiano y medieval. L a cali-
(Museo de A q u i l a , parroquia de Pizzplj, colección privada de Pretu- -r-dad y- cantidad de elementos-trascendentales que-penetrarien.el arte
roTMúYeó de Chieti). Casi todos estos relieves son objeto de la "publi- antiguo-tardío y que fuego predominan en el arte medieval, estarán
cación ya citada en nota, y todos son fechables en los cien arios entre en relación con ideologías llegadas a Roma del Oriente; pero la posi-
l a época de César y la de Nerón. Otros, hoy perdidos, como el m o n u - • ^bilidad de su manifestación artística se preparó en el ambiente ge-
m e n t o de Umbricio Scauro en Pompcya, donde los relieves eran en es- y nublamente romano d e l «arte plebeyo».
t u c o y sólo quedan diseños decimonónicos y pocos restos in situ; u
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Pero en el texto del Satiricen iamWñ'"háy alguna ótrif cosa. Citan-
o t r o s que pueden rastrearse, desmembrados, insertos en construc- do Trimalción recomienda que se le represente sentado en el tribunal,
ciones medievales y modernas. La temática siempre es la señalada en la majestad de su cargo, pero que se distingan sus cinco anillos de
por Trimalción. oro y la bolsita con las monedas, en cierto m o d o insta al escultor a
J Este grupo de monumentos municipales de entre la mitad del abandonar la corrección anatómica propia de l a tradición orgánica
y siglo l a. de C. y la mitad del siglo I d . de C. nos documenta el es- del helenismo, y a dar a la mano con los anillos y a la bolsita dimen-
. tablccimicnto y la consolidación de la corriente «plebeya». Esta man- siones antinaturales, exageradas, para que resulten evidentes. De la-K
t i e n e todavía más los temas de contenido y los principios de composi- les sugerencias nacen las desproporciones que sustituyen las reía-1
ción, que entonces se fueron fijando; pero, luego, acogerá elementos bj dones de medida naturalista por una proporción de relación «jerár-1
• estilísticos' nuevos. L a categoría del arte plebeyo no permanece fijada - i quica» (como solemos decir), que da mayor desarrollo a lo que pare-
Tüiacienas formas « t ^ l e c í d a s e n o t r o tiempo (como sucede en las pro- ce más importante. En esc sentido se halla la explicación sobre la po-
d u c c i o n e s follclóri'cas o populares), sino que siguen un particular pro- sibilidad de que se admitan las dimensiones anormales de las cabezas
!?ccso de evolución estilística, sólo en parte dependiente de la del arte de los comitentes en el relieve ostiense de las carreras en el circo (por 1
/ «áulico». r ' .. citar un ejemplo muy conocido); asi se explica el empequeñecimiento
r ' "til'problema histórico-artistic^consiste, por tanto, en ver cor. qué de las figuras en torno al protagonista y la reducción a proporciones
« elementos iconográficos y cWTfuc lenguaje artístico se realiza aquel mínimas, también simbólicas, de los animales sacrificiales en el ara
p r o g r a m a temático desde un punto de vina general y luego en el de Ragona (Milán, Museo Arqueológico) y de tantos otros monu-
tiempo. mentos análogos. La importancia que se otorga a la cabeza, también
' Desde el pumo de vista general, tiene como primera consecuencia lo representada aisladamente o amputada, es n o t o r i a en el ambiente
fragmentario de la composición: ¿cómo unir en un mismo conjunto iiálico-etrusco y en el céltico. Pero el hecho de que esa remota impor-
la escena del tribunal y las naves de carga con las velas desplegadas? tancia pueda producirse en la representación artística, a pesar del
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predominio del correcto naturalismo helenístico, s? debe al particular artísticos de tradiciones diversas que raramente se funden en nueva
enfoque por el que se determina los contenidos y los temas en esta unidad, como es evidente, por otra parte, en una producción cuyos •>
corriente artística. objetivos son de carácter bastante más inmediato, práctico, que
Esa insensibilidad hacia el respeto de las proporciones naturalis- arüstico-estélico. - J u n t o a elementos recibidos de Ja tradición
tas y, esencialmente, hacía la organicidad de las formas expresadas, helenística, hay otros nuevos, característicos del acervo del arte r o -
es un elemento característico y particular del arte «plebeyo»: jamás mano. En una consideración más precisa, los de ascendencia
se encuentra en el arte romano «áulico» y oficial hasta la época de helenística se revelan, a su vez, como descendientes de dos tradi-
Cómodo; pero se encuentra en e| arte romano provincia,!, conectado ciones distintas: una que se remonta a la recepción del helenismo pro-
con el «arte plebeyo» y casi dependiente de él, y en el arte antiguo- ducida en el arte itálico prerromano (en A p u l i a , en Campania,-er
tardío, del que es una continuación y , en cierto modo, una conse- Etruria, en el propio Lazio) y que constituye.un difundido lenguaje
cuencia. Las raíces de ese lenguaje particular, que a nosotros nos pa- común de la provincia itálica; la otra, de posterior recepción, más
rece insensible ( ¡ o incapaz!) si lo miramos desde ei punió de vista cuita, participe de la directa aportación helenística que los artistas
helenístico, pero que tiene su coherencia lógica, están en la antigua griegos llegados a Roma introdujeron como elemento esencial del ar-
cultura itálica, que nos da monumentos como la cabeza de Pietrab-' te romano a partir de la mitad del siglo l l . Hay que notar y tener pre-
bondante, la terracota deTriflisco o las figuras encogidas en las tapa- sente que en el «arte plebeyo» no se encuentra el reflejo delneoaticís-
deras de las urnas etruscas: documentos de verdadera indiferencia mo predominante en la Roma de Augusto, c o n sus refinamientos i n -
hacia la cohesión formal naturalista de las distinta* parles de una fi- telectuales, cuya expresión característica fue el estilo arcaico. Por es-
gura. (Y para la etnología un tenía de investigación seria estructurar ta vía, el ncoaticismo augustal se revela c o m o una corriente que se
la tentativa de establecer hasta qué p u n t o existen conexiones entre es- mueve en los límites de los ambientes artísticos oficiales de la urbe y
te particular gustó itálico y el del área céltica europea, análogo y en la que no se convierte en un lenguaje que el arte romano hubiese des-
misma dirección.) arrollado después de hacerlo suyo.
Sin embargo, se tiene en cuenta que, en el ámbito elrusco, ese . A t i n aceptando elementos más recientes, el acervo «plebeyo» se
rechazo de la relación orgánica de las dimensiones se manifiesta vale esencialmente de datos formales helenisticos anteriormente
exclusivamente en las tapaderas de las urnas y délos sarcófagos, o en introducidos, en el mismo momento de su formación,.crula traduce -
aquellas composiciones que, c o m o precisamente las figuras en las ta- ción artesana itálica: de éstos tenernos un espléndido repeftorio que
i paderas, n o poseían un precedente helenístico directo en el que fijar- se va de los relieves tarentinos a los sarcófagos chiusinos y tarquinen-
se. E n los relieves de las urnas y de los sarcófagos de tema mitológico, - ses, a las urnas vollerranas y perusinas. ( T o d o un material que
jamás se encuentra lo que llamamos método de proporciones «jerár- todavía espera ser estudiado, no desde la óptica del arte itálico o etrus-
quicas», a pesar de que con frecuenciase advierta la inobservancia de co, sino desde el punto de vista de la historia del arte helenístico y de su
las proporciones canónicas dentro de las figuras. Esto nos hace supo- difusión en la península itálica.)' : T '
ner que, en el ámbito etrusco, el acento en las desproporciones des- Volverán ápreguntamos cómo se pretende prestar atención aho-
ciende de la voluntad en forzar ,1a expresión («expresionismo», he- ra al venero del «arte plebeyo», sin duda subalterno, aun reconocien-
. mos dicho) y no, como en el «arte plebeyo» de época romana, por do su valor, con frecuencia escaso en cuanto a la calidad, y su carác-
i una__cor»cepción programática que impulsa la realidad hacia el ter más práctico que artístico. Podremos responder que no estamos a
í| símbolo. Además, nos confirma que de las dos raices'del arte roma- la busca de una estética, sino de una historia, y que en una investiga-
\ n o , helenística, una, y local, la o t r a , ésta se busca en el terreno itálico ción histórica todo elemento, todo dato, especialmente si es u n dato... ...
y no (como a menudo se ha repetido) en el especifica mente elrusco. vivo, espontáneo, tiene valor. Y ya seria respuesta suficiente.Pero,
Pero debemos volver, una vez más a Trimalcón. Cuando éste su- además, había que demostrar, si fuese necesario, que nuestro interés
giere la composición de la urna rota y del niño llorando, aparece una no tiene absolutamente nada que ver con la predilección hacia las
simbología que ya no es personal, sino genéricamente y perteneciente expresiones primitivas, incidías y espontáneas que las tendencias
ai extendido repertorio iconográfico que tiene'sus raices en la t r a d i - irracionalistas y contrarias al historicismo, actualmente predominan-
ción helenística. En los relieves existentes, también tenemos docu- tes en tantos sectores de la cultura contemporánea, han llamado a es- •
mentos de esc elemento helenístico c u l t o . cena. Quien escribe se encuentra, por el c o n t r a r i o , en consciente opo-
Por consiguiente, en estas esculturas conviven elementos sición contra tales tendencias de la cultura contemporánea, ? sostiene
que la lucha contra la razón no es compatible con la interpretación
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historiclsla de los hechos humanos; por ello, no se halla en absoluto deuda en la realidad histórica. La critica pos románica, idealista, en-
en una posición de «vanguardia». tendió «arte popular» como un arte i n f e r i o r en el que reconocen, re-
Para justificar más ampliamente el interés hacia este venero petido hasta el agotamiento, esquemas y temas surgidos en el arte
artístico, nos parece suficiente la problemática que plantea respecto a que en una época se llamó arte culto o «arte grande», y que ahora se
la producción prerromana itálica y helenística,. dada la situación llama «arte», sin adjetivo contrapuesto a «no-arte».
completamente preliminar todavía en que se halla la historia de la El «arte popular» es, pues, una manifestación rica en patrimonio
formación del arle romano..Pero, además, está el reconocimiento cultural desclasado (gesunkenes Kulturgut), carente de desarrollo
de que ciertas fórmulas iconográficas y ciertas soluciones formales, autónomo y de continuidad de existenda en cuanto llegaban a faltar
que nacen en ese venero secundario del arte romano, volverán a en- los modelos. Actualmente, se entiende, aunque no por todos, que es-
contrarse como elementos fundamentales efl la constitución de la for- la interpretación tampoco es suficiente, y que una auténtica y verda-
ma antiguo-tardía: es decir, como elementos fundamentales del trán- dera corriente cultural se forma cuando s e a l c a n z a u n a conexión de ;
sito, tan insuficientemente aclarado y tan discutido todavía, de la an- contenido entre la expresión artística y el grupo social queja produce, '
tigüedad a la Edad Media en las arles figurativas . 1
y que tal conexión lleva aparejada no una situación estática, sirio una
Del mismo modo, por lo demás, las formas y los elementos del situación dinámica, de desarrollo. E l término «arte popular» ad-
sermo plebeius residirán en lo más hondo del latín tardío y de su suce- quiere, por tanto, una amplitud que de cuando en cuando es conve-
siva transformación en «vulgar>^ Análogamente^en cuanto a la valo- niente delimitar históricamente. Por eso sentimos la necesidad de dar
ración histórica del «arte provihgial», el reconocimiento del valor de al venero artístico del que nos estamos ocupando una determinación
la corriente plebeya del arle romano parece de un interés nada secun- más precisa, más circunscrita \aj auténticoyfenómeno histórico que
dario; por otra parte, los portadores del «arte provincial» pertenecen representa, indudablemente, encontramos en él residuos vulgariza-
a las mismas categorías subalternas de soldados, colonos, libertos, dos del lenguaje culto, gesunkenes Kulturgut, pero no sólo éstos:
pequeños magistrados, que se valen del «arte plebeyo». N o sucedía hallamos fórmulas y expresiones que en este ámbito cultural le son
de otro modo, sin embargo, respecto a la lengua latina plebeya, que exclusivos (como las «proporciones jerárquicas»); y debemos afir-
predominaban en los ambientes militares. A su vez, el arte de las pro- mar que el lenguaje formal que ello constituye, encuentra un hueco y
vincias europeas fue elemento constitutivo del aric medieval oc- una continuidad histórica, y , junto a otras aportaciones, se sitúa co-
cidental, que apareció como arte de carácter popular (si se excluye mo fundamento de la gran crisis del arte occidental, a través de la
el rcnacimié'nto carolingio: Pero sobre ese tema habrá que volver en cual la antigüedad se transforma en E d a d M e d i a . H a y , pues, motivos
otra ocasión). Por tanto, la corriente artística «plebeya» se plantea suficientes, de carácter crítico c histórico, para dar a esa corriente
históricamente como u n elemento protagonista. artística un nombre que no pretende ser (lo repetimos) determina-
La primera alusiCn explícita a uno de los aspectos esbozados más ción sociológica por encima de todo, sino antes que nada definición y
arriba, respecto al u te antiguo-tardio, partió de Rodenwaldt en su distindón crítica e histórica; un nombre, el de «arte plebeyo», que
articulo Rómische Reíie/s, Vorsiufen zur Spütantike*. Pero Roden- corresponde al ambiente histórico dentro del que se constituye y que
waldt no vio las vastas relaciones implícitas y permitidas p o r su ob- tenía plena conciencia de si, corno demuestra perfectamente la histo-
servación, y se detuvo en la comprobación de analogías de soluciones ria romana y la lectura de los historiadores latinos.
formales y en el comcepto y terminología de «arte popular», que sólo También abarca, respecto al término de «popular», la distinción
contradijeron algunos que no aceptaban la existencia de un arte po- jurídica entre populus y piebs. que difieren «como el género de la es-
pular romano; pero se aceptó de modo general y se i n t r o d u j o poco a . pede», porque por populus se entiende «universi dves, connumeralis
P_°i: cn_nucstros estudios. ...
0
-•- —; * etiam patriciis et senatoribus», mientras que bajo l a definición de
En consecuencia, queda explicar por qué esc concepto y esa plebe, senadores y patricios quedaban excluidos (Instituí. 1, 2,4).
terminología no nos parecen hoy ni precisos n i suficientes para defi- A h o r a bien, la producción artística « o f i c i a l » , «áulica», que afronta-
nir el fenómeno artístico que hemos descrito sumariamente. ba ios grandes temas artísticos, era precisamente la dirigida, querida
¿Qué valor prede tener, entretanto, la expresión c o j r i e j i i c ^ d e w a r ^ *-y promovida por el Senado, por los patricios, por el princeps. C o n
te popular» en el ámbito del arte romano? La crítica^r^mánicaJeTTteñ^ frecuencia, su realización corrió a cargo d¿ artistas de formación c u l -
d¡6 «arle popular» como expresión de una supuesta^manifestación tural griega, griegos, asiáticos y sirios. Mientras creemos que la otra
colectiva del «alm¿ popular» y, por t a r r o , como expresión absoluta y producción, promovida por y para los que formaban las categorías
espontánea de l o poético. Sabemos que eso tiene escasa correspon- de la plebs, que no comprendía a patricios n i senadores, puede atri-
buirse con razón y coherencia plena el término de «arte plebeyo»,
sustituyendo el término ambiguo c impreciso de «arte popular».
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^|(f>DE L A L I B E R T A D D E L ARTISTA)^
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Semejante temática siempre supone un conflicto entre las aspira- siglo l i . Se conocían columnas con el fuste adornado de figuras de di-
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ciones del artista y el encargo a ejecutar. «Rien d'autre ne nTintcressc vinidades y de personificaciones esculpidas rollo a r o l l o . E n las pin-
que mon ouvrage: peindre, seulpter, araverr^kssincr, cuire la ierre au turas murales de derivación helenística, se difundían columnas ador-
feu», decía recientemente el p i n t o r f j u a n Miró.^octogenario, en una nadas de'elementos vegetales que se ceñían a éstas en forma heli-
e^trevista . Decía que, para él, traoajar es soñar, expresar sus pro-
, c o i d a l . De éstos y de otros elementos preexistentes pudo surgir en la
pios sueños. Ese puede ser, siempre, el ideal profundo de todo artis- mente del artista genial la idea de la columna cóciida adornada con
ta. Pero es un ideal que ni hoy ni ayer puede permitirse un artista que u n a cinta de relieve continuo, de carácter narrativo y conmemorati-
acepta u n encargo oficial, es decir, una obra que debe ser aprobada, v o . Pero fue una idea predominantemente artística, que contrastaba
al menos, en sus líneas y en sus contenidos esenciales, por una autori- c o n la finalidad conmemorativa, porque nadie habría podido jamás
dad del gobierno cuyos intereses son enteramente distintos, por « l e e r » de corrido de sucesión de los acontecimientos commemorados,
completo ajenos (generalmente) al hecho artístico, y que de la esen- siguiendo con la vista la evolución de la cinta helicoidal: toda la lectura
cia del hecho artístico (la más de las veces) no entiende nada (aunque queda limitada a u n breve rasgo oblicuo o a una sucesión vertical de
cualquiera, y especialmente entre los poderosos, se siente autorizado episodios no relacionados entre sí. • ,
a hablar). -El senado decretó (como d i c e l a famosa y casi ilustre inscripción
En cada uno de los casos, nace, pues, el conflicto entre la ins- en el zócalo de l a Columna Trajana) aquel monumento al emperador
piración artística y el encargo recibido. Tal conflicto se ha ilustra- «para mostrar cuál era la altura de la colina y cuánto el espació que
d o de distinta manera según los tiempos. A veces, la obligación de se habla excavado para'la gran obra»*; la gran obra era el Foro Tra-
expresar un tema determinado con un contenido especial aplasta ai j a n o . Luego, las pendientes erosionadas de la colina del Quirinal se
artista. Por ello, en las épocas de fuerte concentración del poder pre- arreglaron con los edificios de mercados que constituyeron el mayor
dominan los estilos académicos naturalistas o neoclásicos^ donde la y más moderno centro comercial. :m
forma expresiva está enteramente prevista,~de t a i modo que el artista La altura de la columna —cien pies— se fijó así por un dato ex-
n o corre riesgo de equivocarse —es decir, de irritar al poder—, pero t e r n o . La inscripción, aunque grabada en el zócalo una vez termina-
puede, en cambio, contraer méritos incrementando la refinada exac- da la obra, repite ciertamente la letra del decreto del senado, que de-
titud de su lenguaje. Queda luego por ver cuánto impulso artístico cidió la erección del monumento y su finalidad. E n ¿1 no se hace men-
personal logra salvar. ción de las guerras dacias.
Contrariamente a quien sostiene que toda obra de arte «debe Dione Cassio {Rom. Hist. L X V I 1 I , 6) dice que Trajano ordenó le-
comprenderse antes que nada en si y para si, y sólo luego en conside- vantar la columna para hacerse su propia tumba; pero esta afirma-
ración de sus premisas genéticas» , creo que la investigación his-
4 ción, inverificable, se producepost eveníum, a la distancia de casi un
tórico-artística de una obra de arte, precisamente en cuanto histó- siglo. Podría suponerse que la idea de adornar la columna c o n la
k rica y critica, debe partir de la tentativa de reflejar el proceso de for- representación narrativa de las guerras dacias se produjese en un se-
imación de la obra misma por parte del artista, reconstruyendo las gundo momento, tras la decisión de erigirla como documento de los
9condiciones culturales y materiales en las cuales trabajaba éste-los grandes trabajos de demolición, y que-tal vez fuera sugcrida-al-
problemas externos que se plantean, los problemas internos, más príncipe por el propio artista. Esto explicaría que la empresa dacta no
estrictamente suyos, con respecto a la forma y a la expresión. Por se mencione en la inscripción dedicatoria. Sin embargo, en u n m o -
tanto, esta investigación sobre el contenido político de la Columna de mento posterior, cuando se estableció el proyecto que debía guiar a
Trajano también pretende ser una contribución a la comprensión del los ejecutores del bajorrelieve, sobrevino la decisión de hacer prá'ctí-"
hecho artístico que le concierne. cable la columna por medió de una escalera interior..Los.ventanucos:
Sabemos que el friso helicoidal de la Columna Trajana fue una que dan luz a la escalera se realizaron, sin duda, conjuntamente con
total innovación. Desde hacía siglos existía el concepto de la columna las esculturas, pero a veces ocultan las figuras, lo que nunca sucede
honoraria, coronada por la imagen estatuaria: «columnarum ratio en l a Columna de Marco Aurelio que, sin embargo, es mucho menos
erar attolli super ceteros mortales» ( P l i n . Nat. hist. X X X I V , 27), y
estoy de acuerdo c o n Becaiti en reconocer a esc tipo de monumento
una tradición que en Roma se remonta cuando menos a la mitad del 3
O . Bccatil, L a C o l o n n a . . . , c i t . , pp. 35 yus.
6
« . . . A d declaranAim quaniaeallUudlrúVmomet locus tan{Ü5 opcrjibiu sit eges-
tus» (Dessau 294). C f r . E . M . Smallwood, Documento tttustrating thc Principales of
Serve, Trufan,and Hadrfan. Cambridge, 1966. núm. 378, p. 128. Véase ahora en F .
* Entrevista al periódico Le Monde, 20 de abril de 1973, p. 13. C o a r e l l l . Guido nrcheohglca di Roma, Milán, 1974, p. 128, el dibujo que muestra l a
4
H . Sedlmayi, La morte de\ lempo, en // simbolismo del lempo, al cuidado de E . identidad de altura entre la d m a de la C o l u m n a T r a j a n a y la cumbre del corte en l a c o -
C a s i e l l i , R o m a , 1973, p. 23. lina Q u i r i n a l .
114 115
refinada en el trabajo de ejecución. Por consiguiente, es de suponer K s T o s colegas rumanos y de otros, entre ellos un estudioso excep-
que, en esta última, los ventanucos se proyectaran desde el principio; fSorud como Lino Rossi ) han asegurado cada vez más la precisión de
9
en la Columna Trajana, no. Pero la practicabilidad de la columna n o Muí referencias a l a realidad de los acontecimientos señalando concor-
está necesariamente relacionada con la decisión de colocar en ella las Efacias en la topografía, precisión en la representación de los diversos
cenizas de la pareja imperial. mérpos militares empleados en las operaciones de guerra, a veces en-
Que los relieves se ejecutaran sobre la base de u n precioso y de- 2'contrando en las representaciones la clave interpretativa de las, la-
tallado modelo proyectado, me parece una suposición obligada e ine- •'mentablemente, tan pobres fuentes históricas conservadas.
v i t a b l e T o n t o más en cuanto que los relieves se esculpieron, pro- T"*La.conocida hipótesis de Lehman de que la narración de las
10
bablemente, cuando los rollos que componen la columna-estaban in iguerras.se limitaba a algunas escenas características, hechas tradi-
situ y la ejecución procedía de arriba a a b a j o P e r o la absoluta u n i - 'onaíes.por las pinturas triunfales, como profectio, adlocutio,
d a d estilística (de un estilo hasta entonces ajeno a la escultura de los : ¡usirittio, obsidio, proelium, etc., queda parcialmente modificada.
talleres de la urbe) requiere un proyecto detallado; l o exige la densi- B n el sentido de que esos temas fijos, auténticos y verdaderos tópoi
d a d y variedad de las figuras y de los episodios; l o exige, también el de una composición narrativa, n o constituyen la estructura de" la
-recurso al 'tamaño creciente de las figuras a medida que la narración narración, sino que se insertan en su lugar como episodios necesarios
procede hacia arriba, recurso sutilísimo que tiende a eliminar los .^"adecuados a la realidad de los hechos. Es preciso observarque esas
| efectos de la distancia para quien mire la columna a pie de tierra (las . escenas se representan con una constante preocupación de exactitud
caras de la espiral son altas, abajo 0,B9, y arriba 1,25 m . ; las figuras _cn sus componentes oficiales. Así, por ejemplo, siempre existe una
varían de 60 a 80 cm.). Pero l o exige, sobre todo, la misma cualidad clara diferenciación de cometidos entre legionarios y ayudantes, y, en
. de los rclicveSv-bostantc mas pictóricos que escultóricos. El artista cuanto otro ejemplo, en las escenas de los soldados heridos a los que
que trazó el proyecto, el Maestro de las empresas de Trajano, se en- se atiende (espiral I V , escena X I ) , se distingue tanto a un legionario
contró, pues, ante la tarca de proyectar una composición de 200 m . como a un auxiliar, a un miles medicus (enfermero) y a un medicus.
de ancho y de poco más de un metro de alta en el medio, y de traducir En resumen, existe la preocupación de documentar la representación
a ese_friso los.acontecimientos de las campanas militares de las dos de toda especialidad del ejército. Oficialmente inaceptables.son los... _
guerras de conquista de la D a d a , llevadas a cabo en el 101-102 y en el aspectos de las ceremonias: la procesión en t o m o al campamento en 81
105-106 H i algo parecido a traducir en escultura partes de guerra! Se la ¡ustratio exercitus mientras el emperador, con.toga, oficia la liba-
ha impuesto que como base de la narración figurativa pudieran ha- ción como ponlifex maximus; la atención dirigida a ilustraren las es-
berse empleado los Comentarios que el propio T r a j a n o redactara cenas de adlocutio la representación de varios cuerpos del ejército, 82
sobre estas guerras (de los cuales sólo se ha conservado una linea). Es tanto legionarios y auxiliares (distinguibles en su procedencia por los
una hipótesis atractiva: per^ no^ábemos nada sobre la fecha de re- símbolos en los escudos), como unidades sem i regular es de sym-
dacción de los Comentarios, ^ o l o sabemos que los relieves de la co- jnachiarü.
lumna se proyectaron y terminaron dentro de los siete anos siguientes Todos estos detalles debían ser más evidentes cuando los relieves
al f i n de la segunda guerra dacia. Y las investigaciones más recientes todavía conservaban su acertada policromía y la incorporación de las
. armas de metal.
Esa atención constante al aspecto documentalista pudo ser fatal
para la calidad artística de la obra. El hecho de que la frescura y la
" "** " P ó r una atenta observación del lugar que pudo efectuarse en 1945 con ocasión de
7
116 117
I
<
cuente. L a idea que se pretende transmitir es la constante presencia Se le presenta^ como jefe natural, reconocido y respetado como
de T r a j a n o , de su incesante actividad, de su constante dominio de la tal, pero sin particular exaltación de su poder. L o que corresponde
situación. con l o que el propio Trajano escribía a Plinio {Epíst. X , 82-86): «pro-
E n l a columna n o existe representación de Trajano a caballo en positum meum- non ex metu nec terrore h o m i n u m aut criminibus
acto de vencer al enemigo. L a representación del guerrero victorioso maiestalis reverentiam nominí meo adquirí». E n otra ocasión, he
es irresistible, que procede de una iconografía de Alejandro Magno y " hecho notar que su figura siempre se presenta de perfil o ligeramente
que está llena áepathos, se encuentra en una metopa de Adarnklisst" de tres cuartos, nunca de frente, como empezará a ser habitual en las
y en las lastras del gran friso insertas en el arco de C o n s t a n t i n o , fec- ,z representaciones de Marco Aurelio en la columna a él dedicada, y co-
ro también se halla en monedas acuñadas tanto en Roma como en m o será de empleo corriente en la iconografía de Septimio Severo V l
jvndertí'rlrDle Reichsprágvng tur Zeil des Traían, Stutigart, 1931. p. 116 (acuña-
ciones después de la segunda d a d a ) .
cir observando el reverso de las acuñaciones monetarias. No es preci-
, 4
« E l gran friso traja/jo» (cuya extensión, después de los últimos estudios puede so demostrar, tan evidente es, que éstas llevaban tanto algunas repre-
calcularse en más de 36 m . de largo) lo ha estudiado ahora W . Oauer. Ein Dakerdenk- sentaciones tradicionales (convertidas en tales desde ios tiempos de
mal Damltiansl en Jahrbuch, L X X X V I l (1973). pp. 318-350 y con muchas argu- Augusto) como otras que reflejaban el programa político dclempcnr=-
mentaciones atribuido a un hipotético monumento de Domleiano. L a s argumen- dor en el poder. Un ejemplo m u y claro es la primera acuñación m o -
taciones estilísticas presentadas por el autor no me convencen, y parten de un descono-
cimiento general del arte trajano y del de la columna en particular. Ni siquiera las ar- netaria de T r a j a n o . El breve interregno del anciano Ncrva, de sep-
,l
gumentaciones «ideológicas» parecen convincentes. Más persuasivas, en cambio, las tiembre del 96 a enero del 98 (un aflo y cuatro meses), no hizo o l v i -
observaciones anticuarías (sobre las diferencias en las armas y en el calcado) y, sobre dar, sin duda, la tiranía de Domiclano y su discordia con el senado.
todo, l a observación de que en tiempos de la visita de Constancio I I , en el 357, referida Y Trajano, en su primera acuñación monetaria pone (¿o acepta?) la
por A m m l a n a Marcelino ( X V [ , 1 0 , \5), el F o r o T r a j a n o debía estar intacto, y queja-*
más s e h a dado u n a hipótesis convincente respecto a dónde podía estar jituado d grarif^Bjj
imagen de un senador y del príncipe que sostienen conjuntamente,
friso antes del 3 1 5 , fecha de creación del arco de Constantino. T a l dificultad se" * bajo sus diestras extendidas y unidas, el globo del poder. Encima de
resolverla si se aceptase l a hipótesis de G a u e r de que el gran friso formaba parte de ios | | la escena, la inscripción Providentia indica que la providencia de a m -
trábalos de eco ndidonamiento emprendidos por D o m ¡ciaría en el Foro d e César y en bos abarca y rige el imperio (y por ello es menos aceptable la interpre-
sus proximidades, con la posibilidad de que el m i s m o F o r o T r a j a n o fuese iniciado bajo
tación deque se represente la entrega del globo, es decir, del poder, al
D o m i d a n o (cfr. G . L u g l i . en C R. Ac. Inscr., 1965, pp. 223 y ss.) y que en el ámbito
del F o r o de César se hayan producido intervenciones en época tardía (¿cbnstand- principe p o r parte del senado). En cualquier caso, se trata de una cla-
m a n a ? ) . E l l o hace que merezca l a pena tomar en consideración la hipótesis de Gauer,
ptofandizando en sus diversos a s p e a o s para decidir si se acepta o si se rechaza. L a -
mentablemente, l a exploración de l a m n a de contacto entre F o r o de César y Foro Tra-
j a n o e s imposible por los trabajos de construcción de l a vía de los Fotos Imperiales,
L i s t a en W . H . G r o s s , Bltdnisse Traians
1 3
(Dos romlsche Herrscherbltd, 11
Ptmeg. 13, l . -
Berlín, 1940, p. 123, D . 2 7 . 1 1
C f r . en este volumen, pp. 80 y ss.
" P . L . Strack, op. cif., p. 43.
118 ;
119.
¡pC en la acuñación de T r a j a n o , sólo aparecen Pietas (tres veces) y
ra alusión a una nueva orientación poiitica, a una inversión de la ten- irtus (seia veces), esta última unida también a Felicitas.
dencia respecto a Domiciano, como también será puntualmente evo- ^Inmediatamente después de Victoria, p o r frecuencia de repeti-
cada por P l i n i o en su Panegírico (cuya primera redacción cae en e l ciones, viene Pax (27 veces), mientras que entre las divinidades p r e -
ano 100, dos años después de l a ascensión de Trajano a l p o d e r ) : domina Marte de modo absoluto (17 veces) y son raras todas las de-
«illuxerat p r i m u s consulatus tui dies ... resumere libértatela, capesse- nlas, salvo Vesta (9 veces) y el Hércules gaditano o invictus (7 y 3 ve-
re quasi communis imperi curas» (Paneg. 66). Y añade de modo re-
ces), que recordaba a T r a j a n o la patria española. En cambio, Miner-
alista; «omnes ante te eadem isla cüxcrant, nemini tamen ante te cre-
va, tan querida de Domiciano, está representada una sola vez y ,
d i t u m esi». L a palabra libertas se habla convertido en una consigna
quiza, precisamente como recuerdo de aquella preferencia.
para Jos cónsules después del asesinato de Calígula, y la encontra-
" Por la acuñación se desprende la importancia predominante que
mos en las acuñaciones del senado tras la muerte de Nerón (Libertas
asumió la empresa m i l i t a r contra la Dacia. Lie varón, a ella muchas
restituía) y "el advenimiento de Vespasiano {Assertora tibertatis publi-
cae).-Trajano reanudarla la empresa de la Libertas, figura con güeo y consideraciones de carácter imperialista, pero también el deseo m o r a l
cetro, en una acuñación del 108: quizá sintiera la necesidad d e c o n f i r - -de vengar las duras derrotas sufridas en Moesia por el ejército d e D o -
max_su lealtad después de la exaltación de los triunfos dacios y en el miciano en el .85 y , sobre l o d o , en el 87. Tales derrotas dañaron gra-
décimo aniversario de su poder. E n los diecinueve años del reinado vemente el prestigio r o m a n o en la frontera danubiana. Roma'cuvo
de Trajano, se p r o d u j e r o n , entre acuñaciones del senado y acuña- que acceder a pagar ingentes sumas de dinero y a deponer numerosos
ciones del principe, más dé 500 emisiones de-moneda, con 130 tipos técnicos militares. Estos, j u n t o con los no pocos desertores del ejérci-
distintos.cn el reverso (n al u raímenteos i n contarjas._yariantes debidas to romano, pusieron a los dacios en condiciones de organizar una de-
-a-la-intcrprctación'de la~mismá'empresa por parte de diversos graba- fensa militar bastante más eficaz que la de los habituales contingen-
dores de la matriz). E n esos 130 tipos, la figura de Trajano en f u n - tes de bárbaros armados. E n la columna se encuentran indicios de es-
ciones públicas, civiles y militares, se repite 29 veces y hay algunas y to en representaciones de dacios asediando u n fortín romano con una
exactas correspondencias temáticas con representaciones de la colurxi- máquina de guerra (espiral V , escena X X X I I ) , aunque la última de-
na.v(El.retrato de-Trujano, naturalmente, es constante en el anverso de fensa de su libertad, frente al poder superior de la organización m i l i -
la moneda.) tar, asumirá la forma de guerrilla en montes boscosos. Las guerras se
conmemoran en las monedas del 102 ( f i n de la primera guerra) al
. Aunque las divinidades y las personificaciones plasmadas en las 114, muy lejos, pues, del término de todas las hostilidades, del I V al
moncdasxorresponden en gran parle a una larga tradición es posible V I consulado de Trajano, y en por lo menos 28 emisiones , mientras 19
observar; sin embargo, ciertas preferencias significativas y la apari- que de los demás monumentos, igualmente grandiosos, del Foro T r a -
ción de algunas novedades. En particular, puede no carecer de interés jano se representan tres veces el arco triunfal de 'acceso y cuatro ve-
el observar ciertas diferencias entre las acuñaciones del senado y las ces la Basílica Ulpia, ambos riquísimos en e*. huras. E l mismo
del príncipe. ".' .. _.-- puente grandioso sobre el Danubio que t a n maravillada admiración
— E n ' l a s primeras emisiones, por ejemplo. Concordia, Securitas, despertaba todavía a D i o n e Cassio, aun desmantelado de sus super-
Annona y Pax p r e d o m i n a n (pero por poco) en las monedas acuñadas estructuras, mandadas destruir por A d r i a n o , sólo se encuentra una
por el senado, con la diferencia, en cuanto a Pax, dé que las emisiones vez en las monedas.
del Sínodo la representan sentada, las del príncipe en pie, casi para
indicar una paz activa y vigilante. En este caso, también podemos c i -
tar las palabras del Panegírico (16,1): «sed tanto magis praedicanda 1» P . L Siradt, op. dt., cuadros núms. 197, 226, 234, 3 3 8 , 4 3 3 , 4 3 2 , 4 5 7 . H e m o s
esLmoderafio t u a , q u o d innutritus bellicis Iaudibus paccra amas». dicho «al menos siete acuñaciones», porque está e l problema de l a s monedas" Strack
- • E n las acuñaciones del príncipe, predomina Victoria; son exclusi- núms. 386, 4S8, sobre las que se ve u n a columna coelida coronada por un pajaro. Se
vas de éstas las empresas- con' Roma Vic/rix. las más directamente ha discutido si se trata de u n águila o de una lechuza, y en d segundo caso cuál es su
significado. Han reanudado l a cuestión Bccatli, La Colonna..., d t . , y F . P a n v i n i R o -
personales de Germania pacata y Fortuna redux, y de las divinidades sal», La Colonna sulie monele di Traiano, en AnnaJi Is*ltuto italiano di numismática,
Hercules Gaditanus y Ves ta, mientras que la empresa con Pietas es V - V I (1958-59), pp. 29-40. E s t o aclara l a situación numismática y se adhiere a l a hipó
exclusiva del senado tesis de Becatü de que pueda tratarse de la Columna T r a j a n a coronada por u n a lechu-
z a , anima] simbólico de-Minerva, por su situación entre las dos bibliotecas. S i b i e n es
.. E n todas las acuñaciones, la empresa más numerosa es la de Yic- algo menos anificíosa que l a hipótesis de Strack (columna para los juegos de Hércules
toña (55 emisiones), representada en nueve o diez iconografías distin- con alusión a Minerva), esa propuesta tampoco parece enteramente satisfactoria. E n
tas y , entre éstas, siete veces justas con el ctipeus virlutum. Plinio (Pa~ todo caso, se abandona la hipótesis de Lehmaa (Die Trjansdule, c i l . ) , que quería ver
neg., 88) se refiere a la concesión del clipeus vlrtutum a Augusto pa- en ella un «proyecto» de la C o l u m n a Trajana. L a cuestión «e complica por el hecho de
que de ese lipo de moneda sólo existe u n ejemplar seguro (en Vicna; otros dos ejempla-
ra resaltar su otorgamiento a Trajano. Pero el clipeus de Augusto res, en París y en R o m a , resultan retocados o incluso dudosos).
comprendía (/?. G., 34 sigs.) Virtus, Cfemenda, lustitia y Pietas. De
121
120
El desarrollo de la situación respecto a la Dacia se refleja exacta-
mente en la acuñación de moneda. Entre la primera y la segunda te la presencia del emperador, que en todas partes se muestra como
guerra se lanzan cinco emisiones con Dacia Vicia-, en el 103 tenemos «fundador y sostén de la disciplina militar», como se dice en una de
l a figura, aparentemente estatuaria, de Trajano en coraza que pone las cartas de Plinio a T r a j a n o .11
cabeza de Decébalo. del Bartoll para l a Columna de Marco Aurelio se reproducen y a en EAA, Atlante del
comptessl figurad, Roma, 1973. Jáms. 73-107 y 108-135, al c u i d a d o del llorado colega
11
Eplst. X . 29 (31), I. Bccatti.
122
123
aibaflilería de Apolodoro de Damasco, toüoTconlribuye a la d o c u - ledor del 160 a. de C.) E l parangón que establecí hace tantos ' *
mentada glorificación del comandante supremo y del pueblo r o m a - « (I939) * entre Columna Trajana y relieves del monumento de los
1
n o . Pero, j u n t o a todo esto, al adversario bárbaro también se le reco- B i e n St. Rémy de Provcnce, la antigua G l a n u m , l o h a n tergiver-
noce su parte de gloria. . , s o algunos en el sentido de atribuir ai arte provincial u n a i n f i u e n -
,"" E l a u t o r del proyecto de la columna se aparta claramente del t o n o ia sobre el arte de la C o l u m n a Trajana. (Nada más equivocado! El J
que asumiría Dione Casslo, en cuyo relato, Decébalo, el gran jefe de fie de la columna es u n arte m u y culto y m u y personal.,' /
J _ los dacios, aparece como traidor y desleal. En cambio, en los relieves E g g Establecí este parangón, documcntable, partiendo del supuesto
1 de la columna, se rinde homenaje a su valor y a su sacrificio final (es- E S i l que las composiciones q u e se encuentran en el monumento de St.
piral X X I I , escena C X L V ) , después de] cual cesa toda resistencia. A s i , f i?;!Rémy fuesen traducciones en bajorrelieve de pinturas helenísticas. E l
con vigorosa expresión, se representan los actos de heroísmo desespe- dcsaibrimiento realizado por las excavaciones arqueológicas de
rado de los jefes (espiral X I X , escenas C X 1 X , C X X , C X X I ) , el enve- rRolland, en los años 1966-68, de monumentos que documentan la r i -
nciiarniento colectivo, el incendio del poblado y el suicidio (espiral ja fase helenística de G l a n u m ha confirmado de la mejor manera m i
.. X X I , escena C X L ) o la miseria de la fuga y de la deportación que sufre ^suposición . a
• ' . . ,-. .'.
- el pueblo de las montañas-de la Dacia (espiral X I I , escena. L X X V I ; = = " ^ " O l r a s series de composiciones libres d e las imposiciones de las 4—
- ^ ^ X X T I ; esceria.CLV)', última escena con la que se cierra la narración en formulas oficiales son, en l a Columna Trajana, las que representan a (
Já'columna. . . . . los legionarios no ya en las filas de los combatientes, sino en las fun-
L a divergencia entre Dione Cassio y la columna también puede ciones pertenecientes a los trabajos de desmonte o de albañikria que
depender del hecho de que, cuando él escribía, habla cambiado la re- los devolvían a su origen social. Esas escenas también formaban par-
lación ética entre beligerantes, se había eliminado la postura de respe- lie de la representación oficialmente exigida para exaltar la .eficacia
_ t o . h a c i a el adversario aún basadacnlapo/défo griega, que es m u y guerrera del ejército r o m a n o . Pero es evidente que dejaban mayor l i -
p r o f u n d a e n las reflexiones de Marco Aurelio (pero que ya ha desa- bertad al artista. Efectivamente, entre éstas es donde nuevamente se
parecido de las representaciones en la columna a él dedicada) y que encuentran algunas de las composiciones más eficaces desde el punto
irónicamente hacia decir a L u c i a n o , contra el envilecimiento del ene- ^dc. vista artístico (por c j . , espiral I I , escena X I I ; espiral 111, escenas
* ..migo perpetrado por-ciertos sectores oficiales de su tiempo, que X V , X I X . X X , X X I I I ) . Algunos detalles nos indican los precedentes
quizá hubiera sido más honorable haber combatido contra Aquiles que directos de las figuras de Benevento que en la escena de alimentario,
contra Tersitcs". . " „bajo el arco principal, introducían, por primera vez en un relieve mo-
.. . E n cuanto al maestro de la C o l u m n a Trajana quisiéramos señalar • numental oficial, la representación de hombres del campo, hombres
•33-84 ' otro elemento puramente artístico: en las escenas que representan las del pueblo, y que hacen que atribuyamos al mismo maestro de las
acciones de los dacios, debía sentirse, felizmente, libre de las imposi- empresas de Trajano los modelos de esos relieves, m u y poco poste-
- "V ciones de l a oficialidad documentalista que hemos indicado como su riores a los de la c o l u m n a * .
\ contribución al aspecto político del tema afrontado. E n efecto, son En esas páginas sobresalientes del relieve de la columna, lá cuali- .
. estas-escenas de la resistencia dacia las más felices, las más ricas
artísticamente, ya se trate de imágenes en movimiento o de los
C f r . R . Bianchi Bandinclli, Roma. Vane romana nei centro del potere, c i t . ,
caídos, en cuyas figuras, despojadas de imposiciones de convenien-
M
cia, el artista ha demostrado (como ya he dicho en otra ocasión) una figs. 257, 253. -
R . Bianchi Bandinclli, HMaestro delte imprese di Traiano, en Storicitá deli'aríe
libertad f o r m a l y compositiva absolutamente excepcional para la a n -
1 1
classica, Florencia, I 9 5 0 , pp. 217-218 (ahera 3 . ' e d i c , B a r i , 1973, pp. 347 380),
2
124
dad más extraordinaria del dibujo es la capacidad de colocar las figu- J . viera en cuenta todos los detalles exigidos por una documentación
ras en un espacio libre, fuera de t o d o canon clasicista, en una perspec- .4 oficial de las distintas categorías del ejército én guerra y de las cere-
tiva tan desenvuelta y eficaz que será preciso llegar a los bocetos de > monias oficiales. Pero, luego, jamás pudo nadie seguir detallada-
Leonardo sobre la batalla de A n g h i a r i para encontrar algo semejante, ^ .. mente con la mirada su narración en el relieve desarrollado en torno
El dibujo de Leonardo parte (como resaltó Ernst H . O o m b r i c h ) de , 30 a l a columna, lo mismo que ningún contemporáneo suyo pudo apre-
una concepción enteramente nueva en su tiempo, según la cual cuen- ciar en sus detalles el friso del Partenón, situado a dieciocho metros
ta más la inspiración que la ejecución. Para dejar campo libre a la ._ de altura en el angosto intercolumnio del templo. E l artista siempre
inspiración, sus dibujos ya no están regidos por una clara línea de trabaja para si m i s m o , y sabe que sólo unos pocos entienden verda-
contorno, como los de los artistas anteriores a él, sino que son esbo- * ¿ deramente su lenguaje.
zos confusos de los cuales se liberan y surgen, penosamente, conjun- ~ 4 H c n r i Beyle, cuya inteligencia en las cosas humanas y políticas
tos y contomos definibles: « I I bozzaT delle storie sia p r o n t o e'l -¿ tantas veces se adelantara a su época, se mostró más bien conformis-
membrificare no'sía troppo finito; sta' contento solamente a'siti d'es.- ~ ta hacia las ideas recibidas cuando redactó (en cierto m o d o obligado
se memora, i quali p o i a bell'agio piacendoti potrai f i n i r é » . Sé , ¿ 11
p o r las conveniencias, que luego se revelaron engañosas) su Historia
pronto en esbozar las historias, y cuando dibujes.miembros, n o los-ld de la pintura italiana, según los esquemas académicos al.uso.dcspucs
perftles en exceso; limítate, por el contrario, a encajarlos, que luego, de BellórL Pero, cuando ño le cegaba la estilística tradicional, sabía
con holgura y a t u placer, podrás aquéllos rematar. (Versión de A n - comprender. En sus Promenades dans Rome «confiesa» (y l a p a -
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gel González García, 568 ( B . N . 2038, 8b), p 401. M a d r i d . E d . Na- labra casi indica que se justificaba por ello) que los mármoles Eigín
cional, 1979.) del Partenón le parecían superiores al Apolo de Belvedere y al Lao-
Nunca sabremos cómo eran los bocetos del maestro de Trajano; conte, y que los relieves de la Columna Trajana iban inmediatamen-
pero el sallo de calidad y de técnica con respecto a l o habitual en la te después en sus preferencias.
escultura romana no es menor que el que distinguió a Leonardo de Esta era, probablemente, una de sus ideas «si raisonnables
sus contemporáneos. Las grandes composiciones tienen u n ritmo v i - ~ qu'elles effraieront les hypocrites de toute r o b e » . J)
tal de conjunto, compuesto p o r todas las figuras, donde cada una - También en esto nos encontramos plenamente de acuerdo con * -
tiene su personalidad, su fisonomía, el movimiento más apropiado y ~ Stendhal. Y verdaderamente nos .parece estar en buena compañía.
espontáneo. H a y que lamentar profundamente que u n monumento *
de tal importancia artística n o disponga todavía de una documenta- -
ción fotográfica adecuada n i de una apropiada publicación crítica.
Efectivamente, sólo con medios técnicos modernas seria posible _»
(aunque no fácil) llegar a una lectura continua de todo el relieve, co- _
m o nunca fue posible ni siquiera para los contemporáneos de su ere- *
ación.
Sitt duda, desde las galerías de las dos bibliotecas que se erigieron _ =
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